1 - Sanduay
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Reg. n° 686/2016
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doctor Claudio Martín Armando, Defensor Público Oficial, titular de
la Unidad de Actuación n° 1 ante esta Cámara, quedando luego las
actuaciones en estado de ser resueltas.
VI. Tras la deliberación realizada, se arribó a un acuerdo
en los términos que seguidamente se pasan a exponer.
Y CONSIDERANDO:
El juez Mario Magariños dijo:
Contra la resolución del Tribunal Oral en lo Criminal n°
1 de esta ciudad, de fecha 11 de agosto de 2015, por la que se resolvió
condenar a Sandro Mario Sanduay a la pena de doce años de prisión,
accesorias legales y costas, por resultar autor del delito de tentativa de
homicidio calificado por la existencia de una relación de pareja con la
víctima, la defensa del nombrado interpuso recurso de casación.
Como agravio central planteó, en primer lugar, que el
tribunal oral había valorado en forma arbitraria el material probatorio
obtenido en el proceso pues, según afirma la defensa en el recurso, los
elementos reunidos no resultaban suficientes para conformar el grado
de certeza requerido para arribar a una sentencia condenatoria.
En ese sentido, señaló que el tribunal tuvo por
acreditados diversos extremos, entre los cuales mencionó que el hecho
sucedió en uno de los dormitorios de la vivienda sita en Yerbal 2555,
timbre 6, que se vinculó con la negativa de la señora Cruz Huaycho a
tener relaciones sexuales con el condenado, que Sanduay al retirarse
del lugar dejó un pantalón, calzado y medias, basándose, únicamente,
a su entender, en el testimonio de la víctima.
También se agravió el recurrente en cuanto sostuvo que
no se realizaron pericias en la habitación en la que habría sucedido el
hecho, y tampoco respecto de las lesiones presentadas por la víctima,
que pudieran esclarecer la trayectoria de los cortes y la compatibilidad
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poseía grandes dimensiones y gran poder ofensivo, era evidente que,
de haberlo querido, la hubiese matado.
También en ese sentido señaló que, a diferencia de lo
afirmado por el tribunal, el iter criminis no se vio interrumpido por la
propia víctima al gritar pidiendo auxilio, sino que el señor Sanduay
desistió de su acción previamente, pues para el momento en que el
señor Mercado Rojas se asomó alertado por el llamado de la
damnificada, el condenado ya había decidido retirarse del lugar.
Por otra parte, sostuvo la defensa que las características
de las heridas presentadas por la señora Cruz Huaycho no permitían
calificar al suceso como tentativa de homicidio ni como lesiones
graves, sino como lesiones leves, en los términos del artículo 89 del
Código Penal, pues si bien del informe médico surgía que éstas
inhabilitarían a la damnificada para el trabajo por un lapso superior a
30 días, toda vez que ella se reintegró voluntariamente a su empleo
transcurridos sólo 15 días, resultaba evidente, a entender del
recurrente, que las lesiones no fueron de una magnitud suficiente que
ameritase apartarse de lo previsto en el mencionado artículo.
Subsidiariamente, la defensa planteó que, de entenderse
que en el caso se trató de un supuesto de tentativa de homicidio, no
correspondía la aplicación de la agravante prevista en el artículo 80,
inciso 1 del Código Penal, pues no puede sostenerse que entre su
asistido y la damnificada mediare una “relación de pareja” en los
términos previstos en esa norma legal. En apoyo de su postura citó el
precedente “Escobar” (Reg. n° 168/2015) de la Sala II de esta cámara,
y señaló que la relación que unió a Sanduay y Cruz Huaycho no
satisfacía los requisitos mencionados por ese fallo para poder
encuadrarla dentro de la figura penal.
Finalmente, la defensa cuestionó la determinación de
pena realizada respecto de su asistido pues, de acuerdo a lo expuesto
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interior de la vivienda ubicada en la calle Yerbal 2555 de esta ciudad,
agredió, con la intención de quitarle la vida, a Carla Cruz Huaycho
con un cuchillo de cocina marca “Tramontina”, causándole diversas
heridas cortantes, entre ellas una que afectó un órgano vital, el hígado.
Para llegar a esa conclusión tomó en cuenta, en
primer lugar, el relato de la víctima, Carla Cruz Huaycho, respecto de
quien los jueces señalaron que, si bien resultó la única testigo del
accionar homicida de Sanduay, sus dichos se vieron sostenidos y
acompañados por el resto de los elementos de prueba recolectados en
el proceso.
Es que, si bien en relación con la agresión que la
damnificada sufrió sólo se cuenta con su versión, los magistrados de
la anterior instancia tuvieron en consideración también las
declaraciones de aquellas personas que intervinieron en el momento
inmediato posterior al hecho, las cuales otorgan coherencia y
credibilidad a los dichos de la víctima, conforme la valoración de los
jueces del juicio.
Así, el tribunal ponderó los dichos del señor José Ángel
Mercado Rojas, quien manifestó que el día del hecho estuvo con el
señor Sanduay y la señora Cruz Huaycho, en la casa de esta última, y
que por lo tarde de la hora, decidió quedarse a dormir en la habitación
del piso superior a la vivienda de la nombrada. Asimismo, declaró que
alrededor de las 4 de la mañana escuchó ruidos en la habitación de
abajo, y que la señora Cruz Huaycho lo llamaba gritando, por lo que
bajó, para encontrarse con que el señor Sanduay se había escapado sin
su pantalón ni sus zapatos, dejando atrás también su celular, y con la
damnificada tocándose el estómago, de donde le manaba sangre. En
ese momento, ésta le manifestó que el señor Sanduay la había
agredido con un cuchillo.
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y que resultaba palmariamente contradictorio con el resto de las
constancias relevadas en el juicio.
De la reseña efectuada, se advierte que los planteos de la
defensa, relativos a que no puede tenerse por acreditado en forma
cabal el modo en que se sucedieron los hechos, no se ven respaldados
por las constancias valoradas por los jueces de la anterior instancia de
modo coherente e integral.
En relación con el agravio atinente a la falta de pericias
efectuadas tanto en la habitación de la damnificada, como respecto a
las heridas sufridas por ésta, cabe señalar que no se advierte en qué
modo variaría la solución a la que arribaron los sentenciantes, pues no
se explica en el recurso la relevancia de estas medidas de prueba para
la reconstrucción del hecho, ni de qué modo aquellas medidas
pondrían en cuestión el resultado arrojado por el relevamiento de toda
la prueba incorporada al juicio y ponderada en la sentencia.
En ese mismo sentido, en punto a la alegación del
recurrente acerca de que no se haya secuestrado en el proceso ni el
pantalón ni los zapatos del condenado, en nada modifica tal
circunstancia el resultado al que se arribó en la sentencia. Es que, aun
cuando no se hayan secuestrado esos elementos, los testimonios
brindados por el señor Mercado Rojas y la propia damnificada, así
como el acta de secuestro del celular y la billetera del señor Sanduay,
permiten tener por acreditado sin ningún lugar a dudas que éste se
encontró presente en la casa de la señora Cruz Huaycho al momento
de los hechos.
La misma solución se impone respecto de dónde quedó
ubicado el cuchillo luego de la agresión, pues pese a que la defensa
cuestione si la damnificada tuvo que extraerlo de su vientre, o si se lo
arrebató al autor, lo cierto es que ello tampoco resulta relevante a los
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agresión, y alertara a los vecinos pidiendo ayuda, lo que impidió que
el señor Sanduay consumara su accionar homicida.
De ese modo, corresponde concluir que asistió razón al a
quo al afirmar acreditado el elemento subjetivo típico reclamado por
la tentativa de homicidio (artículos 42 y 79 del Código Penal), pues
aun con la más amplia definición del concepto de dolo, esto es, con
aquella que requiere el conocimiento de los elementos típicos, más la
voluntad de su realización, en el caso, los extremos probatorios
relevados por los sentenciantes tornaban ineludible la conclusión
acerca de la prueba del dolo de homicidio.
Lo contrario dejaría sin explicación la pregunta acerca de
qué más hace falta para acreditar el dolo homicida; pues, si no se
considera suficiente la prueba de que el autor haya alcanzado a la
víctima con un arma blanca de grandes dimensiones, en una zona de
su cuerpo donde se alojan órganos vitales –lesionando, incluso, uno
de esos órganos, entonces, nunca existirá prueba suficiente para una
tentativa de homicidio.
En consecuencia, frente al cuadro de circunstancias
acreditado en el caso, no resulta razonable afirmar, tal como lo
pretende la defensa, que el a quo lo haya valorado de modo arbitrario,
pues –según el recurrenteno existió prueba suficiente de que el autor
“haya querido” con su accionar provocar la muerte.
Por otro lado, no resulta relevante a los fines de la
solución alcanzada, determinar si, tal como plantea la defensa, el
señor Sanduay se retiró en forma previa a que la señora Cruz Huaycho
gritara pidiendo auxilio o si, por el contrario, ese llamado fue el que
determinó que éste huyera, pues lo único relevante es que el autor
emprendió una acción eficiente para poner fin a la vida de la víctima,
esto es, atacándola con un cuchillo en una zona del cuerpo donde se
alojan órganos vitales, y lo hizo con plena conciencia de que la muerte
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necesario establecer el significado del mayor disvalor de la conducta
que otorga sustento al aumento de la sanción definido por el
legislador.
Ese objetivo no puede alcanzarse sólo con base en las
palabras de la ley pues, a poco que se observen las definiciones que el
Diccionario de la Real Academia Española proporciona al término
“pareja”, resulta evidente que la sola letra de la regla normativa no
será suficiente a los fines de resolver la cuestión, dada la amplitud que
el vocablo posee. Así, por ejemplo, pareja está definido como “Igual o
semejante”, “Conjunto de dos personas, animales o cosas que tienen
entre sí alguna correlación o semejanza, y especialmente el formado
por hombre y mujer”, “Cada una de las personas, animales o cosas
que forman una pareja, considerada en relación con la otra”, “Persona
que acompaña a otra en una actividad”, “Compañero o compañera del
sexo opuesto o, en las parejas homosexuales, del mismo sexo”.
Por consiguiente, una interpretación puramente literal de
la norma no permite determinar el significado de disvalor que da
sustento a la agravante.
Frente a esa vaguedad en la redacción de la calificante,
señalada por la defensa en el recurso de casación interpuesto, es que el
recurrente invoca el precedente dictado por la Sala II de esta Cámara
in re “Escobar” (proceso n° CCC 38194/2013/TO1/CNC1, sentencia
del 18 de junio de 2015, reg. n° 168/2015).
En ese fallo, se estableció como método interpretativo,
para arribar a una definición de la expresión “relación de pareja”,
utilizada en la ley penal, la remisión al Derecho Civil en tanto, según
se afirmó, “es el ámbito normativo que […] ofrece la pauta de cuáles
son aquellas relaciones vinculares entre dos personas que generan
derechos entre las partes”.
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autor mantiene o ha mantenido una relación de pareja, no depende de
que, entre ellos medie o haya mediado convivencia.
Aun más, del análisis de los antecedentes parlamentarios
de la ley que luego fue sancionada bajo el n° 26.791, se observa, sin
margen para la duda, que la voluntad del legislador penal fue la de
comprender, en el marco de la calificante, a aquellas parejas entre las
que no existiese ni hubiese existido convivencia.
Así, por ejemplo, se señala en el expediente 0288D
2011: “se presenta esta propuesta en consonancia con la recientemente
sancionada Ley 26.485 de Protección Integral para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos
en que desarrollen sus relaciones interpersonales, que en su texto
contempla específicamente la violencia ejercida en el marco del
matrimonio, las uniones de hecho, parejas o noviazgos, vigentes o
finalizados no siendo requisito la convivencia” (el destacado se
agrega).
Por su parte, en el expediente 0711D2012 se expuso:
“consideramos que en la actualidad, hay muchas familias
conformadas, fuera del régimen legal del matrimonio, por uniones de
hecho o relaciones sentimentales que, en muchos casos, perduran a lo
largo del tiempo, y que imponen asimilarlos al resto de los supuestos
hoy contemplados en la Ley (…). Debe entenderse el ámbito
doméstico en [un] sentido amplio (…), esto es, el originado en el
parentesco, sea por consanguinidad o por afinidad, el matrimonio,
como así también las uniones de hecho y las parejas o noviazgos,
incluyendo las relaciones vigentes o finalizadas, no siendo requisito
la convivencia” (el destacado se agrega).
Así también, las diputadas Segarra y Risko manifestaron
en el expediente n° 0894D2012 que: “consideramos necesaria la
reforma de la norma mencionada agravando la situación penal del que
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matare a una mujer, separado/a de hecho o no, con la que esté o haya
estado ligado como conviviente o a través de cualquier otra relación
afectiva o de parentesco…” (el destacado se agrega).
Finalmente, en el dictamen de la Comisión de legislación
penal y de familia, mujer, niñez y adolescencia, al recomendar la
modificación del inciso 1° del artículo 80 del Código penal, se señaló:
“se adopta la concepción amplia del concepto de ámbito doméstico
que contienen los instrumentos legales nacionales e internacionales
(…) Esto es, el originado en el parentesco, sea por consanguinidad o
por afinidad, el matrimonio, así como también las uniones de hecho y
las parejas o noviazgos, incluyendo las relaciones vigentes o
finalizadas, no siendo requisito la convivencia” (el destacado se
agrega).
Resulta evidente de la reseña efectuada, además de
aquello que deriva de la sola observancia de las palabras utilizadas
para la redacción en este aspecto de la norma penal citada, que en la
voluntad del legislador no se concibió a la convivencia como requisito
para la aplicación de la agravante. En consecuencia, a efectos de
interpretar el sentido de la regla penal, no es acertado recurrir a una
institución del derecho privado que, entre sus requisitos constitutivos,
establece como ineludible a la convivencia.
Además, a diferencia de los supuestos de calificación del
homicidio cometido contra un ascendiente, descendiente o cónyuge,
en los que el fundamento de agravación sí puede explicarse a partir del
quebrantamiento de deberes positivos impuestos por la pertenencia a
determinadas instituciones consagradas en la ley civil, en las cuales
cada uno de sus integrantes se encuentra obligado a realizar
prestaciones recíprocas en favor del otro, exigidas por la propia ley y
en virtud de las sola pertenencia a la institución de la cual se trate
(relación paternofilial, matrimonio, etc.), no existe regulación legal
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alguna que consagre a la “relación de pareja” como una institución, ni,
por consiguiente, deberes derivados de ella. En consecuencia, no es
posible encontrar la razón de ser de la norma penal en estudio en un
quebrantamiento de obligaciones, toda vez que la ley no las impone.
En aquellos supuestos se trata de un status especial que
una determinada persona ostenta y la obliga a configurar junto con
otra persona favorecida un mundo en común, al menos parcialmente,
y, por lo tanto, a hacer llegar determinadas prestaciones. Se
contemplan aquí instituciones sociales imprescindibles, que dan a la
sociedad su configuración fundamental y específica. Tal como enseña
Günther Jakobs: “Se entiende por institución, en el sentido de las
Ciencias Sociales, la forma de relación permanente y jurídicamente
reconocida de una sociedad, que está sustraída a la disposición de la
persona individual, y que más bien contribuye a constituir a ésta”
(conf. Derecho Penal Parte General, Fundamentos y teoría de la
imputación, Traducido por Joaquín Cuello Contreras y José Luis
Serrano González de Murillo, Ed. Marcial Pons, Madrid, 1995, ap.
29/57, nota 114, el destacado se agrega).
Por tal razón, esas instituciones básicas se encuentran
positivizadas, consagradas expresamente en la ley, así como también
lo están las expectativas/deberes especiales de comportamiento, que
afectan a quienes forman parte de ellas.
Así, en el doble quebrantamiento de deberes que supone
el homicidio cometido contra un ascendiente, descendiente o cónyuge,
se explica el agravamiento de la sanción penal en relación con la
prevista para la figura básica (conf. artículo 80, inciso 1°, primera
parte, del Código Penal).
En cambio, esa explicación no corresponde extenderla a
la “relación de pareja” como supuesto de agravación de la pena, pues
en este caso “No existe una relación jurídicamente reconocida que
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la calificante, puede consultarse lo expresado por la Comisión de
legislación penal y de familia, mujer, niñez y adolescencia de la
Cámara de Diputados, al presentar el proyecto de ley, donde se alude
como fundamento de la agravación de la pena a la mayor antijuricidad
del hecho que radica, según se expresa, en “el abuso de confianza”
con que se comete el homicidio (Cámara de Diputados de la Nación,
Sesiones ordinarias del 3 de abril de 2012, orden del día n° 202).
De ese modo se presenta razonable que el legislador
compute como elemento de un más alto nivel disvalioso del
homicidio, la circunstancia de que el autor se valga para la ejecución,
de la existencia, previa o actual, de una relación con la víctima, que le
proporciona así una mayor eficiencia a la comisión del
comportamiento prohibido, en tanto supone una cierta vulnerabilidad
de la víctima, como consecuencia de estar o haber estado inmersa en
una “relación de pareja” junto al autor.
Es que, una “relación de pareja”, concomitante o anterior
al hecho, supone que en la interrelación de sus integrantes exista, o
haya existido, una cierta intimidad generadora de confianza, en la
medida en que se pueden compartir o se pueden conocer diversos
aspectos de la vida cotidiana de cada uno, circunstancias tales como
los sitios frecuentados, el lugar trabajo, los hábitos, costumbres, los
desplazamientos habituales, la forma de ocupar el tiempo libre, las
relaciones familiares, o las amistades, los gustos, las preferencias
individuales, etc.
Ese conocimiento de la persona con quien se tiene o tuvo
una “relación de pareja”, basado justamente en la confianza que el
vínculo de intimidad e interrelación generó, que resulta a su vez
determinante para compartir todos aquellos aspectos de la propia vida
de cada uno, es lo que puede proporcionar al autor, al momento del
hecho, una cierta ventaja para alcanzar una más eficiente comisión del
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En efecto, conforme lo acreditado por el a quo, la señora
Carla Leticia Cruz Huaycho se había relacionado sentimentalmente
con el señor Sanduay durante más de ocho años.
Para arribar a esa conclusión, el tribunal oral ponderó el
informe confeccionado por la Oficina de Violencia Doméstica de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación el día 17 de febrero de 2014
(fs. 25/28vta.), así como la declaración de la propia víctima en la
audiencia de debate (fs. 396vta.), pues en ambas ocasiones, la señora
Cruz Huaycho manifestó que, si bien con altibajos, Sanduay había sido
su pareja, habían sido “novios”, durante esos ocho años que duró la
relación.
Asimismo, tuvo por acreditado que, por la existencia de
esa relación, el señor Sanduay conoció al círculo de amistades de la
víctima, a su familia, incluyendo, claro está, al hijo de ésta, e incluso
al empleador de la señora Cruz Huaycho (fs. 400, 402 vta.).
En función de las constancias relevadas por el a quo,
resulta acertada la conclusión a la que arribara el tribunal, acerca de la
relación afectiva que unió al señor Sanduay con la víctima. En efecto,
la relación entre ambos no se trató de un encuentro o una serie de
encuentros meramente ocasionales, sino que fue una vinculación
prolongada en el tiempo, con cierta estabilidad durante su vigencia, y
que era notoria para terceras personas y pública. Surge claro que el
imputado concurría al domicilio de la víctima asiduamente,
pernoctaba allí (como el día del suceso a estudio), conocía a su
familia, como así también compartían actividades recreativas, tales
como ir al cine o a bailar, y pasaban tiempo libre juntos.
Finalmente, también es correcto afirmar que, por la
existencia de esa “relación de pareja” entre autor y víctima, es que el
señor Sanduay vio facilitada la comisión del hecho, pues la agresión
dirigida a Carla Leticia Cruz Huaycho, se desarrolló en el interior del
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¿Entre la culpabilidad y la peligrosidad?”, en Dilemas actuales de
derecho penal, Buenos Aires, Editorial AdHoc, 2012, pp. 3753).
Esto significa que, a fin de graduar correctamente la pena
en cada caso concreto, es necesario tener en cuenta las características
de las acciones que configuraron el ilícito atribuido, esto es, la
modalidad y desarrollo de la acción delictiva, así como su gravedad.
En tal sentido, la valoración que realizó el tribunal
respecto a la graduación de la sanción impuesta, aparece relacionada
con las consideraciones formuladas sobre el punto por la representante
del Ministerio Público Fiscal durante su alegato, y razonable pues,
según meritó, el hecho por el que se juzgó al señor Sanduay se trató de
un supuesto de mediana gravedad. Para sostener esto, tuvo en cuenta
los motivos que llevaron a Sanduay a ejecutarlo, esto es, la negativa de
la señora Cruz Huaycho a mantener relaciones sexuales, que la
agresión fue efectuada de forma imprevista, imposibilitándole a la
víctima una resistencia eficaz, y que, en virtud de la historia
conflictiva que mediaba entre ambos, el condenado se aprovechó de la
mayor fragilidad y vulnerabilidad que la víctima presentaba. Esas
consideraciones formuladas por los jueces de juicio permiten observar
una correcta valoración de los extremos en que apoyaron la
individualización del monto sancionatorio.
No es posible, pues, apreciar que la individualización
punitiva fijada por el a quo resulte arbitraria. Al contrario, el fallo se
encuentra debidamente fundado en pautas objetivas, que fueron
correctamente valoradas en la sentencia.
Por todo lo expuesto, corresponde rechazar el recurso de
casación interpuesto y confirmar la sentencia impugnada, en cuanto
condenó a Sandro Mario Sanduay a la pena de doce años de prisión,
accesorias legales y costas, por resultar autor del delito de homicidio
calificado por el vínculo en grado de tentativa; sin costas en esta
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Ante mí:
PAOLA DROPULICH
SECRETARIA DE CÁMARA
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Fecha de firma: 06/09/2016
Firmado por: MARIO MAGARIÑOS,
Firmado por: CARLOS ALBERTO MAHIQUES,
Firmado por: PABLO JANTUS,
Firmado(ante mi) por: PAOLA DROPULICH, SECRETARIA DE CÁMARA
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