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MÓDULO IV

GÉNERO Y DIVERSIDAD SEXUAL

Contenidos

1. CONSIDERACIONES Y CONCEPTUALIZACIONES PREVIAS


1.1. Ser humano como ser sexuado
1.1.1. Comprensión integradora de la sexualidad
1.2. Hablemos de sexualidades
1.2.1. Definiendo conceptos básicos

2. GÉNERO Y SOCIALIZACIÓN DIFERENCIADA


2.1. Qué es el género y cómo se construye
2.1.1. El rol de género
2.1.2. Roles de género tradicionales
2.1.3. El lenguaje en la construcción de género

3. VISLUMBRANDO LA DIVERSIDAD SEXUAL HUMANA


3.1. La identidad sexual: el sexo sentido
3.2. Una metáfora que explica la diversidad sexual: “La pared y los ladrillos”.
3.3. La orientación sexual: atracción, deseo y enamoramiento
3.3.1. La homosexualidad

4. EDUCACIÓN SEXUAL EN IGUALDAD


4.1. Sexismo en la sociedad
4.2. Heteronorma y sociedad
4.3. Cómo educamos en igualdad
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Introducción

En este módulo hacemos una revisión general de los principales elementos que configuran
y que han configurado la comprensión actual de la sexualidad, definiremos conceptos
básicos que necesitamos conocer para comenzar a vislumbrar y respetar la gran
diversidad que caracteriza a la sexualidad humana.

Asimismo, hablaremos sobre la tradición sociocultural que ha influenciado sobre nuestra


manera de concebir la sexualidad, como también nuestra manera de ser hombre y ser
mujer. Presentamos una descripción sintetizada de esta tradición, y con esto, invitamos a
despertar el pensamiento crítico en la comunidad educativa; queremos invitarlos a
realizar una reflexión personal y autocrítica sobre aquellas actitudes, creencias y juicios
hacia el género y la diversidad sexual, que hemos adoptado de manera rígida, en base a
supuestos y conjeturas teñidas por un paradigma sexista y heteronormativo, el que
actualmente continua rigiendo fuertemente en nuestra tradición cultural, y por
consiguiente, continua perpetuando la discriminación de muchas personas.

Como un elemento transversal a este módulo, emerge la posibilidad de una


deconstrucción de dicho paradigma, es decir, de deshacerse analíticamente de los
elementos que constituyen una estructura conceptual rígida, basada en juicios
discriminadores hacia la diversidad sexual; para luego entonces, reconstruir con nuevas
ideas y concepciones que sean creativas, positivas e inclusivas, y -por ende- alineadas con
el valor del respeto a la diversidad. La invitación es a que cada comunidad educativa
realice su propia reconstrucción de estos conceptos, alineándose también a su realidad
particular y a los valores que están presentes en su proyecto educativo.

Finalmente, cabe señalar que para la construcción de este módulo nos hemos apoyado en
una variedad de autores, en su mayoría sexólogos e investigadores que ofrecen una
mirada actualizada a estos temas, destacando entre nuestra bibliografía el texto ¿Y tú qué
sabes de “eso”? Manual de Educación Sexual para Jóvenes, escrito por Ana Infante García
y colaboradores (2009).
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1. CONSIDERACIONES Y CONCEPTUALIZACIONES PREVIAS

1.1. Ser humano como ser sexuado

Es común creer que la Sexualidad es algo que


aparece con el gran flujo de hormonas que se
liberan durante la pubertad; con la aparición del
ciclo menstrual en las mujeres o la primera
eyaculación en los hombres. Sin embargo, la
sexualidad es algo que está presente durante
toda la vida. Hay sexualidad cuando un niño se
abraza suavemente a su madre mientras ésta le canta en voz baja. Hay sexualidad también
cuando una joven se expresa, disfruta y siente todo su cuerpo mientras baila. Y, por
supuesto, hay sexualidad, cuando un niño y una niña sienten cómo su corazón se acelera
mientras se besan a escondidas detrás de un árbol, o cuando una niña siente un temblor
especial al rozarse con la piel de otra niña.

Que el ser humano sea un ser sexuado significa que desde el mismo momento del
nacimiento, el cuerpo tiene la capacidad de sentir placer. Cada rincón de nuestro cuerpo,
sea la mano, el pelo, los dedos de los pies, las rodillas, el pecho o las costillas nos da
infinitas posibilidades de hacer, sentir, crear, experimentar. La manera en que vivimos
nuestro cuerpo sexuado, es decir, cómo nos expresamos, comunicamos, sentimos, damos
y recibimos placer con palabras y los cinco sentidos, tiene que ver con la forma en que
llevamos nuestra sexualidad. Y la expresión de la sexualidad no viene marcada por nuestro
código genético, sino que tiene mucho de aprendido, por lo que va a ser diferente en cada
persona y cada contexto sociocultural.

La necesidad física y afectiva de tocarnos, de darnos placer y de intimidad, nos acompaña


desde que nacemos hasta que morimos. La sexualidad se elabora y reelabora a lo largo de
una vida y así, una persona nunca termina de descubrir su propia sexualidad, tenga la
edad que tenga. En este sentido, la sexualidad es uno de los fundamentos de la
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experiencia humana, es algo que somos y que nos constituye como seres humanos.
Comprender esto implica aceptar que la Educación Sexual es esencial y básica para el sano
desarrollo de una persona.

1.1.1. Comprensión integradora de la sexualidad

Ya hemos dicho que debemos evitar transmitir una visión de la sexualidad reducida al
placer del coito, a las relaciones heterosexuales o a la función de la reproducción, sino
más bien debemos comprender la dimensión sexual humana en su totalidad. La
sexualidad abarca el sexo, las identidades y los papeles de género, el erotismo, el placer,
la intimidad, la afectividad, la reproducción y la orientación sexual; se vive y se expresa a
través de pensamientos, fantasías, deseos, creencias, actitudes, valores, conductas,
prácticas, roles y relaciones interpersonales. La sexualidad está influida por la interacción
de factores biológicos, psicológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, éticos,
legales, históricos, religiosos y espirituales. Esta comprensión integradora de la sexualidad
humana adquiere pleno sentido al plantearse conjuntamente con el desarrollo afectivo.

La afectividad también es una dimensión del desarrollo humano, se refiere a un conjunto


de emociones, estados de ánimo y sentimientos que permean los actos de las personas,
incidiendo en el pensamiento, la conducta y la forma de relacionarse con uno mismo y con
los demás.

En este sentido, para efectos de una comprensión integral, cuando hablamos de


“sexualidad” hablamos, fundamentalmente, de afectos y vivencias únicas para cada
persona, sin rangos ni jerarquías personales. Significa hablar de todas las edades, desde la
infancia a la madurez, de niñas y niños, de hombres y mujeres, de cualquier orientación
sexual –heterosexual, homosexual, bisexual, pansexual o asexual-, de todas las
identidades –incluidas transexuales y transgenéricas-, de discapacidades –sean físicas,
psíquicas o sensoriales-, de multiculturalidad, de procedencia urbana o rural. Así pues, la
sexualidad es diversidad y, más que hablar de una “sexualidad”, hablaremos de
sexualidades.
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1.2. Hablemos de sexualidades

Para entender lo recién expuesto, debemos revisar los elementos que configuran y que
han configurado nuestra sexualidad actual. Entonces, una de nuestras primeras tareas
como personas educadoras en este ámbito es partir de una conceptualización de
sexualidad con la que poder entendernos para poder hacer una revisión crítica de
nuestras actitudes, creencias y vivencias en referencia a la sexualidad.

Como ya hemos dicho, este curso es una invitación a comprender una nueva perspectiva
de la sexualidad. Para esto será importante hacer un repaso de nuestra tradición cultural,
de la estructura de nuestra sociedad y del tipo de educación recibida. Esto nos lleva a
deconstruir para reconstruir y, así, no repetir historias y, entre todos, buscar alternativas
creativas y liberadoras.

1.2.1. Definiendo conceptos básicos

A continuación aclararemos ciertos conceptos que, si bien


están conectados significativamente, no son iguales, aunque
muchas veces se usen como tales: sexualidad, sexo y género.
Para aclararnos tomemos lo que la Sexología –el estudio
sistemático de la sexualidad humana, desde el punto de vista
fisiológico, social y psicológico- ha definido como “hecho
sexual humano”. Este concepto refiere a un proceso en el que
participan tres realidades: la Sexuación, la Sexualidad y la Erótica.

 Sexuación: proceso de hacerse hombre o mujer


El sexo es el conjunto de elementos que, encadenándose Sexo: Define el hecho de ser
hombre o mujer a partir de
de manera gradual, configuran a una persona como
una variedad de condiciones
sexuada en masculino o en femenino. Esto significa que anatómicas, fisiológicas y
psicológicas.
construirse como mujer o como hombre es el resultado de
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un proceso por el cual los sujetos se hacen sexuados, es decir, se viven y se expresan
como sexuados en uno u en otro sexo. En este sentido, el sexo no se reduce a lo biológico
o anatómico (órganos sexuales), sino que también involucra a un conjunto de elementos
fisiológicos, psicológicos y sociales, que hacen a un sujeto ser y sentirse masculino o
femenino.

El proceso de sexuación enlaza toda una serie de niveles o elementos estructurales y


estructurantes. Los estructurales tienen que ver con el sexo genético o sexo gonadal
(testículos u ovarios), el sexo genital (pene, vulva) y el sexo somático o morfológico
(hormonas), que da lugar a una figura corporal que varía a lo largo de la infancia, la
pubertad, la juventud y la madurez. El elemento estructurante tiene que ver con el género
que es una construcción sociocultural (es decir, varía de una cultura a otra) que define
diferentes características emocionales, intelectuales y de comportamiento en las personas
por el hecho de ser mujeres u hombres. Si bien más adelante profundizaremos en los
conceptos de identidad sexual y género, cabe señalar que distinguir entre sexo y género
es útil para diferenciar lo que es biológico de aquello que no lo es (lo cultural). Pues bien,
tanto lo biológico como lo cultural nos llevan a la posibilidad de ser hombre o mujer,
aunque cada una de ellas llena de grados o matices, porque hay muchas maneras de
“estructurarse” como hombre y muchas de hacerlo como mujer, con muchísimos aspectos
comunes y diferenciales dependiendo del tipo de socialización y experiencias que
vivamos. Una metáfora lingüística nos diría que el sexo es el significante y la sexualidad el
conjunto de significados –afectivos, prácticos o ideológicos- que le atribuimos (José
Antonio Marina, 2002).

 Sexualidad: modo de ser persona sexuada


La sexualidad sería el modo de vivirse, verse y sentirse como una persona sexuada, el
modo o modos con que cada cual vive, asume, potencia y cultiva o puede cultivar el hecho
de ser sexuado. Sería una categoría subjetiva en la que la referencia son “las vivencias”, lo
que cada cual siente. Por lo tanto, la sexualidad no es un instinto, sino un valor humano,
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una cualidad, una dimensión, porque todas y todos somos sexuados como todos y todas
somos personas.

Cada persona vivirá su sexualidad de manera distinta y su sexualidad estará en continua


evolución; se vivirá en todas las etapas de la vida y se expresará de múltiples formas y
hacia muchas finalidades (placer, ternura, comunicación, conocimiento, vitalidad,
reproducción, etc.), influenciado por una socialización particular.

 Erótica: forma de expresar la sexualidad


La erótica es la forma concreta de expresar todo lo anterior, lo que somos y lo que vivimos
y que, como es lógico, tiene múltiples y variadas posibilidades. Es la forma de actuar,
sentir, comunicar, dar y recibir, la manera en que las personas como seres sexuados se
relacionan consigo mismas y con las demás (caricias, besos, palabras, masturbación, etc.).

A continuación, vemos cómo se interrelacionan estos tres registros:

Sabemos que desde el mismo momento del nacimiento el cuerpo tiene la capacidad de
sentir placer. Esta capacidad se mantiene durante toda la vida, pero las finalidades y las
expresiones que tendrá nuestra sexualidad variarán según nuestro momento evolutivo o
etapa del ciclo vital y nuestra situación personal.
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Como ya hemos dicho, hablar de sexualidad implica hablar de diversidad y género. Además,
la sexualidad está íntimamente ligada al desarrollo de la personalidad, a las relaciones de
vida en común y a las estructuras sociales. Fernando Barragán (1996) señala que la
sexualidad está asociada a procesos tan importantes para el desarrollo personal, como el
conocimiento de sí misma/o (conocimiento corporal,
Respuesta sexual: consiste en el
conocimiento de la respuesta sexual, identidad de
conjunto de cambios físicos y
género, autoestima, afectividad, etc.), el hormonales que se experimentan
frente al estímulo sexual. Fue un
conocimiento de las demás personas (ciclo de
concepto estudiado por Masters y
respuesta sexual, orientaciones sexuales, Johnson, quienes definieron
distintas fases de la respuesta
anticoncepción, etc.) y las relaciones interpersonales sexual humana: deseo sexual,
(vínculos afectivos, amistad, relaciones sexuales, de excitación, meseta, orgasmo y
resolución.
parejas, de poder, etc.) en un marco social
establecido (normas valores sociales y culturales).

Si hacemos una síntesis con todo lo expuesto hasta ahora, vemos que la vivencia y la
expresión de la sexualidad influyen decisivamente en la configuración de la personalidad
(autoconcepto) y en la autoaceptación (autoestima) y, a su vez, lo que somos (seres
sexuados con una forma de ser, con habilidades, necesidades, valores, etc.) influye en la
vivencia y expresión de la sexualidad.
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Por ejemplo:

Carmen es estudiante universitaria y acude a consulta


psicológica porque no disfruta en sus relaciones sexuales.
Cuando analizamos su biografía, vemos que la educación
recibida en su familia fue muy estricta, esto la ha llevado a
ser una persona muy autoexigente y autocontroladora en
general, y mediatiza su capacidad para abandonarse y
sentir placer en los encuentros sexuales. Este sería un
ejemplo de cómo lo que se es, influye en el modo de vivir
la sexualidad.

Finalmente, es importante comprender sobre la(s) sexualidad(es) que:

 Es más que un mero instinto biológico y mucho más que conductas. La afectividad,
la comunicación y el placer son sus funciones claves y están presentes en todas las
etapas evolutivas y puede variar a lo largo de la vida de las personas porque, como
proceso, presenta evoluciones y variaciones;
 Existe más allá del coito y de la genitalidad, se puede disfrutar con todas las partes
del cuerpo y, de ello se deriva, ni la reproducción ni el orgasmo han de ser –por
obligación- los fines últimos de la sexualidad;
 Tiene que ver con el autoconocimiento y el desarrollo personal, y no se basa en
cánones prefijados.
 Es una construcción social, variando su significado en relación a las culturas y a los
momentos históricos.

A continuación, veremos a mayor profundidad uno de los elementos que configuran la


vivencia actual de nuestra sexualidad, y que -por su carácter sociocultural- es de gran
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relevancia considerar para revisar y repasar el tipo de educación que hemos recibido
según nuestra tradición cultural. Cabe destacar, que una de nuestras primeras tareas
como educadores, consiste en comprender una concepción de la sexualidad que nos
permita definir desde dónde surgen nuestras creencias, actitudes y vivencias que refieren
a nuestra sexualidad, para entonces hacer una revisión crítica de ellas. Ya hemos dicho
que debemos abrirnos a la construcción de una nueva perspectiva de la sexualidad que
sea integradora, es decir, que considere su dimensión total, y para esto, necesariamente
debemos estudiar y evaluar los conceptos que veremos a continuación.

2. GÉNERO Y SOCIALIZACIÓN DIFERENCIADA

2.1. Qué es el Género y cómo se construye

Cuando explicábamos el hecho sexual humano,


señalábamos que por el hecho de ser de un sexo, de
cada persona se espera, socialmente, que sea, que se
comporte y que sienta de una manera u otra. En esto
consiste el hablar de género. El género indica las
diferencias entre hombres y mujeres desde un punto
de vista social y cultural. Es una construcción socio-cultural que define diferentes
características emocionales, intelectuales y de comportamiento en las personas por el
hecho de ser mujeres u hombres, características que la sociedad atribuye a las personas
como masculinas o femeninas, de una manera convencional, ya que suele atribuirlas a
cada uno de los sexos biológicos. Por lo tanto, estaríamos hablando de un conjunto de
ideas, creencias, representaciones y atribuciones sociales construidas en cada cultura,

Género: refiere a la construcción


tomando como base la diferencia sexual, la diferencia
social de femineidad o biológica sexual entre hombres y mujeres.
masculinidad que varía según el
contexto socio histórico y cultural.
Por otra parte, el género se basa en estereotipos. Los
estereotipos son imágenes preconcebidas (rasgos, representaciones mentales y creencias)
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que tenemos de las personas y de los grupos guiadas por una característica común, sin
tener en cuenta la individualidad. El estereotipo consiste en una opinión ya hecha y que se
impone como un cliché a las y los miembros de una comunidad, Asimismo, los
estereotipos se basan en juicios de valor. Esto quiere decir que crear estereotipos es una
forma de categorizar grupos y personas según su aspecto, conducta o costumbres.

ESTEREOTIPOS
Una opinión ya
No dan cuenta de hecha y que se
la diversidad Se dan en un impone como un
Válidos en ese
humana, rigidizan contexto cliché a las y los
Imágenes lugar y no en otro,
las conductas (por intercultural y miembros de una
preconcebidas de lo Se basan en juicios bajo ciertas
ejemplo, las emanan a partir comunidad, una
que "debe ser" un de valor. condiciones
mujeres son de los imagen
hombre y una mujer. sociohistóricas y
emocionales, los estereotipos convencional que
culturales.
hombres sociales se ha acuñado
racionales) para un grupo de
gente.

Cuando se utiliza un estereotipo para clasificar gente, se identifican algunos de los rasgos
o imágenes, entre todas las posibles, del grupo y se utiliza para representar al grupo en su
totalidad. Y no sólo eso, sino que al clasificar a un grupo, es decir, asignarle un
estereotipo, estamos creando una opinión sobre ese grupo, que puede ser tanto positiva
como negativa.

El hecho de que los estereotipos puedan ser inexactos no nos explica por qué los
estereotipos surgen. En todo caso, como vemos, tienen su origen en una generalización
indebida o demasiado arbitraria de la realidad. Su transmisión se realiza mediante el
“boca a boca” y de generación en generación, precisamente porque simplifican y sirven de
atajo en la comunicación humana, aunque es evidente que tienden a transformar datos
imprecisos en descripciones rígidas.

En cuanto a los estereotipos de género, que es el tema que nos ocupa, los valores que se
les enseña a cada cual como propios de “lo masculino” o “lo femenino” son distintos y
exclusivos, y corresponderían a uno de los polos de los ejes en la masculinidad y feminidad
tradicional. Son bipolares (se atribuyen a las mujeres cualidades o debilidades que se
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excluyen en los varones y viceversa) y complementarios (las tareas que se asignan a
mujeres y varones se completan entre sí). Un ejemplo claro de los estereotipos que se
adhieren a uno u otro sexo en función del conjunto de ideas, creencias, representaciones
y atribuciones sociales se ve reflejado en la siguiente tabla.

MASCULINO = hombre FEMENINO = mujer


Competitividad Cooperación
Fortaleza Debilidad
Actividad, iniciativa Pasividad
Rapidez Lentitud
Agresividad Ternura
Rudeza Delicadeza
Impetuosidad Serenidad
Propulsividad Receptividad
Firmeza, asertividad Complacencia
Inteligencia, razón Intuición
Racionalidad Laboriosidad
Dominio Sumisión
Independencia Dependencia
Valentía Miedo
Desorden Orden
Realismo Idealismo
Fuerte impulso sexual Escasa necesidad sexual

Las cualidades que acabamos de indicar constituirían el “modelo tradicional masculino” y


el “modelo tradicional femenino”, que giran en torno a la dependencia/independencia y
a la pasividad/actividad. Algunos ejemplos de frases que hoy en día se pueden escuchar
en relación al modelo tradicional son: “las mujeres son dependientes, emocionales,
cálidas, delicadas… también son calculadoras, envidiosas… el sueño de toda mujer es ser
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madre…”, u otras como “los hombres son independientes, competitivos, bruscos, no
muestran sus sentimientos… lo más importante para un hombre es su sexualidad”.

Si nos detenemos a examinar los estereotipos de género en nuestra sociedad nos damos
cuenta que a mujeres y hombres se nos atribuyen estereotipos negativos, positivos y
neutros, pero lo cierto es que, en general, los estereotipos socialmente más valorados son
los atribuidos a los hombres que, incluso, cuando son negativos, aparecen como buenos o
necesarios, como en el caso de la competitividad, o sirven para excusar, como en el caso
de la agresividad y la violencia. Nuria Varela lo expone, de una manera muy acertada, en
la siguiente tabla:

Cuando alguien se comporta así: Si es niña se dice que es: Si es niño se dice que es:

Activa Nerviosa Inquieto


Insistente Terca Tenaz
Sensible Delicada Afeminado
Desenvuelta Grosera Seguro de sí mismo
Desinhibida Pícara Simpático
Obediente Dócil Débil
Temperamental Histérica Apasionado
Audaz Impulsiva Valiente
Introvertida Tímida Piensa bien las cosas
Curiosa Preguntona, cotilla Inteligente
Prudente Juiciosa Cobarde
Si no comparte Egoísta Defiende lo suyo
Si no se somete Agresiva Fuerte
Si cambia de opinión Caprichosa, voluble Capaz de reconocer sus
errores
Varela, Nuria (2008). Feminismo para Principiantes. Barcelona: Ediciones B.
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Los estereotipos no son inocentes. Estereotipar a uno y otro sexo tiene profundas
repercusiones en la vida de las personas, porque sobre el imaginario colectivo acerca de lo
que es ser mujer y ser hombre, se forjan las personalidades y se atribuyen unos roles
diferenciados por sexo, dándole al masculino un rol principal y al femenino uno
subordinado, secundario y accesorio.

Ser conscientes de esta desigual distribución de poder entre géneros nos llama a
cuestionar los mandatos que recibimos desde la sociedad, que nos llevan a construir
identidades, formas de ser y a adoptar roles sobre un orden jerárquico y asimétrico.

2.1.1. El Rol de Género

El rol constituye un modelo, con un aspecto normativo


Interiorizar: Incorporar a
interiorizado, que designa lo que alguien debe hacer para la propia manera de ser,
de pensar y de sentir,
dar validez a su status de mujer o de hombre. La identidad
ideas o acciones ajenas,
de género se entiende como la concepción individual de como resultado de la
identificación con ellas.
género que tiene una persona de sí misma. En este
aspecto, hablaríamos de feminidad-masculinidad, y estaríamos haciendo referencia a lo
subjetivo, a nuestra identidad (lo psíquico). Visto desde fuera, cada persona se expresaría
de diversas maneras en su aspecto, a través del comportamiento u otras marcas externas
que coincidieran con su juicio de
autoclasificación como mujer u hombre.

Los roles femeninos son los relacionados


con todas las tareas asociadas a la
reproducción, crianza de hijos e hijas,
cuidados, sustento emocional; están
inscritos en el ámbito de lo doméstico
fundamentalmente (espacio privado),
mientras que los roles masculinos están
asociados a tareas que tienen que ver con lo productivo, el mantenimiento y sustento
económico, dentro del ámbito público principalmente (espacio público). Algunos ejemplos
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de todo ello, pueden ser los siguientes: en la conducción de un camión o de un avión, en
el trabajo en una obra… ¿qué imagen se nos viene a la mente, la de una mujer o la de un
hombre? En el cuidado de niños y niñas, de personas enfermas, del hogar, ¿qué imagen se
nos viene a la mente, la de una mujer o la de un hombre?

Esta organización social se conoce como Patriarcado, esto es, un “sistema u organización
social de dominación de los hombres sobre las mujeres que ha ido adoptando distintas
formas a lo largo de la historia”. Y el rol de género sería, por lo tanto, el papel que se ha
de representar para ser considerada mujer u hombre dentro de una sociedad, es decir,
serían los papeles o conductas que socialmente se espera que cumplamos, cuando nos
interrelacionamos, en función del género. La sociedad castiga con la crítica y
discriminación a aquellas personas que tienen rasgos y cualidades masculinas siendo
mujeres y femeninas siendo hombres.

Ahora bien, ¿cómo aprendemos el sistema sexo-género?, ¿cómo se perpetúa? Porque,


independientemente del país o la cultura en que vivamos, existe una característica común
en casi todas las sociedades: el Patriarcado. En estas sociedades se han desarrollado un
conjunto de prácticas materiales y culturales que han favorecido el acceso a los
organismos de toma de decisiones a una parte de la población, los hombres, y éstos, a su
vez, para mantenerse en situación de poder y para mantener una posición privilegiada
respecto al acceso a los recursos, han mantenido y desarrollado dichas prácticas aunque,
no cabe duda, estas prácticas hayan ido cambiando en función del grado de desarrollo de
las sociedades y del establecimiento de derechos en los regímenes democráticos. En
aquellos países con regímenes autoritarios, encontramos la promulgación de leyes
(basadas en la mayoría de los casos en costumbres) que determinan qué pueden o no
hacer las mujeres y los hombres y las sanciones para aquellos casos en los que alguien se
atreva a no respetar dichas normas (pensemos, por ejemplo, en países donde se lapidan a
mujeres acusadas de infidelidad). En Chile, en concreto, el patriarcado se mantiene a
través de formas más sutiles, intentando enmascarar la cultura machista que predomina.
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Así, pues, aprendemos los valores basados en el género, principalmente, a través de los
agentes de socialización: la familia (qué modelos de hombre y de mujer se nos ofrece,
normas, actitudes, comportamientos permitidos y censurados…); el ámbito educativo (el
currículum oculto: normas, estructuras, rutinas, libros de texto, espacios, cargos de
responsabilidad…); el grupo de iguales o pares (que, en determinados momentos de
nuestras vidas, van a ser referentes importantes); la literatura y los medios de
comunicación (a través de los cuales se sugieren mandatos que la propia persona se
impone, por ejemplo, en el caso de la feminidad: juventud, estrictos cánones de belleza,
superwoman que no se agota con la doble jornada…); los ámbitos profesionales… y el
lenguaje.

Por ejemplo, hoy día en nuestro país, se espera que la mujer pueda acceder
primeramente a unos estudios o carrera universitaria, posteriormente cuando la mujer
accede al campo laboral, además de cumplir con las exigencias que éste acarrea (horarios,
cumplimientos de objetivos, metas…) es necesario que sepa conjugar todo ello con la
casa, el hogar y el cuidado de los hijos, además debe preocuparse por las necesidades que
puede presentar el “hombre de la casa”. Esta concepción de la sociedad y de los roles de
género, transfieren a la mujer una posición en la que debe ser una “superwoman” que
debe lidiar de manera exitosa con todas las variable anteriormente citadas. Además de
todo ello, la mujer no debe olvidarse de las necesidades propias que toda persona puede
tener como persona individual, como el cuidado íntimo, personal y espiritual que tenemos
las personas y que debemos desarrollar.

En ocasiones este “peso” que dirige de manera diferenciada la sociedad a hombres y


mujeres, encierra y determina a la persona, sin permitirla ser libre y ser quién es, fuera de
los estereotipos adquiridos.

Por todo esto, es importarte reflexionar y ser críticos de todo aquello que recibimos de la
sociedad, y así hacernos conscientes de lo que aprehendemos de ella, para -entonces-
poder evitar las limitaciones que acotan nuestra forma de ser o actuar, por restricciones
sociales que muchas veces tienden a ser realmente arbitrarias. Cada persona debe ser
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quien es, sentirse natural en su actuar, y respetarse en su originalidad. La sociedad no
debe censurar ni acotar a todas aquellas personas que se alejen de los roles propios
asignados a hombres y mujeres. Si queremos comprender y transmitir a nuestros alumnos
la perspectiva de sexualidad que proponemos en este curso, debemos mantener una
posición crítica y reflexiva frente a las representaciones sociales que hemos ido
adquiriendo a lo largo de nuestra vida, las que han sido influenciadas por un determinado
momento social, histórico y cultural. En este sentido, debemos defender el derecho de
cada persona a ser quien es y no a ser quien debe ser según la convención social bajo la
cual crecimos.

2.1.2. Roles de Género Tradicionales

Los roles de género más


tradicionales, a menudo,
están mucho más presentes
de lo que creemos, en
mayor o menor medida, en
la vida de hombres y
mujeres:

Desde el rol tradicional de género masculino, los hombres tienen que ser potentes para
mantener una posición de supremacía y superioridad y ser reconocido socialmente como
un “hombre”. Para desempeñar este rol, se les suponen ciertos atributos inherentes a su
condición, los estereotipos de género: ser activo y fuerte, vigoroso, con autoridad,
racional, protector; y se les exige tener una posición social. Esta posición de potencia y
superioridad implica ocultar las propias debilidades (por ejemplo, la típica frase “los
hombres no lloran”).

Como consecuencia, en el ámbito de la sexualidad deberán demostrar potencia y


posesión, que se traduce, en muchas ocasiones, en la exigencia de fidelidad para
asegurarse la pertenencia frente a otros hombres afirmándose de que “triunfa” sobre sus
“rivales”. Se les supone un deseo y un vigor sexual permanente que ha de demostrar ante
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la presencia de cada situación que se suponga “sexual”. Cuando el hombre no puede
responder a los mandatos del rol, se dejan sentir sus efectos sobre su autoestima.

Desde el rol tradicional de género femenino, las mujeres tienen que secundarizarse,
mostrar signos que denoten carencia, estar dispuestas a la entrega y a negarse
expectativas, deseos y proyectos propios (salvo la maternidad), ser objeto del deseo
masculino y estar en posición de recibir lo que él tiene para darle, para ser considerada y
considerarse a sí misma una verdadera “mujer”. Para cumplir con este mandato, se les
suponen unos estereotipos de género: pasividad, docilidad, altruismo, necesidad de
protección; debiendo desarrollar la emocionalidad, ya que se espera que -a través del
sentimiento- puedan detectar los deseos y las necesidades de las y los demás, para
cuidarles. Las exigencias impuestas y autoimpuestas pasan por silenciar las propias
fortalezas y sus equivalentes (como por ejemplo, la inteligencia), para que los hombres no
se sientan desvalorizados frente a ellas, silenciando la debilidad masculina, y así los
hombres puedan mostrar su superioridad.

En el ámbito de la sexualidad, esta posición de subordinación deja a las mujeres ausentes


de su propio deseo e iniciativa, limitadas a realizarse en su identidad de madre y
cuidadora de las otras personas, pagando el precio de la disminución del deseo erótico. La
sexualidad, en todo caso, estará restringida a la satisfacción pasiva obtenida al
proporcionar satisfacción al otro. De ahí la escisión entre mujer sexualizada y deseante
(“mujer que se comparte”) y la mujer buena (que responde al rol de “mujer madre”),
comportando dificultades de autovaloración para las mujeres que quieran salir del modelo
tradicional y desarrollar su sexualidad conforme sus propios deseos.

Los efectos del mandato, estereotipos y exigencias, según los cuales las mujeres tienen
valor a través de la pareja, conllevan como prioridad el conservar su pareja y vivir en
función del otro en lugar de para sí misma. Así, pues, trascribiendo el análisis de Sara
Velasco y Fina Sanz, si el hombre quiere mantener signos de potencia, tendrá que
demostrar su capacidad sexual y ser activo en el deseo y llevar la iniciativa. Los hombres
tienen que ser capaces de satisfacer sexualmente a la pareja para confirmar su virilidad y
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la mujer, llegado el caso y si es necesario, tendrá que demostrar placer (pasivo) pero para
reflejar la potencia del otro, para mantener vivo su deseo y poder así perpetuar la
relación.

Si la mujer muestra iniciativa, es que está sexualizada, será porque es una mujer que “se
comparte”. Las mujeres silencian su deseo y se muestran pasivas para alejar, también
ellas, el fantasma de la promiscuidad femenina que le puede restar oportunidades para
elegir pareja y ser deseada. Y la relación sexual coital, como símbolo de posesividad,
entrega y receptividad sexual, estará magnificada, obligándose al hombre a ocultar sus
debilidades, a exigírsele deseo activo y a satisfacer a la pareja aun con el riesgo de
frustrarse en su propio empeño.

Como acabamos de ver, lo social se transcribe en lo personal. El peso de la sociedad y las


construcciones sociales, del rol de género que adoptamos cada uno y que nos definen
como hombres o como mujeres no pasan inadvertidos para el ser humano y su desarrollo
personal.

A pesar de que la ampliación de comportamientos disponibles para hombres y mujeres


supone el fin de categorías anteriores que limitaban las posibilidades vitales de las
personas, en nuestra sociedad, todavía se cuestiona la validez de estas nuevas formas de
ser hombre o mujer y por el peso que siguen teniendo los valores y estereotipos
tradicionales, aún hay desentendidos hacia nuestra sexualidad. Vivimos en sociedades
donde los beneficios y privilegios sociales recaen en aquellas pautas de comportamiento
heterosexual que se asientan en el modelo de familia tradicional, basados en un orden
heteronormativo. El heterosexismo (o modelo heteronormativo), como veremos
posteriormente, supone la promoción de la superioridad de los varones y de la
heterosexualidad reproductiva, teniendo las instituciones y el orden social, como norma,
el fomento de la idea de que la heterosexualidad es el orden natural del comportamiento
sexual (complementariedad de los sexos, el instinto maternal, la familia nuclear como
institución social básica y necesitada de defensa). Con la “naturalización” del orden
heterosexista, se censura todo aquello que se aparta del modelo, se censura a aquellos y
20
aquellas que transgreden los roles que la sociedad les atribuye por el hecho de ser
hombre y mujer, se censura la diversidad y las “sexualidades”, dando lugar al modelo de
“sexualidad reduccionista”.

Hombres y mujeres vivimos contradicciones entre el modelo que heredamos del pasado y
la construcción de los nuevos modelos. Afortunadamente, se empiezan a dar nuevos tipos
de relaciones en las que mujeres y hombres se relacionan sin perder su singularidad,
realizando sus deseos, desarrollando sus personalidades y sus identidades masculina y
femenina, dentro de un orden donde lo femenino y lo masculino tienen su lugar y su
espacio de encuentro es desde el respeto y hacia el enriquecimiento que supone la
diversidad. Las formas de relacionarse son infinitas, y los modelos positivos (que no tienen
por qué establecerse de forma rígida) deberán estar basados en condiciones que
posibiliten la comunicación y el desarrollo personal sin que hombres y mujeres tengan que
perder su posición de sujetos de su propia sexualidad.

2.1.3. El lenguaje en la Construcción de Género

Por otro lado, otro elemento a considerar


en esta revisión es el lenguaje, ya que
resulta ser un agente de socialización de
género bastante importante, puesto que las
palabras identifican lo que es “femenino” y
lo que es “masculino”, lo que se nombra y
lo que no se nombra, lo que está permitido
y lo que está prohibido. Es a través del
lenguaje cómo se mantiene el
androcentrismo, que hace referencia a una
forma de pensar, una visión del mundo que considera al hombre como centro de
referencia y medida de todas las cosas y que, simultáneamente, oculta el papel de la
mujer en un segundo plano, invisibilizándola, ignorándose sus necesidades y no valorando
21
sus contribuciones a la cultura. Pensemos en los refranes, cuentos, folklore, en las frases
hechas chistes, dichos, piropos, instancias y trámites burocráticos, canciones, libros,
textos científicos, diccionarios, libros de texto, la publicidad, etc. La consecuencia de esta
socialización, basada en el género, es la interiorización de una serie de roles basados en
los estereotipos de género que hemos mencionado anteriormente. Con “interiorización”
queremos decir que llega a formar parte de los códigos internos de cada persona, como
un imperativo que, desde el interior psíquico y emocional, marca las condiciones de la
propia identidad femenina o masculina.

Es a través del lenguaje y las palabras que se transmiten y enseñan los estereotipos de
generación a generación, y uno de los peligros que entrañan los estereotipos es que, a
partir de ellos, se crean los roles de género que, al ser asimétricos, conllevan directamente
a discriminaciones entre mujeres y varones, ya que consisten en sistemas binarios (que
oponen la mujer al hombre, lo femenino a lo masculino), y es también un sistema de
inclusión y exclusión (en lo que a unas nos incluye a otros los excluye y viceversa), como
señalábamos con anterioridad. Esto por ningún motivo da lugar a un plan de igualdad,
sino muy por el contrario, construimos roles de género e identidades sobre un orden de
jerarquías. Se enseña a cada cual a comportarse sobre la base de unos mandatos que
imponen roles con ciertos rangos y jerarquías personales. Esta “masculinidad” o
“feminidad”, con el tiempo, puede llegar a convertirse en un esquema rígido de
comportamiento, una especie de coraza cada vez más inflexible que impide una fluida
comunicación personal y relacional, fuente de conflictos individuales e interpersonales
(por ejemplo, la violencia de género).

3. VISLUMBRANDO LA DIVERSIDAD SEXUAL HUMANA

Como ya hemos planteado, la sexualidad es una dimensión humana que debe ser
comprendida en un sentido global y amplio. Desde esta perspectiva podemos tener en
cuenta toda su riqueza y toda su variabilidad más allá de lo que la tradición cultural
impone; más allá de la norma heterosexista y heterosexual, ya que ésta reduce las
22
vivencias sexuales y la expresión de los afectos a unas clasificaciones rígidas y poco
ajustables a la realidad, y además, puede influir muy negativamente en la construcción del
autoconcepto, autoestima e identidad de niños y jóvenes.

En el proceso de autodescubrimiento y autoconocimiento de la propia orientación sexual


por el que cada persona pasa, el poder nombrar y hacer visible la diversidad sexual que
nos rodea es un aspecto esencial, más aún en materias de Educación Sexual. Para esto es
fundamental abordar los prejuicios y los valores que explícita o implícitamente se
trasmiten acerca de las diferentes preferencias sexuales, discutir el concepto de
“normalidad” y cuestionar la heterosexualidad como “lo único natural”.

A continuación, repasaremos la gran diversidad que existe en la sexualidad humana y


revisaremos algunos conceptos básicos que nos ayudarán a comprender la importancia de
percibir la sexualidad humana libre de estereotipos de género y categorías
heteronormativas rígidas que no hacen más que perpetuar los prejuicios, segregaciones y
discriminaciones.

3.1. La identidad sexual: el sexo sentido

Dentro de las interrogantes más importantes que toda persona se hace está la que
pregunta: ¿quién soy yo? Sea cual sea la respuesta, siempre hará referencia a la identidad,
a la representación de sí mismo que elabora una persona a lo largo de su existencia y a
través de la cual se reconoce y es reconocida por los demás como un ser individual.

Una dimensión fundamental de la identidad es la


identidad sexual, que se constituye cuando la persona Identidad sexual: es aquella
identidad que hace al sujeto
toma conciencia de ser hombre o mujer, tener la certeza subjetiva
aproximadamente a la edad de 2 o 3 años. Esta acerca de sentirse hombre o
mujer, independientemente de
conciencia viene del reconocimiento que hace la sus características físicas.
persona de sí misma a partir de su sexo biológico,
basándose en las características biológicas y genitales de su figura corporal. Sin embargo,
en este reconocerse mujer u hombre -gracias a estudios e investigaciones actuales en
23
casos de intersexualidad y transexualidad, hoy se sabe que en la construcción de la
identidad sexual, más importante que el cuerpo físico es el sexo psicológico, lo que
entenderemos como el sentimiento de pertenencia a un sexo u otro, que lleva al sujeto a
identificarse con el sexo masculino o femenino, independiente del sexo biológico con el
que haya nacido.

Cabe hacer un paréntesis para resaltar que la


Intersexualidad: o síndrome de XXY,
costumbre de la sociedad hacia una clasificación es una anomalía orgánica que
dicotómica del sexo, únicamente entre hombres y consiste en que un individuo
presenta características genéticas y
mujeres, deja fuera casos reales como son la fenotípicas propias de hombre y de
intersexualidad y la transexualidad (más adelante mujer, en grado variable. Por
ejemplo, puede presentar una
profundizaremos en este último concepto). Al igual abertura vaginal parcialmente
fusionada, un órgano eréctil (entre
como ocurre con los colores, no hay sólo blanco o
pene y clítoris) más o menos
negro, sino que hay otros colores, con diferentes desarrollado y ovarios o testículos
(los cuales suelen ser internos).
tonalidades y matices que otorgan una gran
variedad cromática; lo mismo ocurre en el proceso en que un sujeto se hace sexuado, los
resultados no son dicotómicos sino que corresponden a posibilidades que forman parte de
un continuo, dando origen a una rica diversidad, natural a la condición humana.

La identidad sexual trasciende el sexo


biológico y abarca la dimensión psicológica;
el significado emocional que cada persona le
otorga al hecho de existir, la conciencia de
ser un todo y relacionarse con los demás.
Esto no está exento de la influencia cultural
que nos indica constantemente qué es
propio de la mujer y qué es propio del
hombre. De aquí que cabe señalar otra
dimensión importante de la identidad: la identidad de género. Sabemos que el género
consiste en las diferentes características emocionales, intelectuales y de comportamiento
que se definen social y culturalmente a cada persona por el hecho de pertenecer a un
24
sexo u otro. La identidad de género refiere a Expresión de género: refiere a la
externalización que hace la persona, a
cómo nos sentimos acerca de aquellas
través de la conducta, vestimenta,
características asociadas a nuestro sexo, tiene postura, interacción social, etc. de su
identidad de género.
que ver con cuánto nos reconocemos como
hombre o como mujer a partir de dichas
características, y el cómo lo manifestamos es nuestra expresión de género.

En otras palabras, la autoidentificación con la construcción social de femineidad o


masculinidad, es decir, acerca de lo que debemos ser y hacer como mujeres u hombres,
en relación con las expectativas y exigencias que nuestra sociedad crea de acuerdo con
nuestro sexo biológico, constituye la identidad de género.

Por otra parte, sabemos que el sexo (no el que se hace, sino el que se es) de una persona
es el resultado de una suma de elementos (genéticos, biológicos, morfológicos, etc.) que
se van desencadenando de manera gradual. En la evolución de este complejo proceso de
construirse como una mujer o como un hombre puede haber situaciones muy diversas,
más allá de patologías, puede haber “discrepancias” o “coincidencias”.

En los seres humanos hay una fuerte tendencia hacia la concordancia entre la identidad
sexual y el sexo correspondiente, hecho que -como especie- nos parece natural. Si la
identidad que me doy (me siento hombre o mujer) coincide con la “identidad” sexual que
el resto del mundo me asigna, hay una coincidencia y la situación no llega a ser
cuestionada por el sujeto. Sin embargo, cuando la identidad que me doy (me siento
hombre) está en clara discrepancia con la identidad que me asignan (me ven y me
clasifican como mujer); entonces estamos ante una situación que genera gran sufrimiento
y malestar emocional. Y para el sujeto, lo más relevante será sin duda lo que “siente” e
intentará que los demás le “vean” como él se siente; antes del camino inverso: “sentirme”
como los otros me “ven”.

A esta compleja realidad se le llama transexualidad. Existe un porcentaje menor de la


población humana que presenta un malestar extremo y persistente frente al sexo con el
que ha nacido, la persona tiene una incongruencia entre lo que se siente (hombre o
25
mujer) con lo que corporalmente ve que es. En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (DSM-IV) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) se
interpreta lo anterior como un trastorno mental, y lo ha clasificado dentro de la categoría
Trastornos de la Identidad Sexual.

Los estudios sobre la identidad sexual son


muy controvertidos, algunos plantean
que depende fundamentalmente de
cómo los padres traten a su hijo o hija, y
que el transexualismo no está relacionado
con alteraciones genéticas, hormonales ni
genitales, sino que se debe a una patología severa en las interacciones tempranas con los
padres, los cuales tienen las siguientes características: en el hombre transexual, la madre
habitualmente tiene un funcionamiento bisexual, el padre es una figura pasiva y lejana, la
madre vive al hijo como una prolongación de ella misma; y en la mujer transexual, la
madre es rechazante y el padre lejano y, en general, misógino. Sin embargo, estos
planteamientos no explican lo que ocurre en aquellos casos en que el transexualismo
aparece dentro de un sistema familiar sano y funcional. Dado a que no hay evidencia real
de que se trata de una patología, en la versión más actualizada del DSM (DSM-V), la
transexualidad ya no se considera enfermedad mental, y sólo se conserva la categoría
Disforia de Género (la angustia que sufre la persona que no está identificada con su sexo
biológico).

Hoy, desde las Neurociencias se plantea que así como nuestro cuerpo y organismo se
desarrolla en una dirección hacia la mujer o el hombre, el cerebro también adopta una
dirección ya sea femenina o masculina y ésta ocurre de manera independiente al
desarrollo del cuerpo físico. En este sentido, quien se identifique ya con un sexo u otro,
por mucha presión que la cultura imponga para identificarse con el sexo con el que nació,
el cerebro jamás cambiará la dirección que ha tomado.
26
Sea cual sea la explicación al por qué existen las personas transexuales, tanto el hombre
transexual como la mujer transexual viven una situación de mucho estigma social y
discriminación. En nuestra sociedad chilena, poco se sabe y se habla del transexualismo, y
desde esta ignorancia se tiende a asociar al travestismo e incluso a la prostitución. El
travestismo puede ser un comportamiento transexual, ya que es la acción social de
expresar -a través de la vestimenta- una identidad propia del sexo opuesto. Sin embargo,
la principal diferencia entre el travestismo y la transexualidad es que -más allá de
presentar una discordancia real interna entre el propio sexo biológico y la identidad
sexual, como ocurre en el transexualismo- en el travestismo hay un deseo de ser
reconocido como una persona del género opuesto con la intención de expresar una
discordancia entre el sexo y el género, y así transgredir los roles tradicionales.

Si bien el término travestismo puede referir a una persona transexual y/o transgénero que
desea expresarse de una manera acorde a la propia identidad sexual y de género, el
travestismo puede también presentarse en personas de diferentes identidades y
orientaciones sexuales, y abarcar distintos comportamientos transgénero, realizados por
motivos que pueden ser desde el entretenimiento hasta el fetichismo.

Cabe destacar, entonces, la variedad de términos que -por ignorancia- creemos que
significan lo mismo. A continuación, definimos brevemente algunos conceptos que se
prestan para mayor confusión:

 Transexual (o transgenital): es aquella persona que decide modificar


permanentemente su identidad (nombre y sexo) y expresión de género
(vestimenta, forma de relacionarse con la sociedad), como también su cuerpo
físico a través del uso de hormonas y/o cirugías para transformar sus caracteres
sexuales primarios y adecuar su cuerpo a su sexo sentido.

 Transgénero (o transgenérica): es aquella persona que modifica


permanentemente su expresión de género, vive y se relaciona con la sociedad
27
desde su género adoptado con nombre e identidad, sin embargo, decide no
modificar su cuerpo físico, es decir, mantiene su sexo biológico. Por tanto, esta
persona puede adoptar cambios físicos y sociales para acomodarse y vivir con el
género que más se siente a gusto, pero sin necesidad de someterse a cirugía de
reasignación de genitales.

 Travesti (o transvestista): es aquella persona que modifica su expresión de género


sólo por ratos, pero que vive el resto de su vida con su sexo biológico y género. En
este sentido, no busca cambiar de género ni de sexo, y vivencia su identidad
oscilando entre momentos femeninos y momentos masculinos.

Hemos visto que el proceso de sexuación es complejo, aborda una serie de elementos en
distintos niveles, entre los que pueden haber concordancias o discrepancias (luego nos
referiremos a una metáfora aclaradora de este proceso), y es por afán de clasificar y
categorizar bajo la norma heterosexista que se ha hablado de patología, pero cierto es
que la identidad sexual se da independientemente del sexo biológico; es un elemento más
que contribuye a la diversidad natural del ser humano. En definitiva, más allá de clasificar
el transexualismo como una “anormalidad” o como una patología mental, creemos en la
tolerancia y el respeto a la diversidad que tanto caracteriza a la sexualidad humana. En
este sentido, proponemos sobreponernos a la tendencia de la sociedad que rechaza y
niega un aspecto importante de su propia diversidad, e invitamos a interpretar dicha
realidad como una circunstancia más que puede vivir y afrontar el ser humano, así como
lo fuera cualquier acontecimiento cotidiano, o como quien nace con una discapacidad
física, o como quien debe enfrentar una dificultad existencial, etc. En otras palabras,
invitamos a abandonar la reacción automática de juzgar a quienes se salen de la norma
impuesta por la tradición cultural, y con esto, a adoptar una posición mucho más amorosa
hacia nuestra especie humana.

Finalmente, se hace pertinente revisar algunos conceptos que se suelen confundir:


28
Identidad Sexual – Identidad de Género: Hay diversas fuentes que utilizan estos
conceptos como sinónimos, y autores que sólo hablan de identidad de género y omiten la
identidad sexual. Para nosotros, son dos conceptos que difieren en sus connotaciones. La
identidad sexual alude a lo innato, ya que incluye el sexo biológico y psicológico, ambos
aspectos en los que participan procesos biológicos (hormonales, neuronales, genitales,
etc.), mientras que la identidad de género, si bien también incluye una dimensión
psicológica de identificación, ésta es independiente a los condicionantes biológicos. La
identidad de género se vincula a la pregunta ¿cómo me siento y expreso como hombre o
como mujer? y la respuesta es un juicio de autoclasificación basado en el género, el que es
socialmente construido, por ende, la identidad de género alude a aspectos adquiridos y
aprendidos en un lugar y tiempo determinado. En otras palabras, la identidad de género
se construye a través de conductas aprendidas más que innatas, y por tanto, consiste en
una construcción sujeta a determinaciones externas.

Identidad de Género – Rol de género: Se debe tener presente que cuando un sujeto
adopta una cierta identidad de género, al mismo tiempo, está reforzando su identidad de
rol o rol de género: el papel, acción o actitud asumida de acuerdo a factores sociales,
culturales, políticos, económicos, éticos o religiosos. Sabemos que cada género presenta
un modelo que consiste en ciertos comportamientos, pensamientos y actitudes a seguir
para ser considerado socialmente como hombre o como mujer. De esta manera, cuando
nos identificamos con uno u otro género, nos identificamos también con los roles que
corresponden a dicho género. La identidad de rol es, entonces, aquella identidad por cuya
construcción el sujeto termina comportándose masculina o femeninamente,
independientemente de sus características físicas. Hay teorías que señalan que la
identidad de género y de rol son influidas por factores hormonales, sin embargo, el factor
fundamental en su construcción es de tipo cultural.

Identidad Sexual – Orientación Sexual: Son dos conceptos distintos, pero no excluyentes
entre sí. La orientación sexual hace referencia a la atracción sexual y emocional que una
persona siente por otra, de una manera más o menos permanente. Responde a las
preguntas ¿quién me gusta?, ¿de quién me enamoro?, y en función de lo que nos
29
contestemos podremos sentirnos homo, hetero o bisexuales; es decir, es la atracción-
deseo-fantasía sexuales que se siente hacia alguien en concreto lo que define la
orientación, independientemente del sexo y de la identidad que tenga.

Cabe señalar que las diversas teorías que explican el origen y desarrollo de estos
conceptos -básicos para la comprensión del proceso de construcción del sujeto como ser
sexuado- se pueden catalogar dentro de un continuo entre la biología y el ambiente. Hasta
la fecha no existe una teoría fehaciente, por esto, más que buscar una hipótesis que
explique las causas u orígenes de la sexuación o identidades de las personas, proponemos
comprender los conceptos claves bajo una perspectiva centrada en las consecuencias, es
decir, considerando que la comprensión de los conceptos supone ciertos juicios y
creencias que se basan en la inclusión o exclusión, en el respeto o la discriminación, en la
visualización o invisibilización, etc. de un particular grupo de personas. En este sentido,
planteamos distinciones y definiciones basándonos en una mirada amorosa e inclusiva
para con el ser humano, dando cabida a la diversidad de biografías y realidades, sin caer
en los juicios que estigmatizan y patologizan, con el fin de prevenir consecuencias
dolorosas para aquellas personas que se escapan de la norma, y con esto, prevenir el daño
que genera la discriminación social.

3.2. Una metáfora que explica la diversidad sexual: “La pared y los ladrillos”.

Silberio Sáez, un reconocido sexólogo español, con la intención de explicar de manera más
visual y didáctica el complejo proceso de sexuación, ha planteado una metáfora bastante
aclaradora, que nos permite reconocer y comprender la gran diversidad que nos
caracteriza como seres humanos y sexuados que somos. Dejamos, a continuación, dicha
propuesta explicativa, extraída del libro “Cuando la terapia sexual fracasa: aportaciones
sexológicas para el éxito” (2005):

“Pensemos por un momento en una pared compuesta por multitud de ladrillos.


Cada una de esas paredes (individuos) observadas desde lejos, en su globalidad,
30
sólo pueden ser percibidas de dos únicos colores: rosa o azul; y no existen terceros
colores, ni tampoco estados intermedios.

Eso que percibimos es el sexo, que sólo puede dar dos posibilidades: hombre o
mujer. En un primer análisis global, todos los individuos, todos, nos distribuiremos
en esas dos únicas categorías. Cuando percibimos otras paredes (sujetos) las
“sexamos”; cuando percibimos nuestra propia pared nos “sexamos”. Utilizando un
símil fotográfico, se trataría de un enfoque “panorámico”.

Pero recordemos que cada pared estaba compuesta por multitud de ladrillos
(niveles de sexuación, que sumados, conforman la totalidad de la sexuación del
sujeto). Esos ladrillos pueden ser de un rosa o azul “puro” (los genitales por
ejemplo: podrán ser más grandes o pequeños, pero son o vulva o pene, no hay
formaciones intermedias entre ambos: “vulne” o “peva”). Este tipo de ladrillos son
lo que los sexólogos llamamos “dimórficos”, es decir, con “dos” formas o
posibilidades; bien diferenciadas y sin estados intermedios.

Otros ladrillos, en cambio, pueden tener multitud de matices cromáticos entre el


rosa y el azul (el vello corporal por ejemplo: desde la persona con “más vello”
hasta la persona con “menos vello” las posibilidades son inacabables); sin
embargo, la mayoría de los hombres (pero no todos) estarían más cerca del “más
vello” y la mayoría de las mujeres estarían más cerca del “menos vello”. Esto es lo
que los sexólogos llamamos intersexualidad. Es decir, ya no hay dos formas como
en lo “dimórfico”, sino múltiples posibilidades entre dos extremos. A pesar de ello,
la mayoría de personas de un sexo se colocan de forma diferente a las del otro.
Cierto que puede haber hombres con poco vello y mujeres con mucho, por
ejemplo.

La existencia de estas realidades personales, no impide sin embargo, afirmar con


rigor científico y estadístico, que globalmente los hombres tienen más vello que
las mujeres; por tanto, dado que el sexo es lo que “diferencia”, todo aquello que
diferencie (aunque no sea al 100%) también será sexo. Llamemos a estos ladrillos
31
“intersexuales”. Resumiendo, tenemos ladrillos dimórficos (rosa o azul puros) y
ladrillos intersexuales (con multiplicidad de matiz cromático del rosa al azul). Sin
embargo, cuando nos acercamos a una pared percibida rosa (sexada “mujer”, por
ejemplo) y observamos de cerca uno a uno sus ladrillos; nos encontramos con que,
lo que desde lejos parecía una uniformidad rosa, tiene intercalada algunos ladrillos
azules, otros lilas (mezcla de rosa y azul), otros más “tendentes a rosa” (pero no
del todo rosa) y otros más “tendentes a azules” (pero no del todo azules). Cierto
que la tonalidad predominante es el rosa, pero no por ello deja de haber ladrillos
azules y/o, al menos, otros azulados y lilas.

Cambiando pues el enfoque (por seguir con el símil fotográfico) de panorámico a


primer plano; lo que parecía uniformemente rosa o azul, deja de serlo. Hilando
más fino: De lejos (sexo) todas las paredes se incluían en dos categorías
cromáticas; dos paredes rosas se veían igual. Pero superponiendo una sobre otra y
pasando de enfoque “panorámico” a “primer plano”, vemos que los ladrillos de
una y otra pared (que en principio parecían iguales) no coinciden; incluso algunos
de sus ladrillos son absolutamente discordantes. Así mismo, dos paredes
diferentes desde lejos (distinto sexo) al superponerlas en primer plano, vemos
como en la mayoría de sus ladrillos se distinguen; pero también entre algunos de
ellos hay coincidencia absoluta. La pared en formato panorámico es el sexo: sólo
dos. La pared en formato primer plano es la sexualidad: tantas como personas y
ninguna coincide con la otra.

Lo que nos gustaría explicar cómo se sexúan en rosa o azul alguno de los ladrillos
en cuestión; pero evidentemente no tiene por qué coincidir con la sexuación de
los ladrillos de quien nos lea; sí en su mayoría, pero nunca en su totalidad. E
hilando más fino, de nuevo. Todos tenemos ladrillos transexuados, que son
curiosamente lo que nos hacen el hombre y la mujer diferente que somos
(sexualidad) frente al resto de hombres y mujeres (sexo) con los que coincidimos.
Todos tenemos ladrillos (niveles de sexuación) más propios del otro sexo, que no
por ello cambian o varían nuestra identidad; sino que hacen que su contenido sea
32
único, peculiar e irrepetible; pero sin dejar de ser de uno sólo de los dos sexos
posibles.”

(…)

“Imaginemos por un momento que cada nivel de sexuación es un balón que se


lanza a una canasta que va dando resultado “varón” o “mujer”. En el cómputo
general del partido, van siendo más numerosas las canastas de un lado que del
otro. Un hombre por ejemplo, tiene algunas “canastas” (ladrillos) femeninos; pero
la mayoría lo son masculino. A la inversa una mujer.

El resultado parcial “masculino-femenino” es diferente de una persona a otra;


pero siempre hay una tendencia “mayoritaria”. Imaginemos por un momento que
una de esas canastas tiene un valor absoluto. Es decir, en función del lado del que
caiga hará que el partido se “decante” de forma definitiva para uno u otro lado. La
“canasta vale todo el partido”, “suele” caer del lado que ya iba “ganando”; con lo
que el resultado no se altera. Sólo en modo parcial, pero no cambia “el ganador”.

Sin embargo, hay algunas ocasiones en las que la canasta que vale todo el partido,
cae del lado que menos puntos llevaba, con lo que altera totalmente el resultado
que hasta entonces había. Además, ese resultado sólo tiene valor para el propio
sujeto; pero no para los otros que lo perciben. Cuando el propio sujeto percibe su
marcador ve un resultado (me siento hombre); cuando lo ve el resto ven otro
totalmente discordante (perciben a una mujer)”. En este caso, estaríamos frente
una realidad transexual.

Finalmente, Silberio Sáez define claramente cuáles son los primeros ladrillos que
decantan durante el proceso de sexuación, desde el momento de la gestación. En
seguida, los nombramos y explicamos brevemente:

1. PRIMER LADRILLO: GENÉTICO. Desde el primer momento se define el sexo:


embrión XX será niña; embrión XY será niño.
33
2. SEGUNDO LADRILLO: GONADAL. Si el embrión es XY, el cromosoma Y ejerce su
acción y hace que comiencen a formarse los genitales masculinos del feto a partir
de la 6ª semana, así la progónada se convertirá en testículo. Si el embrión es XX,
acabará dando un resultado sexuado llamado ovario.
3. TERCER LADRILLO: GENITAL INTERNO. Ante la presencia de andrógenos (agentes
sexuantes tendentes a posibilitar el resultado masculino) la estructura
indiferenciada evoluciona hacia genitales internos masculinos; ante la ausencia de
éstos y sin necesidad de acción hormonal, se desarrollan los genitales internos
femeninos.
4. CUARTO LADRILLO: GENITAL EXTERNO. Los genitales externos masculinos y
femeninos van a partir de una estructura o esbozo común hasta la 8ª semana.
Luego se diferenciarán según previamente hayan desarrollado testículo u ovario.
El feto evolucionará espontáneamente hacia genitales externos femeninos o
masculinos según la presencia de andrógenos.
5. QUINTO LADRILLO: CEREBRAL. Este proceso de diferenciación tiene lugar entre el
4º y 7º mes, y se produce en el Sistema Nervioso Central, el que se diferenciará en
sentido masculino o femenino, en determinados órganos y vías cerebrales.
 OTROS LADRILLOS: IDENTIDAD Y ORIENTACIÓN. Son procesos de sexuación que
no están comprobados como los ladrillos anteriores. Si bien aún no hay
explicaciones causales que los definan, hay ciertos elementos que dan indicios de
cómo ocurren. Silberio Sáez y colaboradores plantean que corresponden a hechos
que ocurren en dos momentos diferentes de la sexuación cerebral. Su hipótesis es
que primero iría la sexuación del centro de la identidad y luego la sexuación del
centro de la orientación. Algo hemos visto sobre estos dos ladrillos y veremos algo
más a continuación. Sin embargo, como sea el proceso biológico que produce
estos ladrillos, la identidad sexual y las sensaciones de género se encuentran en lo
más profundo del núcleo de la persona y, por tanto, son fijas, inalterables e
irreversibles.
34
Si alguien tiene un ladrillo transexuado (como todas las personas tenemos alguno)
justamente en el nivel de la identidad, le acabará “dando” una realidad tan compleja
como la “transexualidad”. Algo de lo que el sujeto no podrá escapar, debido a lo inevitable
(para bien o para mal) del sexo y todas sus implicaciones.

Así, dentro de la amplia gama de la diversidad sexual, podemos contemplar una persona
transgenérica femenina (hombre biológico que se siente mujer) que desea y se siente
atraída permanentemente por hombres. Estaríamos, sin duda, ante una persona
heterosexual. Puede ser un poco confuso, pero los invitamos a hacer las múltiples
combinaciones entre identidad y orientación y así intentar vislumbrar la variedad de
posibilidades que existen dentro de la sexualidad humana. Ahí en cualquiera de esas
categorías estamos todas y todos, eso es diversidad.

Dejamos algunos ejemplos, inspirados en casos reales que aparecen en el documental


español “Sexo Sentido” (realizado por Manuel Armán, emitido en Junio del 2014) (las
imágenes son reales, sin embargo, los testimonios son una síntesis de todos los casos que
se presentan en este documental):

“Mi nombre es Javier, pero todos me llaman


Javi. Cuando cumplí 3 años empecé a decir
que yo era ella y no él, y luego rezaba para
que mi cuerpo se convirtiese en el de una
chica. Desde que tengo memoria que me he
sentido mujer con cuerpo de hombre. Ha sido
difícil, pero tengo la suerte de poder contar
con todo el apoyo de mis padres. En mi
pubertad inicié un tratamiento hormonal, y
ahora que estoy por cumplir 18 años, por fin
podré postular para cambiar oficialmente mi
documentación al género femenino. No
aguanto la hora de salir a la calle y que la
35
gente me vea como yo me veo a mí, como
una chica.”

“Cuando tenía 10 años, me preguntaba por


las personas que se sienten atraídas por el
mismo sexo, sabía que eran homosexuales,
pero me preocupaba porque no sabía si
existía eso de ser mujer pero sentirse
hombre. Yo crecí sintiéndome hombre, yo
sabía que no era una chica homosexual, sino
un hombre. Cuando me preguntaban qué
quería ser cuando grande, yo no quería ser
bombero, ni profesor, ni ninguna profesión,
yo quería ser hombre. Lo he sabido desde
siempre, siempre ha estado ahí, aunque de
adolescente construí una imagen social de
mujer lesbiana no es lo que yo siento que
soy.”

3.3. La orientación sexual: atracción, deseo y enamoramiento

Poco sabemos de cómo se construye la orientación sexual, pero -influidos por la tradición
cultural- solemos pensar que las distintas orientaciones sexuales corresponden a
categorías dicotómicas e inmutables. Sin embargo, estudios e investigaciones actuales
36
plantean que la orientación sexual no se trata de una etiqueta estable e inamovible, como
lo es la identidad sexual, sino que se desarrolla y evoluciona como un proceso a lo largo de
toda la vida de las personas. Tal y como plantea Efigenio Amezúa, “cada cual se va
sexualizando, es decir, notándose, viviéndose, descubriéndose, sintiéndose sexual,
progresivamente, evolutivamente. No es una obra puntual o estática, sino fruto del rodaje
y del vivir”. Por ello, hemos propuesto hablar de sexualidades, ya que cada persona la vive
según su propia biografía, y del mismo modo, hay que utilizar el plural y hablar de
orientaciones sexuales, para así ocupar un lenguaje que permita expresar –literalmente- la
diversidad sexual que caracteriza al ser humano.

Como ya hemos dicho, la orientación sexual (u orientación del deseo) refiere a la


atracción sexual y emocional que una persona
Conducta sexual: Son las prácticas e
siente por otra, de una manera más o menos historias sexuales de las personas
permanente. Implica varias dimensiones como son que pueden ser -siempre o en algún
momento- iguales o distintas a su
el deseo sexual y las fantasías eróticas (atracción orientación sexual y que se
encuentran muy influenciadas por el
sexual), la necesidad de vinculación emocional
contexto social, político, cultural,
(sentimientos afectivos de ternura y religioso o económico donde se
inserta el ser humano.
enamoramiento) y las conductas sexuales hacia
personas de un mismo sexo, del otro o de ambos.

La orientación sexual no es estática ni elegible, sino que es algo dinámico, y para entender
las distintas opciones debemos situar la heterosexualidad y la homosexualidad en los
extremos de un continuo a lo largo del cual, las personas se irán moviendo – o no- (para
un extremo u otro), según su propia biografía.

Fue Kinsey en 1940, quien planteó que los homosexuales y los heterosexuales no eran una
población separada, sino más bien un continuo, en el que todos los seres humanos se
ubican en algún punto. Lo expresaron en una gráfica con siete columnas numeradas de
cero a seis y cruzadas por una diagonal de uno a cinco, dando cuenta de siete grados en
los comportamientos sexuales, cuando tradicionalmente se consideraban sólo tres.
37

Continuo hetero, bi y homosexual de Kinsey, “Sexual Behavior in the human male”.

En esta gráfica, colocaron en la columna 0 a los individuos exclusivamente heterosexuales,


y en la 6 a los exclusivamente homosexuales. En la columna 1 se ubicó a los
heterosexuales con contactos homosexuales esporádicos o incidentales; en la 2 se ubicó a
los predominantemente heterosexuales, aunque con contactos homosexuales más que
esporádicos; en la 3, a los heterosexuales cuya actividad era por igual hetero y
homosexual, conocidos como bisexuales; en la 4, a predominantemente homosexuales,
aunque con contactos heterosexuales más que esporádicos; y en la columnas 5,
principalmente homosexual, con contacto heterosexuales esporádicos.

Si bien es cierto que muchas personas comenzaron a autodefinirse como heterosexual,


gay o lesbiana a edades muy tempranas, antes de la pubertad y antes de que hayan tenido
relaciones sexuales, también ocurre en otros casos, el hecho de que la orientación sexual
haya podido variar a lo largo de la vida. Creemos que esta variación en la orientación
puede darse en tanto existe flexibilidad o “apertura” a experimentar otras conductas
afectivo-sexuales, más allá de las que se ajustan a la orientación con la que la persona se
identifica. Quien decida experimentar una conducta afectivo-sexual que corresponda a
una orientación distinta, descubrirá si siente la atracción que lo llevará a repetir dicha
conducta y por ende, podrá moverse en este continuo. En otras palabras, es posible
38
descubrir nuevos deseos y atracciones en cuanto hay una “apertura de mente” que así lo
permita. Sin embargo, la conducta sexual no determina la orientación sexual y viceversa,
es decir, la persona puede realizar conductas no concordantes a su orientación, ya sea
motivado por la curiosidad de tener experiencias distintas, tal como puede observarse
más claramente en las nuevas generaciones; o bien, por las presiones sociales, familiares e
incluso personales debido a los prejuicios heteronormativos, por ejemplo, el homosexual
que oculta su orientación y establece relaciones heterosexuales.

Es importante enfatizar que la orientación sexual –a diferencia de la conducta- no se elige.


Una cosa es la conducta sexual y el placer que conlleva, ésta sí se controla a voluntad y es
opcional, pero otra cosa es de quién nos enamoramos, esto no se elige y por ende, no se
puede modificar. De este modo, la orientación sexual es involuntaria – con lo cual no se
elige, mientras que, sí es voluntaria la expresión de ésta, es decir, la conducta afectivo-
sexual. Por ejemplo, una persona que se declara heterosexual, una noche se involucra con
una persona de su mismo sexo, si la consecuencia de ese encuentro es positiva, puede
abrir nuevos escenarios y así variaciones en su orientación, pero para que esto ocurra
debe haber una cierta predisposición, la cual vendrá determinada según el punto del
continuo hetero, bi y homosexual en el que se encuentre (de 0 a 6).

Cabe destacar, entonces, que la orientación sexual es un proceso, en el que influyen


diversos factores, entre éstos la disposición voluntaria a probar nuevas experiencias, y no
sólo con personas, sino con conductas sexuales de todo tipo (lugares, roles, conductas,
expresiones, etc.), las que podrán enriquecer la propia vivencia y expresión de la
sexualidad. En este sentido, hablamos de “atracciones” del deseo y no “opciones”, puesto
que la orientación sexual no implica una elección a voluntad, es decir, no se elige por
voluntad o conciencia propia el objeto del deseo, y a la vez, al ser éste un proceso que
involucra la biografía de la persona, puede cambiar en el tiempo, como también puede no
cambiar. En otras palabras, proponemos romper con la dicotomía heterosexual-
homosexual (asociada a la “normalidad” y lo saludable de la primera y a lo no saludable de
la segunda) que encasilla la orientación del deseo como algo inamovible e incidir en su
39
plasticidad, en el potencial erótico de las personas y en la posibilidad de que nos podemos
situar en diferentes orientaciones a lo largo de nuestro itinerario vital.

La realidad es bastante más rica y compleja y, desde esta perspectiva, podemos


comprender las distintas posibilidades que las personas tenemos de vivirnos como seres
sexuados; esto implica entender, tanto el hecho de que existan personas que vivan su
orientación, cualquiera que sea, de forma exclusiva a lo largo de toda su vida, como
aquellas que, en algún momento de su biografía, se hayan movido en el continuo
heterosexualidad-homosexualidad.

A continuación, nombramos y definimos brevemente las distintas orientaciones:

 Heterosexual: sentir atracción, deseo y/o amor por personas del sexo opuesto.
 Homosexual (gay o lesbiana): sentir atracción sexual, deseo y/o amor por
personas del mismo sexo.
 Bisexual: sentir atracción sexual y/o emocional por otras personas de su mismo
sexo o del sexo opuesto.
 Pansexual: sentir atracción sexual y/o emocional por otras personas sin importar
su sexo biológico y su identidad de género, es decir, puede entablar relaciones
románticas y/o sexuales con mujeres, hombres, transexuales, intersexuales
(hermafrodita), etc.
 Asexual: la persona puede entablar vínculos afectivos, pero no siente deseo o
atracción sexual por ninguna persona en particular.

3.3.1. Homosexualidad

Como comentamos anteriormente, la diversidad sexual va más allá de la rigidez de las


etiquetas. La consideración, el valor y el significado de la homosexualidad, por ejemplo, no
sólo varía entre unas personas y otras, o en una misma persona a lo largo de su
trayectoria vital, sino que ha cambiado mucho - y sigue cambiando- en las distintas
culturas y épocas históricas. En nuestra cultura occidental, por ejemplo, aún a finales del
40
siglo pasado, las diversas orientaciones que se alejaban de la heterosexualidad seguían
apareciendo en los manuales de los trastornos mentales, y por ende eran entendidas
“científicamente” como una enfermedad. Sin embargo, en el año 1973, la Asociación
Americana de psiquiatría decide democráticamente que la homosexualidad no es un
trastorno psiquiátrico. Cabe resaltar, que un criterio científico se zanje por votación -con
una importante cantidad de votos en contra- es una señal más de lo socialmente complejo
que es el asunto de las orientaciones sexuales. Poco tiempo después, la Organización
Mundial de la Salud también excluyó la homosexualidad del campo de las patologías. Sin
embargo, actualmente, aún existen comunidades y sociedades que la siguen reprimiendo
y sancionando duramente, lo que ha infundido sentimientos de culpa, inadecuación y
estigmatización en las personas que muestran esta orientación sexual.

El deseo sexual por alguien del mismo sexo puede ser vivido como un apetito natural,
como una tendencia comprensible, como un impulso normal y aceptado por la persona. Es
el caso de la homosexualidad egosintónica, en que las fantasías eróticas y conductas de
tipo homosexual no generan culpa ni ansiedad; al contrario, son vividas como
gratificantes, placenteras y gozosas. El sujeto no se cuestiona su condición y no tiene
ninguna intención de modificarla. En general, considera que quienes condenan esta
condición son homofóbicos, heterosexistas y discriminadores. Esto no significa que no
estén conscientes de las consecuencias que acarrea el mostrar su condición homosexual o
hacerla evidente para los demás.

La homosexualidad egodistónica, por su parte, es vivida por el sujeto con sentimientos de


angustia, de culpa, de incomodidad y de rechazo consigo mismo. Hace grandes esfuerzos
por evitar las fantasías eróticas y los actos homosexuales, por lo general, sin éxito, y la
gran mayoría no se atreve a confesar su condición. Estos sujetos viven su homosexualidad
con la sensación de que es justamente discriminada por tratarse de una “anormalidad”,
por tanto, no tiene aceptación social.

Entre los homosexuales egodistónicos en la adolescencia, hay un grupo que puede


decidirse a pedir ayuda explorando la posibilidad de un giro hacia la heterosexualidad. El
41
homosexual egodistónico puede contar con la motivación necesaria para hacer un trabajo
psicoterapéutico conducente a llevarlo a la heterosexualidad; sin embargo, hay que tener
presente que dichos tratamientos no modifican la orientación homosexual, en el mejor de
los casos, lo que pueden lograr es llevar al sujeto a una bisexualidad (siempre y cuando
exista la predisposición a moverse en el continuo, como mencionamos anteriormente), o
bien sólo modifican la conducta sexual, con lo que la persona controla su deseo de
conducta homosexual y –a voluntad- sólo se permite conductas heterosexuales.
Recordemos que la orientación no se puede modificar a voluntad, no podemos elegir a
quién amamos. De todas maneras, debido a que la homosexualidad egodistónica puede
ser generadora de mucho sufrimiento y psicopatología, creemos que la terapia debe
centrarse en la aceptación de la orientación sexual y no en su modificación, ya que –en
nuestra experiencia– esto no es posible.

Respecto al origen de la homosexualidad, hay teorías que plantean diversos enfoques:


genético, hormonal y psicosocial.

 Origen genético:

Hay suficientes estudios que demuestran que la homosexualidad puede tener un


componente hereditario determinante; sugieren que los genes juegan algún rol en la
homosexualidad. Aunque ninguna publicación es concluyente, las investigaciones en
gemelos criados juntos, y gemelos criados apartes, junto a los estudios de los árboles
genealógicos familiares —al menos para los hombres— concluyen que mientras más
genes comparta un sujeto con un pariente homosexual, más probable es que devenga
homosexual. En este sentido, sin embargo, resulta muy interesante que la forma de
herencia de la homosexualidad no es como la del color de nuestros ojos, en la cual los
genes determinan características discretas. La herencia de la homosexualidad es como la
de muchos atributos —por ejemplo, el peso, el tamaño de la cabeza— que van a estar
determinados en forma cuantitativa, estableciendo un continuo que va desde los que
tienen una orientación sexual con menor grado de homosexualidad, hasta los que tienen
una orientación sexual con mayor grado de homosexualidad.
42
Se ha comparado el proceso a través del cual se llega a ser homosexual o heterosexual,
con el proceso a través del cual se llega a ser zurdo o diestro. La determinación
hereditaria para la destreza manual es de un 0,32, comparada con la determinación
hereditaria del peso, que es 0,84 o del ancho de la cabeza, que es 0,95. La mayor parte de
la población es diestra por la fuerza cultural a esa modalidad de destreza manual.

Algunos autores han planteado que la herencia de la homosexualidad no es mayor que la


destreza manual, tal vez en un rango de 0,25 hasta un máximo de 0,50, y que en el caso de
los hombres es mayor que en el de la mujer. Y esto nos llevaría a afirmar que lo más
probable es que si no existiera la presión social hacia la heterosexualidad, habría más
homosexualidad de tipo adquirida, y el porcentaje total de homosexuales sería mayor.

 Origen hormonal:

Juan Luis Álvarez-Gayou, fundador y director general del Instituto Mexicano de Sexología,
en su libro Sexoterapia Integral, rescata algunos estudios que plantean la teoría
hormonal: en homosexuales se han encontrado alteraciones en la excreción urinaria de
metabolitos hormonales; en otros estudios, se observan cambios en la concentración de
lípidos séricos. En cuanto a la hormona luteinizante y el estradiol, hay autores que los han
encontrado con cifras altas en grupos de homosexuales masculinos. Respecto a la
testosterona plasmática, se encontró que no hay diferencia entre heterosexuales y
homosexuales, pero sí un aumento de gonadotropinas circulantes en los homosexuales.

En resumen, los resultados son múltiples, a veces contradictorios y no concluyentes hasta


el día de hoy. Masters y Johnson en su estudio sobre homosexualidad, dicen que esto
puede deberse a tres causas fundamentales: en primer lugar, a problemas y limitaciones
en las diferentes metodologías de los estudios; en segundo, al error de considerar a la
homosexualidad como un fenómeno unitario, del mismo modo que tampoco es unitaria
la heterosexualidad, y en tercero, a la imposibilidad de descubrir más sobre la
homosexualidad hasta que se conozca más sobre los orígenes de la heterosexualidad, al
igual que sólo se conocerá con exactitud la fisiopatología digestiva en la medida que se
conozca la fisiología normal.
43
Álvarez-Gayou destaca que es un hecho que los varones homosexuales son en general,
varones con todas sus características y a quienes les gustan los varones, y las mujeres
lesbianas, son mujeres con todas sus características y que les gustan las mujeres. El
pensar que los hombres tienen pocas hormonas masculinas o exceso de femeninas,
deriva de un argumento falso: “si a los varones les gustan las mujeres, las mujeres a las
que les gustan otras mujeres tienen que tener algo de varones, y si a las mujeres les
gustan los hombres, un hombre que le gusten otros hombres debe tener algo de mujer”.
Esta creencia es equivocada, y viene de una visión montada desde la exclusividad
heterosexual.

 Origen psicosocial:

Freud en su teoría psicoanalítica considera una bisexualidad innata. Nuestra mente crece y
se desarrolla a partir de la relación con el padre y la madre. Esto significa que nos vamos
identificando con alguien del mismo sexo y con alguien del sexo opuesto. Al mismo
tiempo, vamos deseando el contacto cercano con alguien del mismo sexo y con alguien
del sexo contrario. Estas partes femeninas y masculinas configuran una sana bisexualidad
en el desarrollo mental, la cual será abandonada –o no– más tarde, renunciando el sujeto
a la gratificación sexual con el progenitor del mismo sexo; así, en la orientación
heterosexual, el hijo comienza a desear a la madre y la hija, al padre. En el caso de que la
preferencia del deseo se oriente hacia la homosexualidad, el sujeto renunciará a la
gratificación sexual con el progenitor del sexo opuesto y deseará al progenitor del mismo
sexo.

Desde el psicoanálisis, se plantea que las tendencias latentes hacia la bisexualidad u


homosexualidad pueden activarse bajo ciertas condiciones que pueden estar asociadas a
patrones vinculares con la madre y el padre. Así, psicoanalistas han descrito diversos
patrones paternos en homosexuales: Bieber señala a una madre posesiva, indulgente en
exceso y dominante, y a un padre hostil, ambivalente y lejano. Bene describe un patrón de
relación inadecuada con un padre débil. Por otro lado, Greenblat encuentra que los
padres de homosexuales son generosos, “buenos”, dominantes y poco protectores. Sin
44
embargo, destaca Álvarez-Gayou, la realidad es que, cuando se han analizado estos
aspectos buscando la causa de la homosexualidad, se ha encontrado todo tipo de familias
(padres y madres), niveles socioeconómico, culturales y ambientes (al igual como ocurre
en los casos de transexualidad).

Queremos destacar el enfoque de Marmor (1978), quien señala que la homosexualidad es


“multideterminada por factores psicodinámicos, socioculturales, biológicos y
situacionales”. Por otro lado, el estudio de Bell (1981), luego de un cuidadoso y complejo
análisis a un grupo de homosexuales, establece que no se encuentra causalidad
sociofamiliar alguna para explicar la preferencia homosexual. De hecho, Bell, ya en la
época en que publica su estudio, deja sobre la mesa el concepto de que el origen de la
homosexualidad se da en el periodo perinatal.

En síntesis, hasta la fecha no hay consenso en el origen de la homosexualidad, como


tampoco una teoría comprobada. Siguiendo a Álvarez-Gayou, es posible decir que los
seres humanos nacemos con una preferencia determinada, la mayoría heterosexuales y
aproximadamente 10 a 12% bisexuales y homosexuales. Al no haber factores del
desarrollo, familiares o sociales que puedan ser los causales de que una persona sea
homosexual, queda claro que las influencias sociales más allá de determinar nuestra
orientación sexual, enmarcarán la forma como desarrollaremos nuestra heterosexualidad,
bisexualidad u homosexualidad, y en este sentido, podrá afectar en la manera
egosintónica o egodistónica en que vivamos nuestras atracciones y deseos sexuales.

El tema de la orientación sexual está muy vinculado al autoconcepto y autoestima, puesto


que nadie puede estimarse, quererse bien o tener una idea positiva de sí mismo, si no
acepta o no está reconciliado con su propia orientación sexual, aquella que sabemos no
podemos elegir a libre voluntad. Muchos adolescentes no se atreven a hablar de su
orientación sexual si no es la heterosexual, debido a los prejuicios y estigmas sociales
existentes.
45
Es por esto que en materias de educación sexual, debemos trabajar la orientación sexual
en integración con la estima personal, y hablar de la homo, la hetero y la bisexualidad de
una manera natural, con el mismo tratamiento para cada una de ellas. Como educadores,
es importante adoptar una postura neutra hacia la orientación sexual, y en general, hacia
todas las temáticas sexuales. Cabe tener en cuenta que cada vez que hablamos de
sexualidad lo hacemos desde nuestras propias creencias, opiniones, dogmas, tabúes,
juicios y prejuicios que hemos ido aprendiendo y adquiriendo a lo largo de nuestra vida, a
partir de las experiencias que vivimos en nuestro núcleo familiar y contexto escolar, a
partir de las enseñanzas que nuestros padres y educadores nos inculcaron, y también a
partir del contexto público y social en el que crecimos. Por lo tanto, hablar de sexualidad
es complejo, puesto que implica hablar desde una perspectiva completamente subjetiva.
En este sentido, podemos decir que hay tantas perspectivas como personas en el mundo,
y con todas debemos trabajar, con las que se está de acuerdo, como con las que no, con
las que parecen ser más obvias, como con las que no, etc., independientemente de
nuestras propias preferencias u opiniones. Buscamos dar espacio a reflexiones que
generen una conversación en común, entre las distintas biografías y contextos
socioculturales desde donde surge la diversidad de opiniones.

Entonces, como educadores en sexualidad, debemos abocarnos a descripciones generales


y objetivas que favorezcan una comprensión integral de los temas, sin buscar defender
una postura particular. Debemos evitar la imposición de nuestros prejuicios y creencias
personales, ya que con la Educación Sexual no pretendemos la difusión de un dogma, sino
que queremos abrir espacios para el pensamiento y reflexión sobre estos temas que aún
no están consensuados por la ciencia, y que por lo mismo, se pueden prestar para muchas
suposiciones y conjeturas equivocadas. En este sentido, proponemos una educación
sexual basada en valores, es decir, que el educador modere las reflexiones de sus alumnos
basándose en los principios éticos del proyecto educativo del establecimiento y en los de
nuestro Programa: amor, respeto, empatía y solidaridad.

Del mismo modo, en caso de presentarse una situación particular en la que reconocemos
juicios y creencias nocivas en el/la niño/a o adolescente, es decir, que conlleven
46
consecuencias negativas hacia su autoconcepto y autoestima (o el de otros),
consideramos una responsabilidad del educador en sexualidad, entregar las orientaciones
adecuadas con el objetivo último de beneficiar su bienestar y desarrollo sano. En otras
palabras, si bien no debemos imponer nuestras propias creencias, sí debemos corregir y
aclarar, para evitar todo prejuicio que pueda propiciar una discriminación.

A continuación, presentamos algunas creencias erróneas que provienen de prejuicios


sociales respecto de la orientación sexual, en especial, de la homosexualidad:

• “Los homosexuales se diferencian en diversas características físicas (voz, expresión


corporal, vestimenta, apariencia, etc.)”. Lo cierto es que no hay diferencias de
comportamiento, de personalidad ni apariencia física entre homosexuales y
heterosexuales. Es un prejuicio que viene de la generalización.
• “Los hombres homosexuales quieren ser mujeres”. No hay que confundir la
orientación sexual con la identidad sexual.
• “En las parejas homosexuales, uno siempre adopta el rol de mujer y el otro de
hombre”. Esto sólo sucede en algunas parejas homosexuales, siendo en las parejas
heterosexuales la división de roles mucho más marcada que en parejas de
homosexuales.
• “Los homosexuales y bisexuales son más promiscuos”. Esto es falso, la tendencia a la
promiscuidad y al intercambio de parejas es un comportamiento que tienen más que
ver con la personalidad y no con la posibilidad de sentirse atraído por hombres o por
mujeres.
• “Los homosexuales son los primeros infectados por el SIDA”. Hoy en día no existen
grupos de riesgo, sino conductas de riesgo, como por ejemplo, el sexo anal sin
protección. Con lo que una persona heterosexual tiene el mismo riesgo de contraer el
sida que una persona homosexual.
• “Con una buena terapia se puede convertir a un homosexual”. Ya hemos dicho que
los intentos por modificar la orientación sexual no han tenido éxito, únicamente se
puede cambiar la conducta sexual, pero la orientación sexual abarca emociones,
deseos y fantasías que no son alterables a elección. El objetivo de la psicoterapia debe
47
ser ayudar a la persona y a su entorno a la aceptación de sus deseos y convivir con los
mismos, no a transformarlos según la deseabilidad social y sus parámetros.

4. EDUCACIÓN SEXUAL EN IGUALDAD

Hemos realizado una descripción sintetizada de la actual tradición sociocultural, la que ha


influido sobre nuestros juicios, creencias y actitudes hacia la sexualidad, y
específicamente, hacia nuestra construcción de género, es decir, nuestra forma de ser
hombre y nuestra forma de ser mujer. Ahora cabe pensar y plantear cómo podemos
sobreponernos a los estereotipos que nos han inculcado, de tal manera, que podamos
educar la sexualidad libre de dichas limitaciones y en igualdad. Pero antes, repasemos qué
ocurre en nuestra sociedad cuando todos construimos nuestro rol e identidad de género
en base a un orden jerárquico y asimétrico: discriminación y sexismo. Y luego veamos, en
mayor profundidad, de qué hablamos cuando nos referimos a la actual comprensión de la
sexualidad desde una perspectiva heterocéntrica, heteronormativa o heterosexista.

4.1. Sexismo en la sociedad

Enmarcado en toda la construcción del género y del rol en función de los estereotipos
sociales no podemos olvidar hablar del sexismo. Se considera sexismo cualquier
discriminación que se realice en el seno de una comunidad o sociedad en función del sexo,
y una actitud hacia una persona o personas en virtud de su sexo biológico. Para algunas
autoras y autores, el sexismo en nuestra sociedad es ambivalente, ya que incluye tanto
aspectos o evaluaciones positivas como negativas de la mujer. Igual que se ha observado
un racismo sutil en los estudios actuales, se plantea la existencia de un sexismo sutil, un
“sexismo moderno” que se materializaría en la negación de la discriminación que padecen
las mujeres, en el antagonismo hacia las demandas de las mujeres o en la falta de apoyo a
políticas diseñadas para ayudarlas.

El sexismo es un constructo multidimensional que incluye un conjunto de actitudes


sexistas, se puede diferenciar entre sexismo hostil y benévolo:
48
- El sexismo hostil (patente), que es una actitud negativa basada en la supuesta
inferioridad de las mujeres como grupo y que se articularía en torno a una serie de ideas:
paternalismo dominador (entender que las mujeres son débiles, inferiores a los hombres,
dando legitimidad a la figura dominante masculina); diferenciación de género competitiva
(considerar que las mujeres son diferentes a los hombres y no poseen las características
necesarias para triunfar en el ámbito público, siendo el ámbito privado el medio en el que
deben permanecer), y la hostilidad heterosexual (considerar que las mujeres tienen un
poder sexual que las hace peligrosas y manipuladoras para los hombres).

- El sexismo benévolo (encubierto), que viene marcado por unas actitudes sexistas hacia
las mujeres en cuanto que las consideran, de forma estereotipada, limitadas a ciertos
roles. Camufladas de un cierto tono afectivo, la persona perceptora puede recibirlas de
forma menos negativa: paternalismo protector (el hombre debe cuidar y proteger a la
mujer); diferenciación de género complementaria (considerar que las mujeres tienen por
naturaleza muchas características positivas que complementan a las que tienen los
hombres -por ejemplo, intuición frente a la razón-), e intimidad heterosexual (considera la
dependencia de los hombres respecto de las mujeres -crianza, satisfacción de necesidades
sexuales, etc.).

4.2. Heteronorma y sociedad

La heteronorma se refiere a la imposición social de la


Heteronorma: es el régimen
atracción hacia el sexo opuesto. En nuestra sociedad social y cultural que impone a
la heterosexualidad como la
el mandato es sentirse atraído(a) por el sexo opuesto, única orientación sexual
todo enseña la heterosexualidad; las obras de teatro, ‘normal’, natural y aceptada, de
modo que segrega, margina y
los libros, las revistas, la televisión, en fin, todos los discrimina a las personas no
medios de comunicación nos invitan a ella. heterosexuales.

El punto de partida que inició la discusión sobre el heterocentrismo fue la obra de Freud
Tres ensayos sobre la teoría sexual, publicada en 1905 en la que puso en cuestión que la
heterosexualidad fuera una cosa «natural». Según Freud no se nacía heterosexual, sino
49
que la atracción sexual hacia las personas del sexo opuesto era el resultado de un
aprendizaje iniciado en la infancia.

La heteronorma es un término acuñado por el crítico literario y teórico social, Michael


Warner, para referirse al “conjunto de relaciones de poder por medio del cual la
sexualidad se normaliza y se reglamenta en nuestra cultura y las relaciones heterosexuales
idealizadas se institucionalizan y se equiparan con lo que significa ser humano”. La base
ideológica de la heteronormatividad es el binarismo sexual; es decir, la reducción del ser
humano a dos categorías distintas y complementarias: hombres y mujeres. Ya hemos
dicho que estas dos categorías tienen asignados papeles sociales, culturales, económicos,
sexuales, etc. diferentes y supuestamente complementarios, sin embargo, se les ha
asignado un valor muy desigual y están profundamente jerarquizados. Desde el feminismo
ya se había cuestionado el binarismo sexual y la supuesta ‘naturalidad’ de las normas
sexuales, del deseo sexual heterosexual. Adrianne Rich, poeta, crítica y activista, incorporó
el concepto de “heterosexualidad obligatoria” señalando que, desde la centralidad de esta
heterosexualidad, todas las demás identidades, discursos y prácticas quedan marcados
como ‘lo otro’, situado en los márgenes y por tanto, en la opresión.

Del modelo heteronormativo (que es lo mismo que el heterosexismo o heterocentrismo)


aprehendemos la suposición de que todas las personas son a priori heterosexuales y la
creencia de que las personas heterosexuales son por naturaleza superiores a las personas
homosexuales, bisexuales, pansexuales y asexuales. Invisibilizando cualquier otra forma
afectiva-sexual diferente a la heterosexual, lo que se puede verificar, por ejemplo, en
muchos textos escolares. Así, el heterosexismo engloba las creencias y actitudes
subyacentes de tal orientación, indicando la marginación y el prejuicio en contra del resto
de las orientaciones.

Por otra parte, el heterosexismo no es monopolio exclusivo de las personas


heterosexuales. Personas de cualquier orientación sexual pueden tener creencias
heterosexistas dimanadas de la noción cultural esencialista en la que la masculinidad (el
hombre) y la feminidad (la mujer) se complementan entre sí.
50
Con todo esto, hoy en día la sociedad insiste en conducirnos hacia el heterosexismo, y a
una determinada manera de ser hombre o mujer, delimitada por los estándares sociales
que ya hemos señalado. Por esto mismo, es importante que apostemos por la diferencia
individual de la persona, independientemente del sexo al que ésta pertenezca, que cada
uno pueda expresarse como persona, sin importar su sexo, ni el rol que se predetermina
en función del género. Cualquier intento de encasillamiento debe ser considerado como
una alienación, puesto que todo aquello que
Alienación: Proceso mediante el
condiciona a priori o que impone un desarrollo en cual el individuo o una colectividad
función de expectativas ajenas, no ayuda a la transforman su conciencia hasta
hacerla contradictoria con lo que
persona a expresar su más pura esencia y debía esperarse de su condición.
Desde un punto de vista más
autenticidad, y además, estos estereotipos sociales
psicológico, corresponde a un
pueden causar graves contradicciones en la persona estado mental caracterizado por
una pérdida del sentimiento de la
y, asimismo, generar graves dificultades en su
propia identidad.
autoconocimiento, autoestima y desarrollo
personal.

En definitiva, el sexo no es más que una de las circunstancias que determinan la


personalidad del individuo, pero no debemos olvidar que también hay otras circunstancias
que configuran a las personas, como es, por ejemplo, el nivel socioeconómico, la
educación, las relaciones familiares, las oportunidades de desarrollo, la tradición cultural,
etc. Aunque estamos en una época de transición, los efectos de la tradición cultural
permanecen fuertes. Por esto, podemos afirmar que si las mujeres y los hombres han
desarrollado, hoy en día, trazos que antes se consideraban masculinos o femeninos, es
debido a un cambio en los roles; lo que implica que no son rasgos inherentes al sexo, sino
que dependen del rol social y que cambia según la construcción que hagamos de éste.

4.3. ¿Cómo Educamos en Igualdad?

Desde la perspectiva de género, se asumiría una visión crítica sobre la realidad social,
identificando las posibles diferencias y semejanzas existentes entre hombres y mujeres y
cuestionando, al mismo tiempo, sus valoraciones tradicionales que son las que sustentan
51
las relaciones desiguales de poder y la desigual
distribución de conocimientos, propiedades,
ingresos y derechos, etc. Se trataría, por tanto,
de analizar las situaciones teniendo en cuenta el
lugar y significado que las sociedades dan al
hombre y a la mujer en su carácter de seres
masculinos y femeninos. Es importante enfocar, analizar y comprender las características
que definen a mujeres y hombres desde el análisis del sistema patriarcal, así como sus
semejanzas y sus diferencias. Bajo esta perspectiva se analizan las posibilidades vitales de
unas y otros, el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y
diversas relaciones sociales que se dan entre ambos géneros y también los conflictos
institucionales y cotidianos que deben encarar, y, cómo no, las múltiples maneras en que
lo hacen.

En cuanto a las orientaciones, podemos reducir poco a poco los prejuicios y


discriminaciones del modelo heteronormativo, generando espacios de reflexión crítica,
desde donde construir, junto a los alumnos, nuevas interpretaciones, juicios y creencias,
basadas en conocimientos científicos actuales, como también en los valores ya señalados.

En síntesis, para empezar a educar en igualdad frente a temáticas de sexualidad y género,


necesitamos mantener una importante motivación a la base: las ganas de cuestionar
nuestros propios juicios, creencias y actitudes, los que hemos construido bajo influencias
de una tradición sociocultural que aún tiende a imponer un sexismo y heterocentrismo
que invisibiliza, niega y discrimina a muchas personas a lo largo de todo el mundo. Y
recordemos, también, que dentro de todas estas personas que quedan fuera, podemos
estar nosotros mismos, nuestros hijos, nuestros hermanos, familiares, amigos, etc. Como
ha dicho el sexólogo Efigenio Amezúa, si el hecho sexual humano, es decir, el hecho de ser
sexuados (con determinado sexo, orientación sexual, identidad de género, etc.) es la “casa
común” de los seres humanos, lo es porque en él hay sitio para todos y todas. En esta casa
hay muchas variantes y diversidades, todas válidas y, por ende, dignas de ser consideradas
y respetadas.
52
Es importante recordar…

La comprensión integradora de la sexualidad:


Somos seres sexuados, lo que no se traduce sólo a lo biológico, a lo reproductivo o a lo placentero,
sino que tiene que ver con una dimensión esencial del ser humano que abarca todos aquellos
elementos que definen su individualidad (sexo, identidad, género, afectividad, pensamientos, etc. ), a
partir de una multiplicidad de factores (biológicos, psicológicos, sociales, históricos, etc.). Concebir la
sexualidad de esta manera es vislumbrarla en su totalidad y comprender que ni la reproducción ni el
orgasmo han de ser –por obligación- sus fines últimos.

Los conceptos básicos que debemos manejar y no confundir:


 Sexuación: proceso de hacerse hombre o mujer, en el que se enlazan toda una serie de niveles o
elementos estructurales y estructurantes.
 Sexualidad: modo de ser persona sexuada, es la cualidad de los sujetos sexuados: mujer a gusto
de ser mujer, hombre a gusto de ser hombre.
 Erótica: forma de expresar la sexualidad, da cuenta de la forma de actuar, sentir, comunicar, dar y
recibir de la persona.
 Identidad sexual: sentimiento de ser mujer u hombre (independiente del sexo biológico).
 Identidad de género: características emocionales, intelectuales y de comportamiento con que
una persona se identifica por el hecho de ser mujer u hombre, son cultural y socialmente
construidas.
 Orientación sexual: atracción sexual y emocional que una persona siente por otra, de una manera
más o menos permanente.
 Etc…

La diversidad como una característica inherente a la sexualidad humana:


En el proceso de hacernos sexuados sólo hay dos resultados finales y claramente visibles: hombre o
mujer, pero en este proceso de construcción ocurre el despliegue de una serie de elementos que
actúan a menor escala y que –por ende- no son visibles. Son éstos los que producen una multiplicidad
de matices entre lo masculino y lo femenino. Sin embargo, vemos el resultado final como algo rígido y
estático, pero si pudiéramos ver los “ladrillos” que construyen al sexo, a la identidad, a la orientación,
etc., veríamos la gran variedad de elementos que, en su mezcla matizada, dan la cualidad de única e
irrepetible a la persona y su sexualidad, eso es diversidad y no “patología”.

La importante tarea que tenemos como educadores en sexualidad:


Hacer una reflexión autocrítica sobre las propias creencias, juicios, etc. que hemos adoptado durante
nuestra vida, hacer una constante revisión de éstas y estar abiertos a modificar y actualizar nuestras
opiniones, acorde a valores fundamentales: respeto, tolerancia, empatía, amor, solidaridad, etc., y así
promover una mirada amorosa e inclusiva para con el ser humano, y a su vez prevenir las
consecuencias nocivas de la discriminación.

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