Una Familia Sana

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 4

UNA FAMILIA SANA

Una de las palabras que estamos escuchando ahora cuando habla de malas relaciones entre padres e
hijos o esposos y esposas, es la de un hogar “disfuncionales”. Y la otra que está formando parte de
nuestro léxico es el de “relaciones tóxicas”.
Ambas palabras parecen haber llegado para definir al hogar de hoy, pero no a la familia que Dios formó.
Una familia “disfuncional” es aquella donde los padres no son capaces de proveer lo necesario para que
los hijos crezcan sanos (tanto físico como emocionalmente) y felices. Mientras que una “relación tóxica” es
aquella donde una o ambas partes sufren, más que gozan, por el hecho de estar juntos.

Por supuesto que ambos conceptos nos muestran a una familia enferma. Y mientras pensamos que esto
es normal en un mundo sin Dios, nos damos cuenta que muchas de estas familias las tenemos en
nuestras iglesias. Eso es una tragedia. ¿Qué ha pasado con esto?

Pues que la familia hace rato dejó de buscar su origen que es celestial y se ha complacido en llevar su
vida de acuerdo con la moral de nuestra época. Moisés le predicó a Israel su último sermón antes de
entrar a la tierra prometida, conocido como “shema”, que literalmente significa «Escucha», según
Deuteronomio 6:4.

Esto, además de proclamar su fe en un solo Dios, como ninguna otra nación en el mundo, lo fue para fijar
en cada familia la importancia de la obediencia a los mandamientos de Su palabra. Su propósito, además
de definir que tenemos un solo Dios, es mostrarnos la base para tener una familia sana.

Israel como la gran familia de Dios estaba pronto para entrar a la tierra prometida. Ellos tenían la misión
ser familias sanas en medio de una sociedad enferma. Mis amados, el éxito de una iglesia tiene que ver
con la clase de familia que tenga.

I. CON PADRES QUE AMEN LA ENSEÑANZA DE LA PALABRA DE DIOS

1. El libro de texto (vers. 1)

Moisés usó tres palabras como sinónimos para referirse al mismo asunto: Mandamientos, estatutos y
decretos. La repetición de una misma idea tenía el propósito de afirmar en la vida de Israel que el éxito
que tendrían en la tierra prometida, no dependía tanto de las bondades de la tierra en sí, sino del lugar que
ocuparía la palabra de Dios en la vida de las familias que entraban allí.

Hay dos énfasis en el texto acerca del interés y la importancia que Dios le dio a su palabra para que Israel
viviera feliz en la tierra que poseería. Por un lado, Dios mandó que se enseñase su palabra, pero también
que se pusiera por obra.

¿Por qué Dios insistió en esto antes de entrar en la tierra que “fluye leche y miel?”. Porque ninguna nación,
como el caso de Israel, y ninguna familia irá más allá de esto. Mientras hacemos de la palabra de Dios la
formación familiar no podemos sino ver que las bendiciones del cielo serán nuestras acompañantes.

Dios sacó a la familia del Edén y ahora los convoca a la tierra prometida. La necesidad de poner por obra
la palabra es el llamado más urgente que se hace hoy a toda familia para que le vaya bien nos dice la
palabra.

2. La cobertura de la palabra (vers. 2)

Moisés reconoce que una de las incidencias de la palabra de Dios en la familia es para que se le tema.
Vivimos en una sociedad donde no hay temor por la palabra ni tampoco por el Dios de la palabra, eso no
es raro de una sociedad que le da la espalda a Dios. Pero cuando vemos esa falta de temor en los que
nos llamamos hijos de Dios, el asunto es más serio.

La verdad de este texto es que la falta de temor a Dios tiene que ver con el lugar que se le da a la palabra
de Dios. Las estadísticas nos revelan un cuadro sombrío en el uso que se le da a la palabra de Dios en los
hogares cristianos.
Es muy raro un hogar donde no exista una Biblia, pero la Biblia no siempre encuentra un hogar donde ella
le dé cobertura a los que allí viven. Vea el orden que se dos da. Primero habla de “tú”. La responsabilidad
de enseñar la Biblia no es de la mujer, sino del hombre.

Luego vea a quienes “tu hijo”. Antes que enseñarle al vecino, debo asegurarme de cubrir a hijo con ella. Y
por otro lado se nos dice: “el hijo de su tu hijo”. O sea, mis nietos. La forma cómo nuestros hijos o hijas
recibieron la palabra, deben darla a sus hijos. Esto habla de transferencia familiar.

3. Los resultados que trae su aplicación (verss. 2b, 3b)

Cuando Dios nos dice que pongamos por obra su palabra, nos asegura los resultados que produce tomar
en serio su demanda. Observe que lo primero que nos dice la segunda parte del versículo dos es “para
que tus días sean prolongados”.

Hoy días existen muchas maneras que se proponen para una longevidad, incluyendo los ejercicios y las
buenas dietas, pero ya la Biblia nos había dado el secreto. Todo niño en la familia hay que enseñarle esto.
El secreto de una larga vida tiene que ver con el apego a la palabra.

Pero observe este otro resultado: “Para que te vaya bien…”. Que hermosa promesa. Dios no quiere que
nos vaya mal. Nos va mal cuando no obedecemos la palabra de Dios. Dios siempre quiso el bien para el
hombre que creo.

En el caso de Israel la promesa fue que ellos vivieran bien la tierra que anticipadamente Dios la había
asignado. Y, además, el otro resultado es que os “multipliquéis”. Y sin bien es cierto que esta promesa fue
dada a Israel, lo es para cada familia. Nada da más gozo que ver a una familia multiplicada.

II. CON PADRES QUE AMEN DECIDIDAMENTE A DIOS

1. Amar a Dios con el corazón (vers. 4ª)

La palabra “oye”, que se repite dos veces en este texto, es lo que se conoce como la “shema”. Era un
recordatorio del gran mandamiento que es la mayor confesión de fe en el judaísmo. Literalmente significa:
«¡El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno!»

Este es el corazón de la fe del pueblo de Dios. Para el judío, el Señor (Yahvé) es totalmente único, uno en
esencia y que solo Él es Dios. Por lo tanto, la demanda de este único Dios es que lo amemos con todo el
corazón.

Hay muchos mandamientos que fueron dados al pueblo de Dios, pero éste es la esencia de todos. De
hecho, Cristo nos dirá que este es el más grande mandamiento (Marcos 12:28-34). Los hijos de las
familias judías deberían conocer que el amor para Dios tenía que tocar primero el corazón.

Sabido es que hay otros “amores” que ocupan el corazón y pronto desplazan el verdadero amor que se lo
debemos al único Dios según la enseñanza del “shema”. Una familia que trasmite a sus hijos ese gran
mandamiento le estará asegurando una vida saludable y un crecimiento integral.

2. Amar al Señor con toda tu alma (vers. 4b)

¿Cuál es la diferencia de amar a Dios con todo el corazón y con toda el alma? Que mientras uno toca la
parte de mis emociones, la otra toca la parte de mi intelecto. Amar a Dios con el alma es con un pleno
conocimiento de quien es él y por qué a él. El alma es el recinto de todo mi ser.

De acuerdo con la Biblia, el hombre es un ser “tripartito”; eso es, posee espíritu, alma y cuerpo. Si a través
del espíritu el hombre se comunica con Dios (Juan 4:24), y el Espíritu Santo toma nuestro cuerpo para ser
su templo, por medio del alma el hombre ama a Dios con toda la intensidad, con todo su ser.
El alma tiene que ver con mi propio yo (mi ser interno), por lo tanto, cuando decido amar a Dios con toda
mi alma lo que estoy es quebrantando mi propio orgullo, que busca siempre mi propia gloria, por una
mayor entrega y una total rendición a mi amado Dios.

Este amor no es fácil. Demanda el mayor de los sacrificios y eso casi nunca forma parte de lo que
tenemos que dejar por el amor que le debemos a él. Dios no espera un amor menos que este, porque el
suyo por nosotros tiene el más caro de los sacrificios: la muerte de su propio Hijo.

3. Amar al Señor con todas las fuerzas (vers. 4c)

Me estuve preguntando por qué Moisés y Jesucristo hicieron un especial énfasis en este tipo de amor por
Dios. Por qué se habló de este tema en el contexto de las recomendaciones a las familias que iban a
poseer la tierra. Qué relación tiene una familia sana con este tipo de amor.

Bueno, la verdad es que esto es como la puesta en acción de lo anterior. Yo no puedo decir que amo a
Dios si no lo demuestro. Esperamos que Dios nos ame y nos llena la despensa de bendiciones, pero no
siempre estamos prestos para invertir nuestras fuerzas para su servicio.

En el hogar debemos utilizar nuestras fuerzas para servir al Señor. Admitimos que nuestras fuerzas todos
los días las consumidos por el pan que hay que traer a casa, a veces las consumimos haciendo cosas en
la casa, otras veces las consumimos para mantenernos en forma.

Mientras que algunas veces las gastamos en las cosas más triviales, pasajeras y efímeras, pero no las
invertimos en el Señor. Cada vez que invirtamos las fuerzas en otra cosa pensemos cuánto de eso lo
hacemos para el Señor. Enseñemos a amar a Dios a nuestros hijos con todas sus fuerzas desde la niñez.

III. CON PADRES QUE VALOREN LA DISCIPLINA A SUS HIJOS

1. Repetirla a los hijos (vers. 7 a)

No hay otra forma más rápida de aprender que a través del método de la repetición. De hecho, se dice que
para formar un hábito hay que repetir algo voluntariamente hasta poder hacerlo de forma automática.

El filósofo griego Aristóteles decía que: “Somos lo que hacemos repetidamente, por tanto, la excelencia no
es un acto, sino un hábito”. En este pasaje Moisés ha hablado de la importancia de la palabra de Dios
como en ningún otro. Se refirió a ella en siete ocasiones y su énfasis ha sido ponerla en el corazón (vers.
6). 

Y para que esto suceda debe enseñársela a los niños desde su temprana edad antes que otra cosa llene
sus corazones. Los padres de hoy saben lo rápido que aprenden nuestros hijos por oír continuamente lo
que le dice la TV y ahora todos los programas que aparecen en sus videos juegos.

Los que trabajan con esos juegos saben lo adictivo que es para los niños ciertos programas y por qué ellos
lo aman tanto. Dios, sabiendo la importancia de eso, instruyó a Moisés para que los padres repitieran esta
palabra a sus hijos. El mejor hábito que un padre le debe crear a su hijo es el de repetir la palabra. Eso lo
librará de muchos males.

2. Hablar de ellas siempre (vers. 7b)

La escuela dominical ni el sermón pueden sustituir lo que deben hacer los padres para que sus hijos
aprendan la palabra de Dios. Esto requiere de padres comprometidos con la palabra, pues no se puede
dar lo que no se tiene. Esta es nuestra primera responsabilidad.

Cuándo hay que hablar a los hijos esta palabra, ¿cuándo vengan a la iglesia? ¡No! Observe el texto: En la
casa y en el camino, al acostarse y al levantarse. Esto parece extraño, pero Israel es lo que es porque los
padres se esfuerzan en hacer esto hasta el día de hoy. `
De esta manera, la idea del texto es ayudar a los padres en la formación sana de sus hijos a través de una
palabra hablada, pero sobre todo una palabra aplicada. Todo padre debe recordar la verdad del proverbio:
“Instruye al niño en su camino…”.

Con mucha frecuencia los padres les dejan la instrucción a los maestros, a los amigos y las redes sociales
(hoy día). Los padres deben no solo hablarles de esta palabra, sino aplicarla. Por ejemplo, la Biblia le dice
al padre que debe corregir a su hijo, porque si no lo hace no lo quiere; “amarlo es disciplinarlo” (Proverbios
13:24) NVI. La primera escuela del niño es la palabra de Dios.

CONCLUSIÓN:

Los versículos 8 y 9 son muy interesantes para cerrar este tema de una “familia sana”. Es cierto que
durante el tiempo que vino Jesús, los rabinos lo tomaron literalmente, pues se ponían en sus manos, en
sus frentes y en el borde de sus vestidos, las llamadas filacterias (trozos de pergaminos en cajitas) de
modo que los demás lo vieran.

Bueno, de allí viene más la idea de la palabra “fariseo”, a quien Jesús le llamó hipócritas por hacer esto.
Sin embargo, la idea de estos versículos va más allá de un concepto literal. Su esencia es que la vida es
un libro abierto que debe ser visto por todos. Observe que Moisés habla ahora de lo externo (mano, frente,
postes y puertas).

Todo eso está afuera, se exhibe a los demás. Veámoslo de estas dos formas. La mano es un símbolo de
lo que hacemos y nuestra frente es un símbolo de lo que pensamos. Una familia sana se forma con lo que
pensamos y con lo hacemos con la palabra de Dios.

Los postes y las puertas es lo que la gente ve en nosotros. Para los griegos y romanos, el umbral era un
lugar de reunión de los demonios. Para los judíos, el lumbral era un lugar de la presencia de Dios. De
hecho, fue allí donde se puso la sangre del cordero para que ese hogar fuera preservado.

El umbral era el testimonio público. ¿Qué ve la gente en nuestro hogar? ¿Qué testimonio le damos al
vecino? ¿Puede ver la gente en un hogar cristiano una familia sana de acuerdo a la “shema” bíblica?

También podría gustarte