Control Difuso Admin PDF
Control Difuso Admin PDF
Control Difuso Admin PDF
Todas las normas cuya validez pueda remitirse a una y misma norma
fundante básica es la fuente común de la validez de todas las normas per-
tenecientes a uno y el mismo orden. Que una norma determinada perte-
nezca a un orden determinado se basa en que su último fundamento de
validez lo constituye la norma fundan te básica de ese orden. Esta norma
fundante es la que constituye la unidad de una multiplicidad de normas,
en tanto representa el fundamento de la validez de todas las normas que
pertenecen a ese orden.
HansKelsen
SUMARIO:
Introducción. l. Aspectos generales. 1.1. Control normativo. 1.2. El
principio de jerarquía normativa. 1.3. El principio de legalidad. 2.
Control difuso: ¿potestad de la administración?. 2.1. La constitución
de 1993. 2.2. El principio de legalidad en la ley del procedimiento
administrativo general (LPAG). 2.3. La resolución 0259-2001 /TDC-
INDECOPI: ¿control difuso por la administración?. 3. Reflexiones
finales. 3.1. El control difuso: ¿Seguridad o peligro?. 3.2. Una pro-
puesta para la aplicación de normas legales constitucionales. Con-
clusiones.
INTRODUCCIÓN
La posibilidad de aplicar el Control Difuso como mecanismo de con-
trol de constitucionalidad por los órganos administrativos es un tema que
ha causado polémica en el mundo del Derecho. Por esa razón, en este tra-
bajo nos hemos propuesto determinar si efectivamente, aquél tipo de con-
trol, constituye o no, una potestad de la Administración Pública.
Para conseguir nuestro propósito, es necesario que estudiemos ciertos
aspectos generales que nos introduzcan en el tema planteado. Por ello, como
primer punto, analizaremos conceptos fundamentales e instituciones jurí-
dicas que se enmarcan en la problemática, tales como: el significado y al-
cance del Control Difuso, y los principios constitucionales de Jerarquía
Normativa y Legalidad. Posteriormente, como segundo punto, nos remiti-
remos a la esencia misma de la discusión, para lo cual nos valdremos de la
Constitución peruana, la Ley del Procedimiento Administrativo General y
una resolución administrativa de la Sala del Tribunal de Defensa de la Com-
petencia y de la Propiedad Intelectual del INDECOPI. Finalmente, reflexio-
naremos sobre la seguridad o peligro que generaría esta institución en el
ámbito administrativo de ser considerada potestad de la Administración
Pública; y ofreceremos nuestra propuesta para evitar que aquélla aplique
normas legales inconstitucionales.
1. ASPECTOS GENERALES
a) Control Difuso 3
Cada vez que evocamos la figura del Control Difuso, es imposible dejar
de recordar el tan afamado caso Marbury vs. Madison acontecido en
1803. Es conocido por todos nosotros que el escenario en el cual se desa-
rrolló el «Judicial Review» norteamericano, antecedente de nuestro ac-
tual Control Difuso, fue aquél en donde el Partido Federal (derrotado en
elecciones) buscó «atrincherarse» en la Corte para, desde allí, dar la ba-
talla al gobierno del partido contrario4 • Y es que, en el caso Marbury vs
Madison, el juez Marshall decidió aplicar la Constitución y dejar de lado
una norma que la contradecía; cierto es que por intereses políticos, pero
respondiendo a una lógica de supremacía constitucional5•
El Control Difuso es una expresión del control normativo en el que se
lleva a cabo la inaplicabilidad de las leyes o normas con rango de ley
3. Sólo nos detendremos en esta clase de control normativo por ser materia de nuestra
investigación.
4. DE BERNARDIS, Lms MARCELO. La garantía procesal del debido proceso. Editorial Cultural
Cuzco, Lima, 1995, p. 167.
5. Véase en ese sentido: DE BERNARDIS, Lms MARCELO. Op. Cit., p. 162 y ss. Allí se explica la
cuestión histórica del caso.
6. La doctrina Argentina añade precisiones importantes al tema para señalar que los jueces
del Poder Judicial no se limitan a efectuar mecánicamente el control de constitucionali-
dad por inaplicación: « •. .los jueces no sólo están para declarar o decir el derecho creado por las
asambleas legislativas. Si los jueces sólo tuvieran la tan deducida misión de ser los portavoces del
legislador, no harían falta. Serían sustituidos inmediatamente y sin perjuicio alguno por funcio-
narios administrativos. Los jueces son mucho más que eso, crean derecho allí donde el mismo no
existe, supliendo las fallas del legislador, y en esto consiste fundamentalmente el control de
constitucionalidad, dejar de aplicar una norma general por ser inconstitucional y crear una
norma individual que rija el caso». BrANCHr, ALBERTO B. Control de Constitucionalidad. El
proceso y la jurisdicción constitucionales. Editorial Ábaco, Buenos Aires, 1992, p. 116.
7. Véase en ese sentido: CAMACHO GUTIÉRREZ, WALTER. Análisis de constitucionalidad y control
difuso. En: Diálogo con la Jurisprudencia, N°4, Año III, Gaceta Jurídica. Enero 1997.
8. Idem, p.81.
9. FERNANDEZ SEGADO, FRANCISCO. El control normativo de la constitucionalidad en el Perú. En:
Revista de Derecho Constitucional, N° 56, Mayo-Agosto 1999, p. 26.
10. Véase punto I.1
11. Constitución de 1993, art. 178° inciso 3: «Compete al Jurado Nacional de Elecciones: (3).
«Velar por el cumplimiento de las normas sobre organizaciones políticas y demás disposiciones
referidas a materia electoral».
12. RuBio CoRREA, MARCIAL. Para conocer la Constitución de 1993. Tercera edición. DESCO,
Lima, 1994, p.186.
13. Véase en ese sentido: DE Orro, IGNACIO. La Constitución y el sistema de fuentes de derecho.
En: Derecho Constitucional. Ariel, Barcelona, 1989, p. 88 y ss.
14. Véase en ese sentido: ToRRES DEL MoRAL, ANTONIO. Principios de Derecho Constitucional
Español. Segunda edición. Átomo Ediciones, Madrid, 1988, p. 81 y ss.
15. DE Orro, IGNACIO. Op. Cit., p. 89. Según este autor: «la jerarquía formal consiste en que a las
normas se les asigna diferentes rangos -superior o inferior- según la forma que adopten, es decir,
con independencia de su contenido ... ». Agrega el autor, que «la jerarquía formal no es otra
cosa que un conjunto de reglas acerca de la validez de las normas consistente en que unas, las
que ocupan un nivel inferior, pierden validez, desaparecen como normas, cuando contradicen a
otras, las que ocupan una posición superior.»
16. La derogación no sólo se da entre normas de distintos rangos, cabe entre disposiciones
legales de igual jerarquía. Es perfectamente posible que una ley sea derogada por otra
ley. El ejemplo que ofrecimos es solamente un caso por el cual visualizamos de mejor
forma la jerarquía normativa cuando hay derogación.
17. Entiéndase por <<normas legales>> toda clase de dispositivo con rango legal, no sólo leyes
en sentido estricto. Así, incluimos a las ordenanzas, decretos legislativos, etc.
no existe ningún límite que las obligue a respetar normas creadas por otros
órganos, por una simple razón de inexistencia de superioridad normativa.
Sobre la base las ideas antes expuestas, y movidas bajo una consigna
de coherencia jurídica, las Constituciones de los distintos países del mundo
han consagrado expresamente en su articulado el Principio de Jerarquía
Normativa. El Perú no ha sido ajeno a proclamar dicho principio en su
Carta de 1993, recogiéndolo en su art. 51 o.
Para finalizar este acápite, podemos subrayar la importancia que tiene la
organización escalonada de las normas de un sistema en palabras de Requejo
Pagés, para quien la Constitución ha de ser siempre un concepto referencial.
Según este autor, « ... la existencia de diferentes formas positivas de exteriorización
de las normas integrantes del Ordenamiento requiere una ordenación ferárquica de
las mismas a los efectos de resolver cuantas contradicciones internormativas pudieron
derivarse por causa de los diferentes contenidos con los que los habilitados para pro-
ducir dichas formas doten definitivamente a las mismas» (subrayado agregado).
19. GARCÍA DE ENTERRfA, EDUARDO y FERNÁNDEZ, TOMÁS RAMóN. Curso de Derecho Administrativo.
Tomo I. Décima edición, Editorial Civitas, Madrid,2000, p. 440.
20. Estas frases son fruto del desarrollo del Principio de Legalidad a lo largo de la historia. A
pesar de no ser objeto de nuestro trabajo realizar una investigación histórica hacemos
esta pequeña referencia debido por considerarlo importante. Para ello, recomendamos
ver: GARCfA DE ENTERRiA, EDUARDO y FERNÁNDEZ, ToMAs RAMóN. Idem.
21. PARADA, RAMóN. Régimen jurídico de las Administraciones Públicas y el procedimiento adminis-
trativo común (estudio, comentarios y texto de la ley 30/1992, de noviembre). Marcial Pons,
Madrid, 1993, p. 49.
22. Véase: GARCIA DE ENTERRIA, EDUARDO y FERNÁNDEZ, ToMÁS RAMóN, Op. Cit., p. 441.
23. SANTAMARfA PASTOR, JuAN ALFONSO. Principios de Derecho Administrativo. Tomo II. Segunda
edición. CEURA, Madrid, 2000, p. 383.
a) El Artículo 51°
El art. 51° de la Constitución de 1993, señala:
«Artículo 51°.- La Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley
sobre las normas de inferior jerarquía, y así sucesivamente. La publicidad
es esencial para la vigencia de toda la norma del Estado».
Como lo señalamos anteriormente cuando estudiamos el Principio de
Jerarquía Normativa, la Constitución tiene el lugar más alto en el orde-
namiento positivo del Estado. Lo dice textualmente el art. 51 o al esta-
blecer que la Constitución prevalece sobre toda norma legaF5, por lo
24. Debido a que el Principio de Legalidad dirige la actuación administrativa, los estudiosos
del Derecho Administrativo repiten de forma constante en sus escritos que éste es un
elemento formal del Estado de Derecho. La doctrina argentina señala en ese sentido que
<< ••• el Estado de Derecho se caracteriza no sólo por su elemento sustantivo -el reconocimiento y la
tutela de los derechos públicos subjetivos-, sino también por la forma como este objetivo va a
alcanzarse: el sometimiento del Estado y, dentro de él, principalmente, la administración, a la ley.
Este segundo elemento formal, es lo que se denomina el principio de legalidad». En: ENTRENA
CUESTA, RAFAEL. Curso de Derecho Administrativo (concepto, fuentes, relación jurídico-admi-
nistrativa y justicia administrativa). Octava edición. Editorial Tecnos, Madrid, 1984, p. 162.
25. RuBIO CoRREA, MARCIAL. Estudio de la Constitución Política de 1993. Tomo III. Primera
edición. Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1999, p.94.
que es incorrecto pensar que una Ley, o peor aún, otra norma de jerar-
quía inferior pueda imponerse ante la misma.
La famosa pirámide Kelseniana ha ilustrado perfectamente los distin-
tos niveles entre las normas jurídicas, con el fin de establecer de mane-
ra precisa, la sumisión existente de unas frente a otras. Pero, ¿cuál po-
dría ser la razón de plantear subordinaciones entre los dispositivos ju-
rídicos? ¿Por qué lo hizo la Constitución de 1993?
Con el objeto de mantener una coherencia lógica y buscar la seguridad
jurídica, en toda sociedad se imponen pautas y reglas26 que velen por
la armonía del sistema. Estas reglas, tienen denominación variada de-
pendiendo de quién sea la autoridad que las emita. Por ejemplo, los
Reglamentos son actos dictados por la Administración en ejercicio de
su potestad reglamentaria, y mediante los cuales la autoridad adminis-
trativa norma las actuaciones de los administrados cuándo estos caen
dentro de su ámbito. Otro caso de importancia sumamente significati-
va, es el de la «Ley». Como se sabe, las leyes son expresiones normati-
vas del poder parlamentario. Los congresistas, elegidos por los ciuda-
danos en las urnas, dictan leyes para regular aspectos fundamentales
de la vida de una nación. Tanto el Reglamento como la Ley se ubican
por debajo de la Constitución, y a ellos se les asigna un tercer y segun-
do rango, según corresponda en el orden jurídico27• Por su parte, la
Constitución tiene la característica fundamental de no ser ya una ma-
nifestación de voluntad de un órgano del Estado, sino del pueblo mis-
mo. Es a través de elecciones generales que votamos por la vigencia de
ese conjunto de normas insertas en la Constitución.
Con estas ideas, estamos en capacidad de responder las preguntas for-
muladas líneas arriba.
Si nosotros mismos somos quiénes elegimos que la Constitución Políti-
ca de 1993 sea nuestra norma rectora, entonces también hemos decidi-
do implícitamente cuál será la jerarquía de los dispositivos jurídicos. Es
26. Hemos empleado de manera genérica el término reglas para referimos a las normas del
ordenamiento jurídico. Posteriormente efectuaremos una distinción sencilla de las mis-
mas.
27. El Reglamento y la Ley no son las únicas formas normativas distintas a la Constitución.
Para un análisis profundo sobre la variedad de normas existentes, véase: RuBio CoRREA,
MARCIAL. Estudio de la Constitución Política de 1993. Idem.
b) El Artículo 138°
En el Título IV de la Constitución Política del Perú se enmarca todo lo
correspondiente a la «Estructura del Estado». En dicho título podemos
encontrar capítulos referidos a los distintos Poderes del Estado y de
entre los cuales la Constitución ha reservado el número VIII exclusiva-
mente al Poder Judicial. Dentro de este capítulo haremos particular
hincapié en el estudio del art. 138° que contiene el «Control Difuso»
como mecanismo de protección de constitucional.
Señala el art. 138° de la Constitución Política de 1993:
Artículo 138°.- La potestad de administrar justicia emana del pueblo y se
ejerce por el Poder Judicial a través de sus órganos jerárquicos con arreglo
a la Constitución y a las leyes.
En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma constitucio-
nal y una norma legal, los jueces prefieren la primera. Igualmente, prefie-
ren la norma legal sobre toda otra norma de rango inferior.
Según Rubio, la potestad de administrar justicia consiste en la jurisdic-
ción, es decir, en la capacidad de decir Derecho a través de los actos de
función que, en el caso de los jueces, son esencialmente las sentencias (aun-
que también pueden serlo algunas otras resoluciones) 28 • Asimismo señala
este autor que, como los jueces son quiénes dicen Derecho, sus resoluciones
no pueden ser modificadas por ninguna otra autoridad y deben ser cumpli-
das29. La definición ofrecida por Rubio puede ser complementada con lo
señalado por Quiroga30 , quién concibe la jurisdicción como aquella potes-
tad de ejercer la administración de justicia determinándose el derecho ma-
terial aplicable a cada caso concreto de manera definitiva.
Rescatamos de ambas definiciones doctrinales que la administración
de justicia necesariamente comprende la jurisdicción, esto es, aquella fa-
cultad de todos aquellos órganos que resuelven conflictos y cuya decisión
no es cuestionada. Entonces, nos preguntamos, ¿quiénes tienen jurisdic-
ción? Quienes se encuentren facultados por la Constitución. Por lo tanto,
no sólo el Poder Judicial tiene jurisdicción, sino también el Tribunal Cons-
titucional, cuando declara la inconstitucionalidad de las leyes, dada la
irrevisabilidad de sus sentencias. No obstante, no puede atribuirse juris-
dicción a órganos que pese a resolver controversias, no poseen dicha po-
testad. Tal es el caso de la Administración Pública, a quién algunos auto-
res, otorgan facultades jurisdiccionales bajo la consigna de asimilar su
labor a la que realiza un juez o magistrado; lo que resulta equivocado si
analizamos en detalle los límites a los cuales aquélla se encuentra sujeta
cuando resuelve un conflicto.
Y, ¿cuáles son aquellos límites que impiden afirmar que la Adminis-
tración Pública posee jurisdicción? Son varios. En primer lugar, en el esce-
nario administrativo, la Administración no se encuentra libre de la revi-
sión posterior de sus decisiones; en segundo lugar, debido a la falta de
independencia en su actuación -cuestión que sí yace presente cuando se
hace referencia a la jurisdicción-, la Administración no es ningún tercero
imparcial cuando emite actos o resuelve, por el contrario, aquélla hace de
juez y parte, siendo sus disposiciones impugnables una vez agotada la vía
administrativa en el Poder Judicial. Si la Administración carece de juris-
dicción, ¿cómo denominar a la facultad que ésta posee en una controver-
sia administrativa? Creemos que la denominación más adecuada es la de
«cuasi jurisdicción de la Administración Pública» o «jurisdicción admi-
nistrativa», y que se distingue de la jurisdicción propiamente dicha, po-
seída únicamente por los jueces y magistrados del Tribunal Constitucio-
nal. Debemos añadir que a propósito de la distinción efectuada de ambas
31. Véase al respecto: MoRóN URBINA, JuAN CARLOS. Derecho Procesal Administrativo. Segun-
da edición, Editorial Rodhas, Lima, 1999, p.77.
32. RUBIO CORREA, MARCIAL. Op. Cit., p. 25.
33. Respecto de la aplicación del control difuso por órganos diferentes al Poder Judicial
existe una gran discusión. Como se señaló, por ejemplo, Marcial Rubio afirma que
aquella forma de control normativo no es exclusivo del Poder Judicial ya que pertenece
a todos los que tienen jurisdicción. Esta posición es opuesta a la sostenida por Aníbal
Quiroga, quien sólo atribuye la facultad de controlar difusamente la Constitución al
Poder Judicial: <<Esto significa que tal facultad nace sólo dentro del Poder Tudicial. es una
consecuencia del accionar del derecho y la realidad, sólo es aplicable en una controversia especí-
fica, real y concreta, donde los márgenes de la declaración judicial de inconstitucionalidad no va
más allá de los linderos del expediente, no versa sobre cuestiones políticas, no es abstracta y a ello
sólo se debe llegar luego de presumirse la constitucionalidad de la ley y agotadas todas las
posibilidades interpretativas en favor de la ley debitada» (subrayado agregado). QUIROGA
LEON, ANfBAL. El difuso <<control difuso>>. En: El Comercio, 24 de enero de 1997.
34. BIANCHI, ALBERTO B. Op. Cit., p. 246 y SS.
35. EsPINOSA-SALDAÑA, EwY. Principios, ámbito subjetivo de aplicación y fuentes del procedimiento
administrativo: En busca de la nacionalidad perdida y una protección del administrado hoy casi
inexistente. En: Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo General. Ley
27444, ARA Editores, Lima, 2001, p.268 y ss.
ción en el art. IV num. 1.1 del Título Preliminar. Sucede que, como hemos
señalado, el Principio de Legalidad supone el sometimiento de la Adminis-
tración a las normas legales. Si esto es así, entonces, ¿qué persigue la LPAG
cuando señala que las autoridades administrativas deben actuar con respeto
a la Constitución? ¿Cuál es el significado de este enunciado? ¿Es que acaso
con la redacción de la LPAG se posibilita a la Administración a ejercer el
Control Difuso? ¿Los legisladores han desnaturalizado esta institución?
Desde nuestro punto de vista, consideramos que el Principio de Legali-
dad en la LPAG busca enfatizar que la Constitución constituye la norma
marco del sistema jurídico, y por lo tanto, sus disposiciones deben ocupar la
cúspide del ordenamiento. Todo órgano del Estado deberá ajustar sus ma-
nifestaciones a esa carta fundamental que le otorga atribuciones e impone
límites. Uno de esos límites constitucionales es precisamente, la imposibili-
dad de la Administración Pública de aplicar el Control Difuso; lo que le
impide dejar de lado las normas legales inconstitucionales. De allí que la
lectura del Principio de Legalidad en la LPAG, signifique que la Adminis-
tración debe orientarse a sujetar sus actos a las normas legales, tal como se
desprende de una lectura armónica de la Constitución.
No podemos negar las confusiones surgidas de la ambigua redacción
del Principio de Legalidad en la LPAG, que incluyó a la Constitución como
primera norma a la que se somete el actuar de la Administración y que
puede originar interpretaciones forzadas sobre la habilitación del control
de constitucionalidad en el ámbito administrativo. Sin embargo, como he-
mos señalado, esto es incorrecto. El Principio de Legalidad en la LPAG debe
ser comprendido dentro de la línea expuesta en los párrafos precedentes.
Lamentablemente, la redacción confusa del Principio de Legalidad en la
LPAG deviene de un capricho de aquellos que al momento de leer el pro-
yecto de la Ley, consideraron necesario incluir en el artículo referido a este
principio, el sometimiento de las autoridades administrativas a «la Consti-
tución». Originalmente el proyecto de dicha norma sólo hacía referencia a
la «Ley y al Derecho»; como lógicamente debió ser regulado el Principio de
Legalidad. El sometimiento del actuar de la Administración a la Constitu-
ción fue un agregado posterior que no calzaba con la verdadera intención
de quiénes prepararon el proyecto de la LPAG. No obstante aquello, no
podemos pensar que la Constitución no es vinculante para la Administra-
ción. Por supuesto que lo es. La Administración debe ajustarse a los princi-
pios constitucionales al momento de actuar, pero teniendo en cuenta los
límites que los mismos imponen; y de entre los cuales se encuentra el no
ejercicio del Control Difuso.
232 Revista de Derecho Administrativo
Control Difuso: ¿Potestad de la Administración?
36. ROJAS LEO, JuAN FRANCISCO. ¿Hemos encontrado el rumbo del Derecho Administrativo en el
Perú?. Reflexiones en torno a la próxima entrada en Vigencia de la Ley del Procedimiento
Administrativo General._En: Comentarios a la Ley del Procedimiento Administrativo
General. Ley 27444, ARA Editores, Lima, 2001, p.123.
37. SANTAMARÍA PASTOR, JuAN ALFoNso. Fundamentos de Derecho Administrativo. Tomo I. Centro
de Estudios Ramón Areces, Madrid, 1991, p.200, citado por: ROJAS LEo, JuAN FRANCISCO.
Idem.
38. Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Propiedad Intelectual.
40. D.S. 02-94-JUS, publicado el28 de enero de 1994. Este dispositivo que regía los procedi-
mientos administrativos anteriores a la vigencia de la LPAG.
41. Véase: Resolución No 0259-2001/TDC-INDECOPI.
Asimismo,la Constitución de 1993, art. 118°, num. 19 señala: corresponde al Presidente de la
República:(. ..) 19. «Dictar medidas extraordinarias, mediante decretos de urgencia con fuerza de
ley, en materia económica y financiera, cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo de dar
cuenta al Congreso. El Congreso puede modificar o derogar los referidos decretos de urgencia (.. .)».
Sobre la dación del Decreto de Urgencia N° 111-2000 el representante de los créditos
laborales y el señor Altesor señalaron que: (i) no respondía a una situación extraordina-
ria, puesto que la instalación de una Junta de Acreedores en el marco de un procedi-
miento concursa! era un hecho cotidiano, (ii) una controversia entre accionistas y entre
acreedor y deudor no constituía una causal económico financiera que ameritara la expe-
dición de un Decreto de Urgencia, y (iii) no existía interés nacional en la situación de
insolvencia de una empresa.
42. Constitución de 1993, art. 103°: «Pueden expedirse leyes especiales porque así lo exige la
naturaleza de las cosas, pero no por razón de la diferencia de las personas( ... )».
43. El Tribunal estaba conformado por los señores vocales: Hugo Eyzaguirre del Sante,
Mario Paseo Cosmópolis, Juan Francisco Rojas Leo, Liliana Ruiz de Alonso y Alfredo
Bullard González.
44. Los decretos de urgencia son normas con rango de ley, por lo tanto, les corresponde
control de constitucionalidad. Véase: RUBIO CoRREA, MARCIAL .. Para conocer la Constitu-
ción de 1993. Op. Cit., p. 98.
45. Para este Tribunal Administrativo, sólo puede ser llevado a cabo el Control Difuso por
los jueces del Poder Judicial. Hace una interpretación literal del art. 138° de la Constitu-
ción, a diferencia de la interpretación sistemática elaborada por la doctrina constitucio-
nal. Véase: RUBIO CoRREA, MARCIAL. Op. Cit., p.25
46. ResoluciónN°0259-2001/TDC-INDECOPI. p.4.
3. REFLEXIONES FINALES
51. Empleamos el término <<juicio>>, como una noción que debe entenderse a manera de una
«evaluación>> que hace la Administración respecto de las normas jurídicas.
nal. Los integrantes de salas como éstas suelen ser personas con un recono-
cido prestigio profesional, comportamiento irreprochable y académicos que
ejercen docencia en aulas universitarias. Basta citar como ejemplo de lo
dicho, los nombres de los miembros que conformaron el tribunal que resol-
vió el caso Beleville; todos ellos respetados en el medio por gozar de las
cualidades antes nombradas.
Los procedimientos administrativos que se llevan a cabo en entidades
de la Administración Pública como las antes nombradas, en su mayoría,
son calificados de imparciales y objetivos. Pese a existir una doble personi-
ficación de la autoridad administrativa, por constituirse en dichos procedi-
mientos en «juez» y «parte», tal identificación no suele verse entremezcla-
da en administraciones como las descritas, dada la calidad de las personas
que forman parte de aquélla. Por el contrario, la Administración suele fa-
llar de acuerdo a lo que considera verdaderamente aplicable a la controver-
sia; y de existir alguna discrepancia entre los integrantes de un órgano cole-
giado administrativo, se deja constancia de ésta mediante votos particula-
res debidamente fundamentados.
Otro punto importante a resaltar de los procedimientos administrati-
vos que se siguen en dichas entidades, es que, al igual que cualquier proceso
judicial, se rigen por principios que salvaguardan el «debido procedimien-
to» que garantiza los derechos del administrado. Entonces, no habría en
principio una actuación arbitraria de la Administración al enrumbar el pro-
cedimiento administrativo52 •
Por otra parte, se suele asimilar la actividad ejercida por un juez con la
de un vocal de la Administración Pública. En nuestro país, hoy existe una
tendencia muy fuerte de crítica contra los jueces por haber venido realizan-
do un trabajo meramente aplicador de la Ley para sustentar sus decisiones;
sin advertir muchas veces el verdadero sentido de aquélla. Si bien interpre-
tar y aplicar la Ley, ciertamente son, facultades de los jueces, y la interpre-
tación literal de las normas es la primera fórmula que se emplea para enten-
der lo que regulan las mismas, además de que la Ley es el fundamento del
Estado de Derecho; no obstante, el trabajo de un juez no puede limitarse a
aplicar la Ley cuando va a resolver una causa. No debería hacer una simple
52. La nueva LPAG, norma que encamina los procedimientos administrativos, es, en la
opinión de muchos juristas, «expresión de una moderna legislación administrativa». Se en-
cuentra estructurada de forma tal, que no parece haber olvidado los pilares básicos de
las actuaciones de la Administración Pública.
53. La alternativa a la que nos referimos fue resultado de una conversación con un profesor
amigo nuestro, quién reconoce la problemática que existe al someter a la Administra-
ción que aplique automáticamente la norma legal inconstitucional.
54. Queremos finalizar precisando que, si bien hemos llegado a la conclusión que la Admi-
nistración Pública no tiene la potestad de controlar difusamente la Constitución, la
polémica de nuestro estudio continúa vigente. Así por ejemplo, Bianchi señala: «las
opiniones de la doctrina, respecto del control de constitucionalidad por los órganos administrati-
vos, se encuentran divididas a favor y en contra de esta eventual potestad administrativa, aun
cuando la opinión mayoritaria es favorable a ella. Por la negativa se pronuncian Linares, Sar-
miento García y Quiroga Lavié. Afirmativamente se expresan tanto constitucionalistas como
administrativistas de renombre; entre ellos, Marienhoff, quien ha reiterado en su Tratado la
opinión que afirmó como procurador del tesoro Bidart Campos, Dromi, Romero, Bidegaín, Gordi-
llo y, más recientemente, Comadira, quien con lucidez ha defendido la tesis favorable al control
administrativo, siendo plenamente coherente así con la posición de amplitud de poderes jurídicos
en cabeza de la Administración, ya había abordado un aspecto de la cuestión con anterioridad.
Sagüés, por último( .. .), sostiene más recientemente que los Tribunales administrativos tienen a
su cargo, como principio, el control constitucional de leyes o decretos, sin necesidad de ley
expresa que los faculte a tal efecto». Veáse: BIANCHI, Alberto B. Op. Cit., p. 262.
CONCLUSIONES
l. El Control Normativo es aquel acto mediante el cual se vigilan los pre-
ceptos o leyes que sirven de regla o establecen normas, buscándose
tutelar o velar por la compatibilidad del marco legal. Una de las mani-
festaciones del Control Normativo es el Control Difuso, mediante el
cual los órganos jurisdiccionales inaplican una norma legal inconstitu-
cional.
2. El principio de Jerarquía Normativa establece la superioridad de las
distintas normas a partir del rango que éstas ostentan. Por su parte, el
principio de Legalidad es una máxima que delimita la actuación de los
órganos administrativos a lo señalado por ley.
3. La Constitución peruana acoge el principio de Jerarquía Normativa en
su art. 51°, y otorga en su art. 138°, la facultad de aplicar el Control
Difuso a los órganos jurisdiccionales. Al no tener la Administración
Pública facultades jurisdiccionales, sino «cuasi jurisdiccionales», está
imposibilitada de aplicar el Control Difuso.
4. En resoluciones de Tribunales Administrativos peruanos, se ha negado
a la Administración Pública, la potestad de controlar difusamente la
Constitución. Sin embargo, dentro de los mismos tribunales hay postu-
ras que señalan lo contrario.
5. Otorgarle la facultad de aplicar el Control Difuso a la Administración
Pública puede resultar peligroso, en tanto se extendería la posibilidad
de interpretar la constitucionalidad de una norma a un órgano que no
tiene jurisdicción, ni goza de imparcialidad. A esto se suma, la disimi-
litud existente entre las diferentes entidades de la Administración Pú-
blica.
6. Es necesario encontrar un mecanismo que no convierta a la Adminis-
tración en una mera aplicadora de normas inconstitucionales, pero sin
que vulnere el principio de Legalidad.