El Euskera en La Edad Media

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4.

EL EUSKERA EN LA EDAD MEDIA


Patxi Salaberri Zaratiegi

Introducción histórica: de la conquista islámica a la crisis


de la Baja Edad Media (siglos viii a XIV)

(Juan José Larrea)

1. El tiempo de la supremacía de al-Andalus (714-1009)

La conquista de Hispania (711-714) dio paso en poco tiempo al surgimiento de un


Estado islámico que se mantuvo como la principal entidad política peninsular hasta los
inicios del siglo xi. Tanto el Emirato (756-929) como el Califato (929-1301) de Córdo-
ba condicionaron profundamente las arquitecturas políticas de su periferia septentrional
cristiana. Concluida la conquista, los dirigentes de los territorios vascos respondieron
de modo diferente a la supremacía de los nuevos dueños de Hispania. En el oeste, los
alaveses se unieron a los asturianos y formaron con Castilla la frontera oriental del reino
de Asturias; Pamplona en cambio optó por el protectorado de al-Andalus.
En las primeras generaciones, los dirigentes alaveses gozaron de amplia autonomía
y aun tuvieron influencia en la corte de Oviedo. Pero para cuando aparece en los textos
el condado de Álava, en la segunda mitad del siglo ix, Castilla ha empezado a descollar.
En el siglo x, Álava formará parte de la gran Castilla de entre el Cantábrico y el Duero.
Desde 932 queda apartado del gobierno el primer linaje conocido de condes alaveses, el
de los Vela, reemplazado por Fernán González. En esta Castilla de hecho independiente,
Álava queda al margen de los centros de poder: los monasterios y burgos que empiezan
a vertebrar institucionalmente el condado surgen fuera de Álava. De este modo, cuando
a finales del siglo x entre en crisis el condado de Castilla, Álava ofrecerá la imagen de un
territorio desarticulado, sin institución ni linaje capaz de darle cohesión.

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Pamplona suscribió un pacto de rendición con los musulmanes. La ciudad experimen-


tó la convivencia pacífica con una comunidad islámica durante algunas décadas del siglo
viii. Entre 812 y 816 se dio un efímero paréntesis de gobierno franco: Pamplona fue muy
probablemente un condado carolingio, pero volvió pronto a la órbita andalusí. Los Íñigo
(c. 840 ? - 905), la primera dinastía del reino según la historia tradicional, tuvieron que
moverse en un equilibrio político delicado: participaban en el juego político de la Marca
Superior de al-Andalus al tiempo que habían de aparecer ante su población, cristiana,
como príncipes legítimos. A finales del siglo ix, la crisis del emirato arrastró a los Íñigo. En
905, los barones de Pamplona pusieron al mando al primer rey Jimeno, Sancho Garcés, lo
que traducía un cambio radical: en adelante, la política navarra sería de hostilidad abierta
hacia el Islam. Con Sancho Garcés I (905-925), los pamploneses conquistaron la Rioja
Alta e incorporaron el condado de Aragón. En las siguientes generaciones, la expansión
al sur fue imposible una vez que la organización del califato hubo devuelto su fuerza a
Córdoba. Pero los reyes de Pamplona no dejaron de extender su influencia en el tablero
peninsular, tanto por medio de alianzas políticas plasmadas en uniones matrimoniales,
como interviniendo en los conflictos internos que agitaban el reino de León.
En cuanto a sus estructuras sociales, Navarra y Álava altomedievales tienen muchos
rasgos comunes; también el registro arqueológico vizcaíno sugiere una imagen análoga.
En estas sociedades sin gran propiedad, los campesinos organizados en pequeñas co-
munidades impulsan la colonización y la estabilización de las aldeas, así como la cons-
trucción de muchas de las primeras iglesias. Las casas con más recursos y con un cierto
ascendiente entre sus vecinos forman un estrato local superior, que podemos adscribir
a la categoría de infanzones. Son quienes garantizan la articulación de las estructuras
políticas, cuyos ámbitos principales son la guerra y la justicia. La guerra da cohesión al
cuerpo político y es la fuente principal de lujo y metales preciosos; sólo las casas fuertes
puede participar convenientemente en la hueste, con las armas y monturas precisas. En
cuanto a la práctica de la justicia, en estas sociedades de baja formalización institucional,
se ha de contar necesariamente con quienes tienen influencia en el ámbito local.
Unos y otros territorios comparten también una ausencia: ningún centro cultural
relevante se ha desarrollado en su seno. Conquistada la Rioja, Nájera es la sede preferida
por la monarquía pamplonesa, y es al sur del Ebro donde patrocina los grandes monas-
terios, y con ellos bibliotecas y scriptoria. En la segunda mitad del siglo x, San Millán de
la Cogolla y San Martín de Albelda son centros culturales de primer orden en la España
cristiana; en cambio, las viejas abadías pirenaicas que florecieron en el ix se encuentran
en decadencia. De sus bibliotecas, en particular de la de Leire, no nos quedan sino
rescoldos. En Álava no hay fundaciones del porte de las de Cardeña o Covarrubias. Su
obispado sin sede permanente es la sombra de una institución.

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En los textos y epígrafes que empiezan a abundar en estos siglos, el euskara aparece
a menudo. Las glosas emilianeses, con ser célebres y muy valiosas, son la excepción; el
eco de la lengua se reduce normalmente a los nombres de persona y de lugar. Los testi-
monios anteriores al año 1000 no son suficientes para precisar la extensión del idioma,
pero los trazos que percibimos anuncian la geografía histórica posterior: el Roncal marca
la frontera oriental, en tanto que hacia el oeste el límite se sitúa entre los valles de Ayala
y Mena. La particularidad más llamativa de esta época es el euskara de allende el Ebro:
en la actual provincia de Burgos, los montes de la Demanda acogieron en los siglos viii
y ix la inmigración de vascoparlantes cuyo habla dejó abundantes huellas. Una segunda
oleada llegó en el siglo xi más hacia el este, a La Rioja conquistada por los navarros. La
lengua vasca permaneció aquí viva al menos hasta el siglo xiii y se percibe con nitidez en
la toponimia mayor riojana.

2. La encrucijada de los espacios políticos vascos (1009-1200)

La guerra civil de 1009 fragmentó al-Andalus e hizo pasar la supremacía militar al lado
cristiano. En ese momento, el Estado cristiano más fuerte era el reino de Pamplona de
Sancho III el Mayor, en tanto que la aristocracia leonesa se mostraba incapaz de salir del
torbellino de enfrentamientos civiles. Cuando Sancho se hizo con la responsabilidad
de gobierno del condado de Castilla, asentó el control pamplonés sobre los territorios
vascos occidentales. Tras él, García III de Nájera (1035-1054) impulsó una política de
integración de Álava y Bizkaia en el reino. Fruto de esa iniciativa son los primeros do-
cumentos producidos en Bizkaia. Pero la rivalidad política y militar se jugaba a escala
de toda la Península: en vez de lanzarse a la conquista, los cristianos imponían protecto-
rados militares a las taifas, drenando hacia el Norte cantidades extraordinarias de plata.
En tiempo de García de Nájera, Pamplona sostuvo la competencia con León-Castilla,
lo que desembocó en guerra. En la batalla de Atapuerca, en 1054, los navarros perdie-
ron tanto a su rey como la superioridad sobre al-Andalus, y por ende el flujo regular
de plata que pasaron a controlar castellanos y leoneses. La aristocracia militar volcó su
agresividad hacia el interior y se desencadenó la crisis feudal. Finalmente, en 1076, los
barones mataron al rey y ofrecieron sus fidelidades a los reyes vecinos: roto el espinazo
aristocrático, el reino entero se partió en dos.
Los barones navarros tomaron por rey a Sancho Ramírez de Aragón y se lanzaron a la
conquista del valle del Ebro con los aragoneses. Zaragoza fue tomada en 1118 y Tudela
en 1119. En estas décadas y a lo largo del siglo xii, toma cuerpo la Edad Media clásica de
Navarra. En la Vieja Navarra, la crisis feudal ha entrañado la degradación de la libertad

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campesina y la extensión de los señoríos y de la servidumbre. En las llanuras de la Ribera,


la colonización se impulsa con grandes pueblos amurallados cuyo nivel de libertad es
mayor. A lo largo del Camino de Santiago se han establecido comunidades de francos
que conjugan la peregrinación y el comercio. La Corona integra estos inmigrantes por
medio de fueros y florecen nuevas ciudades. En las generaciones siguientes, las aljamas
de judíos también aportarán su parte a la diversidad del paisaje humano. Desde princi-
pios del siglo xi, la Reforma de la Iglesia deja el obispado y los monasterios importantes
a las órdenes de obispos y abades venidos de Francia meridional, de cuya mano llega el
tiempo del Románico. Los centros culturales de esta época son la catedral de Pamplona,
Irache o Leire; liberado éste de la competencia de las abadías riojanas. En la catedral
encontramos trabajando al intelectual inglés Robert de Ketton, traductor del Corán y de
textos científicos árabes; tudelanos son Yehuda Ha-Levi y Benjamín de Tudela, figuras de
la cultura hebraica, si bien ambos desarrollaron su carrera intelectual fuera de Navarra.
Tras el desastre de Atapuerca, la influencia política de la monarquía de Pamplona se
disipó en Bizkaia y se contrajo en Álava, mientras los barones se iban acercando a Alfonso
VI de León, que era dueño de al-Andalus. Con el magnicidio de 1076, las lealtades y los
territorios pasaron a León. Las transformaciones de las décadas siguientes no parecen tan
llamativas como las de Navarra. Tenemos constancia de la difusión de usos feudales, pero
la actividad militar en al-Andalus era extremadamente atractiva para la aristocracia y ello
debió aflojar la presión sobre los campesinos. Por otro lado, Álava, Bizkaia y Gipuzkoa
estaban al margen del principal eje comercial y por tanto del primer florecimiento urbano.
En fin, la Reforma de la Iglesia tuvo entre sus efectos la supresión hacia 1088 del obispado
de Álava con sede en Armentia e incorporó Álava y Bizkaia a la diócesis de Calahorra.
Si bien el proyecto de unión de reinos fracasó, el acuerdo de 1109 materializado en
la boda de Urraca de León y Alfonso el Batallador trajo Álava, Bizkaia y Gipuzkoa al
ámbito de gobierno del rey de Aragón y Pamplona. Fue un tiempo de conflictos. En
1134, en medio del desconcierto producido por el testamento de Alfonso el Batallador,
los barones reunidos en Pamplona decidieron separarse de Aragón con participación de
los dirigentes de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y Tudela. El reino se restauró, pero quedó
cerrado por el sur, sin frontera con al-Andalus. Esto lo dejó para siempre relegado con
respecto a los demás Estados cristianos, como fosilizado en el Norte cristiano de la Alta
Edad Media. En 1179 Bizkaia pasó a Castilla. En 1199-1200, las tropas castellanas con-
quistaron Álava y Gipuzkoa.
En la segunda mitad del siglo xii, la nueva Corona navarra hubo de fortalecer sus
resortes de gobierno. Muchas comunidades del dominio real recibieron fueros que alige-
raron y racionalizaron las condiciones señoriales soportadas hasta entonces. A través de
fueros urbanos de mayor nivel, una red de centros administrativos y mercados vertebró

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el reino. Dentro de este movimiento, Álava y Gipuzkoa dieron sus primeros pasos en la
urbanización. Entre las concesiones alavesas está la que recibió Vitoria en 1181, segura-
mente confirmando el estatuto de ciudad amurallada surgida hacia principios del siglo
xii. En Gipuzkoa, también por estos años recibió San Sebastián su fuero, el primero
de la costa. Venía a ratificar la dinámica de crecimiento en que estaba inmersa la costa
desde los siglos x y xi —tras haber estado casi despoblada en la Alta Edad Media— con
el desarrollo de la construcción naval, la navegación y la pesca.
Como en el período anterior, la lengua vasca sólo aparece generalmente a través de
nombres de lugar y de persona. Pero la multiplicación de textos de esta época abre aquí y
allá rendijas a la luz: un señor navarro hace escribir en euskara su nombre y su filiación en
el pergamino; un escriba de Pamplona recoge en la «lengua de los navarros» los cargos de
los pastores de Aralar; Aymeric Picaud, camino de Santiago, registra un pequeño vocabu-
lario vasco, por más que el euskara le recuerde los ladridos de los perros… En estas tierras
en que podía oírse en boca de sus habitantes el romance navarro, el castellano, el occitano,
el árabe, el hebreo y el euskara, este último es lengua materna de la mayoría, el idioma del
trabajo y de la fiesta, de la guerra y de los cuentos. Pero no de la escritura. Poco a poco, en
el siglo xii, el romance, más cercano al latín y ya empezado a usar en los scriptoria vecinos,
va alcanzando el estatus de lengua escrita. Por otro lado, vemos con más claridad la geogra-
fía del euskara. No está muy lejos del ámbito que llegará a la Edad Moderna: por el sur, la
zona de Tafalla-Artajona en Navarra y Treviño en Álava; más allá, sigue vivo en La Rioja.

3. La consolidación de evoluciones divergentes (siglos XIII y XIV)

El año 1200 marca la separación definitiva de Navarra por un lado y Álava, Bizkaia y
Gipuzkoa por el otro. En adelante, sus devenires respectivos serán muy diferentes en casi
todos los ámbitos.
En Navarra, muerto Sancho el Fuerte en 1234, el trono recayó por herencia en el
conde Teobaldo de Champaña. Desde entonces hasta la conquista castellana, una de las
claves de la historia política del reino es haber tenido con pocas excepciones reyes fran-
ceses o de linajes franceses. Esto, por un lado, trajo consigo el reforzamiento de los órga-
nos de gobierno, ya que la burocracia y la fiscalidad siguieron fielmente el modelo de la
monarquía más poderosa de Europa. Por otro lado, sacudió la sociedad y la arquitectura
política: ante reyes extraños representados en el país por gobernadores, se sucedieron ne-
gociaciones y conflictos. Para conservar los privilegios feudales conseguidos por barones
e infanzones en la primera edad feudal, se compuso en el siglo xiii la primera redacción
del Fuero General. Cada actor político —los linajes de barones, la Iglesia, la masa de

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infanzones, las ciudades— siguió su propia estrategia, si bien las juntas de infanzones
fueron en ocasiones portavoces de la clase feudal del reino. Cuando en 1276 llegaron por
una vez a unirse los intereses de todos, un ejército francés ahogó en sangre la revuelta y
arrasó la Navarrería. Las cosas cambiaron a partir de 1328, cuando la dinastía de Evreux
supo hacerse con el favor de la elite política navarra.
En el siglo xiv se completa la estructura institucional de Navarra: primer Amejora-
miento del Fuero, reorganización de la Cámara de Comptos, regulación de las Cortes,
administración basada en las merindades… Pero es también el tiempo de la terrible crisis
bajomedieval. Reaparecidas las hambrunas como en toda Europa, la Peste Negra castigó
con crueldad a la población navarra en 1348: la primera ola de la epidemia vació más
de dos tercios de los hogares de la merindad de Estella; en las demás zonas no salieron
mucho mejor parados. Escasez de brazos, abandono de tierras, desestructuración de las
familias supervivientes, hambres y nuevos ataques de peste: ante este panorama, y ante la
pérdida de rentas que esto suponía para los nobles, la Corona aumentó la presión fiscal
sobre los campesinos y utilizó los servicios de guerra para cohesionar a la nobleza en
torno al trono y redistribuir el producto de los impuestos. Mientras los nobles navarros
se embarcaban en la Guerra de los Cien Años con Carlos II, dueño de señoríos en Nor-
mandía, los labradores y la agricultura —los pilares económicos del reino—, quedaron
entrampados en una espiral de dificultades y empobrecimiento.
El reforzamiento de la monarquía y las relaciones internacionales de los Evreux atrajo
a Navarra a poetas, músicos, canteros y escultores de toda Europa. Como en las demás
monarquías, escenarios imponentes realzaban el entorno real. Tal era la función del nuevo
castillo de Olite. En cambio, no se fundó universidad: la corona subvencionaba a algunos
estudiantes en el extranjero, especialmente en Toulouse y en Aviñón. El euskara, natural-
mente, no formaba parte de este medio sofisticado. En el Fuero General, la mayor parte de
las palabras y expresiones vascas que aparecen son pagos y servicios debidos al rey o a los
señores. Los personajes de los «Milagros de San Miguel de Aralar» hablan en euskara —si
bien el primer texto estaba escrito en latín—; aquí y allá se recoge la necesidad de la lengua
vasca para dar noticia a la gente de los procedimientos judiciales; nombres y apodos nos
proporcionan abundantísimas palabras vascas. Pero no hay aún textos, ni cantos, ni versos.
En Bizkaia, Gipuzkoa y Álava, el despegar urbano abre una nueva época. Lo impul-
san factores internos y externos: el dinamismo de la costa, los avances de la metalurgia
o el cambio de la geografía económica en el siglo xiii. Estos territorios han quedado en
efecto insertos en un eje comercial de primer orden, que comunica la lana de Castilla y la
demanda de su oligarquía con los centros manufactureros del norte de Europa. A ello ha
de sumarse el interés político de la Corona por fomentar comunidades fuertes y fieles en
territorios de reciente incorporación. Las villas de la primera oleada surgen en los puertos

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4. el euskera en la edad media

y en los pasos hacia la Meseta, con Vitoria y Salvatierra como eslabones principales. Entre
los siglos xiii y xiv, una densa red urbana articula los territorios vascos occidentales.
Las villas no sólo traen un nuevo paisaje de hábitats amurallados y planificados, sino
también nuevas instituciones, oficios, modos de vida, autoridades, Derecho, intereses
y juegos de poder. Y también comunidades fuertes dispuestas a desafiar el orden socio-
político tradicional. En Bizkaia, los Haro, miembros de la oligarquía castellana, dejan
ver en su política la voluntad de conjugar el orden tradicional con el medio urbano: los
términos municipales de las villas vizcaínas son reducidos desde el principio y las pri-
meras noticias de Juntas en Gernika (1342) apuntan a la institucionalización de la voz
de los hidalgos. En Álava en cambio, la Cofradía de Arriaga, que cumplía una función
similar, se disolvió en esta misma época ante el empuje de las jurisdicciones de Vitoria y
Salvatierra. A cambio de garantizar la conservación de sus privilegios de clase, los gran-
des señores y los hidalgos de Álava desaparecen como agente político colectivo en 1332.
En Gipuzkoa no tenemos noticia de una organización de hidalgos que abarque todo el
territorio. Cuando las villas hacen resquebrajarse la arquitectura territorial antigua, el
país aparece organizado en universidades y valles. Con el apoyo de la Corona, las villas
enseguida empiezan a extender su jurisdicción, a concentrar las nuevas actividades eco-
nómicas y a disputar a los hidalgos el control de montes, bosques y aguas.
La crisis del siglo xiv agudizó estas tensiones. Si bien el golpe de las mortandades fue
más leve que en Navarra, hubo pérdida de población y descenso de las rentas señoriales.
En Álava, los linajes poderosos sacaron partido de la guerra dinástica castellana: Vitoria
y su extenso término quedaron como una isla en medio de las aldeas, valles y villas de
Álava que cayeron bajo jurisdicción señorial. En Bizkaia y Gipuzkoa, en cambio, la sa-
lida de la crisis fue distinta y decisiva. La proliferación de guerras en todo Occidente y
el consiguiente desarrollo acelerado de la tecnología militar hizo dispararse la demanda
de hierro. En Bizkaia y Gipuzkoa, a la abundancia de buen mineral, de combustible y
de cursos de agua, se unía la infraestructura de villas y puertos. Las ferrerías hidráulicas
se multiplicaron, y con ellas numerosos oficios y fuentes de renta derivados. Además, el
comercio, y por ende la necesidad de astilleros, barcos y marineros, creció en Europa a
un ritmo vivo. Si la erosión del orden tradicional había empezado antes, la competencia
por los nuevos campos de la economía puso las semillas de las Guerras de Bandos.
A diferencia de Navarra, en los territorios occidentales no hay institución eclesiástica
importante o centro administrativo a escala de un reino. Por tanto, tampoco hay centros
culturales de primer nivel. El país se vertebra por la densa red de villas: sólo hay escuelas
destinadas a asegurar las modestas necesidades intelectuales de la burocracia y el clero
que están a su servicio. Más que en nuestra tierra, encontramos producción literaria de
alto nivel entre los magnates que se mueven en la corte de Castilla: el vitoriano canciller

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4. el euskera en la edad media

Ayala es la personalidad señera. El euskara sólo tangencialmente tiene sitio en el registro


escrito. En el gobierno de las villas se usan las herramientas comunes del reino, entre las
que está la lengua de la administración. Los archivos que por primera vez en la historia
abundan en Bizkaia, Álava y Gipuzkoa están en castellano. Tal cosa no significa sin em-
bargo que la lengua vasca estuviera limitada al medio rural, ni mucho menos.

4. Al norte de los Pirineos

En la Alta Edad Media, el distrito de la antigua Lapurdum y Zuberoa son pequeñas zo-
nas del ducado carolingio de Gascuña, alejadas de los centros de poder. Poco sabemos de
ellas. Como en todo el sur del reino de Francia, en Gascuña el poder político se fragmen-
tó a partir de mediados del siglo ix. En el siglo xi, Lapurdi y Zuberoa son vizcondados.
La primera noticia del vizcondado de Lapurdi data de 1059, cuando se restaura la
diócesis de Bayona. De hecho, Bayona, que había empezado a revivir gracias al comercio
y la pesca, era la sede del vizconde. A consecuencia de la boda de Leonor de Aquitania,
estas tierras fueron de señorío inglés a partir de 1154. Más tarde, tras la represión de la
revuelta de los nobles de Lapurdi por Ricardo Corazón de León, el vizcondado quedó
en manos del rey en 1193. De ahí en adelante, la autoridad máxima será un baile de
nombramiento real. Con la concesión de su fuero municipal por Juan Sin Tierra en
1215, el gobierno de Bayona se separó de Lapurdi. Además de la autonomía política, la
integración de Bayona en las redes económicas del «Imperio» angevino trajo una pros-
peridad notable a la ciudad, si bien toda la costa labortana se benefició en esta época de
un dinamismo análogo al que hemos visto en Bizkaia y Gipuzkoa.
La aparición del vizconde de Zuberoa es peor conocida. Del siglo xi en adelante, se
mueve en el campo de juego de la feudalidad para conservar su ámbito de poder. En las
primeras décadas del siglo xii, para resistir a los vizcondes del Bearn, encontramos al de
Zuberoa como vasallo del rey de Aragón en la conquista del valle del Ebro. En el siglo xiii
es vasallo de dos señores, Teobaldo I de Navarra y el rey de Inglaterra. Este último tiene de
todos modos la prioridad. En el siglo xiv, la soberanía inglesa no conoce obstáculo alguno.
Por su parte, el territorio que con el tiempo se acabará llamando Baja Navarra es un
mosaico de pequeñas entidades en el siglo xii. Formando seguramente parte del distrito de
Lapurdi en origen, el país muestra la fragmentación feudal del poder llevada al extremo.
Aprovechando la buena entente entre ingleses y navarros, el vizconde de Tartas y otros
señores optaron por el vasallaje a los reyes de Navarra a finales del siglo xii. Para 1194 ya es-
taba a las órdenes de los navarros el castellano de San Juan. La incorporación de la Navarra
de Ultrapuertos es contemporánea de la pérdida de los territorios occidentales del reino.

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4. el euskera en la edad media

El euskera en la Edad Media


Patxi Salaberri Zaratiegi

Introducción

En este trabajo hablamos en primer lugar de la frontera lingüística que históricamente


ha existido en la Vasconia meridional entre el euskera y el romance, y digo «hablamos»
porque la parte correspondiente al límite occidental ha corrido a cargo de Mikel Go-
rrotxategi, y la de Álava ha sido realizada por Elena Martínez de Madina y Roberto
González de Viñaspre. La muga lingüística en Navarra, por su parte, ha sido trazada
por quien firma este capítulo. Nuestro objetivo en esta ocasión no ha sido dar cuenta
exacta del retroceso secular del euskera, tal como se ha hecho más de una vez, sino dar
a conocer la zona de máxima extensión que nuestra lengua alcanzó antiguamente, en
un intervalo de tiempo no definido que varía según la región. Como puede observarse,
hemos partido de la zona occidental y hemos ido acercándonos a Navarra, a través de la
geografía alavesa.
Posteriormente señalo algunas de las características del vasco medieval que se pueden
ver en los pequeños textos de una u otra clase que conocemos y, especialmente, en los
datos onomásticos, cada vez más abundantes. He organizado la exposición por niveles de
lengua: en primer lugar va el capítulo dedicado a la fonética y fonología, el más extenso;
en el segundo, mucho más breve, se estudian aspectos de la morfosintaxis vasca medie-
val. Por último trato del aspecto semántico de la lengua, es decir, me ocupo, de manera
superficial eso sí, de algunos de los términos que encontramos en los ítems onomásticos
y materiales medievales. Antes de comenzar con el análisis lingüístico hago un listado
de las fuentes más importantes de las que he obtenido los datos, para evitar de esta
manera tener que dar la referencia después de cada nombre y cargar así excesivamente
este capítulo (véase el punto 2). El resto de los trabajos empleados aquí van citados en la
bibliografía, si bien en esta ocasión no he tratado de ser exhaustivo.

1. Los límites históricos del euskera en la Vasconia peninsular


1.1. Límite occidental
No es fácil hacer un análisis acertado de la frontera del euskera a través de los datos
toponímicos, primero porque no hay, a día de hoy, suficientes investigaciones históricas
y, segundo, porque la documentación de la parte occidental de Vasconia es bastante
moderna. Además, dado que nos basamos en los nombres de lugar para determinar cuál

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4. el euskera en la edad media

ha sido la frontera lingüística, es necesario dejar claro qué queremos decir exactamente
con «topónimo vasco». En nuestra opinión, un topónimo se puede considerar vasco
cuando ha sido creado o adaptado por gentes de habla vasca. Con todo, en esta zona
fronteriza encontramos a veces también nombres de lugar híbridos. Como se aprecia en
el mapa, pueden hacerse tres afirmaciones acerca de la situación lingüística de la zona:
a) la toponimia de la costa se romanceó tempranamente, b) el límite lingüístico en los
alrededores de Ayala / Aiara ha sido fijo, y c) la frontera lingüística de la Encartaciones
no es del todo clara.
Pasando ahora a examinar los datos, observamos que en Castro-Urdiales no se han
llevado a cabo demasiadas investigaciones de tipo histórico, y esto impide ver los hechos
con claridad. Sea esto como fuere, hay un topónimo transparente de origen eusquérico,
Ribálzaga, procedente con bastante probabilidad de Arribaltzaga, que se documenta a
partir del s. xvi, y junto a éste también Zarzaga y Maya, que pueden ser considerados del
mismo origen, si bien el último presenta ciertas dificultades al respecto. Ribálzaga está
situado entre las localidades de Castro-Urdiales y Guriezo, cerca de un menhir (Ilso de
Anguia) de dos metros y medio, entre dos grandes dólmenes. En este punto se reunían
la localidad vizcaína de Trucíos y los pueblos y concejos de la Junta de Sámano (Mioño,
Ontón, Otañes, Sámano, Agüera y Santullán), en la actualidad barrios de Castro-Urdia-
les. En el límite entre Galdames, Valle de Trápaga y Ortuella está el paraje llamado ahora
Peñas Negras, denominado Arribelçaga o Arbelçaga en la carta-puebla de Portugalete.
Uno de los hitos de la localidad cántabra de Otañes es denominado Ilso de Perutxote,
denominación basada en un antropónimo, como se ve en la obra Bienandanzas y For-
tunas: «Titulo de la pelea de Mendieta e de la muerte [de] Perucho, fijo de Pero Ochote de
Otanes, e de Gilete».
En lo que concierne a la zona costera de Muskiz, Zierbena, Abanto y Santurtzi, se
observa claramente que los topónimos eusquéricos son pocos pero antiguos: en Zier-
bena el único seguro es Atxaga y en Muskiz, además del topónimo mismo, tenemos
Agorriga (Río Mayor) en la muga de Galdames. La toponimia vasca comienza en Abanto:
Gallarta (Gallarreta antiguamente), Olabarrieta (Los Castaños hoy en día), Murrieta y
Castiel çarra (1475), este último llamado Gaztizarro o El Preven en la actualidad. En
un documento de 1214 encontramos el topónimo Gastenaga, desconocido ahora, que
seguramente habrá que leer o entender como Gaztañaga o Gastañaga.
Hacia el sur, los topónimos eusquéricos de Artzentales son escasos: quizás se pueda
tomar por tal el orotopónimo Betaio (cf. Bedaio), además del oicónimo Agirre y el hi-
drónimo (I)turrion. Es significativo, por otro lado, el hecho de que los nombres de los
barrios sean romances. En Sopuerta, en cambio, son abundantes los microtopónimos
vascos (Artatxo, Artegi, Garai, Landazuri, Olabarrieta…), y más aun en Galdames, a

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4. el euskera en la edad media

pesar de que algunos topónimos antiguos eusquéricos hayan sido sustituidos por otros
romances: Bellastegi, (E)txabarri, La Aceña (Atxuriaga), Laia, Larrea, Lexartza, Loitzaga,
Peñoñuri, Urallaga, Zubiaga… En Zalla los nombres de lugar eusquéricos son mayoría,
pero en la muga de Balmaseda encontramos topónimos de origen romance; por ejem-
plo, el barrio más occidental situado en el río Cadagua se llama Bolunburu, pero La
Herrera el que está hacia Balmaseda. Más al norte, en Zalla, tenemos el valle y barrio de
Otxaran, en la calzada romana, e igualmente el denominado Rétola (< *Erretola?). En la
misma localidad, cerca de la muga con Burgos, existió la casa denominada Lanzagorta.

Edad Media. Límite occidental

Autores: Patxi Galé / Mikel Gorrotxategi


Frontera
Río
Calzada romana

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4. el euskera en la edad media

En Gordexola se encuentra el palacio de Urdanegi, al lado de la regata llamada Rodayega


(< río de Ayega), cerca de la localidad burgalesa de Arza (al parecer de har- ‘piedra’, ‘roca’
+ -tza sufijo locativo-abundancial). En Ayala, por otra parte, el límite lingüístico ha sido
permanente y la clave, en este caso, parece que ha sido la localidad bilingüe de Artziniega,
tal como indican los nombres de algunos de sus barrios (Mendieta y Sojoguti o Soxoguti); el
lugar en el que se juntan los ríos que vienen de dicha localidad y de Retes se denomina Ure-
ta (Úreta) y el monte situado entre Sojoguti y Retes Zaballa. Lexartzu (Lejarzo) es un lugar
del valle que está entre Añes y Salmantón (véase Galé, Gorrotxategi y Mugurutza, 2013).
Por otro lado, en la sierra situada entre Urdanegi y Mendieta, en el monte Pando
tenemos Garate; en la sierra de Gorobel está Iturrigorri, denominada de manera oral
Tologorri, y también Eskutxi, documentado como Ezquti en el año 804. Al occidente de
esta sierra, en tierra de Burgos, está la localidad de Zaballa.

1.2. Los límites lingüísticos en Álava


Mitxelena (1972) apunta que es razonablemente seguro que la situación lingüística del
siglo xi, es decir la de la fecha del documento de la Reja (1025), no era muy distinta dos
siglos antes, y que desde entonces se distinguen sin dificultad una zona de habla vasca y
otra de habla romance. Por lo tanto, y dado que disponemos de escasos datos anteriores,
la fecha de 1025 es decisiva a la hora de ver cuál era la extensión de la lengua vasca en
Álava. Un análisis de los nombres de las hermandades que se documentan en la Reja
parece corroborar la tesis de Mitxelena: en Ubarrundia, Malizhaeza, Camboa, Harhazua
(I y II), Hiraszaeza, Barrandiz, Hegiraz y VII Alfozes la presencia de nombres vascos es
clara; más al sur las merindades de Harrahia y Riuo d iuita también muestran nombres
eusquéricos, pero sus límites no coinciden con los actuales. No se citan muchos de los
pueblos de la Montaña Alavesa, como los del Valle de Arana, Campezo, ni los de la Rioja
Alavesa. Otros documentos de la Baja Edad Media ricos en toponimia (los de 1257 y
1294 por ejemplo) no aportan mucha más luz en cuanto a límites específicos se refiere.
Caro Baroja (1945: 17-19) indica que en épocas anteriores al siglo xvi en Álava el
euskera se debió mantener con fuerza. Confecciona un mapa en el que se refleja el límite
de la posible extensión de la lengua vasca partiendo de la mencionada centuria, límite
que se situaría en gran parte del Condado de Treviño y parte de la Montaña Alavesa. Es
decir, no difiere mucho del presentado en la Reja, tomando como baluartes la Sonsierra
de Navarra y la sierra de Toloño, exceptuando los lugares más occidentales pertenecien-
tes al obispado de Burgos. Asimismo, indica como interesante la existencia de grupos
lingüísticos vascos en la Edad Media en tierras que hoy corresponden a Burgos o a La
Rioja, descritos por Merino Urrutia (1935: 624-626).

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4. el euskera en la edad media

Odón de Apraiz (1953) es el único autor que ha dibujado un mapa específico para
Álava con objeto de describir la recesión del euskera. La mitad sur de La Rioja queda
definida como zona bilingüe, y la norte, es decir, la que va de Laguardia hasta la sierra
de Toloño, como de habla vasca entre 1200 y 1500. La zona superior también sería de
habla vasca, excepto una isleta correspondiente a Campezo.
El estudio de la toponimia confirma en gran medida esa delimitación. El documento
rico en toponimia y testigo de la lengua que se hablaba en parte del territorio es el deno-
minado «Reja de San Millán» del siglo xi. Posteriormente, y hasta el siglo xv, se conocen
otros documentos como fueros o privilegios, testigos, a menudo, de la rebautización
de poblaciones. Las últimas investigaciones en toponimia demuestran ahora que en el
actual ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz (incluidos sus sesenta y cuatro lugares) la lengua
cotidiana de la población era el euskera. Son abundantes los testimonios que hacen re-
ferencia a esta lengua; en 1630 tenemos el siguiente: «una heredad en el término de El
Rincón, y en basquenze Oquelua». Los topónimos creados en euskera que se empiezan a
traducir a partir del s. xviii no son pocos; por ejemplo, el actual Campo de los Palacios de
la capital era Palazioetataco landea (sic) en 1659.
En el noroeste de Álava, la tierra de Ayala / Aiara aparece como zona de contacto lingüís-
tico vasco-románico desde las primeras noticias históricas. Es conocida la siguiente men-
ción de 1371: «E los que vinieron a poblar la tierra de Ayala, dellos eran vascongados e dellos
latinados». Esta afirmación parece corroborada por la microtoponimia, pues en el extremo
occidental de los municipios de Aiara y Artziniega hay poblaciones como Campijo, Santa
Koloma, Retes de Tudela o Añes cuya toponimia actual es netamente romance, sin apenas
nombres de lugar de procedencia vasca. Esta área formaría parte de un contínuum lingüís-
tico con las hablas castellanas de la zona occidental de las Encartaciones y el valle de Mena.
No obstante, esa delimitación lingüística vasco-románica difumina a veces su trazo,
lo que evidenciaría la permeabilidad de las comunidades lingüísticas, y quizá sea reflejo
de antiguos movimientos poblacionales. Así, en localidades como Mendieta o Sojoguti,
ambas con denominación de evidente origen vasco, apenas se conservan topónimos de
esa filiación lingüística y, en cambio, en poblaciones con denominación romance como
Llanteno, Costera (Opellora) o Retes de Llanteno abundan los topónimos de formación
eusquérica. Con todo, el uso de la lengua vasca en la tierra de Ayala está bien atestiguado.
Eso es obvio en amplias áreas de su geografía, como Baranbio, donde ha pervivido hasta
las primeras décadas del s. xx. En la documentación no faltan ejemplos de la presencia de
la lengua vasca. Así, en 1682 el procurador enviado por la Hermandad de Artziniega a las
Juntas Generales de Álava fue rechazado por ser monolingüe vasco: «el procurador que bino
por la hermandad de Arçiniega no sauia romanze ni entendia lo que dichos señores rresolbian»
(Breñas & Otsoa de Alda 2002: 62).

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4. el euskera en la edad media

Al sur de la Tierra de Ayala, el límite del euskara habría discurrido durante largo
tiempo por la Sierra de Gibijo, lindante con el Valle de Losa (Burgos) y por la Sierra de
Árcamo, con los actuales municipios de Urkabustaiz y Kuartango dentro del área histó-
ricamente vascófona. Prueba de ello es, además de la abundante toponimia eusquérica,
el testimonio de la visita pastoral realizada en 1604 a Andagoia, por la que se ordenaba
al cura del lugar que enseñara en dicha lengua la doctrina cristiana a la feligresía (ibíd.,
pág. 46).
Desde la vertiente meridional de la Sierra de Árcamo, la franja suroccidental de la
provincia de Álava habría sido zona históricamente no vascófona según Knörr (1998:
8), y es precisamente la que Apraiz señaló como vascófona entre los años 1200 y 1500.
Así pues, parece que la mayor parte de Valdegovía queda prácticamente desierta, tras un
importante repliegue poblacional a resultas de la invasión musulmana. Posteriormente,
desde el siglo ix, se manifiesta una creciente actividad repobladora del territorio tenien-
do como eje organizador del mismo la abadía y diócesis de Valpuesta. La toponimia de
las aldeas que van surgiendo entonces es mayoritariamente de filiación castellana, lo
que estaría indicando la procedencia de esas gentes repobladoras. Entre esos topónimos,
algunos aluden directamente al origen geográfico o étnico de los repobladores. Ése sería
el caso, por ejemplo, de Bascunuelas (actual Basquiñuelas) y Villanueva de Gallecos (des-
poblado), ambas aldeas mencionadas en el arciprestazgo de la Ribera, en la concordia del
año 1257 entre el obispo de Calahorra y su cabildo catedral.
Cabe pensar que sobre esa temprana capa de repoblación principalmente romance-
parlante, algo más tarde, se extendieron hacia la vertiente meridional las comunidades
vascófonas del otro lado de la Sierra de Árcamo, aumentando demográficamente su
presencia y dejando huella en los nombres de lugar. De hecho, la toponimia actual de
los pueblos que formaron hasta 1927 el municipio de Lacozmonte guarda aún una tenue
presencia de la lengua vasca. En efecto, la prolongación de la toponimia eusquérica, si
bien con una densidad baja, se extiende y es perceptible todavía en poblaciones más oc-
cidentales como Osma, Astúlez, Mioma y Basabe. Es significativo que el nombre primi-
tivo de esa última aldea fuera Comunión y que solo a finales del siglo xii asomara tímida-
mente el nombre de Basabe (Basave, 1175). Asimismo, en poblaciones como Villanueva
de Valdegovía se encuentra algún topónimo formado en lengua vasca. Tal es el caso de
Ibarra, presente en la toponimia actual y documentado tempranamente en el año 1087.
La delimitación histórica de las comunidades vascófonas y romances parece discurrir
hacia el sur con el Condado de Treviño dentro del área históricamente vascoparlante, salvo
el extremo más occidental (Burgueta y Pangua) y La Puebla de Arganzón con su pedanía
de Villanueva de Oca. En ese espacio geográfico la toponimia romance es hegemónica al
menos desde el siglo xvi. Al poniente, en el municipio de Ribera Alta, la población de

—320—
4. el euskera en la edad media

Anúcita —cuyo nombre originario es Anuntzeta— constituye una excepción de topónimo


mayor eusquérico en la zona, pero la microtoponimia es netamente romance.
Más al sur, el testimonio de la toponimia muestra que poblaciones como Mijancas,
Berantevilla y Zambrana han pertenecido secularmente al área vascófona, mientras que
al oeste de ellas es nítido el predominio romance, lo que, sin duda, debe relacionarse con
movimientos repobladores de esa área en la Alta Edad Media. Un testimonio importan-
te, referido a Estavillo, en el municipio de Armiñón, es una carta del cartulario galicano
de San Millán de la Cogolla, datada en el año 874, en la que varias personas donan dos
iglesias recibidas en herencia de sus abuelos venidos de León: «de nostros avus habemus de
Legione venerunt ibi» (Ubieto 1976).
La presencia de la lengua vasca en la mayor parte de la cuenca del río Inglares también
es notoria y palpable en su toponimia. Igualmente lo es en la vertiente meridional del
monte Toloño, hasta llegar a la ribera del Ebro; es decir, en Salinillas de Buradón, Labastida
e incluso en el actual municipio riojano de San Vicente de la Sonsierra. Tanto la toponimia
histórica como la actual presentan un buen número de topónimos eusquéricos.
Poco decimos de todo el centro y este superior del territorio, pues está constatado
desde la Reja, y en el estudio de la onomástica, que eran de habla vasca. Aún así, queda
por describir el límite concreto en la Montaña Alavesa. Nuestras hipótesis, por el mo-
mento, no son más que eso; nos inclinamos por ver una línea dentro de la Montaña
Alavesa según la cual una parte quedaría excluida de la zona de habla vasca, por lo menos
de la de habla vasca predominante, desde una fecha sin determinar. La toponimia de
pueblos como Oteo, Antoñana, Orbiso o Bujanda y Genevilla muestra una gran canti-
dad de nombres romances, si la comparamos con la toponimia de pueblos circundantes.
En la documentación entre los siglos xiii-xvi, sí aparece algún topónimo con aspecto
eusquérico (Díaz de Durana 1995, Pozuelo 1998). En el fuero otorgado a Santa Cruz de
Campezo por Alfonso X en 1256 se pueden leer términos como Alcaçara, Arqueta, Sant
Saluador de Galuarra, Sant Christoual de Berrauia, o en documentos posteriores otros
como Helçar (1313, entre Orbiso y Oteo, Pozuelo 1998: 122), Anunçieta (1456, entre
Orbisu y Santa Cruz de Campezo; ibíd., pág. 52) o Arbuzcustiera (1479, mojón en el
camino entre Arana y Oteo). Aun así, los topónimos con elementos romances del tipo
de val-, somo-, carrascal, hornillo, cañeja y camino son abundantes.
En la antroponimia encontramos denominaciones como Domingo Arana (1313) ve-
cino de Oteo, Gonçalez de Vrra, Pedro de Ezquerro, vecinos de Orbiso (1490, ibíd., pág.
180), Pedro Arratia y Juan de Ulíbarri vecinos de Antoñana (1484, ibíd., 170), pero
junto a ellos se documentan con frecuencia Calvo, Díaz, Fernández y Ferrández, López,
Remírez, Sancho y Sánchez. El valle de Arana, sin embargo, es claramente de toponimia
eusquérica y, además, se conocen testimonios documentales del s. xvii (Breñas & Otsoa

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4. el euskera en la edad media

Límites del euskera en Álava en la Edad Media

Fuente: Martínez de Madina y González de Viñaspre 2012.

Euskera
Euskera con presencia de romance
Principalmente romance

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4. el euskera en la edad media

de Alda 2002: 51-54) que dejan clara la necesidad de traductor vascongado en Atauri,
Cicujano, Corres, Contrasta y Ullíbarri Arana.

1.3. La frontera lingüística en Navarra


Ameskoa Alta y Ameskoa Baja han sido de habla vasca hasta el s. xix, y otro tanto se puede
decir de los valles de Allin, Lana y otros cercanos a Estella-Lizarra. En cambio, en el valle de
Aguilar no hay ningún topónimo eusquérico claro, si bien Garañango, nombre de un des-
poblado, podría tal vez ser de ese origen, lo mismo que el topónimo Larrea de Genevilla y el
segundo elemento de Valdigorri, en Cabredo. Entre Bujanda por un lado y Cabredo - Ge-
nevilla por el otro se documenta el nombre Munibaltza (Munibalça) en 1446, y en las tierras
situadas entre Santa Cruz de Campezo y Genevilla encontramos el topónimo claramente
eusquérico Ibar (Yuar) y el aparentemente híbrido Zerripuente (Çerrypuente) en 1481.
La mayor parte de los nombres de localidades de la Berrueza tienen raíz romance
(Acedo, Cábrega, Mirafuentes, Piedramillera, Ubago…), pero Mues y Nazar pueden ser
de origen eusquérico, y el final de Zúñiga corresponde a la versión romanizada del occi-
dental -ika (Salaberri 2011a: 148-149). Por otra parte, Asarta podría estar con Sorlada
(< Surlada < Suruslada; se documenta también como Suruslata, Surslata) en la misma
o parecida relación a la que la variante vasca Burlata está con la romance Burlada (vid.
Mitxelena 1969: 31-32).
La mayoría de los topónimos de Zúñiga son romances, pero han existido algunos
nombres eusquéricos, especialmente en las tierras de las que gozaba junto con el valle
de Lana, por ejemplo Amalauta, Armarandieta, Atazabala, Berrabia y Perriain. Además,
cerca de Zúñiga, entre las localidades alavesas de Santa Cruz de Campezo y Orbiso, en
1456-57 se documentan los topónimos Anunçieta, Aradury, Hamusco, Baube, Ryohary-
cho, Arryelle y Arlyn.
En lo que respecta al resto de los pueblos de la Berrueza, La Erbea y Mendierra, tér-
minos de Piedramillera, podrían ser topónimos vascos, e igualmente Marana (llanura
y arroyo, entre otras cosas) de Mues y Mendaza, y Lamiñarra (no tenemos doc.) de la
primera localidad, además de Zarazu o Zarazo de Nazar, pero, aparte de esto, no hay
muchas más huellas de la presencia del euskera. Las Charas de Acedo y El Ondalán de
Mendaza, son, como puede observarse, de origen vasco, pero serán topónimos recientes,
sin gran tradición, creados a partir de los nombres comunes empleados en el habla de
la zona. En Acedo hay además Arbina que parece corresponder al euskera erbin, arbin
(‘camino estrecho’) y Unbera, menos claro pero de aspecto vasco.
En la Ribera de Tierra Estella, tal como dan a entender los topónimos antiguos de la
zona, el límite del euskera llegaba hasta Mendavia, localidad muy cercana al Ebro. Por

—323—
4. el euskera en la edad media

ejemplo, los nombres Almucacidorra, Almunçacidorra, Almunçaçidorra de Arróniz desig-


naban la senda por la que se iba al lugar, despoblado ahora, de Almuza o Almuntza, y los
topónimos menores medievales de Aran Lucea, Arbigorria, Gurpideta y Gayneco çauala
de dicho lugar dejan claro que la lengua empleada en él era el euskera.
La toponimia mayor de la zona es parcialmente vasca y cuando es de otro origen,
existe, ocasionalmente al menos, una variante eusquérica. Así por ejemplo, sabemos
que Allo en euskera se llamaba Alu, ya que el odónimo Alubidea ‘el camino que va a Alu
o Allo’ todavía está en uso en Oteitza de la Solana. Además, en los alrededores estaba
Lopazketa (¿despoblado?), y la localidad que en la actualidad es denominada Lazagurría
es en los primeros testimonios documentales Elizagorria, Lizagorria ‘(la) iglesia colo-
rada’. Más cerca del Ebro está Mendavia, topónimo que podría ser tal vez eusquérico,
aunque esto no está claro, pero sí lo está que se utilizaba en dicha lengua, tal como da
a entender el microtopónimo Mendabiabidea ‘el camino de Mendavia’ de Arróniz. En
la misma Mendavia se documenta Arbeiça en el siglo xi, y Çumelz allí mismo o en las
inmediaciones en el xiv. El despoblado denominado Villamezquina se encontraba en
esta zona, y gracias al topónimo de Arróniz Millamezquia de 1616 sabemos que tenía
una variante eusquérica.
El valle de Santesteban de la Solana fue de habla vasca, como delatan, entre otros, los
microtopónimos Ardantzegorria o Ardantzagorria, Armukulla, Arrobia, Bustitza, Butzua,
Eutzelatza, Galtzibar, Gazteluzar, Ibargun, Ibarrea, Iguraimendia, Jaun Done Miri, Kor-
tabakoitz, Larrandia, Murua y Urgesal de Arróniz, localidad mugante con Los Arcos y
Allo. También en Dicastillo, al sur del valle, los microtopónimos eusquéricos son y han
sido numerosos: Argonga, Artabakoitz, Bizkarra, Ezkibel, Ibarluzea, Leortza, Urbaltza,
Zabaltza… En la Solana, por otro lado, son abundantes los nombres de lugar vascos,
aunque el número varía según las localidades: Ondarin, Beagin, Bortoba (< *Bortoa?),
Etxabarri, Eskilain, Matazarra, Mendigibel, Otxegia, etc. (Aberin), Aizkibeleta, Arantze-
dia, Artabakoitz, Baltsaberria, Bazako dorrea, Beitilakarra, Bordaldea, Butzuandia, Epe-
loa, Eutzea, Gesaltzea, Idoia, Idoiberria, Iturtxipia, Korteberrieta, Mendibeltzu, Otazua,
Zaldunbidea… (Oteitza). En el término de esta última localidad está situado el despo-
blado de Baigorri, en las mugas de Aberin, Allo, Lerín y Larraga.
Más abajo, en Allo, podría ser de origen eusquérico el topónimo Artauailla de 1371,
Aiterbela en la actualidad, si el primer elemento es arta-, variante de arte ‘carrasco, enci-
na’, y lo mismo Begoliz, documentado a partir de 1715 y convertido en Bigoliz en la ac-
tualidad. Otros topónimos eusquéricos son Ezkibel, Leortza (Leorza), Okarin, Zarapaiza
(Orçalapayca en 1371) y Valdeleorin. Un poco más al sur está la localidad de Lerín, cuyo
nombre coincide con el segundo miembro de la denominación Santesteban de Lerin,
que designaba una parte de la actual Malerreka. A propósito de esta denominación, es

—324—
4. el euskera en la edad media

posible que la parte final, como en el caso de Aberin, Lukin y Morentin, proceda de un
anterior -ain, pero no hay testimonio de ello.
En cuanto a la toponimia menor, tenemos Esparteta en Lerín, pero seguramente,
como ocurre con el topónimo homónimo de San Martín de Unx, habrá que ver aquí el
sufijo romance -eta, no su homófono vasco, si bien es probable que ambos sean del mis-
mo origen. En la muga entre Lerín y Oteitza se documenta Ezquive en 1758, Ezquibel en
1895, y en el mismo Lerín tenemos Ibargiza (Ybarguica, Ybarguiça) desde 1701, Prado
Garraza desde 1712, y Mendigaña, documentado sólo a partir de 1902.
Yendo hacia el sudeste tenemos el engañoso Sorbeta (< *Soroeta?) en Funes y el más
claro Arteta en Peralta, además de Baiunga en esta última localidad, relacionado probable-
mente con el vasco ibai ‘río’, y Parragate, que podría tener un elemento final ate ‘puerta,
portillo’. Estos topónimos se documentan para los siglos xvii-xviii y están en uso en la
actualidad. Hacia el norte, en Falces, además de Parragate tenemos Badañaga y Burgaiz,
junto a los menos claros Coballeta de clara fisonomía romance, Olando y Trambarría. La
siguiente localidad río arriba es Miranda de Arga, donde tenemos los topónimos Canda-
raiz, con un segundo elemento Araitz, Barranco de Baialengua y Biguria, pero este último
podría muy bien ser de origen antroponímico, aunque se documenta para 1708.
Más arriba, en Berbinzana, lo único que puede ser eusquérico es Barranco de Baialen-
gua, llamado ahora Badalengua, que hemos visto en otros lugares. La localidad siguiente
yendo hacia el norte en sentido inverso al curso del Arga es Larraga, cuyo nombre se
puede explicar a través del euskera; en ella encontramos Nobeleta (‘el plantado’, ‘el lu-
gar donde está el plantado de viña’), presente en muchas localidades en las que se ha
hablado euskera, junto al más oscuro Sausañe. Hay que tener en cuenta, en este punto,
que enfrente de Larraga está Artajona, al otro lado del río, pueblo en el que el euskera
permanecía vivo, en cierta medida al menos, a principios del siglo xix.
Siguiendo río arriba, en un alto, se encuentra Mendigorria, nombre vasco transparente
(‘monte rojo’ o ‘monte calvo’), en la muga de Puente la Reina / Gares, pero, al contrario de
lo que se podría pensar visto el nombre y la situación del lugar, solamente se pueden consi-
derar de origen eusquérico los topónimos Muruzabal de Andion (despoblado) y Zabarate;
otro grupito de nombres (Duiderra, (El)caralbe, Labase) es para mí oscuro. Parece, por lo
tanto, que el romance siguió el curso del río Arga, en sentido inverso, hasta Mendigorria.
Puente la Reina / Gares, en cambio, fue de habla vasca hasta el siglo xx, y el príncipe Bo-
naparte tuvo oportunidad de estudiar el habla de la localidad (véase Ondarra 1982).
Al este tenemos Artajona, como se ha dicho de habla vasca hasta principios del xix
(véase Jimeno & Salaberri 1998), y la Valdorba, valle en el que se situaba en época del
príncipe Bonaparte el límite del euskera, tal como puede observarse en su conocido
mapa de los dialectos vascos elaborado en 1863.

—325—
4. el euskera en la edad media

En cambio, el romance ha sido el modo de comunicación habitual en Tafalla, mugante


con Pueyo, desde hace siglos. La documentación antigua y la toponimia hablan en este
sentido, si bien sabemos a ciencia cierta que en la ciudad había un buen número de vecinos
vascohablantes. Entre los topónimos eusquéricos más o menos seguros tenemos Araitz,
Beratxa, Galindarte, Garbizu, Larrain, Latrain, Makotxa (en la muga del Pueyo), Morreta,
Putzilun, Valgorra y Tafallamendi, este último perdido hace tiempo (véase Jimeno 2006).
En San Martín de Unx, en la muga de la Valdorba, Lerga y Ujué / Uxue, la lengua vasca
desapareció pronto, y es poco y no siempre claro lo que encontramos en toponimia: Amus-
til, Arroia (en la muga de Olleta), Femate - Ferrate, Lakar, Monda, Txutxu (en la muga de
Lerga y Ujué), Zaramendi. En el vecino Olite / Erriberri el único topónimo de raíz vasca
es Mendeondoa, si tal como parece ha salido de Mendiondoa. En Beire tenemos Turbil y
Saimendia, este último únicamente en la documentación, además de los nada claros Beskos,
también término de Ujué, y Amustil, conocido, como se ha dicho, en San Martín.
En Pitillas, hasta el siglo xix barrio de Ujué, tenemos los oscuros Mostrakas (también
término de la última localidad) y Chagunetas, y el más claro Uartetxipia. En Santacara
están vivos los topónimos Larrageta, también empleado en Ujué, Mazkolanda y Zabala.
En Mélida tenemos el oscuro Aria, el dudoso Larraska y el transparente Ordokia, ade-
más de los documentales Aldapea, Chicorayça y Ordoquilanda. En Traibuenas el único
topónimo que puede ser eusquérico es Río de Baiunga, conocido también en Caparroso,
localidad a la que pertenece el hidrónimo Río Chavier (cf. Javier < Xaberri < *Exaberri).
Murillo el Fruto está situado en la parte norte del río Aragón, y en el se documenta
un número importante de topónimos de origen eusquérico seguro o probable: Aitzurie-
ta, Aldaiondoa, Andrenobia (cf. El Fosal de los judíos, en el mismo Murillo), Andurkua,
Areatzea, Arteko erregua (y Erteko erregua ‘el barranco del medio’), Balsa de Laprimendia,
Baratzealzinea, Baratzeberrieta (Barizibarretas), Baratzebideta, Baratzetako hodia, Bara­
tzezarreta (Barazizartas o Barizizartas), Buztina, Esatea, Estigarra, Eutzea, Garipentzuko
zaldu (recuérdese que la variante romance con [l] Galipienzo todavía está en uso en
Uxue), Larrega, Legazpea (> Legazpia) y Legazpieta, Leskarbia, Luzazu, Mendi, Mendila-
tza, Mungalate, Penazuria o Peruzuria, Trankazarra, Uarte, Uartebidea, Uarteko hodia,
Urtanda y (U)xuebidea. Véase ahora Salaberri (2015a).
Junto a Murillo, pero al otro lado del río, se encuentra Carcastillo, llamado Za-
rrakaztelu en euskera, denominación que se ha conservado gracias a los pastores sala-
cencos y roncaleses que bajaban por las cañadas —los de Roncal por Cascastillo y los
de Salazar por Murillo— a la Bardena. De los topónimos antiguos Larrate, Mugarria y
Txindilamendia están todavía en uso y en la documentación, además de los anteriores,
encontramos Andrenitalarraña (seguramente *Andreuitalarraña mal leído, es decir, ‘la
era de Andrebita, de la señora Bita’), Arrateburua (Larrateburua?), Artzizuloa (Arçiçuloa),

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4. el euskera en la edad media

Esatea (Essatea), Ollarzaldua (Oylarçaldua), Suduzandia, Zalduzaharra, Zandubilla (<


*Zaldubilla ¿’zaldu biribila’ ‘el soto redondo’?) y Zorzabala.
Río arriba, en Cáseda el único topónimo —hidrónimo en este caso— que podría ser de
origen eusquérico es el documental Balsa de Zaburria. En Aibar, además del nombre mismo
del pueblo llamado Oibar en euskera (este topónimo se repite en Vasconia), tenemos en la
documentación Artamendia, Bizkaia, Castildollate, Gabaran, Iparragerria, Iturri (apellido tal
vez), Jamenduriz, Kaskallua, Menditxuri, Pozoz, Soreta y Txaparrandia (este último podría
pertenecer a Nardués / Nardoze), de los que un puñado (Artamendia, Bizkaia, Gabaran,
Menditxuri…) todavía está en uso. En lo que concierne a Gallipienzo, la toponimia eusquéri-
ca es todavía hoy abundante y, además, sabemos que el euskera estaba vivo en el s. xviii, igual
que en otras localidades del valle de Aibar (véanse Jimeno 1992 y Salaberri 1994: 1093 y ss.).
En los lugares de Julio y Gardelain (despoblados ahora) de la Bizkaia del mismo
valle, los habitantes eran monolingües vascos en el siglo xviii, como puede apreciarse
por el hecho de que Martín Pernaut, cura natural de la vecina Lerga, tuvo que leer en el
primero de los dos lugares (Julio) el catecismo en euskera para que la gente le entendiera.
También en Eslava estaba el euskera vivo en la misma época, como demuestran los do-
cumentos hallados, y otro tanto se puede decir de Ujué. En la localidad de Leatxe vecina
a Aibar, los topónimos vascos han sido y son mayoría, y lo mismo en Sada, Ezprogi y
Moriones. Sabemos que los habitantes de Sada, Zare en euskera, eran vascongados en el
s. xvii, y es lógico pensar que en el siglo siguiente la lengua vasca continuaba viva.
Así pues, se aprecia una frontera lingüística clara entre las localidades vascófonas de
Ujué, Gallipienzo, Eslava, Lerga, Bizkaia (parte montañosa del valle), Sada y Leache por
un lado y las romanzadas de Cáseda y Aibar por el otro. En 1627 un vecino de Lum-
bier dice claramente que las gentes de Liédena, Yesa, Sangüesa, Rocaforte y Cáseda no
sabían más que castellano (Jimeno 1997: 133), y la toponimia lo confirma. Aibar es, de
las localidades mencionadas, la que más topónimos eusquéricos tiene, por haber sido la
lengua vasca hablada allí en época no tan lejana. A pesar de ello, no debe pensarse que
en estos pueblos no había gentes de habla vasca; al igual que en Tafalla, Olite, Tudela y
otros lugares, había grupos de euskaldunes que no eran, sin embargo, naturales de los
mismos o, si lo eran, eran descendientes de gentes de habla vasca que habían emigrado
de pueblos y valles vecinos o de otros situados más al norte.
En Liédena, Sangüesa y Yesa los topónimos eusquéricos son muy escasos: Ugaste está
vivo en las tres localidades y es antiguo; en Liédena tenemos Bustin que, al parecer, es
un préstamo tomado del euskera, pero no necesariamente un topónimo antiguo. En el
mismo pueblo hay Laezeta en la actualidad y en los documentos Ugarte, Huarte (¿Ugaste
mal leído tal vez?). Por otro lado, parece que Oiarda de Leire (año 901) estaba cerca de
Yesa (cf. Bizkarda, Legarda).

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4. el euskera en la edad media

Un poco más arriba está Lumbier, denominado en euskera Irunberri, de habla vasca
hasta tarde. A. Irigaray (1974: 97-98) recoge las palabras vascas pronunciadas por una
persona de dicha localidad en la disputa que hubo en la romería a Leire: «indak honat
makil hori, nik adituko diat fraide hok» «dame ese palo, que ya me entenderé yo con esos
frailes». Al lado de Lumbier está el valle de Urraul Bajo que, para cuando Bonaparte con-
feccionó su conocido mapa (1863), era ya de habla castellana. Sin embargo, los lugares
vecinos de Itzagaondoa (Indurain, Turrillas) y Longida (Artajo, Mugeta) eran todavía
vascongados. Jimeno (1997: 129) recoge el triste suceso acaecido en Artajo en 1694,
en el cual se entreve una brizna del habla local («jadanik badituk [adarrak] eta [gero ere]
izanen dituk» «los tienes ya [los cuernos] y los tendrás [luego también]»).
En el Romanzado vecino, tal como su nombre indica, el euskera se perdió bastante
antes que en Urraul Bajo, pero queda en él toponimia vasca, especialmente en la muga del
mencionado valle, en Berroya y Murillo-Berroya: Xagues (Adansa), Kanpulu - Kanpulo,
Etxarri, Kapanola, Kotola, Murkilo, Sario (Arboniés), Aranandia, Arankoa, Areta, Axari-
zuloa, Buruntza, Itzaurraldea, Katola, Martiñena (casa), Murlokoa, Pedrorena (casa), Uga-
rron, Zaldua, Zorrotza (Berroya), Binabarri, Burgia, Larrañeta, Odieta (Bigüezal), Bergua,
Xagues, Kotola, Murkilo (Domeño), La Hoya Makurra, Monteidorra, Ososki (Iso), Arandi,
Auzalor, Etxarri, Labakia, Larrainburu, Larratza, Lizardoia, Lorgun, Xubingoa, Zokoa
(Murillo-Berroya), Idokorri, Ugarra (despoblado) (Napal), Ezkauria, Legarro (Usun).
También hay toponimia eusquérica en el Almiradío de Navascués, pero no es abundan-
te y, además, en general es poco transparente. En Aspurz, localidad con nombre de origen
vasco (Aizpurgi), encontramos en la actualidad Beloriz, Idokorri, Likarri, Luzugi, Ososki y
Urdantxi, y en la documentación también Iguenç. En Navascués (Nabaskoze en euskera)
están vivos Alzarri, Anzali, Arnali, Burreiz, Larbin, Legaroz, Monda, Ollate y Urdani, y en
la documentación encontramos Aranda, Biscasa (y Benasa; cf. Esa > Yesa), Logasti, Mor-
mela y Suscumas. En Ustés (Ustaize) tenemos Atoski, Atxurri, Isusa (Ysusa en 997) y Nas-
cal, variante romance de Naskari, término de Gallués (Galoze) en Salazar, salidos ambos
probablemente de un antiguo *Nascali (cf. Igali > Igari / Igal). En Castillonuevo el único
topónimo de origen eusquérico es Ollate, nombre de un portillo y de un valle.
En el mapa de Bonaparte de 1863 Racas Alto aparece como vascongado, pero no ya
Ustés, en la muga de Uscarrés. Tomando en cuenta estos datos y los que nos ofrece la
toponimia, podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que la frontera lingüística estuvo
durante largo tiempo entre el Almiradío y Salazar, incluyendo la mencionada localidad
de Racas Alto dentro de la zona de habla vasca. El límite lingüístico estaba ahí ya a co-
mienzos del siglo xvii (véase Jimeno 1993) y es probable que lo estuviera bastante antes.
Otro tanto se puede decir del salto lingüístico que existe entre el Almiradío y el valle de
Roncal.

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4. el euskera en la edad media

Extensión presumible del euskera (ss. xii-xiii)

1. Elizagorria (Lazagurria)
2. Mendavia
3. Los Arcos
4. Almuntza
5. Sesma
6. Allo
7. Arróniz/Arroitz
8. Oteitza

Fuente: Salaberri, apud Jimeno Jurío 1997.


Lingua navarrorum
Romance

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4. el euskera en la edad media

No resulta sencillo plasmar en un mapa lo dicho hasta aquí, pero creo que el de
Jimeno de 1997 (pág. 61) refleja bastante bien lo mencionado, si bien con los datos
que actualmente tenemos debemos prolongar la cuña del euskera hacia el sur, hacia la
Ribera, en la parte de Murillo y Carcastillo.

2. Descripción del euskera medieval

Antes de pasar a describir las características de la lengua vasca en la Edad Media, querría
dar cuenta de las fuentes de las que he sacado los datos que cito, aunque no sea más que
de manera superficial. En primer lugar debo mencionar las colecciones documentales
ya clásicas: Colección Diplomática de Irache (I) de J. Mª. Lacarra, Colección Diplomática
de Irache (II) publicada por el mismo autor con la colaboración de A. Martín Duque,
F. J. Zabalo y L. J. Fortún, El Gran Priorado de la Orden de San Juan de Jerusalén. Siglos
xii-xiii. Colección Diplomática y Documentos navarros en lengua occitana (primera serie) de
S. García Larragueta, El Registro de Comptos de Navarra de 1280 de F. J. Zabalo, Docu-
mentación Medieval de Leire (siglos ix a xii) de A. Martín Duque, Documentos medievales
artajoneses y El libro Rubro de Iranzu de J. Mª. Jimeno Jurío, La Población de Navarra en
el siglo xiv de J. Carrasco, Colección Diplomática de Santa María de Ron­cesvalles (1127-
1300) de I. Ostolaza y Colección Diplomática de la catedral de Pamplona. 829-1243 de
J. Goñi Gaztambide.
El trabajo más importante para la Vasconia continental es la tesis doctoral de E. Goi-
henetxe de 1966 titulada Onomastique du nord du Pays Basque (xie-xve siècles) publicada
no hace mucho por X. Videgain en la colección Iker de la Real Academia de la Lengua
Vasca - Euskaltzaindia. Hay que mencionar también los Censos de población de la Baja
Navarra y Le Censier gothique de Soule publicados por R. Ciérbide, e, igualmente, Co-
lección Diplomática de Documentos Gascones de la Baja Navarra (siglos xiv-xv). Archivo
General de Navarra. Tomo I y Colección Diplomática de Documentos Gascones de la Baja
Navarra (siglos xiv-xv). Archivo General de Navarra. Tomo II, fruto de la colaboración del
investigador tafallés y J. Santano.
Hemos utilizado también las colecciones documentales cercanas a Vasconia, entre
otras el Cartulario de Valpuesta. Edición Crítica publicado por Mª. D. Pérez Soler, el
Cartulario de San Millán de la Cogolla (759-1076) de Antonio Ubieto y Cartulario de
San Millán de la Cogolla (1076-1200) de Mª. L. Ledesma. Actualmente tenemos, ade-
más, la transcripción de la llamada «Reja» y de otros documentos de dicho monasterio
realizada por García Andreva (2010). Me han sido muy útiles, por la información que
contiene referente a Vasconia, los trabajos Colección Diplomática medieval de la Rioja.

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4. el euskera en la edad media

Tomo II: Documentos (923-1168), Colección Diplomática medieval de la Rioja. Tomo III:
Documentos (1168-1225) y Colección Diplomática medieval de la Rioja. Tomo IV: Docu-
mentos siglo xiii publicados por I. Rodríguez. Para obtener datos de La Rioja he emplea-
do, igualmente, la obra titulada Cartularios (I, II y III) de Santo Domingo de la Calzada
de Agustín Ubieto.
Además, me han resultado imprescindibles las obras que han visto la luz en la co-
lección Fuentes documentales medievales del País Vasco, pues proporcionan muchos datos
medievales de la Vasconia peninsular que no conocía. Ahora están en la red y se pueden
bajar y utilizar en formato digital, hecho que facilita muchísimo el trabajo. Con todo,
estoy muy lejos de haber sacado todo el jugo posible a dichas obras, es decir, creo que los
datos que dicha colección contiene deben ser analizados de manera exhaustiva, quehacer
todavía no realizado. Finalmente, tengo que mencionar los numerosos y magníficos
trabajos del maestro K. Mitxelena (véase la bibliografía), especialmente TAV, FHV y AV.
Me gustaría, igualmente, hacer algunas observaciones sobre los problemas que las
grafías nos plantean a la hora de entender correctamente los datos, tema del que me
ocupo también, de manera breve, en algunos de los capítulos que siguen. Como decía
Mitxelena (1968: 474), es necesario un estudio detallado y crítico en este campo, para
evitar sacar conclusiones falsas. En lo que concierne a las vocales no hay problemas es-
peciales, pero debe tenerse en consideración que a veces <j> y <v> están por lo que hoy
escribiríamos <i>, <u>.
Otra cuestión más peliaguda es llegar a saber qué tipo de relación había entre las
vocales que aparecen juntas, es decir, si estaban en hiato o si formaban diptongo, espe-
cialmente cuando éste podía ser decreciente. En ocasiones se intercala <h>, quizás para
indicar que las vocales deben ser leídas separadamente, pero esto a veces puede ser enga-
ñoso. Por ejemplo encontramos Zalduondo, nombre de una localidad alavesa, escrito a
menudo Zalduhondo en la Edad Media, seguramente por que h todavía se pronunciaba,
pero no se ve claro qué función tenía la <h> del testimonio Zalduhendo de 1447, si no
se trata simplemente de un grafema debido a la tradición escrita, ya que para lograr el
diptongo [we] de la forma romance Zalduendo debemos patir de [wo], no de [uho], y
resulta difícil pensar que existiera una pronunciación [uhe].
En el capítulo de las consonantes, los problemas más graves los encontramos en el
campo de las sibilantes, dado que los idiomas del entorno del euskera están, en este
sentido, bastante alejados de él, especialmente el latín y el castellano. En los documentos
escritos en romance de Navarra se refleja mejor la africada dorsal ([ts] <tz>), y mucho
mejor todavía en los escritos en occitano. Cuando no conocemos la pronunciación anti-
gua o moderna del grafema en cuestión, no es fácil saber a ciencia cierta qué se esconde
tras las grafías <c>, <ç>, <z>.

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4. el euskera en la edad media

Lo mismo se puede decir del dígrafo <ss>, que unas veces está por el sonido que en
la actualidad escribimos <s>, mientras que otras representa su variante africada, <ts> en
escritura actual. A este respecto, nos resulta de gran ayuda la alternancia de grafías, por
ejemplo encontrar en un topónimo o ítem onomástico determinado unas veces <ch> y
otras <c>, <ç>, <z>, pues esto es señal clara de que en la base tenemos la africada dorsal
que se escribe hoy en día <tz>.
El grafema <x> que encontramos ante consonante suele ser claro: indica una prepala-
tal sorda ([∫]), lo que actualmente en euskera escribimos <x>. En cambio, suele ser difícil
saber qué hay en la base del grafema <s> cuando está en posición final de palabra, si no
tenemos conocimiento de la pronunciación posterior o actual: puede tratarse de [ ],
pero también de [ ], y en ocasiones puede estar incluso por [s]. Hay que prestar aten-
ción, igualmente, a los fenómenos de neutralización habituales en euskera, dado que,
cuando menos lo esperamos, los datos onomásticos o los textos antiguos nos pueden
estar engañando. Por ejemplo, detrás de n tanto en Landuchio como en Leizarraga hay
neutralización a favor de la fricativa z, no a favor de la africada tz como hoy es habitual
(Mitxelena, in Agud y Mitxelena 1958: 21).
Así pues, y como puede verse, hay problemas importantes para entender las sibilantes
correctamente, y lo mismo podemos decir del sonido palatal que en euskera estándar
escribimos <tt>, pues, como es conocido, en los romances circundantes no existe ni
parece haber existido dicho sonido. Por eso, en general, no sabemos si tras <t> hay un
sonido palatal o no palatal, a no ser que nos topemos con alguna alternancia del tipo
de <ch> / <t> que delata claramente el sonido mojado susodicho. En este punto, claro
está, hay que ver de qué palabra se trata, ya que el sonido palatal sólo lo encontramos
en determinados casos. Por otro lado, y siguiendo con las palatales, a menudo se han
empleado las grafías <in> o <yn> para expresar la nasal palatal e, igualmente, <il> o <yl>
para representar la lateral palatal. Por eso no es siempre fácil saber qué sonido se esconde
tras las grafías del medioevo y de los siglos xvi-xvii.
No es mi intención hacer aquí un examen exhaustivo del sistema gráfico, pero me
gustaría decir unas palabras sobre la <h>, ya que este tema es de gran importancia para la
recta interpretación de los datos y, en consecuencia, para el conocimiento de la historia
de nuestra lengua. Está claro que con frecuencia <h> es etimológica y representa un so-
nido que se pronunciaba; esto es evidente en la llamada «Reja de San Millán» que tantas
veces mencionamos a lo largo del trabajo.
Con todo, parece que en ocasiones <h> se ha escrito por inercia, es decir, por tradi-
ción que, frecuentemente, tendría su raíz en la pronunciación de dicho sonido. Otras
veces da la impresión de que la utilización de <h> es bastante casual o aleatoria, cuando
aparece en el interior de un diptongo por ejemplo, en contextos en los que, que sepamos,

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4. el euskera en la edad media

no ha habido nunca aspiración (Ochoa de Jahuregui, 1464, «Martin de Hechaguen, padre


del dicho Martin de Hechagoen», A, 1499). Ocasionalmente encontramos el grafema
entre vocales, sin ningún apoyo fonológico, a pesar de que esto no es siempre seguro:
Mohez (1052-54) / Muez (1054), Oiuarr (1072) / Ohibar (1076), e incluso en palabras
castellanas (por ejemplo posehe ‘tiene’; G, 1479).
Con frecuencia encontramos h- ante u, indicando que esta última era vocal y no con-
sonante, pues de otro modo se podría haber interpretado como [b] o [ß]. Por ejemplo,
el topónimo navarro Uarte (c. 1039) podía ser leído por alguien de fuera como [barte],
y para evitarlo se escribía Huarte (1015, 1039) o Uharte (1015), Vhart (c. 1039), si bien
en los dos últimos testimonios <h> podía ser reflejo de [h], no una mera grafía. Por lo
tanto, y como puede verse, el de la aspiración es un tema bastante complicado.

2.1. Fonética-fonología
2.1.1. Vocales, diptongos e hiatos
En este capítulo estudio algunos temas concernientes al desarrollo de las vocales, dip-
tongos e hiatos, basándome casi siempre en los datos onomásticos medievales que tenía
a mano. Estoy convencido de que el análisis de nuevos datos completará, matizará y
también, seguramente, cambiará los resultados de este trabajo. De todos modos, el lector
debe tener en cuenta que aquí no hay demasiadas novedades, que en general se citan
fenómenos ya mencionados anteriormente, sobre todo por Mitxelena pero también, en
menor medida, por otros autores. Estos son los resultados obtenidos del estudio de la
documentación:

-aa- / -a- (comp.). El grupo -aa- puede ser las formas orientales ateraia, botaia,
primario, pero el sonido inicial abierto goraia, gostaia, etc.
puede, igualmente, ser el resultado de -a + -a > -ea: Elhorzahea (A, 1025), la ferrer-
la apertura de otra vocal en posición ya de Goycoolea (G, 1465). Mitxelena
final de primer miembro de compues- (1971a: 246) al hablar de los topóni-
to: Orti Donamaria Aldeco, Sanso La- mos alaveses en -agea (< -aga + -a), -etea
valdeco (N, s. xiii), Soracoiç (N, 1229), (< -eta + -a) dice que son «más bien
Olaga (N, 1232), Meçaalorr (N, 1290), recientes» y que Elhorzahea de 1025
Garcia Echandico (N, 1366), Olaaran, «está demasiado aislado para excluir la
Longaarte (y Longa, B, 1388), Pagalde, posibilidad de un error o errata». Man-
Pagalda, Pagaldaçubi (G, 1479). terola (2015) ve el mismo fenómeno
-a + -a > -aja: «los setos biejos, a que llaman que tenemos en Morebiribilea. No obs-
en basquençe mugaja» (G, 1479). Cf. tante, en La Rioja se documenta Garci

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4. el euskera en la edad media

Olhea en 1156 y, por lo tanto, podemos -ai- (secundario, en comp.) > -ai-, -a -, -a-:
afirmar que el de la Reja no es el único Eçkiasso Ata Iria (N, 1074) y Exquiasso
testimonio antiguo. Atari (N, 1054-1076), Lope Gorrta-
-a + -e, -he > -ae-, -e-: Mariaeta (A, 1025) > ri (N, 1366; cf. Perosanz gortayri, N,
Marieta (1257), Zornoztaegi (A, 1025) 1539), Blasco Lauayri (N, 1366).
> Çorneçtegui (1257), Sagassaheta (A, -a - > -a - (eusk.), -e- (cast.): *Ustaiz(e) >
1025) > Sagasseta (1257), Mugaeta (N, Ustaize (eusk.) / Ustes (997, 1064), Us-
1235) > Mugueta (1268), Sustaeta (G, tés (cast.).
1397), Ascaeta (G, 1436), Yraeta (G, -a - > -a -, -e -. Entran en este grupo to-
1453). Perez Lazarraga, hacia 1600, dos los topónimos suletinos en -aine,
escribe Oçaetaço bandereagaz ‘con la -eine (nombre oficial en -ein) y nava-
bandera de Ozaeta’. rros en -ain: Domintxaine, Garindaine,
-a- / -e- / -je-: Zaricagui (N, 1142), Çarique- Gotaine, Ozaraine, Ündüreine en Sola,
gui (1227), Çeriquegui (1280), pero Barañain, Gartzain, Paternain, Zu-
Çariquiegui (c. 1200, 1268, 1362), rikoain… en Navarra.
Zariquiegui / Zariká (forma oral) hoy -a -, -ja - > -ja-, -je-, -ie-, -i-: Gorozain (N,
en día. 1064), Goroçiayn (1366), Gorocian
-ae(-) > -a -, -e-: Hiraszaeza (A, 1025), (1210), Goroçin (1233), Goroçien, Go-
Iruraez (1456), «Yrurayzco herman- rocien (1251, 1257), Grocin.
dadean» ‘en la hermandad de Iruraiz’ -a tz- > -atx-: Juan Lopes de Acha (B, 1478).
(Perez Lazarraga, c. 1567), Iruraiz No obstante, el topónimo pudo ser
(actualmente), pero Hamaezaha (A, creado cuando el cambio aitz > atx
1025) > Ameçaga (1257). ya se había producido. V. -e (t)z- >
-aha- > -aa- > -a- (en comp. o en posición -e(t)x-.
interior de palabra): Berrio Zahar (N, a z-: Sancius Ayzpurucoa (N, 1226), Hayz-
1032) > Verrioçaar (1249), Larrainçarr puru (G, 1373), Haiztondo, Aiztondo
(N, 1225), Legarçaarra, Legarçarra (B, (G, 1464).
1388), Laarregui (G, 1401), Gaztan- a z- > a x- > a s-: Haiztara (A, 1025) > Ayx-
nahandieta, Gaztannaandieta (G, tara (1257) > Aistria, Aystray (1740),
1479). Aystara, Astrea (1845). En toponimia
-ahia > -aja: Vici Naya (N, 1125-1135), Ui- menor hay Aistramendi, Aistrarrate.
cinaya (G, 1203). -a z- > -ax-: Haizcoeta (A, 1025) > Axquoe-
-a - > -a-. Encontramos este cambio, oca- ta (1257), Escota ahora (cast.); Narbai-
sionalmente, en sintagmas declina- za (A, 1025), Narbeiza (1060), Narua-
dos: Blasco Ariamango (Ariamain, N, yxa (1257), Narruaxa (1305), Narvaxa
1111); Orti Sansoango (N, 1226), pero (1496).
Sanssoayn (1268, 1283), Antsoain / An- -ana (> *-ã ã) > -a: Paterniana, Audicana
soáin en la actualidad. (1025), pero Baternia (1232) y audica-

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4. el euskera en la edad media

rra ‘natural de Audicana’, en los escri- coiç (N, 1212, 1213), Ariz Meaca (N,
tos de Perez de Lazarraga (s. xvi). 1284), Hurdaoxynaga (B, 1398), Bi-
-ano- (> *-ã õ-) > -a-: Uillanoua (N, 1015) daberrieta (G, 1482), Vlalarrineta (B,
> (*Billã õba >) Villaua (1184). Pare- 1490).
ce que el étimo se pronunciaba Billá- -e + a- > -ea-, -a-: Andre Ansa de Çeberyo,
noba, visto el Villáva actual. Andrransa de Çeberyo (B, 1464).
-ao- (comp. y derivación) > -ao-, -o-: Bagao- -e + -a > -ea, -eja: Faranlucea (Burgos,
la (N, 1110, 1259), Olaoz (BN, 1208), 947), Haraluzeia (1068), Faranluceia
Arriluçaondoa (N, 1232); Eliçaondo (1077), Franlucea (1176), Froncea en
(N, 1366) y Eliçondo (1427); Ollaoqui la actualidad; Urdinçaqui Bereya, Ar-
(G, 1391, 1483), Artaondo, Vrdaola burua Bereya (N, 1284).
(B, 1457). Parece que en el centro y -e + -e > -ee- > -e-: Arteeta (N, 1087) y Arte-
oeste de Vasconia el grupo -ao- se con- ta (1145, 1186), Olaluzeta (B, 1393),
servó hasta más tarde que en el resto Unanbidegui, Heguiluzeeta (G, 1451-
del País: Pedro de Ollaoqui (G, 1500), 1452), Yrularreeta (G, 1445, 1483),
pero Pedro de Olloqui para 1504. Bidaçuruçeeta (G, 1497), Elgueeta, El-
-a -: Laurendi (N, 1196), Auru (N, s. xiii. gueta (G, 1493).
m.), Laurenz (N, 1224). -e + -e > -ie- (-je-?): Vbelcieta (N, 1072),
-a - / -a-: Mauruate, Mauriate, Maruate Ibízta (forma oral, eusk.) / Ibilc[j]éta
(G, 1482). (cast.) ahora, Hegaurrieta (G, 1345;
-a - / -a -: Mauruburu, Mayru Mendia (N, si el segundo elemento es aurre y no
ss. xiii-xiv). urri).
-e > -ø (en final de primer miembro de -e + -(h)o > -eo-: Careoviaga (G, 1394).
comp., y entonces -r > -l): Garcia -e + u- > -eu-, -u-: Andrumea (N, 1294),
Udalveco, Udal ondoa (N, s. xiii), Joal Andreumea (N, 1350).
Eguieta (N, 1284), pero Tolarguibele *-eano- > (*-eã õ >) -eao- / -eo-: Meao(t)z,
(G, 1479), probablemente para evitar Meaoç (N, 1174, 1270, 1366) / Meo(t)z
la secuencia l - l - l. (1197, 1198, 1280…), Meotz / Meoz
(-)e- > -a- / -rr (cambio ocasional, fuera de en la actualidad.
berri > barri): Ulibarrilior (A, 952); e(h)i- > ei-, e - > i-: Eizco (N, 1056), Eyçcoa
Arlategui (N, 1111) y Erlategui çavala (1284), Yzco, Izco (1268, 1280); Ehiz-
(N, 1233); Arlegui, Arlagui (N, ss. xii- cue (1124), Eizcue, Eyzcue (1116-
xiv), pero también Erelegui, Herleghi, 1122, 1350), Izcue durante los últimos
en la misma época. siglos.
-e > -a, -e (comp. y derivación): Ataondo -e - > -e-: Pero de Areyzcorreta, Garçia de
(N, 1024), Atahuri, Artazaha, Es- Arezcorreta (G, 1374).
sauarri, Otazaha (A, 1025), Vrdabide -ei- > -ei-, -e -, -i- (comp.): Elorçeibar (N,
(G, 1141-1142), Etsevacoiz, Echava- 1095), Açeari Guruciricoa (N, s. xiii).

—335—
4. el euskera en la edad media

Se documenta, igualmente, en posi- euC- o e C- > uC-: Eurtupiana (A, 1025),


ción interior: Hereyue (A, 1257), Here- Urturpina, Urtupinna (1257), Urtupi-
ydee (1295), Eribe- y sobre todo Eriba- ña (durante los últimos siglos).
en toponimia vasca, Eribe actualmente -i- > -ø- (primer miembro de comp. y en
(véase Salaberri 2015b: 173-174 y derivados): Arzubiaga, Arbelgoihen (A,
411). 1025), ual de Elorçe (N, 1067) o Elor-
-e - / -i-: Lizarraga (N, 928); Liçarra (1024), çeibar (N, 1095), Berascoayn Arraldea
Liçarrara (1024, 1058, 1063, 1066) y (Aldude, 1284), Arrate (G, 1348),
Leiçarrara (1074; Estella-Lizarra aho- Açaldeguy (G, 1349), Sarralde (G,
ra); Leyçarduya Cilueticoa (N, 1110), 1391).
Liçarce Iradoya (ibid., 1284), Leyça- -i- (en final de primer miembro de comp.):
rralde (G, 1391), Liçardi (G, 1479). Arrigorriondo (N, 1071), Iturriozagua
e he- > -eje-, ihe-, ie-, je-: Lauça Egera (N, (G, 1141-1142), Arrigurenaga (B,
1096), Eyereta (N, c. 1180), Negueye- 1393), Yturriçuria (G, 1479).
-i > -e. Tendencia observable en la docu-
reta (N, 1290), Iherategui (G, 1394),
mentación y en las versiones oficiales
Yeraçarreta, Yheraçarreta, Yheraçaharra
de nuestros topónimos, a pesar de no
(G, 1479).
haberse impuesto siempre: Arcaut (A,
-e (t)z- > -e(t)x-: Arechaualaga (B, 1376),
1295, 1320), Arcauti (1529), Arcauti-
Arechederraga (B, 1347), Lejardi (B,
rabidea (1749), Arcaute ahora (cast.) y
1398), Urrejola (B, 1392), Helexalde
en la documentación. Se pueden citar,
(B, 1470), Urrextuy erreca (G, 1476).
en este punto, algunos nombres de lo-
Podemos suponer también que para
calidades alavesas que aparecen en el
cuando los topónimos fueron creados documento de 1295: Jauregue, Holli-
las palabras eran aretx, elexa, lexar y varre, Dulance, Echavarre de Viña.
urretx. -iano > (*-iã õ > *- ao >) -io: Guzkiano (A,
(*)-ena- > (*- ã- > -eha- >) -ea- > -a-: 1025) > Uzkio (toponimia vasca) como
Aceari, Açeari (N, 1094, 1119), Aza- en Otxandiano > Otxandio (B), Un-
ri (N, 1103, 1111), Azeari (L, 1249), diano > Undio (N). En los topónimos
Aceary (BN, 1412-1413); Guendearia procedentes de -ianu, -iano el resulta-
(N, 1196), Guendaria (1289). V. Mi- do suele ser -io, pero en ocasiones hay
txelena (1969: 38). también -iu (N, Çandiu 1366, Zandio
*-ene- > (*- - >) -ehe- > -ee- > -e-: Bee- ahora) y -ia o -ja (Kerrianu 1025 >
riang (c. 1097), Beherian (1110), Be- Gerriau 1713 y hoy día, A).
heriein (1174, 1197, 1202), Veeriayn, -iano > (*-iã õ> *- ao >) - o > -iño: Avadia-
Beeriayn (1254, 1276), Beriayn, Be- no (B, 1277) > Avadinno (1462) / Aba-
riain (1350, 1366), si como creo es un dio (*Abad õ probablemente; 1495) >
derivado del antropónimo Venerius. Abadiño.

—336—
4. el euskera en la edad media

-ihi- > -ii- > -i-: Hiiza (N, 1066, 1080), gon (1260) > Mondragoe (s. xv), Morroe
Yiza (1079), Ihiza (1124, 1189), Itça Çuria (G, 1447), Peyllon > Poyllon (Do-
(transcrito Irça, 1125-1135), Yza nostia, 1342) > Polloe (1814 y ahora).
(1192). -ona- > (*-õ ã- >) -oa- > -o-: Taxonare
­
-i + i- > -i- (comp.): Zubiria (N, 1040), (N, 1002), Tassoare aguerrea (1597),
Mendilarsua (A, 1464). Tassoare aguerria (1605), Tasore bidea
-o (en final de primer miembro de comp.): (1793).
Sorozabal (N, 1080), Bagoçuloaran -ona > (*-õ ã > *-oa >) -o: Aramayona
(Aralar, s. xiii), Pagobacoyçaga (G, (A, 1457), pero Aramaioco contrara
1401). (1443), [Ar]amayo (1448), Martin de
-o > -a (en final de primer miembro de Aramayo (1497).
compuesto): Ozzaburu(m) (N, 1042, -o + o- > -oo-: la ferrerya de Goycoolea (G,
probablemente Otsaburu ‘cabeza de 1465).
lobo’, nombre de un caballo), Sorha- -o + u- > -o- (Hobecori, 1025), -ou- (Oue-
puru (BN, 1150-1167), Astalarraça couri, 1110), -u- (Ouecuri, 1332, Obe-
(G, 1349), Çoçaberro, (G, 1479). kuri ahora, Treviño).
o- (eusk.) / we- (cast.): Oto et Oto (1025), -u > -a (en final de primer miembro de
Oto de Yuso, Oto de Suso (1257), Hueto comp.): Çaldaburu Larraçea (zaldu
de Yuso, Hueto de Suso (1295). En mi- ‘soto’, N, 1226), Mirateguieguia (miru
crotoponimia vasca tenemos Otorabi- ‘milano’, A, 1481), Bolaburu (bolu
de en 1712 y Otuarte en la actualidad. ‘molino’, A, 1499).
-oa > -oa, -ua o -wa: Mutiloa (N, 1002, -u > -u (eusk.), -o (cast.): Agellu (1025),
1067, 1135-36), Mutilua (1203); Aguellu (1257), Agiello (1415), Aguillu
Aluerta Bargoa, Sancho Periz Bargua (1551), Aguillo en castellano, Agilu-
(N, 1330). en toponimia eusquérica (se trata del
-o + e- > -oe- (comp.): Aysoroechea, Auso- diminutivo agellu del término latino
roechea (G, 1479). ager ‘campo’). Los diversos Zuhatzu
-oe- (primario o sec.) > -ue- o -we-: Zuloe- alaveses han tenido -u hasta una fecha
ta (N, 1067, 1095), Çuloeta (1083- relativamente tardía («Joan Lopez jau-
1120), Zulueta (1280, 1532); Ybar- na Çuaçuco», «Christobal jauna Çuaçu-
goen, Ybarrguen (G, 1370, 1372). co ene adisquidea», Perez Lazarraga, c.
-oi- > -ui-, -wi- (> -u-, comp.): Ariztuia 1600), pero en los últimos siglos en la
(N, 1042), Isastugoiena (N, 1249), Ur- documentación oficial suele haber -o.
dinçaqui Urriztuya (N, 1284). -ue- o -we- > -u-: Muezqui (N, 1055) >
-o + C- > -oC- (comp.): Idosarria (N, Muçqui (1273-1274), Muzki ahora.
1197), Ariztoguenaga (G, 1433). -u + ho- > -uho- > -uo- (eusk.), -we- (cast.):
-o tzV- > -otxV-: Amesbacochaga (B, 1347). Zalduhondo (1025, 1351), Çalduendo
-on > (*-one > *-õ >) -oe (> -o ): Montdra- (1216), Zalduendo (1332), Çalduondo

—337—
4. el euskera en la edad media

(1429), etc. V. Salaberri (2015b: 392- -ui- o -wi- (primario o sec.) > -i-: Hollarrui-
393). zu (1025) > Olarizu (1135), Ossuyna-
-uhu- > -uu- > -u-: Vhulla (A, 1025), Uula ga (N, 1239) > Osinaga, Ossinaga (s.
(1257), Uhula (1258), Ula (1393). xiii), *Funica > Fuica (B, 1384), Fuyca
(1587) > Fica (1796).

La asimilación vocálica es un fenómeno habitual; tenemos, entre otros, los siguientes


desarrollos: a - a - e > a - a - a (Lanbarrengarata, G, 1470, pero Bayringarate, Vayringarate,
en la misma localidad en 1495), e - o > o - o (Erdongana 1025, Erdoñana 1453, Erdoña
1475, Ordonnana para 1156, Ordoñana durante las últimas centurias), i - u > u - u (Mi-
guel d’Uzpura BN, 1273; Indurayn pero Miguel de Undurayn, N, 1366; Çuçurquill G,
1464. Parece tratarse de casos puntuales; la excepción la constituye el suletino Ündüreine,
que en 1327 y 1337 es Indurey), o - e > o - o (Orqueien c. 1032, Miquelis Orqueienco
1226, pero Orquoien 1192, Orcoien 1274, N, Orkoien ahora), etc. El fenómeno opuesto,
la disimilación, también es habitual: Mizkina (A, 1025) > Mezquina (1156) > Mezkia (en
microtoponimia vasca y ahora); Albiniz (A, 1025, 1232), Aluiniz (1257), pero Alueniç
(1062), Albeiz (eusk.; Albeizbidea, Albeizmendiostea, 1625), Albéniz (cast.).
Ocasionalmente encontramos fenómenos de metátesis: Abulanga (1025), Aulanga
(1257), Alangua (a partir del s. xviii, A). También puede haber metátesis en arguiçagui
eraiçeten (oración popular navarra del s. xiv), si como parece ha salido de una forma
*eraçeiten, de erazegi, tras la caída de -g- intervocálica (compárese con eregui ‘eraiki’, ‘levan-
tar [falso testimonio]’, pero ereitea ‘eraikitzea’ en el texto de Artatza de los ss. xviii-xix).
Como era de esperar, encontramos caída de vocales en composición: *Uhulasarri >
Uhulsarri, Uhusarri (A, 1393). En Navarra, debido al acento, la síncopa es bien conoci-
da: Oreriuia (1043) > Ororibia (1073) > Ororbia (1126; sin duda porque se acentuaba
*Oróribia, Orórb[j]a ahora en cast.), Ariztaregi, Ariztarai > Arístregi, Azterain > Asterain
> Astráin, Estelaba > Eslába, Ezporogi > Ezprógi, Geretz > Gréz, Gorozin > Grócin. En la
oración navarra popular del s. xiv tenemos la forma aparentemente sincopada apostru (cf.
«Bienes de Apostru […] Bienes de Juan Ochoa Apostru», B, 1510/1556), al lado de maestru.
Otro de los fenómenos que encontramos en los nombres medievales es la anaptixis:
Burutain (N, 1195, Brutus), Carasta (A, 1025, 1257, si como quiere Mitxelena ha salido
de *Crasta < *Castra), Eneco Betiriz (N, s. xiii), Pedro Ezquerra Maesturua (N, ss. xiii-
xiv), Miguel Periz Guiristiona (N, 1366), etc.
Parece, por otro lado, que en ocasiones, ante nasal, tenemos el cierre o > u: Arguma-
niz (A, 1025, 1256), Argomaniz (1257, 1295), Argomas- en microtoponimia eusquérica,
Larriun (1240), pero Larrion (s. xiii). En el caso del topónimo alavés, sin embargo, pue-
de que la vocal velar sea etimológica. La variante con vocal palatal alta la encontramos

—338—
4. el euskera en la edad media

en la variante iguzki navarra, a partir de finales del xii: Igusquiça (1195), Yguçcunea (c.
1198), Iguçcune (N, 1284), Igusquiçaga liorr (N, 1284).
También la aféresis es conocida en la Edad Media, especialmente en Navarra: Turripurri
(< Iturripurri, N, 1138), Lordibeguia (< Elordibegia, G, 1141-42), Eneco Ceariç de Ylarraçu
(< Azearitz, N, 1178), Domiqu Turrico, Pero Lopiz Turrico (< Iturriko, N, 1243, 1294),
Matriayn (< Amatriain, N, 1259, 1269). En los préstamos del latín o de un romance ha-
bía prótesis cuando la palabra empezaba por vibrante múltiple: Martin Erripaburuco (N,
1366), Orti Errotaco, Garcia Errecalde (N, 1366), etc. A veces, sin embargo, se documenta
el topónimo sin la vocal protética: Reztia (A, 1025) pero Erreçtia (1257), y lo mismo ocu-
rre con ciertos topónimos en los que la vocal inicial, que sepamos, no es protética: Erreta
(N, 1196) pero Reta (1268), Erroytegui (A, 1232) pero Roytegui (1232, 1257).

2.1.2. A propósito de la yod y el wau


En lo concerniente a la yod inicial, Jungitu [xungítu] (A) se documenta siempre con <j>,
pero es razonable pensar que en los testimonios medievales el mencionado grafema re-
presentaba [j] o algo parecido; la localidad de Jauregi en Iruraiz-Gauna (A) es Yauregui en
1257, sin duda porque se procunciaba con yod. En posición interior hay Mandoiana en
1025, Mandoyana en 1257, Mandoiana en el s. xvi, pero Mando[x]ana en la actualidad
en castellano (A). Sabemos, gracias al microtopónimo Mandoyabidea de 1572, que en
euskera se decía Mandoia. Véase, no obstante, Salaberri (2015b: 268).
Igualmente, una serie de topónimos que en la actualidad tiene [x] en castellano se pro-
nunciaba antiguamente con [j]. Por ejemplo, Subijana (de Álava) es en la Reja Suuillana
en 1025, Sobeiiana en 1257, Suvijana [subijana] en 1295; para llegar a la variante actual
se necesita claramente una variante *Subi[∫]ana. Sabemos, por otro lado, que en euskera
la <ll> [λ] de 1025 procedente de *-lj- no cambió, dado que en el s. xviii se documentan
varias veces los topónimos Subillabide, Subillabidea ‘el camino de Subijana’. Tenemos tam-
bién el sonido [x] en Baroja, si bien en este caso el punto de partida es [lh], es decir, si bien
la evolución ha sido [lh] > ([λ] >) [j] > [x]: Barolha (1025) > Baroja (1180), Varoiia (1257)
> Baro[x]a. No sé cuál ha sido el resultado de la evolución eusquérica del topónimo, si es
que la ha habido, pero esperaríamos algo como *Barola, *Parola.
En posición interior [j] puede desaparecer, en contacto con e: Arreio (A, 1025) y Arreo
(1257 y ahora); Gobeio (1025), Goveyo (1295), Gobeyu (1331) y Goveo (1050), Goueo
(1257), Gobeu-, Gobeo- en toponimia vasca; Kineia (1025) y Guinea (1074, 1257); Leioz
(N, 1071), Leioz (1144), Leyoç (1267) y Leotz (1210), Leoz ahora; Ybargoençelayn (G,
1340), Yuargoen (B, 1384), Juan de Goenaga, Juan de Goyenaga (G, 1457), Urigoen,
Mendigoen (G, 1476).

—339—
4. el euskera en la edad media

En lo que respecta a [w], podemos afirmar que se ha perdido en posición interior, en


el grupo -kw-, al menos en algún caso: Apodaca (1025, 1293 y ahora), si como piensa
Mitxelena hay que derivarlo de *capo aquae, o de manera más exacta, de *capo de aqua.
La misma pérdida (kwV > kV) se observa en la evolución de Aquis > Akize e igualmente,
de manera diseminada, en toponimia menor.
Alguna que otra vez se ha producido metátesis, tras convertirse la vocal plena en
semivocal, como consecuencia de la caída de una consonante, pero dicho proceso apa-
rentemente es tardío: Abulanga (1025), Aulanga (1257, 1500, 1501, 1712), Aulanga- en
toponimia vasca (Aulangarabidea, 1712), convertido en Alangua actualmente.

2.1.3. La aspiración
Es sabido que la aspiración es un fenómeno frecuente en las inscripciones aquitanas, y
que dicho sonido está todavía vivo en la Vasconia continental, al otro lado de la frontera.
Sin embargo, la evolución que la aspiración ha experimentado en la Vasconia peninsular
no está bien estudiada: es seguro que en 1025 permanecía viva en Álava, pues la llamada
«Reja de San Millán» lo deja ver claramente, pero aparte de eso no sabemos gran cosa
de lo que ha ocurrido en las diferentes regiones, si bien se ha pensado hasta el presente
que en la Navarra Alta su pérdida fue temprana. Véase, sin embargo, Manterola (2015).
En este trabajo he intentado estudiar cómo eran las cosas en la Edad Media, aunque
no sea más que superficialmente, valiéndome para ello de los datos que la onomástica,
la toponimia principalmente, nos proporciona. Veía las cosas más claras en Álava que en
el resto de los territorios y por eso me he centrado en dicha región. Creo que, una vez
examinado el tema, se pueden sacar las siguientes conclusiones:

1. En la doc. alavesa es indudablemente la Reja de 1025 la que más aspiraciones


presenta.
2. Algunas veces parece que la función de h es fijar el límite de morfema: -egi (Ar-
zanhegi, 1025), -en (Arbelgoihen, 1025, pero Mengano Goien), -eta (Azazaheta,
Ogueheta, Erroheta, 1025), -iz (Gastehiz, 1025, pero Gasteiz, 1089, 1135).
En la Reja, cuando hay otra aspiración en el topónimo, no aparece <h> ante -eta:
Gelhegieta, Haizcoeta, Haizpilleta, Harrieta, Haztegieta. Otro tanto ocurre tras con-
sonante: Andozketa (1025), Galharreta (1025), Harizaualleta (1025). En los dos úl-
timos hay, además, como puede observarse, otra aspiración. No obstante, en dicho
documento encontramos topónimos con dos aspiraciones, e incluso uno con tres.
Manterola (2006) ha escrito que la -h- de la secuencia -zaha que se repite
en la Reja no corresponde al sufijo sino al tramo siguiente, al artículo; es decir,
se trataría de la aspiración que tiene el demostrativo de tercer grado, origen de

—340—
4. el euskera en la edad media

aquel. Por lo tanto, según dicho autor habrá que pensar que en Elhorzahea de
1025 tenemos dos artículos: Elorza + ha artículo antiguo + a artículo nuevo, en
una época en la que el primero ya no se identificaba. Sea como fuere, el topó-
nimo mencionado indica que la disimilación –a + -a > -ea que encontramos de
la línea Burunda - Ameskoa - Lana hacia occidente se daba o se podía dar para
1025. Véase no obstante lo que Mitxelena piensa al respecto (1971a: 246), y la
nueva propuesta de Manterola (2015) que menciono más arriba.
Otra interpretación posible es considerar que esa -h- es la misma que encontra-
mos ante -egi, -eta, -en e -iz. Si fuera así, los topónimos Izarza, Larraza y Loza de la
Reja serían topónimos indeterminados, es decir, topónimos que no llevan artículo.
Esto no es algo raro, sino más bien todo lo contrario: lo que resulta asombroso
en realidad es el hecho de que la mayoría de los nombres en -(t)za lleven artículo,
dado que, del resto de topónimos que pueden adoptarlo, cuarenta y siete van sin él
y son sólo doce los que lo llevan. Esto nos empuja sin duda a ver con Mitxelena en
-zaha (es decir, -tzaha) una forma anterior del actual -tza, y según esto, Elhorzahea
sería el único topónimo que lleva artículo, y además sólo uno, no dos.
Por otra parte, si aceptáramos la interpretación de Manterola de 2006, ten-
dríamos que dar por buena la idea de que para 1025 el artículo -ha estaba lexi-
calizado, pues de otro modo no se entiende por qué razón se le añadió de nuevo
-a a *Elhorzaha. De todas las maneras, Elhorzahea muestra que para el s. xi la
disimilacción -a + -a > -ea se producía o se podía producir, como se ha dicho.
Entonces, me pregunto yo, ¿por qué hay, por ejemplo, Artaçaa (1257, 1295),
Ahbaunçaa (1066), Illarraçaa (1295), Unçaa y Velunçaa (1257) y no, como era
de esperar, *Artaçea, *Ahbaunçea edo *Habaunçea, *Illarraçea, *Unçea y *Ve-
lunçea? Las respuestas pueden ser dos: 1) la disimilación se encontraba en sus
primeros pasos y no afectaba más que a un pequeño número de topónimos, es
decir, no era imprescindible, 2) esos topónimos que procedían o podían proce-
der de Artazaha, Habaunzaha, Hillarrazaha, *Unçaha y *Velunçaha no llevaban
artículo y la secuencia -aa que en ellos encontramos es consecuencia de la pérdi-
da de la aspiración.
3. En ocasiones el grafema h- puede representar la huella dejada por *f-, salida a su
vez de b-. Esto es lo que ha ocurrido, al parecer, en el caso de Etura, nombre de
una localidad de Barrundia, Hetura en 1275, Betura en 1275. Creo que hay que
explicar el topónimo partiendo del nombre personal Vetulo, Vetulus (v. Salaberri
2015b: 180).
4. En algunos valles del límite de Navarra con Álava, y también en esta segunda
región, ha habido ocasionalmente evolución -b- > -f- en posición intervocálica, si

—341—
4. el euskera en la edad media

no pensamos, como me sugiere el profesor J. A. Lakarra (c.p.), que la labiodental


ha salido directamente del grupo *-hb- (zur + bide > *zuhbi > zufi; véase más aba-
jo la evolución de Zestafe). Este cambio ha estado en vigor durante varios siglos
y, por ejemplo, en la Reja tenemos Zuffia de suso y Zuffia de iuso, convertido(s)
luego en Çoygoytia (1257), Çuygoytia (1276), probablemente a través de una
forma con zuhi-, Zigoitia durante las últimas centurias. Otras veces la evolución
-b- > -f- > -h- se había cumplido para 1025, tal como indica el topónimo Zuhia
Barrutia de la Reja, convertido en Çuybarrutia en 1257, cuyo primer elemento
hay que identificar con el Zuia actual.
5. La aspiración está presente en topónimos que llevan un término común con h:
haitz (Haizcoeta, Haizpilleta…, 1025), haritz (Harizaualleta 1025), harri (Ha-
rrieta 1025, 1295; Harriolha 1025, Harriola 1257), hegi (Hegilior 1025, Hegui-
leor 1257; Heguiraz 1025, Heguilaz 1257, 1504), huri (Horivarri, Huriarte 1025,
Hiriuarri diuina 1257, Hollivarri 1295, Huriart 1257), zahar (Uriçahar 1257,
Huriçar 1295), zuha(i)tz (Zuhazulha 1025, Çohaçola 1324; Zuhazu 1025).
6. En ocasiones encontramos el grafema <g> en lugar de <h>: Hurabagin (1025),
Hurabain (1066), Uravahin (1332). Da la impresión que en esos casos <g> res-
presenta la aspiración o un sonido heredero de aquella, tal como ocurre en Na-
varra en palabras del tipo de ago ‘ahoa’, begor ‘behorra’, egun ‘ehun’, igi ‘ihia’,
etc. En Gardelegi primero tenemos <h> y más tarde <g>: Gardellihi (1025), pero
Gardelegui (1135). Lo mismo ocurre en Ametzaga: Hamaezaha (1025), Ameçaga
(1257). De manera similar, en Hopeegui de 1257 hay h- en lugar de la g- que
encontramos en Gopehegui de 1295 y en variantes posteriores.
7. En un par de topónimos hay primero <k> y luego <h>: Lekete (952), Lehete
(1025), Lehet (1268); Carreluzea (1025), Arriluzea (1257), Arluzea hoy en día.
8. 8. La aspiración aparece también tras sonante, especialmente tras lateral: Aialha
(1025), Ayala (1295); Arzanhegi (1025); Barhoa (1025), pero Barron (1257,
1495); Barolha (1025; según Mitxelena [FHV, 207], no es seguro que aquí ten-
gamos ola), Elheni uilla (1025), Harriolha (1025), Heinhu (1025), Mendiolha
(1025), Olhaerrea (1025), Olhauarri (1025), Zuhazulha (1025), etc.
9. Parece que en ocasiones la aspiración ha pasado de posición interior a inicial,
cuando el topónimo comienza con vocal: Arzanhegi (1025), Harçanegui (1257).
La comparación entre el nombre alavés y el navarro Arzanegui (Ibargoiti, 991)
deja claro que la situación era diferente en una región (o parte de ella) y otra, al
menos en lo que a este nombre concierne.
10. En los datos de 1025 a veces encontramos dos aspiraciones en el mismo nombre:
Elhorzahea, Harhazua, Heinhu, Hurizahar, Hararihini, Harrahia, Harriolha,

—342—
4. el euskera en la edad media

Hereinzguhin o Herenizguhin, Zuhazulha. También en Hurabagin de la misma


fecha puede que hubiera dos aspiraciones, ya que, como se ha dicho, -g- puede
estar representando un sonido aspirado (cf. Uravahin de 1332). Sin salir de Álava
hay Hihazarreta en 1066. Además, se documenta un topónimo que presenta tres
aspiraciones: Harhahia (1025).
11. Considero posible que para 1025 se hubiera perdido ya alguna aspiración, por
ejemplo en Baheztu, Maestu actualmente, dado que, si se compara con Baha-
nezta de la misma fecha, se puede llegar a la conclusión de que aquel había salido
de algo como *Bahaneztu. Por otro lado, son varios los casos en los que la doble
(en un caso triple) aspiración de 1025 se reduce a una más tarde, que va general-
mente en posición inicial de palabra (v. Salaberri 2015b: 422-428).
12. También otras h-s de la Reja pueden proceder de una nasal, pero esto no es se-
guro: Arcahia, Ihurre. En el caso de Vhulla la aspiración podría ser antigua y no
proceder de una nasal, y es posible que en Larrahara la h de lo que parece ser el
segundo miembro del compuesto sea etimológica.
13. Para terminar con el tema de la aspiración me gustaría señalar que, si bien encon-
tramos los topónimos que llevan <h> sobre todo en la Reja, hay razones para pen-
sar que la aspiración se mantuvo viva hasta el siglo xv, éste incluido, pero no, claro
está, en todos los contextos en que se documenta en 1025 y con la misma fuerza
que en esta fecha. Sabemos que, posteriormente, no hay aspiración en los trabajos
de Lazarraga y Landuchio y, por lo tanto, podemos asegurar que para finales del
xvi se había perdido en Álava (véase, no obstante, Salaberri 2015b: 422-428).

No estoy en condiciones de dar una explicación detallada de cuál era la situación de la


aspiración en la Edad Media en Bizkaia. En la documentación más antigua hay algunos
topónimos que nos recuerdan la situación de Álava en 1025: Olabeeçahar, Olhabeeça-
har, Cumelhegi (Elorrio, 1013). Más adelante, en el siglo xiv, como en los documentos
alaveses, encontramos a veces <h> delante del sufijo toponímico -eta: Muruheta (1379),
Acoheta, Meçeheta (1388), pero no ya, de modo sistemático al menos, en las centurias
siguientes: Arteeta (1499), Arteta (1510). En ocasiones, aparentemente al menos, el em-
pleo de la letra h se debe al deseo de separar las vocales: Basahury, Goycohesea, Harrçaha
(1456), Berasarihaga, Naharria (1458). Sin embargo, esto no es seguro, pues en algunos
casos podría tratarse del reflejo de la pronunciación de la aspirada.
Por lo demás, los datos que conozco son confusos y no puedo indicar ni de manera
aproximada cómo eran las cosas. Se diría que la aspiración no aparece en palabras en
las que por etimología tendría que aparecer, pero debe tenerse en cuenta su posición en
la palabra: Yturrao (aho ‘boca’, 1388); Axpee (1388), Aguyrreveengoa (behe ‘parte baja,

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4. el euskera en la edad media

debajo de’, 1496); Arriaran (1376), Olaaran, Pica-aran (1388), Aranguren (haran ‘va-
lle’, 1398); Arriaran (1376), Arnabar (1398), Ypisticoarriaga (harri ‘piedra, roca’, 1443);
Hondarroa (1256, 1495) y Ondarroa (hondar ‘arena’, 1334); Legarçaarra (1388), An-
chiçaar (zahar ‘viejo’, 1426).
Encontramos, en cambio, h donde no debería aparecer, señal clara de que se trata de
un recurso puramente gráfico, a pesar de que en algún caso podría pensarse que se ha mo-
vido a posición inicial: Hegurrolaçaarra, Herroytegui (1388), Herretolaça, Hurdaoxynaga,
Hurquiaga (1398), Hechabarria, Helexalde (1470). Por esta razón, cuando va donde le
corresponde no podemos sacar conclusiones definitivas: Hunçagaegui (1388, 1398).
Tampoco es fácil describir la situación de la aspiración en Gipuzkoa, principalmente
porque hay que examinar muchos datos y analizar cuál era el uso que cada escribano ha-
cía del sistema gráfico, antes de sacar conclusiones. Parece que la aspiración estuvo viva
hasta fecha tardía, pero esto no pasa de ser una mera impresión, y es necesario realizar
un estudio más detallado y profundo para llegara a conclusiones válidas.
A veces <h> (y en alguna ocasión <f>) va en el lugar esperado: Formaiçttegui (1013;
cf. Joan de Çufaznabarr, Miguel de Çufaznabarr, G, 1519; en 1055 tenemos Zuhaz na-
bar), Lohinaç (1053), Galharragua (1140-1143), Gorostica Zaharra (1141), Lehete (1338 y
1396; Leete, 1417), Harriaga (1305), Hargarayn (1349), Harrieta (1470; también Aldare
Arria), Lohiola (1380; Loyola, 1474), Ochoa Çaharra (1433), Laharregui (Laarregui, 1434).
En ocasiones la aspiración, si es que <h> no es un mero grafema, se debía aparentemen-
te al deseo de separar las vocales, como se ha dicho más arriba para Bizkaia, pero téngase
en cuenta que se trata de un compuesto: Gomiç Sugaharra (1074), pero Lupe Sugar (1349);
aquí tendremos, como escribe Mitxelena (1971a: 255), arra ‘macho’, el término opuesto a
emea ‘hembra’. En algún otro caso no hay aspiración: Garcia Uicinaya de Oiquina (1203),
Aurrgaste, Aurgaste (1384 y 1451). Por otro lado, los testimonios antiguos de los topó-
nimos actuales Aduna y Anoeta pueden dar pie a confusión: Hanoeta (1312), Ahanoeta
(1348, 1450, 1509, 1546; hay Anueta en 1450), Ahaduna (1450), Haduna (1470).
También en los datos de esta región la letra h antecede a menudo al sufijo -eta: Irahe-
ta (1394), Elgueheta (1405, pero Elgueta, 1335), Ocaheta, Oçaheeta (1429), Arreteheta,
Corteheta, Gastannagazteheta y Gaztannagasteheta, Yrameteheta, Elcoheta (1479), Hetu-
meheta (1510), pero Heguiluzeeta (1452), Çuloeta, Puçueta (1479), Herbeeta (1515).
A veces encontramos h antepuesta a eder y a ondo en composición, igual que en los
datos alaveses: Zelataheder (1452), Aztihederra, Olahondogoiena (1479). Véase Salaberri
(2015b: 430).
Es un hecho aceptado que en Navarra la pérdida de la aspiración fue temprana. Mi-
txelena (FHV, 205-206) dice que h en la documentación navarra aparece especialmente
en posición intervocálica, y que en inicial es rara y poco sistemática. Cree que se perdió

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4. el euskera en la edad media

para el siglo xi, en contacto con el romance aragonés que no tenía dicho sonido. Entre
otros, y a modo de ejemplo, podemos mencionar los siguientes ónimos que no presen-
tan h: Sancio Aurra (1033), Iriuerri (1055; Yriuerri, 1208), Egilucea (1096), Eguileor
(1213), Yrissarri (1214), Domeca Iriarteco (1226), Iriondoco soroa (1242), Miguel Argui-
na (1229), Lop d’Arana, Sancho Arana, Maria Sanoiz d’Aiztegui, Sancha Enecoiz Aizpuru
(s. xiii), Michael de Irumugaeta (s. xiii), Garçia Eçurra (s. xiii).
Hay igualmente testimonios provistos de h, pero son, en proporción, más escasos y
asistemáticos: Heguinarren (1100, y Eguinarren en 1178), Lop Hyriverri (1220), Hyrriuerri
de Val d’Araquil (1256), etc. En ocasiones tenemos las dos variantes, la que tiene h y la que
no la tiene, en la misma fecha: Hirihurre vs. Irihurre e Hirihuso vs. Yrihuso (1350), por
ejemplo. En bastantes ocasiones muestran h- términos que no deberían llevarla: Sansa Hu-
sain (s. xiii), Hateguren (1284), Eneco Hunaya (1366), Andre Humea (1366), Sancho He-
liçaguibela (1366), etc., claro indicador de que se trata de una cuestión meramente gráfica.
Tampoco el término -zahar, que suele ser indicio de la fuerza o de la debilidad de
la aspiración, presenta la mayoría de las veces -h- en los documentos navarros, aunque
hay excepciones: Aziruzaar (1090-94), Leguarreta Çaarra (1110), Gasteluzaar (1193),
Larrainçarr (1225), Verrioçaar (1249), Çalduçaarra (c. 1252), Martin de Echaçar (1260),
etc. Es cierto que en ocasiones hay dobletes y que, por ejemplo, el mencionado Martin
de Echaçar de 1260 dos años más tarde, en 1262, es Martin de Echaçahar, y que en 1226
tenemos Jaun Orti Çaharra de Baranin junto a Fortunius Çabarra (sic) de Baranin. En
el valle de Erro se documenta en 1284 Orçiren Çorita Çaharra (Ortzantzurieta ahora) y
Larrandoren bi sarohe, pero junto a ellos tenemos Çoyteguieta, y cuatro años más tarde
Andresemetasaroya (mala lectura por Andresemerasaroya probablemente, de andre + Seme-
ra + saroia). Más cerca de la capital, en Senosiain, hay Saroeçarra en 1284.
Como conclusión creo que se puede afirmar, siguiendo a Mitxelena, que el uso de
la h no es sistemático y que en interior hay muchas vacilaciones incluso en el mismo
término, aparentemente porque para el siglo xiii el proceso de pérdida de la aspiración
había echado a andar. Navarra es relativamente extensa y es peligroso hacer generaliza-
ciones, pero está claro que la situación, durante los siglos xii-xiii y en lo que concierne
a la aspiración, era diferente a la de Álava. Sin embargo Manterola (2015) defiende la
supervivencia de la aspiración en Navarra (o zonas de ella) hasta muy tarde. Salta a la
vista, por tanto, que es necesario un estudio profundo del tema.

2.1.4. Fricativas y oclusivas


En lo que concierne a la posición inicial, es conocido que el gentilicio giputz y su deri-
vado Gipuzkoa no presentan en los primeros testimonios g-, a pesar de que las variantes

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4. el euskera en la edad media

con velar inicial son bastante antiguas. Así pues, lo más lógico parece considerar dicha g-
como protética: Ipuscua (1025?), Ipuçcha (1048), Ypuza ‘Gipuzkoa’ (1085), Ypuçcoa (c.
1032), Santius de Ypuçcoa (c. 1125), Ipuzcua (1140-1143), Pero Ypuça (N, 1197), Lope
Iputça (N, 1213) por un lado, Guipuzcoa (1304, 1313, 1328, 1374, 1397), Guipuzcua
(1305), Guipuscoa (1317), etc. por otro. Más tarde, probablemente por disimilación,
encontramos también la variante Lipuscoa, en 1514. No obstante, en 943 se documenta
Gipuzare, pequeño asentamiento de los Montes de Oca, y en 1067 Gipuzauri, al parecer
un pequeño lugar de la Rioja (Peterson 2004), y se puede pensar, por ello, que la variante
con g- es anterior a la que no tenía dicho sonido.
En algunos nombres tenemos g- > k-: Corostidi (G, 1452), Juan Quipuça (B, 1514),
pero lo habitual es la evolución inversa, es decir, k- > g-: Camboa (A, 1025), Gamboa
(1257, 1388 y en la actualidad); Kerrianu (A, 1025), Gerriau (1713 y ahora); Kineia (A,
1025) pero Guinea (1074, 1257…); Kircu (A, 1025), Guircu (1393, toponimia vasca),
etc. Igualmente, puede aparecer la variante con sorda al lado de la que presenta la so-
nora (k- > g-): Catizzau (N, 1143), Gatiçano (1226); Falcon Calderero, Falcon Galderero
(N, 1366), Iohan Fernandes de Carquiçano, Juan de Garquiçano (G, 1391, 1394). En el
siguiente par, en cambio, la variante con g- es la eusquérica y la que tiene c- la romance:
Lope Gamaraquo = Lop de la Cambra (N, 1283).
En cuanto a la dental, la sorda se ha sonorizado (t- > d-) en posición inicial: Doronno
(Treviño, 1167, 1172), Doroyno (1257), Doroño en la actualidad, Doroñu en los ss. xv-
xviii, con base en el antropónimo Tolonius; Dota Arindoiz (N, 1197), Dota Araquina
(N, 1244), Ama Dota (N, 1256), nombre que también encontramos con dos sordas:
Tota Bita (N, c. 1033), Totaquo (N, 1258; cf. el hipocorístico Totacoje de RS, Totakoxe en
grafía actual, traducido al castellamo como Totica). En alguna otra ocasión, aunque en la
documentación antigua lo habitual sea t- > d-, hay igualmente t-: Dolareaga (N, 1290),
Dolariaga (G, 1413), pero Tolarguibele (G, 1479).
Respecto a las oclusivas bilabiales, tenemos p- > b- durante la Edad Media en Betri-
quiz (1025, 1266), Betriquez (1294), nombre de un despoblado alavés, pero con pos-
terioridad suele documentarse la variante con p- (Petriquiz, 1728; Petriquis s. xviii),
aunque en toponimia menor se mantiene la sonora (Betrikizbidea, Betrikizotsalarrina;
Martínez de Madina 2015: 435). La base parece ser *Betriki (cf. los hipocorísticos Be-
triko y Joangi, Joanki), y habrá que pensar, por lo tanto, que el topónimo está construido
sobre un antropónimo con b inicial.
Observamos la misma evolución en Paterniana (A, 1025, 1156) > Baternia (1232) y
Pingunna (A, 1025) > Bicunia (1156), Vicunna (c. 1275, 1351), Bicunna (1295), Vicu-
ña- (toponimia vasca). En algún caso tenemos la consonante sorda, en Padura de 1025
(A) por ejemplo, y es esta forma padura la que se documenta en la microtoponimia de la

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4. el euskera en la edad media

región: Artapadurea (1706), Oreninpadura (1756), Paduragoia (1799), junto a madura:


Ajarimadura (1716), Andramiliamadura (1548, 1716), etc. Parece haber p- > m- tam-
bién en Sancho Mutio, Toda Mutio (N, 1256; lo encontramos igualmente en toponimia
menor), si es que ha salido del latín puteu. Hay también alternancia b- / m-: Barindano
(N, 1209), Varindano (1331) y Marindano (1241).
En algunos nombres comunes utilizados en ciertas estructuras antroponímicas ha
sido habitual el paso p- > b-, desde antiguo: Peidro de Bortu (N, 1286), Sancho Martines
Baquea (B, 1329), Martin Periz Uaradisu (N, 1330), Eluira Borrua (N, 1366). Ocasio-
nalmente se ha conservado la sonora b- original: Sanso Bicorra (N, s. xiii). A veces la
alternancia p- / b- es antigua: Perteycaarte, Bertericaarte, Berteyca (B, 1388, 1398), y en
algún caso se mantiene todavía, en cierta medida: Paternain (N, 1183, 1249 y ahora) >
Baternain (s. xiii, 1242, 1256 y hoy en día, de manera muy marginal).
Hay también f- > b-: Burunda (c. 1032 y ahora), si se trata en realidad de *Frontana,
basado en el antropónimo Fronto, e igualmente f- > f-, si se acepta que alavés Foronda
tiene el mismo origen. Encontramos f- > b- también en los siguientes nombres: Orti
Balchoeniz (N, 1067), Balcoe de la Torlegui (N, 1105; cf. Oxoa Falcoiz, N, 1072), Beunza
(N, 1180), Beuntza ahora, si como dice Mitxelena es un derivado de fenu.
Tenemos f- > b- también en Bagoeta (1025, 1200), Bagueta (1156), Bagoheta (1295),
Bagoeta (1502), nombre de un despoblado de Ubarrundia (A) con base en bago ‘haya’,
del latín fagus. De todos modos, aquí habrá que pensar que el topónimo se creó dentro
de la lengua vasca, sin relación directa con el latín.
Ciertos nombres muestran f- > p- o f- > f-, p-, hayan pasado o no por una fase con
*b-: Fagasarri (B, 1300-1301, 1376), Pagasarri (1375); Sant Fauste, San Pauste, San
Paustee (B, 1485, 1490). En alguna ocasión hay f- > f- / ø-: Fortuni > Orti o Urti (forma
habitual), Forti (variante menos frecuente) y quizás también Borte (es decir, f- > b-).
Encontramos la variación f- / ø- en Foronda (casi único en la doc., a partir de 964), pero
Oronda en la Reja (1025), par al que habría que añadir tal vez h- (Juan de Horonda,
1282), si no se trata de una cuestión meramente gráfica.
El cambio p- > f- que se observa en algunos topónimos será consecuencia de la va-
cilación entre la bilabial y la labiodental: Paldu (A, 1025; habrá que leer Paidu), pero
Faydo (1257), Faidu (1258), Faydu (1565); Prango et Prango (A, 1025), pero Franco de
Suso, Franco de Iuso (1257), Franco en la actualidad, Francu- la mayoría de las veces en
toponimia vasca; Pudio (A, 1025) pero Fudio (1257), Fuidio a partir de 1415. De todos
modos, el étimo de los tres topónimos tiene f- (Fuidio podría proceder, no obstante, de
uno con p-; Salaberri 2015b: 188-189) y, por lo tanto, se habrán producido los cambios
f- > p- > f- o f- > f-, p-.
Otras evoluciones en posición inicial:

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4. el euskera en la edad media

b-: Benea (A, 1025), Venea (1257, 1295), si lla) mezquina (cf. Uilla Mezquina, N,
como creo debe ser derivado del antro- 1120 > Millamezquia, 1616); Bahaez-
pónimo Benaeus. tu (1025), Mahaeztu (1179), Maeztu
b- > m-: Mizkina (1025) > Mezquina (1257), Mahastu (1321), Maeztu-
(1156) > Mezkia (en microtoponimia (1590), Maestu- (ahora) en toponimia
histórica vasca y ahora), en el caso de menor vasca.
que, como parece, debamos basarlo m- > b-: Boriniuar (A, 1025), Boliuar
en el antropónimo Viscius, es decir, (1257), en este caso por asimilación o
en el caso de que debamos partir de disimilación.
*(villa) biscina, y no del romance (vi-

En posición interior tenemos los siguientes cambios:

-b- > -ø-: Abulanga (A, 1025), Aulanga 1033), Enequo Uascoariz (N, 1350).
(1257); Luçayde (N, 1110) y Alduide -b- > -b- / Csorda- (comp.): Dota Lopeiz
(N-BN, 1193), si el segundo elemento Aizburu (N, s. xiii), Guarcia de Alloz­
es bide. En alguna ocasión la bilabial vacoiç (N, c. 1260), Amesbacochaga (B,
ha caído y las vocales que habían que- 1347).
dado en contacto se han fusionado: -b- > -b-, -f-: Nabar, Nabarra / Nafar, Na-
Harrizauallaga en 1025, Arriçauala en farra (antropónimo, B, L, N). Cf. el
1257, Arriçala para 1310, Arrízala ac- corónimo Navarra / Nafarroa, escrito
tualmente. Sin embargo, en este caso Nafarra en 1102.
podría tratarse de la caída de una sílaba -b- > -b-, -m-: Çuueldi çaual (Aralar, s. xiii),
debido al acento, partiendo de Arríza- Çubelçu (G, 1479), y Cumelhegi (B,
bala; el sufijo (-aga), como es conoci- 1013), Zumelzu (A, 1025), Garcia Çu-
do, en ocasiones es de quitaipón. melçquo (N, 1230), Çumelçu (B, 1356).
-b- > -b-, -ø- (comp. o en posición interior): -b- > -f-: Zeztave (A, 871), Cestafe (1257),
Gordoua (A, 1025), Gordoba (1257), Çeztafehe (1289), Zestafe hoy en día.
Gorrdoa (1479), Gordoba (1496, En la evolución del euskera lo habitual
1505), Gordoa (1500, en toponimia suele ser el paso inverso (-f- > -b-): Gos-
vasca y ahora); don Miguel Garçeyz de tovaro (N, s. xiii), Costobare de Elexal-
Leyouarren y don Fortuinn Esteuan de de (B, 1469). Véase, más arriba, lo que
Leyoarren (N, 1276); Muruvarren (N, se ha dicho a propósito de Zuffia.
1240), Murugarren (1223) y Muruarren -b- / -p- (en inicial de segundo miembro de
(1265). Se produce también por enci- comp., tras sibilante sorda): Sancius
ma del límite de palabra: Lope Erascoyz Ayzpurucoa vs. Aiçburua (N, 1226,
(N, 1232), Martin Ascoariz (N, 1350), 1249), Arrosbide vs. Arrozpide (N,
pero no siempre: Munio Berascoiz (N, 1388, 1398). En este caso, como en

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4. el euskera en la edad media

otros muchos, ha influido sin duda la bién Oldiç; N, 1290), Ayzcorria (G,
transparencia del segundo miembro. 1430), Lascutya (B, 1489), Muniozcu-
-b- > -p- / Csorda- (primario o sec.; en ren (N, 1493).
comp.): Haizpilleta (A, 1025), Ayçpe -k-: Eriz Akutiz (N, 1068), Acotayn (N,
(N, c. 1032), Aizpurgi (1057, si los 1268), Acutayn (1280).
elementos del compuesto son haitz + -k- > -g- / n- (en límite de morfema y en po-
*burgi), Azpizcar (G, 1451), Belispuru sición interior): Blasco Ariamango (N,
(G, 1470), Juan Peres de Ysaspiribil (< 1111), Maria Vengoa (N, 1168), San-
isasi + biribil probablemente, G, 1497, cho Errongari (N, 1366). En el topóni-
pero no es la única explicación etimo- mo alavés Jungitu se habrá producido
la misma evolución, ya que el étimo es,
lógica posible), etc. Cf. Bagoeta (1025
a mi entender, *(fundu) iuncitu.
- 1513), Laspagoeta (1518), denomi-
-k- > -k- / l- (en posición interior y en lími-
nación de un despoblado alavés.
te morfémico): Olcoz (1114), Olcotz
­-d- > -t- / Csorda- (en el sufijo colectivo -doi,
(1268), Semeno Çalquea Egoçquueco
-dui, -di): Ariztuia (N, 1042), Lapasti
(N, s. xiii), Orti Bassauilco (N, 1255).
(N, ss. xi-xiii), Isasti (N, 1226), Çuaztia Como dice Mitxelena (1971a: 264),
(N, 1228), Arançabelztia (G, 1479). «la sonorización de la oclusiva nunca
-dV- + g-, k- > *-tk- > -k- (en comp.): Ycor- ha tenido en la mayoría de los dialec-
taeta (G, 1445). tos vascos la misma generalidad en el
-g- > -ø- (en comp. y, de vez en cuando, en caso de *-lk- (cf. Olcoz, etc.), que en el
posición interior): Sorauren (N, 1064), de *-lt-, *-nk-, etc.».
Elgauren (A, 1393), Aznar Erreteyco -k- > -k- / n-: Miquelis Orqueienco (N,
(N, 1366, pero Orti Erreteguico, N, 1226), Garçia Periz Esanco (N, 1330),
ss. xiii-xiv). Algunas veces cae inclu- Miguel Echaraynco (N, 1366), Ichusco
so habiendo de por medio frontera de Barrenco (N, 1366).
palabra: Orti Arindoyç (N, 1157), Lop -k- > -k- / r-: Latorco urenic erdia (N, 1197),
Sanso Arceiz (N, s. xiii), pero Garcia Matheo Galuarco (N, 1330).
Garindoytz (N, 1167-1193), Semero -k (sec.) > -t + b- > -p-: Errepide (G, 1475).
Garziz (BN, 1150-1167). En el Fuero navarro tenemos «en la
-g- / -b-: Domingo Nagussi, Domingo Nabu­ssi cayll que dize el bascongado erret bide»
(N, 1283). En el siguiente topónimo (Mitxelena, AV, 220). Dice este autor
hay alternancia -g- / -b- / -ø-: Gudu- que la variante de errege ‘rey’ en com-
garreta (G, 1384, 1393), Gudubarreta posición es erret-.
(1387, 1393), Guduarreta (1464). -k (sec.) > -t + g-, k- > -k-: errege + gorte >
-g- > -g- / Csorda- (no es habitual): Ayz­ *erretkorte > errekorte: Semeno Errecor-
gaynna (N, 1350). te (N, s. xiii).
-g- > -k- / Csorda- (es habitual): Azcarat -k (sec.) > -t + V- > -tV-: Erret Ihera, Erret
(BN, 1274), Oldiçcuren (había tam- Ihera Guiuelea (N, 1150, < errege + (e)

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4. el euskera en la edad media

ihera ‘molino’), «el logar llamado de -t- > -d- / l-: Urrialdo (A, 1025), Zaldu-
Retola» (G, 1479, < errege + ola), «el hondo (A, 1025, Çalduondo, 1475),
sel de Arretolaça» (B, 1498, < harregi + Zalduburua (N, 1080), Aldunate (N,
olatza probablemente). La misma evo- 1068 y ahora, Alduate en toponimia
lución tendremos en Orti Erreteguico vasca). La oclusiva sorda se puede so-
(N, ss. xiii-xiv), si como parece los norizar incluso cuando la lateral es se-
elementos del compuesto son errege + cundaria: Açaldegui (< azeari, azari +
-egi (AV, 220). -tegi, N, 1215).
-k (sec.) > -t + z- > -(t)z-. Está bastante cla- -t- > -d- / n-: Guendearia (N, 1196), Lau-
ro que en «(pontes regales qui dicuntur) rendi (N, 1196, 1256), Sanduru (N,
Errezubi» de 1125 (N) tenemos errege ss. xii-xiiv), «cabe la andapara» (G,
+ zubi. 1479). Tenemos la misma sonoriza-
-p- > -p- (eusk.) / -b- (cast.): Opaucu (A, ción en Abendagnu (A, 1025), si el
1025), Opaco (1098), Opaqua (1257), antropónimo de base, como creo, es
Opakua en la actualidad, pero Oba- Abentius, Aventius. En algún nombre
go (N, 1236), Hubago (1280), Ubago hay alternancia entre la sorda y la sono-
ahora, por evolución romance. ra: Morentien (N, 1103), Morendiain
-t-: Tota Bita (N, c. 1033), Dota Arindoiz de (1210), Morendin (1212), Morentin
Vilava (N, 1197); Arteeta (N, 1087), (1228), Morentiain (1233), Morentin
Arteta (1155 y ahora), pero Artieda hoy en día. Para explicar Guendulain
(N, 1020-1030 y en la actualidad), (N, 1055) no hace falta recurrir direc-
éste por influencia o evolución roman- tamente al latín, pues la variante vasca
ce. En un caso hay t incluso tras nasal: del antropónimo, Gendule, está docu-
Sancho Irantico (N, 1366). mentada.
-t- > -d- / r-: Garde (desde 1085 hasta el
presente), si el sufijo es en realidad el
locativo -te.

En la toponimia alavesa, tal como ocurre en algunos topónimos vizcaínos y en ciertos


términos empleados en hablas de la Vasconia continental, la evolución ha sido -tjV- > -txV-:
Aletxa (< *Alletiana), Andetxa, Anditxa (< *Antestiana, *Antistiana), Gometxa (< *Cometiana
< *Comitiana). Con todo, hay igualmente -tjV- > -tzV-: Abezia (*Abetzia < *Avitiana; el
nombre personal que está en la base es Avitius), Mendoza (< *Mendotza < *Ventuitiana; creo
que el nombre de base, si es que estamos ante un antrotopónimo, puede ser Ventuitius).
En lo que concierne a los grupos de consonantes que tienen una oclusiva o una frica-
tiva, encontramos -bl- del siglo xii convertido en -l- en la primera mitad del xiv: Semero
Oblata, Orti Oblata (N, s. xii), pero Sancho Olata, Johan Olata (en la misma localidad,
1330; cf. Olatare gortea ‘el corral de O(b)lata’, 1603).

—350—
4. el euskera en la edad media

2.1.5. Sibilantes
Cuando el étimo comienza con s- el topónimo vasco suele tener z- en la documentación y
en la actualidad, si bien en los lugares en los que el euskera se ha perdido se pronuncia, como
era de esperar, a la manera del castellano, es decir, con una fricativa interdental: Zandiun (N,
c. 1100), Çandion (1162), Çandiu (1366), Zandio ahora, del antropónimo Sante; Azeari
Zanduetaco (N, 1195), Çandueta (1268), de la variante zandu de sandu ‘santo’; Zurbano (A,
1025), Çurbano (1257), Zurbao-, Zurbau- en topónimos vascos, de *Surbus, variante de Sur-
bius; Zekuñau (A, Cicujano en castellano), escrito Cekungau en 1025, de Secconius, Seconius.
Ante oclusiva tenemos -z- en euskera en la Edad Media, aunque en ocasiones, en
Navarra sobre todo, se ha convertido en apical: Badoztayn (N, 1143), Badoçtain (1199),
Badostain (s. xii; pero es excepcional en este período), Badostáin ahora; Marti Ezteveiz
(N, s. xiii), pero Esteve (N, s. xiii); Eluira Garceyz Bazterreco (N, 1330), pero Johan Baste-
rreco (ibíd.). En bastantes ocasiones hay s en romance y z en euskera: Isaua, Issava, Ysaua
(N, doc. medieval), Isaba (cast.) / Izaba (eusk.); Sanguassa, Sangossa, Sanguessa, Sanguos-
sa (N, doc. medieval), Sangüessa (cast.) / Zangoza (en toponimia vasca y en euskera), etc.
En la Edad Media, como en la actualidad, tenemos la alveolar s palatalizada en x en
hipocorísticos (Salaberri 2009): Xemena (N, c. 1033), Axari (BN, 1189), Axearico (N,
1366), Xemerot (L, 1374), Mary Xoanexco (B, 1464), Xuane (G, 1490), etc. Encontramos
el sonido palatal en posición inicial también fuera del primer nombre: Johan Xerrano (N,
1330), Lope Xagarrbey (N, 1366), Maria Xati (N, 1366; cf. Miguel Periz Çatico, N, en la
misma fecha), Iohan Martines Xenar (G, 1391). También aparece el sonido palatalizado
en posición interior y final: Maria Ygurra (N, 1330; cf. Pero Yxur d’Olavarrieta, G, 1514-
1516; de la forma neutra izur ‘crespo’), Xemeno Apex (N, 1366; de apez ‘cura’), «Martin
de Berroui, dicho Naguxi» (G, 1475; de nagusi ‘amo’, ‘dueño’, ‘jefe’).
En los hipocorísticos ha sido habitual, y en cierta medida todavía lo es, la palatali-
zación de varios sonidos ([d], [f ], [g], [j], [k], [l], [m], [n], [p], [ɾ], [ ], [ ], [t], [s], [ts]),
para conseguir la expresividad deseada: «Michelco fijo de Chariquo» (Mikel(e), Migel y
Maria; N, 1366), Garchot (Garze, Garzea; N, 1366), Dochato (Dota; BN, 1412-13),
Chachin Urragui (Martin; G, 1429), Cherran de Leyçaola (Fernando, Ferrando; G, 1436),
Cherran de Vrquiaga (B, 1453), Chopino de Anuçibay (Lope; B, 1464), Chachu (Joan; G,
1470), Chaxi de Aranaztegui (Grazia; G, 1475), Charia de Sagarraga (Maria; G, 1481),
etc. En los apodos el sonido [t ] puede proceder de la palatalización de [s]: «Juan Çuri
de Gorostieta dicho Churio» (G, 1409).
En los siglos finales de la Edad Media y siguientes uno de los recursos empleados para
la formación de hipocorísticos era anteponer el sonido chicheante al nombre: Churdincho
(Urdin; N, 1423), Churtin (Urtin, G, 1489; puede tratarse de Furtin), Chordon, Chorron
(Ordoño; G, 1497 y RS), Chandres (Andres; G, 1503), Chosan (Osana; B, 1507-10), etc.

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4. el euskera en la edad media

Con respecto a la posición interior, tenemos Lassarte (A, 1025), Mussitu (A, 1025)
en la Edad Media, Lasarte, Musitu ahora. Por otra parte, los actuales Ajarte y Bajauri de
Treviño se documentan como Hassarte y Bassahuri en 1025, con -ss- que nos hace pensar
en un sonido palatal.
Me ocupo seguidamente de la «fricativación» de las africadas en compuestos y deri-
vados:

-(t)s- + b- > -sb-, -sp-: Gorosbiscay (N, -tx + b- > -xp-: Axpuru (A, 1320), Axpee (B,
1284). Cf. Laspagoeta mencionado 1388).
más arriba. -tx + g- > -xk-: Ochoa d’Axcutia (B, 1379),
-(t)s + d- > -st-: Gorostuy Uelça (N, 1284). Axcana (B, 1398), Pero de Arexcurena-
-(t)s + l- > -sl-: Goroslarre (N, 1110). Mitxe- ga (B, 1419). Puede también aparecer
lena (AV, 288) se basa en gorosti para escrito con <s>: Juan Ortiz de Arescure-
explicar formas como Gorosquaray biz- naga (B, 1476), tal vez porque se había
qui de Orreaga de 1284, es decir, en la despalatalizado, pero esto no es segu-
síncopa que ocurriría en composición. ro, debido a las vacilaciones que suele
-(t)s + s- > -s-: Gorosarri (G, 1479). Es posible
haber en las grafías.
que tras <s> esté lo que ahora escribiría-
-tx + V- > -xtV-: Axtarloa, Axtarlo (B, 1388,
mos <ts>; de ser así, tendríamos que leer
1556, si los elementos del compuesto
dicho topónimo Gorotsarri. Otra posibi-
son atx + arlo).
lidad es considerar que el segundo miem-
-tz + b- > -zp-: Ayçpe (N, c. 1032), Domingo
bro del compuesto no es sarri sino harri.
d’Aizpuru (N, s. xiii).
-(t)s + z- > -sz-: Gorosçelay (N, 1259); quizás
se podría leer también Goro(s)tzelai. -tz + g- > -zk-: Pero Orrazquina (< orratz +
-ts + g- > -sk-: Lascutya (< lats + gutia, B, -gina ‘el que fabrica agujas’, N, 1244).
1489). Otra posibilidad es pensar en orrazi,
-ts, -(t)s + V- > -stV-: Haberasturi (A, 1025), orraze + -gina ‘el peinero’.
Gorostaldea (N, 1110), Gorostarrçu (N, -tz + l-> -zl-: Gazlarrañeta (N, 1288),
1366), Lastola (G, 1495; si el étimo es Ayzluçe-barrena (G, 1417).
lats + ola y no lasto + ola; cf. Urola). -tz + z- > -tz-: Ayçorroça (N, 1197), Urrizçe­
Sobre la h- del top. alavés, véase Sala- lay (N, 1259).
berri (2015b: 49).

Otros grupos consonánticos de los que forman parte las sibilantes:

-rs-: Gersalzaha (A, 1025). -r(t)z-: Sayturcegui (N, 1306) > Satrustegi.
-rst-: Arstegiza (B, 1053). -rtz + b- > -rzb-, -rzp- (la mayoría de las

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4. el euskera en la edad media

veces), -zp-: Garcia Arzpuru (< hartz (1280, 1366), Lusarreta hoy día.
‘oso’ + buru ‘cabeza’, Salinas de Oro / -rz- > -z-: Aiessa (N, 1059), Ayesa en caste-
Jaitz, 1183) = Garsias Azpuru = Arz- llano, pero Ageza- en toponimia vasca;
puru = Arzpuru Yazco, pero don Garsia Lurçurriaga (A, 1257), Luçuriaga (c.
Arzburu (ibíd.); Miguel Arzpellça (<
1275, 1351), Luçuriaga (eusk., Perez
hartz ‘oso’ + beltza ‘negro’, N, 1366).
-rz- > ((*)-x- >) -s-: Elhossu (A, 1025), Helossua de Lazarraga, c. 1600).
(1257), Elosu ahora; Lussarbe (G, 1141- -rzt-: Sagarztegui (Aldude, 1284).
42), Aycita Lusarra (N, 1284); Lussarreta -zn-: Ayznaganneta, Yznaga (G, 1374),
(N, 1268), Lusarreta (1280), Luxarreta Çuaznabar (G, 1478).

La asimilación de sibilantes es un fenómeno bien conocido en euskera (cf. zin +


etsi > sinetsi ‘creer’): Zamarce (N, c. 1032; el primer elemento será san), Sansoheta (A,
1025, San(t)so [< San(t)zo] + -eta), Searsoro (G, 1452, de zehar ‘de través, transversal’ +
soro ‘campo’ ‘prado’). También la disimilación es conocida: Gogate (A, 1025), Chochat
(1257), Otxate ahora; Sanssa Aceariz de Urreta (N, 1134-1150) y Andre Ansa de Çeberyo
(B, 1464); Don Sanso Miqueleiz = Jaun Anso Miqueleiz (N, 1221); Açenari Sansoiç de
Iuarra, Acenari Sansoiç de Berrio (B, 1013) vs. Senior Fortunio Sanoiz de Sanguessa (N,
1056), Orti Sanoiz Ostatuco (N, s. xiii). Véase Mitxelena (1971a: 255).

2.1.6. Nasales
En este capítulo estudio, en primer lugar, basándome siempre en la onomástica medieval,
la caída de la nasal lene en posición intervocálica, y menciono los fenómenos que dificul-
tan dicha caída. A continuación hablo de la nasal fortis y de la fortición provocada por el
resto nasal que una lene desaparecida ha dejado. Examino después algunos casos de disi-
milación, de simplificación de grupos de nasales secundarias, de fenómenos de rotacismo
que afectan a la nasal final del primer elemento de compuesto, y hablo de la alternancia
n / nb y de la nasal final surgida por repercusión u otro motivo. Para terminar, me ocupo
brevemente de la palatalización de la nasal del sufijo -ain en los testimonios medievales.
Son numerosos los topónimos que presentan caída de la nasal lene en posición in-
tervocálica en los documentos del medievo, y también hay algún antropónimo que da
muestra del mismo fenómeno: Aceari Ortiz de Ziroze (N, 1094), Amallogutia (y Ama-
llonagusia, B, 1256), Arratia (B, 1053; de una forma *Arratiana tal vez, con base en el
antropónimo Rat(t)ius o Arretius), Bakio (B, 1053, si procede de *Bakiano).
En los testimonios medievales, con frecuencia, encontramos sólo la variante provista
de nasal, pero los datos de la toponimia menor de los siglos posteriores dejan claro que

—353—
4. el euskera en la edad media

en euskera -n- caía. Por lo tanto, el hecho de que las formas sin nasal no aparezcan en la
documentación se debe tan solo a las dificultades que estas variantes, consideradas sin
duda populares (Mitxelena 1971a: 253), tenían para verse reflejadas en la misma: Du-
rana (A, 1025, 1257, 1295…) y Durabea, Duracoaldea, Duragana; Maturana (A, 1012,
1066, 1295) y Maturabidea, Maturaldea, etc.
El caso del topónimo mayor Urdiñarbe (eusk.), Ordiarp (oficial) en Sola o Zuberoa
es un tanto especial: la variante actual eusquérica tiene ñ, a pesar de que tanto la for-
ma oficial como los testimonios documentales (Urdiarue 1072, Vrdiarp 1189, Ordiarp
1270…) están desprovistos de dicho sonido. A mi parecer, del original *Urdinarbe ha-
brá salido *Urd ãrbe primero y Urdiarbe después en romance, convertido en Urdiarp,
Ordiarp por la caída de la vocal final, pero Urdiñarbe en euskera, seguramente porque la
nasalidad que perduró en las vocales nasalizadas hizo que se desarrollara de nuevo una
nasal. Otra explicación posible es pensar que, en euskera, la nasal de *Urdinarbe no cayó
(en el adjetivo urdin, si es esto lo que tenemos en la base, no suele perderse, en topó-
nimos como Urdiñate, Urdiñeta, Urdiñola) y se palatizó por acción de la vocal palatal
anterior, o a la inversa, que la nasal se palatalizó y no cayó. Las variantes documentales
sin nasal se deberán al gascón bearnés, pues como es sabido en esta variedad la nasal
desaparece entre vocales. Además, y al igual que en euskera, al caer la intervocálica el
gascón nasalizó la vocal anterior, a pesar de que más tarde, en la mayoría de las hablas,
dicha nasalización se perdiera (v. Rohlfs 1977: 156).
En algunas ocasiones la consonante perdida reaparece en otra posición diferente a la
original: Gorri de Areaça (B, 1504) vs. Juan de Areança, Juan Gorri de Areança (B, 1514).
Es parecido el desarrollo vasco Leynç (de Leniz, 1257, 1266), variante que Garibay reco-
ge en el siglo xvi: Leniz > *L z > *L z > Leintz. También el de laun ‘plana’, formante
del topónimo (la peña de) Arrlaunbe (Altzania, 1469): planu > *lã > *lã > laun.
Digamos, pasando a otro tema, que un buen número de topónimos que hoy tiene
-ain se documenta en la Edad Media con nasal palatal: Adoaing (N, 1033), Adoain
(1057, 1068 y ahora); Garitoang (N, 1086), Garitoain en los últimos siglos; Lizuing (ss.
xi-xii), Lissoanh (1274) pero Liçoain, Lizoain (s. xiii, 1366 y en la actualidad); Surianh
(1277) pero Zuriain (1090), Çuriayn, Curiayn (s. xiii), Çuriain (1366), etc. No todos
los topónimos, sin embargo, presentan variantes documentales con nasal palatal: Acu-
tain (1236, 1238, 1260), Acutayn (1366), por ejemplo.
Irigoien (1987: 202) considera que del original -ani ha salido -añ, y que por esa
razón en romance no ha surgido ninguna forma en -ane; la evolución eusquérica, en
opinión del académico vizcaíno, habrá sido -ani > -añ > -ain. Esto, a decir verdad, per-
mitiría explicar por qué tenemos Paternain y artzai, mandazai en la misma zona, pero
debo señalar que los testimonios que delatan que hay una palatal final están localizados

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4. el euskera en la edad media

en determinados documentos. No niego que hubiera formas con palatal, pero las que
poseemos son pocas para explicar el gran número de topónimos en -ain y además, en
apariencia al menos, tardías.
El topónimo *Mezkinitz > Mezkiritz parece deberse a disimilación de nasales (m - n >
m - r), pero no es seguro, y de ser así se trataría de un fenómeno aislado, puesto que sin
salir de Navarra tenemos Uilla Mezquina (1120) > Millamezquia (1616), y en Álava Villa
Mezkina (947), Mezquía ahora (Mezkia en grafía vasca), con pérdida de la nasal. La misma
disimilación está presente en el antropónimo Semero, Xemero salido de Semeno, Xemeno.
En algún topónimo hay n - n > l - n: Etunain (N, 1240), Hetunayn (1268), Itunayn
(1280), Etunayn (1366), pero Etulayn (1280), Etulain en la toponimia vasca de los
últimos siglos y ahora. Otra disimilación, como puede verse en el capítulo dedicado a
las laterales, es ñ - n > ll - n, que luego en algunos testimomios en euskera se ha conver-
tido en l - ø. La misma disimilación está presente, al parecer, en la base de las variantes
romances de algunos nombres, por ejemplo en Crispijana, en Álava (véase más abajo).
La disimilación (n - ñ > ñ) es clara en el topónimo alavés Pingunna (1025), Bicunia
en 1156, Vicunna en 1275, 1351 y 1484, Bicunna en 1295 y 1486, Vicuña- en topo-
nimia menor vasca y en los textos de Perez Lazarraga («lecu ona Bicuña»). El mismo
fenómeno estará presente en Santa Marina de Oxirondo (G, 1489), si su origen es oxin
+ ondo, pero en este caso se puede suponer que oxir- es una variante de composición
similar a jaur- y oihar- (véase más abajo; cf. Usurbil y Sunbilla), pero es un tema éste que
habría que estudiar. Puntualmente hay n - l > l - l: Hondalde > Holdalde-n (G, 1479).
Como es bien conocido, la nasal forte no cae y, frecuentemente, figura escrita en los
documentos con <nn>: Munniahin (A, 1025, Munain ahora), Adanna (A, 1025), Hurigu-
renna (A, 1025). Lo mismo ocurre en la antroponimia: Enneco (BN, 1189), Orti Gurenna
(N, 1137). En ocasiones tenemos dos nasales en el mismo nombre, una forte y la otra lene
y, tal como era de esperar, la forte se conserva y la lene cae. Este es, entre otros, el caso del
topónimo alavés Ania de 1025 (Anya en 1257), basado a mi parecer en Annius: *(villa)
anniana > Ania. A su lado tenemos, con evolución romance, (Salinas de) Añana.
Algunas veces la nasal lene del sufijo, al caer, ha nasalizado las vocales contiguas, las
cuales a su vez han reforzado una nasal lene situada más a la izquierda, y ha impedido
que se perdiera: *(villa) beneana (Benaeus) > *BeNeã ã > Benea (A, 1025, Venea 1257).
Otro tanto ha ocurrido, al parecer, en otros topónimos de la misma región, en Dibiña
por poner un ejemplo (con base en el nombre personal Divinus).
En ocasiones hay -n + m- > -m- (véase AV, p. 248): Unamendico (N, 1076), unamaiz-
ter (N, 1167), Aramendia (Lope de Aran Mendico, 1181-1222, Pero Aramendiquo, 1286).
Es sabido que en algunas palabras la nasal final del primer elemento del compuesto o de
la base del derivado se convierte en vibrante, es decir, se produce el cambio -n > -r: Çaro

—355—
4. el euskera en la edad media

Jaureguia (BN, 1243), Jaurbaracea (N, 1258), Oyardo (B, 1489, 1518). No siempre sin
embargo: Oyançauala (N, 1258).
De vez en cuando encontramos la alternancia -m- / -mb-: Lamiaran (A, 1464) / Lan-
biaran (ibíd., 1465), conocida todavía en ciertos lugares en palabras del léxico común
como kamio / ganbio. En algún caso la nasal habrá nacido por repercusión, es decir,
habrá surgido por acción de otra nasal anterior: Ybargoençelayn (en las cercanías de San-
tatria, 1340). Otras veces no sabemos a qué se debe esa -n añadida: Hargarayn (G, 1349),
Martin Yuannez de Garayn (G, 1363).
Mitxelena (AV, p. 248) dice que en Haraluzeia (< haran ‘valle’ + luze ‘largo’ + artícu-
lo; Burgos, 1068), Faranluceia (1077), Franlucea (1176; Froncea en la actualidad) hay -n
+ l- cuyo resultado, como puede observarse es tanto -nl- como -l-. El primer testimonio
del topónimo es de todos modos anterior al que cita Mitxelena (Faranlucea, 947). El lin-
güista de Errenteria apostilla que en territorio vasco la reducción es siempre -l- (Araluce).

2.1.7. Laterales
En este capítulo, igual que en el resto, no hay apenas nada que se salga de lo descrito por
Mitxelena en sus trabajos, es decir, lo que decimos aquí era bien conocido con anterio-
ridad. Sin embargo, creo que es importante atestiguar con datos que esas evoluciones y
cambios que ya conocíamos se produjeron en la Edad Media y que no eran algo casual,
sino fenómenos bien enraizados en la lengua.
En primer lugar me ocuparé de los abundantes fenómenos medievales de rotacismo
en los que el punto de partida es una lateral lene en posición intervocálica: Munio Be-
rascoiz (N, c. 1033), Eriz Akutiz (N, 1068), Berasco Aoçavala (N, 1173), etc. Parece que
dicho cambio -l- > -r- estaba en marcha para 1002, puesto que en esa fecha encontramos
el topónimo navarro Ezquiroz (hay dos Ezkirotz / Esquíroz en Navarra) que procede pro-
bablemente de una variante Esquilo (véase Salaberri 2011b: 50). En la toponimia alavesa
observamos la susodicha evolución en más de un caso: Arina (basado en el nombre Alin-
na), Etura (con base Vetulus, Vetulo), Padura, e.a. El actual Egilatz / Eguílaz es un caso
especial, pues siendo su etimología clara (hegi + latz) se documenta Hegiraz en 1025,
Heguiraz en 1156, pero Heguilaz en 1257, 1479 y 1498. Digo que es especial porque
la lateral inicial de latz ha sido considerada como lene y convertida en tap en posición
intervocálica, aunque hay límite morfémico.
En los nombres de población de Álava, en ocasiones y tal vez por asimilación o disi-
milación, hay l- > n-: Langrares (1025), Lancrares (1257), Lanclares (1295) > Nanclares
(de Oca); Langara (1025, 1247), Lancrares (1257, 1279) > Nanclares (de Ganboa), pero
Langarica (1257, 1393 y en la actualidad). En otro caso tampoco se ve claro si estamos

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4. el euskera en la edad media

ante una asimilación de laterales o ante una disimilación de nasales: Lunantu (1025),
Lulantu (1257). En una ocasión hay l - l > l - n, pero se trata de una cuestión puntual:
Martin de Olaboliaga = Martin de Olaboniaga (B, 1467).
A veces parece que la lateral está palatalizada, por influencia de una i anterior: Hi-
llardui, Hillarrazaha, Haizpilleta en 1025, pronunciados los dos primeros Ilarduia e
Ilarraza en la actualidad (el tercero es un despoblado). En el conocido documento de
San Millán hay, no obstante, topónimos que tienen dicho dígrafo pero no vocal palatal
junto a él: Harrizavallaga (Arrizala), Hollarruizu (Olarizu), Kessalla (despoblado), y por
eso, y por la pronunciación actual, es preferible pensar que esas grafías <ll> representa-
ban una lateral forte. En la misma situación está el topónimo alavés Dullanzi (1025),
Dulanci (1257), Dulance (1295), e igualmente el navarro Cilleguieta (N, 991), pero es
más dudoso Olleta (N, 1211, 1230), escrito Oylleta en 1268, Olleta en la actualidad en
castellano. En euskera se le ha llamado Oleta (< ola + -eta), tal como muestra la toponi-
mia menor, y por eso es lógico pensar que Oleta de 1185 es reflejo de la pronunciación
vasca del nombre.
Como dice Mitxelena (1964b: 30), aunque el resultado de lh de 1025 haya sido en
zona romance ll (Olhauarri 1025, Olauarri 1257, Ollábarre ahora en castellano), en algún
topónimo lh de 1025 es en la actualidad [x]: Barolha (1025) > Baroja ([baroja] 1180), Va-
roiia (1257), Baro[x]a hoy en día. Lo mismo ocurre, como dice el lingüista de Errenteria,
con el topónimo Suuillana (1025), Subiiana (1257), en nuestros días Subijana-Morillas.
La otra Suuillana de 1025, la llamada Subijana de Álava cercana a Vitoria (Sobeiiana 1257,
Suvijana 1295), en cambio, era Subilla en euskera (Subillabide, Subillabidea), es decir,
tenía una lateral palatal. Es posible, igualmente, que el nombre eusquérico de Ormijana
(Uruillana en 1025) fuera *Urbilla, pero no lo sabemos con seguridad. Parece que los éti-
mos de estos dos topónimos tenían -lj- (*Subilius, *Suvilius y Urvilius).
La base del nombre Crispijana (Crispinana en 1257, Crispijana en 1295) es el an-
tropónimo Crispinius que no presenta, como se ve, ningún sonido lateral. La evolución
romance habrá sido la siguiente: *Crispiniana > *Crispiñana > *Crispi[j]ana (por con-
fusión de palatales) > *Crispi[Ʒ]ana > *Crispi[∫]ana > Crispijana, pero podemos pensar
igualmente que ha habido en algún momento una variante con lateral palatal (*Crispi-
llana), por disimilación de nasales. El nombre empleado en euskera era Krispiña (v. Sala-
berri 2015b: 231-232) y, por lo tanto, parece que en esta lengua no ha habido ninguna
variante con lateral.
En el topónimo alavés Apellániz estaremos ante un proceso de disimilación de nasales (ñ
- n > ll - n): Apinganiz (léase Apiñaniz, 1025), Apignaniz (1110), Apillaniz (1257), Apinaniz
(1299). En 1456 vivía en Cicujano el llamado indistintamente Juan de Apeñaniz o Juan de
Apellaniz. Martínez de Madina (2010: 310-313) recoge Apelaiz en 1531, 1633 y 1635; en

—357—
4. el euskera en la edad media

la toponimia menor eusquérica, según la misma investigadora, además de la forma «oficial»


suele documentarse la forma con lateral pero sin nasal (v. Salaberri 2015b: 76-77).
Cuando la lateral es forte no hay paso a tap, como es conocido. Esto, en los présta-
mos del latín, se da en los casos en que en el étimo había una geminada (Angellu 1025,
Anguellu 1156; Anguello, Anguelu 1333; Angelu(soloa) en 1794, A) o en posición final,
ante el artículo u otro morfema (Zaualla 1025, Çauala 1257, Harizaualleta 1025, Ha-
rizaballeta 1135, A).
En los grupos de consonantes, -zl- se mantiene en composición: Anizlarre (G, 1270),
Aneyslarrea (1340), Anislarrea (1495). Es posible que en algún caso se trate en realidad
de -tzl-, pero debido a problemas gráficos es difícil asegurarlo. En un topónimo hay,
como consecuencia de la caída de la vocal medial, -sl-, pero también -s-: Uhula (nombre
de un despoblado alavés) + sarri ‘espesura’ > Uhulsarri, Uhusarri (1393).

2.1.8. Vibrantes
Es sabido que la vibrante en posición final es múltiple en euskera actualmente y, vistos
los datos, se puede afirmar que lo mismo ocurría en el medioevo, como delata la grafía
-rr que frecuentemente encontramos: Legarreta Nauarr (N, 1071), Oiuarr (N, 1072),
Amayurr (N, 1197), Pedro Sanches Yçarr (A, 1321), Beotibarr, Oribarr (G, 1340), «Me-
naut de Sant Miguel dit Sudurr» (BN, 1393), Eynbarr (G, 1409), etc. También ante
consonante encontramos con frecuencia <rr>: Rodrico Avarrca (N, 1136), Sagarrcelay
(BN, 1284), Elorrmendi (G, 1340), Johaneco Gorostarrçu, (N, 1366), Pero Orrtiz de Ar-
haya (A, 1386), Usurrbil (1390), Arrmendia (G, 1436), Gorrdoa (A, 1479), Arrteaga (B,
1489), etc. Esta misma grafía <rr> es habitual, en posición final y anteconsonántica, en
el diccionario de Landuchio del siglo xvi (Agud y Mitxelena 1958: 21), señal clara, en
opinión del lingüista de Errenteria, que la vibrante en Álava en dichas posiciones era
múltiple o al menos se podía pronunciar como tal.
En ciertas ocasiones se ha producido disimilación y el tap o la vibrante múltiple ha
desaparecido o se ha transformado: Oreriuia (N, 1043), pero Oreliuia (1094), Dona
Maria Viçagorria (N, 1244), Eneco Alchirri (< ardi ‘oveja’ + zirri, txirri ‘excremento’,
N, 1193); Arçorriç (N, 1256), Arcorriz (1366), pero Alçorriz (1290), Alzórriz ahora.
Hay también formas asimiladas: Ferrando (N, 1176), Borçarorreta (< *Bortzalorreta, N,
1279), Chorron de Çubiaurre (G, 1497), pero Chordon (B, 1520), Chordon en RS. La
metátesis de vibrantes es bastante segura en Chinchetru (A, 1257, c. 1275, 1351), Chyn-
chertu, Chyncherto, Chinchertu (1441).
La vibrante final del primer miembro del compuesto se pierde con asiduidad: Lu-
gorria (< lur + gorria, A, 1312), Aquegorta (< aker + gorta, B, 1388), Lunarrutua (< lur

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4. el euskera en la edad media

+ narrutua, G, 1479), «la peña que se llama Beoburua» (< behor + burua, A, 1481, pero
Beorburu, N, desde el s. xiii), Juan de Vizcalaza (bizkar + latza, G, 1489). Tendríamos
que incluir en este grupo el topónimo Ama Jaureguiaga barrena Auriçchoa (N, 1110), si
los primeros miembros del mismo fueran hamar ‘diez’ + jauregi ‘palacio’ + -aga sufijo lo-
cativo, si bien no es la única posibilidad que existe. Otras veces se pierde la vocal final del
primer miembro de un compuesto, y la vibrante que queda entonces en posición final
se convierte en lateral, siguiendo la antigua tendencia existente en euskera: Udal ondoa
(< udare + ondoa, N, s. xiii), Madalçaga (< madari + -tza + -aga, G, 1346), Açaloleaga
(< azari + ola + -aga, B, 1388), Madalgarrasza (< madari + garratza, A, 1456), Çamalbi-
de (< zamari + bide, G, 1495).
De manera muy esporádica se produce confusión entre -r- y -d-: Ulivarri Adana (A,
1458), Ramido de Vnçurdin (B, comienzos del s. xvi). Para terminar quiero subrayar que,
cuando el étimo comienza con vibrante múltiple, el término vasco suele llevar una vocal
protética, hecho bien conocido en la historia de nuestra lengua. Sobre este tema véase el
punto dedicado a las vocales.

2.2. Morfosintaxis
Lo que basándonos exclusivamente en los datos onomásticos podemos decir sobre cier-
tos niveles lingüísticos (por ejemplo sobre las características sintácticas o formas verba-
les del euskera medieval) no es mucho. En revancha, en otros campos poseemos datos
abundantes, sobre todo, y como era de esperar, en el de los sufijos, dado que estos son
frecuentes, particularmente en toponimia, pero también en antroponimia.
Está claro que lo más adecuado para poder decir algo acerca de los distintos tipos de
oraciones es recurrir a los pequeños textos medievales que conocemos, empezando por
la glosas emilianenses, ya que dan cuenta, en cierta medida, de las características del eus-
kera de aquella época. Fueron escritas hacia mediados del siglo x y su objetivo era aclarar
el texto escrito en latín, hacerlo comprensible para el lector.
Es cuestión debatida a qué parte del texto latino corresponden las dos pequeñas glo-
sas escritas en lengua vasca. Mitxelena (1964b: 41-44) cree que la primera, izioqui dugu,
va con el latín jnueniri meruimur, es decir, con inuenire meruimus, sea lo que sea izioqui,
pues por su forma -acaba en -ki como se ve- podría ser tanto verbo como adverbio. Si
el emparejamiento es correcto, la glosa querría decir algo así como ‘hemos merecido
encontrarlo, conseguirlo’.
La segunda glosa, guec ajutu ez dugu, está al lado del texto latino «timeo ne […] nos,
quod absit, precipitemur» ‘temo, que no ocurra nada así, que caigamos’, delante de la glo-
sa romance no∫ nonkaigamus ‘no caigamos’ y del sintagma latino jnge na ‘al infierno, en

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4. el euskera en la edad media

el infierno’. Por eso pensó Menéndez Pidal que quería decir ‘nosotros no nos arrojamos’,
pero en opinión de Mitxelena es más probable que se trate de la traducción vasca de Non
nobis sufficit que viene después, es decir, que sea el equivalente eusquérico de la glosa
romance non conuienet a nobis ‘no nos conviene’.
Como puede observarse, tenemos dugu en las dos glosas, y por esa razón se ha afir-
mado que el autor era navarro. Mitxelena, en cambio, opina que podía además ser tanto
alavés como riojano, dado que, por ejemplo, hay dugu en el vocabulario de Landuchio
en el s. xvi. Otro de los puntos que hay que subrayar es el concerniente al orden de pala-
bras, pues en la segunda glosa la partícula negativa ez está colocada en el centro (el orden
normal sería hoy guek ez dugu ajutu). De todos modos, está ordenación está viva todavía
en euskera en la oraciones subordinadas (por ejemplo cuando decimos egin ez duelako
‘porque no lo ha hecho’ empleamos ese orden), y en nuestra literatura aparece también
en oraciones independientes, fuera de la subordinación (cf. el pasaje de Kardaberatz
«gure eusquerac bazter oietan guizaseme andien patu onic izan eztu», en lugar del ahora
más común «gure euskarak ez du bazter hauetan gizaseme handien patu onik izan» o «gure
euskarak bazter hauetan ez du gizaseme handien patu onik izan»).
De todas maneras, y al contrario de lo que sucede en el texto del mencionado escritor
hernaniarra del s. xviii, en la segunda glosa del monasterio de San Millán no hay ensor-
decimiento de la dental sonora tras sibilante sorda, es decir, tenemos ezdugu en lugar de
eztugu. En cuanto a guek ‘guk’ ‘nosotros’ en caso ergativo, dice Mitxelena en su conocida
obra de 1964 (TAV, p. 42) que no es forzosamente un error, puesto que en Zigoitia (Ála-
va) se empleaba esa misma forma. En otro trabajo (1971a: 248) estima el mismo autor
que guec no es claro del todo, pero que es posible que se trate de una variante surgida
por analogía con el zuek ‘vosotros’ activo, es decir, ergativo. Perez Lazarraga en el s. xvi
emplea tanto guc como guec, la primera sólo en caso ergativo, y la segunda tanto en ab-
solutivo como en ergativo.
En Arrasate tenemos el topónimo relativo Ydiacurriçitesqueançelaya, Ydiacurriçatez-
queançelaya en 1475 y 1476, que, a mi parecer, significa en origen «el llano, el prado en el
que se corrieron los bueyes» / «el llano, el prado en el que se torearon los bueyes», no «el
llano en el que los bueyes podían / pudieron correr» (Salaberri 2008: 622). Estos Satzna-
men no son raros en ciertas regiones del país, si bien en otras brillan por su ausencia o los
encontramos en contadas ocasiones. Véase lo que se dice más abajo, al hablar del verbo.
Entre los antropónimos hay algún apodo que puede calificarse de comparativo, por
ejemplo «Juan Martinez dicho Ovea» ‘Juan Martínez dicho mejor’ (G, 1475), y tanto
en las denominaciones personales como en las toponímicas son numerosas las que pre-
sentan los superlativos barren ‘el más bajo’ y goien ‘el más alto’: Arbelgoihen (A, 1025),
Mengano goien (A, 1025), Garcia Lopeiz Barrena (N, 1079), Iturgoiena (G, 1141-42),

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4. el euskera en la edad media

Barrenessea (N, c. 1190), Auria Goiena, Auria Goienessea (N, s. xiii), Goceogoyen, Gace-
houarren (A, 1257), etc.
Con respecto a lo que hasta el presente se ha llamado «declinación», debo señalar que el
artículo -a se documenta pronto: en los Montes de Oca, en Burgos, hay Larchederra en el
año 869, topónimo que quizás haya que identificar con Larrehederra de 945, en la misma
zona. Además, encontramos en esta región Faranlucea en el año 947, es decir, lo que en la
actualidad escribiríamos Haranluzea ‘el valle largo’, con aspiración inicial. De todas mane-
ras, en el valle de Ansó (Huesca, en la muga de Roncal) se documenta con anterioridad un
topónimo que quizás lleve el artículo vasco: hablamos de Aranna del año 828, probable-
mente el mismo nombre que en 1027 aparece como Aranya, denominación de una peña.
A partir del siglo xi el artículo -a es muy abundante en la onomástica medieval: Huri-
gurenna (A, 1025), Larrea (A, 1025), Olhaerrea (A, 1025), Ezcurra (N, 1032), Licagorria
(N, 1027), Yçiçuloa (N, 1034), Arranoarria (N, 1056), Xemen Laburra (N, 1072), etc.
Algunas veces tenemos el topónimo sin artículo en los primeros testimonios, pero pro-
visto del mismo más adelante: Heinhu (A, 1025), Eguinno (1062), pero Eginoa (1066),
Eguinoa (1257); Elhossu (A, 1025), pero Helossua (1257), etc.
El primer testimonio de la extendida disimilación -a + -a > -ea de las hablas centro-
occidentales es, que sepamos, el alavés Elhorzahea de 1025, y el segundo el riojano Garci
Olhea de 1156 (véase el punto dedicado a la aspiración). Más tarde los topónimos Olea-
ga (G, 1353), Açaloleaga (B, 1388), Goycoolea (G, 1465) muestran el mismo proceso di-
similatorio, y el final de Argorta (B, 1388), Ganecogorta (B, 1457), Burugorta (B, 1467),
Dolara (G, 1475), Ardinogorta (B, 1498) y otros es consecuencia del mismo proceso.
En mugaja de 1479 (G, véase el punto 2.1.1.) parece que se ha insertado el sonido [j]
para asegurar el hiato, tal como ocurre en los textos de Etxepare (izan daia? ‘izan al da?’
‘¿ha habido?, jarri ziraia? ‘jarri al zara?’ ‘¿te has puesto?’) y algunas hablas actuales. El
elicera («ecclesiam [uocant] elicera») del peregrino francés del s. xii Aimary Picaud podría
corresponder según Mitxelena a un absolutivo en -ra (del tipo de eskolara ‘la escuela’)
que ha permanecido vivo hasta ahora en el valle de Salazar, si no estamos ante un adla-
tivo (elizara ‘a la iglesia’).
Algunas veces —en general en fecha bastante tardía, a partir del siglo xv— encontra-
mos el artículo también en plural, por ejemplo en Oreryturriac, Pagamunoac (G, 1445).
Por otra parte, en el sintagma gomendatu gura de la oración popular navarra del siglo xiv
tenemos, en opinión de Mitxelena (1964b: 59), el adjetivo gura ‘hura’ ‘aquel’ que ha sido
habitual en una amplia zona de la Navarra centro-oriental y que todavía puede oírse en
Erroibar / Valle de Erro y Aezkoa.
El artículo de grado próximo es común en antroponimia, y en toponimia no es
desconocido: Blasco Zailo (N, 1156), «Per Arnalt, dit Mandarro» (BN, 1350-53), Johan

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4. el euskera en la edad media

Sagarro (N, 1366), Garcia Arozo (N, 1366), Pes Surio (N, 1366), Lope Hederro (N, 1366),
Pero Churio (A, 1460), el monte de Arizavalo (G, 1470), «Juan de Ybarra, dicho Çabalo»
(B, 1489), «Joan de Yvarrolaça, dicho Çatarro» (B, 1490), etc. El partitivo lo encontramos
en el testimonio uric («aquam [uocant] uric», sobre ur ‘agua’) del mencionado peregrino
francés Aimery Picaud del s. xii.
Respecto al ergativo, el primer testimonio que conocemos es el ya mencionado
guec ‘guk’ de la glosa emilianense; en la oración popular navarra del siglo xiv tenemos
«Lur<r>ac dac[a]r og[ia], çoçac ardan bustia», es decir, «la tierra da (trae) pan (trigo), el
palillo (la cepa) vino mojado (mosto)». En el Fuero navarro encontramos gayçes berme
y ones berme es decir, en palabras de Mitxelena (1964b: 55), ‘fiador respecto al mal’ o
fianza de los demandantes, y ‘fiador respecto al bien’ o fianza del acusado. En los men-
cionados sintagmas tenemos, según el lingüista guipuzcoano, el primer testimonio de
-(e)s, variante del instrumental -(e)z característica de una zona del dialecto alto-navarro.
El primer testimonio del ablativo podría estar en el topónimo Latorco urenic erdia de
1197, en las cercanías de Dorrao / Torrano, que Mitxelena (1971a: 246) considera partiti-
vo «más o menos ablativo». Podríamos estar ante una variante del final -(e)rean (Perez La-
zarraga emplea -rean y -reanic, por ejemplo lecurean, lecureanic ‘del sitio, del lugar’), ante lo
que significaría ‘la mitad del agua del término de Lator’, o tal vez ‘la mitad de Latorco uren’
(ibíd.). Se pregunta Mitxelena (1958: 38) hasta dónde llegaban antiguamente el ablativo
-(e)rean y el prosecutivo -ti, y, si la interpretación del topónimo mencionada fuera correcta,
tendríamos que concluir que en el siglo xii el primero llegaba al menos hasta Ergoiena.
Zuazo (2012: 111) escribe que quizás se haya extendido desde Álava.
El caso que más aparece en la onomástica es sin duda el genitivo de lugar, comenzan-
do por el topónimo navarro Bazterrecoa de 1070. Posteriormente la lista de estructuras
antroponímicas y toponímicas que lo llevan se puede alargar ad líbitum, especialmente
en la documentacion navarra: Orti Erroco ‘Fortún de Erro’ (1103-1120), Yssuyneta go-
yticoa ‘Isuñeta la de arriba’ (1197), Garcia Çubirico ‘García de Zubiri’, Açeari Guruci-
ricoa ‘Aznar de Gurutziri(a), Aznar de hacia la cruz’, Garcia Mendi Urrucoa ‘García de
Mendiurru’ (s. xiii), Domicu Lapurdico ‘Domingo de Labort’ (s. xiii), Pedro Eliçaechecoa
‘Pedro de Elizaetxea’ (1212), Garcie Ortiz done Miqueleco ‘García Ortiz de San Miguel’
(1229), Vagadar Huarte Vidaldecoa, Armeaca Iraguicoa (1284), etc.
Por otro lado, cuando se trata de un nombre propio no hay -e- entre la base y la
desinencia, y cuando la primera acaba en nasal la segunda suele ser -go, pero -ko cuando
el sonido final de la primera es una lateral o una vibrante: Lope Olcozco (Olkotz, 1157),
Domeca Navaçco (Nabatz, s. xiii), Dota Ovanosco (Obanos, s. xiii), Garcia Eulzco (Eultz,
s. xiii), Garcia Oyarzavalco (Oiar(t)zabal, N, s. xiii), Garcia Çumelçquo (Zumeltz, 1230),
Toda Osacarco (Otsakar, 1252), Sancha Gardelaynngo (Gardelain, 1366). Miquele Ydoico

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4. el euskera en la edad media

(1220) y Miguel Ydoyeco (1233) podían ser la misma persona, pero sea como fuere, está
claro que en palabras que acababan con el diptongo -do había vacilaciones respecto al
empleo o no de -e- al añadir la desinencia a la base.
Como vio Mitxelena hace tiempo, se distinguen claramente los sintagmas definidos
de los indefinidos: Garcia Bazterreco (N, s. xiii), seguramente la misma persona que se
documenta como Garcia Bazterra, Guarcia Cavalco (1257) ‘García de la localidad de Za-
bal’ frente a Lope Çavaleco (s. xiii), probablemente ‘Lope de la casa o paraje denominado
Zabala’. De todos modos, en 1226 vivían S. Larraingo y Domicu Larrainecoa (N), deno-
minaciones que podrían tener, aunque no necesariamente, la misma base. Al igual que en
la actualidad, el artículo caía al recibir el nombre la desinencia: Aramendia (N, 1209) y
Pero Aramendiquo ‘Pedro de Aramendia’ (1286); Errea (N, 1274) y Açeari Erreco ‘Aznar de
Errea’ (1248); Larrea (A, 1305) y Ochoa Larreco el biexo ‘Otxoa de Larrea el viejo’ (1500);
Mendigorria (N, 1074) y Sandor Mendigorrico ‘Santos el de Mendigorria’ (1350), etc.
En los sintagmas que llevan este caso se observa que el elemento que lleva la desinen-
cia suele ir al final, a pesar de que se documenten ocasionalmente otros como Sorogo-
yengo Meaca o Iriondoco soroa (N, 1242). Es clara, por otro lado, la tendencia a utilizar
formas que no llevan artículo con denominaciones de pueblos, valles o entidades más
amplias, por ejemplo en Garce Arraiçaco ‘García de Arraiza’, Toda Periz Baztango ‘Toda
Pérez de Baztan’ (N, 1330), mientras que los oicónimos o nombres de casa suelen llevar
artículo, aunque no siempre: Eneco Iriartecoa ‘Íñigo de Iriartea’ (N, 1205), Domicu Erro-
tacoa ‘Domingo de Errota o del Molino’ (N, 1257), Eneco Urruticoa ‘Íñigo de Urrutia’
(N, 1366). Con todo, a menudo no sabemos con exactitud qué es lo que precede a la
desinencia del genitivo de lugar, un oicónimo o un topónimo, por ejemplo en Açeari
Guruçiricoa (N, s. xiii), y además hay bastantes vacilaciones: Semen Baçterecoa (N, 1157)
vs. Urracha Bazterreco (N, s. xiii), Eneco Iriartecoa (N, 1205) vs. Eneco Iriarteco (1213),
Domeca Gamaracoa (N, s. xiii) vs. Lope Gamaraquo (N, 1283).
Por otra parte, si bien en las estructuras antroponímicas que tienen como componen-
te un nombre de pueblo los sintagmas sin artículo son numerosos (por ejemplo Ansso
Ollacarizquetaco ‘Sancho de Ollakarizketa’, N, s. xiii), en toponimia menor hay desde
antiguo sintagmas que llevan -a, del tipo de Leyçarduya Cilueticoa y Ama Jaureguiaga
barrena Auriçchoa (N, 1110), a pesar de tener como parte integrante los topónimos
mayores Auritz, llamado Burguete en castellano, y Zilbeti. Añadiré, para terminar, que
estructuras como Pero Iturrietaco (A, s. xiii) o Sancha Bicuetaco (N, 1256) pueden ser
interpretadas Pero Iturri + -etako, Santxa Biku + -etako pero que también pueden enten-
derse como Pero Iturrieta + -ko y Santxa Bikueta + -ko.
Otro de los casos que encontramos en toponimia es el inesivo y, con mucha mayor
frecuencia, el final -ea, que puede ser considerado como resto de aquel: More Bilibilea

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4. el euskera en la edad media

(N, 1002), Aranea (N, 1059), Legarrean (N, 1202), «Otra pieça Donna Maria Uidean
[…] Dos pieças Nouare Uidean […] Otra pieça Guessaluidean» (N, 1246), «Larrandoren
bi sarohe […] Aranrriztoyen (sic) bi sarohe» (N, 1284). El inesivo plural aparece en la
oración popular navarra del siglo xiv, donde tenemos liburuetan ‘en los libros’ al lado del
singular egunean ‘en el día’ y de la forma jruretan que podría ser indefinida (‘tres veces’).
El adlativo es frecuente en la onomástica posterior a la Edad Media, en toponimia
especialmente, pero con anterioridad no se nos muestra sino en contadas ocasiones:
«septima est iuncta vie de Ilarvidera» (N, 1249), Sancho Gora (N, 1366).
En la mencionada oración popular hay un testimonio claro del genitivo singular:
Jangoicoaren apostru maestru. La variante antigua de este caso está en Orcire Çorita de
1110 (N), correspondiente al actual Ortzantzurieta, documentado como parte de los
topónimos Orçiren Çorita Çaharra, Orçiren Çorita Soroa en 1284. Los elementos del
primer miembro son Ortzi ‘dios’ y la desinencia de genitivo -re, -ren.
La variante antigua que se ha conservado hasta el presente en los posesivos aparece,
igualmente, en la estructura patronímica Iaun Ortire Semea (N, 1125), y también en la
toponimia artajonesa varios siglos más tarde: Ansare gortea (‘el corral de Sancha’, 1583),
Anchapele gortea (desde 1549, ‘el corral de Sancho Chapel’), Errabiare gortea (‘el corral
de Rabia’, 1593), Gile gortea, Gile olibadia (‘el corral de Gil’, ‘el olivar de Gil’, de 1556
en adelante), etc. En esta época el genitivo tenía -n en Oteitza (La Solana, N): Mariaren
gortea (1574), Pa[s]coalen gorteac (1578). Volviendo al medievo, no es extraño encon-
trar el genitivo en topónimos, oicónimos y en identificadores personales derivados de
los últimos: Sanso Urraquarena (N, s. xiii), Aycita Berroaren Aldecoa (N, 1284), Miguel
Goycoarena (N, 1350), Garcia Ansorena (N, 1366), etc.
Pasando ahora al verbo, debo señalar que antes de los romances del siglo xv no es
fácil toparse en la documentación con una forma verbal. Hemos encontrado las siguien-
tes: eban ‘cortar’ (Yraevan, G, 1452; Sarriburuebana A, 1456), edun ‘tener’ (Onbaçendu,
N, 1110, Onbacendu, 1259; Mitxelena [1964b: 38] dice que podría tratarse de una
forma abreviada de onbaçendu avaria ‘la cena de salvedat o de dignación’ que aparece
en el Fuero de Navarra), ekarri (lur<r>ac dac[a]r, en la oración popular navarra del xiv;
Veydacar «mortuero», G, 1313), eman ‘dar’ (norc berea demana ‘el que da lo suyo’, finales
del xv, Urrizola 2007), erazegi ‘encender’ (arguiçagui eraiçeten, en la oración popular),
ero ‘matar’ («dende a[l] lugar que llaman Juan Ahoraena»; «al lugar que llaman Jaunae-
raenla»; «el lugar llamado Juanaeraena» «donde mataron al señor»; Arçaheraena «donde
mataron el oso», G, s. xv), etzan ‘yacer’ (Ochaçecan?, N, 1232; Yladaçan Çelaya «el llano
[el prado] donde yace el muerto», B, 1498), ibili ‘andar’ (dauilça), irakurri ‘leer’ (liburue-
tan iracurten ‘leyendo en los libros’, oración popular navarra, s. xiv), jario ‘fluir, manar’
(Peidro Garidario ‘Pedro Manatrigo’, N, 1240; Pero Periz Garidario, N, 1366), kurritu

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4. el euskera en la edad media

‘correr’, ‘torear’ (Ydiacurriçitesqueançelaya, Ydiacurriçatezqueançelaya, G, 1475, 1476; v.


supra).
En lo que toca a los sufijos, incluso dejando a un lado los que son (casi) exclusivamente
onomásticos (-aga, -(a)nda, -(a)ndo, -(a)nga, -da, -egi, -et, -eta…), en los nombres de lugar
y persona medievales se puede reunir un buen puñado de los que están todavía en uso:

-ai, -zai: artzai, errotazai, igurai, salzai ‘zal­ urkidi, zamakidi, ziaurdi y ziordui, zi-
tzaina’ ‘el que cuida los caballos’, ‘dule- zadi, zubeldi, zuhazti, zumizti, y tam-
ro’ o tal vez ‘el que cuida los animales’, bién muy probablemente mainduradi,
unai ‘boyero’ ‘vaquero’, urdai ‘porque- martxaletadui y mozti.
ro’. -dun: erdaldun, zaldun, zulodun. En la es-
-ar, -tar: aldar ‘natural de Aldea’, aniztar ‘de tructura onomástica Orti evilduna
Anitz’, arabar ‘alavés’, etxetar ‘de casa’, (Artajona, N, 1157) el segundo ele-
lanar ‘del valle de Lana’, nafar ‘navarro’. mento será ‘ibilduna’, ‘ibiltuna’, es
-ari: balestari, borrokari, dendari, erremen- decir ‘viandante’ o ‘el que anda a pie’,
tari, ezkutari, gelari, laborari, merka-
contrapuesto de alguna manera, en
tari, zapatari, y también seguramente
la Edad Media, a zalduna ‘caballero’
burgari, erramari, gondari, matailari y
presente en Lope Zalduna de 1119 de
zanpruinari.
la misma localidad. Esto querrá decir
-doi, -dui, -di: arantzabelzti, arantzedi, as-
seguramente que en aquella época en
kardi, bagadui y pagadi, ezkurdi, ez-
peldui, galardi, gaztainadi, gerezidi y Artajona se empleaba ebili, no ibili.
keriztui; gorosti, gorostui y korostidi; -gile: bidagile, bastagile.
gurbisti y urbizti, hariztoi y hariztui; -gin: harakin, okin, orrazkin, zamargin.
hurreizti, hurrextui y hurriztui; idoi, -ka: ateka, mehaka y quizás también aldaka.
ihidi, ilardi e ilardui, intsusadi, iradi -kor: bikor.
e iradoi, isasti e isastu(i), lapasti; lei- -txo: ihartzatxo, soratxo, zelaitxo, zubitxo.
zardui, leizardi, lexardi y lizardi; lohi- -(t)zale (‘-tzaile’): arra[n](t)zale.
di, ogidui, sagardi y sagardui, sagasti y -tze: artatze, elortze, ezkitze, gesaltze, lihatze,
sagastui; txertudi, txertudui y zertudi; olatze.

2.3. Léxico
Para comenzar como es debido mencionaré el grupito de palabras que el peregrino fran-
cés Aimery Picaud recogió en el s. xii al pasar por Vasconia camino de Santiago de
Compostela (Mitxelena 1964b: 50-51): andrea, Andrea Maria ‘(la) Virgen María’, ara-
gui, araign ‘pez, pescado’ (arra o arrain), ardum (ard ‘vino’), belaterra ‘bereterra, cura’,
echea, elicera ‘eliza(ra), (a) la iglesia’, ereguia ‘erregea, (el) rey’ (erreguia en los textos del

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navarro Beriayn significa ‘reina’), gari, iaona ‘etxeko jauna’ ‘el señor, dueño de la casa’,
Iaona domne Iacue ‘jaun done Jakue, el señor Santiago’, ogui ‘pan’, Urcia ‘Dios’, uric
‘urik’, es decir, y como se ha señalado más arriba, la forma de partitivo de ur ‘agua’.
El léxico es un campo muy extenso y quedan todavía muchas cosas para recoger y
analizar en la doc. medieval (cf. Arzamendi 1985). Este no es el lugar adecuado para
realizar un trabajo de ese tipo, pero me gustaría mencionar algunas de las palabras que
aparecen en la documentación como muestra del tesoro léxico que nos está esperando.
Es cierto que la mayoría proceden de antropónimos y topónimos, y que por eso deben
ser tratados con cierta cautela, pero es cierto también que valiéndonos de ellos podemos
adelantar la fecha de aparición de bastantes términos. He aquí una pequeña lista:
Adiskede ‘amigo’, ahozabal, ahuntz, aketz, aldare, alkate, alor, altxirri, amets, ametz,
amu, andapara, antzar(a), apeztiko e ipistiko ‘obispo’, argal, arima, arlot(e), arrano,
astigar, atsegin, azal, azkonarro ‘tejón’, azpil, azti, bake, baratza y baratze, baratzuri,
barber, bargo, barruti, baso, basasagar, bastart, batzarre, bederatzi, berde, bertute, bete,
bidakurutze, bildots, bizar, borru ‘puerro’, borte, bortu ‘puerto’, bortz, buar ‘pecho’,
burdin, bustan y buztain, egurtza, ehun, eluts, emazte, eperdi ‘trasero’, ergel, eskilara
‘escalera’, eztarri, ezti, galburu, gari, garratz, giristio ‘cristiano’, gizon, goskor y koskor,
gurbe ‘poma, pomo’, gusu ‘primo’, ‘prima’, harregi ‘pedrusquero, pedregal’, haustarri
y hausterreitz (piedra central de un sel), hirur, ikorte o ikorta, jangoiko, jantzi, kareobi
‘calera’, laban, lanberri, larru y narru, laun ‘plano’, lera, lihatze y lihatza ‘linar’, maite,
makila, marrubi, maspil, matela, meza, mimen ‘mimbre’, mingorri ‘sarampión’, miru,
moko, monja, mugi(tu), ogen, olajaun, ordu, ortu, ospin ‘vinagre’, plaza, portale, sakan,
sakon, sengazte (parecido a haurgazte, literalmente ‘niño joven’), serore, teila, teileria,
triku, txertu o zertu ‘injerto’, txirri(a) y txurru, txori, ubide, udare, upa, usain, zain,
zakar, zaldi, zango, zatar, zehar, zentzu, zentzun, zerri, zezen, zidor, zikin, zoriburu, etc.

Son dignos de mención, igualmente, los conceptos que en euskera se expresan me-
diante ciertos compuestos: ardanburu ‘cabeza de vino’, ardangrina ‘persona apasionada
por el vino’, begieder, begiurdin y beginabar, bizinahi ‘vividor’, egurbide, errekabegi, ezti-
grina ‘persona a quien apasiona la miel’, gaitzeske (buscamal, malbusca en castellano),
gaztaurdin, usadorre, etc.

Abreviaturas
A (Álava), AV (Mitxelena 1997), B (Bizkaia), c.p. (comunicación personal), cast. (castellano),
comp. (compuesto, composición), doc. (documentación), eusk. (euskera), FHV (Mitxelena
1977), G (Gipuzkoa), L (Labort), N (Navarra), BN (Baja Navarra), RS (Refranes y Sentencias,
Lakarra 1996b), sec. (secundario), TAV (Mitxelena 1964b), Z (Sola, Soule, Zuberoa).

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Bibliografía complementaria
Apraiz 1953, Arzamendi 1985, Caro Baroja 1945, Goihenetxe 1966, Jimeno Jurío
1997, Merino Urrutia 1935, Mitxelena 1973b.

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