Sesión 18

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SESIÓN 18 (Semana 10)

Jueves 13 de agosto

La atmósfera.-
Es el medio donde se despliegan las manifestaciones del tiempo y del clima,
siendo por ello el componente central del sistema, además de ser el más
inestable debido a su baja densidad y fácil movilidad. Juega un papel esencial en
el equilibrio energético de la Tierra porque controla la cantidad de radiación que
llega al suelo y la radiación terrestre liberada al espacio; a la vez, es el principal
medio de transferencia de calor en el planeta, por esta razón se le ha comparado
muchas veces con una gigantesca máquina térmica, impulsada por el permanente
desequilibrio de temperatura entre el Ecuador y los Polos, que recibe energía en
forma de calor, transforma parte de ella en energía cinética y realiza su trabajo.

La forman una mezcla de gases y partículas sólidas y líquidas en suspensión, que


permanecen sujetas a la superficie terrestre por la fuerza de la gravedad. En
virtud de su compresión, casi toda ella se encuentra en los primeros kilómetros de
la superficie, aunque puede estimarse su presencia hasta aproximadamente los
10,000 Km de altitud, donde se hace indiscernible del medio interplanetario; las
estimaciones realizadas indican que los 5 primeros Km contienen la mitad de la
masa atmosférica total, debajo de los 10 Km se localiza las dos terceras partes de
la misma y por encima de los 60 Km no queda más que una milésima parte. Tiene
una composición bastante uniforme en los primeros niveles y muestra una
estructura en capas de características bien definidas, que a continuación
detallamos.

Composición de la atmósfera.-
La composición de la atmósfera ha ido cambiando gradualmente a lo largo de
millones de años en la misma medida que ha evolucionado la geografía terrestre.
En la actualidad, tres gases, el nitrógeno, el oxígeno y el argón, constituyen el
99,95% del volumen atmosférico; de ellos, el nitrógeno y el argón son
geoquímicamente inertes y una vez desprendidos a la atmósfera allí permanecen;
el oxígeno, por el contrario, es muy activo y su cantidad viene determinada por la
velocidad de las reacciones que ligan el depósito atmosférico de oxígeno libre con
el depósito reductor que existe en las rocas sedimentarias. Los restantes
componentes del aire están presentes en cantidades tan pequeñas que sus
concentraciones se expresan, por lo general, en partes por millones de
volúmenes. Todos ellos se recogen en el cuadro siguiente, con indicación de su
participación porcentual respecto al llamado aire puro y seco, entendiendo por
puro el aire que no contiene partículas sólidas ni líquidas (aunque forman parte de
la atmósfera de modo natural), y seco el que excluye el vapor de agua.
Composición media de la atmósfera seca por debajo de los 80 km
Componentes fórmula Volumen %
Química (aire seco)
Nitrógeno N2 78,08
Oxígeno O2 20,95
Argón Ar 0,93
Dióxido de carbono CO2 350 ppmv
Neón Ne 18,2 ppmv
Helio He 5,24ppmv
Metano CH4 2 ppmv
Criptón Kr 1,1 ppmv
Hidrógeno H2 0,5 ppmv
Óxido nitroso N2O 0,3ppmv
Xenón Xe 0,08ppmv
Monóxido de carbono CO 0,05-0,2ppmv
Ozono O3 0,02-0,03ppmv
(ppmv = partes por millón en volumen)

Estos gases aparecen en proporciones sensiblemente constantes hasta altitudes


cercanas a los 80 Km, razón por la cual se les denomina permanentes. Sin
embargo, el papel esencial en los fenómenos del tiempo recae en los gases
variables, en particular los siguientes:

Vapor de agua.- Es el elemento primordial de la mayor parte de los procesos


meteorológicos, además de agente eficaz en el transporte de calor y como
regulador térmico. Procede de la evaporación de las aguas superficiales y de la
transpiración de las plantas, y por turbulencia se difunde a la atmósfera donde su
concentración varía desde un 5% en volumen de aire cerca del suelo en las
regiones ecuatoriales, hasta casi desaparecer por encima de los 10 ó 12
kilómetros.

Dióxido de carbono.- Llega a la atmósfera por la acción de los organismos vivos


de la tierra y el océano, y en menor medida por la descomposición de elementos
orgánicos y la quema de combustibles fósiles. Se compensa por la fotosíntesis y
por la absorción de la biosfera y los océanos; por esta razón el dióxido de carbono
se ha mantenido en equilibrio y en cantidades reducidas, pero observaciones
recientes demuestran que su concentración aumenta cada año por razones
antrópicas, lo que puede conducir, por ser un gas invernadero, a la modificación
del balance de radiación terrestre y a un cambio global del clima.

Ozono.- Su presencia es relativamente pequeña y está determinada por el


balance entre las reacciones que lo producen y las que lo destruyen. Se origina
en la atmósfera superior por la disociación de las moléculas de oxígeno por la
radiación ultravioleta y su recombinación en ozono, y se localiza principalmente
entre los 15 y 35 kilómetros, con una franja de máxima densidad entre los 20 y 25
kilómetros de altura. Su importancia radica en ser el único gas atmosférico que
absorbe casi todas las radiaciones ultravioletas solares y constituye por tanto una
envoltura protectora sin la cual la vida en el planeta sería destruida. El contenido
de ozono varía en forma considerable con la latitud, siendo bajo en el ecuador y
alto por encima de los 50° de latitud; y experimenta también importantes cambios
estacionales, con un máximo en primavera y un mínimo en otoño.

Aerosoles.- La atmósfera encierra igualmente cantidades apreciables de


aerosoles, que son partículas suspendidas de polvo, humo, sales y materia
orgánica procedentes tanto de la actividad humana como de fuentes naturales.
Influyen de modo notable en la transparencia del aire y desempeñan funciones
que son decisivas para el clima, básicamente al actuar como núcleos de
condensación a partir de los cuales se forman las nubes y las nieblas, aunque en
ocasiones son los causantes de graves niveles de contaminación del aire cuando
su concentración es elevada.

Estructura de la atmósfera.-

La atmósfera puede dividirse en cierto número de capas horizontales con el apoyo


de diferentes variables, tales como presión, temperatura, densidad, composición
química, estado molecular eléctrico y magnético. Con cada una de ellas es
posible intentar hacer corresponder una sección en altitud y, en los casos más
favorables, un modelo de estructura. Sin embargo, dado que existen todavía
regiones de la atmósfera que están siendo investigadas y que los estudios de las
capas superiores son bastante recientes, no hay definiciones universalmente
aceptadas para los distintos niveles.

Una visión sintética del conjunto permite hacer estas diferenciaciones, yendo del
suelo hacia el exterior:

Homosfera.-

Hasta una altitud que convencionalmente se hace llegar a los 80 Km se encuentra


esta primera capa donde la composición química es uniforme, se cumplen en ella
las leves de los gases perfectos y en su estructura física es básico el reparto
altitudinal de las densidades, las presiones y las temperaturas.
Heterosfera.-
En contraposición a la zona anterior, las regiones situadas por encima pierden la
uniformidad en su composición química, las leyes generales de la hidrostática ya
no se cumplen y la disposición en capas se identifica por su composición mejor
que por sus características físicas; así, se habla de la capa de nitrógeno
molecular (hasta los 200 Km de altitud), de oxígeno atómico (localizada entre 200
y 1,000 Km), de helio (entre 1,000 y 3,500 Km), etc. Al mismo tiempo, por
ausencia de mezcla turbulenta de la masa gaseosa, se produce la separación por
difusión y los gases más pesados se acumulan hacia abajo, mientras los más
livianos tienden a concentrarse en niveles superiores donde pueden llegar a
escapar del campo gravitatorio terrestre.

La atmósfera también puede ser dividida en varias capas horizontales atendiendo


a la temperatura y sus variaciones con la altitud. Desde el punto de vista del
tiempo meteorológico y sus cambios, la estratificación térmica vertical que
hallamos en la homosfera es la más importante. Es consecuencia del efecto
combinado de los distintos focos de calor directo en la atmósfera y permite
diferenciar estos niveles.

 Troposfera.- Es la capa atmosférica más baja y la de mayor importancia


para el hombre y el medio ambiente, porque en su interior tienen lugar
prácticamente todas las manifestaciones del tiempo. Encierra el 75% de la
masa molecular y la mayor parte del vapor de agua, dióxido de carbono y
aerosoles; por ello es el dominio de las nubes, las precipitaciones y otros
fenómenos meteorológicos, originados por los torbellinos ciclónicos y
anticiclónicos que aquí se forman.

Suele reconocerse en la troposfera un primer nivel, definido por la


influencia del substrato geográfico, al que se conoce como capa límite
planetaria. En ella predomina la mezcla turbulenta del aire, generada por el
roce permanente con la superficie rugosa del suelo y por la elevación
convectiva de burbujas de aire al calentarse. A esta capa se le asigna de
modo convencional una altura de 600 a 800 metros, pero puede oscilar
entre unas decenas de metros a uno o dos km, dependiendo de factores
tan variados como la topografía, rugosidad de la superficie, naturaleza de
la cubierta vegetal, intensidad del viento, grado de calentamiento o
enfriamiento del suelo, advección de calor y humedad, etc. Durante el día,
el aporte de calor y la consiguiente mezcla vertical del aire incrementa el
grosor de la capa límite, que alcanza su máxima altura a primeras horas de
la tarde; por el contrario, durante la noche el enfriamiento del suelo impide
la turbulencia y el espesor de aquella se reduce. En ocasiones, además, la
estructura vertical de la capa límite permite diferenciar varios niveles: 1°)
una capa laminar molecular, en contacto con el suelo, de apenas unos
milímetros de espesor, dominada por los efectos de la viscosidad
superficial; 2°) a continuación, una capa turbulenta de varias decenas de
metros de altura caracterizada por la intensa turbulencia del aire; y 3°) el
nivel superior, donde se manifiesta cada vez con mayor energía la fuerza
de Coriolis sobre el viento, llamada capa de Ekman.
Ya por encima se localiza la troposfera libre, con aire más limpio y menos
denso, donde la temperatura desciende a un ritmo promedio de 6,5°C/km.

El límite superior a partir del cual la temperatura deja de disminuir es la


Tropopausa; un estrato que actúa a modo de “tapadera” de los
movimientos convectivos, cuya altitud variable depende de la temperatura y
la presión a nivel del mar, por esta razón oscila aproximadamente entre los
8 km en los polos, y los 16 km en el ecuador, donde la turbulencia
convectiva y el calentamiento vertical son mayores. Tampoco forma una
capa continua; por el contrario presenta fracturas que facilitan importantes
intercambios entre la troposfera y las capas superiores y donde los vientos
se aceleran y crean las corrientes de chorro o jet stream. De modo
esquemático se diferencian tres secciones: 1°) la tropopausa polar, entre
los 8 y 9 km de altitud separada de la tropopausa media por la corriente de
chorro polar; 2°) la tropopausa media, entre los 9 y 13 km, lugar donde se
desarrollan los más importantes fenómenos de cambio de tiempo, como
son la formación y disposición de los anticiclones y borrascas; y 3°) la
tropopausa tropical, en altitudes hasta los 18 km, separada de la anterior
por la corriente en chorro subtropical.

 Estratosfera.- Se extiende desde la tropopausa hasta aproximadamente


50 km de altitud. Hasta los 30-35 km sus valores térmicos se mantienen
constantes o con moderado incremento; por encima, la absorción que hace
el ozono de la radiación solar ultravioleta y parte de la radiación visible e
infrarroja crea una verdadera capa caliente, con temperaturas de hasta 0° y
10°C, que culmina en la capa superior de la estratosfera conocida como
Estratopausa. Son frecuentes en esta región los vientos fuertes, con flujos
alternantes del este y del oeste, cuyos sistemas de circulación son aún mal
conocidas y objeto actual de estudio por el interés aplicado que tienen para
la aviación y para conocer las posibles interacciones meteorológicas entre
la estratosfera y la troposfera.

 Atmósfera superior.- Más allá de la estratosfera, en la región conocida


como Mesosfera, la temperatura media vuelve a descender rápidamente
hasta alcanzar mínimos de -80°C y -90°C, cerca de los 80km, donde se
localiza una nueva discontinuidad llamada Mesopausa. Por encima
empieza otra zona completamente diferente, la Termosfera, que también
se llama Ionosfera, por las diversas capas ionizadas que contiene
(recordemos que la terminología en la atmósfera superior no tiene todavía
reconocimiento universal); en ella predomina el oxígeno atómico que
absorbe las radiaciones ultravioletas y calienta la atmósfera hasta valores
de 200° y 300°C, aunque en este medio tan enrarecido de densidades y
presiones muy bajas la noción de temperatura pierde su sentido (a 96 km,
por ejemplo, la densidad es sólo de una millonésima parte de la existencia
a nivel del mar). Entre los 500 y 750 km se sitúa la base de la Exosfera,
término poco preciso que engloba parcialmente el significado de la capa
precedente y a menudo se emplea para designar las mismas zonas
espaciales. Y, finalmente, encontramos la Magnetosfera con su frontera
externa, la Magnetopausa. Está compuesta por electrones y protones
atrapados por el campo magnético terrestre, con presencia en su interior
de dos regiones de fuerte radiación y forma casi toroidal, a 3,000 y 15,000
km aproximadamente, conocidas como cinturones de Van Allen; constituye
una capa distorsionada del lado del día con respecto al lado de la noche
debido a la presión del viento solar, de modo tal que sus límites en la
dirección del Sol se encuentran a una distancia cercana a los 57,000 km,
mientras que en la dirección contraria se alarga como una cola de cometa
hasta una longitud incierta; aunque a tales alturas no se puede hablar de
atmósfera y cualquier definición es muy difícil de precisar.

Termosfera.-
Llamada también ionosfera, se encuentra entre la mesosfera y la exosfera.
Comienza su extensión entre 80 y 120 kilómetros de la Tierra, prolongándose
entre 500 y 1,000 kilómetros de la superficie terrestre.

Dentro de esta capa, la radiación ultravioleta, pero sobre todo los rayos gama y
rayos x provenientes del Sol, provocan la ionización de átomos de sodio. En dicho
proceso (ionización), los gases que componen elevan su temperatura varios
cientos de grados, de ahí su nombre de termosfera.

Algunas veces, las partículas de gas en esta capa se cargan de energía,


proveniente del Sol, cuando ocurre esto, se puede ver en el cielo nocturno las
llamadas auroras (boreales o australes).

Exosfera.-
Es la capa en la que los gases poco a poco se dispersan hasta que la
composición es similar a la del espacio exterior. Se dice que es la última de la
atmósfera, se localiza por encima de la Termosfera, aproximadamente a 580
kilómetros de altitud, en contacto con el espacio exterior, donde existe
prácticamente el vacío. Es la región atmosférica más distante de la superficie de
la Tierra.

La Exosfera está contenida en la magnetosfera entre 500 a 60,000 kilómetros que


representa el campo magnético de la Tierra. En esa región, hay un alto contenido
de polvo cósmico que cae sobre la Tierra y que hace aumentar su peso en unas
20,000 toneladas.

Es la zona de tránsito entre la atmosfera terrestre y el espacio interplanetario y en


ella se localizan los satélites artificiales.

En la Exosfera, el concepto de temperatura desaparece ya que la densidad del


aire es casi despreciable. Contiene un flujo o bien llamado plasma, que es el que
desde el exterior se le ve como los cinturones de Van Allen. En esta capa, la
fuerza de gravedad no es tan grande. En ella la ionización de las moléculas
determina que atracción del campo magnético terrestre sea mayor que la del
gravitatorio

La hidrósfera.-

La forma el conjunto de las partes líquidas de la Tierra, y por su significación


climática es sin duda el segundo subsistema en importancia, tras la atmósfera.
Incluye los océanos, mares interiores, lagos, ríos y aguas subterráneas del globo;
aunque sin duda el componente principal de la hidrósfera son los océanos, donde
se concentra el 97% del agua.

Gracias a su enorme volumen asegura abundante suministro de agua para llevar


a cabo las distintas fases del ciclo hidrológico; a través de la evaporación
transfiere a la atmósfera vapor y, a la vez, energía en forma de calor latente. Pero
además, fruto del predominio de las superficies oceánicas sobre los continentes
(los océanos cubren el 71% de la superficie terrestre), recibe una buena parte de
la energía solar que alcanza el suelo, la cual conserva en proporciones
importantes y transmite en profundidad, para posteriormente devolverla a la
atmósfera en forma de radiación, calor sensible y calor latente. La transmisión de
calor en el agua se realiza por difusión molecular y sobre todo por corrientes de
turbulencia que transporta agua verticalmente, mezclando así salinidad y
temperaturas. Sin embargo nos desplazamos hacia el fondo, el comportamiento
térmico no es uniforme sino que presenta un claro gradiente de disminución en
profundidad, que permite identificar cierta estructura en capas, cuyas
características podemos resumir como sigue:

Capa superior o epitalasa.- Es la capa menos densa y la más cálida de la masa


de agua, y la que acusa más directamente la temperatura ambiente, por esta
razón sus valores promedios anuales varían en sentido horizontal desde casi
30°C en el ecuador hasta -2°C en los polos. Es una capa muy activa, de unos 100
metros de grosor, donde la acción de las olas mezcla el agua caliente de la
superficie con el agua situada por debajo, motivo por el cual el descenso térmico
que se observa a través de ella es moderado.
Capa termoclina.- Es el nivel intermedio al anterior, en el que la temperatura
experimenta un rápido descenso. Suele empezar a profundidades algo más
someras en las latitudes ecuatoriales y llega, por lo general, hasta los 1,000
metros.

Agua profunda.- Por debajo de la termoclina la temperatura decrece con lentitud


hasta alcanzar valores de 1° a 3°C en las grandes profundidades, donde las
masas de agua son relativamente homotérmicas y presentan variaciones
mínimas. En los océanos Ártico y Antártico esta división en tres capas se rompe y
sólo existe un nivel de agua fría.

La hidrosfera ejerce también una clara influencia termorreguladora sobre el clima,


debido a que térmicamente las aguas son muy conservativas, como prueban las
reducidas amplitudes térmicas anuales y diarias que éstas poseen. Dos son las
causas principales que lo explican; en primer lugar, la energía que es
transportada hacia el fondo se reparte en un gran volumen de agua por mezcla
vertical y horizontal, de esta manera se consigue almacenar grandes cantidades
de calor, que el océano intercambia con la atmósfera mediante procesos de
acoplamiento que pueden durar meses o años, cuando se trata de aguas
superficiales, o incluso siglos, cuando son aguas profundas, razón por la cual las
aguas dotan de gran inercia a los cambios climáticos. En segundo lugar,
interviene la elevada capacidad calorífica del agua; esto significa que, en
comparación con otros materiales, como las rocas o el suelo, tanto su
calentamiento como su enfriamiento se hacen muy lentamente, porque necesita
mucha energía para incrementar su temperatura, y viceversa, debe perder una
gran cantidad para bajarla. Estas diferencias de comportamiento entre la tierra y
el mar dan origen al fenómeno conocido como continentalidad, y su antagónico
oceanidad, con los que se quiere expresar las distintas influencias de ambos
medios sobre las temperaturas del aire, que se manifiestan, por una parte, en los
mayores térmicos de las áreas continentales frente a las marinas y, por otra parte,
en el incremento de las diferencias estacionales cuanto más extensa sea la masa
de tierra y más alejado se esté del océano.

A estas funciones, que podemos denominar de “termostato de la Tierra” y de


reserva de energía calorífica, hay que sumar la de transporte de calor desde las
cálidas regiones ecuatoriales a las regiones polares más frías, por medio de las
corrientes marinas. Se estima que un tercio del intercambio meridiano de calor es
realizado por el océano, y aumenta hasta un 40% su participación si se considera
únicamente el hemisferio Norte, donde un buen ejemplo es sin duda la corriente
del Golfo, que añade calor adicional a las aguas a lo largo de la costa occidental
europea. El movimiento de la superficie del océano está dirigida en buena medida
por los vientos superficiales permanentes, que a su vez están ligados a la
distribución de los grandes centros de presión atmosférica; así, la circulación
oceánica se convierte en un mecanismo secundario de la circulación general,
cuya acción es decisiva en el mantenimiento del balance energético de la Tierra.

La criosfera.-

Las masas de hielo y depósitos de nieve del mundo que forman la criosfera
cubren casi el 6% de la superficie terrestre y engloban los extensos inlandsis de
Groenlandia y la Antártida, los glaciares y capas de hielo continental de
Norteamérica y Eurasia y los mares helados y permanentes de las altas latitudes.
El destacado papel que este subsistema tiene en el clima proviene de la
naturaleza y propiedades físicas del mismo, como son la baja conductividad
térmica y elevado albedo (es decir, la fracción de radiación solar incidente total
que es reflejada), y del acoplamiento de los otros componentes del sistema
climático.

En efecto, frente al albedo promedio de la Tierra del 30%, y valores muy bajos de
un buen número de superficies, como el 14% de las masas de agua en calma
(con ángulos de elevación solar superior a 40°), el del hielo en fusión es del 40%,
y más alto es aún el de la nieve fresca, 95%; esto supone que las superficies
luminosas y blancas de la nieve y del hielo actúan casi como espejo, que
devuelven buena parte de la radiación que incide sobre el mismo y reduce
drásticamente la energía calorífica entrante en el sistema. A la vez, y fruto de su
débil conductividad térmica, la criosfera es un excelente aislante de las tierras y
aguas subyacentes impidiendo las pérdidas de calor a la atmósfera. La suma de
estas características tiene, entre otros, dos efectos muy claros: por un lado,
mantiene muy bajas las temperaturas de las zonas afectadas; y por otro,
consecuencia del anterior, contribuye a estabilizar la atmósfera cerca del suelo
impidiendo los movimientos convectivos.

Otro hecho que cabe considerar de la criosfera, y que contribuye a darle más
complejidad al sistema climático, es el relacionado con sus variaciones
temporales. La extensión de las masas heladas experimenta importantes cambios
anuales, a través de los cuales influye en el clima e interviene significativamente
en el ciclo hidrológico. La cubierta de nieve es el componente que mayor
variabilidad presenta: la diferencia entre los valores máximos y mínimos del año
alcanza el 80%. En el extremo contrario se sitúan los casquetes de hielo de la
Antártida y Groenlandia, cuyas escalas temporales de variación son del orden de
miles de años.

La litosfera.-

La capa sólida de la Tierra, conocida como litosfera, interviene sobre el clima


suministrando buena parte de las partículas en suspensión que contiene el aire e
influyendo en el balance de calor y humedad con sus diferentes valores de
albedo. Mantiene, además, fuerte intercambio con la atmósfera, que se mantiene
en la transferencia de masa, momento cinético y calor sensible, así como a través
de la disipación de energía que tiene lugar en la capa límite planetaria. La
transmisión de masa se realiza principalmente en forma de vapor de agua, lluvia y
nieve, y en menor medida, de partículas sólidas; aunque, en ocasiones puntuales,
como las debidas a la actividad volcánica, la gran cantidad de materiales
arrojados a la atmósfera incrementan la turbiedad de ésta y modifica el balance
de radiación.

En comparación con otros subsistemas, y en particular con el océano, la


transmisión de energía hacia el interior del suelo es muy limitada, escasamente 2
metros, y también lo es su capacidad calorífica; razón por la cual almacena poco
calor y cambia muy de prisa la temperatura superficial del aire. Y una última
consideración sobre la litosfera e su heterogeneidad. Las variadas formas
topográficas, tipos de suelos, cubierta vegetal o ecosistemas, afectan
directamente el balance local de energía, evapotranspiración, reflectividad de la
superficie, conductividad térmica del suelo, etc., y por esta vía, el clima.

La biosfera.-

La consideración de las plantas y los animales, incluido el hombre, como partes


del sistema es muy reciente con el impacto de los mismos sobre el clima, pues
aunque las formas de reacción difieren ampliamente (los cambios naturales de las
plantas, por ejemplo, ocurren en periodos que van desde las estaciones a miles
de años), los elementos bióticos son sensibles al clima y a su vez pueden influir
en él. En efecto, la biomasa desempeña un papel fundamental en el balance del
dióxido de carbono, en la producción de aerosoles y en los balances químicos
con otros gases. También los animales interactúan con los elementos de la
superficie terrestre y sus cambios reflejan variaciones climáticas por medio de la
comida y el hábitat. Pero, sin duda, el principal centro de atención es el hombre y
su acción modificadora del medio a través de la agricultura, la ganadería, la
industria o las construcciones urbanas; sus consecuencias no se conocen
plenamente, pero su trascendencia se subraya al comprobar las progresivas
alteraciones de la superficie terrestre y en las acciones sobre la atmósfera.

OTROS ASPECTOS DEL CLIMA.-

La distinción entre tiempo y clima debe ser el primer paso a la hora de abordar
cuestiones climatológicas porque, aunque todos intuyamos alguna diferencia
entre ambos términos -nadie pregunta "¿qué clima hace hoy?", sino "¿qué tiempo
hace hoy?"-, las diferencias superan el simple hábito lingüístico y pueden
establecerse conceptual y científicamente. El tiempo es un estado atmosférico en
un momento concreto, mientras que el clima son los diferentes tiempos que
caracterizan un lugar.

Factores y elementos del clima.-

La climatología distingue entre factores y elementos del clima atendiendo a la


realidad de unos y otros con las características del clima. Los factores del clima
son los agentes que lo motivan y determinan y que caracterizan al conjunto de
elementos que dan lugar al clima típico de cada zona del planeta: latitud, altitud y
posición respecto a las grandes masas marítimas (océanos) o continentes.

La latitud nos sirve como indicador de la incidencia de los rayos solares sobre la
superficie terrestre. La radiación solar registra su máximo en la línea del ecuador
y va descendiendo a medida que se aleja de éste, hasta llegar a los polos, donde
el balance calorífico es claramente deficitario.

De igual modo, observamos cómo los climas se distribuyen, a partir del ecuador,
en líneas simétricas en los dos hemisferios, en función de la radiación solar. La
zonificación climática y la de la incidencia de los rayos solares coincidirían
exactamente si no fuera por la acción de otros factores que alteran las
condiciones generales de las zonas.

La altitud es uno de los factores que modifican estas características generales


que establece la latitud. A medida que se asciende, algunos de los elementos
climáticos fundamentales se ven alterados: la presión y la temperatura
descienden y las precipitaciones aumentan.

Mayor importancia que la altitud tiene el factor de la posición respecto a las


masas marítimas y continentales. Océanos y continentes tienen
comportamientos diferentes ante la incidencia de la radiación solar. A los océanos
les cuesta calentarse y enfriarse, mientras que la superficie continental reacciona
rápidamente ante los rayos solares o ante su ausencia y refleja estos cambios
térmicos. El mar actúa como nivelador térmico sobre las tierras más próximas.
Los bruscos cambios entre el calor y frío que se dan en las superficies
continentales en respuesta a los cambios de día/noche o verano/invierno son
moderados por la acción térmica de los océanos, que mantienen durante más
tiempo el calor y el frío. Cuando el frío invernal azota los interiores de los
continentes, el mar, que conserva todavía algo del calor acumulado durante los
meses de verano, atempera los fríos de las zonas costeras y les permite gozar de
inviernos más suaves.

Los elementos del clima son los fenómenos que lo caracterizan, los que le dan
los rasgos a través de los cuales puede ser definido y catalogado: temperatura,
humedad, precipitaciones, nubosidad, vientos, nieblas. Las diferentes
combinaciones que se establecen entre estos elementos -condicionadas,
evidentemente, por los factores del clima- configuran los climas que podemos
encontrar a lo largo de todo el planeta.

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