El Ayuno Bíblico I
El Ayuno Bíblico I
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EL AYUNO EN LA BIBLIA
El ayuno corresponde a una conducta de alcance global que se ha practicado
desde la antigüedad por motivos culturales o religiosos. Esta práctica no está limitada
al contexto judeo-cristiano, ni a los principios sustentados por las Escrituras. En los
últimos años este ejercicio se ha hecho popular como método de sanidad, cuidado o
promoción de la salud, dentro del ambiente secular. Ya que estudios científicos han
confirmado los beneficios que ciertos tipos de ayuno pueden producir.
En la actualidad el ayuno bíblico es una disciplina espiritual a veces mal
comprendida por algunos cristianos. Aproximaciones místicas o ascéticas provenientes
de costumbres medievales o de ciertas culturas no cristianas, han desvirtuado su
sentido y le han traído mala reputación. El testimonio de las Escrituras establece que el
ayuno es la abstinencia total o parcial de alimentos, agua o algún otro ingrediente
importante de la vida diaria. Esto con el fin de abocarse a una búsqueda intensa de Dios,
con actitud humilde y disposición para someterse a su voluntad. Este ejercicio no
considera algún período definido de tiempo o forma predeterminada. Para nuestro
beneficio, la Biblia presenta distintas variantes útiles que se pueden aplicar al ayuno
cristiano en nuestros días.
El ayuno era una práctica común en el Antiguo Testamento que estaba muy
arraigada en la religión y la cultura de aquellos días. El primer acto de ayuno registrado
en la biblia es el de Moisés cuando subió al Sinaí para recibir los diez mandamientos
(Ex. 34:28). Sin embargo, no encontramos ninguna orden divina que exija el ayuno
como deber religioso regular de los creyentes, excepto en el día de la expiación. Para
referirse a esta conducta requerida por Dios una vez al año, la expresión utilizada es
“afligiréis vuestras almas” (Lv. 16:30, 31). Este solemne período de tiempo debía estar
acompañado por reflexión y autoexamen, en espera por la limpieza de los pecados
confesados del pueblo. Esta práctica ayudaba a los israelitas a afirmar su actitud
humilde y confiada en Dios.
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podía significar pesar o tristeza por diversas razones. Por este motivo se utilizaba como
señal de luto por una desgracia y era parte de los ritos fúnebres hebreos (2 S. 1:11,12).
En este capítulo de Isaías, Dios declara que el ayuno sin amor ni obediencia es
un acto sin sentido. El ayuno que el Señor demanda no puede estar centrado en el
hombre y en sus deseos egoístas. Esta práctica debe implicar manifestaciones sinceras
de bondad hacia el prójimo, especialmente a los que sufren. Finalmente, Dios hace
explicita su intención de restaurar al que ayuna de manera sincera y usarlo como
instrumento de restauración para otros (Is. 58:12b). Esta experiencia de entrega a Dios
y servicio al prójimo llenará de gozo el corazón.
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y desequilibrado para los piadosos de aquel tiempo. Por este motivo Jesús entregó en
el evangelio orientaciones directas y esclarecedoras respecto a las tradiciones. Además,
enfatizó el principio de no poner cargas innecesarias sobre los hombros de los
creyentes (Mt. 23:4).
Fuera del extenso ayuno que realizó antes de iniciar su ministerio público, no
encontramos en los evangelios evidencias de que Jesús lo practicara de forma
voluntaria o regular con sus discípulos. No obstante, en una ocasión, mientras trataba
de enseñar a sus pupilos la importancia de cumplir la misión, rechazó la comida que le
trajeron. El dijo: “Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y que acabe su obra”
(Jn. 4:34). En otras palabras, Jesús afirmó que comer este alimento satisface el espíritu,
y constituye una prioridad para los que sirven a Dios. Esta pasión por servir y salvar
produce una satisfacción interior que puede hacer olvidar temporalmente la necesidad
física.
Ante la pregunta sobre el ayuno que hicieron los discípulos de Juan, Jesús dejó
en evidencia la connotación que tenía esta práctica en aquellos días. En Lc. 5:33-35
explica que sus discípulos no ayunaban porque no tenían las razones para hacerlo.
Mientras estuviera el Salvador con ellos, era momento de celebrar, pero cuando los
dejara, entonces estarían tristes por la separación y ayunarían. Incluso Jesús en Mt.9:15
utilizó ayuno y luto como términos intercambiables. De esta forma, Cristo hizo
referencia a un uso popular en el ambiente hebreo de su época, pero no promovió esta
comprensión. De hecho, en los siguientes versículos (Mt. 9:16,17) se refirió a la urgente
renovación espiritual y religiosa que el pueblo judío necesitaba.
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celebrarán las victorias de la redención y el amor incomparable de Dios en una fiesta
sin precedentes (Apoc. 19:7-9).
En otra ocasión Jesús fue enfático al decir que la actitud correcta para ayunar no
es demostrar tristeza o congoja públicamente. Las conductas aparentes o formalidades
no son aceptables para Dios. Jesús dijo: “Cuando ayunéis, no pongáis cara triste como los
hipócritas” (Mt. 6:16-18). El Maestro le dio un sentido personal y positivo a esta
práctica. En este pasaje Jesús describió la forma de ayunar como una preparación para
celebrar o pasar un momento de alegría. Por lo tanto, el principio destacado aquí por
Cristo es que las disciplinas espirituales deben buscar una gozosa intimidad del
creyente con Dios. Esto constituye el más alto privilegio del hombre.
No es tan claro el tipo de ayuno del cual nos habla Pablo en 2 Co. 6:5. En este
contexto describe algunas adversidades experimentadas durante el ejercicio de un
ministerio fiel. Entre las experiencias mencionadas incluye los ayunos. Sin embargo, el
apóstol no aclara si los ayunos fueron voluntarios o involuntarios. Ni presenta esta
práctica como un modelo para todos los creyentes. Tampoco le da sentido de sacrificio
meritorio. Más bien, estas experiencias son descritas por Pablo como parte de un
ministerio lleno de pruebas necesarias para la maduración de su fe
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Aunque la práctica del ayuno se presenta principalmente como una conducta
personal, las Escrituras mencionan algunos ayunos colectivos. Además del día de la
expiación, encontramos la convocación realizada por Esdras antes de emprender el
retorno a Jerusalén (Lv.23:27; Esdras 8:21-23). De esta forma, ellos se prepararon para
iniciar un solemne plan dirigido a completar la restauración de la nación elegida. En los
tiempos del profeta Zacarías se menciona la práctica de ayunos regulares. Aunque Dios
no los había ordenado, tampoco los prohibió. Sin embargo, manifestó su deseo de
renovar su significado y propósito (Zac. 8:19). Los fariseos mantuvieron la tradición de
ayunar regularmente y celebraban estos ayunos todavía en los tiempos de Jesús.
CONCLUSIONES
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El ayuno también es un momento de expectación. Es esperar el acto divino que
traerá algo nuevo, sorprendente y mejor. Esta espera se basa en la confianza que liga el
alma del creyente con Dios. En esta espera, el espíritu humano se calma y recupera las
fuerzas vitales perdidas en el ajetreo de la vida común. Y da lugar a la restauración que
solo el Espíritu puede obrar. Finalmente, el ayuno debe ser un acto festivo, no de
tristeza, que celebra el privilegio del ser humano de gozarse en la intimidad con Dios.
Que nos proyecta al gozo eterno de la unión definitiva y perfecta con el Señor.