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CONGRESO INTERNACIONAL DE DERECHO

AGRARIO PINAR DEL RÍO - CUBA

EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y ANTECEDENTES


LEGALES DEL DERECHO AGRARIO EN COLOMBIA

Por: LILIA CORREA*


OBJETIVOS

L a exposición tiene por fin hacer un rápido recuento histórico de la “prescripción” en


la legislación colombiana desde la época de la Colonia, hasta nuestros días, tratando de
abordar los cambios jurisprudenciales de esta figura jurídica, en relación con la legislación
agraria, para luego centrarla en el proceso de pertenencia establecido por el decreto 508/
74,ratificado por el art. 137 del decreto 2303/89, es decir, el de “SANEAMIENTO DE LA PE-
QUEÑA PROPIEDAD AGRARIA”.

La legislación nacional es el resultado de la fusión de las leyes de ultramar, aunque en


ella tienen mayor influencia los derechos español y el francés, que a la vez se inspiraron en el
romano, el canónico y el germano.

RESEÑA HISTÓRICA

Época de la Colonia: a) Las capitulaciones; b) Los repartimientos; c) La encomienda; e) El


censo.
ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA:

a) Ley 13 de 1821, que ratificó las antiguas posesiones de la época de la Colonia.


b) La división de los resguardos indígenas.
c) La expropiación y posterior acaparamiento de los bienes de manos muertas ocurrida entre
1861 y 1867.

_______________________
* LILIA CORREA. Magistrada del tribunal superior de Tunja. Catedrática de UNIBOYACA
ÉPOCA DE LA REPÚBLICA:

a) Ley 120 de 1928 y la 51 de 1943, reglamentaron el proceso de pertenencia, que tenía como
finalidad solicitar la declaración de dominio. La principal innovación de la ley 120 consis-
tió en permitir la iniciación del proceso de prescripción adquisitiva como acción, pues
antes de ésta el usucapiente debía esperar a que lo demandaran para proponerla como
excepción.
b) Ley 200 de 1936, marcó la iniciación de la Reforma Agraria en el país, aseguró la propie-
dad en favor de los colonos que trabajan las tierras y obligó a una mejor explotación de la
propiedad privada por parte de los dueños.
c) Ley 135 de 1961, creó el Instituto Nacional de la Reforma Agraria “INCORA”.

d) Ley 1ª de 1968, introdujo modificaciones sustanciales sobre predios explotados por arren-
datarios, aparceros y similares. Estableció normas para compra o expropiación de tierras
para dotar a los campesinos que trabajan en ellas. Estableció por primera vez la unidad
agrícola familiar como extensión mínima de tierra para adjudicar.
e) El Decreto 1400 de 1970, Código de Procedimiento Civil que rigió hasta 1989, derogó de
manera expresa las leyes 120 de 1928 y 51 de 1943, consagrando íntegramente la declara-
toria de pertenencia en el art. 413.

f) Ley 4ª de 1973, consagró la prescripción agraria o de corto plazo, para quien creyendo de
buena fe que se trata de tierras baldías posee durante cinco años continuos terrenos de
propiedad privada no explotados económicamente por el dueño en la época de la ocupa-
ción, ni comprendidos dentro de la reserva de otra explotación.

g) Decreto 508 de 1974, cuyo objetivo primordial fue el saneamiento de la pequeña propie-
dad rural, siempre y cuando su extensión no exceda de 15 hectáreas y se hallen económica-
mente explotados. Fue dictado con el fin de establecer mecanismos más sencillos y ágiles
para que la población campesina de muy escasos recursos pudiera sanear su titulación y
así acceder a los mecanismos crediticios que requiere la producción agropecuaria.

h) Ley 6ª de 1975, por la cual se dictan normas sobre contratos de aparcería y otras formas de
explotación de la tierra.

i) Ley 30 de 1988, que corresponde a la nueva Ley Agraria.

j) El Decreto 2303 de 1989, creó la jurisdicción agraria y asignó a ésta el conocimiento y de-
cisión de los conflictos que se origen en las relaciones de naturaleza agraria, especialmente los que
se deriven de la propiedad, posesión y mera tenencia de predios agrarios destinados a las activida-
des agrarias de producción y de
los procesos de transformación y enajenación de los productos, en cuanto no constituyan
estas dos últimas actos mercantiles, ni tales relaciones emanen de un contrato de trabajo.
En el capítulo II consagró entre otras cosas que el proceso de pertenencia, en cuanto se
refiera a bienes agrarios, está sometida a las disposiciones del capítulo I de este decreto,
y también a las reglas especiales del capítulo III del título XII, libro tercero del C. de P.C.
y se rige por las reglas especiales del art. 407 ibídem, sobre la legitimación en causa activa
y pasiva, prescripción de comuneros, prueba relacionada con el certificado expedido por el
Registrador de Instrumentos públicos, efectos de la sentencia, etc. En su artículo 137, al
referirse al proceso de “saneamiento de la pequeña propiedad agraria”, estableció que se
tramitará y decidirá en proceso ordinario conforme a las disposiciones del decreto 2303/
89, con aplicación de las adicionales contenidas en el decreto 508/74, aplicándose en
consecuencia que esta puede ser ordinaria o extraordinaria, pero con la exigencia de ser el
predio inferior a quince hectáreas y se encuentre económicamente explotado. A contrario
sensu, cuando los bienes rurales materia de la usucapión son de una extensión superficiaria
superior a las quince hectáreas, o no están económicamente explotados, o carecen de una
cualquiera de estas características, se adelantarán llana y lisamente por el trámite ordina-
rio agrario, sin sujeción a las normas especiales del decreto 508/74. Es decir, que en estos
casos el prescribiente no necesita demostrar la explotación económica, le basta probar que
ha cumplido con los requisitos de la prescripción, es decir, con la posesión en los términos
del artículo 762 del C.C., por diez años, y la existencia de un título justo y la buena fe, si
de prescripción ordinaria se trata, o la posesión por veinte años, con y/o sin justo título, si
corresponde a la extraordinaria, tampoco debe demostrar la extensión del predio.

k) Ley 160 de 1994 creó el sistema Nacional de la Reforma Agraria y desarrollo Rural Cam-
pesino. Esta ley estuvo inspirada en el precepto constitucional según el cual es deber del
Estado promover el acceso progresivo a la propiedad de la tierra de los trabajadores
agrarios y otros servicios públicos rurales con el fin de mejorar el ingreso y la calidad de
vida de la población campesina; fue desarrollada por los decretos 2263, 2264, 2265 y 2266
de 1994, Decretos 1031, y 1032 de 1995.

l) La ley 160, establece y reglamenta los siguientes aspectos.

• Un subsidio para la adquisición de tierras en las distintas modalidades contempladas en la


misma, el cual está sujeto a la condición resolutoria, que tiene como fin garantizar que el
beneficiario durante los doce años siguientes a su otorgamiento, cumpla con las obligacio-
nes y exigencias señaladas en la ley.
• Un subsidio para la tasa de interés del crédito de tierras en las condiciones financieras que
señale la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario.
• Los mecanismos para la negociación voluntaria de tierras por parte de los campesinos y los
propietarios, en la cual el INCORA solo tiene una función de asesoría, pero una vez concre-
tada la compra por el campesino que tiene la calidad de sujeto de la reforma agraria,
otorga a éste el subsidio establecido y que equivale al 70% del valor de la unidad agrícola
familiar en el nivel predial, el cual es entregado directamente al vendedor como parte de
pago al que se ha obligado el comprador.

• La adquisición de tierras objeto de la Reforma Agraria directamente por el INCORA, lo cual


es viable cuando haya fracasado la anterior negociación. En este evento, el INCORA formu-
lará directamente la oferta de compra al propietario de la tierra, y reunidos los requisitos
se otorgará la correspondiente escritura a nombre del INCORA, que posteriormente la adju-
dicará a las personas sujetos de la reforma agraria y quienes también serán beneficiados
con el subsidio del 70% sobre el valor predial de una U.A.F.

• Finalmente, contempla que si el propietario no acepta la oferta se entenderá agotado el


procedimiento de negociación directa, y se iniciará la etapa de la expropiación.

Esta ley definió qué debe entenderse por Unidad Agrícola Familiar, “U. A. F.”, y la obli-
gatoriedad que ningún sujeto de la reforma agraria puede ser beneficiario de más de una
U.A.F., y delegó en el INCORA la misión de establecer cuál es la extensión de la U.A.F. , para
cada municipio.

Otro aspecto importante de esta ley radica en haber establecido el procedimiento que
debe seguirse para la “Clarificación de la propiedad, deslinde y recuperación de Baldíos
Nacionales”, por cuanto considero que ésta en una gran solución del problema que a diario se
presenta en el trámite de los procesos de pertenencia, cuando el bien a usucapir no se encuen-
tra inscrito o no tiene folio de matrícula en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos.
LA PRESCRIPCIÓN

L a prescripción no es solamente uno de los medios de adquirir el dominio de las cosas


ajenas, sino que también por ella pueden extinguirse las acciones o derechos ajenos cuando
unas y otros han dejado de ejercerse durante cierto tiempo (art. 673 y 2512 del C.C.).
Denomínase usucapión o prescripción adquisitiva el modo por medio del cual, quien ha po-
seído por un periodo determinado y con el lleno de los demás requisitos de ley, gana así el
derecho real de los bienes corporales, raíces o muebles, que están en el comercio humano; en
cambio, la prescripción extintiva o liberatoria no es modo de adquirir, sino manera de extin-
guirse las acciones o derechos personales de quien ha dejado de ejercerlos por un tiempo
determinado, sin que implique, por otra parte, determinación del nuevo titular del derecho del
dominio.

CARNELUTTI, al referirse a la prescripción como medio de extinguir obligaciones y adqui-


rir derechos, expone:

“Las palabras, en la mayoría de los casos ya dicen mucho: con la prescripción extintiva
un derecho se extingue, con la prescripción adquisitiva un derecho se adquiere. Si bien el
segundo adjetivo es menos exacto que el primero, pues no expresa todos los caracteres del
fenómeno, también con la prescripción adquisitiva se extingue un derecho, por la razón de
que si se extingue para un sujeto, se adquiere para otro; y precisamente se extingue para el
primero porque lo adquiere el segundo; por el contrario, con la prescripción extintiva se
extingue el derecho sin que nadie lo adquiera; por este motivo la prescripción adquisitiva, y
no así la extintiva, se resuelve en la transferencia del derecho de un sujeto a otro, como
sucede en lo que se llama, al menos en sentido lato, sucesión.

El tratadista colombiano JOSÉ J. GÓMEZ la define en los siguientes términos :“Es un


modo de adquirir los derechos reales, ajenos, o de constituir derechos reales sobre bienes
ajenos, mediante la posesión de las cosas, por el tiempo y con los requisitos legales”.

FINES DE LA PRESCRIPCIÓN:

Dar seguridad a las relaciones jurídicas, ya que el titular de un derecho o cosa puede
verse privado de él y necesita, para tener seguridad y confianza de lo que le pertenece,
acciones que le permita recuperarlo o conservarlo (acción posesoria: restitutoria y conservatoria,
y acción reivindicatoria).
La prescripción adquisitiva sanciona la posesión reconociéndole el efecto de conferir al
poseedor el derecho real perteneciente a otra persona. Por ello corresponde a uno de los
modos de adquirir el dominio. Entonces, quien no tiene la propiedad de un bien puede adqui-
rirla por el medio de la usucapión. Es la posesión en su función prodigiosa de crear derecho.
Por este aspecto la prescripción es la victoria de la posesión sobre la negligencia. El titular
pierde el derecho, al paso que el poseedor lo adquiere, es una pena para el primero, en tanto
que para el segundo es una recompensa. No hay forma de adquirir de un modo de más hondo
significado social; cuando los asociados descuidan sus bienes, saben que pueden perderlos;
si otros se cuidan de poseerlos, la comunidad pide a sus miembros actividad, trabajo; solo así
el hombre se hace digno de pertenecer a la familia humana; y solo así puede ampararlo la ley
en su patrimonio.

Las instituciones jurídicas no han llegado a decirle sino en muy pocos casos, que para
conservar la propiedad es menester poseerla, trabajarla. Pero sí le han dicho que cuando no
posee el bien que le pertenece, y otro llega y lo posee, lo pierde. El conflicto que surge entre
el titular inactivo y el poseedor, se resuelve en favor del último, dándole la propiedad, siem-
pre que la posesión haya durado por el tiempo requerido. No habrá jamás razones para
impugnar eficazmente esta manera de resolver el conflicto. Ni sacadas de la moral, porque el
abandono del dueño implica un consentimiento tácito en favor del poseedor. Ni sacados de la
equidad, porque no la habría para preferir a quien se ha limitado a tener teóricamente un
derecho, sobre el poseedor que ha vinculado al bien su esfuerzo de varios años. Ni sacadas
de la economía, porque vale más el trabajo que el abandono.
“Los romanos lo vieron así, en su desconcertante sentido común, en su magno criterio
jurídico, “matrona del género humano”, llamaron a la prescripción, y ello no podía ser sino
para referirse a la institución jurídica que por los fines que persigue y las materias a que se
refiere, cubre todas las relaciones humanas patrimoniales, infundiéndoles estabilidad y bo-
nanza.

El artículo 762-2 del C. C. consagra: “el poseedor es reputado dueño, mientras otra
persona no justifique serlo”, presunción que al decir de la Corte Suprema de Justicia “favore-
ce tanto al poseedor demandado como al poseedor demandante (…) la posesión es un hecho
que proporciona ventajas jurídicas. Ordinariamente no se hacen resaltar sino las que aprove-
cha al poseedor demandado, como la de no sufrir el peso de la prueba y como la de estar en
vía de hacerse dueño por prescripción. Pero también existen las que protegen al poseedor
demandante; con la misma usucapión; como la de iniciar acciones posesorias, como la de
promover si es regular la publiciana, etc. El perturbado en la posesión de la cosa o el
despojado de ella, tiene en la presunción del artículo 762 un medio fácil de que se respete su
derecho. No necesita probar dominio sino posesión, protegiéndose ésta, se protege la propie-
dad presunta”. ( Cas. Civil, 7-04-37 C. S. J.)
CLASES DE PRESCRIPCIÒN

En relación con el tiempo, la legislación colombiana contempla:

a) La prescripción ordinaria que requiere justo título y posesión de diez (10) años;

b) La prescripción extraordinaria que no exige ni justo título ni buena fe (aunque puede existir
alguno de éstos), pero debe probarse que el prescribiente ejerció la posesión, en forma
quieta, pacífica y sin clandestinidad por un tiempo igual o superior a veinte (20) años.

c) La prescripción de corto tiempo o de cinco años, llamada también prescripción agraria.


PERTENENCIA SOBRE PREDIOS AGRARIOS MENORES DE QUINCE (15) HECTÁREAS “SANEAMIENTO PEQUEÑA PROPIEDAD AGRARIA”

Hoy vigente la jurisdicción agraria enmarcada dentro del decreto 2303/89, los asuntos
relativos a la prescripción agraria y que se contemplan en el artículo 4 de la ley 4ª de 1973,
cuando se pretenda adquirir por prescripción adquisitiva de dominio, un predio cuya exten-
sión sea inferior a 15 hectáreas, por haberse cumplido todos los requisitos establecidos por la
ley, ya sea en la modalidad de ordinaria o extraordinaria, sobre un inmueble de carácter
agrario y que se encuentre económicamente explotado, se podrá solicitar la declaración de
dominio dándoles aplicación a las normas contenidas en el decreto 2303/89 y al decreto 508/
74 sobre saneamiento de la pequeña propiedad rural.

Los requisitos establecidos por el decreto 508 para que se dé la prescripción agraria
son:

I. La extensión del predio. Debe ser inferior a 15 hectáreas. En la ley 135 (art. 87) se
aceptó como extensión mínima la de tres (3) hectáreas y según esta no se admitía la división
material de un predio en extensión inferior a estas para todos los efectos legales. La extensión
mínima fue modificada por el art. 44 de la Ley 160 de 1994, que estableció que los predios
rurales no podrán fraccionarse por debajo de la extensión determinada por el INCORA como
UNIDAD AGRÍCOLA FAMILIAR “U.A.F.” para el respectivo municipio o zona.

En consecuencia, so pena de nulidad absoluta de acto o contrato, no podrá llevarse a


cabo actuación o negocio alguno del cual resulte la división de un inmueble rural cuya super-
ficie sea inferior a la señalada como unidad agrícola familiar por el Incora para el correspon-
diente municipio.
II. El predio debe ser de naturaleza agraria. El decreto 508/74, en su art. 1º, parágrafo
1º, estableció que el predio debía ser rural. Sin embargo, hoy con la expedición del Estatuto
Agrario, se requiere que el predio además de ser rural, debe ser agrario, es decir, estar econó-
micamente explotado por el usucapiente.
PRESUPUESTOS DE LA PRESCRIPCIÓN EXTRAORDINARIA ADQUISITIVA DEL DOMINIO PARA SANEAMIENTO DE LA PEQUEÑA PROPIE-

DAD AGRARIA

En el proceso de pertenencia de saneamiento de la pequeña propiedad agraria, además


de la explotación económica, deben probarse los siguientes presupuestos:
a) Posesión material en el actor u opositor, según el ángulo desde el cual se alegue;
b) Que la posesión se cumpla en forma pública, pacífica e ininterrumpida;

c) Que la cosa o derecho sobre la cual se ejerce la posesión sea susceptible de adquirirse por
ese modo, y
d) Que la posesión se prolongue por el tiempo requerido por la ley (10 ó 20 años)

LA POSESIÓN EN EL PRESCRIBIENTE:

La posesión la define la Codificación Civil Colombiana en el artículo 762. “La posesión


es la tenencia de una cosa determinada con ánimo de señor o dueño, sea que el dueño o el que
se da por tal, tenga la cosa por sí mismo, o por otra persona que la tenga en lugar o a nombre
de él.

“El poseedor es reputado dueño, mientras otra persona no justifique serlo”.

De la definición de nuestro Código Civil se desprenden los dos elementos clásicos y


tradicionales de la posesión conocidos desde el derecho romano y aceptados generalmente
por la doctrina, consistentes el uno en la intención o voluntad de poseer, y el otro, en la
materialización u objetivación de aquel constitutivo interno, denominados en el leguaje latino
el ánimus y el corpus, respectivamente.

Con el corpus se señala el componente material, físico, que se exterioriza en todos los
actos de dominio que son efectuados en forma continua durante el tiempo en que se prolonga
la posesión y que constituye la manifestación y prueba sensible de la relación de hecho del
hombre con las cosas.

El ánimus es el elemento subjetivo o psíquico de la posesión, el cual debe existir en la


persona que detenta la cosa, se dirige su voluntad a fin de tenerla para él, sin reconocer
dominio ajeno, pues si así no fuera sería únicamente un mero tenedor o poseedor a nombre de
otro.

Si falta el elemento subjetivo sobre la cosa no existe el ánimus; y de la relación de


tenencia no podrá surgir nunca el derecho de propiedad.
Posesión pública e ininterrumpida:

El poseedor debe ejercer los actos de posesión en forma:

1. Pública, no clandestina.
2. Tranquila, pacífica, no violenta.
3. Continua, no discontinua,

4. Inequívoca, no ambigua.
La prescripción puede ser interrumpida en forma civil o natural.

Que el bien sea susceptible de adquirirse por la prescripción:

Puede sentarse la regla general de que pueden ser adquiridos a título de prescripción
todos los bienes que son comerciales, o sea, los que son susceptibles de válida posesión,
principio que está consagrado en el artículo 2518 del Código Civil, cuando establece que se
ganan de este modo los bienes corporales, raíces o muebles, que estén en el comercio huma-
no… y los otros derechos reales que no estén especialmente exceptuados.

En resumen, se pueden adquirir por prescripción el derecho real de propiedad (incluida


la comunidad y la propiedad fiduciaria) y los demás derechos constituidos sobre ella como
los de uso, habitación y usufructo, según la ley 95 de 1890, las servidumbres continuas y
aparentes, puesto que las inaparentes o discontinuas solo pueden adquirirse por medio de un
título (escritura publica) y “ni aún el goce inmemorial bastará para constituirlas”.
Que la posesión se prolongue por el tiempo requerido, veinte años:

Quien pretenda adquirir un bien por prescripción extraordinaria del dominio deberá pro-
bar que ha poseído en forma pacífica, pública e ininterrumpida por espacio de veinte años.
Cuando el prescribiente no ha poseído por el tiempo requerido por la ley, puede comple-
tar dicho tiempo agregando a la suya la de sus antecesores, mediante la figura llamada SUMA
DE POSESIONES, en cuyo caso las toma con sus cualidades y vicios.

SUMA DE POSESIONES

El tema de la transmisión de la posesión es, en materia de juicio de pertenencia, uno de


los que mayores dificultades ofrece y se constituye en piedra angular de muy variada contro-
versia doctrinaria.
La suma de posesiones está contemplada en nuestra legislación patria por los artículos
752,753,778 y 2521 del C.C. Según el primer artículo, si el tradente no es el verdadero dueño
de la cosa que se entrega por él o a su nombre, no se adquieren por medio de la tradición
otros derechos que los transmisibles del mismo tradente de la cosa. A su vez el art. 753,
ibídem, observa que la tradición da al adquirente en los casos y del modo que la ley les
señala, el derecho de ganar por prescripción el dominio de que el tradente carecía, aunque
éste no haya tenido ese derecho.
La Corte Suprema de Justicia ha sostenido reiteradamente: “aunque se venda cosa
ajena, la tradición da al adquirente el derecho de ganar por prescripción el dominio, aunque
el tradente no haya tenido ese derecho”.
Según el art. 778, “sea que se suceda a título universal o singular, la posesión del
sucesor principia en él; a menos que quiera añadir la de su antecesor a la suya; pero en tal
caso se la apropia con sus mismas calidades y vicios”.

“Podrá agregarse, en los mismos términos, a la posesión propia la de una serie no


interrumpida de sucesores”.

En consonancia con esta disposición, el art. 2512 ibídem refiere que si una cosa ha sido
poseída sucesivamente y sin interrupciones por dos o más personas, el tiempo del antecesor
podrá agregarse al tiempo del sucesor, según lo dispone el art. 778 citado, y la posesión
comenzada por una persona difunta continúa en la herencia yacente que se entiende poseer a
nombre del heredero.

REQUISITOS NECESARIOS PARA LA AGREGACIÓN DE POSESIONES

a) La posesión debe ser sucesiva y no interrumpida en tal forma que circunstancias del índole
natural o civil no le hagan perder al poseedor su contacto físico con la cosa.
b) Las posesiones agregadas deben ser útiles para adquirir por prescripción, ya que los
vicios o virtudes de la antecesora se trasmiten (C.C. inciso 1º del art. 778 y art. 2518);
c) La unión de posesiones solamente se consuma si existe un vínculo jurídico entre ambos
poseedores.

Este último requisito se justifica plenamente al decir de la jurisprudencia, “porque, de


no pedirse, la persona que violentamente ha despojado a otra de su posesión, por ejemplo,
podrá agregarla a su propia posesión, y valerse de dicha incorporación para alegar la pres-
cripción adquisitiva.

En tal virtud, si el prescribiente no ha poseído la cosa pretendida durante todo el tiempo


que exige la ley, tratándose de prescripción extraordinaria de veinte años u ordinaria de 10
años, esto no es óbice para que pida la declaración de dominio mediante la agregación o suma
de posesiones si reúne los demás requisitos.
Los dos primeros requisitos no ofrecen ninguna dificultad, no así el último, es decir “la
existencia del vínculo jurídico”, que debe exigirse para acudir a la institución de la suma de
posesiones, y especialmente cuando se trata de venta de derechos y acciones.

La Corte Suprema de Justicia en jurisprudencias que son muchedumbre ha sostenido:


Que el prescribiente cuando acude a la institución de la suma de posesiones para completar el
tiempo requerido por la ley, debe establecer que tiene la calidad de sucesor a título universal
o singular, de la persona o personas a quienes señala como antecesores de la posesión, esto
es, le corresponde demostrar la manera como pasó a él la posesión anterior para que de esta
suerte quede establecida la serie o cadena de posesiones hasta el tiempo requerido. Y gene-
ralizando, se puede afirmar que el prescribiente que junta su posesión a la de sus antecesores,
ha de demostrar la serie de tales posesiones, mediante la prueba de los respectivos traspasos,
pues de lo contrario quedarían sueltos y desvinculados los varios lapsos de la posesión
material

La agregación de posesiones debe realizarse por medio de un vínculo jurídico de cau-


sante a sucesor a título universal por herencia y a título singular mediante contrato, pues no
puede concebirse tal agregación mediante posesiones aisladas. Entonces, si una posesión
termina en un poseedor y no es trasladada a otro mediante titulo idóneo no es posible la
agregación de posesiones y en consecuencia el último poseedor requiere iniciar nueva pose-
sión sobre la cosa y solo desde ese momento comienza a contarse el término.

SUMA DE POSESIONES A TÍTULO SINGULAR

Puede tener origen en un acto jurídico intervivos o en una asignación testamentaria de


cuerpo cierto o legado.

La jurisprudencia de la Corte y la mayoría de los doctrinantes nacionales, como el Dr.


VALENCIA ZEA, el Dr. J. J. GÓMEZ, el Dr. FERNANDO VÉLEZ, el Dr. FERNANDO CANOSA TORRADO,
consideran que para probar el vínculo jurídico cuando se acude a la institución de la suma de
posesiones a título singular, es la escritura pública cuando se trata de bienes inmuebles, en
tanto que otros doctrinantes como el doctor LUIS ALFONSO ACEVEDO PRADA y MARTHA ISABEL
ACEVEDO PRADA sostienen que siendo la posesión un hecho puede comprobarse por cualquier
medio de prueba ordinaria y aun en el caso de que la posesión esté vinculada a un bien
inmueble no requiere de prueba solemne alguna, apartándose con ello de la jurisprudencia
nacional.

Sobre la escritura pública que debe aportarse al proceso cuando se acude a la institu-
ción de la suma de posesiones, algunos sostienen que esta debe estar registrada en la Oficina
de Instrumentos Públicos, entre ellos el Dr. ALBERTO OSPINA BOTERO, ex magistrado de la C. S.
de J., quien sostuvo en sentencia del 13-08-79:
“a) Cuando el prescribiente no haya poseído todo el tiempo necesario para adquirir la cosa
por prescripción, si su antecesor ejecutó actos posesorios, bien puede aquel acudir a la
institución legal de la suma de posesiones, la cual procede cuando se dan estos presupues-
tos: Que exista un vínculo jurídico entre el actual poseedor y su antecesor y que las pose-
siones que se suman sean sucesivas e ininterrumpidas.
“Respecto de la necesidad de acreditar por el prescribiente el primero de los requisitos que
conforman la accesión de posesiones, ha sostenido la doctrina de la Corte que en realidad
debe establecer, por los medios legales pertinentes, que es sucesor, a título singular o
universal, de las personas a quienes señala como antecesores en su posesión, o sea, le
compete ‘acreditar la manera como pasó a él la posesión anterior, para que de esta suerte
quede establecida la serie o cadena de posesiones, ha sostenido la doctrina de la Corte que
en realidad afirmar que el prescribiente que junta a su posesión la de los antecesores, ha de
demostrar la serie de tales posesiones, mediante la prueba de los respectivos traspasos,
pues de lo contrario quedarían sueltos y desvinculados los varios lapsos de posesión ma-
terial’. (Cas. Civ. 30-04-31, XXXIX, 20; 6-06-50, LXVII,695; 6-09-51, LXX, 412).

“b). Entonces, cuando el prescribiente alega la unión de posesiones fundada en que el vínculo
jurídico consiste en un contrato de compraventa celebrado con su antecesor, debe aportar
prueba de tal hecho o negociación, todo lo cual debe ocurrir con sujeción a los preceptos
de orden probatorio, o en otros términos, cuando la negociación entre sucesor y antecesor
se refiere a un bien raíz y el título o documento que la comprende es de aquellos sujetos a
inscripción, deberá aportarse como prueba de haber ocurrido su registro, pues en su defec-
to no tiene mérito probatorio, salvo respecto de sus otorgantes. (Arts. 256 C.P.C., 243 y 44
decreto 1250 de 1970).
En consecuencia, respecto de documentos en que la ley exige su inscripción, como en
las escrituras públicas contentivas de venta de bienes raíces, para que tengan eficacia proba-
toria enfrente de terceros se deben aportar con prueba de haber sido registrados en la corres-
pondiente Oficina de Registro”.

El tratadista FERNANDO CANOSA TORRADO, en su obra “Teoría y Práctica del proceso de


pertenencia”, al referirse a esta institución, sostiene que “la unión de posesiones solamente
se consuma si existe un vínculo jurídico entre ambos poseedores” y que la forma como pasa
la posesión de una persona a otra debe probarse por medio de la existencia del “vínculo
jurídico”, que lo será el que contenga el contrato de compraventa, o el testamento, plasmado
en la correspondiente escritura pública, por cuanto no puede concebirse tal incorporación
mediante posesiones aisladas.
No hay discusión frente a la figura de la suma o agregación de posesiones, por estar
expresamente consagrada en el C. C.
La dificultad está en establecer cuál es ese “vínculo jurídico”, apto para acudir a la suma o agrega-
ción de posesiones. Si es suficiente con aportar la escritura pública en que consta la compraventa de
la posesión sobre el inmueble que pertenece a la masa
sucesoral, por no haberse liquidado la sucesión del causante, o por el contrario se nece-
sita la tramitación del respectivo proceso de sucesión, y en este caso la prueba del vínculo
jurídico lo sería la hijuela donde conste que la posesión del bien le fue adjudicada al heredero
que afirma vender la posesión del inmueble a un tercero. Para unos en el primer caso, se hace
imposible acudir a esta institución, mientras que para otros es viable con la sola aportación de
la correspondiente escritura pública en que conste la venta de la posesión.

El tratadista LUIS ALFONSO ACEVEDO PRADA, en su obra La prescripción y los procesos


declarativos de Pertenencia, sobre el tema expone:
“Por ser la posesión un hecho y no un derecho, no puede decirse en estricta lógica jurídica
que sea susceptible de transferirse porque lo que se trasmite son los derechos de contenido
patrimonial que son los que caen bajo la regulación de los actos jurídicos (convenciones
contratos, etc.); por eso es muy exacta la primera parte del art. 778 cuando dice que la
sucesión del sucesor principia en él. Sin embargo, de lo anterior en materia de prescripción
se permite incorporar a la propia posesión la de los que le hayan precedido en ella, con la
finalidad práctica de hacer posible y más viable la usucapión.
“El hecho de sumar o agregar una o más posesiones a la propia no es de orden público, ya
que él en nada se afecta con esta decisión, y por lo tanto, es un acto eminentemente volun-
tario. Lo que sí es imperativo es que debe apropiárselas con las calidades y vicios que
tengan las anteriores posesiones; por consiguiente, si el actual poseedor regular quiere
añadir la de su antecesor que era irregular, la suma de posesiones se torna irregular y,
consecuencialmente, solo podrá usucapir en forma extraordinaria.
(…).
“También hay que tener presente en la accesión de posesiones que para que ella sea posi-
ble debe tratarse de la transmisión de derechos que puedan ser transferidos……
“¿Cómo se explica este fenómeno? Si la posesión fuera un puro y mero hecho, un simple
acontecimiento material y físico, no podría darse una explicación satisfactoria a este fenó-
meno de trasmisión de la posesión. Pero con lo dicho anteriormente aparecerá muy clara la
razón justificativa de la posibilidad de trasmitir la posesión: Es evidente que el punto de
partida, el fenómeno originario de la posesión y su desenvolvimiento y mantenimiento es
un hecho, una serie de hechos, una situación de hecho comparable con los sentidos; pero
dentro de esta situación se presenta a la consideración del jurista la posesión no como la
suma de los efectos jurídicos, sino como su fuente. O, según dice ENNECCERUS: ‘Entre el
hecho de la posesión y los diferentes derechos del poseedor se interpone la posesión mis-
ma como su matriz. Solo esta representación explica de un modo satisfactorio la
trasmisibilidad de la posesión intervivos y mortis causa, mostrando las pretensiones del
poseedor anterior como emanaciones de un derecho actual que sobrevive al hecho de la
posesión”.
El tratadista ARTURO VALENCIA ZEA señala las siguientes condiciones para que se cumpla
la continuación en la posesión:

“…. Para que un poseedor pueda agregar a su posesión la de sus antecesores se requiere:
a) que sea un ‘sucesor jurídico’; b) que se apropie la misma posesión del transmisor.

“I. Sólo el ‘sucesor jurídico’ puede aspirar a que su posesión sea simple continuación de
una o varias anteriores; el adquirente de una posesión en forma originaria (o por simple
acto unilateral) no es sucesor jurídico y necesariamente comienza un posesión nueva.
“La ‘sucesión jurídica’ se realiza: mediante el negocio jurídico intervivos y mediante la
sucesión mortis causa.

“1) Se verifica la primera cuando la relación posesoria reconoce como causa un negocio
jurídico entre el trasmitente y el adquirente, es decir, la voluntad del poseedor actual de
desprenderse de la posesión en favor del adquirente y la de éste de adquirirla. No importa
que el negocio jurídico no sea plenamente válido, basta la validez natural exigida para que
la posesión pueda existir”.

SUMA DE POSESIONES A TÍTULO UNIVERSAL

Cuando el heredero continúa con la misma posesión que tenía el causante, es decir, que
si este tenía posesión regular, el heredero continúa poseyendo regularmente, en tanto que si
solo tenía posesión irregular el heredero continuará con la misma, y la adquiere, por el solo
hecho de deferírsele la herencia con efecto retroactivo, desde el momento en que la acepte,
sin solución de continuidad desde el instante mismo del fallecimiento del causante, y sin
necesidad de actos materiales de aprehensión o dominio, puesto que a esto equivale la ficción
legal de la posesión de la herencia.

Cuando los herederos obtengan el decreto judicial de posesión efectiva de la herencia,


este constituye un justo título, que lo habilita para prescribir en forma ordinaria con diez años
de posesión o en forma extraordinaria con veinte años, según fuera la clase de posesión que
ostentaba el causante.

VALOR DE LA COMPRAVENTA DE DERECHOS Y ACCIONES EN LA SUMA DE POSESIONES

Se ha sostenido por algunos tratadistas que quien ha adquirido derechos y acciones sobre un bien de
la sucesión por medio de escritura pública, sin haberse tramitado y liquidado el proceso de sucesión
del causante, si el prescribiente acude a la suma de posesiones no es de recibo presentar como prueba
del vínculo jurídico la copia
de la escritura pública por medio de la cual se ha protocolizado la compraventa de los
“derechos y acciones” de los bienes de una sucesión ilíquida, en consecuencia si así lo hacen
la acción de pertenencia no debe prosperar, porque aun cuando podría ser posible que de
hecho las distintas personas que aparecen comprando y vendiendo derechos y acciones sobre
el inmueble que se pretende usucapir hubiesen poseído, lo cierto es que este tipo de transac-
ciones no constituyen título idóneo para acreditar la suma de posesiones por las siguientes
razones:

• La venta de derechos y acciones no constituye acto de enajenación de cuerpo cierto, sino


apenas de derechos incorporales vinculados a una universalidad jurídica.
• La venta de derechos y acciones no transmite ipso jure la posesión del vendedor al com-
prador porque sencillamente aquellos no son susceptibles de poseerse.
• El comprador de derechos y acciones lo que adquiere es la simple expectativa de hacerse
parte en el correspondiente proceso de sucesión y eventualmente de participar en la parti-
ción de la masa herencial en reemplazo de los herederos que las vendieron.
• Aun cuando a través de la compra de derechos y acciones sobre un bien determinado
pudiera el comprador acceder de hecho a la posesión del mismo, desde la perspectiva
jurídica esa posesión solamente alcanzaría la entidad suficiente que reclama el art. 762 del
C.C., en el evento de una consumación plena de 20 años efectivos de posesión enraizados
en una misma persona, pero en tal caso desconociendo la respectiva transacción. La situa-
ción varía cuando de sumar posesiones se trata porque jamás una escritura de venta de
derechos y acciones engendra certeza de que el vendedor transfiere la posesión y mucho
menos que esa posesión esté adscrita a la totalidad del bien.
• Las sucesivas transacciones de derechos y acciones lo único que generan es la transmisión
(subrogación) de los mismos de parte de los auténticos herederos a los terceros que suce-
sivamente continúan transfiriéndolos. Es así como los demandantes pueden y tienen como
única prerrogativa de esa transacción la de concurrir a la apertura, trámite, liquidación y
partición de la masa sucesoral del causante propietario de cuerpo cierto o la de que empie-
cen a contar el tiempo requerido para poder adquirir el dominio por prescripción extraordi-
naria, conforme a lo dicho anteriormente.
• Cuando alguien adquiere derechos y acciones sabe que no está adquiriendo cuerpo cierto;
sabe que ese cuerpo cierto pertenece a una universalidad jurídica; como no adquiere cuer-
po cierto tampoco la facultad legal de sumar una posesión que ni siquiera es susceptible de
estipularse claramente en la correspondiente escritura pública, precisamente porque los
derechos y acciones no son de naturaleza material sino incorporal.
• La transacción de derechos y acciones no garantiza que los vendedores sean los únicos here-
deros y que por consiguiente puedan disponer de la totalidad del bien. Bien podría suceder que una
vez abierto el proceso de sucesión aparecieran nuevos
herederos con iguales o mejores derechos que los de aquellos. Por ello la venta de derechos
y acciones no puede engendrar certeza jurídica de sucesión posesoria.
• Conforme a los artículos 757 y 1013 del C. C. la posesión legal de la herencia, es decir,
aquella que se le defiere al heredero por ministerio de la ley al momento de morir el
causante, no lo habilita para disponer en manera alguna de un inmueble mientras no proce-
da: 1) El decreto judicial de la posesión efectiva y 2) El registro del mismo decreto judicial
y de los títulos que confieren el dominio. Sin la existencia de estos requisitos la mera venta
de derechos y acciones no trasmite la posesión común sino acaso posesión de heredero,
esto es, en representación del causante, o cuanto más, posesión en representación de la
masa herencial.
• El heredero, contrariamente a lo que ocurría con personas que no reúnan esa condición,
puede acceder a dos tipos distintos e independientes de posesión sobre los bienes herenciales:
la primera, la posesión legal de la herencia que se consuma de pleno derecho así no concu-
rran en el heredero el ánimus ni el corpus, la cual lo faculta para exigir frente a otros
herederos los bienes de la herencia e incluso a perseguirlos o reivindicarlos contra terceros
que ostentan la posesión material. Pero en cualquier caso se trata de actos de heredero. En
esta medida cuando el heredero transfiere sus derechos y acciones no hace otra cosa distin-
ta que subrogarlos a otro, es decir, trasmitirle la posibilidad de que judicial o notarialmente
se le adjudique parte de la herencia a través de la correspondiente sentencia de partición.
Ahora bien, cuando el comprador de aquellos derechos acepta esa subrogación no tiene
opción distinta que acudir al proceso de sucesión a exigir el derecho que le transfiere el
vendedor.
• Pero bien puede suceder que el heredero opte por desconocer las bondades o el rigor de la
posesión legal que le defiere la ley en su condición y asuma una posesión con corpus y
ánimus, es decir, bajo las prerrogativas de la posesión común, o sea la de dueño, lo cual es
perfectamente posible y válido; pero en tal caso, debe probar el momento en que intervirtió
su título de heredero por el de poseedor común, es decir, el momento en que operó el
cambio de posesión de heredero por la de posesión material de propietario y, obviamente,
que cuando este heredero trasmite a terceros por escritura pública los derechos y acciones
o gananciales que le correspondan o puedan corresponder en la sucesión del causante, está
poniendo de manifiesto que durante todo el tiempo en que poseyó el bien lo hizo como
poseedor herencial y lo mismo cabe predicarse de los sucesivos transfirientes y comprado-
res de esos derechos.
• He aquí, entonces, de manera concreta, el fundamento jurídico ineludible y contundente
que descarta la posibilidad de que el negocio jurídico contenido en la escritura pública en
la que se señala la compraventa de derechos y acciones herenciales no engendra válida-
mente suma de posesiones. Es que la prerrogativa que da la ley para usucapir descansa
solamente sobre la posesión material con corpus y ánimus, de donde la posesión de here-
dero resulta inadmisible sumarla a la de propietario en los términos del art. 2521 del
Código Civil.
Esta tesis predominó en varios Tribunales del país.

Una segunda tesis está sustentada en que la posesión es un hecho, y en consecuencia es


suficiente que el prescribiente demuestre que efectivamente ha ostentado la posesión mate-
rial sobre el inmueble materia de la usucapión, y que para probar la existencia del vínculo
jurídico que una las distintas posesiones que se quieren sumar a la suya es necesario sola-
mente aportar la escritura pública por la cual adquirieron el bien, con la constancia de haberse
transferido la posesión que el vendedor tenía sobre éste o la prueba de la calidad de heredero
del vendedor.

Esta tesis ha sido consignada en las sentencias del 6-04-99 (con ponencia del Magistra-
do JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ GÓMEZ) y la del 9-06-99 (con ponencia del Magistrado PEDRO LAFONT
PIANETTA), quienes sostuvieron:
“1. Como se sabe, en el derecho civil se distinguen claramente las nociones de título y modo.
Así, el primero es el hecho del hombre o la sola ley que establece obligaciones o lo faculta
para la adquisición de los derechos reales, conforme lo tiene establecido desde antiguo la
doctrina universal, al paso que el segundo es la manera como se ejecuta o realiza el título.
Y precisamente en virtud de estos dos fenómenos los particulares pueden adquirir el dere-
cho de dominio sobre las cosas, el cual permanecerá en cabeza de su propietario mientras
no sobrevenga una causa extintiva del mismo, tal como ocurre con la prescripción adqui-
sitiva que del mismo objeto hace un tercero. Por ello, el legislador ha regulado de manera
específica lo atinente a los modos de adquirir, uno de los cuales es la prescripción adqui-
sitiva, ya ordinaria, o la extraordinaria, con la consecuencia extintiva del derecho de domi-
nio para el anterior propietario (arts. 673 y 2512 del C.C.).
“1.1. Ahora bien, tratándose del modo de la prescripción adquisitiva ordinaria, conforme a lo
dispuesto por el artículo 2528 del Código Civil, se exige para su operancia posesión regu-
lar no interrumpida del usucapiente por el término que las leyes requieren, es decir, diez
años para los bienes raíces, o de tres para los bienes muebles, al tenor del artículo 2529 del
mismo Código. De la misma manera para la prescripción ordinaria exige la ley tan solo la
posesión no interrumpida del bien inmueble por espacio de veinte años, sin que interese
para nada en este caso la existencia o ausencia de justo título y regularidad de la posesión,
pues el ar-tículo 2531, en su numeral segundo, establece una presunción de derecho de la
buena fe del prescribiente “sin embargo de la falta de un título adquisitivo de dominio”.
“1.1.1. Como se ve, el fundamento esencial de la prescripción adquisitiva del derecho de dominio es
la posesión ejercida sobre un bien determinado por el tiempo y con los requisitos exigidos por la ley,
lo que quiere decir entonces que la sentencia que declare haberse adquirido ese derecho real en vir-
tud de la usucapión no es constitutiva del mismo, sino simplemente declarativa, ya que no es la sen-
tencia sino la posesión ejercida sobre el bien acompañada de justo título y buena fe si se trata de la
prescripción adquisitiva ordinaria, o la sola posesión del mismo por espacio de
veinte años, la fuente de donde surge el derecho que el fallo judicial simplemente se limita a
declarar.
“1.1.2. De la propia índole de la prescripción se desprende que al paso que opera como
adquisitiva para quien posee el bien por el tiempo y con los demás requisitos exigidos por
el derecho positivo, se va produciendo, en forma simultánea, la prescripción extintiva para
quien hasta ahora es el propietario del bien. Es decir, que mientras el uno avanza en pos del
derecho de dominio, como usucapiente, para el otro se ve extinguido al punto que así lo ha
consagrado el legislador cuando en el art. 2512 del C. C. preceptúa que ‘la prescripción es
un modo de adquirir las cosas ajenas, o de extinguir las acciones o derechos ajenos, por
haberse poseído las cosas y no haberse ejercido dichas acciones y derechos durante cierto
lapso de tiempo, y concurriendo los demás requisitos legales’, norma esta que guarda
estricta armonía con lo dispuesto por el art. 2538 del mismo código, en cuanto en él se
dispone que operada la prescripción adquisitiva de un derecho, se extingue igualmente la
acción para reclamarlo.

“1.1.3. En virtud del precepto contenido en el art. 778 del C.C., como regla general la pose-
sión del sucesor, ya lo sea a título universal o singular, ‘principia en él’, y, a continuación,
autoriza al poseedor para añadir a la suya la posesión de sus antecesores, caso éste en el
cual ‘se la apropia con sus calidades y vicios’.

“Precisamente para fijar su alcance, tiene por sentado la jurisprudencia de esta Corpora-
ción que ‘con la entrega material o simbólica de la cosa el adquirente obtiene del poseedor
anterior el poder de hecho sobre ella, en la cual no se diferencia de la ocupación como
adquisición originaria. La diferencia entre esta última y la sucesión en la posesión consiste,
en que el traspaso de ésta, cuando es a título singular, supone la existencia de dos volunta-
des dirigidas a un mismo fin; pero no en el sentido en que se forma la voluntad para la
validez de los actos jurídicos por el traspaso de la posesión, es sencillamente un acto real
que se refiere al hecho de ello, distinto, por tanto, de la tradición, la cual se refiere a la
transferencia del derecho de propiedad y requiere para su validez un título traslaticio de
dominio’. (Sent. 25 de noviembre de 1938, G.J. T. XLVII, pág. 417).
Por ello precisa la Corte que para efecto de la suma de posesiones fundada en la transferencia de de-
rechos posesorios efectuada por actos entre vivos, hay que tener en cuenta los derechos que éstos les
confieren conforme a la ley, como es principalmente el derecho del sucesor a iniciar una nueva pose-
sión con el derecho adicional a añadir las posesiones y derechos de ésta que sus antecesores le
hubieren transferido a título universal o singular (art. 778 C:C), con independencia de su registro.
Pues para que este efecto opere resulta indiferente que tales títulos escriturarios se hubiesen registra-
do en el folio de matrícula inmobiliaria, y mucho menos que se hubiese anotado en la primera o sexta
columna correspondiente a los modos adquisitivos del dominio o a los hechos constitutivos de falsa
tradición del dominio, porque no tratándose en este caso de transferencia de dominio en virtud de di-
chos títulos, resulta aquí intrascendente que se haga en una u otra columna. Por el contrario, se trata
acá de una mera transferencia de
los derechos de posesión, que son los que en sentido estricto se transmiten mas no la
posesión misma que, por ser un hecho, solamente se principia y continúa con el derecho a la
suma de las anteriores. Y como se sabe, la posesión es un hecho no sujeto a registro y, por lo
tanto, tampoco lo son los derechos que de ella generalmente se derivan; en tanto que la
tradición es uno de los modos de adquirir el dominio, que requiere, si se trata de inmuebles,
de inscripción registral.

“1.2. Sin embargo, mientras el poseedor estructura el modo de la prescripción adquisitiva de


dominio, el titular de este último, no poseedor, aún continúa con el poder jurídico sobre ese
para gozar y usar de él cumpliendo la función social correspondiente, lo cual implica el
atributo de persecución, para recuperarlo de quien lo detente.
(…)

Después de relacionar las escrituras públicas contentivas del negocio jurídico por el
cual se transfirió la posesión que tenían sobre el bien con la “expresa manifestación de ejercer
sobre él posesión pacífica y tranquila”, tales escrituras públicas fueron inscritas con la indi-
cación expresa de que en todas ellas existe “falsa tradición”, con lo cual queda en claro que
en ninguno de tales actos hubo mutación del titular del derecho de dominio, así los vendedo-
res hubieren expresado la enajenación de este, tan solo queda en pie, en cada una de ellas, la
transferencia de la posesión que en todos se afirma por el respectivo vendedor a quien figura
como comprador y que no tiene otro efecto que la trasferencia de los derechos que dicha
posesión les confirió.

Continúa expresando:

“2.3.1.2. De manera que, como conclusión obligada del análisis de tales documentos, surge
que existe una cadena de títulos escriturarios a partir del 11 de agosto de 1967 (Escritu-
ra…..), en los cuales, en forma sucesiva e ininterrumpida se ha transferido por unos y
adquirido por otros, hasta llegar a EDUARDO MONTÚFAR ERASO, la posesión sobre el bien a que
se refieren los títulos mencionados sin que para ello, como arriba quedó expuesto, tenga
trascendencia alguna que estos últimos se encuentran registrados, ni que, como en el pre-
sente caso, lo haya sido en la sexta columna.

“2.3.1.3. De allí que, siendo indiferente o intrascendente para la demostración de las transfe-
rencia de los derechos posesorios que permitieran la unión de las posesiones mencionadas,
los defectos que le señala la censura al registro de los títulos escriturarios como causa de
la errada valoración jurídica de tales medios de convicción resultan intranscendentes, pues
sin ellos (independiente de la resolución de la Superintendencia de Notariado y Registro)
eran susceptibles de ser valorados por los efectos posesorios mencionados. Siendo ello
así, no resulta, pues, desacertada la aseveración del Tribunal, en cuanto a “la existencia de
un nexo o vínculo jurídico, que una al actual poseedor del bien con sus antecesores”.
El Dr. FERNANDO RAMÍREZ expuso:

… “Como ha tenido oportunidad de explicarlo la jurisprudencia de la Corporación, la


facultad consagrada por el art. 778 del C. Civil en armonía con el art. 2521 ibídem, por
medio de la cual se autoriza la llamada suma o unión de posesiones, a título universal o
singular, tiene como finalidad ‘entre otros fundamentos’, ‘lograr’ ‘la propiedad mediante la
prescripción adquisitiva’ (sent. del 26 de junio de 1986), es decir, permitir acumular,
excepcionándose así el principio de que la posesión comienza en quien la ostente, al tiem-
po posesorio propio, el de uno o varios poseedores anteriores, bajo el supuesto de la
concurrencia de las condiciones que para tal efecto tiene establecidas la doctrina de la
Corte, cuales son: a) que halla (sic.) un título idóneo que sirva de puente o vínculo sustan-
cial entre antecesor y sucesor, b) que antecesor y sucesor hayan ejercido la posesión de
manera ininterrumpida y c) que haya habido entrega del bien, lo cual descarta entonces la
situación de hecho derivada de la usucapión o el despojo (…).

“Bajo la anterior perspectiva, tampoco incurrió en error el Tribunal ‘al hablar de Sumatoria
de Posesiones a título universal’ a favor de la demandada”, porque como se explicó, dicho
análisis fue realizado para verificar la procedencia de la excepción propuesta, fundada en
una posesión material superior a los veinte años, para cuya totalización adicionó la pose-
sión del señor JESÚS ENRIQUE BONILLA ANGARITA a la de la demandada, teniendo como vínculo
el por el ad-quem llamado ‘título universal’, en consideración a la vocación hereditaria de
la segunda frente al primero (su padre). Para tal efecto dijo el Tribunal trayendo a colación
cita de la jurisprudencia de esta Corporación: ‘… Cuando es a título universal (refiriéndo-
se al título traslaticio), la situación es distinta, porque el heredero tiene la posesión misma
del difunto, la cual se continúa pura y simplemente en la persona de aquel. Así, pues, el
solo hecho de deferirse la herencia es suficiente para que automáticamente se adquiera por
el heredero toda posesión que tuviere el de cujus en el momento de su muerte y sin nece-
sidad de ninguna aprehensión material de la cosa por parte del sucesor’. (Casación de 25
de noviembre de 1938, XLVII, pág. 417).

(…..)

Como bien se sabe, la posesión material de acuerdo con la teoría del derecho romano consagrada por
el art. 762 del C. Civil, se compone por dos elementos: corpus (tenencia) y ánimus (intencionalidad
de señor o dueño ). El ánimus supone conocimientos y voluntad para adquirir la posesión
(intencionalidad), que es regla que el art. 783 ibídem excepciona al consagrar como ficción la pose-
sión legal de la herencia, por cuanto establece que ésta se adquiere desde el momento en que muere
la persona de cuya sucesión se trata (art. 1013 ejusdem), aunque el heredero ignore el fallecimiento
de la persona que está llamada a suceder y la existencia de los bienes relictos. La posesión se ad-
quiere, entonces, por ministerio de la ley, sin que sea necesaria la aprehensión material de las cosas,
porque con ella se trata de evitar soluciones de continuidad en la posesión material que venía ejer-
ciendo el difunto y que
habría de continuar en el heredero, razón por la cual la propia norma borra el efecto
posesorio cuando válidamente se repudia la herencia.

“De manera que con respecto al heredero dable resulta distinguir la posesión legal de la
herencia como ficción legal, de la posesión material que recae sobre las cosas corporales,
mueble e inmuebles que conforman el acervo hereditario. La posesión legal, según se vio
difiere de la posesión material, pues aquella es una ficción de la ley que hace caso omiso
de los elementos de la última, porque como lo ha explicado la Corporación, ‘tratándose de
la posesión de la herencia, estos principios no actúan pues el heredero adquiere su pose-
sión de pleno derecho’ (arts. 757, 783 y 1013 del C. C.), aunque el mismo lo ignore y no
tenga las cosas en su poder, lo que puede excluir el ‘ánimus’ y el ‘corpus’. En el fondo
sucede que la posesión legal de heredero es una ficción legal, una posesión ficticia diferen-
te de la verdadera posesión”. (Cas. del 10 de agosto de 1981). Por lo tanto, la posesión
material ni depende de la posesión legal, ni se contrapone a ella, porque como ya se dijo
con independencia de la posesión legal de la herencia, el heredero puede ser poseedor
material de los bienes relictos como situación anterior a la muerte del causante o como
hecho posterior, caso en que resulta procedente la adición de la posesión material del
causante a la posesión igualmente material del sucesor, para lo cual debe aducirse por
quien alega la facultad de sumar, un título universal o singular, que bien puede ser el título
de heredero tratándose de los primeros, como hubo de sostenerlo el a-quo, sin que en dicho
raciocinio se verifique error alguno.
“… hipótesis en la cual es menester, entre otras circunstancias, que quien pretenda aprove-
charse de tal prerrogativa sucede a la persona que designa como antecesora en la posesión,
bien a título universal, o a título singular, es decir, que su posesión y la de aquel estén
ligadas por un ‘…título idóneo que sirva de puente o vínculo sustancial entre antecesor y
sucesor’, pues la agregación o incorporación de posesiones de que habla el artículo 778
del C. C., como de antaño lo ha precisado la Corte, ‘… tiene que realizarse a través del
vínculo jurídico del causante a sucesor, que es el puente por donde el primero trasmite al
segundo, a título universal, por herencia, o singular, por contrato, las ventajas derivadas del
hecho de una posesión que se ha tenido. No puede concebirse el fenómeno de la incorpo-
ración de posesiones en las que están aisladas unas de otras, en que no haya mediado
trasmisión de una persona a otra por herencia, o legado, o bien por contrato o conven-
ción….” (G.J. LX, 810).
(….)
“En el anterior orden de ideas, si las actas de estado civil mencionadas acreditan que por la
muerte de JESÚS ENRIQUE BONILLA ANGARITA, padre de la demandada, ésta sucede a aquel a quien designó
como antecesor en la posesión del predio mencionado, es evidente que el a-quo no incurrió en el des-
acierto que se le endilga, pues ellas demuestran el vínculo por el cual el causante transmitió a la de-
mandada, al título indicado, los derechos derivados de la posesión ejercida sobre el bien
perseguido habilitándola para agregar al tiempo de su posesión personal, el periodo durante el
cual lo poseyó aquel.

De igual manera resulta infundada la crítica que se le formula por estimar tales actas
para “…demostrar la suma o accesión de posesiones de que trata (sic) los arts. 778 y 2521
del C. C…”, o los hechos constitutivos de la posesión material alegada por la demandada,
pues ellas sirvieron a la demostración, no de la institución mencionada sino de uno de sus
elementos estructurales, como es el vínculo que permite ligar la posesión del sucesor con la
de su antecesor en ella, labor en la cual no se vislumbra el yerro denunciado, pues como lo ha
precisado la Corte, “… hay que acudir a las pruebas propias del estado civil cuando sea
indispensable acreditar que la posesión ha pasado de padres a hijos” (G.J.XXXIX, 21). Por
otra parte, como de tales probanzas no extrajo el sentenciador la prueba del hecho material de
la posesión ejercida por la demanda, la crítica que en el punto se le formula no se aviene con
la argumentación verdaderamente expuesta en el fallo impugnado y en manera alguna puede
servir para dar paso a la casación del mismo….”.
El tratadista FERNANDO CANOSA TORRADO, en su obra Teoría y práctica del proceso de
pertenencia, sostiene tesis similar a la expuesta por la Corte Suprema de Justicia en las
anteriores providencias en cuanto al vínculo jurídico que se requiere para la suma de posesio-
nes, solo que considera que la venta de derechos y acciones es venta de cosa ajena, pero
agrega que en este caso se está frente a la venta de cosa ajena.
(…)

“En la suma de posesiones o incorporación de posesiones debe distinguirse la venta de


derechos universales o de herencia de la venta de determinados objetos hereditarios.

“La venta de objetos hereditarios es contrato totalmente distinto a la cesión del derecho de
herencia que se rige por las reglas generales de la compraventa, de modo que si al heredero
no se adjudica la cosa vendida, vendería cosa ajena (art. 1899 inc. 3º C.C.), pues lo único
que exige la ley es que la cosa no pertenezca al comprador (art. 1872 inc. 1º), poco importa
que sea o no del vendedor porque la venta de cosa ajena vale sin perjuicio de los derechos
del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el paso del tiempo. Vale porque
la compraventa impone solamente la obligación de entregar siempre que se trate de una
cosa determinada comerciable, que exista y que no pertenezca al comprador pues la obli-
gación del vendedor no es la de hacer dueño al comprador, de la cosa sino la de darle la
posesión pacífica de ella. En esto se siguieron los principios del derecho romano y se
desatendieron los del derecho francés donde el título de compraventa es a la vez modo.
“O sea, que el contrato de compraventa de cosa ajena es válido y engendra para las partes las
obligaciones del contrato; si el vendedor se obliga a entregar la cosa, él verá de qué manera cumple.
Si no la entrega, el comprador puede a su arbitrio pedir la resolución o el cumplimiento con indemni-
zación de perjuicios, pero entregando la
cosa, queda con la obligación de pagar el precio. Aquí la única acción que no se puede
instaurar es la de nulidad del contrato de venta”.
En conclusión, a raíz de las sentencias señaladas, se ha sentado la tesis de que el
prescribiente que desea sumar a su posesión la de sus antecesores, cuando ha adquirido
posesión de derechos herenciales, puede sumar a su posesión la de su o sus antecesores,
solicitar la suma de dichas posesiones y para probar el vínculo jurídico que las une solo debe
probar que quien le vendió dichos derechos y acciones era heredero del causante y que tales
derechos los adquirió por escritura pública con o sin registro.

No cabe duda de que estas sentencias constituyen un avance importante en la aplica-


ción del derecho agrario, porque con ello se hace una mayor justicia a quienes dedican su
capacidad de trabajo al agro, y ejercen la posesión material sobre los bienes, ya que antes era
casi imposible probar la existencia del vínculo jurídico que unía las distintas posesiones que
se pretendía sumar, y entonces solo existía la posibilidad de abrir el correspondiente proceso
de sucesión del último titular de derechos reales inscrito o poseer el bien la misma persona
durante veinte años continuos.

Con la creación de la Corte Constitucional, por mandato de la Constitución Política de


1991, esta importantísima Corporación también ha terciado en la polémica pero se ha proyec-
tado aún más lejos al considerar y calificar a la posesión, como uno de los llamados por la
nueva carta “derechos fundamentales” de tal trascendencia, que entonces aparece aparejado
y enlistado al lado de los derechos a la vida, la libertad, la propiedad, trabajo, salud, educa-
ción, etc.

Para una mayor ilustración oigamos entonces las sabias palabras del máximo Tribunal
en asuntos constitucionales:

“… Ciertamente en un país con los problemas estructurales de pobreza y subdesarrollo


como Colombia, la justicia a nivel de utilización racional de sus recursos económicos y la
función social de los mismos hacen imperativo su ingreso e incorporación efectiva en la
economía nacional. Y por su naturaleza y alcance una de las vías más eficaces para lograr-
lo es, precisamente, el estímulo y la protección a formas concretas de posesión material
económica como instrumento privilegiado de acceso a la propiedad…
“De consiguiente, la posesión resulta ser un poder de hecho jurídicamente relevante que por
su naturaleza puede ser instrumento efectivo de acceso a la propiedad y como tal guarda con este últi-
mo derecho una conexidad de efectos sociales muy saludables que no pueden ignorarse especialmente
en el ámbito del estado social de derecho, cuyas consecuencias y características esta Corte ha tenido
la oportunidad de reseñar en algunos de sus recientes pronunciamientos… ‘por todo lo anterior, no es
infundado afirmar que en la actual coyuntura colombiana la posesión es un derecho fundamental. En
efecto, como ya se señaló tiene conexión íntima con el derecho de propiedad, lo cual constituye en
opinión de esta Corte uno de los criterios específicos
para la determinación de esa categoría jurídica abierta que es el derecho constitucional
fundamental.

“Además la ontología y especificidad de la relación posesoria y de sus consecuencias


económicas y sociales son de tal relevancia en el seno de la comunidad y para el logro de
sus fines, que esta Corte reconoce que la posesión tiene, igualmente, entidad autónoma
de tales características y relevancias que ella es hoy por sí sola con todas sus consecuen-
cias, un derecho constitucional fundamental de carácter económico y social…”. (sent. H.
C. Constitucional del 12-08-92).

Entonces hoy por hoy en nuestro país (en nuestras instituciones jurídicas máximas), no
puede caber ninguna duda y constituye verdad inconcusa que la posesión no solo es un
derecho de cualquier orden o categoría sino un derecho (real) fundamental de carácter y
contenido económico y social y esto no en concepto de cualquier tratadista, maestro, o juez
de la República, sino de la máxima Corporación encargada del control de toda la legislación
ordinaria y constitucional.

Esta nueva tesis lleva a darle aplicación al verdadero sentido que inspiró al legislador
cuando dictó el decreto 508/74, consagrado igualmente en el art. 137 del decreto 2303/89,
pues va a legalizar la adquisición del derecho real de propiedad a todas las personas que han
adquirido los bienes inmuebles por escritura pública, pero como compra de derechos y accio-
nes, solucionando con ello un verdadero problema social.
BIBLIOGRAFÍA

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