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MOSAICO

Revista de la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar


Journal of the Spanish Federation of Family Therapy Associations

75
CON LA COLABORACIÓN DE
SPTF Sociedad Portuguesa
de Terapia Familiar

La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).


Carlos Lamas Peris
ABRIL 2020
Monografico:
Introducción al monográfico:
M. Dolores González,Juan García-Haro
Más allá de la autodestrucción. El drama relacional del suicidio.
Juan Luis Linares
La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas
que no quieren seguir viviendo.
Carlos Alexis Chimpén López
Los sueños en el proceso de duelo familiar por suicidio de un hijo.
José Miguel Antón San Martín, Laura Antón Torre
Aplicaciones de la terapia familiar breve en la ayuda a personas con riesgo
suicida.
Juan García-Haro, M. Dolores González Díaz, Marta González González y Rebeca Costa Trigo
Suicidio: un hecho con significado. Implicaciones relacionales.
Andrés Cabero Álvarez
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.
Esteban Laso Ortiz
Fiesta de despedida y celebración de la vida. Gran oportunidad que ofrece
la decisión de suicidio racional.
Carlos E. Sluzki

En portugués
Famílias sinalizadas à Comissão de Proteção de Crianças e Jovens de Oeiras.
Perceções sobre o seu Funcionamento Familiar.
Tomás Lopes, Patrícia Cruz, Luísa Carrilho

Y más...
Cómo enseñar terapias minoritarias en Psicología.
Joan Albert Riera Adrover, Carlos Alexis Chimpén López
Uso problemático de las TIC: Análisis de las experiencias de profesionales
en terapia familiar.
M. Martínez-Zuccardi, C. Günther Bel
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.
Alejandra González Monzón

Monográfico: Suicidio: Miradas sistémicas.


En este
número...

4 Editorial
6 Desde la presidencia
8 La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).
Carlos Lamas Peris

33 Monografico: Suicidio: Miradas sistémicas.


34 Introducción al monográfico:
M. Dolores González, Juan García-Haro
36 Más allá de la autodestrucción. El drama relacional del suicidio.
Juan Luis Linares
40 La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas que
no quieren seguir viviendo.
Carlos Alexis Chimpén López
55 Los sueños en el proceso de duelo familiar por suicidio de un hijo.
José Miguel Antón San Martín, Laura Antón Torre
64 Aplicaciones de la terapia familiar breve en la ayuda a personas con riesgo suicida.
Juan García-Haro, M. Dolores González Díaz, Marta González González y Rebeca Costa Trigo
75 Suicidio: un hecho con significado. Implicaciones relacionales.
Andrés Cabero Álvarez
82 El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.
Esteban Laso Ortiz
104 Fiesta de despedida y celebración de la vida. Gran oportunidad que ofrece
la decisión de suicidio racional.
Carlos E. Sluzki

En portugués.
115 Famílias sinalizadas à Comissão de Proteção de Crianças e Jovens de Oeiras.
Perceções sobre o seu Funcionamento Familiar.
Tomás Lopes, Patrícia Cruz, Luísa Carrilho

Y más...
128 Cómo enseñar terapias minoritarias en Psicología.
Joan Albert Riera Adrover, Carlos Alexis Chimpén López
141 Uso problemático de las TIC: Análisis de las experiencias de profesionales
en terapia familiar.
M. Martínez-Zuccardi, C. Günther Bel
153 Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.
Alejandra González Monzón

2
DIRECTOR
Francisco Javier Ortega Allué
EDICIÓN
Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar (FEATF)
EQUIPO DE REDACCIÓN
Carlos Merino
Garazi Rivas
Sergio Siurana
Emmanuela Tomás
Maria Filomena Gaspar (coor. Portugal)
REDACCIÓN
C/ Córcega 699 1º 2ª – 08026 Barcelona
e-mail: mosaico@featf.org

CONSEJO EDITORIAL
Norberto Barbagelata (Madrid) Annette Kreuz (Valencia)
Mark Beyeback (Pamplona) Juan Luis Linares (Barcelona)
Javier Bou (Valencia) Raúl Medina (México)
Philippe Caille (Niza) Luigi Onnis (Roma).†
Luigi Cancrini (Roma) Roberto Pereira (Bilbao)
Alberto Carreras (Zaragoza) Manuel Peixoto (Portugal)
Marcelo R. Ceberio (Buenos Aires) Ricardo Ramos (Barcelona)
Jorge Colapinto (USA) Ana Paula Relvas (Coimbra)
Jose Manuel Costa (Lisboa) Elida Romano (París)
Claudio Des Champs (Buenos Aires) Daniel Sampaio (Lisboa)
Valentin Escudero (La Coruña) Matteo Selvini (Milán)
Celia Falicov (USA) Joakko Seikkula (Finlandia)
Regina Giraldo (Bogotá) Carlos Sluzki (USA)
Edith Golbeter (Bruselas) Jorge de Vega (Las Palmas)
Ana Gomes (Lisboa) Arlene Vetere (Surrey)
Jaime Inclán (USA)

DIRECTORES ANTERIORES
Roberto Pereira Tercero
Norberto Barbagelata Churruarín
Alfonsa Rodríguez Rodríguez
Javier Ortega Allué
Olga Díez Puig

DEPOSITO LEGAL: B-16180-2005


ISSN: 1887-0600. MOSAICO, abril 2020. Nº 75
«Mosaico no se identifica necesariamente con los juicios de valor expresados en los trabajos firmados»

3
Editorial

Este era un número casi redondo de esos que una revista acostumbra a
celebrar, pero hemos preferido celebrarlo con nuestros lectores como
sabemos aquí hacer las cosas: trabajando.

En pocas ocasiones ha estado la incertidumbre tan presente en nuestras vidas


como en estos tiempos que nos están tocado padecer. Incertidumbre por el in-
cierto futuro que se empieza a vislumbrar en el horizonte, por los cambios en
nuestras relaciones y en los modos de vida que ya se están difusamente vislum-
brando en el futuro cercano, por los efectos deletéreos que sobre aquellas se-
guridades sobre las que asentábamos nuestra existencia ha acabado teniendo
la pandemia. En épocas inciertas como esta es cuando se ponen en marcha el
ingenio, la capacidad del ser humano para adaptarse y seguir caminando, su
instinto de supervivencia, también sus miedos y ansiedades, el recuerdo mismo
de nuestra fragilidad, pero también de nuestras fuerzas y capacidades.
Lo que parecía imposible, distópico, ha ocurrido. Nos ha pillado con el paso
cambiado, y nos hemos enfrentado a ello con una mezcla de sorpresa y de in-
credulidad. ¿Quién, hace tan sólo unos pocos meses, pensó que nos confina-
ríamos en nuestras casas por un tiempo indefinido, dejando en suspenso el co-
tidiano discurrir de nuestros días? ¿Quién sospechó siquiera que acabaríamos
añorando las pequeñas oportunidades de felicidad que regaban nuestra vida?
Muchas cosas han cambiado ya, y otras muchas están por cambiar en el próxi-
mo porvenir, sin que aún tengamos una perspectiva adecuada para vislumbrar
la mayoría de tales cambios. No habrá nueva normalidad, sino otra cosa, a la
que seguramente acabaremos acostumbrándonos, porque los seres humanos
nos hacemos a casi todo.
Por el camino han ido quedado muchas personas, que nunca serán fríos núme-
ros o cifras de una insensible estadística, sino personas que amaron, vivieron,
consolaron, protegieron y lloraron con alguien; vidas truncadas cuya pérdida
numerosas familias han tenido que afrontar o están afrontando como pueden,
en una soledad física devastadora, que los profesionales de la salud han tratado
de compensar con inventiva, generosidad y compasión. Ejemplos de su tarea
y sacrificio no nos han faltado en estos dos meses. Ahí también hemos estado
los profesionales de la salud, cada uno desde su trinchera, pero dispuestos a
ayudar y a ser solidarios con quienes necesitaban ser acompañados en su su-
frimiento.
Hemos visto a muchos sacar lo mejor de sí mismos en este tiempo crítico, y a
unos cuantos, menos por fortuna, mostrarnos también la inconsciencia de los
desentendidos y la estupidez de los estultos.

4
La muerte de un ser querido, como señalaba Bowen, produce en los supervi-
vientes una onda emocional de choque que, como esos círculos que provoca
una piedra cuando se arroja a un lago de aguas tranquilas, tiende a provocar
unos efectos que solo se pueden valorar en períodos de tiempo más amplios.
La mal llamada vuelta a la normalidad o a la nueva normalidad (que si es nueva
no es normal, y si es normal no es nueva) será un proceso adaptativo y, como
tal, exigirá el paso del tiempo. Un tiempo diferente, subjetivo y personal. Pero
en la vida no tenemos todo el tiempo del mundo, sino solo el tiempo que vamos
viviendo. De pronto nos ha golpeado con fuerza el puñetazo de nuestra finitud,
de su valor y de su incertidumbre. Nuestro gran tesoro, el tiempo, del que de-
cía Séneca que no sabemos cuánto nos queda aún en la bolsa… De pronto se
ha quebrado también la idea misma de la normalidad, porque ahora sabemos
que ya no volveremos a algún espacio llamado normal, que era el que habitá-
bamos hasta que todo esto sucedió. Iremos a alguna parte, pero nunca atrás.
Aquel mundo que dejamos a nuestras espaldas ya no será el que empezaremos
a construir a partir de mañana.
En el caso de esta pandemia, la onda emocional de choque va a tener serias
repercusiones sociales, entre las cuales no será la menor la necesidad de reor-
ganizar muchas actividades de nuestra vida cotidiana, los desplazamientos, la
asistencia a eventos masivos, la compra de las vituallas, el turismo, la simple vi-
sita al médico y a los hospitales. Ya hemos perdido la confianza en nuestra invul-
nerabilidad y se ha hecho trizas la leyenda de que estas cosas no podían ocurrir
en países con alto nivel de vida. El enemigo invisible, una pequeña partícula, es
capaz de vencer al forzudo Goliat y matarnos impunemente, o dejar malparada
la economía y tronchar las oportunidades profesionales de toda una generación.
Como sucede en otros casos de pérdidas, necesitamos integrar cuanto venimos
padeciendo en un relato que otorgue sentido, que dé razón y coherencia a la
lucha y a la continuidad de los sobrevivientes. Siempre que hay pérdidas, suele
haber inesperadas ganancias y aprendizajes, pero veremos cuáles son. Desde
los más píos deseos, esperamos que el mundo se conciencie, que los valores
ligados a la solidaridad se impongan sobre el egoísmo más zaíno. En cierta me-
dida, esperamos que todo esto no esté siendo en vano, siquiera nos sirva para
aprender a valorar aquellas pequeñas cosas con las que contábamos como da-
das, como seguras y a la mano. De la pérdida surge, pues, la confianza en una
realidad mejor: el porvenir, lugar de esperanza.
Hacia él caminamos, estableciendo nudos y alianzas que desvelen con mayor
claridad nuestra naturaleza relacional. También nosotros, desde aquí, quere-
mos poner nuestro granito de arena, porque no hay esfuerzo que sea pequeño
ni compañía que no nos acompañe.
Javier Ortega Allué.
Director de Mosaico.

5
Desde la
presidencia

“Si no está roto, no lo arregles”; “Si algo funciona, hazlo más”;


“Si algo no funciona, haz algo diferente”
Steve de Shazer.

Quiero, ante todo, transmitir en mi nombre y en el de mi junta directiva, el más


sincero pésame a todas las familias que han perdido seres queridos en esta
pandemia. Esta situación ha hecho sufrir a mucha gente, y también ha puesto
de manifiesto la importancia de la ayuda psicológica, que, desde diferentes ám-
bitos, prestamos. La gente nos necesita, y la nueva realidad social que se ave-
cina va a provocar muchas necesidades que deberemos atender. Además, cla-
ro, de gestionar nuestras propias preocupaciones, tanto a nivel personal como
profesional.

Pero, si algo ha caracterizado siempre al enfoque sistémico, ha sido su capa-


cidad de adaptación a diferentes contextos y momentos históricos. Y especial-
mente su implicación y motivación hacia el trabajo con las personas más necesi-
tadas. No solo tenemos una visión que nos permite adaptar nuestro trabajo a las
demandas de cada persona en cada momento, sino que tenemos una motiva-
ción especial para prestar ayuda. Desde hace años, en cada congreso o en cada
jornada, y en las distintas actividades que se organizan desde cada asociación,
escuchamos a profesionales que desarrollan su trabajo ayudando a los demás,
en diferentes contextos: despachos privados, residencias de mayores, pisos tu-
telados, centros de mujeres, colegios, centros de discapacidad, salud mental,
servicios sociales, adicciones, etc. Pero, además, suelen ser profesionales que
creen lo que hacen y que no paran de mejorarlo. El compromiso profesional es
una de nuestras señas de identidad. Por eso este colectivo es y va a ser muy
importante en los próximos tiempos, y debemos estar, y estaremos, a la altura.

Desde la Junta Directiva de la FEATF hemos atendido las demandas de muchas


personas ante esta nueva situación. Por ello decidimos organizar algunas se-

6
siones de formación en intervención en crisis y en duelo. Por eso, creamos un
servicio de consulta y ayuda para profesionales aprovechando la ayuda y gene-
rosidad de supervisores y supervisoras. Por eso, hemos estado en contacto con
diferentes organismos e instituciones, y con otras asociaciones y federaciones; y
por eso, seguimos trabajando para ofrecer el mayor apoyo posible en los próxi-
mos tiempos.

Lamentablemente, quizás tengamos que posponer el Congreso de Terapia Fa-


miliar que se iba a celebrar en octubre en La Laguna, Tenerife. Pero solo será un
pequeño alto en el camino para coger fuerza y seguir avanzando. Nuestra acti-
vidad no para, pero debemos adaptarnos a las nuevas situaciones.

Yo también echo de menos los abrazos, la cercanía física con muchas perso-
nas, amigos, familiares, clientes y compañeros de este mundo terapéutico. Yo
también me emociono, y sufro, y lloro, y río y disfruto, y eso hace que esté más
motivada que nuca para seguir trabajando y consiguiendo, desde la FEATF, un
futuro mejor. Os animo a que lo hagáis también, y os doy mi apoyo y mi colabo-
ración. Somos algo grande y fuerte, una gran herramienta con la que seguir tra-
bajando. Y os recuerdo que, si algo funciona, hazlo más, y si algo no funciona,
haz algo diferente. Adelante.

Un saludo afectuoso.

Ana Caparrós.
Presidenta de la FEATF.

7
MOSAICO 75

La intensidad emocional
de las intervenciones
psicoterapéuticas (1)1.
Resumen.
Carlos Lamas Peris.
Este artículo versa sobre un aspecto técnico de la conducción Co-director del Centro
de la entrevista terapéutica: la intensidad emocional de las de Terapia Relacional y
Familiar de Tarragona.
intervenciones que pone en marcha el psicoterapeuta. La Dedicado al equipo
descripción de cinco niveles de intensidad pretende ser una guía de trabajo que formo
con María, Mar, Joan,
para que el profesional se permita elegir el grado emocional de
Marian, Sergi e Inés.
sus intervenciones: desde el mínimo nivel, el transgeneracional,
hasta el máximo nivel, lo que está sucediendo en la sala de 1
D ebido a su longitud, y de
terapia. Asimismo, el artículo propone relacionar este esquema conformidad con el autor,
el artículo se ha dividido
con diversas variables para aumentar la utilidad de la propuesta. en dos partes (N.E.)

Palabras clave.
Intensidad emocional, transgeneracional, conversación, alianza terapéutica.

8
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

Introducción.
Una pregunta frecuente que nos hacen a los psicoterapeutas, y nada fácil de
contestar, es la razón por la cual unas personas que sufren, encuentran alivio y
soluciones a su situación personal en una conversación con un psicoterapeuta.
Existen múltiples intentos de respuesta, para mí la más significativa es que los
humanos pensamos mejor en una buena compañía. ¿Qué hace el profesional
para que los clientes se sientan en buena compañía? Favorece una estructura
relacional que ordena el flujo de la conversación hacia la consecución de obje-
tivos comunes al ayudar a consensuar los temas a tratar y otros requisitos que
iremos viendo a lo largo de este artículo. Pero siempre esa conversación es res-
petuosa, al resaltar la competencia de todos los participantes en ámbitos diver-
sos: los clientes en sus propias vidas, los psicoterapeutas en su profesionalidad
y ambos en el proceso terapéutico. Pero la pregunta la podríamos reformular:
¿por qué pensamos mejor bien acompañados que solos? Porque la mente se en-
carna en el cerebro, pero el funcionamiento de la mente humana es individual
y, a la vez, supraindividual, ya que hay una parte de ella que se engarza con las
otras mentes compartiendo afectos, emociones y pensamientos. Pensamos me-
jor bien acompañados, nos “iluminamos”, llegamos a conclusiones y a acuerdos
que no imaginábamos antes de la conversación terapéutica. Esa es la magia de
la psicoterapia y la respuesta escueta a la pregunta del efecto de una conver-
sación sobre nuestras vidas. Pero también es cierto que el psicoterapeuta no
puede prever totalmente el efecto de la conversación sobre el cliente e incluso
sobre sí mismo. No es baladí que los grandes maestros afirmen que aprenden
en cada psicoterapia, ya que se generan elementos sorprendentes e imprevisi-
bles para ellos mismos.

Por otra parte, hay otros elementos que debemos tener en cuenta para com-
prender el efecto positivo de una conversación terapéutica:
• Ayuda que el profesional tenga una visión optimista de los seres humanos
para que convierta la conversación en una búsqueda esperanzada de re-
cursos, aceptando como desafíos y oportunidades las crisis habituales de
cualquier proceso de crecimiento y de aprendizaje (conocido como conno-
tación positiva, redefinición, coaching…).
• También es necesario conseguir un acuerdo consensuado entre los diver-
sos participantes para llegar a definir unos objetivos comunes (negociación,
mediación).
• Siempre favorece que los participantes en la conversación tengan un inte-
rés genuino en entender la posición del otro y en explicar la suya propia, pa-
ra que el otro la comprenda sin forzarse a llegar a un acuerdo ni a encontrar
una solución rápidamente (mentalización).
• Es fundamental que todos los participantes adopten las reglas del fair play,
un jugar limpio en el proceso terapéutico que se traduzca en un compromi-
so honesto y ético para aumentar la sensación de seguridad del contexto.

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MOSAICO 75

• E s bueno que todos deseen recibir y emitir consejos para compartir la sa-
biduría de la familia, que conoce bien a sus miembros, y los conocimientos
del profesional, que estudió en profundidad las razones de la conducta hu-
mana (psicoeducación).
• Sin duda, a los pacientes les ayuda sentir que el problema que les pertur-
ba fue sufrido por otros, que tiene un nombre, que pueden compartir las
consecuencias que tiene sobre ellos mismos, que pueden dejarse ayudar
e, incluso, pensar en que podrán ayudar a otros que están en la misma si-
tuación (universalidad, diagnóstico médico, psicológico y social, terapia de
grupo…).
• E s útil pensar que una relación terapéutica tiene algo que ver con una re-
lación de apego en la que las personas sufrientes pueden buscar consuelo
y desde la cual pueden volver a explorar el mundo y a sí mismos (una ba-
se segura).
• E s importante saber gestionar los recursos de la comunidad para que los
clientes no se sientan solos y constaten que hay otros individuos, profesio-
nales, organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que están
ahí para ayudar (gestión de recursos).

Encontrarán o se les pueden ocurrir más características, pero insisto en que


una conversación terapéutica es mucho más que todos los puntos anteriores, la
conversación terapéutica es la creación de un espacio intersubjetivo que gene-
ra una gestalt que es más que la suma de las partes. La intersubjetividad es la
magia, la imprevisibilidad creativa para todos los participantes.
No pretendo decir que el diálogo terapéutico sea una obra de arte que sólo se
consigue con la ayuda de un profesional. El diálogo terapéutico guarda similitu-
des con una conversación interesante que se produce en el marco de una rela-
ción de amistad profunda, o de una relación de pareja, o entre padres e hijos:
los participantes, comprendiéndose mutuamente, consiguen crear un espacio
intersubjetivo en dónde las mentes individuales se expanden y llegan a concebir
ideas, a experimentar emociones y afectos a los que no habrían llegado estando
solos. Pero también existe una clara diferencia: en una conversación profunda,
los participantes están en pie de igualdad. Sin embargo, en una sesión terapéu-
tica existe una diferencia básica en cuanto a responsabilidades y áreas de com-
petencia: los pacientes son expertos en su propia vida y participan de forma ac-
tiva en la conversación, mientras que los profesionales son los responsables de
que el diálogo sea constructivo para todos.
Pasemos ahora a describir el objetivo de este artículo, que es proporcionarle
un termómetro para medir la intensidad emocional de sus intervenciones, pa-
ra que así usted consiga modular emocionalmente la intervención teniendo en
cuenta diversas variables, como por ejemplo: el transcurso de la sesión, el tema
a tratar, el proceso terapéutico previo, el estado de la alianza terapéutica, … Va-
riables que se irán aclarando en el artículo. El punto crucial es que el terapeuta,

10
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

al escoger un tema para hablar, debe elegir con cuidado el momento en que de-
be ser tratado (al inicio de la sesión, en el transcurso de la misma, como final, a
partir de un ejemplo del cliente, de una intuición del terapeuta…) y debe elegir
la intensidad emocional que le da a esa intervención. Muchos de mis maestros y
yo mismo, ejerciendo de profesor, insistimos en que las meteduras de pata que
acaban con un tratamiento son raras (raras, pero posibles y fácilmente enseña-
bles, que no evitables), pero los errores más frecuentes que cometemos los tera-
peutas son los problemas en la elección del “tempo”. Equivocarse en el “tempo”
significa una mala modulación emocional de la intervención y una inapropiada
elección del momento para hablar de un tema. En este artículo nos referiremos
extensamente al primer apartado del tempo: la intensidad emocional de las in-
tervenciones psicoterapéuticas.
Para ayudarle a contextualizar este texto que usted está leyendo debe saber
que complementa a un artículo previo2: “De la esquizofrenia paranoide a unicor-
nio asustado disfrazado con piel de lobo. La supervisión de un caso”, en donde
el autor, junto a otros profesionales, exponía los diferentes tipos de redefinición
que se pueden realizar, desde el modelo relacional-individual, en función de la
disponibilidad y de la sensibilidad de los familiares y del paciente. Para relacio-
nar ambos textos, tomo prestado de “Psicoterapia de la personalidad borderli-
ne” de Clarkin et alia (1999), la definición de la técnica como la elección que
hace el terapeuta, momento a momento, durante la sesión, la táctica, como la
planificación de cada sesión, y la estrategia como la globalidad del tratamien-
to. En este sentido “De la esquizofrenia paranoide a…” es un artículo que versa
sobre la estrategia e “Intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéu-
ticas” se encuentra en el nivel técnico. El próximo, “Sobre la organización de las
sesiones” (en preparación), será sobre la planificación de las sesiones, el nivel
táctico, que completará la trilogía.

Recomendaciones de lectura.

En el artículo, al final de cada apartado, aparecen unas recomendaciones de


lecturas en donde se citan autores y textos con un breve comentario para orien-
tar una profundización. La pretensión es estimular la curiosidad del lector a la
vez que le evita los paréntesis en el texto.
En estos párrafos iniciales, conversación implica comunicación. Existe comu-
nicación verbal y no verbal, comunicación explicita e implícita, que se refieren
biológicamente a hemisferio dominante y no dominante. Mi consejo será que re-
visen el maravilloso texto fundacional “Teoría de la comunicación humana” de P.
Watzlawick et al (2009). Cuando hablamos de comunicación humana lo hace-
mos desde el nivel de las neuronas espejo (véase el honrado libro de M. Amma-

2
REDES. Revista de Psicoterapia Relacional e Intervenciones Sociales, nº 30, abril 2014, pp. 57-90. Barcelona.

11
MOSAICO 75

niti y V. Gallese, en el que frena el entusiasmo de una explicación biológica de la


comunicación humana) hasta el nivel interpersonal de la cooperación humana
(lo mejor que he leído sobre el tema es “Unicamente umano” de M. Tomasello3
(2014). O sea que la reflexión sobre una conversación terapéutica va más allá
del análisis lingüístico ya que debemos tener en cuenta los aspectos implícitos
por los que los participantes se conectan a través del hemisferio derecho para
corregularse emocionalmente. Sobre este último asunto. A. Schore es el autor
de referencia, pero les recomiendo a un alumno suyo cuyo libro, traducido al
castellano, “Teoría de la regulación del afecto: un modelo clínico” de D. Hill y
Schore (2019) es mucho más ameno.
Para profundizar sobre el encuentro entre el psicoterapeuta y su paciente es
interesante el primer capítulo del libro “Trabajando intersubjetivamente. Con-
textualismo en la práctica psicoanalítica” de D.M. Orange et al. (2012) como
planteamiento que va más allá de la metacognición detalladamente, explicado
en “Los trastornos de personalidad” de A. Semerari et al. (2008) y de la menta-
lización, genialmente razonado por A. Bateman y P. Fonagy en el “Tratamiento
basado en la mentalización para trastornos de la personalidad” (2016). Los tres
textos anteriores se refieren a un encuentro diádico, en el marco de una psico-
terapia individual. En el campo de las intervenciones con familias el libro “Sis-
tema familiari e mentalizzazione” de M. Cacioppo et al. (2017) es una buena
introducción al pensamiento conjunto de una familia y de un terapeuta, pero es
muy básico para alguien formado en la tradición sistémica.

Imagen del texto.


Supongamos que un proceso terapéutico es un viaje en coche en el que vamos
terapeuta y paciente o terapeuta y pareja o familia. En el caso de la terapia in-
dividual, los dos protagonistas van sentados delante y ambos tienen volante y
pedales para acelerar y frenar, como un automóvil de autoescuela. En el asiento
de atrás pueden ir los miembros de la familia, los amores, los amigos…, o es-
tar vacío.
Si el viaje es el proceso terapéutico con una pareja, el tema de la distribución
de los actores dentro del vehículo se complica. La pareja pude sentarse delante
y el terapeuta da instrucciones, sugerencias y consejos desde el asiento trase-
ro, pero, a veces, deben intercambiarse los papeles y el terapeuta conduce cual
taxista escogiendo la ruta, mientras la pareja se instala en el asiento de atrás e
indica el lugar de destino.
En el caso de la terapia familiar, el tema del reparto de los asientos se torna
todavía más complejo. La propuesta más sencilla es la terapia familiar cuando el

3
En español hay una versión titulada Una historia natural del pensamiento humano. Ediciones Uniandes-Universidad
de los Andes.

12
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

paciente es el niño. Ahí los papás conducen y el terapeuta se sienta al lado de


los niños en el asiento trasero haciendo de altavoz de las necesidades infantiles
y de las aportaciones de los hijos, a la vez que va conversando con los padres
sobre el trayecto a seguir.
Si el adolescente es el paciente identificado, la tensión suele aumentar. El chi-
co quiere sentarse junto a los adultos, aunque sepa que su lugar natural es de-
trás y, a veces, muchas veces, se niega a subir al coche.
Cuando el paciente es un joven adulto es necesaria más flexibilidad. En oca-
siones, la familia viaja junta, otras veces los padres se quedan en casa y el joven
va adquiriendo confianza compartiendo la conducción con el terapeuta.
Ahora volvamos a la metodología de conducción: hay volantes, aceleradores
y frenos en la parte delantera, a los que tienen acceso los conductores, sean
miembros de la familia o sea el terapeuta. También hay una palanca para el
cambio de marchas, a la que el terapeuta tiene un acceso privilegiado. La pa-
lanca de cambio sería la intensidad emocional de las intervenciones del profe-
sional. En subidas, atascos, arranques…, pondrá primera (el nivel A) para pasar
rápidamente a segunda (el propio proceso terapéutico) e instalarnos en tercera
(la cotidianeidad). Alguna vez, haremos una incursión en la cuarta marcha (la
historia). Raras veces, durante una terapia, la conducción es tan plácida como
para conducir en quinta marcha (el nivel transgeneracional, cultural…). El viaje,
en un proceso terapéutico, suele ser por una carretera secundaria, donde hay
curvas, desniveles pronunciados, baches... de ahí, que debamos ser hábiles
con el cambio de marcha.
He optado por colocar un terapeuta en vez de un equipo de profesionales y
la red de intervención. Hubiera necesitado un autobús o un ferrocarril, con el
inconveniente de que la imagen se diluyese. Aunque, en un autobús, cabrían
los abuelos, la familia extensa y otros actores de diferentes ámbitos sociales que
son imprescindibles, tantas veces, para el buen desarrollo de los viajes compli-
cados.

La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas.

El psicoterapeuta pretende que una sesión se deslice armoniosamente entre


niveles de diferente intensidad emocional para conseguir tejer una conversa-
ción provechosa y fructífera, en la que los clientes colaboren de forma activa.
Por ejemplo, en ciertos momentos, la intensidad emocional de las intervencio-
nes debe ser máxima para subrayar los logros y ayudar a mejorar la respuesta
de los pacientes frente a las situaciones problemáticas para, después, ir a una
intervención más ligera emocionalmente, que permita un reposo, un cierto res-
piro, a todos los participantes en la conversación. De forma similar a como una
conversación entre personas significativas fluye, ya que intuitivamente realizan
variaciones en la intensidad emocional del diálogo. Dicho en otras palabras, no

13
MOSAICO 75

podemos conversar una hora sobre intimidades profundas, sino que vamos in-
tercalando momentos de humor, de nimiedades o de breves interrupciones co-
mo ir a buscar un vaso de agua. La idea de este artículo es: ¿cómo conseguir
que la conversación terapéutica evite “agotar” a los participantes por ser dema-
siado intensa emocionalmente, a la vez que prevenir que el diálogo no caiga en
una relación banal, como si estuviéramos tomando el té de las cinco?
Los cinco niveles de intensidad emocional de las intervenciones listados de
mayor a menor intensidad emocional se encuentran representados en la figu-
ra 1 y son:
Nivel A.- L o que sucede en la sesión, desde lo que ocurre entre los miembros
de la familia hasta la interpretación de la transferencia y la utiliza-
ción de la contratransferencia del terapeuta.
Nivel B.- Del proceso terapéutico.
Nivel C.- De las relaciones actuales del/de los paciente/s en su mundo actual.
Nivel D.- De la narración histórica de los clientes.
Nivel E.- Del nivel transgeneracional.

Estos cinco niveles los subdividimos en dos: el referido al espacio y al proceso


terapéutico (los dos primeros) y lo externo a la sala de terapia que serán el nivel
C, D y E, lo que nos facilita dividir el artículo por una cuestión de edición. La pri-
mera parte se publica en este número 75 de Mosaico; y la segunda, en la próxi-
ma entrega de la revista.

Figura 1. Los diferentes tamaños reflejan la frecuencia del uso de las intervenciones
(siendo Carlos Lamas, en 2019, el terapeuta).

14
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

Veamos un ejemplo: en una sesión conjunta a la que asisten padres e hijo, el te-
rapeuta se encuentra en la situación en que un padre recrimina ásperamente a
su hijo. El profesional puede modular su intervención a cualquiera de los cinco
niveles emocionales, que a continuación son presentados en orden de crecien-
te intensidad emocional:

• Nivel E, transgeneracional: el terapeuta redefine la situación como una en-


señanza del padre hacia su hijo que se remonta a cómo los adultos son
respetados en la historia de la propia familia de origen del padre.

• Nivel D, de la historia individual: el terapeuta enfatiza cómo el padre honra


a su propio padre, copiando su forma de crianza.

• Nivel C, de las relaciones actuales: el terapeuta señala cómo el padre com-


pensa la excesiva sobreprotección de la madre y empuja al hijo a que to-
me sus propias decisiones.

• Nivel B, del proceso terapéutico: el terapeuta apunta hacia que el padre


se puede sentir frustrado ya que los acuerdos que se tomaron en la sesión
anterior no se respetaron.

• Nivel A, de la relación clientes-psicoterapeuta en el momento actual: el


terapeuta, a pesar de entender todo lo anterior y teniendo en cuenta el
lenguaje corporal y el tono de voz que acompaña a la recriminación, elige
mostrar el desconcierto y el miedo de la madre y del hijo, que quizás es
compartido por el padre y también por el propio terapeuta.

El profesional opta conscientemente por un nivel u otro de intervención o, más


frecuentemente, es una elección basada en una memoria procedimental implí-
cita –no consciente-, fruto de un aprendizaje y de una interiorización de la téc-
nica psicoterapéutica. Si la decisión del profesional es intuitiva (no consciente),
le será más fácil explicar las razones de su elección a posteriori, (por ejemplo,
viendo la grabación de la sesión) que si interrumpiéramos la sesión y le pregun-
táramos, en ese mismo momento, porqué escogió un determinado nivel.
Acabado el ejemplo, volvamos al objetivo de este artículo: facilitarle herra-
mientas conceptuales para que usted pueda dosificar la intensidad emocional
de sus intervenciones terapéuticas y así lograr una relación terapéutica fluida.
Si intervenimos basándonos principalmente en hacer explícita la contratrans-
ferencia y lo que está pasando en sesión (nivel A) como herramienta principal,
promocionaremos una relación demasiado intensa entre paciente y profesio-
nal, lo que perturbará la alianza terapéutica. Es útil este tipo de intervencio-

15
MOSAICO 75

nes, pero en pequeñas dosis; más útil en sesiones individuales que familiares,
y más hacia la fase intermedia y final que al inicio de la psicoterapia, impres-
cindible en el manejo de las rupturas de la alianza terapéutica…, por tanto,
utilizaremos prudentemente las intervenciones del nivel A; si no, más que una
experiencia psicoterapéutica será como montar en una montaña rusa. Mucho
rato, marea.
En contraste con lo anterior, si realizamos una psicoterapia basada en inter-
venciones a nivel transgeneracional (nivel E), nuestra intervención se asemejará
a una investigación arqueológica dónde las emociones se diluirán en beneficio
de una comprensión racional. Por ejemplo, construir árboles genealógicos tiene
un tinte de orden y pulcritud por los detalles (nombres, fechas…), que nos re-
cuerda a dibujos inmaculados que, una vez enmarcados, languidecen en el pa-
sillo enmoquetado de alguna casa. El nivel transgeneracional favorece la aproxi-
mación cognitiva y el ritmo pausado. Puede ser la mejor forma de intervenir en
el transcurso de un proceso psicoterapéutico o un síntoma de pereza o de exce-
so de prudencia del profesional. Navegar durante mucho tiempo, a nivel trans-
generacional, produce somnolencia. Completando este punto: yo siempre reco-
miendo a los alumnos que hagan los genogramas a mano y no con el GenoPro,
así se les puede ir añadiendo símbolos o informaciones de forma más sencilla
a medida que la intervención va avanzando. El genograma, como la historia de
los clientes, no se realiza una vez, sino que se va rehaciendo durante toda al
proceso terapéutico.
Para acabar esta introducción, permitan que traiga a colación mi faceta do-
cente. Mis alumnos leen mis artículos cuando se encuentran en proceso de es-
critura y me proporcionan muchas ideas con sus comentarios. Respecto a és-
te, tienen dificultades en entender que es más intenso emocionalmente hablar
de la pelea conyugal que ocurrió ayer (nivel C), que conversar sobre la historia
del sujeto esperando encontrar una explicación a su comportamiento autoritario
cuando ejerce de padre (nivel D). En el respaldo de mi teoría cito las lágrimas
derramadas en la sala de terapia, al recordar la discusión de pareja, pero tam-
bién es cierto, como bien argumentan mis alumnos, que la comprensión de las
razones históricas del estilo autoritario del padre, del ejemplo anterior, puede te-
ner el efecto de un terremoto emocional y cognitivo que se traducirá en cambios
conductuales a corto y medio plazo. Para incorporar esas ideas de los alumnos,
la solución que propongo es diferenciar la profundidad de la intensidad. En es-
te artículo se habla más de intensidad emocional de las intervenciones que no
de la profundidad de la respuesta, por parte de los clientes, a las intervenciones
del profesional. Por tanto, mi argumento está construido desde el punto de vista
del profesional y de sus posibles elecciones. La profundidad de la respuesta del
paciente a la intervención del profesional es debida a la conexión que establezca
entre su vivencia en el contexto terapéutico con experiencias actuales, pasadas
y futuras de su vida, pero es más previsible para el técnico si éste modula emo-
cionalmente su intervención.

16
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

Nivel A de intensidad emocional de las intervenciones: sobre lo que sucede


en la sala y en la relación terapéutica en la sesión actual.

Las intervenciones de mayor intensidad emocional se basan en lo que sucede en


la sala entre el/los clientes y el profesional/el equipo terapéutico. Empezaré por
un extremo del continuum: la transferencia y la contratransferencia, para com-
pararla con el concepto de isomorfo relacional, y acabaré hablando de las rela-
ciones entre los diferentes miembros de la familia y con el profesional en sesión.
Iniciemos con la vivencia del terapeuta en el aquí y ahora de la sesión, con el
paciente o con la familia, y de la interpretación de la transferencia y del uso de
la contratransferencia. Para empezar, trasladamos los conceptos al lenguaje sis-
témico. La transferencia sería el paciente actuando sus isomorfos, modelos rela-
cionales aprendidos en el pasado (y confirmados en el presente), que se alma-
cenan en la memoria implícita trasladándose a la relación paciente-terapeuta.
En la teoría del apego, esos modelos relacionales reciben el nombre de Modelo
Operativo Interno.
A nivel técnico, la transferencia y la contratransferencia se utilizan preferente-
mente en el marco de la psicoterapia individual con una fuerte alianza terapéu-
tica. En términos de la teoría del apego, la relación terapéutica con una sólida
alianza de trabajo sería la combinación de un refugio seguro al que el paciente
podría acudir en momentos de malestar para encontrar un consuelo y poder po-
ner palabras a lo que le está sucediendo, y de una relación que, en otros mo-
mentos es una base segura, desde donde el cliente puede explorar el mundo
relacional externo, su mundo propio y la relación entre ambos. Esta relación te-
rapéutica proporciona en sí misma un lugar de aprendizaje en el que se puede
analizar la transferencia del paciente hacia el terapeuta, así como su respuesta
complementaria, la contratransferencia del terapeuta, replicándose, reactuán-
dose la relación original: un círculo vicioso entre paciente y profesional, en el
aquí y ahora de la relación terapéutica. Círculo vicioso que se puede convertir
en virtuoso al ser identificado y explicitado por paciente y psicoterapeuta. Lo an-
terior debe ir acompañado de una propuesta de alternativa relacional que el pa-
ciente podrá experimentar en el marco seguro de la terapia para después pasar
a replicarla en sus relaciones significativas.
Veamos un ejemplo: el paciente fue y sigue siendo humillado repetidamente
por su padre al que respondió y responde con una sumisión cargada de resen-
timiento y hostilidad hacia el progenitor, no encontrando otra forma de rebelión
que la posición pasivo-agresiva: el auto-boicoteo (mostrarse perezoso en los es-
tudios, descuidarse físicamente, abandonar proyectos en los que es exitoso…),
la auto-humillación (recriminarse, culpabilizarse…) y humillando a los otros. Es
probable que traslade a la relación terapéutica esa estrategia relacional con ac-
tuaciones como llegar tarde a las sesiones, no perseverar en estrategias que se
demostraron exitosas, minimizar los logros propios y de la psicoterapia, mos-
trarse desdeñoso con el terapeuta desde una posición políticamente correcta.

17
MOSAICO 75

El terapeuta se sentirá empujado a exigir coherencia y esfuerzo, dudando de la


capacidad intelectual del paciente y pudiendo acabar dando rienda suelta a la
rabia que siente, hasta llegar el extremo de proponer el final de la terapia. La re-
lación entre el paciente y el padre se repite, se traslada, se transfiere, a la rela-
ción terapéutica, empujando a comportarse el profesional como el padre, o sea,
humillando al cliente. Y así, el destino impone su fuerza y el Modelo Operativo
Interno del paciente será reforzado por la experiencia terapéutica.
Este isomorfismo quiebra la alianza terapéutica y para restablecerla, el tera-
peuta debe intervenir de forma secuencial. De mayor a menor intensidad sería:

Primer paso: el profesional se responsabiliza de la relación: “En estas últimas


sesiones creo percibir en usted una cierta desgana, una falta de entusiasmo.
¿He hecho algo que usted haya interpretado como una falta de respeto o de
interés por mi parte hacia usted?” Una intervención de intensidad emocional
de nivel B, del proceso terapéutico.

Si con la respuesta del cliente, el terapeuta juzga que no se ha restablecido


la alianza, realiza el segundo paso “¿Es que alguien está juzgando negativa-
mente su empeño en realizar esta psicoterapia?” Entre los niveles B, el pro-
ceso terapéutico, y el nivel C, las relaciones actuales del paciente. Un poco
menos intenso que el anterior.

Si no hay éxito, ejecuta el tercer paso, siguiendo bajando la intensidad emo-


cional, pasamos al nivel C, las relaciones actuales del paciente “¿Ha pasado
algo en su vida que explique esa poca energía?”

Si el técnico sigue valorando como ineficaz la restauración de la alianza,


juega su última carta, aumentando la intensidad emocional utilizando sus
propias emociones (self-disclosure): “Siento en mí una emoción muy des-
agradable, una mezcla de rabia y pena, que me impiden comprenderle, que
hace que me sienta muy lejano de usted. Estas emociones me hacen supo-
ner que usted me ve como alguien que le exige, que no reconoce sus logros,
que, en definitiva, lo está humillando –y nada está más lejos de mis inten-
ciones-. Me gustaría saber su opinión sobre mis emociones y si se corres-
ponden con sus propias sensaciones sobre lo que está pasando entre noso-
tros”. El profesional debe tener paciencia y facilitar una respuesta que puede
tardar en llegar. Es el último cartucho para recuperar la alianza terapéutica.

Acabado este ejemplo, intentaré explicar la diferencia entre los conceptos de


isomorfos relacionales y de transferencia y contratransferencia. La transferencia
y la contratransferencia se refieren a relaciones diádicas y los isomorfos relacio-

18
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

nales se remiten a relaciones triádicas. Comparemos el isomorfo de la relación


triádica de víctima, verdugo y salvador del triángulo dramático (S. Karpman,
1968) respecto a la relación pasivo-agresiva de la relación padre e hijo del ejem-
plo anterior. Para completar el isomorfo debemos añadir a la madre y su relación
con su marido. Podemos hipotetizar que la posición de la madre en la relación
conyugal se coloca en el universo pasivo-agresivo y ella no valoró ni valora a ese
hijo como digno y capaz para establecer una coalición con él para enfrentar el
padre. Si la madre se hubiera apoyado en el chico, éste hubiera enfrentado al
padre de una forma activa y no a través de una posición pasivo-agresiva. Para
confirmar esta hipótesis debiéramos encontrar una posición similar del joven en
el proceso terapéutico. Tampoco la madre sublimó a ese hijo volcándose en sus
logros ya que, en ese escenario, el chico hubiera desarrollado unos rasgos de
carácter narcisista que hubieran hecho despreciar al padre y por extensión, al
proceso de terapia. El isomorfo de este último caso, si nos apoyamos en el trián-
gulo dramático, es el padre como verdugo, la madre como víctima y el hijo co-
mo salvador. En las dos últimas configuraciones relacionales podemos suponer
que el chico adopte el papel de caballero andante bajo el manto del narcisismo
o de la psicopatía; pero, en el primer ejemplo, el papel de salvador es negado
por la madre y el hijo no puede transmutarse en un caballero andante, sino que
tan solo le queda el rol de bufón. Ahora trasladamos lo anterior a la relación tera-
péutica. En el esquema transferencia-contransferencia, la posición hacia la que
el terapeuta es empujado es a la repetición de la actuación del padre: la humi-
llación desdeñosa, pero bajo el concepto de isomorfismo se amplían las posibi-
lidades del terapeuta: a) puede replicar la posición de la madre más marcada
por la ignorancia, por la negligencia y por la desconfirmación y b) puede copiar
la posición de la esposa en la relación conyugal que, a ojos del hijo, es la vícti-
ma desdeñosa. La conclusión es la combinación de transferencias en donde el
paciente vive al terapeuta como padre humillante (como verdugo), como madre
distante (otra clase de verdugo) y como esposa (víctima desdeñosa). ¡Imagíne-
se la contratransferencia del profesional! Nadie dijo que la psicoterapia de los
sujetos pasivos-agresivos fuera fácil. El mismo ejercicio lo puede realizar usted,
querido lector, con el supuesto del narcisismo y la psicopatía.
Pongamos otro ejemplo más rocambolesco para profundizar sobre la idea de
que el isomorfismo va más allá de las díadas. Estamos en una situación de su-
pervisión de dos terapeutas que realizan dos terapias individuales simultáneas
a una pareja. Nos centraremos en la señora, que es la hermana mayor de una
fratria de dos. Su hermano pequeño nace cuando ella tenía tres años y es diag-
nosticado de una enfermedad autoinmune que requiere toda la atención de la
madre, por lo que ella se siente abandonada e ignorada por aquella. El padre,
persona distante e idealizada por la paciente, no consiguió ni consigue cubrir el
hueco dejado por la madre.
Los pacientes iniciaron dos veces una terapia de pareja, que ella abandona
por sentir que el terapeuta le da la razón a su compañero. Hace un año inician

19
MOSAICO 75

dos terapias individuales en paralelo en la que ella está constantemente exigien-


do a su terapeuta un trato igualitario en lo que se refiere a frecuencia y duración
de las sesiones respecto al terapeuta individual del marido. Lo anterior promue-
ve que la paciente esté más centrada en la “justicia” entre terapias que en su
crecimiento individual.
Como ven, en este ejemplo el análisis diádico es útil, la relación de la paciente
con su madre, pero se debe complementar con un análisis triádico, la relación
de la paciente con su madre, con su hermano y la relación entre ambos, para
entender las emociones de la paciente y así poder intervenir sin repetir al infi-
nito el isomorfo. La tríada que hemos presentado debe ser completada por otra
tríada; la relación madre-padre-hermano. La combinación de las dos tríadas nos
permite conceptualizar las relaciones entre cuatro miembros, dibuje cuatro tría-
das y así nos permite comprender las razones y emociones de la señora que es-
tá más pendiente de la relación del terapeuta individual con su marido que de la
relación de su terapeuta con ella. Resumiéndolo mucho, la paciente mantiene
una relación insatisfactoria con un padre distante (su propio terapeuta) y envidia
la relación de la madre con su hermano (la terapia de su marido). Los terapeutas
consiguen, con estas indicaciones del supervisor, desbloquear el proceso tera-
péutico al debatir conjuntamente con la pareja las hipótesis, para así poder con-
tinuar un proceso de crecimiento en donde combinan sesiones individuales y
de pareja. El esquema se dibuja de la siguiente manera: Puede usted dibujar la
tres triadas que comparten padre, madre, paciente y hermano menor. Después
coloque al terapeuta del marido al lado de la madre, el terapeuta de la paciente
cerca del padre, al marido acompañando al hermano menor y mantenemos a la
paciente en su sitio. Utilizamos la máquina del tiempo y retrocedemos hasta la
infancia de la señora (Véase la figura 2). Podemos utilizar el dibujo como instru-
mento terapéutico y mostrarlo a la señora (en presencia y ausencia del marido)
y pedirles sus opiniones. Es una intervención que mezcla los niveles de intensi-
dad emocional máxima con el nivel histórico, el nivel C, dentro del esquema de
intervenciones que se mostrará posteriormente, lo colocaríamos como una téc-
nica dirigida a aumentar la sabiduría de los clientes y alejada de las técnicas de
control de síntomas.
Acabo con la comparación entre los conceptos de transferencia y contratrans-
ferencia respecto a los isomorfos relacionales con un apunte histórico: los psi-
coterapeutas sistémicos nacieron con un modelo hiperrelacional en oposición
al modelo hiperinidiviual del psicoanálisis clásico freudiano. No fue hasta la dé-
cada de los ochenta que fue necesario revisar ese mito fundacional para incor-
porar al individuo. El equipo de Milán, liderado por Mara Selvini-Palazzoli, en su
libro “Los juegos psicóticos de la familia” (1990) introdujo la metáfora de los jue-
gos para devolver al individuo al mismo nivel que las relaciones como constructo
necesario para comprender a los humanos. La teoría que permitió profundizar
en esa combinación individual-relacional fue la teoría del apego, con lo que se
tendieron puentes hacia el modelo psicoanalítico.

20
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

Figura 2. Esquemas triádicos.


1º esquema. La triada original, construida desde el punto
de vista de la madre, en dónde la madre intenta mediar
entre la relación conflictiva de ambos hijos:

2º esquema. La triada original (cuando el paciente tiene 7


años, aunque se mantiene en el tiempo y hoy día todavía
se encuentra vigente) desde el punto de vista de la hija:

3º esquema. Con cuatro personajes, seguimos en la infan-


cia de nuestra paciente, surgen 4 tríadas:

Tenga en cuenta, querido lector, que el padre se encuen-


tra en una posición periférica, o sea que las valencias po-
sitivas de la relación del padre con los hijos son más dé-
biles que las valencias de la relación con la madre. Es un
padre que se lleva bien con todos, pero poco implicado en
la crianza y que es progresivamente desidealizado por los
hijos a medida que éstos crecen.

4º esquema. El isomorfismo del segundo esquema con el


primer terapeuta de pareja:

5º esquema. El isomorfismo del tercer esquema con los


dos terapeutas individuales que ocupan los lugares de los
padres. Según la señora, su terapeuta individual tiene me-
nor valor que el terapeuta del marido.

Excepto el primer esquema que está construido suponien-


do la vivencia de la madre de la paciente, los otros esque-
mas se construyen a partir de los ojos de la hija, F1, que
después pasa a ser la esposa.

21
MOSAICO 75

Vayamos concluyendo este tema, en una sesión de terapia familiar conjunta, la


contratransferencia y la transferencia es utilizada muy raramente con el objeti-
vo con el que se usa en la sesión individual, ya que es más sencillo señalar las
relaciones actuadas por parte de los diferentes miembros de la familia, que son
un buen resumen de la historia y del presente familiar. En la terminología sisté-
mica, es la construcción del círculo vicioso y virtuoso con material que se pro-
duce en la sala.

Ejemplo: “Cada vez que te pregunto, miras a tu madre. Me parece que estás
muy atento para no molestarla con tus declaraciones, pero no sé si es una ac-
titud genuina tuya o si estás copiando la postura de tu padre. Recuerdo que
tu padre nos explicó que, desde el inicio de la relación con su esposa, acu-
dió al rescate de una dama frágil a la que cuidó y sigue cuidando”. Con esta
afirmación suele ser suficiente, pero si quieren aumentar la intensidad emo-
cional de la intervención añadan la transferencia hacia el terapeuta: “Incluso
yo me siento tratado por ti con mucho cuidado, creo que siempre mides tus
palabras para no ofenderme o lastimarme, para así hacerme sentir bien co-
mo terapeuta”. Si quieren aumentar más la intensidad añadan la contratrans-
ferencia: “Curiosamente tu actuación protectora produce en mí una apatía,
una desgana y me inactiva como profesional, al hacerme sentir lejos de ti. Me
siento como una caricatura de mí mismo, como si fuera una marioneta. ¿Es
algo nuevo lo que estoy contando o también te ha pasado a ti? ¿O quizás le
ha pasado a usted, señora madre?” Acaben cualquiera de las intervenciones
anteriores bajando la intensidad emocional: “No sé si es útil lo que les digo.
Quizás decidamos entre todos que mejor olvidamos estas palabras mías, pe-
ro ¿podríamos hablarlo un momento? Me gustaría conocer sus opiniones”. Mi
opinión es que añadir la transferencia hacia el terapeuta puede ser útil, pero
el comentario sobre la contratransferencia suele confundir más que ayudar.

Volviendo a un ejemplo más sencillo, y para entender la diferencia de intensi-


dad emocional entre los niveles A, lo que sucede aquí y ahora y el nivel C, lo
que sucede entre sesiones, en la vida de la familia: si les pedimos a un padre
y a un hijo en disputa que lleguen a un acuerdo sobre el tema de los horarios,
podemos proponerles una conversación en la sesión en presencia de la madre
y del terapeuta –nivel A- o les podemos pedir que programen un encuentro en
privado, en el tiempo entre sesiones –nivel C-. Es más potente emocionalmente
el hacerlo aquí y ahora -con el terapeuta en función de notario y la madre como
testigo- que conversarlo en casa. Una aclaración al punto anterior: que una in-
tervención sea más potente emocionalmente no significa necesariamente que
sea mejor. Es función del terapeuta decidir el nivel emocional adecuado a ese
momento del proceso terapéutico y a esa familia particular.

22
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

Recomendaciones de lectura.

Para entender el isomorfo como construcción triádica es imprescindible leer el


artículo de H. Ch. Fishman: “La familia como fuga”. De paso, repasarán con pla-
cer los mitos griegos y hebraicos. Lo encontrarán en el libro El cambio familiar:
desarrollo de modelos (1988) compilado por H. Ch. Fishman y B. L. Rosman.

Una identificación de la contratransferencia y su utilización en el proceso tera-


péutico a través de self-disclosure la encontrarán magistral y brevemente des-
crita por I. Yalom, en El don de la terapia (2002). Para una introducción más
general y asequible, lean el capítulo ocho de La alianza terapéutica de Friedlan-
der, Escudero et al. (2009) y el capítulo 3 de La alianza terapéutica de Safran
et al. (2005). Para deleitarse leyendo opten por el artículo “La transferencia” de
A. Sorrentino (2006).

Para comprender el concepto de identificación proyectiva y el significado del


enactment y su utilización en el proceso terapéutico, diríjanse al psicoanálisis
relacional. Una buena puerta de entrada es Más allá de Freud de S. Mitchell y
M. Black 2004).

Para comprender la diferencia entre resonancia y contratransferencia diríjanse


a Entrar en terapia (2018) donde, de forma breve y clara, lo explican S. Cirillo,
M. Selvini y A. Sorrentino.

Respecto al otro tema tratado en este apartado: la reintroducción del individuo


en el modelo sistémico es iniciada por el equipo de Milán liderado por Mara
Selvini-Palazzoli, en su libro Los juegos psicóticos de la familia (1990). Un li-
bro posterior Muchachas anoréxicas y bulímicas (1990) profundiza el tema in-
dividual al describir los diferentes tipos de personalidad de las pacientes. Para
conseguir una síntesis satisfactoria entre el modelo relacional y el individual, el
equipo de Milán se apoya en la teoría del apego. Si quieren repasar textos de su
fundador, J. Bolwby. les recomiendo sus conferencias recogidas en Una base
segura (1989) que es un libro más ameno que su monumental trilogía.

Para acabar, una aclaración sobre “el aquí y el ahora” ya que tiene significados
diferentes, según el modelo epistemológico de referencia. La terapia psicodiná-
mica basa su intervención en la transferencia y la contratransferencia, en la re-
lación paciente y analista (en este artículo, el nivel A). Un buen libro es Psicote-
rapia basada en la trasferencia de Yeomans el al. (2016). En cambio, “el aquí y
el ahora” de la tradición sistémica se refiere a las relaciones actuales del pacien-
te (el nivel C). En los inicios del modelo sistémico, este diferente significado era
una crítica al psicoanálisis, al que se acusaba de historicista y de escarbar en
el pasado, contraponiéndolo al, entonces, moderno concepto de equifinalidad,

23
MOSAICO 75

que afirma la importancia del proceso en sí mismo más allá de sus orígenes. Di-
cho en otras palabras, diferentes inicios pueden llevar al mismo resultado, por lo
que las relaciones familiares actuales resumen en sí mismas la historia familiar.
Esta última posición es defendida en el texto clásico de S. Minuchin Familias y
terapia familiar (1977).

Nivel B de intensidad emocional de las intervenciones: sobre lo que sucedió


en el proceso terapéutico.

El nivel B de intensidad emocional de las intervenciones consiste en tomar in-


formaciones de sesiones pasadas (o en intervenciones hechas por otros profe-
sionales) y traerlas a la sesión actual. La forma más sencilla sería como las inter-
venciones a nivel A que hemos descrito, pero en diferido, ya sea escribiendo un
email entre sesiones o realizando una intervención en la sesión posterior.

Por ejemplo, en forma de email:


“Apreciado señor Juan:
Cuando usted se fue, mi mente seguía dándole vueltas a lo que había ocurri-
do en la sesión. Notaba un sabor agridulce. Por una parte, me pareció muy
interesante porque conseguimos entender y planificar xxxxxx, pero no tuve
en cuenta ni valoré positivamente sus logros entre sesiones. Creo que esta
cicatería mía se asemeja mucho a la actitud que me describe que su padre
tenía, y todavía tiene con usted, quien, a pesar de sus continuos éxitos, no le
expresa ni reconocimiento ni admiración. Entonces usted vuelve a la casilla
de salida, imponiéndose metas más altas para así intentar lograr ese reco-
nocimiento y admiración que tanto desea. Me gustaría, si lo considera con-
veniente, empezar la próxima sesión por este tema para que encontráramos
una posible salida a este dilema sin fin: usted logra algo, su padre lo recibe
con indiferencia, usted se frustra y se impone metas más altas que tampoco
obtienen el reconocimiento paterno. Esta espiral lo deja agotado y no puede
invertir sus energías en proyectos actuales: buscar una pareja, descansar,
entusiasmarse por un cambio de trabajo…
Atentamente,
Carlos Lamas”.

La misma maniobra se puede hacer también en forma de declaración al empe-


zar la sesión. Es una intervención que, al diferirla, disminuye su intensidad res-
pecto a realizarla en el momento que están ocurriendo los hechos. (En “Golpear
en hierro frío” (2002) de I. Yalom aboga por utilizar esta “paradinha”). A veces,
las razones de escoger este nivel de intensidad emocional es la explicada en el

24
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

email, el terapeuta se queda pensando sobre su malestar y al encontrar una ex-


plicación y poner palabras en un email suspira aliviado, ya que ha transformado
su inquietud en una aportación al proceso terapéutico. Esta maniobra de elabo-
ración por parte del terapeuta suele tener el efecto beneficioso de consolidar la
alianza terapéutica, al fortalecer la conexión emocional, ya que el paciente sien-
te que el terapeuta invierte tiempo y energía en la gestión de su caso.
Esta intervención es más fácil realizarla en formato individual que en la con-
vocatoria de pareja o familiar, pero en ambos casos es útil. Si se quiere realizar
esta intervención en el marco de una terapia de pareja, se deberá complemen-
tar con un mensaje de similar nivel de intensidad para equilibrar la relación te-
rapéutica. No estaría indicado, decirle a la esposa del anterior paciente: “usted
es una buena esposa que siempre está preocupándose por su marido”. Este
mensaje aparte de genérico, es de un nivel menor de compromiso por parte del
profesional y se asemeja a una fórmula de cortesía o, peor aún, a una banalidad.
El mensaje apropiado sería algo similar a: “Paralelamente, me doy cuenta que la
conversación entre nosotros, señor Juan, ocupó gran parte de la sesión” el tera-
peuta se dirige a ella: “Y fui, dejándola a usted, señora Gloria, como mera espec-
tadora. Creo que usted fue tremendamente generosa cediendo el protagonismo
a su marido y aun más fue un acto más generoso aprobar y aplaudir el acuerdo
al que llegamos e, incluso, usted añadió más ayuda al adjudicarse un papel ac-
tivo para que el señor Juan alcanzase sus metas. Después de escribirle el email
a su marido, recordé cuando nos explicó que siendo la mayor de siete hermanos
y con la madre cuidando a su propia madre, usted no tuvo más elección que
acallar sus propias necesidades y asumir el rol de vicemadre. Me da la impre-
sión que, en la sesión pasada, volvió a sacrificarse generosamente ejerciendo el
rol de primogénita parentalizada. Ya sé que usted sacará importancia a su “sa-
crificio”, resaltando el bien común. Esta humildad es otra característica del pa-
pel de vicemadre, que se convierte en una maravillosa cuidadora de los otros y,
especialmente, de sus seres queridos, al precio de exigirse mucho a sí misma”.
“Señores Gloria y Juan, ¿podemos dedicarle un tiempo a hablar sobre lo que
pasó en la última sesión para saber si estas reflexiones mías son útiles? O ¿uste-
des prefieren dedicar este inicio de sesión a otro tema y aparcamos mis reflexio-
nes para otro momento?”
La intervención del terapeuta equilibra los niveles de intensidad emocional
con los mensajes dirigidos a ambos esposos. El final es una frase en un tono
más distendido que vuelve a instaurar la cooperación entre la pareja y el profe-
sional, al cederles la iniciativa a los clientes.
Siguiendo con el análisis del proceso terapéutico nos fijamos en los sucesos,
los hechos ocurridos en anteriores sesiones, como por ejemplo las múltiples au-
sencias del padre a las sesiones, los frecuentes gritos de la madre al hijo en se-
sión, las provocaciones del hijo hacia el padre, el desprecio del marido hacia la
esposa, los incumplimientos repetidos de tareas, los “olvidos” de compromisos,
... A todos ellos se les debe dar nuevos significados. Por ejemplo:

25
MOSAICO 75

“Siempre entendí que las ausencias del padre eran un intento de protección
hacia la familia, con el objetivo de que el conflicto conyugal no deteriorara la
parentalidad. Estaba equivocado, ahora comprendo que sus ausencias sig-
nifican una lealtad a una idea de su familia de origen y de su cultura: acu-
dir a un extraño para solucionar los problemas de la familia es un atentado
al honor familiar”.

Otro ejemplo:
“Siempre pensé que sus gritos al ejercer como madre se debían a la impo-
tencia que sentía usted en conseguir ayudar al hijo. Ahora entiendo que su
irritación también se debe a que su propia madre la acusa de mala madre y
que acudir a un profesional confirma la imagen de madre ineficaz”.
La revisión del proceso terapéutico se puede realizar en positivo, siguiendo
la tradición sistémica de optimismo terapéutico:
“En la primera entrevista, cuando usted acudió acompañada de su familia,
me causó usted una impresión de una mujer de pocas luces e instalada en
el victimismo. Ahora sé que es usted una mujer inteligente, curiosa y auto-
crítica que me pide libros técnicos y revisa las grabaciones de las sesiones
psicoterapéuticas. Hay pocos clientes que realicen el trabajo que usted ha-
ce. Me pregunto de dónde viene esa “vergüenza” que le dificulta mostrar
sus cualidades. Por ejemplo, hoy empezó la sesión con su habitual tarjeta de
presentación: el victimismo, acompañado de la solicitud de intervenciones
milagrosas. Se acuerda de lo que me ha dicho hace un momento: “Si usted
me hiciera un agujerito en la cabeza y me sacara esas ideas y me implantara
otras, mi sufrimiento desaparecería”. Si le parece bien, podemos averiguar
de dónde proviene esa curiosidad intelectual, esas ganas de crecer indivi-
dualmente, para después dedicarnos a comprender las razones que le obli-
gan a camuflar esas cualidades”.

Siguiendo con un ejemplo comentado en la página 16: “En anteriores sesiones


me he fijado que cada vez que te pregunto, miras a tu madre. Me parece que
estás muy atento a no molestarla con tus declaraciones”. Aquí, a diferencia del
nivel A, no utilizamos la transferencia y contratransferencia, sólo resaltamos un
hecho ocurrido repetidamente delante nuestro. Seguimos con: “¿Me podrías ex-
plicar las razones?”. Si el cliente necesita ayuda realizamos una pregunta circu-
lar: “¿Es fragilidad tuya y el apoyo de tu madre es más que bienvenido ya que te
da seguridad? o ¿sientes a tu madre débil y, lógicamente, no deseas herirla con
tus opiniones, sino cuidarla y respetarla cómo se merece? o ¿es una mezcla de
ambas razones?”
Recuérdese que en el nivel de intensidad emocional máxima, el nivel A, colo-
camos el análisis de la transferencia, del estudio de los isomorfismos, y las ac-

26
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

tuaciones en el aquí y ahora de la sesión. Todas ellas nos revelan las relaciones
entre los miembros de la familia. Por ejemplo:

“Podríamos detener un momento la sesión y darle un significado a la dis-


cusión que ustedes están manteniendo. Mi impresión es que usted, al en-
fadarse con su esposa, está reproduciendo el modelo de relación que tuvo
y tiene con su madre, a la que es legítimo reclamar una incondicionalidad
–aunque la suya siempre fue muy crítica con usted- pero usted mismo sa-
be que es incorrecto pedírselo a una esposa ya que, en la relación conyu-
gal, la crítica es un motivo de crecimiento personal y la incondicionalidad se
confunde con la sumisión. Y me sorprende que usted, señora, se esfuerce
en complacer a su marido –eso dicen los hechos- aunque usted es capaz
de reconocer intelectualmente la incongruencia de la propuesta de su ma-
rido y lo inadecuado de su propia reacción como esposa y como persona.
Cuando los veo actuar así, como lo hicieron hace unos minutos, me viene a
la mente todo lo que me explicaron de sus familias de origen, de su crianza
y, también, de sus relaciones actuales con ellos. Me da la impresión de que,
en el momento de la discusión, ustedes se veían a través de unas gafas que
les regalaron en la infancia, pero que en la actualidad distorsionan su visión.
¿Me pregunto si, agradeciendo todos lo que sus padres les dieron, pueden
hacer un esfuerzo para dejar de ser tan leales a sus respectivas familias de
origen? Para acabar, me permito comentarles un plan revolucionario ¿Qui-
zás unas lentes actualizadas, puestas al día, serían útiles para apreciarse y
relacionarse de forma que pudieran ayudarse a seguir creciendo como pa-
reja y como individuos?”

Como hemos explicado hasta aquí, podemos disminuir la intensidad emocional


de las intervenciones golpeando en hierro frío, como sugiere I. Yalom, o sea ha-
blar de lo que pasó en anteriores sesiones. Una variante interesante para con-
seguir el mismo efecto es proyectarlo hacia el futuro. Sigamos con el ejemplo de
la señora de las pocas luces: Una señora, diagnosticada de trastorno de perso-
nalidad histriónico, con varios intentos de suicido en su haber, que precisaron
de ingresos psiquiátricos, acude a la consulta. Tratada ininterrumpidamente los
últimos 20 años, por diversos profesionales, se muestra victimista y desesperan-
zada durante las primeras tres entrevistas y los primeros cuarenta y cinco mi-
nutos de la cuarta entrevista –es una entrevista conjunta con su marido-. En un
momento, de forma inesperada para mí, sale de sus lamentos y de sus quejas
para pasar a criticar a su yerno de forma feroz y, acto seguido, hace extensiva la
crítica al marido, al hijo menor,... Dándome cuenta de la oportunidad, remarco
el cambio de actitud en la entrevista y le pregunto cuál es el origen de ese as-
pecto feroz y cargado de energía que acaba de mostrar. A partir de ahí se empie-

27
MOSAICO 75

za a tejer una alianza terapéutica, el profesional pasa de sentir desgana y rabia


contra la señora a mostrar un genuino interés hacia ella. Acabo la intervención
con una propuesta que utilizo mucho: bautizar ese aspecto de la personalidad,
le adjudicamos el nombre de “enanito gruñón” y realizar una pregunta en voz
alta: ¿cuándo el “enanito gruñón” me dará un buen rapapolvo? Tal declaración
hace que el marido estalle en carcajadas, comentando los desplantes de su es-
posa hacia los profesionales anteriores y la señora se ríe con ganas anticipando
cuando me dará una buena tunda.

En el nivel B, el nivel del proceso terapéutico en sí mismo, la intensidad emo-


cional de la intervención es elevada ya que el terapeuta estuvo presente y,
por tanto, no puede ser contradicho, incluso puede tener una videograba-
ción de los hechos. Evidentemente, que el paciente no pueda contradecir
los hechos, no excluye que lo haga a nivel de las interpretaciones de esos
hechos que es en donde, mayoritariamente, se establece el diálogo entre
terapeuta y pacientes. El profesional es como un notario que da fe de los
acontecimientos: los gritos de la madre se produjeron, las ausencias del pa-
dre fueron reales. A partir de ahí empieza el diálogo. Veamos un ejemplo en
que el paciente rebate el significado que le otorga el terapeuta a un hecho:
“Es cierto que grito a mi hijo, pero es para educarlo, porque lo quiero…, y
no, como usted dice, porque repito la conducta que tuvo y tiene mi madre
conmigo”. Ahí deberá seguir la contrarréplica del profesional, que debe op-
tar por otra vía ya que esta parece que tenga un escaso recorrido en estos
momentos. En cambio, si usted consiguió pactar un significado de un he-
cho, consérvelo y recuérdelo cuando sea pertinente: “Como usted dijo hace
tres sesiones, el trato que da a su hijo cuando comete un error se explica, en
parte, porque está repitiendo lo que hizo su padre con usted. Esa forma de
proceder que usted tanto detestaba, que prometió no repetirla cuando le to-
cara el turno de ser padre, son lealtades que usted está empezando a cues-
tionar”. Observe los matices: “en parte”, “empezando a”. A veces es útil ser
rotundo, pero en la mayoría de situaciones la matización facilita el manteni-
miento de la alianza terapéutica.

Sigamos en el nivel de intensidad emocional del proceso terapéutico, pero tras-


ladémonos, por un momento, a los contextos forzados de intervención, para ver
otra utilización de este nivel de intensidad emocional en la intervención. Stefano
Cirillo, en su libro “Malos padres” (2012) se basa en esta idea para organizar la
metodología de intervención en contextos coactivos; o sea, cuando los pacientes
son obligados a someterse a un tratamiento. Resumiéndolo de una manera sen-
cilla, el autor nos propone que el foco de atención se dirija a descubrir y resol-
ver las razones por las que los padres no aceptaron en el pasado la ayuda de los

28
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

profesionales. Hechos que debemos tener documentados para exponerlos con


rotundidad, aunque proponiendo una hipótesis humana que permita al cliente
sentirse comprendido. El autor insiste en que el objetivo de los profesionales en
la primera fase de la intervención, la evaluación de la parentalidad, esté dirigido
a resolver la pregunta: “¿Seremos capaces de formar un equipo entre profesio-
nales y padres?”. Evitando la propuesta del contexto terapéutico que sería: “¿Se-
remos capaces de ayudarles?”. Por tanto, la mayor parte del tiempo el foco de
la intervención se sitúa en el proceso terapéutico: en el significado de la falta de
alianza de trabajo o de la ruptura de la misma con los anteriores profesionales.
Si con este acercamiento conseguimos una alianza terapéutica podremos pasar
a la siguiente fase: “¿Qué les pasó a esos padres que, amando a sus hijos, los
dañaron?, ¿Qué podemos hacer para que esa situación se supere y aparezcan
de forma más constante las competencias naturales de esos progenitores?”. Es-
crito así parece tarea fácil, pero en la realidad es un proceso trabajoso y largo,
que precisa de una mano de hierro en guante de seda.
Para acabar este apartado comparemos los niveles de intensidad emocional
de este apartado, el nivel B, con el siguiente el de las relaciones actuales del/
los cliente/s en su mundo actual (fuera de la sala de terapia). Empecemos por
el nivel C: “Sentí mucha tristeza al oírle decir que abandonaba la tarea (reali-
zar una formación, continuar en un trabajo o similar) y pensé que debía rogarle
que continuara con la misma, pero me di cuenta que esa era la pauta que se-
guía y sigue manteniendo su madre con usted, así que he optado por ofrecer-

29
MOSAICO 75

le mi apoyo, porque usted es el experto en su propia vida y usted debe elegir


cómo vivirla. Pensemos en cómo podría usted concluir esa tarea de la mejor
forma”.
Ahora cambiaremos la tarea y, en vez de un curso o un trabajo, situaremos la
propia terapia como foco de la intervención. Verá cómo sentirá una mayor in-
tensidad emocional en la intervención: “Sentí mucha tristeza al oírle decir que
abandonaba la terapia y pensé que debía rogarle que continuara este proce-
so terapéutico, pero me di cuenta que esa era la pauta que seguía y sigue su
madre con usted. Así que decidí darle la razón, porque usted es el experto en
su propia vida y usted debe elegir como vivirla. Pensemos en cómo podríamos
concluir la terapia de la mejor forma”.

Recomendaciones de lectura.

“… Por esta razón existen las normas sociales relativas a la argumentación coo-
perativa, como la que establece que las razones basadas en la observación di-
recta deben ser tomadas más en cuenta que las basadas en la evidencia indi-
recta o en lo que me contaron…” de “Unicamente umano. Storia naturale del
pensiero” (2014: 151) M. Tomasello. Un libro interesantísimo que desarrolla la
teoría de que la cooperación entre los individuos fue el motor de la evolución
de la mente humana. Esta idea sostiene la lógica del apartado A y B, en la que
el testimonio del terapeuta en una experiencia compartida con la familia en la
sesión actual o en las sesiones pasadas tiene más validez que una experiencia
narrada.

“Malos padres” (2012) de S. Cirillo, es un libro imprescindible para comprender


el nivel de intervención del proceso terapéutico. Aunque se refiera a contextos
coercitivos, conocer y comprender las intervenciones forzadas es muy útil para
un profesional que trabaja en otros ámbitos, ya que las terapias iniciadas con
una demanda espontánea de ayuda, pueden esconder elementos de coerción
entre los miembros de la familia y en la derivación.

El otro libro que les recomendaría es “Familias y sistemas amplios” de Imber-


Black, (2000), porque focaliza su atención en el proceso de intervención que
lleva a término una red de profesionales que intervienen al unísono sobre una
familia.

30
La intensidad emocional de las intervenciones psicoterapéuticas (1).

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MOSAICO 75

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32
MONOGRÁFICO
suicidio:
miradas
sistémicas.
MOSAICO 75

INTRODUCCIÓN AL MONOGRÁFICO.

El tema del presente monográfico surgió a propuesta de Juan García Haro. So-
mos compañeros de trabajo en la sanidad pública y juntos lo coordinamos. Nos
pareció muy pertinente debido a los datos y cifras epidemiológicas alarmantes
de la OMS (2018) sobre el suicidio y la creciente preocupación de los gestores
públicos para hacer “prevención” y asistencia del mismo (como viene siendo
habitual sin aumentar recursos), y quisimos de este modo aportar desde la re-
vista algunas visiones del fenómeno y su abordaje terapéutico desde la pers-
pectiva sistémica.

Coincidiendo con lo observado por Rendueles (2018) en su libro Suicidio(s), en


el que reúne una gran casuística, los artículos recibidos dan cuenta de que la
palabra “suicidio” se usa para un hecho que tiene lugar en una enorme varie-
dad de situaciones sociales y etapas de la vida, con muy diferentes significados
tanto para el actor como para los que observan e intentan comprender esa ten-
dencia, decisión, impulso, etc., ya sean familiares, terapeutas o estudiosos del
tema. Tiene lugar además en diferentes estados de salud y la conducta suicida,
aunque es frecuente en personas con diagnóstico de trastorno mental, en mu-
chos casos resulta difícil decir que el factor diagnóstico sea la variable decisiva
en la comprensión y desenlace del proceso suicida.

Este monográfico puede ayudarnos a reflexionar sobre las diferentes posicio-


nes de los autores de los artículos y sobre las características de los potenciales o
consumados “suicidas” y su singularidad, permitiéndonos construir mejor nues-
tros propios guiones como terapeutas y, también, reflexionar sobre el sentido de
la vida y la libertad, que inevitablemente cada suicidio actualiza en nosotros.

El primer artículo recibido fue el de Linares quien, a través de una ópera famo-
sa, nos apunta a los posibles factores culturales, psicopatológicos y relacionales,
calificando el suicidio como “el acto supremo de una dinámica psico-relacional
depresiva”.

El artículo de Chimpén redefine a los potenciales suicidas como personas que


llevan “una larga lucha por permanecer vivas”, y muestra un acercamiento des-
de la terapia narrativa y algunas de sus técnicas, para acompañar a familias con
un miembro con esta problemática.

34
Introducción al monográfico.

Antón y Antón, también desde una perspectiva narrativa y constructivista, pro-


ponen incorporar los sueños en el abordaje de los duelos familiares por suicidio
de uno de sus miembros, tratando con ello de que adquiera sentido ese des-
enlace para su familia y también de que éstos sirvan de guía en el proceso te-
rapéutico.

En el artículo de García-Haro y colaboradores nos centramos en la utilidad del


empleo de la terapia breve en un contexto de servicios públicos y mostramos al-
gunas de las técnicas utilizadas en pacientes con riesgo de suicidio.

Cabero nos invita a reflexionar, evitando el reduccionismo, sobre el significado,


los porqués y las consecuencias del suicidio en el contexto social amplio (eco-
nómico, cultural, de género) y a través de un caso describe la dinámica relacio-
nal de pareja y familiar y el mensaje que envía el suicida a su entorno próximo
con su paso al acto.

Laso incide en el marco teórico, con la intención de que esto nos ayude a identi-
ficar mejor las características del fenómeno, y también nos ofrece algunas orien-
taciones para el abordaje, desde la tradición sistémica y narrativa e incidiendo
en los aspectos emocionales y vinculares implicados en las experiencias prima-
rias con las figuras de apego.

Para cerrar el monográfico, el artículo de Sluzki se centra en el llamado “suici-


dio racional” en personas lúcidas y nos presenta la opción de organizar, dadas
unas condiciones, reuniones de despedida con toda su red significativa, tratan-
do de evitar que este tipo de suicidios sean experiencias solitarias y silenciosas
y que el impacto emocional de este encuentro-despedida sea enriquecedor pa-
ra todos.

M. Dolores González.
Juan García-Haro.
Asociación de T. F. de Asturias.

35
MOSAICO 75

Más allá de la autodestrucción.


El drama relacional del suicidio.
Juan Luis Linares.
M. D., Ph. D.

Resumen.
A propósito de la historia de Cio Cio San, heroína de una conocida ópera
de Giacomo Puccini, se extraen conclusiones sobre el substrato relacional de
la depresión y del suicidio como acto emblemático de la dinámica depresiva.
Destacan la hiperexigencia y la descalificación en la familia de origen, así
como ciertas dinámicas disfuncionales en la pareja, incluyendo el posible
encuentro con un depredador. El suicidio tiene el sentido de castigarse a sí
misma por no dar respuesta adecuada a las exigencias, castigar a “los otros”
con un legado de culpa, y satisfacer un cierto narcisismo.
Palabras clave.
Suicidio, depresión, hiperexigencia, descalificación, depredador, castigo, culpa, narcisismo.

36
Más allá de la autodestrucción. El drama relacional del suicidio.

Abstract.
Concerning the story of Cio Cio San, heroine of a well-known opera by Giacomo
Puccini, conclusions are drawn about the relational substratum of depression and
suicide as an emblematic act of depressive dynamics. Highlights include hyperexi-
gence and disqualification in the family of origin, as well as certain dysfunctional
dynamics in the couple, including the possible encounter with a predator. Suicide
has a sense of self-punishment for not responding adequately to demands, punis-
hing others with a legacy of guilt, and satisfying a certain narcissism.
Key words.
Suicide, depression, hyperexigence, disqualification, predator, punishment, guilt,
narcissism.

A finales del siglo XIX, la ciudad japonesa de Hiroshima se vio conmocionada


por la muerte mediante seppuku o haraquiri de Cio Cio San, una joven y bella
geisha de la localidad. Como es bien sabido, se trata de un suicidio ritual propio
de la cultura samurái, con el que el suicida, tras haber cometido una falta con-
tra el honor, lo recupera para sí y para sus familiares. El padre de Cio Cio San
ya cometió seppuku, inducido a ello, como era costumbre, por el emperador o
por el jefe de su clan.

Pero la historia que nos interesa empezó unos años antes de su muerte, cuando
nuestra heroína fue elegida por un marino norteamericano, de nombre Pinker-
ton, como esposa de conveniencia, siguiendo una costumbre que permitía cele-
brar falsos matrimonios, de vigencia limitada. En el caso que nos ocupa, el tiem-
po de permanencia del “novio” en Japón, es decir, unos pocos meses.

Mas Cio Cio San estaba verdaderamente enamorada de Pinkerton y, para de-
mostrarlo, se convirtió al cristianismo, lo cual llevó a su familia, capitaneada por
un tío bonzo, a renegar de ella, expulsándola de su comunidad. Desde ese mo-
mento quedó sola, apenas asistida por una vieja sirvienta, junto a su adorado
depredador, quien desapareció al cabo de poco tiempo dejándola embarazada.
Cio Cio San tuvo a su hijo y esperó. Esperó un regreso de Pinkerton de cuya in-
minencia nunca dudó, contra la evidencia de que el tiempo pasaba y ni siquiera
tenía noticias de él. Mientras tanto, un rico noble local, de nombre Yamadori, le
ofreció matrimonio, sin que su voluntad de esperar flaqueara por un momento.
Finalmente, llegaron noticias. Pinkerton, sabedor de la existencia del niño, venía
para llevárselo, acompañado de su “verdadera” esposa americana. Y el mundo
de Cio Cio San se derrumbó. Incapaz de seguir viviendo, organizó su suicidio (la
versión femenina del seppuku, un corte en el cuello afectando a la arteria caró-
tida) de forma que el marino la viera en el instante mismo de morir.

Y así termina la ópera Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, que seguramen-


te los lectores habrán identificado a estas alturas de la narración. Una historia

37
MOSAICO 75

romántica de ambientación oriental que, sin embargo, en su extraordinaria ve-


rosimilitud más allá de exotismos, sigue emocionando a generaciones de espec-
tadores, conscientes de la existencia de algunas madamas Butterfly no tan le-
jos de sus domicilios. Tantas como Trastornos de Depresión Mayor, o, al menos,
como una parte significativa de ellos, puesto que la trayectoria vital de Cio Cio
San es una hermosa metáfora, con obvia licencia poética, de la historia relacio-
nal de una depresiva mayor (Linares y Semboloni, 2014). Y el suicidio es el acto
supremo de una dinámica psico-relacional depresiva. Casi podríamos decir, su
conclusión lógica.

Todo empieza, claro está, en la familia de origen, representada por un tío bon-
zo que arrastra al resto de parientes a su postura expulsiva. Abandonan la fiesta
de la boda imprecando a la joven: “¡Has renegado de nosotros y nosotros rene-
gamos de ti!” Se confirma así la indefensión de la víctima, que queda a merced
del depredador de turno. Un bello ejemplar de depredador, puesto que se trata
del tenor protagonista, no menos bello, por cierto, que el leopardo que devora
a la gacela.

En “la vida real”, la familia de origen del futuro depresivo (o mejor de la futu-
ra depresiva, si hemos de honrar la estadística de género) se distingue por una
combinación de hiperexigencia y falta de valoración. La imposibilidad de cum-
plir adecuadamente con el alto nivel de exigencia, y la no valoración de los es-
fuerzos realizados para conseguirlo, conducen a la descalificación (Linares y
Campo, 2000). Y la persona descalificada en esa cruel dinámica, que transcu-
rre paradójicamente bajo una apariencia plácida y hasta amable, trata de huir
refugiándose en un nuevo contexto relacional que, por imperativo del ciclo vital,
suele ser el de pareja.

Pero la búsqueda apremiante de una relación de pareja liberadora puede con-


llevar nuevas complicaciones. Salvo que el ecosistema sea enormemente gene-
roso, brindando la persona adecuada para cubrir tan perentorias necesidades,
la pareja de la futura depresiva puede responder a dos patrones fundamenta-
les. Puede ser alguien necesitado de demostrarse a sí mismo y de demostrar al
mundo que es capaz de dar todo lo que las circunstancias le exigen, en cuyo
caso es probable que constituya una relación estable y duradera que figurará
en la galería de personajes ilustres de la terapia familiar: el esposo de la depre-
siva, junto a la esposa del alcohólico, la madre del esquizofrénico o el padre de
la anoréxica, por citar a los más conocidos. La evidencia de que, bajo la apa-
riencia de grandiosa abnegación, se ocultan importantes limitaciones o incluso
un engaño manifiesto, puede funcionar como desencadenante de los síntomas
depresivos. Pero la supuesta pareja puede ser también, como en el caso de Cio
Cio San, un depredador que se aprovecha de la debilidad de la presa para con-
seguir su objetivo, y luego huye.

38
Más allá de la autodestrucción. El drama relacional del suicidio.

Pinkerton, que es un “caballeroso depredador”, no devora a Butterfly, pero la


abandona embarazada después de haberse asegurado cama caliente durante
su estancia en Japón. Y, en el colmo de la dinámica predatoria, viene unos años
más tarde con su esposa auténtica para llevarse a la criatura. Su personalidad
es muy simple, como la de todo depredador humano que se precie. En este ca-
so la psiquiatría convencional no dudaría mucho: Trastorno Narcisista.

Pero a nosotros, aquí, nos interesa más la mucho más compleja personalidad de
Cio Cio San. El derrumbe de su mundo al saber las circunstancias del regreso
de Pinkerton le revela la inmensidad de sus pérdidas y carencias. Es una carga
excesiva para sus menguadas fuerzas e, inmediatamente, el suicidio se impone
como única solución posible. Y aquí interviene también su buena dosis de nar-
cisismo. Habría, teóricamente, otra solución, puesto que el noble Yamadori le ha
propuesto matrimonio, lo cual cubriría sobradamente sus necesidades materia-
les y las de su hijo. Pero su orgullo herido (una de las muchas denominaciones
del narcisismo) no le permite casarse sin amor.

Sacrifica, pues, la relación con el niño, del que se despide en una escena me-
morable, tan llena de ternura como de autoengaño, diciéndole que muere por
él. Se supone que el niño es aún pequeño para entender, lo cual resta carga pa-
tógena al discurso. Pero nosotros sabemos que no es cierto. Cio Cio San muere
por un complejo conjunto de razones, entre las que destacan tres:
1.- Castigarse a sí misma, de acuerdo con los rigurosos códigos samuráis (que
se adaptan a la perfección a los no menos rigurosos códigos depresivos),
por no haber sido capaz de retener a su hombre.
2.- Castigar con un legado de culpa a quienes han sido responsables de su
desdicha: la familia de origen, pero, sobre todo, Pinkerton. Y basta con ver,
en cualquier montaje de la obra de cierta calidad, la cara de éste al con-
templar la autoinmolación de la inocente Butterfly.
3.- Satisfacer su narcisismo, autodestruyéndose antes que ceder a propues-
tas negociadoras de una mediocre simplicidad: aceptar un matrimonio de
conveniencia o contemplar cómo su hijo marcha con el padre a América.

En este ajuste de cuentas a varias bandas, incluida ella misma, puede haber da-
ños colaterales, y tal es el probable futuro de ese hijo, marcado por la vivencia
de que su madre no pudo, no quiso o no supo mantenerse viva para cuidarlo.

Bibliografía
Linares, J. L. y Campo, C. (2000). Tras la honorable fachada. Los trastornos depresivos desde una
perspectiva relacional. Barcelona: Paidós.
Linares, J. L. y Semboloni, P. G. (2014). La familia en la ópera. Metáforas líricas para problemas re-
lacionales. Barcelona: Gedisa.

39
MOSAICO 75

La larga y dura lucha


por permanecer vivas:
acompañando a personas
que no quieren seguir viviendo.
Carlos Alexis Chimpén López.
Profesor y terapeuta familiar.
cchimpen@unex.es
Facultad de Enfermería y
Terapia Ocupacional.
Avda. de la Universidad s/n, 10003,
Cáceres.
Universidad de Extremadura.

Palabras clave.
Suicidio, terapia narrativa,
reautoría, prevención.

Resumen.
En el presente artículo se presenta un acercamiento al tema del suicidio
desde la terapia narrativa de White y Epston. La doble escucha, como
forma de rescatar el deseo de vivir de otra manera de las personas que
han tenido algún intento de suicidio, se presenta como el eje vertebrador
del tratamiento. Las conversaciones de reautoría, el diario de la historia
alternativa y la línea fotográfica de los buenos momentos, se ofrecen como
una forma de acompañamiento de las personas que están enfrentando
una larga y dura lucha por permanecer vivas.

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La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas que no quieren seguir viviendo.

Abstract.
This article presents an approach to the subject of suicide from the Narrative Therapy of White and
Epston. Double listening, as a way of rescuing the desire to live differently from people who have
had a suicide attempt, is presented as the backbone of the treatment. The re-authoring conversa-
tions, the diary of the alternative story and the Photograph-line of the good moments, are offered as
a way of accompaniment for people who are facing a long and hard struggle to stay alive.
Key words.
Suicide, Narrative Therapy, Re-authoring, Prevention.

Introducción.
Hace algún tiempo leí en Facebook este epitafio ante la muerte por suicidio de
Keith Flint, cantante de The Prodigy: “matarse a sí mismo es un nombre inade-
cuado. No nos matamos, simplemente somos derrotados por la larga y dura lu-
cha por permanecer vivos. Cuando alguien muere después de una larga enfer-
medad, la gente suele decir con una nota de aprobación: “luchó muy duro”, y
se inclinan a pensar de alguien que se ha suicidado, que no tuvo lucha, sino
que simplemente se rindió. Esto no es cierto”.
Posteriormente, supe que esta cita era de Sally Brampton (2011), una pe-
riodista británica que sufrió las consecuencias de la depresión y que escribió,
desde su experiencia, un libro que sirviera de conexión con otras personas que
pasaran por algo similar. Un libro que ofreciera un recurso para alimentar la es-
peranza.
A veces, la recuperación de un intento de suicidio es lenta y no exenta de difi-
cultades, obstáculos e interrupciones en el proceso. Sin embargo, nuestra com-
pañía como terapeutas es altamente apreciada cuando aparecen dudas, tropie-
zos y desmotivación. Incluso, podemos convertirnos en un ancla de esperanza.
Un gran honor, si lo pensamos reflexivamente.
Como diría Brampton, en este artículo no hay promesas, sólo sugerencias que
puedes tomar o rechazar. V., una mujer de 47 años, junto con su pareja J., varón
de 46, me asistirán a lo largo del escrito aportando su visión y su experiencia de
primera mano. Espero que sea un aporte más a la aproximación al acompaña-
miento de las personas que no quieren seguir viviendo.

Algunas ideas acerca del suicidio.

La prevención del suicidio es un tema aún pendiente en muchos lugares del


mundo, entre ellos España.
Si bien existen esfuerzos en este sentido, sigue siendo una problemática que
requiere la implementación de estrategias comprobadamente efectivas y para
ello, se requiere de investigación, de distintos abordajes y del testimonio de las
personas que viven bajo el sometimiento de la depresión o de las ideas suicidas.

41
MOSAICO 75

Nos encontramos en una cultura donde se promueve el individualismo por


encima de los aspectos interpersonales y sociales significativos. Por supuesto,
la consecuencia directa es el aislamiento y la soledad.
No podemos olvidar, tampoco, la existencia de factores biológicos, psicológi-
cos, sociales y espirituales que, combinados con los conflictos y el estrés coti-
dianos, a veces implican conductas y actitudes que muestran cansancio hacia
la vida y desesperanza.
Sin entrar en estadísticas, el suicidio está aumentando de forma desmesura-
da y la prevención y el tratamiento necesitan convertirse en prioritarios para los
distintos estamentos gubernamentales, que deben centrarse en crear acciones
estratégicas adecuadas para frenar esta problemática.

La terapia narrativa ofrece alternativas a los tratamientos habituales y, como


veremos más adelante, un punto de vista centrado en el trabajo con valores,
principios y habilidades, que sirven como eje vertebrador de un programa
de prevención que puede ofrecerse desde colegios e institutos de educación
secundaria, totalmente novedoso y aún por explorar.

Por otro lado, uno de los autores que más ha investigado acerca del suicidio y
los efectos de este en los familiares y personas significativas del fallecido es Ro-
bert Neimeyer. Los tratamientos que propone se basan en los significados que
se dan al suicidio y cómo estos afectan a los allegados (Leenaars, Maltsberger,
y Neimeyer, 1994; Neimeyer, y Sands, 2017; Milman, Neimeyer y cols., 2018).
Al mismo tiempo, Neimeyer y Cerel (2015) ofrecen recomendaciones prácticas
para investigar acerca del tratamiento de los sobrevivientes al suicidio, entre las
que destaca el trabajo con comunidades y grupos, algo que se debe tener en
cuenta también para desarrollar programas de prevención.
Vromans y Schweitzer (2011) mostraron la eficacia de la aplicación de un
programa estructurado de terapia narrativa en 47 personas diagnosticadas de
depresión mayor, en cuanto a la mejora de la sintomatología y de la clínica en
general. Aunque en este estudio el objetivo no era la eficacia del tratamiento so-
bre la ideación suicida de forma específica, los resultados obtenidos en el BDI-
II (Inventario de Depresión de Beck-II) antes y después de ocho sesiones pro-
tocolizadas de terapia narrativa, fueron significativos, manteniéndose la mejoría
después de tres meses de seguimiento.
También se ha mostrado la eficacia de la perspectiva narrativa en el trabajo
con jóvenes que han enfrentado la muerte por suicidio de alguno de sus pro-
genitores a través de un chat-blog que ofrecía apoyo entre sus miembros (Sil-
ven, 2017). En este sentido, la terapia narrativa ha desarrollado tanto programas
de tratamiento para contrarrestar los efectos del estigma y la marginalización
que se han relacionado con el suicidio (Sather, 2015; Sather y Newman, 2015,

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La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas que no quieren seguir viviendo.

2016), como programas de prevención que tienen en cuenta lo social, lo cultu-


ral y el contexto histórico (White y Morris, 2019; White, 2016).
Por todo ello, el presente artículo ofrece algunas nociones básicas de la tera-
pia narrativa de White y Epston para el tratamiento de personas que no quieren
seguir viviendo, finalizando con un acercamiento breve a la prevención de la
ideación suicida en niños y adolescentes.

La doble escucha como eje vertebrador del tratamiento.


J.: Un día V. me sorprendió cuando vino a buscarme al trabajo para ir al cine.
C.: Esa iniciativa que tomaste ¿es algo que valoras V.?
V.: Sí, un poco.
C.: ¿En la situación en la que estás esto que hiciste fue algo que requirió mu-
cho o poco esfuerzo?
V.: Mucho.
C.: Y si requirió mucho esfuerzo de tu parte ¿se puede también valorar mucho
lo que has conseguido?
V.: Poco, porque ayer me pasé todo el día en la cama y para ir a otro sitio J.
me tuvo que obligar.
C.: ¿Cómo consiguió J. obligarte? porque si no quieres no te levantas ¿verdad?
V.: Me convenció. Me hace sentir culpable.
J.: ¿Y eso te da energía extra para hacerlo?
V.: No exactamente, pero logra que me levante.
C.: ¿Hay veces que te levantas de la cama sin estar motivada?
V.: Sí.
C.: ¿Y luego funciona y estás mejor que metida en la cama?
V.: No, siempre estoy mejor en la cama.
J.: ¿Puedo decir algo C.? No es cierto que no se encuentre mejor cuando sale
de la cama, lo que pasa es que V. no se acuerda de que cuando se levanta
de la cama y vamos a alguna actividad ha estado contenta.
V.: Es verdad, pero lo que tengo es un hastío y un cansancio que me impiden
hacer cosas…

¿Qué escucha el terapeuta cuando su consultante dice que se quiere quitar la


vida?; ¿dónde centra su atención en una conversación como la descrita arriba?;
¿se centrará en el hastío y el cansancio, en que no sale de la cama o en que
cuando sale ha estado contenta y que tuvo la iniciativa de buscar a su pareja
para ir al cine?
La escucha terapéutica es un proceso complejo de selección de lo que esta-
mos escuchando. A su vez, lo que selecciono conduce las preguntas que reali-
zo y hace que los consultantes dirijan su atención hacia unos aspectos u otros;
porque ellos también seleccionan lo que escuchan.

43
MOSAICO 75

Por supuesto, es imposible hacer preguntas acerca de cosas que no he escu-


chado, de ahí la importancia de entrenarse en aquello a lo que tengo que pres-
tar atención, dando por sentado que muchas cosas se me escaparán (porque
es imposible escuchar todo) y sabiendo que mi escucha dirigirá mis preguntas
y enriquecerá una historia u otra.
Para comenzar un acercamiento al concepto de doble escucha, generalmen-
te recomiendo ver el vídeo de Chimamanda Adichie (2009) el peligro de la his-
toria única. En él, Chimamanda pone de manifiesto cómo el engrandecimiento
de una determinada historia acerca de un pueblo, subordinando, o incluso olvi-
dando otras historias, conlleva el peligro de crear una imagen de ese pueblo que
no es real. Si el énfasis se pone en una historia de pobreza, violencia, hambre,
dictaduras, etc., se puede llegar a robar la dignidad de un pueblo invisibilizando
historias de desarrollo empresarial, intelectual, iniciativas personales y comuni-
tarias para enfrentar la desigualdad, y un largo etc.

Los pueblos tienen múltiples historias que les aportan identidad y dignidad.
Las personas también.

Dentro del pensamiento narrativo, la vida de las personas se considera multi-


historiada. La variedad de historias en nuestras vidas crea múltiples posibilida-
des para una gama amplia de acciones en diversas situaciones. Es un objetivo
importante de la terapia narrativa contribuir al desarrollo de una historia comple-
ta y no parcializada por una historia única dominante.
Por lo tanto, consideramos que es responsabilidad del consultor hacer posible
que se cuenten y desarrollen muchas historias diferentes (Westmark, Offenberg
y Nissen, 2011).
El concepto de doble escucha fue propuesto por Michael White (2003b), te-
niendo en mente la idea de múltiples historias que constituyen las identidades
de las personas.
El terapeuta orienta su escucha a dos puntos principales: la historia saturada
de problemas y la historia preferida, aún por desarrollar. La primera, es una his-
toria marcada por las dificultades (no salir de la cama, cansancio, hastío, falta
de iniciativa, etc.) y que proporciona una identidad determinada (enferma, de-
presiva, etc.).
Sin embargo, como dice Guilfoyle (2015), afortunadamente, siempre hay his-
torias alternativas a disposición de la persona, algunas de las cuales podrían
llevar a formas de ser preferidas por ella. Pero éstas son, a menudo, fugaces e
insustanciales, o pueden ser pasadas por alto, devaluadas o consideradas in-
útiles en su capacidad de actuar como relatos significativos de la persona y su
vida. En la conversación citada arriba podemos observarlo en la siguiente frase:
“No es cierto que no se encuentre mejor cuando sale de la cama, lo que pasa

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La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas que no quieren seguir viviendo.

es que V. no se acuerda de que cuando se levanta de la cama y vamos a alguna


actividad ha estado contenta”.
Por supuesto, el terapeuta tiene que prestar atención a lo que se dice con re-
lación al problema, pero también a las expresiones y acciones que contradicen
esas expresiones dominantes y abren la puerta a diferentes posibilidades y a
otras identidades de la persona (perseverante, resistente, esforzada…). Esto es
la doble escucha.
Por supuesto, cuando la historia dominante tiene que ver con un intento de
suicidio o una depresión de larga data, las dos historias no están equilibradas.
La historia dominante está muy enraizada, mientras que la historia alternativa
está subyugada o subordinada por ella.

C.: ¿Cuánto te ha costado hoy levantarte de la cama para ir a ver a la profe-


sora de inglés?
V.: Mucho. Si habláramos de 0 a 10, un 10.
C.: Si has logrado levantarte ¿cuánto valoras el haber logrado levantarte?
V.: Poco.
C.: Si te ha costado levantarte un 10 y lo has logrado ¿es justo que lo valores
poco?
V.: No.
C.: ¿Qué pasa para valorarlo poco cuando te ha costado mucho levantarte?
V.: Que no le doy tanta importancia.
C.: ¿No das tanta importancia al haber superado el obstáculo?
V.: Sí, aunque no es lógico yo lo siento así.

Hay que hacer preguntas adecuadas a la persona para que pueda ir saliendo
de la falta de valoración de sus logros, rescatando la historia alternativa que está
presente en sus palabras. Los logros extraordinarios no son los que el terapeuta
ve, sino los que la persona considera relevantes. Por este motivo, se tiene que
ir preguntando acerca de aquellos momentos en los que la influencia del pro-
blema no fue tanta o ni siquiera apareció. Estos momentos significativos para la
persona forman parte de su historia alternativa o su historia preferida. Se con-
vierten en formas de defender su vida de la influencia de la depresión.
Por supuesto, debemos tener en mente factores biológicos, pero también
aquellos discursos sociales que alimentan el sentido de fallo personal o baja va-
lía, discursos acerca de la discapacidad, la no productividad, el perfeccionismo
o la competitividad, que aíslan a la persona y hacen que los logros extraordina-
rios sean más difíciles de contemplar.
Los intentos de suicidio rompen la continuidad de la identidad preferida de
una persona y hacen que aparezca un sentido de falta de control sobre el sí mis-
mo que limita el sentido de manejar la propia vida. Por lo tanto, las preguntas
deben ir encaminadas al restablecimiento de la continuidad de la identidad pre-
ferida y a recobrar ese sentido de control sobre la propia vida.

45
MOSAICO 75

C.: ¿Podrías darnos un ejemplo de lo que tú valoras mucho a pesar de que el


esfuerzo no fuera mucho?
V.: El otro día por la noche que salimos y que estuve hasta que cerraron el bar,
hasta las 3 de la mañana, hablando, bebiendo y estando con gente.
C.: ¿Cuánto valoras esto?
V.: Un nueve.
C.: ¿Tuviste que superar algo con mucho o poco esfuerzo?
V.: La resistencia mía a salir, que era muy grande.
J.: Además fue ella la que propuso salir, tuvo la iniciativa.
C.: El hecho de que hayas hecho esto que estás contando y que valoras ¿es
algo que te da ganas de vivir?
V.: Sí.
C.: Si se repitieran más de esos momentos ¿estaría bien para ti?
V.: Sí.
C.: ¿Cómo lograste hacerlo, de dónde surgió esa idea?
V.: Por J., pensando en que le gustaría. Lo pensé y lo hice.
C.: ¿Lo pudiste planificar?
V.: Sí. Quiero seguir en contacto con J. y mis amigos.

De este modo, podríamos entrar en una conversación de reautoría (White y Eps-


ton, 1993; Epston 1992, White 2001a) para que la persona sea capaz de ver
una identidad libre del problema.
El intento de suicidio perturba la continuidad de la identidad preferida de una
persona y limita el sentido de agencia personal y de su autoría de vida. Por lo
tanto, el objetivo de las conversaciones terapéuticas puede centrarse en el resta-
blecimiento de esa continuidad de la identidad preferida y en el restablecimien-
to del sentido de autoría de vida.
Las conversaciones de reautoría se centran en la exploración de lo que
Michael White (1995; 2003a; 2007), tomando como base a Jerome Bruner
(1986), denominaba Panoramas: el panorama de identidad y el panorama de
acción.
Para clarificar el trabajo con este tipo de conversación yo lo denomino el cosi-
do de identidad, esto es debido al zig-zag que se produce cuando se van unien-
do los diferentes logros extraordinarios a lo largo del tiempo con lo que esos lo-
gros informan acerca de la identidad de la persona (propósitos, intenciones,
principios de vida, valores, sueños, esperanzas, etc.).
En el capítulo dedicado a las conversaciones de reautoría, en el libro Mapas
de la práctica narrativa de White (2007), pueden analizarse varios esquemas
para apreciar gráficamente el cosido de identidad.
Después de otro extracto de la entrevista con V., presento el esquema de la
conversación de reautoría realizado con los extractos presentados hasta aquí,
donde puede observarse el cosido de identidad mencionado como forma de ale-
jarse del hastío de vivir.

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La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas que no quieren seguir viviendo.

C.: ¿Esto tiene que ver con lo que me decías del amor y de la amistad, que son
dos cosas muy importantes para tu vida?
V.: Sí, con dar y recibir.
C.: ¿El dar y recibir tiene que ver con esa conexión que quieres con las per-
sonas?
V.: Sí.
C.: ¿ Esto es lo que te permitió salir de la cama, ir a buscar a J. y estar hasta las
tres de la mañana en los bares hablando con él y los amigos?
V.: Creo que sí.
C.: ¿Y está conectado con lo que te da ganas de vivir?
V.: Sí.
C.: ¿ Cómo te hace ver el hecho de que has salido de la UCI hace dos semanas
y estás planificando este tipo de cosas que te dan ganas de vivir?

Esquema de reautoría, cosido de identidad, de la entrevista con V.:

El planificar, junto con el dar y recibir, se enlazan con la importancia que tiene
para V. el amor y la amistad. Una de las maneras de recuperar la vida de manos
de la depresión es crear y recrear situaciones que inviten a la persona a recla-
mar conexión y ganas de vivir, rompiendo las reglas engañosas de la depresión
que obligan a la persona a quedarse en la cama o, en el peor de los casos, a
querer dejar de vivir. El amor y la amistad forman parte de la identidad alterna-
tiva de la persona y se convierten en un testimonio de su lucha por permanecer
viva, siendo una manera de reclamar su vida de manos de la depresión.

47
MOSAICO 75

Si a esto añadimos los diferentes logros extraordinarios que han ido surgiendo
durante la conversación: ir al cine, levantarse de la cama, salir por la noche con
los amigos hasta que cerraron el bar, planificar a corto plazo, disfrutar de salir y
viajar con su pareja, etc.; podríamos ver que se produce una renegociación de la
identidad. Se pasa de alguien que no quiere vivir a alguien que puede encontrar
ganas de vivir a través de ciertas conclusiones distintas de identidad: ser esfor-
zada, tener capacidad de tomar iniciativas y de estar contenta, importancia en
su vida del amor y la amistad, etc.
Las personas, de este modo, cuestionan la idea de no querer vivir y se abren a
la posibilidad de darse cuenta de que tienen ganas de vivir, pero de una manera
diferente. Lo que se exploraría es esa otra manera de vivir.

Pequeños/grandes actos de resistencia: fotografías y diarios


de resistencia.

Cuando alguien ha estado sometido por la depresión y por los intentos de sui-
cidio tiene dificultades en traer a la memoria los momentos de disfrute o de co-
nexión con otras personas que les hacían alejarse de las ideas de desaparecer.
No quiere decir que tergiverse la realidad pasada, sino que no las trae a la me-
moria.
También, una de las cosas que más ayudan para alejarse de las ideas de
muerte es motivarse con planes de futuro, muchas veces anclados en recuerdos
del pasado en los que la historia dominante quedó al margen.
Puede empezarse con pequeños planes a muy corto plazo (esta misma tarde
o mañana) y, contar con el apoyo de alguien del entorno que ayude a recordar
que esos planes están ahí.

C.: Los viajes con J. ¿los ves como algo agradable de hacer?
V.: Sí.
C.: ¿Y esto te motiva un poquito?
V.: Sí.
C.: ¿Qué te motiva más las cosas que vas a hacer en el futuro o las que pudis-
te hacer en el pasado?
V.: Las que voy a hacer en el futuro.
C.: ¿Para conseguir cierta motivación en tu vida necesitarías tener ciertos pla-
nes de futuro?
V.: Sí.
C.: ¿Qué planes podrían motivarte?
V.: El concierto que tenemos el sábado, por ir juntos y de viaje.
C.: ¿Qué cosas te motivan para mañana?
V.: Nada.
C.: ¿Para esta tarde?

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La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas que no quieren seguir viviendo.

V.: Nada.
J.: Pasa un poco lo mismo de antes, no se acuerda, porque teníamos previsto
ir al cine mañana, pero cuando llega el momento (dirigiéndose a V.) no te
acuerdas de que está ahí.
C.: Si tuvieras más presentes estos planes ¿aparecería algo la motivación?
V.: Sí.
J.: Y hay que valorar mucho que tuvo la iniciativa de irme a buscar al traba-
jo para ir al cine. Tenemos que hacer una pequeña planificación para que
tenga previstas algunas cosas a las que se puede poner horario.
C-.: ¿Cómo podrías hacer esto que propone J.?
V.: Tener como una libreta donde ponga lo que planificamos.
C.: ¿Pondrías también las veces que te levantas de la cama para recordarlas?,
¿eso te ayudaría? Poner también las iniciativas que tienes para hacer cosas
¿Tendrían que estar en ese diario también?
V.: Sí, también.
C.: ¿Podríais poner una valoración a esas cosas que haces y que J. también lo
valore para compaginar las dos valoraciones?
V.: Creo que sí.

Las acciones antidepresivas pueden considerarse una forma de protesta y una


contra reacción deliberada a las presiones de la depresión hacia un hastío de vi-
vir. Esas acciones son consideradas pequeños actos de resistencia, a los cuales,
se les va otorgando el sentido de vida del cual fueron desposeídos por la fuerza
de la historia dominante. Esto ocurre mediante las preguntas de reautoría, que
ayudan a la persona a comprobar que esas acciones son una forma de restau-
ración del control sobre su vida.
Kutuzova (2018) propone una gran cantidad de prácticas antidepresivas para
crear logros extraordinarios que ayuden a la persona a verse a sí misma desde
otra identidad diferente a la que la depresión quiere desarrollar. Esta autora su-
giere que se pueden desafiar las mentiras de la depresión asumiendo delibe-
radamente una “postura de investigador” y realizando experimentos en nues-
tras propias vidas, documentando los resultados, discutiéndolos y difundiendo
nuestros hallazgos.
Por mi parte, desde hace algún tiempo vengo proponiendo la realización de
dos prácticas antidepresión que ayudan a la persona a recordar los pequeños o
grandes actos de resistencia.
El primero de ellos es la creación de un Diario de la historia alternativa. En este
Diario no sólo se recogen las acciones que se han realizado para contrarrestar
la influencia de la depresión o del hastío de vivir, sino que también se escriben
los planes futuros y los que se van cumpliendo para poder dejar de lado la pre-
sión para no vivir.
Si a alguien le gusta escribir, también se le pide que en su Diario de su historia
alternativa (o libreta como la llaman algunas personas), aparezcan esos escritos,

49
MOSAICO 75

pero se les da la pauta de que tiene que ser momentos en los que se sientan vi-
vos. Pueden ser poemas, prosa poética, relatos cortos, canciones, etc.
La segunda práctica antidepresión es lo que he denominado Línea fotográfi-
ca de buenos recuerdos. Esta práctica consiste en poner en algún lugar visible
fotos de momentos en los que la persona consideraba que tenía ganas de vivir.
Muchas veces, la depresión se encarga de quitar las fuerzas incluso para leer el
Diario. Las fotos permiten traer a la memoria de un modo rápido y con menos
esfuerzo, momentos en los que la persona pudo dejar de lado las ideas de muer-
te e, incluso, disfrutar de la vida. Fotos de viajes, de amigos, de celebraciones…
Conviene que estas fotos vayan actualizándose, teniendo momentos del pasa-
do más remoto combinados con otros del pasado más reciente.
Tanto la Línea fotográfica de buenos recuerdos como el Diario o libreta de la
historia alternativa, constituyen una manera de contrarrestar los efectos de la
depresión y los intentos de suicidio sobre la memoria de las personas que se
han visto sometidos por ellos.

Cartas y resúmenes de las entrevistas como forma de recordar la historia


alternativa y los actos de resistencia.

La tradición en terapia narrativa desde que White y Epston (1993) publicaron


Medios narrativos para fines terapéuticos, es utilizar documentos escritos para
poner de manifiesto los logros extraordinarios de los consultantes.
Desde hace algún tiempo, escribir cartas y resúmenes de las entrevistas y en-
viárselos a las personas que atiendo, ha pasado de ser una tradición, o una pro-
puesta de la terapia narrativa, a convertirse en algo ético para mí.
Cuando alguien sale de una conversación terapéutica, las posibilidades de
que recuerden lo que se ha hablado con claridad se va perdiendo con el paso
del tiempo. Si se tiene algún tipo de soporte para esa conversación como pue-
de ser un resumen, un esquema, una carta o, incluso, la grabación de la se-
sión (tanto en audio como en vídeo), las posibilidades de recordar lo hablado
se multiplican.
En el caso de las personas que se enfrentan al hastío de vivir, este tipo de so-
portes se convierte en más necesario, si cabe, debido a las dificultades de traer
a la memoria las acciones antidepresivas realizadas.
En estos escritos, tienen que quedar de manifiesto los pequeños/grandes ac-
tos de resistencia que la persona está realizando para seguir viviendo. Un testi-
monio de su lucha y de las ganas de vivir de otra manera. Un registro de las ve-
ces que consiguió esa otra manera de vivir que tanto anhela.
Por motivos de espacio, pondré tan sólo un ejemplo de uno de los emails en-
viados a V., con la intención de ofrecer otra alternativa más a los y las profesiona-
les que tienen el reto de acompañar a personas que no quieren seguir viviendo
bajo la opresión de la depresión o de lo que sea que les quita las ganas de vivir.

50
La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas que no quieren seguir viviendo.

Hola V.:
No sé cuándo leerás esto, pero espero que estés mucho mejor y que veas
las cosas de otro modo.
Sé que muchas veces el cansancio y la fatiga se apoderan de ti y que qui-
sieras seguir viva por y para ti y no por los demás. Sin embargo, creo que
las personas que te rodean, en especial J., te han demostrado que están
ahí incondicionalmente y que son los que pueden poner algo de ilusión
en tu vida, como tantas otras veces han hecho.
Sé que la depresión te quita la esperanza, y como tú me dijiste: “a más
años más desesperanza”. También sé que la depresión pone en ti un
sentimiento de culpa por estar enferma. Sin embargo, no puedes olvidar
que las personas que te rodean, en especial J., jamás te echarían en ca-
ra el estar enferma y que el fallar a la gente no es por vivir ni por luchar
por continuar viviendo, sino todo lo contrario. Recuerda que una de las
cosas que te hace sentir viva es el sentir y recibir amor. ¿Lo has sentido
estos días?
Por supuesto, el dar amor también te hace sentir viva. ¿Has podido ha-
cerlo en este tiempo?
Hablamos de los actos de resistencia y que la suma de ellos, aunque
sean pequeños algunas veces (otras son actos de resistencia más gran-
des) hablaban de tus ganas de vivir. El llevar 26 años de relación con la
depresión puede quitar las fuerzas, pero también es un testimonio gran-
de de tus ganas de vivir de otra manera y de la sabiduría que has ido ad-
quiriendo para sobrevivir. Esa otra manera de vivir tiene que ver con el
sentir y dar amor, con tener momentos de conexión con J. o con los ami-
gos o con ayudar, cuando has podido.
Tienes fotos que demuestran que puedes vivir de otra manera, no dejes
de mirarlas.
Espero poder seguir ayudándote a ver los pequeños (o grandes) actos de
resistencia y a ir sumando cada día más de estos actos que puedan dar-
te ganas de vivir, de otra manera, como lo has conseguido en muchas
ocasiones.
Un abrazo.
Carlos

Prevención con El árbol de la vida.

Aunque sea de forma breve, no podía terminar el presente artículo sin mencio-
nar la importancia de la prevención.
Desde mi punto de vista, lo más oportuno sería trabajar con la prevención des-
de edades tempranas. El lugar más adecuado para hacerlo sería el colegio y,
posteriormente, la educación secundaria obligatoria.

51
MOSAICO 75

Existen varios programas de prevención del suicidio en adolescentes, entre los


que cabe citar el realizado por Kowalenko et al. (2005); el modelo de respuesta
rápida de Greenfield, Larson, Hechtman, Rousseau y Platt (2002) y la terapia de
comportamiento dialéctico de Ellis (2008). Sin embargo, quisiera dejar constan-
cia del modelo narrativo, debido a las profundas implicaciones que tiene el edu-
car en valores para afrontar un tema como el que nos concierne en este artículo.
De este modo, Epston (2011), plantea que la terapia narrativa podría mostrar
una forma diferente de realizar prevención de suicidio en los jóvenes median-
te prácticas pedagógicas que promuevan la esperanza, la amistad, el amor y
la hospitalidad. Los colegios deberían enseñar la importancia de la solidaridad,
y la importancia de tomar conciencia de los aspectos comunitarios. Este autor
destaca que, si bien muchos de estos aspectos ya vienen siendo utilizados por
terapeutas narrativos durante décadas, la utilización de estas ideas y prácticas,
utilizadas como estrategia pedagógica y en el marco de la prevención del suici-
dio en los colegios, es aún un área inexplorada.
David Denborough y Ncazelo Ncube (Fundación Dulwich Centre) desarrolla-
ron un enfoque para trabajar con niños y adolescentes en situación de riesgo, al
que llamó El árbol de la vida. Se desarrolló con el objetivo de poder ofrecer ayu-
da a los niños que han sufrido un trauma o pérdida significativa. Esta metodolo-
gía se propone reducir los efectos adversos y aumentar las habilidades, talentos,
sueños y esperanzas de los niños, poniendo énfasis y fortaleciendo, la conexión
con sus familiares, seres significativos, los valores y la herencia cultural. Tam-
bién permite saber cuáles son los peligros a los que se enfrentan, y la manera
en que responden a las dificultades (Ncube, 2006; Denborough, 2008). Desde
su creación hasta el momento actual ha sido utilizado también en adultos y en
diferentes comunidades (Denborough, 2008).
Tal y como describe Denborough (2008), la metodología colectiva de El árbol
de la vida garantiza que las personas tengan un territorio seguro en lo referente
a su identidad en el cual pueden posicionarse antes de hablar de las dificulta-
des de su vida. Existen diferentes partes en este proceso: a) el árbol de la vida;
b) los bosques de la vida y c) cuando llegan las tormentas. Las primeras dos
partes (a y b) sirven para construir una segunda historia sobre la vida de cada
persona. La tercera parte, tiene la finalidad de permitir a las personas hablar e
identificar los problemas o dificultades de su experiencia y las maneras en que
han respondido a ellos. Esto permite generar conversaciones colectivas donde
las personas pueden aprender cómo otras personas enfrentan las adversidades,
y entender que las dificultades son una parte normal de la vida.
Las técnicas y estrategias utilizadas en los programas de prevención del sui-
cidio tienen que estar orientadas a promover la esperanza y disminuir la deses-
peranza, variable que se ha visto muy relacionada con los intentos de suicidio.
Para este motivo, la metodología de El árbol de la vida, donde una de las partes
se centra principalmente en la esperanza, los sueños y propósitos de vida, ayu-
daría a que la persona los tuviera presentes de manera gráfica (para que pueda

52
La larga y dura lucha por permanecer vivas: acompañando a personas que no quieren seguir viviendo.

verlo rápidamente y con menos esfuerzo, al igual que con la Línea fotográfica
de buenos recuerdos).
El árbol de la vida enseña también a detectar capacidades, fortalezas y valores
que brindan esperanza y seguridad. Además, incluye una perspectiva interge-
neracional y contextual que brinda a los adolescentes un sentido de pertenen-
cia, al recordarles las personas significativas que podrían ayudarlos en situacio-
nes conflictivas.
Queda mucho por explorar en esta línea, pero los resultados significativos que
obtuvimos con Desuque (2014) abren una esperanza para crear este tipo de
programas de prevención.

A modo de conclusión.

V. nos ha acompañado a lo largo del artículo y quiero rescatar, para finalizarlo,


dos de sus valores más importantes para vivir de un modo diferente: el amor y
la amistad.
Brampton (2011) afirma que si nos conectamos con tan sólo otro ser humano
que realmente entienda por lo que estamos pasando, se da un paso para salir
de la situación. La vida es conexión.
El privilegio del terapeuta es ser parte de esa conexión.
Espero haber aportado, a través de las palabras de este artículo, una forma de
conexión entre los profesionales de la ayuda y, sobre todo, una conexión para las
personas que puedan estar enfrentado una larga y dura lucha por permanecer
vivas de un modo diferente. Que sea una fuente de esperanza.

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54
Los sueños en el proceso
de duelo familiar por
suicidio de un hijo. José Miguel Antón San Martín.
Psicólogo especialista en
Psicología Clínica.
Psicoterapeuta de familia
Resumen. y supervisor-docente.
jmasanmartin@telefonica.net
Se incorporan los sueños desde una perspectiva Servicio Andaluz de Salud.
sistémico constructivista y narrativista en el abordaje Escuela de Terapia Familiar
del proceso de duelo familiar por suicidio. Los C.E.T.Re.S. Málaga. España.

objetivos se centran, por una parte, en la utilización Laura Antón Torre.


Psicóloga General Sanitaria.
del contenido de los sueños como instrumento para Máster en Terapia Familiar U.A.B.
comprender el acto suicida y, por otra parte, el uso lanton30@gmail.com
Centro Personal&Mente. Málaga.
éstos para evaluar el momento terapéutico del duelo
y su evolución a nivel individual y familiar.
Palabras clave.
Se explicita su aplicación a través de varios casos Sueños, suicidio,
de familias que han perdido un hijo adolescente y/o familia, duelo.
joven adulto.

55
MOSAICO 75

Abstract.
Dreams are incorporated from a systemic constructivist and narrativist perspective
in the approach of the family grief process for suicide. The objectives are focus,
on the one hand, the use of the content of dreams as an instrument to unders-
tand the suicidal act and, on the other hand, the use of these to evaluate the the-
rapeutic moment of mourning and its evolution at the individual and family level.
Its application is made explicit through several cases of families that have lost a
teenage son and / or young adult.
Key words.
Dreams, suicide, family, grief.

1. INTRODUCCIÓN.
La epistemología sistémica en sus inicios, y como contraposición a los modelos
imperantes, planteaba que la única forma de comprender a las personas era
en su contexto, en su sistema de base. El análisis de las relaciones que esta-
blecían, las pautas comunicacionales que desarrollaban y la distinción de los
patrones recurrentes mantenedores de los síntomas estaban en el origen de la
mayoría de las escuelas y de sus pautas de intervención. Considerar el con-
texto familiar como única forma de comprender al individuo dejó de lado todos
los posibles factores internos individuales, descuidando su introducción tanto
en los desarrollos teóricos como en los procesos terapéuticos (Boscolo y Ber-
trando, 1996).
Los sueños, como producción individual, son un ejemplo de este abandono.
Androutsopoulou (2011) señala que no se ha producido una sistematización
en la terapia con respecto a cómo trabajar con lo que aportan los sueños. Aña-
de que la producción de publicaciones es muy escasa y las que existen toman
prestado ideas, conceptos y enfoques de otros modelos. A esta misma conclu-
sión llega Moreno (2012) en su análisis de la producción de artículos del uso de
los sueños por parte del modelo sistémico. Lo hallado es escaso, puntual y ha-
ce referencia a la exposición de casos en los cuales los sueños se han tenido en
cuenta en el trabajo terapéutico.
La introducción de la metáfora narrativa, entre otros factores, en el campo de
la terapia familiar ha facilitado, como dicen Zinmerman y Dickerson (1994), el
cambio de objetivo en la terapia: de las relaciones entre las personas a las his-
torias sobre las relaciones entre las personas, a la par que la recuperación de
la persona y su mundo interno (Boscolo y Bertrando, 1996). Los sueños, según
Hill (2004), presentan dos particularidades: la inclinación al uso de metáforas
y la tendencia a contar historias. Considerados como otra producción humana
más, se pueden percibir como historias dentro de las autonarraciones que dan
sentido y organizan las experiencias personales (Androutsopoulou, 2011) o co-
mo un texto (Moreno, 2014) y, por lo tanto, susceptibles de análisis y usos den-

56
Los sueños en el proceso de duelo familiar por suicidio de un hijo.

tro del campo de la intervención terapéutica sistémica. E incluso como herra-


mienta en la identificación de las dinámicas y relaciones familiares expresadas
a través de estos (Kane, 1997).
Los modelos particulares como la terapia narrativa de White y Epston (1993,
2002), el modelo de transformación de los relatos en terapia de Sluzki (1995,
1998) o los desarrollos de Cecchin, Lane y Ray (1992), entre otros, se aplican
en el trabajo con los sueños. Todos plantean, aunque con matices diferencia-
dores, cómo y de forma continua buscamos interpretar nuestra experiencia vi-
vida, entendiendo ésta como todo el cúmulo de hechos de vida que nos han
acontecido. Esta interpretación/construcción se realiza a través de las historias,
las narraciones y/o los relatos. De Pablo (2018), desde un planteamiento sis-
témico integrador, desarrolla un modelo de psicotera-
pia individual. Entiende el mundo onírico desde lo na-
rrativo. Se busca una interpretación de los contenidos A esta teorización
más allá de un enfoque psicoanalítico. El autor afirma añadiríamos la explicación
la necesidad de centrarse “en la emergencia de con- que construye la familia
versaciones abiertas sobre sus contenidos. Las posi- sobre el acto suicida y
bles interpretaciones de los contenidos del sueño se como consecuencia, la
propondrían a modo de meras hipótesis” (De Pablo, utilización de esta dentro
2018, p. 229). B del proceso terapéutico.
En el momento que son comunicados a un otro es
cuando se convierten en relatos o historias con sus
múltiples componentes, incluidos los emocionales. Esta comunicación se pue-
de producir en dos audiencias: la personal/íntima, para uno, y/o la social. En la
social, el relato se produce ante un público: terapeuta, amigos, familiares, colo-
cando la narrativa en el contexto social; mientras que, en la personal, el relato se
produce con uno mismo. En ese relatar va apareciendo el significado, el sentido
atribuido al sueño. “La información que viene dada en el leguaje metafórico de
los sueños, permite definir las relaciones que tenemos con los otros, las analo-
gías que se hagan en psicoterapia modifican el diálogo y los relatos que las per-
sonas tienen de sí mismas, así como las significaciones que tienen ciertas rela-
ciones en un momento dado” (Moreno, 2014, p.77).

2. SUEÑOS Y DUELOS FAMILIARES.

Como plantea Sluzki (1995), los componentes de la familia crean y comparten


una historia sobre lo que les pasa, siendo esta historia un espacio donde se in-
terconectan acontecimientos, temas, valores, personajes, tramas y conductas.
Es en el espacio compartido de la sesión familiar donde se muestra y se repre-
senta la historia familiar.
En el caso particular de las familias que han sufrido la pérdida de un hijo jo-
ven por suicidio, la sesión familiar es el espacio donde se muestra, por primera

57
MOSAICO 75

vez, el relato dominante de lo ocurrido. Los discursos creados suelen ser rígidos
e incompletos, consecuencia, en parte, de un funcionamiento familiar basado
en el “no compartir” (Antón, 2010, 2013).
Existen procesos terapéuticos en el abordaje de este tipo de duelos donde
la intervención individual, con el denominado “miembro doliente” o “miembro
diana”, definido como aquel componente familiar donde se ubica o se coloca el
mayor nivel de sufrimiento y psicopatología (Antón, 2010); es el único posible
sobre todo por la negativa del resto de componentes a participar en la terapia.
Esta negativa puede venir definida, por una parte, por la disfuncionalidad pre-
sente en estas familias en cuanto a la interconexión entre los procesos de duelos
individuales y familiares y por otra, debido a la tendencia a no compartir presen-
te en estas familias (Antón, 2010).

Partiendo del modelo de duelo dual de Stroebe y Schut (1999) y Stroebe,


Schut y Boerner (2017), se plantea que en estas familias no se produce un
acoplamiento en la oscilación entre las posiciones de pérdida y de restau-
ración.

Existe una tendencia a la rigidez en la ubicación de los posicionamientos de los


componentes familiares bien en la pérdida bien en la restauración, así como un
intento de convencer al otro de lo adecuado de la actitud de uno, lo que favo-
rece la tendencia de funcionamiento familiar en bandos (Antón, 2019) así co-
mo el aumento de la soledad, el aislamiento y el no compartir. Se produce así
un isomorfismo entre lo social y familiar en cuanto a la ineptitud en el manejo
de estas situaciones de duelo. Y por lo tanto en lo adecuado o inadecuado de la
participación en las sesiones terapéuticas. Desde aquí es comprensible, por la
ubicación en la pérdida, la aceptación casi generalizada por parte del miembro
doliente/diana de la intervención individual. En estas circunstancias, el uso de
los sueños en la intervención terapéutica es un recurso no solamente válido sino
muy útil en el proceso de dotar de significado a lo ocurrido.
El tema de los sueños aparece, en algunos miembros familiares, a veces de
forma espontánea y otras veces de forma dirigida por el terapeuta en el proceso
terapéutico. Suelen darse dos circunstancias: la ausencia total o/y la recurrencia
de los contenidos de estos de acuerdo con el momento del proceso analizado.
La presencia de sueños con la figura fallecida funciona como un reencontrarse
con lo perdido, provocando una serie de sentimientos y emociones de caracte-
rísticas reconfortantes; de aquí la angustia que provoca el no tenerlos. Condi-
ción muy generalizada en los primeros momentos del proceso de duelo. En los
sueños recurrentes se presenta una búsqueda, un acercamiento, un diálogo, un
responder a preguntas del por qué. Se pueden entender como un esfuerzo na-
rrativo para dar significado a lo ocurrido.

58
Los sueños en el proceso de duelo familiar por suicidio de un hijo.

Hay que señalar que la introducción de los sueños en el proceso terapéutico


se produce en consonancia con la evolución del proceso de duelo. De forma es-
pontánea aparecen a lo largo del mismo. En los primeros momentos se presen-
tan de forma recurrente los sueños de anhelo por la figura perdida, como inten-
to de negar o recuperar una realidad pedida, o de ausencia total de los mismos.
En un momento posterior y coincidente con la tarea de trabajar las emociones
y el dolor de la pérdida, según el modelo de Worden (1997), de asimilación, se-
gún Neimeyer (2002), de la experiencia compartida del dolor y la pena, según
Walsh y McGoldrick (2004) y/o de reagrupamiento de la familia para permitir la
reorganización familiar, según Pereira (2002), se presentan sueños recurrentes
angustiosos buscando dar sentido a lo ocurrido. Es una intensificación en cuan-
to al intento de dotar de significado a la incógnita que atormenta a la familia, a
saber: el por qué.
La familia Álvarez pierde al menor de sus dos hijos, de 23 años. Se ahorca en
la casa colindante a la suya, propiedad de la abuela materna, usando el pomo
de una puerta como elemento de agarre de la cuerda que utilizó. Toda la inter-
vención se realiza de forma individual, por la negativa del padre y su otro hijo
de acudir a las sesiones. La justificación siempre es por incompatibilidad de sus
agendas laborales y la agenda del terapeuta. Los estilos en el manejo y encaje
de los duelos individuales y familiar (Antón 2019) así como las características,
relaciones y dinámica familiar justifican estas ausencias. El padre y el hermano
mayor después del suicidio vuelven rápidamente a sus respectivos trabajos, re-
cuperan su vida con prontitud y muestran una necesidad emocional de hablar
poco de lo ocurrido. La madre por el contrario, presenta una rumiación persis-
tente y mantenida no solamente con respecto a lo ocurrido, sino como una ma-

59
MOSAICO 75

nera de tener presente de forma continua a su hijo perdido. Es una familia cen-
trada en ellos, cohesiva, con escasas o nulas relaciones sociales, donde todo
gira en torno a la familia, con dificultades para compartir a nivel comunicativo
y con estilos sacrificiales de funcionamiento como valor familiar. Para la madre,
el acto de su hijo es algo incomprensible, no percibe ningún elemento provoca-
dor o que justifique lo ocurrido; de forma recurrente analiza sus relaciones, sus
ocupaciones, sus estudios, sus amigos, su forma de ser, su vida…, buscando
algún elemento que le dé comprensión de lo ocurrido. Su necesidad de dar sig-
nificado a lo ocurrido se manifiesta en los sueños recurrentes que presenta des-
de hace un tiempo: “Siempre tengo un sueño similar desde hace meses. Estoy
con mi hijo sentado en alrededor de una mesa, sentados uno enfrente del otro y
le pregunto ¿por qué? No me contesta, solo sonríe. Me da un beso y se va”. En
un momento diferente del proceso terapéutico, donde el objetivo gira en torno a
la creación de relatos alternativos, de historias no oficiales, comienza a tener un
sueño que relata de la siguiente manera: “Estamos sentados a la mesa, como en
los anteriores, y le volví a preguntar por qué lo había hecho. Esta vez me contes-
tó y me dijo “por miedo”. ¿A qué?, le
pregunté. A la vida, miedo a vivir. Se
Este sueño refleja la introducción levantó y se fue”. A continuación, co-
de contenidos no presentes hasta ese menta: “ya no volverá..., hasta ahora
momento en su relato, en cuanto era como un mal sueño, una pesadi-
a las características, condiciones y lla, un estar fuera y volverá de viaje,
formas de relacionarse de su hijo que de estar en la universidad. No va a
pudieron favorecer la comprensión del volver”. b
acto, darle un sentido, un significado La familia Castro, a diferencia del
y por otra, supone salir del momento caso anterior, sí pudo realizar un pro-
de negación de lo ocurrido, que había ceso de dar sentido a la muerte del
durado más de un año, y empezar hijo a nivel familiar. Depositaron el
a llorar lo que había perdido. motivo en factores externos, en una
pareja que, si bien no explicaba to-
do, si permitió a la familia en bloque
colocar toda la culpa y la agresividad subsiguiente en alguien alejado externo a
la misma. Carmen, la madre, plantea: “mi pesar es que no se despidió”. Refie-
re un sueño repetido que reproducía un acto que se daba todas las mañanas
cuando se iba a trabajar Francisco; “Le sentía que se acercaba, me besaba y me
decía que se iba”. En otro momento posterior del proceso terapéutico, aparecen
dos sueños que marcan un antes y un después en el mismo. El primero coincide
con su cumpleaños y el hecho de que sus hijos le traen unos dulces. Esa noche
sueña con su hijo trayéndole también los suyos a la par que la dice “vienen has-
ta duros…, he tardado mucho en venir”. Y el segundo, más importante a nivel
constructivo para ella, en donde le ve bajar por una cuesta, con la misma ropa
que el día que se suicidó cogiendo de la mano a un niño pequeño. Al poco tiem-
po, su hija le comunica que está embarazada. La llegada de este niño a la fami-

60
Los sueños en el proceso de duelo familiar por suicidio de un hijo.

lia “trajo la alegría” en la pena. “Uno se me ha ido y otro viene”. Esta compren-
sión del sueño facilitó dejar de estar de forma rumiativa su hijo en su cabeza.
Si bien la historia inicial dominante explicativa de lo ocurrido adquiere carac-
terísticas propias de cada sistema familiar, la presencia de los sueños en los dis-
tintos componentes familiares refleja e indica no solo el tipo de duelo que están
realizando (centrado en la pérdida o en la restauración), sino la tarea en el pro-
ceso de duelo donde están ubicados. Son reflejo de características individuales
y familiares en cuanto a qué tipo de duelo y la tarea que en ese momento se
está realizando.

Paco y Carmen han perdido a su hijo. éste se ahorcó hace más de un año. A
pesar del tiempo transcurrido, ya en la primera entrevista familiar se observa
el bloqueo en el proceso de duelo. “La gente nos dice que estamos como el
primer día”, comenta Francisco.

Su relato de lo ocurrido señala de forma muy definida quién es la culpable: su


expareja. Su decisión de romper definitivamente la relación para iniciar otra la
coloca como el disparador del acto, por una parte, y por otra “el maltrato sufrido
por ella”. Había sido una relación muy difícil y conflictiva que, después de una
pequeña fase de enamoramiento y de ilusión mutua, se había convertido en una
pesadilla. Encuentros y desencuentros, reconciliaciones y separaciones, estilos
y percepciones antagónicas eran una constante en el funcionamiento de la pa-
reja. La atribución de culpa está depositada en algo externo a la familia: su ex-
pareja. Tanto Paco como su hija Rocío presentan desde el inicio de la interven-
ción sueños con su hijo y hermano perdido centrados en actividades del día a
día, “cosas que hicimos juntos”. Por su parte, la madre, Carmen, muestra al ini-
cio de la intervención una ausencia total de sueños con su hijo: “yo quiero, pero
no tengo”. Al cabo de unos meses, relata un sueño: “vi a mi hijo venir andando
desde lejos, se va acercando poco a poco a mí y, cuando estaba muy cerca, me
dio un beso, se dio la vuelta y se fue”. La construcción de este sueño por parte
de la familia fue de despedida, de decirle adiós. Solo les queda vivir en el duelo.
Otra situación donde se muestra lo diverso de los sueños en los componentes
familiares es en la familia Fernández (Antón, 2019). La madre, al igual que el
caso anterior, presenta mucha angustia, entre otras razones, porque desde que
falleció su hijo no sueña con él. El momento inicial de negación de lo ocurrido
por parte de algún miembro familiar, trae parejo este fenómeno de ausencia de
sueños. éstos comienzan a presentarse con la salida del bloqueo emocional y
negación inicial. El padre presenta sueños regulares, en los cuales realiza dife-
rentes actividades que, a medida que avanzan en su secuencia, comienzan a
distorsionarse y perder coherencia. El hijo más pequeño, en un momento del
proceso terapéutico, cuenta el siguiente sueño: “Estamos en el campo en una

61
MOSAICO 75

comida todos juntos (incluido el fallecido). En un momento se levanta, se despi-


de de nosotros diciéndonos adiós y se va andando por el campo”. Tres sueños
que representan las diferencias en el momento del proceso de duelo en esta fa-
milia. Ubicación rígida en los progenitores (posición de pérdida en la madre y
restauración en el padre) y oscilación en el hijo.
La producción onírica en estos procesos viene definida no solamente por las
epistemologías personales y familiares, sino por el momento en que se encuen-
tra el duelo. Se puede agrupar en:
1. Ausencia de sueños. La negación de la pérdida trae asociada la ausencia
de sueños. Esta privación se mantendrá mientras la negación esté presen-
te, independientemente de su intensidad y del tiempo transcurrido. A ni-
vel familiar, y después del impacto inicial, la negación se ubica de forma
desigual en los miembros de la familia. Es el tipo de vinculación y lealtad
emocional y relacional con el fallecido lo que define la presencia de ésta.
En muy frecuente que se coloque en la madre.

2. S
 ueños de la vida cotidiana. Muestran al fallecido compartiendo activida-
des, situaciones o/y pasajes del día a día. Se presentan, dentro del proceso
de duelo, después de los primeros momentos y cuando se ha producido
una mínima elaboración. Son una forma de reencontrarse, de recuperar
lo perdido; esta es su principal función. Los sueños recrean situaciones,
sobre todo, ya vividas, aunque siempre con matices, con diferencias que
sorprenden y que añaden al reencuentro el componente de despedida.

3. D
 espedida. Estos sueños hacen referencia y están muy vinculados con el
trabajo terapéutico. Indican, sobre todo, el paso a nuevas etapas, fases o
momentos del proceso. Su contenido siempre hace referencia a un en-
cuentro y una despedida.

3. CONCLUSIÓN.

Los sueños y su presentación en el proceso de duelo familiar por el suicido de


un hijo permiten realizar una interconexión entre el desarrollo de los duelos de
los diferentes miembros familiares y el de la familia como totalidad, es decir, en-
tre lo individual y lo familiar. La oscilación y/o la ausencia de esta interconexión
entre momentos de ubicación en la pérdida con otros ubicados en la restaura-
ción del modelo de duelo dual de Stroebe y Schut (1999) y Stroebe, Schut y
Boerner (2017), junto con los modelos en tareas individuales (Worden, 1997;
Neimeyer, 2002) y familiares (Walsh y McGoldrick, 2004; Pereira, 2002) permi-
ten, no solamente percibir la complejidad de dicho proceso, sino la construcción
de pautas de comprensión e intervención con estas familias y sus integrantes
(Antón, 2019).

62
Los sueños en el proceso de duelo familiar por suicidio de un hijo.

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63
MOSAICO 75

Aplicaciones de la terapia familiar


breve en la ayuda a personas
con riesgo suicida. Juan García-Haro.
FEA. Psicología Clínica.
Centro de Salud Mental de
Adultos. Pola de Siero. Asturias.
Servicio de Salud del Principado
En efecto, quien busque el infinito, que cierre los ojos. de Asturias. Asturias. España.
(La insoportable levedad del ser, M. Kundera, 1984).
M. Dolores González Díaz.
Psicóloga Clínica.Tutora UNED.
Marta González González.
Resumen. Psicóloga Interna Residente.
Servicio de Salud del Principado
La problemática suicida es, sin duda, una de las más de Asturias. Asturias. España.
difíciles que enfrenta el profesional sanitario. En la ayuda Rebeca Costa Trigo.
a personas con ideas de suicidio se camina muchas FEA. Psicología Clínica.
veces a tientas, desprovistos de un mapa y sistema de Servicio Canario de la Salud.
España.
ayuda que sirva para orientarse en el trabajo de aliviar
Correspondencia sobre
el sufrimiento y prevenir la aparición de nuevas crisis este artículo:
suicidas. En este artículo se presentan ideas y técnicas Dirección postal:
C/ Alonso Ojeda, 9, 6º B. 33208
de la Terapia Familiar Breve aplicadas a personas con Gijón, Asturias. España.
ideas de suicidio. Se concluye que la Terapia Familiar Número de teléfono: 687215167
Correo electrónico:
Breve puede ser de gran utilidad en los servicios públicos
juanmanuel.garciah@sespa.es
en la atención y prevención de las conductas suicidas.

Palabras clave.
Suicidio,
intentos de suicidio,
psicoterapia,
servicios públicos,
terapia familiar breve.

64
Aplicaciones de la terapia familiar breve en la ayuda a personas con riesgo suicida.

Abstract.
The suicidal problem is undoubtedly one of the hardest faced by the mental health professional. In
helping people with ideas of suicide, they often walk around groping, lacking a map and a support
system to help them find their way in the work of alleviating suffering and preventing new suicidal
crises. This article we present ideas and techniques of Brief Family Therapy applied to people with
suicidal ideas. It is concluded that Brief Family Therapy can be very useful in public services in the
care and prevention of suicidal behaviors.
Key words.
Suicide, attempted suicide, psychotherapy, public services, brief family therapy.

Introducción.

“No me gusta hablar de suicidio, me gusta hablar de quitarme la vida. Hay


dos alternativas, vivir o morir, y yo elijo morir. Es mi decisión, tengo que ser
libre para tomarla, pero nadie lo entiende”. “Siento un vacío muy grande
dentro de mí. No me gusta la vida, no me gusta. Siempre es igual, una y otra
vez”. “Puede que la depresión se quite con una pastilla, pero estas ideas no
se van a quitar con una medicación”.

Estas declaraciones pertenecen a tres consultantes recientemente atendidas en


una unidad de hospitalización psiquiátrica del Hospital Universitario Central de
Asturias. Se trata de comentarios que apuntan a una misma problemática: la del
suicidio, si bien lo hacen con diferentes acentos y matices, pues el suicidio no es
un fenómeno unitario y compacto, sino heterogéneo y plural (Rendueles, 2018).
La situación suicida es, sin duda, una de las más difíciles que enfrenta el pro-
fesional sanitario. En el desarrollo y mantenimiento de las crisis y conductas sui-
cidas se imbrican numerosos factores: existenciales, culturales, sociales, psi-
cológicos, clínicos y biológicos. Esto dificulta una adecuada evaluación y, por
tanto, la aplicación de una ayuda efectiva.
En la ayuda a personas en situación de riesgo suicida se camina muchas veces
a tientas, desprovistos de un modelo de ayuda que sirva para aliviar el sufrimien-
to psicológico y prevenir la aparición de nuevas crisis suicidas. En los Centros
de Salud Mental hay básicamente dos opciones de ayuda, no necesariamente
incompatibles: 1) dar un tratamiento farmacológico para los “síntomas” del tras-
torno mental subyacente (depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, etc.); o 2)
proporcionar una ayuda psicosocial para la situación problemática de la perso-
na. Aunque, sobraría decirlo, lo ideal sería que todas las personas en situación
de riesgo que solicitan ayuda pudieran tener acceso a ambas opciones. Mien-
tras la primera opción es inespecífica y genérica, la segunda requiere un aná-
lisis de los contextos problemáticos individuales que ahogan la existencia de la
persona y en los que se halla “humillado, derrotado y atrapado” (Williams, et al.,

65
MOSAICO 75

2005); se trataría, por tanto, de una ayuda más individualizada y específica, más
allá del igualador diagnóstico formal.
Cada día muchas personas con ideas y deseos de muerte son atendidas en el
sistema sanitario. La mayoría reciben, o al menos se les ha ofrecido, tratamien-
to farmacológico para los síntomas o supuesto trastorno subyacente. Pocas son
las que reciben, además, una ayuda psicológica o psicoterapéutica específica
para esta problemática o drama existencial. Esto contrasta con la existencia de
intervenciones psicológicas útiles (basadas en la evidencia o en la práctica) para
la prevención y abordaje del problema. Dentro de la terapia familiar no faltarían
estudios sobre la utilidad de este enfoque en la atención a jóvenes y adultos con
conductas suicidas y autolesivas (Pineda y Dadds, 2013; Richman, 1979; Spiri-
to, 1997; Wijana, Enebrink, Liljedahl y Ghaderi, 2018; Omer y Dolberger, 2015;
Krauthamer Ewing, 2016).
El objetivo de este artículo es presentar algunas aplicaciones de la Terapia
Familiar Breve (TFB) para la ayuda a personas en situación de riesgo. La TFB
cuenta con apoyo empírico para numerosas condiciones clínicas. Sin embargo,
respecto a la problemática del suicidio la investigación disponible es aún esca-
sa. La utilidad de la TFB aplicada a dicha problemática se muestra en este tra-
bajo. Se trataría más en una evidencia-basada-en-la-práctica que una práctica-
basada-en-la-evidencia.

Terapia Familiar Breve.

La TFB ha sido definida como la integración flexible de: 1) la Terapia Estratégica


Breve (TBE) del Mental Research Institute (MRI) de Palo Alto (California) (Fisch,
Weakland y Segal, 1994; Watzlawick, Weakland y Fisch, 1992; Watzlawick,
1992), 2) la Terapia Centrada en Soluciones (TCS) (de Shazer, 1992, 1996,
1999) y 3) la Terapia Narrativa (TN) (White, 2002; White y Epston, 1993). En
términos genéricos, se trataría de: 1) bloquear los patrones interaccionales dis-
funcionales que enmarcan las conductas y experiencias problemáticas (los lla-
mados “intentos de solución” de la TBE), 2) potenciar patrones funcionales y
alternativos (“recursos y excepciones” de la TCS), y 3) favorecer la construcción
de nuevos relatos de identidad y de autoría que permitan gestionar mejor el su-
frimiento, dar esperanza y seguir adelante con la vida (“narrativas” de la TN).
Una seña de identidad de la TFB es la de preguntar directamente al consultante
acerca de sus preocupaciones y objetivos para trabajar sobre los mismos. Esta
descripción formal de la terapia precisaría en cada caso particular una adapta-
ción a las experiencias y narrativas suicidas individuales.
En nuestro país, dos de los autores que más y mejor han contribuido a de-
sarrollar este enfoque integrador, desde la triple articulación de clínica, docen-
cia e investigación, han sido M. Beyebach (2006, Beyebach y Herrero de Vega,
2010) y J.L. Rodríguez-Arias (Rodríguez-Arias y Venero, 2006).

66
Aplicaciones de la terapia familiar breve en la ayuda a personas con riesgo suicida.

Se trataría, por lo demás, de una terapia 100% contextual “avant-la-lettre”,


esto es, antes de la eclosión de la marca terapias contextuales en la psicología
clínica actual (Pérez Álvarez, 2014) o de las terapias de tercera generación (Ha-
yes, 2004/2016). Esta eclosión de lo “contextual” no es nueva en el campo de
las psicoterapias. Se recordará aquí la terapia contextual sistémica de mediados
de los 80 (Boszormenyi-Nagy, 1987; Boszormenyi-Nagy y Krasner, 1986; Selvi-
ni Palazzoli, 1985). A pesar de estos antecedentes, estas nuevas “terapias con-
textuales” no vacilan en auto-presentarse como adánicas u originales. Tienen su
origen, por lo demás, en el ámbito de la investigación y la universidad más que
en el suelo de la clínica asistencial real.
La TFB puede ser vista como una “terapia de tercera generación” (Hayes,
2004/2016) en el sentido de que ambos enfoques sitúan la comprensión y solu-
ción de los problemas psicológicos en el contexto interaccional cotidiano donde
tienen lugar las experiencias y comportamientos humanos (Beyebach, 2015).
Siendo su centro de gravedad el análisis y búsqueda de soluciones a los proble-
mas que enfrentan las personas en su lucha diaria con las adversidades de la
vida, cabría ver en la TFB una terapia fenomenológica propiamente dicha; en el
sentido de “ir a las cosas mismas” (Husserl), que en el escenario clínico serían
las personas-ahí-en-el-mundo-teniendo-que-hacer-su-vida (véase las filosofías
de Heidegger-Ortega), que sienten y padecen en su afronte dramático con los
acontecimientos y problemas cotidianos de la vida y no tanto con los síntomas,
los trastornos o los constructos explicativos. Incluso se podría ver en la TFB un
caso ejecutivo de terapia existencial, viendo que el existencialismo, en su ser
más radical, es el vivir humano dentro de un contexto mundano que es siem-
pre histórico y cultural-institucional (filosofía de Ortega). No en vano, las ideas y
tentativas de suicidio no aparecen en el vacío, o desde ninguna parte, como pu-
diera pensarse desde un enfoque biomédico del suicidio, sino “dentro” de una
situación vital (Lewin, 1978) o mar de problemas, distales o proximales, que
hunden y ahogan la vida de las personas y de cuyo fondo emergen las ideas
y conductas suicidas; fondo también de los diagnósticos psiquiátricos que su-
puestamente explican dichas conductas.
Sea como fuere, no hemos encontrado en la literatura científica estudios con-
trolados sobre la efectividad de la TFB en la ayuda y prevención de las conduc-
tas suicidas. Se trataría, pues, de lanzar la invitación a iniciar este proceso de
contrastación, toda vez que la buena ciencia requiere cumplir con el rito de la
verificación empírica. Pero también interesa señalar que no toda evidencia es
evidencia estadísticamente significativa; también está la evidencia científica ba-
sada en la práctica clínica. Así, hay experiencias terapéuticas que avalan la uti-
lidad de la TCS en la ayuda a las familias que enfrentan la pérdida de un ser
querido por suicidio (de Castro y Guterman, 2008). Dentro de la tradición de la
TBE interesa destacar el modelo evolucionado denominado problem solving del
Centro de Terapia Estratégica de Arezzo de Italia (Nardone y Balbi, 2009; Nar-
done y Salvini, 2006). Este modelo presenta una aplicación a las conductas au-

67
MOSAICO 75

todestructivas y suicidas (Balbi et al., 2012). Una aplicación de la TN a la ayuda


de personas con ideas de suicidio puede encontrarse en este mismo monográ-
fico (véase Chimpén, 2020).
Aunque, como decíamos, no existan estudios controlados de la TFB respecto
al suicidio y las conductas suicidas, según ordena la tradición positivista de la
ciencia (con su p valor como santo patrón, si bien en los últimos años en crisis y
cuestionado), nuestra experiencia clínica apoya su utilidad en la rutina asisten-
cial de la atención a la salud mental.

Algunas técnicas de terapia familiar breve aplicadas a las crisis suicidas.

A continuación, se presentan cuatro técnicas de sello TFB (nacidas en su mar-


co o coherentes con su filosofía), que nos han resultado especialmente útiles en
nuestro trabajo de ayuda a personas que enfrentan situaciones de riesgo suici-
da. Son las siguientes: Excepciones, Carta desde el futuro, Reencuadre y Kit de
la esperanza.

1. Excepciones.
De acuerdo con la TCS, una excepción se da cuando el problema que se está
tratando aparece con menos intensidad, duración o frecuencia. Se refiere tam-
bién a las situaciones en las que se espera que ocurra pero no se da el proble-
ma. La idea clave no es sólo detectar diferencias contextuales, sino identificar
modos de actuación diferentes llevados a cabo por la persona, de modo que
puedan ser repetidas las excepciones (Beyebach, 2014). Aunque en la evalua-
ción del riesgo suicida se pregunta muchas veces por los motivos para no que-
rer vivir, rara vez se pregunta por las ocasiones en que la persona es capaz de
resistir o inhibir tales impulsos, esto es, por las razones para mantenerse en la
vida a pesar de todo. Esto es importante, pues desde el punto de vista terapéuti-
co engancharse a las cosas de la vida que aún importan puede ser un buen an-
tídoto contra el suicidio. En efecto, las razones para vivir son los motivos que se
da una persona a sí misma para no acabar con su vida. No en vano, la variable
“razones para vivir” (Linehan et al, 1983) es un importante factor protector fren-
te al suicidio. Son los argumentos narrativos o puntos de anclaje para no saltar
al vacío, caso de plantearse esa posibilidad. Según la investigación esta variable
correlaciona negativamente con “desesperanza” y con “riesgo suicida” en per-
sonas con depresión (Malone et al, 2000).

2. La carta desde el futuro.


Desde nuestra experiencia, un ejercicio de la TCS que nos ha resultado espe-
cialmente útil a la hora de trabajar temas de suicidio es la carta desde el futuro.
Es una carta para ser escrita, sin ser enviada, aunque también se puede decir
en voz alta. La consigna es la siguiente: Escoge un momento en el futuro, dentro

68
Aplicaciones de la terapia familiar breve en la ayuda a personas con riesgo suicida.

de 1, 5, 10, 20 años, o dentro de un periodo de tiempo más largo o más corto,


según lo que tenga sentido para ti. Imagínate que han pasado todos esos años y
en ese futuro has resuelto el problema que te agobia ahora, o imagina que has
encontrado una forma satisfactoria de sobrellevarlo (o has hallado el camino pa-
ra una vida plena, valiosa, con sentido, llena de razones para vivir, etc.). Pon en
el encabezado de la carta la fecha futura que has imaginado. Escribe el nombre
de una buena amiga o el tuyo propio: Querida (nombre de la persona). Imagina
que en el momento en que escribes la carta estás viviendo esa vida que te gusta
vivir. Anima a la persona actual y describe qué te ayudó a resolver los problemas
que tienes ahora, qué personas te ayudaron, qué cualidades supiste aprove-
char. Describe la rutina de un día, cómo pasas el tiempo, dónde estás viviendo,
tus relaciones, creencias y reflexiones sobre el pasado y el futuro. Describe todo
con el mayor número posible de detalles y no te preocupes sobre lo “reales” que
sean las ideas y pensamientos que surgen a medida que describes este futuro
preferido (Beyebach y Herrero de Vega, 2010; Dolan, 2000).
Este ejercicio permite visualizar la distancia entre la vida-actual-inundada-de-
problemas y una vida-futura-libre-de-ellos. A partir de aquí se puede trabajar
conjuntamente: ¿cuál sería el primer paso en esa dirección?,
¿y el siguiente?, etc. Según la investigación, abrir y visuali-
Pero no sería sólo
zar, desde la imaginería mental, ventanas de esperanza en
un buen predictor
la oscura pared del futuro, es una de las medidas terapéuti-
de suicidio, sino una
cas con mejor evidencia para alejarse de las ideas de muerte
variable psicológica
y salir de las crisis suicidas. No en vano, la desesperanza es
implicada en el núcleo
uno de los principales indicadores de riesgo suicida (Kovacs,
del proceso suicida.
Beck y Weissman, 1975). B

3. Reeencuadre.
Dice el psicólogo Ramón Bayés en su libro Un largo viaje por la vida que las pa-
labras adecuadas en el momento oportuno pueden movilizar cambios e influir
de modo decisivo en el curso de una vida (Bayés, 2020). Dicho efecto puede
verse en el siguiente ejemplo: un joven se tira al río con intención de suicidarse.
Un policía apuntándole con el revólver le grita: “Si no sales del agua, disparo”.
Tras esta orden, el joven, sorprendido, nada sin oponer resistencia y consigue
llegar a la orilla. Esto es lo que pretende conseguir el reencuadre. Se trata de
una técnica con base en la tradición del MRI y que conecta con el constructivis-
mo de los años 80-90 (Segal, 1994). También se podría conectar con el enfoque
perspectivista de Ortega, con la cautela de que sería la realidad misma la que
se manifiesta en múltiples perspectivas. Aquí, la terapeuta proporciona un nue-
vo contexto de sentido desde el que la persona interpreta o enhebra con nuevo
hilo narrativo los fenómenos o experiencias problemáticas que motivan la que-
ja o que la presentan al clínico como “síntoma”, esto es, sin agencia personal.
Mediante este cambio de sentido, la valoración “sintomática” de los “hechos”
desaparece o al menos se atenúa. Complementariamente emerge un nuevo sig-

69
MOSAICO 75

nificado, que contiene la posibilidad de construir una nueva identidad de uno


mismo. Para conseguir este efecto terapéutico, el nuevo contexto de sentido (la
reformulación o nueva perspectiva) ha de cumplir una serie de requisitos que,
en nuestra opinión, no están bien estudiados y que convendría analizar con de-
tenimiento (verosimilitud, utilidad, momento adecuado, etc.). En efecto, no vale
cualquier perspectiva o sentido para que la nueva narrativa sea asumida por el
consultante; ha de cuajar en su cultura (historia, generación) y circunstancia in-
dividual. Salud y sentido serían los dos elementos del reencuadre. Algunos au-
tores piensan que la nueva perspectiva ha de conectar con la emoción primaria
y las necesidades relacionales subyacentes insatisfechas (deseo de ser querido,
validado y respetado) (Laso, 2018). Se trataría pues de una técnica que conden-
sa toda una fenomenología cultural.
El siguiente relato pone de manifiesto el poder de la reformulación a la hora
de dar un nuevo contexto de sentido a la crisis personal y que posibilita una sa-
lida a la misma:

Josefa (el nombre es ficticio) es una mujer de 60 años, hija única, soltera,
vive en una zona rural del interior de Asturias. Acude a consulta psicológica
derivada por su médico de atención primaria por ideas recurrentes de suici-
dio tras el fallecimiento de su madre. En el análisis de su historia personal,
comenta que tuvo una infancia difícil, con un padre agresivo y alcohólico.
Relata que siempre vivió en casa de sus padres protegiendo a su madre. Re-
cuerda un episodio dramático de niña donde su padre amenazaba con un
hacha a su madre. Josefa se interpuso salvando la vida de su madre. Tras
muchos conflictos y malestar, su madre se separó y Josefa la acompañó has-
ta su muerte a los 90 años. Durante su largo proceso de enfermedad siem-
pre estuvo ahí con todo tipo de cuidados serviciales y sacrificios. Mientras
tanto su vida social se limitaba a ir a trabajar y estar con su madre a modo
de compañía. Tras la muerte de su madre inicia su proceso de duelo compli-
cado con ideas recurrentes de suicidio a modo de reencuentro con ella. Di-
ce que siente que su vida ha quedado vacía y sin sentido. Una intervención
terapéutica valió para ayudarla a cambiar la perspectiva sobre lo que había
sido su vida pasada y lo que podía esperar de su futuro. “Gracias a ti, tu ma-
dre pudo morir de vejez y no a los 40 a manos de tu padre. Ahora que ella no
está, puedes seguir cuidando de su memoria para que no desaparezca”. Es-
ta sencilla devolución, apenas meditada, tuvo un efecto sorprendente hasta
el punto de que Josefa, desde entonces, no la olvida. Se siente reconfortada,
el duelo desencalla y las ideas de suicidio, hasta entonces recurrentes, ape-
nas aparecen. Es asombroso comprobar cómo en cada sesión Josefa señala
al terapeuta con ojos risueños y una sonrisa cómplice lo mucho que le valió
aquel comentario y que ya siempre le acompaña.

70
Aplicaciones de la terapia familiar breve en la ayuda a personas con riesgo suicida.

4. Kit de la esperanza.
Se trata de una técnica que procede de la terapia cognitiva (Beck, Rush, Shaw
y Emery, 2006; Freeman y Reinecke, 1995), pero que tiene una gran afinidad
con la filosofía de la TCS y, en concreto, con el factor protector “razones para
vivir” (Linehan et al., 1983). La técnica del kit de la esperanza (véase Brown et
al., 2005; Heriques et al., 2003) trataría de bloquear la ideación o impulso sui-
cida una vez se manifiesta. Se le pide a la persona que seleccione objetos que
simbolicen razones para vivir y que los guarde en una caja a modo de kit de su-
pervivencia.
En nuestra formulación sistémica de esta técnica, proponemos a la consul-
tante que piense, recuerde y visualice durante un momento de relajación qué
cosas le dan (presente), le daban (pasado) o le podrían dar (futuro) ganas de
vivir o sentido a la vida; o bien, cuáles eran, son o podrían ser metas valiosas a
conseguir en la vida. Se trataría de identificar valores, argumentos, experiencias,
conductas o pensamientos concretos que pueden ayudarle a engancharse a la
vida. Sería como buscar las perlas que pueden componer una suerte de “collar
de sentido y esperanza”. Para ello proponemos pensar en:

1. Alguna persona determinada que haya sido significativa, bien sea porque
haya aportado cosas valiosas o porque nosotros le hayamos aportado co-
sas valiosas: anotar el nombre y número de teléfono de esa persona, cómo
nos hace sentir, objetos vinculares de esa persona (fotos, regalos, símbo-
los, etc.).

2. Alguna música, cuadro, poema, foto, dibujo, película, aroma, perfume o sa-
bor, etc., que sirvan como símbolo de anclaje a la vida. Se recordará aquí,
como se decía antes al hablar del impacto de “las palabras adecuadas en el
momento oportuno” (Bayés, 2020), que ciertos elementos sensoriales en el
espacio y momento adecuados, y según ciertas rutas de memoria y de sen-
tido, pueden movilizar cambios decisivos en el curso de una vida. Esta rea-
lidad no es ajena a las personas con ideas de suicidio. La película El sabor
de las cerezas (Kiarostami, 1997) epitomiza este giro inesperado de última
hora. Un hombre había decidido suicidarse. Sale al amanecer de su casa
y sube a un monte. Lanza la cuerda a un cerezo y al no quedar satisfecho
con el resultado sube al árbol, coloca bien la cuerda y se topa con unas her-
mosas cerezas. Coge una y la prueba, el sabor le resulta delicioso. Continúa
con unas pocas más. Pasa el tiempo. El sol sale de su sueño. El paisaje del
amanecer visto desde la colina le despierta un sentido estético de belleza.
En ese instante escucha a los niños saliendo hacia la escuela. Llegan hasta
donde se encuentra nuestro protagonista, se paran bajo el árbol y le piden
que agite el cerezo. Las cerezas caen y los niños las comen con gran satis-
facción. Se siente feliz. Entonces cambia su perspectiva de la vida, reco-
ge algunas cerezas y decide llevarlas a casa para compartir con su mujer.

71
MOSAICO 75

3. Algún proyecto, sueño, esperanza, ilusión o meta a conseguir en el futuro,


procurando que sea realista y viable; esto es, siempre que caiga dentro de
las posibilidades y límites de la realidad de la persona. Se sugiere que lo di-
buje o que construya (plastilina, cerámica, etc.) algún objeto que simbolice
ese futuro deseado.

Una vez que la persona ha imaginado este listado de objetos, proponemos co-
mo tarea alguna de estas dos opciones: 1) que lo escriba en un papel, lo plas-
tifique y lo lleve siempre con ella, 2) que meta los objetos en una caja especial.
Ambas opciones se pueden utilizar a modo de prevención de recaídas para los
momentos de crisis. Aquí la idea sería la siguiente: si en algún momento la per-
sona piensa en el suicidio o percibe estar en riesgo, puede leer la hoja de papel
o abrir la caja y utilizar alguno de esos recursos para conectarse a las cosas va-
liosas de su vida. También se puede sugerir que coloque los objetos en lugares
visibles de la casa a modo de recordatorio de lo que hace que la vida, para esa
persona, merezca la pena ser vivida.

Conclusión.

Se han presentado cuatro técnicas de la TFB o consonantes con la misma que


han resultado útiles en la ayuda a personas con riesgo suicida en un contex-
to clínico de salud mental. Interesa destacar los puntos fuertes de la TFB: 1)
en primer lugar, trata de buscar soluciones en el terreno donde se juegan los
problemas humanos, que es su contexto interaccional inmediato, y 2) pregun-
ta directamente a las personas por sus experiencias, preocupaciones y objeti-
vos, antes que por sus síntomas, diagnósticos y antecedentes mentales. En este
sentido va radicalmente “a las cosas mismas”, tal como pide un enfoque feno-
menológico. Desde el punto de vista de la ayuda, se destacarían la búsqueda de
excepciones, la carta desde el futuro, el reencuadre y construir un kit o caja de
esperanza como herramientas útiles en la ayuda a superar crisis suicidas. So-
bra decir que estas técnicas no viajan solas, si es que alguna lo hace, sino que
siempre están inmersas dentro de una relación terapéutica (empática, de con-
tención, de validación y de apoyo), que las hace posibles y viables, más si ca-
be, en personas que viven con ideas y deseos de muerte. Sin técnicas no hay
psicoterapia, como sin perlas no hay collar. Pero como en el collar, las perlas
necesitan un hilo que permita el engarce y unión de las mismas. Las perlas sin
un hilo conector no visten, y acaso un buen hilo, si es bonito, aún sin perlas,
puede lucir bien.
Para terminar, se precisaría continuar en esta línea de difundir la utilidad de la
TFB y de poner a prueba su efectividad en el marco de una investigación con-
trolada.

72
Aplicaciones de la terapia familiar breve en la ayuda a personas con riesgo suicida.

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74
Suicidio: un hecho con significado.
Implicaciones relacionales.
Andrés Cabero Álvarez.
Dr. en Psicología
Universidad Salamanca.
Psicólogo Clínico Centro Salud
Mental Ería (Servicio de Salud
Principado Asturias, SESPA).
Terapeuta de Familia (Asociación
Terapia Familiar Asturias).
acaberoa@telecable.es

Resumen.
Abstract.
Se reflexiona sobre el mensaje y el significado A reflection about the message and
del suicidio para la sociedad. Se relata una the meaning of suicide in society.
It tells a lifelong story illustrating the
historia vital que ilustra las consecuencias para consequences on life and mental
la vida y para la salud mental en el contexto health within the relational context
relacional del suicida. Los factores culturales, of the person who commits suicide.
Cultural matters, relational dyna-
las dinámicas relacionales y la perspectiva de mics and gender perspective are
género son claves para extraer lecciones útiles key points to draw useful lessons
for clinical practice.
para la práctica clínica.
Key words.
Suicide, family psichotherapy,
Palabras clave. cultural values, gender.
Suicidio, psicoterapia familiar, valores culturales, género.

75
MOSAICO 75

“Los cables que conectan a la gente -ese complejo entramado de tejido


conectivo que atrapa a los pacientes, familias, terapeutas y consultores en una
ecología social regida por fuertes reglas secretas- continuaban todavía siendo
invisibles en su mayor parte”.
(Minuchin,1991, p.262).

Introducción.
El suicido es un acto que reta el entendimiento y el supuesto deseo innato en
el ser humano de sobrevivir y, para entenderlo, es necesario huir de reduccio-
nismos. Las preguntas para arrancar esta reflexión son ¿qué significa?, ¿cuál es
el sentido, el mensaje, del suicido para el contexto social? ¿Y en el contexto fa-
miliar? ¿Por qué y para qué elige una persona una conducta suicida? Pero an-
tes de centrarse en las dinámicas familiares, es preciso contemplar el suicidio
desde una perspectiva más amplia y ser consciente de los condicionantes de
todo tipo (cultural, económico, etc.) que confluyen en la visión comprensiva del
acto suicida.
Como señala la OMS2 el contexto socioeconómico es relevante para compren-
der el fenómeno del suicido, ya que el 79% de todos los suicidios se produ-
ce en países de ingresos bajos y medianos. También es significativo el contex-
to laboral; por ejemplo, recientemente directivos de France Télécom han sido
condenados por acoso moral presente en el suicido de 19 de sus trabajadores
en 2007 y 20083. El mensaje de esos suicidios a la sociedad podría ser: No se
puede atentar contra la dignidad, los derechos y la salud de un trabajador para
salvar una empresa. ¡Monten una organización socioeconómica para las perso-
nas, no para la acumulación de riquezas! Esta “epidemia suicida” apunta a la
necesidad de proteger a las personas estableciendo límites a la lógica económi-
ca actual. En defensa de los acusados habló el exdirector del Fondo Monetario
Internacional, elogiando los resultados de esa estrategia empresarial, lo que nos
ayuda a situar el escenario con más claridad. El grito de los trabajadores suici-
das franceses pone el dedo en la llaga, y alerta, acerca de una cuestión nuclear
de nuestro tiempo: hacer compatible el actual modelo de desarrollo con la vida.
Otras variables son también cruciales, como las expectativas sociales liga-
das al género. Por ejemplo, los matrimonios forzados e infantiles, la maternidad
precoz o la violencia doméstica, entre otras causas, provocaron que cerca de
95.000 indias se quitasen la vida en 20164. Además, el principal motivo de sui-
cidios en mujeres jóvenes de la India es el matrimonio forzoso5; y cerca de cua-
tro de cada diez mujeres que se quitan la vida en el mundo son indias6.
2
(OMS, 2019. https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide).
3
EL PAIS 21/12/2019.
4
https://www.lavanguardia.com/internacional/20180914/451791990142/mujeres-suicidio-india-mundo.html
https://sermujerenindia.wordpress.com/2013/04/07/el-principal-motivo-de-suicidios-por-mujeres-jovenes-en-la-
5 

india-es-el-matrimonio-forzoso/
6
https://osalde.org/casi-40-de-todas-las-mujeres-que-se-suicidan-en-el-mundo-son-de-india/

76
Suicidio: un hecho con significado. Implicaciones relacionales.

¿Qué significado, qué mensaje nos quieren hacer llegar estas jóvenes suici-
das? Algo así como Prefiero morir que vivir sin dignidad humana. ¡Organicen
una sociedad que garantice los derechos humanos de las niñas y de las muje-
res!
Otra casuística la plantearían los suicidios de los presos en cárceles, sobre
todo de aquellos que están en aislamiento; que podrían trasladarnos el mensa-
je de ¿Ustedes creen que el encarcelamiento es una manera de reeducación y
reinserción social?
Sin perder de vista este marco más amplio, socioeconómico, cultural, es el
momento de reflexionar sobre otros suicidios que suceden en nuestro medio oc-
cidental y del primer mundo, y para ello gravitaremos sobre observaciones clíni-
cas en torno a la historia vital de Benita.
Se busca el sentido del acto suicida en la historia relacional de la pareja y de
la familia. Para construir el significado, se contextualiza el acto suicida en la di-
námica relacional del contexto socio familiar. ¿Qué consecuencias tiene, qué
hace hacer a los receptores de su mensaje, sus padres, hermanos, cónyuge,
descendencia?
La historia, la narración (Payne, 2002) que se va a describir, desde el punto de
vista de un observador que obviamente introduce su propia perspectiva, preten-
de plantear una conversación y una reflexión sobre las relevantes consecuen-
cias del suicidio en el entorno próximo, aspectos a menudo oscurecidos por el
impacto trágico del suceso. El relato ha sido co-construído entre la protagonista
y quien escribe, a través de una larga relación terapéutica, y en este sentido no
se propone describir hechos objetivos (Elkaïm, 1989).

Narración.

Benita pasó una infancia marcada por la relación con su padre, persona
de talento, líder en la familia, en el trabajo y en la comunidad, pero con
una minusvalía física, que devolvía los cuidados de su hija con apoyo y
dedicación. Cuando llegó la adolescencia, a los 16 años, quiso estudiar
y su padre se opuso porque era “libertina” la idea de que una mujer es-
tudiara. Pero ella se pagó los estudios con becas y trabajos temporales,
logrando la diplomatura. Luego se presentó, con 18 años, a un examen
para una bolsa de trabajo en la administración, y debido a su excelente
resultado fue contratada de inmediato como secretaria de alta dirección.
Por esa época sacó también el carné de conducir y se compró un coche,
también con escándalo y en contra de la opinión de la familia.

En ese momento ya estaba casada con Luis, que recibió la noticia de su


trabajo y buen sueldo con descalificaciones e infravaloraciones (“querrá

77
MOSAICO 75

lo que todos, tu jefe”), bofetadas y palos. Cuando se conocieron y em-


pezaron a salir de novios, Benita veía que Luis tenía cierta tendencia a
consumir alcohol, pero encaró el problema y le hizo saber que tenía que
elegir entre la botella o continuar la relación. Hicieron un pacto para for-
mar una familia dejando el alcohol y la vida en los bares fuera de sus
vidas. Se casaron, él trabajaba de conductor de autobuses en una em-
presa grande, y ella compatibilizó su trabajo, exigente, con la crianza en
solitario de sus tres hijas y las tareas domésticas. Luis resultó ser un em-
baucador con mucha labia y simpatía, que aprovechaba los descansos
de sus turnos en el trabajo para proseguir con su afición alcohólica. Su
comportamiento social era correcto y agradable, y la ingesta alcohólica
se mantenía en términos tolerables para la vecindad. De puertas aden-
tro maltrataba a Benita, obligándola, por ejemplo, a permanecer sentada
en una silla horas mientras la insultaba, abofeteaba y vejaba. O tiraba la
comida del plato, que exigía estuviera a su hora, y la obligaba a recoger-
lo, humillándola. Recurría también al chantaje y al miedo, amenazando
con estrellar el vehículo de pasajeros que conducía si no accedía a sus
exigencias. La postura de su padre respecto del maltrato se resumía en
la frase “los hombres beben y no saben lo que hacen”, excusando y jus-
tificando la conducta maltratante. El patrón de agresiones se mantuvo
durante la crianza de las tres hijas (tuvo la primera a los 20 años y luego
una hija cada dos años) y Benita no encontró el camino de salida debido
a una mezcla de vergüenza, miedo (cuando oía la llave en la cerradura se
escondía en un hueco entre la pared y el armario donde Luis no cabía),
dependencia y esperanza en un cambio que no llegaba.

Cuando la última hija llegó a la adolescencia, ésta comenzó a rechazar la


comida y verse más obesa de lo que estaba. Benita encargó a Luis que
llevara a la joven a un centro de salud mental, donde se puso en psico-
terapia, mejorando rápida y establemente: dejó atrás las manías, acabó
sus estudios y comenzó a trabajar a tiempo parcial. Unos meses más tar-
de, probablemente animada por el éxito de su benjamina, Benita acu-
dió al centro de salud mental, decidida a consultar los desánimos y tris-
tezas que hacía tiempo la rondaban. A través de la terapia fue tomando
conciencia de las pautas disfuncionales de su matrimonio, haciéndose
más fuerte y liberándose de chantajes y amenazas. Mientras este pro-
ceso de mejoría y autonomía sucedía, Luis empezó también a acudir a
salud mental, presentándose como una persona depresiva, abandonado
por su mujer, alimentando una visión victimista de sí mismo, y comenzó
una escalada sintomática, incluido ingresos hospitalarios psiquiátricos.
Luis se presentaba en las consultas o ingresos con ropa sucia y aspecto

78
Suicidio: un hecho con significado. Implicaciones relacionales.

desastrado para alimentar su imagen de hombre “abandonado”. Al prin-


cipio, su psiquiatra llamó la atención a Benita porque no cuidaba de él,
pero, cuando se dio cuenta de la situación, empezó a apoyarse en ella
para saber si Luis bebía o si tomaba la medicación. Esta alianza entre el
psiquiatra de Luis y Benita motivó también unas cuantas palizas cuando
éste se percataba de esas maniobras de control.

A pesar de la presión y el chantaje, Benita continuó en su línea de sepa-


ración emocional, física y legal de su marido. Luis continuaba resistiéndo-
se con todos los medios a su alcance, amenazándola con que se queda-
ría sin dinero (ella tuvo que dejar el trabajo a los 33 años por un accidente
y cobraba una pequeña pensión), si se divorciaba. Aun así, la separación
física se produjo y a los 52 años Luis se fue a vivir a casa de una hija.

Pocos días antes de firmar la separación, Luis se suicidó tomándose pas-


tillas y dejando una nota para que su mujer se encargara de pagar sus
deudas. Se tardó varios días en encontrar el cadáver. Benita se enteró por
una llamada de su propia hermana, que le dijo “mataste a tu marido”.
Cuando tuvo que reconocer el cuerpo, le causó una profunda impresión
la visión de las larvas del cadáver. Este suicidio provocó que Benita fue-
ra rechazada tanto por su propia familia como por sus hijas, a pesar de
haber sido testigos del maltrato (“nos dejaste sin padre”). Previamente,
Luis se había ocupado de difundir y fortalecer su imagen victimista tan-
to en las hijas como en la familia de ella. Benita fue señalada como res-
ponsable de la muerte de Luis, subrayando la buena situación econó-
mica que le quedó (si se hubieran separado, tendría menos dinero de
pensión). También esta lectura culpabilizante encontró terreno abonado
en el resentimiento de su madre y hermanos, celosos de la relación pri-
vilegiada de Benita, primogénita, con su padre durante la infancia, de-
jándola de lado.

El aislamiento relacional (la vecindad, los amigos y conocidos todos ha-


blaban del pobre y bueno de Luis), el trauma de la visión del cadáver,
el contexto estigmatizante y persecutorio, desencadenó en los meses y
años siguientes la aparición de nuevos sufrimientos para Benita. Por su-
puesto, tal como le encargó en su nota de despedida, tuvo que ir pagan-
do uno a uno sus pufos, oyendo los comentarios misericordiosos hacia
el fallecido y sintiendo las miradas acusadoras. En las semanas y meses
siguientes, una presencia (“marido fantasma”) le impedía descansar por
las noches, oía su tos, le movía la cama, Benita se desorientaba y se per-
día en su casa. Y una noche, deambulando, estuporosa, se iba a preci-

79
MOSAICO 75

pitar desde un puente sobre una carretera (en la ruta habitual que hacía
Luis), cuando un transeúnte, por casualidad, la agarró en el último mo-
mento. El marido fantasma continuó acosándola mucho tiempo, cuando
ella hablaba con algún hombre siempre pasaba algo, se le caía encima
el café, por ejemplo. Los años siguientes vivió con miedo, que se fue am-
pliando con temores a hombres que le querían hacer daño, la vigilaban.
Se convenció de que le hackeaban el móvil, pues recibía llamadas que
le pedían sexo, voces a través del teléfono que le decían “eres mía”. Los
vecinos querían agredirla, hacerle daño, la insultaban, temía ser atrope-
llada, se enreda en varios juicios con la vecindad, y tuvo que cambiar de
domicilio varias veces.

En la actualidad, esta mujer de 62 años vive sola con su perro, no cono-


ce a sus nietas, ha sido rechazada en los intentos de retomar la relación
con sus hijas y su familia de origen, y su principal relación es, además de
alguna amistad femenina esporádica, con los servicios sanitarios que tra-
tan diversos problemas de salud física y mental.

El mensaje del suicido de Luis sería similar al del suicida que, tras atar un
extremo de la cuerda al radiador, se ahorcó por fuera de la ventana de un
primer piso con un cartel al cuello que decía: “la culpa la tiene mi mujer”
(historia real).

Nota al margen: Benita fue el primer nombre que vino a la cabeza del autor,
cuando se planteó cambiar el nombre real para preservar la intimidad de esta
mujer. Las consecuencias y el desenlace de esta historia contradicen o ironizan
sobre el significado del nombre, ya que Benita, en su forma original, es Bene-
dicta, cuya etimología latina significa “bien dicho”, o “aquel de quien se habla
bien”. Es decir, la mente del autor asocia por su propia cuenta, y sabe cosas
que ni él sabía que sabía.

Corolario.

Desde una perspectiva sistémica, según el modelo del Mental Research Institu-
te (MRI) (Watzlawick et al. 1981), la dinámica de este relato puede entenderse
como una manera de finalizar un “juego sin fin”, una maniobra relacional para
perpetuar su poder en la relación. En la lucha por el control de la definición de

80
Suicidio: un hecho con significado. Implicaciones relacionales.

la relación, el último movimiento del suicida deja al otro sin posibilidad de res-
puesta. La otra persona está abocada a igualarlo mediante otro suicido (en este
caso, solo la casualidad lo impidió) o autodescalificarse con un comportamiento
no normativo (experiencias alucinatorias, vida marginal), navegando vitalmente
entre la impotencia y la desesperación. La consecuencia del suicidio de Luis pa-
ra la vida de Benita es el mantenimiento de la relación de dominio y sumisión, la
extensión opresiva de una narrativa en la que la imagen de mujer mala se con-
solida en la red sociofamiliar. Resuenan las expectativas coercitivas ligadas al rol
femenino (Walters et al., 1991), y la imagen estereotipada popular de la mujer
como “lagartona”. Las consecuencias para su descendencia es que viven sin
ninguno de sus progenitores.
¿Qué enseña esta historia a los psicoterapeutas? Indica que se deben valorar
las implicaciones de las intervenciones clínicas en el entorno relacional, para el
contexto más cercano, pero también en el contexto social, más lejano; alerta de
la obligación de evitar la ceguera ante las consecuencias relacionales de accio-
nes supuestamente terapéuticas; anima a revisar los supuestos y los estereoti-
pos que modelan los comportamientos de los profesionales asistenciales.
¿Qué implicación se desprende para la planificación asistencial? Implica que,
en la clínica asistencial, y para los planes de intervención sobre el suicidio, es
necesario incluir a los supervivientes, y a los destinatarios de las notas de suici-
do, como población de riesgo.
¿Cuáles son las prioridades para los formadores de terapeutas? Los formado-
res deben privilegiar, como valores que sirvan de guía y marco para la formación
en psicoterapia, la reconstrucción de las relaciones, la disminución de conflic-
tos, la promoción de cuidados, el respeto a los derechos de las personas, y el
reto a los estereotipos ligados al género.

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81
MOSAICO 75

El suicidio: la perspectiva
de la Clave Emocional.
Resumen. Esteban Laso Ortiz.
Universidad de Guadalajara,
El suicidio es un problema de salud pública grave Centro Universitario de
y de cada vez mayor incidencia, que desafía a los la Ciénega / Instituto Tzapopan,
Jalisco, México.
terapeutas tanto personal como profesionalmente. estebanlaso@gmail.com
La investigación reciente sugiere que está
precedido de un estado específico presuicida,
no necesariamente asociado con un trastorno
preexistente: un agudo, devastador e inexorable
dolor psíquico que embarga a la persona,
conduciéndola a la trágica resolución de quitarse
la vida. En este texto se propone una comprensión
de este dolor psíquico en Clave Emocional como
un sentimiento de vergüenza ontológica derivado
de la desconfirmación de la experiencia íntima de
la persona a manos de sus figuras de apego; se
expone cómo dicha desconfirmación consiste en
una deshonra de las dos necesidades relacionales
fundamentales humanas, cómo instala núcleos
vulnerables que conducen a la persona al suicidio,
cómo se trasforma mediante la reparación y
de qué manera diseñar un tratamiento para
abordarlas alternando sesiones individuales
y familiares para honrar las necesidades
deshonradas y restaurar la participación
integral de la persona en el universo
al que pertenece.

Palabras clave.
Suicidio, síndrome presuicida,
clave emocional, vergüenza,
terapia familiar.

82
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

Abstract.
Suicide is a serious and growing public health problem that challenges therapists
both personally and professionally. Recent research suggests that it is preceded
by a specific presumed state, not necessarily associated with a pre-existing di-
sorder: a sharp, devastating, and inexorable psychic pain that engulfs the person
leading to the tragic resolution to take his or her own life. This text proposes an
understanding of this psychic pain in an Emotional Key as a feeling of ontological
shame derived from the lack of confirmation of the person’s intimate experience
at the hands of his or her attachment figures; it explains how this lack of confir-
mation consists of dishonoring the two fundamental human relational needs, how
it installs vulnerable nuclei that lead the person to suicide, how it is transformed
through reparation and how to design a treatment to address them by alternating
individual and family sessions to honor the dishonored needs and restore the
person’s integral participation in the universe to which he or she belongs.
Key words.
Suicide, presuicidal syndrome, emotional key, shame, family therapy.

Introducción: el suicidio y la necesidad de formación específica.


Cada año, aproximadamente 800.000 personas mueren a causa del suicidio a
nivel mundial (Ritchie, Roser y Ortiz-Ospina, 2020), prácticamente el doble de
los fallecidos por homicidio y el triple de los que mueren por desnutrición, lo
que equivale al 1.4% de todas las muertes. Asimismo, el suicidio es la segun-
da causa de muerte para jóvenes de entre 15 y 29 años, por debajo sólo de los
accidentes automovilísticos (WHO, 2020a); si se toma en cuenta el género, es
la tercera causa en varones jóvenes, después de los accidentes y la violencia
interpersonal. A nivel regional, la tasa de Europa, de 15.4 suicidios por cada
100.000 habitantes, es la más alta (ya que incluye a tres países con altos índi-
ces suicidas, Lituania, Rusia y Bielorrusia); las Américas ocupan el tercer lugar
con 9.8 suicidios por cada 100.000 personas (WHO, 2020b). Finalmente, los
índices de suicidio se han incrementado de forma alarmante en un 60% en los
últimos 45 años (Befrienders WorldWide, 2020), sobre todo entre los jóvenes,
que se han convertido en el grupo de mayor riesgo suicida en uno de cada tres
países.
La prevención y atención del suicidio son, pues, desafíos para los operado-
res de la salud mental, incluyendo a los terapeutas familiares; sin embargo, la
investigación sugiere que éstos en particular no disponen en muchos casos de
la información básica indispensable para ofrecer un servicio adecuado (Love,
Frey y Durtschi, 2020); y, lo que es más importante, de un marco teórico es-
pecífico que identifique las características del fenómeno del suicidio y ofrezca
lineamientos para su abordaje dentro de la tradición sistémica o narrativa, ha-
ciéndose cargo del componente emocional que lo vertebra. Ese es el objetivo
del presente texto.

83
MOSAICO 75

Los dos supuestos de la atención al suicidio: que es un epifenómeno y que se


detecta mediante preguntas sobre ideación y planeación suicidas.

Hasta la fecha, la intervención en el suicidio ha partido de dos supuestos:


− Que la mayoría de personas que intentan suicidarse lo hacen por efecto de
algún otro trastorno como la depresión (o lo que es lo mismo, que el suici-
dio es un epifenómeno), y
− Que la mejor manera de identificar la potencialidad de intento es mediante
preguntas directas al paciente acerca de la ideación suicida y la planeación
(Henden, 2008, p. 32) .

Como efecto de estos supuestos, la evaluación del riesgo suicida se enfoca ante
todo en los pacientes con trastornos graves y emplea preguntas directas y espe-
cíficas (Love, Frey y Durtschi, 2020).
Sin embargo, la investigación ha empezado a arrojar dudas sobre estos su-
puestos. En primer término, un metanálisis de 71 estudios en todo el mundo in-
dica que el 60% de quienes consumaron el suicidio negaron tener pensamien-
tos o planes suicidas ante las preguntas de un psiquiatra o médico (McHugh et
al, 2019); en segundo, las personas que intentan suicidarse se dividen en dos
grupos: los que presentan algún desorden como ansiedad o depresión y lo ha-
cen tras un largo período de planeación y los que, sin que exista trastorno aso-
ciado, escalan al intento suicida en cuestión de días u horas de forma repentina
e impredecible (Yaseen et al, 2014).
En otras palabras, aunque las personas con otros trastornos (en especial la
depresión) están más predispuestas a intentarlo, el suicidio no parece una me-
ra consecuencia de un trastorno, sino un estado en sí mismo, desencadenado
por eventos no reducibles al trastorno (Rogers, Hom y Joiner, 2019) y que pue-
den acaecer a personas sin antecedentes de problemas psicológicos, dejando
a familiares y amigos con una incómoda mezcla de incredulidad, culpa, confu-
sión y tristeza (Rogers et al, 2017). Además, este estado puede suscitarse sin
ideación suicida previa y ensimismar a la persona de forma que no sea del todo
consciente del contenido suicida de su pensamiento, que prefiera ignorarlo se-
lectivamente (sin darse la oportunidad de corregirlo), que se rehúse a compar-
tirlo o que, para cuando pueda y quiera hacerlo, ya sea tarde, dando al traste
con el propósito de los operadores de salud de detectar e impedir su tentativa
(Joiner et al, 2018).
Todo esto ha conducido a varios investigadores a proponer un “síndrome de
suicidalidad” como entidad nosológica (Ehrenfeld, 2019), cuyo núcleo, según
el fundador de la suicidología, sería un incontenible “dolor psíquico” (psycha-
che; Shneidman, 1993); por lo que se han desarrollado escalas predictivas del
riesgo suicida que no evalúan la ideación ni la planeación, sino componentes
emocionales del “dolor psíquico” como desesperanza e inexorabilidad (Yaseen
et al, 2010).

84
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

En resumen, independientemente de la validez, pertinencia y utilidad de aña-


dir una categoría más a la ya abultada taxonomía de desórdenes mentales, des-
mentir aquellos supuestos conduce a cruciales modificaciones en la detección,
atención y seguimiento de los pacientes potencialmente suicidas, lo que obliga
a repensar nuestros marcos, colocando en el centro lo que los teóricos identi-
fican como desencadenante del intento: una experiencia emocional dolorosa,
inexorable y desbocada que “captura” (Kessler, 2016) la mente del paciente en
una escalada fatal.

La vergüenza: raíz emocional del acto suicida.

Así, la investigación sugiere que “la transición del pensamiento suicida a la con-
ducta está precedida de un estado específico pre-suicida” (Rogers et al, 2017,
p. 417) caracterizado por “un aumento de la ansiedad, el pánico, la agitación
y el dolor psíquico… un estado agudo, intenso, de afectividad negativa” (ídem,
ibidem). Se han propuesto dos conceptualizaciones de dicho estado: la “Pertur-
bación Afectiva Suicida Aguda” (PASA; Tucker et al, 2016) y el “Síndrome de
Crisis Suicida” (SCS; Yaseen et al, 2010). La primera se compone de cuatro ele-
mentos: un incremento geométrico de la intencionalidad suicida en pocos días
u horas; marcada alienación social (sensación de ser una carga para los otros)
y auto-alienación (autodesprecio); la percepción de que la intencionalidad y la
alienación son imposibles de resolver; y dos o más manifestaciones de excesiva
activación (agitación, insomnio, pesadillas o irritabilidad; Rogers et al, 2017, p.
417). La segunda comprende una persistente, recurrente y profunda sensación
de estar atrapado en una situación vital inescapable e inaguantable que condu-
ce a perturbaciones afectivas (dolor emocional, ansiedad, anhedonia o cambios
repentinos de estado anímico), pérdida de control cognitivo (rumiación negativa,
“visión de túnel”, rigidez e incapacidad de frenar o cuestionar los pensamien-
tos perturbadores o dolorosos), sobreactivación y aislamiento social (mediante
la evasión o la comunicación ambigua; Rogers et al, p. 418).
Como puede verse, ambas propuestas se superponen en lo esencial y se dife-
rencian en cómo integran o acentúan facetas del fenómeno: los que en la PASA
son componentes separados, la alienación social/autodesprecio y la sensación
de inexorabilidad, se unen en el SCS configurando su primer factor, la sensa-
ción de estar “atrapado sin salida” en la propia existencia; y los que en PASA
son dos criterios al mismo nivel de los ya mencionados, la vertiginosa escalada
de intencionalidad suicida y la activación exacerbada, son rebajados en SCS a
efectos de (o “mecanismos de adaptación a”) el dolor emocional primario. En
el fondo son concepciones complementarias, no opuestas, porque la de Joiner
(PASA) expone los desencadenantes “externos” o relacionales mientras que la
de Galynker (SCS) describe el estado emocional “interno” resultante y sus con-
secuencias cognitivas y conductuales. Por ende, coinciden en que es el dolor

85
MOSAICO 75

emocional el núcleo del estado suicida, el motor que impulsa a la persona a qui-
tarse la vida, de lo que se sigue que la intervención debe orientarse a detectar y
tramitar no sólo la ideación suicida o los intentos previos sino, ante todo, la expe-
riencia afectiva inmediata del paciente; tarea en la que los terapeutas sistémicos
están, por desgracia, poco capacitados (Laso, 2019).
Ahora bien: ¿cuál es la naturaleza de este “dolor psíquico” o “afectivo”? ¿Có-
mo se vivencia y de qué está compuesto? Joiner (2005) y Galynker (Joiner et
al, 2018) concuerdan en que es devastador, incontenible, con frecuencia sú-
bito y fluctuante, y que invade toda la experiencia de la persona, por lo que le
cuesta separarse de él para contemplarlo con perspectiva; el único modo de es-
capar de su influencia es quitarse la vida. En cuanto a su “tonalidad afectiva”,
Galynker lo describe como “pánico… que combina una frenética desesperanza
con un diluvio de rumiación y una somatización casi psicótica” (Yaseen et al,
2014), con lo que su afecto primario serían el miedo o la ansiedad; Joiner identi-
fica que sus mediadores son las sensaciones de “pertenencia truncada” (thwar-
ted belongingness) y “ser una carga para otros” (perceived burdensomeness;
Chu et al, 2017), con lo que se abstiene de desentrañar su fenomenología pero
insinúa que involucra una valoración global de la persona de sí misma, posible-
mente ante la mirada (que proyecta por parte) de los demás.
Ahora bien, existe una emoción que combina intensidad extrema con pánico
incontenible, sensación de insuficiencia y miedo a ser rechazado: es la vergüen-
za (shame), posiblemente la más dolorosa de las emociones humanas (Gilbert y
Andrews, 1998); y aunque ni Galynker ni Joiner la especifiquen, está estrecha-
mente relacionada con la ideación y la conducta suicidas (Hastings, Northman y
Tangney, 2002). Por consiguiente, cabe suponer que el estado pre-suicida con-
siste esencialmente en una vivencia de vergüenza intensa y devastadora, una
sensación de ser indigno, oprobioso, abyecto, que absorbe todo el campo expe-
riencial de la persona impidiéndole sustraerse y canalizando sus pensamientos
y conductas hacia el único escape posible, la muerte; pues si el origen del mal
es el yo ¿qué queda sino destruirlo?

Vergüenza, bochorno y culpa.

La vergüenza es una emoción relativamente poco discutida en la literatura, me-


nos aún en la sistémica; lo cual es una aguda carencia dada su gran trascen-
dencia clínica: está en la base de algunos tipos de conducta delictiva (Goldberg,
2002; Laso, 2012a) y trastornos de personalidad (Cancrini, 2007; Johnson,
2015), del enamoramiento y el amor (Laso, 2018), de la patología grave, en es-
pecial depresiva (Gilbert, 2005) y adictiva (Maté, 2008) y, como he apuntado,
del suicidio. Es (junto con la culpa, el orgullo o el bochorno) una emoción “se-
cundaria” (Greenberg, 2017) o “autoevaluativa” ya que tiene como objeto no
una situación o ente externos sino al propio yo de la persona (en un contexto

86
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

determinado), por lo que se instaura sobre las capacidades cognitivas específi-


camente humanas que sustentan la autoconsciencia (Laso, 2019, 2020). Para
analizarla es preciso deslindarla de otras emociones próximas pero distintas, la
culpa y el bochorno (embarrasment).
En cuanto al bochorno, si bien en español parece sinónimo de la vergüenza,
se distingue en que aquel es pasajero (como el rubor al que también da nom-
bre) y dependiente de la presencia de una “audiencia” mientras que ésta es
permanente y dirigida al yo en tanto que evaluador de sí mismo. Uno comete
un faux pas del que se abochorna momentáneamente ante otros; pero uno es
una vergüenza –o “se avergüenza de uno mismo”. En efecto, la definición de
“bochorno”, “desazón o sofocamiento producido por algo que ofende, molesta
o avergüenza”, enfatiza su exterioridad y evanescencia ya que se limita a ese
“algo” y se desvanece olvidado éste, mientras que la de “vergüenza” incluye la
“estimación de la propia honra y dignidad” menoscabada por “la consciencia de
alguna falta cometida o por alguna acción deshonrosa y humillante” (Real Aca-
demia Española, 2001, 22º).
Con respecto a la culpa, ésta atañe únicamente a una faceta del “yo” o, inclu-
so, a una conducta separada del “yo” (cf. Hastings, Northman y Tangney, 2002,
p. 68). Así, no es lo mismo sentirse culpable por haber cometido errores en un
partido de fútbol que sentirse inadecuado, incorregible, una vergüenza para el
equipo; en aquel caso se puede mejorar, en éste únicamente renunciar (Joiner,
2005, p. 98). Como la culpa se asocia con un comportamiento específico que
se percibe como “malo” o “equivocado”, es remediable y, aunque perturbadora,
no es paralizante ni incontenible; como la vergüenza analiza y denigra la totali-
dad de la persona, es paralizante, ubicua, devastadora e irremediable (al menos
prima facie). Asimismo, las tendencias de acción divergen: la culpa conduce al
reconocimiento del error cometido y el intento de reparación del daño causado
mientras que la vergüenza lleva a evadir el juicio negativo temido y anticipado
sometiéndose, alejándose, escondiéndose o, en el extremo, quitándose la vida.
Por ende, sentirse culpable es verse falible, imperfecto, pero en esencia redi-
mible y valioso; sentirse avergonzado es verse indigno, defectuoso, inaceptable,
irreparable y despreciable (Laso, 2018).

La vergüenza en Clave Emocional: un núcleo de autodesprecio envuelto en


una capa de miedo.

Y es esta última palabra la que hace aflorar el corazón de la vergüenza: el au-


todesprecio. Para la Clave Emocional, modelo que busca articular los principios
subyacentes a toda terapia exitosa (Laso, 2019; 2015b, 2015c, 2015d, 2015e),
emociones “complejas” como la vergüenza “se erigen sobre una nota base o
clave… que las aterriza otorgándoles sentido global (el interés vital de la per-
sona que está en juego en la situación y lo que anticipa que le ha de ocurrir)”

87
MOSAICO 75

(Laso, 2015a, p. 149). Según esta metáfora musical (que articula toda la Cla-
ve Emocional) la “nota fundamental” de la vergüenza es el autodesprecio, esto
es, el desprecio volcado hacia el yo tal y como lo imagina el individuo desde la
perspectiva que proyecta de parte de su grupo de referencia (la cual fue cons-
truyendo desde la infancia a medida que se aculturaba, convirtiéndose en una
persona en un mundo de otras personas). El desprecio, a su vez, es una sofis-
ticación del asco en el terreno interpersonal (Schnall et al, 2008): una emoción
destinada a purgar al organismo o al yo de una “noxa”, un agente físico o rela-
cional tóxico que amenaza con contaminar el cuerpo o la psique.
Lo que puede ser tóxico para el organismo no presenta mayor misterio; mas
¿qué es “tóxico” para el yo? La respuesta es: algo o alguien que puede “conta-
minar” el orden moral (del grupo de referencia) de la persona, condenándola al
ostracismo porque representa o personifica valores antagónicos a los que verte-
bran aquel, y que debe ser “neutralizado” y expulsado con celeridad. En efecto,
el desprecio neutraliza al agente “patógeno”, degradándolo: aquello que es ab-
yecto e inferior no merece ser atendido o tomado en serio y puede desecharse
sin remordimientos (de ahí que sea, por ejemplo, parada obligada en el duelo
por un amor desairado; Laso 2018). De ahí también que recibir desprecio sea
de las experiencias más dolorosas, iatrogénicas e insoportables que existen; es
el mensaje desconfirmatorio por antonomasia porque no sólo invisibiliza, sino
que deshumaniza. Hace ya siglos, Adam Smith, fundador de la economía y des-
cubridor del fenómeno de la empatía, zanjó la duda “¿qué es peor, no ser visto
o ser visto como menos-que-humano?” declarando: “Comparados con el des-
precio de la humanidad, todos los demás males son fáciles de soportar” (Smi-
th, 1941).
Así, emociones como el desprecio, la vergüenza, el orgullo, etc., son la salva-
guarda internalizada del orden moral de una comunidad y se activan cuando
éste se ve amenazado; y ya que la familia es la comunidad primera y primaria
de casi todas las personas, estas emociones defienden el status quo y el mito
familiar deviniendo el principal impedimento al cambio terapéutico, primando la
pertenencia al grupo familiar y la adhesión a sus creencias por encima incluso
de la salud. Son la piedra de toque de las “lealtades invisibles” (Boszormeny-
Nagy y Sparks, 2013) y el objetivo implícito de las intervenciones deconstructi-
vas y decolonizadoras de la terapia narrativa (White y Epston, 1990).
Pues, a diferencia del resto de mamíferos, el ser humano no sólo siente bo-
chorno cuando es pillado con las manos en la masa por sus congéneres sino
que se avergüenza cuando imagina que podría serlo porque lleva consigo una
“audiencia internalizada” que lo acompaña incluso en soledad; o lo que es lo
mismo, porque evalúa continuamente su propia conducta y vida mental desde
el punto de vista del “espectador imparcial” (Mead, 1934; Smith, 1941) que
fue tejiendo en su diálogo interno desde la primera infancia, incorporando las
perspectivas de sus otros significativos como otras tantas “posturas retóricas”
entre las que narratiza (sic) su autobiografía. Pese a que nadie lo vea, pese a

88
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

que ocurra sólo en su fuero interno, todo el comportamiento del adulto está ca-
nalizado por el intento de “presentarse dignamente” (Goffmann, 1997) ante el
juicio de sus congéneres tal y como se han plasmado en ese “espectador im-
parcial”, amalgama de las “voces” de las personas con las que ha entablado
vínculos profundos y las cualidades emocionales de dichos vínculos, en especial
los de su primera infancia. Así, si uno de sus cuidadores primarios la trató con
desprecio consuetudinario, la persona sostendrá ese autodesprecio al relacio-
narse diariamente con la respectiva posición retórica interiorizada, configurando
una vivencia crónica de insuficiencia, indignidad o repugnancia que en la Clave
Emocional se llama sensación de sí (Laso, 2019); y si, como en el clásico doble
vínculo (Bateson et al, 1956), dicho desprecio fue además ocultado tras una fa-
chada de abnegación, la sensación de sí de la persona le será invisible porque
estará envuelta en culpa y autorreproche (“mi madre no me quería pero no pue-
do culparla, ella también sufrió...”), que le impedirán hacerse cargo de sus ne-
cesidades deshonradas por aquel cuidador. Es para detectar y transmutar este
tipo de embrollos que el terapeuta experto debe distinguir no sólo las emociones
predominantes en una interacción familiar, sino sus matices sutiles, destreza en
la que bascula buena parte de la “inteligencia terapéutica” (Linares, 2012); y es
sobre la sensación de sí que obra la reina de las técnicas emocionales, la repa-
ración, mágica cuando se da auténtica y fluidamente.
Sobre esta “nota fundamental” de autodesprecio se erige la vergüenza, que
no es más que el terror a ser despreciado por los demás como uno se despre-
cia a sí mismo (Cf. Gilbert y Andrews, 1998, p. 6 y ss), a ser desenmascarado
como indigno y abyecto del modo que uno se siente o se ha sentido siempre y
en secreto. Así se resuelve el enigma de que las tendencias de acción de la ver-
güenza, primero contraatacar inculpando al otro, luego ocultarse o huir y, si esto
fracasa o es inviable, someterse para inhibir el desprecio y la ira del “Otro” indu-

89
MOSAICO 75

ciendo lástima, sean muy semejantes a las del miedo (las clásicas tres F:”fight”
o pelear, “flight” o huir y “freeze” o paralizarse): porque la vergüenza es una ca-
pa de miedo que recubre un núcleo de autodesprecio.
Por ende, cuando fallan las tres estrategias, el suicida apela a la última y de-
finitiva: evitar esta “muerte social”, este desgarro de su “audiencia interna” re-
frendado por el escarnio de la externa, matándose, porque es preferible morir
físicamente a morir qua persona. Es cuando la persona anticipa que su desen-
mascaramiento es incipiente e irredimible que pasa al “estado presuicida”, dis-
poniéndose a acabar consigo para evitar la última afrenta a su yo; atrapada por
el terror al desprecio y el ostracismo, se quita de en medio para no serlo por la
fuerza y ante el oprobio. Y de ahí que el estado presuicida sea tan complejo de
abordar en terapia: el mismo mecanismo que lo suscita, la vergüenza, veda a la
persona lo único que podría sanarla, abrir su corazón pidiendo afecto o recono-
cimiento: si, como teme, su corazón es “tóxico”, si se llega a evidenciar su mal-
sana esencia, perderá la última e ínfima esperanza a que se aferra.

Las semillas de la inadecuación: doble vínculo y desconfirmación.

Sin embargo, y como notara Freud a propósito del melancólico (Freud, 1917),
desde un punto de vista “objetivo” (es decir, externo), la abyección que el suici-
da se atribuye es por lo general imaginaria o al menos groseramente exagerada;
contrario a lo que fantasea, lejos de ser un alivio para sus allegados, su muerte
dejaría una herida difícil de restañar. Pero esta discrepancia con la realidad no
parece hacer mella en su sentimiento de vergüenza, que resiste a la “evidencia
contraria” (como notasen hace décadas los terapeutas cognitivos; Beck, 1975).
¿De dónde sale esta fatal convicción y por qué es tan difícil de modificar?
Es aquí donde el terapeuta sistémico (y, quizá en menor medida, el psicodi-
námico) corren con ventaja porque comprenden que, en último análisis, ambas
preguntas tienen la misma respuesta: las relaciones vinculares primarias y se-
cundarias. Una de las implicaciones menos comprendidas de la teoría sistémi-
ca es que aunque las creencias se refieran a la realidad (tal y como se refleja
en la evidencia) están “ancladas” en la red social de la persona, en el “orden
moral” compartido por sus vínculos primarios (cuidadores y familia de origen)
y secundarios (relaciones amorosas, filiales y afectivas adultas); o lo que es lo
mismo, que el obstáculo último y soterrado para el cambio de creencias es su
papel en la identidad de la persona (Dallos, 1996), a su vez sujeta a las relacio-
nes vinculares que valora y defiende en su “audiencia interiorizada”. Por consi-
guiente, en vez de debatir las creencias en el afán de modificar las relaciones,
el terapeuta familiar procede a modificar las relaciones soltando así las amarras
de las creencias para que puedan abrirse a la desmentida y la reconstrucción;
no otra cosa pretenden las preguntas circulares (Boscolo et al, 1987) y estúpi-
das (Medina, 2011).

90
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

La terapia familiar ha demostrado fehacientemente que las semillas de la in-


adecuación, parafraseando a Emily Dickinson, “medran en la oscuridad”; es
decir, que son patógenas por insidiosas, porque fueron plantadas con mensa-
jes doblevinculares. Que mi madre me diga que soy un inútil es descalificador
y doloroso, pero no tóxico porque es un mensaje que puedo individualizar para
diferenciarme de él; puedo concluir, eventualmente, que es su opinión y que no
atañe a mi esencia. Que declare su amor mientras me trata con soterrado des-
precio, en cambio, no sólo me sume en la confusión y me impide “definir la rela-
ción” (como notara el equipo de Palo Alto; Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967),
sino que me instala un “coro griego” que desestima mis éxitos, se mofa de mis
fracasos, critica mis esfuerzos y carcome mis esperanzas; convierte a mi voz in-
terna en mi propio peor enemigo, del cual sólo puedo escapar muriendo. Una
voz que no puedo cuestionar: primero, porque no logro distinguirla de la mía, y
segundo, porque para lograrlo he de identificar su origen reconociendo, a fortio-
ri, que mi madre me lastimó y arrostrando la culpa concomitante –en la que la
voz del desprecio puede enconarse. Y lo mismo se aplica al padre o cualquier
figura de apego, en la infancia o la adultez2.
En los casos graves, el persistente y virulento irrealismo de estas “voces del
suicidio” (Firestone, Firestone y Catlett, 2013) linda con lo psicótico, lo que trai-
ciona su etiología: la desconfirmación. Sólo que, a diferencia de la psicosis, no
se ha desconfirmado a la persona (como en la triangulación desconfirmatoria,
Linares, 2012), sino sólo un aspecto, si bien nuclear, de su experiencia, el cual
sufrió el desprecio de sus cuidadores y fue por ende desterrado metafóricamen-
te –retornando en la forma de un síntoma (Laso, 2018). En otras palabras, no se
desconfirma la esencia de alguien, sino su capacidad de legitimar su vivencia
o, en los términos de la Clave Emocional, de honrar sus necesidades en el con-
texto de la relación. El irrealismo del paciente es un eco del de sus cuidadores
cuando negaron sistemáticamente una parte de su identidad conminándolo a
invisibilizarla para ser aceptado; o, en términos de la Clave Emocional, cuando al
despreciar subrepticiamente dicha parte deshonraron su necesidad subyacente
en el crisol del vínculo. Puesto a escoger entre su identidad y la “realidad”, en-
tre la verdad emocional de su experiencia y la “objetiva” del mundo, cualquier
persona elegirá aquellas –aunque eso le pase factura en la forma de síntomas.
Como he mencionado, este mecanismo es tan sutil que pasa desapercibido a
terapeutas no formados en la tradición sistémica, por lo que concluyen que mu-
chos suicidios tienen causas “biológicas” o sui generis; de hecho, puede tam-
bién pasar desapercibido al paciente y sus allegados porque estos núcleos des-
confirmados permanecen latentes y explotan cuando los detona algún evento
que amenaza con confirmar la identidad abyecta temida (lo que podría explicar
los casos en que el estado presuicida se intensifica en cuestión de días u ho-
2
E l brillante texto de Kelly (1962) “Pecado y Psicoterapia” presenta un claro ejemplo de la inadecuación existencial
derivada del desprecio sufrido por el paciente y simbolizado en un recuerdo que él mismo llama “mi caída del Jardín
del Edén”.

91
MOSAICO 75

ras sin aparentes antecedentes). El mejor ejemplo es la “autopsia psicológica”,


donde el fundador de la suicidología entrevista a los padres, hermanos, parejas
y allegados de una víctima, para terminar confesando su incomprensión y diag-
nosticándolo de narcisismo masoquista, sin percatarse de que la madre le ha
descrito cómo lo desconfirmó desde recién nacido:

Arthur era un niño muy dulce, pero a los dos años tenía terribles berrin-
ches… yo siempre le decía “mi niñita” porque de pequeño era muy silen-
cioso, muy curioso pero callado, y mi otro hijo es muy activo… Casi no habló
sino hasta los tres años… pero siempre competía con su hermano que era
muy articulado desde los doce meses y era casi el que mandaba en casa…
Más tarde descubrimos que tenía un desorden del aprendizaje. Una veci-
na terapeuta del lenguaje me lo había dicho varias veces, pero yo no le hice
caso… Arthur era pequeño y flaco y su hermano fuerte y grande… (Shneid-
man, 2004, p. 24 y ss.)

Cualquier terapeuta familiar reconocería aquí el “síndrome de Pigmalión”, la pro-


fecía autocumplidora de la madre de tener un hijo débil y apocado; maldición
que, trasmitida mediante los agravios comparativos con el hermano y las desca-
lificaciones doblevinculares (de lo cual el venenoso pero pseudocariñoso “mi ni-
ñita” es paradigmático) y coadyuvada por la ausencia, negligencia y frialdad del
padre, llevaría a Arthur a una insaciable autoexigencia en el intento fallido de
sobrepujar su secreta vergüenza y a la “solución final” del suicidio; el autor, sin
embargo, sólo alcanza a constatar que la madre “describe a un joven casi neu-
rológicamente sensible… con una intensa rivalidad” (Shneidman, idem). Curio-
samente, es el terapeuta de Arthur quien más se acerca a la clave del enigma:

[Arthur] siempre hablaba de la incomodidad que sentía con su madre… Y


nunca pudo articular qué era lo que le impedía conectar con ella… Y lo más
enigmático es que… no es que ella le haya hecho nunca algo malo, a dife-
rencia de su padre que según Arthur no le había dado lo suficiente… Siem-
pre sentí que la madre era básicamente una buena persona, pero tenía algo
difícil de explicar… como si fuera muy necesitada, alguien tan atrapado en
sus propias necesidades que te podría succionar hasta dejarte seco… No sé
explicarlo mejor (Shneidman, 2004, p. 127).

A juzgar por las entrevistas con el terapeuta, el padre y el hermano, Arthur con-
siguió identificar los motivos del resentimiento que les guardaba y redefinir los
respectivos vínculos de manera más saludable, lo cual le dio unos cuantos años

92
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

de aparente felicidad; pero sus graves dificultades con sus parejas habrían su-
gerido al observador atento que debajo de dicha felicidad subsistía una bomba
de tiempo, un núcleo desconfirmado de afecto y respeto en el contexto de las
relaciones con las mujeres que, desgraciadamente, no logró individualizar, ver-
balizar y tramitar antes de que su vergüenza se impusiera porque, al nacer del
doble vínculo, era invisible. En efecto, ¿cómo enfadarse con una madre tan ab-
negada ante un hijo tan “patológicamente sensitivo”?3

Honrar las necesidades: la piedra de toque del cambio.


Si la desconfirmación psicótica pone en duda la existencia misma de la perso-
na, la despreciativa pone en duda su derecho a vivir siendo quien es, con los
deseos, necesidades y vivencias de los que se avergüenza porque fueron des-
preciados por sus figuras de apego, sin poderlo reconocer y sanar, porque dicho
desprecio se disfrazó doblevincularmente de afecto o interés. La convicción del
suicida, concomitantemente, es que no sólo no vale, sino que es una carga pa-
ra sus allegados y que éstos no lo quieren sino que, en el mejor de los casos, le
tienen lástima. Cuando esta convicción se junta con la pérdida del miedo a la
muerte por la habituación al riesgo o la violencia autoinflingida (Joiner, 2005),
el suicidio no es evitable, sólo aplazable. Aunque este componente, que Joiner
llama “letalidad adquirida” (Joiner, 2005, p. 22), es el más propicio para la pre-
vención comunitaria (por ejemplo, dificultando el acceso a las armas, la expo-
sición a la violencia, etc.), no lo es en la atención al paciente suicida porque no
se puede revertir; por ende, el terapeuta ha de incidir en los otros dos, la “per-
tenencia truncada” y “sensación de ser una carga”, a las que Joiner reconoce
como necesidades básicas agudamente frustradas –lo que significa, a su vez,
sanar la verguënza ontológica, transformar la sensación de sí.
Es aquí que la Clave Emocional se aparta de casi todos los modelos de la te-
rapia al sostener que la patología no nace de la frustración de las necesidades,
sino de su deslegitimación (Laso, en prensa). El mensaje que el paciente man-
tiene vivo en su diálogo interno no es sólo “no tendrás afecto o respeto” sino “no
mereces afecto o respeto (a menos que seas de tal o cual modo imposible de
alcanzar)” (y sus variantes “no deberías sentir esa emoción/necesidad”, “no tie-
nes derecho a sentir/pedir eso”, “eso que sientes no existe”, etc.); mensaje que,
además, permea todo su ser porque fue transmitido de manera doble vincular,
envuelto en aparentes afecto y consideración. O, en otras palabras, no sólo ha
descalificado una faceta de sus vivencias, sino que la ha desconfirmado, igno-
3
H uelga decir los papeles son intercambiables mientras sostengan la estructura: el padre podría ser el agente mis-
tificador y la madre la figura ausente, o alternarse, etc.; que no se trata de culpar a la madre, víctima ella también
de su propia historia, marcada por una sociedad patriarcal (Macías-Esparza y Laso, 2017) y sujeta al doble vínculo
al igual que el resto, sino de reconocer su participación involuntaria en el conjunto de interacciones que alumbran
este problema; y que la liberación de uno de los miembros de esta “doble atadura” posibilita la de todos los demás.

93
MOSAICO 75

rándola o desalojándola con tanta más violencia cuanto más palpable es. De ahí
que sea incapaz de integrar el afecto o el respeto de sus allegados por más que
insistan: como no puede creer que los merece, los neutraliza y no llegan a nu-
trirlo. La vergüenza opera como un filtro, impidiéndole tanto revelar los aspectos
desconfirmados de su identidad de forma que puedan ser redimidos, cuanto
fiarse del afecto o respeto de los demás, encerrándolo en una prisión autorre-
ferencial inextricable (Ugazio, 2001); es esta prisión lo que un terapeuta puede
confundir con “narcisismo”.
Por ende, la terapia no se orienta a compensar una carencia, sino a transpa-
rentar una mistificación; no únicamente recalificar, sino reconfirmar la faceta
deslegitimada de la experiencia, devolviéndola a la realidad. Sólo entonces, ha-
biéndose quitado el velo impuesto por su familia (Laso, 2006), puede el pacien-
te incorporar el afecto o el respeto que ahora siente merecer. Hacer evidente el
sutil mensaje de desprecio y sus consecuencias legitima la experiencia del pa-
ciente, borrando su íntima sensación de inadecuación; la parte que hasta ahora
ha intentado exorcizar por tóxica se le revela como fundamental y aceptable en
la medida en que las figuras que lo despreciaron doblevincularmente admitan
haberlo hecho y prometan con honestidad reparar el daño. La reparación es la
manera más directa y potente de cambiar la sensación de sí: la posición retóri-
ca internalizada del padre (por poner el caso) no puede sino ablandarse cuando
escucha al padre en persona reconociendo sus errores y prometiendo enmen-
darlos en lo sucesivo, así como no puede sino ser reemplazada por una más
afectuosa si el padre, en efecto, los enmienda. A este respecto, una técnica es-
pecialmente útil es la “mochila” de Canevaro (2012).
Este proceso de legitimar la mutua experiencia se denomina en la Clave Emo-
cional “honrar la necesidad en el contexto de la relación” y es la base de todo
cambio terapéutico. El terapeuta propicia el cambio de la sensación de sí del
paciente honrando la necesidad que le subyace momento a momento; esto es,
siguiendo el principio de que toda emoción responde a una necesidad todavía
no honrada en la relación y de que cuando ésta es legitimada la emoción se
transforma permitiendo entonces la mutua satisfacción. Incluso la vergüenza,
por atroz y desgarradora que sea, responde a una necesidad: mantener un vín-
culo con las figuras de referencia para la identidad de la persona; y es sólo re-
conociendo la legitimidad de esta necesidad que la vergüenza cede el paso a
la redefinición saludable de la relación. En otras palabras, el terapeuta en Cla-
ve Emocional no trabaja conectando a los miembros de la familia entre sí, sino
conectando a cada uno consigo mismo, con las facetas deshonradas de su ex-
periencia, en el contexto de la relación con los otros4, para que puedan por fin
conectarse auténtica e íntegramente entre todos. O, en los términos de la teoría,
“sólo participando de mí mismo puedo participar de y con otros”.

4
Técnicamente, esto la acerca más al trabajo pionero de Virginia Satir (1983) que a las “terapias enfocadas en la
emoción” (Johnson, 2004).

94
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

Vivir es participar: agencia y comunión.

Y esto nos conduce al siguiente y último punto. La duda del suicida, si su vida
vale o no la pena, si tiene o no sentido, es existencial: por ende, sólo puede satis-
facerse con una respuesta igualmente existencial. El terapeuta no puede evadir
su responsabilidad de encontrarse con el paciente en este terreno; las técnicas
o protocolos deben ser mapas que desbrocen el camino y no subterfugios para
evitar explorarlo; las teorías deben abordar la pregunta por el sentido en vez de
ignorarla o dejarla pendiente; deben señalar con claridad cómo y por qué vale la
pena vivir, de un modo que insufle esperanza en el paciente y compasión al te-
rapeuta (Kelly, 1962). Así, es preciso aceptar que el trabajo con el paciente sui-
cida tiene un inescapable componente espiritual (o trascendente, si se prefiere
un término sin connotaciones metafísicas o denominacionales); hecho evidente
al reparar en que estamos, literalmente, ante una decisión de vida o muerte. Y
esta decisión no nos puede ser ajena, ni como terapeutas ni como seres huma-
nos; al contrario, la tomamos día tras día, hora tras hora, en la medida en que
hacemos cosas que nos vivifican o nos esclerotizan.
Desde la Clave Emocional, la misma naturaleza humana, su esencia de perso-
na, apunta a la trascendencia; o lo que es lo mismo, para mantenerse como una
persona, para avivar su vitalidad, el ser humano debe participar activamente de
algo que vaya más allá de su yo y su limitada esfera de intereses (máxime en las
culturas afectadas por el neoliberalismo). La Clave Emocional sostiene que estar
vivo es participar y dejar de participar es (empezar a) morir, principio del cual la
dinámica suicida es una evidencia tan atroz como perentoria. Y si cualquier ser
vivo, por el mero hecho de serlo, ha de participar del universo mediante el cons-
tante intercambio de insumos, energía y deshechos, el ser humano, por el me-
ro hecho de ser persona, ha de participar además de una comunidad, de una
cultura, de una tradición que enmarca las relaciones y diálogos que entabla, de
unas normas morales con las que los demás y él mismo juzgarán su proceder,
de los flujos de afecto y respeto que sustentan la historia de la especie.
En el fondo, esta respuesta no es otra cosa que la teoría de sistemas llevada
a su lógica conclusión: si el universo está compuesto de sistemas imbricados,
superpuestos e interdependientes configurando el orden que Bateson llamara
“lo Sagrado” (Bateson y Bateson, 1989), vivir es participar armoniosamente de
dichos sistemas; y cuanto menos se participe más cerca se está de la muerte
(Skolimowski, 2016). Las que Joiner reconoce como “necesidades”, el ser com-
petente (y no una carga) y el ser aceptado (y no desterrado), son mucho más
que eso y atañen a la médula misma de lo que es la condición humana: son las
dos dimensiones sobre las que se despliega la participación humana en la exis-
tencia, denominadas en Clave Emocional “agencia” y “comunión” respectiva-
mente (Laso, 2017, 2018, en prensa).
La agencia atañe al “esfuerzo por dominar el entorno, por reafirmar al sí-mis-
mo, por experimentar la sensación de competencia, logro y poder” y la comu-

95
MOSAICO 75

nión al “deseo… de relacionarse íntimamente con los otros, cooperar, unirse


con ellos” (Laso, 2017, p. 216); son dimensiones transitivas que determinan
el modo en que se definirá una relación, sea con un ente inanimado, con otras
personas o consigo mismo. Por ejemplo, un ebanista puede abordar un trozo
de madera agénticamente, como algo sobre lo que debe imponer su voluntad,
o comunalmente, como algo con lo que debe compenetrarse para moldearlo sin
violentarlo (Sennett, 2009); un combatiente puede ver a su oponente como el
enemigo a destruir o como un otro momentáneamente desorientado cuya ame-
naza hay que neutralizar (Stevens, 1984), etc. Sobre estos ejes se construye to-
da interacción y se transmite la información analógica de forma tan automática
como recíproca: el respeto se traduce en dominancia-sumisión y el afecto en
cercanía-distancia (Laso, 2015a).
Ciertamente, en el plano vincular estas dimensiones se manifiestan como ne-
cesidades: todo ser humano necesita sentirse querido y respetado y, en la medi-
da en que no lo es, experimenta alguna emoción que da cuenta de la necesidad
insatisfecha (Laso, 2015 d, 2015e). Además, cada necesidad se instancia en
función del contexto en que se ocasione, si con el otro o con el yo: la agencia en
relación con el otro es la necesidad de autonomía y con el yo es la de autoefica-
cia, mientras que la comunión hacia el otro es el afecto y hacia el yo es la auto-
compasión, la capacidad de arropar amorosamente todas las facetas de mi vi-
vencia no sólo como propias sino como el canal que me conecta con todo (Laso,
2020). De ahí que la Clave Emocional ponga el acento en honrar la necesidad
en el contexto de la relación: de nada sirve reclamar a mi padre que nunca me
valoró si yo mismo no me percibo como digno de valor, aunque sea en ciernes, y
viceversa; y aunque ambos estén relacionados, se deben abordar por separado.
En la Clave Emocional la emoción no es el objetivo del cambio, sino la vía re-
gia para alcanzarlo, pues es a través de ella que la persona puede distinguir, ar-
ticular y honrar sus necesidades subyacentes en las relaciones respectivas, pro-
ceso en el que el terapeuta la asiste usando cualquier técnica a su alcance sin
importar su enfoque. La “prueba de fuego” es que logre expresar su necesidad,
con claridad y firmeza, al “otro” involucrado sin caer en la condescendencia, la
mistificación, la sumisión o la ira; la aparición de éstas no es vista como un obs-
táculo o resistencia sino como señal de que una de las dos necesidades todavía
no ha sido honrada cabalmente y de que terapeuta y paciente han de internarse
en ella cabalgando la emoción concomitante. Para retomar el ejemplo de Arthur
(Shneidman, 2004), cada vez que la madre le decía “mi niña” con sorna apenas
disfrazada de afecto o lo comparaba implícitamente con su hermano mayor, ca-
da vez que el padre, reconociendo la soledad o sensación de debilidad del niño,
se rehusaba a intervenir, no sólo frustraban sus necesidades de respeto y afecto
sino que truncaban su espontánea participación en el universo, desterrando su
yo tal y como en ese momento se manifestaba y condenándolo a hacer lo propio
consigo mismo. Pues la necesidad es lo que está vivo en mí en ese instante, y
la emoción, la señal de qué y con quién he de honrar aquella: cuando mis alle-

96
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

gados muestran desprecio ante alguna de mis emociones, mi necesidad que-


da momificada en una mortaja de vergüenza. Si honrar las necesidades vivifica,
deshonrarlas mortifica; no es de extrañar que quien se automortifica día tras día
termine por quitarse la vida.

Guías para la práctica.

Antes de proponer algunos lineamientos, una recapitulación:


1. El intento suicida está desencadenado por un estado presuicida de males-
tar emocional intenso, desgarrador, inexorable y sobrecogedor (que puede
o no asociarse con un trastorno preexistente);

2. C
 uya base es la vergüenza, consistente a su vez en una capa de miedo a
que se confirme la autoimagen sesgada que justifica un núcleo de auto-
desprecio;

3. D
 icha imagen o sensación de sí fue instalada por mensajes despreciativos
y doblevinculares de una o más figuras de apego (casi siempre primaria) y
es corroborada a diario por el diálogo interno con el “coro griego” que re-
presenta la voz internalizada de dicha figura;

4. E
 l desprecio de los allegados y el autodesprecio de sus posiciones retóricas
internalizadas, junto con la estructura mistificadora (doblevincular) de los
mensajes originales, no sólo frustraron, sino que deshonraron las necesi-
dades de afecto y respeto de la persona (haciéndola creer no únicamente
que no puede recibirlos, sino que no los merece, no existen o no debería
necesitarlos); esto es, desconfirmaron su experiencia emocional –así como
la persona se desconfirma día a día en su fuero interno;

5. L a persona no puede escapar de este circuito inextricable porque es in-


capaz de honrar su necesidad, oculta como está tras el velo de la mistifi-
cación por la cual se atribuye a sí misma las carencias o abyecciones que
reflejaron sus cuidadores;

6. A
 l no poder honrar su necesidad tampoco puede satisfacerla: por mucho
que se esfuercen sus seres queridos, la persona no da crédito a sus pro-
testas de amor y respeto;

7. P
 or lo que el terapeuta debe en definitiva desmistificar, explorando la histo-
ria vincular para reconfirmar sus facetas negadas, facilitando que la perso-
na pueda plantear abierta y asertivamente sus necesidades a sus allegados
y legitimarlas en sí misma, honrándolas en el contexto de cada relación,

97
MOSAICO 75

8. D
 isolviendo, por fin, la sensación de sí de vergüenza en el seno del afecto
y el respeto y abriéndose a participar plenamente del universo al que per-
tenece.

La intervención ha de seguir este mismo orden paso a paso, empezando por re-
ducir el dolor psíquico quitándole su ubicuidad y fomentando que la persona se
distancie de él. Se trata de un paso necesario porque en él estriba la posibilidad
de que el paciente abrigue cierta esperanza que lo disuada de una nueva ten-
tativa mientras prosigue la terapia; pero no suficiente, porque la tentación sui-
cida sólo desaparecerá cuando la vergüenza ontológica sea reemplazada por el
afecto y el respeto. Una de las técnicas más simples es la propuesta por Joiner
(2005): rastrear minuto a minuto la intensidad del dolor psíquico en una esca-
la de 1 a 10 en un plano cartesiano donde las abscisas corresponden al tiempo
y las ordenadas a la intensidad. Con hacerlo por cinco minutos, la persona se
da cuenta de que el dolor no es inexorable ni constante, sino que viene y va en
oleadas por sí solo, lo que le permite imaginar un futuro libre de sufrimiento, le
brinda un atisbo de esperanza y, lo que es más importante, comienza a separar
la vergüenza del self, abriendo la puerta a su eventual cuestionamiento y trans-
formación. En este paso y a lo largo de todo el proceso, el terapeuta debe man-
tenerse alerta a cualquier señal de retroceso, distanciamiento o evasión del pa-
ciente, recordando que la misma naturaleza de su dolor psíquico, la vergüenza,
le priva de transparentarlo en su totalidad; debe, asimismo, estar preparado pa-
ra sucesivas “revelaciones” de las capas de la vergüenza a medida que supera
las defensas del paciente y se gana su confianza.
Esto es el principio de un proceso tanto más prolongado y tortuoso cuanto
más acendrada y soterrada sea la vergüenza. De aquí en adelante, el terapeuta
debe ante todo no caer en la trampa de la mistificación: debe aferrarse con te-
nacidad a la convicción de que el autodesprecio, corazón de la vergüenza del
paciente, se ha originado en sus relaciones vinculares primarias y secundarias
y no en el supuesto defecto genético, congénito o de carácter que éste se atri-
buye. Sin importar por dónde empiece (los eventos desencadenantes del último
intento, por ejemplo, o la ideación presente, o sus relaciones afectivas, etc.), el
terapeuta ha de hacer aflorar la vergüenza para,
acogiéndola no sólo empática sino comunalmente,
A continuación, se propone un articular sus contenidos, los motivos por los que el
itinerario que el terapeuta debe paciente se autodesprecia, con el fin no tanto de
adaptar a las características de evaluarlos racionalmente, sino de identificar las re-
cada paciente; las técnicas son laciones en las que fueron instalados y las necesi-
intercambiables siempre y cuando dades que se deshonraron para ello. b
satisfagan los objetivos, en especial En principio, cualquier técnica que ayude a
el de honrar la necesidad en el identificar el “coro griego” interno y diferenciarlo
contexto de la relación. de la doblegada voz del paciente puede ser de uti-
lidad; por ejemplo, la silla vacía guestáltica (Green-

98
El suicidio: la perspectiva de la Clave Emocional.

berg, 2017), la externalización del problema narrativa (White y Epston, 1990),


la pintura o escultura (Dalley, 1984), los rituales (Laso 2015b, 2015c), etc. El
terapeuta, tomando como ejemplo alguna de las autoinculpaciones que el pa-
ciente comparte en la sesión, le hará notar cómo se enzarza en el debate con
las voces del desprecio preguntando qué le hace sentir el decirse ese tipo de co-
sas, si fuerte o débil, digno o indigno, etc. Al contemplar la emoción resultante
sin luchar ni entregarse a ella (Laso, 2011), el paciente puede retroceder a los
episodios en los que experimentó algo parecido (Grimes y Uliana, 1998), para
entender quién la originó y a través de qué mensajes concretos, lo que servirá
de cuña para separar progresivamente la auténtica voz del paciente, heraldo de
sus necesidades, de las voces impuestas por su comunidad, bajo la premisa de
que “cualquier voz que te haga sentir débil o indigno no es tuya: es de alguien
más y tú la hiciste propia sin darte cuenta”.
Acto seguido, aprovechando los hallazgos de la terapia metacognitiva (Fisher
y Wells, 2009), el terapeuta invita al paciente a convertirse en testigo de su diá-
logo interno (Semerari, 2002; Guidano y Liotti, 2006): “De ahora a la siguiente
sesión quiero que te fijes en las cosas que te dices a ti mismo y cómo te afec-
tan; por ejemplo, cuando te dices que seguramente eres tú, no tu padre, el que
se equivoca, ¿cómo te hace sentir? ¿Qué le respondes? ¿Hasta qué punto lo-
gras convencerla?”, etc. La distancia así conseguida entre la incipiente voz del
paciente y su “coro griego” puede ampliarse extendiendo la autoobservación a
las interacciones para elucidar cómo las respuestas de sus allegados interac-
túan con las voces del desprecio y viceversa: “Entonces tu mamá te vio con ese
gesto y te sentiste mal… débil, pequeño, como un niño, y te empezaste a decir
que tal vez debías disculparte… Desde ese sentimiento ¿qué le respondiste a
tu madre?” Con esta consigna, y previa preparación con el paciente, puede irse
convocando a los familiares para suscitar dichas interacciones in situ con el fin
de moldearlas (Minuchin y Fishman, 2004) o reflexionar sobre ellas (Andersen,
1998), y concluir con tareas destinadas a destriangular, cambiar la estructura o
aumentar la diferenciación; por ejemplo, la clásica de Bowen de “hablar a tus
familiares desde la posición yo” (Cohn Bregman y White, 2011) puede ahora es-
pecificarse añadiendo “… planteando con claridad tus necesidades con firmeza
pero sin violencia y prestando atención a cómo reaccionan y cómo te sientes y
actúas ante esa reacción”.
Esta observación hará emerger el trasfondo del autodesprecio, los mensajes
doblevinculares, como recuerdos de episodios señeros o como interacciones in
vivo; el terapeuta procederá a desmistificarlos, evidenciando su desprecio tácito
detrás del disfraz de afecto o respeto y la desconfirmación implícita en negarlos,
desdeñarlos o ignorarlos. Las sesiones familiares son magníficas oportunidades
para desmistificar; pero se pueden aprovechar las tareas para que, desde su
posición de testigo, el paciente traiga escenas que le ayuden a desenmascarar
el autoengaño en que lo mantienen atrapado las posiciones retóricas internali-
zadas. Por ejemplo, una mujer cuenta que su madre, en cuya casa reside tem-

99
MOSAICO 75

poralmente para cuidarla de una enfermedad, no intervino cuando su herma-


no, en una pelea, amenazó con golpearla; pero luego la llamó a la cocina para
decirle que su hermano tenía hambre y que si podía cocinar algo: “y como me
negué, mi mamá tomó un cuchillo y empezó a picar un tomate ahí frente a mí,
molesta… le dije que tuviera cuidado porque se podía cortar y respondió que
no me meta. Con su enfermedad, cualquier herida puede ser grave… ¿es que
no se da cuenta?” A la pregunta del terapeuta de cómo la hizo sentir esa acti-
tud de la madre y qué mensaje recibió ella, la paciente replica tras una pausa:
“es como si me estuviera diciendo «¿ves lo egoísta que eres? Si me corto será tu
culpa»… ¡es terrible!” “Doblemente”, apostilla el terapeuta, “porque te lo dice
sin decirlo, con lo cual lo puede negar y tú quedas de loca por pensarlo”; apun-
te indispensable para, quitando el velo de la mistificación, liberar a la paciente.
Cada episodio o interacción analizada va erosionando la vergüenza: al distin-
guir aquello de lo que tiene que hacerse responsable de aquello que ha inter-
nalizado sin saberlo, la persona va reduciendo su autodesprecio, lo que disuel-
ve el temor al desenmascaramiento y alivia el dolor psíquico. La terapia familiar
potencia este cambio porque, invitando a familiares y allegados a las sesiones,
facilita la reconfirmación y reparación in vivo. En estas sesiones el terapeuta al-
terna entre animar al paciente a plantear con claridad sus necesidades (que no
reclamar, pelear o victimizarse) y ayudar a los familiares a dar sentido a sus re-
acciones emocionales con el fin de articularlas para responderle de forma que
todos puedan honrar sus respectivas necesidades, procedimiento que se ase-
meja a lo que hacía Satir (1983) de manera intuitiva: traducir los reproches a las
emociones que los producen y éstas a las necesidades que les subyacen. Para
esto, el terapeuta debe saber arropar la agencia en la comunión, que es la con-
tinuación lógica del célebre dictum de Juan Luis Linares “somos primariamen-
te amorosos y secundariamente maltratantes” (Linares, 2012). Así, restaura la
participación del paciente consigo mismo, luego con su familia y a través de es-
to con la vida en su conjunto, lo cual no sólo reduce la probabilidad de futuros
intentos, sino que contribuye a sanar todo el sistema. Eso es trabajar en Clave
Emocional.

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103
MOSAICO 75

Fiesta de despedida y celebración


de la vida. Gran oportunidad
que ofrece la decisión Carlos E. Sluzki.

de suicidio racional. Profesor (Clínico) de Psiquiatría,


Departamento de Psiquiatría y
Ciencias del Comportamiento,
Escuela de Medicina de la
Universidad George Washington,
Washington DC; y Profesor
Emérito de Salud Global y
Comunitaria y de Análisis
y Resolución de Conflictos,
Universidad George Mason,
Arlington, VA, USA.
csluzki@gmu.edu

Resumen.
De las múltiples prácticas sociales/culturales que convocan a la red social
personal más cercana, todos los ritos colectivos en torno a la muerte de un
miembro de la red individuo tienen lugar post-mortem. Una oportunidad
excepcional (en el sentido etimológico del término) la ofrece el proyecto de
suicidio racional (así como otras situaciones terminales) en personas lúcidas, que
proveen la opción insólita de organizar una reunión en la cual todos, quien va a
morir inminentemente, su familia y sus amigos cercanos puedan intercambiar
abrazos y cariños. En condiciones adecuadas, el impacto emocional tanto en el
sujeto como en su red es extremadamente enriquecedor, así como desmitificador
de los tabúes de silencio y distancia ante la muerte.

Palabras clave.
Suicidio racional, red social, despedidas, celebración.

104
Fiesta de despedida y celebración de la vida. Gran oportunidad que ofrece la decisión de suicidio racional.

Abstract.
Of the multiple social/cultural practices that mobilize and triggers a gathering of the personal social
network, the collective rites around death take place only post-mortem. Terminal lucid patients who
are planning a rational suicide have an unusual opportunity, namely, to organize –with the help of
close others– a social gathering that would allow everybody, the individual and his/her family and
friends, to jointly exchange expression of love and reciprocal appreciation in a context of celebration
of life. Under the right conditions, the emotional impact of that celebration on both the subject and
their network is extremely enriching, as well as demystifying of the social and personal taboos of
silence and distance vis-à-vis death.
Key words.
Rational suicide, social network, farewells, celebration.

Adiós, muchachos, compañeros de mi vida


Barra querida de aquellos tiempos
Me toca a mi hoy emprender la retirada
Debo alejarme de mi buena muchachada
Adiós, muchachos. Ya me voy y me resigno
Contra el destino nadie es la talla
Se terminaron para mí todas las farras
Mi cuerpo enfermo no resiste más.
“Adiós, muchachos” (Tango) Sanders y Vedani, 1937.

Puede que el impulso tribal de conectarnos y compartir los momentos de tran-


siciones importantes en nuestra vida con familiares, amigos, la tribu, el clan,
la red social personal cercana esté inscrito como mandato genómico, modula-
do por experiencias personales y colectivas previas, así como por circunstan-
cias fortuitas. Piénsese en la naturaleza participativa de transiciones claves en
nuestra vida, así como la disonancia que genera cuando ocurre en secreto, o
sin testigos:
• el compromiso público multifamiliar del matrimonio, que define esa opción
como un proyecto autónomo a largo plazo,
• la materialización del nacimiento de un vástago a través de darle un nombre
en público o marcarlo como miembro de la tribu,
• la progresión de hitos de la vida a través de reuniones normativas de la red
social personal en transiciones varias (cumpleaños, graduaciones, promo-
ciones, liberaciones, jubilaciones, etc.),
• la entrada de cada vástago al camino sinuoso entre autonomía (con su vasto
repertorio de ofertas) y responsabilidad (con su vasto rango de definiciones)
de la adolescencia con celebraciones ad hoc según la cultura,
• los rituales de separación-y-conexión que marcan el compromiso a nuevas
lealtades y prioridades cuando cada vástago elige una pareja para organizar
su propia familia, para reiniciar la secuencia en un nuevo tronco.

105
MOSAICO 75

• Y , a la vez, en una bifurcación, los rituales colectivos que suceden a la


muerte de uno y luego el otro miembro de la pareja constitutiva del ciclo
anterior.
• En contraste, merece subrayarse la ausencia abismal de ritual con lo que
la comunidad señala a gritos su desaprobación por rupturas de compromi-
so tales como la separación y el divorcio, independientemente de cuan fre-
cuente sea ese evento en el mundo judeo-cristiano.

Muchas de esas actividades tribales han sido incorporadas como actividad nor-
mativa de la cultura regional o nacional y capturadas desde hace siglos por el
establishment religioso, transformándolas en actos híbridos de sumisión a la
deidad, o al menos de devoción a la cultura, a la vez que tribales, hasta el punto
de que es difícil desglosar cuánto de los actos rituales están al servicio de cuál
de las fuerzas que los disputan: los derechos individuales (del sujeto en cues-
tión, de sus futuros deudos2), los intereses religiosos y políticos asociados, las
normas jurídicas3.

Además, por cierto, las normas y los rituales que las recuerdan evolucionan con
el tiempo. Así, por ejemplo, la incineración/cremación de cadáveres, ha pasado
en pocos siglos de ser reservadas a brujas y heréticos a ser aceptadas por ra-
zones prácticas y económicas: los cementerios están ya atiborrados y además
cuesta más (a la familia) enterrar que cremar a un difunto.

Otro ejemplo, más pertinente al eje temático de este volumen, es el caso de las
prácticas de ayudar a morir a pedido de personas I. cuya muerte es inminente,
II. cuyo juicio se mantiene intacto, y III. cuya calidad de vida les es o les será
inminentemente intolerable, sea por dolor permanente e intenso o restricciones
físicas irreversibles. Esas prácticas han existido sub-rosa probablemente desde
tiempos inmemoriales. Si bien la resistencia y oposición del establishment ha
sido firme a través del último milenio, en este último medio siglo han surgido
ciertas señales de una relajación de la prohibición y un pasaje progresivo a la
tolerancia vigilada. Tal es el caso de la prescripción de mantener a la gente viva

2
Deudos es una palabra interesante cuyo origen latino, debita, alude a las obligaciones que los circundantes han
contraído con el finado, otra palabra interesante también derivada del latín en referencia a quien llegó a la finis de
su vida, si bien de uso más basto (del latín vastus, tosco, grosero) que, por ejemplo, difunto (del latín defunctum,
terminado, muerto.) Merece preguntarse, ¿cuál es la deuda de los vivos para con el muerto? Tal vez el estar vivos (como
si la vida fuera una esencia finita que usamos a costa de otros que dejan de usarla), tal vez el aplacar a las ánimas
del difunto (potencialmente peligrosas en tantas religiones y tantos cuentos terroríficos para niños), tal vez alguna
cuenta no saldada en los debes y haberes de la relación entre nosotros y el muerto (por ejemplo, hay solo contadas
ocasiones sociales en las que nos permitimos abrir nuestro corazón para expresar en vida nuestro cariño por el otro y
agradecer su parte en enriquecer nuestras vidas), o para enmendar deudas y limpiar resentimientos y ambivalencias.
3
Listar ejemplos de rituales nos fuerza a una selección incompleta, sesgada por nuestras culturas y acotada por nuestra
ignorancia: los bautismos en la fe cristiana, el Brit Mila

106
Fiesta de despedida y celebración de la vida. Gran oportunidad que ofrece la decisión de suicidio racional.

independientemente de sus deseos expresos, cuyo remplazo de facto y en mu-


chos casos de iure están siendo implementados y aun facilitados por posiciones
más flexibles al respecto. Un ejemplo híbrido de transición es el movimiento de
Hospice, que ofrecen servicios de confort, y no de tratamiento, para gente con
declinaciones físicas progresivas e irreversibles que lo soliciten, así como el res-
peto por la instrucción del sujeto de “No resucitar” en el contexto hospitalario.
Aun más avanzada es la existencia de organizaciones que informan a individuos
con enfermedades terminales u otras restricciones importantes de calidad de vi-
da cómo terminar su vida, y aun los acompañan y/o asisten en el proceso. En la
actualidad, la eutanasia voluntaria y/o el suicidio asistido/ acompañado son, de
hecho, legales (con restricciones éticas tales como todo interés pecuniario del
asistente y restricciones legales varias) en algunas naciones preclaras: Bélgica,
Canadá, Colombia (con múltiples restricciones), Luxemburgo, Holanda, Suiza, y
varios estados en Australia y los Estados Unidos.

En esta discusión dejaré de lado cuestiones ideológicas, argumentos morales o


religiosos acerca de si el suicidio es en sí contra natura, una afrenta al milagro
de la vida, o un acto contra fide, incompatible con los mandatos de los credos
monoteístas4. Operaré con el supuesto de que cada persona tiene el derecho
de opción in extremis, es decir, cuando las alternativas que enfrenta son impo-
sibles de evitar y le resultan inaceptables –una perspectiva de emaciación, do-
lor incontrolable, dependencia total de otros dada una inhabilidad creciente de
llevar adelante los actos inherentes a las necesidades básicas– en otras pala-
bras, a la perspectiva de una pérdida substancial de la capacidad de agencia,
de ser actor.

[circuncisión ritual en familias judías religiosas], al Aqiqah [sacrificio de animales y distribución de las partes entre
los necesitados de la fe islámica]; festividades hibridas religiosas/laicas tal como la primera comunión católica, el Bar
y Bat Mitzwa de la fe judía, la mutilación genital femenina frecuente en el noreste de África, la fiesta quinceañera de
América Central y parte del Sur, el Rumspring de los Amish, los rigurosos rituales Masai para varones, el intercambio
de anillos, la fiesta de compromiso [vehículo para que las dos familias se conozca, interactúen y, a veces, negocien los
acuerdos de matrimonio, siguiendo estructuras más o menos formales según cultura, clase social, e influencia religio-
sa], la ceremonia hindú de Vagdanam, Sagai, Ashribaad, así como the Mangni islámico, según la región y las deidades
involucradas, en las que ambas familias se comprometen a la boda [hasta no hace mucho, primer encuentro cara a
cara de los prometidos]; los esponsales [muchos de ellos incluyendo un componente religioso que re-afilia a la pareja
a la sumisión a los dictámenes de las estructuras corporativas de sus respectivas deidades, y cuya fastuosidad mide,
o excede, el poder pecuniario de los progenitores]; “el velorio del Angelito” dedicado a bebés y niños pequeños de la
campiña hispano-americana; la práctica hindú, actualmente infrecuente, del Sati, a saber, la incineración de la viuda,
por voluntad propia o no, en la pira funeraria del marido muerto (el movimiento feminista hindú ha reclamado con toda
razón, pero sin mucho éxito, igualdad de acceso de género a esa práctica) y genéricamente, los velorios, es decir, vigilia
junto al muerto reciente y luego de su entierro, de duración y expresividad variada según distintas prácticas culturales/
religiosas y acceso económico, a veces silenciosos y a veces con plañideras estruendosas, a veces acompañados de
bebidas y comidas, y en ocasiones con desmanes inesperados, como el caso de algunos velorios Irlandeses en los que el
alcohol hace de las suyas y todos acaban cantando alabanzas y bailando alrededor del finado… y a veces aun cargando
con él en la danza.
4 A l respecto, ver una polémica entre Lockhandwala y Westefeld, 1998 y Maltsberger, 1998, ambos críticos de la opción,
y Mayo, 1998, en un respuesta sólida a los críticos.

107
MOSAICO 75

El tema de la muerte (así como el tema del sexo y del dinero) está rodeado de
tabúes sociales. A la manera de los chistes racistas, que solo pueden ser social-
mente aceptables si son contados por gente de esa raza, el tema de la muerte
suele ser traído a colación solo por aquellos cuya muerte les es previsible y cer-
cana, como los ancianos y los enfermos terminales. Y con frecuencia el tema es
bloqueado por quienes no pertenecen a esas categorías, como si el no hablar-
lo redujera la posibilidad de que ocurra. Un espacio de excepción es la sesión
terapéutica, la consulta médica (con profesionales iluminados) y, a veces, las
conversaciones íntimas entre amigos/cónyuges cercanos. En esos contextos, un
tema asociado al de la muerte es el del suicidio racional, tema con presencia en
la literatura profesional (entre muchos, Balasubramanian 2018; Dzeng y Panti-
lat 2018; Kleespies, Hughes y Gallacher, 2000; Pierre, 2015; Steinhauser et al.,
2001) y muy ocasionalmente en filmes (e.g., la producción canadiense Les In-
vasiones Barbares, 2003).

Las estadísticas acerca del suicidio asistido o voluntario son inexistentes o ses-
gadas en la mayor parte del mundo5. Pero si tomamos seriamente las estadís-
ticas de países con una legislación avanzada y tradición tolerante para con la
eutanasia y el suicidio asistido, las cifras no son deleznables6. Estas cifras acu-
mulan, con todo, la muerte por inacción (órdenes de “No resucitar”), muerte
facilitada de gente en coma permanente, y/o mantenidos vivos por medios arti-
ficiales, y otras categorías, así como el suicidio voluntario (asistido o no) de gen-
te dentro de los parámetros definidos tres párrafos mas arriba. Lo que sigue se
refiere a este último grupo.

Si bien hay excepciones tales como es el caso ocasional de suicidios precedi-


dos por un discurso de denuncia7, los actos suicidas racionales suelen llevarse
a cabo en soledad, frecuentemente en gente con una red social personal ende-
ble (ver Sluzki, 1996) o, si la red es sólida pero ideológicamente conservadora, a
raíz de la suposición (generalmente correcta) de que, de haber hecho pública la
decisión de suicidarse o de tener testigos del acto, los allegados o los represen-
tantes de la ley habrían tratado de impedirla, siguiendo las normas tradicionales
en contextos sociales tradicionales, y la necesidad de descartar psicopatología
o sociopatología. Con todo, la soledad del suicida durante el acto del suicidio

5 L a tasa general de suicidios (cifras de 2019) en los Estados Unidos es de 14 por 100.000 individuos, y en España,
según la O.M.S. es 6 por 100.000, con gran variabilidad según las regiones.
6 C omo ejemplo: En Holanda, donde la eutanasia y el suicidio asistido esta permitido (¡y las estadísticas son confia-
bles!), 6.585 personas lo hicieron en 2017, un 4.4% del total de muertes para ese año (http://derechoamorir.org/
wp-content/uploads/2019/04/2018-Informe-anual-NL-2017-eng.pdf).
7
Tal como se describe fue el suicido de Sócrates quien, habiendo sido declarado culpable de corrupción de jóvenes y
otros cargos por un jurado de pares, rehusó otros castigos menos letales -por ejemplo, el destierro-, y eligió beber la
tisana mortal embebida en cicuta, lo que le dio la oportunidad de dictar su última lección ante sus discípulos.

108
Fiesta de despedida y celebración de la vida. Gran oportunidad que ofrece la decisión de suicidio racional.

suele generar un impacto poderoso en los más cercanos, y tal vez en todos, que
va desde imaginarse la anomia de ese momento (¿Qué o en quién habrá esta-
do pensando en ese momento? ¿Que habríamos querido decirle si hubiéramos
estado presentes para detenerlo?) hasta la frustración de los terceros, que que-
dan sin poder expresar sus sentimientos, sus afectos, sus recuerdos, tal vez su
agradecimiento previo para con el suicida, cuando no los argumentos en contra
de llevar a cabo ese acto tan drástico, tan final. En ciertos casos, con todo, ese
aislamiento social, esa anomia8, puede ser neutralizada sin violar la decisión ni
cambiar el acto suicida en sí mismo.

Los dos ejemplos siguientes describen una alternativa9.

#1

Estaba viendo en tele-terapia ocasional a una antigua paciente, Úrsu-


la Th, abogada de origen sueco, de 74 años, viuda, agnóstica, que vi-
vía confortablemente desde hacia ya 30 años en una ciudad del norte
de los Estados Unidos, su hijo y su hija viviendo con sus familias propias
en distintas ciudades del país. Úrsula, fumadora empedernida desde su
adolescencia, había sufrido durante sus últimos 20 años las vicisitudes
de un cáncer de pulmón de proceso lento: uno de sus lóbulos pulmona-
res había sido resecado quirúrgicamente diez años atrás, y el resto de los
tejidos pulmonares estaba siendo invadido lenta y progresivamente por
el cáncer, cuyo efecto principal no era dolor, que estaba bien controlado
con dosis moderadas de opiáceos, sino una reducción marcada y progre-
siva de energías. Durante el último par de años Úrsula, hasta entonces
una persona sociable, emocionalmente abierta, ocurrente e ingeniosa, se
fue desconectando de lo que había sido hasta entonces una red social
activa y vibrante de amigos. Dado su estado terminal, Úrsula recibía los
servicios de un Hospice a domicilio, cuyo personal semi-profesional la vi-
sitaba tres veces por semana en su casa para ayudarla en la preparación
de comidas, renovación de medicamentos y algunas labores domésti-

8
El sociólogo Émil Durkheim (1897), referente original sobre el tema, en su estudio pionero sobre el suicidio (definido
como todas las causas de muerte que resultan, directa o indirectamente, de actos positivos o negativos de una víc-
tima que sabe que esa será la consecuencia), lo asoció a la anomia, es decir, la desafiliación social. Durkheim, cuyo
análisis se basó en estadísticas de la Alemania Imperial durante un periodo de gran industrialización, no solo legitimó
el tema como estudio científico, sino que generó enormes controversias al afirmar, estudiando las estadísticas de un
país protestante, belicoso y en rápido proceso de industrialización, que la proporción de suicidios era mayor entre los
protestantes que entre los católicos y los judíos, mayor en tiempos de paz que en tiempos de guerra, y asociado a la
alienación social de la naciente sociedad industrial. Ver también Thompson (1982).
9
Ciertos rasgos identificatorios han sido distorsionados con el objeto de preservar el anonimato de los sujetos.

109
MOSAICO 75

cas. Además, se había conectado con una organización que asesoraba


a pacientes terminales acerca de modos óptimos de suicidarse, y había
acumulado medicaciones apropiadas para estar lista cuando llegara el
momento de esa decisión. Todo indicaba que ella estaba en paz con la
perspectiva de su muerte10. Su queja dominante era el peso de su sole-
dad actual, la sensación de haber perdido ligazón emocional con buena
parte de sus amigos, en parte atribuyéndolo a su propia falta de energía
para reciprocar llamadas y mantener contactos, pero sintiéndose para-
dójicamente abandonada. Me dijo, apesadumbrada, que su muerte iba a
ser un acto patéticamente solitario, con muy poco eco. Le comenté que
uno de los problemas de los velorios y los funerales propios es que uno no
está presente para la despedida, y no puede escuchar los elogios, año-
ranzas y elegías de la gente que nos quiere, ni abrazarlos y despedirnos
de ellos. Lo ideal, le dije, sería hacerlo al revés, es decir, organizar una
suerte de velorio anticipado a través de una fiesta de despedida, y mo-
rirse después. Ella se rió de mi comentario, pero yo continué serio: “¿Por
qué no? Valdría la pena hacerlo, ¿no te parece?” La conversación adqui-
rió otro tono: “¡Ni loca!”, contestó con vehemencia. La detengo: “No es
que la tienes que organizar tú, sino solo ser la reina de la fiesta.” “¿Y qué
le voy a decir a los invitados, que vengan a saludarme antes que yo estire
la pata?” Respondí: “Todos tus amigos próximos y tu familia más cerca-
na –tus hijos, tus primos– saben acerca de tu condición, y no haría falta
decir nada más que se trata de una fiesta de la amistad, o un brindis a la
buena vida, o una fiesta de despedida, o algo así.” “¿Lo dices en serio? Y
¿cómo se puede hacer eso?” Le expliqué, improvisando mientras habla-
ba, que podría pensar en hacer una recepción con familiares y amigos,
anunciándola como la “celebración de la vida de Úrsula y de su gente
querida” o algo así. “Y si no yo, ¿quién la va a organizar?” “Tal vez tu hi-
ja, tus hijos, junto con tu amiga XX. No es tan complicado como parece.
Puedes hacer una lista de los amigos que te gustaría ver, incluyendo los
que dejaste de conectarte, y una lista de los familiares que quieras, y se
la pasas a tu hija, o a quien sea que esté armando la fiesta.” Me pregun-
ta “¿Podrías llamar a mi hija y proponerle la idea?” “¡Ni loco!”, le contesté
en espejo, “mejor lo piensas y, si te intriga la idea, llama tú a tu hija y le

10
Merece que aclare que, en nuestras sesiones, nunca noté malignidad alguna en sus planes de suicidio, sino una trans-
parencia no exhibicionista: no había “destinatarios del mensaje,” o mención de gente que se pudiera sentir culpable
de su muerte voluntaria, ni tampoco auto-lamentaciones. El proyecto de suicidio había sido ya conversado con sus
hijos y con un par de amigos y había recibido el apoyo o al menos la comprensión de todos. Su testamento y arreglos
post mortem eran claros y no sobrecargaban a nadie. No detecté impulsividad ni rasgos psicopatológicos alarmantes.
Si bien su filosofía de vida contenía un matiz melancólico, Úrsula no presentaba signos clínicos de depresión clínica:
no estaba abrumada, ni pensaba que el mundo funcionaría mejor sin ella, ni que ella era culpable de algo que mere-
cería castigo, temas frecuentemente asociados con un diagnóstico clínico preocupante.

110
Fiesta de despedida y celebración de la vida. Gran oportunidad que ofrece la decisión de suicidio racional.

propones el proyecto.” Con todo, me ofrecí a conversar con su hijo o su


hija para explicar la lógica de la idea, considerar alternativas, y facilitar
consenso, si alguno de ellos lo creía necesario.
Un par de días después me llamó para contarme que a la hija le pare-
ció una idea fantástica. Aún más, me cuenta, ella le dijo: “No sabes, ma-
má, cuánta gente ha llamado en estas últimas semanas, frustradas por
que no les devuelves la llamada, quieren verte y esas cosas.” “Y ¿dónde
la podríamos hacer?”, le preguntó a la hija, “porque en mi apartamento
no caben mas de diez personas.” La respuesta fue clara: “No te preocu-
pes, mamá. Yo me ocupo, y si no puedo sola enrolaré a tu amiga XX, que
vive cerca y que te adora.” Así comenzó a rodar la bola. Tres semanas
después de esa conversación recibí por email una invitación al evento.
Habían alquilado para un largo fin de semana un caserón cercano a su
casa, con una hermosa vista a un lago y número suficiente de dormito-
rios como para que pudieran pernoctar ella, su hermana y marido, y sus
dos vástagos con sus respectivas familias para compartir un largo fin de
semana festivo con las tres generaciones. Además, la casona tenía sufi-
ciente espacio de recepción como para que cupieran los 20 amigos que
habían sido formalmente invitados a través de emails (“una fiesta de en-
cuentros, despedidas, y amistad”, decía el texto) y/o llamadas telefóni-
cas.
Si bien el espectro de la muerte rondaba por allí [el lento cáncer de Úr-
sula era tema conocido], la recepción fue un canto a la vida, plena de
conversaciones alegres, música, intercambio de recuerdos y reencuen-
tros entre amigos. Varios brindis colectivos en homenaje a Úrsula, car-
gados de cariño y de anécdotas festivas, generaron lágrimas aquí y allá y
muchas sonrisas y aplausos. Cuando llegó el momento, a medida que la
gente se iba retirando, las despedidas fueron tiernas, plenas de agrade-
cimiento por la oportunidad de abrazar a Úrsula y transmitirle con gesto
o palabra lo que ella significaba en sus vidas. Pocos sollozos y lágrimas
(¡una de las escenas mas temidas por los planificadores!), muchas cari-
cias, poca mistificación, con abrazos tiernos y cuidadosos aún cuando de
hecho eran abrazos de despedida, ya que muchos de ellos sabían que no
la verían más, ni ella a ellos.
Úrsula e, independientemente, la hija, me llamaron a la semana siguien-
te para agradecerme efusivamente por la idea y comentar lo agotador y
enormemente enriquecedor que había sido el encuentro: “Me cambió mi
visión de mi vida… y de mi muerte,” me comentó Úrsula.
En un par de tele-conversaciones ulteriores, el tono afectivo de Úrsula
había pasado de cansino y depresivo a optimista, tono que no modificó el
proyecto de suicidio, sino que lo tiñó del color dulce de la puesta de sol.
Un mes después, Úrsula llamo a su hija pidiéndole que fuera a acompa-

111
MOSAICO 75

ñarla en su último momento, pues ya estaba lista. Y así ocurrió que, en


un atardecer tibio, en su casa, frente a un ventanal mirando al lago cerca-
no, la madre ingirió serenamente una dosis letal de opiáceos mezclados
en yogurt y, tomada de la mano de la hija y rodeada de la memoria re-
ciente de la gente que la quería, murió plácidamente en un par de horas.

#2

Un colega y amigo con una larga historia en común, mediando su sexta


década, inteligente, afectuoso, extrovertido, con una red amplia de amis-
tades y familia, ha agotado durante los últimos cuatro años todos los tra-
tamientos ortodoxos y experimentales ofrecidos por la ciencia médica pa-
ra el tratamiento de un cáncer agresivo que últimamente ha metastizado
en varios órganos. Totalmente lúcido y con una serenidad y conectividad
social notable, mantiene frecuentes conversaciones cortas (30 minutos,
“porque me agoto”) con amigos queridos y familiares cercanos, que lo
van a visitar a su apartamento, donde es cuidado por un servicio de en-
fermería de Hospice, supervisado amorosamente por un dúo leal y sólido:
su hermana menor, que vive a pocas cuadras, y su previa esposa, con
la que había estado casado durante 25 años y separado desde hace 5, y
con quien tuvo esta hija y dos hijos. Considerando la realidad de su situa-
ción terminal, y la preocupación de una metástasis en el cerebro que le
quitaría lucidez para la toma de decisiones, no sólo ha dejado ordenes de
“No resucitar” (DNR, en inglés) sino acordado con sus médicos recibir,
cuando llegara el momento, una sobredosis de analgésicos y opioides po-
derosos para dar fin a su vida. Lo ha conversado con “sus dos mujeres”
(como él las refería, un tanto en broma), sus hijos y un par de amigos ín-
timos. La reacción de cada uno fue de argumentar primero esperanzas y
alternativas no realistas y, a la larga, entender y apoyar la decisión.
En una de mis visitas como amigo (no profesional), hablando acerca de
la vida y la muerte, apareció el tema de los velorios irlandeses, y traje a
colación la experiencia bastante reciente descrita más arriba como #1, a
saber, lo positivo que había sido para todos poner en práctica la idea de
organizar una fiesta de despedida en la que todos pudieran intercambiar
alegrías, pesares y despedidas in vivo. La idea lo sorprendió y conmovió,
y fue tomando cuerpo entre risas y discusiones logísticas. Ese enfoque,
me comentó, resolvería uno de sus problemas actuales, a saber, su ne-
cesidad de encontrarse con amigos para despedirse uno a uno, y no sa-
ber como gestionar esa retahíla de encuentros individuales, ya que sentía
que su tiempo se estaba acabando. Al irme, me comentó que lo discutiría
con su hija, su esposa anterior y sus hijos. Una semana después recibí

112
Fiesta de despedida y celebración de la vida. Gran oportunidad que ofrece la decisión de suicidio racional.

una invitación formal para participar en una reunión en honor y homena-


je a la vida de mi amigo, especificando un par de horas de una tarde del
fin de semana subsiguiente. Por cierto, con toda probabilidad todos los
que recibieron esa invitación sabían perfectamente la ordalía que había
tenido lugar durante los últimos años, y no les cupo la menor duda que
se trataba de una fiesta de despedida. Y así ocurrió. La reunión convocó
a más de treinta personas –incluyendo su hija, sus dos hijos, su esposa,
hermano, primos, y amigos (unos cuantos viajaron desde considerables
distancias)– con bocadillos y bebidas, y conversación colectiva activa y
cálida. Cuando hizo su entrada nuestro amigo, físicamente decaído (fue
traído en sillón de ruedas, pero lo dejó en la entrada y caminó, y se sentó
y circuló entre los presentes), resplandeciente de sonrisas y socialmen-
te expansivo como siempre, hubo una ronda de aplausos, seguidos de
varios discursos informales y tiernos de la exesposa, uno de los hijos, y
varios de los amigos (entre los cuales estuve incluido), reflexionando no
solo acerca de las riquezas de nuestras vidas en común, sino de la expe-
riencia privilegiada de poderle expresarle todo eso públicamente y abra-
zarlo íntimamente, aunque sea una vez más. A su vez, nuestro amigo
construyó un discurso de reciprocidad y de “gracias a la vida,” y después
se retiró, un tanto cansado, entre aplausos. La reunión duró un total de
dos horas. Fue maravillosa y dejó, para todos, un recuerdo imborrable y
filosóficamente transformativo. Nuestro amigo dejó este mundo dos se-
manas después.

¿Qué tienen en común estos dos ejemplos?

Se trata de personajes y contextos estadísticamente infrecuentes: actores lúci-


dos, expansivos (no solitarios), con apoyo de un grupo social cercano y confiable
(si no, la logística resulta demasiado complicada), con una red social personal
extendida pero cercana, robusta, estable y confiable (denota no sólo aptitud so-
cial, sino estabilidad geográfica), sin ataduras religiosas estrechas (si bien el se-
gundo mantenía una cosmovisión armónica con resonancias budistas, ninguno
de los dos mantenía afiliación o prácticas religiosas), ambos con enfermedades
en estado terminal, abrazando la decisión de terminar sus vidas –uno por sui-
cidio racional y el otro por eutanasia (diferencias a veces solo académicas)– a
corto plazo; la celebración, a su vez, tuvo un timing cercano a su muerte (de otra
manera genera una disonancia compleja e incómoda en las relaciones entre el
sujeto y su red, una suerte de despedida sin irse y una suerte de interdicción a
futuros contactos) y un rótulo de “celebración” y no de duelo, lo que genera o
recuerda (tal vez instruye) un tono emocional en los participantes acorde con la
intención del evento, así como una definición filosófica de la vida como imbrica-
da en relaciones de afecto y a la muerte como parte de la vida.

113
MOSAICO 75

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114
Famílias sinalizadas à Comissão
de Proteção de Crianças e Jovens
de Oeiras. Perceções sobre o seu
Funcionamento Familiar. Tomás Lopes.
Mestre em Psicologia.
CPCJ de Oeiras
Patrícia Cruz.
Mestre em Psicologia.
CPCJ de Oeiras.
Luísa Carrilho.
Doutorada em Psicologia.
Psicoterapeuta Psicanalista.
Terapeuta Familiar.
CPCJ de Oeiras.
lcarrilho@gmail.com

Resumo.
O presente estudo tem como objetivo analisar as perceções que os Palavras chave.
Perceções,
diferentes elementos das famílias sinalizadas à Comissão de Proteção Coesão,
de Crianças e Jovens (CPCJ) de Oeiras têm sobre o seu funcionamento Flexibilidade,
familiar. O protocolo de investigação aplicado contemplou um questionário Comunicação
Familiar,
sociodemográfico e as escalas da FACES-IV de Olson (2010). Satisfação
Os resultados obtidos sugerem que a maioria dos participantes Familiar,
CPCJ.
apresentam uma perceção das suas famílias como ligada, flexível e
com uma comunicação moderada. No referente à satisfação familiar
os jovens apresentam uma satisfação familiar baixa, tal como os
seus pais; contrariamente ao que acontece com as mães.
Estes resultados corroboram estudos efetuados no mesmo contexto
(CPCJ de Oeiras, 2016), em que os jovens já haviam identificado a
insatisfação face ao contexto familiar.

115
MOSAICO 75

Abstract.
This study aims to analyze the perceptions that different family members signaled
to the Oeiras Children and Youth Protection Commission have about their family
functioning. The research protocol applied included a sociodemographic ques-
tionnaire and the FACES-IV scales from Olson (2010).
The results suggest that most participants have a perception of their families as
connected, flexible and with moderate communication. Regarding family satisfac-
tion, these families’adolescents have low family satisfaction, as do their fathers;
contrary to what happens with their mothers.
These results corroborate studies conducted in the same context(CPCJ de Oeiras,
2016), in which adolescents had already identified dissatisfaction with their family
context.
Key words.
Perceptions, Cohesion, Flexibility, Family Communication, Family Satisfaction,
Children and Youth Protection Commission.

Introdução.
A família enquanto sistema, conjunto de elementos em interação, tem sempre
de ter em conta as necessidades individuais de cada elemento do agregado fa-
miliar (Sampaio, 2014), ainda que as formas de ser família tenham vindo a so-
frer alterações, nomeadamente ao nível da sua estrutura e no modo como são
vivenciadas pelos sujeitos (Carrilho, 2000).
Ao considerarmos a família como um sistema em que os indivíduos são os
elementos, e as relações, as interações que nele ocorrem, as estruturas inter-
pessoais e as dinâmicas emocionais constituem-se como contributo para este
sistema, sem desprezar a importância fundamental de integrar a informação re-
cebida do exterior.
Nas famílias com adolescentes, a rigidificação, que pode conduzir a uma es-
tabilidade excessiva, requer ajustamentos, dado que se verificam imensas mu-
danças nos elementos adolescentes, requerendo por isso mudanças no próprio
sistema (Carrilho, 2000). “Os papéis na família resultam da necessidade de atri-
buir aos elementos que a constituem, tarefas de desenvolvimento familiar, rela-
cionadas com a proteção, crescimento e autonomização dos elementos da fa-
mília. Estes papéis deverão, tanto quanto possível, adaptar-se ao momento que
a família vive, de acordo com o seu ciclo vital e com os seus antecedentes his-
tóricos. Esta adaptação permitirá um equilíbrio, que auxilia a evolução e a con-
servação da família” (Carrilho, 2000, p. 249).
Quando o padrão parental não acompanha a evolução do sistema, surgem os
conflitos.Se em determinadas famílias os limites são claros, noutras são excessi-
vamente rígidos o que dificulta a comunicação; noutras o excesso de permeabi-
lidade torna difusa a diferenciação. Minuchin (1982), tendo em conta os limi-
tes da família, considerou uma tipologia familiar que vai de emaranhada - com

116
Famílias sinalizadas à Comissão de Proteção de Crianças e Jovens de Oeiras. Perceções sobre o seu Funcionamento...

limites difusos e fronteiras rígidas com o exterior, a desmembrada - com limites


e fronteiras rígidos no seu interior e difusas com o exterior (Alarcão, 2000). No
termo médio da tipologia familiar as famílias têm limites claros e não se verificam
funcionamentos tão extremados (Minuchin, 1982)
O Modelo Circumplexo de David Olson (1979, 1982, 1985, 1986), relacionou
os sintomas e tipos de sistemas familiares, bem como as mudanças na tipolo-
gia familiar. No seu modelo, o autor considerou dois conceitos, coesão e adap-
tabilidade. Como qualquer Modelo Circumplexo, as tipologias mais centrais são
as mais comuns; as famílias com problemas estariam mais nos níveis extremos.
Quando as tipologias estão identificadas e localizadas no modelo, torna-se claro
que existem três grupos básicos: seis tipologias balanceadas (pontuações cen-
trais nas duas dimensões), quatro tipologias não balanceadas (pontuações ex-
tremas nas duas dimensões) e doze tipologias médias (pontuações extremas
numa dimensão) (Olson, 2011). Este modelo é desenhado especificamente pa-
ra pesquisa familiar, avaliação clínica, plano de tratamento e eficácia de terapia
familiar e conjugal (Olson, 2000).

Em Portugal a FACES-III foi utilizada em diferentes estudos por Sampaio


e Dantas (1990), Sampaio et al. (1993), Curral et al. (1998), Curral et al.
(1999) e Carrilho (2000). A FACES-IV tem vindo a ser utilizada por Pereira e
Teixeira (2013) e Gomes et al. (2017).

Olson (1979, 1982, 1985, 1986) considera no seu modelo as seguintes dimen-
sões: Coesão, Flexibilidade, Comunicação e Satisfação Familiar.
Entende-se por coesão familiar a ligação emocional que os membros da famí-
lia têm entre eles (Olson, 2000; Olson et al., 1983).
Nos artigos iniciais de Olson era utilizado o termo adaptabilidade para definir
a flexibilidade do sistema familiar e a sua capacidade de mudança em relação
à liderança, aos papéis familiares e às regras de relação, em resposta ao stress
situacional e desenvolvimental (Olson, 2000; Olson et al., 1983). O autor (1994)
substituiu o termo adaptabilidade por flexibilidade, pois este era confundido
com adaptação, que é descrita geralmente como uma dimensão linear.
A comunicação familiar entre os vários membros da família é considerada co-
mo facilitadora ou não, interferindo na coesão e flexibilidade (Olson, 2000; Ol-
son e Gorall, 2003; Olson et al., 1983).
Por último, Olson (2004) define a satisfação familiar como o grau em que os
membros da família se sentem felizes e satisfeitos uns com os outros. A defi-
nição operacional inclui as três dimensões associadas com o Modelo Circum-
plexo, ou seja, a coesão, a flexibilidade e a comunicação familiar.
Face à complexidade dos sistemas familiares e no sentido de melhorar a efi-
cácia das CPCJ’s, bem como do próprio sistema de proteção de crianças e jo-

117
MOSAICO 75

vens em Portugal, Torres et al.,(2008) indicam a necessidade de uma seleção


mais criteriosa dos membros que compõem as CPCJ’s e consequente formação
específica, bem como a urgência na alteração da instabilidade, devida à rotati-
vidade dos elementos e aos fracos tempos de afetação de trabalho nas Comis-
sões, tornando difícil a concretização de um acompanhamento de qualidade às
famílias. Entre outras medidas, sugerem que as ações de formação para os re-
feridos técnicos possam melhorar as dinâmicas relacionais na sua qualidade de
interação com as crianças e as famílias.
Os autores questionam-se sobre a adequação de algumas medidas tomadas
pelas CPCJ’s em situações de risco, em que as crianças e jovens se mantêm
no seio da família biológica, “correndo-se o risco, pelo menos em parte dos ca-
sos, de se perpetuar essas situações” (Torres et al., 2008, p. 7). Para tal, po-
dem contribuir os relatórios elaborados pelos diferentes técnicos, que Sampaio
(2014) considera unilaterais, estereotipados, pouco úteis e utilizados, entre os
elementos da família, como arma de arremesso nos tribunais, impedindo, ao
contrário do que seria desejável, decisões organizadas e com profundo conhe-
cimento das famílias.
Avelar (2013) considera um conjunto de aspectos que caracterizam o fun-
cionamento das CPCJ’s e que constituem fatores condicionantes dos seus des-
empenhos em termos de eficácia e eficiência. A autora (2013) refere que as
CPCJ’s sofrem “de falhas de eficácia no acompanhamento das crianças e jo-
vens, situação a que o poder central responde, lançando no local algumas me-
didas paliativas (de formação e de colocação de técnicos com critérios criados
sem noção da realidade) que continuam sem resolver os problemas de fundo
das comissões…”.

Objetivo.

O estudo que aqui se apresenta tem como principal objetivo avaliar a perceção
que os jovens que foram sinalizados à CPCJ de Oeiras, com as seguintes tipolo-
gias de perigo: comportamentos graves antissociais ou indisciplina, abandono/
absentismo escolar negligência e bullying (agressor), e os respetivos progenito-
res têm sobre o seu funcionamento familiar.

Método.

Amostra.

A amostra foi constituída por 45 participantes que foram sinalizados à CPCJ de


Oeiras. Destes, 20 são jovens, 16 do sexo masculino e 4 do sexo feminino. 25
são os seus progenitores, dos quais 18 são as suas mães e 7 são os seus pais.

118
Famílias sinalizadas à Comissão de Proteção de Crianças e Jovens de Oeiras. Perceções sobre o seu Funcionamento...

As sinalizações destes jovens enquadram-se nas seguintes tipologias de perigo:


comportamentos graves antissociais ou indisciplina, abandono/absentismo es-
colar, negligência e bullying (agressor). As idades dos jovens que participaram
no estudo situavam-se entre os 12 e os 17 anos, com uma média de idade de
14.30 e com um desvio-padrão de 1.490 (cfr. Tabela 1).

Tabela 1. Idade dos jovens.

No referente ao agregado familiar destes jovens, verifica-se que 25% dos jovens
habitavam com a mãe e os irmãos e 25% residiam com a mãe, pai e irmãos,
respetivamente. Os restantes jovens (50%) viviam com a mãe, padrasto e ir-
mãos, ou avós e tios.
Os participantes jovens frequentavam diferentes níveis de escolaridade, do 5º
ao 10º ano. Assim, dois jovens frequentavam o 5º ano, quatro o 6º ano, sete o
7º ano, três o 8º ano, um o 9º ano e três o 10º ano. A maioria (55%) dos jovens
da nossa amostra reprovou pelo menos um ano escolar, sendo o 7º ano o que
apresenta maior número de reprovações.
Relativamente ao estado civil dos progenitores dos jovens, observou-se que
três mães eram casadas, seis solteiras e sete divorciadas; dois pais eram casa-
dos e divorciados, respetivamente, e um solteiro. Duas mães e dois pais, não
responderam à questão.
As mães tinham idades compreendidas entre os 27 anos e os 58 anos, com
uma média de 42.28 e com um desvio-padrão de 8.379. A média da idade dos
pais, entre os 33 anos e os 62 anos, era 46.86, com um desvio-padrão de 8.896
(cfr. Tabela 2).

Tabela 2. Idade dos Progenitores.

Quanto às habilitações literárias dos progenitores observou-se que quatro mães


e um pai tinham o ensino superior; quatro mães e dois pais tinham o ensino se-
cundário; cinco mães e dois pais tinham o terceiro ciclo; três mães e dois pais
tinham o segundo ciclo; e duas mães tinham o primeiro ciclo.
No que diz respeito à profissão dos progenitores verificou-se que duas mães
trabalhavam como empregadas domésticas e como esteticistas, respetivamen-

119
MOSAICO 75

te, uma mãe trabalhava como assistente operacional, auxiliar de ação médica,
empregada de refeitório, médica, professora, respetivamente; dois pais trabal-
havam como motoristas e um pai era empregado de balcão, engenheiro e ge-
rente de um café, respetivamente. Sendo que duas mães estavam desemprega-
das e uma era reformada.

Instrumentos.

O protocolo de investigação aplicado contemplou um questionário sociodemo-


gráfico que permitiu a caracterização da amostra de que constam dados indivi-
duais e familiares.
A escala Family Adaptability and Cohesion Evaluation Scale - FACES IV de
Olson (2010), para avaliar a coesão e flexibilidade familiar. O presente estudo
utilizou a tradução portuguesa do FACES-IV de Rebelo (2008) validada para a
população portuguesa por Pereira e Teixeira (2013) - coesão (ɑ=0,83), flexibi-
lidade (ɑ=0,70), desligada (ɑ=0,73), emaranhada (ɑ=0,67), rígida (ɑ=0,67) e
caótica (ɑ=0,75). Para avaliar a comunicação familiar utilizou-se The Family
Communication Scale. A presente investigação utilizou a tradução portuguesa
da FACES-IV de Rebelo (2008) validada para a população portuguesa por Pe-
reira e Teixeira (2013) com um ɑ= 0,89. Utilizou-se, também, The Family Satis-
faction Scale de Olson (2004), na tradução portuguesa do FACES-IV de Rebe-
lo (2008) validada para a população portuguesa por Pereira & Teixeira (2013)
com ɑ= 0,93.
Para cada uma das dimensões, Coesão, Flexibilidade, Comunicação e Satis-
fação Familiar, resultados mais elevados sugerem uma perceção mais positiva.
Estas dimensões são avaliadas através de diferentes itens com respostas de tipo
Likert de cinco pontos.

Coesão.

Existem cinco níveis de coesão: desagregada (P0 a P15), algo ligada (P16 a P35),
ligada (P36 a P65), muito ligada (P66 a P85) e aglutinada (P86 a P100). Os níveis
centrais de coesão, algo ligada, ligada e muito ligada são os mais equilibrados,
sendo que contribuem para um bom funcionamento familiar. Pelo contrário, os
níveis extremos, desagregada e aglutinada, são geralmente problemáticos para
os relacionamentos a longo prazo (Olson, 2000; Olson et al., 1983). Quando os
níveis de coesão são muito altos, ou seja, família aglutinada, há muito consenso
e pouca independência; no sistema oposto, na família desagregada, os mem-
bros fazem as suas próprias coisas, com apego limitado ou compromisso com a
sua família (Olson, 2000).

120
Famílias sinalizadas à Comissão de Proteção de Crianças e Jovens de Oeiras. Perceções sobre o seu Funcionamento...

Flexibilidade.

Olson (2004) considerou cinco níveis na flexibilidade: rígida (P0 a P15), algo flexí-
vel (P16 a P35), flexível (P36 a P65), muito flexível (P66 a P85) e caótica (P86 a P100).
Tal como na coesão, os níveis centrais de flexibilidade (algo flexível, flexível e
muito flexível) são mais propícios ao adequado funcionamento familiar e os ní-
veis extremos (rígida e caótica) são os mais problemáticos para as famílias (Ol-
son, 2000; Olson et al., 1983).

Comunicação.

A comunicação familiar é avaliada considerando a família como um grupo em


relação. O foco de uma comunicação positiva reside na empatia e nas capacida-
des de interação, o que pressupõe a partilha de sentimentos e de necessidades,
bem como o respeito e a consideração. A comunicação negativa manifesta-se
pela incapacidade de os membros da família partilharem os seus sentimentos.
Sistemas equilibrados tendem a ter uma comunicação adequada, contraria-
mente aos sistemas desequilibrados (Olson, 2000). Existem cinco níveis de co-
municação familiar: muito baixa (P10 a P20), baixa (P21 a P35), moderada (P36 a
P60), alta (P61 a P85) e muito alta (P86 a P100). Quanto mais alto os valores mais
adequada a comunicação.

Satisfação familiar.

No referente à satisfação familiar, Olson (2004) definiu-a como o grau em que


os membros da família se sentem felizes e satisfeitos uns com os outros. Nas
famílias, os níveis de satisfação familiar percecionados são, não raras vezes, di-
ferentes, apresentando os pais níveis significativamente mais baixos do que as
mães (Mathis e Yingling, 1992).
Existem cinco níveis de satisfação familiar: muito baixa (P10 a P20), baixa (P21 a
P35), moderada (P36 a P60), alta (P61 a P85) e muito alta (P86 a P100).

Procedimento.

Os questionários foram aplicados por psicólogos, em contexto de entrevista, em


formato papel, na sede da CPCJ de Oeiras. A recolha dos questionários ocorreu
entre dezembro de 2018 e abril de 2019.
Todos os sujeitos tiveram acesso ao esclarecimento dos procedimentos éticos
inerentes à investigação, assim como ao objetivo geral da mesma. O consenti-
mento informado foi igualmente apresentado e explicitado.

121
MOSAICO 75

Utilizou-se o programa Statistical Package for the Social Sciences (IBM SPSS
–StatisticsVersion 25) para se efetuar a análise de dados.

Resultados.

A análise dos resultados obtidos permite-nos concluir que no referente à coesão


100% das mães e dos pais, respetivamente, e 85% dos jovens percecionaram
as suas famílias nos níveis centrais de coesão (algo ligada, ligada e muito liga-
da). Dois jovens percecionaram a sua coesão familiar como desagregada e um
jovem como aglutinada (cfr. Tabela 3).
No que diz respeito à flexibilidade 100% das mães e dos pais, respetivamen-
te, e 95% dos jovens percecionaram as suas famílias nos níveis centrais de fle-
xibilidade (algo flexível, flexível e muito flexível). Um jovem percecionou a sua
família como caótica (cfr. Tabela 3).
Quanto à comunicação, 45% dos jovens, 11.11% das mães e 42.86% dos
pais percecionaram a comunicação nas suas famílias como moderada. 40%
dos jovens, 66.67% das mães e 42.86% dos pais percecionaram a comuni-
cação das suas famílias como alta e muito alta. Contrariamente, 15% dos jo-
vens, 22% das mães e 14.29% dos pais percecionaram a comunicação nas
suas famílias como baixa e muito baixa (cfr. Tabela 3).
No referente à satisfação familiar verificou-se que 10% dos jovens, 17.65%
das mães e 28.57% dos pais, manifestaram uma satisfação moderada em re-
lação às suas famílias. 30% dos jovens, 41.18% das mães e 14.29% dos pais,
manifestaram uma alta ou muito alta satisfação familiar. Por último, 60% dos jo-
vens, 41.18% das mães e 57.14% dos pais percecionaram a satisfação familiar
como baixa e muito baixa (cfr. Tabela 3).
De salientar a discrepância apresentada pelos diferentes elementos das famí-
lias, como é patente na tabela 3. Nas famílias 1, 3, 4, 7, 9, 10, 11, 12, 13, 15,
17 e 18 verificaram-se assinaláveis discrepâncias relativamente à coesão. No
referente à flexibilidade, nas famílias 3, 6, 8, 15 e 17, verificou-se, igualmente,
a existência de perceções muito dispares entre os elementos destas famílias.
Quanto à comunicação verificaram-se diferenças de perceções nos diferentes
membros das famílias 2, 6, 8, 10, 11, 15, 16, 18, 19 e 20. A título exemplificati-
vo veja-se a família 15, em que pai e filho percecionaram a comunicação na sua
família como muito baixa, comparativamente à mãe, que percecionou a comu-
nicação na sua família como muito alta. Observou-se ainda que, relativamente à
satisfação familiar, nas famílias 1, 2, 3, 5, 6, 7, 9, 11, 14, 15, 17 e 18, os seus
elementos apresentaram perceções muito diferentes. Os jovens percecionaram
uma maior insatisfação comparativamente aos seus progenitores, verificando-se
a maior disparidade relativamente às mães das famílias 6 e 14 que perceciona-
ram a satisfação familiar como alta, enquanto os respetivos filhos a perceciona-
ram como muito baixa (cfr. Tabela 3).

122
Famílias sinalizadas à Comissão de Proteção de Crianças e Jovens de Oeiras. Perceções sobre o seu Funcionamento...

Tabela 3. Resultados do FACES-IV em percentis.

123
MOSAICO 75

Discussão.

Os resultados obtidos, nomeadamente a baixa satisfação familiar, vão ao encon-


tro de outros estudos efetuados no mesmo contexto (CPCJ de Oeiras, 2016),
onde os jovens já haviam identificado a insatisfação face ao contexto familiar.
A discrepância entre a satisfação familiar das mães e a insatisfação familiar dos
jovens e dos pais, poderá indiciar alguma denegação das mães face aos proble-
mas que as suas famílias viviam à época. Como MathiseYingling (1992) referi-
ram, nas famílias, os níveis de satisfação familiar poderão ser diferentes, apre-
sentando os pais níveis significativamente mais baixos do que as mães, tal como
se verificou no presente estudo.
Importa salientar que os jovens destas famílias foram sinalizados à CPCJ por
comportamentos graves antissociais ou indisciplina, ou abandono/absentismo
escolar, ou negligência ou bullying (agressor); situações estas, que levaram à
abertura de processos de promoção e proteção na CPCJ.
Por outro lado, estes resultados não poderão ser explicados por questões exclusi-
vamente socioeconómicas, uma vez que, como os dados demográficos dos proge-
nitores dos jovens demonstram, a ação da CPCJ de Oeiras abrange a mais variada
escala profissional, sendo que podemos encontrar profissões como engenheiro/a,
médico/a e professor/a, mas também esteticistas, empregadas domésticas, em-
pregados/as de balcão e motoristas. Esta situação evidencia-se também relativa-
mente às habilitações literárias, uma vez que existem mães com o ensino superior,
assim como mães com habilitações literárias abaixo do terceiro ciclo.
Assim, considera-se da maior pertinência que estes resultados possam ser
analisados numa perspetiva sistémica, permitindo um adequado acompanha-
mento a estas famílias, conforme já anteriormente assinalado pelos autores re-
feridos neste estudo. Estes resultados apontam mais uma vez, à semelhança
de outros estudos (Torres et al, 2008; Avelar, 2013) para a necessidade de os
técnicos das Comissões de Proteção de Crianças e Jovens terem formação que
lhes permita lidar com as questões e dinâmicas destas famílias, hipotetizando
uma alteração no recrutamento dos técnicos, bem como atribuições de diferen-
tes funções, de acordo com a Lei de Proteção de Crianças e Jovens em Perigo.

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ISCTE.

125
MOSAICO 75

Anexo (Para eventual alteração).

Tabela 3. Resultados do FACES-IV em percentis.

126
y más...
Cómo enseñar terapias minoritarias
en Psicología.
Uso problemático de las TIC:
Análisis de las experiencias de
profesionales en terapia familiar.
Técnicas circulares redefinidoras
en terapia individual,
de pareja y familia.

127
MOSAICO 75

Cómo enseñar terapias


minoritarias en Psicología.
Resumen. Joan Albert Riera Adrover1.
Profesor ayudante.
El presente artículo, pretende contribuir al joan.riera@uib.es
entrenamiento de terapeutas nóveles mediante
Carlos Alexis Chimpén López2.
la descripción de las diferentes categorías de Terapeuta y profesor asociado.
cuestionamiento de la terapia narrativa. La cchimpen@unex.es

transcripción de una consulta de terapia narrativa,


1
 niversitat de les Illes Balears,
U
Facultad de Filosofía y Trabajo
ilustra el tipo de preguntas que se realizan en los Social. Cra. de Valldemossa,
diferentes mapas y conduce a una propuesta de km 7.5. 07122, Palma (España).
ejercicios prácticos que facilitan la asimilación de 2
 niversidad de Extremadura,
U
Facultad de Enfermería y
destrezas del alumnado de enseñanza universitaria. Terapia Ocupacional.
Av. de la Universidad, s/n,
10003, Cáceres (España).

Palabras clave.
Relación de ayuda;
terapia narrativa;
entrenamiento.

Abstract.
This article aims to contribute to the training
of new therapists by describing the different
categories of narrative therapy questioning. The
transcription of a narrative therapy consultation
illustrates the type of questions that are asked
in the different maps and leads to a proposal of
practical exercises that facilitate the assimilation
of skills of university teaching students.
Key words.
Help relationship; narrative therapy; training.

128
Cómo enseñar terapias minoritarias en Psicología.

Introducción.
La terapia narrativa de Michael White y David Epston ha bebido de la fuente de
autores como Barbara Myerhoff (1982), en relación con las ceremonias de defi-
nición; Clifford Geertz (1988), sobre las descripciones ricas de las historias; Er-
ving Goffman (2001), en relación con los desenlaces inesperados que contrapo-
nen la historia dominante; Gilles Deleuze (2002), sobre la práctica de lo ausente
pero implícito; Gregory Bateson (1972), en relación con la teoría de sistemas y
cibernética; Jacques Derrida (1998), sobre el concepto de la deconstrucción;
Jerome Bruner (1986), en relación con el panorama de la acción y el panora-
ma de conciencia que tiene lugar en el discurso; Kenneth Burke (1945), sobre
la estructura del relato; Lev Vygotsky (1986), sobre la zona de desarrollo proxi-
mal; Michael Foucault (1966), sobre el conocimiento como poder; Paul Ricoeur
(1999), en relación con la re-interpretación como herramienta para elaborar
nuevos relatos; Victor Turner (1969), sobre los ritos de pasaje y; William James
(1989), sobre el flujo de conciencia.
La influencia de la antropología interpretativa; la filosofía francesa post estruc-
turalista; la psicología cultural o la psicología no estructuralista, entre otras apor-
taciones que enriquecieron la mirada de la terapia narrativa, confluyeron en la
primera aproximación que Michael White efectuó en el contexto médico y psi-
quiátrico para el tratamiento de la encopresis (White, 1984). Sin embargo, ade-
más de la manifiesta utilidad de la terapia narrativa en el ámbito sanitario, en la
actualidad ha demostrado ser de interés en diferentes contextos profesionales
que abogan por la relación de ayuda.
Entre las últimas contribuciones de Michael White, se encuentra el libro de
Mapas de la práctica narrativa (White, 2016) que, de modo transversal, el pre-
sente artículo ha utilizado para guiar la adquisición de aprendizajes de cómo ha-
cer terapia narrativa en la enseñanza universitaria.

Método.

Con el fin de favorecer la comprensión y asimilación en la enseñanza universita-


ria de las cinco conversaciones que han sido enunciadas anteriormente, el pre-
sente artículo propone la siguiente metodología: primero, definir los diferentes
tipos de conversaciones; segundo, definir los pasos que se tienen que dar para
el desarrollo de los mapas; tras estas definiciones, se presentará la transcripción
del caso y; finalmente, se presentará una propuesta de ejercicios prácticos que
permitan facilitar la integración de los diferentes mapas por parte del alumnado.
La transcripción del caso que se presenta como modelo, ha sido tomada de
una sesión de terapia individual del Dr. Carlos Chimpén y ha contado con el per-
miso expreso de la consultante tras la firma del debido consentimiento informa-
do. Sobre la transcripción de la sesión, han sido seleccionados los pasajes que
han permitido discernir los diferentes tipos de mapas. La selección de los pasa-

129
MOSAICO 75

jes que se exponen en el apartado de resultados, constituye el producto de un


análisis del discurso que responde al estudio cualitativo-interpretativo del caso.
La propuesta de ejercicios prácticos para facilitar la comprensión y asimila-
ción de los mapas que conforman las prácticas narrativas en la enseñanza uni-
versitaria, responden a la adaptación realizada por los autores de los documen-
tos que han sido publicados en Dulwich Centre (Adelaide, Australia) para tal
finalidad (https://dulwichcentre.com.au/?v=04c19fa1e772).

Resultados.

A continuación, se expone el orden de presentación del método de enseñanza


propuesto, organizado según los mapas.
Se ha dividido el modelo por cinco tipos de conversaciones. En cada una de
ellas se ofrece la definición, seguida de la descripción del correspondiente ma-
pa. Posteriormente, se presentan algunos pasajes de la transcripción que per-
miten ilustrar los diferentes tipos de conversaciones. Finalmente, se proponen
los ejercicios prácticos con los que se persigue asentar el aprendizaje adquiri-
do: Ejercicio práctico de Conversaciones de Externalización (Tabla 1); Ejercicio
práctico de Conversaciones de re-autoría (Tabla 2); Ejercicio práctico de Conver-
saciones de re-asociación (Tabla 3); Ejercicio práctico de Conversaciones que
iluminan desenlaces extraordinarios (Tabla 4); Ejercicio práctico acerca de la
construcción de un andamiaje (Tabla 5).

Conversaciones de externalización.

Las conversaciones de externalización “permiten que las personas redefinan su


relación con sus problemas de vida y sus relaciones con otras personas para
poder reconocer las voces de cada quien en el desarrollo de su sentido de iden-
tidad” (White, 2016: 81).

Mapa de las conversaciones de externalización.


1. Definir el problema de forma no estructuralista (nombre dado por
la persona)
2. Analizar los efectos del problema en la vida de la persona con len-
guaje externalizador
3. Evaluación de esos efectos (¿Está bien, mal o a veces bien y a ve-
ces mal?)
4. Justificación (el por qué de la respuesta anterior)

Fuente: Adaptado de White (2016).

130
Cómo enseñar terapias minoritarias en Psicología.

Transcripción del caso.


C- O sea que, por ejemplo, para ti esto sería… Déjame que lo diga así,
¿como una especie de conexión…?
V- Mhm [interjección] (…).
C- ¿Lo llamarías conexión y le pondrías algo más? Tipo conexión es-
piritual o conexión en todos los niveles, o… No sé, ¿le pondrías algún
nombre a eso?
V- Una conexión emocional para enfrentar la tristeza yo le pondría…
Comentario: El terapeuta le pide a la consultante que defina el proble-
ma.
C- ¿Y la voz de la tristeza hace que te olvides de quién eres?
V- Sí, totalmente.
Comentario: El terapeuta pregunta sobre los efectos del problema.
C- ¿Te parece justo eso?
V- No, pero, ¿quién dijo que la vida fuera justa?
Comentario: El terapeuta le pide a la consultante que evalúe los efec-
tos del problema.
C- ¿Y por qué no te parece justa?
V- Pues porque pasan un montón de cosas de las que estoy en contra.
C- ¿Desde tus principios? [Puerta de entrada a las conversaciones de
re-autoría].
V- Sí.
C- ¿Cómo cuál, en qué cosa estarías en contra de lo que hace la triste-
za? Contigo y con otras personas, ¿eh?
Comentario: El terapeuta le pide a la consultante que justifique su eva-
luación y, esto, abre una puerta de entrada a las conversaciones de re-
autoría.

Tabla 1. Ejercicio práctico de Conversaciones de externalización.


Conversaciones de externalización.
En grupos de tres (dos hablan, uno escucha y ayuda como supervisor),
elige un problema típico y frecuente con el que trabajes (depresión, an-
siedad, ira, etc.). Después, sigue los pasos de los Mapas para realizar
conversaciones de externalización.
Etapa 1. Nombrar el problema: desde lo conocido y familiar y no estruc-
tural.
Es importante escuchar y, luego, usar sus palabras para establecer un
nombre que dé cuenta de su significado particular.
Etapa 2. Explorar los efectos y las consecuencias del problema externa-
lizado.

131
MOSAICO 75

Preguntas acerca de la influencia del problema en las principales áreas


de la vida. También se pregunta si hay aliados del problema y se atiende
a cómo la persona ha enfrentado esos efectos (doble escucha), sus estra-
tegias y habilidades para reducir o intentar eliminar esos efectos.
Etapa 3. Evaluando los efectos del problema.
A través de preguntas, se hace que la persona tome una posición en re-
lación al problema: ¿Es esto positivo o negativo para ti? ¿O dirías que tiene
una parte positiva y una negativa?
Etapa 4. Justificación de la evaluación.
Se trata de comprender por qué el problema encaja o no encaja con las
preferencias que tiene la persona para su vida o su relación/es. Esto per-
mitirá la expresión de los propósitos de la persona, valores, esperanzas,
sueños, principios, compromisos, etc.

Fuente: Adaptado de White (2002).

Conversaciones de re-autoría.

De acuerdo con White (2016), “este mapa de conversaciones de re-autoría nos


brinda una guía para orientar conversaciones terapéuticas que vuelvan a desa-
rrollar las tramas subordinadas de la vida de las personas” (p. 156).

Mapa de las conversaciones de re-autoría.


1. Panorama de la identidad.
2. Panorama de la acción.

Fuente: Adaptado de White (2016).

Transcripción del caso.


C- Porque ¿a ti te gustaría colaborar más ahí…?
V- En realidad me gustaría aportar más en todos los aspectos de mi vida…
V- … Entonces, cuando me siento con los dolores un poco paralizada,
me siento peor.
C- Y… Cuando dices, en todos los aspectos de tu vida, ¿cuáles podrían
ser, en cuáles te gustaría aportar más?
Comentario: Panorama de la identidad de la consultante. Si el terapeu-
ta y la consultante identifican algunos momentos donde colaboró, pue-
den ir tejiendo la historia alternativa.
C- O sea, que tú me dices que una de las alegrías que te pueden dar, es
compartir tiempo con los amigos, eso para ti es importante…

132
Cómo enseñar terapias minoritarias en Psicología.

V- Sí, sí. Además, estos son amigos nuestros desde que íbamos al co-
legio.
Comentario: Panorama de la identidad.
C- O sea, ¿es una amistad profunda?
V- Sí, sí, sí. Desde hace mucho tiempo.
C- ¿Y para ti esto es valorable, que te vayan a ver, que te cuiden, que
estén contigo…?
V- Sí, sí, sí.
Comentario: Panorama de la identidad.

Tabla 2. Ejercicio práctico de Conversaciones de re-autoría.


Conversaciones de re-autoría.
La persona entrevistada piensa y describe una nueva habilidad adquirida
en relación a su trabajo o a la vida en general y que desee compartir, in-
tentando pensar en un acontecimiento relativamente reciente. Puede ser
algo nuevo que haya intentado por primera vez o algo que ya haya hecho
antes pero que es significativo.
Preguntas que pueden guiar esta conversación de re-autoría:
Entrevistador: Por favor, ¿podrías empezar a contarme qué es lo que te
agrada de lo que vas a contarme?
• ¿Puedes contarme algo más acerca de esto?
• ¿Cuáles son algunas de las cosas que hiciste para estar preparado pa-
ra esto?
• ¿Puedes recordar lo que fue importante para ti al hacer eso en ese mo-
mento?
• Cuando piensas acerca de estas cosas, cosas que son importantes pa-
ra ti, ¿hay una palabra o frase que podría capturar/resumir/englobar lo
que has estado describiendo?
• ¿Piensas que estas cosas dicen algo acerca de los valores que son im-
portantes para ti?
• ¿Cuáles podrían ser algunas de las esperanzas que tienes para tu futu-
ro que están unidas a estos valores?
• ¿Podrías recordar otros momentos de tu vida cuando (…) fue impor-
tante para ti?
• ¿En qué se parece lo que ocurrió en ese momento y lo que ha suce-
dido ahora?
• ¿Qué podría ser diferente (o qué posibilitaría) en ti si te mantuvieras co-
nectado a esos valores que se formaron en el pasado?
• ¿Qué podrían notar otras personas si tú continuaras tomando pasos en
la dirección que has descrito?

Fuente: Elaboración propia.

133
MOSAICO 75

Conversaciones de re-asociación.

Según White (2016), “estas conversaciones pueden servir de antídoto para los
entendimientos de identidad que permean la cultura occidental contemporánea
y que tanto aíslan a las personas” (p. 192). Dicho mapa, nació de la metáfora
de re-asociación de Myerhoff (1982).

Mapa de las conversaciones de re-asociación.


1. Contribución de Y en la vida de X.
2. Identidad de X según Y.
3. Contribución de X en la vida de Y.
4. Valor de la contribución de X para la identidad de Y.

Fuente: Adaptado de White (2016).

Transcripción del caso.


C- Vale, y… ¿cuál es el aporte que le has hecho a ellos para que sean
amigos tuyos?
V- No sé, son amigos míos desde hace tanto que… No sé. Supongo
que es lo que te decía un poco en el email que te contesté, cuando me
preguntabas si creía que los demás valoraban cosas en mí. Pues yo su-
pongo que sí, si son amigos míos desde hace tanto tiempo, supongo
que habrá cosas que valoren en mí.
Comentario: Con las preguntas del terapeuta sobre la contribución de
la consultante en la vida de sus amistades, la misma puede ir adqui-
riendo agencia personal.
C- ¿Y estas cosas tú crees que las llevas muy dentro de ti, las llevas tan
adentro que afloran cuando hay amistad profunda?
V- Sí…
C- Y pueden verlo. ¿Qué diría tu pareja si escucha todo esto?
V- Yo supongo que estaría de acuerdo.
Comentario: El terapeuta le pregunta sobre su identidad según su pa-
reja.

Tabla 3. Ejercicio práctico de Conversaciones de re-asociación.


Conversaciones de re-asociación.
Identificamos un valor importante para tu vida profesional -puntualidad,
justicia, orden, relax, sencillez, sinceridad, seguridad, trabajar fuerte, tra-
bajar en equipo, etc. y preguntamos quién fue la persona que influyó en

134
Cómo enseñar terapias minoritarias en Psicología.

tu vida para que este valor sea tan importante para ti en general y, en par-
ticular, en tu trabajo.
1. Observamos lo que esta persona contribuye a tu vida: Cuéntame
una historia de vuestra relación. ¿Qué vio esta persona en ti que
otros quizás no vieron?
2. Observamos lo que contribuye a tu identidad: ¿En qué te ayudó a
clarificar ideas? ¿Cómo te hizo pensar y sentir en relación a ti mismo?
3. Observamos lo que tú contribuyes a su vida (desarrollo, manteni-
miento): ¿qué crees que significó para esta persona estar relacio-
nada contigo? ¿En qué forma (honraste) mostraste respeto hacia lo
que aportó a tu desarrollo personal o profesional?
4. Observamos lo que tu contribuyes a su identidad: Por valorar aque-
llo que te ofrece la figura o el concepto, ¿en qué forma imaginas que
le influenciaría a tener un mayor compromiso en la vida? ¿En qué
forma diferente (especial) se ve a sí misma esta persona por haber
estado relacionada contigo?
Efectos de la contribución (en las dos direcciones) en la realidad diaria:
¿en qué forma crees que se perpetúa esta influencia mutua?

Fuente: Adaptado de White (2002).

Conversaciones que destacan logros extraordinarios.

De acuerdo con White (2016), “estas conversaciones permiten que las personas
redefinan sus relaciones con otras en modos en que se reconocen las voces de
cada cual en el desarrollo de un sentido de identidad propio” (p. 196).

Mapa de las conversaciones que destacan logros extraordinarios.


1. Conocido y familiar (logro reconocido por la persona)
2. Definición del logro extraordinario.
3. Efectos del logro extraordinario.
4. Evaluación de los efectos.
5. Justificación.

Fuente: Adaptado de White (2016).

Transcripción del caso.


C- Si tú te pones a pensar en esos momentos en los que no, no lo que
pasó después, que tuviste que dejarlo y todo esto, sino justo cuando
estabas implicada ahí, dirigiendo el grupo de comunicación… Prepa-
rando la imagen para la rueda de prensa, todo esto, ¿cómo eran tus…?

135
MOSAICO 75

¿cómo te sentías?, ¿qué es lo que había ahí?


V- Pues a mí me hace, me reconforta, porque yo hice periodismo por-
que realmente es lo que me… Fue vocación, para mí el periodismo, el
vivir la actualidad, este rollo de la información me da… me genera una
especie de adrenalina especial, no sé cómo explicarlo, entonces siem-
pre que estoy en esa dinámica que me muevo en relación a mi profe-
sión, pues me da cierta vidilla interior, me siento…
C- Ajá.
Comentario: El terapeuta pregunta por los efectos del desenlace ex-
traordinario.
V- Me siento mejor, lo que pasa que luego aparecen los dolores, apare-
cen los pensamientos de no puedo, no voy a ser capaz… ¿Qué sentido
tiene? Este tipo de cosas.
C- Y entonces, siempre que has intentado este tipo de cosas, has dis-
frutado de ellas…
V- Sí.
C- Por ejemplo, ahora lo del taller de radio…
V- Sí.
C- ¿Estás disfrutando…?
V- Sí, sí, sí.
Comentario: El terapeuta pregunta por la evaluación de los efectos que
la consultante hace del desenlace extraordinario.
C- ¿Tú recuerdas algún momento en el que pasara algo parecido en el
que la tristeza quedara más apartada?
V- Sí, hace relativamente… Recién venida de aquí, no sé si decir recién
venida, pero hacía poco yo estuve implicada en… En un curso de foto-
grafía. Hice una exposición de foto, luego hubo una exposición de ins-
talaciones y yo hice una instalación de un espacio de radio arte, hay…
Comentario: El terapeuta pregunta por la definición del desenlace ex-
traordinario.
C- La parte de comunicación. Me hablas de cosas impresionantes, que
yo no tengo ni idea (…). No sé que es.
V- Yo tampoco sabía hasta que entré…
C- ¿Y empezaste a conocer ahí un montón de gente?
V- Hm, hm.
C- O sea que, ¿si miras hacia atrás, tienes como momentos o puntos
concretos en los que has estado disfrutando…?
V- Sí.
C- ¿Poniendo en práctica tu creatividad…?
V- Sí.
Comentario: El terapeuta conecta la definición del desenlace extraordi-
nario con la creatividad de la consultante (panorama de la identidad).

136
Cómo enseñar terapias minoritarias en Psicología.

Tabla 4. Ejercicio práctico de Conversaciones que iluminan desenlaces


extraordinarios.
Conversaciones de logros extraordinarios.
En esta parte del ejercicio, se trata de desarrollar una historia alternativa
basándose en los resultados únicos, las excepciones al problema o cier-
tas habilidades de la persona para enfrentarlo. Se tienen en cuenta el
“Panorama de acción” y “Panorama de identidad”.
Etapa 1. Descripción de la experiencia cercana del logro extraordinario.
Negociación y descripción de una definición cercana a la experiencia
particular (la persona lo propone) de las consecuencias, excepciones y
habilidades para enfrentar el problema.
Etapa 2. Descripción de los efectos de estos relatos alternativos.
A través de varios aspectos de la vida y de las relaciones donde pueden
ser identificados (casa, trabajo, escuela, familia, relaciones, propósitos,
sueños, aspiraciones, etc.).
Etapa 3. Evaluar los efectos del logro extraordinario.
Invitar a la persona a tomar una posición en relación a esos dominios de
vida (¿cómo te sientes acerca de esto?)
Etapa 4. Justificación de la evaluación.
¿Por qué está bien para ti? ¿Podrías contarme alguna historia que pudiera
ayudarme a comprender por qué tomarías esta posición?

Fuente: Adaptado de White (2002).

Conversaciones de andamiaje.

Según White (2016), “la experiencia de la agencia personal y capacidad de ac-


ción responsable se nutre de una forma muy peculiar de colaboración social
que contribuye al andamiaje de la zona de aprendizaje próxima” (p. 327).

Mapa de las conversaciones de andamiaje.


1. Partir de lo conocido y familiar.
2. Identificación del logro extraordinario.
3. Logro extraordinario en cadena de asociación.
4. Reflexión sobre la cadena de asociación, el aprendizaje y el entendi-
miento.
5. Aislar el aprendizaje y el entendimiento.
6. Plan de actuación.

Fuente: Adaptado de White (2016).

137
MOSAICO 75

Transcripción del caso.


V- Bueno, de todas maneras, tanto mi psiquiatra como el que me vio
en Madrid para el ensayo, me dijeron que en determinados puntos de
la depresión crónica ya se empiezan…
C- ¿A ver dolores…?
V- A ver dolores que son somatizaciones de determinados estados de
ánimo, entonces pues bueno…
C- ¿O sea que, el psiquiatra, lo ha llamado somatizaciones?
V- Sí.
Comentario: El terapeuta y la consultante reflexionan sobre la cadena
de asociación, el aprendizaje y el conocimiento.
C- Y esto de las somatizaciones, ¿a ti te encaja un poco con las cosas
que te suceden o… tu experiencia?
V- Pues… a ratos, hay temporadas en las que sí, que yo me noto más
tensa… O… Y que en esos momentos puedo tener más dolor, pero hay
otras que no lo relaciono.
Comentario: El terapeuta y la consultante siguen abstrayendo el apren-
dizaje y el entendimiento.
C- Voy a ponerte en situación: verte a través de los ojos de tus amigos…
¿Has visto la cantidad de cosas que has dicho, te has dado cuenta?
V- Sí.
C- Generosa, gente disponible para todo, compartes valores como el
ecologismo, la honestidad, la sinceridad, el idealismo, la política, cam-
bios sociales, lo artístico… un montón de cosas. Eh… Compartes tam-
bién actitudes como ser agradable, la amistad, no reprochar nada, el
no criticar, la cercanía, ser comprensiva y la conexión emocional.
V- Mhm.
C- ¿Alguna vez habías visto todo este listado de valores que tú puedes
tener?
V- No.
C- ¿Es la primera vez que te has dado cuenta de esto?
V- Sí, seguramente sí.
C- ¿Cómo te hace ver estas cosas?
V- Me hacen sentir mejor.
Comentario: El terapeuta y la consultante abstraen el aprendizaje y el
entendimiento.

Tabla 5. Ejercicio práctico acerca de la construcción de un andamiaje.


Conversaciones de andamiaje.
Los ejercicios fundamentados en el Mapa de Descripción de Posición
(conversaciones de externalización y conversaciones de logros extraordi-
narios), favorecen que el terapeuta mantenga una posición descentrada

138
Cómo enseñar terapias minoritarias en Psicología.

con influencia, que pueda contribuir a las conversaciones de andamiaje.


Esto responde a la necesidad de que sean los consultantes quienes defi-
nan los significados de los acontecimientos que tienen lugar en sus vidas.
La influencia del terapeuta estará fundamentada en el uso de preguntas
o reflexiones que permitan a los consultantes:
• Describir historias alternativas a las historias saturadas de problemas.
• Explorar territorios que han sido negados hasta el momento.
• Tomar conciencia de los conocimientos y/o las habilidades propias que
les permitirán hacer frente a las preocupaciones, los dilemas o proble-
mas que tienen que afrontar.

Fuente: Adaptado de White (2002).

Discusión.

Si bien es cierto que el libro de Mapas de la práctica narrativa publicado por


Michael White ha sido fuente de críticas por dotar de una cierta estructura a un
enfoque que aboga por el post estructuralismo, las dificultades que arrojan los
postulados de las corrientes que enriquecen la terapia narrativa, han aportado
complejidad a la adquisición de las destrezas y, especialmente, a la mirada de
los terapeutas narrativos nóveles.
El presente artículo, a través de la definición de los diferentes mapas; la clasi-
ficación de los pasos que posibilitan el desarrollo del mapa; la transcripción de
los pasajes de un caso que ejemplifican y contextualizan el tipo de influencia
que ejerce el terapeuta con las preguntas que formula y la propuesta de ejer-
cicios prácticos, que favorecen la adquisición y la integración de las destrezas
que se pretenden transmitir, ha contribuido al aprendizaje desde la apertura de
posibilidades de integración de las conversaciones terapéuticas a una práctica
cercana a su vida y a su experiencia. En la enseñanza universitaria, al igual que
en la terapia narrativa, la co-construcción es fundamental y no debe ser pasada
por alto. El método ofrecido en este trabajo, debe estar permeado por este prin-
cipio fundamental y ofrecer un espacio para la co-construcción del aprendizaje.
No podemos concluir este artículo sin decir que hemos tratado de mantener
el rigor para transmitir los mapas de la práctica narrativa y proveer los espacios
necesarios para que las personas participantes practiquen su aplicación, sin ol-
vidarnos de la inclusión del entendimiento de las prácticas de poder y de los te-
mas de privilegio y dominancia, tanto en el contexto de enseñanza-aprendizaje,
como en la practica narrativa en general (White y Denborough, 2005). Por este
motivo, como limitaciones del artículo, cabe señalar la ausencia de una entre-
vista al alumnado para dejar reflejado su punto de vista con respecto a la meto-
dología de aprendizaje aquí propuesta. Queda para un próximo artículo la pre-
sentación de sus voces.

139
MOSAICO 75

También, es importante reseñar que, desde sus inicios, la terapia narrativa ha


destilado un espíritu de libertad y no sometimiento a protocolos de tratamiento.
El no sometimiento a la replicación del trabajo de otros y la liberación de los ma-
pas, una vez se sabe lo que ellos implican, mantendrá viva la esencia de la na-
rrativa: usar la creatividad, la imaginación, la adaptación a nuestros contextos, a
las personas, familias y comunidades con las que mantenemos conversaciones
y aplicar la política de no sometimiento ni dominación por parte del terapeuta.
Finalmente, sabemos que los mapas de ceremonias de definición, lo ausente
pero implícito y migración de identidad, podrían haber contribuido a enrique-
cer la adquisición de conocimientos, así como la experiencia del alumnado, me-
diante el ejercicio de mirar y ser mirado con unos ojos diferentes por parte de
los demás. Sin embargo, hemos querido respetar el trabajo de Mapas realizado
por Michael White y no ir más allá, por el momento.

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140
Uso problemático de las TIC:
Análisis de las experiencias de
profesionales en terapia familiar.
M. Martínez-Zuccardi.
Psicóloga Sanitaria y Máster en
Terapia Familiar Sistémica
(Universitat Ramon Llull).
Contacto: mmzuccardi@gmail.com
C. Günther Bel.
Facultat de Psicologia, Ciències de
l’Educació i de l’Esport Blanquerna,
Universitat Ramon Llull.

Palabras clave.
Tecnologías,
terapia familiar
sistémica,
paciente
identificado.

Resumen.
La incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC)
ha marcado un salto cualitativo a nivel social. La literatura científica acerca del
uso problemático de las TIC aumenta considerablemente, así como la demanda
asistencial, ambas centradas en variables individuales del Paciente Identificado
(PI). El objetivo del presente estudio fue explorar y analizar la experiencia clínica de
terapeutas familiares acerca del uso problemático de las TIC. Para ello, se entrevistó
a seis terapeutas familiares con experiencia clínica en la temática. Siguiendo
un diseño cualitativo, se realizó un Análisis Temático de las transcripciones
de las entrevistas. Los resultados permiten identificar tres grandes temas: (1)
Demanda, con tendencia inespecífica y enfocada en el hijo o la hija como PI; (2)
Características Relacionales, con dificultades a nivel de Parentalidad en la puesta
de límites y la comunicación familiar; (3) Intervención, incluyendo el trabajo a nivel
familiar. Los resultados son coherentes con la literatura consultada, además aportan
información para ampliar la conceptualización desde una mirada relacional.

141
MOSAICO 75

Abstract.
The incorporation of Information and Communication Technologies (ICT) has marked a qualitative
social leap. The scientific literature about the problematic use of ICTs increases considerably as well
as the demand for care, both focused on individual variables of the Identified Patient (PI). The aim
of the present study was to explore and analyze the clinical experience of family therapists about
the problematic use of ICT. For this purpose, six family therapists - chosen intentionally for the
research - were interviewed, of whom 3 were men and 3 women, all with clinical experience in the
subject. Following a qualitative design, a Thematic Analysis of the transcripts of the interviews was
carried out. The results allow the identification of three major themes: (1) Demand, with non-specific
tendency and focused on the son or daughter as PI; (2) Relational characteristics, with difficulties at
the Parenting level, in setting limits and family communication; (3) Intervention, including the family.
The results are consistent with the literature consulted and also provide information to broaden the
conceptualization from a relational perspective.
Key words.
Technologies, systemic family therapy, identified patient.

Introducción.
La rápida incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación
(TIC) ha ido acompañada de una creciente preocupación por parte de padres
acerca del uso que sus hijos hacen de internet y dispositivos electrónicos (Ma-
talí-Costa, Serrano-Troncoso, Pardo, Villar, & San, 2014). Prensky (2001) llamó
nativos digitales a los jóvenes que forman parte de la primera generación que
nació en el marco de una sociedad digital, utilizando el lenguaje de los ordena-
dores, videojuegos e internet. Sus padres, inmigrantes digitales, tienen el desa-
fío de adaptarse a una realidad cambiante, aprender el lenguaje digital y educar
a sus hijos en un contexto novedoso y estimulante (Prensky, 2001), por lo cual,
la convivencia entre nativos digitales e inmigrantes digitales puede no ser fácil.
Para Mastropaolo (2013) las relaciones interpersonales de los jóvenes son dis-
tintas a las que fueron usadas por los adultos en su juventud: “Los adultos no
pueden reconocer en los jóvenes los comportamientos de los que no guardan
memoria en su propio pasado: el adulto se siente turbado porque no controla el
fenómeno” (2013:17).
La Organización Mundial de la Salud (WHO, 2018) ha presentado la undéci-
ma edición de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades y Pro-
blemas Relacionados con la Salud (ICD-11, 2018) donde se incluye la categoría
diagnóstica Gaming Disorder, traducido al español como trastorno por videojue-
gos, refiriéndose al uso de videojuegos con o sin conexión a internet. Siguien-
do la línea del uso excesivo de videojuegos, Matalí et al. (2014) llevaron a cabo
un estudio en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, donde diferenciaron
dos grandes grupos que propician un uso patológico de internet, siendo los vi-
deojuegos en línea los principales de la muestra. Por un lado, aquellos adoles-
centes que utilizan el juego a modo de refugio y por el otro, los que no lo uti-
lizan para refugiarse. Éstos últimos se caracterizan por un comportamiento de

142
Uso problemático de las TIC: Análisis de las experiencias de profesionales en terapia familiar.

tipo externalizante y con dificultades en el control de los impulsos. En contras-


te, aquellos que utilizan internet para refugiarse evidencian comorbilidad psico-
patológica, dificultades relacionales con los iguales y bajo desempeño escolar.
La familia juega un rol fundamental en la educación y desarrollo de los ni-
ños y adolescentes. Los padres son los encargados de nutrir emocionalmente
a sus hijos y prepararlos para socializar y relacionarse con el mundo (Linares,
2012). Asimismo, la familia como sistema relacional principal juega un papel en
el mantenimiento de las dinámicas en el hogar. En coherencia, existen algunos
estudios que señalan el papel que juega la familia en relación al uso excesivo/
adictivo de las TIC (Wang et al., 2011; Young, 2009). Matalí, García, Martín y
Pardo (2015) destacan como factores familiares que inciden en la problemá-
tica, un entorno familiar desestructurado así como el uso desadaptativo de las
TIC por parte de los progenitores. Por su parte, Young (2009) destaca que las
relaciones interpersonales y en especial las familiares pueden llegar a ser me-
nos gratificantes que las virtuales, siendo un elemento especial de riesgo en
adolescentes que no han experimentado un sentimiento de pertenencia a un
grupo. Centrándose en el salto generacional, Mastropaolo (2013) puntualiza
que los padres y madres tienen dificultades para reconocer el malestar que su-
fren sus hijos e hijas y asocian el aislamiento a través de las TIC con pereza y
rasgos negativos de carácter.
Li, Garland& Howard (2014) destacan la existencia de una relación significa-
tiva entre adicción a internet y familia disfuncional. El elemento común sería la
consideración de la situación familiar disfuncional como un importante factor
de riesgo en los jóvenes con adicción a internet, siendo fundamental contem-
plar las dificultades familiares de relación y comunicación para un trabajo de
prevención e intervención eficaces (Li et al.,2014; Wang et al., 2011). En esta lí-
nea, Siomons et al. (2012) destacan que una vinculación óptima entre padres e
hijos reduce la motivación de los jóvenes por permanecer conectados a internet.
En coherencia con estos estudios, algunos autores sugieren intervenciones te-
rapéuticas a nivel familiar en casos de adicciones tecnológicas. Park, Kim & Lee
(2014) estudiaron la intervención en terapia familiar para jóvenes con adicción
a internet, y establecieron una conexión entre las características de la familia de
origen de los padres, los patrones de comunicación disfuncionales y las dificul-
tades interpersonales del joven con adicción a internet. También en el ámbito de
la intervención familiar, Mastropaolo (2013) sugiere una intervención a partir de
lo que denominó terapias fluctuantes, combinando convocatorias individuales,
por subsistemas y con todo el sistema familiar.
Pese a que los estudios señalan la importancia de contemplar variables fami-
liares, se destaca la presencia de investigaciones centradas en variables indivi-
duales, siendo escasa la producción científica acerca del impacto de las nue-
vas tecnologías en las familias, así como de estudios que contemplen variables
culturales en diferentes países (Bacigalupe, Camara, & Buffardi, 2014; Blumer,
Hertlein, Smith y Allen, 2014).

143
MOSAICO 75

En respuesta a la creciente demanda en el ámbito clínico y el vacío identifica-


do de trabajos científicos que estudien el fenómeno desde una mirada relacio-
nal, el presente estudio tiene como finalidad explorar y analizar la experiencia
clínica de los/las terapeutas familiares acerca del uso problemático/excesivo de
las TIC. Para ello esta investigación plantea explorar las experiencias de los/las
terapeutas familiares poniendo el foco en tres aspectos fundamentales: (1) Las
características principales de las familias que consultan por este tipo de proble-
mática; (2) El estilo relacional y comunicacional de las familias y (3) la interven-
ción terapéutica cuando se consulta por el uso problemático de las TIC.

Metodología.

Diseño.
Para alcanzar los objetivos propuestos, se llevó a cabo un estudio cualitativo de
carácter exploratorio e inductivo. La estrategia inductiva nos permitió atender a
la emergencia de dimensiones y patrones a través del análisis de entrevistas, sin
presuponer con antelación cuáles serían las dimensiones importantes (Patton,
2002).

Participantes.
Siguiendo un muestreo de tipo intencional, se seleccionaron seis participantes
(n=6) de acuerdo con los siguientes criterios de inclusión: (1) tener formación
y experiencia clínica en Terapia Familiar Sistémica, (2) tener experiencia clínica
en relación a la problemática y haber visitado al menos un caso acerca del uso
problemático de las TIC. Finalmente, la muestra fue compuesta por tres hom-
bres y tres mujeres, con una media de edad de 50.17 años. Cinco tenían forma-
ción base en psicología y uno en psiquiatría. En el momento de las entrevistas,
todas las personas participantes estaban trabajando en el sector clínico público
y/o privado, con una media de 19.8 años de experiencia.

Recogida de datos.
Se realizaron entrevistas semi estructuradas de forma individual, con preguntas
abiertas que invitaron a los profesionales a expresar su experiencia clínica. Se
elaboró un guion de entrevista con preguntas agrupadas en tres grandes blo-
ques: (1) demanda; (2) características familiares (incluyendo diagnóstico rela-
cional, comunicación y problemáticas); (3) intervención terapéutica.

Procedimiento.
En una etapa preliminar, se llevó a cabo un primer contacto con terapeutas fa-
miliares para conocer su experiencia en el área clínica en relación al uso proble-
mático de las TIC, valorando el cumplimiento de los criterios de inclusión antes
detallados. En una segunda etapa, se realizó una entrevista individual que cons-

144
Uso problemático de las TIC: Análisis de las experiencias de profesionales en terapia familiar.

tó de las siguientes fases: (1) explicación de los objetivos del estudio; (2) solici-
tud del consentimiento informado y (3) entrevista propiamente dicha. Las entre-
vistas tuvieron una duración media de 30 minutos aproximadamente y fueron
grabadas para su posterior transcripción y análisis.

Análisis de datos.
Las transcripciones literales de las entrevistas fueron analizadas siguiendo el
procedimiento de Análisis Temático descrito por Braun & Clarke, (2006).El aná-
lisis fue llevado a cabo por dos analistas que partieron de una perspectiva teó-
rico-metodológica acorde con la corriente sistémica. Para procurar el rigor en el
análisis, las dos analistas trabajaron en un proceso de revisión constante hasta
consensuar la categorización final de los datos. Asimismo, se siguieron el res-
to de criterios de calidad propuestos en la guía para la publicación de estudios
cualitativos en el ámbito de la psicología elaborada por Elliott, Fischer & Ren-
nie, (1999).

Resultados.
El análisis temático de las entrevistas realizadas a los terapeutas familiares per-
mitió identificar tres grandes temas relacionados con su experiencia cuando se
consulta por un uso problemático de las TIC: (1) Demanda, (2) Características
Relacionales, (3) Intervención. A continuación, se detallan los resultados y se
ofrecen ejemplos representativos para cada uno de los temas y subtemas. En
las figuras 1, 2 y 3 puede consultarse una representación gráfica de los resulta-
dos.

La Demanda (Figura 1) puede clasificarse en Específica y No-Específica. La De-


manda Específica tiene que ver con casos que tienen como motivo de consulta
explícito el uso problemático de las TIC. Los participantes coinciden en que no
es el tipo de demanda más habitual en su ámbito. En el discurso de los partici-
pantes se pueden identificar dos tipos distintos de Demandas Específicas: (1)
por un uso excesivo de las TIC, el cual trae como consecuencias un malestar por
el abuso del tiempo de conexión, descuido del sueño y estudios y dificultades en
la comunicación familiar mientras la tecnología está en uso; (2) por un uso de
riesgo, refiriéndose a cómo utilizan los hijos/as la tecnología, como la exposición
a contenido auto-destructivo, conductas de riesgo a nivel sexual, descuido de la
propia intimidad y comunicación con personas inadecuadas.

La Demanda No-Específica es la demanda más habitual según la experiencia de


los participantes. Hace referencia a aquellas consultas en las que no se define
explícitamente la preocupación por el uso de las tecnologías como demanda; sin
embargo, los participantes destacan elevada conflictiva relacional asociada a las
TIC. Como ejemplo representativo se añade una cita de la Participante Nº5: “Por
ejemplo, una demanda de mala relación con el hijo, y por el tipo de contexto en

145
MOSAICO 75

el que estamos la demanda tiene que ver con la mala relación, pero a lo mejor
entonces aparece toda esta parte porque el niño está todo el día con las panta-
llitas, con el móvil, juegos, series básicamente adolescentes, con juegos o Face-
book. En niños más pequeños el tema del juego”.

Los participantes concuerdan en que la demanda de terapia familiar asociada


al uso problemático de las tecnologías no es la principal demanda que reciben;
sin embargo, consideran que la misma podría aumentar en un futuro y lo rela-
cionan con factores culturales y sociales de la época (irrupción tecnológica en
la sociedad). Asimismo, coinciden en que el PI suele ser el hijo o la hija (niñez/
adolescencia).

Figura 1. Demanda.

El segundo tema explorado corresponde a las Características Relacionales (Fi-


gura 2), que hacen referencia a tres sub-temas: Diagnóstico Relacional, Comu-
nicación y Límites.
Con respecto al Diagnóstico Relacional, los participantes destacan la existen-
cia de dificultades a nivel de parentalidad, sobre todo en lo que tiene que ver
con conflictos en el equipo de padres en acuerdos, puesta de límites, jerarquía
y triangulaciones. Con respecto a la conyugalidad, los participantes señalan que
puede estar deteriorada. Sin embargo, los participantes coinciden en que es la
parentalidad la que se encuentra más comprometida en este tipo de demandas.
Asimismo, se destacan carencias a nivel de nutrición relacional, tanto en un
plano cognitivo (falta de reconocimiento y valoración) como emocional (falta de
cariño). A continuación, se destaca un ejemplo sobre las dificultades a nivel de
parentalidad: “Por ejemplo, que uno de los padres cargaba con el peso de ser
el que marque la conducta que podría pensarse como disfuncional en el ado-
lescente. En este caso concreto era la madre que castigaba quitando el móvil
(…). Y el padre estaba ausente, no acompañando a esta madre; “También noté
la parentalización de las hermanas”. (Participante Nº2).
La Comunicación es otro Subtema dentro del Diagnóstico Relacional en el que
los participantes señalan la presencia de dificultades. Las dificultades pueden
diferenciarse en 3 categorías: (1) Poca Comunicación/Dificultad en la Comu-

146
Uso problemático de las TIC: Análisis de las experiencias de profesionales en terapia familiar.

nicación (a nivel familiar, de pareja y con los hijos), entre las que se destacan
familias en las que existen pocos recursos para hablar y resolver los conflictos
de una manera sana; (2) Comunicación No-Emocional, caracterizada por una
escasa demostración afectiva a nivel familiar; (3) Comunicación Estereotipada,
centrada en aspectos negativos de los hijos/as, descalificaciones, escalada si-
métrica y dobles mensajes. La Participante Nº 5 ejemplifica las dificultades a
nivel de Comunicación Emocional diciendo: “Creo que no hay una comunica-
ción…Bueno creo que son familias que no se comunican demasiado. Que están
todos con sus aparatos y no hay muchos espacios donde contarse las cosas. Y
por tanto, tampoco hay comunicación a nivel emocional porque la tensión está
puesta en otro lugar”.
Por último, en cuanto al subtema de Límites, se identificaron tres tipos: Limi-
tes Escasos, Inconsistentes y Excesivos. El primero hace referencia a una cierta
negligencia parental, permitiendo un fácil acceso a la tecnología y la poca su-
pervisión de su uso. El segundo, tiene que ver con una falta de claridad en la
puesta de límites, caracterizada por una torpeza y falta de asertividad para limi-
tar el comportamiento de los hijos/as. Por último, un cierto Exceso en la pues-
ta de Límites a partir de castigos radicales difíciles de sostener y que generan
gran conflictividad familiar. Los participantes coinciden en la presencia de difi-
cultades parentales para sostener estos límites e incluso en la autorregulación
del propio adulto, siendo él mismo un ejemplo de utilización sana de las tecno-

Figura 2. Características Relacionales.

147
MOSAICO 75

logías. La Participante Nº 6 explica la dificultad en la puesta de límites: “(…) La


madre tenía pocas habilidades para manejar asertivamente con el hijo el llegar
a acuerdos respecto a pactos en la utilización del juego. Y la sensación de que
no son figuras de autoridad reconocidas o valoradas por los hijos”; “Quizás han
sido excesivamente permisivos en algún momento y luego cuando ven que el
chico entra en esa etapa del desafío (…) entonces puede terminar en gritos y en
tener que recurrir a estrategias muy radicales respecto a castigos permanentes
como la retirada del móvil”.

El último tema que emergió en el análisis está relacionado con las características
de la Intervención (Figura 3).
Los participantes coinciden en abrir el foco, teniendo en cuenta la situación
familiar y con ello, ampliando la conceptualización del caso más allá de la pro-
blemática presentada por el PI (sobre el cual se centra la demanda). Para ello,
destacan la importancia de observar e intervenir en el sistema familiar donde
existe elevado conflicto a nivel relacional. Los entrevistados coinciden en inter-
venir a nivel de parentalidad, reforzando una puesta de límites y comunicación
sana, para llegar a pactos claros con sus hijos (sobre todo en adolescentes, que
están en una etapa del ciclo vital con necesidades diferentes a las de la infan-
cia). Se subraya la utilidad de incluir estrategias recalificadoras, vinculadoras y
de aceptación. Asimismo, la importancia de observar e intervenir en el uso de
la tecnología por parte de todos los integrantes de la familia. Para ello, coinci-
den en la necesidad de crear una buena alianza terapéutica con cada uno y en
particular con el PI.

Figura 3. Intervención.

Discusión.

El análisis de la experiencia de los terapeutas familiares acerca del uso proble-


mático de las TIC permite comprender la problemática de una manera más am-

148
Uso problemático de las TIC: Análisis de las experiencias de profesionales en terapia familiar.

plia. Los resultados son coherentes con la literatura científica consultada y, ade-
más, generan un conocimiento útil que contribuye a la conceptualización de la
problemática desde una mirada relacional.
El discurso de los profesionales entrevistados muestra que los terapeutas fa-
miliares reciben pocas demandas específicas sobre el tema, posiblemente aso-
ciado a un contexto en el que la especialización psicopatológica del sistema sa-
nitario lleva a las familias a solicitar ayuda en centros específicos para atender
al portador del síntoma. Además, la mayor parte de las demandas específicas
tienen que ver con un abuso del tiempo de conexión, generando preocupación
en los padres acerca de las consecuencias nocivas que dicho abuso temporal
puede traer. Asimismo, se destacan la preocupación por un “uso de riesgo”,
donde la exposición de la intimidad y la manera de relacionarse con otras per-
sonas es considerada como peligrosa. Sin embargo, es importante destacar que
la mayor parte de las consultas que reciben los terapeutas familiares entrevista-
dos no son de tipo específico, sino que la problemática en relación con las TIC
aparece cuando explican dinámicas familiares de alta conflictividad (discusio-
nes, descalificaciones, escaladas y dificultades en la comunicación alrededor de
los aparatos electrónicos).
Pareciera que, siguiendo a Prensky (2001), existe una brecha generacional
entre nativos digitales e inmigrantes digitales, es decir, entre los jóvenes que han
crecido con las TIC como parte de su cotidianidad y los adultos que las han in-
cluido en una etapa posterior de sus vidas. Las TIC han llegado para quedarse y
los terapeutas familiares señalan un pronóstico de aumento de las consultas por
los conflictos relacionales alrededor del tema. Siguiendo a Mastropaolo (2013),
se trata de nuevas emergencias sociales a las que debemos enfrentarnos en es-
te siglo XXI, nuevas maneras relacionales y de comunicación, que impactan en
todas las áreas vitales de las personas.
Las familias que consultan por este tipo de problemáticas poseen caracterís-
ticas relacionales que pueden explicarse a través de tres grandes áreas. En pri-
mer lugar, siguiendo a Linares (2012), los terapeutas coinciden en el diagnós-
tico relacional sobre cierta dificultad en el área de la parentalidad, expresada a
través de conflictos para hacer equipo de ambos padres y trabajar en una mis-
ma dirección en la puesta de límites, regulando de manera coherente la utiliza-
ción de aparatos electrónicos en el hogar. La conyugalidad puede estar deterio-
rada o secundariamente deteriorada, posiblemente como consecuencia de las
dificultades en el área de la parentalidad, ya que los entrevistados coinciden en
que no es un área especialmente afectada en los casos que han atendido. La
nutrición relacional en estos casos estaría comprometida, observándose caren-
cias en el área cognitiva y emocional.
En esta línea, y en coherencia con autores como Wang et al., (2011) y Li et
al., (2014), la comunicación es otra área donde se observan dificultades en es-
te tipo de familias, siendo escasa la demostración de las emociones y de comu-
nicación profunda. Se observa una comunicación estereotipada, caracterizada

149
MOSAICO 75

por descalificaciones centradas en los aspectos negativos de los hijos, escaladas


simétricas con agresividad y pocos recursos asertivos para resolver los conflictos
a nivel familiar. Dichas dificultades se destacan tanto a nivel familiar en general,
en la pareja parental y de éstos con sus hijos.
En cuanto a los límites, los terapeutas coinciden en que se trata de un área
especialmente afectada en las familias que demandan ayuda por el uso pro-
blemático de las TIC. El equipo parental oscila entre una delimitación excesiva
(rígida y difícil de sostener en el tiempo, lo que provoca un fracaso en la regu-
lación tecnológica), la escasa regulación (permitiendo a los hijos total libertad y
provocando conflictos a largo plazo cuando los padres no están de acuerdo con
su utilización) y la puesta de límites inconsistente (expresada a través de nor-
mas confusas). Una puesta de límites brusca y poco asertiva genera reacciones
emocionales intensas en los adolescentes que se refugian en las TIC, siendo un
área de especial importancia para trabajar con los padres, sobre todo en aque-
llos casos de jóvenes que viven como una pérdida emocional la desconexión a
internet (Young, 2009).
Es importante destacar que la función parental sana se caracteriza por una
regulación de sus hijos, y la utilización de las TIC requiere de una participación
activa de los padres, ayudando a sus hijos en las obtención de una relación salu-
dable con la tecnología. En este sentido, y en coherencia con Matalí et al. (2015)
es importante destacar la opinión de algunos terapeutas que señalan cómo el
propio adulto realiza en algunos casos un uso excesivo de las TIC, siendo un
ejemplo de utilización disfuncional para sus hijos.
El último tema que emergió en el análisis de las entrevistas, la intervención,
se pone en evidencia la importancia de realizar una apertura del foco y explo-
rar las dinámicas relacionales, más allá del síntoma que porta el Paciente Iden-
tificado. En coherencia con autores como Linares (2012), Mastropaolo (2013)
y Park et al. (2014), los terapeutas coinciden en la utilidad de incluir a todo el
sistema familiar para trabajar las dinámicas conflictivas que se presentan alre-
dedor del uso y la regulación de las TIC. Se destaca, por un lado, la intervención
terapéutica a nivel familiar para trabajar la comunicación, reforzar el equipo de
padres (sobre todo en la puesta de límites sanos y coherentes), el área de la
conyugalidad o post-conyugalidad (para aquellos casos en los que los padres
están separados) y revisar la utilización tecnológica que hace toda la familia. La
apertura del foco permite poner luz en las sombras alrededor del PI, y analizar
la interacción de todo el sistema familiar comprometido en la problemática. En
esta línea, se destaca la utilidad de trabajar las características de Familia de Ori-
gen de los padres, detectando aquellos elementos disfuncionales que se repiten
en la familia creada.
Por otro lado, se enfatiza la conveniencia de incluir en el abordaje terapéuti-
co la intervención individual con el PI, para ayudarle con aspectos individuales
en los que necesita apoyo, sobre todo teniendo presente aquellos casos en los
que existe una utilización de las TIC a modo de refugio (Matalí et al., 2014), o

150
Uso problemático de las TIC: Análisis de las experiencias de profesionales en terapia familiar.

en los que existe un abuso/dependencia de las TIC, y para comprender aquellas


áreas en las que se pueda necesitar un refuerzo individual. Dicha intervención
es coherente con la propuesta de Mastropaolo (2013), acerca de las terapias
fluctuantes, realizando un abordaje que combine intervenciones tanto a nivel
individual como con todo el sistema familiar. Park et al. (2014) coinciden en la
utilidad de incluir un tratamiento individual para el PI, sobre todo en aquellos
casos con dificultades interpersonales.
Se señalan algunos recursos terapéuticos que los participantes han conside-
rado relevantes para la intervención. En primer lugar, y coincidiendo con todos
los terapeutas familiares, aconsejan realizar especial hincapié en la alianza tera-
péutica para intervenir con el PI en particular y la familia en general. Una buena
Alianza Terapéutica facilita un trabajo más efectivo en estos casos. Asimismo, la
utilización de estrategias recalificadoras, vinculadoras y de aceptación (Linares,
2012), teniendo presente que se trata de casos donde existe un considerable
desgaste en las relaciones entre padres e hijos y con comunicación estereotipa-
da (descalificaciones).
Por último, se señala la importancia de incrementar la lectura y formación so-
bre las características específicas de la problemática, que pueden contribuir pa-
ra un abordaje eficaz y que responda a las necesidades de cada caso. En esta lí-
nea, resulta relevante incrementar estudios científicos que contemplen variables
que permitan una apertura del foco y que más allá de las variables individuales,
permitan estudiar el fenómeno desde una perspectiva relacional.
La presente investigación aporta datos exploratorios que contribuyen al estu-
dio del uso problemático de las TIC desde una perspectiva relacional. En esta
dirección, estudios futuros deberían ampliar la muestra de participantes en nú-
mero y características, incrementando información aplicable al ámbito de la for-
mación, intervención y supervisión de profesionales.

151
MOSAICO 75

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152
Técnicas circulares
redefinidoras en terapia individual,
de pareja y familia.
Resumen. Alejandra González Monzón.
En este artículo se pretende mostrar técnicas circulares Psicóloga clínica.
Terapeuta acreditada por la FEATF.
verbales y activas, más allá de las históricas preguntas Colaboradora docente de la Escuela
relacionales de Mara Selvini, para conectar el síntoma Vasco Navarra de Terapia Familiar.
Directora de la Escuela
al sistema, logrando la redefinición del problema. Sistémica Paraguaya.
Las técnicas se basan en la circularidad, uno de los gonzalezmonzonalejandra@gmail.com
pilares teóricos del modelo sistémico. Algunas han
sido creadas por la autora de este artículo y otras, Palabras clave.
reajustadas a partir de técnicas ya existentes desde Circularidad,
redefinición,
su propio estilo, para cumplir el propósito de pasar técnicas,
de una definición lineal a una redefinición relacional estilo profesional,
del problema, aceptada por la familia. pauta.
Una vez instalado el cambio cognitivo que trae,
a su vez, cambios conductuales y emocionales,
se desencadenan nuevas pautas para relacionarse
de forma espontánea en la familia.

153
MOSAICO 75

Abstract.
This article intent to show verbal and active circular techniques, beyond the historical relational
questions introduced by Mara Selvini, to connect the symptom to the system, achieving the problem
redefinition.
The techniques are based on the circularity, one of the theorical pillars of the systemic approach.
Some are created by the author of this article and others, readjusted from the pre-existed techni-
ques, in her own style, to achieve the purpose of moving from a lineal definition to a relational redefi-
nition of the problem, abide by the family.
Once installed the cognitive change, which brings with itself conductual and emotional changes, it
triggers new spontaneous relational patterns within the family.
Key words.
Circularity, redefinition, techniques, professional style, relationship pattern.

Introducción.
La retroalimentación es una de las propiedades de los sistemas abiertos y cons-
tituye la base de la circularidad. Significa que, a partir de una información emi-
tida, la información retorna del receptor al emisor, posibilitando el cambio o la
estabilidad, permitiendo con esto el intercambio y la comunicación (Watzlawick,
Beavin Bavelas y Jackson, 1995a).
El pensamiento sistémico es un pensamiento circular. Uno de los principa-
les retos del terapeuta sistémico es poder dejar a un lado de manera reactiva el
pensamiento lineal, buscando causas y efectos, para explorar la interconexión
que existe entre las acciones de los miembros de un sistema entre sí.
Los pacientes tampoco, sin ayuda del terapeuta, pueden dejar a un lado el
pensamiento lineal, sobre todo a la hora de definir el problema e intentar solu-
ciones desde dicha epistemología (“Estoy nerviosa e irritable porque mi marido
es desconsiderado”. “Mi hijo es desobediente, por favor cúrenlo”). Una persona
generalmente sostiene que solo reacciona frente a la conducta de otro miembro,
sin tener en cuenta que, con su conducta, también influye en la reacción de la
otra persona que se supone que provocó su reacción. La familia no puede ver
que, con sus conductas, generaría o desencadenaría el problema; mostrar eso
es tarea del terapeuta. Para mostrarlo, se proponen técnicas circulares que de-
safíen el sistema de creencias que define el problema inicial.

El objetivo de las técnicas circulares es redefinir el problema; varios autores


sistémicos han hablado muy bien del tema.

Cuando los pacientes les presentan sus quejas a los terapeutas, hablan tanto de
los hechos como de los significados agregados. Si el terapeuta cuestiona (direc-
ta o indirectamente) los significados que los pacientes asocian con las situacio-

154
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.

nes, pero no proporciona un nuevo encuadre, se trata de un desencuadre. Se


deja que los pacientes creen o descubran significados alternativos o que acep-
ten la situación sin ningún significado en particular. Si el terapeuta le propor-
ciona a la situación un encuadre o significado nuevo o alternativo (también en
este caso directa o indirectamente), hay un re encuadre (O Hanlon, 1995, pp.
108-109).
Re-encuadrar, para Watzlawick, Weakland y Fisch (1995b) redefinir “significa
cambiar el marco o el punto de vista conceptual y/o emocional en relación con
el cual es experimentada una situación y ubicarla en otro encuadre que se ade-
cue igualmente bien o incluso mejor a los hechos de la misma situación concre-
ta, modificando de tal modo todo su significado” (p. 120).
A través de las técnicas circulares que serán descritas más adelante, se pro-
pone al paciente un nuevo significado del problema que transmite el mensaje:
“Desde otro ángulo se ve que todos los miembros de este sistema mantienen el
problema”. “El problema no está en él/ella, el problema es de todos”. El objeti-
vo es construir una hipótesis que conecte la conducta sintomática del paciente
identificado al contexto que lo desencadena y mantiene y hacérselo saber al pa-
ciente de una forma que consiga su comprensión y cambios a partir de un co-
mentario del tipo “nunca lo había visto de esa forma”. “Una vez que percibimos
la pertenencia alternativa de un miembro a otra clase, no podemos volver tan
fácilmente a la trampa y la angustia representadas por el previo punto de vista
acerca de su “realidad”. (Watzlawick, et.al, 1995b p. 124).

Propuesta para lograr la redefinición circular utilizando la hipótesis como


intervención:

Los pasos sugeridos en las primeras dos sesiones para lograr la reformulación
circular son los siguientes:

1. Explorar la definición del problema que trae el paciente, la puntuación lineal


inicial que sostiene como verdad: se pide al paciente o a cada miembro de la
pareja o familia que acude a la primera sesión a definir clara y concretamen-
te el problema en términos cuali- y cuantitativos.

2. Construir, preferentemente en la primera sesión, una hipótesis relacional pre-


liminar que explique y describa la función del síntoma y la pauta de interac-
ción que sostiene el problema.

Al recoger información, es conveniente tener presente las siguientes preguntas:


1. ¿Qué función cumple el síntoma en cuanto a estabilizar a la familia?
2. ¿Cómo funciona la familia en cuanto a estabilizar el síntoma?
3. ¿Cuál es el tema central en torno al cual se organiza el problema?

155
MOSAICO 75

4. ¿Cuáles serán las consecuencias del cambio?


5. ¿Cuál es el dilema terapéutico? (Papp, 1988, pp.32-33).

3. Como paso siguiente, explorar la pauta de interacción proponiendo distintas


técnicas circulares”.

a. Tormenta de preguntas relacionales:

Las preguntas circulares, técnica elaborada por la Escuela de Milán, son formu-
ladas para que los miembros de la familia conecten entre sí sus propias con-
ductas.

El rol del que interviene no es el de aconsejar a la familia, de identificar lo


que no funciona en ella, sino al contrario, de trabajar con la familia para en-
contrar o para descubrir lo que sabe, reinventar las soluciones, resolver sus
problemas, y esto puede hacerse utilizando preguntas circulares (…) El tra-
bajo del profesional sistémico, consiste en arreglárselas para que al final de
la entrevista los diferentes miembros de la familia se hayan comunicado en-
tre ellos suficientes informaciones para que se conozcan mejor y compren-
dan mejor su propio funcionamiento. (Ausloos, 2005, pp. 184 -185).

Se utiliza el término “tormenta” porque consiste en una serie de preguntas que


hace el terapeuta al consultante con el objetivo de describir el problema en tér-
minos relacionales, teniendo ya como base una hipótesis preliminar que guía,
ordena y limita el intercambio de información.
Se sugiere un ejemplo de tormenta de preguntas relacionales que variaría de
acuerdo a cada caso:

• ¿Cuándo, dónde, cómo, con qué frecuencia ocurre el problema?


• ¿Cuándo, dónde, cómo, con qué frecuencia no ocurre el problema?
• ¿Cómo empieza el problema? ¿Cómo se desencadena? ¿Cómo termina?
¿Cuándo están bien y cuándo están mal?
• ¿Qué sucede primero? ¿Y después de eso? ¿Y a continuación qué ocurre?
• ¿Y qué haces vos/que hace él/qué hace ella?
• ¿Qué crees vos que ella/él piensa con respecto a lo que vos sentís/haces/
pensás/decís?
• ¿Por qué crees que ella/él reacciona así. ¿Para qué crees que lo hace? ¿Qué
ocurriría de ustedes sin el problema?
• ¿Qué te suele decir con respecto a tu conducta y su posterior reacción?
• ¿Y los demás qué hacen? ¿Cómo lo ven? ¿Qué dicen?
• ¿Cómo intentaron solucionar el problema?

156
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.

Se puede utilizar otro tipo de preguntas si el terapeuta no recibe colaboración de


las familias: las terribles preguntas.

b. Terribles preguntas.

Selvini-Palazolli (1988), al definir las terribles preguntas, sostiene que para fas-
cinar a la familia es necesario a veces jugar anticipadamente. El terapeuta debe
saltar por encima de la barrera de reticencia de la familia, formulando pregun-
tas acertadas y afirmativas arriesgándose en la intuición por la poca información
brindada por la familia, pareja o paciente individual. Se trata entonces de lanzar
preguntas, teniendo en cuenta una hipótesis en construcción, para lograr que la
familia responda cuando no remite mucha información.

Ejemplo: A tu madre, ¿cuánto tiempo más ayudarías, con boicot a tu hijo, a


cambiar sin cambiar para no hacerte cargo de tus propios ruidos del alma?
¿Cuándo te diste cuenta que tu marido es infiel por eso venís a denunciar la
violencia del pasado?

Estas preguntas tienen también el objetivo de conectar el síntoma al sistema, lo-


grando la redefinición del problema inicial que trae la familia.

c. Mostar pauta de interacción al paciente.

“Esta es una de las paradojas más fascinantes de la utilización del enfoque sis-
témico en terapia, que el rol del terapeuta no es ya el de “com-prender, es decir
tomar (prender) en conjunto (para él), ni el de “in-formarse”, es decir poner en
forma su realidad, sino el de “informarlos” sobre lo que saben sin saber que lo sa-
ben, se trata de activar un proceso que modifica su realidad, de tal manera que
aquél que anunciaba como problemático no lo sea más”. (Ausloos, 2005, p.80).
A partir de las preguntas relacionales, se construye la pauta de interacción
que son las conductas que se repiten y encadenan sosteniéndose en el tiempo.
Se puede utilizar una pizarra o graficar en una hoja, mostrando al paciente el
“círculo vicioso” del problema. Tiene que quedar claro que todos los miembros
de la familia hacen algo para que el problema persista. Así mismo, los miembros
de la familia podrán ver que haciendo algo distinto, se podrá crear un corto cir-
cuito en el patrón, produciendo cambios.
Nadia acude a terapia afirmando estar “harta” de su novio Sergio, que la in-
siste para casarse. Ella no quiere hacerlo porque está segura que tiene heridas
y traumas que sanar, y que no cambiará, es decir, seguirá siendo celoso y des-
confiado. Para él, todo se resolverá con el casamiento. Para ella, todo debe re-
solverse “antes de casarse.” La pelea es interminable.

157
MOSAICO 75

En sesión, a partir de preguntas relacionales, se grafica a Nadia la siguiente


pauta:

Gráfico 1. Técnica de graficar la


pauta de interacción.

Al explicar detenidamente la pauta, sosteniéndola con ejemplos: cómo duda,


cómo desconfía, qué dicen, qué hacen de acuerdo a lo comentado en sesión.
Se realiza una serie de preguntas:

- ¿En qué momento están ahora?


- ¿Qué ocurrirá después, si reaccionás de la manera habitual?
- ¿Qué podrías hacer distinto para evitar lo que sabemos que se viene?

Se persigue, al mostrar la pauta, como objetivo un descarrilamiento al interrum-


pir la aparición de la secuencia habitual: “Lo que uno quiere introducir son va-
riaciones que vayan más allá de aquel límite, que por lo tanto definan una pauta
nueva. Y con una pauta nueva, que no resulta familiar, puede suceder cualquier
cosa”. (O ’Hanlon, 1995, p. 46).

d. Esculturas circulares en movimiento:

En primer lugar, cada miembro de la familia o pareja realiza una escultura que
defina su percepción del problema: “Se le pide al grupo familiar que cada uno
construya una escultura de la familia tal cual él o ella se imaginan, según esta
consigna: Imagínense que son de arcilla o de un material maleable y entonces

158
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.

cada uno por turno va a construir una escultura que refleje cómo ve a la fami-
lia”. (Waistein, 2006, p. 169).
Los miembros de la familia deben realizar individualmente esculturas que
muestren cómo se ven y de qué forma ven al otro en la relación. Se trata de re-
presentar, a través de esculturas, la definición del problema que trae el o la pa-
ciente.
Más adelante, la escultura de cada paciente en sesión será conectada a la es-
cultura del otro, para mostrar la circularidad de sus conductas, pensamientos y
sentimientos proponiendo con esto la escultura relacional en movimiento.
La técnica consiste entonces en encadenar las esculturas realizadas por ca-
da uno de los pacientes de la pareja o familia mostrándolas en movimiento, sin
pausas, una detrás de otra en el orden establecido por el terapeuta. El objetivo
es que vean la circularidad y cómo la conducta de un miembro resulta informa-
tiva para el otro.
Edgar dice que María es una “maleducada” porque no le da explicaciones de
todo lo que hace. María, por su parte, dice que Edgar es autoritario. Refieren ha-
berse conocido hace dos años, sin vivir un noviazgo “oficial” como lo mencionan
porque ella quedó embarazada al poco tiempo de salir juntos, y Edgar decidió
en ese momento construir una casa para la bebé que venía en camino y las dos
hijas de María de una relación anterior. En el momento que acuden a terapia,
María vive con sus tres hijas en casa de su madre porque, según comentan, pa-
san mucho tiempo discutiendo.
María (como se ve en la figura 1 del gráfico 2) se ve y describe a sí misma co-
mo quieta, sin preocupación, relajada, con la mirada hacia un costado. Ve a Ed-
gar lejos, con el cuerpo rígido y la mirada fija hacia ella. Edgar, por su parte, se
ve a sí mismo, huyendo a otro lugar, trepando, de espalda a María (como indica
la figura 2 del gráfico 2) y ve a ésta, también de espaldas a él, bien lejos, sin mi-
rarlo, dirigiéndose hacia otra dirección. Ambos insisten en la puntuación lineal
del problema: “Ella me desobedece”. “Él me controla” afirmando cada uno que,
por el motivo que sostiene, se encuentran distanciados.
Se pide a cada miembro de la pareja que vuelva a realizar la escultura que
realizó anteriormente y acto seguido, como en una película en movimiento, sin
pausas, se les pide nuevamente representar la escultura esculpida por el otro.
Se muestra así a la pareja que Edgar controla a María señalando en la escultura
esos ojos fijos que la miran (Edgar ha dicho antes que cree que el hogar debe
ser dirigido por un solo jefe de familia). María, que no está acostumbrada a reci-
bir órdenes, y proviene de una familia donde la madre era cabeza de familia, se
rebelaba ante la autoridad del novio, y eso se ve en la mirada a un costado que
muestra la escultura, cansada pero relajada.
Lo que no se ve, y es tarea del terapeuta mostrarlo (que se explica en la figu-
ra 3 del gráfico 2), es que cuanto más insiste Edgar en controlar a María, más
mira ella a un lado (no responde mensajes, no da explicaciones, no obedece).
Y cuanto más desobedece María, más insiste Edgar en controlarla y pedirle ex-

159
MOSAICO 75

Gráfico 2. Técnica de las esculturas circulares en movimiento.

Figura 1: Escultura de María. Figura 2: Escultura de Edgar.

Figura 3: Representación gráfica de la escultura relacional en movimiento.

plicaciones. La circularidad se intensifica con la metáfora que se desprende de


las propias esculturas” “Cuanto más fijo la miras, ella más mira a un costado”.
Llega un momento, como se ve en la escultura de Edgar, que él, ya cansado
de pedir a su novia que sea más dócil, se aleja, se va, pasan tiempo sin hablar,
sin verse, y ella por su parte, también se distancia, y va por su camino. Hasta
que se vuelven a hablar, a encontrarse, están bien un tiempo (cuando ella no se
siente observada) y luego él vuelve a controlarla y ella a “rebelarse”. Todo esto
se muestra a través de esculturas relacionales en movimiento, volviendo a re-
presentar sin pausas las dos esculturas realizadas por ellos, una y otra vez, para
verlas en movimiento y dejar en claro la circularidad.

e. La imagen relacional propuesta por el terapeuta:

“Los síntomas de los que se quejan los pacientes son representaciones simbó-
licas de un conflicto o un problema, son pues señales mediante las cuales el
individuo expresa un estado de malestar (…) Expresa en realidad mucho más
que un problema privado o individual perteneciente a quien lo manifiesta y que
constituye una representación simbólica que tanto en su origen como en su ma-
nifestación es el fruto de una interacción entre este individuo y los miembros
que lo rodea”. (Andolfi y Ackermans, 1990, p.105).

160
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.

En esta técnica, a diferencia de la escultura, el terapeuta no pide a la familia


que esculpa la definición del problema, sino que el terapeuta lo hace a su ma-
nera, para devolverles la forma en que él/ella entiende el problema.
Se trata de realizar una acción como metáfora, pues con la representación
de una imagen de semejanza al problema, utilizando sus propios cuerpos, se
reproduce la realidad. Andolfi y Ackermans (1990) al referirse a la metáfora,
sostienen que “crea un puente entre el símbolo y el lenguaje común, entre un
miembro y los otros miembros de un sistema, entre el terapeuta y la familia.
Aquí reside su gran utilidad” (pp.108-109).
Otro ejemplo es una sesión de familia donde el PI es Darío de 24 años, que
podría estar consumiendo marihuana y tiene problemas de rendimiento en la
facultad de odontología y pocas relaciones sociales. La madre refiere que el es-
poso la ha engañado por años: La madre, hija de 14 e hijo de 21 años están
sentados en hilera en un sofá del consultorio. Cuando la madre ríe, todos ríen,
cuando la madre habla de su marido que la fue infiel, todos se ponen serios ha-
blando muy mal de su papá, ex marido de su mamá.

La terapeuta realiza la siguiente intervención. Consiste en una imagen rela-


cional que conecta los distintos problemas que definen los miembros de la
familia: “Párense por favor porque estoy escuchando a tres esposas heridas
y eso indica que algo no estoy entendiendo bien: la hija mayor quiere que se
escuchen más, la mamá quiere que sean más unidos, y el hermano quie-
re que sean felices. Y yo los veo tan unidos que me parece increíble que se
planteen esto. Pero les muestro lo que ocurre: Están enredados, la voz de la
madre es la voz de todos, su dolor del pasado es dolor de todos”.

Se pone al hijo y la hija de espalda, y a la madre de frente. Todos muy unidos,


sin mirarse, demostrando con las posiciones que si uno habla el otro no escu-
chará porque están pegados, pero mal ubicados para escuchar al otro atenta-
mente. La madre ya rehízo su vida de pareja y mira al futuro, el hijo mayor, aun
confunde al mal esposo de su madre con un mal padre, a quien no perdona y a
quien no permite acercarse. El hijo, carga con las responsabilidades de la casa.
“Y es aún peor: este hijo carga el peso de ser padre de su padre, de su herma-
na, y compañero leal de su madre. ¿Cómo pretenden que tenga tiempo para sa-
lir, divertirse, y aprobar materias con todo el trabajo que tiene en casa?”
Esta técnica se complementa con dos técnicas más: “accesorios” e “imaginen
escenas futuras si se cambiasen movimientos”.
e.1 Se utilizan accesorios para dar intensidad a la metáfora relacional. En es-
te caso: se entrega, en la misma imagen, una mochila cargada al hijo. Y
se los enreda con una cinta adhesiva para mostrarles su imposibilidad de
movilizarse.

161
MOSAICO 75

Los accesorios en psicoterapia son útiles para que la imagen sea más clara.
e.2 A continuación se les pide que “Imaginen escenas futuras si se cambia-
sen movimientos y que nos indiquen qué haría cada uno para que las
cosas terminasen así”.

De esta forma, la familia a través de una primera hipótesis presentada como es-
cultura, podrá encontrar la conexión entre sus miembros, conexión que mantie-
ne el problema, y cómo comportarse en forma distinta podría conseguir cambios
en las relaciones y en el sistema mismo.
A Darío, en la misma escultura, se le entrega una mochila que trae la terapeu-
ta de la sala de observación.
Teniendo en cuenta la escena, se pregunta a la familia:
- ¿Cuánto pesa la mochila? (A cada uno).
- ¿Quién más carga con la mochila?
- ¿Quién se la entregó?
- ¿Quién y cómo podría sacársela?
- Cuando el hijo carga cansado con la mochila: ¿qué suele hacer o decir?
- ¿Cuánto debe pesar su mochila para funcionar y movilizarse mejor?
- ¿Cuánto pesa cada elemento de su mochila?. ¿Cómo o quién podría quitar-
le peso?.
- ¿Quién podría moverse primero para desenredarse?
- ¿Cómo se sentirían desenredados? ¿Cómo conseguirían desenredarse?

f. Dramatizar pauta intercambiando roles:

Se le pide al paciente “hacer algo más entretenido” para entender la película fa-
miliar, porque no nos queda claro cómo funcionan en torno al problema.

El paciente, en terapia individual, debe interpretar dos momentos: cuando


hay problema/síntoma y cuando no lo hay.

En ambas situaciones debe pensar y luego interpretar: Qué hace, qué siente,
qué piensa, cómo lo dice, cómo inicia la interacción con la otra persona. Debe
pensar en la postura corporal, en su tono de voz, en sus gestos, en sus palabras,
en sus emociones, en todo lo que antecede al primer contacto con la otra per-
sona cuando están bien y cuándo están mal.
En un segundo momento, debe cambiarse de lugar (idealmente en el sofá del
frente en el caso de un contexto terapéutico) y hacer lo mismo, interpretando a
la otra persona con quien se relaciona. En este sentido, debe imaginar lo que el/
la otro/otra piensa, siente, cree, y también responde con las palabras y conduc-
tas con las cuales reacciona habitualmente.

162
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.

En un tercer momento, debe volver a su asiento o lugar y responder desde sí


mismo.
Así, sucesivamente hasta dejar en claro la redundancia y logrando demostrar
la circularidad.
Se pueden utilizar algunas vestimentas, colores, accesorios para identificar a
cada una de las personas que dramatiza. También se pueden incluir máscaras
para nombrar emociones como se observa en el gráfico 3.
Esta misma técnica tiene una variable cuando la sesión no es individual:
- Pueden hacerla ambos miembros de la pareja o toda la familia, conectando
a todos ellos: De esta forma, un solo miembro por vez, puede ocupar el lu-
gar de cualquiera y de la totalidad frente a la familia que lo observa. Y luego
los demás hacen lo mismo y analizan semejanzas y diferencias e identifican
lo que las otras personas no sabían que el otro sentía o pensaba. Se habla
de ello y sobre todo, se da intensidad a la pauta de interacción.

Gráfico 3. Dramatizar pauta intercambiando roles.

g. Dramatizar la pauta con los protagonistas: Preguntas circulares en acción.

En sesión, se pide a la familia, pareja, padres que dramaticen una situación


problemática (el motivo de consulta) y otra situación donde el problema no se
percibe, es decir, que nos muestren qué hacen, dicen, piensan, sienten cuando
están bien y cuando están mal. Así mismo debe quedar claro cómo reacciona
uno, y el otro y como cada uno vuelve a reaccionar frente a la reacción del otro.

163
MOSAICO 75

Siguiendo las directivas de la técnica anterior, cada uno reacciona de la forma


habitual para identificar la pauta de interacción. Es una forma de poner las pre-
guntas circulares en acción.
Cuando dramaticen, el terapeuta, como una “voz en off”, debe ir ayudándo-
los a dramatizar: ¿qué piensas en ese momento, papá? Y vos, hijo ¿sabías que
tu papá hacía eso porque pensaba de esa forma? ¿Y qué hace ahora la madre?
¿Cómo reaccionan habitualmente a eso? Muéstrenme.

h. Escala circular.

Con las preguntas de escala se invita a los miembros de la familia a puntuar el


problema o los resultados en una escala entre 0 y 10.

Si cero representa: “me importa nada” y diez “estoy realmente entusiasma-


do”, ¿dónde se ubicaría cada uno de ustedes, actualmente, en cuanto a tra-
bajar sobre su relación?, o ¿dónde piensa ustedes que se ubicaría su pareja?
Como vemos, esta pregunta está orientada a evaluar la motivación de uno o
ambos miembros del sistema. También con este estilo de preguntas, se pue-
de explorar la medida en que se cree en la posibilidad de cambio. La ubica-
ción en la escala, puede emplearse con adultos, a través de una indagación
verbal (ya ejemplificada) y con niños, trazando gráficos o utilizando alguna
otra modalidad. Frente a las respuestas de los clientes, es recomendable
que el consultor se incline más a ser conservador que optimista. (Wainstein,
2006, pp. 98-99).

En la escala circular, se tiene en cuenta las variables del problema. José acude a
terapia refiriendo que tiene un secreto que no puede contar a su esposa, padre
y madre, con quienes vive en la casa. Refiere que volvió a la casa de sus padres
por problemas económicos debido a una mala inversión. Cuenta que debe po-
nerse un disfraz que le pesa mucho para que la familia no se entere de que al-
go malo ocurre en su vida, comentando además que tiene miedo de defraudar
a sus padres y esposa porque durante toda su infancia sintió que sus padres no
lo reconocían, comparándolo con su hermano exitoso en los deportes. Sostiene
estar muy cansado de los reclamos de su esposa, lo define como una “tortura”.
El paciente no ve la conexión que existe entre los problemas entre sí. En 2 se-
siones se habla del disfraz (cuánto pesa, cómo luce, cuánto molesta, etc.). En la
siguiente sesión comenta que pudo decir medias verdades y eso le hizo sentir-
se relajado y libre. La redefinición es la siguiente: “El problema es el disfraz, no
solo te pesa y molesta, sino que ya es bien conocido por todos”.

En el cuadro siguiente se ve la forma de conectar las escalas en forma circular.

164
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.

En primer lugar, se eligen las siguientes variables: 1. Miedo a defraudar, 2. Uso


del disfraz, 3. Sentirse libre, 4. Sentirse relajado, 5. Torturado por esposa y pa-
dre, todas variables que el mismo paciente ha utilizado en la definición del pro-
blema. En segundo lugar, se pide al paciente que evalué del 0 al 10 cada una
de las variables, de qué forma ve el problema ahora y cómo lo veía cuándo llegó
a la consulta. Se ve que el paciente no siguió las indicaciones y al tratar de ex-
plicar un cambio tan grande, prefiere, por ejemplo, puntuarlo con 100 y no con
10, de la misma forma, cuando refiere haber utilizado mucho el disfraz puntúa
500 y no 5. Se permite al paciente cuantificar de acuerdo a su propia escala,
que también indica su percepción del cambio.

El paciente ha medido los cambios de la siguiente manera.

Tabla 1. Escala de las variables el problema del caso José.

En los gráficos 4 y 5, se observa la forma de conectar los cambios entre sí, en


forma circular, para mostrar al paciente que al hacer algo distinto (por ejemplo:

Gráfico 4. Técnica de la escala circular:


conectar cuantitativamente
el problema y los cambios.

165
MOSAICO 75

Gráfico 5. Técnica de la escala


circular convertida en pauta
de interacción graficada
al paciente.

contar en “cuotas” el problema), la familia se siente más tranquila (porque su


disfraz ya no era creíble). él se siente más relajado y libre, y eso hace que pue-
dan relacionarse mejor entre sí. Un cambio trae otro cambio. Luego de esta se-
sión, el paciente decidió decir verdades completas lo que lo hizo sentir aún más
libre y relacionándose mejor con su familia.

i. Objetos metafóricos circulares.

“Hablamos de objetos porque toda representación es una fotografía de la


realidad, es decir, una cristalización arbitraria de esta; por eso mismo ofrece
la ventaja de representarse como un elemento observable, sustancialmente
exterior al fluir de los sucesos y podemos cotejarla con ese fluir porque, fiján-
donos en el tiempo, confiere “realidad” a una serie de procesos que de otro
modo serían indefinibles”. (Andolfi, Angelo, Menghi, Nicolo-Cirigiano, 2007,
pp.124-125).

Los objetos metafóricos, en esta propuesta, son problemas elegidos como un


objeto concreto representado de manera visible, que además aparecen interco-
nectados entre sí como se muestra en el gráfico 6.
Utilizamos como ejemplo el caso de Darío ya en sesión individual. Se explican
los tres objetos metafóricos que corresponden a tres problemas que él presenta,
en un primer momento, como aislados:

166
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.

- E n su brazo tiene un tatuaje que según comenta es un símbolo utilizado


en escudos y armas vikingas. Refiere que ambos elementos deben tener el
símbolo, para utilizarlos. El guerrero no puede tener solo uno de estos ele-
mentos. Eso mismo se utiliza para describir el problema: Se le indica que su
espada estaba bien, que era el predicador y defensor de su familia, además
de serlo de sus amigos. Cuando no lo obedecen, él se siente mal porque no
tiene escudo. Es como si sus enseñanzas mal aprovechadas por los demás,
volvieran a él como lanzas, porque no está protegido. En ese momento dice
que el escudo se le rompió cuando una novia lo dejó. Comenta que quiere
reutilizarlo y trabajar en la reconstrucción de su escudo. Se le dice que, por
falta de escudo, siente tanto dolor cuando los demás desobedecen a sus
mandatos: “sé fiel, sé obediente, sé responsable, etc., tanto a amigos como
a familiares”. Además, como no tiene escudo, usa doblemente su espada y
todos están cansados de verlo como el “padre”.
- Habla de ciertos pensamientos que le vienen a la mente, un dolor no expre-
sado. Se le nombra “fantasmas” a los que no hace frente; por eso lo persi-
guen.
- También comenta que se siente triste muchas veces y lo representa como
la máscara de la tristeza.

Gráfico 6. Objetos metafóricos circulares.

Se conectan fantasma (pensamientos no explícitos), escudo dañado y mascara


de tristeza. Tiene ciertas ideas, pensamientos, que lo dejan triste. Al interactuar,
siente que las palabras de los demás le hieren por falta de escudo, y su tristeza
incrementa los pensamientos negativos (fantasmas). De esta forma se conectan
los tres problemas y puede trabajarse desde cualquier vía de acceso: máscara
de tristeza, fantasma o escudo. El paciente decidió trabajar en su escudo. Cabe

167
MOSAICO 75

recordar que en la sesión anterior se trabajó con la espada para soltar su tarea
de predicador y evangelizador que no es bien recibida por su familia y amigos.

“El uso de la analogía permite utilizar concepciones de un ámbito de nues-


tra experiencia, para encarar o comprender de un modo diferente, otro tipo
de vivencias, es decir, arroja una luz distinta sobre un tema. Es de hecho, un
recurso para re enmarcar. La analogía puede usarse directamente para am-
plificar algo que el consultor intenta transmitir, o de un modo más indirecto,
lograr desviar la atención consciente sobre el problema. Esta modalidad in-
directa de comunicación, minimiza la resistencia”. (Waistein, 2006, p.96).

j. Cuentos circulares.

“Existe un recurso muy sencillo consistente en contar a las familias cosas si-
milares ocurridas en otros casos con problemáticas parecidas a las de ellos
(…). Las posibilidades se encadenan conformando historias inspiradas en la
vida real que son otros tantos estímulos intelectuales para quien la recibe”.
(Linares, 1996, p.153).

Los cuentos circulares son historias donde al final se vuelve a la situación ini-
cial, en las mismas se conecta el síntoma a los distintos miembros del sistema,
dejando en claro la circularidad, o quizás se plantea el cambio en un miembro
mostrando los cambios que se desencadenan en el sistema total.
Se trata de mostrar la pauta de interacción en forma de cuento, señalando
además otros aspectos vinculados como el sistema de creencias, los mitos, las
emociones, reglas, etc.

168
Técnicas circulares redefinidoras en terapia individual, de pareja y familia.

Conclusión:

La circularidad es el pilar del modelo sistémico, no puede ser pasado por alto
en la postmodernidad.
Con estas técnicas propuestas, el paciente incorpora la visión circular, cam-
biando por completo el significado inicial del problema. Al cambiar el significa-
do, cambia la conducta, y con ello, la estructura del sistema que se visualiza en
una modificación en la pauta de interacción habitual.
Se tratan de técnicas que el terapeuta puede ir construyendo de acuerdo a su
propio estilo, siempre que remarque la circularidad, conectando síntoma al siste-
ma para dar un nombre distinto (relacional) al problema inicial que trae la familia.
El terapeuta aplica con esto una reformulación que, de estar bien lograda,
propicia cambios pragmáticos en forma automática en el paciente, abreviando
la terapia.

Bibliografía
Andolfi, C.; Angelo, P.; Mengui, A. M.; Nicolo-Corigliano. (2007). Detrás de la máscara familiar. La
familia rígida. Un modelo de psicoterapia. Madrid: Amorrortu.
Andolfi, M. y A. Ackermans. (1990). La creación del sistema terapéutico. La escuela de terapia fa-
miliar de Roma. Buenos Aires: Paidós.
Ausloos, G. (2005). Las capacidades de la familia. Tiempo, caos y proceso. Barcelona: Herder.
Linares, J. (1996). Identidad y narrativa. La terapia familiar en la práctica clínica. Barcelona: Pai-
dós.
O’Hanlon, W. (1995). Raíces profundas. Principios básicos de la terapia y de la hipnosis de Milton
Erickson. Barcelona: Paidós.
Papp, P. (1988). El proceso de cambio. Buenos Aires: Paidós.
Selvini Palazzoli, M. (1988). Paradoja y contraparadoja. Barcelona: Ed. Paidós.
Wainstein, M. (2006). Intervenciones para el cambio. Buenos Aires: JCE Ediciones.
Watzlawick, P.; Weakland, J. y Fisch, R. (1995b). Cambio. Barcelona: Herder.
Watzlawick, P.; Beavin, J. y Jackson, D. (1995a). Teoría de la comunicación humana. Barcelona:
Herder.

169
Normativa para publicación en revista mosaico
La revista científica MOSAICO es un medio de difusión de dicarán nombre y apellido de el/los autor/es, profesión
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Titulo: Deberá expresar en forma sintética y completa el acción...
tema del trabajo. No debe poseer más de 15 palabras, a.1.2. Cuando el apellido y fecha de publicación no for-
incluyendo el subtítulo. man parte de la narrativa del texto, se incluyen entre
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Ejemplo: En un estudio reciente sobre tiempos de reac- B.3 Ejemplar completo de una revista
ción... (Calderón, 1994) Elementos:
a.2. Citas textuales: 1. Editor(es): Apellido e inicial del nombre 2. Año de
El material que es citado directamente [palabra por pa- publicación (entre paréntesis) 3. Título del ejemplar 4.
labra] de otro autor requiere un trato diferente para in- Nombre de la sección 5. Título de la revista (cursiva) 6.
cluirse en el texto. Al citar textualmente, se representa la Volumen 7. Número (entre paréntesis)
cita palabra por palabra y se incluye el apellido del autor, Ejemplo: Barlow, D.H. (Ed.). (1991). Diagnoses, dimen-
año de publicación y la página en donde aparece la cita. sions, and DSM-IV: The science of classification [Ejem-
a.2.1. Cuando las citas directas son cortas [menos de plar especial]. Journal of Abnormal Psychology, 100 (3).
40 palabras], éstas se incorporan a la narrativa del tex- B.4 Artículo de revista
to entre comillas. Artículo de revista científica con un autor
Ejemplo: «En estudios psicométricos realizados por la Elementos:
Universidad de Connecticut, se ha encontrado que los 1. Autor del artículo: Apellido e inicial del nombre; 2.
niños tienen menos habilidades que las niñas» (Ferrer, Año de publicación (entre paréntesis); 3. Título del ar-
1986, p. 454). tículo; 4. Título de la revista (en letra cursiva, seguido
a.2.2. Cuando las citas directas constan de 40 o más de coma); 5. Volumen (seguido de coma); 6. Número; 7.
palabras, éstas se destacan en el texto en forma de blo- Paginación (separadas por un guión).
que sin el uso de comillas. Ejemplo: Prieto, A. (2001). Instrumento de evaluación de
Comienza este bloque en una línea nueva, desplazando campos clínicos para la enseñanza profesional de enfer-
con el tabulador, la misma y subsiguientes líneas, cinco mería (ECCE). Horizonte de Enfermería, 12 (1), 11 - 21.
espacios a la derecha. C. Documentos electrónicos
Ejemplo: Miele (1993) encontró lo siguiente: El «efecto C.1. Artículos de revistas electrónicas
placebo» que había sido verificado en estudio previo, des-
C.1.1.- Artículos de Internet basados en una fuente im-
apareció cuando las nuevas conductas fueron estudiadas
presa:
de esta forma. Las conductas nunca fueron exhibidas de
nuevo aún cuando se administran drogas verdaderas. Es- 1. Autor (es): apellido e inicial del nombre; 2. Año de edi-
tudios anteriores fueron claramente prematuros en atri- ción o publicación (entre paréntesis); 3. Título del artículo;
buir los resultados al efecto placebo. (p.276) 4. Coloque la expresión «versión electrónica» [entre cor-
chetes]; 5. Título de la revista (en letra cursiva); 6. Volu-
B. Referencias (no más de 15 referencias por trabajo men; 7. Número (anotar entre paréntesis y seguido de dos
presentado) puntos); 8. Páginas (separadas por un guión).
B.1 libro Ejemplo: Nazer, J. & Ramírez, R. (2000). Malformaciones
Libro con un autor congénitas en los hijos de madres diabéticas [versión
Elementos: electrónica]. Revista Médica de Chile, 128 (9):1045-1052.
1. Autor: Apellido e inicial del nombre 2. Año de publi- C.1.2.- Artículo de revista científica, sólo disponible en
cación (entre paréntesis) 3. Título del libro (cursiva) 4. Internet:
Edición (entre paréntesis) 5. Lugar de edición (seguido 1. Autor (es): apellido e inicial del nombre; 2. Fecha de
de dos puntos) 6. Editorial. Si no tiene editorial se escri- edición o de publicación: año, día y mes (entre parén-
be [s.n.] del latín sine nomine que significa sin nombre. tesis); 3. Título del artículo; 4. Título de la revista (en
Ejemplo: Flores de Fernández, R. (1965). Historia de la letra cursiva); 5. Volumen; 6. Coloque la expresión «Re-
enfermería en Chile: Síntesis de su evolución educacio- cuperado el»; 7. Fecha de consulta: día, mes y año; 8.
nal. Santiago, Chile: [s.n.] Coloque la expresión «de»; 9. Dirección electrónica
B.2. Parte o capítulo de libro Ejemplo: Fredrickson, B.L. (2000, 7 de marzo). Cultiva-
ting positive to optimize health and wellbeing. Preven-
Elementos:
tion & Treatment, 3, Artículo 0001a. Recuperado el 20 de
1. Autor(es): Apellido e inicial del nombre 2. Año de noviembre de 2003, de http://journals.apa.org/preven-
publicación (entre paréntesis) 3. Título del capítulo del tion/volume3/pre0030001a.html
libro 4. En (seguido del autor del libro) 5. Título del libro
(cursiva) 6. Edición y paginación (entre paréntesis sepa- PRESENTACIÓN: Aquellos interesados en presentar pro-
rados por una coma) 7. Lugar de edición (seguido de dos puestas para su evaluación y publicación deberán remitir
puntos) 8. Editorial. las mismas por medio de e-mail a: mosaico@featf.org
Ejemplo: O’Neil, J.M. & Egan, J. (1992). Men’s and wo- Los miembros del comité de redacción y otros expertos
men’s gender role journeys; Methaphor for healing, tran- de reconocido prestigio en este ámbito valorarán de for-
sition and transformation. En B.R. Wainrib (Ed.), Gender ma individual e independiente cada uno de los artículos,
issues across the life cycle (4a.ed., pp.107-123). Nueva para posteriormente acordar la idoneidad para su publi-
York, EE.UU.: Springer. cación en la revista.
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