Perfeccion, Colin Standish

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Perfección
Índice.-

Prefacio ………………………………………………………………………… 01
1.- Lo que no es perfección ……………………………………………………… 01
2.- Perfección y Madurez ……………………………………………………… 03
3.- La Perfección y la Reforma ……………………………………………….. 03
4.- La Alta y la Baja Visión de Pecado …………………………………………. 04
5.- La Perfección y los Pecados de Ignorancia …………………………………… 05
6.- El Evangelio y la Perfección ………………………………………………… 06
7.- La Perfección como Condición de la Salvación …………………………….. 07
8.- La Perfección y el Juicio ………………………………………………………. 08
9.- La Perfección y la Justificación ………………………………………………… 11
10.- La Perfección y la Santificación ………………………………………….. 12
11.- La Perfección y el Carácter de Dios ………………………………………….. 13
12.- La Perfección y la Ley de Dios ………………………………………….. 13
13.- La Perfección y la Voluntad ………………………………………………… 14
14.- La Perfección y Romanos 7-8 ………………………………………………… 14
15.- La Perfección y la Aceptación ………………………………………………… 16
16.- La Perfección y la Seguridad ………………………………………………… 17
17.- La Evaluación de la Perfección por Parte de Dios y por Parte del Hombre …. 18
18.- La Perfección y la Segunda Venida de Jesús …………………………….. 19
19.- La Perfección y la Unidad ………………………………………………… 20
20.- La Perfección en la Iglesia ………………………………………………… 21

Prefacio.-

La Biblia enseña la perfección de carácter y no la perfección de la carne o de la naturaleza. La


perfección es significativa para todos los aspectos de los actos salvíficos de Dios. Tuvo que ser hecho
un sacrificio perfecto para adquirir la salvación de la raza humana. Es necesario un perfecto Sumo
Sacerdote para completar la expiación de la humanidad. Es necesario el carácter perfecto de los
escogidos de Dios para responderle a las mentiras de Satanás de que Cristo no puede asegurar la
victoria en las vidas de la humanidad caída (ST, 16 de Enero de 1896). Es necesario el perfecto carácter
de los fieles escogidos de Dios para asegurarles a los ángeles que es seguro salvarlos. Es necesario el
perfecto carácter del pueblo de Dios para cumplir las promesas de Dios (2 Pedro 1:4). Es necesario el
perfecto carácter del remanente de Dios para cumplir los propósitos del evangelio. Es necesario el
perfecto carácter de los santos de Dios para cumplir la ley. Es necesario el perfecto carácter de los
elegidos de Dios para ser libertados de la culpa. Es necesario el perfecto carácter de los obedientes a
Dios para prepararnos para el juicio. Es necesario el perfecto carácter de los ungidos de Dios para
recibir su aceptación y nuestra seguridad. Es necesario el perfecto carácter de los santificados de Dios
para traer unidad entre el pueblo de Dios (Juan 17:17; Vida Santificada:85). Es necesario el perfecto
carácter de los que se han entregado a Dios para que estemos listos para la Segunda Venida de Cristo.
Es necesario el perfecto carácter de los leales a Dios para salvaguardar la armonía del Universo.

1.- Lo que no es perfección.-


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La perfección no es carne santa. Nuestra naturaleza pecaminosa y caída no será transformada hasta que
esto que es mortal tenga inmortalidad, y esto corruptible sea incorruptible, en el retorno de Jesucristo (1
Cor. 15:42, 51-53). A esta transformación se la llama glorificación. Pero los hijos de Dios obtendrán la
victoria sobre toda tentación satánica, no a través del poder humano, sino que a través del poder de
Cristo.

“A aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin falta ante su gloria, con alegría”.
Judas 24.

La perfección no es perfeccionismo. A menudo la perfección y el perfeccionismo son confundidos.


Muchas veces la hermana White usa la palabra “perfecto”. Ella consistentemente lo usa como un don
dado por Dios a todo cristiano sometido. Además, ella declara que Dios no solo imputa la perfección
sino que también la imparte.

“Presentaba la justificación por la fe en el Garante [Cristo]; invitaba al pueblo a recibir la justicia de


Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios… Todo el poder es
colocado en sus manos, y él puede dispensar ricos dones a los hombres, impartiendo el inapreciable
don de su propia justicia al desvalido agente humano”. TM:89.

Solamente en una ocasión la hermana White usa la palabra “perfeccionismo”.

“Dios no confiará el cuidado de su preciosa grey a hombres cuyo juicio y ánimo hayan sido debilitados,
por errores anteriores, como el así llamado perfeccionismo y el espiritismo, hombres que, por su
conducta mientras estaban en tales errores, se deshonraron y trajeron oprobio sobre la causa de la
verdad”. PE:101.

En ediciones más recientes de Primeros Escritos se registra el entendimiento Divino al cual se está
refiriendo la hermana White.
Algunos de los primeros Adventistas, poco después de la experiencia de 1844, perdieron su fe en Dios
y se encauzaron en el fanatismo. Ellen White enfrentó a estos extremistas con un “Así dice el Señor”.
Ella reprendió a aquellos que decían tener carne santa y que por lo tanto no podían pecar. De los tales,
ella escribió más tarde:

“Sostenían que los que estaban santificados no podían pecar. Y esto naturalmente conducía a la
creencia de que los afectos y deseos de los santificados eran siempre correctos, y nunca había peligro
de que los indujeran al pecado. De acuerdo con este sofisma, estaban practicando los peores pecados
bajo el manto de la santificación, y por medio de su influencia engañosa y mesmérica estaban
obteniendo un extraño poder sobre sus asociados, que no veían el mal de estas teorías de apariencia
hermosa y por ello seductoras…
Los engaños de estos falsos maestros me fueron presentados en forma bien abierta, y vi la terrible
cuenta que se lleva de su vida en los libros de registro, y la tremenda culpa que descansaba sobre ellos
por profesar completa santidad mientras que sus actos diarios eran ofensivos a la vista de Dios”.
NB:90-91.

El movimiento descrito en la década de 1850 al cual se refiere la hermana White, fue muy similar al
movimiento de la carne santa de la década de 1900, en el cual las personas decían ser perfectas en la
carne mientras practicaba grandes abominaciones.
La perfección no asegura una inmunidad contra pecados futuros. La victoria hoy no es garantía de
victoria para mañana. Tenemos que convertirnos diariamente para que podamos poseer el poder de
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Cristo habitando en nosotros. Es posible caer, como todos nosotros podemos tristemente testificarlo.
Pero cuán maravillosos es saber que si pecamos “tenemos un abogado con el Padre, Jesucristo el justo”
(1 Juan 2:1). Pero el mismo texto nos llama a cesar de pecar.

2.- Perfección y Madurez.-

Varias palabras Griegas son traducidas como “perfección” en la Versión Autorizada de la Biblia. Cada
palabra Griega tiene su matiz de significado, algunas veces indicando madurez o pleno desarrollo.
Algunos dicen que la idea de “perfección sin pecado” es un mito bíblico. Sin embargo,
contextualmente, frecuentemente una interpretación de madurez no es apropiada. Por ejemplo:

“Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto”. Mat. 5:48.

Si vamos a sustituir la palabra “madurez” por “perfecto” en este texto enfrentaríamos problemas.
Cuando Adán y Eva fueron creados eran perfectos. Pero todas sus facultades eran capaces de ser
desarrolladas. Así eran perfectos pero inmaduros. Así es cuando recibimos a Cristo. Somos perfectos
pero ciertamente somos muy inmaduros. La perfección de Dios es establecida sobre un conocimiento
infinito. Jamás podremos alcanzar la madurez de la perfección de Dios, ni aun en la eternidad. Ni
siquiera los ángeles poseen esa perfección. Pero el Señor ha prometido Su poder para darnos la victoria
sobre la tentación. Nuestra perfección es dependiente, dependiente del poder de Cristo, momento tras
momento, para obtener la victoria sobre la tentación.

3.- La Perfección y la Reforma.-

Los reformadores del siglo XVI tuvieron grandes dificultades al lidiar con el concepto de perfección.
Esto resultó de su herencia teológica. Lutero fue entrenado en un Monasterio Agustiniano. Él estudio
los escritos de Agustín antes de colocar sus ojos sobre las Escrituras. Aun cuando Lutero era capaz de
percibir la mayoría de las herejías post-Agustinianas, él retuvo muchos de los errores Agustinianos,
como la predestinación, una vez salvo, salvo para siempre, la naturaleza no caída de Cristo, el pecado
original, y el bautismo de infantes. Él aceptó la imposibilidad total de la obediencia cristiana a la ley.
Por lo tanto los Reformadores Protestantes retuvieron muchas influencias Católicas Romanas.
Muchas doctrinas Agustinianas se han vuelto ahora más persuasivas en el movimiento Protestante que
en el propio Catolicismo. Lutero traspasó sus conceptos Agustinianos a Juan Calvino, y de Calvino a
Beza, Juan Knox, y a muchos otros. Los emigrantes Europeos trajeron estos errores al Nuevo Mundo.
En el siglo y medio que transcurrió después del establecimiento de los movimientos Evangélicos y de
la Reforma, no ha habido mayor voluntad para re-descubrir los principios bíblicos de la vida cristiana
victoriosa. Esto proviene de su adherencia al concepto Católico Romano de santificación, construido en
parte sobre el hacer de Dios y en parte sobre el hacer del hombre. Así es normalmente sostenido por los
Evangélicos que el principio de la santificación no tiene cabida juntamente con la justificación en la
calificación del hombre para el cielo. No fue sino hasta el siglo XVIII que Juan Wesley lideró un fuerte
movimiento, algunas veces denominado como Movimiento Santo, el cual trajo al frente de la discusión
el poder del evangelio para proveer la victoria sobre la tentación. Fue Wesley el que influyó
fuertemente a los primeros Adventistas del Séptimo Día en su entendimiento de la perfección de
carácter. Juan Wesley enfrentó mucha oposición. Uno de sus mayores oponentes fue el Conde von
Zindendorf. Comentando los puntos de vista de von Zindendorf, Wesley escribió:

“Hay escasamente una expresión en las Santas Escrituras que hayan producido más ofensa que esta. La
palabra perfecto es la que muchos no pueden soportar. Hasta el mismo sonido de ella les produce
abominación, y cualquiera que predique la perfección… que es obtenible en esta vida, corre el grave
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peligro de ser contado por ellos como algo peor que un impío o un publicano”. Las Obras de Wesley,
Volumen 6, página 1.

Aun hablando del Conde von Zindendorf, Wesley continúa:

“No”, dice el gran hombre. “Este es el error de los errores. La odio desde mi corazón. Persigo a través
de todo el mundo con fuego y espada esta idea que usted pueda vencer el pecado”. Ídem.

En respuesta Wesley dijo:

“Yo digo, ¿por qué tanta vehemencia? ¿Por qué están aquellos que se oponen a la salvación del pecado,
con excepción de pocos, tan enojados? En el nombre de Dios, ¿por qué están tan encariñados con el
pecado? ¿Qué es lo que ha hecho él por usted? ¿Qué es lo que él ha hecho por usted en este mundo o en
el venidero? ¿Y por qué es usted tan violento contra aquellos que esperan por una liberación de él?
Ídem.

4.- La Alta y la Baja Visión de Pecado.-

Uno de los argumentos más fuertes contra la perfección viene de aquellos que proponen la “alta” visión
del pecado. Esta visión ve al pecado como cualquier alejamiento de la infinita voluntad de Dios y por
lo tanto perfección es obediencia a la Infinita voluntad. Esto está muy cerca de forzar la conclusión que
ningún ser creado es o puede ser perfecto, incluyendo a los ángeles y a los santos redimidos. La alta
visión del pecado sugiere que cualquier debilidad, limitación, o inadecuación es pecado. Así cualquier
descuido, cualquier declaración errada o acción imperfecta es considerada pecado. Textos tales como:
“Porque todos han pecado, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom. 3:23), han sido usados para
apoyar este concepto. Pero si examinamos este texto de esta manera, entonces existe una separación
entre la palabra “pecado” y “destituidos de la gloria de Dios”. En realidad, el texto sería mejor
entendido como “todos han pecado y por lo tanto están destituidos de la gloria de Dios”. Lo que por
otro lado es llamado la “baja” visión de pecado, provee un adecuado entendimiento de la posibilidad de
una vida cristiana victoriosa. Existen tres elementos en las Santas Escrituras que apoyan la baja
definición de pecado: a) La definición bíblica de pecado; b) El conocimiento; c) La volición.

a) La definición bíblica de pecado es explícita. El siervo de Dios muestra la única definición.

“Todo el que comete pecado, quebranta la Ley, pues el pecado es la transgresión de la Ley”. 1 Juan
3:4.

El pecado envuelve la violación de la ley de Dios. El pecado no envuelve las limitaciones humanas.

b) Sin conocimiento ni la Biblia ni el Espíritu de Profecía define violaciones de la ley de Dios que
puedan ser consideradas como pecado, tal como lo confirman los siguientes textos:

“Por lo tanto, el que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, comete pecado”. Santiago 4:17.

“Respondió Jesús: ‘Si fuerais ciegos, no tendríais pecado. Pero ahora que decís: 'Vemos', vuestro
pecado permanece’”. Juan 9:41.

“Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa por
su pecado”. Juan 15:22.
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“Pues Dios, habiendo pasado por alto ese tiempo de ignorancia, ahora manda a todos los hombres en
todo lugar, que se arrepientan”. Hechos 17:30.

“El ángel dijo: ‘Si se recibe luz, y esa luz se pone de lado o se rechaza, entonces viene la condenación y
el desagrado de Dios; pero antes que se reciba la luz no hay pecado, porque no hay luz que ellos
puedan rechazar’”. 1T:112.

“Entre los paganos hay quienes adoran a Dios ignorantemente, quienes no han recibido jamás la luz por
un instrumento humano, y sin embargo no perecerán. Aunque ignorantes de la ley escrita de Dios,
oyeron su voz hablarles en la naturaleza e hicieron las cosas que la ley requería”. DTG:593.

Algunas veces algunas violaciones desconocidas son referidas en la Biblia y en el Espíritu de Profecía
no como pecados, pero en otras partes son llamadas pecados de ignorancia.
Es este bajo concepto de pecado el que le permite a la sierva del Señor decir:

“No hay excusa para el pecado”. Maranata:80.

Una declaración tal es incomprensible si aceptamos la alta visión de pecado.

c) Volición. La sierva del Señor declara:

“Nadie puede ser forzado a transgredir. Primero tiene que ganarse el consentimiento propio; el alma
tiene que proponerse cometer el acto pecaminoso antes que la pasión pueda dominar la razón o que la
iniquidad triunfe sobre la conciencia. No importa cuán fuerte sea la tentación, no es excusa para el
pecado”. 5T:165.

Como el conocimiento y la volición son cualidades de un pecado culpable, los conceptos de la alta
visión de pecado y del pecado original se vuelven indefensibles.

5.- La Perfección y los Pecados de Ignorancia.-

En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios proveyó sacrificios por los pecados de ignorancia.

“Di a los israelitas: Cuando alguien peque por inadvertencia contra alguno de los Mandamientos del
Señor, y cometa algo prohibido, hará lo siguiente: Si el que ha pecado y ha traído culpa sobre el pueblo
es el sumo sacerdote ungido, ofrecerá al Eterno como expiación por su pecado un becerro sin defecto”.
Lev. 4:2-3.

Solamente cuando el penitente reconocía que había pecado ignorantemente, podía él hacer ese
sacrificio. Así también, cuando aprendemos que hemos pecado ignorantemente durante nuestra vida
pasada, tenemos que reconocer, confesar, arrepentirnos y abandonar ese pecado.
¿Y qué sucede con aquellos que nunca descubren sus pecados de ignorancia? ¿Están ellos perdidos, aun
cuando son sinceros? ¿O aun tienen la seguridad de la salvación? Aun cuando nadie se pierda debido a
los pecados de ignorancia, los pecados de ignorancia no son ignorados en el juicio. Jesús hizo
expiación por los pecados de ignorancia de Sus hijos dedicados.
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“Esta expiación es hecha tanto para los justos muertos como para los justos vivos. Incluye a todos los
que murieron confiando en Cristo, aunque, por no haber recibido luz acerca de los mandamientos de
Dios, hubiesen pecado ignorantemente al transgredir sus preceptos”. PE:254.
Se debe observar en el pasaje anterior que la expiación por los pecados de ignorancia es hecha
solamente por los justos muertos en Su venida. Para entenderlo mejor, no hay una expiación por los
pecados de ignorancia de los vivos después del cierre de la gracia, porque nuestro Mediador habrá
cesado en su ministerio Sumo Sacerdotal. Por lo tanto, es esencial que todo ser humano reciba un
conocimiento completo del evangelio eterno antes del cierre de la gracia, porque ningún transgresor de
la ley puede ser salvo después del cierre de la gracia, aun cuando su pecado sea de ignorancia.
Dios en Su amor no permitirá que un alma sincera se pierda debido a la ignorancia. Por lo tanto a todos
se les regala el evangelio pleno de Cristo y el conocimiento de Su ley. Por lo tanto el evangelio tiene
que ser predicado “a toda criatura” (Mar. 16:15) antes que Cristo complete Su ministerio expiatorio en
el Lugar Santísimo. Para que todos puedan tener una auténtica oportunidad de aceptar el evangelio, los
testigos de Dios tienen que ser personas santas. Si estos testigos fuesen moralmente manchados o
espiritualmente defectuosos, muchos rechazarían la divina invitación, no debido al mensaje, sino
debido a los mensajeros no convertidos.

6.- El Evangelio y la Perfección.-

En la parte central del mensaje de la Justificación por la Fe presentado en la sesión de la Conferencia


General de 1888 en Minneapolis, estaba el entendimiento del evangelio a la luz del Calvario. Este
mensaje fue diseñado para remover el legalismo por el cual el esfuerzo del hombre estaba presente, si
bien inconcientemente, como algo dominante para su salvación. En la luz del Calvario, era evidente
que nuestra justificación y santificación podía ser entendida solamente en el contexto de lo que Dios ha
hecho por nosotros a través de Su Hijo Jesucristo. Jesús fue levantado como la única base y mérito de
salvación, el todo suficiente Salvador del mundo. El mensaje de Cristo Justicia Nuestra no hizo nada
para alterar la importancia de la ley o de las grandes doctrinas pilares de nuestra fe. En vez de eso, las
colocó totalmente en contexto de la centralidad de la gracia de Cristo. No hizo nada para minimizar la
justicia imputada o impartida de Cristo, sino que se concentró sobre la realidad de que de nosotros
mismos no podemos hacer nada, pero con Cristo todas las cosas son posibles.

“Señor en su gran misericordia envió un muy precioso mensaje a su pueblo por medio de los pastores
Waggoner y Jones. Este mensaje había de presentar en forma más prominente al mundo al Salvador
levantado, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el
Garante [Cristo]; invitaba al pueblo a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a
todos los mandamientos de Dios”. TM:89.

“"La fe de Jesús". Se habla de ella, pero no ha sido entendida. ¿Qué cosa constituye la fe de Jesús, que
pertenece al mensaje del tercer ángel? Jesús convertido en el ser que lleva nuestros pecados para llegar
a ser el Salvador que perdona el pecado. Él fue tratado como nosotros merecemos ser tratados. Vino a
nuestro mundo y llevó nuestros pecados para que nosotros pudiéramos llevar su justicia. Y la fe en la
capacidad de Cristo para salvarnos en forma amplia, completa y total, es la fe de Jesús”. 3MS:195.

“Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, ambas cosas son importantes, inmensamente importantes,
y deben darse con igual fuerza y poder”. 3MS:208.

Estos principios están presentes en el entendimiento de Pablo del evangelio.


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“Derribando imaginaciones y toda altivez que se levanta a sí misma contra el conocimiento de Dios, y
trayendo en cautiverio todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Cor. 10:5.

“Así, amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de la carne y del espíritu,
perfeccionando la santificación en el temor a Dios”. 2 Cor. 7:1.

“Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros hemos sido hallados pecadores, ¿es por eso
Cristo ministro de pecado? ¡De ninguna manera! Porque si reedifico lo que derribé, demuestro que soy
transgresor”. Gál. 2:17-18.

Pablo creía en la liberación del evangelio:

“El Señor me librará de toda mala obra, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los
siglos de los siglos. Amén”. 2 Tim. 4:18.

“Pero gracias a Dios, que nos lleva siempre al triunfo en Cristo Jesús, y por nuestro medio manifiesta
en todo lugar, la fragancia de su conocimiento”. 2 Cor. 2:14.

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Fil. 4:13.

“Despertad como conviene, y dejad de pecar; porque algunos no conocen a Dios. Para vuestra
vergüenza lo digo”. 1 Cor. 15:34.

Pablo vio que Cristo proveería la victoria:

“No os ha venido ninguna tentación, sino humana. Pero Dios es fiel, y no os dejará ser tentados más de
lo que podáis resistir. Antes, junto con la tentación os dará también la salida, para que podáis soportar”.
1 Cor. 10:13.

La perfección de carácter no es la base o el mérito de la salvación. La salvación solo viene a través de


Jesucristo. Pero es la base fundamental para nuestra adaptación para el cielo, evidenciando que Cristo
realmente está reinando en nuestras vidas.

7.- La Perfección como Condición de la Salvación.-

El evangelio no sostiene una salvación sin condición. Aun cuando las buenas obras no contribuyen en
nada para la base o mérito de la salvación del hombre, las buenas obras proveen la condición para la
salvación. Las buenas obras son el fruto de una vida santificada. La hermana White le dejó esto claro a
A. T. Jones en 1893, cuando él presentó un evangelio desequilibrado:

“Ud. repitió varias veces que las obras no significan nada, que no hay condiciones. El asunto fue
presentado de tal forma que me di cuenta que las mentes serían confundidas y no recibirían la
impresión correcta en cuanto a la fe y las obras, y decidí escribirle. Ud. presentó este asunto demasiado
fuertemente. Hay condiciones para que recibamos la justificación, la santificación y la justicia de
Cristo. Sé lo que Ud. quiere decir, pero Ud. deja una impresión equivocada en muchas mentes. Si bien
es cierto que las buenas obras no salvarán ni a una sola alma, sin embargo es imposible que una sola
alma sea salvada sin buenas obras”. 1MS:442.

Amor.-
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“Feliz el hombre que soporta la tentación; porque al superar la prueba, recibirá la corona de la vida, que
Dios ha prometido a los que le aman”. Santiago 1:12.
“Amados hermanos míos, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en
fe, y hereden el reino que ha prometido a los que le aman?”. Santiago 2:5.

“Antes, como está escrito: ‘Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón humano, son
las que Dios ha preparado para los que le aman’”. 1 Cor. 2:9.

Caminar como Cristo caminó.-

“Pero si andamos en la luz, como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su
Hijo Jesús nos limpia de todo pecado”. 1 Juan 1:7.

Sirviendo a Jesús con todo el corazón.-

“Samuel respondió al pueblo: ‘No temáis. Vosotros habéis cometido este mal. Con todo, no os apartéis
del Eterno, sino servidle con todo vuestro corazón’”. 1 Sam. 12:20.

Obediencia a los Mandamientos.-

“Entonces un joven se acercó a Jesús y le preguntó: ‘Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida
eterna?’ Y Jesús respondió: ‘¿Por qué me preguntas acerca de lo que es bueno? Sólo Uno es bueno. Si
quieres entrar en la vida, guarda los Mandamientos’”. Mat. 19:16-17.

“Pero trato con invariable amor por mil generaciones a los que me aman y guardan mis
Mandamientos”. Éxo. 20:6.

Temiendo a Dios.-

“Pero el amor del Señor es desde la eternidad y por la eternidad sobre los que lo temen. Y su justicia
sobre los hijos de los hijos, sobre los que guardan su pacto, y se acuerdan de obedecer sus
Mandamientos”. Salmo 103:17-18.

La sierva del Señor confirma esto:

“Aquellos que no practican la verdad en verdadera piedad y bondad, que rehuyen el reproche que
siempre le llega al verdadero creyente, jamás entrará en el reino del cielo”. ST, 2 de Junio de 1898.

8.- La Perfección y el Juicio.-

El juicio investigador no decide el destino eterno de la raza humana. Sella el destino de cada individuo.
En un sentido real, Dios no determina el destino del hombre. Cada individuo determina su destino. A
Dios le gustaría que todos fuesen salvos.

“El Señor no demora en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que es paciente con nosotros,
porque no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. 2 Pedro 3:9.
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El evangelio de la salvación alcanzado a través de la gracia de Dios es para todo ser humano que la
procura, y los que serán salvos serán personas perfectas.

“Un carácter formado a la semejanza divina es el único tesoro que podemos llevar de este mundo al
venidero”. PVGM:267.

“La condición para alcanzar la vida eterna es ahora exactamente la misma de siempre, tal cual era en el
paraíso antes de la caída de nuestros primeros padres: la perfecta obediencia a la ley de Dios, la
perfecta justicia”. CC:61.

La división en el juicio es entre los justos y los impíos.

“Y pensé en mi corazón: ‘Dios juzgará al justo y al impío. Porque hay tiempo para todo lo que se
quiere y se hace’”. Ecle. 3:17.

“Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que
haya hecho cuando estuvo en el cuerpo, sea bueno o malo”. 2 Cor. 5:10.

“El que es injusto siga siendo injusto, y el sucio siga ensuciándose. El justo siga siendo justo, y el santo
siga santificándose”. Apoc. 22:11.

En el jardín del Edén, el juicio imperfecto de Adán llevó al pecado y a toda su secuela de miseria.

“Ni el don gratuito es como con el pecado de aquel hombre. Porque a la verdad el juicio vino por un
pecado para condenación, pero la gracia vino de muchos delitos para justificación… Así, como por el
delito de uno vino la condenación a todos los hombres, así también por la justicia de uno solo, vino a
todos los hombres la justificación que da vida”. Rom. 5:16, 18.

Dios está restaurando el universo a través de cuatro juicios restaurativos: a) El Juicio de la


Reconciliación; b) El Juicio Investigador; c) El Juicio Milenial; d) El Juicio Ejecutivo.

a) El juicio de reconciliación.-

“Ahora es el juicio de este mundo, ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y cuando yo sea
levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. Juan 12:31-32.

En la cruz, Jesús trajo reconciliación entre el hombre y Dios.

“Porque si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo; mucho
más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida”. Rom. 5:10.

“Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo por medio de Cristo, y nos dio el
ministerio de la reconciliación”. 2 Cor. 5:18.

Sin este juicio restaurativo la raza humana no podría ser salvada.

b) El juicio investigador.-
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En el infinito amor y sabiduría de Dios, durante el juicio investigador, Él les permite a los ángeles
revisar los registros de los santos.

“Mientras yo miraba fueron puestos tronos, y un Anciano de muchos días se sentó. Su vestido era
blanco como la nieve, y el cabello de su cabeza como lana pura. Su trono llama de fuego, y sus ruedas
fuego ardiente. Un río de fuego salía delante de él. Millares de millares le servían, y millones de
millones asistían ante él. El tribunal se sentó en juicio, y los libros fueron abiertos”. Dan. 7:9-10.

“Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Su
número era miles de millares, y diez mil veces diez mil”. Apoc. 5:11.

Ningún santo es salvado para vida eterna hasta que el juicio investigador haya sido completado, porque
Dios le está asegurando al universo que no habrá ni la más remota oportunidad que la rebelión ocurra
nuevamente. Ningún santo es redimido hasta que la última prueba de su lealtad sea confirmada en el
tiempo de angustia como nunca hubo desde que hubo nación (Mat. 24:21). Ninguno de los fieles de
Dios podrá abandonar su lealtad, asegurándoles así a los ángeles que es seguro que sean salvos.
Entonces, y solamente entonces, serán los santos llevados a su hogar con Cristo.

c) El juicio milenial.-

Pero podríamos preguntar: ¿Por qué no son entonces destruidos los impíos? Los santos redimidos
también tienen que tener la oportunidad de conocer por sí mismos que Dios ha sido un Dios de infinito
amor, misericordia y de paciencia; un Dios de justicia que no ha cometido ningún error. Así, durante el
milenio, los santos revisan los registros de las vidas de los hombres y de los ángeles.

“Y vi tronos. Y se sentaron sobre ellos los que recibieron autoridad para juzgar. Y vi las almas de los
decapitados por el testimonio de Jesús y por la Palabra de Dios, que no habían adorado a la bestia ni a
su imagen, y no habían recibido la marca en su frente ni en su mano. Estos volvieron a vivir, y reinaron
con Cristo mil años”. Apoc. 20:4.

“¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿seréis
incapaces de juzgar casos de menor importancia? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?
Cuánto más las cosas de esta vida?”. 1 Cor. 6:2-3.

Al igual que los ángeles, ellos no encontrarán errores en los actos de juicio de Dios.

d) El juicio ejecutivo.-

Esa armonía y unidad tiene que ser reestablecida en el Universo, y todo pecado y todos los pecadores
tienen que ser destruidos. La Biblia registra esta última disposición del pecado.

“También a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha
reservado en oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día”. Judas 6.

“Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que los arrojó al abismo, a prisiones
tenebrosas, para ser reservados para el juicio… así, el Señor sabe librar de la tentación a los piadosos, y
reservar a los injustos para el castigo del día del juicio”. 2 Pedro 2:4, 9.

Los actos de juicio de Dios hacen parte de la restauración de la perfección del Universo.
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“No se levantará la aflicción por segunda vez”. O en otra versión: “La tribulación no se levantará dos
veces”. Nahum 1:9.
9.- La Perfección y la Justificación.-

La perfección de carácter exige que los pecados de la humanidad sean expiados por la justificación
adquirida por Cristo en el Calvario. Cristo no justifica a aquellos que no renuncian a sus defectos. El
uso de Rom. 4:5 para obtener un status de justificación para las personas no regeneradas es totalmente
invalido.

“En cambio, al que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia”.
Rom. 4:5.

Este texto no ofrece un entendimiento de si estas personas irregeneradas permanecen irregeneradas.


Pero las Escrituras responden esta pregunta.

“De palabra de mentira te alejarás. No matarás al inocente y justo, porque yo no justificaré al impío”.
Éxo. 23:7.

“Id, pues y aprended qué significa: 'Misericordia quiero, y no sacrificio'. Porque no vine a llamar
justos, sino a pecadores al arrepentimiento”. Mat. 9:13.

Debido a que la salvación no es incondicional, tampoco lo es la justificación.

“Porque no los oidores de la Ley son justos ante Dios, sino los cumplidores de la Ley serán
justificados”. Rom. 2:13.

“Justificar al impío y condenar al justo, las dos cosas son abominables al Eterno”. Prov. 17:15.

“Deje el impío su camino, y el hombre malo sus pensamientos; y vuélvase al Señor, quien tendrá de él
misericordia, y a nuestro Dios, que es amplio en perdonar”. Isa. 55:7.

“Dios requiere la entrega completa del corazón antes de que pueda efectuarse la justificación”.
1MS:429.

“Nadie que realmente ame y tema a Dios seguirá transgrediendo ningún punto de la ley de Dios.
Cuando infringe la ley, el hombre está bajo la condenación de la misma, que se convierte en un yugo de
esclavitud para él. Sea cual fuere su profesión, no queda justificado, o sea, perdonado”. MVH:258.

Dios no puede declarar justo a aquellos que no quieren seguirlo para que los pueda hacer justos. La
justificación es obtenida por gracia a través de la fe en el sacrificio de Jesús.

“Para que, justificados por su gracia, seamos herederos según la esperanza de la vida eterna”. Tito 3:7.

“Así, habiendo sido justificados por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor
JesuCristo”. Rom. 5:1.

“Así, siendo que hemos sido justificados por su sangre, con más razón ahora, seremos salvos de la ira”.
Rom. 5:9.
Pág. 12

10.- La Perfección y la Santificación.-

La santificación, al igual que la justificación, tiene que ser entendida como siendo los méritos de
Jesucristo. Aquellos que dicen que la santificación es parte de Cristo y parte del hombre, no han
entendido que la santificación, al igual que la justificación, es por gracia a través de la fe en el
sacrificio de Jesucristo.

“Porque la gracia de Dios que trae salvación, se manifestó a todos los hombres, y nos enseña a
renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente,
mientras aguardamos la bendita esperanza, la gloriosa aparición de nuestro gran Dios y Salvador
JesuCristo”. Tito 2:11-13.

“Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a
Dios; para que reciban, por la fe en mí, perdón de los pecados y herencia entre los santificados”.
Hechos 26:18.

“En esa voluntad somos santificados por la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una sola vez”. Heb.
10:10.

Nuestra salvación fue adquirida en el Calvario. No hay ningún mérito el alcanzar las condiciones de la
justificación ni de la santificación. Aun cuando Cristo murió por toda la humanidad, Dios no es un
manipulador. Él le ha dado al hombre el poder de elegir y de tomar decisiones, a través de las cuales
puede escoger o rechazar el don gratis de la salvación. La sierva del Señor define que la misma entrega
necesaria para la justificación, es necesaria para la santificación.

“Solamente una entera conformidad a la voluntad de nuestro Padre celestial es santificación”. RH, 25
de Marzo de 1902.

Infelizmente, muchos mantienen sus conceptos Católicos Romanos de una santificación basada en
obras, y así han rechazado la santificación como parte del evangelio de la salvación. Pero cuando se
reconoce que la santificación, al igual que la justificación, fue obtenida en la cruz del Calvario, no
pueden subsistir esos mal entendidos.
La santificación no es menos y menos imperfección en la vida, sino que es santidad que madura
durante nuestro peregrinaje cristiano.

“La santificación es el resultado de la obediencia prestada durante toda la vida”. HAp:448.

“En cada grado de desarrollo, nuestra vida puede ser perfecta; pero, si se cumple el propósito de Dios
para con nosotros, habrá un avance continuo. La santificación es la obra de toda la vida. Con la
multiplicación de nuestras oportunidades, aumentará nuestra experiencia y se acrecentará nuestro
conocimiento”. PVGM:46.

“Esta santificación es una obra progresiva, en que se pasa de una etapa de perfección a otra”.
MVH:258.

Pablo lo colocó muy bien, explicando que en realidad, la santificación es la obra de Dios.
Pág. 13

“Por tanto, amados míos, tal como habéis obedecido siempre, no sólo en mi presencia, sino mucho más
ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Porque Dios es el que obra en
vosotros, tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Fil. 2:12-13.
“Os haga perfectos en toda buena obra, para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es
agradable ante él por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos, Amén”.
Heb. 13:21.

Ahora podemos entender lo que quiso decir la sierva del Señor:

“Este manto, tejido en el telar del cielo, no tiene un solo hilo de invención humana”. PVGM:253.

Ciertamente Cristo incluyó la santificación en el evangelio de la salvación.

“Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, de
que Dios os haya elegido desde el principio para salvación, mediante la obra santificadora del Espíritu
y la fe en la verdad”. 2 Tes. 2:13.

“De él viene que vosotros estéis en Cristo Jesús, quien nos fue hecho por Dios sabiduría, justificación,
santificación y redención”. 1 Cor. 1:30.

“¡Mucho más la sangre de Cristo, quien por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios,
purificará vuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para que sirváis al Dios vivo!”. Heb.
9:14.

11.- La Perfección y el Carácter de Dios.-

En el jardín del Edén, Satanás pervirtió la verdad y Eva perdió la confianza en la Palabra de Dios. Así,
por segunda vez el carácter de Dios fue cuestionado. La última generación de santos, reflejarán el
carácter de Cristo, no para la gloria humana, sino que para la gloria de su Señor. Esto hace parte del
evangelio eterno, “dadle gloria” (Apoc. 14:7). Cualquier declaración que niegue que Cristo tiene poder
para darle la victoria en la vida de un alma totalmente entregada, es un ataque a Su carácter, a Su
sacrificio, y a Su ministerio Sumo Sacerdotal. El amor de Dios está realmente ligado a la salvación de
Su pueblo. Pero cuando la salvación del hombre se vuelve algo central en el evangelio, la auto-
centralización parece dominar el pensamiento, y Cristo y Su gloria tiende a pasar a segundo plano. Es
Satanás el que desafía el carácter de Dios bajo la base de sus dichos contra la perfección de carácter.

“Satanás declaró que era imposible para los hijos e hijas de Adán guardar la ley de Dios, y así acusó a
Dios de falta de sabiduría y de amor. Si ellos no podían guardar la ley de Dios, entonces existía una
falta con el Dador de la ley. Los hombres que están bajo el control de Satanás repiten esta acusación
contra Dios, afirmando que los hombres no pueden guardar la ley de Dios”. ST, 16 de Enero de 1896.

12.- La Perfección y la Ley de Dios.-

David declaró: “La Ley del Eterno es perfecta, que restaura el alma. El testimonio del Señor es fiel, que
hace sabio al sencillo”. Salmo 19:7.

Pablo declara: “Porque sabemos que la Ley es espiritual”. Rom. 7:14.


Pág. 14

Pero la ley no puede salvarnos.


“Porque lo que era imposible a la Ley, por cuanto era débil por la carne; Dios, al enviar a su propio
Hijo en semejanza de carne de pecado, y como sacrificio por el pecado, condenó al pecado en la carne;
para que la justicia que quiere la Ley se cumpla en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino
conforme al Espíritu”. Rom. 8:3-4.

No hay redención en la ley. Más bien, es una ley quebrada la que nos lleva a los pies de Jesús.
Solamente a través de Cristo puede esa ley ser cumplida en nuestras vidas diarias.

“Quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad, y purificar para sí un pueblo
propio, celoso de buenas obras”. Tito 2:14.

La ley provee la norma de justicia de Dios; Cristo provee el poder para guardar la ley.

13.- La Perfección y la Voluntad.-

Aun cuando todo ser humano nace con una voluntad que puede ser desarrollada a través de la cual él
decide y elige, sin embargo, su decisión humana para la salvación, independientemente de la fuerza
divina, no le servirá de nada.

“Yo Soy la vid, vosotros las ramas. El que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto. Porque
separados de mí, nada podéis hacer”. Juan 15:5.

Pero la decisión humana tiene que ser hecha. Pablo ciertamente ve el papel de la voluntad como siendo
central para la obediencia y justicia.

“¿No sabéis que al ofreceros a alguien para obedecerle, sois siervos de aquel a quien obedecéis, o del
pecado para muerte, o de la obediencia para justicia?”. Rom. 6:16.

Si no estamos completamente entregados al poder de Cristo habitando en nosotros, automáticamente


hemos entregado nuestras voluntades a Satanás. Si no tomamos ninguna decisión, entonces ya hemos
decidido por Satanás. Tiene que haber una decisión deliberada por Cristo. Tenemos que aceptar Su
salvación. Tenemos que darle permiso para que Él obre Su voluntad en nuestras vidas. A través del
poder de Cristo habitando en nosotros, podemos cumplir la ley de Dios. Así Pablo pudo decir:

“Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a sí mismo por mí”. Gál. 2:20.

“Haya en vosotros la misma mente que también hubo en Cristo Jesús”. Fil. 2:5.

Sin Su poder, los reclamos de la ley estarán para siempre más allá del alcance del hombre caído.
Nuestra voluntad tiene que estar unida con la voluntad de Cristo, para que pueda ser obtenida la
perfección de carácter.

14.- La Perfección y Romanos 7-8.-

El hombre de Romanos 7 no es un hipócrita. Él es sincero y serio, pero no es un hombre convertido.


Romanos 7 describe al clásico legalista. Este hombre desea sinceramente la victoria. Él lucha con todas
sus fuerzas humanas buscando la victoria, pero se enfrenta con frecuentes caídas.
Pág. 15

“Realmente, no entiendo lo que me pasa; porque no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco… Sé que
en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien. Porque tengo el querer, pero no alcanzo a efectuar lo
bueno. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. Rom. 7:15, 18-19.

Él no puede en este punto, estar convertido. Comparemos Romanos 7 con Gálatas 2.

“De manera que ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en mí”. Rom. 7:17. (Énfasis
suplido).

“Con Cristo estoy crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó, y se entregó a sí mismo por mí”. Gál. 2:20.
(Énfasis suplido).

“Ya no soy yo, sino el pecado que habita dentro de mí”.


“Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”.
Estas son dos experiencias completamente diferentes. La primera es la experiencia del hombre no
convertido, la última del hombre convertido. Algunos han sugerido que Romanos 7 es lo mejor del
hombre. ¡Cuán impotente sería el evangelio de la salvación si eso fuese verdad! Algunos han dicho que
Romanos 7 está lidiando con el PECADO interno, no con los pecados. Pero el versículo 18 lidia con el
desempeño, no con algún problema de algún PECADO interno profundo.

“Sé que en mí, esto es, en mi carne, no habita el bien. Porque tengo el querer, pero no alcanzo a
efectuar lo bueno”. Rom. 7:18.

Muchos cristianos pasan por este proceso de esfuerzo legalista, no reconociendo que únicamente la
total dependencia sobre Jesús puede traer la perfección de carácter.
El legalista sufre con el conflicto, con la frustración, y con el neurotismo. Pero finalmente todo tiene
que llegar a un punto decisivo. Algunos desisten de todo y escogen los “placeres” de este mundo. Otros
continúan con la falsa esperanza de que algún día en el futuro lejano alcanzarán la perfección. Y aun
otros son víctimas del antinomianismo1. Estoy convencido que esta es una razón por la cual muchos
Adventistas del Séptimo Día se han vuelto una presa fácil de los nuevos conceptos de la Nueva
Teología de “pecar y vivir”. Pero el hombre de Romanos 7 hizo la pregunta correcta cuando gritó por
ayuda, “¿Quién me libertará?”. La respuesta viene rápidamente en el versículo 25, “Le doy gracias a
Dios por nuestro Señor Jesucristo”.
Romanos 8 es una declaración de victoria. El hombre de Romanos 7 se declara a sí mismo como siendo
“carnal, vendido al pecado” (Rom. 7:14). Pablo observa que, “la inclinación de la carne es muerte”
(Rom. 8:6). Este no puede ser el hombre convertido listo para el reino del cielo. Pero en Romanos 8
hay una transformación porque Cristo se ha vuelto el centro de la vida de este hombre, y por eso vemos
la erradicación de la condenación y de la culpa.

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús; los que no andan según la
carne, sino según el Espíritu”. Rom. 8:1.

Pablo entonces continúa para declarar que existen dos leyes.

1
El punto de vista que los cristianos son liberados por gracia de la obligación de observar la ley moral.
Pág. 16

“Porque mediante Cristo Jesús, la ley del Espíritu que da vida, me ha librado de la ley del pecado y de
la muerte”. Rom. 8:2.
O estamos bajo la ley del pecado y de la muerte, o estamos bajo la ley del Espíritu de vida en Cristo
Jesús. Los primeros tienen mente carnal, los segundos tienen mente espiritual. En ninguna parte en las
Escrituras está solo el esfuerzo humano por un lado, y la sumisión humana al poder de Cristo por el
otro, más fuertemente contrastado. Esa es la razón por la cual Romanos 8 termina con una
proclamación tan triunfante.

“¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación o angustia? ¿Persecución o hambre?
¿Desnudez, peligro o espada? Como está escrito: ‘Por causa de ti somos muertos todo el tiempo, somos
contados como ovejas de matadero’. Pero Dios, que nos ama, nos ayuda a salir más que vencedores en
todo. Por eso estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni demonios, ni lo presente ni lo
por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que
es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 8:35-39.

15.- La Perfección y la Aceptación.-

Algunos han confundido el invariable amor de Dios con la aceptación, y por lo tanto sostienen que lo
que Dios hace a través de Cristo por nosotros trae una completa aceptación, y que por lo tanto no hay
relación entre la aceptación y la obra que Dios efectúa en nosotros. Pero ciertamente Pedro no aceptó
esto:

“Sino que acepta al que es fiel y obra rectamente, de cualquier nación que sea”. Hechos 10:35.

Dios, al preguntarle a Caín, confirmó esto:

“Si haces lo bueno, ¿no serás acepto? Pero si no obras el bien, el pecado está a la puerta deseando
dominarte. Pero tú debes dominarlo”. Gén. 4:7.

Esto es confirmado por la sierva del Señor:

“Aquello que hace aceptable a un hombre a Dios es la gracia impartida a través de la fe en Su nombre.
No se puede colocar ninguna dependencia en las obras o en felices vuelos de los sentimientos como
evidencia que los hombres son escogidos de Dios; porque los elegidos son escogidos a través de
Cristo”. ST, 2 de Enero de 1893.

Pablo también vio el servicio a Cristo como siendo necesario para la aceptación por parte de Él:

“Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres”. Rom. 14:18.

En la misma epístola Pablo tiene lo siguiente para decir:

“Así, hermanos, os ruego por la misericordia de Dios, que presentéis vuestro cuerpo en sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios, que es vuestro culto razonable”. Rom. 12:1.

Él uso inferencias similares al dirigirse a los creyentes de Corintios:

“Por eso laboramos, para que, ausentes o presentes, podamos ser aceptados por él”. 2 Cor. 5:9.
Pág. 17

No podemos entonces extrañarnos que la hermana White exclame:

“El obedecer a los mandamientos de Dios es la única manera de obtener su favor”. 4T:31.

“Juan declaró a los judíos que su situación delante de Dios había de ser decidida por su carácter y su
vida. La profesión era inútil. Si su vida y su carácter no estaban en armonía con la ley de Dios, no eran
su pueblo”. DTG:82.

Por eso la sierva del Señor dice resueltamente:

“El valor intrínseco y la excelencia del corazón determinan que seamos aceptados por el Señor de los
ejércitos”. PP:692.

Es importante reconocer que nuestra aceptación por el Amado en la conversión es tan completa como
al final de nuestro peregrinaje cristiano. Cuando somos justificados, somos aceptados por Dios debido a
Cristo, y en una relación pactual con Él, nos comprometemos a ser leales a Su voluntad. Así nuestra
continua aceptación depende de nuestro continuo crecimiento en Él:

“El Redentor del mundo acepta a los hombres tales como son, con todas sus carencias, imperfecciones
y debilidades; y Él no solo purificará la contaminación del pecado, y le garantizará redención a través
de Su sangre, sino que satisfará los deseos de su corazón de todos aquellos que consientan en llevar Su
yugo, en llevar Su carga. Es Su propósito impartir paz y descanso a todos los que van a Él en busca del
pan de vida. Él solamente requiere hombres que lleven a cabo aquellos deberes que conduzcan sus
pisadas a alturas de felicidad que los desobedientes jamás podrán alcanzar”. ST, 21 de Octubre de
1880.

16.- La Perfección y la Seguridad.-

Uno de los mayores miedos acerca de la doctrina de la perfección es que se concentra en el


comportamiento y no provee una seguridad para el pueblo de Dios. En la concentración en la seguridad
en los círculos teológicos hoy en día, tenemos que contemplar dos asuntos:

1.- ¿Por qué existe por un lado una falta de seguridad? Y

2.- ¿Por qué existe por otro lado tanta confianza de salvación?

El concepto evangélico de predestinación, de una vez salvo siempre salvo, en vez de proveerles a los
hombres y a las mujeres una auténtica seguridad en Cristo, realmente les provee una falsa seguridad
que los priva de la verdadera seguridad. Nuestra seguridad no está en nada que nosotros podamos
hacer; está en lo que Dios ha hecho y está haciendo por nosotros. Para todo verdadero cristiano las
promesas de seguridad son ricas y abundantes.

“Por eso puede también salvar eternamente a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que está
siempre vivo para interceder por ellos”. Heb. 7:25.

“El Señor no demora en cumplir su promesa, como algunos piensan, sino que es paciente con nosotros,
porque no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. 2 Pedro 3:9.
Pág. 18

“No os ha venido ninguna tentación, sino humana. Pero Dios es fiel, y no os dejará ser tentados más de
lo que podáis resistir. Antes, junto con la tentación os dará también la salida, para que podáis soportar”.
1 Cor. 10:13.

“El Espíritu y la esposa dicen: ‘¡Ven!’ Y el que oiga, también diga: ‘¡Ven!’ Y el que tenga sed y quiera,
venga y tome del agua de la vida de balde”. Apoc. 22:17.

Aquellos que no han entregado totalmente sus vidas a Jesús no tienen ninguna base de seguridad;
mientras que aquellos cuyas vidas están escondidas en Él no tienen ninguna razón para dudar de Su
gracia salvadora.

“Acerquémonos pues con corazón sincero, con plena certeza de fe, purificado el corazón de mala
conciencia, y lavado el cuerpo con agua limpia”. Heb. 10:22.

“Por lo cual, hermanos, procurad tanto más afirmar vuestra vocación y elección; porque al hacer esto,
no caeréis jamás. De esta manera os será concedida amplia y generosa entrada en el reino eterno de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. 2 Pedro 1:10-11.

Ciertamente Pablo, al final de su peregrinaje en esta tierra, tenía una dulce seguridad.

“Yo ya estoy para ser sacrificado. El tiempo de mi partida está cerca. He peleado la buena batalla, he
acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, que me dará
el Señor, Juez justo, en aquel día. Y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida”. 2 Tim.
4:6-8.

El pueblo fiel a Dios, que ha conocido el pecado y la abominación en sus vidas, pero que han recibo el
poder del evangelio y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cordero, todo
en Su fuerza y en Su valor, enfrentaron todas las crisis, todas las dificultades, todas las pruebas, todas
las barreras, con plena seguridad de la fuerza de Cristo.

17.- La Evaluación de la Perfección por Parte de Dios y por Parte del Hombre.-

La historia de Job nos da un tremendo ejemplo de la diferencia entre la evaluación de Dios y la


evaluación del hombre en cuanto a la perfección. Dios declaró que Job era un hombre perfecto.

“El Eterno dijo a Satanás: ‘¿Has visto a mi siervo Job? ¡No hay otro como él en la tierra! ¡Hombre
intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal!’”. Job 1:8. (Ver también Job 1:1, 22).

Pero Job tenía una respuesta totalmente diferente con respecto a su perfección.

“Si habláramos de fuerza, es el más potente; si de juicio, ¿quién lo citará? Si yo me justificara, mi boca
me condenaría. Si me creyera íntegro, esto me declararía inicuo. Pero, ¿soy íntegro? Yo mismo lo
ignoro, y desprecio mi vida”. Job 9:19-21.

En este pasaje: a) Job reconoce que su fortaleza es de Dios; b) Reconoce que el juicio es de Dios; c) Si
él tuviera que declararse a sí mismo perfecto, sería perverso; d) Aun si fuese perfecto, despreciaría su
vida. Esta es la sincera respuesta de todo hombre y mujer convertidos. Es totalmente inapropiado
preguntarle a alguien si él es perfecto. Es totalmente inapropiado preguntarle a alguien si conoce a
Pág. 19

alguien que sea perfecto. Esta evaluación le corresponde solamente a Dios. Esa es la razón por la cual
los ángeles tenían una evaluación diferente de la vida de Pablo que la que él mismo tenía. Pablo dijo:

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo, por ver si alcanzo aquello para
lo cual fui también alcanzado por Cristo Jesús”. Fil. 3:12.
Comentando esto, la sierva del Señor dijo:

“Podían ángeles del cielo registrar las victorias de Pablo mientras proseguía la buena carrera de la fe.
Podía el cielo regocijarse en su resuelto andar ascendente, mientras él, teniendo el galardón a la vista,
consideraba todas las otras cosas como basura. Los ángeles se regocijaban al contar sus triunfos, pero
Pablo no se jactaba de sus victorias. La actitud de ese apóstol es la que debe asumir cada discípulo de
Cristo que anhele progresar en la lucha por la corona inmortal”. HAp:449.

Así también la sierva del Señor pudo decir:

“Y en nuestros días también hay Enocs”. PVGM:267.

Los santos serán los últimos en jactarse de su valor para el cielo. Ellos siempre sentirán su poco valor.
Así, cuando sean redimidos no cantarán: “Soy valioso, soy valioso”, sino que: “Valioso, valioso es el
Cordero”. Ellos lanzarán sus coronas a los pies de Jesús, reconociendo que solamente Él es valioso.

18.- La Perfección y la Segunda Venida de Jesús.-

Dios jamás podría confiar para darles la última advertencia al mundo a personas que tengan un carácter
estropeado o defectuoso. Muchos oidores se alejarían del mensaje, no porque no creyeran en el
mensaje, sino debido a la inconsistencia en la vida de los mensajeros. La última invitación de Dios
hacia el mundo no será degradada ante los habitantes del mundo debido a su presentación a través de
los labios de aquellos que están viviendo vidas pecaminosas. Todos los habitantes de la tierra tienen
que recibir una auténtica invitación para tomar su decisión para la eternidad.
En verdad, la venida de Jesús depende de la perfección de Su pueblo. A menudo nos hemos
concentrado en los asuntos errados. Hemos diseñado fervientemente programas para animar a nuestros
miembros a testificar de su fe, pero con una trágica complacencia Laodiceana, y pocos están
interesados en compartir la maravillosa salvación que Dios ha provisto para nosotros. Más bien,
nuestros esfuerzos necesitan ser dirigidos hacia la reforma, la conversión, y la entrega total de la
voluntad a Cristo. Cuando esto sea llevado a cabo en los corazones del pueblo de Dios, ellos
presentarán Su verdad al mundo. Ningún programa diseñado será entonces requerido para hacerlos
trabajar. La habitación interna del Espíritu Santo será la suprema motivación y será lo que le dará el
poder necesario para la obra milagrosa de llevar el evangelio eterno a toda nación, tribu, lengua y
pueblo. Esas cualidades de carácter son exigidas por las epístolas de Juan:

“Pero vosotros sabéis que Cristo apareció para quitar nuestros pecados. Y en él no hay pecado”. 1 Juan
3:5.

“Todo el que permanece en él, no sigue pecando. El que sigue pecando, no lo ha visto, ni lo ha
conocido”. 1 Juan 3:6.

“En cambio el que practica el pecado es del diablo, porque el diablo peca desde el principio. Para esto
se manifestó el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo el que ha nacido de Dios, no
sigue pecando, porque la vida de Dios está en él. No puede seguir pecando, porque ha nacido de Dios.
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En esto se ve quiénes son hijos de Dios y quiénes son hijos del diablo. El que no practica la justicia, ni
ama a su hermano, no es de Dios”. 1 Juan 3:8-10.

Y así es también como la sierva del Señor ve la preparación de su pueblo como siendo absolutamente
esencial para el retorno de Jesús:
“Cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo, entonces vendrá él para
reclamarlos como suyos”. PVGM:47.

“Ninguno de nosotros recibirá jamás el sello de Dios mientras nuestros caracteres tengan una mancha.
Nos toca a nosotros remediar los defectos de nuestro carácter, limpiar el templo del alma de toda
contaminación. Entonces la lluvia tardía caerá sobre nosotros como cayó la lluvia temprana sobre los
discípulos en el día de Pentecostés”. 5T:199.

19.- La Perfección y la Unidad.-

En tiempos recientes, con la disonancia doctrinal y de estilo de vida dentro de nuestra iglesia, han
habido fuertes apelos por unidad. La unidad es esencial antes que los siervos de Dios puedan dar el alto
clamor de Apoc. 18:1-5. Este evangelio tiene que alcanzar cada rincón y grieta del mundo. Entonces
aparecerá nuestro Señor y Salvador aparecerá para redimir a Sus santos que lo aguardan.
Nosotros sabemos que Jesús no vendrá hasta que la comisión del evangelio haya sido llevada a toda
nación, tribu, lengua y pueblo (Mat. 24:14). Aun cuando ha habido esfuerzos extraordinarios por parte
de la Iglesia Adventista del Séptimo Día para compartir este mensaje alrededor del mundo, tenemos
que reconocer la realidad de que la abrumadora mayoría de los habitantes de este mundo jamás han
escuchado el nombre Adventistas del Séptimo Día, y mucho menos aun el emocionante evangelio que
Dios le ha confiado a su Iglesia como siendo la depositaria de Su verdad para el fin del tiempo. Pero
aun sabemos que la invitación de Cristo no será dada a todo el mundo hasta que al pueblo de Dios le
sea dado poder a través del Espíritu Santo. Se nos ha prometido un poder mayor que el del Pentecostés.
Fue tan dramática la presentación del mensaje bajo el poder del Pentecostés, que Pablo fue capaz de
informar antes de la caída de Jerusalén que el evangelio “ha sido predicado a toda criatura que hay bajo
el cielo” (Col. 1:23). La unidad precedió al Pentecostés:

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes en el mismo lugar”. Hechos 2:1.

La misma unidad es necesaria en el fin del tiempo antes que Dios le pueda confiar a Su pueblo el
Espíritu Santo. He escuchado muchos sermones acerca de unidad, y he testimoniado acerca de los
esfuerzos para hacer de la unidad el tema central de la Conferencia General de 1995. muchos de los que
querían la unidad citaron el bello mensaje de Jesús en Su oración de unidad:

“Para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti. Que también ellos sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17:21.

Estos sermones que he escuchado, sin embargo, fallaron en citar la única verdadera base sobre la cual
puede esta ser alcanzada. Este principio de unidad es tan importante, sin embargo, que Cristo lo
enfatizó dos veces en Su oración:

“Santifícalos en la verdad. Tu Palabra es verdad”. Juan 17:17.

“Por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Juan
17:19.
Pág. 21

Mientras el pueblo de Dios no sea santificado, no habrá unidad. Cualquier otro llamado por la unidad
es para una falsa unidad, porque esos llamados son hechos sobre aquello que destruye la unidad.
Frecuentemente, estos son llamados a efectuar un compromiso, a tener un consenso, o al silenciamiento
de la verdad. Dios no puede traer una genuina unidad bajo falsas circunstancias. Esta materia es tan
importante que la hermana White escribió:

“La unidad es el resultado seguro de la perfección cristiana”. Vida Santificada:85.

La unidad no es un objetivo, tal como a menudo se la presenta. Es el resultado natural de la perfección


cristiana. Tristemente, la amplia difusión de la teología de “peca y vive” le ha robado a nuestro pueblo
la unidad. Solamente una respuesta completa a los amplios llamados de la iglesia para un
reavivamiento, arrepentimiento, y reforma, resultará en unidad. La venida de Jesús depende de ello. Sin
embargo, no todos los miembros de iglesia responderán a los llamados de la iglesia. El último zarandeo
traído por la persecución removerá a todos aquellos que son mundanos y egoístas. La verdad tiene que
ser sostenida en forma sagrada. La verdad pluralística, ecléctica, ecuménica y evangélica que está
bombardeando a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, está diseñada para descarrilar a esta iglesia de
la misión que Dios le ha dado. La sierva del Señor dice:

“No hay santificación fuera de la verdad”. FEC:432.

Si tenemos que alcanzar esa perfecta unidad necesaria para el derramamiento de la lluvia tardía, el
pueblo de Dios tiene que mantener sagrada la verdad. Pero más aun que esto, ellos tienen que permitir
que la verdad sea transformada en la verdadera estructura de sus vidas, trayendo el principio
santificador del amor de Dios. Pablo lo enfatizó así:

“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un estado
perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por
cualquier viento de doctrina, por estratagema de hombres, que para engañar emplean con astucia los
artificios del error; sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza,
esto es, en Cristo”. Efe. 4:13-15.

Pedro lo puso en estos bellos términos:

“Ahora que os habéis purificado mediante la obediencia a la verdad, que lleva a un sincero amor
fraternal, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. Pues habéis nacido de nuevo, no de
semilla corruptible, sino incorruptible, por medio de la Palabra de Dios, que vive y permanece para
siempre”. 1 Pedro 1:22-23.

No existe otra manera para apresurar la venida de Jesucristo. El mensaje del santuario está diseñado
para llevar a la justificación y a la santificación del pueblo de Dios, para borrar sus pecados, y para la
unión de las vidas de hombres y mujeres en la verdad de Dios, produciendo su título y su adaptación
para el cielo. NO existe otra manera.

20.- La Perfección en la Iglesia.-

Tal vez el mayor desafío que enfrentan los predicadores y maestros del Adventismo del Séptimo Día
sea presentar el concepto de perfección dentro del contexto de la Justicia de Cristo. Esta centralidad de
Cristo les indica a los hombres y mujeres a los reclamos sin igual de Cristo sobre sus vidas y servicio;
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un reclamo validado por el amor de Dios demostrado en el Calvario, y comprobado por la misericordia
y la resignación que Él le ha mostrado a Su pueblo.
La perfección presentada de una manera legalista o sin Cristo no servirá de nada. Solamente cuando la
centralidad del amor y del poder de Jesús son presentados de la manera más atractiva y victoriosa,
podemos tener la esperanza de ver hombres y mujeres siendo alejados, por un lado, del legalismo del
esfuerzo humano, y por otro lado, de la falsa seguridad que Cristo lo hizo todo, que todo lo que
tenemos que hacer para ser salvos es aceptar Su vida perfecta.
Entre estos dos falsos conceptos de legalismo y antinomianismo, está la verdad que Cristo es capaz de
mantenernos sin caer en pecado a través de Su vida poderosa y victoriosa. Dios está atrayendo a Su
pueblo a la total entrega de su voluntad a Él. A Aquel que es totalmente confiable le corresponde la
esperanza, no solo de un individuo, ni de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, ni de los cristianos,
sino de toda la raza humana. Nuestra predicación tiene que reflejar este desafío si es que queremos ser
serios acerca del pronto retorno de nuestro Señor y Salvador.

Autor: Colin D. Standish

Hartland Publications

USA

2009

www.eme1888.cl; eme1888@gmail.com

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