Olimpismo y Deporte en Grecia y Roma
Olimpismo y Deporte en Grecia y Roma
Olimpismo y Deporte en Grecia y Roma
El olimpismo griego tuvo desde sus orígenes un carácter internacional en el sentido en que
se realizaban certámenes deportivos con participación de múltiples ciudades-estado. Es necesario
destacar que comportaba la exclusión de los no-helenos, desconocedores de preparación,
prohibición esta basada en la ejercitación deportiva como algo peculiar griego . Sin embargo los
matrimonios mixtos fueron tan frecuentes que indudablemente todos los participantes no serían
estrictamente griegos. A pesar que los macedonios no fueron tenidos por helenos fue el rey
Alejandro I el que se planteó concurrir en la competición según cuenta Heródoto.
Los deportes mayoritariamente representados en la pintura egipcia son los diferentes tipos
de lucha. No hay elementos de protección y los atletas pueden enfrentarse con los puños y con
bastones de madera antecedentes del esgrima, tipo este último que parecer perdurar hoy
poblaciones del valle del Nilo. Era el mismo río el que permitía la natación, obligatoria para los
hijos de los altos dignatarios, competiciones de remo y justas náuticas consistentes en arrojar al
equipo contrario al agua sirviéndose de palas. También se han encontrado en tumbas infantiles
pelotas de cuero rellenas de paja que fueron protagonistas en juegos preferiblemente femeninos
con malabares y por equipos. Más relacionadas con la guerra y la ostentación del poder real se
distinguen los ataques a elefantes en Siria y cocodrilos, las innovaciones en carros para carreras y
el lanzamiento de arco y jabalina.
La figura del faraón Amenofis II se eleva en los testimonios en la mayor parte de los
deportes citados. El deporte adquiere en las competiciones reales gran importancia y se señala
como patrimonio. Ejemplo de esto son las fiestas de carácter religioso en las que debía probar que
sus condiciones físicas se mantenían óptimas para legitimar el poder mediante una carrera.
Resulta interesante analizar cómo el peso político se servía de la actividad física para asentarse y
perpetuarse. Muy impresionante es saber del recorrido de cien kilómetros desde Menfis de atletas
muy entrenados cuya victoria era celebrada y recompensada con una cena real.
La relevancia del deporte y el ejercicio en nuestra sociedad actual sólo puede equipararse
en la historia de la humanidad a la tenida en la Grecia clásica. Los juegos olímpicos griegos, de
los que se conocen sus aspectos esenciales gracias a los textos de los autores, nacieron en la
ciudad de Olimpia, antiguo santuario de culto a Zeus. El lazo religioso está presente ya que se
asigna su fundación a héroes como Hércules. Están unidos igualmente a ritos funerarios, aunque
otros se inclinan por hablar de un origen profano y puramente deportivo. La tradición los sitúa en
el año 776 a.C. y fueron referente para los demás estados. En época helenística adquirieron un
carácter universal ampliado durante la República romana. Muchos emperadores los admiraron y
se sirvieron de los juegos para la política iniciando su decadencia. En el siglo III la ciudad fue
descuidada y abatida por los bárbaros hasta que el cristianismo obligó a Teodosio a prohibirlos en
el año 394.
La carrera fue una gran afición de los griegos y única disciplina de las primeras olimpiadas.
Había diversas modalidades: el “stadion”, el “diaulo” o doble estadio, “dólico” o carrera de fondo y
la carrera hoplítica. El salto de longitud era el único tipo de salto que se celebraba en los juegos
aunque formaba parte del pentatlon, conjunto introducido en el 708 a.C. que medía las cualidades
óptimas del guerrero con la carrera, jabalina, disco y lucha. El lanzamiento de disco tenía su
origen en el de piedras y se realizaba igual que en la actualidad. El de jabalina, de madera con
punta de hierro: tenía las modalidades de longitud, precisión y precisión a caballo. En cuanto a los
combates se encontraban la lucha, deporte habitual en el gimnasio y la palestra, el boxeo, duro y
peligroso, y el pancracio, combinación entre la lucha y el boxeo en el que casi todo estaba
permitido. Por último se añadían las carreras con carros en el hipódromo dando seis vueltas
completas a la pista. Vemos así cómo las olimpiadas comprendían un equilibrado y muy completo
conjunto de ejercicios.
En el intenso entrenamiento en el que los atletas debían untarse con aceite y luego con
tierra para proteger el cuerpo, el entrenador los instruía en alimentación, higiene y características
físicas y morales como si fuera médico o psicólogo. En el atleta la desnudez era un rasgo
destacado del atletismo para resaltar su pleno dominio sobre mente y cuerpo. Muchos de los
atletas se convirtieron en personajes legendarios, principalmente boxeadores y pancratistas, como
Milón de Crotona. Finalmente no se debe olvidar el papel de la mujer, grande corredora, en el
deporte aunque nunca en igualdad al varón: disponían de juegos propios, los Hereos, también
cada cuatro años, y les estaba prohibido asistir y participar en las olimpiadas a excepción de las
competiciones hípicas. A pesar de la participación libre de todos los ciudadanos libres griegos en
esta grande demostración de universalidad deportiva, en la búsqueda de la perfección física la
mujer no iba con delantera.
Las consideraciones positivas y negativas de Píndaro y Filóstrato entre los siglos II y III,
respectivamente, son ejemplos de un proceso que lleva a los juegos en pocos siglos del prestigio
al desprestigio. Es escaso el interés de los historiadores del deporte antiguo por las causas de su
crisis y desaparición y todos presentan un esquema de proceso de corrupción ineludible y una
clasificación en etapas desde la primera, que acaba con la guerra del Peloponeso, hasta la
condena y desaparición de los juegos por los Padres de la Iglesia.
Bajo Roma el olimpismo llevó a una profesionalización del deporte y salvo algunas faltas a
la tradición cometidas por Nerón o Calígula, los emperadores aumentaron las instalaciones y lo
difundieron hasta la llegada del cristianismo y su férreo rechazo al cuerpo y al ejercicio físico.
6. Violencia y pasión en los juegos de gladiadores:
Los historiadores han señalado varias categorías de personas que se dedicaban al oficio:
criminales condenados a muerte, a trabajos forzosos, esclavos y voluntarios libertos o libres
arruinados o aventureros, e incluso aristócratas, aunque esta profesión se consideraba
degradante. Sin embargo algunos gladiadores alcanzaron gran valoración y popularidad como lo
demuestran las inscripciones laudatorias de los muros de Pompeya. La profesión fue
despareciendo lentamente al ritmo del edicto de Constantino y la abolición formal de Honorio. Los
juegos del anfiteatro no fueron bien vistos por Séneca y quizás los escritores cristianos
exageraron su crueldad, en cambio Cicerón invitaba a que el hombre se comportase en la vida y
la muerte como los gladiadores. Esta violencia se ha ocultado en nuestra sociedad en el cine, la
televisión y los videojuegos.
Más populares que las luchas de gladiadores fueron las carreras de carros de caballos en
los circos, que atendiendo a Tito Livio se remontan al rey Tarquinio Prisco. Junto al Circo Máximo
existieron en Roma el Flaminio en el Campo de Marte, el Circo Vaticano y el de Majencio en la Vía
Appia. El elemento más importante de este edificio era la pista, rectangular y alargada, en donde
se competía, con una longitud de recorrido aumentada gracias a la “spina”, eje de la pista con un
muro bajo decorado con pequeños templetes, estatuas e incluso obeliscos. Los carros tomaban la
salida desde las “carceres”, bóvedas en batería que permian sujetar a los caballos. Había dos
accesos para la salida de los carros ganadores y perdedores. Las gradas elevadas sobre la arena
eran destinadas al público y en éstas se hallaba una tribuna para el promotor y los jueces.
Los “agitatores” o conductores de los carros podían ser esclavos o libertos y pertenecían a
uno de los cuatro equipos, verde, rojo, azul y blanco, en los que se incluían profesionales de
mantenimiento. Los aurigas podían cambiar de equipo y corrían armados con casco o protector de
cuero. Sus caballos, animales venerados, eran elegidos entre las mejores razas para la
competición y se agrupaban en tiros de dos o cuatro unidos por un yugo. Los carros podían ser de
dos (bigae) o cuatro caballos (quadrigae) y gracias a las representaciones artísticas se comprueba
que su fabricación respondía a su funcionalidad: eje con dos ruedas sujeto a un timón tirado por
caballos. La carrera, precedida por una procesión religiosa, consistía en dar siete vueltas a la
espina. El ganador recibía una palma, dinero y la aclamación de los asistentes mientras recorría a
pie la pista.
8. Conclusiones:
Hemos comprobado que el deporte o las actividades físicas nacen en el mundo antiguo
como manifestación popular de las sociedades a la mejora de sus capacidades físicas. Los
poderes político y religioso se sirven de ellas tanto en Egipto como en Grecia y Roma para
legitimarse y mantener la jerarquía y el sistema étnico-social, discriminando celebraciones
deportivas específicas para clases nobiliarias o reales y apartando a esclavos, bárbaros o
extranjeros a un uso arbitrario del ejercicio físico. Se convirtió en elemento útil para los ejércitos
que debían superar en potencial físico y no sólo armado al enemigo. Son las manifestaciones
artísticas en las pirámides, cerámica y escultura las que nos proporcionan la información más
preciada allí donde las fuentes escritas no son fiables.
Con el nacimiento del olimpismo en la Grecia clásica podemos afirmar que la actividad
deportiva alcanza categoría internacional con la celebración de certámenes y comienza una
marcha encaminada a una mayor profesionalización y perfeccionamiento de la técnica. La
educación de un heleno comprende, además de una formación intelectual cuidada, una formación
física integral que ayude a un equilibrio de la “areté”. Convergen en el deporte la medicina como
factor que asegura el óptimo aprovechamiento de las capacidades físicas con buena alimentación,
entrenamiento y cuidados, y la filosofía ve en el deporte un medio para formar al buen ciudadano.
No obstante ambas disciplinas censuran los excesos físicos y espirituales del atleta que se deja
llevar de modo irrefrenable por los ejercicios físicos. Los juegos olímpicos constituían un
escaparate para el mundo de las mejores cualidades del helenismo y una exaltación político-
religiosa.
Bajo el Imperio Romano los certámenes deportivos pierden la mesura que los
caracterizaba en Olimpia y el poder del emperador se aprovecha de ellos para exaltar su mandato
y focalizar en Roma su importancia mediante el traslado de éstos, pero también intentar recuperar
su importancia y apogeo con apoyos económicos como hicieron Adriano y Trajano, admiradores
del mundo griego. Sin duda fue en el anfiteatro y en el circo donde el romano de a pie se sintió
identificado con el deporte, aunque su representación pudiera parecernos más tosca, violenta y
vacía de refinamiento. Las luchas de gladiadores o con fieras y las carreras de carros convocaron
asistentes como lo habían hecho en Olimpia las olimpiadas, aunque éstas siguieran celebrándose.
El olimpismo y con él las luchas de gladiadores romanas y el ejercicio físico cayeron en desgracia
con la llegada del cristianismo y la asunción de éste por parte del poder político, que vieron en el
deporte la práctica del culto al paganismo. El esplendor de la actividad deportiva se mantendría
apagado y lejos de la oficialidad hasta el siglo XIX y la recuperación, en coordenadas
socioculturales muy diferentes, de los juegos olímpicos contemporáneos y la importancia del
deporte en el mundo actual.