¿Nueva Monarquía de Los Reyes Catolicos
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¿Nueva Monarquía de Los Reyes Catolicos
Al inicio del último tercio del siglo XV y como consecuencia del matri-
monio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, se produjo la unión
dinástica de las dos monarquías más poderosas de la península Ibérica;
desde ese momento, la unidad de los reinos españoles deja de ser un
recuerdo, un lamento o un deseo, para convertirse en una posibilidad cer-
cana y verosímil. Esta posibilidad, que es expresada por los pensadores
coetáneos, por los cronistas castellanos y hasta por las autoridades muni-
cipales barcelonesas, es difícil hallarla durante el reinado de los Reyes
Católicos, cuya monarquía en sentido estricto, no puede considerarse
como hispánica ni su ejercicio desplegado unitariamente ni con senti-
miento nacional.
El horizonte teórico al que está abocada la unión y las primeras prue-
bas palpables alcanzadas, se captaron antes y mejor por las cortes euro-
peas y los observadores forasteros2, que desde el interior de los territorios
hispanos, donde la vertebración y articulación del gobierno —y de la
sociedad— sólo se sostiene si se admite una estructura horizontal, similar
a la que desde el siglo XII se había desarrollado en la Corona de Aragón,
modificada y adaptada a las nuevas dimensiones de los dominios de la
monarquía. Y aun así, se suceden en la época de los Austrias las expre-
siones de resistencia en contra de la integración —o de alguna de sus
1. Una primera versión de este trabajo se presentó al Congreso Internacional Isabel la Cató-
lica y su época, Valladolid, Barcelona, Granada, nov. 2004.
2. Entre los muchos ejemplos citables, quiero incluir aquí, por ser inédito y tremendamente
expresivo, la presentación que de sí mismo hace un mercader genovés que acude al notario
de Tortosa Jaime Serra (11 abril 1496) para nombrar procuradores: «Noverint universi quod
ego Pantaleonus Ytaliano, mercator genuensis nunch vero curiam serenissimorum et poten-
tissimorum dominorum Ferdinandi et Elisabetis, Regis et Regine Hispanie...» (A.H.Comar-
cal de les Terres de l’Ebre, Jaume Serra 1496. Registro, s/d).
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3. Para la historiografía castellana hace poco tiempo que Fernando perdió su numeral, V,
que lo identificaba como rey de Castilla y que lo incorporaba, además, a la lista conti-
nuada de la monarquía española. Es un rasgo, quizás el más anecdótico, del proceso de
borrado histórico del rey para lanzar la figura de la reina emprendido por historiadores
excelentes embarcados en un proyecto de santificación a cualquier precio.
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nando e Isabel ejerciendo como reyes, con unas capacidades y unas actua-
ciones que mutuamente se reconocen y ejercitan. Tras más de un siglo en
que la intervención del monarca en el ejercicio del gobierno había sido
muy débil, se pasa a una situación en que son dos las personas reales que
actúan directamente en los aparatos de gobierno. No es este el lugar para
plantear en función de qué mecanismos legales, si por la concordia de
Segovia o por las capitulaciones matrimoniales, seguramente por la sim-
ple imposición de las circunstancias, se llegó a establecer una distribución
de funciones y capacidades, que determinada historiografía interesada-
mente ha llevado más allá y ha presentando como armoniosa y modélica
hasta el punto de permitir, al menos mientras vivió la reina, que se desa-
rrollara un gobierno practicado por los dos soberanos, con la autoridad y
poder reales compartidos; y que además, no surgieran discrepancias ni
enfrentamientos graves entre ambos. Aunque es una visión muy simple
que sería necesario analizar con mayor realismo, lo cierto es que esta
situación supuso, como mínimo, que se ampliara el control y se intensifi-
cara la presencia de la monarquía en todos los órganos de decisión, limi-
tando muchísimo la posibilidad de intromisión de otros poderes alterna-
tivos. En cierta medida, ese poder real absoluto del que conceptualmente
disponen, está también ejercido en la práctica de manera directa, porque
son ellos en persona los que lo ejercen, desterrando la figura de los vali-
dos que tanto papel habían desempeñado en los reinados anteriores (y
también en los posteriores).
No debe olvidarse que es la visión personal del príncipe la que orienta
el comportamiento de lo que llamamos estado en esos momentos y que en
el juego establecido desde el siglo XIII entre el peso de la nobleza feudal
sobre la política y la pretensión real de definir las normas de gobierno, la
clave radica en la concentración de diferentes formas de poder y de recur-
sos materiales y simbólicos. Es decir, el poder regio ejercido como una
fuerza de estructuración social y territorial y no tanto como un instru-
mento de dominación. Por primera vez durante mucho tiempo ambos
condicionantes están en Castilla reunidos casi en exclusiva en manos de
la monarquía. Y para ello la doble presencia es determinante, lo que sin
duda significa el punto crucial para enjuiciar el cambio experimentado.
Bien es cierto que a pesar de lo difícil que resulta negar una evidencia
expresada en la documentación, tratando siempre con cuidado las subje-
tivas manifestaciones cronísticas castellanas, no siempre la historiografía
está dispuesta a aceptar la intervención de Fernando de manera general y
abierta, como rey de Castilla. Es más, a raíz de la propaganda isabelista
alentada con motivo del proceso para la beatificación y canonización de
Isabel por la Iglesia Católica iniciado en 1957 y nuevamente revitalizada
por la conmemoración del quinto centenario del fallecimiento de la reina,
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9. Los ejemplos aragoneses en J. Ángel SESMA MUÑOZ, La Diputación del reino de Áragón en
la época de Fernando II (1479-1516), Zaragoza, 1977.
10. J. Ángel SESMA MUÑOZ, Crónica de un atentado real. Barcelona, 7-XII-1492, Colección Boi-
ra, Zaragoza, 1993 y, sobre todo, Los idus de diciembre de Fernando II. El atentado del Rey
de Aragón en Barcelona, col. Mancuso, Zaragoza 2006.
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13. J. Ángel SESMA MUÑOZ, Fernando de Aragón. Hispaniarum Rex, Zaragoza, Gobierno de
Aragón, 1992.
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14. El testamento está publicado ibidem, pp. 260-263. Debe verse también, J. Ángel SESMA
MUÑOZ, «Carteles de desafío cruzados entre Alfonso V de Portugal y Fernando V de Cas-
tilla (1475)», en Revista Portuguesa de Historia, XVI (1978), pp. 277-295.
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17. Como visiones de conjunto, diferentes por la época de su redacción y por los enfoques
que han primado en cada una, hay que destacar: A. GIMÉNEZ SOLER, La Edad Media en la
Corona de Aragón, Barcelona, Labor, 1930; J. REGLÁ, Introducció a la història de la Coro-
na d’Aragó, Palma, Moll, 1969; Th. BISSON, The Medieval Crown of Aragon. A short His-
tory, Oxford, Clarendon Press, 1986; J. A. SESMA MUÑOZ, La Corona de Aragón. Una intro-
ducción crítica, Zaragoza, CAI, 2000.
18. J. Ángel SESMA MUÑOZ, «La compenetración institucional y política en la Corona de Ara-
gón», en Poderes públicos en la Europa Medieval: Principados, Reinos y Coronas. XXIII
Semana de Estudios Medieval de Estella, Pamplona, 1997, pp. 347-371.
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19. Cuyas decisiones, no obstante, se toman al margen del impacto directo que tienen sobre
la sociedad y los asuntos internos.
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