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Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

SHEILLA CASTRO AUSEJO ..

Todas las normas cuya validez pueda remitirse a una y misma norma
fundante básica es la fuente común de la validez de todas las normas per-
tenecientes a uno y el mismo orden. Que una norma determinada perte-
nezca a un orden determinado se basa en que su último fundamento de
validez lo constituye la norma fundan te básica de ese orden. Esta norma
fundante es la que constituye la unidad de una multiplicidad de normas,
en tanto representa el fundamento de la validez de todas las normas que
pertenecen a ese orden.
HansKelsen
SUMARIO:
Introducción. l. Aspectos generales. 1.1. Control normativo. 1.2. El
principio de jerarquía normativa. 1.3. El principio de legalidad. 2.
Control difuso: ¿potestad de la administración?. 2.1. La constitución
de 1993. 2.2. El principio de legalidad en la ley del procedimiento
administrativo general (LPAG). 2.3. La resolución 0259-2001 /TDC-
INDECOPI: ¿control difuso por la administración?. 3. Reflexiones
finales. 3.1. El control difuso: ¿Seguridad o peligro?. 3.2. Una pro-
puesta para la aplicación de normas legales constitucionales. Con-
clusiones.

INTRODUCCIÓN
La posibilidad de aplicar el Control Difuso como mecanismo de con-
trol de constitucionalidad por los órganos administrativos es un tema que

* Agradecemos especialmente a nuestro profesor, el doctor Juan Francisco Rojas, y a


nuestra amiga, Mónica Zagastizábal. Al primero, por los comentarios a la versión ante-
rior de este trabajo que elaboramos en el ciclo 2002-1 cuando cursábamos el sétimo ciclo
en la Facultad de Derecho de la PUCP. A la segunda, por todas las facilidades que nos
otorgó en la redacción del mismo. La responsabilidad por el contenido de este artículo
es, sin embargo, totalmente de la autora.
** Bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Adjunta de
Catedra del curso Destreza Legal en la Facultad de Derecho de la PontifiCia Universidad
Católica del Perú. Miembro del Consejo de Egresados del Círculo de Derecho Adminis-
trativo.

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Sheilla Castro Ausejo

ha causado polémica en el mundo del Derecho. Por esa razón, en este tra-
bajo nos hemos propuesto determinar si efectivamente, aquél tipo de con-
trol, constituye o no, una potestad de la Administración Pública.
Para conseguir nuestro propósito, es necesario que estudiemos ciertos
aspectos generales que nos introduzcan en el tema planteado. Por ello, como
primer punto, analizaremos conceptos fundamentales e instituciones jurí-
dicas que se enmarcan en la problemática, tales como: el significado y al-
cance del Control Difuso, y los principios constitucionales de Jerarquía
Normativa y Legalidad. Posteriormente, como segundo punto, nos remiti-
remos a la esencia misma de la discusión, para lo cual nos valdremos de la
Constitución peruana, la Ley del Procedimiento Administrativo General y
una resolución administrativa de la Sala del Tribunal de Defensa de la Com-
petencia y de la Propiedad Intelectual del INDECOPI. Finalmente, reflexio-
naremos sobre la seguridad o peligro que generaría esta institución en el
ámbito administrativo de ser considerada potestad de la Administración
Pública; y ofreceremos nuestra propuesta para evitar que aquélla aplique
normas legales inconstitucionales.

1. ASPECTOS GENERALES

1.1. Control Normativo


Cabanellas de Torres en su Diccionario de Derecho Usual señala que el
término «control» tiene pleno arraigo en nuestro idioma, por lo que se hace
difícil la eliminación de su uso. Asimismo manifiesta, que la voz «control»
ha sido adoptada por todos los idiomas latinos y anglosajones, aplicándose
el vocablo a «la materialidad de los objetos y a todos aquellos actos o negocios
que han de ser sancionados con autoridad suficiente», y que los verbos que se
corresponden con dicho concepto son: comprobar, fiscalizar, inspeccionar,
intervenir, registrar, vigilar, mandar, gobernar, regular, tutelar, velar, apro-
bar, suspender ( ... ), (subrayado agregado) 1•
Por otro lado, Cabanellas de Torres define el concepto de «norma" 2 como
«regla de conducta, precepto, ley, criterio o patrón, práctica»; y señala que el

l. CABANELLAS DE ToRRES, GUILLERMO. Diccionario de Derecho Usual. Tomo l. Décima edición,


Heliasta Editores, Buenos Aires, p. 37.
2. CABANELLAS DE TORRES, GUILLERMO. Diccionario Jurídico Elemental. Décimo tercera edición,
Heliasta Editores. Buenos Aires, 1998, p. 269.

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Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

término «normativo» se refiere a todo aquello «que es susceptible de servir de


regla», o, «que implanta o establece de norma».
A partir de los significados de «control» y «norma» antes anotados,
nosotros hemos efectuado una integración de conceptos con el objeto de
definir qué es el Control Normativo. Así pues, de dicha composición de
significados, como resultante tenemos que el Control Normativo es «aquel
acto mediante el cual se vigilan los preceptos o leyes que sirven de regla o estable-
cen normas, buscándose tutelar o velar por la compatibilidad del marco legal».
El Control Normativo tiene como premisa fundamental salvaguardar
la unidad del orden jurídico, evitando que las normas integrantes del mis-
mo lo quiebren por ser contrarias entre sí. Es precisamente con esa idea que
se han creado diferentes formas de Control Normativo, de entre los cuales
se encuentran el Control Difuso y el Control Abstracto. El primero, por el
que se lleva cabo la inaplicación de una Ley o norma con rango de Ley que
ostenta un vicio de inconstitucionalidad; y el segundo, mediante el cual se
expulsa definitivamente del ordenamiento jurídico una norma legal opues-
ta a la Constitución.

a) Control Difuso 3
Cada vez que evocamos la figura del Control Difuso, es imposible dejar
de recordar el tan afamado caso Marbury vs. Madison acontecido en
1803. Es conocido por todos nosotros que el escenario en el cual se desa-
rrolló el «Judicial Review» norteamericano, antecedente de nuestro ac-
tual Control Difuso, fue aquél en donde el Partido Federal (derrotado en
elecciones) buscó «atrincherarse» en la Corte para, desde allí, dar la ba-
talla al gobierno del partido contrario4 • Y es que, en el caso Marbury vs
Madison, el juez Marshall decidió aplicar la Constitución y dejar de lado
una norma que la contradecía; cierto es que por intereses políticos, pero
respondiendo a una lógica de supremacía constitucional5•
El Control Difuso es una expresión del control normativo en el que se
lleva a cabo la inaplicabilidad de las leyes o normas con rango de ley

3. Sólo nos detendremos en esta clase de control normativo por ser materia de nuestra
investigación.
4. DE BERNARDIS, Lms MARCELO. La garantía procesal del debido proceso. Editorial Cultural
Cuzco, Lima, 1995, p. 167.
5. Véase en ese sentido: DE BERNARDIS, Lms MARCELO. Op. Cit., p. 162 y ss. Allí se explica la
cuestión histórica del caso.

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inconstitucionales por los jueces del Poder Judicial. Por la inaplicabili-


dad no se expulsa la norma legal del ordenamiento jurídico, simple-
mente se la deja de lado para evitar la vulneración que aquella produ-
ce de la Constitución6 •
Según Camacho, un control de constitucionalidad como el descrito
[Control Difuso], es una correspondencia, más aún, en conexión con el
medio afín, pues no podría existir supremacía [constitucional] sin la
existencia del mismo 7 • Al igual que este autor, consideramos que este
control, inherente al poder de interpretación reconocido como función
propia de los jueces, representa dentro de la teoría del Estado moder-
no, el más original de los aportes efectuados por los Estados Unidos al
constitucionalismo moderno8, puesto que los jueces y tribunales inter-
pretan y aplican las leyes o toda norma con rango de ley[ ... ] según los
preceptos y principios constitucionales9•
Por otro lado, y aunque no es materia de nuestro trabajo realizar un estu-
dio de las distintas manifestaciones de Control Normativo, queremos ha-
cer la atingencia que éste no se limita a los dos controles mencionados en el
punto anterior, es decir, a los controles difuso y abstracto10 • A nuestro
modo de ver, existen otros tipos de Control Normativo, efectuados por
órganos autónomos distintos al Tribunal Constitucional y al Poder Judi-
cial, y a los cuales no se les ha dado una denominación específica, pero
que también se dirigen a proteger la armonía del orden legal. Un ejemplo
de estas manifestaciones de Control Normativo, es el realizado por el Jura-

6. La doctrina Argentina añade precisiones importantes al tema para señalar que los jueces
del Poder Judicial no se limitan a efectuar mecánicamente el control de constitucionali-
dad por inaplicación: « •. .los jueces no sólo están para declarar o decir el derecho creado por las
asambleas legislativas. Si los jueces sólo tuvieran la tan deducida misión de ser los portavoces del
legislador, no harían falta. Serían sustituidos inmediatamente y sin perjuicio alguno por funcio-
narios administrativos. Los jueces son mucho más que eso, crean derecho allí donde el mismo no
existe, supliendo las fallas del legislador, y en esto consiste fundamentalmente el control de
constitucionalidad, dejar de aplicar una norma general por ser inconstitucional y crear una
norma individual que rija el caso». BrANCHr, ALBERTO B. Control de Constitucionalidad. El
proceso y la jurisdicción constitucionales. Editorial Ábaco, Buenos Aires, 1992, p. 116.
7. Véase en ese sentido: CAMACHO GUTIÉRREZ, WALTER. Análisis de constitucionalidad y control
difuso. En: Diálogo con la Jurisprudencia, N°4, Año III, Gaceta Jurídica. Enero 1997.
8. Idem, p.81.
9. FERNANDEZ SEGADO, FRANCISCO. El control normativo de la constitucionalidad en el Perú. En:
Revista de Derecho Constitucional, N° 56, Mayo-Agosto 1999, p. 26.
10. Véase punto I.1

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Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

do Nacional de Elecciones, que como único encargado de velar por todo lo


referente en materia electoral, en esa misión debe cuidar que el funciona-
miento de los partidos, sus alianzas y las elecciones, se realicen de confor-
midad con la ley11 • En caso que esto no ocurra, deberá tomar las medidas
que las leyes electorales le autorizan para garantizar la legalidad de la
vida electoral y partidaria del país 12 • Otra expresión del Control Normati-
vo es el Control de Legalidad de los Reglamentos que realizan los tribuna-
les administrativos. En este último supuesto, el Control Normativo tiene
nombre propio y es un deber de la Administración Pública.
En consecuencia, el Control Normativo constituye un mecanismo de
protección contra la vulneración del ordenamiento jurídico, que incluye no
sólo la Constitución y las leyes, sino a normas infralegales.

1.2. El Principio de Jerarquía Normativa


Los ordenamientos jurídicos se encuentran organizados bajo un siste-
ma de fuentes de derecho de las cuales emanan las disposiciones que van a
regir el Estado y la sociedad. Bajo esa lógica, se ha establecido que la princi-
pal fuente de derecho es la Constitución, norma suprema fundamental de
la cual subyacen principios básicos que buscan resguardar el orden jurídico
y consagran la unidad del mismo. Uno de esos principios constitucionales
es el denominado «Principio de Jerarquía Normativa».
Al estudiar el Principio de Jerarquía Normativa, la doctrina ha expre-
sado de diversas formas cuál es la esencia del mismo, esto es, ser la directriz
que establece el orden de relación entre las normas del sistema jurídico. Al
respecto, el profesor español De Otto 13, bien ha señalado que la más signifi-
cativa de las relaciones entre normas en un ordenamiento es la llamada
jerarquía, esto es la ordenación escalonada de las diversas formas que pue-
den adoptar las normas. Complementando lo anterior, para Torres del
MoraP 4, el Principio de Jerarquía Normativa además corresponde a la se-

11. Constitución de 1993, art. 178° inciso 3: «Compete al Jurado Nacional de Elecciones: (3).
«Velar por el cumplimiento de las normas sobre organizaciones políticas y demás disposiciones
referidas a materia electoral».
12. RuBio CoRREA, MARCIAL. Para conocer la Constitución de 1993. Tercera edición. DESCO,
Lima, 1994, p.186.
13. Véase en ese sentido: DE Orro, IGNACIO. La Constitución y el sistema de fuentes de derecho.
En: Derecho Constitucional. Ariel, Barcelona, 1989, p. 88 y ss.
14. Véase en ese sentido: ToRRES DEL MoRAL, ANTONIO. Principios de Derecho Constitucional
Español. Segunda edición. Átomo Ediciones, Madrid, 1988, p. 81 y ss.

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guridad jurídica, y cuyo desarrollo constitucional se funda en los preceptos


que consagran la supremacía de la Constitución, las relaciones entre la ley
y el reglamento, la supremacía del derecho producido por los órganos cen-
trales del Estado respecto del autonómico, entre otros.
La Jerarquía Normativa implica pues, un orden vertical de las normas,
o lo que equivale a decir «un rango». Existe entonces, como regla principal,
el deber de respetar toda aquella disposición de «rango superior» cuando
se enfrenten normas de distinta jerarquía. Así por ejemplo, de presentarse
el supuesto en el cual se dicte un Reglamento, y al mismo tiempo, una ley
del Congreso - con independencia de su contenido- ésta última será supe-
rior y preferida sobre el primero. Es a esta situación que la doctrina ha
denominado «jerarquía formal» 15 •
Pero el Principio de Jerarquía Normativa tiene una aplicación práctica,
que se presenta claramente cuando una norma de menor rango es deroga-
da por otra superior; o en los supuestos de contradicción entre los linea-
mientos que emanan de una disposición y los de otra. Así, si se diese el caso
que existiera un Decreto Supremo que exprese determinados preceptos, y
éste ha venido rigiendo durante un tiempo determinado, de entrar en vi-
gencia una Ley que contenga disposiciones que lo contradigan, debe supo-
nerse que el Decreto Supremo ha sido derogado, y por ende es nulo 16•
Es importante consagrar en un ordenamiento jurídico, la diferenciación
de las disposiciones legales, atendiendo a una preeminencia de superioridad.
De lo contrario, solamente se crearía una suerte de caos normativo en el que
por una indistinción de rangos, no se sabría qué norma aplicar. Peor aún, si
no existiese Jerarquía Normativa, todos aquéllos que emiten normas legales 17
podrían argumentar que sus disposiciones son las únicas imperativas, y que

15. DE Orro, IGNACIO. Op. Cit., p. 89. Según este autor: «la jerarquía formal consiste en que a las
normas se les asigna diferentes rangos -superior o inferior- según la forma que adopten, es decir,
con independencia de su contenido ... ». Agrega el autor, que «la jerarquía formal no es otra
cosa que un conjunto de reglas acerca de la validez de las normas consistente en que unas, las
que ocupan un nivel inferior, pierden validez, desaparecen como normas, cuando contradicen a
otras, las que ocupan una posición superior.»
16. La derogación no sólo se da entre normas de distintos rangos, cabe entre disposiciones
legales de igual jerarquía. Es perfectamente posible que una ley sea derogada por otra
ley. El ejemplo que ofrecimos es solamente un caso por el cual visualizamos de mejor
forma la jerarquía normativa cuando hay derogación.
17. Entiéndase por <<normas legales>> toda clase de dispositivo con rango legal, no sólo leyes
en sentido estricto. Así, incluimos a las ordenanzas, decretos legislativos, etc.

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Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

no existe ningún límite que las obligue a respetar normas creadas por otros
órganos, por una simple razón de inexistencia de superioridad normativa.
Sobre la base las ideas antes expuestas, y movidas bajo una consigna
de coherencia jurídica, las Constituciones de los distintos países del mundo
han consagrado expresamente en su articulado el Principio de Jerarquía
Normativa. El Perú no ha sido ajeno a proclamar dicho principio en su
Carta de 1993, recogiéndolo en su art. 51 o.
Para finalizar este acápite, podemos subrayar la importancia que tiene la
organización escalonada de las normas de un sistema en palabras de Requejo
Pagés, para quien la Constitución ha de ser siempre un concepto referencial.
Según este autor, « ... la existencia de diferentes formas positivas de exteriorización
de las normas integrantes del Ordenamiento requiere una ordenación ferárquica de
las mismas a los efectos de resolver cuantas contradicciones internormativas pudieron
derivarse por causa de los diferentes contenidos con los que los habilitados para pro-
ducir dichas formas doten definitivamente a las mismas» (subrayado agregado).

1.3. El Principio de Legalidad


La actuación administrativa tiene un fundamento que se distingue de la
actuación de los particulares. A diferencia de la Administración Pública, los
particulares se desenvuelven en la sociedad en la medida que su conducta no
se encuentre prohibida por la ley. Es decir, ellos pueden «hacer y dejar de
hacer», siempre y cuando no vulneren las disposiciones establecidas que bus-
can resguardar el orden a través de prohibiciones y límites. Si se diese el su-
puesto de una conducta no regulada en las normas como prohibida, el parti-
cular tiene el derecho de realizarla sin problema alguno, ya que se sobreen-
tiende que el ejercicio de su libertad no sobrepasa los parámetros establecidos
en las disposiciones jurídicas y su comportamiento se encuentra conforme al
conjunto de reglas dispuestas en la ley. De allí que en el ámbito privado se
profese la máxima que «nadie está obligado de hacer lo que la ley no manda,
ni impedido de hacer lo que ella no prohíbe» 18 •
Contrariamente al actuar privado, la Administración Pública desarrolla
su actividad sometida a principios diferentes a los que rigen la actuación
privada. Uno de estos principios es el conocido «Principio de Legalidad»,
directriz más importante del Derecho Administrativo, y por la cual, la actua-
ción estatal se encuentra plenamente sujeta a lo establecido por ley.

18. Constitución de 1993, art. 2°, inciso 24, num. a.

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¿Cómo explicar el significado del Principio de Legalidad?


Su significado puede ser explicado como aquel principio opuesto que
mueve el actuar privado, y que les permite a las personas hacer y dejar de
hacer. El Principio de Legalidad opera en la forma de una cobertura legal
de toda la actuación administrativa: sólo cuando la Administración cuenta
con esa cobertura legal previa, su actuación se convierte en legítima 19 . Por
lo tanto, la Administración estará obligada de hacer lo que la ley manda, y
se le prohibirá realizar lo que aquélla no diga 20 . En esa línea, la ley establece
y regula las bases del régimen jurídico, el procedimiento administrativo co-
mún y el sistema de responsabilidad de las Administraciones Públicas 21 .
La Legalidad otorga facultades a la Administración, determina cuida-
dosamente sus límites, apodera, y la habilita para su acción, confiriéndole
al efecto poderes jurídicos. Toda acción administrativa se nos presenta como
ejercicio de un poder atribuido anticipadamente por la Ley y por ella deli-
mitado y construido. Como bien han señalado García de Enterría y Fernán-
dez22, « ... sin una atribución legal previa de potestades la Administración
no puede actuar, simplemente».
En el Derecho Administrativo Sancionador, el Principio de Legalidad
cumple un papel importante. Aquí la legalidad establece el marco de las
infracciones que comete el administrado, y las sanciones que la Adminis-
tración puede imponerle. Así, la premisa del sistema sancionador sobre la
base del Principio de Legalidad parte de establecer que «nadie puede ser
condenado o sancionado por acciones u omisiones que en el momento de producir-
se no constituyen delitos, falta o infracción administrado, según la legislación
vigente en aquel momento» 23 •

19. GARCÍA DE ENTERRfA, EDUARDO y FERNÁNDEZ, TOMÁS RAMóN. Curso de Derecho Administrativo.
Tomo I. Décima edición, Editorial Civitas, Madrid,2000, p. 440.
20. Estas frases son fruto del desarrollo del Principio de Legalidad a lo largo de la historia. A
pesar de no ser objeto de nuestro trabajo realizar una investigación histórica hacemos
esta pequeña referencia debido por considerarlo importante. Para ello, recomendamos
ver: GARCfA DE ENTERRiA, EDUARDO y FERNÁNDEZ, ToMAs RAMóN. Idem.
21. PARADA, RAMóN. Régimen jurídico de las Administraciones Públicas y el procedimiento adminis-
trativo común (estudio, comentarios y texto de la ley 30/1992, de noviembre). Marcial Pons,
Madrid, 1993, p. 49.
22. Véase: GARCIA DE ENTERRIA, EDUARDO y FERNÁNDEZ, ToMÁS RAMóN, Op. Cit., p. 441.
23. SANTAMARfA PASTOR, JuAN ALFONSO. Principios de Derecho Administrativo. Tomo II. Segunda
edición. CEURA, Madrid, 2000, p. 383.

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Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

En conclusión, toda actuación administrativa debe estar conforme a


ley 24, incluyendo la actividad sancionadora de la Administración.

2. CONTROL DIFUSO: ¿POTESTAD DE LA ADMINISTRACIÓN?

2.1. La Constitución de 1993


La actual Constitución peruana contempla mecanismos que velan por el
respeto de su supremacía en nuestro ordenamiento. Para comprobar dicha
afirmación, basta con acudir a sus arts. 51 o y 138° respectivamente, que contie-
nen los instrumentos jurídicos que aseguran preponderancia constitucional.
Así, el primero de los artículos citados, contiene el «Principio de Jerarquía Nor-
mativa» -analizado por nosotros en el primer capítulo de este trabajo-, en el
que subyace el imperativo de distinguir los rangos de las diferentes expresiones
normativas (reglamentos, leyes, etc.) y donde la Constitución se implanta en el
primer lugar; y el segundo, por el cual los órganos jurisdiccionales están llama-
dos a impedir su contravención por normas de jerarquía inferior.

a) El Artículo 51°
El art. 51° de la Constitución de 1993, señala:
«Artículo 51°.- La Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley
sobre las normas de inferior jerarquía, y así sucesivamente. La publicidad
es esencial para la vigencia de toda la norma del Estado».
Como lo señalamos anteriormente cuando estudiamos el Principio de
Jerarquía Normativa, la Constitución tiene el lugar más alto en el orde-
namiento positivo del Estado. Lo dice textualmente el art. 51 o al esta-
blecer que la Constitución prevalece sobre toda norma legaF5, por lo

24. Debido a que el Principio de Legalidad dirige la actuación administrativa, los estudiosos
del Derecho Administrativo repiten de forma constante en sus escritos que éste es un
elemento formal del Estado de Derecho. La doctrina argentina señala en ese sentido que
<< ••• el Estado de Derecho se caracteriza no sólo por su elemento sustantivo -el reconocimiento y la
tutela de los derechos públicos subjetivos-, sino también por la forma como este objetivo va a
alcanzarse: el sometimiento del Estado y, dentro de él, principalmente, la administración, a la ley.
Este segundo elemento formal, es lo que se denomina el principio de legalidad». En: ENTRENA
CUESTA, RAFAEL. Curso de Derecho Administrativo (concepto, fuentes, relación jurídico-admi-
nistrativa y justicia administrativa). Octava edición. Editorial Tecnos, Madrid, 1984, p. 162.
25. RuBIO CoRREA, MARCIAL. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo III. Primera
edición. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p.94.

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Sheilla Castro Ausejo

que es incorrecto pensar que una Ley, o peor aún, otra norma de jerar-
quía inferior pueda imponerse ante la misma.
La famosa pirámide Kelseniana ha ilustrado perfectamente los distin-
tos niveles entre las normas jurídicas, con el fin de establecer de mane-
ra precisa, la sumisión existente de unas frente a otras. Pero, ¿cuál po-
dría ser la razón de plantear subordinaciones entre los dispositivos ju-
rídicos? ¿Por qué lo hizo la Constitución de 1993?
Con el objeto de mantener una coherencia lógica y buscar la seguridad
jurídica, en toda sociedad se imponen pautas y reglas26 que velen por
la armonía del sistema. Estas reglas, tienen denominación variada de-
pendiendo de quién sea la autoridad que las emita. Por ejemplo, los
Reglamentos son actos dictados por la Administración en ejercicio de
su potestad reglamentaria, y mediante los cuales la autoridad adminis-
trativa norma las actuaciones de los administrados cuándo estos caen
dentro de su ámbito. Otro caso de importancia sumamente significati-
va, es el de la «Ley». Como se sabe, las leyes son expresiones normati-
vas del poder parlamentario. Los congresistas, elegidos por los ciuda-
danos en las urnas, dictan leyes para regular aspectos fundamentales
de la vida de una nación. Tanto el Reglamento como la Ley se ubican
por debajo de la Constitución, y a ellos se les asigna un tercer y segun-
do rango, según corresponda en el orden jurídico27• Por su parte, la
Constitución tiene la característica fundamental de no ser ya una ma-
nifestación de voluntad de un órgano del Estado, sino del pueblo mis-
mo. Es a través de elecciones generales que votamos por la vigencia de
ese conjunto de normas insertas en la Constitución.
Con estas ideas, estamos en capacidad de responder las preguntas for-
muladas líneas arriba.
Si nosotros mismos somos quiénes elegimos que la Constitución Políti-
ca de 1993 sea nuestra norma rectora, entonces también hemos decidi-
do implícitamente cuál será la jerarquía de los dispositivos jurídicos. Es

26. Hemos empleado de manera genérica el término reglas para referimos a las normas del
ordenamiento jurídico. Posteriormente efectuaremos una distinción sencilla de las mis-
mas.
27. El Reglamento y la Ley no son las únicas formas normativas distintas a la Constitución.
Para un análisis profundo sobre la variedad de normas existentes, véase: RuBio CoRREA,
MARCIAL. Estudio de la Constitución Política de 1993. Idem.

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Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

en la Constitución en donde se señala los dispositivos normativos, y


por supuesto sus rangos, que rigen en nuestro Estado, nación y territo-
rio. Al aceptar la validez y vigencia de la Constitución, sobre la base de
nuestra elección establecimos las distinciones entre normas y la supre-
macía existente entre una y otra. En consecuencia, la Constitución de
1993 primará sobre una Ley, porque contiene esas reglas generales que
los ciudadanos peruanos establecieron para implantar un Estado de
Derecho; la Ley, por ser una delegación del pueblo al Congreso para
dictar normas, tendrá una jerarquía menor; y claro está que los Regla-
mentos al no ser ni una expresión directa ni indirecta del pueblo, ocu-
parán un grado inferior en la escala normativa.
De lo anterior se sigue que cuando exista alguna contradicción o in-
compatibilidad de disposiciones de diferente rango, se deberá preferir
la norma de rango superior, como lo señala el art. 51 o de nuestra Cons-
titución.

b) El Artículo 138°
En el Título IV de la Constitución Política del Perú se enmarca todo lo
correspondiente a la «Estructura del Estado». En dicho título podemos
encontrar capítulos referidos a los distintos Poderes del Estado y de
entre los cuales la Constitución ha reservado el número VIII exclusiva-
mente al Poder Judicial. Dentro de este capítulo haremos particular
hincapié en el estudio del art. 138° que contiene el «Control Difuso»
como mecanismo de protección de constitucional.
Señala el art. 138° de la Constitución Política de 1993:
Artículo 138°.- La potestad de administrar justicia emana del pueblo y se
ejerce por el Poder Judicial a través de sus órganos jerárquicos con arreglo
a la Constitución y a las leyes.
En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma constitucio-
nal y una norma legal, los jueces prefieren la primera. Igualmente, prefie-
ren la norma legal sobre toda otra norma de rango inferior.
Según Rubio, la potestad de administrar justicia consiste en la jurisdic-
ción, es decir, en la capacidad de decir Derecho a través de los actos de
función que, en el caso de los jueces, son esencialmente las sentencias (aun-
que también pueden serlo algunas otras resoluciones) 28 • Asimismo señala

28. RuBIO CoRREA, MARCIAL. Op. Cit., p. 23.

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Sheilla Castro Ausejo

este autor que, como los jueces son quiénes dicen Derecho, sus resoluciones
no pueden ser modificadas por ninguna otra autoridad y deben ser cumpli-
das29. La definición ofrecida por Rubio puede ser complementada con lo
señalado por Quiroga30 , quién concibe la jurisdicción como aquella potes-
tad de ejercer la administración de justicia determinándose el derecho ma-
terial aplicable a cada caso concreto de manera definitiva.
Rescatamos de ambas definiciones doctrinales que la administración
de justicia necesariamente comprende la jurisdicción, esto es, aquella fa-
cultad de todos aquellos órganos que resuelven conflictos y cuya decisión
no es cuestionada. Entonces, nos preguntamos, ¿quiénes tienen jurisdic-
ción? Quienes se encuentren facultados por la Constitución. Por lo tanto,
no sólo el Poder Judicial tiene jurisdicción, sino también el Tribunal Cons-
titucional, cuando declara la inconstitucionalidad de las leyes, dada la
irrevisabilidad de sus sentencias. No obstante, no puede atribuirse juris-
dicción a órganos que pese a resolver controversias, no poseen dicha po-
testad. Tal es el caso de la Administración Pública, a quién algunos auto-
res, otorgan facultades jurisdiccionales bajo la consigna de asimilar su
labor a la que realiza un juez o magistrado; lo que resulta equivocado si
analizamos en detalle los límites a los cuales aquélla se encuentra sujeta
cuando resuelve un conflicto.
Y, ¿cuáles son aquellos límites que impiden afirmar que la Adminis-
tración Pública posee jurisdicción? Son varios. En primer lugar, en el esce-
nario administrativo, la Administración no se encuentra libre de la revi-
sión posterior de sus decisiones; en segundo lugar, debido a la falta de
independencia en su actuación -cuestión que sí yace presente cuando se
hace referencia a la jurisdicción-, la Administración no es ningún tercero
imparcial cuando emite actos o resuelve, por el contrario, aquélla hace de
juez y parte, siendo sus disposiciones impugnables una vez agotada la vía
administrativa en el Poder Judicial. Si la Administración carece de juris-
dicción, ¿cómo denominar a la facultad que ésta posee en una controver-
sia administrativa? Creemos que la denominación más adecuada es la de
«cuasi jurisdicción de la Administración Pública» o «jurisdicción admi-
nistrativa», y que se distingue de la jurisdicción propiamente dicha, po-
seída únicamente por los jueces y magistrados del Tribunal Constitucio-
nal. Debemos añadir que a propósito de la distinción efectuada de ambas

29. RuBIO CoRREA, MARCIAL. Idem.


30. QuiROGA LEóN, ANlBAL. Citado por: DE BERNARDIS, LUis MARCELO. Op. Cit., p.l OO.

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Control Difuso:¿ Potestad de la Administración?

jurisdicciones, la doctrina 31 ha hecho énfasis en señalar que la existencia de


organismos gubernativos con facultades cuasi jurisdiccional ha sido materia
de ardua discusión entre aquellos que se oponen, por considerarla adversa al
principio unitario y exclusivo de la actividad del Poder Judicial, y los que por
el contrario, apoyan la necesidad de la institucionalidad y subsistencia de
una jurisdicción administrativa diferenciada de la judicial, diseñada específi-
camente para garantizar la judiciabilidad de la actuación administrativa.
Ahora bien, ¿cómo entender el segundo párrafo del art. 138° de la Cons-
titución, si por un lado, hemos señalado que no sólo el Poder Judicial posee
jurisdicción, y por el otro, le negamos tal atribución a la Administración
Pública?
Debemos entenderlo tal cuál se nos presenta, como aquella disposición
que contempla el Control Difuso como instrumento de protección de la Cons-
titución, y por el cual los órganos jurisdiccionales efectúan una preferencia
de la norma constitucional sobre aquella norma legal que la vulnera. No
nos cabe duda que los jueces son los encargados principales de ejercer el
control difuso de las normas, más aún, desde el inicio de este trabajo lo
hemos afirmado. Sin embargo, dada la interpretación surgida de una lectu-
ra completa de todo el art. 138°, que otorga dicha potestad a la administra-
ción de justicia, no podemos dejar de señalar que se han suscitado discu-
siones sobre quiénes son los órganos llamados a emplear el Control Difuso
como mecanismo de control constitucional. Así, un sector de la doctrina
representado por Rubio, afirma que el control difuso pertenece no sólo a los
jueces y tribunales del Poder Judicial, sino a toda administración de justi-
cia, es decir a todos los órganos que ejercen la jurisdicción32• Contrariamen-
te, otro sector, encabezado por Quiroga, ha señalado que en la Constitu-
ción hay una confusión entre la actividad que realiza el Poder Judicial y la
que ejerce la administración de justicia en general. Para esta última tenden-
cia, el segundo párrafo del art. 138° y los arts. 140°, 142°, 148° y 149°, no se
refieren estricta y exclusivamente al Poder Judicial sino a la administración
de justicia en el Perú, que es tema distinto al género dentro del cual es una
especie la actividad de los tribunales ordinarios33·

31. Véase al respecto: MoRóN URBINA, JuAN CARLOS. Derecho Procesal Administrativo. Segun-
da edición, Editorial Rodhas, Lima, 1999, p.77.
32. RUBIO CORREA, MARCIAL. Op. Cit., p. 25.
33. Respecto de la aplicación del control difuso por órganos diferentes al Poder Judicial
existe una gran discusión. Como se señaló, por ejemplo, Marcial Rubio afirma que
aquella forma de control normativo no es exclusivo del Poder Judicial ya que pertenece

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Sheilla Castro Ausejo

Independientemente de quiénes sean los órganos con la potestad de


controlar difusamente la Constitución, lo que nos queda muy claro es que
la Administración Pública no se encuentra facultada a hacerlo. No es mate-
ria de este trabajo poner punto final a la discusión doctrinaria sobre quié-
nes son las autoridades competentes de realizar el Control Difuso, sino es-
clarecer las dudas que existen en torno a la posibilidad que la Administra-
ción lo efectúe.
Un buen resumen de lo expuesto hasta aquí sobre el Principio de Lega-
lidad es lo expresado por el tratadista argentino Bianchi, para quien, el
Control Difuso por parte de la Administración es definitivamente invia-
ble34:
«La pregunta de si la Administración está habilitada para ejercer con-
trol constitucional se centra, así, principalmente, en torno de ellos. Sin em-
bargo (... ),la imposibilidad de que los jueces de la Administración ejerzan
control constitucional ( ... ). En primer término, es obvio que no son ni se
pueden constituir nunca el «juez natural de la causa». Esta noción, cuyos
orígenes son antiquísimos y que aparece como una denominación nacida
de la jurisprudencia de la corte, no es predicable respecto de los jueces ad-
ministrativos. A ello se oponen muchas razones, pero una de las más im-
portantes es que los jueces de la Administración nunca pueden ser impar-
ciales, pues actúan -las más de las veces- como jueces y parte al mismo
tiempo. En segundo término, existe imposibilidad de que los órganos juris-
diccionales administrativos ejerzan control constitucional por la propia
naturaleza sus funciones. Recordemos que si bien (... ) los jueces adminis-
trativos hoy constituyen órganos importantes, no menos cierto es que su
función es el producto de una necesidad material, pero no sustancial, del
Estado de Derecho. Es decir se podría prescindir de ellos sin que la Consti-
tución se viera agraviada ... ».

a todos los que tienen jurisdicción. Esta posición es opuesta a la sostenida por Aníbal
Quiroga, quien sólo atribuye la facultad de controlar difusamente la Constitución al
Poder Judicial: <<Esto significa que tal facultad nace sólo dentro del Poder Tudicial. es una
consecuencia del accionar del derecho y la realidad, sólo es aplicable en una controversia especí-
fica, real y concreta, donde los márgenes de la declaración judicial de inconstitucionalidad no va
más allá de los linderos del expediente, no versa sobre cuestiones políticas, no es abstracta y a ello
sólo se debe llegar luego de presumirse la constitucionalidad de la ley y agotadas todas las
posibilidades interpretativas en favor de la ley debitada» (subrayado agregado). QUIROGA
LEON, ANfBAL. El difuso <<control difuso>>. En: El Comercio, 24 de enero de 1997.
34. BIANCHI, ALBERTO B. Op. Cit., p. 246 y SS.

230 Revista de Derecho Administrativo


Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

2.2. El Principio de Legalidad en la Ley del Procedimiento Administrati-


vo General (LPAG)
Según el nurn. 1.1 del art. IV del Título Preliminar de la LPAG:
Artículo IV.- Principios del procedimiento administrativo
El procedimiento administrativo se sustenta fundamentalmente en los
siguientes principios, sin perjuicio de la vigencia de otros principios gene-
rales del Derecho Administrativo:
1.1 Principio de Legalidad.-Las autoridades administrativas deben ac-
tuar con respeto a la Constitución, la ley y al derecho, dentro de las facul-
tades que le estén atribuidas y de acuerdo con los fines para los que fueron
conferidas» (subrayado agregado).
Corno ya hemos venido señalando a lo largo de este trabajo, el Princi-
pio de Legalidad en materia administrativa supone el sometimiento de la
actuación de las autoridades administrativas a lo determinado por Ley. Por
lo tanto, de existir alguna incompatibilidad entre una Ley y una norma de
rango inferior, la Administración Pública debe sujetarse a lo ordenado por
la primera. Además, debernos recordar que cuando hacernos mención a la
Ley, emplearnos un lenguaje genérico que engloba a todos los dispositivos
que yacen en el mismo nivel que aquélla. Al respecto, el profesor Espinosa-
Saldaña35 ha señalado que el Principio de Legalidad ya hace tiempo ha
abandonado sus parámetros iniciales, destinados a asegurar que la labor de
las Administraciones Públicas deba ceñirse [solamente] a lo previsto por las
leyes dictadas desde el Congreso. Asimismo expresa, que hoy se cumple
con este principio en la medida que se respete escrupulosamente las pres-
cripciones emitidas por quienes son, de acuerdo a nuestro ordenamiento
jurídico, las autoridades competentes dentro del Perú para desempeñar di-
chas tareas. Consecuentemente, nos encontraríamos ante el sometimiento
administrativo al Derecho, entendiéndolo corno un «conjunto de normas y
principios», un marco jurídico bastante más amplio que el de las leyes del
Congreso.
Por otro lado, leyendo detenidamente la LPAG, creernos que llama la
atención de cualquier administrado la mención que se hace de la Constitu-

35. EsPINOSA-SALDAÑA, EwY. Principios, ámbito subjetivo de aplicación y fuentes del procedimiento
administrativo: En busca de la nacionalidad perdida y una protección del administrado hoy casi
inexistente. En: Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo General. Ley
27444, ARA Editores, Lima, 2001, p.268 y ss.

Revista de Derecho Administrativo 231


Sheilla Castro Ausejo

ción en el art. IV num. 1.1 del Título Preliminar. Sucede que, como hemos
señalado, el Principio de Legalidad supone el sometimiento de la Adminis-
tración a las normas legales. Si esto es así, entonces, ¿qué persigue la LPAG
cuando señala que las autoridades administrativas deben actuar con respeto
a la Constitución? ¿Cuál es el significado de este enunciado? ¿Es que acaso
con la redacción de la LPAG se posibilita a la Administración a ejercer el
Control Difuso? ¿Los legisladores han desnaturalizado esta institución?
Desde nuestro punto de vista, consideramos que el Principio de Legali-
dad en la LPAG busca enfatizar que la Constitución constituye la norma
marco del sistema jurídico, y por lo tanto, sus disposiciones deben ocupar la
cúspide del ordenamiento. Todo órgano del Estado deberá ajustar sus ma-
nifestaciones a esa carta fundamental que le otorga atribuciones e impone
límites. Uno de esos límites constitucionales es precisamente, la imposibili-
dad de la Administración Pública de aplicar el Control Difuso; lo que le
impide dejar de lado las normas legales inconstitucionales. De allí que la
lectura del Principio de Legalidad en la LPAG, signifique que la Adminis-
tración debe orientarse a sujetar sus actos a las normas legales, tal como se
desprende de una lectura armónica de la Constitución.
No podemos negar las confusiones surgidas de la ambigua redacción
del Principio de Legalidad en la LPAG, que incluyó a la Constitución como
primera norma a la que se somete el actuar de la Administración y que
puede originar interpretaciones forzadas sobre la habilitación del control
de constitucionalidad en el ámbito administrativo. Sin embargo, como he-
mos señalado, esto es incorrecto. El Principio de Legalidad en la LPAG debe
ser comprendido dentro de la línea expuesta en los párrafos precedentes.
Lamentablemente, la redacción confusa del Principio de Legalidad en la
LPAG deviene de un capricho de aquellos que al momento de leer el pro-
yecto de la Ley, consideraron necesario incluir en el artículo referido a este
principio, el sometimiento de las autoridades administrativas a «la Consti-
tución». Originalmente el proyecto de dicha norma sólo hacía referencia a
la «Ley y al Derecho»; como lógicamente debió ser regulado el Principio de
Legalidad. El sometimiento del actuar de la Administración a la Constitu-
ción fue un agregado posterior que no calzaba con la verdadera intención
de quiénes prepararon el proyecto de la LPAG. No obstante aquello, no
podemos pensar que la Constitución no es vinculante para la Administra-
ción. Por supuesto que lo es. La Administración debe ajustarse a los princi-
pios constitucionales al momento de actuar, pero teniendo en cuenta los
límites que los mismos imponen; y de entre los cuales se encuentra el no
ejercicio del Control Difuso.
232 Revista de Derecho Administrativo
Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

Entonces, en nuestra opinión cuando el Principio de Legalidad en la


LP AG hace referencia a la Constitución, la interpretación del texto debe
realizarse de manera coherente con el ordenamiento jurídico en su conjun-
to y la razón de ser de los principios que lo conforman. Por lo tanto, la
comprensión más adecuada del Principio de Legalidad tal como se encuen-
tra redactado debe suponer la sujeción de la Administración a la Ley, la
que a su vez le corresponde someterse a la Constitución. En ese sentido, nos
adherimos a Rojas 36 quién bien ha expresado en estas líneas que:
«El principio de legalidad está a la base de toda actuación de la adminis-
tración pública y es una de las conquistas más firmes del estado de derecho
moderno. La administración pública debe actuar siempre sometida a la ley
pues es en sí misma una organización al servicio de la voluntad del pueblo
que se expresa a través de la ley. En el texto propuesto se entiende cl
principio sobre la base del sometimiento a la Constitución y el derecho.
Esta particularidad no es otra cosa que el reconocimiento de que la ley
misma es tributaria de la Constitución y que su cumplimiento es sólo
posible en el mundo del Derecho» (subrayado agregado)37 •

2.3. La Resolución 0259-2001/TDC-INDECOPI: ¿Control Difuso por la


Administración?
A efectos de apreciar en nuestro medio cuál ha sido la práctica de las
autoridades administrativas en materia de Control Difuso, hemos tomado
la Resolución N° 0259-2001/TDC-INDECOPI del Tribunal de Defensa de
la Competencia y de la Propiedad Intelectual del INDECOPP8, en la cual se
muestra la orientación de la Administración Pública cuando se encuentra
ante conflictos surgidos entre una norma con rango de Ley y la Constitu-
ción. Para adentrarnos en el tema, efectuaremos un brevísimo resumen de
los hechos más importantes contenidos en dicha resolución, y que tiene
como protagonistas a las empresas Belleville Investments Limited (Bellevi-
lle) y Radiodifusora 1160.

36. ROJAS LEO, JuAN FRANCISCO. ¿Hemos encontrado el rumbo del Derecho Administrativo en el
Perú?. Reflexiones en torno a la próxima entrada en Vigencia de la Ley del Procedimiento
Administrativo General._En: Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo
General. Ley 27444, ARA Editores, Lima, 2001, p.123.
37. SANTAMARÍA PASTOR, JuAN ALFoNso. Fundamentos de Derecho Administrativo. Tomo I. Centro
de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1991, p.200, citado por: ROJAS LEo, JuAN FRANCISCO.
Idem.
38. Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Propiedad Intelectual.

Revista de Derecho Administrativo 233


Sheilla Castro Ausejo

Veamos los hechos:


En 1999, Belleville solicitó la declaración de insolvencia de Radiodifu-
sora 1160, originando la oposición de diferentes empresas vinculadas
a ésta última, y entre las cuales se encontraban Astros S.A. y Racier
S.A. (Racier). El procedimiento de insolvencia siguió su trámite, y en su
curso, se sucedieron distintos hechos que retrasaron la instalación de
la junta de acreedores de Radiodifusora 1160. Sin embargo, finalmente
se llevó a cabo dicha instalación en Setiembre de 2000, designándose
como entidad administradora a Corporación Peruana de Consultoría
S.A.39
Tres meses después, el Poder Ejecutivo emitió el Decreto de Urgencia
N° 111-2000 (D.U N° 111-2000), que bajo ciertas condiciones, ordena-
ba la conclusión de los procedimientos concursales de las empresas de
telecomunicaciones. Sobre la base de esta norma la empresa Racier so-
licitó a la Comisión Delegada encargada del caso Belleville, se dispusie-
ra de oficio la conclusión del procedimiento concursa! de Radiodifuso-
ra 1160, el levantamiento de su insolvencia, y la disolución de su junta
de acreedores. Basado en el Decreto de Urgencia, la autoridad admi-
nistrativa no tuvo más reparo que acceder a la solicitud de Racier.
En enero de 2001, el representante de los créditos laborales, y el acree-
dor de Radiodifusora 1160, el señor Wilson Ariel Altesor Aguirre, soli-
citaron que la Resolución que levantaba la insolvencia de la menciona-
da radiodifusora sea declarada nula o, en todo caso, revocada por ser
inconstitucional.
Pero, ¿cuál era la gran problemática ocasionada en el procedimiento
concursa! de Belleville con la dación del D.U. N° 111-2000? A continuación
veamos lo que decía su primer artículo:
Artículo 1°.- Cuando, en los procedimientos de insolvencia seguidos con-
forme al Texto Único Ordenado de la Ley de Reestructuración Patrimo-
nial aprobado por Decreto Supremo No 014-99-ITINCE, se demuestre que
el acreedor que ha solicitado la insolvencia de una empresa de la actividad
de telecomunicaciones está vinculado al deudor, según los criterios del
artículo quinto de la Ley de Reestructuración Patrimonial, quedará con-
cluido el proceso de insolvencia y disuelta la junta de acreedores.

39. Se decidió en Junta de Acreedores optar por la reestructuración de la empresa.

234 Revista de Derecho Administrativo


Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

Para efectos de la aplicación de lo dispuesto en esta norma, se requerirá


asimismo, que la administración del insolvente esté o haya estado en poder
de un administrador judicial y no conste la participación del Directorio y
de la Junta General de Accionistas de la empresa deudora en el proceso de
insolvencia.
Quedan a salvo los derechos de los acreedores para iniciar un nuevo proce-
so de insolvencia.
Según la comisión encargada del procedimiento de insolvencia de Be-
lleville, esta empresa caía en el supuesto de hecho del Decreto de Urgencia
N° 111-2000 puesto que: (i) la Radiodifusora se dedicaba a las telecomuni-
caciones; (ii) Belleville y la Radiodifusora eran empresas vinculadas; (iii)
durante el procedimiento, antes de que Corporación Peruana Consultoría
S.A. fuese nombrada como administradora, Cosport S.A.C. actuó como
administrador judicial; (iv) ni el Directorio ni la Junta General de Accionis-
tas de la Radiodifusora participaron en actos realizados por ésta en el pro-
cedimiento de declaración de insolvencia y (v) en concordancia con el art.
III del Título Preliminar del Texto Único Ordenado de la Ley de Normas
Generales de Procedimientos Administrativos40, las normas de derecho pú-
blico eran de aplicación inmediata.
Por su parte, los dos argumentos más importantes que dieron el repre-
sentante de los créditos laborales y el señor Wilson Ariel Altesor Aguirre
para solicitar la revocación por inconstitucionalidad de la Resolución que
levante la insolvencia de Radiodifusora 1160 fueron que, el Decreto de Ur-
gencia era inconstitucional en la medida que no cumplía con los requisitos
previstos en el num. 19 del art. 118° de la Constitución41 ; y que además,

40. D.S. 02-94-JUS, publicado el28 de enero de 1994. Este dispositivo que regía los procedi-
mientos administrativos anteriores a la vigencia de la LPAG.
41. Véase: Resolución No 0259-2001/TDC-INDECOPI.
Asimismo,la Constitución de 1993, art. 118°, num. 19 señala: corresponde al Presidente de la
República:(. ..) 19. «Dictar medidas extraordinarias, mediante decretos de urgencia con fuerza de
ley, en materia económica y financiera, cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo de dar
cuenta al Congreso. El Congreso puede modificar o derogar los referidos decretos de urgencia (.. .)».
Sobre la dación del Decreto de Urgencia N° 111-2000 el representante de los créditos
laborales y el señor Altesor señalaron que: (i) no respondía a una situación extraordina-
ria, puesto que la instalación de una Junta de Acreedores en el marco de un procedi-
miento concursa! era un hecho cotidiano, (ii) una controversia entre accionistas y entre
acreedor y deudor no constituía una causal económico financiera que ameritara la expe-
dición de un Decreto de Urgencia, y (iii) no existía interés nacional en la situación de
insolvencia de una empresa.

Revista de Derecho Administrativo 235


Sheilla Castro Ausejo

contravenía lo dispuesto en el art. 103° de la Constitución, dado que era


una norma legal aplicable únicamente al procedimiento de reestructura-
ción Radiodifusora 116042 •
Debido a que el caso Belleville llegó a ser visto por la Sala43 de Defensa
de la Competencia y Propiedad Intelectual del INDECOPI, al emitir su fallo
dicho órgano tomó en cuenta, tanto los argumentos señalados por la Comi-
sión, como lo manifestado por el representante de los créditos laborales y el
señor Altesor. La Sala en mayoría confirmó lo resuelto por la Comisión,
negándose cualquier atribución de cuestionar la constitucionalidad del
Decreto de Urgencia N° 111-2000.

¿Y cuál fue el fundamento de los votos en mayoría de la Sala?


Fue el Principio de Legalidad que incapacita a la Administración de apli-
car el Control Difuso a un Decreto de Urgencia 44, y cuya competencia es
exclusiva del órgano jurisdiccional45 • La Sala señaló que la Administración
Pública actúa en ejercicio de una atribución regulada o predeterminada por
Ley. En ese sentido, señaló la Sala, que la Administración Pública sólo puede
realizar aquello para lo que está expresamente facultada. De tal forma, a
diferencia de los particulares quienes no están obligados a hacer lo que la ley
no manda ni impedidos de hacer lo que ella no prohíbe, «la Administración
sólo puede hace lo que la ley le faculta hacer»46 (subrayado agregado).
Bien ha enfatizado la Sala cuando señaló que el control de constitucio-
nalidad de las leyes es una expresión propia del Estado de Derecho que
permite vías de control político para garantizar el respeto y permanencia
de la norma fundamental respecto de cualquier otra que pudiera formar

42. Constitución de 1993, art. 103°: «Pueden expedirse leyes especiales porque así lo exige la
naturaleza de las cosas, pero no por razón de la diferencia de las personas( ... )».
43. El Tribunal estaba conformado por los señores vocales: Hugo Eyzaguirre del Sante,
Mario Paseo Cosmópolis, Juan Francisco Rojas Leo, Liliana Ruiz de Alonso y Alfredo
Bullard González.
44. Los decretos de urgencia son normas con rango de ley, por lo tanto, les corresponde
control de constitucionalidad. Véase: RUBIO CoRREA, MARCIAL .. Para conocer la Constitu-
ción de 1993. Op. Cit., p. 98.
45. Para este Tribunal Administrativo, sólo puede ser llevado a cabo el Control Difuso por
los jueces del Poder Judicial. Hace una interpretación literal del art. 138° de la Constitu-
ción, a diferencia de la interpretación sistemática elaborada por la doctrina constitucio-
nal. Véase: RUBIO CoRREA, MARCIAL. Op. Cit., p.25
46. ResoluciónN°0259-2001/TDC-INDECOPI. p.4.

236 Revista de Derecho Administrativo


Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

parte del ordenamiento jurídico 47.Teniendo en consideración que este me-


canismo de control no ha sido establecido para ser empleado por la Admi-
nistración Pública, a la Sala le resultó inconcebible atribuirse facultades ju-
risdiccionales que no le corresponden. Y es que, siendo un Decreto de Ur-
gencia, una norma con rango de Ley, la Sala tuvo que someterse a lo que
éste dispuso en pleno cumplimiento del Principio de Legalidad. Por lo tan-
to, para los vocales de la Sala, cualquier cuestionamiento sobre vicios de
inconstitucionalidad del Decreto de Urgencia N° 111-2000 debía ser discu-
tido en el Poder Judicial, en un proceso contencioso-administrativo donde
el juez pueda utilizar el Control Difuso.
Sin embargo, el Tribunal conformado para resolver el caso Belleville
tuvo un integrante cuyo voto fue discrepante sobre el tema.

¿Cuál fue el sustento de la oposición?


Basado en el argumento de equiparar la actividad de los tribunales
administrativos con la de los tribunales judiciales, el voto discrepante asu-
mió una posición pro Control Difuso por parte de la Administración. En
dicho voto se señaló que «la labor de los Tribunales Administrativos se asemeja
a la realizada por los jueces, toda vez que son entes que deben actuar de manera
neutral, imparcial e independiente, siendo sus decisiones producto del análisis del
ordenamiento jurídico al caso particular y para el cumplimiento de su función
resolutiva, los Tribunales Administrativos no están sometidos a autoridad algu-
na»48. Añadió asimismo que «deben aplicarse las garantías del debido proceso a
los procedimientos administrativos que se tramitan ante ellos» 49; lo que implica
que «los administrados tienen el derecho que los conflictos entre particulares su-
jetos a la decisión administrativa sea resguardando sus derechos fundamentales.
Y es un derecho fundamental de todo administrado que la Constitución tenga
plena y total vigencia en el procedimiento, y dicha vigencia no puede estar limita-
da al proceso judicial, debe incluir al procedimiento administrativo. Por ello, el
Tribunal Administrativo deberá velar porque la Constitución se aplique y no po-
drá inaplicarla en el caso concreto que tiene que resolverse» 50 •

47. Resolución No 0259-2001/TDC-INDECOPI. p.3.


48. Resolución N° 259-2001/TDC-INDECOPI: voto del doctor Alfredo Bullard González.
49. EsPINOSA-SALDAÑA, Ewv. Apuntes sobre la exigibilidad de un debido proceso en los diferentes
Procedimientos Administrativos. Reflexiones sobre las experiencias peruanas y mundiales sobre
el particular. En: Derecho y Sociedad, N°. 15, Año XI, 2000 p.83-92. Citado en: Resolución
N° 259-2001/TDC-INDECOPI: voto del Dr. Alfredo Bullard González.
50. Resolución N° 259-2001/TDC-INDECOPI: Voto del doctor Alfredo Bullard González.

Revista de Derecho Administrativo 237


Sheilla Castro Ausejo

El voto manifestaba expresamente que existe un deber de los tribunales


administrativos de controlar las normas viciadas de inconstitucionalidad.
Más aún, expresó que cuando la Administración no haya aplicado el Con-
trol Difuso correctamente, correspondía al Poder Judicial pronunciarse en
última instancia.
Por otro lado, debemos señalar que no es nuestro propósito tomar par-
tido de ninguna de las dos posiciones (ni del voto en mayoría, y ni del voto
singular), sino determinar la posibilidad de atribuir a la Administración
Pública la potestad de ejercer el Control Difuso; cuestión que en puntos
anteriores ya habíamos logrado precisar. Como hemos visto a lo largo de
este trabajo, el Control Difuso se limita a quiénes realizan labor jurisdiccio-
nal, sus resoluciones carecen del carácter definitivo y no poseen imparciali-
dad. Pueden resultar atractivas las propuestas de aplicación del Control
Difuso por la Administración en aras de una supremacía constitucional y
seguridad jurídica, sin embargo, no pueden conseguirse esos objetivos si
desde ya se trastoca un principio básico como es el de Legalidad. De allí
que, consideramos adecuado el fallo de la Sala, quién respetando los pará-
metros impuestos por el Principio de Legalidad, optó por aplicar el Decreto
de Urgencia N° 111-2000 a pesar de su evidente inconstitucionalidad.

3. REFLEXIONES FINALES

3.1. El Control Difuso: ¿Seguridad o peligro?


Después de haber realizado un análisis del Control Difuso como un
mecanismo de control de la normatividad inconstitucional y el rechazo de
la aplicación de esta institución en el ámbito administrativo, nos cuestiona-
mos sobre la seguridad o peligro que surgiría en el caso que la Administra-
ción efectuase un «juicio» 51 de constitucionalidad. Por ello, a continuación
examinaremos las consecuencias del Control Difuso por parte de la Admi-
nistración Pública.
Siempre que pensamos en tribunales administrativos, nos vienen a la
mente la Sala de Defensa de la Competencia y de la Propiedad Intelectual
del INDECOPI, el Cuerpo Colegiado del OSIPTEL, el Tribunal de la CO-
NASEV, entre otras administraciones que ejercen función cuasi jurisdiccio-

51. Empleamos el término <<juicio>>, como una noción que debe entenderse a manera de una
«evaluación>> que hace la Administración respecto de las normas jurídicas.

238 Revista de Derecho Administrativo


Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

nal. Los integrantes de salas como éstas suelen ser personas con un recono-
cido prestigio profesional, comportamiento irreprochable y académicos que
ejercen docencia en aulas universitarias. Basta citar como ejemplo de lo
dicho, los nombres de los miembros que conformaron el tribunal que resol-
vió el caso Beleville; todos ellos respetados en el medio por gozar de las
cualidades antes nombradas.
Los procedimientos administrativos que se llevan a cabo en entidades
de la Administración Pública como las antes nombradas, en su mayoría,
son calificados de imparciales y objetivos. Pese a existir una doble personi-
ficación de la autoridad administrativa, por constituirse en dichos procedi-
mientos en «juez» y «parte», tal identificación no suele verse entremezcla-
da en administraciones como las descritas, dada la calidad de las personas
que forman parte de aquélla. Por el contrario, la Administración suele fa-
llar de acuerdo a lo que considera verdaderamente aplicable a la controver-
sia; y de existir alguna discrepancia entre los integrantes de un órgano cole-
giado administrativo, se deja constancia de ésta mediante votos particula-
res debidamente fundamentados.
Otro punto importante a resaltar de los procedimientos administrati-
vos que se siguen en dichas entidades, es que, al igual que cualquier proceso
judicial, se rigen por principios que salvaguardan el «debido procedimien-
to» que garantiza los derechos del administrado. Entonces, no habría en
principio una actuación arbitraria de la Administración al enrumbar el pro-
cedimiento administrativo52 •
Por otra parte, se suele asimilar la actividad ejercida por un juez con la
de un vocal de la Administración Pública. En nuestro país, hoy existe una
tendencia muy fuerte de crítica contra los jueces por haber venido realizan-
do un trabajo meramente aplicador de la Ley para sustentar sus decisiones;
sin advertir muchas veces el verdadero sentido de aquélla. Si bien interpre-
tar y aplicar la Ley, ciertamente son, facultades de los jueces, y la interpre-
tación literal de las normas es la primera fórmula que se emplea para enten-
der lo que regulan las mismas, además de que la Ley es el fundamento del
Estado de Derecho; no obstante, el trabajo de un juez no puede limitarse a
aplicar la Ley cuando va a resolver una causa. No debería hacer una simple

52. La nueva LPAG, norma que encamina los procedimientos administrativos, es, en la
opinión de muchos juristas, «expresión de una moderna legislación administrativa». Se en-
cuentra estructurada de forma tal, que no parece haber olvidado los pilares básicos de
las actuaciones de la Administración Pública.

Revista de Derecho Administrativo 239


Sheilla Castro Ausejo

lectura de la norma. Si fuese de ese modo, muchos casos quedarían sin


solución alguna por vacíos o deficiencias. La Ley no agota su riqueza como
fuente de derecho en su aplicación mecánica basada en una interpretación
literal.
Opuestamente a lo señalado, existe una opinión generalizada del pú-
blico, la cual se refiere a que las salas administrativas van más allá de lo que
la Ley señala expresamente. Con estas palabras no queremos decir que las
Administraciones actúen al margen de la ley, pues como sabemos, éstas se
someten al Principio de Legalidad; sino que sus soluciones son más creati-
vas y trabajadas, pues se valen de herramientas jurídicas que les permite
definir y entender cada uno de los conceptos insertos en la Ley -por ejem-
plo, acudir a la doctrina para explicar la institución teórica regulada en las
normas.
Cuando caracterizamos a miembros de tribunales administrativos como
los del INDECOPI, OSIPTEL y la CONASEV, por nombrar algunos, señala-
mos que ellos suelen ser personajes con una formación académica sólida.
Por lo tanto, no se limitan a leer el caso que se les presenta, sino a estudiarlo
en su verdadera dimensión: distinguen cada uno de los problemas jurídicos
que subyacen del mismo, elaboran un plan de trabajo, revisan y analizan
normas aplicables, observan precedentes, realizan investigación jurídica,
tienen un cuidado especial de la redacción y del lenguaje que utilizan para
plasmar sus decisiones, y de las consecuencias a originarse con la dación de
su resolución. Precisamente, en el caso Belleville pudimos observar clara-
mente una resolución en la cual los intervinientes (tanto de los vocales del
voto en mayoría como del vocal del voto singular) tuvieron en cuenta los
aspectos antes mencionados al momento de emitir su opinión.
Sin embargo, la Administración Pública no sólo se compone de tribu-
nales como los descritos; ésta abarca todos los entes con función adminis-
trativa en el ámbito público. No puede agotarse la función administrativa
en citar unos cuantos tribunales de organismos reguladores que funcionen
en Lima, o en las ciudades más importantes del Perú por el movimiento que
se presenta en aquéllas. Más aún, la Administración es un ente con inte-
grantes cambiantes, que un día pueden enaltecerla, y otro, opacarla.
La función administrativa la cumplen todos los organismos estatales.
Puede desarrollarse por ejemplo en un ministerio o en una municipalidad,
éstas últimas, por cierto, existen en cantidades (provinciales y distritales).
Hay presencia de la Administración Pública en lugares sumamente aleja-
dos de nuestro país, en los pueblos más pequeños y desconocidos.
240 Revista de Derecho Administrativo
Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

Si hacemos referencia a la Administración que funciona en dichos pobla-


dos, vemos que los recursos que poseen sus funcionarios son muy limitados. La
mayoría de ellos carecen de un adecuado espacio físico para desarrollar sus
actividades y no reciben capacitación profesional. No pueden realizar una in-
vestigación jurídica para aplicarla a las controversias que deben resolver por-
que el Estado no asigna a las entidades donde se desempeñan, un fondo dentro
de su presupuesto que les permita tener a su alcance materiales de trabajo
apropiados; tales como, libros especializados sobre su sector (menos aún pue-
den autofinanciarse ellos mismos, dada la baja remuneración que perciben por
sus servicios). Peor todavía, hay funcionarios que caen en conductas o compor-
tamientos indebidos y se dejan envolver por dádivas de algunos administrados
para ajustar sus actos a la conveniencia de sus intereses.
Entonces pues, hay «administraciones y administraciones». Administra-
ciones en las podemos tener seguridad y confianza; y administraciones en
las cuales prevalece lo contrario.
Si existen diferentes tipos de administraciones, es evidente que resulta pe-
ligroso atribuirle a la Administración Pública, la facultad de interpretar la Ley
como si fuera un juez. Aunque la Administración deba actuar como éste, no lo
es, y por tanto, no tenemos la plena certeza que lo hará así. La imparcialidad
que puede existir en algunos tribunales de la Administración Pública, se desva-
nece en otros; debido a que aquélla no siempre actúa como una tercera impar-
cial. Solamente imaginemos, que nos encontremos ante una situación en la
cual la autoridad administrativa se halle con un conflicto de normas (una legal
y otra constitucional) en el más recóndito lugar del Perú, y para sus intereses,
decida aplicar la norma que le convenga con la justificación de tener facultades
jurisdiccionales idénticas a la de un juez. En un supuesto como ese -que se
puede presentar también en las ciudades más importantes del Perú-, se abriría
las puertas a actuaciones arbitrarias de la Administración, y también, a una
mayor desprotección del administrado quién estaría a la merced de las decisio-
nes administrativas dotadas de imparcialidad. Más aún, si tomamos en cuenta
que muchas veces es cuestionable la actuación de los jueces en nuestro país,
quiénes a pesar de ser autoridades autónomas, en varias oportunidades ac-
túan movidos por determinados intereses que los hacen resolver de manera no
neutral, ¿cómo equiparar a la Administración Pública con ellos si ésta de por sí
carece de imparcialidad? Además, si tanto jueces como funcionarios encarga-
dos de resolver conflictos en la Administración Pública cumplirían la misma
labor, ¿cuál es la razón de ser de acudir a un juez después de agotada la vía
administrativa si la Administración Pública también posee facultades jurisdic-
cionales?
Revista de Derecho Administrativo 241
Sheílla Castro Ausejo

Consideramos que la vía administrativa existe para que la Administra-


ción Pública corrija sus errores, pero dentro de los límites de la Ley. Por ello,
la estructura de las resoluciones administrativas debe ajustarse a lo que la
Ley establezca. Si el administrado se encuentra ante afectaciones a su dere-
cho que escapan de las competencias de la Administración Pública, para su
protección cuenta por ejemplo, con el proceso contencioso-administrativo
o las acciones de garantía.
De lo expuesto, creemos que pueden existir administraciones que fun-
cionan a la perfección, y, pensar en otorgarles la posibilidad de aplicar el
Control Difuso no parecería una herejía administrativa, pues no tendría-
mos temor alguno de que ellos lleven a cabo el juicio de constitucionalidad
de una norma legal. Sin embargo, debido a que eso no sucede en todas las
entidades pertenecientes a la Administración Pública, atribuirle a éstas la
potestad de controlar difusamente la Constitución resulta una decisión pe-
ligrosa. En base a esta razón, y el resto de ideas expresadas a lo largo de este
trabajo, se justifica el fundamento de la existencia de órganos jurisdicciona-
les independientes que se encarguen de llevar a cabo el Control Difuso de la
Constitución.

3.2. Una propuesta para la aplicación de normas legales constitucionales


Como hemos podido apreciar a lo largo de este trabajo, la Administra-
ción se encuentra vedada de inaplicar una norma legal inconstitucional, pues
se encuentra sometida a lo que aquélla señala. Sin embargo, a pesar de la
sujeción de la Administración a la norma legal, y de la prohibición existente
de efectuar interpretaciones sobre su constitucionalidad, es innegable tapar
el problema de la aplicación por la autoridad administrativa de dispositivos
que atenten contra nuestra Constitución. Y es que, sin recurrir a esforzadas
interpretaciones, existen leyes abiertamente inconstitucionales de la cuales
no se requiere realizar un estudio o un análisis complejo para observar los
vicios que presenta. Basta con leer la norma para damos cuenta que alguno o
todos sus artículos son contrarios a los preceptos constitucionales.
Entonces, ¿debe mantenerse una postura mecánica de la Administra-
ción en la aplicación de leyes inconstitucionales? ¿No es acaso contradicto-
rio que la Constitución imponga su respeto, si por otro lado permite y obli-
ga que un conjunto de funcionarios públicos que resuelven controversias,
la contravengan aún cuando son conscientes de esta inconsecuencia?
Debido a que consideramos importante establecer una razonabilidad
en el ordenamiento jurídico, creemos que este trabajo no puede agotarse en
242 Revista de Derecho Administrativo
Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?

determinar si la Administración Pública está facultada, o no, a inaplicar


normas legales inconstitucionales. Por el contrario, pensamos que es nece-
sario proponer una solución frente al dilema en el que se encuentra la
autoridad administrativa cuando está frente a una norma legal viciada de
inconstitucionalidad.
Estuvimos pensando en diversas y variadas formas por las cuales no se
obligue a las administraciones a efectuar una aplicación automática de las
normas legales atentatorias a la Constitución. No encontramos muchas
opciones, puesto que la mayoría de ellas, de alguna manera se entremezcla-
ban con la función de los órganos jurisdiccionales. No obstante, hemos re-
cogido una alternativa que nos parece viable y coherente para evitar el com-
portamiento nocivo de la Administración ante una norma legal que viola el
orden constitucional53• Creemos que ante estas situaciones de conflictos de
leyes inconstitucionales, la Administración debería tener la posibilidad de
abstenerse de un pronunciamiento, y no verse envuelta en la aplicación de
dispositivos que atenten contra la Constitución. De este modo, la Adminis-
tración no participaría en la aplicación de leyes inconstitucionales en los
casos de controversias administrativas.
Démosle a la Administración, un mecanismo de protección de la Cons-
titución mediante el cual no irrumpa en funciones jurisdiccionales que no le
competen, y en donde exista una armonía del ordenamiento jurídico, cuya
salvaguardia no recaiga únicamente en los jueces en el Poder Judicial54 •

53. La alternativa a la que nos referimos fue resultado de una conversación con un profesor
amigo nuestro, quién reconoce la problemática que existe al someter a la Administra-
ción que aplique automáticamente la norma legal inconstitucional.
54. Queremos finalizar precisando que, si bien hemos llegado a la conclusión que la Admi-
nistración Pública no tiene la potestad de controlar difusamente la Constitución, la
polémica de nuestro estudio continúa vigente. Así por ejemplo, Bianchi señala: «las
opiniones de la doctrina, respecto del control de constitucionalidad por los órganos administrati-
vos, se encuentran divididas a favor y en contra de esta eventual potestad administrativa, aun
cuando la opinión mayoritaria es favorable a ella. Por la negativa se pronuncian Linares, Sar-
miento García y Quiroga Lavié. Afirmativamente se expresan tanto constitucionalistas como
administrativistas de renombre; entre ellos, Marienhoff, quien ha reiterado en su Tratado la
opinión que afirmó como procurador del tesoro Bidart Campos, Dromi, Romero, Bidegaín, Gordi-
llo y, más recientemente, Comadira, quien con lucidez ha defendido la tesis favorable al control
administrativo, siendo plenamente coherente así con la posición de amplitud de poderes jurídicos
en cabeza de la Administración, ya había abordado un aspecto de la cuestión con anterioridad.
Sagüés, por último( .. .), sostiene más recientemente que los Tribunales administrativos tienen a
su cargo, como principio, el control constitucional de leyes o decretos, sin necesidad de ley
expresa que los faculte a tal efecto». Veáse: BIANCHI, Alberto B. Op. Cit., p. 262.

Revista de Derecho Administrativo 243


Sheilla Castro Ausejo

CONCLUSIONES
l. El Control Normativo es aquel acto mediante el cual se vigilan los pre-
ceptos o leyes que sirven de regla o establecen normas, buscándose
tutelar o velar por la compatibilidad del marco legal. Una de las mani-
festaciones del Control Normativo es el Control Difuso, mediante el
cual los órganos jurisdiccionales inaplican una norma legal inconstitu-
cional.
2. El principio de Jerarquía Normativa establece la superioridad de las
distintas normas a partir del rango que éstas ostentan. Por su parte, el
principio de Legalidad es una máxima que delimita la actuación de los
órganos administrativos a lo señalado por ley.
3. La Constitución peruana acoge el principio de Jerarquía Normativa en
su art. 51°, y otorga en su art. 138°, la facultad de aplicar el Control
Difuso a los órganos jurisdiccionales. Al no tener la Administración
Pública facultades jurisdiccionales, sino «cuasi jurisdiccionales», está
imposibilitada de aplicar el Control Difuso.
4. En resoluciones de Tribunales Administrativos peruanos, se ha negado
a la Administración Pública, la potestad de controlar difusamente la
Constitución. Sin embargo, dentro de los mismos tribunales hay postu-
ras que señalan lo contrario.
5. Otorgarle la facultad de aplicar el Control Difuso a la Administración
Pública puede resultar peligroso, en tanto se extendería la posibilidad
de interpretar la constitucionalidad de una norma a un órgano que no
tiene jurisdicción, ni goza de imparcialidad. A esto se suma, la disimi-
litud existente entre las diferentes entidades de la Administración Pú-
blica.
6. Es necesario encontrar un mecanismo que no convierta a la Adminis-
tración en una mera aplicadora de normas inconstitucionales, pero sin
que vulnere el principio de Legalidad.

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