Textos Comentados
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Introducción a la parte II: Nos encontramos ante un texto perteneciente al Discurso del Método, un libro de
carácter autobiográfico escrito en primera persona en el que Descartes se propuso mostrar la forma en que
había ordenado su vida y el camino que había seguido para dirigir de una forma adecuada su conocimiento.
En concreto, este texto se enmarca en la parte II, centrado en la creación del método, así como en el porqué
de su búsqueda, y su primera aplicación.
Introducción a la parte IV: Nos encontramos ante un texto perteneciente al Discurso del Método, un libro de
carácter autobiográfico escrito en primera persona en el que Descartes se propuso mostrar la forma en que
había ordenado su vida y el camino que había seguido para dirigir de una forma adecuada su conocimiento.
En concreto, este texto se enmarca en la parte IV, en la que aparecen los grandes temas de la metafísica
cartesiana, como la duda metódica y la teoría de las sustancias.
En este primer fragmento, Descartes se nos presenta como un hombre cansado de los errores y de la inutilidad de
los conocimientos que ha tenido que aprender en su período de formación, buena parte de ellos provenientes de la
Escolástica. Por tanto, no es mera casualidad que empiece este texto hablando de un hombre que camina solo y en
la oscuridad. La situación en la que se encuentra es la de un hombre perdido y desorientado. No confía en los
conocimientos que ha recibido de la tradición, pero tampoco está dispuesto a desecharlos, por lo menos antes de
que pueda enlazar una reflexión cuidadosa sobre el método. Y justo al comenzar esta reflexión, muestra de distintas
maneras la precaución de quien quiere avanzar despacio y acometer las tareas con sumo cuidado para no cometer
errores.
Por ello, Descartes pretende analizar todas las opiniones y creencias que hasta ahora ha recibido, para comprobar
mediante su razón, si son verdaderas. La ejecución de este proyecto exige actuar con circunspección, es decir con
prudencia. El modo más seguro de realizar el proyecto es diseñar un método que ayude a la razón a determinar si
sus opiniones son ciertas. Hasta configurarlo, no se rechazará ninguna opinión ni se admitirán nuevos conocimientos.
En este fragmento, Descartes analiza tres de las disciplinas en las que se ha formado, analizando algunos de los
defectos de sus respectivos métodos. Al examinar las disciplinas o artes que ha estudiado desde su juventud, destaca
la lógica, el análisis y el álgebra. Descartes había distinguido las ciencias demostrables con razones ciertas de las que
utilizan argumentos solo probables, como la filosofía. Esas ciencias son la lógica y las matemáticas (la geometría y el
álgebra), que si bien son útiles, también están llenas de errores y de principios superfluos, además de ser
excesivamente abstractas. Por tanto, sus métodos no son válidos y es preciso buscar otro que se reduzca a una pocas
(cuatro) reglas sencillas, para evitar confusiones.
En cuanto a la lógica, no cree que pueda servir para aumentar el conocimiento, porque no supondría ninguna
ventaja para convertir en el modelo que está buscando porque está constituido de forma casi exclusiva por
operaciones a base de figuras. Y el álgebra se centra sólo en el uso de reglas y cifras. Por lo tanto, ninguno de los
métodos usados en estas tres disciplinas logra convencerlo. Su intención es clara: evitar los inconvenientes de cada
una de ellas, pero asumir sus ventajas. El racionalismo consiste en la confianza absoluta en la razón humana. El
camino emprendido por Descartes consiste en asumir la autoridad de la razón y obtener un método que le sirva
tanto para distinguir lo verdadero de lo falso como para dirigir su vida.
En resumen, Descartes en este texto expone algunos de los motivos que darán pie a la búsqueda del método.
Concluyendo, Descartes afirma que la lógica solo habla de cosas ya sabidas, que la geometría cansa la mente con
tantos esquemas y demostraciones gráficas y que el álgebra es demasiado compleja.
En este fragmento Descartes, una vez que ha analizado los motivos que hacen necesaria la búsqueda de un método,
decide establecerlo a partir de cuatro reglas. Según el autor, si la filosofía, a diferencia de las matemáticas, no había
alcanzado un conocimiento seguro, era porque había utilizado un método incorrecto.
Previamente, Descartes había dicho que la lógica solo habla de cosas ya sabidas, que la geometría cansa la mente
con tantos esquemas y demostraciones gráficas y que el álgebra es demasiado compleja. Por eso la idea central de
este texto es la de querer indagar un método que estuviera exento de estos defectos. Además nos dice que ese
método ha de basarse solo en cuatro reglas y lo explica comparando con un Estado y afirmando que este estará
mucho mejor organizado cuando no se rija por demasiadas leyes y preceptos, sino por pocas pero firmes y de
obligado cumplimiento.
1.-La evidencia, como punto de partida. Y dirá que solo es evidente aquello que se conoce con absoluta claridad y
distinción; es decir, aquello que no ofrezca la menor duda y que sea imposible de confundir con otra cosa. La
evidencia, lo claro y distinto, se convertirá para Descartes en el criterio de verdad.
2.-El análisis, que consiste en descomponer un razonamiento en sus elementos más simples; es decir, en aquellas
ideas que, por evidentes, sean objeto de la intuición o aprehensión inmediata mediante la razón.
3.-Síntesis, que consiste en recomponer lo simple en lo complejo; es decir, iniciar un proceso deductivo que consiste
en encadenar intuiciones.
COMENTARIO TEXTO 4 – PARTE I (Desde el principio hasta “con falsas razones”) [Añadir la introducción]
En este fragmento, Descartes, después de haber formulado su método, decide aplicarlo utilizando como modelo las
matemáticas, y más en concreto la geometría.
En primer lugar, comienza indicando la razón por la cual se decanta por la geometría como modelo de actuación: en
esta ciencia, se han alcanzado las demostraciones mas difíciles y complicadas partiendo de ideas simples y fáciles.
Esta forma de proceder, como continúa explicando Descartes, le hace pensar en lo siguiente: no hay nada tan oculto
dentro de lo cognoscible, como para que el ser humano no sea capaz de conocerlo. Eso sí, siempre y cuando se siga
de forma adecuada el orden deductivo establecido por el método, yendo de lo más simple a lo más complejo.
A continuación, Descartes afirma que decide comenzar a aplicar su método en la geometría puesto que es la única
ciencia que ha llegado a establecer demostraciones universales y verdaderas. El filósofo no decide alcanzar todo el
conocimiento posible, sino simplemente habituar su ingenio y su mente a la forma de proceder del método; es decir,
acostumbrar la razón al nuevo método creado por él (“habitarían mi ingenio a considerar atentamente la verdad”),
de tal forma que su razón sólo se conformara con ideas verdaderas, y no falsas, como tantas ideas confusas que
había recibido en su etapa de formación (la escolástica).
En definitiva, se trata, de matematizar la filosofía, aplicándole el modelo de proceder de ciencias como la geometría,
que el filósofo francés conocía bien (es el creador de la geometría analítica).
COMENTARIO TEXTO 4 – PARTE II (Desde “Pero, por ello, no llegé..” hasta el final) [Añadir la introducción]
En este fragmento, Descartes, después de haber formulado su método, decide aplicarlo utilizando como modelo las
matemáticas, y más en concreto la geometría, la única rama que para él ha alcanzado demostraciones definitivas.
En primer lugar, Decartes indica que decide optar por no conocer todas las ramas de las matemáticas en su conjunto,
puesto que todas, en definitiva, tienen algo en común, que es lo que Descartes considera más fiable para ejecutar su
método: considerar las relaciones entre ideas. Es decir, Descartes decide aplicar su método utilizando el modelo de
funcionamiento de las matemáticas, un modelo deductivo que parte de ideas sencillas para alcanzar ideas más
complejas. De este modo, las largas cadenas de razonamiento que empleaba la geometría le sirvieron de modelo.
Aplicando una visión matematizada a la filosofía, es decir, pensando que todo se entrelaza de igual forma que en un
razonamiento matemático, podremos descubrir verdades complejas y absolutas. La aplicación del método será
fructífera siempre y cuando se sigan las reglas ya establecidas, es decir, partir de lo sencillo, de lo evidente, para
luego descomponerlo, analizarlo y volver a hacer una síntesis de todas sus partes.
Finalmente, Descartes concluye que, al aplicar el método a las matemáticas, lo que ha pretendido ha sido solucionar
los defectos de la geometría y el álgebra, unos defectos que ya había comentado previamente, como es la confusión
debido al excesivo número de reglas, o la necesidad de utilizar demasiado la imaginación. Descartes, en su aplicación
del método en las matemáticas combinando geometría y álgebra, está asentando las bases de lo que será la
geometría analítica, de la que Descartes es considerado el padre.
En este fragmento, Descartes afirma la gran utilidad y eficacia del método, después de haberlo probado en dos
ramas de las matemáticas (geometría y álgebra), ciencia por la que opta dado que, según él, es la única que ha
alcanzado verdades definitivas gracias a las largas cadenas de razonamientos. Recordemos, en este sentido, que el
principal objetivo de Descartes fue el de matematizar la filosofía.
En primer lugar, Descartes afirma que la facilidad para resolver cuestiones complejas y alcanzar ideas que antes le
parecían incognoscibles, se da gracias al estricto cumplimiento de las cuatro reglas establecidas: evidencia, análisis,
síntesis y enumeración. Hace hincapié en la idea de “escasos preceptos”, dado que desde que empieza a elaborar el
método considera que algo es más práctico cuanto tiene menos reglas pero éstas se cumplen de forma rigurosa,
haciendo así una crítica a ramas como la lógica, una ciencia confusa dada su gran cantidad de normas y preceptos.
Asimismo, afirma que el modelo de proceder correctamente para alcanzar cuestiones complicadas debe ser el
deductivo (“comenzando por las más simples y más generales”), algo que toma también de las matemáticas.
Finalmente, en la segunda parte del texto (desde “En lo cual no pareceré excesivamente vanidoso...”), Descartes,
como racionalista que es, expresa su máxima confianza en la razón, pues considera que conociendo las ideas
verdaderas de cada rama o ciencia ya podemos ser capaces de conocer todo lo demás. Demuestra, así, que su
método nos asegura el correcto funcionamiento del proceso de conocimiento, y por tanto guía de forma correcta
nuestra Razón.
COMENTARIO TEXTO 6 – PARTE I (Desde el principio hasta “orden que el método prescribe”) [Añadir la introducción]
En este texto, Descartes admite que la aplicación del método en las matemáticas le permitió perfeccionar su manejo
y habitarse así a usar la razón rigurosamente.
En primer lugar, cuando afirma estar “segur de utilizar en todo mi razón”, vemos una de las características más
fundamentales de la filosofía cartesiana: la identificación del método con la razón. De este modo, solo con seguir sus
reglas (evidencia, análisis, síntesis y enumeración) y ase puede alcanzar la seguridad del conocimiento racional.
Asimismo, continúa afirmando que gracias a la puesta en práctica del método consigue habituar su mente a concebir
cada vez más fácilmente aquellas cosas evidentes (“claras y distintas”), el pilar fundamental para iniciar nuestro
camino hacia el conocimiento.
Por ultimo, Descartes afirma la universalidad del método, dado que éste no ha sido solo creado para ser aplicado a
las ramas de las matemáticas (geometría, álgebra), sino que puede ser utilizado para guiar cualquier tipo de
conocimiento, así como para guiar la vida. De este modo, decide comenzar a aplicar el método a la filosofía, pero sin
querer conocer todas las cuestiones desde el primer momento, pues eso sería contrario al modelo deductivo seguido
por él.
COMENTARIO TEXTO 6 – PARTE II (Desde “Pero habiéndome prevenido..” hasta el final)[Añadir la introducción]
Descartes, tras haber aplicado el método en las matemáticas (Geometría y álgebra), ciencias que según él habían
alcanzado verdades definitiva, decide ampliar su aplicación y ponerlo en práctica con la filosofía, la verdadera rama
para la cual se había propuesto crear un método.
Descartes se muestra precavido, y considera que, antes de comenzar a aplicar el método en la Filosofía, es necesario
establecer sus principios básicos y elementales, que el considera erróneos. Recordemos que ya al principio de la
Segunda Parte del Discurso del Método Descartes hace una profunda crítica a ramas de la filosofía como la lógica,
llena de preceptos confusos. Descartes se propone, pues, comenzar estableciendo esos primeros principios antes de
aplicar el método al saber filosófico, una tarea que ya la veremos en la Cuarta Parte del método.
Finalmente, Descartes admite no sentirse lo suficientemente maduro, tanto por la edad como la inexperiencia, para
aplicar el método a la filosofía. De este modo, decide continuar experimentando hasta habituar su ingenio. Se trata
del primer paso para el gran objetivo que se había propuesto Descartes: la reforma de la filosofía con la creación de
un método basado en las matemáticas, todo siempre desde el racionalismo en el que se encuentra Descartes.
[ INTRODUCCIÓN]
En este fragmento, Descartes desarrolla los tres niveles de su duda metódica, que previamente ha descrito como
aquella herramienta necesaria para alcanzar una última verdad indubitable, por lo que su duda, que es metódica, es
decir, es un instrumento, se aleja de la concepción de duda de los escépticos.
En el texto, Descartes irá desarrollando las diferentes formas en las que se debe aplicar esa duda. En primer lugar,
afirma que debemos dudar de todos aquellos conocimientos provenientes de los sentidos, de lo sensible, puesto que
a veces nos engañan (un espejismo, por ejemplo). Es por esto por lo que no nos podemos fiar de ellos.
En segundo lugar, debemos dudar también de los propios conocimientos de la razón, puesto que a veces, como en el
caso de las matemáticas, han proporcionado razonamientos erróneos (paralogismos). Por esto, debemos rechazar
también todas aquellas demostraciones a las que hemos llegado por medio del uso de la razón. En este aspecto, hay
que mencionar la hipótesis formulada por Descartes de un “genio maligno” que pudiera engañarnos incluso en
cuestiones tan seguras como la geometría. No es Dios quien nos engaña, pues es perfecto, sino un mecanismo
propio de nuestra naturaleza, que hace que creamos estar en la verdad cuando realmente estamos en el error.
Finalmente, Descartes menciona la dificultad de distinguir entre la vigilia del sueño, ya que los mismos pensamientos
pueden asaltarnos estando dormidos y estando despiertos. Por esto, según continúa, debemos darle a todos los
conocimientos adquiridos por nuestra mente el mismo valor que las ilusiones de los sueños. De este modo,
Descartes se asegura de no confundir la realidad con el sueño.
En definitiva, Descares desarrolla en este texto la aplicación de la duda metódica que posteriormente le llevará a
afirmar el primer principio indubitable: pienso, luego existo (“cogito ergo sum”).
En este fragmento, Descartes desarrolla la explicación de su primera verdad: pienso, luego existo (cogito ergo sum).
El filósofo, en el fragmento anterior, explicaba los tres niveles de aplicación de la duda metódica, una herramienta
consistente en dudar de todos los conocimientos (los procedentes de los sentidos y de la propia razón) y cuyo
objetivo era hallar una primera verdad indubitable.
Descartes, en el texto, afirma cómo después de aplicar dicha duda, ha alcanzado un principio sobre el cual ya no
existe duda posible: mientras estoy dudando, soy consciente de que estoy pensando, y por tanto es real que estoy
existiendo como un ser que piensa (lo que posteriormente llamará sustancia pensante o Res cogitans).
Se trata, como indica Descartes a continuación, de una verdad tan firme que ni siquiera los escépticos pueden
ponerla en duda. Descartes menciona aquí a los escépticos en un intento por diferenciarse de ellos, pues, como ya
había explicado anteriormente, el fin de su duda no era dudar de todo por dudar, como hacían los escépticos, sino
que su duda era una herramienta con un fin muy claro.
Finalmente, Descartes afirma que “Pienso, luego soy” es la primera verdad indubitable que había estado tanto
tiempo buscando. Se trata de el primer principio sobre el cual poder construir la base de nuestros conocimientos;
aquel principio que ya, desde su formulación del método, quería hallar.
En definitiva, Descartes establece aquí el principio sobre el cual va a desarrollar posteriormente su teoría metafísica,
basada en las tres sustancias (pensante, infinita y extensa).
COMENTARIO TEXTO 9 (FALTA INTRODUCCIÓN)
En este fragmento, Descartes, después de afirmar su primer principio indudable (“Pienso, luego existo”), desarrolla
la primera de las sustancias de su metafísica: la sustancia pensante (res cogitans).
En primer lugar, Descartes comienza definiendo el yo pensante como algo que funciona de forma independiente del
cuerpo: se reconoce, pues, como un sujeto racional que piensa, no como un cuerpo. Por el hecho de dudar, como
continúa, Descartes es consciente de que existe. La primera verdad que él indagaba a través de la duda metódica,
por tanto, le sirve como base para construir a partir de ella toda su teoría metafísica.
De este modo, se llega a la afirmación de que la esencia de esta sustancia “no reside sino en el pensar”, es decir, se
trata de una sustancia independiente y distinta de cualquier otra sustancia corporal o material. Si no fuera así, si
dependiese de algo material, no hubiera podido afirmar con cereza el Yo pensante después de haber negado la
existencia de lo sensible.
Finalmente, Descartes identifica la sustancia pensante con el alma, es decir, con aquello que le define (del mismo
modo que ya lo había afirmado Platón). A partir de aquí, Descartes atribuye en el texto dos cualidades al alma: En
primer lugar, está separada del cuerpo (dualismo antropológico); en segundo lugar, es inmortal. Al afirmar que
“aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que es”, Descartes establece un principio filosófico que viene
desde la antigua filosofía griega: la inmortalidad del alma.
En definitiva, Descartes afirma en este texto la existencia de la primera sustancia (Res cogitans), lo que le servirá
para afirmar posteriormente la otras dos sustancias de su metafísica: la sustancia infinita (Dios) y la sustancia
extensa (el mundo).
En este fragmento, Descartes, después de haber hallado su primer principio indudable (Cogito ergo sum) y de haber
afirmado la primera sustancia, establece la evidencia como criterio de verdad, es decir, como aquello por lo que nos
debemos guiar para conocer la verdad.
En primer lugar, Descartes comienza expresando su deseo de indagar acerca de aquello que se requiere para afirmar
que algo es verdadero. Puesto que, como él mismo indica, ya ha hallado una primera verdad indudable, es en ésta
donde debe buscar para indagar el criterio de verdad.
Analizando su primera verdad, “Pienso, luego soy”, Descartes se percata de que aquello que hace verdadera a tal
proposición es solamente su claridad y su distinción. Por esto mismo, decide afirmar la evidencia como criterio de
verdad. En este sentido, Descartes enlaza con un principio que ya había establecido en la parte segunda del libro: la
primera regla del método (Regla de la evidencia).
Finalmente, Descartes advierte de una dificultad a la hora de emplear su criterio de verdad: lo difícil de identificar de
forma correcta cuáles son aquellas cosas evidentes.
En definitiva, en este fragmento Descartes establece que los conocimientos sólo serán verdaderos cuando se
conciban de una forma clara y distinta, cuando sean evidentes por sí mismo. A partir de aquí, continuará
demostrando las otras dos sustancias de su metafísica: Dios y el Mundo.
COMENTARIO TEXTO 11 . PARTE 1 (HASTA “con una palabra que fuese Dios) [ falta introducción]
Una vez demostrada la existencia de una sustancia pensante o res cogitans, Descartes se decida en este texto a
demostrar la existencia de una sustancia infinita, que reconoce en Dios. En este fragmento, Descartes utiliza dos de
los tres argumentos con los que afirma la existencia de un ser superior: Dios como ser perfecto y Dios como ser
inifinito. Más adelante, utilizará también el argumento ontológico.
En primer lugar, siguiendo su razonamiento, Descartes indica que, al dudar, es consciente de que no es perfecto,
pues la perfección está en el conocimiento. Si nos reconocemos como imperfectos, entonces es porque ya tenemos
asimilado el concepto de lo perfecto. De este modo, decide averiguar de dónde procede la idea de perfección que
tiene en su pensamiento.
Comienza descartando la idea de que lo perfecto proceda de los seres exteriores a mi (el cielo, la luz, la tierra), de los
cuales aún no se ha demostrado su existencia, y por tanto no son perfectos. Asimismo, es imposible que lo más
perfecto provenga de la nada.
A continuación, Descartes desarrolla la idea siguiente: es imposible (“repugnante” para la mente) pensar que lo más
perfecto pueda proceder de lo imperfecto, es decir, de nosotros. De este modo, lo más perfecto debe
inevitablemente de haber sido puesto en nosotros por una entidad superior y que sí sea realmente perfecta. Ese ser,
donde Descartes reconoce todas las perfecciones que él no tiene, debe ser Dios.
Cabe decir que Descarte, a la hora de demostrar la existencia de Dios, sigue el camino inverso de Santo Tomás.
Mientras en la escolástica se partía de los datos de los sentidos, el racionalismo de Descartes parte de la idea de Dios
para a partir de ahí demostrar su existencia.
A partir del argumento del ser perfecto (así como más tarde del argumento ontológico), quedaba demostrada por
tanto la existencia de la segunda sustancia, la infinita (Dios), de lo cual se puede concluir que, al ser la sustancia de la
cual emanan las otras dos, es la única realmente que existe por sí misma y con independencia de ninguna otra.
COMENTARIO TEXTO 11 PARTE 2 (DESDE “A ESTO AÑADÍA QUE” HASTA “PERO SÍ TODAS LAS OTRAS). [Falta la
introducción]
Una vez demostrada la existencia de una sustancia pensante o res cogitans, Descartes se decida en este texto a
demostrar la existencia de una sustancia infinita, que reconoce en Dios. En este fragmento, Descartes utiliza dos de
los tres argumentos con los que afirma la existencia de un ser superior: Dios como ser perfecto y Dios como ser
inifinito. Más adelante, utilizará también el argumento ontológico.
En primer lugar, Descartes afirma que, al reconocerse como ser imperfecto (puesto que la perfección implica
conocimiento, y no duda), es necesario que exista un ser perfecto con el cual podamos compararnos para conocer
nuestro grado de imperfección. De este modo, Descartes entiende que como ser imperfecto, depende de otro que
sea perfecto y del cual haya adquirido todas sus cualidades. Aquí Descartes está afirmando, en realidad, la
dependencia de la sustancia pensante con respecto a la sustancia infinita.
Descartes continúa reflexionando lo siguiente: si fuera perfecto, entonces hubiera adquirido por mí mismo todas las
cualidades que le atribuyo a la perfección (ser infinito, omnipotente, eterno). Puesto que no lo soy, es preciso que
otro ser lo sea, que otra sustancia posea todo aquello que le reconozco a la perfección. Dicha sustancia es la que
reconocemos como Dios.
Cabe decir que Descarte, a la hora de demostrar la existencia de Dios, sigue el camino inverso de Santo Tomás.
Mientras en la escolástica se partía de los datos de los sentidos, el racionalismo de Descartes parte de la idea de Dios
para a partir de ahí demostrar su existencia.
En definitiva, Descartes en este texto afirma la idea de Dios a través de dos de sus características principales: la
perfección y la infinitud. Más adelante, utilizará el argumento ontológico de San Anselmo.
COMENTARIO TEXTO 11 PARTE 3 (DESDE “De este modo me percataba..” hasta el final). [Falta la introducción]
Una vez demostrada la existencia de una sustancia pensante o res cogitans, Descartes se decida en este texto a
demostrar la existencia de una sustancia infinita, que reconoce en Dios. En este fragmento, Descartes utiliza dos de
los tres argumentos con los que afirma la existencia de un ser superior: Dios como ser perfecto y Dios como ser
inifinito. Más adelante, utilizará también el argumento ontológico.
En primer lugar, Descartes comienza afirmando que, de ser él un ser perfecto, entonces se hubiese librado de
algunas imperfecciones tales como la tristeza o la duda. Son imperfecciones que, por tanto, no pueden estar en Dios,
dado que es perfecto.
A continuación, Descartes afirma que Dios no puede ser de naturaleza corporal, puesto que ésta no constituye una
perfección, sino lo contrario, y la dualidad de naturaleza pensante y corporal (alma-cuerpo) es un defecto. Asimismo,
si yo hubiera existido con independencia de cualquier otro ser superior a mí, entonces tendría todas las perfecciones
que se le atribuyen a Dios, y por consiguiente, ser infinito. Puesto que no lo soy, el ser que me ha creado y del que
dependo es Dios.
Cabe decir que Descarte, a la hora de demostrar la existencia de Dios, sigue el camino inverso de Santo Tomás.
Mientras en la escolástica se partía de los datos de los sentidos, el racionalismo de Descartes parte de la idea de Dios
para a partir de ahí demostrar su existencia.
En definitiva, en este texto Descartes demuestra la existencia de Dios y la justifica a través de algunas de sus
características más esenciales: perfección, infinitud y ausencia de naturaleza corporal.
En este fragmento, Descartes continúa con la demostración de la existencia de Dios. Así, después de haber
justificado la existencia de la sustancia infinita por dos argumentos causales (ser perfecto y ser infinito), Descartes
utiliza aquí el argumento ontológico utilizado ya antes por San Anselmo de Canterbury.
En primer lugar, Descartes comienza indicando que, en esta argumentación, su deseo es seguir el modelo de los
geómetras, pues ellos han tratado cuestiones verdaderamente certeras y a las cuales se las concibe como evidentes
(Recordemos que para Descartes la evidencia se convierte en el criterio de verdad; y que la geometría, pese a sus
fallos, es para él una ciencia que nos ha dejado verdades certeras, de ahí que la utilizara para elaborar su método).
De este modo, Descartes utiliza el ejemplo del triángulo: de la idea misma de triángulo, depende la idea de que sus
tres ángulos son iguales a dos rectos. Sin embargo, esto no implica que dicho triángulo exista. Del mismo modo que
del triángulo depende dicha idea, o de la esfera la idea de un único centro, de la idea de Dios depende su propia
existencia. En esto consiste el argumento ontológico: la existencia de Dios está incluida dentro de la propia idea de
Dios como ser perfecto.
Finalmente, concluye Descartes afirmando que Dios existe en tanto que existe su idea, siendo pues su
argumentación tan válida como la de todas las afirmaciones que utiliza la geometría. La res infinita, por tanto, queda
así demostrada; tan sólo quedará por demostrar la res extensa (el mundo), que lo hará en los textos siguientes.
En este fragmento, Descartes hace una crítica a cómo la Escolástica había pretendido demostrar la existencia de
Dios; es, en definitiva, una crítica al pensamiento aristotélico-tomista. Cabe recordar, en este sentido, que tras la
recuperación de Aristóteles por Averroes, los escolásticos intentaron demostrar a Dios partiendo de los sentidos,
como por ejemplo vemos en las cinco vías de Santo Tomás, algo que Descartes ve como erróneo.
Descartes comienza el texto afirmando que, si existen personas con dificultades para conocer a Dios, es debido a que
su pensamiento está demasiado anclado en lo sensible, y se basan en la imaginación para comprender las ideas. Por
ello, como afirma Descartes, ven como inaccesible (“ininteligible”) a todo aquello que no sean capaces de imaginar.
Según continúa Descartes, el error de escuelas filosóficas como la Escolástica reside en el hecho de intentar
demostrar la existencia de Dios y el Alma a través de lo sensible, pese a que ni Dios ni el Alma pertenecen a lo
sensible ni a lo material (como ya justificó Descartes al demostrar la res infinita). De este modo, igual que no
podemos escuchar por los ojos, tampoco podemos conocer a Dios por lo sensible, puesto que pertenecen a ámbitos
diferentes.
Descartes termina concluyendo que sólo a través del entendimiento podremos conocer a Dios y demostrar su
existencia. Es decir, sólo desde la razón, que incluso interviene para que podamos procesar los datos de lo sensible,
podremos alcanzar la idea de perfección e infinitud que supone Dios.
COMENTARIO TEXTO 14 – PARTE 1 (Desde el principio hasta “si no se presupone la existencia de Dios”. [Falta la
introducción]
En este texto Descartes, tras haber demostrado la existencia de la res cogitans (sustancia pensante) y de Dios
(sustancia infinita), pretende demostrar la existencia de la tercera sustancia (res extensa), es decir, el mundo.
En primer lugar, Descartes define esta sustancia como aquella dotada de materia, pues la ejemplifica a través de
elementos como el cuerpo, los astros y la tierra. Se trata, pues, de la única de las tres sustancias de la metafísica de
Descartes que posee extensión, es decir, que depende de un cuerpo material.
Posteriormente, Descartes afirma la dificultad para averiguar y demostrar la veracidad y la existencia de tales cosas
materiales, pues aunque parezcan evidentes, siempre existe la posibilidad de la confusión a través del sueño y la
vigilia, dado que a veces soñamos estando despiertos (nos remite a uno de los niveles de su duda metódica).
Descartes termina afirmando lo siguiente: “no creo puedan dar razón alguna que sea suficiente para disipar esta
duda, si no se presuponen la existencia de Dios”. Con esto, Descartes pretende justificar la existencia del Mundo a
través de la existencia de Dios. De este modo, sólo afirmando la perfección de Dios, de quien parte todo lo evidente,
podremos afirmar la existencia del mundo, dado que este se nos presenta de forma evidente ante nuestros ojos. Se
trata, en definitiva, de afirmar a Dios como garantía de todos nuestros conocimientos.
COMENTARIO TEXTO 14 – PARTE 2 (Desde “Pues, en primer lugar” hasta el final) [Falta la introducción]
En este texto Descartes, tras haber demostrado la existencia de la res cogitans (sustancia pensante) y de Dios
(sustancia infinita), pretende demostrar la existencia de la tercera sustancia (res extensa), es decir, el mundo.
En primer lugar, Descarte nos remite a la primera regla del método, es decir, la de la evidencia. Según ésta, todo lo
concebido de forma clara y distinta, es decir, todo aquello evidente, es verdadero. No obstante, si no reconocemos
antes la existencia de Dios, y que de su perfección emana todo lo evidente, entonces no podremos utilizar el
argumento de la evidencia para justificar la existencia del mundo. Se trata, en resumen, de justificar la existencia del
Mundo a partir de la existencia de Dios.
Posteriormente, Descartes aplica el mismo argumento que ya utilizó para justificar la existencia de Dios: lo perfecto
no puede venir de lo imperfecto (sería “repugnante” para la razón). De este modo, lo falso o no verdadero proceden
de la nada, pero nunca de Dios, pues de el emana sólo aquello que es real y existe como tal, pues como ser perfecto
no permitiría que nos engañásemos.
En resumen, según afirma Descartes en este texto, conocer la perfección de Dios es el requisito indispensable para
asegurarnos de que todo cuanto nos parece evidente existe como tal, y ni siquiera los sueños son ya un
impedimento.
COMENTARIO TEXTO 15 – PARTE 1 (Desde el principio hasta “evidencia de nuestra razón”) [Falta la introducción]
En este texto, Descartes afirma a Dios como garantía de todos nuestros conocimientos, pues de él, como ser
perfecto, sólo pueden emanar conocimientos certeros y verdaderos.
En primer lugar, Descartes se refiere a la confusión que pueden plantear los sueños que tenemos cuando dormimos,
algo que remite a uno de los niveles de su duda metódica: dudar de todo pues a veces no podemos distinguir la
vigilia del sueño. En este sentido, comienza afirmando que el teorema que un geómetra hubiera demostrado en
sueños mientras dormía, es tan cierto como si lo hubiera demostrado estando despierto.
Descartes, por tanto, extrae como conclusión de dicho ejemplo que los sueños que tenemos cuando dormimos no
pueden ser un impedimento para conocer la verdad, pues debemos guiarnos por la razón, y éste nos dice que Dios,
un ser sumamente perfecto, no va a permitir que nos confundamos, dado que de lo perfecto no puede provenir lo
imperfecto.
Descartes, en definitiva, utiliza el argumento de la existencia de Dios para justificar la certeza de todos los
conocimientos que nos parecen evidentes. Sin embargo, no basta con la evidencia para que algo sea verdadero, si
antes no se ha conocido que todo ello proviene de Dios.
En este texto, Descartes, una vez justificada la existencia de las tres sustancias, afirma a Dios como garantía de todos
nuestros conocimientos, pues de él, como ser perfecto, sólo pueden emanar conocimientos certeros y verdaderos.
En primer lugar, Decartes, como principal representante del racionalismo, afirma que la Razón es la principal
herramienta para alcanzar el conocimiento, y no la imaginación ni los sentidos, alejándose así de la postura del
empirismo. De este modo, el hecho de poder imaginar una quimera, no indica que tal quimera exista.
No obstante, como continúa el autor, todas aquellas ideas que ya conocemos tienen algo de verdad, puesto que
Dios, como ser perfecto, no va a permitir que pensemos que algo es verdadero cuando no lo es. Pensar que lo
imperfecto procede de lo perfecto es, como dice Descartes en otra ocasión, “repugnante” para nuestra razón. De
este modo, se afirma a Dios como garantía de la veracidad de todos nuestros conocimientos.
Finalmente, Descartes vuelve a la idea de la confusión entre el sueño y la vigilia, algo ya muy presente en sus niveles
de la duda metódica. En este sentido, afirma que, si debemos fiarnos de algún conocimiento, debe ser del que
podamos encontrar en la vigilia, no así en el sueño.