P Pertenencia Agraria PDF
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RESEÑA HISTÓRICA
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* LILIA CORREA. Magistrada del tribunal superior de Tunja. Catedrática de UNIBOYACA
ÉPOCA DE LA REPÚBLICA:
a) Ley 120 de 1928 y la 51 de 1943, reglamentaron el proceso de pertenencia, que tenía como
finalidad solicitar la declaración de dominio. La principal innovación de la ley 120 consis-
tió en permitir la iniciación del proceso de prescripción adquisitiva como acción, pues
antes de ésta el usucapiente debía esperar a que lo demandaran para proponerla como
excepción.
b) Ley 200 de 1936, marcó la iniciación de la Reforma Agraria en el país, aseguró la propie-
dad en favor de los colonos que trabajan las tierras y obligó a una mejor explotación de la
propiedad privada por parte de los dueños.
c) Ley 135 de 1961, creó el Instituto Nacional de la Reforma Agraria “INCORA”.
d) Ley 1ª de 1968, introdujo modificaciones sustanciales sobre predios explotados por arren-
datarios, aparceros y similares. Estableció normas para compra o expropiación de tierras
para dotar a los campesinos que trabajan en ellas. Estableció por primera vez la unidad
agrícola familiar como extensión mínima de tierra para adjudicar.
e) El Decreto 1400 de 1970, Código de Procedimiento Civil que rigió hasta 1989, derogó de
manera expresa las leyes 120 de 1928 y 51 de 1943, consagrando íntegramente la declara-
toria de pertenencia en el art. 413.
f) Ley 4ª de 1973, consagró la prescripción agraria o de corto plazo, para quien creyendo de
buena fe que se trata de tierras baldías posee durante cinco años continuos terrenos de
propiedad privada no explotados económicamente por el dueño en la época de la ocupa-
ción, ni comprendidos dentro de la reserva de otra explotación.
g) Decreto 508 de 1974, cuyo objetivo primordial fue el saneamiento de la pequeña propie-
dad rural, siempre y cuando su extensión no exceda de 15 hectáreas y se hallen económica-
mente explotados. Fue dictado con el fin de establecer mecanismos más sencillos y ágiles
para que la población campesina de muy escasos recursos pudiera sanear su titulación y
así acceder a los mecanismos crediticios que requiere la producción agropecuaria.
h) Ley 6ª de 1975, por la cual se dictan normas sobre contratos de aparcería y otras formas de
explotación de la tierra.
j) El Decreto 2303 de 1989, creó la jurisdicción agraria y asignó a ésta el conocimiento y de-
cisión de los conflictos que se origen en las relaciones de naturaleza agraria, especialmente los que
se deriven de la propiedad, posesión y mera tenencia de predios agrarios destinados a las activida-
des agrarias de producción y de
los procesos de transformación y enajenación de los productos, en cuanto no constituyan
estas dos últimas actos mercantiles, ni tales relaciones emanen de un contrato de trabajo.
En el capítulo II consagró entre otras cosas que el proceso de pertenencia, en cuanto se
refiera a bienes agrarios, está sometida a las disposiciones del capítulo I de este decreto,
y también a las reglas especiales del capítulo III del título XII, libro tercero del C. de P.C.
y se rige por las reglas especiales del art. 407 ibídem, sobre la legitimación en causa activa
y pasiva, prescripción de comuneros, prueba relacionada con el certificado expedido por el
Registrador de Instrumentos públicos, efectos de la sentencia, etc. En su artículo 137, al
referirse al proceso de “saneamiento de la pequeña propiedad agraria”, estableció que se
tramitará y decidirá en proceso ordinario conforme a las disposiciones del decreto 2303/
89, con aplicación de las adicionales contenidas en el decreto 508/74, aplicándose en
consecuencia que esta puede ser ordinaria o extraordinaria, pero con la exigencia de ser el
predio inferior a quince hectáreas y se encuentre económicamente explotado. A contrario
sensu, cuando los bienes rurales materia de la usucapión son de una extensión superficiaria
superior a las quince hectáreas, o no están económicamente explotados, o carecen de una
cualquiera de estas características, se adelantarán llana y lisamente por el trámite ordina-
rio agrario, sin sujeción a las normas especiales del decreto 508/74. Es decir, que en estos
casos el prescribiente no necesita demostrar la explotación económica, le basta probar que
ha cumplido con los requisitos de la prescripción, es decir, con la posesión en los términos
del artículo 762 del C.C., por diez años, y la existencia de un título justo y la buena fe, si
de prescripción ordinaria se trata, o la posesión por veinte años, con y/o sin justo título, si
corresponde a la extraordinaria, tampoco debe demostrar la extensión del predio.
k) Ley 160 de 1994 creó el sistema Nacional de la Reforma Agraria y desarrollo Rural Cam-
pesino. Esta ley estuvo inspirada en el precepto constitucional según el cual es deber del
Estado promover el acceso progresivo a la propiedad de la tierra de los trabajadores
agrarios y otros servicios públicos rurales con el fin de mejorar el ingreso y la calidad de
vida de la población campesina; fue desarrollada por los decretos 2263, 2264, 2265 y 2266
de 1994, Decretos 1031, y 1032 de 1995.
Esta ley definió qué debe entenderse por Unidad Agrícola Familiar, “U. A. F.”, y la obli-
gatoriedad que ningún sujeto de la reforma agraria puede ser beneficiario de más de una
U.A.F., y delegó en el INCORA la misión de establecer cuál es la extensión de la U.A.F. , para
cada municipio.
Otro aspecto importante de esta ley radica en haber establecido el procedimiento que
debe seguirse para la “Clarificación de la propiedad, deslinde y recuperación de Baldíos
Nacionales”, por cuanto considero que ésta en una gran solución del problema que a diario se
presenta en el trámite de los procesos de pertenencia, cuando el bien a usucapir no se encuen-
tra inscrito o no tiene folio de matrícula en la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos.
LA PRESCRIPCIÓN
“Las palabras, en la mayoría de los casos ya dicen mucho: con la prescripción extintiva
un derecho se extingue, con la prescripción adquisitiva un derecho se adquiere. Si bien el
segundo adjetivo es menos exacto que el primero, pues no expresa todos los caracteres del
fenómeno, también con la prescripción adquisitiva se extingue un derecho, por la razón de
que si se extingue para un sujeto, se adquiere para otro; y precisamente se extingue para el
primero porque lo adquiere el segundo; por el contrario, con la prescripción extintiva se
extingue el derecho sin que nadie lo adquiera; por este motivo la prescripción adquisitiva, y
no así la extintiva, se resuelve en la transferencia del derecho de un sujeto a otro, como
sucede en lo que se llama, al menos en sentido lato, sucesión.
FINES DE LA PRESCRIPCIÓN:
Dar seguridad a las relaciones jurídicas, ya que el titular de un derecho o cosa puede
verse privado de él y necesita, para tener seguridad y confianza de lo que le pertenece,
acciones que le permita recuperarlo o conservarlo (acción posesoria: restitutoria y conservatoria,
y acción reivindicatoria).
La prescripción adquisitiva sanciona la posesión reconociéndole el efecto de conferir al
poseedor el derecho real perteneciente a otra persona. Por ello corresponde a uno de los
modos de adquirir el dominio. Entonces, quien no tiene la propiedad de un bien puede adqui-
rirla por el medio de la usucapión. Es la posesión en su función prodigiosa de crear derecho.
Por este aspecto la prescripción es la victoria de la posesión sobre la negligencia. El titular
pierde el derecho, al paso que el poseedor lo adquiere, es una pena para el primero, en tanto
que para el segundo es una recompensa. No hay forma de adquirir de un modo de más hondo
significado social; cuando los asociados descuidan sus bienes, saben que pueden perderlos;
si otros se cuidan de poseerlos, la comunidad pide a sus miembros actividad, trabajo; solo así
el hombre se hace digno de pertenecer a la familia humana; y solo así puede ampararlo la ley
en su patrimonio.
Las instituciones jurídicas no han llegado a decirle sino en muy pocos casos, que para
conservar la propiedad es menester poseerla, trabajarla. Pero sí le han dicho que cuando no
posee el bien que le pertenece, y otro llega y lo posee, lo pierde. El conflicto que surge entre
el titular inactivo y el poseedor, se resuelve en favor del último, dándole la propiedad, siem-
pre que la posesión haya durado por el tiempo requerido. No habrá jamás razones para
impugnar eficazmente esta manera de resolver el conflicto. Ni sacadas de la moral, porque el
abandono del dueño implica un consentimiento tácito en favor del poseedor. Ni sacados de la
equidad, porque no la habría para preferir a quien se ha limitado a tener teóricamente un
derecho, sobre el poseedor que ha vinculado al bien su esfuerzo de varios años. Ni sacadas
de la economía, porque vale más el trabajo que el abandono.
“Los romanos lo vieron así, en su desconcertante sentido común, en su magno criterio
jurídico, “matrona del género humano”, llamaron a la prescripción, y ello no podía ser sino
para referirse a la institución jurídica que por los fines que persigue y las materias a que se
refiere, cubre todas las relaciones humanas patrimoniales, infundiéndoles estabilidad y bo-
nanza.
El artículo 762-2 del C. C. consagra: “el poseedor es reputado dueño, mientras otra
persona no justifique serlo”, presunción que al decir de la Corte Suprema de Justicia “favore-
ce tanto al poseedor demandado como al poseedor demandante (…) la posesión es un hecho
que proporciona ventajas jurídicas. Ordinariamente no se hacen resaltar sino las que aprove-
cha al poseedor demandado, como la de no sufrir el peso de la prueba y como la de estar en
vía de hacerse dueño por prescripción. Pero también existen las que protegen al poseedor
demandante; con la misma usucapión; como la de iniciar acciones posesorias, como la de
promover si es regular la publiciana, etc. El perturbado en la posesión de la cosa o el
despojado de ella, tiene en la presunción del artículo 762 un medio fácil de que se respete su
derecho. No necesita probar dominio sino posesión, protegiéndose ésta, se protege la propie-
dad presunta”. ( Cas. Civil, 7-04-37 C. S. J.)
CLASES DE PRESCRIPCIÒN
a) La prescripción ordinaria que requiere justo título y posesión de diez (10) años;
b) La prescripción extraordinaria que no exige ni justo título ni buena fe (aunque puede existir
alguno de éstos), pero debe probarse que el prescribiente ejerció la posesión, en forma
quieta, pacífica y sin clandestinidad por un tiempo igual o superior a veinte (20) años.
Hoy vigente la jurisdicción agraria enmarcada dentro del decreto 2303/89, los asuntos
relativos a la prescripción agraria y que se contemplan en el artículo 4 de la ley 4ª de 1973,
cuando se pretenda adquirir por prescripción adquisitiva de dominio, un predio cuya exten-
sión sea inferior a 15 hectáreas, por haberse cumplido todos los requisitos establecidos por la
ley, ya sea en la modalidad de ordinaria o extraordinaria, sobre un inmueble de carácter
agrario y que se encuentre económicamente explotado, se podrá solicitar la declaración de
dominio dándoles aplicación a las normas contenidas en el decreto 2303/89 y al decreto 508/
74 sobre saneamiento de la pequeña propiedad rural.
Los requisitos establecidos por el decreto 508 para que se dé la prescripción agraria
son:
I. La extensión del predio. Debe ser inferior a 15 hectáreas. En la ley 135 (art. 87) se
aceptó como extensión mínima la de tres (3) hectáreas y según esta no se admitía la división
material de un predio en extensión inferior a estas para todos los efectos legales. La extensión
mínima fue modificada por el art. 44 de la Ley 160 de 1994, que estableció que los predios
rurales no podrán fraccionarse por debajo de la extensión determinada por el INCORA como
UNIDAD AGRÍCOLA FAMILIAR “U.A.F.” para el respectivo municipio o zona.
DAD AGRARIA
c) Que la cosa o derecho sobre la cual se ejerce la posesión sea susceptible de adquirirse por
ese modo, y
d) Que la posesión se prolongue por el tiempo requerido por la ley (10 ó 20 años)
LA POSESIÓN EN EL PRESCRIBIENTE:
Con el corpus se señala el componente material, físico, que se exterioriza en todos los
actos de dominio que son efectuados en forma continua durante el tiempo en que se prolonga
la posesión y que constituye la manifestación y prueba sensible de la relación de hecho del
hombre con las cosas.
1. Pública, no clandestina.
2. Tranquila, pacífica, no violenta.
3. Continua, no discontinua,
4. Inequívoca, no ambigua.
La prescripción puede ser interrumpida en forma civil o natural.
Puede sentarse la regla general de que pueden ser adquiridos a título de prescripción
todos los bienes que son comerciales, o sea, los que son susceptibles de válida posesión,
principio que está consagrado en el artículo 2518 del Código Civil, cuando establece que se
ganan de este modo los bienes corporales, raíces o muebles, que estén en el comercio huma-
no… y los otros derechos reales que no estén especialmente exceptuados.
Quien pretenda adquirir un bien por prescripción extraordinaria del dominio deberá pro-
bar que ha poseído en forma pacífica, pública e ininterrumpida por espacio de veinte años.
Cuando el prescribiente no ha poseído por el tiempo requerido por la ley, puede comple-
tar dicho tiempo agregando a la suya la de sus antecesores, mediante la figura llamada SUMA
DE POSESIONES, en cuyo caso las toma con sus cualidades y vicios.
SUMA DE POSESIONES
En consonancia con esta disposición, el art. 2512 ibídem refiere que si una cosa ha sido
poseída sucesivamente y sin interrupciones por dos o más personas, el tiempo del antecesor
podrá agregarse al tiempo del sucesor, según lo dispone el art. 778 citado, y la posesión
comenzada por una persona difunta continúa en la herencia yacente que se entiende poseer a
nombre del heredero.
a) La posesión debe ser sucesiva y no interrumpida en tal forma que circunstancias del índole
natural o civil no le hagan perder al poseedor su contacto físico con la cosa.
b) Las posesiones agregadas deben ser útiles para adquirir por prescripción, ya que los
vicios o virtudes de la antecesora se trasmiten (C.C. inciso 1º del art. 778 y art. 2518);
c) La unión de posesiones solamente se consuma si existe un vínculo jurídico entre ambos
poseedores.
Sobre la escritura pública que debe aportarse al proceso cuando se acude a la institu-
ción de la suma de posesiones, algunos sostienen que esta debe estar registrada en la Oficina
de Instrumentos Públicos, entre ellos el Dr. ALBERTO OSPINA BOTERO, ex magistrado de la C. S.
de J., quien sostuvo en sentencia del 13-08-79:
“a) Cuando el prescribiente no haya poseído todo el tiempo necesario para adquirir la cosa
por prescripción, si su antecesor ejecutó actos posesorios, bien puede aquel acudir a la
institución legal de la suma de posesiones, la cual procede cuando se dan estos presupues-
tos: Que exista un vínculo jurídico entre el actual poseedor y su antecesor y que las pose-
siones que se suman sean sucesivas e ininterrumpidas.
“Respecto de la necesidad de acreditar por el prescribiente el primero de los requisitos que
conforman la accesión de posesiones, ha sostenido la doctrina de la Corte que en realidad
debe establecer, por los medios legales pertinentes, que es sucesor, a título singular o
universal, de las personas a quienes señala como antecesores en su posesión, o sea, le
compete ‘acreditar la manera como pasó a él la posesión anterior, para que de esta suerte
quede establecida la serie o cadena de posesiones, ha sostenido la doctrina de la Corte que
en realidad afirmar que el prescribiente que junta a su posesión la de los antecesores, ha de
demostrar la serie de tales posesiones, mediante la prueba de los respectivos traspasos,
pues de lo contrario quedarían sueltos y desvinculados los varios lapsos de posesión ma-
terial’. (Cas. Civ. 30-04-31, XXXIX, 20; 6-06-50, LXVII,695; 6-09-51, LXX, 412).
“b). Entonces, cuando el prescribiente alega la unión de posesiones fundada en que el vínculo
jurídico consiste en un contrato de compraventa celebrado con su antecesor, debe aportar
prueba de tal hecho o negociación, todo lo cual debe ocurrir con sujeción a los preceptos
de orden probatorio, o en otros términos, cuando la negociación entre sucesor y antecesor
se refiere a un bien raíz y el título o documento que la comprende es de aquellos sujetos a
inscripción, deberá aportarse como prueba de haber ocurrido su registro, pues en su defec-
to no tiene mérito probatorio, salvo respecto de sus otorgantes. (Arts. 256 C.P.C., 243 y 44
decreto 1250 de 1970).
En consecuencia, respecto de documentos en que la ley exige su inscripción, como en
las escrituras públicas contentivas de venta de bienes raíces, para que tengan eficacia proba-
toria enfrente de terceros se deben aportar con prueba de haber sido registrados en la corres-
pondiente Oficina de Registro”.
“…. Para que un poseedor pueda agregar a su posesión la de sus antecesores se requiere:
a) que sea un ‘sucesor jurídico’; b) que se apropie la misma posesión del transmisor.
“I. Sólo el ‘sucesor jurídico’ puede aspirar a que su posesión sea simple continuación de
una o varias anteriores; el adquirente de una posesión en forma originaria (o por simple
acto unilateral) no es sucesor jurídico y necesariamente comienza un posesión nueva.
“La ‘sucesión jurídica’ se realiza: mediante el negocio jurídico intervivos y mediante la
sucesión mortis causa.
“1) Se verifica la primera cuando la relación posesoria reconoce como causa un negocio
jurídico entre el trasmitente y el adquirente, es decir, la voluntad del poseedor actual de
desprenderse de la posesión en favor del adquirente y la de éste de adquirirla. No importa
que el negocio jurídico no sea plenamente válido, basta la validez natural exigida para que
la posesión pueda existir”.
Cuando el heredero continúa con la misma posesión que tenía el causante, es decir, que
si este tenía posesión regular, el heredero continúa poseyendo regularmente, en tanto que si
solo tenía posesión irregular el heredero continuará con la misma, y la adquiere, por el solo
hecho de deferírsele la herencia con efecto retroactivo, desde el momento en que la acepte,
sin solución de continuidad desde el instante mismo del fallecimiento del causante, y sin
necesidad de actos materiales de aprehensión o dominio, puesto que a esto equivale la ficción
legal de la posesión de la herencia.
Se ha sostenido por algunos tratadistas que quien ha adquirido derechos y acciones sobre un bien de
la sucesión por medio de escritura pública, sin haberse tramitado y liquidado el proceso de sucesión
del causante, si el prescribiente acude a la suma de posesiones no es de recibo presentar como prueba
del vínculo jurídico la copia
de la escritura pública por medio de la cual se ha protocolizado la compraventa de los
“derechos y acciones” de los bienes de una sucesión ilíquida, en consecuencia si así lo hacen
la acción de pertenencia no debe prosperar, porque aun cuando podría ser posible que de
hecho las distintas personas que aparecen comprando y vendiendo derechos y acciones sobre
el inmueble que se pretende usucapir hubiesen poseído, lo cierto es que este tipo de transac-
ciones no constituyen título idóneo para acreditar la suma de posesiones por las siguientes
razones:
Esta tesis ha sido consignada en las sentencias del 6-04-99 (con ponencia del Magistra-
do JOSÉ FERNANDO RAMÍREZ GÓMEZ) y la del 9-06-99 (con ponencia del Magistrado PEDRO LAFONT
PIANETTA), quienes sostuvieron:
“1. Como se sabe, en el derecho civil se distinguen claramente las nociones de título y modo.
Así, el primero es el hecho del hombre o la sola ley que establece obligaciones o lo faculta
para la adquisición de los derechos reales, conforme lo tiene establecido desde antiguo la
doctrina universal, al paso que el segundo es la manera como se ejecuta o realiza el título.
Y precisamente en virtud de estos dos fenómenos los particulares pueden adquirir el dere-
cho de dominio sobre las cosas, el cual permanecerá en cabeza de su propietario mientras
no sobrevenga una causa extintiva del mismo, tal como ocurre con la prescripción adqui-
sitiva que del mismo objeto hace un tercero. Por ello, el legislador ha regulado de manera
específica lo atinente a los modos de adquirir, uno de los cuales es la prescripción adqui-
sitiva, ya ordinaria, o la extraordinaria, con la consecuencia extintiva del derecho de domi-
nio para el anterior propietario (arts. 673 y 2512 del C.C.).
“1.1. Ahora bien, tratándose del modo de la prescripción adquisitiva ordinaria, conforme a lo
dispuesto por el artículo 2528 del Código Civil, se exige para su operancia posesión regu-
lar no interrumpida del usucapiente por el término que las leyes requieren, es decir, diez
años para los bienes raíces, o de tres para los bienes muebles, al tenor del artículo 2529 del
mismo Código. De la misma manera para la prescripción ordinaria exige la ley tan solo la
posesión no interrumpida del bien inmueble por espacio de veinte años, sin que interese
para nada en este caso la existencia o ausencia de justo título y regularidad de la posesión,
pues el ar-tículo 2531, en su numeral segundo, establece una presunción de derecho de la
buena fe del prescribiente “sin embargo de la falta de un título adquisitivo de dominio”.
“1.1.1. Como se ve, el fundamento esencial de la prescripción adquisitiva del derecho de dominio es
la posesión ejercida sobre un bien determinado por el tiempo y con los requisitos exigidos por la ley,
lo que quiere decir entonces que la sentencia que declare haberse adquirido ese derecho real en vir-
tud de la usucapión no es constitutiva del mismo, sino simplemente declarativa, ya que no es la sen-
tencia sino la posesión ejercida sobre el bien acompañada de justo título y buena fe si se trata de la
prescripción adquisitiva ordinaria, o la sola posesión del mismo por espacio de
veinte años, la fuente de donde surge el derecho que el fallo judicial simplemente se limita a
declarar.
“1.1.2. De la propia índole de la prescripción se desprende que al paso que opera como
adquisitiva para quien posee el bien por el tiempo y con los demás requisitos exigidos por
el derecho positivo, se va produciendo, en forma simultánea, la prescripción extintiva para
quien hasta ahora es el propietario del bien. Es decir, que mientras el uno avanza en pos del
derecho de dominio, como usucapiente, para el otro se ve extinguido al punto que así lo ha
consagrado el legislador cuando en el art. 2512 del C. C. preceptúa que ‘la prescripción es
un modo de adquirir las cosas ajenas, o de extinguir las acciones o derechos ajenos, por
haberse poseído las cosas y no haberse ejercido dichas acciones y derechos durante cierto
lapso de tiempo, y concurriendo los demás requisitos legales’, norma esta que guarda
estricta armonía con lo dispuesto por el art. 2538 del mismo código, en cuanto en él se
dispone que operada la prescripción adquisitiva de un derecho, se extingue igualmente la
acción para reclamarlo.
“1.1.3. En virtud del precepto contenido en el art. 778 del C.C., como regla general la pose-
sión del sucesor, ya lo sea a título universal o singular, ‘principia en él’, y, a continuación,
autoriza al poseedor para añadir a la suya la posesión de sus antecesores, caso éste en el
cual ‘se la apropia con sus calidades y vicios’.
“Precisamente para fijar su alcance, tiene por sentado la jurisprudencia de esta Corpora-
ción que ‘con la entrega material o simbólica de la cosa el adquirente obtiene del poseedor
anterior el poder de hecho sobre ella, en la cual no se diferencia de la ocupación como
adquisición originaria. La diferencia entre esta última y la sucesión en la posesión consiste,
en que el traspaso de ésta, cuando es a título singular, supone la existencia de dos volunta-
des dirigidas a un mismo fin; pero no en el sentido en que se forma la voluntad para la
validez de los actos jurídicos por el traspaso de la posesión, es sencillamente un acto real
que se refiere al hecho de ello, distinto, por tanto, de la tradición, la cual se refiere a la
transferencia del derecho de propiedad y requiere para su validez un título traslaticio de
dominio’. (Sent. 25 de noviembre de 1938, G.J. T. XLVII, pág. 417).
Por ello precisa la Corte que para efecto de la suma de posesiones fundada en la transferencia de de-
rechos posesorios efectuada por actos entre vivos, hay que tener en cuenta los derechos que éstos les
confieren conforme a la ley, como es principalmente el derecho del sucesor a iniciar una nueva pose-
sión con el derecho adicional a añadir las posesiones y derechos de ésta que sus antecesores le
hubieren transferido a título universal o singular (art. 778 C:C), con independencia de su registro.
Pues para que este efecto opere resulta indiferente que tales títulos escriturarios se hubiesen registra-
do en el folio de matrícula inmobiliaria, y mucho menos que se hubiese anotado en la primera o sexta
columna correspondiente a los modos adquisitivos del dominio o a los hechos constitutivos de falsa
tradición del dominio, porque no tratándose en este caso de transferencia de dominio en virtud de di-
chos títulos, resulta aquí intrascendente que se haga en una u otra columna. Por el contrario, se trata
acá de una mera transferencia de
los derechos de posesión, que son los que en sentido estricto se transmiten mas no la
posesión misma que, por ser un hecho, solamente se principia y continúa con el derecho a la
suma de las anteriores. Y como se sabe, la posesión es un hecho no sujeto a registro y, por lo
tanto, tampoco lo son los derechos que de ella generalmente se derivan; en tanto que la
tradición es uno de los modos de adquirir el dominio, que requiere, si se trata de inmuebles,
de inscripción registral.
Después de relacionar las escrituras públicas contentivas del negocio jurídico por el
cual se transfirió la posesión que tenían sobre el bien con la “expresa manifestación de ejercer
sobre él posesión pacífica y tranquila”, tales escrituras públicas fueron inscritas con la indi-
cación expresa de que en todas ellas existe “falsa tradición”, con lo cual queda en claro que
en ninguno de tales actos hubo mutación del titular del derecho de dominio, así los vendedo-
res hubieren expresado la enajenación de este, tan solo queda en pie, en cada una de ellas, la
transferencia de la posesión que en todos se afirma por el respectivo vendedor a quien figura
como comprador y que no tiene otro efecto que la trasferencia de los derechos que dicha
posesión les confirió.
Continúa expresando:
“2.3.1.2. De manera que, como conclusión obligada del análisis de tales documentos, surge
que existe una cadena de títulos escriturarios a partir del 11 de agosto de 1967 (Escritu-
ra…..), en los cuales, en forma sucesiva e ininterrumpida se ha transferido por unos y
adquirido por otros, hasta llegar a EDUARDO MONTÚFAR ERASO, la posesión sobre el bien a que
se refieren los títulos mencionados sin que para ello, como arriba quedó expuesto, tenga
trascendencia alguna que estos últimos se encuentran registrados, ni que, como en el pre-
sente caso, lo haya sido en la sexta columna.
“2.3.1.3. De allí que, siendo indiferente o intrascendente para la demostración de las transfe-
rencia de los derechos posesorios que permitieran la unión de las posesiones mencionadas,
los defectos que le señala la censura al registro de los títulos escriturarios como causa de
la errada valoración jurídica de tales medios de convicción resultan intranscendentes, pues
sin ellos (independiente de la resolución de la Superintendencia de Notariado y Registro)
eran susceptibles de ser valorados por los efectos posesorios mencionados. Siendo ello
así, no resulta, pues, desacertada la aseveración del Tribunal, en cuanto a “la existencia de
un nexo o vínculo jurídico, que una al actual poseedor del bien con sus antecesores”.
El Dr. FERNANDO RAMÍREZ expuso:
“Bajo la anterior perspectiva, tampoco incurrió en error el Tribunal ‘al hablar de Sumatoria
de Posesiones a título universal’ a favor de la demandada”, porque como se explicó, dicho
análisis fue realizado para verificar la procedencia de la excepción propuesta, fundada en
una posesión material superior a los veinte años, para cuya totalización adicionó la pose-
sión del señor JESÚS ENRIQUE BONILLA ANGARITA a la de la demandada, teniendo como vínculo
el por el ad-quem llamado ‘título universal’, en consideración a la vocación hereditaria de
la segunda frente al primero (su padre). Para tal efecto dijo el Tribunal trayendo a colación
cita de la jurisprudencia de esta Corporación: ‘… Cuando es a título universal (refiriéndo-
se al título traslaticio), la situación es distinta, porque el heredero tiene la posesión misma
del difunto, la cual se continúa pura y simplemente en la persona de aquel. Así, pues, el
solo hecho de deferirse la herencia es suficiente para que automáticamente se adquiera por
el heredero toda posesión que tuviere el de cujus en el momento de su muerte y sin nece-
sidad de ninguna aprehensión material de la cosa por parte del sucesor’. (Casación de 25
de noviembre de 1938, XLVII, pág. 417).
(…..)
Como bien se sabe, la posesión material de acuerdo con la teoría del derecho romano consagrada por
el art. 762 del C. Civil, se compone por dos elementos: corpus (tenencia) y ánimus (intencionalidad
de señor o dueño ). El ánimus supone conocimientos y voluntad para adquirir la posesión
(intencionalidad), que es regla que el art. 783 ibídem excepciona al consagrar como ficción la pose-
sión legal de la herencia, por cuanto establece que ésta se adquiere desde el momento en que muere
la persona de cuya sucesión se trata (art. 1013 ejusdem), aunque el heredero ignore el fallecimiento
de la persona que está llamada a suceder y la existencia de los bienes relictos. La posesión se ad-
quiere, entonces, por ministerio de la ley, sin que sea necesaria la aprehensión material de las cosas,
porque con ella se trata de evitar soluciones de continuidad en la posesión material que venía ejer-
ciendo el difunto y que
habría de continuar en el heredero, razón por la cual la propia norma borra el efecto
posesorio cuando válidamente se repudia la herencia.
“De manera que con respecto al heredero dable resulta distinguir la posesión legal de la
herencia como ficción legal, de la posesión material que recae sobre las cosas corporales,
mueble e inmuebles que conforman el acervo hereditario. La posesión legal, según se vio
difiere de la posesión material, pues aquella es una ficción de la ley que hace caso omiso
de los elementos de la última, porque como lo ha explicado la Corporación, ‘tratándose de
la posesión de la herencia, estos principios no actúan pues el heredero adquiere su pose-
sión de pleno derecho’ (arts. 757, 783 y 1013 del C. C.), aunque el mismo lo ignore y no
tenga las cosas en su poder, lo que puede excluir el ‘ánimus’ y el ‘corpus’. En el fondo
sucede que la posesión legal de heredero es una ficción legal, una posesión ficticia diferen-
te de la verdadera posesión”. (Cas. del 10 de agosto de 1981). Por lo tanto, la posesión
material ni depende de la posesión legal, ni se contrapone a ella, porque como ya se dijo
con independencia de la posesión legal de la herencia, el heredero puede ser poseedor
material de los bienes relictos como situación anterior a la muerte del causante o como
hecho posterior, caso en que resulta procedente la adición de la posesión material del
causante a la posesión igualmente material del sucesor, para lo cual debe aducirse por
quien alega la facultad de sumar, un título universal o singular, que bien puede ser el título
de heredero tratándose de los primeros, como hubo de sostenerlo el a-quo, sin que en dicho
raciocinio se verifique error alguno.
“… hipótesis en la cual es menester, entre otras circunstancias, que quien pretenda aprove-
charse de tal prerrogativa sucede a la persona que designa como antecesora en la posesión,
bien a título universal, o a título singular, es decir, que su posesión y la de aquel estén
ligadas por un ‘…título idóneo que sirva de puente o vínculo sustancial entre antecesor y
sucesor’, pues la agregación o incorporación de posesiones de que habla el artículo 778
del C. C., como de antaño lo ha precisado la Corte, ‘… tiene que realizarse a través del
vínculo jurídico del causante a sucesor, que es el puente por donde el primero trasmite al
segundo, a título universal, por herencia, o singular, por contrato, las ventajas derivadas del
hecho de una posesión que se ha tenido. No puede concebirse el fenómeno de la incorpo-
ración de posesiones en las que están aisladas unas de otras, en que no haya mediado
trasmisión de una persona a otra por herencia, o legado, o bien por contrato o conven-
ción….” (G.J. LX, 810).
(….)
“En el anterior orden de ideas, si las actas de estado civil mencionadas acreditan que por la
muerte de JESÚS ENRIQUE BONILLA ANGARITA, padre de la demandada, ésta sucede a aquel a quien designó
como antecesor en la posesión del predio mencionado, es evidente que el a-quo no incurrió en el des-
acierto que se le endilga, pues ellas demuestran el vínculo por el cual el causante transmitió a la de-
mandada, al título indicado, los derechos derivados de la posesión ejercida sobre el bien
perseguido habilitándola para agregar al tiempo de su posesión personal, el periodo durante el
cual lo poseyó aquel.
De igual manera resulta infundada la crítica que se le formula por estimar tales actas
para “…demostrar la suma o accesión de posesiones de que trata (sic) los arts. 778 y 2521
del C. C…”, o los hechos constitutivos de la posesión material alegada por la demandada,
pues ellas sirvieron a la demostración, no de la institución mencionada sino de uno de sus
elementos estructurales, como es el vínculo que permite ligar la posesión del sucesor con la
de su antecesor en ella, labor en la cual no se vislumbra el yerro denunciado, pues como lo ha
precisado la Corte, “… hay que acudir a las pruebas propias del estado civil cuando sea
indispensable acreditar que la posesión ha pasado de padres a hijos” (G.J.XXXIX, 21). Por
otra parte, como de tales probanzas no extrajo el sentenciador la prueba del hecho material de
la posesión ejercida por la demanda, la crítica que en el punto se le formula no se aviene con
la argumentación verdaderamente expuesta en el fallo impugnado y en manera alguna puede
servir para dar paso a la casación del mismo….”.
El tratadista FERNANDO CANOSA TORRADO, en su obra Teoría y práctica del proceso de
pertenencia, sostiene tesis similar a la expuesta por la Corte Suprema de Justicia en las
anteriores providencias en cuanto al vínculo jurídico que se requiere para la suma de posesio-
nes, solo que considera que la venta de derechos y acciones es venta de cosa ajena, pero
agrega que en este caso se está frente a la venta de cosa ajena.
(…)
“La venta de objetos hereditarios es contrato totalmente distinto a la cesión del derecho de
herencia que se rige por las reglas generales de la compraventa, de modo que si al heredero
no se adjudica la cosa vendida, vendería cosa ajena (art. 1899 inc. 3º C.C.), pues lo único
que exige la ley es que la cosa no pertenezca al comprador (art. 1872 inc. 1º), poco importa
que sea o no del vendedor porque la venta de cosa ajena vale sin perjuicio de los derechos
del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el paso del tiempo. Vale porque
la compraventa impone solamente la obligación de entregar siempre que se trate de una
cosa determinada comerciable, que exista y que no pertenezca al comprador pues la obli-
gación del vendedor no es la de hacer dueño al comprador, de la cosa sino la de darle la
posesión pacífica de ella. En esto se siguieron los principios del derecho romano y se
desatendieron los del derecho francés donde el título de compraventa es a la vez modo.
“O sea, que el contrato de compraventa de cosa ajena es válido y engendra para las partes las
obligaciones del contrato; si el vendedor se obliga a entregar la cosa, él verá de qué manera cumple.
Si no la entrega, el comprador puede a su arbitrio pedir la resolución o el cumplimiento con indemni-
zación de perjuicios, pero entregando la
cosa, queda con la obligación de pagar el precio. Aquí la única acción que no se puede
instaurar es la de nulidad del contrato de venta”.
En conclusión, a raíz de las sentencias señaladas, se ha sentado la tesis de que el
prescribiente que desea sumar a su posesión la de sus antecesores, cuando ha adquirido
posesión de derechos herenciales, puede sumar a su posesión la de su o sus antecesores,
solicitar la suma de dichas posesiones y para probar el vínculo jurídico que las une solo debe
probar que quien le vendió dichos derechos y acciones era heredero del causante y que tales
derechos los adquirió por escritura pública con o sin registro.
Para una mayor ilustración oigamos entonces las sabias palabras del máximo Tribunal
en asuntos constitucionales:
Entonces hoy por hoy en nuestro país (en nuestras instituciones jurídicas máximas), no
puede caber ninguna duda y constituye verdad inconcusa que la posesión no solo es un
derecho de cualquier orden o categoría sino un derecho (real) fundamental de carácter y
contenido económico y social y esto no en concepto de cualquier tratadista, maestro, o juez
de la República, sino de la máxima Corporación encargada del control de toda la legislación
ordinaria y constitucional.
Esta nueva tesis lleva a darle aplicación al verdadero sentido que inspiró al legislador
cuando dictó el decreto 508/74, consagrado igualmente en el art. 137 del decreto 2303/89,
pues va a legalizar la adquisición del derecho real de propiedad a todas las personas que han
adquirido los bienes inmuebles por escritura pública, pero como compra de derechos y accio-
nes, solucionando con ello un verdadero problema social.
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