La Doctrina Del Shock
La Doctrina Del Shock
La Doctrina Del Shock
“La doctrina del shock” (2007) es una historia sobre el libre mercado y cómo
el capitalismo se ha usado como herramienta para ejercer violencia contra el individuo.
Una de sus conclusiones es que las empresas deben ser controladas antes de que acaben
con el planeta.
Klein reconoce encantada que cuando lee los textos de Eduardo Galeano siente “que
todo está ya dicho”. Ella llama «capitalismo del desastre» a los ataques “contra
instituciones y bienes públicos, siempre después de acontecimientos de carácter
catastrófico”. La idea es aprovechar el shock de un desastre y crear “atractivas
oportunidades de mercado” que, con ciertos cambios económicos, beneficien a unos
pocos. Las tres grandes medidas habituales suelen ser impopulares, pero ante ciertas
condiciones de shock, la población suele aceptarlas sin rechistar. Esas medidas son:
Privatización de empresas y bienes públicos.
Desregulación de ciertos sectores comerciales.
Recortes en el gasto social.
El libro de Klein repasa algunos de los fracasos más aplastantes de las teorías del
laureado Friedman. Un gran mérito del libro es que enlaza datos históricos bien
conocidos, con opiniones de gente variada, enlazando las causas con las consecuencias
para advertirnos de los peligros de cierto tipo de políticas.
Los graduados por esa línea ideológica, llamados Chicago Boys, sacaron hasta tesis
doctorales contra el desarrollismo en latinoamérica, y muchos de ellos acabaron
como profesores en la Universidad Católica de Chile, la cual aceptó crear una
titulación copiando el programa de Chicago. El llamado Proyecto Chile, para inculcar
las ideas de Friedman en Chile, fue un rotundo fracaso, pues ningún partido político de
relevancia tomó esa línea: todos los principales partidos se inclinaban por nacionalizar
las minas de cobre (que entonces estaban en manos de empresas estadounidenses, que
obtenían grandes beneficios, pagando muy poco).
En 1970 gana las elecciones Salvador Allende y tramita la nacionalización de las minas
de cobre, con la indemnización pertinente. En aquellos años, EE.UU. se escandalizó al
descubrir que la empresa ITT y la CIA estaban detrás de argucias para amañar las
elecciones chilenas. El golpe de estado militar contra Allende tuvo dos vías: la militar
para exterminar a Allende, y la económica de los Chicago Boys para exterminar su
ideario (bajo financiación de la CIA). Tras el golpe de estado de 1973, el general
Pinochet aplicó medidas de shock económicas y en forma de torturas, siguiendo el
manual de la CIA (3.200 ejecutados o desaparecidos, 80.000 encarcelados,
refugiados…). El terror impedía cualquier oposición frente a las medidas económicas.
Así nació el primer Estado de la Escuela de Chicago.
Pinochet tuvo como asesor al propio Friedman y a gente de los Chicago Boys, y
siguiendo sus consejos privatizó empresas, recortó gasto público (salvo el militar que
aumentó exageradamente) y eliminó el control de precios. Ya en 1974 la inflación
alcanzó el 375% y se perdían empleos al entrar productos extranjeros más baratos. La
solución de los Chicago Boys fue hacer más recortes y más privatizaciones, que
beneficiaban a las multinacionales y a los especuladores (entre los que estaban, como
no, algunos de los Chicago Boys).
En 1975, el mismo Friedman visitó Chile para intentar salvar el experimento con más
recortes (en salud, educación…) y más privatizaciones (cementerios, guarderías,
seguridad social…). El desempleo pasó del 3% con Allende al 20%, pero llegaría al
30% en 1982, cuando la economía chilena se derrumbó, y “Pinochet se vio obligado a
hacer exactamente lo mismo que había hecho Allende: nacionalizó muchas empresas”,
además de despedir a muchos de los Chicago Boys, e investigar por fraude a los que
habían llegado curiosamente a altos cargos de las empresas privatizadas. Nunca se
privatizó Codelco, la empresa de minas de cobre que nacionalizó Allende, y que
generaba el 85% de los ingresos por exportación del país.
Klein sostiene que Chile no fue un laboratorio “puro” del libre mercado, sino un
estado corporativista, que favoreció que los ricos fueran aún más ricos, a costa de la
riqueza del país y de la clase media y baja de la sociedad. Desde entonces, las
desigualdades en Chile aumentaron y aún hoy es uno de los países del mundo con
mayor desigualdad. Klein afirma que, a pesar de todo, algunos siguen viendo a Chile
como un milagro económico.
Nelson Mandela salió de prisión en 1990, tras 27 años encerrado, por pedir la igualdad
entre negros y blancos en Sudáfrica. En 1994 llegó al poder, pero en las negociaciones,
lo único que consiguieron fue democracia política. En materia económica, todo estaba
ya cerrado: el Banco Nacional seguiría siendo privado y dirigido por la misma persona,
las tierras no podían ser redistribuidas porque la propiedad privada estaba blindada, no
podían darse medicamentos contra el SIDA por compromisos de la OMC, no había
dinero para infraestructuras pues había que dedicarlo a la deuda contraída, no podían
hacerse reformas como elevar el salario mínimo por acuerdos previos con el FMI… Por
fin, Sudáfrica estaba libre de apartheid, pero era esclava de los mercados.
El partido de Mandela (ANC) negoció engañado la renuncia a la soberanía económica
mientras el foco estaba puesto en las injusticias sociales y en la violencia en las calles.
Nadie se percató de ello, pues lo que importaba era que hubiera elecciones libres y que
el ANC las ganara. Tras llegar al poder, las minas, la banca y los monopolios que
Mandela prometió nacionalizar, continuaron en manos privadas blancas.
En 1996, se puso en marcha un plan del ANC para tranquilizar a los mercados, con el
objetivo de que volvieran las inversiones al país (más privatizaciones, recortes en el
gasto público, flexibilidad laboral, más libertad comercia , pero tampoco allí funcionó
esa terapia de shock: no hubo inversiones, la moneda se devaluó aún más, aumentó la
pobreza, el desempleo y el chabolismo… Más aún, Klein explica cómo los empresarios
blancos que se habían enriquecido de la discriminación racial recibieron subvenciones,
en vez de pagar indemnizaciones. Así, muchos ven en el ANC un partido traidor a su
propia declaración de intenciones que les llevó al poder.
En 2005, sólo el 4% de lo cotizado en la Bolsa de Johannesburgo era de accionistas
negros. Se llevó electricidad y agua a miles de casas, pero a muchas se les cortaba el
suministro por impago. La desigualdad en Sudáfrica no cambió tras derribar el régimen
racista del apartheid.