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El Imperio de Roma
CLAUDIO, 41 AL 54 D.C.
A la muerte de Calígula, el Senado discutió la idea de restaurar la república, pero el asunto se
resolvió pronto: la guardia pretoriana se les adelantó y eligió como emperador a Tiberio
Claudio Germánico. Éste había vivido en relativa oscuridad durante los reinados de Tiberio y de
Calígula y no había tomado parte en las actividades políticas en Roma. Una enfermedad sufrida
desde la niñez, y que posiblemente fue alguna forma de parálisis infantil, lo había dejado tan
débil que su presentación en público fue casi ridícula, debido a que su figura lánguida y su boca
burlona le daban aspecto de idiota. Sin embargo, su intelecto no era de calidad inferior; había
sido magnífico estudiante, y demostró su capacidad para ser mejor gobernante de lo que sus
contemporáneos esperaban.
El imperio que tan rápidamente extendía sus fronteras demandaba una nueva forma de
gobierno que resultara eficiente. Con Claudio, Roma se convirtió en una burocracia gobernada
por comités y secretarios. Hizo extensivo el privilegio de ciudadanía a los habitantes de las
provincias. Sus generales tuvieron éxito en asentar su dominio en Britania y la conquistaron,
llegando por el norte hasta el Támesis. En la misma época, Tracia se convirtió en provincia, por
haber muerto su príncipe, antiguo aliado de Roma.
Claudio estaba determinado a restaurar la antigua religión romana a la importante posición
social que había tenido. Para las religiones extranjeras tenía fuerte antipatía. Suetonio dice que,
durante el gobierno de Claudio, los judíos fueron expulsados de Roma por haberse producido
NERÓN, 54 AL 68 D.C.
Los primeros cinco años del reinado de Nerón fueron pacíficos y prósperos. Bajo la influencia
de sus consejeros, Afranio Burro, prefecto de la guardia pretoriana, y L. Anneo Séneca, filósofo y
escritor, Nerón dirigió su reino muy bien. Agripina, sin embargo, procuraba ejercer algún
ascendiente sobre él, lo que no era del agrado ni de Nerón ni de los mencionados consejeros. En
el año 59 D.C, Nerón asesinó a su madre y pudo ejercer el gobierno con entera responsabilidad.
Era Nerón, por temperamento, más artista que ejecutivo. Tenía más ansias por la carrera teatral
que por brillar en la administración política. Su descuido y sus extravagancias vaciaron el
tesoro público, y como Calígula, también recurrió a la opresión y a la violencia para volverlo a
llenar. Por tal motivo incurrió en el odio del Senado, cuyos miembros temieron que en
cualquier momento diera órdenes para asesinarlos y confiscar sus propiedades.
En el año 64 D.C hubo en Roma un gran incendio que destruyó una parte apreciable de la
ciudad. Se sospechó que Nerón intencionalmente lo había ordenado para agrandar su nueva
Casa de Oro, un espléndido palacio que construyó en el monte Esquilmo. Para desviar de sobre
su cabeza tal acusación, señaló a los cristianos como causantes de tamaño desastre. La actitud
de éstos tan alejada de los gentiles, y más aún, su enseñanza sobre la destrucción final del
mundo por medio de fuego, dio aceptación al cargo. Muchos fueron procesados y torturados
mortalmente. La tradición dice que Pedro y Pablo perecieron en esta persecución, la primera
que hubo en el imperio.
Carecemos de datos para señalar el alcance territorial de la primera persecución. Puede ser que
no haya salido del ámbito de Roma y de sus alrededores, aunque también las provincias pudie-
ron haberse sentido amenazadas. (Compárese I Pedro 4: 12-18.)
Entretanto, los excesos de Nerón le hicieron enteramente impopular. Varias conspiraciones
contra él fallaron y sus adversarios terminaron ejecutados. Pero al fin, una revuelta de las
legiones en las provincias de Galia y España alcanzó éxito. Nerón huyó de Roma y ordenó a uno
de sus libertos que lo matara para no ser apresado.
GALBA, 68 D.C.
El pronunciamiento de las legiones demostró que el imperio estaba realmente a merced del
ejército, ya que éste, sin tomar en cuenta al Senado, podía designar y entronizar su candidato.
Galba, el sucesor de Nerón, no fue electo unánimemente por las legiones. Cuando adoptó a
Lucio Calpurnio Pisón como sucesor suyo, Otón, que había albergado esperanzas de ser
emperador, persuadió a los guardias pretorianos a que asesinaran a Galba para que le dieran el
imperio a él.
VITELIO, 69 D.C.
El Senado reconoció a Vitelio, pero éste fue incapaz de controlar la soldadesca y de establecer
un gobierno firme. El ejército de oriente intervino en los sucesos públicos y proclamó
emperador a su general Vespasiano. Este estaba a la sazón sitiando a Jerusalén. Dejando en este
encargo a su hijo Tito, se dirigió a Egipto. Tras subyugar esta provincia suspendió el envío de
alimentos a Roma. Su lugarteniente, Muciano, salió para Italia. No. obstante la valiente
resistencia de las tropas de Vitelio, los partidarios de Vespasiano capturaron y saquearen Roma
Asesinaron a Vitelio, y proclamaron emperador a Vespasiano.
VESPASIANO, 69 AL 79 D.C.
Vespasiano era un auténtico y viejo soldado, frugal en sus hábitos v vigoroso en su
administración. Suprimió las revueltas entre los Bátavos y entre los Galos, mientras Tito
completaba la rendición de Jerusalén. Jerusalén fue totalmente destruida y puesta bajo un
legado militar. Vespasiano aseguró las fronteras concediendo a las principales dependencias los
derechos de provincias. El tesoro adquirió solvencia por medio de una estricta economía y
debido a la imposición de nuevos tributos. Construyó el hoy famoso Coliseo. Murió en el año 79
D.C, y le dejó el trono a Tito, a quien había hecho corregente. Fue el primero de la dinastía
Flavia en la que están incluidos sus dos hijos, Tito y Domiciano.
TITO, 79 AL 81 D.C.
La brevedad del reinado de Tito no le concedió el tiempo necesario para la realización de
sobresalientes hechos. Sin embargo, llegó a ser uno de los más populares emperadores que
tuvo Roma. La magnificencia de las diversiones públicas que patrocinó y su generosidad
desarmaron el latente antagonismo del Senado, que temía que Tito fuera como su padre, un
dictador. En su reinado, Pompeya y Herculano, villas situadas en la Bahía de Nápoles,
desaparecieron como consecuencia de la catastrófica erupción del Vesubio. Tito nombró una
comisión, la cual hizo supremos esfuerzos para el rescate del mayor número posible de las
víctimas. Algunos meses más tarde Roma sufrió un devastador incendio que destruyó el nuevo
Capitolio, el Panteón y los baños de Agripa. Tito llegó al extremo de vender parte de su
mobiliario privado para subsanar las necesidades populares. Erigió nuevos edificios, inclu-
yendo un gran anfiteatro.
NERVA, 96 AL 98 D.C.
El Senado eligió a Nerva como sucesor de Domiciano. Nerva era de avanzada edad y suaves
maneras. Quizás el Senado lo consideraba un candidato inofensivo. Su administración, en lo
general, fue buena, y estuvo exenta de tensiones internas. El ejército estaba resentido a causa
del asesinato de Domiciano, puesto que los Flavios habían conservado su popularidad entre los
círculos militares, Nerva, sin embargo, fue bastante astuto para lograr como sucesor a Trajano,
de reconocido dominio sobre los ejércitos, y con capacidad, para gobernar con mano firme.
EL GOBIERNO PROVINCIALISTA
A diferencia de una república en la que el gobierno federal preside sobre los estados que la
integran y éstos están sujetos a una administración y organización uniformes, el Imperio
Romano era una miscelánea de ciudades, estados y territorios independientes entre sí, pero
sujetos todos a un gobierno central
Algunos de ellos se habían convertido en parte del imperio por alianza voluntaria; otros habían
sido anexados por conquista. A medida que Roma extendía su soberanía sobre estos aliados o
tributarios, su maquinaria gubernamental se convertía progresivamente en un sistema
provincialista.