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EL ESTANDARTE GATOLICO.
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- SANTIAGO, AGosTO 4 DE_1874.
Solo ew ¢] Estado sin Dios encuentra
Bl Kerrocavril paz, independencia i libertad
para In Iglesia. No ve medio entre el Es-
tado-papao el HStadlo ateo; entre Claudio,
colocailo por el senado romano en el nt-
mero de los dioses 0 el desconocimiento
completo de toda relijion.
La palabra del Estado no manda so-
sshrq las conciencias, dice. Puede imponer
“silencio a las conciencias, mas no cam-
“biarlas, Puede hacer hipécritas, cobardes
“4 riirtives, mas no creyentes o inerédu-
los’,
Esees el Estado ateo, le replicamos, i
ali est& su condenacion,
Nada puede exijir de Jas conciencias
quien para nada cuenta con Dios; conve-
nido. Pero; aide Ia sociedad cuyas leyes
prescindan de Ta conciencia! Bsa socie-
dadesté condenada a sustituir la razon
por eljendarme, In vbediencia por Ia ser-
vidunbre 6 la insubordinacion, a hacer de
Jos cindadanos hipderitas i cobardes o
anfirtires.
No
a Dios, busca en. ta justicin eterna Ja re~
gla de sus mandatos, ol que n Ia razon de
Jos éfibilitos no opone la razon de los go-
Dernantes sino ia intelijenci
s Esiado Dios el que, obedeciendo
es el que, sustituyéndove a Dios, m
nda
no tiene otra norma que su ra
zon i desprecia por to mismo la razon del
ciudadano ists derechos.
Cudl ceri el fundamento de las leyes?
deciamos en nuestro primer articulo, ;C6-
mo nos libraremos de fos caprichos de un
tirano, sia ese capricho no eponemos una
regla que no dependa de Ja yoluntad hu-
mana?
El Ferracavyil, ce equivoen, si evee que
solo miran # Ia coneiencia Jas leyes q
preseviben, permiten o toleran el ejeveici
del culto. La ¢onciencia es el santuario
doude Ja razon humana va a busear Ja ine
moralidad’o moralidad de cada una de las
accidnes ino Nai accion’ alguna que no
eneuentre en ella aprobacion o reproba-
cion, Por tanto, si supone que el Estado
proclama eu ateismo i dice que nada ten-
dra que hacer en a
te la conciencia
del Iejislador con Ins Jeyes que se dicten,
proclamn simplemente un principio que
tarde 6 temprano {raeré In disoluvion de la
sociedad, Concluida la conciencia, conclu-
ye tambien el'deber; porque no Hamamos
cumplirun deber el pagar una deuda por
temordelenibargo 6 respetar la Vida ajena
Se TTR
anté los testigos que nos podin perder.
CGumplir un deber es algo mas noble que
el tenor del invaciannl; es el reconoermien-
to de los derevhow ajenos ide las obliga
clones propiass e« el conformar naestras
neoiuniew’cor exe reconocimiento: no puede
existir sin la convieeion de que hai una
justicia suprema que ve i juzga nuestras
obras; una jueticin cuyos decretos no pue-
den cer burlados como los deeretos de la
) Hata lo desentenderse dle ese
widamento de toda s0-
He
gPuede
verdadero i dni
ciedad? gPucde proclamar que nadie ti
debor de vbedecer asus leyes i fiar solo en
las bayonetas parn la conservacion del Gr
den social? El mas fuerte tendria vie
razon contra el maa débil, In fortuna, la
astuela, Ta audacia fel erimen impune
yendrian a veemplazar a Ja honradez, In
lnboriosidad i el trabajo; egariamos a la
barbarie.
I por mas que diga EU Férrocarril, es
imposible que el Estado xe conformara
con mandar a los cnerpos. Necesariamen-
te habia de quever imponer su voluntad a
Ina voluntades i ahogar In espresion de Jas
intelijencias que a ella se opusieran,
Enténces seria cuando viéramos con-
wertido el Estado ateo en Estado dios,
enténces cuando se podrian venovar los
tiempos en que el senado romano ponia
entre los dioses a monstruos coronados, co-
ronados por la impiedad i el ateismo.
No hemos atacado al Estado sin Dios
por los males que habia'de tracr a la reli-
jion isua ministros; nos hemos fijado tni-
camente en los males que trae para la so-
ciedad misma: nuestro contendor parece
no haber tenido esto presente. Estamos,
sin duda, convencidos que «i es Idjico el
tado ateo, seri siempre perseguidor; pe-
ro solo hemos hecho notar que sera siem-
pre déspota; que es imposible Ja libertad
donde no se reconozea la base de toda li-
bertad que es el derecho; que es imposible
el reconocimiento del devecho donde el le-
jislador tenga a su voluntad isu capricho
por suprema lei,
Nos dice EU Fevrocarril que el Estado
siempre que fayorezca a Ja relijion procu-
rar@ eselavizarla. En verdad, no son favo-
res sino reconocimiento i’ respeto lo que
pedimos al Estado para Ja relijion, i de
seguro que miéntras mas 1a respete mas
reapetard tambien todos los derechos: ha-
bra mas libertad,
Nos cita el contendor algunas piilabras
de Napoleon I en prueba de sus esertos;
pero olvida que quien ast hablaba ala
Iglesia hizo sentir a 1a sociedad el mayor
de los despotismos; olvida que al lado de
la hota de Napoleon i del Mitigo de Luis
XIV se encuentra el cetro de Lan Luis.
Opresores de la Iglesia los unos, fueron
lus déspotus de los pueblos; padre de sus
stibditos el otro, fué siempre el hijo fiel i
sumiso de la Iglesia,