MazoMaria 2014 RelatosBrujasZaragoza PDF
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IMAGINARIO,
SIMBOLO Y REPRESENTACIÓN
Presentado por:
Asesor:
DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
MEDELLÍN
2014
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………..…. 10
1.2 Acercamiento desde las ciencias sociales a la magia, la brujería y las brujas.………........ 16
2.4 Colonización: mestizaje de las brujas europeas y las creencias mágicas americanas y
africanas…………………………………………………………………………………..…….. 57
CONCLUSIONES……..……………..……………………………………………..……... 138
Anexo 2. Ubicación del cementerio de Zaragoza, Plan de la Loca y Calle Córdoba……..…. 151
En primer lugar, quiero agradecer a lo ininteligible, a Sophia Perenne, la Magna Máter, a las
fuerzas que me han permitido y alentado a culminar este proceso, al ansia de conocimiento, de
perfeccionamiento y a la inspiración que me han brindado.
Quiero agradecer a mi familia. A mis tíos, Darío, Lelly, Hildebrando, Patricia, por todo su
apoyo, moral y económico, su guía, sus consejos y su eterno cariño hacia mí. A mi abuela, Nelly,
porque heredé de ella esa necesidad, ese interés, por -como dice ella mirándome con ojos
brillantes- “conservar las cosas viejas”, por las tardes de relatos de su juventud y las recetas de su
tierra. A mi madre, María Zeneida Álvarez Benítez, pilar único, soporte inquebrantable, creadora
de mi ser físico y moral, mi mayor crítica, colaboradora y admiradora, la que siempre se
entusiasmó y me ayudó con todas las empresas quiméricas, locuras artísticas y arrebatos
intelectuales que, básicamente desde que aprendí a hablar y a caminar, han sido el común
denominador de mi vida. Ha sido ella quien me ha enseñado y legado todo lo que soy, refugio
durante las tormentas de la vida, por lo que creo que nunca terminaré de agradecer, ni siquiera
pensar en pagar, todo lo que ha hecho por mí. No tienen precio la extensión de su ardua labor
y su sacrificio solo por proporcionarme una vida digna, un entorno seguro donde crecer,
desarrollarme y aprender, y todo el amor que ha derramado en mí sin condiciones ni
pretensiones, apenas pidiéndome a cambio que crezca procurando ser siempre la mejor persona
que pueda ser.
Agradezco a la Universidad de Antioquia, mi otra madre, mi segundo hogar. A los profesores que
me han formado durante mi viaje como aprendiz de antropóloga, y especialmente a mi asesor
en este trabajo de grado, el profesor Juan Carlos Orrego, por su paciencia, sus consejos siempre
acertados en el ánimo de que mi escritura siempre mejore, y la confianza que me otorgó durante
todo el proceso de elaboración de esta monografía.
El presente trabajo analizará el lugar y la importancia de las brujas y de los relatos de brujas en
las estructuras sociales y culturales del municipio de Zaragoza, nordeste de Antioquia. En primer
lugar indaga en los referentes teóricos que establecen la importancia del relato y de la
replicación, la re-creación y representación de los símbolos del imaginario cultural en los grupos
humanos. Luego, a modo de contexto histórico, hace un recorrido por los relatos sobre brujas y
brujería en Grecia, Roma, Europa medieval, América colonial y Colombia republicana y
contemporánea. Posteriormente presenta y explora un corpus de relatos de brujas que fue
recopilado durante el trabajo de campo etnográfico en Zaragoza, y con la colonia zaragozana en
Medellín, con lo cual se aporta a la comprensión del universo social de los habitantes del
municipio.
PALABRAS CLAVE
Brujas, historia de la brujería, símbolos, relatos orales, imaginario cultural, Zaragoza (Antioquia)
“La magia, como la poesía, se maneja por una conversión simbólica de todo el universo”
Olga Orozco.
Siempre encontré fascinantes las historias en que lo misterioso, numinoso, sacro y sobrenatural
se conjugan, y casi desde que aprendí a leer buscaba material que tuviera que ver con duendes,
espantos y aparecidos, mitos y leyendas de Colombia y otros países; mitología griega, sobre todo
sus diosas, e incluso un libro sobre advocaciones marianas de Latinoamérica, el cual me aprendí
casi de cabo a rabo. El descubrimiento de lo sagrado, lo religioso y lo mágico, en que las mujeres
son las actrices principales y las protagonistas, me fascinó y en gran medida forjó mis intereses
académicos y personales a futuro. El extrañamiento de saberme y reconocerme de género
femenino estaba mediado por el interrogante de por qué en el sistema de cosas en que mi
infancia se desenvolvía, se establecía con cierta rigidez -aunque no de parte de mi familia, por
cierto, sino del entorno escolar- un solo modelo posible de femineidad. Necesitaba comprender
ese gran misterio de haber nacido mujer y sentir de alguna manera que era injusto o poco
satisfactorio que sólo existiera una manera de ser mujer y unas únicas virtudes por obtener.
Quería saber todas las cosas que podían ser y hacer las mujeres, y aunque no lo estructuraba en
mi pensamiento de una manera sofisticada, ciertamente me divertía y me fascinaba, y con ello
era suficiente para mantener mi atención y mi imaginación fijas en dichos temas.
Las brujas, a medio camino entre lo sagrado y lo monstruoso, hicieron su triunfal aparición en mi
mente joven a través de los relatos que, a veces a hurtadillas, escuchaba a mi madre y a sus
coterráneos compartir en reuniones a las que yo, por ser muy pequeña, no estaba invitada pero a
las que de todas maneras asistía rehusándome a dormir. Para entretenerme, educarme y como
legado, mi madre, desde que estaba muy niña, me había contado historias sobre los milagros y el
origen del Santo Cristo de Zaragoza, reliquia católica que es objeto de la más profunda devoción
por parte de mi familia materna. Sin embargo, las brujas y sus artes ejercieron en mi mente un
hechizo más duradero. ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían sus poderes, cómo los obtenían? ¿Por
qué existían? ¿Qué hacían? Esas eran las preguntas que intentaba contestarme a través de la
búsqueda y la lectura insistente de historias que tuvieran que ver con ellas, en que participaran o
fueran protagonistas. Los cuentos del folklore europeo más conocidos, la reina-bruja de
Blancanieves, Morgana LeFay de las leyendas artúricas y otras tradiciones no tan conocidas
como las que involucran a la anciana caníbal de los bosques rusos, Baba Yaga, todo eso me
mostró los mil y un rostros de las brujas europeas. Elaboraciones literarias más recientes, sin
embargo, me introdujeron en la reflexión del fenómeno de la brujería femenina como rebelión
social y religiosa.
La obra de Jules Michelet, La sorciére, es un retrato romántico de la Bruja como seguidora de las
“inocentes” religiones europeas precristianas, más equiparable a la sibila griega o la vestal
romana en sus inicios. Tras la llegada del cristianismo, del sistema feudal, de la pobreza y las
enfermedades, que degeneraron su carácter, se convirtió (y la convirtieron) en el azote de la
humanidad, la plaga por eliminar, y la empujaron a buscar a Satanás para vengarse de aquellos
que la habían dañado y subvertir el orden de cosas en que la existencia de los desvalidos se
desarrollaba en medio de penurias. La misma reflexión puede extraerse de la Dama de Urtubi, de
Pío Caro Baroja: las brujas, poseedoras de saberes marginales al catolicismo imperante, eran
también marginadas, estandartes de la causa de los pobres, los despreciados, y sus aquelarres
eran lugares donde se podía acudir en búsqueda de placer, liberación emocional, retribución,
refugio y consuelo: nivelación de las cargas sociales por medio del embrujo y el hechizo.
En este trabajo se tiene como objetivo general responder a la pregunta de cuál es la función de las brujas y
de los relatos de brujas en el municipio de Zaragoza, Antioquia. Asimismo, son objetivos específicos
recopilar un corpus de relatos de brujas en ese municipio, analizar sus contenidos y relacionarlos con
algunas teorías de las ciencias sociales afines al tema, así como con fuentes literarias y trabajos de
contextualización histórica. Otro objetivo específico, al que quiero aludir de modo particular, es el de
transcribir los relatos orales recopilados para este trabajo siguiendo las directrices (especialmente el
anonimato de las fuentes y los involucrados en ellos) que fueron establecidas como condición
primera, y adjuntarlos a éste, para que puedan ser consultados, leídos y, por qué no, disfrutados, y para
que queden disponibles para quien desee leerlos. Esos relatos de brujas fueron recogidos durante el
trabajo de campo en el municipio de Zaragoza llevado a cabo en los meses de septiembre de 2012,
posteriormente, mayo de 2013 y durante el transcurso del año 2014, además de los que fueron registrados
a lo largo del tiempo compartido con zaragozanos residentes en la ciudad de Medellín
Para ello, usando un enfoque metodológico cualitativo, se realizó en primera instancia una
investigación de carácter etnográfico que involucró trabajo de campo en terreno en el mes de
septiembre de 2012, durante el cual se concretó la idea de trabajar con los relatos de brujas del
municipio y se establecieron algunos contactos útiles para la investigación, y nuevamente en
mayo del año 2013, durante el cual se recogieron una gran parte de los relatos utilizando la
En el presente trabajo el lector encontrará, en cinco secciones, los temas tratados. El primer
capítulo atiende la necesidad de construir una “caja de herramientas” conceptuales y teóricas que
permitan la comprensión de la presencia de las brujas y los relatos sobre las mismas a través de
la definición de varios conceptos clave (relato, tradición oral, historia oral, representación y
símbolo); también, un acercamiento a la comprensión de la magia y la brujería desde las ciencias
sociales, con la idea de delinear la definición de “bruja” y su relación con lo femenino. Esta
“caja de herramientas” propuesta tiene como objetivo proporcionar al lector una comprensión
adecuada de conceptos del discurso antropológico a los que se aludirá a lo largo del presente
trabajo; más adelante, durante el desarrollo del cuarto capítulo, se apelará sólo a algunos de esos
En el cuarto capítulo, se concatenará teoría y campo, de tal manera que sea posible contestar a
las preguntas de investigación que motivaron este trabajo de grado. Y en el quinto capítulo, se
elaborarán las conclusiones finales. Además, se adjuntarán (al medio electrónico que contenga el
trabajo) los relatos de brujas en Zaragoza transcritos, conservando su estructura original,
omitiendo sólo los nombres de los narradores y los involucrados.
Nómbrala.
El ser humano es, indudablemente, una criatura oral. Durante mucho tiempo y antes de
algunos recientes descubrimientos en el campo de la etología animal, se consideró que la
diferencia entre Homo sapiens y las demás especies es la capacidad de los primeros de elaborar
complejas estructuras gramaticales, contar historias, crear arte, con el uso combinado de su
aparato fonador y su cerebro. Julio A. Bech en su artículo Conceptos básicos para una teoría de
la comunicación (2008) explica que:
La necesidad de la comunicación humana hace pasar lo real a la dimensión del lenguaje, a la forma del
discurso. Las relaciones humanas están mediadas por el discurso. Esto supone la interpretación de la
experiencia y su traducción a imágenes mentales de las cuales se derivarán un conjunto de respuestas
que harán uso de todos los diversos códigos de comunicación. Nuestras relaciones con el mundo son,
en ese sentido, discursivas. (Bech, 2008, p. 26)
Las más antiguas formas de concebir y explicar el mundo que nos rodea son orales: el lenguaje
proporciona al hombre, y el hombre le proporciona al lenguaje, imágenes, signos y símbolos que
le permiten entender lo que le rodea y a la vez trasmitir dicho conocimiento, orientar la acción
propia y ajena:
En las culturas predominantemente orales, las palabras están estrechamente vinculadas a la acción,
derivan de ella, en función de lo cual se las asocia con un poder sobre la gente y las cosas; creencia
que se apoya sobre un sustrato mítico más profundo. (…) la importancia de la comunicación cara a
cara y de la intersubjetividad es decisiva, pues la continuidad del pensamiento, del conocimiento
colectivo y de toda la cultura se sostiene sobre la comunicación interpersonal. (Bech, 2008, p. 34)
Para A. Greimas, “el relato es un juego de sujetos (o actantes) que en unión con un objeto o
virtud, pueden pasar por medio de la acción a un estado de desunión con el objeto de valor,
debido a la renuncia, despojo o intercambio”(citado en Castaingts, 2011, p. 157-158) Para
Roland Barthes (1977), el relato, sea cual sea la forma en la que está narrado, es una
combinación de hechos que requiere de un sistema de reglas para funcionar adecuadamente y
transmitir sentido. El relato tiene tres niveles: las funciones –siendo la función “toda aquella
acción de un personaje definida desde el punto de vista de su significación para el desarrollo del
cuento en su totalidad” (Propp, 1968, p. 20)-, las acciones –en el sentido de los acontecimientos
sucedidos a y llevados a cabo por los personajes, es decir los actantes de Greimas)– y la
narración, en el sentido de discurso propuesto por Todorov (1971), en el que se analiza desde qué
punto de vista está contado el relato, personal o apersonal.
El relato, aún con las aportaciones con que cada persona lo enriquece al transmitírselo a otra, es
la unidad mínima de la tradición oral, construida por un universo de relatos interconectados que
contienen en sí las directrices morales, sociales, religiosas, incluso técnicas, de los pueblos.
Mauricio Caballero et al, en Mitos y Leyendas de Colombia: tradición oral indígena y
campesina, explica que “La tradición oral es el conjunto de representaciones colectivas
elaboradas por una cultura a través del tiempo y transmitidas de generación en generación por
medio del lenguaje oral” (2003, p. 19). Jan Vansina (1966) sostiene que la tradición oral está
constituida de todos los relatos, como una gran cadena de testimonios, que son transmitidos por
vía oral a partir de la interacción entre un narrador y sus escuchas. Así, el relato oral vendría
siendo entonces la unidad mínima de la tradición oral, compuesta por un corpus de relatos e
instrucciones concernientes a la vida diaria.
Edward Sapir (1921) explicaba en Lenguaje: introducción al estudio del habla que cada grupo
cultural construye su realidad sobre la base de sus hábitos lingüísticos: el lenguaje, y las
estructuras del lenguaje, nacieron para Sapir de la necesidad de expresión de imágenes mentales
arquetípicas, “el lenguaje es un método exclusivamente humano, y no instintivo, de comunicar
ideas, emociones y deseos por medio de símbolos producidos de manera deliberada” (1921, p.
14); el lenguaje constituye la expresión primera de la realidad vivencial de un grupo humano,
expresado en la forma en que morfemas y fonemas se agrupan y adquieren diversos significados.
Este fenómeno –la agrupación no aleatoria de fonemas con significados y la manera en que estas
asociaciones hacen parte de los mitos- es mencionado por Claude Leví-Strauss como una fuente
de intriga para antropólogos, sociólogos, filólogos y lingüistas que se han dedicado a analizar
mitos desde la lingüística de los idiomas de sus grupos culturales de origen. Para Leví-Strauss, el
análisis del mito debe hacerse desde unas unidades de sentido más grandes y abarcantes que
fonemas y morfemas: él llama a estas grandes unidades mitemas (1995, p. 233) y propone que
ubicando los mitemas de manera sincrónica y diacrónica puede llegar a comprenderse de manera
cabal un mito y un conjunto de mitos en los que una figura o secuencia se duplica, triplica o
cuadruplica, evidenciando con esta repetición la estructura del mito, y que explicita una
Nina de Friedemann (1997, p. 21) cita a A. Hampaté Ba, cuando observa que “la tradición oral
no se limita a cuentos y leyendas o relatos míticos e históricos. La tradición oral es, conforme al
mismo autor, la gran escuela de la vida. Es religión, historia, recreación y diversión.” El corpus
de conocimientos transmitido por la tradición oral puede contener una gran variedad de temas,
aquellos que sólo son transmitidos a ciertos iniciados o elegidos, conocimientos esotéricos y
ocultos; y otros que deben y pueden ser conocidos por todos los integrantes de la sociedad, y que
generalmente son construcciones grupales en las que el individuo participa al apegarse o no
apegarse a ellas, transmitiéndolas o no transmitiéndolas, modificando así los imaginarios y las
normas: “(…) los códigos culturales también funcionan como un sistema de control social y
político(…) Cada cultura crea sistemas de códigos comunitarios que establecen una relación
entre imaginario, colectivo y control político, que oscilan entre la coerción y la adhesión
voluntaria” (Bech, 2008, p. 22). Jan Vansina en La tradición oral (1966) hace notar que entre
más regulada esté la transmisión de la tradición oral, habrá aspectos de la misma que se
conservarán intactos durante más tiempo, y que la importancia de regular dicha tradición está en
que cumple varias funciones simultáneamente, transmitir el saber práctico, el religioso, espiritual
y cosmogónico, la ética, estética, la identidad y la historia (Vansina, 1966, p. 7).
La forma más antigua de transmisión del conocimiento es la tradición oral y, aún con la aparición
de la escritura, esta no desapareció completamente: muchos pueblos alrededor del mundo, hasta
hace poco tiempo, desconocían los sistemas de escritura y confiaban su sabiduría y noción de la
realidad social a la oralidad. Vansina señala que “los pueblos sin escritura tienen una memoria
sólidamente desarrollada y transmiten sus tradiciones en una forma oral fuertemente encadenada
(o estibada) por fórmulas” (1966, p.16). En complejos culturales como las africanas, dichas
fórmulas son celosamente enseñadas, aprendidas y custodiadas por un griot, que, si es hábil,
ejerce las veces de cortesano, embajador, genealogista y poeta a la vez (Friedemann, 1997, p.
La palabra escrita se convirtió en el único vehículo fiable de las historias, que se convirtieron en
la Historia, en una única versión legitimada por aquellos que poseían acceso a la lectura y a la
escritura desde una posición social hegemónica: grandes sectores sociales cuyo acceso a las
técnicas de la lectura y la escritura fue mínimo, por no decir, vedado, debieron valerse de la
tradición oral para transmitir sus conocimientos y experiencias vitales, sus historias y sus luchas
desde su propio punto de vista, de una generación a otra a través de la oralidad, por lo cual es
vital que sean incluidas dentro de los metarrelatos de la “Historia” hegemónica: ésta ha sido una
de las tareas más antiguas de la antropología, la conservación de la tradición oral en clave de
patrimonio oral e inmaterial, entendido bajo los cánones que la UNESCO ha determinado para
incluir o no, bajo esta etiqueta, a las manifestaciones de las culturas:
Patrimonio oral e inmaterial que también ha sido objeto de estudio de la historia como
historiografía, que ha pasado de hablar de tradición oral a historial oral. Garcés define historia
oral y local como “las diversas iniciativas que se proponen elaborar la historia de una persona o
grupos de personas que comparten un determinado territorio” (2002, p. 24). Una persona puede
elegir añadir o quitar contenido a los relatos; una comunidad puede elegir elaborar su propia
historia, re-crear a través del relato los recuerdos, puesto que las actividades del día a día, la vida
religiosa, moral, social y en general todos los aspectos de la existencia comunitaria se perpetúan
gracias a “aquel proceso en el cual el hombre no sólo repite su experiencia pasada sino que la
reconstruye; la imaginación se convierte en un elemento necesario del genuino
recordar”(Cassirer, 1983, p. 91). En este sentido, imaginar, y la formación del imaginario
Stuart Hall, en Representation: Cultural representation and signifying practices (1997), define la
representación como una conexión, puesto que
Conecta el sentido al lenguaje y a la cultura (…) representación significa usar el lenguaje para decir
algo con sentido sobre, o, para representar de manera significativa el mensaje a otras personas, “es una
de las prácticas centrales que producen cultura (...) y la cultura se trata de <<significados
compartidos>>. El lenguaje es el medio privilegiado en el que podemos <<encontrar sentido>> a las
cosas, en el que el significado es producido e intercambiado (…) el lenguaje opera como un sistema
representacional. (1997, p. 1)
En el centro del argumento de Stuart Hall (1997) sobre la representación yace el signo,
comprendido como códigos que permiten expresar a otras personas conceptos, ideas o
sentimientos, de tal manera que esos otros puedan interpretar su significado en un contexto casi
igual o parecido al nuestro. Stuart Hall toma de Saussure los conceptos de significado y
significante y la abstracción que sucede entre ellos para ayudar a comprender cómo funciona la
representación en un nivel muy básico. Grosso modo, Ferdinand de Saussure, lingüista suizo,
consideró que para que cualquier comunicación humana existiera, se debía pasar por un proceso
para todos y cada uno de sus vocablos y signos interconectados: debía existir un significado y un
significante1. Una definición y una imagen. Definiciones e imágenes, sin embargo, son
absolutamente mutables e independientes uno de otro: silla, /chair/, /chaise/, /karékla/, /alaga/ e
/isu/ son palabras (significado) que recrean en la mente la imagen de un objeto con una tabla
horizontal, patas verticales y un respaldo en uno de sus lados en el que las personas se sientan –
pero puede que dicho asiento no corresponda con tal descripción-. Significado para Saussure,
lingüista suizo, es el objeto, concepto, cosa, que se quiere nombrar, lo que se ve o “conjura” en la
1 Saussure, Ferdinand. (1916) Curso de lingüística general. Editorial Losada. S.A. Moreno 3362 Buenos
Aires. 1945.
Hall explica que él opina, al igual que Saussure, que las palabras y los objetos no cargan dentro
de sí los significados ni significantes, sino que éstos son socialmente y arbitrariamente
asignados, tanto las asociaciones entre los objetos, conceptos y cosas, como entre los sistemas de
significantes. En un idioma dado, como el japonés, por ejemplo, el vocablo /shi/ hace referencia
al número cuatro, y a la vez, al concepto muerte. Morirse, en japonés, se dice /shinu/, y por eso el
número cuatro está relacionado con la mala suerte y el mundo de lo ultraterreno. En
inglés, /death/ y /four/ no tienen ninguna relación.
Hall analiza también los distintos enfoques que explican el significado. Uno de ellos es el
enfoque reflexivo, que considera que en la naturaleza misma del objeto se encuentra su
definición, siguiendo la idea griega de mímesis del pensamiento hacia los objetos y los conceptos
–un ejemplo de esto, es el vocablo egipcio antiguo para la palabra gato, /mau/, es claramente una
onomatopeya, imitando el llamado de un felino; sin embargo, con infinidad de ejemplos para
demostrarlo, nos es claro que en la palabra “oveja” no hay nada que sea mimético con las
características de dicho ovino lanudo.
El segundo enfoque que analiza Hall es el llamado enfoque intencional, en el que cambia la
perspectiva del significado, y el sujeto hablante atribuye arbitrariamente su propio sentido al
objeto o concepto al que está refiriéndose, sin embargo, este sería el caso del inventor de una
lengua y un sistema de entender el mundo que le rodea completamente desconocidos para los
demás.
El tercer enfoque que analiza Hall, es el enfoque construccionista, el cual defiende y amplía a lo
largo de El trabajo de la representación (1997), que el significado es construido socialmente:
“son los actores sociales quienes usan los sistemas conceptuales de sus respectivas culturas y
otros sistemas representacionales y lingüísticos para construir significados, para hacer del mundo
algo aprehensible y para comunicar acerca de ese mundo, con sentido, a otras personas” (1997,
p. 25). Stuart Hall toma de Leví-Strauss, Roland Barthes y Michel Foucault aportes valiosos al
concepto de representación, al buscar la lectura de los hechos sociales como si fueran signos
lingüísticos dentro de un contexto único que es la comunidad de la cual provienen, además de
Al contar un relato, los personajes, sus habilidades, suerte y desenlace final, estarán en mayor o
menor medida permeados por el universo simbólico del cual provienen, y estos relatos se
convertirán en parte de la tradición o historia oral con el paso del tiempo, si tienen la suficiente
repercusión o tratan de personajes mitológicos o legendarios, que perviven en los imaginarios
culturales como imágenes de lo ideal o lo nefando, como símbolos ya sea positivos o negativos,
de la moralidad, la ética y en general el ethos de una comunidad; la tradición oral, y en ese
sentido los relatos, funcionan como estrategias de transmisión de valores e historia,
aleccionadoras y lúdicas al mismo tiempo.
Ernst Cassirer (1997) explica que el hombre es incapaz de procesar lo real con inmediatez:
necesita las construcciones simbólicas como mediadoras, siendo éstas el lenguaje, el mito, las
producciones artísticas, la técnica científica y la experiencia religiosa. Estas construcciones
mediadoras se convierten en un medio artificial (1997, p. 8) que hace de la mera razón una
herramienta de poca utilidad al enfrentarse al mundo, pues su inmensa riqueza y complejidad
está condensada en procesos y formas simbólicas, por lo tanto, define al hombre como un
“animal simbólico” (1997, p. 49). Clifford Geertz considera que el hombre “es un animal inserto
en tramas de significación” (1976, p. 20) y que sería inútil intentar analizar dichas tramas
buscando leyes generales; por eso propone la búsqueda de significaciones. Bolívar Echeverría
(2001) entiende dichas “tramas de significación” y “construcciones simbólicas” no como una
supraestructura ajena a la inmediatez de lo real, sino como pertenecientes a la vida cotidiana de
manera interior, profunda y orgánica.
Dan Sperber, en El simbolismo en general (1988), ofrece una visión menos religiosa del símbolo:
“entendemos a veces una simple relación de representación entre una cosa simbolizada o un ser
simbolizado, y la cosa y el ser que lo simbolizan” (1988, p. 34); una relación de
retroalimentación, un intercambio entre dos realidades en la que ninguna de las dos es
completamente la representante de la otra, sino complementos mutuos en los que la relación que
los ata es de suma importancia y se aplica al lenguaje y a los elementos de la vida cotidiana, pues
un símbolo, como una bandera, no hace referencia sólo a un grupo humano, sino a todos los
valores, sucesos históricos, sentido de identidad y habitantes individuales de dicho grupo
humano, que a su vez decidió que valores representar con los colores, formas y e imágenes de
dicha bandera.
El símbolo, para Sperber, es “toda realidad capaz de desempeñar simultáneamente este doble
papel de representación y de establecimiento de una relación (…) que puede ser de dominación,
inclusión e implicación” (1988, p. 43). Raimon Panikkar en Símbolo y simbolización (2003)
enfatiza también en la ideal del símbolo como relación, a la vez objetivo y subjetivo: no es en sí
mismo, no es susceptible de hermeneutización ni de interpretación; el individuo no puede
conferirle una forma o sentido arbitrario ante lo que se “cae en éxtasis” (2004, p. 391), pues su
Gilbert Durand habla de una característica específica del símbolo que nos permite comprender e
interpretar la cultura: la redundancia de los símbolos, dentro de una misma cultura, y en otras, a
través del tiempo y el espacio. Debido a su naturaleza polisémica, al símbolo no le es posible
contener la totalidad de significados, y la redundancia funciona como perfeccionadora de esta
falla (1964, pp. 16-17). Mircea Eliade propone al símbolo, específicamente aquel que deviene en
mito y ritual, como esencial en la preservación y retención de la cultura, pues la repetición de
“gestos paradigmáticos revelan lo fijo y duradero en el flujo universal” (1994, p. 148).
A lo largo de este apartado, se ha hecho una revisión teórica de una variedad de conceptos que
permiten la comprensión de las preguntas que guían esta investigación. La importancia del relato
en la tradición oral y la construcción comunitaria-individual de la historia oral se hace evidente
al constatar que construye el tejido del pasado, el presente y el futuro de un grupo humano dado,
la trama misma de su imaginario cultural y social en el que el símbolo constituye una unidad de
significado fundamental y se convierte en una herramienta de extrema importancia.
Dan Sperber define al símbolo como “aquello en virtud de lo cual las prácticas diversificadas
de los agentes sociales son de todas maneras concebibles como coherentes. Todo objeto
simbólico es un instrumento de comunicación (…) que sólo se efectúa al término de una práctica
social” (1988, p. 96); polisémico debido a las prácticas sociales en las cuales son herramientas y
que hace parte de la trama social de un grupo humano al referirse al fenómeno de la brujería –y
por extensión a los brujos y brujas- que es susceptible de ser aprehendido partiendo de lo que se
dice sobre dicho fenómeno y sus ejecutantes (sospechas, acusaciones, confesiones, chismes) y
sus términos solo tienen sentido en cuanto a la creencia o no creencia de un grupo humano en la
magia y sus agentes. Bateson y Mead, en Balinese character (1942) explican que la fascinación
que la bruja, el símbolo, ejerce sobre ellos –los balineses-, se debe a que “no solamente inspira
miedo sino que ella misma es el miedo” (1942, p. 20) En el presente sub-capítulo se explorará la
figura de la bruja, el símbolo que es la bruja, desde el contexto de las ciencias sociales.
Etimológicamente, en español, la palabra bruja tiene un origen incierto, sin embargo, posee
varios significados según la edición n° 22 del Diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española: “1. f. mujer que, según la opinión vulgar, tiene pacto con el diablo y, por ello, poderes
extraordinarios; 3.f en los cuentos infantiles tradicionales, mujer fea y malvada, que tiene
poderes mágicos y que, generalmente, puede volar montada en una escoba; 4.f. coloq. Mujer
vieja y fea” (DRAE, 22° edición, 2001). En resumen, la palabra bruja representa a una mujer
vieja, fea y malvada que tiene poderes mágicos, puede usar una escoba para volar sobre ella, y
dichos poderes proceden de un pacto diabólico entre ella y el diablo. Y sus actos, la brujería,
según la RAE, son: “1. f. Conjunto de prácticas mágicas o supersticiosas que ejercen los brujos y
las brujas” (DRAE, 22° edición, 2001). La brujería, según el diccionario de la Real Academia de
la Lengua Española es un conjunto de prácticas mágicas. En el análisis de las ciencias sociales,
magia y brujería no son lo mismo, aunque fundamentalmente la brujería sea un fenómeno
mágico. Sir James Frazer, en su trabajo La Rama Dorada, un estudio sobre magia y religión
(1981) –que sirvió de base e inspiración a muchísimos trabajos académicos sobre la
espiritualidad humana- , expone que la magia y los actos mágicos son los primeros intentos de la
mente humana por explicarse los fenómenos inexplicables, como las enfermedades súbitas, las
Marcel Mauss hace un extenso análisis de los elementos de la magia, recopilada en la obra
póstuma, prologada por Levi-Strauss, Sociología y Antropología (1979). Mauss establece allí tres
elementos básicos de la magia: “agentes, actos y representaciones” (1979, p. 50). Agente es
quien lleva a cabo actos mágicos aunque no sea un profesional. Representaciones son las ideas y
creencias que soportan dichos actos mágicos, y los actos que se definen mágicos y que sirven de
soporte factual a las representaciones, son denominados por él (Mauss) como ritos mágicos. La
diferencia fundamental con anteriores investigadores sociales es que Mauss no hace una
distinción tajante entre magia y religión; los ritos religiosos y los ritos mágicos sólo se
diferencian en que los primeros son socialmente sancionados y practicados en público; los ritos
mágicos generalmente son ilícitos y practicados en privado, y si se hacen en público, el mago
intentará por todos los medios disimular y ocultar los procesos del rito para que no sean
conocidos ni memorizados por los observantes. Esta ocultación de lo mágico tiene sentido y
significado dentro de las sociedades: “no definimos la magia por la forma de sus ritos, sino por
las condiciones en que se lleva a cabo, que a su vez, determinan el lugar que el rito ocupa dentro
del conjunto de las costumbres sociales” (Mauss, 1979, p. 55). Incluso la práctica médica, y las
profesiones del pastor, el agricultor, el verdugo, el enterrador y el barbero tienen elementos
mágicos, debido a la marginalización de sus practicantes o al secretismo que involucran sus
prácticas.
(...) Ocurre lo mismo con las mujeres. Se las reconoce generalmente más aptas para la magia que a los
hombres, en virtud no tanto de sus características físicas, cuanto por los sentimientos sociales que
provocan sus cualidades. Los periodos críticos de su vida provocan asombros y aprensiones que les
confieren una posición especial, y es precisamente en los momentos de la nubilidad, durante la regla,
la gestación y el parto y después de la menopausia, cuando las virtudes mágicas de las mujeres tienen
una mayor intensidad; es, sobre todo, durante esos momentos cuando se considera que aportan a la
magia, unas veces, medio de acción, y otras, directamente agentes. Las viejas son hechiceras, las
vírgenes son importantísimos auxiliares y generalmente se utiliza, entre otros, como producto
específico, la sangre de la menstruación.
Por otra parte, es bien conocido que las mujeres están especialmente inclinadas a la histeria sus crisis
nerviosas las hace aparecer como sometidas a poderes sobrehumanos, que les dan una autoridad
especial. Incluso fuera de los periodos críticos, que ocupan una parte tan considerable de su existencia,
las mujeres son objeto de supersticiones y de normas jurídicas y religiosas que señalan claramente que
forman una clase dentro de la sociedad. Se las considera más diferentes al hombre de lo que en
realidad son; se cree que son sede de acciones misteriosas y en relación, por lo tanto, con los poderes
mágicos. Dado por otra parte que la mujer está excluida de la mayor parte de los cultos, y que cuando
se la admite su función se reduce a un papel pasivo, las únicas prácticas que se dejan a su iniciativa la
Mauss concluye que los agentes de la magia, es decir, brujas, magas, brujos y magos, son
“determinados individuos que se consagran a la magia debido a los sentimientos sociales que
produce su condición” (1979, p. 62). En los casos en los que los individuos que no son parte de
ninguna clase especial y que se dedican a la magia, en cierto modo, por el mero hecho de
dedicarse a la magia, convierten su situación social en una situación anómala: por definición, la
situación social del agente de la magia es anormal (Mauss, 1979, p. 62).
El acto por excelencia de la magia es el rito. Por la definición anteriormente dada, rito mágico es
aquel que se practica en privado, que es incluso ilícito, oscuro y misterioso. Los sitios favoritos
para realizarlos son las encrucijadas, las cavernas, los lugares apartados; los techos, los
callejones, la propia habitación. Aunque es posible que haya actos mágicos llevados a cabo en
público e incluso en contextos de ceremonia religiosa pública, los procedimientos, significados,
invocaciones, siempre estarán velados. Mauss distingue dos elementos en el rito, el manual y el
oral, que generalmente siempre van juntos, aunque los ritos orales pueden carecer de
elaboraciones manuales, pero nunca hay ritos mudos (1979, p. 81).
Los agentes de la magia amplían las capacidades de lo humano dando lugar a las esperanzas
compartidas de los grupos sociales, representan y dan salida a las emociones e ideas caóticas
convirtiéndolas en rito y dotándolas de eficacia. La magia enfatiza en la relación del hombre con
el conocimiento de la naturaleza; los agentes de la magia están imbricados dentro de las
relaciones de poder de las comunidades a las que pertenecen debido a sus capacidades mágicas,
pero también a sus saberes. La magia es ciencia –compendio de saberes y de procedimientos- y
el mago (o para efectos de éste trabajo, bruja) es sabio –persona poseedora de saberes y
procedimientos) (Mauss, 1979, p. 150). La creencia en la magia de un determinado grupo
humano, para Mauss, implica la tenencia de técnicas, saberes, tradiciones y relaciones sociales.
Claude Levi-Strauss, profundamente influenciado por la obra de Marcel Mauss, retoma este
concepto de la importancia del consenso social acerca de las prácticas mágicas en el capítulo “El
hechicero y su magia” de su obra Antropología Estructural (1995); en él, establece la
importancia de la creencia en la magia dentro de una comunidad como índice de su eficacia en el
ámbito de lo real, a través de tres casos concretos en diferentes grupos humanos en los que los
actos mágicos soportaban el sentido de la realidad y la cohesión social de dichos grupos. En el
primero (1995, pp. 185-187), dos grupos reunidos bajo el mando de dos jefes –uno político, y el
otro, religioso-, pierden a uno de ellos –el religioso- en medio de una tormenta. Al regresar, el
jefe religioso dice haber sido secuestrado por los rayos y luego traído de vuelta. La mitad del
grupo a la que él pertenecía creyó en su versión. La otra mitad del grupo empezó a cuestionarse
el propósito de su desaparición y a expresar la preocupación de que hubiera ido a encontrarse con
otros grupos con los que antes tuviera relación; sin embargo, ambas explicaciones, la del rayo y
la de la posible traición política, no eran mutuamente excluyentes en la mentalidad de aquel
grupo.
El segundo caso, un joven es acusado de embrujar a una jovencita tras tocarle las manos (1995,
pp. 189-192) y en medio de su defensa aprovecha las construcciones simbólicas del grupo sobre
En forma y fondo, la efectividad de la magia, sobre la que trata también en el capítulo “La
eficacia simbólica”, no es discutida por Levi-Strauss en cuanto a la realidad de su existencia,
sino a la creencia en su existencia como columna vertebral de la cohesión mágico-religiosa y
social de los grupos humanos y como base de las curas y síntomas sicosomáticos que puede
experimentar el ser humano al enfrentarse a la realidad interna de su grupo, en la que dicha
creencia en la magia tiene un papel fundamental: a través de los cantos del Camino de Muu, que
son usados para partos difíciles, que narra el recorrido del curandero y sus espíritus
colaboradores por un camino plagado de peligros y bestias a los que derrotan con la ayuda de
unos sombreros mágicos. Básicamente, el camino hacia Muu es el conducto vaginal y el cuello
uterino, y Muu sería el útero, que tras la intervención del curandero dejaría de hacer estragos y
permitiría que el cuello del útero se dilatara de manera satisfactoria para acelerar el parto y
mitigar el dolor. La estructura del cántico, que es hipnótica en sus ires y venires, produciría en la
parturienta un estado alterado de consciencia que, aunado a la convicción del grupo y de ella
misma en la efectividad de los actos y las palabras del curandero y la partera, lograría una acción
sicosomática importante en ella.
Para Lévi-Strauss, la creencia en la magia debe estar absolutamente imbricada dentro de los
procesos de realidad de los grupos humanos para tener eficacia simbólica en el plano de lo real, y
en el medio de esta trama de significados, está el hechicero: “(...) el hechicero es actividad,
desborde de sí mismo, como la efectividad es la nodriza de los símbolos” (1995, p. 165-166). La
antropología estructural de Levi-Strauss plantea que el universo de los grupos humanos está
contenido en sistemas simbólicos que explican y representan de maneras más o menos
satisfactorias las realidades físicas y sociales y las dotan de sentido, no obstante, no son sistemas
perfectos y en ocasiones son contradictorios, oscuros, temibles y decepcionantes. La catástrofe,
Bronislaw Malinowski escribe Los Argonautas del Pacífico Occidental (1986), su obra cumbre,
profundamente influenciado por la obra de Frazer. Posterior y póstumamente, en 1948, se publica
Magia, Ciencia y Religión, una compilación de sus conferencias y apuntes, en los que se
evidencia que hasta cierto punto, sus consideraciones sobre la naturaleza de la magia son
parecidas a las de Sir Frazer: él opina que la magia es práctica, un estadio inferior a la religión,
sin embargo, la magia y lo mágico también funcionan como explicación de lo sobrenatural, pero,
sobre todo, de lo humano:
La magia es humana no sólo en su encarnación, sino también en lo que es su asunto: éste se refiere de
modo principal a actividades y estados humanos, a saber, la caza, la agricultura, la pesca, el comercio,
el amor, la enfermedad y la muerte (…) va dirigida hacia la relación del hombre con la naturaleza y las
actividades humanas que en ella causan efecto. (Malinowski, 1948, p. 27)
La diferencia entre unos y otras radica en que los bwaga´u son hombres en posesión de una
modalidad especial de magia; las mujeres-bruja, llamadas yoyova desde el momento mismo de
nacer, son entrenadas por sus madres –“pues sólo la niña pequeña que tiene una madre bruja
puede convertirse en bruja” (1986, p. 241)- en una variedad de prácticas que incluyen la
necrofagia (muy importante, pues las yoyova son fácilmente distinguibles de otras mujeres no-
mágicas por su desenfrenado apetito por la carne cruda, y las mulukwausi, que son los seres
alados en que se convierten las yoyova al salir de sus propios cuerpos, consumen casi
exclusivamente carne humana viva o ya muerta) y el vuelo; desde el momento en que la
jovencita yoyova se pone su primera falda de hierba al llegar a la pubertad y hace su primer vuelo
en solitario, es oficialmente una mulukwausi. Puede esbozarse en este punto cuál es la diferencia
entre magia y brujería. Aunque la brujería se vale de la magia, la magia es una práctica
socialmente sancionada como productiva y benéfica. La brujería es una práctica al margen de la
sociedad que aunque útil en ocasiones, en general pertenece al orden de lo maléfico y lo
destructivo.
Estas brujas aladas permean la cultura trobriandesa debido a su práctica omnipresencia, y a las
precauciones que hombres y mujeres deben tomar para evitarlas a ellas y a los daños que pueden
causar a los seres humanos. Una mujer yoyova no hará el bien por iniciativa propia, se divierte en
causar estragos, y sus sentidos están afinados para detectar en la distancia la desgracia ajena: los
marineros se previenen de gritar cuando están en peligro en altamar porque allí son más
vulnerables al apetito de las brujas; una mulukwausi puede causar enfermedad súbita y muerte en
una persona al llevarse su loupolo, sus entrañas, para comérselas. Es posible evitar el deceso del
afectado si se encuentra a una yoyova experimentada y se le paga abundantemente para que
encuentre a la mulukwausi que se llevó las entrañas del enfermo y le pida que las devuelva, o
encuentre el lugar donde las escondió antes de comérselas. Si la mulukwausi que se llevó las
entrañas las ingirió inmediatamente, el deceso se produce. Malinowski relata que las yoyova se
asocian con la oscuridad, la frialdad, las cosas hostiles y malvadas al ser humano, y que en la
sociedad trobriandesa un hombre puede admitir abiertamente ser un bwaga´u; sin embargo, una
Entre los azande, pueblo del Alto Nilo que estudió el antropólogo Evans-Pritchard, la brujería es
la explicación a la gran mayoría de sucesos infortunados de la vida diaria, “es una clasificación
de las desgracias que, mientras difieren entre sí en otros aspectos, tienen este único carácter
común, ser perjudiciales para el hombre” (1976, p. 84), sin embargo, tienen claro que estas
desgracias, enfermedad y muerte son causadas causalmente (valga la redundancia) o
directamente por la brujería, pero no lo son si entran en conflicto con las normas sociales, sus
leyes y costumbres.
Para Marvin Harris, principal exponente del materialismo cultural, la creencia en las brujas y en
la magia reviste una significación política, práctica, más que simbólica o religiosa. En Vacas,
cerdos, guerras y brujas (1980) Harris expone que es posible que en Europa medieval algunas
mujeres y hombres poseyeran secretos de farmacopea que les permitieran elaborar ungüentos
para “volar”; sin embargo considera altamente improbable, sino imposible, que aquellas mujeres
y hombres constituyeran un peligro para la Iglesia Católica. Una explicación para el afán
inquisitorial y sádico de torturar a la bruja para obtener información y más nombres para acusar,
podría haber estado en la adquisición de bienes y dinero por parte de las familias de los y las
acusadas de brujería, que eran confiscados. Sin embargo, para Harris, este argumento se queda
corto ante la pregunta de por qué aproximadamente hasta el año 1000 d. C. la creencia en la
brujería era considerada por la Iglesia como un retroceso pagano (circunstancia que se ampliará
en el capítulo número dos de esta monografía) y que debía ser descartado de las mentes cristianas
siendo el exponente principal de esta postura el documento Canon Episcopi, hacia el año 1480
d.c –momento de la publicación de la bula papal Summa Desiderantes Affectibus – la posición
oficial de la Iglesia Católica hacia la brujería cambia radicalmente y se insiste en que la
persecución, tortura, enjuiciamiento y ejecución de las brujas era de vital importancia para el
futuro de la cristiandad.
Las estructuras míticas y religiosas que posibilitan la creencia en la magia –y la brujería, y las
brujas- sólo son, para Marvin Harris, un ruido de fondo: él opina que sirven a fines específicos
de disociación y distracción, y en cierto modo, auto engaños pueriles. Manuel Delgado, en La
magia: la realidad encantada (1992), nos propone en primer lugar un recorrido por las
definiciones de la magia en la antropología, criticando las visiones evolucionistas y utilitaristas
de la misma:
(…) Es más, la magia no solo es la manifestación más vehemente de esa identificación intelectual
entre las leyes que rigen lo humano y las que rigen el mundo, sino que propicia su
Una disputa continuada entre dos individuos o dos familias puede llegar a una acusación de
brujería de unos a otros que desencadenaría juicios y sanciones para los acusados, así que es más
sabio arreglar los inconvenientes de manera concertada y mantener las tensiones al mínimo,
además de que la creencia en la brujería nos recuerda a todos la potencial maldad interior que
hay que mantener a raya si no se desea sufrir consecuencias (Delgado, 1992, p. 73). Para Manuel
Delgado, la bruja puede ser cualquiera, ya sea porque se le acusa, o porque sienta que en su
En el presente capítulo se propendió por establecer una caja de herramientas conceptuales que
permita comprender el desarrollo posterior de esta investigación: el relato como expresión de la
tradición oral y la historia oral, relato como mito a ser leído como un texto y en el que la bruja,
como un símbolo, aporte significados y sentidos a la experiencia vital de una comunidad dada: a
través de las explicaciones acerca de la magia y la brujería es posible acercarse a una
comprensión de la importancia de las brujas dentro de los relatos, y los relatos de brujas en las
sociedades en que son producidos. En el próximo capítulo se examinará en detalle algunas brujas
y sus vidas consignadas en la tradición oral y posteriormente en el relato escrito y la legislación
concerniente a ellas y sus actos (que es de lo que conservamos registro), para avanzar en la
comprensión de cómo este símbolo, la bruja, está construido por y a la vez contribuye a la
construcción del pensamiento simbólico y los imaginarios colectivos de distintos grupos
humanos y culturas a través del tiempo y el espacio, específicamente en Occidente.
“La naturaleza las hace brujas..." Es el genio propio de la mujer y de su temperamento. La mujer nace hada. Por el
retorno regular de la exaltación, es sibila. Por el amor, maga. Por su finura, su malicia (con frecuencia fantástica y
bienhechora) es bruja y echa suertes, o por lo menos engaña, adormece las enfermedades”.
Aunque se ha especificado que en este trabajo de investigación mi interés principal está en los
relatos orales y la tradición oral, es pertinente y necesario hacer un recorrido bibliográfico e
histórico en la literatura y la legislación para lograr un esbozo de la importancia de la figura de la
bruja y de lo que se dice sobre ella a través del tiempo y el espacio. Se inicia con la búsqueda de
la literatura clásica griega, iniciando con la Ilíada y la Odisea, debido a que en ellas se empalma
la tradición oral y la escritura: durante siglos, los versos de ambas obras fueron aprendidos y
recitados de memoria, antes de ser escritos y conservados para la posteridad. La Ilíada y la
Odisea, escritas según la creencia popular en el siglo VIII A.C, figuran indiscutidas como los
primeros textos escritos de la literatura occidental. En cambio, su polémico autor, Homero,
según la tradición, era un aedo2 ciego procedente de Quíos que caminaba por Grecia declamando
estos poemas épicos. Desde la época helenística se han deliberado diversas cuestiones acerca de
éstas obras: ¿quién era Homero?, ¿cuándo escribió la Ilíada, la Odisea y otras obras que se le
atribuyen?; también se ha discutido sobre la existencia real de Homero –se ha llegado a pensar
que Homero nunca existió, y estas obras son de la autoría de diversos poetas, derivadas de la
tradición oral griega-, ¿cuál es la antigüedad real de dichas historias?, pues se sostiene que las
narraciones de la guerra de Troya estuvieron basadas en hechos reales.
Joachim Latacz en su libro Troya y Homero (2001), defiende la autenticidad de los hechos
narrados en los poemas homéricos, al menos de la Ilíada, basado en los hallazgos del arqueólogo
Manfred Korfmann. Si bien Latacz no confirma en Troya y Homero la existencia real del poeta,
afirma que según los datos proporcionados por Korfmann sí hubo una guerra en Troya,
aproximadamente cuatro siglos antes de la fecha en que se cree que Homero compuso sus odas
2 Aedo: del griego antiguo ἀοιδός, nominativo del verbo aodein, ᾄδειν “cantar”. Su ocupación era recitar
poemas épicos en banquetes y reuniones.
Euríloco, que se había quedado fuera por miedo a una trampa, regresa con Ulises a relatarle la
desventura de sus compañeros. Ulises decide ir solo a la casa de Circe para rescatar a sus amigos;
Hermes se le aparece y le proporciona una flor, moly, que al comerla lo protegerá de las
hechicerías de la bruja, además le da algunos consejos. Ulises arriba a la morada de Circe, que le
ofrece de comer. Ya protegido por la flor que le dio Hermes, los brebajes no tienen efecto sobre
él y se abalanza sobre ella espada en mano decidido a matarla. La diosa se asusta y le ofrece su
lecho para compartirlo con ella. Él acepta, pero antes la obliga a prometer que no le hará ningún
daño y que hará que sus compañeros vuelvan a su forma original. Tras volverlos a su forma
original, Ulises y sus compañeros viven en la isla de Circe durante un año descansando de sus
penurias antes de retomar el camino hacia Ítaca.
Eetes, airado, envía a su hijo Apsirto al mando de una flota en pos de los argonautas. En la isla de
Istria los alcanza y los retiene; Medea le convence de dialogar a solas y le hace regalos para
apaciguarlo. Jasón sale de entre unos arbustos y mata a Apsirto por la espalda. Jasón, Medea y
los argonautas huyen de la isla. Los dioses, enfurecidos por el asesinato de Apsirto, le hacen
saber a través de un oráculo a Medea que no permitirán que Jasón vuelva a Yolco, su país, si no
se hacen purificar de su crimen por Circe. Así que emprenden el viaje hasta la isla de Eea, hogar
de Circe, donde ésta les purifica con un ritual. Tras la purificación prosiguen su viaje. Al llegar a
Yolco, con el vellocino, Pelias, el rey usurpador del trono que es por derecho de Jasón, se niega a
devolvérselo.
Medea urde un plan, y se presenta ante las hijas de Pelias bajo la forma de una anciana
sacerdotisa de Artemisa y las convence de que se puede rejuvenecer a su anciano padre, y les
muestra cómo, tomando a un viejo carnero, cortándole el cuello y zambulléndolo en un caldero
lleno de agua, que mágicamente sobrevive y rejuvenece. Las niñas, con la mejor intención,
toman obligado a Pelias y hacen lo mismo con él, pero Pelias muere. Tras la muerte de Pelias,
Medea y Jasón son expulsados de Yolco. Huyen a Corinto, donde Medea dice tener razones para
ser pretendiente al trono. Aquí termina la narración de Apolonio de Rodas: Eurípides nos cuenta
el final de la relación entre Jasón y Medea de manera trágica. Al llegar a Corinto, Creonte, su rey,
le propone a Jasón una alianza matrimonial entre él y su hija Glauca. Jasón acepta, traicionando a
Medea, que enfurecida, envía presentes embrujados a Glauca, una corona de oro y un vestido. La
desafortunada Glauca, al ponérselos, se incendia. Su padre, Creonte, se abalanza sobre ella para
intentar salvarla y ambos mueren entre las llamas.
V.230
De todo lo que tiene vida y pensamiento, nosotras, las mujeres, somos el ser más desgraciado.
Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro
cuerpo, y éste es el peor de los males.
V.235
Y la prueba decisiva reside en tomar a uno malo, o a uno bueno. A las mujeres no les da buena fama la
separación del marido y tampoco les es posible repudiarlo. Y cuando una se encuentra en medio de
costumbres y leyes nuevas, hay que ser adivina, aunque no lo haya aprendido en casa, para saber cuál
es el mejor modo de comportarse con su compañero de lecho.
V.240
Y si nuestro esfuerzo se ve coronado por el éxito y nuestro esposo convive con nosotras sin aplicarnos
el yugo por la fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, mejor es morir. (…)Dicen que vivimos en
la casa una vida exenta de peligros, mientras ellos luchan con la lanza.
V.250
¡Necios! Preferiría tres veces estar a pie firme con un escudo, que dar a luz una sola vez.
Estudiosos de la dramaturgia griega, como Alberto Medina González y Juan Antonio López
Férez, comentaristas y compiladores de las Obras Completas de Eurípides (2000), nos hacen
notar que Medea fue un personaje virtualmente sin cambios en las menciones que se hacen a ella
en distintas obras, tan antigua como la misma Circe y ya mencionada en la Teogonía, y la
narración de las peripecias de los argonautas, una leyenda completamente madura; al contrastar
V.265
Una mujer suele estar llena de temor y es cobarde para contemplar la lucha y el hierro, pero cuando ve
lesionados los derechos de su lecho, no hay otra mente más asesina.
Pero más relevante que Circe y Medea, dentro del panteón de los dioses, está Hékate, la deidad
protectora de las hechiceras y nigromantes. En la Teogonía de Hesíodo, Hékate aparece como
hija de los titanes Asteria y Perses (v. 404); en sentido estricto, Hékate no es una diosa olímpica,
sino una titánide, tan poderosa, que el mismo Zeus le rinde homenaje y conserva, tras haber
declarado su lealtad a los Olímpicos, sus antiguos dominios sobre mar, tierra y aire.
Es la deidad patrona de los jóvenes, los rebaños de animales domésticos y las manadas salvajes,
los marineros y los cazadores; así como da, quita, según los caprichos de su corazón (v. 410-451,
Himno a Hékate de Hesíodo). A esta diosa le han sido atribuidos distintos poderes y deberes a
través del tiempo. Al parecer, en su forma primitiva, pudo haber sido una deidad tracia llamada
Bendis, asimilada por los helenos con Ártemis, diosa de la juventud y de la cacería. La titánide
Hékate, según los Himnos Homéricos, fue la única, aparte de Helios, que presenció el rapto de
Perséfone, y que comunicó a Démeter lo que había escuchado (Himnos Homéricos II, v. 19) y
tras el encuentro entre Perséfone y su madre Démeter, Hékate accedió a quedarse con la joven
diosa en el Inframundo como compañera, convirtiéndose así en una deidad ctónica (Himnos
homéricos, v. 436). Posteriormente, debido a su calidad de diosa relacionada con el mundo de los
muertos, los poetas empezaron a atribuírle poderes sobre los fantasmas, las encrucijadas –lugar
de enterramiento tradicional de los suicidas y de realización de hechizos mágicos-, tanto que se
le empezó a llamar brimo trimorphos (la de las tres caras) y se le representaba, como tres
Pero Hékate, señora de los espectros, ponía al mismo tiempo en guardia a los griegos, recordándoles
que la división tripartita debía ceder espacio -al lado del mundo ordenado de Zeus-para un ámbito
caótico en el cual lo amorfo del mundo original se perpetuaba bajo el aspecto del mundo de los
infiernos. Para el mundo griego, un polimorfismo como el de Hékate se identificaba con el mundo
infernal (1971, p.140).
Esta asociación con el mundo de los muertos también la hizo diosa de la noche, especialmente de
las noches totalmente oscuras de Luna Nueva; de esta manera, también se le hizo parte de un trío
de diosas lunares, junto con Ártemis, la luna creciente, y Selene, la luna llena. Así, Hékate
conserva en sí los atributos de lo salvaje y de lo nocturno:
Hékate Einoidia, Trioditis, hermosa señora de los confines terrestres, acuáticos y celestiales, sepulcral
en azafrán velo envuelta, a quien los oscuros fantasmas que vagan en la sombra placen; Perseis, diosa
solitaria, ¡salve! Portadora de la llave del mundo, nunca destinada a fallar, que se alegra en los ciervos,
cazadora, vista de noche, atraída por los toros, reina inconquistable; Líder, ninfa, nodriza, que vaga en
las montañas, escucha a los suplicantes quienes con sacros ritos tus poderes reverencian, y acércate a
los pastores con pensamientos favorecedores (Himno órfico I, a Hékate).
Así, Ulises, al amenazar matar y luego acceder acostarse con Circe, podría ser interpretado como
el predominio de la razón sobre la sin-razón (que sería Circe y su magia), en primer lugar gracias
a la fuerza, y en segundo lugar, al entrar en contubernio con sus deseos, dejando de lado sus
deberes –recordemos que Ulises y sus compañeros llevaban más de diez años sin pisar Ítaca, y al
rey en casa le esperaban Penélope y su hijo Telémaco-; gracias a la ayuda de Circe, Ulises y sus
compañeros se fortalecen y descansan, además reciben de ella consejos para proseguir su viaje
(consejos que logran, por ejemplo, que Ulises convoque al adivino Tiresias, ya fallecido, para
consultarle la voluntad de los dioses) y dejan la isla de Eea, que al parecer, tiene una conexión
directa con el Inframundo. Medea tiene al principio la misma función en los relatos. Por su amor
hacia él, logra que Jasón venza los monstruos que el camino le tiene deparado, mientras este
amor le es correspondido: una vez Jasón la traiciona, ella toma venganza de forma terrible. Es un
recordatorio de las fuerzas implacables de la naturaleza (que en el mundo griego estaba asociada
a lo femenino) y la relación de la esfera de lo humano con esas fuerzas. Hékate ayuda a Démeter
–personificación de la naturaleza domesticada y fructífera- a encontrar a su hija Perséfone. Ella
escuchó el grito de la joven diosa. Acuden a Helios, deidad del carro solar, que si observó el
hecho, y les dice que fue Hades quien la secuestró. Hékate acompaña a Démeter a cruzar el rio
Estigia iluminando el camino con sus antorchas, y una vez allí, enteradas de que Perséfone sólo
podrá estar en el mundo de los vivos durante seis meses al año, Hékate se ofrece a acompañarla
durante su estancia en el Inframundo. Esta historia, que es la base de los misterios eleusinos y la
explicación para las estaciones del año, nos sirve de ejemplo para explicar cuál era la función de
la bruja en la mitología griega, la de psicopompo (Psyche –alma, mente- Pompos –guia-),
término acuñado por Carl Jung en su Libro Rojo y usado por Kerenyi y Jung para referirse a
figuras de la mitología que actuaban como intermediarios entre dos reinos distintos, típicamente,
el de los vivos y los muertos (Kerenyi y Jung, 1971, p. 127).
Las prácticas mágicas permitidas por las leyes romanas como lícitas, eran, según Lucano
(Farsalia, canto VI, v. 240), la hieroscopia –adivinar la suerte observando las vísceras de un
animal sacrificado a una deidad-, la ornitomancia –adivinar el futuro observando el vuelo de las
aves-, la astrología y la interpretación de sueños. Estas eran llevadas a cabo por los arúspices,
sacerdotes de los templos dedicados a la adivinación. Teniendo en cuenta esto, muchas de las
prácticas de estas religiones foráneas no concordaban exactamente con las ideas religiosas
imperantes en Roma. La persecución de la “brujería” se convirtió entonces en un asunto de
protección del estado. Mucho antes del dominio del cristianismo en Europa existían “cacerías de
brujas” a pequeña escala: en el 331 a.c, 170 mujeres fueron ejecutadas debido a que se les acusó
de haber causado con maleficios una epidemia; en el año 184 a.c se registraron 2000 ejecuciones
por cargos de brujería y durante los años 182 a.c a 180 a.c se registraron 3000 (Ogden, 2002, pp.
203-205) Estas ejecuciones por cargos de brujería tenían su base legal en las Leyes de las Doce
Tablas, el documento jurídico romano más antiguo del que se conserva registro – del 451 a.c-
(Stein, 1999):
Ley XIV.
Cualquiera que moleste a otro por medio de encantamientos mágicos o artes diabólicas, y le deje
inactivo o enfermo; o aquel que le preparase o administrase pociones, es culpable de pena capital y
será castigado con la muerte.
Por obra del encantamiento de las tesálidas se ha infiltrado en corazones insensibles un amor no
inducido por los hados, y austeros ancianos se han abrasado en llamas ilícitas (…) la mente, aun sin
estar inficionada por la ingestión de ningún veneno, sucumbe ante el simple encantamiento. A quienes
no encadena ningún vínculo de lecho conyugal ni la pujanza de una belleza seductora, les han atraído
ellas con el mágico girar del hilo retorcido (Lucano, Farsalia, canto VI, v. 450)
Esta “fama” de ser bruja, el atribuirle a una mujer poderes sobrenaturales, en Roma, estaba muy
mal visto. La sociedad romana, políticamente machista –aunque su legislación fuera más amable
con las mujeres que la legislación griega, por ejemplo- temía al poder que cualquier tipo de
subalterno pudiera llegar a tener: el gran miedo de la República era la revuelta de los que
sostenían el orden social que manejaban los patricios. Quienes sostenían dicho orden, eran los
extranjeros, esclavos y mujeres comunes, especialmente, las mujeres nobles, pues estaban en una
posición límite entre la hegemonía y la sumisión, y más aún, las mujeres ancianas, que ya no
cumplían deberes reproductivos, y cuyo estatus social oscilaba entre el respeto a su sabiduría y la
burla hacia su incapacidad para dar romanos a Roma. Bajo los reinados de Constancio,
Valentiniano, Valente y Graciano, en Roma se dio muerte a quien acudiera a las “viejas” para
aliviar dolencias, aunque estas prácticas fueran consideradas como aceptables por las autoridades
médicas de la época (Ogden, 2002, p. 204). Una mujer que detentara algún tipo de poder
suscitaba miedo, repudio y/o burla. Así están consignadas las brujas en la literatura romana.
En código de burla, Lucio Apuleyo escribió Las metamorfosis o el Asno de Oro, como una sátira
a la importancia que se le daba en sus tiempos a la creencia en las brujas, además de una crítica a
la religión. Su personaje principal, Lucio, acude a Tesalia por su curiosidad para saber más de las
brujas y sus ritos. Allí lo hospeda un tabernero bonachón llamado Filón, cuya mujer, Méroe, es
una caricatura: vieja, gorda, fea, lujuriosa, acude a sus encantamientos para atraer a su cama a
jóvenes de los cuales se encapricha. Así, se enamora de un joven llamado Pólux, compañero de
viaje de Lucio.
Ericto es el bosquejo sobre el que se pintan todas las brujas posteriores. Las brujas grecolatinas
oscilan entre lo mítico y lo mundano. Son hijas de un mundo en el que las mujeres, aunque no
ocuparan el lugar de oprobio y vergüenza que les sobrevendría con el auge del cristianismo, ya
eran vistas con recelo y sospecha por su relación aparentemente intrínseca con la naturaleza y
con los mundos sutiles del espíritu, reinos desconocidos para lo que la sociedad griega y romana
establecía como el ideal de la masculinidad. Aún ser mujer no era equivalente a ser bruja –bruja
como un ser no humano, una entidad que bien podía ser diosa, como Hékate y Circe, o monstruo,
como Ericto-, sin embargo, se le acercaba bastante.
Durante el crecimiento del cristianismo en Europa, la posición social sobre la brujería fue
divergente y en algunos casos, contradictoria. San Agustín de Hipona, en su Ciudad de Dios, del
siglo IV d.C, declaró no solamente que la brujería y su influencia en el mundo terrenal no existía,
también que creer en su poder y existencia era herético y contrario al cristianismo, debido a que
el diablo engañaba a los crédulos con estas prácticas y provocaba su ruina espiritual (Libro 4).
Las leyes eclesiásticas de los siglos siguientes continuaron con la línea de pensamiento de San
Agustín, así como las leyes civiles. De esta manera, el duelo entre el milagro cristiano y el
prodigio pagano es ganado por el primero, y los practicantes de los cultos antiguos se retiran a
los pagi, el campo, y por ello esos saberes fueron llamadas paganos, equivalentes a
Europa, durante los siglos siguientes, vivió un periodo de expansión demográfica, movilidad
urbana y frecuentes contactos entre Occidente y Oriente. El clima intelectual fue propiciado por
el intercambio comercial con el imperio Bizantino y el reino almorávide de Granada durante los
siglos VIII, IX Y X, además de los talleres de traducción de tratados árabes y griegos en Sicilia
que luego se distribuían por toda Europa, estimulando una serie de cambios en la concepción de
la magia y de todo lo relacionado con ella (Guerrero Navarrete, 2012). Las prácticas alquímicas,
los grimorios mágicos, la adivinación por los astros, se concibieron más relacionadas con la
ciencia que con la superstición pagana (ontológicamente diabólica). Los monarcas europeos
comenzaron a tener sus propios adivinos y arúspices; la alquimia se convirtió en un pasatiempo
El mago hace entonces su aparición triunfal en la literatura del ciclo artúrico en la figura de
Merlín; nacido de un demonio y una monja, su naturaleza le instaba a urdir desgracias, sin
embargo él decidió hacer lo contrario y ayudar a Arturo a hacerse rey de Camelot y dirigir su
reino con sabiduría. Así nos lo cuenta el clérigo Geoffrey de Monmouth, en su Historia Regum
Britanniae y Vita Merlini, ambas obras escritas entre el año 1100 y 1135 d.C. Paralelamente a
este surgimiento de la Alta Magia, se reprimían y condenaban cada vez con más fuerza las
prácticas tradicionales del paganismo, especialmente aquellas relacionadas con lo femenino. En
1231, el papa Gregorio IX proclamó la bula Excommunicamus, que establecía la excomunión
para los herejes y que fueran entregados para ser castigados a la ley secular, además, entrenó a
monjes domínicos para que llevaran a cabo “inquisiciones” en su nombre y con toda su
autoridad, creando así el tribunal de la Inquisición. En 1252, el papa Inocencio IV decretó por
primera vez la muerte de los herejes que se resistían a abjurar de las creencias contrarias a las
profesadas por la Iglesia.
En 1264, Santo Tomás de Aquino publica su Summa Contra Gentiles, obra estructural en los
procesos históricos que viviría Europa en los siguientes siglos. La filosofía tomista expuesta en
la anteriormente mencionada Summa Contra Gentiles, y en la Summa Theologica, expone, entre
muchas otras consideraciones sobre la naturaleza de Dios, de la fe y de la vida secular humana,
tres argumentos que funcionarían como pivotes de la Iglesia Católica contra todo aquello que no
fuera cristiano:
-El mundo, especialmente, la naturaleza, está llena de peligros y tentaciones para el alma humana.
(S.C.G, libro III)
-Que el conocimiento que los gentiles tienen de su religión esta dado por los sentidos, por la
naturaleza, y no por la inspiración divina, como es el caso de los creyentes católicos. (S.C.G, libro III)
-Que la falta de fe es el mayor pecado existente. (S.T, libro I)
Entre 1330 y 1340, aparece por primera vez el nombre “Sabbat”, o “sinanoga”, para referirse a la
reunión entre las brujas, brujos y el diablo (Caro Baroja, 1961, p. 115), haciendo referencia a los
“libelos de sangre” (Alvarez Chillida, 2002, p. 145), acusaciones sin fundamento que sin
embargo se esparcían con pasmosa rapidez acerca de las prácticas “infames” de los judíos, como
beber la sangre de niños cristianos crucificados durante las festividades de las pascuas judías.
Inevitablemente, llamar “Sabbat”, a una reunión de personas, significaba equipararlos y
relacionarlos a lo que en ese momento en Europa cristiana se consideraba bajo entre lo bajo, los
judíos y judaizantes. En estos procesos inquisitoriales en que aparece el Sabbat ya definido y
nombrado, también aparece un “heraldo diabólico”, que antes de realizar el pacto, se le aparece a
la bruja preguntándole si desea servir a Satanás. Este heraldo es un hombre de piel negra y de
gran estatura, vestido con pieles de animales. El aumento más significativo de las cacerías de
brujas, se daría con la publicación en 1487 del Malleus Maleficarum, o el Martillo de las Brujas,
que replicado mecánicamente con ayuda de la imprenta de tipos inventada por Gutenberg en
1440, alcanzó una popularidad sin precedentes como libro de lectura y aplicación obligada en los
tribunales eclesiásticos y seculares.
El papa Inocencio VIII publicó en 1484 la bula Summis desiderantes affectibus, en la que,
preocupado por el crecimiento de las denuncias por actos mágicos dañinos, permite y apoya la
En un segundo apartado, Sprenger y Kramer definen cuáles son las artes mágicas que son
punibles como obra demoniaca, en las que incluyen todo tipo de adivinación, de manipulación
del clima, de “males de ojo”, y aquellas que impiden el normal desarrollo de la vida marital,
como los hechizos que dañan la fertilidad, impiden consumar el acto sexual o el embarazo,
provocan abortos o la muerte neonatal; así como los hechizos que en general son dañinos, como
dañar las cosechas, provocar esterilidad o mortandades en los animales.
El tercer apartado, cuyo título es “De porqué la superstición se encuentra ante todo en las
mujeres”, es el corazón del Malleus Maleficarum. En él se definen los trazos del enemigo de la
fe, o mejor dicho, de las enemigas de la fe. Para Sprenger y Kramer, haciendo eco de opiniones
de otras épocas, las mujeres son por naturaleza malvadas:
¡Qué otra cosa es una mujer, sino un enemigo de la amistad, un castigo inevitable, un mal necesario,
una tentación natural, una calamidad deseable, un peligro doméstico, un deleitable detrimento, un mal
de la naturaleza pintado con alegres colores! "Los muchos apetitos de los hombres los llevan a un
pecado, pero el único apetito de las mujeres las conduce a todos los pecados, pues la raíz de todos los
vicios femeninos es la avaricia". Y Séneca dice en sus Tragedias: "Una mujer ama u odia; no hay
tercera alternativa. Y las lágrimas de una mujer son un engaño pues pueden brotar de una pena
verdadera, o ser una trampa. Cuando una mujer piensa a solas, piensa el mal.
(Sprenger y Kramer, 2011, p. 49)
El Malleus Maleficarum prosigue en su diatriba contra las mujeres, al señalar a cuáles entre
estas son más propensas a sucumbir ante las tentaciones de la hechicería. Para Sprenger y
Kramer, las mujeres intrínsecamente, como ya hemos leído, son infieles, ambiciosas y lujuriosas,
sin embargo, estas últimas están en un “especial peligro” de convertirse en brujas, ya que
recurrirán a lo posible e imposible para satisfacer sus “repugnantes apetitos” (2011, p. 52). Para
ellos, las primeras sospechosas de brujería serán las prostitutas, las adúlteras; las muchachas
jóvenes que tienen relaciones premaritales con un hombre que les promete matrimonio y luego
las abandona; y las ancianas que alguna vez estuvieron casadas pero no se contentan con su
viudez y quieren seguir disfrutando del sexo, o las mujeres solteras que nunca se casaron.
Sprenger y Kramer dejan absolutamente claro que el problema que más les preocupa (causado
por las brujas, claro está), es el de la impotencia masculina y la mortandad infantil. Discuten a lo
largo del texto en varias ocasiones si a estas maleficae les es posible dañar permanentemente la
potencia sexual de un hombre. Creen que sí lo es, impidiendo así la consumación de un
matrimonio o la concepción de un hijo; recomiendan castigar con las penas más severas a las
brujas que proporcionen pociones y ungüentos anticonceptivos y abortivos, que provoquen
abortos y/o sacrifiquen niños recién nacidos a Satanás. Afirman que es un hábito común de las
brujas ingerir niños recién nacidos (y aquí es inevitable recordar a Ericto, la nigromante de
Debemos agregar que en todos estos asuntos las brujas comadronas provocan daños aún mayores,
como a menudo nos dijeron, a nosotros y a otros, las brujas penitentes afirmando que nadie hace más
daño a la fe católica que las comadronas. Pues cuando no matan a los niños, entonces, como para
cualquier otro propósito, los sacan de la habitación, los levantan en el aire y los ofrecen a los
demonios. (Sprenger y Kramer 2011, p 66)
El Malleus Maleficarum, una obra que estaba destinada a clérigos de toda Europa, para difundir
la posición oficial de la Iglesia Católica acerca de la creencia en las brujas y la brujería, nunca
fue oficialmente aceptada por esta última como un libro canónico. Sin embargo, durante los
siguientes cuatro siglos se sintió de manera profunda su influencia, no solamente en Europa, sino
en todos los lugares que paulatinamente fueron siendo colonizados y cristianizados tras el
“descubrimiento” de América por Cristóbal Colón, financiado por la Corona de España, que en
ese momento también detentaba la autoridad sobre el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición,
fundado por los reyes católicos en 1478. El objetivo principal del Santo Oficio era homogeneizar
las creencias en España, y posteriormente en sus colonias en América. El Malleus Maleficarum
viajó con los Inquisidores, y su discurso contra la brujería y las mujeres se hizo más acentuado.
Se iniciaron las grandes quemas de brujas, los horrores que han trascendido en el tiempo
consignados en los procesos judiciales contra aquellos acusados de brujería, y los instrumentos
de tortura que aún permanecen en los museos, testigos de las estrategias de los inquisidores;
amenazar, torturar, extraer una confesión falsa, condenar a muerte para salvar el alma.
Aun así, existen casos de acusados que confesaron sin coacción alguna, relatando toda una serie
de hechos fantásticos que delinean la figura de la bruja, sus actos y costumbres, y desde una
fecha tan temprana como 1235 aparecen relatos sobre el aquelarre, el Sabbat, la Misa Negra y
por supuesto, el Diablo como el acicate de todos los pecados y todas las pasiones, el amo y
maestro de las brujas. El Malleus Maleficarum se nutrió de los relatos tradicionales, de la
erudición de la Iglesia Católica, de los miedos generalizados que la sociedad europea vivía en un
momento histórico en que se intentaba consolidar de forma definitiva una sola religión, un solo
poder económico y político.
La información recogida en dichos interrogatorios (en muchas ocasiones mediados por la tortura
o el miedo a ella) era divulgada posteriormente en los pulpitos como posibles señales de brujería,
para que los feligreses estuvieran pendientes unos de los otros, y así, en algún sentido,
“comprobar” que dichas prácticas y sucesos eran reales. La Inquisición funcionó como una
máquina perfecta del terror, calibrada y engrasada; no inventó la brujería, pero le confirió un
carácter que sería exclusivamente europeo, demonolátrico, y que tras la llegada de los europeos a
América, y posteriormente con los procesos de aculturación durante la trata esclava de africanos
e indígenas, tomaría matices, se complementaría, enriquecería y formaría parte de algo
totalmente nuevo.
2.4 Colonización: mestizaje de las brujas europeas y las creencias mágicas americanas y
africanas
Ya desde 1493, en el segundo viaje de Colón hacia las Indias, la Corona Española obtuvo una
bula papal en la que se ratificaba el derecho de esta a prohibir el ingreso a las Indias Occidentales
de todo aquél que no fuera católico, y envió a un reducido grupo de clérigos para que instauraran
un ars predicandi en las nuevas tierras (Birckel, 1986, p. 113). Estos predicadores se toparon con
complejísimas estructuras religiosas que los nuevos súbditos de la Corona Española no querían
dejar para abrazar otra religión que los sujetaba a un poder lejano e invisible y los desproveía de
autoridad. Así, Fray Bartolomé de las Casas narra en su Brevísima relación de la destrucción de
Con el paso del tiempo, las instituciones europeas se fortalecerían a lo largo y ancho del
continente americano. El historiador Maurice Birckel (1986) nos cuenta que el primer tribunal
del Santo Oficio en América se fundó en Lima en 1571, y que en el mismo año se fundó otro en
México, mientras que en 1610 se instauraría el tribunal del Santo Oficio de Cartagena. Los
procesos fueron muchos, sin embargo, entre los indígenas, los condenados por brujería fueron
muy pocos. Por recomendación de los reyes de España, el tribunal se dedicó casi por entero a
castigar a judíos recién conversos por actitudes judaizantes, a bígamos, sodomitas y blasfemos.
La destrucción de códices sagrados indígenas, la prohibición real de transcribir mitos y leyendas,
además de traducir textos indígenas al español, el incineramiento de imágenes sagradas y la
utilización de templos indígenas como soporte (a veces incluso como material de construcción)
de iglesias, ermitas y catedrales; y por otro lado los castigos severísimos que se infligían a los
africanos esclavizados que conservaban tercamente su idioma, religión y costumbres, la
prohibición de tocar música con tambores y marimbas, fueron las armas con que el catolicismo
intentó erradicar las religiones y el sentido de lo sagrado entre los indígenas y los africanos. Aun
así, heroica y subrepticiamente, los oprimidos engañaron a los opresores con la multitud de
sistemas religiosos sincréticos que florecieron en América.
Debido al “descubrimiento” de este lugar fantástico –América- al otro lado del mar, el
sentimiento de asombro místico entre la gente de Europa llegó a un punto de efervescencia. Si
este continente lejano y maravilloso, lleno de riquezas, había existido al margen del
conocimiento de los europeos, ¿a qué otras cosas podría negárseles la existencia? En los siglos
siguientes, Europa se llenó de bestiarios en los que se describían las criaturas de leyenda que
Diana Luz Ceballos, en Grupos sociales y prácticas mágicas en el Nuevo Reino de Granada
durante el s. XVII (2001), introduce al lector a un mundo en el que ya han pasado casi tres siglos
desde la “conquista”, y aunque al principio se intentó vehementemente asimilar las prácticas
religiosas indígenas y africanas con la demonolatría mágica europea, pronto la sociedad
americana comenzó a distinguir entre unas y otra, y a asignarles valores culturales diferentes;
Ceballos nos dice que las prácticas religiosas y mágicas son sistemas que permiten a cada
complejo cultural entender y explicar el mundo, los sucesos de la vida ordinaria y de la
naturaleza; así, religiones y magia leídas desde otro contexto cultural están sujetas a
malinterpretación (2001, p. 51). De todos modos el Tribunal del Santo Oficio prosigue con su
trabajo de “occidentalización”, de homogeneización de creencias, aunque tuvo que hacer una
distinción entre los distintos tipos de magia, los que eran susceptibles de ser pasados por alto o
castigados con muy poca severidad, y aquellos que equivalían a largos años de prisión o a la
ejecución, que por ejemplo, según Maurice Birckel, en Cartagena de Indias en un periodo de tres
siglos no pasó de tres ejecuciones in persona (Birckel, 1986, p.113). Para los inquisidores, y la
población en general, la distinción entre brujería (maligna y diabólica) y hechicería
(ambivalente) estaba clara.
En la mente de los primeros inquisidores y evangelizadores llegados a América, los dioses y las
prácticas religiosas americanas eran diabólicas y debían ser eliminadas, en pro de instaurar la fe
católica. La medicina, los ritos de paso, festivales y prácticas mágicas de los pueblos americanos
vinieron a ser catalogados entonces entre brujería o hechicería. En España, existía una diferencia
clara entre estas dos definiciones: brujería aludía a un trato, pacto o contrato explícito con el
Diablo, y hechicería a trato o pacto tácito con el Diablo y a prácticas supersticiosas (Gareis,
2013, p. 414). Aun teniendo en cuenta que las prácticas religiosas indígenas de América estaban
relacionadas en el imaginario europeo colonizador con el diablo, se las asoció a hechicería, que
en general no era castigada severamente; aun así, hubo excepciones notables en las que se asoció
con la brujería demonolátrica europea a practicantes del chamanismo local. La traducción oficial
Iris Gareis, en su artículo Merging magical traditions: sorcery and witchcraft in Spanish and
Portuguese America (2013), cuenta que, teniendo en cuenta la asociación entre las prácticas
mágicas americanas y la simple “hechicería”, se llevaron a cabo 169 autos de fe en el tribunal de
la Inquisición en Cartagena, Colombia, entre los siglos XVI y XVII, por cargos relacionados con
brujería, hechicería y zahorismo sin una sola condena a muerte como resultado (2013, p. 426).
Ceballos establece que la brujería en la Nueva Granada era de corte español (brujería diabólica
siendo claramente la relacionada con el pacto con el diablo, de carácter negativo, colectivo y con
todas las características del aquelarre previamente mencionadas) o africano, y explicaba todos
los males acaecidos a las personas, las cosechas y los animales; la hechicería comprendía una
gran variedad de actividades, como la yerbatería, la elaboración de filtros y venenos, la
adivinación, la nigromancia, el zahorismo (métodos para encontrar tesoros y vetas de mineral) y
el chamanismo, entendido como formas tradicionales indígenas de solucionar problemas
mediante el ritual ( 2001, pp. 54-57).
Estas personas que ocupan una posición de intermediación en la sociedad, anfibios culturales que
nadan, no ya únicamente entre la(s) cultura(s) popular(es) y la cultura de élite o entre grupos sociales,
En esta sociedad, las prácticas mágicas y medicinales cumplen un papel fundamental como
solución (y en muchas ocasiones también inicio) de conflictos. López Ridaura (2012) ayuda a
poner en perspectiva esta trashumancia social de los intermediarios culturales al narrar la historia
de la India Frigenia, procesada por brujería en 1748 junto a otras mujeres acusadas por el mismo
cargo. Varias mujeres criollas acusaron a Frigenia de haberles enseñado las artes de la brujería.
Al interrogarla, Frigenia contó que había aprendido dichas artes de un diablo llamado Herodes,
que se le había aparecido al lado del río, tras haber seguido a un enorme gato negro parlante
hasta allí. Este diablo siempre se presentaba como “un negro enorme, montado en un caballo
oscuro y vestido con pieles de animal” (ibíd., p. 117). El diablo Herodes le había preguntado si
quería venderle su alma, y ella dijo que sí, pero sólo por espacio de seis años, a lo cual el
demonio accedió; posteriormente le pidió que firmara un contrato. Frigenia no sabía leer ni
escribir, así que el demonio firmó por ella.
Cada vez que Frigenia necesitaba de una cura, conjuro, o sortilegio, iba al río y allí el diablo le
daba las plantas e instrumentos necesarios y le explicaba cómo debía usarlos. Posteriormente
Frigenia incriminó a otra indígena, de nombre Manuela, como su maestra. Ella refirió otra
historia, en la que con su maestra había entrado en una cueva, pisando la cabeza de una serpiente
descomunal, que allí había aparecido el hombre negro y le había firmado un contrato de venta de
alma por cuatro años, y que hacía al menos treinta años que una anciana española la había
iniciado en las artes y los conocimientos de la brujería. Aunque las acusadas fueron encarceladas
por varios años, dependiendo de la gravedad de sus delitos, ninguna fue ejecutada (López
Ridaura, 2012, pp. 117-120). Las artes de estas brujas de Coahuila, entre otras, estaban
destinadas a eliminar ”piedras de la vejiga”, estimular la potencia sexual de los maridos, atraer
hombres ya casados, concebir un hijo varón, entre otras que nos señalan cómo, en América,
medicina y magia estaban profundamente interconectadas, tanto así que “uno de los principales
acometidas del Santo Oficio, principalmente, durante el siglo XVII fue prohibir la transmisión de
las ideas y prácticas de la medicina popular para evitar la difusión de las prácticas mágicas”
(Aguirre Beltrán, 1992, p. 249), porque:
En la Nueva Granada, se promulgaron desde la Corona Española varias leyes para regular las
profesiones relacionadas con el área de la salud y quién podía ejercerlas, para eliminar cualquier
rastro “herético” de las medicinas indígenas y negras. En 1570 se instituyó el Real Tribunal del
Protomedicato (Gardeta Sabater, 1992, p. 212), que evaluaba tanto los conocimientos de los
cirujanos, médicos, barberos y boticarios, como su ascendencia cultural. Quien quisiera poseer
un título y ejercer de manera pública y legal, debía ser blanco, o criollo, sin una gota de sangre
indígena, negra o judía hasta la quinta generación (Navarrete, 2005, p. 350); aun así, mulatos
como Diego López y Francisco Mandinga, en el s. XVII, se las arreglaron para ejercer el oficio
de cirujanos, aunque ambos fueron procesados por el Tribunal del Santo Oficio en diversas
ocasiones por sus prácticas. Diego López, mulato “hijo de cabra” –de origen culturalmente
incierto- fue acusado junto con otras personas de pertenecer a uno de los aquelarres de Paula de
Eguiluz en Cartagena en el año 1632. Diego, por su pericia en su profesión, era bastante
requerido por las personas adineradas blancas de Cartagena. A los hombres pertenecientes al
“aquelarre” de Paula de Eguiluz, se les ignoró, excepto a Diego:
Sin duda, el hecho de que la brujería fuera un asunto exclusivo de mujeres, hizo que el tribunal del
Santo Oficio no los tuviera en cuenta y echara de lado las acusaciones que pesaban sobre ellos. Diego
López, el único penitenciado, lo fue seguramente por tratarse de un mulato de oficio cirujano cuyas
prácticas médicas resultaban altamente peligrosas por creer las autoridades que les combinaba
Francisco Mandinga, esclavo de don Gonzalo de Herrera, fue también enjuiciado en 1648,
acusado de sortílego y de tener pacto explícito con el demonio, debido a sus métodos de curación
en los que empleaba oraciones y adivinación. Un testigo lo acusó de “yerbatero, herbolario y que
curaba de hechizos y venenos(…) su amo testificó que realizaba curas con ceremonias, reconocía
a las personas que hacían mal con hierbas y efectuaba adivinaciones que resultaban muy ciertas”
(Navarrete, 2005, p. 348). Ambos, Diego y Francisco, fueron condenados a breves tiempos de
prisión en los reclusorios secretos del Santo Oficio.
Juana le pide que la invite a ella y a sus hijas a cenar y tras la comida, le mostrará a su marido; la
esposa accede. En un lebrillo verde lleno de agua, Juana le muestra al marido junto a otra mujer
en una tierra desconocida, que la esposa pregunta cuál es, Juana García contesta que es la Isla
Española de Santo Domingo; ven al marido, junto a otra mujer, posiblemente una amante, en
compañía de un sastre que le elabora a la mujer un vestido de grana que el marido paga. La
esposa le pide a Juana García que se apodere de la manga del vestido que ha quedado olvidada
sobre la mesa del sastre al irse el marido y su amante de la tienda. Juana la toma –a través del
agua del lebrillo- y se la entrega a la esposa, que la guarda en un baúl. El marido regresa al año
siguiente a Santafé, lo que le permite a la esposa infiel parir al fruto de su indiscreción y educarlo
en casa; cuando el esposo llega, le informa que es un huérfano que tomó bajo su custodia. La
vida de pareja de los esposos se ve trastornada sin embargo por los constantes acosos y preguntas
de la esposa sobre la amante del hombre, quien en un principio le niega todo, sin embargo, luego
lo admite cuando ella le muestra la manga de grana que Juana García ha sustraído por medios
mágicos del taller del sastre en La Española.
El marido enfurecido lleva el caso a las autoridades locales –en este caso, el arzobispo-. El
prelado decide expulsar a Juana García y a sus hijas de Santafé y condenarla a ella al uso del
sambenito. Juana García se lamenta al final del relato: “todas lo hicimos, pero sólo yo he
pagado” (ibíd., 1636, p. 38). Tras un fragmento incomprensible del texto original, el narrador nos
cuenta que Juana García se “echa a volar” desde un cerro al que posteriormente las gentes
capitalinas llamarán “cerro de Juana García” (Ibíd., 1636, p. 38). Es de notar que el fragmento
A pesar de que El Carnero reviste la forma de crónica histórica, no tenemos certeza real de la
existencia de Juana García y sus hijas, sin embargo, sí tenemos constancia de la existencia de
Paula de Eguiluz y los procesos seguidos en su contra, así como de la existencia y los procesos
contra Leonor Zape, Guiomar y Polonia Bran, y María Linda Mandinga. Estas mujeres, esclavas
negras en las minas de oro de Zaragoza, Antioquia, fueron acusadas, enjuiciadas y torturadas
para extraer su confesión entre los años de 1618 y 1622 (Navarrete; 2005). Entre los relatos que
Tras el juicio, Leonor, Maria Linda, Polonia y Guiomar, “fueron admitidas a reconciliación como
apóstatas, herejes y practicantes de la secta de las brujas (...) Todas, con excepción de Leonor,
que fue condenada a un año de cárcel, “fueron sentenciadas a prisión perpetua sirviendo en el
hospital general atendiendo a los enfermos” (Navarrete, 2005, p. 341). Sin embargo, Adriana
Maya Restrepo (1992) expone que el caso de Guiomar Bran y Leonor Zape –negras bozales,
mineras de oro en los terrenos de Francisco Santiago- obedece más a la búsqueda de la
resistencia y el cimarronaje cultural contra el dominio blanco desde los recuerdos y la re-
creación de rituales africanos, y que los métodos que emplearon para estos fines ambas mujeres
diferían grandemente del concepto de bruja ibérica (1992, p. 92); sin embargo, es posible que
haya existido un proceso de retroalimentación y de hibridación cultural: las brujas de Zaragoza
de 1619 tomaron los elementos que los amos consideraban satánicos, y los propios que
expresaban identidad, y los amalgamaron de tal manera que podían hacer uso de ambos para
resistir la vida de penurias que las cuadrillas mineras de oro soportaban.
El Tribunal del Santo Oficio de Cartagena fue fundado en 1610. Hacia 1618, Juan Mañozca,
Inquisidor de Cartagena, dirigió varias preocupadas cartas al tribunal de la Suprema en España
para informar que la región de Zaragoza estaba infestada de brujas. La fama de Zaragoza como
En 1926, Tomás Carrasquilla escribe La Marquesa de Yolombó, novela que narra la historia de
Bárbara Caballero y cómo, literalmente “ayudada” por la Negra Sacramento, se convierte en la
mujer más rica e influyente de la región. También describe las creencias de Yolombó:
¡Peregrina religión la de esa tierra! El alma yolombera, a este respecto, era un revoltijo, si muy raro y
estrafalario, muy explicable, por cierto. Media población era africana, (…) Esta negrería, entreverada
con esos españoles de entonces, mas supersticiosos y fantásticos que cristianos genuinos, más de
milagros que de ética, coincidía y empataba con africanos y aborígenes en el dogma común del diablo
y sus legiones de espíritus medrosos. De este empate vino una mezcolanza y un matalotaje, que nadie
sabía que era lo católico y romano ni que lo bárbaro y hotentote, ni que lo raizal. (Carrasquilla; 1926,
p. 78-79)
Las prácticas mágicas también están presentes en La Marquesa de Yolombó, en especial, los
ayudados, pequeños fetiches elaborados en madera que su portador debe llevar siempre en el
cuerpo y nunca dejarlo ver de otra persona, ni de la luz del sol, pues perderían su poder. A un
ayudado se le reza y se le piden favores, y éste los cumple, según la lógica de la Negra
Sacramento -cuando Bárbara la interroga sobre la naturaleza demoníaca y brujeril de tales
objetos- porque Dios castiga al Diablo obligándolo a hacer el bien, que es lo que más detesta, y
para tal fin, el Diablo creó los Ayudados, que terminan siendo expresión del poder de Dios en
última instancia. De Sacramento y su Ayudado, Carrasquilla escribe:
Goza de gran renombre como curandera mágica o cosa tal. Cuéntase que, en sus andanzas de
Remedios a Zaragoza, hoy en una mina, mañana en otra, se ha hecho a muchísimos secretos, ya de
indios, ya de africanos, ahora en bebedizos, ahora en sortilegios(…) Si es o no bruja escobera o
voladora, se discute; ¿mas, cómo no creer que es una Ayudada de siete suelas? Todos le han notado el
monicongo familiar, que guarda en el seno como una reliquia. Es el tal un negrito de palo, de tres
pulgadas de alto, con ojos de cuencas blancas y dientes de albayalde; cabezón él, bracicruzado y
patiabierto. Se lo levantaron en Zaragoza y le costó dos onzas, por más señas. (Carrasquilla; 1926, p.
20)
Pronto comprendieron que vieja, perro y gato eran cosa mala; pronto la vieron volando, de las doce
para el dia, de caballete en caballete, unas veces sola, y otras montada en Sumercé, muy oronda, la
muy sinverguenzona; pronto notaron que en la calle, por donde pasaba, les daba a los niños romadizos
y soltura, peste a las gallinas y gusanos a los perros. (Carrasquilla; 1926, p. 72)
Otra bruja retratada por Carrasquilla en La Marquesa de Yolombó, es “la Colorada”, la mejor
voladora y yerbatera, muy bonita, y cuyo poder era tal que ni autoridades civiles ni eclesiásticas
pudieron lograr ahuyentarla del pueblo, además de provocar a las mujeres de Yolombó,
desesperadas porque sus maridos estaban siempre tras ella: estaba tan entronizada la hechicera,
que siempre que se topaba en la calle con alguna señora, se daba a toser y a decir: “¿Conque
mucha ganita de rumbarme? Conténtese, su Merced, con lo que yo le deje, y no muela” (1926, p.
73).
En 1890, Carrasquilla escribió “Simón el Mago”, que narra las aventuras de Toñito, un niño
mimado por la negra Frutos, que lo introduce al mundo de los cuentos de brujas. Carrasquilla
muy hábilmente convierte la tradición oral y los saberes populares sobre las brujas en tema de
burla y risa, pues Toñito se obsesiona tanto con ellas que decide convertirse en brujo siguiendo
las instrucciones de Frutos: se unta el cuerpo con aceite de higuerillo, finge tener pelo largo
elaborando una peluca con resina y cabello que será usado en una imagen religiosa, se trepa a un
cobertizo, grita tres veces “¡Sin Dios ni Santa María!” (1890, p. 12) y se lanza al vacío esperando
volar, con consecuencias desastrosas y divertidas. La Negra Frutos, de “Simón el Mago”, le
Carrasquilla retrata las vidas de niños, hombres y mujeres de la Colonia en éstas dos obras,
muestra cómo el sistema social colonial estratificaba a las personas por edad, sexo, estado civil y
proveniencia étnica; sin embargo, estas mujeres brujas se movían entre estratos y llegaban a
desafiar abiertamente el orden civil y eclesiástico, lo cual era en cierto modo, comprensible y
posible, “durante la Colonia, una dama entendía que su destino era dedicarse al buen manejo del
hogar, a la oración y de pronto a la caridad” (Londoño Vega, 1995). Sin embargo, las mujeres de
bajos recursos y de baja estratificación social debían encontrar oficios que les permitieran
sostenerse a sí mismas y a sus familias. Lavanderas, cocineras, tejedoras, modistas, nodrizas,
barequeras, mendigas, prostitutas; las mujeres trabajadoras, aunque sujetas a los estrictos códigos
legales de la época, que no les permitían propiedad ni autonomía, menos aún si eran de color,
podían y tenían acceso a una vida social y relaciones interpersonales mucho más amplias que la
de las mujeres de la esfera social alta, quienes sólo se relacionaban con su mismo estrato social y
en la vida diaria, con su servidumbre doméstica.
Patricia Londoño Vega en “Las colombianas durante el siglo XIX” (1995), nos cuenta
someramente cómo las mujeres en todos los estratos, en Colombia, durante un breve período de
tiempo tras la Independencia, adquirieron -valga la redundancia-, cierta independencia que
rápidamente y en la segunda mitad del siglo XIX se esfumó para darle paso a ideales
conservadores y victorianos de la posición y función de la mujer en la sociedad, reducidas al
ámbito de lo doméstico, donde el culto a la virgen María se instituyó como paradigma de la
identidad femenina: madre abnegada a los cuidados del hogar, su marido y sus hijos, y
Desde 1830 se les permitió acceso a la educación, y en 1840 se permitió que en Colombia las
mujeres fueran maestras de escuela primaria (Londoño Vega, 1995); en el decenio de 1930 se les
permitió el acceso a la universidad. Mientras tanto, en Antioquia específicamente, las mujeres
hicieron uso de sus progresivas libertades y empezaron a tomarse la vida pública en ámbitos
distintos al exclusivamente hogareño; sin embargo, debido al pacato conservadurismo
antioqueño, estos ámbitos de expresión se veían reducidos a lo que “la moral y las buenas
costumbres” dictaran: –al menos en el caso de las mujeres de clase socioeconómica media/alta-
una explosión de organizaciones caritativas católicas lideradas y manejadas por mujeres, y de
nuevas organizaciones religiosas femeninas católicas, especialmente misioneras (encabezadas
por Laura Montoya y sus alumnas).
Gregorio Sánchez Gómez (2010) escribe en 1938 La bruja de las minas, un retrato casi fidedigno
del desarrollo de la vida alrededor de las minas de oro de Marmato, Caldas, a principios del siglo
XX. La historia inicia con una tragedia. Una mujer, abnegada esposa y madre, Cecilia Barbosa,
pierde a su marido, un rico minero antioqueño, asesinado por negarse a desalojar su mina, que
ahora le pertenece a un consorcio inglés que ha comprado vastos terrenos al Estado.
Posteriormente, Sánchez entreteje con maestría las interacciones sociales, más bien caóticas, que
produce el trabajo en las minas: mulatos, negros, indígenas, zambos, antioqueños, ingleses,
estadounidenses e incluso, gitanos, son parte de la población que vive y trabaja en Marmato. En
ese ambiente de tensión social es introducida una mujer tenebrosa, Aspasia, la bruja. Aspasia es
un monolito venido de la nada profunda, una mujer extraña, enloquecida, y poderosa:
Algo más, porque es alta, espigada, casi esquelética. ¿Qué edad puede tener tan extraña criatura?
cuarenta, sesenta, cien años; acaso dos siglos. Ni sus facciones ni su cuerpo ofrecen indicio cierto de
ello. Es mujer sin edad, en quien parece haberse estacionado el tiempo, o hallarse dormido (...) Viste
negros andrajos, y los cabellos canosos le caen sobre las espaldas, sucios y revueltos. El rostro
arrugado se agrava por la expresión austera, impasible; toda su vida está en la movilidad de los ojos,
hundidos entre las cuencas, fulgurantes como ascuas, agudos como puñales. (Sánchez Gómez, 2010,
p. 62)
No sabe bien porque odia y desprecia; no podría explicar esa repulsión que siente, tan honda e
invencible. Sus sentimientos son imperiosos, dominadores, profundos; son un instinto casi, están en su
carne y en su sangre. Oscura androfobia parece penetrarla y alimentarla. Mas su aversión a los
hombres tiene aspectos curiosos; es rencor concentrado contra los varones de raza blanca, los de su
propia raza. (Sánchez Gómez, 2010 p. 64)
Este odio, esta “oscura androfobia”, es más evidente en su deseo profundo de que los antiguos
propietarios de las minas y sus trabajadores vuelvan a disfrutar la plenitud del usufructo de las
mismas sin la intervención de la concesión extranjera, cuyos representantes tacha de ladrones y
asesinos (Sánchez, 2010, p. 97); finalmente, Sánchez revela que el verdadero nombre de Aspasia
es Cecilia Barbosa, la esposa de aquel minero antioqueño asesinado, que enloquecida, vaga por
las minas que antes fueran propiedad de su marido, “inofensiva” y tan mentalmente afectada que
su única hija, Donatila, debió quedarse en manos de una tía, en Medellín (2010, p. 105). Así,
puede comprenderse como Aspasia es la encarnación del malestar y el odio latente dentro de la
comunidad original de Marmato hacia los extranjeros invasores y hacia sí mismos, generado por
querellas personales. La bruja de las minas conoce a la pequeña Mary, la hija de uno de los
gringos propietarios de la concesión minera y algo en su corazón y sus recuerdos parece anhelar
una maternidad hace tiempo perdida: la niña se convierte en el objeto del deseo de Aspasia, que
hace un trato con la niñera encargada de Mary, Felisa, una mujer negra que desea vengarse de
otra mujer que le causó mucho daño. Aspasia ejecutará la terrible venganza si Felisa le entrega a
Mary. Felisa acepta y la niña pasa a manos de Aspasia, que se la lleva a su rancho en los filos de
la montaña. Los gendarmes, agentes del orden de Marmato y las minas, acuden a rescatar a la
niña, y Aspasia, enloquecida, le prende fuego a su propia casa y termina consumida por las
llamas. El desconsuelo general por su muerte evidencia la importancia de su presencia en las
La conmoción del minerío por la muerte de la bruja apenas puede compararse con el
sacudimiento que producen en el ánimo general las grandes tragedias colectivas.
Porque esta mujer, hasta cierto punto, les perteneció a todos; fue algo de cada uno, y
de todos se llevó un trozo de espíritu.(Sánchez Gomez, 2010, pp. 179 y 180)
Paralelamente al desarrollo de esta obra literaria, en ése momento histórico, las mujeres de bajos
recursos, durante el inicio del siglo XX, constituyeron la gran fuerza de trabajo de las fábricas de
Colombia y con el paso del tiempo empezaron a reclamar igualdad de salarios, mejora de las
condiciones de trabajo y disminución de la carga de horario laboral. En el ámbito académico y
artístico, mujeres como María Cano y Débora Arango se convirtieron en el nuevo paradigma
social de bruja, poseídas por el espíritu diabólico del liberalismo: el paradigma antiguo
sobrenatural de bruja, aunque se difuminó en el anonimato de los grandes centros urbanos,
persistió con toda fuerza aunque de manera más subrepticia en los pueblos y municipios de
Colombia.
Esto se refleja en la obra de Germán Castro Caycedo, La bruja: coca, política y demonio (1994),
supuestamente biográfica, de Amanda, bruja de Fredonia, municipalidad rural antioqueña, que
entre las décadas de 1970 y 1980 tuvo en sus manos el destino de personalidades tan importantes
en la historia colombiana como Julio Cesar Turbay Ayala y Belisario Betancur; estuvo
involucrada en los manejos políticos de Fredonia y tuvo relación con Jaime Builes, famoso
narcotraficante. Castro Caycedo nos muestra una Colombia aturdida por la violencia, la cultura
del terror narco, paramilitares y guerrilleros, influencias políticas compradas con favores, y de
manera excelsa y extravagante, las prácticas mágicas de Amanda y muchos otros brujos y brujas
que ella conoce a través de los años y de los que aprende distintas técnicas. Amanda es una bruja
mestiza. Sus prácticas incluyen la veneración del santoral católico, la profanación de objetos
eclesiásticos, conocimiento sobre plantas y elaboración de pócimas y bebedizos de corte
indígena y hechizos para ligar amantes, apaciguar maridos y hacer y deshacer daños de escuela
africana. La inocencia con la que se acerca al mundo de la brujería y su increíble habilidad para
profetizar el futuro desde niña le granjean la estima y el desprecio de quienes la rodean. Unos la
Si Amanda fue una sola, o múltiples brujas de cuyas vidas Castro Caycedo fue recogiendo
fragmentos para armar a La Bruja, no es posible saberlo. Sin embargo, sí es cierto que durante
los años del conflicto armado colombiano entre paramilitares y guerrilleros, aparte de una guerra
ideológica, también han venido librando una batalla de hechicerías. Prácticas como los rezos, los
baños y la colocación de “niños-en-cruz” bajo la piel son habituales, además de los rumores de
“estar blindados” o de tener pacto con el Diablo para no ser cogidos ni que les entren las balas,
según refiere Carlos Alberto Uribe, en “Magia, Brujería y Violencia en Colombia” (2003).
Revistas y periódicos de amplia circulación nacional han publicado historias sobre los servicios
que brujas y adivinos han proporcionado a presidentes de la República, como Ernesto Samper, y
el ex fiscal general de la nación, Mario Iguarán (Diario el País, 2011; Periódico el Universal,
2011). En 2012, el país se conmocionó con la historia de Berenice Martínez, una mujer oriunda
de Santa Bárbara, Antioquia, que fue golpeada y quemada viva “por bruja” (Periódico El
Tiempo; 2011). Así, y a todos los efectos, En Colombia las brujas siguen vivas, volantonas y
rampantes. O al menos la creencia en ellas y los relatos que les dan existencia.
Así, se ha completado un viaje desde los relatos de la literatura clásica sobre brujas, hasta llegar
a los relatos de brujas en Antioquia, Colombia. Ha sido posible evidenciar que la tradición oral
conserva algunos rasgos de la bruja, de las creencias que le rodean y que le dan vida dentro de
los complejos culturales en que se les ha analizado: las brujas en Occidente, desde la
multiplicidad de sus rostros y de matices con que han sido pintadas, pertenecen al orden de lo
misterioso, lo numinoso, lo maléfico incluso. Aquello que escapa a la comprensión y que
representa una alteridad discordante; las brujas en Occidente son el epítome de la rebelión. En el
siguiente apartado se hará una contextualización y un recuento detallado de los relatos que
fueron recolectados en el municipio de Zaragoza, Antioquia, para posibilitar la respuesta a las
preguntas de investigación que motivaron este trabajo.
Zaragoza es uno de los 125 municipios del departamento de Antioquia, en Colombia. Está
ubicado en la subregión del Bajo Cauca antioqueño, en las últimas estribaciones de la cordillera
central, entre las serranías de Ayapel y San Lucas, y lo atraviesan los ríos Cauca y Nechí.
Zaragoza, en términos de coordenadas, se encuentra ubicado entre los 7°29′23″ de latitud norte y
los 74°52′03″ de longitud oeste (Alcaldía de Zaragoza, 2014). Al norte limita con el municipio
de Caucasia, al sur, con el municipio de Segovia, por el este con el municipio de El Bagre y por
el oeste con los municipios de Anorí y Cáceres.
En el mes de diciembre del año 1580, Gaspar de Rodas y otros setenta hombres parten de Santa
Fe de Antioquia, en aquel momento capital del departamento, hacia el oriente, y posteriormente
se encaminan siguiendo el curso del río Porce, hasta llegar en septiembre de 1581 a un sitio de
asentamiento indígena que Gaspar de Rodas llamó Tierra Adentro, a ocho millas del cauce del río
Nechí. Allí tomó por asalto a sus habitantes, la tribu Yamesí –mineros y orfebres-, que opusieron
poca o nula resistencia al avance español dada su pacífica naturaleza, que los europeos
aprovecharon para entablar relaciones de intercambio y de “rescate” a cambio de oro (Angulo
Mira, 2001, p. 60).
Este primer asentamiento tuvo una duración de quince años; posteriormente, se trasladó al
emplazamiento que ocupa la cabecera urbana actualmente, sitio que por aquel entonces era
denominado el Valle de Vetué, regido por el cacique Mayaba, que “era el más rico de toda la
comarca, primer minero de toda la provincia, señor de extensas tierras y bienes y dueño de
influencias, tratado con consideraciones e indulgencia por Rodas, como solía hacer éste con los
naturales del lugar” (Angulo Mira, 2001, p. 62).
La ciudad fue bautizada con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción de las Palmas de la
Nueva Zaragoza de Indias, debido a la abundancia de palmas en aquella región (ibíd. p. 60).
Gaspar de Rodas decidió importar esclavos negros desde el puerto de Cartagena en el año 1583
debido a la mortandad que se propagó entre los nativos yamesíes gracias a la inclemencia del
trabajo en las minas de oro; para el año 1595, el primer censo oficial de Zaragoza constata la
presencia de trescientos españoles blancos señores de mina, y más de cuatro mil esclavos negros,
que producían por año 300.000 pesos de oro en polvo (Angulo Mira, 2001, p. 61): “del año 1602
al 1620 se produjeron 5.520,502 pesos de oro ley 890” (ibíd., p. 62), lo cual indica una clara
bonanza aurífera a costa de las vidas de los esclavos traídos de África, azotados por las
En 1603, el párroco Pedro de Heredia convoca a los señores de mina a un convite con el fin de
reunir recursos para la construcción de un templo adecuado para albergar una imagen del Santo
Cristo tallada en madera y enviada desde España en agradecimiento unos años antes: ésta es la
primera mención oficial sobre la existencia del Santo Cristo, símbolo de la fe católica
zaragozana, venerado desde entonces hasta el día de hoy (Historia de Antioquia, 2013).
En 1612 se produce otra gran revuelta de esclavos, debido al régimen intolerable de trabajo al
que eran sometidos por los españoles, presionando por la extracción de más oro durante una
época de escasez aguda del mineral tras la primera e increíble bonanza. Para el año 1633, el
censo hecho por la Corona Española sólo registra veinticinco señores de mina españoles y
doscientos veinticinco esclavos negros, diezmados por las enfermedades y el ritmo vertiginoso
de compra, uso y abuso de los esclavos, que morían más rápido de lo que podían ser
reemplazados, ritmo que causaba grandes deudas y embargos a sus propietarios españoles,
puesto que las minas de oro, a pesar del intenso trabajo, no producían lo suficiente para pagar a
los esclavos anteriormente adquiridos que aún seguían con vida, a los que ya habían muerto, y a
los nuevos que les reemplazarían, por lo cual los comerciantes de esclavos se ausentaron durante
algunos años de la región de Zaragoza, Remedios y Cáceres.
En el año 1653 un brote mortal de enfermedad, conocido como “la peste” y posteriormente
clasificado como “cólera”, diezmó a la población negra y blanca (Historia de Antioquia, 2013).
Para el año 1657 sólo quedaban en Zaragoza 60 esclavos negros. (Angulo Mira, 2001, p. 75); en
el año 1664 hubo un segundo brote de “cólera” y en el año de 1674 Zaragoza deja de ser la
capital de Antioquia, volviendo dicho estatus a Santa Fe de Antioquia (Historia de Antioquia,
2013).
En el segundo informe al Virrey, elaborado en el año de 1807, Zaragoza sigue siendo incapaz de
producir sus propios alimentos, viéndose forzada a comprarlos. Los elaboradores del informe,
don Estanislao Buelta Lorenzana y el cura José Antonio Acuña, dicen de Zaragoza que “está
fundada sobre un plan de oro” (Angulo Mira, 2001, p. 94). A pesar de que el grito de
Independencia colombiano sucedió en 1810, hasta 1820 Zaragoza permaneció como bastión de
los realistas, año en el que José María Córdoba y Juan del Corral expulsaron a los últimos
soldados realistas, el día 11 de mayo, tras una precipitada batalla.
Los relatos que hablan de brujas y sus actos, en el municipio de Zaragoza, no son algo nuevo.
Ya desde 1618, Juan de Mañozca, Inquisidor de Cartagena, había enviado misivas al Tribunal de
la Suprema en España informando de la preocupante situación de la región minera de Zaragoza,
que decía estaba infestada de brujas y en la que, además, por lo accidentado y selvático del
terreno, era prácticamente imposible capturar a los y las responsables del crimen de brujería. Con
respecto a sus prácticas, “dos de las esclavas reconciliadas mencionaban a más de cien esclavos y
esclavas que asistían a las juntas y congregaciones de tal herejía. Muchos mataban, tullían y
mancaban a hombres y mujeres; ahogaban criaturas; destruían los frutos de la tierra e impedían
la saca del oro" (Navarrete, 2005, p. 340).
Estas dos esclavas “reconciliadas” –es decir, juzgadas y castigadas por el Santo Oficio que les
concedió el perdón de sus vidas por su colaboración y muestras de arrepentimiento- eran
Guiomar Bran y Leonor Zape, mineras africanas en Zaragoza. Adriana Maya Restrepo,
historiadora, en su artículo “Las brujas de Zaragoza. Resistencia y cimarronaje en las minas de
Antioquia, Colombia, 1619-1622” (1992), abre una ventana al mundo cruel de las minas de oro
al principio del siglo XVII, en el que tras la primera y súbita explotación de las tierras y los
cauces de los ríos Porce y Nechí en busca de oro, que parecía inagotable, para el año de 1620 se
había vuelto más bien escaso; la búsqueda del mineral se convirtió en una búsqueda frenética
para salvar la propia vida, pues como ya hemos mencionado, los registros de 1595 hablan de la
existencia en Zaragoza de cuatro mil esclavos africanos, que para el año 1633 se habían reducido
a doscientos veinticinco, y en el que la represión a las revueltas de esclavos se habían convertido
Leonor, en medio del tormento, efectivamente aceptó haber dañado por medios mágicos a
Lorenza, conjuntamente con otra esclava, Guiomar Bran. Ambas le habían tomado inquina a la
esclava Lorenza por trabajar como doméstica de la casa del amo Francisco. Guiomar y Leonor
habían llegado a Zaragoza, provenientes de las costas de Guinea en África, aproximadamente en
el año 1592 (Maya, 1992, p. 88). Poco tiempo después, relató Leonor, una mujer mayor la había
convencido de renegar de la fe católica y hacerse bruja; en el caso de Guiomar, fue llevada
obligada al “arcabuco”, un sitio a dos días de camino de las rancherías de Sabaletas (cercanas al
río Porce) donde vivían y trabajaban.
Allí, alrededor de una plaza en la que se alzaba un trono bajo un gran árbol, diversos ranchitos
con techo de paja albergaban a una población itinerante de esclavos fugados que se reunían para
celebrar aquelarres y adorar al diablo, permaneciendo allí en celebración cuatro días seguidos –
aunque la periodicidad de estas reuniones es desconocida-. Leonor y Guiomar dijeron haber
asistido a las mismas durante un período de veinte años (1992, p. 94). Tras su llegada al sitio,
Leonor dice que “vió a mucha gente y con ella el demonio en figura de negro en cueros, solo con
un calambe con que se tapaba sus vergüenzas y en la cabeza un paño con que se tapaba los
cuernos” (A.I libro I 1614-1637 f:217r, citado en Maya, 1992, p. 94), sentado sobre el trono y
rodeado por muchos negros y negras brujos; tras saludar al demonio, éste le había pedido que
renegara de la fe cristiana y se comprometiera a hacer todo el daño posible a los cristianos.
Guiomar, aunque llevada por la fuerza, fue presentada ante el demonio por la mujer mayor en
los siguientes términos: “ahí traigo a mi compañera para que me acompañe a ser bruja” (A.I libro
I 1614-1637 f: 220 r citado en Maya, 1992, p. 89). Luego de dicha presentación, el demonio le
pidió que repitiera tras él un reniego de la fe católica, tras lo cual todos los asistentes celebraron
y se abrazaron. En dichas reuniones los asistentes bailaban, comían y reconstruían sus vidas
Sin embargo no todo era celebración, y los convocados al aquelarre debían cumplir con los
compromisos adquiridos con el demonio y los otros esclavos, es decir, “hacer daños, destruir los
bienes del amo y dar muerte a los aliados del sistema esclavista, en este caso, los capitanes de
cuadrilla y los esclavos domésticos” (Maya, 1992, p. 91). Leonor confiesa haber asesinado a una
esclava, Isabel Biáfara, y a un capitán de cuadrilla –siendo ambos esclavos-, porque le pegaban
(Maya, 1992, p. 97); además, acusa a Guiomar de haber hecho grandes daños en la ranchería de
Francisco de Santiago y de asesinar gran número de negros esclavos, “todos biáfara de nación
por haber siempre estado en mal con los negros de ésta casta” (A.I libro I 1614-1637 f:216r
citado en Maya, 1992, p. 97); además, acusa a Guiomar de haberle ayudado a embrujar a
Lorenza, la esclava que las había acusado en primer lugar: “una vez al despedirse de ella, la
había abrazado y con el abrazo le había cogido el alma y agarrándola con un trapo la había
llevado consigo y desde entonces Lorenza estaba como muerta” (A.I libro I 1614-1637 f:204r
citado en Maya, 1992, p. 93).
Según Leonor, Guiomar había causado la desgracia del amo Francisco de Santiago, tullido
(aunque sin dolor alguno) y confinado a la cama, incapacitado para mover las piernas, al
habérselas “amarrado”. Leonor confesaba no tener las mismas capacidades para la magia que
Guiomar, y no poder deshacer con efectividad el amarre que Guiomar había hecho en las piernas
del amo (Maya, 1996). Tras cuatro años de interrogatorios, vejaciones y torturas, se celebró un
auto de fe en 1622 en que Leonor fue condenada “a llevar el hábito de penitente por el resto de
sus días, y Guiomar a cadena perpetua en las cárceles secretas del Santo Oficio” (Maya, 1992, p.
89). Otras dos mujeres, María Linda Mandinga y Polonia Bran (a quien la misma Guiomar había
llevado al arcabuco en calidad de ahijada para que aprendiera a ser bruja) también fueron
condenadas por el Santo Oficio a pena de prisión perpetua.
Durante los siglos siguientes, las menciones a las brujas son escasas, aunque en la literatura
costumbrista –Tomás Carrasquilla y sus obras “Simón el Mago” y La Marquesa de Yolombó, por
ejemplo-, y según el relato popular, se profundizó la fama de los municipios de Zaragoza,
Segovia y Remedios como lugares en los que proliferaba la creencia en la existencia de brujas,
Llegaron a formar una legión tan grande, que se reunían en la cancha Santa Elena, donde hoy por hoy
está construida la escuela urbana marco Fidel Suarez y donde se alzaba imponente un árbol de ceiba.
Ahí, bajo el mando de la bruja capitana, hacían sus rituales al diablo, con escándalos, risas, silbidos y
danzas (2002, p. 112)
Gustavo Angulo Mira, autor de una extensa y completa monografía sobre el municipio
(Zaragoza 420 años. Ciudad Colosal de Grandes Tesoros, mamá de Antioquia, 2001) opina, sin
embargo, que la fama de Zaragoza como “lugar infestado de brujas” es supersticiosa y absurda,
“sin ningún fundamento, basada en las fantásticas leyendas de los antepasados, ufanados en el
dominio de las ciencias ocultas” (2001, p. 226). Yalí Rico hace un recuento de las creencias
fantásticas de los antepasados sobre las brujas: su habilidad para convertirse en animales:
gallinas, pollos, perros, gatos, culebras, pero sobretodo, lechuzas “muy observadoras y con esos
ojazos viendo todo lo que ocurría en el lugar” (2002, p. 114). Para el autor, la diferencia
conceptual entre “bruja” y “hechicera” consiste en que la primera es traviesa y maldadosa,
siendo posible conocer a las autoras de los hechos al día siguiente de haber sido atormentados
por sus travesuras, con el solo hecho de no mencionar lo sucedido, “la mujer que al verlos no
aguantaba la tentación de risa y burla, era la sindicada” (Yalí Rico, 2002, p. 113); la segunda es
realmente malvada, capaz de lanzar hechizos perjudiciales para la salud y la vida, además de
realizar proezas físicas imposibles, como volar: “no son sólo volantonas sino que causan mucho
mal a la humanidad” (Yalí Rico, 2002, p. 114).
Desde principios del siglo XX, una generación de recordadas brujas zaragozanas se ganó un
lugar en la tradición oral actual, debido a sus poderes y sus hazañas, quedando consignadas por
escrito en las obras de Yalí Rico y Angulo Mira, y asimismo en los relatos que pude recoger
durante mi trabajo de campo en el municipio. Una de las más famosas es Paulina Arango,
En su, Yalí Rico (2002), después las primeras frases sobre la fama “maléfica” de Zaragoza y sus
habitantes, también estima que no son más que fantasías que tras visitar el municipio quedan
relegadas al olvido gracias a la hospitalidad de sus gentes y la belleza del paisaje, y procede a
hablar sobre una bruja, La Pava, mencionada como “Angelina”. Esta era una bruja poderosa y
reconocida que, a pesar de ser bajita, morena y fea, “carateja” 4, ponía a sus pies y lograba que los
hombres que abiertamente se burlaban de ella por ser fea, especialmente los trabajadores
extranjeros de la Pato Gold Dredging Company, terminaran enloquecidos de amor y en sus
brazos. Durante el transcurso de su vida acumuló dinero en un baúl, libras esterlinas, joyas,
morrocotas y oro en polvo (Angulo Mira, 2001, p. 226). Este baúl, relata Yalí Rico, al ser abierto
tras la muerte de La Pava, en 1948, reveló no contener oro ni dinero, sino una “humedad
pestilente y hedionda” (2002, p. 109).
Inés Velásquez, una bruja directamente entrevistada por Yalí Rico –ya siendo nonagenaria, en el
año 2002-, dice haber aprendido su arte de La Pava y de Rosalvira Velásquez, su hermana mayor,
“verdadera bruja volantona”. Las motivaciones de Inés Velásquez para aprender fueron en
principio buenas, sanas: quería ayudar y curar, pero luego, al ser repudiada por su compañero
sentimental y que éste negara la paternidad de su hijo, decidió usar sus conocimientos para
castigarlo y hacerlo enloquecer de amor por ella. Recorría la región, volando, montada sobre una
escoba o una cáscara de huevo. (Yalí Rico, 2002, pp. 109-110). Inés Velásquez también ejercía
como guardiana de las minas, evitando que fueran saqueadas al ser dejadas sin vigilancia. El
ladrón era atacado con piedras que venían volando de la nada, árboles caídos y ruidos extraños, o
4 Palabra coloquial para referirse a una persona afectada por el vitíligo, enfermedad cutánea en la que la
melanina que pigmenta la piel desaparece, causando grandes manchas despigmentadas que con el paso
del tiempo se extenderán a todo su cuerpo. No existe cura, y en muchos casos puede afectar la vida social
y la autoestima del paciente.
Otra bruja reconocida, mencionada por Yalí Rico, es Serapia Gómez, quien murió a mediados de
la década de 1960, y cuya propiedad quedaba en la vía a Segovia, único camino terrestre de
salida y acceso a Zaragoza hasta la pavimentación de la vía Caucasia-Zaragoza. El paso de los
vehículos cerca de su predio era obligatorio, así que se convirtió en el terror de los conductores,
que rápidamente aprendieron a traer sus encargos y darle regalos. Si eran tan temerarios de no
cumplir con sus caprichos, se veían obligados a quedarse a mitad de camino: sus vehículos,
misteriosamente dañados e imposibles de arreglar, permanecían varados justo frente a la casa de
Serapia. Una vez ella recibía los encargos hechos, los autos recuperaban su movilidad, milagrosa
y mágicamente: los conductores se apresuraban a llenarla de presentes para evitar entrar en
descontento con ella (Yalí Rico, 2002, p. 108).
A continuación, presentaremos, con arreglo a varias categorías, los relatos sobre y de brujas que
atesoré durante mi trabajo de campo en el municipio de Zaragoza. Estas categorías no son
aleatorias, sino que obedecen a un sistema de clasificación que me permitirá, en el siguiente
capítulo, delinear y, en menor o mayor medida, responder a las preguntas de investigación de
este trabajo de grado.
En Zaragoza, las brujas tenían nombres propios y apellidos. No eran entidades desconocidas y
arcanas por fuera del espectro de lo humano. Eran mujeres: Esposas, hermanas, hijas, tías de
alguien, con sitios de residencia conocidos, y lugares de origen. Se decía que la calle Tacamocho
era la calle de las brujas, según uno de los entrevistados 5, por la gran cantidad de mujeres que
habitaban en ella que se dedicaban a la brujería. También explica la proveniencia del nombre de
la calle, Tacamocho, que originalmente se trataba de una vereda de Anorí, municipio cercano a
5 Narrador anónimo. Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 26 de 2013
Se dice también que muchas brujas habitaban en un lugar conocido como el Plan de la Loca, más
allá, hacia el este, de la estatua de la Virgen de las Misericordias 6. Un narrador relata que su
madre le prohibía de niño pasar por allí, y mucho menos descalzo, pues temía que el contacto de
las plantas de sus pies con el suelo del lugar donde vivían las brujas pudiera contaminarlo de
alguna manera:
Pero siempre mi mamá me decía que no pasara de la virgen de las misericordias, pa´ l Plan de la Loca
y mucho menos a pie limpio, porque todas las viejas que vivían de ahí para allá, todas sabían, que era
La Pava vieja, que era L. U, que era S. M, que era todo ese poco de viejas sabían cosas, L., T.T. Todo
mundo sabía sus brujerías, entonces quique uno no podía pasar pa´ llá. 7
A los niños no se les permitía entrar en contacto con las brujas y sus prácticas -ellas tenían una
especial predilección por molestar a los más pequeños-, so riesgo de ser castigados por sus
padres o de tener experiencias desagradables. Con el tiempo, la gente zaragozana aprendió a
defenderse de las brujas y sus travesuras. Utilizaban tijeras que dejaban abiertas, hojas de caspín
bajo la almohada y huevos duros cocidos con sal, entre otras cosas, para distraer su atención o
alejarlas de su objetivo, que en ocasiones incluía “llevarse a los pelaos y chuparles esto por aquí,
por la mollera”8.
Un narrador cuenta la experiencia de su hermana menor, que siendo niña quería aprender a
volar, y le pidió a un brujo reconocido de Zaragoza que le enseñara. El brujo la citó a la
medianoche en el descampado de Santa Elena, que hoy en día es una cancha de fútbol, escoba en
6 Situada en la intersección entre las actuales Kr 20 con la 71B en Zaragoza, Antioquia.
- ¡Mamá, mamáa!
-¡Si, andá que M. le está enseñando a A. a volar, allá en la manga Santa Elena!
Y arrancó mi mamá ahí mismo, por debajo, se fue a la carrera y la encontró montada en la escoba allá,
ya iba a salir cuando la cogió a golpes, la trajo de allá con la misma escoba dándole golpes”9
En otro relato, Serapia Gómez, una de las brujas reconocidas de Zaragoza, asustó a varios niños
que jugaban frente a la estatua de la virgen de las misericordias en la calle, que vieron una
serpiente mapaná10 rabiseca de al menos unos 50 cm de largo salir inesperadamente. Los niños
se apartaron y tomaron piedras para lanzarle y matarla. Serapia intervino por la serpiente, la
llamó cariñosamente, diciéndole “Venga, mija”, ofreciendo su mano para que la serpiente subiera
por ella. Luego la enrolló cuidadosamente y la puso dentro de su blusa, junto a su corazón,
acariciándola por encima de la tela con la mano, diciendo “yo me la llevo pa´la casa pa´dale
comidita”11. En un relato, otro narrador cuenta la desagradable experiencia de ser enviado por
una bruja, como favor, con un clavo de hierro al cañañolo 12, para que lo clavara en el inmenso
10 Mapaná, nombre coloquial usado en Antioquia, Colombia, para designar a la especie de serpiente
Bothrops atrox, extremadamente feroz y venenosa, una de las más temidas en Suramérica por su
toxicidad.
Suele hacerse distinciones entre las clases de brujas. Yalí Rico (2002) mencionaba la diferencia
entre las brujas, traviesas que no ejecutan grandes males y cuyo único objetivo es burlarse de sus
víctimas, y las hechiceras, ejecutoras del mal por placer. En uno de los relatos, nos encontramos
con otra categorización: la de rastreras y volantonas. Las brujas rastreras son las que
Por ejemplo llega a la casa y por la noche, usted oye que bate el chocolate, oye riéndose en la cocina,
oye licuando y usted llega y no encuentra nada y ellas ahí en la cocina jugando, bueno esas son las
rastreras y que también por ejemplo le hacen así bromas a uno.14
Las brujas volantonas, por cierto, no están exentas de dicha disposición de ánimo bromista. En
uno de los relatos, un hombre es llevado por los aires ante sus ojos incrédulos por su amante y
una amiga de ella, que le confiesan en una tarde de aburrimiento que quieren ir a las corralejas de
la sabana, a bailar el fandango. El hombre se ríe y les recuerda que de Zaragoza sólo hay salida
vía fluvial y que llegar esa misma tarde sería imposible. La amante del hombre le cuenta que
“ésta (la amiga) sabe una cosa y yo estoy aprendiendo con ella pa´ que te llevemos por allá” 15. El
hombre ni corto ni perezoso acepta ir, si ellas le llevan, para lo cual emplean un varijón16 de
guayabo al que el hombre debe aferrarse y luego le toman cada una de un brazo, advirtiéndole
que no debe pensar ni mentar a ningún santo ni oración. Tras un rato de vuelo en que ve los ríos
y los pueblos y montañas empequeñecerse, bajan al poblado en que estaban llevándose a cabo las
12 Cañañolo, eufemismo para cementerio, debido a que en el cementerio de Zaragoza desde tiempos
inmemoriales se encuentra un árbol de cañañolo (Cassia grandis).
En otro relato17 La Pavita, hija de la Pava, ambas reconocidas brujas, le ofrece a una mujer cuyo
marido se encuentra de viaje en el extranjero la posibilidad de ver qué está haciendo él. La mujer
incrédula acepta, tras lo cual la Pavita le confiesa ser bruja volantona, y de inmediato se ve
elevada por los aires, atravesando montañas y océanos, hasta llegar finalmente al país donde su
esposo se encuentra de viaje. Para su sorpresa, lo ve acompañado de tres amigos, que ella
conocía y de dos mujeres de la vida alegre, conversando alegremente dentro de un café. La
Pavita y la esposa vuelven a Zaragoza, y cuando el marido regresa de su viaje, la celosa esposa le
hace el reclamo y le dice con exactitud día, fecha y hora del encuentro del marido con los tres
amigos y las dos mujeres desconocidas. Marido y mujer tras resolver su disputa, acuerdan darle a
la Pavita trato preferencial para evitar que les causara males con sus poderes.
Las brujas se retaban unas a otras. Se pavoneaban de sus poderes y habilidades, pues
públicamente se les escuchaba contarse sus andanzas,
-Ay si, yo estuve andando por allá, me fui pa´l carnaval, pasé lo más de bueno por allá pero me tuve
que venir como a las dos de la mañana y ya venía cansada de volar”19
Sin embargo, la diferencia fundamental entre volantonas y rastreras, aparte de la capacidad de las
primeras para volar, es su inclinación a la maldad. En otro relato, dos brujas se habían trabado en
un altercado de demostración de poder que terminó cuando las mujeres se fueron a lavar; al
llegar allí una de ellas vio un panal de avispas con una curiosa forma de campana, que quiso
obtener. Cortó la rama que tenía el panal, y las avispas, todas a una, la atacaron,
introduciéndosele bajo la ropa y picándola en la vagina. La bruja murió tiempo después, en
18 Comadre.
Las brujas también podían ser útiles, como La Pava y su hija, La Pavita, “ambas fueron famosas
por la brujería”22,que anunciaban lo que sucedía en los municipios vecinos mucho antes de que
se supieran en el pueblo –según el narrador, el correo llegaba cada quince días-; la forma más
cercana de acceder a dicho conocimiento era a una jornada “en un buen caballo” hasta el
municipio de Segovia, pero aun así, las noticias, “la Pava vieja las sabía” (ibíd.). También les era
posible deshacer los daños producidos por otras brujas. Una mujer cuenta que a su hijo, cuando
era niño, “se lo ojiaban mucho, y ella (otra bruja, que no era ni la Pava ni su hija) me le curó el
ojo porque me lo puso que no lo ojiaran nunca más”23.
También las brujas eran consultadas con respecto a fenómenos extraños, esperando soluciones
para los mismos: un narrador empezó a sentir aleteos de ave grande sobre el techo de su casa por
las noches. Al consultar a una bruja sobre el tema, la mujer le enseña una fórmula con la que
puede hacer que la bruja volantona, convertida en un gran ave, pierda el equilibrio y caiga sobre
el techo, de manera que él pueda atraparla y saber de quién se trata, pues ésta transformación es
20 Narradores anónimos. Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo
de campo. Grabación 9, 2013
Esta que no me dijo si después como la largaba porque ahí es donde hay un peligro, si uno no la sabe
largar porque uno le tiene que preguntar que necesita pa´ podela largar pa´ que se vaya, entoes ella le
dice tal cosa pero uno y que tiene que sábesela entregar, pero yo no sé, una cáscara de plátano, de
huevo, de papa, pero hay que sabela entregar o no sé cómo, porque hay unos que las mandan, cuando
vienen a molestar le dicen; mañana venís por sal, entonces, al otro día alguna persona va a pedirle sal
a la casa, esa que va por la mañana temprano esa fue la que estuvo allá molestando 24.
El destino final de una bruja, al morir, al parecer, para los zaragozanos, era ser llevada por el
diablo. La abuela de una narradora se la llevaba a ella, cuando era pequeña, para que le ayudara a
cuidar a una vecina enferma en sus últimos días, curarle unas heridas que tenía y en general a
acompañarla. Dicha vecina era algo extraña; dicen que “era muy amante de los gatos” y tenía
muchos en su casa. Un día en que mi informante y su abuela fueron a la casa de la vecina, vieron
a un gallinazo parado a los pies de la cama de la enferma. Aunque intentaron espantarlo y le
pegaron con un palo, el animal no se iba. La abuela de la narradora se fue a su casa, tomó su
tarro de agua bendita y volvió a la casa de la enferma, para rociar al gallinazo con agua bendita,
que saltó de la cama, voló y se escondió bajo el lavadero, en el patio. Allí también tuvieron que
lanzarle agua bendita para que se fuera: “entonces todos coincidimos que ese era pues el diablo,
que la señora era una bruja y que se la quería llevar el diablo25”
Con respecto al paso de los conocimientos de magia y brujería de una generación a otra, y de
cómo una mujer podía convertirse en bruja, hay un par de relatos sobre Serapia Gomez que son
dignos de mencionar. En el primero de ellos una mujer, debido a su infelicidad matrimonial y a
los constantes abusos de su marido, decide pedirle a Serapia que le enseñe su arte. La bruja al
principio le contesta con evasivas, pero después decide enseñarle y la cita en su casa un viernes
La narradora obedeció y a la tercera campanada de las doce del día, abrió el libro y encendió la
luz de la habitación, encontrándose con que sobre el libro, puesto encima de una repisa, había
tres criaturas, una culebra verde, un gusano amarillo y un alacrán negro. La narradora, asustada,
lanza lejos el libro y sale de la habitación, gritando de susto e insultando a Serapia, que se ríe y le
entrega una taza con una infusión de las siete albahacas que la narradora se toma para calmar sus
nervios, y tras quedarse un rato dormida por efecto de la bebida, despierta y Serapia le pide que
levante el libro de donde lo tiró, y le dice que debido a que ella no fue capaz de soportar la
presencia de esos tres animales, que son los que defienden, no podía enseñarle el arte. La mujer
se fue aliviada de la casa de la bruja. Posteriormente, una conocida de la narradora también le
pide a Serapia que le enseñe a ser bruja. Serapia la cita en un cementerio, y la mujer le pide a la
narradora de la historia que la acompañe; como ya la narradora sabía qué podía pasar, se quedó
alejada de dónde estaban Serapia y su nueva alumna. La bruja puso en las manos de la mujer un
cordel que tenía en el bolsillo. Tras un rato de sostener el cordel, la aspirante a bruja gritó y abrió
la mano en la que estaba sosteniendo el cordel, de la que salió una culebra. La aspirante a bruja
abandonó el cementerio corriendo, y la narradora se quedó allí un rato riéndose.
Los tomos de magia se heredaban de madres a hijas, de maestras a aprendices, así lo mencionan
en una conversación dos de las personas con las que hablé. Ellas hablan de una mujer que, en
medio de su competencia de habilidades con otra bruja, perdió la vida, y que la hija de ésta mujer
heredó los libros de su madre27; en específico hablan del libro de San Cipriano, que existe y es un
La fama de las brujas de Zaragoza estaba extendida en los municipios aledaños. En dos relatos
por dos distintos narradores32 se menciona que las brujas de Segovia aprendieron de las brujas
zaragozanas; en la grabación 67 de 2014 el narrador cuenta que en la época en que las calles de
Zaragoza aún no estaban pavimentadas, que eran de piedra como las de Santa fe de Antioquia y
las casas aún eran de bareque, paja y piso de tierra, las brujas segovianas iban a aprender de las
zaragozanas, y que lamentablemente, tras la muerte de aquella generación de brujos y brujas, las
casas de bareque y tapia habían sido destruidas para dar paso a construcciones de cemento. El
narrador menciona que el anciano, Avelino, que le habló a él de ése tema, decía que en Zaragoza
Hubo una escuela de brujería, en esa casa que está ahí enseguida de ese edificio, de la casa de justicia,
ahí en la de la esquina ahí era la casa de una señora (…) que era maestra de brujería, llamaba a las
muchachas y les decía que si querían aprender que vinieran, que ella les enseñaba, cuando eso le
daban dos tabacos y una panela por ahí cualquier papeleta de café o cosas así, con tal de que le dieran
Las brujas zaragozanas al parecer eran muy celosas de sus propiedades. Un narrador cuenta
que, siendo adolescente, se subió a un árbol de naranjas a robarse las frutas con un amigo; una
Además de cuidar sus propiedades con celo, también lo hacían de su dignidad personal,
recurriendo a la venganza de ser necesario. El narrador de la grabación 30 (2013) relata que solía
pasar por la casa de una mujer ya mayor de camino al puerto 39, cuando iba o venía de allí con sus
hermanos a tomarse unas cervezas. La mujer solía sentarse al frente de su casa en una silla y
preguntarles sobre lo que había sucedido en el puerto. En varias ocasiones la mujer los interrogó
y ellos contestaron con evasivas, y ella amenazó con contarle a los padres del narrador que él
“era un grosero”; en otra ocasión, uno de los muchachos que los acompañaban decidió ponerse a
orinar casi frente a ella, caminando, a lo cual la mujer reaccionó con insultos e imprecaciones; y
35 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 58, 2014)
36 Ibíd.
37 Ibíd. En Zaragoza se cree que tomar las frutas de un árbol mientras el sol está en lo alto causa que la
planta “se seque” y no vuelva a dar frutos.
39 En el puerto de Zaragoza sobre el río Nechí, en el que hay navegación de barcas pequeñas a motor. En
dicho puerto, tradicionalmente, siempre han estado ubicados bares y discotecas.
“Empiezan las pepas de mango a caer, vea, eso pasaba por encima de nosotros y nosotros corra, corra,
corra y pura pepa de mamoncillo fresquecito, acabao de comer, fresquecita. Caían las pepas, pa pa pa.
¡Corran muchachos que viene la Negra Juana atrás de nosotros, corramos que es ella! Cuando
llegamos a la esquina pa´ voltiar pa´ bajo pa´ la casa de nosotros, cayó una cosa como una piedra
grande, pummm, a ese techo. Muchachos Corran, muchachos, corramos, vea hasta que llegamos a la
casa nosotros tun, tun, tun, mi mamá nos abrió y tunn dann nos tiramos y cerramos esa puerta. Nos
encendió a pepa de mango, mango así, se veían las pepas que eran acabaditas de comer y no había, no
había mango, no estábamos en tiempos de cosecha, no había, y entonces porque nosotros queríamos
saber si era verdad, si era bruja o no, entonces ahí comprobamos que ella era bruja.” 40
40 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de campo.
Grabación 30. 2013.
En varios relatos, las brujas se valían de sus poderes para atraer a hombres a su cama,
independientemente de su encanto personal o su belleza. Una de las narradoras habla sobre una
mujer, durante los tiempos de recién abierta en Zaragoza una sucursal de la Caja Agraria,
“caucana, gorda ella, fea, (…) pero bastante gorda y bastante negra y sabía tanto esa señora que ella
se acostaba el hombre que quería y a ese hombre cuando ella hacía (sonido que suele hacerse para
llamar a los perros) iban hasta allá, a buscala, el hombre que ella le gustaba”45.
Sobre la Pava se dice que lo que se proponía hacer, lo hacía 46, y que en muchas ocasiones, al
llegar agentes viajeros a Zaragoza, se burlaban entre ellos de ella por su fealdad, pero, en las
noches, esos que se habían burlado de ella estaban tocándole la puerta, “(…) y esa señora tan
44Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de campo.
Grabación 20, 2013
Pero a veces las épicas intentonas de conquista de las brujas salían mal. Una esposa, preocupada
tras sentir varias veces en la noche ruidos de vuelo sobre el techo de su casa, recibió consejos de
qué hacer en dicho caso: entonces la bruja que estaba “en su apogeo” con el marido tuvo que
salir despavorida por los techos, desnuda y pidiendo su ropa 49. Otra bruja se llevó unos planazos
de machete dados por un arriero buenmozo al que ella había hospedado en su casa –que también
era una fonda y al parecer, un prostíbulo improvisado- tras un largo viaje. La señora decide que
quiere llevarse al arriero a la cama y le proporciona una aromática para que descanse. El arriero
se duerme, pero su socio de negocios no, y observa cómo la señora le arranca unos pelos a la
barba del arriero y los envuelve en algo, que luego pone bajo el rescoldo del fogón de leña. El
socio, previsor, cuando la señora abandona la habitación, saca el envuelto del fogón y sustituye
los pelos de la barba de su compañero por unos pelos de la alforja de cuero sin curar que él usaba
y volvió a poner el envuelto en donde estaba. Al día siguiente, se levantan, la señora le ofrece
café al arriero y le besa la mejilla, pero éste se hace el desentendido. Al subirse a su caballo, las
cinchas de la silla se revientan y el arriero va a dar al suelo. El socio le cuenta al arriero lo que
vio la noche anterior y éste decide castigar a la señora50.
En otras ocasiones ellas mismas eran las vengadoras de sus sentimientos heridos o eliminaban a
su “competencia” amorosa en pos de un hombre. La Pavita, hija de la Pava vieja, informó a la
abuela de una de mis entrevistadas sobre la muerte inminente de su hija (la madre de mi
informante), que había ido a Medellín buscando alivio para un fuerte dolor abdominal. Además
le dijo que “eso había sido un mal puesto, es una mujer que tiene C., ¿por qué no me mandates a
buscar?”52.
Otro relato, muy reciente, de hace dos años, es el de la desafortunada amiga de nuestra
informante, que por “meterse” con un ser querido de otra mujer, le hicieron un maleficio que le
causó alopecia y la caída total de su cabello, que era su orgullo. Un tiempo después, en su cuero
Las brujas también podían castigar, no a la mujer que se metía en medio, sino al hombre que las
había ilusionado y abandonado. A mediados de la década de los ochenta, una mujer conoció el
caso de un soldado muy apuesto que pertenecía al batallón apostado en Zaragoza, y del cual se
decía que era acosado por una bruja54. Sus compañeros relataban haberlo visto, mientras dormía,
mover sus manos como si jugueteara con algo sobre su pecho. Luego el juego se volvía violento
y se le escuchaba decir “¡no, no!” y mencionaba el nombre de una mujer con angustia. También
decían que tras estos hechos, veían huir a un gato negro. Al día siguiente el soldado despertaba
con muchos arañazos en su cuerpo. Ante la situación, sus superiores hablaron de cruzar balas
para dispararle al gato negro al que, a pesar de dispararle en varias ocasiones, no pudieron
atinarle. Finalmente decidieron llevarlo al hospital, porque cada vez era más evidente el deterioro
físico y emocional del soldado. El médico tratante les aconsejó llamar a un sacerdote, diciendo
que aquel caso no era de médico. El sacerdote acudió a ver al soldado y le dio una estola, que
debía llevar puesta todo el tiempo, y aun así, la bruja siguió molestándolo, aunque con menor
intensidad. Quien me relató esta historia conoció al soldado, y a quien era su novia en ese
tiempo, y parte de ese relato lo supo por ella, quien vio, varias veces, al soldado intentar quitarse
algo de encima mientras dormía en el hospital, y su mejoría con el uso de la estola. También le
explicó que cuando el soldado recién había llegado al pueblo, coqueteó en un momento dado con
una muchacha –a la que mencionaba, cuando estaba dormido e intentaba quitarse
desesperadamente algo invisible del pecho-, pero que no volvió a hablar con ella una vez empezó
su relación amorosa con la conocida de mi entrevistada. Lo último que esta supo sobre el soldado
fue que sus capitanes habían decidido ir a buscar a un “curioso” a las veredas cercanas para que
levantara el maleficio que había hecho la bruja sobre el soldado.
La misma entrevistada contó que ni siquiera el Santo Cristo estaba a salvo de ser desafiado por
las brujas. A ella le relataron que una noche llegaron tres mujeres jóvenes vestidas de negro a
53Narrador anónimo Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 76, 2014
Teriomorfismo, del griego θηρίον, therion, bestia, monstruo; y μορφή, morfé, forma; palabra
que describe el proceso y el estado de convertirse en animal. Uno de los poderes más usados por
las brujas zaragozanas era éste, el teriomorfismo. Convertirse en animal les era tan común que lo
hacían por diversión, para asustar, asombrar y fastidiar. Al papá de una de mis informantes se le
aparecía una “marrana con un poco de marranitos atravesados”56, y el padre de la informante le
decía: “vieja sinvergüenza, dejá estar vos, voy a la casa, dejame pasar tranquilo que yo voy muy
cansao” (ibíd.). En otras ocasiones era una gallina con muchos pollitos, que lo entretenían
cuando iba de su trabajo a su casa. La informante decía que era una señora conocida, muy de la
casa, que simplemente lo molestaba. Otra bruja solía aparecerse en las calles solitarias, luego de
la medianoche, convertida también en una marrana con muchos marranitos tras ella, muy
Otro relato habla de cómo una pata grande y bonita, con un “poco de paticos, 10 o 12 paticos
pequeños” se apareció, a la medianoche, ante uno de los policías que custodiaban el parque
principal, cuando aún “no tenía estatuas, ni bancas ni nada, pura grama”. El policía, padre de mi
informante, decidió coger uno de los patitos para llevárselo a su casa, pero era imposible, los
patitos “se le salían de la mano” y corrían, alejándolo del parque, llevándolo hacia lo que ahora
es la cancha Santa Elena, en donde había una gran ceiba. Allí empezó a asustarse y a sospechar
de la pata y sus patitos, e inmediatamente pensó en la posibilidad de que se tratara de una bruja, a
la que insultó en voz alta, y casi inmediatamente oyó las carcajadas de una mujer que provenían
de lo alto de la ceiba. Espantado, el hombre se persignó y volvió a su puesto de vigilancia58.
Al parecer, convertirse en pato era popular. Una mujer me contó la historia de cuando llevó a su
hijo el último día de tratamiento para la cura contra el mal de ojo, a la casa de una amiga suya
bruja, a la que llamaba “Uñiparada” debido a que los dedos de sus pies tenían una deformidad.
La entrevistada tocó la puerta, y un gran pato apareció para no dejarla entrar, haciendo ruido. Un
poco antes de que la bruja llegara, el pato se fue. La mujer le dijo que el pato no la dejaba entrar,
a lo que la bruja respondió: “¿Pato? Yo no tengo pato” 59. Nuestra informante concluyó que el
pato era “Uñiparada”.
Dos relatos sobre brujas convertidas en aves provienen de una señora ya mayor, quien me contó
en primer lugar cómo uno de sus hijos, una noche, tras ir a dar un paseo con uno de sus yernos, al
regresar encontraron a un ave que prácticamente hipnotizó al hijo de dicha mujer, que se
obsesionó con atraparla, pero cada vez que estaba cerca el animal se le escapaba de las manos y
Sin embargo, cerdos, patos, gallinas y aves indeterminadas no son las únicas formas animales
posibles para adoptar. Un hombre nos contó 62, tras decirnos que en Zaragoza había brujas
volantonas y brujas rastreras y que a éstas últimas les encantaba molestar, que fue a pescar con su
hermano en la noche río abajo hasta llegar a un sitio poblado de “árboles frondosos y oscuros por
debajo”, en el que también habían unos “charcos” profundos, sitio ideal para la pesca. Dichos
árboles son llamados achí o murillo, según el relator, y son de los preferidos de las brujas para
trepar. Mientras estaban allí en la canoa, sintieron el ruido y vieron un ponche 63 aproximarse
nadando: se asombraron del tamaño portentoso de dicho ponche, más o menos como el de un
cerdo grande. El hermano del narrador decidió cazarlo con su escopeta, y aunque le disparó tres
veces, el arma no dio fuego.
Exasperado, sacó su machete y se bajó de la canoa, persiguiendo al animal por la orilla del río,
hasta que éste se lanzó a una poza “haciendo un ruido muy feo”. El hermano volvió a la canoa,
63 Nombre coloquial para el chigüiro, hydrochoerus hydrochaeris, mamífero roedor que habita las áreas
cercanas a humedales en el sur de América.
En otro relato, la bruja adoptó la forma de un pez, una dorada 65 de gran tamaño, que pescó un
hombre en una noche en que estaba reemplazando a uno de los vigilantes del antiguo matadero
de Zaragoza, que en ese entonces quedaba a la orilla de la quebrada Ocá. La inmensa dorada picó
el cebo, pero opuso mucha resistencia, y se soltó del anzuelo en varias ocasiones. Volvía a
morder el anzuelo, y de nuevo se soltaba. El hombre pudo traerla casi hasta la orilla, halando la
línea, pero el animal dio un coletazo tan tremendo que lo empapó de agua de pies a cabeza, para
luego soltar el anzuelo y desaparecer. El hombre dice que era una bruja que quería fastidiarlo66.
64 Cruzar balas significa tallar una cruz en el plomo de la punta del proyectil, como una ayuda espiritual
para que encuentren y atraviesen siempre su objetivo.
65 Dorada, brycon moorei, pez que habita en los ríos de Colombia, y que en estado adulto llega a medir
50 cm.
Las brujas no solamente molestaban a los humanos. Un entrevistado relata que cuando tenía
catorce años, iba con uno de sus tíos a trabajar en una mina de oro en la que usaban caballos para
cargar material y madera. Por las noches escuchaban galopar a los caballos por el monte y al día
siguiente los encontraban sudados, muy cansados y con trencitas en las crines, tan cansados que
no era posible ponerlos a trabajar en el día: se decía que las brujas los montaban toda la noche69.
Otro narrador fue importunado en varias ocasiones por las brujas. Siendo adolescente, empezó a
amanecer totalmente desnudo. Los hechos se repitieron varias veces hasta que él venció su
miedo y decidió contarle a su madre lo que le estaba pasando. La señora, dice él, “se entrampó”,
Podían causar temor, sin duda. Otra mujer, en una época de mucho calor en el pueblo, empezó a
dormir en el suelo con su familia sobre un colchón; una noche sintió que tiraban algo “del
cementerio” por los calados72 de la habitación. La señora lo tomó y al día siguiente se lo llevó al
cura párroco, que la instó a no ponerle atención y dejarle ese asunto a dios, porque era posible
que fuera una bruja. Después de ese suceso, en la noche, se sintió inmóvil, totalmente paralizada
y aterida por un frío sobrenatural que incluso le impedía hablar. Al cuarto entraron tres personas
envueltas en sábanas blancas: una se paró a los pies de los colchones donde estaban durmiendo
ella, su marido, su hija y su nieto, otra a la cabeza, y otra al lado de la puerta. La mujer lucha por
70Narrador anónimo. Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 57, 2014.
72 Diseños ornamentales de ventilas practicadas en los muros de las casas, especialmente en lo alto de
éstos, para promover el paso de aire en sitios donde la temperatura es elevada.
Las más aterradoras de todas, para uno de los narradores, son las volantonas, porque “son más
malas, más dañinas”. En una ocasión habían dejado a su tío, siendo pequeño, subido en la copa
de un árbol muy grande, completamente desnudo y dormido, hasta el amanecer, cuando los
vecinos se percataron de lo que sucedía. Tuvieron que llamar a unos “trepadores pa’ que pudieran
subir allá y amarralo y podelo bajar amarrado” 74. La volantonas, se dice, usan “una especie de
pomada que le echan a la gente (…) que le echan a uno pa´dormilo” (ibíd.) que les permite sacar
a la gente de sus camas y dejarlos tirados en cualquier parte o montados en los árboles. Al
parecer el asedio de las brujas a quienes no poseen protección divina es aún mayor. Una mujer,
siendo joven y madre primeriza, empezó a notar que en las noches ella despertaba al rincón de la
cama, y su bebé de seis meses, en el borde. Una noche, la niña lloró y ni la mujer ni el abuelo de
la niña sabían en dónde estaba, pues la niña había desaparecido. Tras el susto inicial, la pequeña
salió gateando de debajo de la cama, y sintieron carcajadas de mujer resonando fuera de la casa.
El abuelo de la bebé explicó que como la niña aún no estaba bautizada, las brujas podían hacerle
maldades. Podían robarse a los niños pequeños, “chuparles la mollera” y dejarlos subidos en los
árboles. Eso le sucedió a un recién nacido de su familia, “un negro lo más de bonito, con ese
pelo, era un negro fino”, que de un momento a otro desapareció, la familia completa se lanzó a la
búsqueda del bebé, que al final encontraron en un solar, sobre un árbol de zapotes; una bruja le
había chupado la mollera75. Tras encontrarlo, el papá de nuestra narradora decidió instalar varias
73 Narrador anónimo. Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabacion 4 de 2013
75 Fontanela, espacio de tejido membranoso blando temporal entre los huesos parietales y frontales del
cráneo humano en bebés, debido a que no están aún consolidados. Sobre esta fontanela abundan las
creencias, en especial en Antioquia y otras zonas de Colombia, de mantener a los bebés los primeros
meses de vida con sombreritos y gorros, para evitar que otras personas le “pongan el mal de ojo” o les
roben energía al tocarles la mollera.
3.6 Maleficios
No todo era diversión y risas. O quizá sí lo era, para las brujas zaragozanas, pero no de
manera “inocente”: no sólo fastidiaban, también marcaban e incapacitaban de por vida, y si
podían, mataban. Las narradoras de la grabación 11 contaron sobre varias personas afectadas por
maleficios, con un hecho en común: estos hechizos les llegaron camuflados con comida. En uno
de ellos, una mujer quedó con el rostro deformado para siempre, debido a que cuando era niña
había “sapoteado” un arroz con leche que alguien le había enviado a su mamá, y que contenía un
maleficio:
“Esto aquí (el área de la nariz y la boca) se le comió, no era sino ñatico de acá, esto aquí se lo comió,
se le veían los dos dientes de aquí (…). Pero es que era cosa horrible, esto aquí era gruesísimo, y
voltiao pa’ ca y esto pa’ ca esto sin nariz, ¡ay no!, horrible, horrible”77
Los padres zaragozanos eran muy insistentes en no permitir a sus hijos probar la comida enviada
de otras casas a la suya propia, había que pedir autorización paterna primero:
-Narradora H: Eso fue un maleficio que le hicieron. Porque aquí acostumbraban a mandale el daño.
Uno de los relatos cuenta sobre un regalo de cinco torrejas de lengua 79 que una mujer del pueblo
le hizo a la madre de una de las entrevistadas. El padre de la entrevistada, por curiosidad,
destapó los platos en que venían las torrejas de lengua, que resultaron ser cinco gusanos cabeza
roja80, un maleficio que le habían enviado. Otra entrevistada relató que a una vecina de su madre,
hacía años, una comadre le había llevado unas galletas de Zaragoza (el casco urbano) al
corregimiento de Pato. La señora, que estaba ocupada, le agradeció el gesto y le dijo que después
se las comería, porque estaba ocupada: la comadre le insistió vehementemente hasta que probó
una galleta, que se comió casi entera: “se comió esa señora casi la galleta entera, se la comió
como a las once y treinta o doce del día, cuando eran las dos de la tarde ya era cadáver, cuando
eran las dos de la tarde ya era cadáver”81.
Otra mujer relató varias historias que también involucraban comida y maleficios escondidos en
ella. Antes de casarse, durante el tiempo previo a la ceremonia, fue a leerse las cartas donde una
mujer zaragozana, que le dijo que cuando fuera a la plaza no bebiera ni comiera nada de lo que le
ofrecieran, porque le tenían algo listo para darle en comida o bebida. Sale nuestra entrevistada
de la casa de la cartomántica y se dirige al parque. Allí la esperaba una joven, para decirle lo
mismo que le había dicho la mujer de las cartas: que el padre de la joven la había enviado para
prevenirla de no recibir comida ni bebida allí, porque tenían algo dañino listo para ella82.
78 Ibíd.
79 Torrejas en Zaragoza se refiere a rebanadas; cinco rebanadas de lengua de res rellena, hecha como
tradicionalmente se hace la receta llamada “muchacho relleno" en Colombia.
La misma entrevistada relató una historia que conoció de una mujer en Zaragoza que “se puso
barrigona” y estaba muy contenta porque creía que iba a tener un bebé, e iba a ser su primer hijo.
Fue a Medellín a comprobar su embarazo con exámenes médicos y los doctores le dijeron que no
estaba embarazada, de modo que ella se entristeció y se preocupó mucho porque la barriga no le
bajaba. Fue donde un “señor que sabía mucho de bueno y de malo”, que la trató. La mujer
expulsó “unas cosas que le habían dado en una comida”; el señor que le había hecho el
tratamiento fue quien le contó a mi informante que eso había sido un mal puesto85.
Una mujer que tuvo un maleficio en su cuerpo me contó de primera mano lo sucedido 86. Su
vientre empezó a inflarse y su regla a faltar, y todo el mundo asumió que era un embarazo. Su
marido se puso muy contento porque por fin ella le iba a dar una niña, sin embargo, desde el
Para Clifford Geertz, “cultura” es la manera en que los seres humanos nos explicamos el
mundo y lo que nos rodea a nosotros mismos, y a la vez, a otros, lo que le otorga sentido a las
experiencias vitales: un “esquema históricamente transmitido de significaciones representadas en
símbolos. Un sistema de concepciones heredadas y expresadas en formas simbólicas por medios
con los cuales los hombres comunican, perpetúan y desarrollan su conocimiento y actitudes ante
la vida” (2003, p. 88); sin ello seríamos “criaturas inviables” (ibíd., p. 86), debido a que
dependemos enteramente de los símbolos y de sistemas de símbolos para comunicarnos, crear y
sobrevivir.
Para los zaragozanos del grupo etario que oscila entre los treinta y los setenta años, el trabajo en
las minas implica también una serie de creencias en el azar, lo mágico y lo mítico: criaturas
como el Mohán y los duendes-del-agua son parte de la vida del minero y el barequero. Es
necesario tener una serie de actos deferentes con estas criaturas que les permitan salir incólumes
de su trabajo en los cauces acuáticos, y no solamente con relación a la minería, sino en la vida
diaria: relatos en que personas desaparecían misteriosamente al bañarse en corrientes de agua y
cuyos cuerpos jamás aparecían de nuevo tenían como protagonistas a estas entidades, que son
símbolos también, de acuerdo con Solares, pues “remiten al ámbito de lo inconmensurable,
llevan de lo accidental a lo esencial, conectan lo sensorial con lo espiritual (…) hacen pasar de lo
aparente y ordinario a lo oculto y extraordinario” (2010, p. 18).
En este sentido, se debe mencionar de manera prioritaria al Santo Cristo, que es un símbolo de
identidad dentro de la cultura zaragozana porque permea todas sus capas sociales, es explicación
de –y le atribuyen- fenómenos numinosos y milagrosos. Moviliza a los habitantes del municipio,
a la colonia zaragozana en otros lugares del país y a visitantes foráneos, que lo convierten en
receptor de profunda fe y devoción a lo largo del año, y especialmente durante las fiestas del
87 Recientemente, se inauguró en Zaragoza el Parque del Minero; y desde hace unos cuantos años se
celebran en el municipio, unos días después de las fiestas del Santo Cristo, las fiestas del minero.
Ahora bien, este trabajo intenta dilucidar, entre otras cuestiones, la función, o la importancia, de
otro símbolo, la bruja, en la cultura zaragozana. En el segundo capítulo del presente trabajo,
mediante un recorrido por los relatos y los registros de varias culturas en que las brujas han sido
protagonistas, se buscó ejemplificar cómo hacían parte integral de la cultura en la que estaban
inscritas, siendo símbolos dentro de las mismas porque codificaban una serie de creencias,
comportamientos, modos de ser y de no ser. Las grandes brujas griegas proporcionaban un
elemento de alteridad radical al modelo de héroe masculino que simbolizaba la razón, la cultura,
lo apolíneo91, que debía luchar contra la sinrazón, la naturaleza y lo dionisíaco en una cultura en
que el cosmos funcionaba de manera cartesiana y las virtudes masculinas (del bien y el orden)
pertenecían al eje de lo vertical, mientras que los rasgos femeninos (del mal y el desorden) al eje
de lo horizontal: para trascender el eje horizontal y dominarlo, la figura de la bruja ejercía de
enemiga y a la vez, de psicopompo, guía.
Las brujas en los relatos producidos por la sociedad romana mostraban los miedos sociales ante
la rebelión de los que sostenían el orden patriarcal, específicamente las mujeres ancianas, no
sujetas a las labores reproductivas. En la Europa medieval, las mujeres, en general, sufrieron las
89 Septiembre 5 a 15.
90 Las personas que hacen promesas al Santo Cristo tendientes a la realización de milagros, una vez estos
son cumplidos, asisten a la procesión y encargan la hechura de “mandas”, ofrendas de tipo exvoto
elaboradas en oro que representan el favor recibido: en caso de haber sanado una mano, ojo o corazón, la
figura será la de una mano, ojo o corazón, etc, que se dejan prendidas en el faldón del Santo Cristo
durante la procesión del día clásico, el 14 de septiembre.
El propósito de dicho recorrido permite definir a la bruja como símbolo, recurriendo al análisis
del mismo como elemento fundamental dentro de las tramas de significación de las culturas en
las que se encuentra inscrito, y también, comprobando una de las características del símbolo que
establece Gilbert Durand, la redundancia, o la repetición, debido a la inadecuación del
significado con respecto a él para definirlo en su completitud:
[…] alude a la representación del sentido comprendido en una imagen que, sin embargo, no puede
agotarlo, por lo que tendrá que ser recreado incesantemente. El símbolo es el medio a través del cual
el sentido no puede nunca confirmarse en la representación, el carácter abierto del símbolo se tornará
imprescindible en su extrema concreción y significación (Solares, 2010, p. 17).
En el caso de Zaragoza, no solo las brujas vendrían a ser esos símbolos agentes del caos, sino
parte de una configuración simbólica en la que los seres míticos y mágicos que habitan el
imaginario zaragozano entran en un juego de oposición y complemento que es susceptible de
interpretar como la manera en que los aspectos ocultos, oscuros y misteriosos de la vida
encuentran significación, contenido y explicación. Dicha relación de oposición-complemento
entre los seres míticos y mágicos de Zaragoza (brujas, duendes, mohanes) y el Santo Cristo de
Zaragoza se manifiesta en uno de los relatos, en que la visita de tres mujeres misteriosas al ícono
sagrado es interpretada como un acto de desafío de las brujas hacia el Santo Cristo, y éste “las
había obligado a irse sólo con hacerles mala cara” 97. Balandier también explica que el brujo (la
bruja), en los espacios imaginarios de las sociedades de tradición, está en oposición con otras
dos figuras, la del soberano y la del trickster98. El soberano y el brujo están separados,
establecidos en la diferencia absoluta, poseedores de poderes que les permiten actuar de manera
efectiva sobre el plano de lo real; los poderes del soberano rigen el mundo de manera ordenada,
socialmente legitimados por la tradición, que impide que dichos poderes se falseen o degraden;
en cambio, los poderes del brujo son destructores, evocan el desorden, la enfermedad y la muerte
(op. Cit, 1994, p. 104). En el caso de Zaragoza, se establece que existe asimismo una relación de
La población zaragozana, como cualquier otra población, está sometida a los embates de la mala
suerte y el devenir, sin embargo, la minería de oro de aluvión, que en gran medida sostiene la
economía del municipio desde su fundación, es un factor desencadenante de tensiones extras
durante las rachas de escasez de mineral. Para Balandier, los brujos –en éste caso, brujas- son,
como ya se ha establecido, agentes del caos, seres cuya presencia explica la anomia social,
debido a que “los tiempos de las grandes incertidumbres le son propicios (…) pues las prácticas
hechiceras se multiplican y los movimientos anti hechiceros nacen de un miedo difuso” (1994, p.
104).
99 Narradoras anónimas, trabajo de campo. Estos datos fueron parte de la conversación que quedó
consignada en la grabación 11, pero fueron entregados por fuera del registro.
En el transcurso del trabajo de campo en el año 2013 se encontró que en la casa cural del
municipio se vende, junto a variados souvenirs alusivos al Santo Cristo, un manual de bolsillo
cuyo título reza “Cómo defendernos de brujería y maleficios. Contra los elegidos de Dios no
valen maleficios, ni brujerías”. No es localmente producido, se hacen pedidos de ése y otros
libros de oración a la Fundación Casa de Oración María Inmaculada. En él se insiste en que el
“escudo más fuerte” contra la brujería y los maleficios es la oración, la fe y la obediencia a dios;
que la brujería es fruto de una opresión demoniaca, “obra de fuerzas espirituales malignas que
nos mueven a pecar, negar la palabra de Dios (…) el objetivo de ellos es traer tantas personas
como sea posible a rebelarse contra Dios y a ser condenados en el infierno” (ACOBA, 2012, p.
23). En varios de los relatos, se encontró que la condición fundamental para poder ser partícipe
de eventos mágicos relacionados con las brujas y la brujería era negar el poder del dios cristiano,
la virgen y los santos, y por extensión, el de la Iglesia católica. Para las brujas – y sus invitados-
poder volar era necesario “no pensar en ningún santo ni oración” 100, no despegar las manos de la
escoba, abriéndolos hacia los lados, para no parecerse a Cristo crucificado 101, exclamar tres veces
“sin dios ni santa maría”102; debe tenerse en cuenta la distinción entre “volantonas” y “rastreras”,
las primeras, más malvadas y malintencionadas que las segundas, siendo el acto de volar,
interpretado por Laverde “como una transgresión de las prohibiciones sociales, que en este caso
pesan sobre la mujer. En su vuelo simbólico, la mujer desafía los cielos, que representan el poder
supremo de Dios y de los hombres” (1998, p. 54).
102 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Comunicación personal, 2014.
Recientemente, el cura párroco de Zaragoza elaboró una diatriba durante la homilía de la misa
del día 14 de septiembre de 2014 106 en contra de aquellos que “iban a buscar a las brujas, para
salar los negocios de sus vecinos, para hacerles males, para leerse la suerte”. Los comentarios
entre los entrevistados acerca de las brujas y la brujería aseguran que “siempre ha habido, y
todavía hay”, y en general, se percibe un ambiente de complacencia con tal hecho, e incluso una
participación activa: las madres llevan a sus hijos pequeños a las brujas para que les quiten el
mal de ojo107; y se busca a éstas para que den un diagnóstico para los males que carecen de
104 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo.. Grabación 24 de 2014
105 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo.. Grabación 13 de 2013
107 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 20 de 2013.
Sí, es que decían (…) como en ese tiempo no sabían, no tenían educación y eso, el que podía aprender
a leer y leer libros y leía un libro de… San Cipriano... No me acuerdo, y ahí había cosas, magia
blanca, y entonces se iban y hacían maldades con esas cosas (…) y todo el mundo tiene su poquito y
todo el mundo aprendió su poquito112.
Las brujas y sus saberes, en cierto modo (para el grupo etario a la cual una gran mayoría de
entrevistados pertenece), constituían una suerte de saber democrático, consolidado solamente por
la voluntad férrea de aprender ignorando el temor (como en el caso de la iniciación de la escuela
de brujas o las enseñanzas de Serapia) o por la capacidad de leer; saber democrático y
patrimonial que es parte de la tradición oral y ciertamente, de la religiosidad popular. Los casos
de personas reacias a colaborar con relatos debido a su asociación o entrega a la vida religiosa
secular obedecen a un sentimiento de vergüenza y un deseo de no asociación con dicha
religiosidad popular, elaborado desde un discurso religioso canónico que desea la hegemonía por
sobre las brujas y la brujería en Zaragoza.
108 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 53 de 2014, Grabación 76 de 2014.
109 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 24 de 2013.
110 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 57 de 2014.
111 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 64 de 2014, Grabación 26 de 2013, comunicación personal, 2013.
112 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 9 de 2013
Para Solares, las expresiones de lo simbólico pueden clasificarse en tres actos: los gestos, que
dan lugar al ritual, música y danza; la creación plástica de la que se deriva el arte visual; y las
palabras, de las que nacen el mito, la poesía y la literatura (2010, p. 18). En el anterior apartado
se ha elaborado que la bruja, o las brujas, en plural, como símbolo, son expresiones simbólicas
de la sociedad zaragozana; estas expresiones son representadas en el relato, el cuento, la
tradición oral. En el primer capítulo del presente trabajo se intentó explicar cómo la tradición
oral, sustentada en la canción, el poema, el relato y el mito, hace parte fundamental de la cultura
de todo grupo humano, y constituyen los imaginarios que configuran sus experiencias de la
realidad. Los relatos no cumplen una sola función, sino múltiples funciones, y su importancia por
lo tanto es cardinal.
Una de dichas funciones del relato es la replicación. La tradición oral, dependiendo del sistema
cultural en que esté inscrita (y de la rigurosidad –como en las sociedades de tradición- o la
Adriana Maya en “Las brujas de Zaragoza, Resistencia y cimarronaje en las minas de Antioquia,
Colombia, 1619- 1622” (1992) elabora, siguiendo los registros de las confesiones bajo tortura de
Guiomar Bran y Leonor Zape, una teoría de cómo la presencia en el lugar de reunión, del gran
árbol bajo el que realizaban los aquelarres con otros brujos y brujas es, en realidad, un legado
religioso africano -específicamente de la etnia zape-. Las ceibas, plantadas por los Zape de
manera ritual, constituían verdaderos pilares de la memoria bajo cuya sombra se celebraban los
hitos de la experiencia vital, como el nacimiento, el matrimonio y la muerte, con ritos y
reuniones que involucraban a toda la comunidad (1992, p. 95).
Durante el trabajo de campo en Zaragoza del presente trabajo, y en la tradición oral recogida por
Yalí Rico (2002), se evidencia también la presencia del árbol gigantesco, la ceiba, bajo la que las
brujas se reunían para llevar a cabo sus aquelarres, específicamente, en la cancha Santa Elena. Se
encontró testimonio de la existencia de la enorme ceiba en dicha explanada en uno de los relatos
recogidos en Zaragoza (Grabación 21, 2013), e incluso, el narrador cuenta que la bruja que lo
1. La reproducción de la sociedad. La sociedad necesita sobrevivir y reproducirse y por eso castiga las
conductas que desde su propia visión de lo social atentan contra su capacidad reproductiva, y al
mismo tiempo premia las conductas que se viven como positivas para el grupo y su reproducción.
Surgen así valores sociales muy importantes.
2. Las costumbres. En las sociedades, los individuos generan dispositivos habituales, los cuales,
cuando se generalizan y perduran durante cierto tiempo, se convierten en costumbres. Las costumbres
se viven como positivas o buenas y lo que se aleja de ellas se vive como transgresiones. Las
costumbres además, suelen tener una vida de inercia bastante fuerte. Así, las costumbres son una
fuente importante de valoración de personas, objetos y relaciones. (2011, p. 160)
El valor, o las conductas socialmente premiadas, y también las que no lo son, explica Castaingts,
siguiendo el lineamiento de Pierre Bordieu, -que denomina a este “valor” como distinción-, son
parte fundamental del mecanismo para marcar diferencias de clase o jerarquía social (Castaingts,
2011, p. 155). Se trata del habitus, que surge de estas conductas premiadas o castigadas, como
113 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 31 de 2013.
Los relatos de brujas en Zaragoza también cumplen con una muy importante función: dar salida
a tensiones larvadas en la sociedad. Para René Girard en La violencia y lo sagrado (1995), las
sociedades siempre están amenazadas por una violencia intestina cuyo origen se encuentra en el
114 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 9 de 2013.
115 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 26 de 2013.
116 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 75 de 2014
Los sucesos que podrían calificarse como “paranormales” también fueron achacados a las brujas,
como hizo el hombre que durante su juventud fue molestado por las brujas en varias ocasiones
(amanecía sin ropa, lo persiguieron en la calle de noche, vio una madrugada a una mujer
espiando a su familia través de una rendija en una pared, al salir a increparla, no había nadie) 118,
o la mujer ante la que aparecieron tres figuras vestidas de blanco en la habitación que compartía
con su familia una noche119. Balandier también apunta que “la persona bruja está en la sociedad,
condición de su acción disolvente y devastadora ejercida desde el interior, y también separada de
ella (…). El brujo aparece bajo el aspecto del enemigo enmascarado, próximo y sin embargo,
difícil de identificar” (1994, p. 105).
117 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabaciones 2, 6, 8, 11, 20, 21, y 30 de 2013; grabación 59 de 2014.
118 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 57 de 2014.
119 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 7 de 2013.
120 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 11 de 2013. Grabación 79 y 80 de 2014.
121 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 81 de 2014
122 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 11 de 2013.
123 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabaciones 56 y 82 de 2014.
Las mujeres en el municipio, desde siempre, han constituido una inagotable fuerza de trabajo,
tanto en las minas, como en el hogar o en el campo. Aun así, hay elementos en los relatos de
brujas que evidencian que, al menos hace unos cincuenta años, en Zaragoza (debe recordarse que
los narradores que colaboraron con esta investigación, en su mayoría, tienen entre treinta y
La Negra Juana, otra de las brujas involucradas en uno de los relatos, re-significa las relaciones
de poder. Ella, una mujer anciana sospechosa de brujería, es acosada por unos hombres jóvenes
que la retan e incluso, ejecutan actos que pueden considerarse como irrespetuosos: orinan frente
a ella y le lanzan un papel encendido que simulaban, era una papeleta de pólvora.
Estos actos de parte de los jóvenes eran demostraciones de poder “que no solo se disimula, sino
que se ejerce directamente sobre los cuerpos, sino que se exalta y se refuerza con sus
manifestaciones físicas”(Foucault, 2009, p. 75), y los ejecutaron en varias ocasiones, esperando
comprobar los rumores sobre ella, la Negra Juan: el susto que les proporciona inspira su respeto
y su temor126 y cambia el matiz de la relación de poder entre los jóvenes, y ella. Lo mismo hace
la Pava con el hombre que abiertamente dice no creer en cuentos de brujas y le deja sentado en
taburete sin posibilidad de ponerse de pie hasta que ella le dice que lo haga 127. Una pareja de
casados decide entregar privilegios a la Pavita tras comprobar la extensión de sus poderes –ella,
124 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabaciones 9 y 23 de 2013; comunicación personal, 2014.
125 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 20 de 2013.
126 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 30 de 2013.
127 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 16 de 2013.
Los relatos en que aparece la Pava, madre y maestra de la Pavita, muestran también que, como
Serapia, era un sujeto limítrofe. Manuel Delgado explica que
Cierto tipo de sujetos, particularmente situados en la vida social, son igualmente conceptualizados por
la mayoría como intermediarios de esas potencias misteriosas a las que la magia concita a
pronunciarse. Sería ese el caso de las mujeres -sobre todo las viejas, las mujeres solas o viudas- (…)
todos aquellos de los que podríamos decir que presentan cierta dificultad a la hora de ser clasificados
y son entendidos, por la causa que fuere, como dudosos o turbadores (1992, p. 51).
En los relatos sobre ella –Serapia- siempre se destacó su condición de ser negra y padecer de
vitíligo, lo cual la destacaba de entre todas las demás personas, la apartaba o realzaba aún más, si
cabe, su condición de ser distinta, diferente. Se trata de una mujer que lleva en su piel una marca
que la hace merecedora de oprobio y escarnio, y de abierta acusación y conocimiento público de
sus habilidades mágicas: su manera de rebelarse ante el orden social que la condena al
ostracismo y a la burla de otros debido a su “fealdad” es hacer que aquellos hombres
(especialmente los extranjeros de las compañías mineras) no pudieran resistirse a sus
encant(amient)os, y la buscaran para acostarse con ella 129. Una mujer gorda, negra, fea, caucana,
es decir, otra perfecta candidata al oprobio social por su múltiple condición de diferencia también
era famosa por lograr que el hombre que ella quisiera fuera a ella con intenciones amorosas con
que la mujer sólo chasqueara la lengua130.
Las mujeres-sujeto deseantes son percibidas como un peligro para el hombre, como mujeres
castradoras en el sicoanálisis, mujeres involucradas en los juegos de la líbido dominandi en una
posición activa según Bordieu, capaces de aplicar la violencia simbólica contra los hombres. Los
128 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 21 de 2013.
129 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 34 de 2013.
130 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 11 de 2013.
Una mujer que sufría los abusos de su marido buscó a Serapia con la intención de que le
enseñara sus artes mágicas para poder vengarse131; un soldado sufrió el enconado acoso de una
mujer-bruja a la que había desilusionado al empezar una relación con otra mujer, perturbándose
la salud física y emocional de él de tal modo que tuvo que tener asistencia médica, religiosa y
mágica132; la Pavita informó a una mujer sobre la inminente muerte de su hija, debido a un
maleficio impuesto por una amante que tenía el yerno de dicha mujer 133; y una joven perdió su
cabello (que era la fuente de su atractivo) por “haberse metido” con la persona equivocada, un
hombre que entre su familia tenía, o era muy querido, por una bruja134. Bordieu hace notar que
Las estrategias simbólicas que las mujeres emplean contra los hombres, como las de la magia,
permanecen dominadas, ya que el aparato de símbolos y operadores míticos que ponen en práctica o
los fines que persiguen encuentran su fundamento en la visión androcéntrica en cuyo nombre están
siendo dominadas. Incapaces de subvertir la relación de dominación, tienen por efecto, al menos,
131 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 64 de 2014.
133 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 53 de 2104.
134 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 76 de 2014.
Se hace necesario castigar a quienes se atrevan a desafiar el orden patriarcal con sus actos, de lo
cual los relatos de brujas en Zaragoza hacen eco. Una mujer hace salir corriendo, desnuda y
avergonzada, a la bruja que estaba acostándose con su marido dentro de su propia casa 135; en
otros dos relatos, son los hombres mismos quienes ejercen su poder hegemónico sobre las
subalternas en rebelión, las brujas, agentes de un mal que debe ser contenido y eliminado para
que no se extienda a toda la población, convirtiéndose en una rebelión a gran escala. Así, un
arriero huésped en una fonda zaragozana es salvado por su compañero de negocios de
convertirse en el objeto de satisfacción sexual de la bruja-mujer que maneja el hospedaje y que
ha llevado a cabo una serie de actos rituales para asegurarse que sus deseos se cumplan 136; y un
marido celoso y temeroso, alertado por sus vecinos de que probablemente su esposa-bruja lo esté
drogando para ir a disfrutar de placeres desconocidos e ilícitos fuera de su vista a los fandangos y
bailes en tierras lejanas, decide engañarla y aprovisionarse de los medios para hacerle pagar por
sus fechorías: la esposa muere al regresar a su piel contaminada a la mañana siguiente137.
Pierre Bordieu aborda el mundo desde una mirada dualista masculina/femenina en la que existe
una relación de hegemonía/subalternidad. Lo masculino se construye a través de la violencia
simbólica (2000, p. 54), y de todos aquellos actos que constriñen lo femenino, lo subalterno, y lo
apartan de esa identidad masculinizada: con masculino/femenino Bordieu no se refiere
necesariamente a la relación macho/hembra, sino a la relación existente entre
dominador/dominado. La masculinidad se instaura, según Bordieu, con la líbido dominandi, en el
deseo de adquisición de poder (honor simbólico), que se traduce en la objetivación del cuerpo del
dominado: pasa a ser la representación del poder-honor del hombre. La dominación del cuerpo –
del comportamiento y del destino- del subalterno son sus fines últimos y la razón de la
135 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 34 de 2013.
136 Comunicación personal. Rubén Mayoral. Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginario, símbolo y
representación. Trabajo de campo.
137 Narrador anónimo, Relatos de brujas en Zaragoza. Imaginarios, símbolo y representación. Trabajo de
campo. Grabación 14 de 2013.
En el primer capítulo del presente trabajo se propuso el concepto de representación como una
herramienta para comprender la importancia social del relato en una cultura dada. A través del
trabajo de Stuart Hall (1997), que propone un enfoque construccionista: la gente crea los relatos
empleando las categorías que su cultura le provee, y a su vez, los relatos replican estas categorías
proveyéndolas a la cultura. Farr (1983) y Moscovici (1979) establecen la importancia de la
representación radica en que posibilita la comprensión de la realidad física y social: el relato, que
es representación, se convierte en un mapa y en una lista de instrucciones a realizar o no realizar.
Bech (2008) también propone a la representación, usada en los relatos, como un mapa
imaginario de la realidad, compuesto de imágenes, que para Eaudineau (1999) son los ladrillos
de la construcción de los imaginarios sociales. Los relatos son elaborados por personas y
comunidades, en los que vierten toda la carga simbólica e histórica que los identifica como
sociedad. Estos relatos, al ser replicados, elaboran categorías, permiten la continuación en el
tiempo del universo social que les dio contexto, incluyen además la carga simbólica
autobiográfica de quien los cuenta. Los relatos de brujas de Zaragoza son representación de la
cultura zaragozana, de los imaginarios y los símbolos que la componen. Los relatos de brujas en
Zaragoza evidencian la tensión entre el deseo hegemónico de controlar y aplastar la sublevación
de lo femenino malvado, y el uso de las herramientas simbólicas de la brujería por parte de lo
subalterno femenino para mejorar su experiencia vital, disfrutar de libertades vedadas y en
general, recrearse en el poder y el respeto.
“¿Y no he intentado acaso pronunciar hacia atrás todos los alfabetos de la muerte?
¿No era ese tu triunfo en las tinieblas, poesía?
Cada palabra a imagen de otra luz, a semejanza de otro abismo,
cada una con su cortejo de constelaciones, con su nido de víboras,
pero dispuesta a tejer ya destejer desde su propio costado el universo
y a prescindir de mí hasta el último nudo”.
En primer lugar se buscó establecer las razones de la importancia del relato para los seres
humanos y la cultura: el relato, como parte de la tradición oral, que involucra la canción, la
poesía, el himno y las instrucciones relativas a lo religioso, lo moral y lo civil, y como parte de la
literatura. Se concluye que el relato es una pieza básica para el engranaje social de la
construcción de lo real y de lo imaginario, de entretenimiento y aleccionamiento, de
comunicación, de establecimiento de normas e ideales y a grandes rasgos, de orden último de la
realidad para criaturas como los seres humanos, cuya manera de enfrentar el mundo y sobrevivir
es a través de la cultura y de la creación de tramas de símbolos que permitan acercarse a los
sucesos de la existencia desde un ámbito de referencia y comprensión.
En segundo lugar, se partió de generalidades teóricas desde las ciencias sociales, que
involucraron las ideas concernientes a la magia, la brujería y sus practicantes: mediante un
diálogo cruzado entre varios autores, se puede llegar a concluir que dentro de las ciencias
sociales, las definiciones no son estáticas ni dogmáticas, y que también obedecen hasta cierto
punto a las corrientes de pensamiento imperantes del momento en que son creadas. Las
elaboraciones teóricas sobre las brujas, la brujería y la magia utilizadas en este trabajo son
dispares debido a que cada autor consultado tiene una inclinación intelectual y teórica propia, lo
cual no excluye que las diversas perspectivas posean elementos en común que permiten anclar
puntos de partida, como la idea de entender a los practicantes (agentes) de la magia (las brujas)
como parte de una “clase apartada”, estandartes de la diferencia, alteridades que son entendidas
La representación, desde el punto de vista de Stuart Hall, como construcción social en constante
movimiento, entre la tradición impuesta y los aportes individuales, es la manera en que se
esbozan los ideales e imaginarios culturales en los que los símbolos juegan un papel fundamental
como unidades de sentido. Los símbolos también han sido abordados en este trabajo desde varios
autores, con el fin de establecer una definición de los mismos que fuera útil a los objetivos de la
investigación; en esa medida, se concluye que los símbolos son creaciones que representan la
multiplicidad de facetas de un mismo concepto, que tienen funciones dentro de las sociedades a
las que pertenecen y que están omnipresentes en el imaginario y las representaciones de lo social.
Otro de los argumentos principales de esta larga disertación fue establecer a las brujas como
símbolos dentro de las culturas que las crean y representan dentro de su tradición oral y relatos
literarios particulares. Este es uno de los objetivos fundamentales para responder a la pregunta de
investigación (de nuevo, de lo general, a lo particular): explicar a las brujas como símbolo
permitió comprender su importancia y su función en la sociedad zaragozana. Ellas son unidades
de sentido y símbolos inscritos dentro de una trama cultural que otorgan la posibilidad de
asimiento de los fenómenos propios de la sociedad zaragozana, en la que el cambio y el
movimiento son parte fundamental de la vida cotidiana y aparejan fenómenos de incertidumbre,
trashumancia y desorden en la orientación económica del municipio. Estas situaciones críticas,
Otro de los objetivos de este trabajo fue dilucidar la función y la importancia de los relatos de
brujas en el municipio de Zaragoza a través del análisis de los mismos, aplicando algunos
conceptos surgidos en el seno de las disciplinas sociales en aras de explicar los de las brujas, la
brujería, la creencia en brujas y los relatos sobre brujas que hacen parte de la tradición oral, ello
con la idea de crear, o al menos intentar crear, una explicación que fuera concerniente, propia y
única, para los relatos de brujas en el municipio de Zaragoza, Antioquia. Hubo varias respuestas
claves a esta pregunta. Los relatos de brujas en el municipio dan continuidad a los valores
sociales y morales aceptados, sirven como plataforma de aleccionamiento frente a la
representación de las brujas como castigadas, reas sociales al desafiar las convenciones de
género, raza y poder en las que las mujeres zaragozanas están inscritas, y como castigadoras,
ejecutantes punitivas de una “rebelión larvada” y la violencia intestina dentro de la sociedad,
además de cómo dichas convenciones de género, raza y poder han cambiado con el paso del
tiempo y se han circunscrito dentro de lógicas pertenecientes al discurso de la modernidad y de la
modernización. Testimonios enfrentados de los narradores afirman en ocasiones que en Zaragoza
todavía “queda un poquito de eso”, de la brujería; otros afirman que a las nuevas generaciones
“no les tocó eso”, que “ya nadie sabe”, lo cual les hace un pueblo de bien.
Pensar en la pertinencia de esta investigación dentro de las ciencias sociales es pensar, en primer
lugar, en la importancia de la conservación del patrimonio oral inmaterial, trabajo al que se hizo
un pequeño aporte a través de las grabaciones y las transcripciones en integridad de los relatos
sobre brujas que fueron aportados por los zaragozanos; es pensar también en la importancia de
una convivencia prolongada con la comunidad dentro de la que se quiere comprender un suceso
o fenómeno: sin mi contacto con los zaragozanos, el municipio y la colonia de Zaragoza en
Medellín desde mi más tierna infancia, me hubiera sido, no imposible, pero sí difícil, captar y
entender muchas de las actitudes, creencias, comportamientos e ideas de los zaragozanos con
respecto a su cultura, idiosincrasia, concepciones éticas y morales, valores religiosos y por lo
Por último, se puede concluir que en Zaragoza, Antioquia, los relatos de brujas son parte de la
experiencia vital de los habitantes del municipio, de sus concepciones identitarias de comunidad,
de sus experiencias individuales, de las tramas sociales en las que están insertos, porque las
brujas eran conocidas por nombres y apellidos, eran hijas, esposas, madres, abuelas, tías,
cercanas pero lejanas e incomprensibles en sus poderes y habilidades, un Otro próximo, querido
y vilipendiado, necesario pero también repudiado. Bien se ve que los relatos de brujas en
Zaragoza sintetizan las pasiones, los temores y los ideales de sus habitantes.
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