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CAPITULO UNO: EL MUNDO POLÍTICO

El Imperio de Roma

EN LA ÉPOCA EN QUE SE ESCRIBIO EL NUEVO TESTAMENTO


Todo el mundo civilizado, con excepción de los casi desconocidos reinos del Lejano Oriente,
estaban sometidos al dominio de Roma. Desde el Atlántico por el oeste hasta el Éufrates y el
mar Rojo por el oriente, y desde el Ródano, el Danubio, el mar Negro y los montes del Cáucaso
por el norte hasta el Sahara por el sur, se extendía vasto imperio bajo la jefatura y dictadura del
emperador, al que en el Nuevo Testamento se le llama "rey" (I Pedro: 2:17) como también
"Augusto" (Luc. 2:1).
Roma, nombre del imperio, es el mismo nombre de la ciudad capital de Italia, y fue el asiento
original de donde se desarrolló el estado romano. Roma, fundada en el año 733 A.C., y fue al
principio una comunidad integrada con la unión de las pequeñas ciudades vecinas, bajo el
gobierno de un rey. Cerca del comienzo del quinto siglo A.C., Roma había alcanzado ya una
firme organización política con un gobierno republicano. Por medio de alianzas con las
comunidades de los alrededores v gracias a una prolongada sucesión de guerras contra los
Etruscos en el norte, y contra otras tribus en el sur, Roma, por el año 265 A.C., se había
convertido en señora de la península itálica. Los pueblos sometidos, se comprometieron por
medio de tratados, a mantenerse en paz, y gradualmente fueron absorbidos por el imperialismo
romano.
En el curso de los dos siglos siguientes, Roma se empeñó en tremenda lucha contra Cartago,
principal potencia marítima del " Mediterráneo occidental Cartago nació como una colonia
fenicia; pero habiendo destruido Alejandro su metrópoli, la colonia tuvo que actuar con
independencia- Y siguiendo el ejemplo de los fenicios, pronto se convirtió en nación rica y
poderosa. Sus barcos transportaban el comercio del Mediterráneo. Su civilización era de
carácter oriental; la sociedad era una oligarquía mantenida por un ejército mercante, y estaba
gobernada por un gobierno monárquico. A medida que Roma se extendía, se hacía inevitable el
choque contra las avanzadas del imperio cartaginés. Era un hecho que ambas civilizaciones
eran extrañas la una para la otra en origen racial y en teoría política; además, no habiendo
amplitud suficiente para las dos en el mismo territorio, una de ellas tenía que desaparecer. Las
guerras que sostuvieron terminaron-en el año 146 A.C., cuando el general romano Escipión
Emiliano tomó la ciudad de Cartago y la convirtió en polvo. ASÍ fue como Roma alcanzó el
dominio sobre España y África del Norte. Por la misma época Macedonia quedó convertida en
provincia romana, y después del saqueo de Corinto, en el mismo año (146 A.C), Acaya quedó
bajo el -control de Roma. En el año 133 (A.C.) Atalo III, rey de Pérgamo, murió y legó su reino a
los romanos. De la organización que ellos le dieron surgió la provincia de Asia. Las guerras en la
parte oriental de Asia Menor continuaron hasta que Pompeyo completó la conquista del Ponto
y del Cáucaso. En 63 A.C, Pompeyo organizó a Siria como provincia romana, anexándole Judea.
Del 58 al 57 A.C, César llevó a cabo sus famosas campañas en Galia convirtiéndola en suelo
romano. Así fue cómo en quinientos años de casi ininterrumpidas guerras, Roma, la ignorada
villa de las márgenes del Tíber, creció hasta convertirse en dominante imperio mundial
Esta rápida expansión territorial introdujo, no obstante, grandes cambios en la vida del pueblo
romano. Al paso que los jefes militares saboreaban el poder, comenzaron a utilizar sus ejércitos
no sólo para conquistas en el extranjero, sino también para acrecentar su personal dominio en
Roma. El siglo que transcurrió desde k conquista de Cartago y Grecia hasta la muerte de Julio
Cesar, quedó marcado por una sucesión constante de guerras civiles. Mario, Sila, César, Antonio
y Octavio, cada uno en tumo, luchó para convertirse en jefe del Estado romano hasta que

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finalmente Octavio, llamado Augusto por el Senado, alcanzó a exterminar a sus adversarios, el
año 30 A.C, y se convirtió en el primer emperador.

AUGUSTO, DEL 27 A.C. AL 14 D.C.


Bajo su gobierno, el imperio romano, es decir, el poder del Estado imperial, quedó
perfectamente establecido. El pueblo, cansado de la guerra, deseaba la paz. Augusto se convirtió
en el princeps, es decir, el primer ciudadano del mundo. Gobernó sabiamente y bien.
Entrañaba el nuevo principio un compromiso político entre el antiguo republicanismo y la
dictadura introducida por Julio César. El Senado continuó como el cuerpo gobernante en teoría.
En el año 27 A.C, confirió a Augusto el ejercicio de comandante en jefe de todos los ejércitos del
imperio. En 23 A.C, se le concedió el poder tribunicio vitalicio, lo que significaba que-se le daba
el control de las asambleas populares, facultándolo para representar permanentemente al
pueblo. Se le concedió prerrogativa de presentar el primer asunto para discusión en el Senado,
a la vez que el derecho de convocarlo a sesión. Todos estos derechos quedaron fundados sobre
bases constitucionales más que sobre un arbitrario despojo perpetrado por la autoridad.
Durante el reinado de Augusto se efectuaron muchas reformas. Fueron eliminados del Senado
sus miembros indignos. Una gran parte del ejército fue desmovilizada, y los veteranos
despedidos fueron colocados en colonias o en tierras compradas para ese fin. Se creó un
ejército regular profesional que se convirtió en escuela para ciudadanos. Los veteranos, al ser
despedidos, recibían un crédito que les permitía establecerse en alguna colonia de las provin-
cias, en donde podían llevar una buena vida a la vez que ser en fe comunidad dirigentes leales a
Roma.
También procuró Augusto fortalecer la moral del pueblo. Revivió la religión del Estado y
reconstruyó muchos templos. E1 culto imperial, adoración a Roma como Estado, fue
introducido en Las provincias. En muchos lugares, el emperador mismo fue adorado como
dominus, et deus (señor y dios), aunque Augusto no demandaba tal adoración. Las leyes julianas
de los años 19 y 18 A.C. intentaron restaurar la vida familiar, estimulando al matrimonio y a la
formación de hogares.
Para consolidar la firmeza del imperio hizo levantar un censo de población y de toda la
propiedad, como base para reclutar al ejército y para fijar los impuestos. España, Galia, y los
distritos Alpinos fueron sojuzgados. Augusto fortaleció la defensa de las fronteras, aunque sus
legiones sufrieron una aplastante derrota ante los ejércitos germanos en la selva de Teutberg.
Organizó las prefecturas de policía e incendios y designó un supervisor sobre la provisión de
trigo-para el pueblo.
Augusto se jactaba de haber hallado una Roma de ladrillo y haber dejado una de mármol.
Durante los 41 años que duró su administración impuso el orden donde había estado el caos.
Restableció la confianza en el gobierno; enriqueció el tesoro; introdujo un eficiente
departamento de obras públicas, y promovió la paz y la prosperidad.

TIBERIO, 14-37 A.C.


A la muerte de Augusto, su hijo adoptivo Tiberio fue electo sucesor imperial. Los poderes que
Augusto recibió por medio de disposiciones constitucionales y por tiempo limitado, a Tiberio le
fueron conferidos vitaliciamente. Tenía cincuenta y seis años. Como la mayor parte de sus años
los había pasado sirviendo al Estado, de ninguna manera podía considerársele novicio en
política. Desgraciadamente Augusto insistió en que Tiberio se divorciara de la esposa que
amaba, y se casara con Julia, hija de Augusto, mujer de vida notoriamente disoluta. Tan
desagradable experiencia amargó su vicia permanentemente. Se volvió indiferente, desdeñoso,
suspicaz e irascible. Aunque en política siguió siendo imparcial y prudente, nunca llegó a ser
popular, y generalmente era temido y despreciado. Durante su reinado los ejércitos romanos

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sufrieron reveses en Germania, lo que tuvo por resultado que Tiberio hiciera retroceder
nuevamente las fronteras del imperio hasta el Rin. Las dificultades domésticas ensombrecieron
sus últimos años. En el 26 D.C, se retiró a Caprea dejando el gobierno en manos del prefecto de
la ciudad: La ausencia de Tiberio dio oportunidad a Elio Sejano, capitán de la guardia
pretoriana, para fraguar una conspiración y arrebatar el principado. Por el año 31, cuando casi
había redondeado sus planes, Tiberio los descubrió. Sejano fue ejecutado y sus planes
deshechos, pero el efecto que todo ello tuvo sobre Tiberio fue desastroso. Se hizo aún más
suspicaz y cruel, tanto que los más leves rumores contra alguien bastaban para arruinarlo.
Cuando murió, en el 37, el Senado respiró una vez más, con toda libertad.

CALÍGULA, 37 AL 41. D.C


El Senado nombró sucesor de Tiberio a Gayo Calígula, o *botitas" como le llamaban por cariño
los soldados. .Al principio resultó tan popular como impopular había sido Tiberio. Perdonó a los
prisioneros políticos, redujo los impuestos, dio diversiones públicas y se dedicó, en cuanto
pudo, al pueblo. Pero no tardó mucho en comenzar a dar señales de debilidad mental. Ordenó
que lo ploraran como Dios, lo que hizo que los judíos en todo el reino se le enajenaran. Cuando
Herodes Agripa visitó Alejandría, los ciudadanos Je insultaron públicamente, satirizándolo con
todo su séquito, y luego procurando obligar a los judíos a que adoraran la imagen de Calígula.
Los judíos apelaron al emperador, quien no sólo no les hizo caso, sino que además, ordenó a su
legado en Siria que erigiera su estatua en el templo de Jerusalén. El legado fue tan prudente que
prefirió retardar el cumplimiento de la orden antes que arriesgarse a una rebelión armada. La
muerte de Calígula, en el año 41 D.C, evitó que el asunto llegara a su fase crítica. Algunos
piensan que la referencia en S. Marcos a la "abominación desoladora" (Mr. 13:14) refleja la
amenaza de la erección de la estatua del emperador en el templo de Jerusalén.
La incesante dilapidación del tesoro que Augusto y Tiberio tan cuidadosamente habían
acumulado, rápidamente dejó exhausta la hacienda pública. Para volverla al auge acudió a
medios violentos: Confiscación de la propiedad privada, donativos forzados y extorsiones de
toda clase. Su tiranía acabó por ser tan insoportable que un tribuno de la guardia imperial lo
asesinó.

CLAUDIO, 41 AL 54 D.C.
A la muerte de Calígula, el Senado discutió la idea de restaurar la república, pero el asunto se
resolvió pronto: la guardia pretoriana se les adelantó y eligió como emperador a Tiberio
Claudio Germánico. Éste había vivido en relativa oscuridad durante los reinados de Tiberio y de
Calígula y no había tomado parte en las actividades políticas en Roma. Una enfermedad sufrida
desde la niñez, y que posiblemente fue alguna forma de parálisis infantil, lo había dejado tan
débil que su presentación en público fue casi ridícula, debido a que su figura lánguida y su boca
burlona le daban aspecto de idiota. Sin embargo, su intelecto no era de calidad inferior; había
sido magnífico estudiante, y demostró su capacidad para ser mejor gobernante de lo que sus
contemporáneos esperaban.
El imperio que tan rápidamente extendía sus fronteras demandaba una nueva forma de
gobierno que resultara eficiente. Con Claudio, Roma se convirtió en una burocracia gobernada
por comités y secretarios. Hizo extensivo el privilegio de ciudadanía a los habitantes de las
provincias. Sus generales tuvieron éxito en asentar su dominio en Britania y la conquistaron,
llegando por el norte hasta el Támesis. En la misma época, Tracia se convirtió en provincia, por
haber muerto su príncipe, antiguo aliado de Roma.
Claudio estaba determinado a restaurar la antigua religión romana a la importante posición
social que había tenido. Para las religiones extranjeras tenía fuerte antipatía. Suetonio dice que,
durante el gobierno de Claudio, los judíos fueron expulsados de Roma por haberse producido

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algunos tumultos "a instigación de un Crestus”1 Puede ser que Suetonio equivocadamente
dijera Crestus, en vez de Cristo, y que se estuviera refiriendo en este caso a disturbios entre los
judíos ocasionados por la predicación de Jesús como el Cristo; pero puede ser que Crestus haya
sido el nombre de algún insurgente. En cualquier caso, la orden de expulsión probablemente
sea aquella que ocasionó la salida de Aquila y Priscila de Roma (Hechos 18:2).
Uno de sus libertos, Pallas, influyó para que Claudio tomara a su sobrina Agripina por su cuarta
esposa. Ésta se propuso alcanzar la sucesión imperial para Domicio, el hijo que había tenido con
el esposo anterior. Claudio adoptó formalmente a Domicio con el nombre de Nerón Claudio
César. En el año 53 D.C, Nerón se casó con Octavia, hija de Claudio. Un año después murió
Claudio, y dejó a Nerón como sucesor en el trono imperial.

NERÓN, 54 AL 68 D.C.
Los primeros cinco años del reinado de Nerón fueron pacíficos y prósperos. Bajo la influencia
de sus consejeros, Afranio Burro, prefecto de la guardia pretoriana, y L. Anneo Séneca, filósofo y
escritor, Nerón dirigió su reino muy bien. Agripina, sin embargo, procuraba ejercer algún
ascendiente sobre él, lo que no era del agrado ni de Nerón ni de los mencionados consejeros. En
el año 59 D.C, Nerón asesinó a su madre y pudo ejercer el gobierno con entera responsabilidad.
Era Nerón, por temperamento, más artista que ejecutivo. Tenía más ansias por la carrera teatral
que por brillar en la administración política. Su descuido y sus extravagancias vaciaron el
tesoro público, y como Calígula, también recurrió a la opresión y a la violencia para volverlo a
llenar. Por tal motivo incurrió en el odio del Senado, cuyos miembros temieron que en
cualquier momento diera órdenes para asesinarlos y confiscar sus propiedades.
En el año 64 D.C hubo en Roma un gran incendio que destruyó una parte apreciable de la
ciudad. Se sospechó que Nerón intencionalmente lo había ordenado para agrandar su nueva
Casa de Oro, un espléndido palacio que construyó en el monte Esquilmo. Para desviar de sobre
su cabeza tal acusación, señaló a los cristianos como causantes de tamaño desastre. La actitud
de éstos tan alejada de los gentiles, y más aún, su enseñanza sobre la destrucción final del
mundo por medio de fuego, dio aceptación al cargo. Muchos fueron procesados y torturados
mortalmente. La tradición dice que Pedro y Pablo perecieron en esta persecución, la primera
que hubo en el imperio.
Carecemos de datos para señalar el alcance territorial de la primera persecución. Puede ser que
no haya salido del ámbito de Roma y de sus alrededores, aunque también las provincias pudie-
ron haberse sentido amenazadas. (Compárese I Pedro 4: 12-18.)
Entretanto, los excesos de Nerón le hicieron enteramente impopular. Varias conspiraciones
contra él fallaron y sus adversarios terminaron ejecutados. Pero al fin, una revuelta de las
legiones en las provincias de Galia y España alcanzó éxito. Nerón huyó de Roma y ordenó a uno
de sus libertos que lo matara para no ser apresado.

GALBA, 68 D.C.
El pronunciamiento de las legiones demostró que el imperio estaba realmente a merced del
ejército, ya que éste, sin tomar en cuenta al Senado, podía designar y entronizar su candidato.
Galba, el sucesor de Nerón, no fue electo unánimemente por las legiones. Cuando adoptó a
Lucio Calpurnio Pisón como sucesor suyo, Otón, que había albergado esperanzas de ser
emperador, persuadió a los guardias pretorianos a que asesinaran a Galba para que le dieran el
imperio a él.

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OTÓN, 69 D.C.
El gobierno de Otón duró poco. El Senado ayudó a su designación, pero Vitelio, legado de
Germania, marchó con sus tropas sobre Roma. Otón fue asesinado en la batalla y Vitelio tomó
su lugar.

VITELIO, 69 D.C.
El Senado reconoció a Vitelio, pero éste fue incapaz de controlar la soldadesca y de establecer
un gobierno firme. El ejército de oriente intervino en los sucesos públicos y proclamó
emperador a su general Vespasiano. Este estaba a la sazón sitiando a Jerusalén. Dejando en este
encargo a su hijo Tito, se dirigió a Egipto. Tras subyugar esta provincia suspendió el envío de
alimentos a Roma. Su lugarteniente, Muciano, salió para Italia. No. obstante la valiente
resistencia de las tropas de Vitelio, los partidarios de Vespasiano capturaron y saquearen Roma
Asesinaron a Vitelio, y proclamaron emperador a Vespasiano.

VESPASIANO, 69 AL 79 D.C.
Vespasiano era un auténtico y viejo soldado, frugal en sus hábitos v vigoroso en su
administración. Suprimió las revueltas entre los Bátavos y entre los Galos, mientras Tito
completaba la rendición de Jerusalén. Jerusalén fue totalmente destruida y puesta bajo un
legado militar. Vespasiano aseguró las fronteras concediendo a las principales dependencias los
derechos de provincias. El tesoro adquirió solvencia por medio de una estricta economía y
debido a la imposición de nuevos tributos. Construyó el hoy famoso Coliseo. Murió en el año 79
D.C, y le dejó el trono a Tito, a quien había hecho corregente. Fue el primero de la dinastía
Flavia en la que están incluidos sus dos hijos, Tito y Domiciano.

TITO, 79 AL 81 D.C.
La brevedad del reinado de Tito no le concedió el tiempo necesario para la realización de
sobresalientes hechos. Sin embargo, llegó a ser uno de los más populares emperadores que
tuvo Roma. La magnificencia de las diversiones públicas que patrocinó y su generosidad
desarmaron el latente antagonismo del Senado, que temía que Tito fuera como su padre, un
dictador. En su reinado, Pompeya y Herculano, villas situadas en la Bahía de Nápoles,
desaparecieron como consecuencia de la catastrófica erupción del Vesubio. Tito nombró una
comisión, la cual hizo supremos esfuerzos para el rescate del mayor número posible de las
víctimas. Algunos meses más tarde Roma sufrió un devastador incendio que destruyó el nuevo
Capitolio, el Panteón y los baños de Agripa. Tito llegó al extremo de vender parte de su
mobiliario privado para subsanar las necesidades populares. Erigió nuevos edificios, inclu-
yendo un gran anfiteatro.

DOMICIANO, 81 AL. 96 D.C.


Tito murió el año 81, D.C, sin dejar un Hijo, y el Senado confirió el poder imperial al hermano
menor, Domiciano. Éste era un perfecto autócrata. Trató de levantar el nivel moral de la
sociedad romana restringiendo la corrupción del teatro romano y refrenando la prostitución.
Reconstruyó los templos de los antiguos dioses, y suprimió las religiones extranjeras,
especialmente las que procuraban conversos. Se le atribuyó una persecución de los cristianos,
aunque no hay evidencia de ninguna legislación o acción de tal alcance en contra de ellos
durante su reinado. Demandó adoración para sí, exigiendo que lo saludaran como "Señor y
Dios77. Era economista y fue un buen administrador. Los negocios del imperio estuvieron bien
dirigidos por sus subordinados.
Domiciano era duro por naturaleza y sospechaba de sus rivales. Como carecía de la genialidad
de su hermano Tito, se creó numerosos enemigos. Cuando descubría los complots era implaca-

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ble en su venganza. Los últimos años de su reinado fueron una pesadilla para el Senado, que
vivía bajo el incesante terror a los espías y denunciantes. Ni la familia del emperador se sentía
segura. Por último, en defensa propia, procuraron que fuera asesinado.

NERVA, 96 AL 98 D.C.
El Senado eligió a Nerva como sucesor de Domiciano. Nerva era de avanzada edad y suaves
maneras. Quizás el Senado lo consideraba un candidato inofensivo. Su administración, en lo
general, fue buena, y estuvo exenta de tensiones internas. El ejército estaba resentido a causa
del asesinato de Domiciano, puesto que los Flavios habían conservado su popularidad entre los
círculos militares, Nerva, sin embargo, fue bastante astuto para lograr como sucesor a Trajano,
de reconocido dominio sobre los ejércitos, y con capacidad, para gobernar con mano firme.

TRAJANO, 98 AL 117 D.C.


Nerva murió en el año 98, y Trajano lo sucedió. Era español de nacimiento, de profesión militar,
enérgico y agresivo. Logró la anexión de Dacia, provincia al norte del Danubio, y comenzó a-
engrandecer las fronteras' orientales con la conquista de Armenia, Asiría y Mesopotamia. En el
115-D.C suprimió en el Cercano Oriente una revuelta de los judíos, pero nuevas insurrecciones t
en África, Bretaña, y en las fronteras del Danubio ocasionaron su regreso a Roma. En Cilicia,
camino a la capital, murió. Corría el año 117 D.C
En este ambiente de expansión territorial del imperio creció el cristianismo. Lo que comenzó -
como una desconocida secta judía llegó a convertirse en una religión mundial. Jesús nació
duran el reinado de Augusto (Luc. 2:1); su ministerio público y su muerte ocurrieron en el
tiempo de Tiberio (3:1); el gran período de la expansión misionera tuvo lugar durante el
reinado de Claudio (Hech. 18:2) y de Nerón (25:11 y 12). De acuerdo con la tradición, el
Apocalipsis fue escrito durante el reinado de Domiciano2 y las alusiones que contiene al poder
imperial y al gobierno tiránico pueden haber sido reflejo de las condiciones prevalecientes en
aquella época.
No debe sorprendernos la relativa escasez informativa del Nuevo Testamento acerca de los
hechos contemporáneos del mundo romano. El interés nacional de los Evangelios, y de gran
parte de Los Hechos, principales obras históricas, descansa en el judaísmo, más que en Roma.
Además, el mensaje del Nuevo Testamento se dirigía a la vida espiritual de sus lectores más que
a sus circunstancias externas. El interés de estos escritos se centraba en lo espiritual más bien
que en lo político, y en lo eterno más bien que en lo temporal. Sin embargo, en numerosos
puntos, el Nuevo Testamento tiene conexión con las circunstancias políticas del primer siglo, y
la importancia histórica de tales circunstancias debe interpretarse teniendo a la vista esa
relación.

EL GOBIERNO PROVINCIALISTA
A diferencia de una república en la que el gobierno federal preside sobre los estados que la
integran y éstos están sujetos a una administración y organización uniformes, el Imperio
Romano era una miscelánea de ciudades, estados y territorios independientes entre sí, pero
sujetos todos a un gobierno central
Algunos de ellos se habían convertido en parte del imperio por alianza voluntaria; otros habían
sido anexados por conquista. A medida que Roma extendía su soberanía sobre estos aliados o
tributarios, su maquinaria gubernamental se convertía progresivamente en un sistema
provincialista.

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La palabra latina provincia es la misma que hemos castellanizado y que originalmente
significaba "reducir países por medio de la conquista" o "ejercer un puesto de gobierno en el
país dominado". En el caso de un general triunfante, la palabra "provincia" implicaba tanto su
autoridad como el ámbito en donde la ejercía; el país conquistado se convertía en su provincia,
A medida que Roma conquistaba, nuevos dominios, los organizaba en provincias que
automáticamente formaban parte del sistema imperial.
Roma comenzó la adquisición de provincias con Sicilia, arrebatada a Cartago en la primera
guerra púnica, entre los años 264-241 A.C. En seguida se anexó Sardinia (237 A.C). Luego dos
provincias de España (197 A.C), Macedonia (146 A.C), y África (146 A.C). Asia no fue
conquistada, sino obsequiada al pueblo romano por su rey, en el año 133 A.C, y quedó
organizada en provincia en el año 129 A.C. Las Galias, transalpina y cisalpina, fueron anexadas
allá por el año 118 A.C. La Cirene fue obsequiada a Roma en el año 96 A.C, y Bitinia, otro
obsequio para Roma, le fue ofrecida en el año 75 A.C En el año 67 A.C, Pompeyo anexó Cilicia y
Creta y en el 63 D.C. tomó a Palestina y la hizo provincia de Siria. Con excepción de Italia, la
mayor parte del mundo romano consistía de territorios bajo gobierno provincial.
Esta forma de gobierno era de dos clases. Las provincias que eran relativamente pacíficas y
leales a Roma, estaban gobernadas por procónsules (Hech. 13:7) los cuales eran responsables
ante el Senado romano. Las provincias turbulentas estaban bajo la autoridad directa del
emperador que a menudo estacionaba ejércitos en ellas y quedaban gobernadas por prefectos,
procuradores o propretores nombrados por el emperador y responsables ante él directamente.
A la primera clase pertenecían Acaya, de la cual era procónsul Galión en la época en que Pablo
la visitó (Hech.18:12). Palestina en el tiempo de Cristo estaba bajo la vigilancia del emperador,
cuyo representante era el procurador Pondo Pilato (Mateo 27:11, en donde se traduce
"presidente"). Los procónsules obtenían ese puesto por nombramiento anual, y generalmente
cada año los relevaban. Los procuradores y los propretones retenían su oficio en un lugar
durante tanto tiempo como al emperador le placiese.
Bajo la administración de estos oficiales, las provincias gozaban de considerable libertad. A las
ciudades estados, particularmente, se les permitía conservar su soberanía local y hasta acuñar
moneda. Les romanos nunca estorbaron la libertad religiosa de sus súbditos, de modo que en
cada lugar seguían los cultos aborígenes como de costumbre. Los gobernantes romanos
acostumbraban consultar a los concilios de cada región tocante a problemas de administración.
Los funcionarios que en el desempeño de su representación despojaban a sus gobernados,
podían ser procesados y suspendidos. Aunque es cierto que algunos de los procónsules y
procuradores toleraban los viejos métodos del soborno, la mayoría, probablemente, dieron más
a sus provincias en sabia administración que lo que obtuvieron en dinero. Construyeron
calzadas, engieren edificios públicos y fomentaron rápidamente el comercio.
Para unir más estrechamente a las provincias con la metrópoli, se procedió a colonizar con
ciudadanos romanos los puntos estratégicos de cada una de ellas. La civilización romana se
expandió rápidamente, y en forma tal que con el tiempo las provincias se hicieron más romanas
que Roma. En el siglo u, cuando Roma aún utilizaba predominantemente la lengua griega, Galia,
España y África, eran notablemente latinas.
El culto imperial alcanzó en las provincias su más' amplia aceptación. La adoración al estado
romano y al emperador reinante comenzó con Augusto. Éste ordenó que los ciudadanos
romanos que residían en Efeso y en Nícea erigieran templos en honor de Julio César, y consintió
en que los habitantes de aquellas provincias levantaran altares en honor del propio Augusto.
Los concilios locales, responsables de la dirección del culto en la provincia, fomentaron el culto
al estado.
Un buen ejemplo de lo que era un concilio provincial, lo tenemos en Hechos 19:31, en donde se
hace mención de los "Asiarcas” Éstos eran magistrados a quienes se consideraba responsables

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de la provincia, y los cuales, en caso necesario, podían ejercer el oficio de sumos sacerdotes del
culto del estado. En el citado pasaje de Los Hechos aparecen como amigos de Pablo, ya que le
advirtieron que no se expusiera a la violencia del populacho, en la que hubiera incurrido de
haberse presentado en el teatro.
Las provincias romanas de que se hace mención en el Nuevo Testamento, son: España (Rom.
15:24), Galia (II Tim. 4:10. Algunas traducciones prefieren Galia a Galacia), Ilírico (Rom. 15:19),
Macedonia (Hechos 16:9), Acaya (Rom. 15:26), Asia (Hechos 20:4), Ponto (I Pedro 1:1), Bitínia
(Hech. 16:7), Galacia (Gál 1:2), Capadocia (I Pedro 1:1), Cilicia (Gal. 1:21, Hech. 6:9), Siria: (Gál
1:21), Judea (Gal. 1:22), Chipre (Hech. 13:4), Pamfilia (Hechos 13:13) y Licia (Hech. 27:5).
Algunas de éstas se mencionan más de una vez; y en el caso de Ilírico, su nombre posterior,
Dalmacia, aparece en las Epístolas Pastorales (II Tim. 4:10). Pablo acostumbraba emplear los
nombres provinciales para mencionar estos lugares del imperio, en tanto que Lucas usa
además los nombres regionales de las mismas. A menudo las provincias incluían más de un
grupo étnico; tal acontece con Licaonia, Listra y Derbe (Hechos 14:6 y 11), las cuales
oficialmente, se incluían en la provincia de Galacia.
Los funcionarios públicos se disputaban el gobierno de las provincias, porque encontraban en
él un venero riquísimo de ingresos. Algunos resultaban tan rapaces que las provincias
empobrecían rápidamente debido a los pesados tributos. Otros, dotados de mayor espíritu
público, empleaban los tributos para construir caminos y puertos, con lo que prosperaba el
comercio, y el corriente nivel económico de vida se superaba. Roma consideraba que las
provincias eran su campo legítimo de explotación. Hasta los tiempos de Constantino fueron
tributarias del gobierno central y nunca fueron tratadas como los estados que gozan de iguales
privilegios dentro de una federación común.

LOS REINOS GRIEGOS


La atmósfera cultural del primer siglo no debió su origen únicamente a la organización política
de Roma, sino también a la difusión del espíritu helénico que había penetrado tanto en el Oc-
cidente como en el Oriente. Las conquistas de Roma habían absorbido las colonias griegas
establecidas a lo largo de las costas de Galia y España, en la isla de Sicilia, y en los principales
lugres de la parte sur de la península itálica. La conquista de Acaya, que terminó con el saqueo
de Corinto, en el año 146 A.C., había puesto en poder de los romanos inmensos tesoros de arte
que deportaron para adornar sus propias ciudades. Esclavos griegos, muchos de los cuales eran
más cultos que sus amos, se convirtieron en posesión de la familia romana. A menudo se les
empleaba no tan sólo en los más humildes trabajos manuales, sino también como maestros,
médicos, contadores y sobrestantes de haciendas o de negocios diversos. Además, a las
universidades griegas de Atenas, Rodas, Tarso y otras ciudades-, concurrían jóvenes de la
aristocracia romana que aprendían a hablar el griego, de manera muy semejante a la que los
ingleses, del siglo XIX aprendieron el francés como idioma de la diplomacia y la cultura. En lo
cultural, pues, los vencidos griegos vencieron tan completamente a sus conquistadores que
Roma misma se convirtió en ciudad de habla griega. Lino de los más famosos satíricos de
aquella época, Juvenal, se quejaba diciendo: "Conciudadanos romanos, no puedo soportar una
ciudad completamente griega"3

LAS CONQUISTAS DE ALEJANDRO


En la mitad oriental del mundo romano, escenario de la mayor parte de la acción del Nuevo
Testamento, la expansión de civilización griega comenzó con los comerciantes que llevaban las
mercancías del Peloponeso muy lejos y a todas partes. Ya en el año 600 A.C se conocían en

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Babilonia instrumentos músicos griegos y armas griegas. Mercenarios griegos lucharon en los
ejércitos de Ciro, tal como la muy conocida Anábasis de Jenofonte, "La retirada de los Diez mil",
lo atestigua. La helenización del oriente se apresuró en gran manera debido a las campañas de
Alejandro el Grande. Filipo, su padre, rey de Macedonia, había transformado a los macedonios
en un reino militar unificado. Con los vigorosos campesinos y pastores de aquella región
montañosa organizó un ejército de extraordinaria movilidad y resistencia. Filipo logró en
veinte años someter a las ciudades independientes griegas, que pasaron a ser tributarias de
Macedonia. Cuando murió, allá por el año 337 A.C., había consumado una alianza con los
griegos, por medio de la cual esperaba emprender la conquista del Asia. Alejandro poseía la
agresividad de su padre y una gran habilidad militar escondidos bajo una más gruesa capa de
cultura griega. Había crecido en contacto con la litada, bajo la tutela de Aristóteles, de modo
que conservaba profunda admiración por las tradiciones y los ideales helénicos. En' el 334 A.C.
cruzó el Helesponto, se internó en Asia Menor y derrotó los ejércitos persas en la batalla del río.
Gránico. Liberó las ciudades griegas de la cesta y luego penetró tierra adentro. Volvió a derrotar
a los persas en la batalla de Iso, obteniendo con ello completo dominio sobre el Asia Menor. Se
dirigió entonces hacia el sur por la costa siria, y llegó a Egipto, donde fundó la ciudad de
Alejandría.
Tras dominar a Siria y a Egipto, se movilizó al Oriente y en Arbela infligió una derrota
irreparable al ejército persa. En rápida sucesión ocupó Babilonia y las capitales de Persia, Susán
y Persépolis.
Los tres siguientes años los utilizó en consolidar su nuevo imperio. Alejandro animó a sus
soldados para que se casaran con mujeres de Oriente. Dio principio a la educación de treinta
mil persas en lengua griega. Por medio de campañas posteriores en la India extendió los
linderos de sus dominios hasta el río Indo. Fundo numerosas colonias y exploró regiones que
hasta entonces eran desconocidas para los europeos.
De regreso en Babilonia, Alejandro comenzó los preparativos para la invasión de Arabia,
empresa que no estaba destinada a consumar. Si su éxito en helenizar el Oriente había sido
parcial, también el Oriente parcialmente le había orientalizado. Poco a poco fue adoptando la
actitud de los déspotas del Oriente y se hizo sobremanera arbitrario y desconfiado. La lujuria y
los festines de Babilonia debilitaron su constitución, contrajo fiebres, y murió en el año 324 A.C,
a la edad de treinta y dos años.
El imperio de Alejandro apenas le sobrevivió. No dejó herederos capaces de manejarlo y
finalmente se lo repartieron sus generales. Ptolomeo tomó Egipto y la parte sur de Siria;
Antígono reclamó la mayor parte del norte de Siria y la parte occidental de Babilonia; Lisímaco
retuvo la Tracia y la parte occidental del Asia. Menor y Casandro gobernó Macedonia y Grecia.
El territorio de Antígono fue tomado por. Seleuco I después de la batalla de Ipso en el año 301
A.C, y el reino de Lisímaco también fue absorbido por el reino seléucida.
La incesante hostilidad entre los seléucidas de Siria, y los ptolomeos de Egipto conservó a
Palestina como si dijéramos, entre el yunque y el martillo. La costa plana de Sarón fue el
corredor a lo largo del cual los ejércitos de esas dos potencias marchaban a la guerra. La
cambiante fortuna de las batallas ponía a Palestina a veces bajo el dominio de la una y a veces
bajo el dominio de la otra.

LOS SELÉUCIDAS EN SIRIA


El dominio seléucida en .Asia Menor disminuyó gradualmente, a medida que los pueblos
ganaban su libertad y fundaban sus propios reinos. En Siria, sin embargo, el reinado seléucida
se sostuvo y ejerció poderosa influencia en los asuntos políticos de Palestina. Entre los años
201-200 A.C, Antíoco III de Siria, llamado el Grande, derrotó al ejército egipcio comandado por
el general Escopas en ¡a batalla de Panias, cerca de las fuentes del Jordán en la Palestina norte.

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En dos años, Antíoco III sujetó a toda Palestina y se convirtió en el nuevo amo de los judíos. Al
intentar helenizarlos provocó la revuelta de los Macabeos, que tuvo por resultado un
resurgimiento de la comunidad judía. El dominio seléucida terminó en Palestina cuando
Pompeyo convirtió a Siria en provincia romana, en el año 63 D.C.
La influencia del dominio seléucida fue tremenda. Antioquía, su capital, se convirtió en la
tercera ciudad más grande del imperio romano y en el punto de unión entre Oriente y
Occidente. La lengua y la literatura griegas se diseminaron extensamente por todo el Cercano
Oriente y proporcionaron un fondo común de cultura a los pueblos de Oriente y a los de
Occidente. Numerosas ciudades de Palestina, especialmente en Galilea, eran bilingües y su
religión tenía a la vez el gusto de las deidades de Oriente y el de las de Occidente.

LOS PTOLOMEOS DE EGIPTO


El curso del reino de los ptolomeos en Egipto fue muy semejante al de los seléucidas. La
rivalidad entre ambas potencias fue reconcentrada, v causó numerosas guerras con resultados
varios. Con la muerte de Cleopatra, en el año 30 A.C, pereció el último de los ptolomeos, y Roma
se anexó a Egipto para servirse de él como de granero. La ciudad de Alejandría se convirtió en
notable emporio comercial y centro educativo. Bajo el patronato de los ptolomeos se fundó una
inmensa biblioteca en la cual se preservaron las principales joyas literarias de la antigüedad.
Sus bibliotecarios fueron conspicuos eruditos e iniciaron el estudio de la gramática griega y la
crítica textual.
La influencia judía en Alejandría fue vigorosa desde la fundación de la ciudad. El mismo
Alejandro concedió terrenos a los colonos judíos y los admitió con plena ciudadanía. Bajo
Ptolomeo Filadelfo (2S5-246 A.C.) fueron traducidas al griego las Escrituras judías. Esta
versión, la Septuaginta, se convirtió en la Biblia popular de los judíos de la dispersión. Fue la
Septuaginta la que por lo general usaron los escritores del Nuevo Testamento al citar el Antiguo
Testamento. La calidad del griego varía de libro a libro. En partes es pulida y en partes
repugnantemente literal. No obstante, constituye una valiosa ayuda para, los contemporáneos
estudiantes de la Biblia porque deja ver el sentido en que los traductores interpretaron las
Escrituras Hebreas, y algunas veces revela que hubo un texto hebreo notablemente diferente
del que existe en la actualidad.
Las incesantes luchas entre seléucidas. y. ptolomeos fueron dando origen1 a-diferentes
impuestos sobre la tierra. Eran tan fuertes los gastos del tesoro público que los campesinos,
sobre quienes recaía la parte más pesada, quedaron reducidos a la miseria. Las guerras púnicas
que Roma emprendió destruyeron los mercados occidentales de Egipto y consecuentemente
languideció el comercio. La inquietud popular culminó en rebelión contra el gobierno a en el
abandono de la propiedad, ya que a causa de las excesivas cargas fiscales ningún provecho se
obtenía del suelo. La prosperidad de ambos reinos declinó al correr del primer siglo antes de
Cristo. Quizás esto explique la facilidad con que Roma los venció.

Los EFECTOS CULTURALES


No fueron duraderos los efectos políticos de la conquista helénica del Oriente. Los seléucidas y
los ptolomeos eran vistos como dinastías extranjeras, desligadas del pueblo. Aunque las clases
privilegiadas las sostenían, nunca, adquirieron verdadero carácter griego. Por el contrario, sus
reyes se hicieron absolutos al estilo de los monarcas orientales, y demandaron de su súbdito
obediencia servil. La libre camaradería, característica de la democracia griega, o aquella más
severa organización de la corte macedónica se vieron eclipsadas por el despotismo arbitrario
de aquellos reyes que demandaban honores. Jesús aludía a los seléucidas y a los ptolomeos
cuando dijo que los reyes de los gentiles se llamaban "benefactores" (Lc. 22:25), porque la
palabra griega eurgetes (benefactor) era uno de los títulos que tomaban. Las multitudes sobre

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las cuales gobernaban íes pagaban tributo y se postraban delante de ellos, pero es claro que lo
mismo hubiera hecho delante de cualquier otro amo.
Culturalmente, los seléucidas y ptolomeos introdujeron en Oriente costumbres y gustos
griegos. La arquitectura griega predominó en los centros urbanos donde residían aquellos
reyes. El griego era el idioma de la corte y también del pueblo, según los papiros lo demuestran.
Las cartas amorosas, los pagarés, los recibos, los amuletos, los ensayos, los poemas, las
biografías y las car-, tas comerciales, se escribían en griego. En Egipto se designaba en griego el
título de los gobernantes, aun en el tiempo de la dominación romana. Cada gobernante se
esforzaba en fundir la cultura griega con la vida del pueblo. Los dioses locales recibieron
nombres griegos, y en las principales ciudades se edificaron gimnasios y anfiteatros. Se tendía
sobre el Cercano Oriente el manto de la civilización occidental.
La cultura griega sirvió de medio para la diseminación del Evangelio de Cristo en los primeros
esfuerzos misioneros. Con la Biblia en griego v con el idioma griego como medio universal de
expresión pronto llegó el Evangelio hasta las más lejanas avanzadas de la civilización.

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