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lecturas
sin apagar
culturas

Alfredo Mires ortiz


dEcires y escritos
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lecturas
sin apagar
culturas
Alfredo Mires ortiz
dEcires y escritos
Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca
Serie Decires y Escritos Nº 3

Alfredo Mires Ortiz


Encender lecturas sin apagar culturas
La experiencia de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca

Conferencia presentada en el Seminario Internacional “Biblioteca


Pública y Sociedad de la Información: desafíos y respuestas desde
América Latina”, Lima, 24-26 de marzo 2009.

Primera edición: diciembre 2019

Diseño y proceso: Equipo Central de la Red


Fondo de carátula: Laura Hart, "Luna por sol" y "Ojos de gato”

© Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca


Apartado 359, Cajamarca, PERÚ
Avenida Perú Nº 416, Cajamarca
Telefax (51) 76 364397
bbrrcajamarca@gmail.com
http://bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com/

Cajamarca, diciembre 2019

Salvedad:
En algunos párrafos de los textos contenidos en esta Serie,
podrá notarse un nivel de repetición y énfasis, en la medida que
se refieren a la experiencia específica de la Red de Bibliotecas
Rurales o a los ejes temáticos (colonialidad, racismo,
identidad y dignidad, comunidad, cultura y ambiente, etc.)
que el autor remarca de manera constante.

Algunos datos puntuales del presente artículo corresponden


al año (2009) en que fueron presentados: actualmente la Red
está en 500 comunidades de las 13 provincias de Cajamarca
y también en Huamachuco, región La Libertad y, a más de
los participantes mayormente comuneros, se hallan incorporados
como voluntarios más de cuarenta docentes.

2
1. Proemio

No sé si será cierto, pero alguna vez me contaron que


–hace ya tiempo–, un gobernador local recibió un
telegrama urgente del gobierno central que decía:
“Movimiento telúrico trepidatorio detectado en
su zona. Favor localizar epicentro e informar
daños físicos y económicos en infraestructura y
posibles alteraciones en flora y fauna”.
Varias semanas después llegó la respuesta del gober-
nador local a sus superiores:
“Epicentro fue localizado y arrestado, está con-
feso y preso; esperamos órdenes superiores
para saber qué hacemos con él. Telúrico quedó
muerto en el lugar de los hechos. Trepidatorio y
otros 15 sujetos se dieron a la fuga, pero su cap-
tura es cuestión de horas. A Flora y a Fauna ya
las hemos expulsado del pueblo por degenera-
das.
P.D. No habíamos podido informar antes porque
hubo un terremoto maldito”.

No hay duda que gran parte de los problemas que aque-


jan a nuestros pueblos tienen que ver con la comunica-
ción, pero más como una consecuencia que como una
causa. Sobre todo porque un habla estándar no tendría
porqué ser un habla hegemónica, particularmente en
países como el nuestro, en el que hay diecinueve fami-
lias lingüísticas y se hablan unas 100 lenguas –aparte
del castellano–, fuera de los modismos locales.

El dar por sobrentendido que todos los demás tienen la


obligación de entender un solo código, es aceitar los
engranajes de una sociedad etnocéntrica que no sólo
3
desconoce el valor de la diversidad, sino que invisibili-
za, secuestra y destruye las enriquecedoras diferen-
cias de las culturas que pueblan las naciones.

¿Sobre qué bases se construyen los sistemas de infor-


mación y con qué criterios funcionan los mecanismos
de transmisión del conocimiento?, ¿qué rol han jugado
los libros en una historia plagada de prepotencias inva-
sivas y entusiasta compulsión de los olvidos?, ¿cuál
ha sido y sigue siendo el rol de la educación en esta
pugna de supresiones y persistencias?; ¿en qué lado
de esta historia colonizante se han ubicado las biblio-
tecas?

Decía que estos desfases de la comunicación eran


consecuencias más que causas porque incuban, en
gran medida, en la supremacía de una cultura auto
elegida como rectora del pensamiento universal. Y hay
una suerte de cordón umbilical que ata las actuales
fabricaciones de opinión con las antiguas justificacio-
nes de dominio de una minoría sobre el resto de los
pueblos.

Creo que un ejemplo muy decidor de estas brechas


insufribles es la filosofía fundacional de Aristóteles,
autor –entre otros– de nuestro actual sistema de
poderes del estado. Este pensador griego afirmaba
que:
La naturaleza… ha creado a unos seres para mandar y
a otros para obedecer. Ha querido que el ser dotado de
razón mande como dueño, así como también que el
ser capaz por sus facultades corporales de ejecutar las
órdenes, obedezca como esclavo (…y entonces son)
las partes primitivas y simples de la familia el señor y el
esclavo, el esposo y la mujer, el padre y los hijos…
4
Esto sería sólo historia si no fuera porque sus premisas
se mantienen hasta la fecha: si en este preciso instante
uno busca la palabra familia en el diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española, una de sus
principales acepciones señala que es el “Número de
criados de alguien, aunque no vivan dentro de su
casa”1. Y esto es porque la palabra familia viene del
latín Famŭlus, que significa esclavo, o “Conjunto de los
criados o esclavos de una persona”.

Esta manera de ver el mundo es sumamente extraña


para nosotros, porque en las comunidades indígenas y
campesinas en las que nosotros vivimos, la familia
tiene la connotación del ayllu, la común unidad de todo
lo que existe, en la que todo comparte la misma sus-
tancia hermanadora, en la que todos somos incomple-
tos y entonces complementarios, en la que la equiva-
lencia se trasluce en la reciprocidad y el compartir, y en
la que todos aprendemos y todos enseñamos.

1
En “La política” (Aristóteles, La política; Editorial Universo, Lima, 1968,
p.10, 13), Aristóteles señala también que: “Es hombre de otro el que en tanto
que hombre se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumen-
to de uso (…) se es esclavo por naturaleza (y) la utilidad de los animales
domesticados y la de los esclavos son poco más o menos del mismo género.
La naturaleza misma lo quiere así, puesto que hace los cuerpos de los hombres
libres diferentes de los de los esclavos, dando a éstos el vigor necesario para
las obras penosas de la sociedad, y haciendo, por lo contrario, a los primeros
incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a trabajos duros, y
destinándolos solamente a las funciones de la vida civil, repartida para ellos
entre las ocupaciones de la guerra y las de la paz.
… en Siracusa ya se ha practicado esto último, pues por dinero se instruía allí
a los niños, que estaban en esclavitud, en todos los pormenores del servicio
doméstico. Podríase muy bien extender sus conocimientos y enseñarles
ciertas artes, como la de preparar las viandas o cualquiera otra de este
género…”, p. 14 ss.

5
Pero, al parecer, es más fácil que un niño de primaria
sepa quién es Aristóteles a que conozca cómo se
concibe una familia en su propia casa o a la vuelta de la
esquina. O es más fácil que en un municipio se
encuentren enciclopedias completas sobre la antigua
cultura helénica a que se halle un solo libro sobre su
prodigiosa –y tercamente viva– propia cultura.

Puede parecer exagerado, pero hay una especie de


etnocidio constante: si en este momento, también, uno
busca en el diccionario la palabra rural, nos dice que
viene del latín «rus» o «ruris», que significa campo,
campesino, que es un adjetivo cuya segunda acepción
significa “Inculto, tosco, grosero, apegado a cosas luga-
reñas”. Que de ahí viene «rústicamente»: “Con tos-
quedad y sin cultura”, (del latín «rustĭcus»), “Pertene-
ciente o relativo al campo. Tosco. Grosero. Hombre del
campo”. Y tosco es “Inculto, sin doctrina ni enseñan-
za”.

Es decir, Macchu Picchu fue construido por los extrate-


rrestres. Y los miles de fenotipos de papa, maíz y frutos
que han alegrado la gastronomía mundial han nacido
de la oreja de una cabra. Porque al racismo alterofóbi-
co se le ha ocurrido que el escarnio es el modo más
fácil de justificar el merecimiento de la ignominia, pues
a contrapelo, el diccionario nos pone en vereda indi-
cando que civilizar es “Elevar el nivel cultural de socie-
dades poco adelantadas. Sacar del estado salvaje a
pueblos o personas”.

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2. La Red de Bibliotecas Rurales
de Cajamarca

Pero nosotros no estábamos dispuestos a dejarnos


pisar el poncho ni a sucumbir al vilipendio: comprender
esas diferencias y evidenciar el extraordinario valor de
ser comunidad, así como reconocer las capacidades
auténticas –desde y con las propias poblaciones–, es
un componente primordial en procesos de engarzar los
saberes y propiciar la crianza del libro.

Las Bibliotecas Rurales de Cajamarca nacieron en


1971 y, aunque su brega no se ha interrumpido en nin-
gún momento y su sentido primigenio se mantiene
hasta la fecha, es claro que muchos de sus componen-
tes metodológicos han variado para adaptar de mejor
manera sus respuestas a los cambios ocurridos en el
contexto. Pero también han ido variando en la medida
que corregía sus errores y afianzaba sus logros.

Todos los miembros de la Red trabajamos como


voluntarios y formalmente estamos constituidos como
una asociación civil sin fines de lucro. Somos una
organización autónoma; no estamos vinculados a
entidad alguna, sea política o religiosa, que pudiera
condicionar nuestra concepción y quehacer. Tampoco
tenemos el apoyo de ninguna entidad del Estado.

Nosotros estamos reconocidos por la extraordinaria


generosidad de quienes como personas e institucio-
nes se solidarizan con estos andares de los más diver-
sos modos, tanto en las propias comunidades como
aquí en el país y en distintos lugares del mundo.

7
La Red está circunscrita al área de Cajamarca,
Departamento ubicado en la sierra norte de Perú, el
cuarto más poblado del país, con más del 70% de
población campesina- indígena, con una tasa oficial
del 74,2% de pobreza y 37% de la llamada pobreza
extrema o pobreza paupérrima.

Absurdos, que se dicen: Cajamarca ocupa a la fecha el


segundo lugar en pobreza entre todos los Departa-
mentos peruanos, aunque ninguno le supera en pro-
ducción de oro, maíz amiláceo, leche, lenteja, arveja
seca, café y soya. Rico en conocimiento y territorio agrí-
cola, el Departamento de Cajamarca evidencia que la
conquista no ha terminado en la actual amenaza de
explotación minera más devastadora de la que se
tenga noticia.

Los datos –también oficiales– señalan que más de una


quinta parte de la población es analfabeta y que, de
ésta, la mayoría son mujeres. Cajamarca ostenta uno
de los más altos índices de repetición y deserción
escolar, y las estadísticas indican que cerca del 50% de
2
los niños entre 13 y 17 años no asisten al colegio .

Actualmente contamos con Bibliotecas Rurales en 600


comunidades ubicadas en 10 de las 13 provincias del
Departamento. En la mayor parte de estas comunida-
des o caseríos –las unidades poblacionales básicas
del campo– no hay electricidad. La lectura se hace por
lo general, alrededor del fogón: quien sabe leer lo hace
para todos los familiares.

2
Ver pe. “Plan Regional de prevención y atención de desastres – Región
Cajamarca”, Cajamarca, octubre 2006.

8
No hay horario de atención en las Bibliotecas Rurales
porque funcionan en las casas de los comuneros
elegidos como bibliotecarios en Asamblea de la
comunidad. El servicio es gratuito y a domicilio. Esto
significa que no contamos con locales y tampoco con
estantes ni muebles especiales.

La lectura se da según los ritmos de la vida agrícola;


hay épocas de trabajo intenso en las que se lee poco,
como hay otras en las que los trabajos no son tan fuer-
tes y entonces se lee mucho. El año pasado hemos
contabilizado en los Registros más de 70,000 lecto-
res, cifra que normalmente se tiene que multiplicar
por dos o tres porque la lectura es más colectiva que
individual.

A más de la familia, los lectores organizan grupos o


círculos. Son diversas las maneras de leer en
colectivo, pero la lectura así catapulta la organización
–es decir, evita el desmembramiento del vecindario–,
afianza las junturas, hace bullir los decires y
reivindica el derecho a la información para los
analfabetos en la medida que se convierten –como se
les llama en el campo– en “lectores oyentes”.

Los caseríos están ubicados entre los 1,500 y los


4,000 metros sobre el nivel del mar. El conocimiento
también pesa: eso puede sentirse cuando camina-
mos llevando los libros a las comunidades. Aunque
en los últimos años se han abierto muchas carreteras
de acceso, la Red no cuenta con vehículos: los carros
pueden dar más problemas que los pies.

9
Una cuestión muy importante de entender es que las
Bibliotecas Rurales de Cajamarca han basado su con-
cepción y metodología en las propias formas de vivir
de las comunidades. Por eso la lectura es colectiva.
Por eso funcionan en las casas de los comuneros. Por
eso es que los libros no se almacenan sino que se
intercambian, del mismo modo como se hace el true-
que de las semillas o entre las cosechas de las papas y
el maíz.

El 99% de los miembros de la Red son comuneros


que, como la mayoría de la población del área, no han
terminado sus estudios primarios. Ninguno de noso-
tros ha estudiado bibliotecología: estamos aprendien-
do en la medida que caminamos. Nuestras bibliotecas
son nuestras universidades: ellas nos sirven también
de levadura en la portentosa masa de saberes que
nuestros mayores nos han heredado.

Y aunque la asamblea comunitaria elige a una perso-


na como bibliotecario rural, es toda la familia la que
asume la tarea. Mientras el papá está en el campo, la
mamá o los niños atienden la biblioteca. Tal vez así se
explica porqué en los últimos diez años, los registros
de lectura nos revelaron que el 45% de los lectores
eran mujeres.

Hace muchos años, cuando recién estábamos


empezando, íbamos a algunas comunidades para
conversar sobre la posibilidad de formar bibliotecas.
Pero desde hace más de veinticinco años las mismas
comunidades, anoticiadas de la existencia de la Red,
solicitan la formación de su biblioteca. El libro arriba
por decisión soberana: entonces se cría, se enaltece
como herramienta fraterna. La lectura fecunda como
10
jornada libre, se adapta como cultivo reclutado, se
celebra como fiesta flamante.

Además de los que nosotros mismos producimos, los


libros se adquieren de acuerdo a los pedidos de los
lectores. Esto es complicado, porque no resulta de
bajo costo sostener las demandas de lectura para más
de seiscientas comunidades. Entre los libros que más
se solicitan están los de leyes: el código civil y el
código penal, la Constitución Política del Estado, leyes
de tierras y de aguas, etc. Y aunque la ley es muchas
veces letra muerta, en el campo resulta imperativo
conocer los derechos formales que nos asisten.

Cuando una comunidad asume la decisión de tener su


biblioteca, nos envía una carta solicitando su creación.
La solicitud se aprueba, se envían los primeros 40
libros y la caminata empieza. Hay que ubicarse en la
geografía de los andes: para llegar a algunos caseríos
se requiere a veces de un día de viaje en buses –o lo
que se encuentre– y dos días más de marcha a pie.

En la ciudad de Cajamarca hemos logrado construir


nuestra casa con el antiguo sistema de minka o trabajo
voluntario y colectivo. Sólo cuatro personas trabajan
en esta sede central, cuidando con franco esmero
cualquier atisbo de burocracia y evitando con celo
cualquier decisión individual o centralizada: los
acuerdos no se toman si no es por consenso.

11
3. Del vasto exterminio civilizador
a los núcleos emancipadores

En medio de una realidad que nos interpela cada día,


no nos está permitido caer en triunfalismos ni asumir
los procesos como mecánicas preestablecidas. Hay
una reflexión constante en torno a nuestro propio cami-
no: eso ayuda enormemente a ver qué características
del quehacer bibliotecario debemos enfatizar y en qué
desaciertos debemos evitar caer.

Para nosotros está claro que la biblioteca no puede ser


un agente colonizador y es demasiado el tiempo en el
que la historia se ha escrito para anestesiar la osadía.
En muchos sentidos y en más de una ocasión, las
bibliotecas en general han sido baluartes de la censu-
ra, bastiones de la historia oficial y la doctrina de pen-
samiento, excluyentes por composición y exclusivas
por propia elección.

En 1516 Pedro Mártir de Anglería escribió sus “Déca-


das del nuevo mundo”, la primera historia general de
los pueblos americanos. En ellas se cuidó de advertir:
Yo, de las muchas cosas que cada uno me
contó, paso por alto las que no son dignas de
mención y escojo únicamente lo que me parece
que ha de satisfacer a los amantes de la historia.
Pedro Mártir fue incluso Obispo de Jamaica… pero él
nunca estuvo en América.

El tiempo no debe seguir pasando sin que escribamos


nuestra propia historia, reivindicando la capacidad de
sobrevivir de nuestros esenciales saberes. Lo contra-
rio es seguir auto imponiéndonos el totalitarismo,
12
cerrándole el paso a la obstinación de la memoria y a la
insurgencia de lo genuino.

Esta manera de arrogarse la facultad de pensar por los


otros –y desde lejos– también sería historia pasada si
no fuera porque la cultura dominante continúa gratifi-
cando el oscurantismo, azuzando procederes genufle-
xos, mecanizando la reverencia indebida y exorcizan-
do la pasión de crear y recrear desde la hondura más
nuestra.

El estatuto neocolonial –como dice Eduardo


Galeano– vacía al esclavo de historia para que
el esclavo se mire a sí mismo con los ojos del
amo. Se nos enseña la historia como se muestra
una momia, fechas y datos desprendidos del
tiempo, irremediablemente ajenos a la realidad
que conocemos y amamos y padecemos; y se
nos ofrece una versión del pasado desfigurada
por el elitismo y el racismo. Para que ignoremos
lo que podemos ser, se nos oculta y se nos
miente lo que fuimos.

Nosotros creemos que –por naturaleza– una bibliote-


ca pública debería ser multicultural. Una biblioteca
monocultural es intolerante. Pero más aún en países
como los nuestros, en los que anida una diversidad
casi sin límites, tanto que puede resultar extraño
hablar de “interculturalidad” en espacios pluricultura-
les, en los que la expresión de las diferencias se supo-
ne inherente a las prácticas sociales.

Pero la carencia de diálogo tramonta lo local: seis


siglos antes de Gutenberg los chinos ya imprimían
libros, pero a la cultura china se la impalpabiliza y, en el
13
mejor de los casos, apenas se conoce a Bruce Lee o a
Jackie Chan. E igual pasa con la cultura árabe, a la que
debemos el álgebra y la trigonometría o las cuatro mil
palabras que integran la lengua castellana, pero los
medios nos apabullan con Osama Bin Laden.

Fue por esto que, hace casi 30 años, dentro de la Red


fundamos el Proyecto Enciclopedia Campesina de
Cajamarca, para recuperar y publicar, con los nombres
de los propios comuneros y sus comunidades, los
antiguos y presentes cuentos y testimonios de la
tradición oral.

Estos testimonios fueron recogidos en reuniones con


la comunidad, pero también escritos en hojas y
cuadernos por los mismos comuneros. Tal vez se
podrá apreciar el valor que implica el regresar a casa,
luego del duro trabajo en el campo y ponerse a escribir
–sólo a la luz del fuego– la viva médula que por
centurias fue despreciada y que sin embargo supo
mantenerse lozana.

Como dijera Zhuangzi, filósofo de la antigua china:


“Los libros son sólo palabras, aunque sean preciosas.
Lo que es precioso en las palabras son las ideas”.
Recuperar la palabra significa recomponer los víncu-
los que se han ido disgregando con la modernidad.
Gracias a ese esfuerzo hemos publicado a la fecha
más de 130 títulos que han emergido de la comunidad
y a ella retornan.

Esto no significa focalizarse en lo local, sino contar con


los cimientos que nos permitan construir la casa
grande con todas las sapiencias de la tierra. O, como el
Mahatma Gandhi dijera:

14
No quiero mi casa amurallada por todos lados ni
mis ventanas selladas. Yo quiero que las
culturas de todo el mundo soplen sobre mi casa
tan libremente como sea posible. Pero me niego
a ser barrido por ninguna de ellas. Me niego a
vivir en casa ajena como un intruso, un mendigo
o un esclavo.

Vale la pena preguntarnos desde qué raíces estamos


concibiendo el futuro de nuestras bibliotecas y con qué
materiales estamos construyendo el sentido de sus
trajines. Una biblioteca puede resemantizarse nutrién-
dose de su propia fuente y sin entronizar la administra-
ción del espíritu ni patrocinar la exclusión de las voces.

Urge revisar el rol político que han cumplido y cumplen


las bibliotecas como mecanismo de información y for-
mación. Porque ni los libros ni el ejercicio de la lectura
son neutrales: el sentido del quehacer bibliotecario
puede situarnos como sujetos de la arbitrariedad hege-
mónica o como protagonistas de la instauración de la
paz y de una sociedad respetuosa, justa e igualitaria.

Desde esa óptica, no hay un modelo preeminente de


biblioteca –por bueno que parezca– si no se enhebra
con el tejido de la realidad que lo demanda. Quizá no
alcancemos a ser una biblioteca ortodoxa, acorde con
los cánones establecidos por los expertos, pero como
rezaba un grafiti en la pared de alguna calle, “Árbol
que crece torcido, sirve para columpio”.

15
4. Término
Quisiera concluir narrando un pequeño cuento.

Dicen que una noche el amante llamó presuroso a la


puerta de su amada: «¿Quién es?», preguntó ella
desde dentro. «Soy yo», dijo el amante; «No te conoz-
co», le dijo ella.

El amante pensó: «Debe estar indispuesta», y regresó


al día siguiente. Tocó nuevamente a la puerta:
«¿Quién es?», preguntó ella desde dentro. «Soy yo»,
dijo el amante; «Entonces márchate. En esta casa no
cabemos tú y yo», le dijo ella.

El rechazado amante se fue al campo y estuvo medi-


tando durante meses, considerando las palabras de
su amada. Por fin, regresó, y volvió a llamar a la puer-
ta: «¿Quién es?», preguntó ella; «Soy tú», contestó él.
Y la puerta se abrió inmediatamente.

Este quehacer también es un acto de inmersión y de


entrega: implica renunciar a los egoísmos intrínsecos
de la autosatisfacción y a los prejuicios gestados en el
rigor de la academia. La gratificación está en las puer-
tas que se abren, en la prosperidad del beneficio
mutuo y en la instauración comunitaria del nosotros.

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RED DE
BIBLIOTECAS RURALES
DE CAJAMARCA

La Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca


es una institución sin fines de lucro
y constituye un movimiento educativo-cultural
sustentado por campesinos cajamarquinos
empeñados en el rescate, la revitalización
y el fortalecimiento de la Cultura Andina,
tomando el libro como herramienta animadora.

Esta experiencia se desarrolla a través


de diversos trabajos educativos en relación
al analfabetismo como tal y por desuso,
lo que permite afirmar la capacidad de discernimiento
a través de la lectura y su aplicación práctica.

Bibliotecas Rurales desarrolla su trabajo desde 1971


en los andes norteños del Perú,
a través de un servicio bibliotecario adaptado al medio
y conducido por los propios campesinos.
El sistema funciona sobre la base del canje de libros,
las decisiones de la comunidad, el trabajo voluntario
y la ausencia de burocracia.

Actualmente suman un promedio de 500


Bibliotecas Rurales ubicadas en las trece provincias
del Departamento de Cajamarca.

Agradecemos por las opiniones y comentarios sobre el presente documento.


Cualquier comunicación favor hacerla llegar a
bbrrcajamarca@gmail.com

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Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca
SERIES Y COLECCIONES
1. Colección Biblioteca Campesina: Serie: “… y otros cuentos”
2. Proyecto Enciclopedia Campesina. Colección Biblioteca
Campesina. Serie Nosotros los Cajamarquinos
~ Sub serie Cernidas
3. Serie NUMERADA
4. Colección Santuarios Primordiales (Arte Rupestre en
Cajamarca)
~ Colección Qayaqpuma
5. Serie: “El domador de cuentos” – Todo el mundo cuenta
6. Colección: “El propio pozo” – Cuentos por zonas de
Cajamarca
7.Colección: Leo y Escribo
8.Colección: Los 4 puquios

Publicaciones varias:
Ø Almanaques, afiches, agendas, Tarjetas

18
Ni los libros ni el ejercicio de la lec-
tura son neutrales: el sentido del
quehacer bibliotecario puede
situarnos como sujetos de la arbi-
trariedad hegemónica o como pro-
tagonistas de la instauración de la
paz y de una sociedad respetuosa,
justa e igualitaria.

Alfredo Mires ortiz


dEcires y escritos
Nº 3

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