Ruiz Figueroa Manuel. Islam. Religion y Estado.
Ruiz Figueroa Manuel. Islam. Religion y Estado.
Ruiz Figueroa Manuel. Islam. Religion y Estado.
RELIGIÓN Y ESTADO
CENTRO DE ESTUDIOS DE ASIA Y ÁFRICA
ISLAM: RELIGIÓN Y ESTADO
EL COLEGIO DE MÉXICO
297
R9342is
Ruiz Figueroa, Manuel
Islam: religion y estado / Manuel Ruiz Figueroa. — México : El Colegio de México, Centro
de Estudios de Asia y África, 1996.
253 p. ; 21 cm.
ISBN 968-12-0700-9
Open access edition funded by the National Endowment for the Humanities/Andrew W. Mellon Foundation
Humanities Open Book Program.
The text of this book is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
International License: https://creativecommons.org/licences/by-nc-nd/4.0/
ISBN 968-12-0700-9
Cubierta
Portadilla
Portada
Créditos
ÍNDICE
Reconocimientos
Introducción
I. El poder político y el Corán
II. Muhammad y el poder político
III. El inicio de la conceptuación político-religiosa
Contexto histórico
Los contendientes por el califato
IV. La lucha por un califato islámico
V. Aristóteles y el islam, I
El concepto de “naturaleza”
El concepto de naturaleza y el islam
VI. Aristóteles y el islam, II
Los juristas islámicos
La tradición imperial persa
El sufismo o misticismo islámico
VII. Las reformas “modernistas”
VIII. Los ideólogos del islam radical
IX. ¿Una situación anómala?
Teoría sobre el Estado
Relación entre Estado y religión
La secularización del Estado
X. Conclusiones
XI. Bibliografía
XII. Glosario
RECONOCIMIENTOS
1 James E. Crimmins (ed.), Religion, Secularization and Political Thought, Londres y Nueva York,
Routledge, 1990, pp. 7 y 14.
2 Sobre el Corán pueden consultarse numerosos libros y artículos, en especial podemos recomendar: R.
Bell, Introduction to the Quran, Edimburgo, Edinburgh University Press, 1963; R. Bell, The Qur’an
Translated luith a Critical Re-arrangement of Surahs, Edimburgo, T. and T. Clark, vol. I, 1937; vol. II,
1939; T. Izutsu, God and Man in the Quran, Tokio, The Keio Institute of Cultural and Linguistic Studies,
1964; T. Izutsu, Ethico-Religious Concepts in the Quran, Montreal, McGill University Press, 1966; los
artículos correspondientes en la Shorter Encyclopaedia of Islam, y en la 1a y 2a ediciones de la
Encyclopaedia of Islam. Los textos que citaremos del Corán están tomados de El Corán, edición preparada
por Tulio Cortés, Madrid, Editora Nacional, 1979.
3 Véase R. Bell, Introduction to the Qur’an, op. cit., p.103. El orden cronológico ayudaría a entender la
evolución religiosa del profeta y de su pensamiento, ante las diversas situaciones que tuvo que afrontar, en
el supuesto de que se le atribuya a él la autoría del Corán.
4 El Corán nos presenta una serie de principios de orden universal (hikma) por medio de imágenes y
símbolos.
5 El Corán mismo es muy explícito en afirmar, por ejemplo, que a los beduinos no les interesaba la
religión, sino más bien los beneficios que podían obtener de una alianza política con el profeta: “Los
beduinos dicen: ‘creemos’. Di: ‘no creéis. Decid más bien: hemos abrazado el islam’. La fe no ha fentrado
en vuestros corazones” (Corán 49, 14).
6 H. A. R. Gibb, Studies m the Civiliiation of Islam, Boston, Beacon Press, 1968, pp.197 y ss: “The
priority of these practical ethical questions over the problems presented by the speculative reason is shown
already by the Koran...”. Tampoco estamos afirmando que el Corán o el profeta se hayan opuesto a la
búsqueda del conocimiento.
7 No es mi intención predisponer al lector a tomar partido por esta interpretación, sino simplemente
llamar su atención para que juzgue por sí mismo.
8 También podría decirse que Muhammad y el Corán reflejan las tendencias y orientaciones de su
ámbito geocultural.
9 Véase M. Ruiz, “Algunas reflexiones sobre el Dios del Corán”, Estudios Orientales, 19, vol. VII,
núm. 2, 1972, pp. 193-210.
10 Karl Jaspers, On the Origins and Goal of History, Londres, Routledge & Kegan Paul, 1953. Jaspers
considera de tal importancia esta edad axial que la compara con una “revolución” ideológica por los efectos
que tuvo en la formación y evolución de las áreas culturales que la experimentaron, efectos de los que aún
hoy en día somos herederos. La aceptación de un plano superior como el ideal a seguir incluye la aceptación
del bien y del mal moral, de lo ético, de la bondad moral como una cualidad esencial de lo divino. Esta
concepción coincide con lo que M. Weber llama la “racionalización de la vida religiosa”, que no es otra
cosa que la superación y eliminación de la magia, por una concepción ética de lo divino.
11 Esto explica la oposición del islam “ortodoxo” a la implantación dentro del islam del misticismo, que
por su esencia busca no sólo la unión con Dios, sino una identificación con Él; expresado en términos
islámicos, una “aniquilación” de lo humano y una “implantación” de lo divino (faná y baqá). Lo humano
desaparece y es absoxbido por lo divino. En el Corán no faltan, si bien son escasos, los textos en los que se
habla del amor entre Dios y el hombre y de la “cercanía” de Dios (2,165; 3,31; 5,54; 2,186). También habla
de una experiencia de tipo místico del profeta, su “ascensión” (mir’ay) al trono de Dios (Corán 17, 1).
12 Esta doctrina coránica del poder absoluto de Dios pondrá en serios aprietos a los teólogos
musulmanes al tratar de conciliaria con los datos de la experiencia. Por una parte, parece que el hombre
tiene poder para crear sus actos, y por otra, la libertad humana de hacer lo que le plazca parece poner una
limitación al poder infinito y absoluto de Dios que no conoce oposición. Aunque hubo diversas respuestas
teológicas, la escuela ash ’arita, que fue la que se impuso como “ortodoxia”, enseña que Dios, como único
creador, es quien crea los actos humanos; el ser humano sólo los “adquiere”, por así decirlo (kasb), y de esta
forma se respeta también la libertad humana. La fidelidad a la doctrina coránica del poder absoluto de Dios
es la explicación, a mi juicio, de que la teología islámica haya prefirido la doctrina “atomista” (de una
creación continua por parte de Dios), en contra de la doctrina aristotélica sobre la “naturaleza” (fúsis).
13 Son inumerables los textos donde se repite la misma idea. Véase, por ejemplo: 3,109; 4,126; 9,116;
15,23; 31,26; 45,27; 57,5.10; 65,12; 67,2-3; etc. Todos estos textos y otros más están afirmando de una u
otra manera la soberanía y el dominio absoluto de Dios sobre todo lo que existe.
14 Innumerables son los textos que proclaman la bondad esencial de Dios; véase, por ejemplo, el inicio
de cada sura siempre con las palabras: “En el nombre de Dios el compasivo, el misericordioso”. 16,3-18:
“Si os pusiérais a contar las gracias de Dios no podríais enumerarlas”; 27,59-64. Véase, en especial, la azora
55.
15 O “de arcilla maleable”, como añade Corán 15,33: “yo 110 voy a prosternarme ante un mortal que
Tú has creado de barro arcilloso, maleable”. Iblis está afirmando una diferencia cualitativa entre él y el
padre del género humano, basado en la sustancia de la que están hechos; por eso se atreve a decir que “él es
mejor que Adán”. Filosóficamente podríamos decir que la acción depende del ser, y que la naturaleza o
esencia determina el obrar.
16 En el Corán 7,23 Adán reconoce que faltó a su palabra empeñada de obedecer la prohibición de Dios
de 110 comer del fruto del árbol prohibido: “Señor, hemos sido injustos... si Tú nos perdonas...” El Corán
hace también referencia a una alianza pretemporal, es decir, antes de la creación de los seres humanos, entre
Dios y los hijos de Adán, en la que éstos reconocen que Dios “es su único Señor”, mencionada en 7,172.
Esta alianza pretemporal es uno de los temas favoritos de los místicos musulmanes.
17 Deseamos destacar la importancia que se le atribuye a la ley, al derecho dentro del islam, puesto que
está íntimamente relacionado con la finalidad misma de la existencia humana.
18 Corán 2,36; 7,24; 20,123. La orden “¡Descended!” del paraíso a la tierra da idea de un lugar y
condición superiores a las terrenales.
19 Deliberadamente evitamos la palabra “naturaleza”, un concepto desconocido por el Corán, e
introducido al islam de la filosofía griega, y que será rechazado por los juristas, teólogos y místicos por
igual.
20 En Corán 7,17; el demonio dice a Dios: “He de atacarles (a los hombres) por delante y por detrás,
por la derecha y por la izquierda. Y verás que la mayor parte de ellos no son agradecidos”. De igual modo
en 15,39: “Iblis dijo: ‘Señor’, por haberme Tú descarriado, he de engañarles en la tierra y he de
descarriarles a todos, salvo a aquéllos que sean siervos Tuyos escogidos”.
21 Igualmente en 2,38: “Si recibís de Mí (Dios) una dilección, quienes sigan Mi dirección no tendrán
que temer nada y no se afligirán”.
22 S. Juan I, 1 y ss.: “En el principio era el logos (el verbo, la palabra), el logos estaba en Dios, el logos
era Dios y por él fueron hechas todas las cosas”.
23 En realidad, esta doctrina del Corán “increado” suscitó gran oposición entre los partidarios de la
escuela teológica mutazilí. El Califa al-Mamún (r. 813-833) impuso como “oficial” la doctrina mutazilí,
pero finalmente, la doctrina del Corán “increado” terminaría por imponerse como la “ortodoxia”.
24 En Corán 19,44: “a tí también te hemos revelado la Amonestación para que expongas a los hombres
lo que se les ha revelado. Quizás, así, reflexionen”.
25 Corán 2,53.
26 Corán 4,44. En el mismo sentido que la sharía o ley religiosa del islam, que es el “camino” que
conduce a una fuente de agua.
27 Hanif designa a los que profesaban el monoteísmo sin pertenecer a las religiones tradicionales,
judaismo o cristianismo; prototipo de ellos es el patriarca Ibrahim (Abraham). 2,35: “Dicen: ‘si sois judíos o
cristianos estáis en la vía recta’. Di: ‘No, antes bien seguimos la religión de Abraham, que fue hanify no
asociador’". Según R. Bell, The Qur’an, Translated withop cit., p. 18, el vocablo hanif, pl. hunafa, deriva
del siriaco hanephe, con el significado de ‘paganos’; era el nombre con el que los cristianos designaban a
los árabes. “Naturaleza primigenia” (fitra) se suele interpretar como ‘la condición correcta’ en la que nace
cada niño. Según un hadiz, el profeta explicó que todo niño nace musulmán, y son los padres los que lo
hacen judío, cristiano, etc., véase Muhammad Al-Buhari, Sahíh, 23:80, citado por Maulana Muhammad Ali,
The Religión of Islam, Lahore, The Ahmadiya, 1973, p. 276. En otras palabras, el ser humano ha sido
creado para el islam, y el islam para la humanidad.
28 La palabra wásita es traducida por algunos autores como “intermedia”, lo que podría ser algo así
como la única mediadora entre Dios y los hombres.
29 Así en Corán 2,177; 3,104; 5,2; 24,55; 49,14, etcétera.
30 En el Corán, hudúd tiene el sentido de “restricciones”, “límites" a la ley, y no de castigo como se
emplea en los hadices y en el derecho. Expresamente se mencionan en el Corán: 24,2: cien azotes; 24,4:
ochenta azotes; 5,38: amputaciones de manos a los ladrones.
31 Corán 33,40: “Muhammad [...] es el enviado de Dios y el sello de los profetas”.
32 Faraón es “reacio”, “rebelde”, un “corruptor”; en una palabra, un “tirano” : 20,24.43; 2,4. 2,49: “os
salvamos de las gentes de faraón, que os sometían a duro castigo, degollando a vuestros hijos varones y
dejando con vida a vuestras mujeres”.
33 El Corán 38,24 nos recuerda el arrepentimiento de David.
34 Corán 4,80. Son frecuentes los textos donde se ordena “obedecer a Dios y a su enviado”, así, por
ejemplo: 3,32; 3,132; 4,69, etc.
35 Corán, 3,159. Musulmanes de hoy en día suelen ver en este verso y en 42,38 (“hacen la azalá —
oración— se consultan mutuamente) una defensa del régimen democrático parlamentario.
36 Véase, por ejemplo: 3,149; 18,28; 25,52; 26,151-152; 33,67; 68,10-13.
37 En el mismo sentido Corán 2,177: “La piedad no estriba en que volváis el rostro hacia el oriente o
hacia el occidente, sino en creer en Dios... y en dar la hacienda a los necesitados [...] en hacer la azalá
[oración] y dar el azaque [limosna], en cumplir con los compromisos [...] en ser paciente [...]", del mismo
modo en 2,155-157,
38 Puede verse, por ejemplo, B. Lewis, The Political Language of Islam, The University of Chicago
Press, Chicago, 1988, pp. 99 y ss.
39 Corán 3,104. Este fue el principio que usó el grupo de militantes egipcios para justificar el asesinato
del presidente A. el-Sadát. Véase M. Ruiz, “Militanda islámica y resurgimiento islámico en Egipto”,
Estudios de Asia y África 71, vol. XXII, 1, 1987, p. 23.
40 Corán 42,3943 condena la injusticia contra los hombres y exonera de culpa a quienes se defienden de
la injusticia.
II. MUHAMMAD Y EL PODER POLÍTICO
CONTEXTO HISTÓRICO
Son las necesidades prácticas de la vida cotidiana, así nos lo enseña la historia,
las que obligan a reflexionar y fuerzan la búsqueda por la mejor solución.
Cuando se trata de problemas que afectan el bienestar general de la comunidad,
los diferentes grupos que la componen tratan de imponer aquella solución que
piensan mejor conviene a los intereses de ese grupo, frecuentemente en
menoscabo de los intereses de otros grupos. Cuando se trata de una comunidad
formada, estructurada y regida por una legislación, sea ésta humana o divina, y
con más ahínco cuando se trata de una revelación divina, como lo es el de la
umma islámica, siempre habrá un grupo que salga en defensa de esa ley y trate
de solucionar el problema o conflicto, de acuerdo con la letra y el espíritu de esa
ley.
Las luchas por el poder supremo de la umma islámica forzaron la búsqueda
de una forma islámica de gobierno, sobre todo en ausencia de instrucciones
precisas y claras del Corán y del profeta. Muhammad no nombró un sucesor, ni
siquiera dejó instrucciones de cómo elegirlo, ni entre quiénes.1 La práctica
antecedió la teoría, como suele suceder con frecuencia en la historia, y las
exposiciones doctrinales sólo aparecen cuando se manifiestan los conflictos.
“Los que se separaron” o “los que abandonaron” el partido (la shía) de Alí
(m. 661 d.C., cuarto califa a partir del 656 d.C.) es la traducción literal de la
palabra árabe jariyí, (pl. jawáriy). Con ese nombre se conoce al primer grupo
sectario en el islam. Fueron los primeros en elaborar una doctrina política
“islámica”, si bien simple, sobre la comunidad musulmana y su gobierno.
Algunos los consideran los primeros fundamentalistas dentro del islam, y su
propuesta sobre la umma y su gobierno fue y es considerada por la mayoría de
los musulmanes como una utopía irrealizable.
Al decir que fueron los primeros en elaborar una conceptuación sobre el
gobierno islámico o califato, no queremos decir que con ellos empezaran los
conflictos políticos. La lucha por el poder supremo de la comunidad empezó
durante la vida misma del profeta; aún no había sido enterrado y ya se planeaba
la imposición de un candidato.2
Estas luchas por el poder, sin embargo, eran puramente políticas, por
asegurar la supremacía del propio grupo o clan sobre los demás, y así capitalizar
en provecho propio las ventajas del poder supremo. Las razones que se aducían
eran de tipo práctico y personal, basadas en los méritos de los candidatos o
inspiradas en la tradición beduina preislámica, pero no en una teoría o doctrina
política islámica.
Abu Bakr, el primer califa o sucesor del profeta, fue reconocido por la
mayoría como tal, con base en sus servicios, entrega y dedicación al islam. Para
sus partidarios, fue el primero en convertirse al islam; acompañó al profeta en la
emigración de La Meca a Yathrib y éste le confió la dirección de la oración en su
enfermedad postrera. Esto le valió para imponerse a Alí, para muchos el primero
en aceptar el islam, y cuyos servicios al islam son igualmente numerosos,
además de ser primo y yerno del profeta. La personalidad de Alí se nos describe
como rigorista inflexible y de fácil enojo, pero excelente conocedor del Corán y
de la sunna del profeta. Su entrega al servicio del islam es proverbial; sin
embargo, exigir de los demás una completa obediencia y entrega al islam, le
debe haber enajenado simpatizantes, a pesar de su parentesco con Muhammad.
Su elección podía también ser interpretada como si el derecho al califato quedara
restringido sólo a sus descendientes. Abu Bakr prevaleció también sobre un
candidato de las tribus de Medina, cuya única pretensión era la de asegurar la
primacía de los medinenses.
Abu Bakr, con el fin de evitar las pugnas y rivalidades entre los creyentes,
designó a su sucesor. Pasó por alto a Alí y nombró a Umar. Éste, por su parte,
según se nos dice,3 nombró una especie de consejo electoral (shura) para
designar al nuevo califa. Alí, una vez más, fue dejado de lado. La shura
seleccionó a Uthmán como nuevo califa, uno de los primeros conversos, pero
perteneciente al clan de los omeyas, rivales del clan del profeta (háshim), y
antaño, acérrimos opositores al islam y al profeta.
Los omeyas, además de su proverbial habilidad política y diplomática, eran
prósperos comerciantes cuyas cuantiosas riquezas y prestigio parecen haber sido
de mucho peso para inclinar la balanza en la selección del nuevo califa hacia uno
de sus miembros (Uthmán), y de paso, en favor de sus intereses económicos. Las
políticas adoptadas por Uthmán parecen confirmar esta sospecha.4 En efecto,
suscitaron tanta oposición que la violencia no tardó en hacerse presente y
Uthmán fue asesinado. Dar muerte a un musulmán es uno de los crímenes más
detestables para el Corán.5
Alí, quien aparece como el líder moral de la oposición, finalmente llegó al
califato, pero dentro de gran confusión y sin consenso,6 incluso con la
reprobación declarada de eminentes compañeros del profeta. Estos se levantaron
en armas, pero fueron derrotados en la famosa “batalla del camello” (656 d.C.).7
La división entre los más prestigiados compañeros del profeta y, sobre todo, esta
guerra fratricida, causaron gran consternación y desconcierto en la comunidad.
Por primera vez se enfrentaban dos ejércitos musulmanes, contraviniendo el
Corán: “aferraos al pacto de Dios, todos juntos sin dividiros. Recordad [...] que
de enemigos os transformasteis en hermanos” (3,103).
Alí, como lo demostró por el uso de la fuerza, no estaba dispuesto a
renunciar al califato ni a permitir que se impusieran y continuaran las actuales
políticas fiscales y de redistribución de los ingresos generados a raíz de las
conquistas, que desde su punto de vista no eran acordes con el espíritu del islam.
Estas políticas habían sido la causa de la revuelta contra Uthmán, ya que
favorecían los intereses de los antiguos enemigos del islam en detrimento de
otros sectores de la comunidad, especialmente los beduinos. Éstos pensaban que
eran ellos los que habían arriesgado su vida en las conquistas, y por lo tanto, las
conquistas eran “suyas”;8 en cambio, ahora los que estaban sacando las
ganancias más grandes eran los menos dignos.
Los beduinos, en efecto, habían sido convencidos —y no es de extrañar, dada
la gran habilidad de los omeyas para llevar a cabo alianzas y componendas—
para que permanecieran acuartelados en los campamentos militares, en lugar de
que se repartieran las tierras conquistadas entre los combatientes y sus tribus. A
cambio, recibirían una pensión anual fija para cada tribu, sea en especie o
líquido, y una buena parte del botín de futuras conquistas. Esta política estaba
encaminada a preservar las tierras de cultivo en manos de sus antiguos dueños,
evitando que se destinaran al pastizal (para los rebaños de los beduinos) con la
consiguiente ruina de esas tierras. Los propietarios, o en su caso los arrendatarios
de las tierras conquistadas, debían pagar un impuesto anual fijo. Esto aseguraba
la producción agrícola, un ingreso estable y la posibilidad de excedentes. En una
palabra, estas medidas estaban pensadas para favorecer el intercambio
comercial, dirigido y controlado por los ricos comerciantes de La Meca, que
ahora daban la impresión de usar el islam para su provecho personal.
Cuando se frenaron las conquistas (en general, por barreras naturales), se
agotó el botín; pero siguieron fluyendo las ganancias comerciales. Los beduinos
exigieron una nueva redistribución de los ingresos por concepto de impuestos. A
esta demanda, se unieron grupos de los menos afortunados, sobre todo, enemigos
de los omeyas que trataron de sacar partido del descontento. Así, Alí era
considerado como el líder moral de los rebeldes. La idea central era buscar una
solución de justicia, en términos coránicos, para la comunidad musulmana.
Había, además, un importante aspecto ético-moral en el descontento contra
Uthmán y su clan. Se les acusaba de corrupción, nepotismo, malversación de
fondos de la comunidad y, en algunos casos, también de otro tipo de amoralidad,
como embriaguez de parte de algunos de sus colaboradores. Los actuales
gobernantes estaban conduciendo la comunidad por el camino equivocado, lo
que había que corregir de inmediato.
Los omeyas, capitaneados por el joven y habilidoso gobernador de Damasco,
Muáwiya, reclamaron venganza por la sangre de su pariente Uthmán.9 Tanto el
derecho tradicional beduino como el Corán estaban de su parte, lo que les ganó
buen número de simpatizantes. Como Alí no pudo o no quiso entregar a los
culpables,10 sólo quedó la solución del derecho de la fuerza. Los ejércitos de Alí
y Muáwiya se enfrentaron en la famosa batalla en Siffín (657 d.C.).
El resultado de la batalla fue un desastre político para Alí, explicable por la
habilidad y astucia de sus enemigos y la carencia en Alí de esa misma cualidad.
Según las crónicas, cuando la suerte del combate parecía favorecer a Alí, los
soldados de Muáwiya aparecieron llevando en la punta de sus lanzas hojas del
Corán donde podían leerse los siguientes versos: “Si dos grupos de creyentes
combaten mutuamente, ¡reconciliadles! [...] Los creyentes son en verdad
hermanos” (49,9-10). La propuesta omeya pedía establecer una comisión neutral
para investigar y determinar si Uthmán había sido justa o injustamente
asesinado.
Siendo Alí un musulmán convencido y ferviente seguidor del Corán, no
quiso escuchar la opinión de un buen número de sus partidarios, que le urgían a
acabar con Muáwiya, y ordenó detener el combate. Como Alí se obstinara en
una solución religiosa y rechazara la solución político-militar, alrededor de la
mitad de sus huestes beduinas lo abandonaron y lo declararon “infiel”, por lo que
había que combatirlo y darle muerte, por preferir el arbitraje humano al juicio
divino. “El juicio sólo pertenece a Dios” será el lema de estos “separatistas”
(Cor. 4,141; 13,41).
La justificación de Alí para combatir a Muáwiya se había basado,
igualmente, en el Corán: “Cuando un grupo de creyentes oprime a otro,
combatid contra el opresor hasta reducirle a la obediencia de Dios” (49,9). De
ahora en adelante, ésta será la justificación de los “separatistas” para combatir
tanto a los omeyas como a los alies.
Se iniciaron las negociaciones y se nombró una comisión en la que los
omeyas lograron imponer a sus partidarios. La comisión declararía más adelante
que Uthmán había sido injustamente asesinado, y que por lo tanto Alí perdía su
derecho al califato. En realidad, tal declaración vino a resultar obsoleta, porque
Alí cayó víctima del puñal de uno de sus antiguos partidarios. Esta muerte abrió
las puertas del califato a los omeyas, antigua aristocracia mequí, mal islamizada,
pero la única con los recursos económicos, militares y políticos para gobernar a
la comunidad, impedir la fragmentación o quizá hasta la desaparición del
naciente imperio, y establecer lapax islámica en un amplio territorio, con
insospechadas ventajas para el comercio internacional.
El clan omeya
La aristocracia islámica
El movimiento jariyí
Los alies
Los alies, desde un principio con mayor cohesión interna y con una base de
legitimidad más sólida que con el tiempo se irá enriqueciendo de elementos no
islámicos, se convirtieron en el centro de atracción e identificación de buen
número de marginados e insatisfechos, especialmente los conversos no árabes.
Tal vez por ser más receptivos a las ideas e intereses de los de fuera (los no
árabes), fueron vistos como la única alternativa viable contra la estrechez del
tribalismo árabe, muchos de cuyos valores son contrarios al egalitarismo
coránico.
Este grupo, en términos generales, no contó ni con recursos económicos
estables ni con líderes de alta capacidad política ni con excepcionales estrategas
militares. Con excepción de la dinastía fatimi (969-1171), y en tiempos actuales
de la revolución iraní bajo la guía del Ayatola R. Jomeini, no tuvieron grandes
éxitos militares ni políticos duraderos; de ahí que optaran, finalmente, por
concentrar sus energías en el campo intelectual, elaborando una doctrina política
teosófico-filosófica con elementos neoplatónicos y gnósticos.
En un primer momento, el único punto doctrinal claro fue que el califato es
un derecho exclusivo del ahí al-bayt, es decir, de “la familia del profeta”. Pronto
vendrían ideas fuereñas a apoyar, enriquecer y justificar este principio, en
beneficio de los alies y de sus seguidores.
La primera idea ¿yena al Corán es la del mahdi, un equivalente del mesías
judeocristiano que debe aparecer en algún momento antes del fin de la historia
para instaurar un reino de justicia y prosperidad en la tierra, y aniquilar la
injusticia y la tiranía. Podría interpretarse como una sublimación de los fracasos
políticos, posponiendo la victoria del bien hasta una era escatológica, o incluso
más allá del tiempo.14
La introducción de esta idea al islam la atribuyen los historiadores
musulmanes sunnitas al judío converso Abdallah ben Sabah.15 Según estos
autores, Ibn Sabah afirmaba que Alí no había muerto, sino que un demonio había
sido asesinado en su lugar, y que Alí volvería para colmar la tierra de justicia,
como ahora estaba colmada de violencia y opresión.16
A la muerte de Muáwiya, Husein, el hijo menor de Alí y de Fátima (hija del
profeta), fue alentado por un grupo de partidarios a reclamar el califato. Cuando
se dirigía a Kufa en busca de apoyo, fue interceptado por el ejército del califa
Yazid (680-683) hijo y sucesor de Muáwiya, y Husein y su grupo de mal
armados acompañantes fueron masacrados sin piedad en Karbala, Irak (680
d.C.). El martirio de Husein se convertiría con el tiempo en el símbolo de la
lucha y oposición a la tiranía y a la vez de esperanzas de la victoria final sobre la
injusticia.17
No hay duda de que en tiempos de violencia, confusión y uso desenfrenado e
irracional de la fuerza, es cuando más intenso aparece el deseo de liberación, de
paz y de justicia. Así, surge una figura curiosa, mezcla de líder político y militar,
taumaturgo y adivino, el converso judío al-Muhtar, que anuncia la llegada del
mahdi en la persona de un hijo de Alí, pero no de Fátima, Muhammad hijo de al-
Hanafiya. Al-Muhtar fue finalmente vencido y Muhammad al-Hanafiya no
insistió en su derecho al califato, pero los partidarios de esta rama del shiismo
continuaron en diversas sectas y con diferentes doctrinas, como la kaysaniya.18
Aunque sin éxito, los levantamientos armados de la shía, que reclamaban el
califato para uno u otro de los miembros de la familia del profeta, proliferaron a
lo largo y ancho del imperio omeya y continuaron en la era abasí.
Paralelamente a su fracaso político, el shiismo fue adoptando nuevas
doctrinas, y ambas cosas lo fueron haciendo más radical y cada vez más
diferente hasta convertirlo en una interpretación del islam paralela al sunnismo,
pero irreconciliable con él. Mientras más importancia y más atención se dé al
aspecto doctrinal, más posibilidades hay de divergencias. Esto explica que,
contrariamente al sunnismo (más orientado a la práctica religiosa), en la shía
hubo una proliferación de sectas y subsectas. No obstante, algunas de las
creencias shiitas son comunes a todas süs ramas, aunque no podamos afirmar
con seguridad que todas ellas provengan de esta época. Más bien hay que pensar
que se fueron incorporando y desarrollando de acuerdo con,la necesidad y
conveniencia del momento.
La selección del nuevo califa, de acuerdo con lo que será la doctrina sunnita,
puede darse de dos formas válidas, sea por designación del califa reinante o por
un consejo electivo (shura); pero ambas maneras deben ser forzosamente
ratificadas y seguidas de la bay’a o voto de lealtad por parte del pueblo presente
en la mezquita principal de la capital. Esta ceremonia es indispensable para la
validación de la selección.19
Contrariamente a la doctrina sunnita, para la shía, la única forma válida de
seleccionar a un sucesor es que el imam viviente proclame quién de entre sus
hijos (no necesariamente el mayor) continuará el oficio de imam. En esta
designación testamentaria llamada nass, no hay la menor intervención de los
notables o de los creyentes, quienes pasivamente deben acatar esa designación.
La justificación de este hecho aparecerá claramente cuando, con el correr del
tiempo, la figura del imam se irá idealizando y mitificando hasta convertirlo en
una figura semidivina.
Los califas abasíes pretendieron lo mismo. Se rodearon de un aura de
sacralidad y se hicieron inasequibles a sus súbditos como si se tratara de una
personificación divina. Por desgracia para ellos, la historia se encargó de probar
ampliamente lo contrario, y puso de manifiesto sus errores y fracasos, de suerte
que el califato histórico no fue, ni siquiera para el sunnismo, el heredero del
carisma profètico, sino que tal honor quedó reservado para lacharía (ley
islámica), y es ésta la que encarna y en donde se institucionaliza la autoridad
divina.
La doctrina del nass la encontramos en el siglo octavo expuesta por el sexto
imam, Yafar al-Sadiq (m. 765). La designación del sucesor debe hacerla el imam
viviente, en razón de que hay una sabiduría secreta que se trasmite de padre a
hijo, y sólo el padre sabe cuál de sus hijos es el que la hereda. Esta sabiduría
coloca al imam sobre el resto de los creyentes, y le permite exponer cuál es el
verdadero sentido de la revelación; él es el único intérprete autorizado, con lo
que el papel de los juristas se vuelve obsoleto. Al mismo tiempo, quedan unidos
en la figura del imam el poder político y el religioso.
Una vez establecida la premisa de que el imam es el único intérprete
autorizado de la revelación, no queda sino concluir que éste debe ser infalible.
Esta doctrina se enseña abiertamente a partir del siglo nueve. En realidad, el
término empleado masum, contiene la idea tanto de infalibilidad como de
impecabilidad del imam. La razón es obvia; un error por parte del imam
arrastraría al error a toda la comunidad.
El dogma20 anterior fue complementado por la doctrina del sentido exotérico
y esotérico de la revelación. El Corán tiene un sentido literal (zahir) obvio, que
cualquiera puede comprender; pero además posee un sentido secreto, oculto,
salvifico o esotérico (batin) que sólo el imam conoce. De esta premisa, a su vez,
se deriva la doctrina de la absoluta necesidad de la existencia del imam. Sin él,
nadie más podría conocer el verdadero sentido de la revelación. De aquí se
desprenden dos conclusiones: la primera, si sólo existieran dos hombres en el
mundo, uno de ellos debería ser el imam; y segunda, todo ser humano tiene la
obligación de saber quién es el imam de su época, si quiere conocer la verdad y
“salvarse”.
De las doctrinas anteriores sólo hay un paso a afirmar la divinidad del imam,
lo que también se hizo. No sólo el imam posee una sabiduría secreta, sino que en
realidad tiene esta sabiduría sobre la base de que es poseedor de un elemento
divino, que se trasmite de padre a hijo. Esta transmisión únicamente se da dentro
de “la familia del profeta”, de la ahí al-bayt.
En algunos círculos shiitas en contacto con corrientes gnósticas, el papel del
imam fue adquiriendo nuevos matices y funciones, incluso en el ámbito
cósmico. Al ser el imam una epifanía o manifestación de la divinidad, es
evidente que no sólo sea el maestro y el ejemplo para toda la humanidad de la
unión mística con Dios, sino que se le atribuya un papel central dentro de la
jerarquía cósmica como uno de los pilares que sostienen el universo.21
Las doctrinas anteriores sobre el papel sin par del imam como expositor
infalible de la revelación son compartidas tanto por los shiitas duodecimanos
como por los septimanos (los primeros aceptan doce imams, los segundos sólo
siete).22
Mientras los duodecimanos se mostraron más conservadores, los septimanos
o ismailíes desarrollaron una verdadera ciencia filosófico-mística: la
imamología. Ya el movimiento qármata, una rama militante relacionada con el
ismailismo (900-928),23 y de gran proselitismo entre los campesinos y beduinos,
profesaba lo que entre muchos sabios, tanto sunnitas como shiitas
duodecimanos, se consideraba como una nueva religión.
Al-Nawbajti,24 un heresiógrafo duodecimano, predicaba que la era del sexto
profeta (Muhammad) había llegado a su término, y que la era del séptimo
profeta, otro Muhammad (el hijo de Ismail, hijo de Yafar al-Sadiq) estaba por
comenzar. El séptimo imam y séptimo profeta gobernaría el mundo establecería
un reino de justicia, aboliría la Sharía (lo exterior, exotérico), y proclamaría la
verdad oculta de todas las religiones anteriores. Hasta ese momento había habido
seis grandes revelaciones (tanzil), y por lo tanto, seis profetas o proclamadores
(natiq): Adán, Noé, Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad. Cada uno de ellos
estuvo acompañado por un “silencioso” (samit) encargado de descubrir el
sentido oculto: Adán de Set, Noé de Sem, Moisés de Aarón, Jesús de Pedro y
Muhammad de Alí.
Los ismailíes, jugando con el número siete, hablarán de las siete esferas
celestiales, así como el Corán habla de los siete cielos (2,29), y de las siete
emanaciones de la primera inteligencia, hasta llegar al mundo sublunar,
inspirados en la filosofía neoplatónica. Cada una de las siete esferas y
emanaciones corresponde por tanto a cada profeta e imam. Los ismailíes no
hablan, sin embargo, de un nuevo profeta, simplemente reconocen que terminó
la era de la profecía. Como dice el Corán (33,40), Muhammad fue el último
profeta y ahora comienza la era de la imamología, el reinado del imam.
La doctrina política del ismailismo, más que una filosofía política, o sea un
conocimiento científico basado en el uso de la razón, debe ser considerada como
una teosofía o enseñanza trasmitida por revelación, aplicable sólo para el caso
particular del imam sobre su naturaleza y función en la comunidad religiosa.
Esta doctrina se inspira en ideas gnósticas y neoplatónicas atribuidas a los
imams. Por eso se debe colocar, más bien, en el campo de lo sobrenatural.25 Para
la shía, por tanto, no existe una filosofía política en sentido estricto.
Como constatación de hecho, ningún imam de los duodecimanos26 ha tenido
la oportunidad de gobernar en esta tierra hasta ahora. Ningún intento por obtener
el liderazgo político tuvo éxito.27 El doceavo imam desapareció sin dejar
descendencia, o por lo menos sin anunciar claramente quién era el siguiente
imam, contrariamente a lo que parece haber pasado con el séptimo imam de los
ismailíes.28
El doceavo imam entró en la “gran ocultación”, y aparecerá al fin del mundo
para aniquilar la opresión e instaurar el reino de paz y justicia. En su ausencia,
los expertos religiosos hoyyas, muías, ayatolas, etc., son los que están a cargo de
los creyentes hasta el momento de la parusía del imam. Los duodecimanos, a
partir de la ocultación del imam, no volvieron a hacer intentos por tomar el
poder político, ni elaboraron alguna doctrina política; en la práctica han
reconocido a los gobernantes de facto, aunque a veces hayan cuestionado su
legitimidad. Esta actitud fue drásticamente interrumpida por el ayatola Jomeini,
quien ha expuesto una nueva teoría sobre “el gobierno del jurisconsulto
(religioso)”, una especie de interregno o interinato a cargo de los expertos
religiosos, en espera del regreso del imam, lo que consideraremos más adelante.
Este momento de la historia de la comunidad musulmana representó una
verdadera encrucijada. Los creyentes tenían tres principales alternativas, todas
en pie de guerra, para elegir el modelo de comunidad y de Estado del futuro:
optar por una propuesta legitimista de la shía, el reformismo radical del
jariyismo, moralista y puritano, que tiene todas las apariencias de una utopía
irrealizable, u optar por el más fuerte, los gobernantes de facto, a pesar de su
poco apego al islam, una actitud que bien podría calificarse de secularizante.
Notas al pie
1 El no nombrar un sucesor, a mi modo de ver, fue una decisión bien pensada y tomada deliberadamente
por el profeta; véase M. Ruiz, art. cit., pp. 78 y ss.
2 Véase M. Ruiz, “Imama o autoridad en los primeros tiempos del islam", Estudios de Asia y Áfirca 24-
25, vol. IX, 1-2, enero-agosto de 1974, p. 63.
3 Ibid., p. 64.
4 Ibid., pp. 65 y ss.
5 “Quien mate a un creyente premeditadamente, tendrá la gehena como sanción, eternamente. Dios se
irritará contra él, le maldecirá y le preparará un castigo terrible”, 4,93. Es obvio, además, que el asesinato, y
más el de un musulmán, está penado con la pena de muerte, de acuerdo con la ley del talión: “vida por vida,
ojo por ojo...”, Corán, 5,45. El Corán, sin embargo, alienta a llevar a cabo otros arreglos que eviten más
derramamiento de sangre.
6 M. Ruiz, “imáma o autoridad,..”, art, cit., pp. 67 y ss.
7 El camello era el de Aísha, la esposa predilecta del profeta, quien tenía viejas cuentas que saldar con
Alí.
8 En realidad, “la mano de obra” de las conquistas fue beduina, pero quienes dirigieron y planearon las
estrategias adecuadas fueron los grandes generales de La Meca. Sin ellos, las algazúas beduinas no habrían
pasado de ser sólo eso, algo efímero, sin consecuencias perdurables para la umma. Véase R. H. Gibb,
Studies On the Civilization of Islam, Boston, Beacon Press, 1968, pp. 6 y ss.
9 El derecho de venganza (o ley del talión), fundamental en la tradición preislámica y sancionado por el
Corán (2,178; 5,45, etc.), permite a los parientes de la víctima exigir venganza o compensación por un
homicidio.
10 Parece ser que Alí se negó a entregar a los culpables, aduciendo que la muerte de Uthmán había sido
justa por haber violado el Corán y la sunna del profeta. En tal caso, el Corán niega el derecho de vengar la
muerte: “No matéis a nadie que Dios haya prohibido, sino con justo motivo. Si se mata a alguien sin razón,
damos autoridad a su pariente próximo, pero que éste no se exceda en la venganza” (17,33). Las cursivas
son mías.
11 Posteriormente se sintió la necesidad de una legitimación de la dinastía omeya en términos islámicos.
Sus defensores ideológicos fueron los partidarios del orden y la paz, quienes, por experiencia propia, habían
constatado que el caos y la anarquía ponen en peligro la existencia misma de la umma. “Es mejor [soportar]
cien años de tiranía que una noche de rebelión” será uno de los numerosos hadices atribuidos al profeta para
justificar la obediencia a un gobernante, incluso si es un pecador. Igualmente se aducirá la doctrina de la
predeterminación: si los omeyas llegaron al poder, fue porque Dios lo quiso. De otra forma nunca habrían
llegado.
12 Al-Ash’ari en su Maqalat al-islamiyín (Las sectas islámicas [El Cairo, Maktabat al-Nahda al-
Mishiya, 1969-1970]) menciona más de veinte grupos en los que se dividió el movimiento.
13 En la reconstrucción del pensamiento jariyita, me parece que este texto coránico no pudo haber
pasado por alto, si bien hay otros similares.
14 El término mahdi fue abandonado por el shiismo, pero no la idea. Se reemplazó por el de imam, que
designa a sus líderes político-religiosos. En cambio, la palabra mahdi y su contenido fueron adoptados e
incorporados al islam sunnita popular, y con el tiempo pasó a formar parte del islam “ortodoxo”. Véase por
ejemplo, Encyclopaedia of Religion and Ethics, s.v.
15 La mayoría de estos historiadores describen los hechos por lo menos dos siglos y medio después, y
otros hasta tres. Escriben para un califato sunnita, y para desacreditar los éxitos de los fatimíes, de modo
que podría cuestionarse la veracidad de sus afirmaciones. No es, sin embargo, improbable que esta idea
ajena al islam llegara por medio de un converso judío o cristiano.
16 Tabari y Al-Ash’ari, citados por A. S. Tritton, Muslim Theology, Londres, Luzac, 1947, p. 20.
17 El santuario de Karbala es uno de los tres centros de peregrinación más venerados por el shiismo,
junto con el de Nayaf en Irak, la tumba de Alí, y el de Mashhad en Irán donde está sepultado otro mártir de
la shía, el octavo imam (según la rama duodecimana), Alí al-Rida, m. 818. Husein fue decapitado en
Karbala y su cabeza llevada a Damasco ante el califa y el pueblo. Durante el reinado fatimí, la cabeza de
Husein fue trasladada a El Cairo, en donde hasta el día de hoy es venerada por shiitas, místicos y sunnis por
igual.
18 Véase, s.v., en la Encyclopaedia of Islam. La razón de elegir a un hijo de Alí y no de Fátima se puede
explicar por la corta edad del hijo de Husein, Alí Zayn el-Abidín (m. 714), quien es considerado como el
cuarto imam, después de Alí, Hasan y Husein, tanto en la rama ismailita como de los duodecimanos. Se
cuenta que Hashim, el hijo de Muhammad al-Hanafiya, pasó su testamento hereditario y su derecho al
califato a la dinastía abasí, que tras un levantamiento armado derrotó a los omeyas. Ese famoso testamento
sirvió como legitimación de los abasíes contra las pretensiones de los alies.
19 Véase, por ejemplo, Al-ahkam al-sultaniya (Los estatutos gubernamentales), El Cairo, Mustafa al-
Babi al-Halabi 1966, capítulo II, del famoso jurista Al-Mawardi (m. 1058), o el artículo bay'a en la
Encyclopaedia of Islam.
20 El empleo del término “dogma” me parece apropiado aplicado al shiismo, puesto que el imam es una
autoridad con la capacidad para determinar la infalibilidad de una doctrina.
21 Muchas de las doctrinas shiitas son compartidas por los sufis o místicos musulmanes. Así, la doctrina
del sentido esotérico y exotérico de la revelación, y de la necesidad de tener un sheij o pir (maestro
iluminado); y de que estos maestros poseen, por tanto, una sabiduría especial (marifa-gnosis) por su unión
con Dios, que no sólo los coloca por encima del resto de la humanidad, sino que además los hace constituir
“la jerarquía invisible del universo”; son los “polos” (qutb) en los que éste se apoya.
22 A la muerte del sexto imam Yafar aLSadiq (765), un grupo aceptó a su hijo Ismail (m. 760) como el
legítimo sucesor y séptimo imam; pero como Ismail muriera antes que su padre, algunos profesaron su
adhesión a otro hijo, Musa al-Kazim (m. 799) y a sus descendientes, hasta el doceavo imam, que
desapareció siendo aún niño. A esta desaparición se le llama la “gran ocultación” (ghaiba al-kubra), porque
el imam volverá hacia el fin del mundo a instaurar un reino de justicia y paz.
23 El nombre viene de su dirigente, Hamdan Qarmat, originario de Kufa y de bajo estrato social.
Aunque su sede principal era Bahrein, atacaban y pillaban caravanas y ciudades como Kufa, Basra, y
amenazaron Bagdad misma. En un ataque a La Meca, se llevaron la famosa piedra negra de la Caba, que
después fue devuelta durante el reinado de los fatimíes.
24 Connotado escritor (siglo 10 d.C.), escribió el célebre libro Firaq al-shia, sobre las divisiones o
sectas de la shía.
25 El shiismo duodecimano, por su parte, adoptó la metodología y las tesis filosófico-teológicas de la
escuela mutazilí, que dan más cabida a la razón humana (aql). Igualmente son partidarios del empleo del
iytihad (esfuerzo personal del jurista, o uso de su razón) en la elaboración del derecho (fiqh).
26 El onceavo imam falleció en 874. El doceavo imam, Muhammad al-Mahdi, está en la gran
ocultación. Dentro de los ismailíes, en cambio, no hay uniformidad. Los septimanos, como lo indica el
nombre, aceptan sólo siete imams. La rama nizari, por su parte, acepta una cadena ininterrumpida de
imams. Actualmente, el imamato se trasmite dentro de la familia del príncipe Saruddin Aga Khan, Para la
rama ismailí de los Bohras, el último imam, Mustali, desapareció (entró en ocultación) el año 1133.
27 Hubo varias dinastías adherentes a alguna de las ramas del shiismo que gobernaron por tiempos más
o menos largos y en varias partes del impelió musulmán, pero no reclamaron ser descendientes de los
imams ni gobernar en su nombre. Así, por ejemplo, los buyids en Irak e Irán, los hamdanids en Siria, los
zaidíes de Yemen (estos últimos pioclamaron un imamato). Entie los escasos triunfos obtenidos por algún
miembro de la “familia del profeta” (no un imam), está la honrosa excepción de Idris, un bisnieto del
profeta, quien logró huir hasta Marruecos y fundar hacia fines del siglo VIII una dinastía, la fundadora de
Fez y su famosa madrasa. El actual rey de Marruecos, Hasan, es considexado descendiente de la “familia
del profeta”.
28 Los fatimíes, en efecto, afirmaban ser descendientes de Ismail, genealogía que fue y sigue siendo
cuestionada. En todo caso, para ellos la descendencia o parentesco espiritual era tan importante o más que el
parentesco físico. Así, los fatimíes son la única gran dinastía dentro del islam shiita. Fundadores de la
ciudad de El Cairo (969 d.C.) y de la prestigiada Universidad de Al-Azhar, en su jnayor momento de
esplendor llegaron a rivalizar con los califatos abasí de Bagdad y omeya de Córdoba.
IV. LA LUCHA POR UN CALIFATO ISLÁMICO
1 Véase, por ejemplo, B. Lewis, The Political Language of Islam, Chicago, University of Chicago
Press, 1988, pp. 99-100.
2 Al tratar de “racionalizar” la “usurpación” omeya del califato, se atribuyó al profeta el siguiente hadiz
profètico: “el califato de la profecía (es decir, auténtico) durará treinta años; y después será seguido por un
reino mundano (mulk).” Véase Sir Thomas Arnold, The Caliphate; Oxford, Clarendon Press, 1924.
3 Hay quienes opinan que la supresión de algunos impuestos sobre la tenencia y uso de la tierra fueron
justos desde el punto de vista religioso, pero no aceitados desde el punto de vista económico. De ahí que las
reformas de Umar II fueran abandonadas por sus sucesores. Para el grupo religioso, lo más importante era
una cuestión de principio, que el califato no es un poder autónomo y arbitrario, sino sujeto al Corán y a la
sunna del profeta, y debe gobernar de acuerdo con ellos. En todo caso, las reformas de Umar II, fueron un
reconocimiento explícito ante la comunidad entera, de que el califato debe sujetarse al espíritu del islam, y
de que el Corán y la sunna del profeta son una autoridad superior al califato.
4 En la lucha por derrocar a los omeyas, que finalmente culminó en un levantamiento armado, se
pueden advertir tonos eminentemente religiosos en favor o en contra de la legitimidad de los omeyas.
Véase, por ejemplo, R. Frye, “The Abbasid Conspiracy and Modern Revolutionary Theory”, Indo-Iranica,
5, 1952-1953, pp. 9-14.
5 Ibn Hanbal (750-855), jurista fundador de la escuela hanbalita de derecho, que fue varias veces
encarcelado bajo el cargo de “agitador”, salvó su vida gracias a que el califa Al-Mainún (813-833) tuvo
miedo de provocar levantamientos y derramamiento de sangre en Bagdad.
6 En el islam no existe un equivalente de Iglesia, de una autoridad jerárquicamente organizada que
detente el poder supremo en materia de fe y costumbres. Tampoco existe la idea de un sacerdocio como
personal cualitativamente diferente del resto de los creyentes, y que constituya, por lo tanto, una agrupación
especial.
7 Todavía está por hacerse un estudio comprensivo sobre los orígenes, desarrollo y papel de los ulemas
en el islam. Hay, sin embargo, varios estudios generales; así, George Makdisi, The Rise of Colleges:
Institutions of Learning in Islam and The West, Edimburgo, Edinburg University Press, 1981; Gabriel Baer
(ed.), The Ulema in Modern History, edición especial de Asian and African Studies, 7, Jerusalén, Jerusalem
Academic Press, 1971; y otros estudios sobre el papel de este grupo en relación con el poder civil y como
mediadores entre la comunidad y el Estado, tales como H. Algar, Religions and State in Iran, 1785-1906:
The Role of the Ulema in the Qajar Period, Berkeley University of California Press, 1969, y Abd el-Aziz
Badri, Allslam bayn al'ulema xoa al-hukkam (el islam entre los ulemas y el Estado), Medina, Al-Maktabar
al-Ilmiya, 1966, entre otros.
8 Combatieron el movimiento de Sonpad, partidarios de la herejía mazdakita, quienes se proclamaban
vengadores de Abu Muslim (líder de la revolución abasí, de quien se deshicieron los abasíes por temor al
gran prestigio que había adquirido), y a quien proclamaron el Mahdi esperado. Este grupo destruyó la Caba.
Combatieron la Rawandiya, que proclamaba la divinidad del califa al-Mansur, y el movimiento de un
seudoprofeta, al-Muqanna (el velado), también partidario del mazdakismo, activo durante 14 años.
9 La filosofía aristotélica afirma, por ejemplo, la eternidad del mundo, contrariamente a la enseñanza
coránica de la creación. Sostiene también que no es posible probar racionalmente la resurrección de los
muertos.
10 Si el Corán es creado, no necesariamente es la palabra eterna, increada e inmutable de Dios; puede,
entonces, no ser la autoridad suprema a la que deba someterse el califa. El Corán es una autoridad
trascendente, afirmaba Ibn Hanbal, y el califa es su mero ejecutor, y no la fuente de la fe.
11 Tal vez se pueda aducir en apoyo de esta interpretación el hecho de que al-Mamún había nombrado
como su sucesor en el califato a Alí al-Rida (m. 818), considerado como el octavo imam de los shiitas
duodecimanos.
12 No se conoce con certeza la fecha exacta de la institución de la Mihna, pero podemos calcular que
duró apenas un poco más de treinta años. Para esa época, el califato empezaba una decadencia acelerada.
Sus recursos económicos eran casi nulos por causa de la guerra civil entre al-Mamún y al-Amín.
Políticamente el califato estaba a merced de esclavos mercenarios contratados como guardia personal del
califa, cuya intervención en la sucesión califal era cada vez más dilecta, al punto que al-Mutawakkil fue el
primer califa asesinado por estos mercenarios. Nada extraño que ahora el califa buscara el apoyo de los
líderes xeligiosos para sobrevivir.
13 El amor a la filosofía tiene consecuencias más bien en el orden espiritual que en el material. Se le
concibe como una especie de religión por medio de la cual el uso de las facultades racionales purifican el
alma y le permiten el retorno al mundo espiritual.
14 Véase, por ejemplo, Gülru Necipoglu, Archiíecture, Ceremonial, and Power, Cambridge,
Massachusetts Institute of Technology Press, 1992. El autor muestra cómo se interrelacionan estos tres
elementos a lo largo del tiempo en un célebre edificio, el Palacio Topka-pi.
15 Ira M. Lapidus, A History of lslamic Societies, Cambridge, Cambridge University Press, 1990, p. 83.
Nadie puede tener acceso directo al califa, sino mediante intermediarios escogidos, que pueden dirigirse a
él, pero cuyo trono se encuentra velado por una cortina. Es invisible e inaccesible como Dios. En las obras
pictóricas, el califa aparece como el centro del mundo.
16 Las representaciones pictóricas del califa, como quedaron plasmadas en diferentes palacios, ya sea
de modo formal, marcial, hierático, como el Cristo pantocrator, o entre jardines y rodeado de bailarinas o de
reyes y príncipes no musulmanes, glorifican su majestad, su poder y lo muestran como el centro del
universo.
17 Al respecto puede consultarse la tesis de doctorado en administración pública presentada en la
UNAM por Francisco Sampere Vilet, Los libros de administración en el islam medieval, 1984.
18 Esta doctrina islámica es semejante a la europea cristiana de las dos espadas con las que Dios
gobierna el mundo, la temporal y la espiritual. Véase, por ejemplo, el tratado de Al-Ghazali, Counsel for
Kings (Nazihat al-Muluk), Londres, Oxford University Press, 1964.
19 Los tahíridas en Jurasán (821), seguidos por los safáridas (873), los tulúnidas en Egipto (868), y a
partir de ellos por una serie cada vez más numerosa de dinastías autónomas. El primer emirato
independiente se estableció en España, casi al mismo tiempo de la victoria abasí, por Abd al-Rahmán I, en
756.
20 Véase Sampere, ibid., donde muestra por regiones los diferentes autores y obl as de este género.
21 Esta cosmovisión llevó aparejada una división de la sociedad en cuatro clases (en realidad dos) bien
diferenciadas y con poca o nula movilidad social entre ellas: los gobernantes (políticos-militares, burocracia
civil y religiosa) y los gobernados (comerciantes y ante todo los trabajadores del campo). Esta
estratificación de la sociedad se inmortalizó en otra célebre máxima, también repetida sin cansancio en
estos manuales: “No hay poder sin la espada [o sea, sin ejército]; no hay espada sin prosperidad [o sea, los
recursos para mantener al ejército; estos recursos provienen básicamente de los impuestos por el uso y el
producto de la tierra]; no hay prosperidad sin cultivo [es el verdadero generador de la riqueza en una
sociedad preindustrial], y no hay cultivo sin un gobierno de justicia”. La justicia, que significa mantener a
cada uno dentro de su clase o grupo social, se convierte en el deber por excelencia del gobernante. Esta
división clasista es contraria a la doctrina islámica de estricta igualdad social entre todos los creyentes.
22 Una fuerte oposición de los ulemas a esta práctica de la promulgación y aplicación de una legislación
no religiosa (Qanún) se dio en varias épocas, así durante el reinado de Mehemmed II (1451-1481), gran
defensor y promotor del Qanún, como en tiempos de Bayezid II y de Selim I (1512-1520), por ejemplo.
Puede consultarse la Enciclopedia Islámica, 2a ed., bajo la voz Kanun.
23 Las condiciones para reconocer la legitimidad de los gobernantes se fueron reduciendo a lo largo del
tiempo, hasta llegar a decir que el vencedor es el que tiene el legítimo derecho de gobernar, sin importar su
conducta moral personal o como gobernante. Véase, K. A. Lambton, State and Government in Medieval
Islam, Oxford, Oxford University Press, 1981, pp. 110-111 y 190-191, y B. Lewis, op. cit., p. 26.
24 En la terminología de M. Weber, calificaríamos al Estado como de racionalidad material.
25 El carisma de la infalibilidad en el sunnismo es una cualidad de la totalidad de la umma, de acuerdo
con el hadiz del profeta: “Mi comunidad no puede estar unánimemente en el error”. Tal unanimidad se
materializa en el común acuerdo (iymá) de los juristas.
26 Al-Mawárdi (m. 1058) estuvo al servicio del califa al-Qadir (m. 1031) y de su hijo y sucesor al-Qaim
(m. 1075), por cuya petición escribió su famoso tratado AlAhkam al-Sultaniya (Los estatutos
gubernamentales), traducido al francés por E. Fagnan, como Les Statuts Gouvernamentaux, ou Regles de
Droi Publique et administrative, Argelia, A. Jourdan, 1915. Estos califas reinan en un momento de extrema
debilidad del califato, sujeto al poder político de príncipes militares que ostentan el poder de facto. El
califato toma un nuevo cariz, es una institución divina y la fuente de legitimidad de todo gobierno en el
mundo musulmán. Al afirmarse su necesidad por razones religiosas, se amonesta a los militares que no
intenten su abolición. Se le idealiza y pasa a ser una autoridad religiosa. El sultán gobierna por delegación
del califa. Se convierte en una especie de figura semirreligiosa y, sobre todo, en símbolo de la ley religiosa
—a la que representa y protege— y también de la unidad (no político territorial sino religiosa) de la umma.
27 Se incluye a todos, desde el primer califa Abu Bakr a los abasíes. De ahí el problema de encontrar un
sucesor al califato, cuando la familia abasí fue masacrada por los mongoles.
28 Se puede notar un énfasis distinto en esta doctrina y la del ayatola Jomeini. Aquí se pide al experto
en política que se vuelva también experto en derecho religioso, mientras que Jomeini quiere que los
expertos religiosos se conviertan en expertos de la ciencia política y la administración pública.
V. ARISTÓTELES Y EL ISLAM, I
EL CONCEPTO DE “NATURALEZA”
Al pasar a hablar del islam, se impone ante todo distinguir los diversos estratos o
élites intelectuales que intervinieron en la creación de la civilización islámica.
Hay cinco grupos de pensadores que de manera especial contribuyeron a la
formación y desarrollo de la civilización islámica en general, y en alguna forma,
directa o indirecta, de su pensamiento político.
Estas élites intelectuales fueron antagónicas entre sí, compitiendo porque su
versión o interpretación del islam fuera adoptada por los gobernantes y por el
pueblo como la oficial y única. Estos grupos, algunos de los cuales pudieran ser
calificados de escuelas y otros como meras corrientes de pensamiento,
estuvieron en contacto con la filosofía griega en forma más o menos cercana e
intensa, y tomaron diferentes actitudes ante ella: 1) los filósofos, 2) los teólogos,
3) los juristas y doctores de la ley, 4) la burocracia persa o persianizada y 5) los
místicos.
Como es normal en el proceso de desarrollo histórico de toda sociedad
humana, tarde o temprano deberán encontrar y confrontarse las formas de
pensar, actuar, y organizarse de otras sociedades; y esto es aun más válido para el
caso de una religión que tiene pretensiones de universalista. En el momento en
que la umma islámica afronta y se compara con otras culturas y civilizaciones,
no cabe duda de que se encuentra en desventaja. La comunidad islámica es casi
recién nacida, surgida unos dos siglos atrás y congregada en torno de una
supuesta revelación. Esta comunidad cuenta prácticamente con su Corán y una
casi nula especulación o cuerpo doctrinal.
Con base en el libro sagrado y en la vida del profeta, se fue dando la
elaboración de un cuerpo legislativo que estuvo prácticamente concluido en el
momento de enfrentar en forma masiva el bagaje cultural de antiguas
civilizaciones, culturas y religiones, como la persa, la griega, la india, el
judaismo, maniqiieísmo, zoroastrismo, budismo y cristianismo. Las ciencias
cultivadas en Grecia o la India, matemáticas, geometría, astronomía, medicina,
historia, etc., representaban los más grandes avances logrados por la humanidad
hasta el momento. No obstante que naciones y pueblos herederos de estas
tradiciones culturales hayan sucumbido ante la superioridad militar de las
huestes islámicas, su acerbo cultural sobrepasa de manera abrumadora al
islámico.
Muchas veces la historia ha sido testigo de cómo pueblos culturalmente
atrasados, pero victoriosos por las armas, han sido sometidos y dominados por la
cultura superior de los vencidos. Se podría recordar Roma por Grecia; los
bárbaros por la cultura del imperio romano; los mongoles domesticados por
China. Sin embargo, ninguno de estos pueblos guerreros poseía lo que los
ejércitos musulmanes: una religión por la que combatían.
Este simple hecho nos puede hacer sospechar que lo que normalmente podría
haberse previsto —la absorción o desaparición del islam en las culturas y
religiones conquistadasno se lleve a cabo, o por lo menos, no en la forma
prevista. En efecto, el resultado, o mejor dicho los resultados de esta
confrontación no corresponden a lo que podría sospecharse. El islam salió
triunfante y victorioso, aunque tampoco pudo evitar “la contaminación” de ideas
y prácticas ajenas.
Esta victoria es todavía más sorprendente si consideramos la rapidez e
intensidad con que las traducciones del griego o del pahlevi inundaron al islam,
y el patrocinio oficial que recibieron por parte de varios califas, traductores y
estudiosos de estas “ciencias extranjeras” como fueron conocidas. En este
apartado nos interesa analizar la actitud hacia la filosofía griega, de aceptación o
rechazo, y en particular hacia el concepto aristotélico de naturaleza como lo
hemos explicado anteriormente.
Son también, por lo menos en parte, previsibles las diversas actitudes que
toman miembros de una misma sociedad ante ideas, acciones o cualquier
comportamiento o cosa novedosa que llega desde afuera. Y aquí sí acertamos, si
juzgamos concretamente que ante las ciencias y el racionalismo filosófico se
dieron tres actitudes fundamentales: la de los que deseaban adoptarlas y
seguirlas sin más cuestionamientos ni escrúpulos, ni siquiera de tipo religioso,
por considerarlas valiosas y como la máxima expresión de la razón humana; la
de los que tomaron una actitud de desconfianza y aun de rechazo por
considerarlas un desafío o negación de algunos “dogmas” islámicos, y,
finalmente, la de los que abogaban por tomar lo útil y desechar lo inservible: los
conciliadores. Veamos cómo se concretaron estas actitudes.
La teología islámica
a) la continua creación por parte de Dios de todas las cosas, dado que los
átomos existen tan sólo un instante;41
b) la negación del concepto de naturaleza. La teoría atomista es la antítesis
del concepto de naturaleza, puesto que ésta es el principio interno del
cambio en un ser, y es algo durable y permanente mientras ese ser exista.
El atomismo no sólo niega la naturaleza sino la realidad misma; o si se
quiere hablar con propiedad, la verdadera realidad permanece oculta, es
la realidad divina.42 El concepto de naturaleza se interpreta como si fuera
algo que limita el poder total y absoluto de Dios.
Con frecuencia se habla entre los teólogos de que el hombre está
compuesto, no de una, sino de cuatro “naturalezas” contrarias, aunque
más que naturalezas habría que decir “elementos”: agua, tierra, fuego y
aire. De la presencia de estos cuatro contrarios en el hombre se llega a la
conclusión de que debe existir un agente, pero no interior (la naturaleza),
sino exterior: Dios, para compaginar, neutralizar y equilibrar las acciones
contrarias de estas fuerzas. Esta es una de las pruebas de la existencia de
Dios;43
c) la negación del principio de causalidad. Es una consecuencia lógica de
los principios anteriores: Dios es el único creador y no puede existir, por
lo tanto, un principio interno de acción del ser que sería su naturaleza. El
que a una acción determinada (causa) siga un determinado resultado
(efecto), es “la costumbre de Dios” de hacer las cosas; pero no hay
ninguna conexión interna entre la llamada causa y el supuesto efecto.
Muchas veces tomar agua no quita la sed, ni el fuego quema, según lo
atestigua la experiencia, porque Dios puede cambiar su manera de actuar,
“sus costumbres”; de hecho, ésta es la forma como se explican los
milagros. Si hubiera una conexión ontológica y necesaria entre la causa y
su efecto, no podría haber milagros;.44
d) el movimiento se reduce a la mera agregación o separación de estos
átomos .45
1 Puede consultarse: Emmeriche Vattel, Derecho de gentes o principios de la ley natural aplicados a la
conducta y negocios de las naciones y de los soberanos, París, Everat, 1836; Otto F. von Gierke, Natural
Law and the Theory of Society; 1500 to 1800, Cambridge, Cambridge University Press, 1958; Georg A.
Finch, The Sources of Modern International Lato, Washington, Carnegie Endowment for International
Peace, 1937, y Jean J. Burlamaqui, The Principies of Political Law; Being a Sequel to the Principies of
Natural Law, Londres, J. Nourse, 1752. De “naturaleza” deriva el concepto de “ley natural” opuesta a ley
positiva (divina o humana). La ley natural no se “crea” sino que es “descubierta” por la razón humana, con
la cual en último término vino a ser identificada. De aquí derivan los binomios ley natural/ley revelada;
razón y revelación; ciencia y fe.
2 Véase John H. Raudall Jr., Aristotle, Nueva York, Columbia University Press, 1963, p. 169.
3 Los filósofos presocráticos: de Homero a Demócrito, prólogo, traducción y notas de Federico Ferro
Gay, México, SEP, 1987, p. 52.
4 Véase Kathleen Freeman, The Pre-Socratic Philosophers, Oxford, Basil Blackwell, 1953, p. xi.
5 Metafìsica, Libro Delta 4, 1014b 16ss. Naturaleza, fúsis, significa ‘generación’, del verbo fuo; es el
principio (arxé) del cual emergen los seres particulares.
6 Summa Theologica, I, q.10, a.l.
7 Física, III, 200b 12. Hippocrates G. Apostle, Anstotle’s Metaphysics, Bloomington y Londres, Indiana
University Press, 1966, p. 77, traduce Libro Delta 4 1014b 16ss como: “thè source (the moving cause or
principie) from which motion first begins in each natural thing”.
8 Véase José Ferrater Mora, Diccionario de filosofía, Buenos Aires, Sudamericana, 1958, p. 1025.
Véase también The Encyclopaedia of Philosophy, Paul Edwards (ed.), Nueva York y Londres, MacMillan,
1972, y las obras citadas anteriormente sobre los presocráticos de K. Freeman y F. Ferro G.
9 Física III, 200b 12; II, 192b 8; Metafísica, Libro Theta 3, 1014b; Libro Epsilon 1,1024b 19-20; De
Anima II, 1,412a 27; De Coelo III, 2, 301b 17, etcétera.
10 Como correctamente traduce J. Randall, op. citp. 172, cuando Aristóteles define la física: “the
Science of that kind of being that has the power of being moved”, en Metafísica, Libro Epsilon 1,1025b 19.
11 Física III, 1, 201a 10-11, la definición de cambio (kinesis).
12 J. Randall, op. cit, p. 175.
13 Michel Pierre Lerner, La Notion de finalité ckez Avistóte, París, PUF, 1969, pp. 162 y ss. yj. Randall,
op. cit, p. 139.
14 Así opina T. J. de Boer, The History of Philosophy in Islam, Nueva York, Dover Publications, 1967,
p. 29, quien señala que no se discuten problemas nuevos ni se ofrecen soluciones nuevas a viejos
problemas.
15 R. Walzer, L’Eveil de la philosophie islamique, París, G. Geuthner, 1971, p. 26; G. Quadri, La
Philosophie atabe dans l’Europe médiévale, París, Payot, 1947, p. 14; De Boer, op. cit, p. 27.
16 Ibn Rushd (Averroes), Kitab fasl almaqal (El Tratado Decisivo), R. Lerner y M. Mahdi (eds.),
Medieval Political Philosophy, Nueva York, Cornell University Press, 1978, pp. 171 y ss.
17 G. Quadri, op. cit., p. 62.
18 H. Corbin, Histoire de la philosophie islamique, París, Gallimard, 1964, p. 227 y 231.
19 De Boer, op. cit, p. 180.
20 De Boer, op. cit., pp. 183 y ss.; M. M. Sharif, A History ofMuslim Philosophy, vol. I, Wiesbaden,
O’Harrassowitz, 1963-1966, pp. 530-537.
21 De Boer, op. cit., pp. 191-199.
22 K. fi al-Hudud (El libro de las definiciones) p. 86.
23 A. M. Giochon, La Distinction de Vessence et de Vexistence d’apres Ibn Sina (Avicenne), París,
Desclée de Brouwer, 1937, pp. 45-47.
24 “ Wa yaqulu aidan ‘ala suxowar allathi hya mubdan hadhihi al-harakati” Averroes, Compendio de
metafísica, texto árabe, traducción y notas de C. Quiroz R., Madrid, Real Academia de Ciencias Morales y
Políticas, 1919, p. 35 del texto árabe y p. 55 de la traducción. Las cursivas son mías.
25 S. van den Bergh, Die Epitome der Metaphysik des Averroes, Leiden, Brill, 1970, p. 174, quien hace
notar la fidelidad con la que Averroes sigue a Aristóteles en este tema.
26 De Boer, op. cit., p. 178.
27 Véase The Enciclopedia of Islam y Shorter Encyclopaedia of Islam, Leiden, I. Brill, 1974, pp. 210-
214.
28 Shorter Encyclopaedia of Islam, p. 421.
29 Murúy al-Dhaháb (Las praderas de oro), vol. VI, El Cairo, Matbaat al-Azhariya, 1885, p. 22.
30 Véase mihna en la Encyclopaedia of Islam, o en Shorter Encyclopaedia of Islam, pp. 377 y ss.
31 La mutázila no fue pues, una escuela de “librepensadores”, como se creyó en un principio, sino de
defensores del islam. Para ellos, la razón, el ’aql se subordina a la revelación.
32 Cuando el célebre al-Ash‘ari (873-935) escribe el Maqalat al-islamiyin (Sobre las sectas islámicas),
una obra que resume con precisión todas las doctrinas profesadas en su tiempo o anteriores, la mutázila no
se presenta como una escuela bien definida, y aparecen divergencias entre sus seguidores. De hecho se
fundaron dos centros antagónicos, uno en Basra y el otro en Bagdad. Véase M. Allard, Le Problème des
attributes divins, Beirut, Imprimerie Catholique, 1965, p. 124.
33 Véase por ejemplo M. Watt, Islamic Phibsophy and Theology, Edimburgo, Edinburg University
Pxess, 1962, pp. 63-68; Shorter Enciclopaedia of Islam, p. 425 y ss.
34 M. M. Sharif, op. cit., pp. 62 y ss y 201; el asharismo, que se impondrá como la “ortodoxia” del
islam sunnita, rechaza el carácter moral intrínseco de las cosas y que éste pueda ser conocido por la sola
razón humana; “sólo por la ley (revelada) sabemos lo que es bueno o malo”; véase L. Gardet y M. M.
Anawati, Introduction á la théologie musulmanes París, J, Vrin, 1948, p. 430.
35 Así lo afirma al-Ashari, véase G. Quadri, op. cit., p. 41.
36 Una exposición clara y detallada de al-Ashari y del asharismo se puede encontrar en casi todas las
obras sobre teología o filosofía islámicas que hemos venido citando.
37 Shorter Enciclopaedia of Islam, s.v., o The Enciclopaedia of Islam, tanto la primera como la segunda
ediciones.
38 A. S. Tritton, Muslim Theology, Londres, Luzac, 1947, p. 175.
39 Al-Ashari en su obra Risalat al-kalam, recrimina a sus adversarios por seguir: “el camino fácil de la
imitación servil (taqlid, repetir sin examinar lo que otros han dicho) y de acusar a los mutakallimín de
innovación y herejía (bid‘a), por discutir temas tales como substancia y accidente, movimiento y reposo,
átomos, etc., que si fueran necesarios a la fe, el profeta los hubiera explicado, ya que él no dejó nada sin
enseñar que fuera necesario de saber, y nunca mencionó tales tópicos”. A esta objeción, al-Ashari responde
más o menos en los mismos términos: “Si discutir estos términos racionalmente fuera una herejía, el profeta
los hubiera explícitamente prohibido; y no encontramos nunca que él hubiera dicho algo semejante”. Véase
texto arábigo de Kitab al Luma‘ y Risalat istihsan al-khawd fi ‘ilm al-kalam, R.McCarthy, S. J., The
Theology of Al-Ashari, Beirut, Imprimarie Catholique, 1953, pp. 120 y ss. Véase también Tritton, op. cit;
reproduzco algunos de los lemas parte de la “campaña” contra el kalam, pp. 16-18: “ lo que se dice bajo la
autoridad de los compañeros del profeta hay que aceptarlo; lo que se basa en la razón hay que arrojarlo a
una letrina”; “yo soy un seguidor (o imitador), no un innovador”, atribuido al primer califa, Abu Bakr;
“argüir (dialécticamente) lleva a la pérdida de la fe, hay que abstenerse de hacerlo”. “El kalam es pelearse,
son mejores las obras que la palabrería”. “La destrucción de un pueblo llega por sus hombres instruidos; por
mi parte, me refugio en Dios del conocimiento de los letrados”; “las herejías en el islam se deben a los
extranjeios: el libre albedrío a los cristianos, y el shiismo a los persas”, etcétera.
40 Los átomos del kalam tendrían más parecido a las homomerías de Anaxágoras que a los átomos de
Demócrito. Más que físico tienen un carácter ontològico. Más que partículas de materia, son momentos del
ser. Véase G. Quadri, op. cit., p. 41.
41 Las explicaciones difieren en cuanto al modo como esto sucede; los átomos dejan de existir sea
porque Dios destruye el accidente de “duración” en ellos, o aniquila directamente las sustancias (el asharita
al-Baqillani), o bien porque Dios no crea accidentes en ellos (el asharita al-Yuwaini). Véase Tritton, op. cit.,
pp. 179-187. Al-Nazzam sostiene también la teoría de que Dios creó todas las cosas simultáneamente, pero
permanecen ocultas y latentes, y sólo poco a poco se van manifestando. El fuego, por ejemplo, está
“latente” en el leño, teoría semejante a la de los cristianos seguidores de Orígenes, véase G. Quadri, op.cit,
p. 30.
42 “Le concepì de la nature s’evanouit devant cette doctrine”, la realidad es sólo una apariencia, como
dice Quadri, op.cit., p. 41, o como se expresa Gardet y Anawati, op. cit., p. 430: “Le kalam orthodoxe
repousse la réalité ontologique intrinsèque du créé et son efficacité comme cause seconde”; o como lo
explica De Boer, op. cit., pp. 57 y ss: “La naturaleza perdió su eficacia”; “it is a creature of transient
existence”.
43 R. M. Frank, “Notes and Remarks on the taba‘i’ in the Teaching of al-Maturidi”, en Salmón Pierre
(éd.), Mélanges d’Islamologie, Leiden, E. J. Brill, 1974, pp.137-149. Los filósofos islámicos, siguiendo a
Aristóteles, llaman los “elementos” también con el nombre de “naturalezas”.
44 La relación entre “causa” y “efecto” es una mera sucesión temporal, uno viene después del otro, pero
eso es todo. Cuando Dios interrumpe esa relación, se produce el milagro. “Una causa debe tener siempre el
mismo efecto; por tanto si la causa existe, no habría posibilidad de milagros", así se expresa al-Ashari,
véase M. M. Sharif, op. cit., p. 241. Al-Ghazali se expresa en idéntica forma: “hay sucesión de una cosa
después de otra; una cosa se da con otra pero no por la otra (Hndahu toa la bihi). Sólo en la mente se da una
conexión entre causa y efecto; en realidad las causas son entidades inertes, actúan sólo por el poder de Dios.
Así no sólo los milagros son algo natural, sino que toda la naturaleza es milagrosa”. Véase M. M. Sharif,
op.cit., pp. 614-616.
45 “Dios crea el movimiento y los átomos”, al-Ashari, G. Quadri, op. cit. p. 40. Sobre el movimiento se
elaboraron otras teorías, como la famosa teoría del “salto”.
46 A. S. Tritton, op. cit., p.199.
47 Imam El-Haramein, El-Irchad, J. D. Luciani, París, E. Leroux, 1938, p. 173: “es imposible que una
cosa dependa de dos poderes” según la doctrina ortodoxa y la mutázila. Véase también R. Brunschvig,
“Analyse mu’tazilite de la douleur”, en Mélanges d’islamologie, op. cit., p. 80 “une seule m’anà ne saurait
avoir une double cause, et que les douleurs se multiplieraient si les causes elles-mêmes étaient multiples”.
48 P. Dezza, S. J., Metaphysica generalis, Roma, Pontificia Universidad Gregoriana, 1948, p. 206. Esta
última posición, de que el mismo efecto pueda tener al mismo tiempo dos causas, ha permitido la
coparticipación de Dios y el hombre en la producción de un acto moralmente malo, y en el que cierta
cualidad (la maldad) sea atribuible tan sólo a una de esas dos causas, o que los libros sagrados cristianos,
como la Biblia, tengan simultáneamente dos autores, uno divino y otro humano. A éste último se atribuyen
los errores históricos, geográficos, etc., que aparecen en la Biblia.
VI. ARISTÓTELES Y EL ISLAM, II
1 El Corán nos explica que fueron los celos mutuos y las disputas vanas las que crearon divisiones y
corrupción entre los adherentes del judaismo y ciistianismo: Cor. 2,213; 6,159 (“los que han escindido su
religión en sectas...”); 21,93; 30,32; 42,13-14, y otros. De ahí que Dios haya decidido revelar el islam, para
restaurar en forma definitiva, y de una vez por todas, la revelación verdadera y primigenia que había dado a
Adán, a Abraham y a los diferentes profetas. Da la impresión de que los “reformistas” piensan que en la
comunidad musulmana se dio una desviación del islam original, a partir de los treinta años después de la
muerte del profeta.
2 En realidad, en todos los movimientos “reformistas” que se han dado a lo largo de la historia islámica,
existe siempre la referencia a restaurar el verdadero y auténtico islam del Corán, y liberarlo de las
innovaciones poscoránicas. Véase M. Ruiz, “Voces del islam de hoy", Estudios de Asia y África 92, vol.
XXVIII, núm. 3, septiembre-diciembre de 1993, pp. 387-400. Éste es, sin embargo, el primer movimiento
reformista que se da después de, y como reacción al llamado “impacto” occidental.
3 El contacto directo con pueblos de diferentes culturas despertó la curiosidad científica europea, y dio
lugar, por un lado, a nuevas ciencias como la antropología o la arqueología, y, por otro, a una interpretación
romántica, exótica y fantasiosa del “misterioso Oriente”, cuyos efectos se dejaron ver en la literatura, la
música, la pintura y hasta en la filosofía, en una visión esencialista de lo distinto, del “otro”. Se adujo
igualmente la supuesta ley natural de la “sobrevivencia del más fuerte” a costa del más débil. Dicho en otras
palabras, el islam debía desaparecer por ser incompatible con el progreso. Véase, por ejemplo, A. Hourani,
A History of the Arab Peoples, Nueva York, Warner Books, 1992, pp. 299 y ss., E. Said, Orientalism, Nueva
York, Pantheon Books, 1978.
4 Se trata de la revista Al-Urivah al-Uthqa, editada en el extranjero por razones obvias, pero dirigida a
los musulmanes letrados. La intransigencia de los jeques religiosos, sin embargo, hizo que sólo muy pocos
de los interesados en las ciencias islámicas les prestaran atención. C. C. Adairis, Islam andModernism in
Egypt, Nueva York, Russell & Russell, 1968, pp. 9 y 14.
5 Es sabido, sin embargo, que Al-Afghani tuvo qué ver en la llamada “revolución persa” de principios
de este siglo. C. C. Adams, op. cit., p. 12.
6 M. Abdu, Risalat al-Tawhid. Exposé de la religión musulmane, B. Michel y M. Abd al-Razik (trads.),
París, Geuthner, 1925, p. xlvi.
7 El nombre deriva del fundador del movimiento “reformista” saudita, Muhammad ibn Abd al-Wahhab
(1703-1792), un fiel seguidor del fundador de la escuela de derecho más conservadora en el islam,
Muhammad ibn Hanbal (m. 855 d.C.). La interpretación wahhabita del islam se convirtió en la religión
oficial de Arabia Saudita en virtud de la alianza del fundador del reino saudita, Muhammad ibn Saud con al-
Wahhab, mediante un pacto religioso-político.
8 Al hablar de la obra de M. Abdu intentaremos explicar qué es lo que queremos decir con estos
términos.
9 M. Abdu, “Al-Islam wa al-Nasariya...”, en Risalat al-Tawhid, op. cit, p. xlvii.
10 La humanidad, los pueblos como los individuos, pasan por los mismos estadios de madurez. Al niño
se le exige obediencia mediante el premio y el castigo. Lajuventud es la edad de las grandes pasiones, el
predominio del corazón, a las que el cristianismo responde con el sentimiento, y la madurez es la edad de la
razón, para la que el islam es la religión más apropiada. Hay una evolución en la historia religiosa de la
humanidad hasta llegar a la religión perfecta. Ibid., p.lxxx. Recordemos, también, que la idea de una sola
religión original, de la que el islam es la culminación, es una idea coránica que el profeta Muhammad
enfatizó siempre; él no es el fundador de una nueva religión, sino el restaurador de la revelación primigenia
dada a Adán, Abraham y todos los profetas.
11 Risala, p. lv. Estamos conscientes de que esta opinión de Abdu no es aceptable para los teólogos
cristianos, pero lo que nos interesa es presentar su pensamiento y la forma como trata de glorificar el islam
y dar confianza a los musulmanes en su religión.
12 Esta es una idea que Abdu repetirá con frecuencia, C. C. Adams, op. ciL, p. 181, véase en especial un
artículo escrito para el periódico al-Ahram en 1877, sobre “las ciencias religiosas y las ciencias modernas”.
13 Risala, p. 6.
14 Ibid., p. lxxx.
15 La prueba la tenemos en la rápida expansión del islam, nos dice Abdu. El éxito de las grandes
conquistas no fue fruto de las armas, sino del valor moral del islam, cuando los musulmanes practicaban
sinceramente su religión, Abdu nos dice que el binomio éxito-buen comportamiento es una especie de “ley”
o costumbre divina que Dios practica incluso con los no musulmanes.
16 Rúala, pp. 7-17.
17 Hadiz es un término técnico de las ciencias religiosas islámicas y significa un reporte o información
sobre algo que el profeta Muhammad hizo o no hizo, dijo o no dijo en relación con algún suceso o pregunta.
18 Se le acusa de haber introducido las ideas básicas de las que posteriormente se desarrollaría la
doctrina shiita sobre el imam, casi todas contrarias al islam sunnita, como haber casi deificado a Alí; la idea
del “retorno” del imam al final de los tiempos; la infalibilidad del imam explicable por ciencia especial,
heredada de su antecesor.
19 El batinismo es una rama del shiismo. La mayoría de los conversos persas optaron por el shiismo,
pero de otra rama: el duodecimano (acepta doce imams y no siete como los batiníes). Una de las doctrinas
principales del batinismo es el sentido secreto u oculto (batiní) del Corán. El maniqueísmo, fundado por
Mani, es conocido también en la Europa cristiana. Postula dos principios absolutos: el bien y el mal. En
forma parecida lo hace el zoroastrismo en el que se inspiró el profeta Mani.
20 Acreditado como el fundador de la famosa escuela teológico-filosófica mutazilí, que hizo uso de la
filosofía griega en defensa de una fe islámica racional.
21 En muchas de sus obras, Ghazali rechaza el racionalismo de la filosofía, pero en especial en su
célebre tratado Al-Tahafut al-falasifa, que suele traducirse como La refutación, o mejor quizá, La
autodestrucción de la filosofía. Contra él, Averroes escribiría su no menos célebre tratado Tahafut al-
Tahafut, o sea, La autodestrucción de la autodestrucción, o La refutación de la refutación.
22 Véase Risala, p. 17.
23 Risala, p. 7. Más adelante Abdu citará un hadiz para apoyar su prohibición, aunque no es un hadiz
considerado 100% auténtico: “reflexionad sobre la creación de Dios, pero no sobre la esencia divina, o
pereceréis”, ibid., p. 34. También nos dice que la religión no es para el ocio y entretenimiento de las élites,
sino para el bienestar de tas mayorías.
24 Se puede decir que ésta va a ser una actitud bastante común entre los grupos reformistas y
renovadores del islam (fundamentalistas).
25 M. Kerr, Islamic Reform, Berkeley, University of California Press, 1964, pp. 115-117, comentando
cómo Abdu evade resolver ciertos problemas, porque profundizar en ellos podría poner en entredicho
aspectos fundamentales de la sharía, dice que “lo que pasa por pragmatismo, es simplemente el desagrado
(distaste) de Abdu por la especulación pura [...] la misma actitud contra los filósofos que encontramos en
Ibn Hanbal, Ghazali, Ashari o Ibn Taymiyya”, y como hemos visto, muy generalizada.
26 En caso de conflicto entre la “tradición” islámica, la sunna (contenida en Las colecciones canónicas
de hadices) y la razón, M. Abdu estaría de parte de la ciencia. Admite también que el Corán y el profeta
Muhammad podrían equivocarse en cuestiones científicas, los profetas “no son maestros de ciencias
aplicadas”, o que algunos pasajes Coránicos puedan interpretarse “alegóricamente” (la historia de Adán),
pero no puede haber errores en cuestiones de fe. Los pxofetas reciben una protección divina contra errores y
falsedades, su conducta está igualmente libre de errores y su cuerpo de defectos físicos. Abdu advierte
también la insuficiencia de la religión en asuntos relativos a la organización social y política, que quedarían,
por lo tanto, al arbitrio de la razón. M. Kerr., op. cit., p. 10.
27Risala, p. 43. Recuérdese el hadiz antes citado: “reflexionad sobre la creación de Dios, pero no sobre
su esencia o pereceréis”.
28 “Dios así ha determinado que no sea necesario para el hombre conocer la naturaleza real de las cosas,
sino sólo sus accidentes y propiedades[...] Sería una pérdida de tiempo tratar de conocer la esencia de las
cosas”. Risala, pp. 52 y ss.
29 Risala, pp. 79 y ss. “La religión corrige los errores de la razón y es un freno a sus exageraciones”.
30 Hay dos fattoas (respuesta oficial a una pregunta de tipo legal dada por el mufti, o máxima autoridad
jurídica competente) que causaron revuelo tanto en el mundo árabe como en todo el mundo musulmán. En
la primera, Abdu autoriza a los musulmanes que se encuentren en países no musulmanes a comer carne de
animales sacrificados por judíos o cristianos. En la segunda, autoriza a los musulmanes a hacer depósitos
monetarios en los bancos con el fin de ganar intereses. Abdu afirma también que el divorcio, la poligamia y
la esclavitud y sus respectivas legislaciones no son cosas esenciales al islam y pueden ser modificadas.
Adams, op. cit, p. 175.
31 Abdu se rebela con todas sus fuerzas ante la arbitrariedad de los antepasados de haber carrado las
puertas del iytihad. “Es falso”, nos dice, “que sólo las generaciones pasadas fueran capaces de interpretar el
islam. Estamos en paridad de conocimiento e inteligencia con ellos, más aún, las nuevas generaciones están
en ventaja porque tienen a su servicio la experiencia del pasado”. Risala, p. 176.
32 Risala, pp. 83 y 122, y M. Kerr, op. cit., p. 10.
33 No sólo el califa, sino también el mufti y el cadi (juez de la sharía), son oficios civiles. La religión
simplemente confirma sus poderes y obligaciones, Risala, p. 67. M. Kerr, op.cit., pp. 149 y ss, hace notar
que, además, M. Abdu “implícitamente está implicando que el sistema (político) islámico coincide con el
sistema de la ley natural”. Todo esto no hace otra cosa que abrir las puertas al secularismo.
34 Horten, en la reseña que hace de la Risa la, se declara “frustrado” por el trabajo de M. Abdu.
Muestra las deficiencias sobre todo metodológicas y la ausencia de un trabajo sistemático. Reconoce
también sus logros, pero su opinión final sobre una “reforma” del islam es ésta: “La obra final [...]está
todavía por hacerse”, en Beiträge zur Kentniss des Orients, núms. XIII y XIV (1917).YM. Kerr, a lo largo
de su libro, señala la falta de rigor científico, y de ahí, la mezcla y confusión entre diversos planos, como
confundir entre lo moralmente bueno y lo legalmente válido y otras deficiencias semejantes.
35 “M. Abdu inaugurated a new temper on religión and scholarship in Egypt. Created a literature
inspired by definite ideas of progress within an islamic framework”. Así se expresa el prestigiado
historiador R. H. A. Gibb, “Studies in Contemporary Arabic Literature”, BSOS (1928), vol. IV, p. 758.
36 Así, el movimiento que propugna por la igualdad de los géneros y los derechos de la mujer, iniciado
por Kasim Amín (1865-1908), grandemente promovido por la famosa escritora Malak Hifni Násif (1886-
1918) y la famosa feminista Huda Sharawi (1878-1947). Los estudios de la lengua árabe y de crítica
literaria llevados a cabo, entre otros, por el bien conocido Dr. Taha Husein (1889-1973), quien impugna el
sometimiento de los estudios lingüísticos a la religión, y cuyas posiciones desataron tremenda oposición y
rechazo en los círculos religiosos oficiales de la universidad religiosa de Al-Azhar. Algunos seguidores de
Abdu como el Partido del Pueblo (Hizh al Umma) se mostraron en un principio deseosos de cooperar con
los europeos para introducir a Egipto la civilización occidental. Para todos ellos es posible adoptar las
ciencias sin abandonar el islam. C. Adarns, op. cit.., p.223.
37 Se escribieron ensayos en donde no sólo se exalta al islam como la religión definitiva y perfecta de la
humanidad y cuyos principios contienen la solución de todos los problemas, sino donde se afirma que no
existe ningún descubrimiento científico que en alguna forma no esté ya previsto o preanunciado en el
Corán. Véase C. Adams, op. cit., pp. 239-245.
38 Abd al-Raziq, Ai-Islam toa al-Usul al Hukm, El Cairo, Dar al-Ma‘arif, 1980, p. 103. Existe una
traducción ai francés en la Revue des Études Islamiques, núms. 7 y 8, 1933 y 1934.
39 Puede consultarse el excelente libro de N. B erkes, The Development of Secularism in Turkey,
Montreal, McGill University Press, 1964.
40 A. Hourani, op. cit., p. 319.
41 Esta decisión de Rida podría interpretarse como el fracaso, en buena medida, del “modernismo
islámico". Existe una versión al francés, Le Califat dans la doctrine de Rasid Rida (Le califat ou Vimama
suprême), traducida y anotada por Henri Laoust (Beirut, Institute Français de Damas, 1938).
42 La Universidad de al-Azhar convocó a un Congreso Panislámico en el Cairo para 1926 con el fin de
discutir la cuestión del califato. No se llegó a ninguna decisión concreta más allá de programar un segundo
encuentro que no se ha llevado a efecto. Al congreso no asistieron representantes oficiales de Turquía,
Persia, Afganistán ni de Arabia Saudita. En agosto de 1994 hubo una reunión en Londres, promovida por
grupos integristas, donde resuxgió la idea de este califato universal.
43 “Dios envió dos libros, uno creado, la naturaleza, y el otro revelado, el Corán”, AlManar, VII, p.
292; Adams, op.cit., p. 136.
44 R. Rida hace uso de términos modernos para describir realidades sociopolíticas del pasado a las que
esos términos no pueden aplicarse.
45 Le Califat..., op. cit., pp. 218 y 130.
46 Esto no sólo es jurídicamente inexacto, sino falseado e irrelevante, como se expresa L. Gardet, La
cité musulmáne: trie sociale et poütiqne, París, J. Vrin, 1954, p. 183.
47 Malcolm H. Kerr, Islamic Reform, University of California-Los Angeles Press, 1966, p. 183. El
Ayatollah R. Jomeini ha hecho la misma comparación entre la walaya y la tutoría de un menor, como
veremos más adelante.
48 Al-Mawardi en su estudio Al-Ahkám Al-Sultamya (El Cairo Matbaat al-Watan, 1928), implica que la
baya era obligatoria, p. 7: “Le ofrecen el imamato, y si lo acepta, le dan el juramento de lealtad”. De este
modo lo interpreta Émile Tyan, Le califat, París, Recueil Sirey, 1954, pp. 321-326. Un teólogo del siglo
VIII, Adud al-din al-Iyi, se expresa de la siguiente forma: “La baya no crea la validez del imamato, tan sólo
la pone de manifiesto”, citado por M. Kerr, op. cit., pp. 35 y ss. La baya no sería, por lo tanto, parte de los
mecanismos para crear la validez legal de la investidura califal, sino una mera justificación moral. Sin
embargo, ni los juristas medievales, ni Abdu y Rida son cuidadosos en distinguir dos campos, la legalidad y
la moralidad, como lo demuestra M. Kerr por medio de su obra citada.
49 M. Kerr, op. cit., p, 23. Esto se explica por la confusión entre los diferentes sentidos del concepto de
soberanía, que los autores musulmanes suelen mezclar y pasar de uno a otro sin poner mayor atención sobre
cuál están hablando.
50 Esta última opinión no está contenida en su libro sobre el califato, sino en la revista Al-Manar, XIV,
pp. 740-741, citada por M. Kerr, op. cit., p. 165. La intención es demostrar que el jefe de Estado no es un
gobernante absolutista, sino que cualquier posible arbitrariedad de su parte está limitada, no sólo por el
Corán, la sunna del profeta y la sunna de los primeros cuatro califas, sino también por el deber de consultar.
Véase R. Rida, Le Califat..., op. cit., pp. 55-56.
51 Se puede advertir un tono apologético y de autodefensa en esta transformación de la doctrina política
clásica al convertirla en la patrocinadora de un Estado islámico moderno igual, e incluso superior al del
occidente, por no ser la creación de una ideología humana.
VIII. LOS IDEÓLOGOS DEL ISLAM RADICAL
1 International Encyclopedia of the Social Sciences, vol. XIII, pp. 294-299. “Tiene su origen y
permanente foco de atractivo entre los estratos marginados [...] Algunas características: la formación de una
comunidad ‘carismàtica’; enfatizar su distinción del ‘resto del mundo’; monopolio del movimiento sobre la
vida de los creyentes”, etc. Bobbio también lo define como “un proceso de robusta renovación de los
diferentes sectores de la vida civil y del orden político”. Bobbio, Dizionario di Politica, N. Bobbio y N.
Matteucci, Turin, Unione Tipografico-Editrice Torinese, 1976, parte 3, p. 830
2 El fundamentalismo es un concepto y un fenómeno religioso surgidos en el occidente, aplicado
analógicamente a otras religiones, judaismo, hinduísmo, etc.; aquí se aplica a una corriente de pensamiento
dentro del islam. En mi opinión, el fundamentalismo o integrismo islámico puede definirse como la
purificación del islam mediante el retomo a sus fuentes, el Corán y la sunna del profeta.
* Conocida porlos sociólogos de la religión como revivalism.
3 Youssef Choueiri, Islamic Fundamentalism, Boston, Twayne Publishers, 1990.
4 Véase M. Ruiz, “Voces del islam de hoy”, art. cit., pp. 387-400.
5 Hasta el día de hoy, en la mayoría de los países musulmanes existen dos tipos de cortes legales, dos
tipos de escuelas, y la mezquita coexiste con los clubes como lugares públicos de reunión y dos tipos de
público que las utilizan.
6 La filosofía griega presentó un desafío semejante, como vimos antes; pero la filosofía quedó reducida
a una pequeña élite ligada a las cortes califales.
7 Uno de los mejores estudios sobre los hermanos, incluso con el nikil obstat de éstos, fue el realizado
por R. P. Mitchell, The Society of the Muslim Brothers, Londres, Oxford University Press, 1969. La
hermandad, sin embargo, no formuló, por lo menos en su primera etapa, una teoría política sobre el Estado
islámico. Su interés estuvo concentrado en la práctica, en la acción directa. Muchos de sus miembros
estuvieron combatiendo en la primera guerra árabe-israelí (1947), para evitar la creación de un Estado judío.
Puede consultarse también E. Mortimer, Faith and Power. The Politics of Islam, Nueva York, Vintage
Books, 1982, y M. Ruiz,“Militancia islámica y resurgimiento islámico en Egipto”, art. cit., pp. 5-28.
8 Acusados de promover (en 1948) agitación y violentas manifestaciones contra el gobierno por su mal
desempeño en la guerra palestina, muchos de los dirigentes de la hermandad fueron arrestados. Su mismo
fundador, Hasan al-Banna, fue asesinado en una emboscada atribuida al servicio secreto, en febrero del año
siguiente, 1949.
9 Entre sus principales obras y las más leídas: Ma'alim fi al-tariq de 1964 (Las señales del camino) y
Bajo los auspicios del Corán, un comentario político-religioso del Corán, fruto de una lectura personal y
profunda, en 4 volúmenes, escritos entre 1958 y 1966. Entre los varios estudios sobre la vida y obra de
Sayid Qutb pueden verse: Yvonne Haddad, “Sayyid Qutb”, en John L. Esposito (ed,), Voices of Resurgent
Islam, Nueva York y Oxford, Oxford Universiy Press, 1983, pp. 67-94 y Olivier Carré, Mystique et
politique, Sayyid Qutb, París, Editions du Cerf, 1984.
10 Véase Encyclopaedia of Islam, 2a. ed., s.v.
11 Recuérdese que la mayor parte del territorio indio había estado bajo la dominación política
musulmana, en mayor o menor grado, desde el siglo VIII hasta la llegada de los ingleses en el siglo XVII.
De ahí que con una India independiente se cxearía una situación ampliamente desfavorable para la minoría
musulmana.
12 En varias ocasiones, he visto a varios simpatizantes actuales del islam militante compartir esta idea
de Sayid Qutb. La oposición oficial del Vaticano al control de la natalidad, por ejemplo, se interpreta entre
algunos extremistas como la necesidad de un mayor número de cristianos que puedan oponerse al islam.
13 Véase Y. M. Choueiri, op. cit., p. 65. Alí Shariati, influyente sociólogo iraní y uno de los ideólogos
de la revolución iraní, contemporáneo de Jomeini, sostiene también la existencia de dos fuerzas
antagónicas, una especie de dualismo: Dios y satán (el Bien y el Mal).
14 Sayid Qutb vivió una bxeve temporada en Estados Unidos como parte de su adiestramiento, cuando
era empleado de la oficina de correos de Egipto. Regresó decepcionado por el materialismo y la pérdida de
valores espirituales que advirtió en la sociedad estadunidense. El arte, la literatura, las leyes, en una palabra,
todo está permeado por el espíritu de la yahiliya. Basta observar el cine, la televisión, las revistas llenas de
pornografía, la moda, los salones de baile, los certámenes de belleza, los bares y el uso de bebidas
embriagantes, además de las drogas. Lo único que, de acuerdo con Qutb, se puede importar del occidente,
son la ciencia y la tecnología.
15 Esto explica el florecimiento de células secretas de activistas que tomaron a su cargo la
“islamización” de Egipto, por ejemplo. El grupo takfir iva hiyra (excomunión y emigración), que asesinó al
presidente Sadat, declaró “infieles" al gobierno y a la sociedad egipcios, y les declaró la guerra. Así, han
proliferado grupos semejantes.
16 En este punto parece haber una pequeña diferencia entre Mawdudi y Qutb. Qutb claramente sostiene
que sólo un Estado islámico puede convocar legítimamente al yihad como parte de sus obligaciones
oficiales. Mientras que para Mawdudi sería una obligación “colectiva”, es decir, de toda la comunidad
musulmana, independientemente de que sea lanzada o no por un Estado islámico.
17 Esta campaña se llevaría a cabo en tres fases: 1) invitación a todos los hombres a aceptar el islam, la
religión definitiva; 2) el que rehúse debe pagar la yizya (un impuesto de captación sobre los no-
musulmanes), y 3) el que se rehúse a pagar ese impuesto será sometido por la fuerza.
18 En clara oposición a la doctrina política clásica —que reconoce el derecho de deponer a los
gobernantes opresores e injustos, pero sin decir cómo, y terminando por hacerse de la vista gorda,
recomiendan la sumisión y obediencia aún a los tiranos en bien del orden y paz de la comunidad—,
Mawdudi y Qutb no tienen reparo en indicar que el uso de la fuerza es legítimo y debe emplearse.
19 Qutb prefiere el término “selección” (ijtiyar) a “elección” (intijab).
20 Ch.J. Adams, “Mawdudi and the Islamic State”, p. 117, en John L. Esposito (ed.), op. cit.
21 Ya se dijo antes que la sharía, en la versión “ortodoxa”, no es una creación humana, sino sólo el
hacer explícito lo ya contenido en el Corán y la sunna. Por otra parte, la doctrina jurídica clásica insiste en
la necesidad de la tradición oral, que pasa de maestro a discípulo ininterrumpidamente, por medio de una
“cadena ” de transmisores, y así, se remonta hasta el profeta. Ésta es la principal razón para descalificar a
los grupos militantes cuyos líderes no forman parte del grupo de los ulemas, y cuyas interpretaciones
difieren en algunos particulares de las enseñanzas del islam “ortodoxo”.
22 Sobre el Ayatolla R. Jomeini, pueden consultarse, A. Seyyed R. Khomeyni, Pensamiento del A.
Ruhollak Khomeini; político, filosófico, social y religioso, Caracas, Ateneo de Caracas, (s.f), y Muhammad
H. Haykal, The Relurn of the Ayatollah. The Iranian Revolution from Mossadeq to Khomeini, Londres, A.
Deutsch, 1983.
23 Mahdi es el término sunnita para designar al “mesías” esperado al final de los tiempos.
24 El establecimiento de un Estado shiita en ausencia del imam plantea el problema doctrinal sobre
quién debería ejexcer la autoridad política, que no había sido ni discutido ni resuelto hasta ahora de una
manera satisfactoria. El ayatola Jomeini tiene una propuesta.
25 Citado por A. Taheri, The Spirit of AUah, Bethseda, Adler & Adler, 1986, p. 163. Wilaya en árabe,
vilaya en persa, es el término técnico del shiismo para designar la transmisión hereditaria del conjunto de
obligaciones y poderes de un imam a otro, que incluye el supremo poder religioso y político. En ausencia
del imam, la wilaya equivale al deber de “custodia” del grupo religioso sobre los creyentes shiitas. Tal
custodia se equipara con la función de tutoría sobre un menor, jurídicamente hablando.
26 La injerencia directa de los mullahs en asuntos políticos (baste señalar el famoso boicot a las
concesiones del tabaco a Gran Bretaña, apoyado entusiastamente y promovido por éstos) se da desde fines
del siglo XVIII y sobre todo en el XIX, aprovechando la debilidad de la dinastía Qayar. Sin embargo, los
ulemas nunca reclamaron para sí el derecho a gobernar.
27 Reconocido como la máxima fuente de autoridad religiosa o el marya-yi mutlaq de su tiempo. E.
Mortimer, op. cit., p. 311.
28 E. Mortimer, op. cit., p. 323.
29 Sin embargo, la participación activa en la política no es con la finalidad de tomar el poder. Así,
Jomeini nos dice que “ningún jurista ha dicho ni se encuentra escrito en libro alguno, que los ulemas sean
reyes o que tengan derecho a la autoridad suprema”. En este momento Jomeini no está en contra de la
monarquía ni aboga por su abolición. Aduce dichos de numerosos juristas en los que se afirma que es lícito
colaborar con el gobierno aún de los injustos y tiranos, para reformarlo Mortimer, op. cit., p. 325.
30 Las críticas de Jomeini se centraban en tres puntos principales: el gobierno del sha es dictatorial,
corrupto y servil a los intereses imperialistas americanos, en lugar de estar al servicio del islam y el pueblo
iraní.
31 Nayaf, junto con Kerbala (mausoleo de Husein, tercer imam, m. 680 d. C.), es uno de los más
importantes centros religiosos del shiismo en Irak. Ahí se encuentran los restos del primer imam, Alí, (m.
661 d.C.), primo y yerno del profeta. En Mashjad, Irán, se encuentra el mausoleo de Alí al-Rida (Alí Reza
en persa) el octavo imam.
32 Ésta es, desde luego, una opinión que afecta a las monarquías o regímenes similares (dinásticos)
dentro de todo el mundo musulmán.
33 La idea de Jomeini no es de otorgarle al faqih un poder absolutista, sino la de una figura paternal.
“La custodia de la nación es igual que la tutoría de un menor”, Hamid Enayat, “Irán: Khumayni’s Concept
of the Guardianship of the Jurisconsultant”, enj. Piscatori (ed.), Islam in the Political Process, Cambridge
University Press, 1984, p. 170. Es decir, se trata de la responsabilidad sobre alguien que es incapaz de
gobernarse a sí mismo (porque no conoce la ley, entre otras cosas).
34 Este juicio es compartido por varios especialistas, así, Alí Merad, ya en 1981, se expresaba de esta
forma: “The ideologization process of religión allowed contemporary muslim thought to make decisive
shifts from the traditional theological field to the sociological one, and to formúlate the content of islam in
terms of norms and valúes of socio-political order”, en Alex S. Cudsi y Ali H. Dessouki (eds.), Islam and
Power, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1981, p. 37.
35 Al respecto, puede recordarse el caso de Arabia Saudita, cuyos gobernantes se han negado a tener
una constitución diferente del Corán y la sunna del profeta.
36 Es posible que la diferencia de clase (más alta) y de origen (túrquico, de Azerbayán) conjomeini
tuvieran influencia en sus opiniones políticas. En 1982 fue privado de su título de ayatola y quedó
prácticamente bajo arresto domiciliario.
37 Teleqani prestó un decidido apoyo a los guerrilleros musulmanes, los Muyahidin-i jalq. Murió antes
de que llegara a un enfrentamiento serio conjomeini. Dos de sus hijos, miembros de los muyahidin, fueron
secuestrados por los guardias revolucionarios.
38 Jomeini comparte el punto de vista de Sayid Qutb y Mawdudi de que no hay necesidad de partidos
políticos dentro del Estado islámico, por el contrario son perjudiciales. Se pueden, en cambio, formar
grupos informales, como dice Mawdudi, para presentar y apoyar candidatos a los diferentes puestos en
contensión.
39 El 28 de junio de 1981, la explosión de una bomba en las oficinas centrales del Partido de la
Revolución Islámica —obra de los muyahidin— causó la muerte a un gran amigo y discípulo de Jomeini,
fundador y presidente del partido, el ayatola Beheshti, y a otros 72 líderes más.
40 R. Rida, Le califat..., op. cit., p. 79.
IX. ¿UNA SITUACIÓN ANÓMALA?
No estaría completo este estudio si se omitiera este caso, que podría ser la
excepción que confirma la regla, respecto a las opiniones y doctrinas políticas
examinadas. Nos referimos al autor árabe medieval, Abd al-Rahamn Ibn Jaldún
(1332-1406),1 cuya originalidad y brillantez son bien conocidas. Para muestra,
baste recordar el elogio de Arnold J. Toynbee: “he (Ibn Khaldun) has conceived
and formulated a philosophy of history which is undoubtedly the greatest work
of its kind that has ever yet been created by any mind in any place”.2
Ibn Jaldún está consciente de estar creando “una nueva ciencia”, la ciencia
que estudia las “civilizaciones” (umran), estudio multidisciplinario en el que
hace consideraciones de tipo climático, geográfico, biológico, social, político,
económico y religioso. El estudio discute las fases principales por las que
atraviesan las sociedades humanas, materializado y ejemplificado en la creación
central de éstas, el Estado. Analiza la génesis, desarrollo, brillantez y paulatina
decadencia del Estado hasta su desaparición, para ser reemplazado por otro que,
a su vez, recorrerá las mismas fases, sin que, aparentemente, nada pueda hacerse
para modificar o detener esta “ley” inflexible de la inevitabilidad del cambio.
El método de trabajo del autor es el de una estricta observación empírica,
apoyado por sus sólidos conocimientos de varias ciencias, en especial la lógica y
la historia, y sobre todo por la excepcional capacidad de análisis de su
inteligencia privilegiada. Resultado de sus observaciones es la formulación de
leyes que rigen el comportamiento de las sociedades humanas, desde su
formación y desarrollo hasta su decadencia y eventual desaparición o
reagrupación en nuevas unidades.
El lenguaje de Ibn Jaldún es el del científico que está enunciando esas leyes.
Así, nos dice:
Para Ibn Jaldún el Estado, al igual que la sociedad, tiene un origen natural, la
necesidad del orden social.5 “Una vez que los hombres se han reunido en
sociedad, como hemos dicho, y en diferentes partes de la tierra, surge una nueva
necesidad, la de una autoridad (wazi’, un gobernante) que imponga el orden
entre ellos y los proteja a unos de otros... Debe ser un hombre que ejerza una
autoridad y un poder coercitivo con mano firme; esto es lo que significa el reino
(mundano, laico: mulk). Es ésta una institución peculiar (especial: jasa) de la
raza humana, natural (tabi’a) e imprescindible para su existencia”.6
En algunos tipos de animales parece darse una agrupación semejante a la
humana bajo la dirección de un jefe, observa Ibn Jaldún; sin embargo, obedece al
instinto y a la orientación divina, mientras que en los seres humanos se debe a la
intención deliberada de constituirse en una organización política. En su opinión,
el Estado surge como una creación consciente del ser humano.
Para reforzar esta idea, refuta la opinión de algunos filósofos que afirman
que la aparición del Estado (la existencia de una autoridad coercitiva) no puede
darse sin una aprobación y un mandamiento de Dios. La evidencia, sin embargo,
apunta lo contrario. Desde antes de las profecías han existido organizaciones
políticas y dinastías, cuyos monumentos nos hablan de su poder; e incluso en su
tiempo, los paganos eran mayoría en el mundo, y no vivían en la anarquía.7
El derecho a exigir obediencia, la legitimidad de la autoridad, usando el
lenguaje contemporáneo, está basado, según Ibn Jaldún, en la asabiya,
‘solidaridad social’, ‘ethos comunal’, ‘sentimiento comunitario’. La asabiya es
el sostén y la determinante de la fuerza y del alcance del poder estatal, como
frecuentemente lo repite Ibn Jaldún.8 Las fases por las que atraviesa el poder
estatal, a partir de la toma del poder, su consolidación, apogeo y paulatina
decadencia hasta su desaparición, están íntimamente ligadas a la asabiya.9 Así,
el Estado aparece como un organismo vivo, cuyo surgimiento, estabilidad y
desaparición se encuentran sujetos a “leyes” que rigen su vida y controlan su
existencia, se podría decir, de una manera determinista.10
Este resumen de las ideas centrales de Ibn Jaldún sobre el Estado puede
llevarnos a pensar que su teoría política es muy semejante a cualquiera de las
teorías occidentales sobre el Estado a partir de Maquiavelo. Se trata de una teoría
“científica” basada en una estricta observación empírica, y en la que las
convicciones religiosas no parecen influir en las conclusiones del científico. De
ahí que se deban tener en cuenta otros aspectos de su pensamiento político.
es provechoso para los hombres, no sólo en esta vida sino también en la otra.
Porque el ser humano no ha sido creado únicamente para este mundo; porque
esta vida temporal no es otra cosa que vanidades e ilusiones y termina en la
muerte y en la nada, como dice El Altísimo: “Os figurabais que os hemos
creado para pasar el rato...” (Corán, 23,115). La finalidad del ser humano es
[la práctica de] su religión, que ha de conducirles a la felicidad en la vida
futura por la senda de Dios. Las leyes divinas son para regir toda actividad
humana, tanto en relación con Dios (ibada) como en relación con los demás
seres humanos (muámalah), incluido el Estado, que es (una institución)
natural a la sociedad humana. El Estado ha sido modelado de acuerdo con la
religión y debe someterse a la supervisión de la Ley [divina].17
Ibn Jaldún reconoce, por lo tanto, que las relaciones entre religión y Estado
no son fijas, sino que están sujetas a la ley del cambio, cuya necesidad depende
ya sea de la “naturaleza” misma del Estado, ya sea de nuevas circunstancias
políticas o sociales. Esto, sin embargo, no invalida la posibilidad de una relación
armoniosa entre ambos bajo la guía, naturalmente, de la religión.
CONCLUSIONES
Concluyendo este análisis de los aspectos que nos interesan sobre el Estado visto
por Ibn Jaldún, habría que distinguir entre el creyente y el científico. Como
creyente no encontramos mayores diferencias entre la teoría política de Ibn
Jaldún y la doctrina clásica teologicojurídica. Ambas postulan que el Estado es
un instrumento al servicio de la religión. La última y suprema autoridad de la
umma es la ley revelada, única que puede conducir al ser humano hacia su
verdadero destino. Para ambos, el Estado es el guardián de la religión y el
ejecutor de sus preceptos, con una libertad relativa para seguir su propio camino,
mientras no contradiga los preceptos de la ley revelada.
Como científico, Ibn Jaldún se encuentra años luz adelante de sus
contemporáneos. Basado en una atenta observación de los fenómenos sociales,
nuestro autor ha desubierto un orden “natural” dotado de sus propias leyes que
rigen su continuo devenir. Este orden “natural” es paralelo al orden de la
revelación y aparece como el instrumento concreto por medio del cual Dios
actúa en el mundo. Qué tan real es este orden y qué independencia tiene depende
de lo que Ibn Jaldún entiende por naturaleza (tabVa). Si Ibn Jaldún usa el
concepto naturaleza en el sentido aristotélico como hemos explicado antes, será
una cosa diferente de si lo usa en sentido figurado o impropio, al modo de los
teólogos musulmanes.
Deliberadamente hemos escrito “naturaleza” y “natural” entre comillas, bajo
el supuesto de que, siendo Ibn Jaldún un seguidor de al-Ashari, naturaleza es
sólo un modo de hablar, sin que a esta palabra corresponda una realidad objetiva,
ya que Dios está continuamente creando y recreando al ser humano y a todas las
criaturas. Pero aun siendo éste el caso, esto no fue un obstáculo para que Ibn
Jaldún pudiera construir sus teorías científicas.
Este orden “natural” y, en concreto, el Estado, institución “natural” de la
asociación humana, han existido y pueden existir independientemente de las
revelaciones divinas. Pero una vez que una sociedad acepta la ley divina, como
es el caso de la comunidad musulmana, este orden “natural”, incluido el Estado,
debe sujetarse y tiene la obligación de someterse a los preceptos de la revelación.
Este requerimiento crea una posibilidad de conflicto entre religión y Estado. De
hecho, el único caso de un auténtico Estado religioso (siyasa diniya), el califato,
degeneró y se convirtió en un Estado laico y reino mundano.
De aquí surge la pregunta sobre la posibilidad real de una coexistencia
armoniosa entre Estado y religión. Ibn Jaldún parece estar convencido de esta
posibilidad, exigiendo que sea el Estado el que ceda en sus pretensiones
“naturales”. Así, censura a Muáwiya por haberse levantado en armas contra Alí,
el legítimo califa, aunque desde el punto de vista puramente político Muáwiya
haya actuado de acuerdo con la “naturaleza” del poder. En cambio, lo aprueba
cuando adopta las costumbres de la tradición imperial persa, porque tales
cambios fueron hechos no en razón del Estado, sino en razón de la religión
islámica. Con esto, el pensamiento jalduniano está de acuerdo con la doctrina
clásica.
El Estado jalduniano es, por lo tanto, un Estado ético supeditado a un orden
superior. La razón del Estado es la razón de la religión. Sin embargo, el análisis
de las relaciones entre religión y Estado se detuvo en este punto sin mayor
profundización, y tampoco ha sido continuado desde entonces. Reabrir la
investigación en esta línea, sobre los “derechos naturales” del Estado podría,
quizás, aportar nuevos elementos para una alternativa de Estado al propuesto por
los llamados fundamentalistas.
Notas al pie
1 Su obra principal en la que aparecen las teorías de que hablaremos es la famosa al-Muqaddimah, o
Prolegómenos a la historia universal, traducida a varios idiomas. En español, Introducción a la historia
universal, traducción de Juan Feres, editada por E. Trabulse, México, Fondo de Cultura Económica, 1977.
Sobre la vida y pensamiento del autor, pueden consultarse: Muhsin Mahdi, Ibn Khaldun’s Philosophy of
History. A Study of the Philosophical Foundation of the Science of Culture, Chicago University Press, 1971;
Fuad Baali, State and Urbanism; Ibn Khaldun's Sociological Thought, Nueva York, State University Press,
1988, además de diversas enciclopedias, especialmente la Shorter Encyclopaedia of Islam y la
Encyclopaedia of Islam, la. y 2a. eds., en las que, además, aparece una abundante bibliografía.
2 Arnold J. Toynbee, A Study of History, Oxford, Royal Institute of International Affairs/Oxford
University Press, vol. Ill, 1955, p. 332.
3 Abd al-Rahamn Ibn Jaldún, Al-Muqaddimah, edición árabe, Bagdad, Maktabat al-Muthannal, s.f., p.
41; edición en español, p. 151. No siempre sigo literalmente la traducción de Feres.
4 Civilización nos parece la mejor traducción. Podría traducirse también por “cultura”; éste sería el
caso, por ejemplo, cuando se contrasta la umran rural y la urbana. Etimológicamente, umran designa un
lugar habitado, su población, el progreso social, su cultura. Para Ibn Jaldún parece tener la connotación de
la “herencia social cumulativa de un grupo”, “Apuntes para el estudio de Ibn Jaldún”, Santiago Quintana
(no publicados).
5 Hay una simbiosis e inseparabilidad entre sociedad y autoridad, “son como la materia y la forma”.
6 Ibn Jaldún, op, cit, árabe, p. 43; español, p. 153.
7 Para Ibn Jaldún existen básicamente dos tipos de Estado, el “natural” o laico, y el Estado establecido
de acuerdo con las normas de una revelación divina. Volveremos sobre este punto.
8 Ibn Jaldún, op. cit., particularmente el libro II, en especial el capítulo XVII: “La meta que persigue la
asabiya es el poder real (mulk)" (el Estado). Libro III, “No es posible establecer una dominación ni fundar
una dinastía (Estado) sin el apoyo del pueblo y la solidaridad de la asabiya”.
9 Ibid., libi o II, capítulos XI, XII y XIV: “Los imperios como las personas tienen su propia vida”. Tres
genexaciones es la vida promedio de un imperio y corxesponden a una paulatina pérdida de la asabiya, etc.
Esta visión jalduniana tiene marcadas semejanzas con la noción moderna del Estado articulado con base en
xelaciones de poder.
10 Ibid., libro III, capítulo XLVI: “Cuando la decadencia de un imperio se inicia, nadie la detiene”.
11 H. A. R. Gibb, “The Islamic Background of Ibn Khaldun’s Political Theory”, en Studies on the
Civilization of Islam, Boston, Beacon Press, 1968, pp. 166-175.
12 Ibn Jaldún, op. cit., libi o III, capítulo XXVI. Árabe, p. 191; español, p. 380. Ibn Jaldún contrasta los
términos sharía y dunia para referirse a los aspectos religioso y temporal del califato.
13 Recuérdese que el iyma, el Corán, la sunna (costumbre) del profeta y el razonamiento analógico
(qiyás), son las cuatro “fuentes” que se utilizaron para elaborar la ley religiosa (sharía).
14 Ibn Jaldún, op. cit., libro VI, capítulo X, sobre kalam o teología islámica, “no hay ningún otro agente
que Dios” (idha la fail ghairahu), afirmación dirigida contra los teólogos mutazilitas, quienes afirmaban
que “el hombre es el creador de sus actos y en ellos Dios no interviene, especialmente si son malos
(moralmente)”, árabe, p. 460, fi kalam.
15 Ibid. Árabe, p. 43; español, p. 152.
16 Ibid., edición árabe, p. 303; edición en español, p. 542. Tanzil es uno de los sinónimos del Corán.
Ambos nombres derivan de la raíz nazala, “bajar” o “descender”. Siyasa, en cambio, se usa generalmente
para designar los aspectos politicoadministrativos que no han sido cubiertos por la ley revelada y que
quedan al arbitrio para ser legislados y regulados por el gobernante humano; es decir, es la actividad
política. Aquí, Ibn Jaldún distingue entre siyasa aqliya (racional) y siyasa diniya (basada en la religión
revelada).
17 Ibid., libro III, cap. XXV. Árabe, pp. 190 y ss.; español, pp. 378 y ss. Las cursivas son mías.
Recuérdese el Corán, 29,64: “La vida de acá no es sino distracción y juego, pero la Morada Postrera, ésa sí
que es la Vida”.
18 Ibid., libro, III, cap. XXVIII. Árabe, pp. 202-209; español, pp. 397407.
19 Puede leerse la epístola de Taher Ibn al-Husein a su hijo Abdallah ibn Taher cuando el califa al-
Mamún lo nombró gobernador de varias provincias, y que Ibn Jaldún reproduce íntegramente en el capítulo
LI del libro III. Recordemos también los textos coránicos: “Cuando queremos destruir una ciudad,
ordenamos a sus ricos que se entreguen en ella a la iniquidad. La sentencia contra ella se cumple y la
aniquilamos”, Corán 17,16; donde el rico es un instrumento de Dios. “A cuántas generaciones hemos hecho
perecer después de Noé, Tu Señor está bien informado de los pecados de Sus siervos” (17,17).
20 Ibid. Árabe p. 203; español, p. 398.
21 Ibid. Árabe, p. 222; español, p. 426.
22 Ibid. Árabe, pp. 202 y ss.; español, p. 297 y ss.
X. CONCLUSIONES
1 Es conocido el caso de los ahmadíes en Pakistán; recientemente una secta, al-Arqam, en Malasia, ha
sido proscrita y declarada incompatible con el islam.
2 La shía o shiismo, cuyos orígenes se remontan a la segunda mitad del primer siglo islámico como se
vio en el capítulo cuarto, representan 16% de los musulmanes en el mundo, mientras que el sunnismo 83%.
En total, los musulmanes representan casi 18% de la población mundial, y están presentes en los cinco
continentes. Datos tomados de la Encyclopedia Britannica, Book of the Year, 1992, p. 269.
3 Se debe resaltar, sin embargo, el gran cambio de conducta y de doctrina que se dio en el shiismo iraní
desde fines del siglo pasado y principios del presente. Una actitud secular de pasividad política fue
cambiando paulatinamente hasta manifestarse violentamente por medio de una revolución que derrocó al
shah, cuyo ejército, uno de los mejor armados, no pudo detener la caída de la monarquía ni evitar que se
implantara una República Islámica.
4 Otras contribuciones de la cultura persa en los aspectos sociales, literarios, y artísticos, algunas
contrarias al islam, fueron encontrando poco a poco su camino e islamizadas con el tiempo. En efecto,
muchas tradiciones culturales persas, no en su forma pura, sino islamizadas, pasaron a formar parte de la
civilización islámica.
5 Entre los juristas ya había habido una confrontación entre dos corrientes, una defensora de la razón
humana y su opositora, que fue la que obtuvo la victoria. El resultado de este éxito fue la pretensión de que
la sharía 110 es una legislación humana, sino divina, ya que es una mera extensión o explicitación del Corán
y la sunna. En su aspecto teológico, adoptó una interpretación literal y antropomòrfica del Corán.
6M. Keer, Islamic Reform..., op. cit., p. 106: “En la tradición islámica clásica hay un énfasis en el
voluntarismo divino y un rechazo de los conceptos de justicia y autoridad naturales”. Así, propiamente
hablando, no existen “derechos humanos”; en realidad, son “derechos de Dios”, una expresión y creación de
la voluntad divina, ibid., p. 62.
7 Este poder absoluto y único de Dios es un poder benefactor que Dios emplea sólo para el bienestar del
hombre; véase M. Ruiz, “Algunas reflexiones sobre el Dios del Corán”, Estudios Orientales (19), vol. VII,
núm. 2, 1972, pp. 193-210
8 Recuérdense las críticas del Corán a las discusiones sobre la religión que sólo conducen al sectarismo.
Véase cap. III, nota 14, y cap. VIII, nota 1.
9 Ésta no es una doctrina o ideología secularizante, ni se propuso serlo. Sería un anacronismo
pretenderlo. Simplemente cumplió su finalidad. No sólo dio independencia al Estado, sino que incluso lo
convirtió en el administrador de la religión al integrar bajo su control la administración de las funciones y
cargos religiosos. Mezquitas, escuelas, tribunales religiosos, awqaf (donaciones cedidas a perpetuidad para
fines religiosos) se encuentran bajo la supervisión del Estado.
10 M. Weber reconoce que la religión islámica es una religión racional, así como el cristianismo, en
razón de que ha superado la magia; ha desarrollado una. ética, y porque la predestinación islámica no lleva
al fatalismo sino a la vida activa: “Los rasgos sobresalientes [...] son el desarrollo de un sistema racional de
conceptos religiosos, y lo más importante, de una ética diferenciada y sistematizada”, Max Weber, The
Sociology of Religión, Boston, Beacon Press, 1963, p. 29. “La predestinación islámica, como la puritana, no
llevan al fatalismo sino a la vida activa...” “El islam... desarrolló su poder en las guerras por la fe...”, Max
Weber, Economía y sociedad, op. cit., p. 451. Para Weber, lo que ha impedido en el islam un desarrollo
industrial, secular o moderno como en el occidente “no fue el islam como profesión de fe, sino la estructura
religiosamente condicionada de las organizaciones estatales islámicas, de su burocracia y de su
administración de justicia”, Ibid., p. 834. Es decir, la racionalidad material del derecho y la política.
11 Ibid., p. 64.
12 Lo que Aristóteles llama la teleología o finalidad de las cosas, y que depende de su naturaleza, es
análoga a la racionalidad formal de Weber. En efecto, se expresa así de la metafísica: véase Metaphysica,
982b, p. 25 en la traducción dej. Randall, op. cit.: “...we do not seek this science for any other need; but just
as man is said to be free if he exists for his own sake and not for the sake of someone else, so this alone of
all sciences is free for this science exists for its own sake”.
13 Este aspecto ha sido cubierto en el capítulo cuarto, al discutir la naturaleza de la comunidad fundada
por el profeta. El hecho de que la pertenencia a la umma sea por una decisión de fe la convierte en una
comunidad sui géneris, una umma religioso-política muy diferente del resto de los Estados solamente
políticos.
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