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EFICACIA DE LA TERAPIA INTERPERSONAL EN EL TRATAMIENTO DE LAS


CONSECUENCIAS PSICOSOMÁTICAS DEL ABUSO SEXUAL INFANTIL EN LA
VIDA ADULTA: ESTUDIO DE CASO* 1

Harold Arlés Pérez Hernández**

Resumen

Este estudio presenta el itinerario de intervención de un caso único en una paciente con
diagnóstico depresivo no especificado con presencia de características psicóticas asociadas
con el estado anímico, y características del trastorno de síntomas somáticos persistente con
predominio de dolor. En la fase de evaluación se empleó el Inventario de la Depresión de
Beck, el Examen Internacional para los Trastornos de la Personalidad y una entrevista clínica
semiestructurada. Una vez establecidos los objetivos de la intervención, se implementaron
las estrategias propuestas por la Terapia Interpersonal. La intervención psicoterapéutica tuvo
una duración de diez y ocho (18) sesiones y se implementaron técnicas de respiración y
relajación muscular, exposición emocional, desmentido experiencial, modificación de
patrones relacionales y ensayos conductuales. Al finalizar la fase de terminación del
tratamiento se redujeron los síntomas depresivos y la presencia de características psicóticas,
los síntomas somáticos remitieron sensiblemente, se modificó el concepto de sí y se
estableció un rol distinto en la dinámica interpersonal. Estos resultados son coherentes con
la evidencia que ha mostrado la Terapia Interpersonal y su eficacia para el tratamiento de la
depresión y trastornos asociados.

Palabras clave: Abuso sexual infantil, conflicto relacional, consecuencias psicosomáticas,


terapia interpersonal, reparentalización limitada, concepto de sí y estudio de caso único.

* Este artículo corresponde a una tesis de grado para optar al título de Magíster en Psicoterapia
Basada en la Evidencia
** Psicólogo. Docente cátedra de la Facultad de Psicología de la Universidad Pontificia
Bolivariana. La correspondencia puede dirigirse a la siguiente dirección electrónica:
harold.perez@upb.edu.co. Para citar este artículo: Pérez-Hernández, H.A. (2016).
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EFFICACY OF INTERPERSONAL THERAPY IN THE TREATMENT OF CHILD


SEXUAL ABUSE PSYCHOSOMATIC CONSEQUENCES IN THE ADULT LIFE:
CASE STUDY

Abstract

This study presents the route of intervention of a unique case in a female patient with a
depressive non-specified diagnose with presence of psychotic features associated with the
state of mind and characteristics of the somatic symptoms’ persistent disorder with
predominance of pain. In the phase of evaluation, the Beck Depression Inventory, the
International Personality Disorder Examination and a semi-structured clinical interview were
applied. The psychotherapeutic intervention lasted for eighteen (18) sessions. Breathing
techniques, muscle relaxation, emotional exposition, experiential denial, modification of
relational patterns and behavioral tests were implemented. To the end of the treatment
completion phase, the symptoms of depression and the presence of psychotic features got
reduced, the somatic symptoms diminished significantly, the concept of oneself was
modified and a different role in the interpersonal dynamics was established. These results are
consistent with the evidence shown by Interpersonal Therapy and its efficacy for the
treatment of depression and associated disorders.

Keywords: child sexual abuse, interpersonal therapy, limited reparentalization, concept of


oneself and unique case study.

Introducción

La violencia sexual ha sido un fenómeno identificado a lo largo de la historia de la

civilización humana, sin embargo, ha permanecido en la esfera del tabú debido a que

involucra el asunto de la sexualidad, tema que resulta complejo de abordar para no pocas

personas y culturas. A pesar de estas dificultades es importante asumir su estudio debido a

la importancia que reviste en términos de salud pública. La Organización Mundial de la

Salud define la violencia sexual en los siguientes términos:


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Todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios,

insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de

cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra

persona, independientemente de la relación de ésta con la víctima, en cualquier

ámbito, incluidos en hogar, y el lugar de trabajo, también un acto deliberado,

consciente, intencional, y racional; claramente instrumental y orientado a la

consecución de unas metas a corto plazo que son deseadas por el sujeto agresor, sin

tomar en cuenta las necesidades o derechos de quién es agredido. (OMS, 2003, p.

161)

Esta es una definición de carácter general que ayuda a enmarcar el objeto de estudio

que se propone desarrollar este artículo, sin embargo, es necesario precisar lo que se

entiende por abuso sexual infantil (ASI). Según Berliner (2000) y Velázquez, Delgadillo y

González, (2013) es toda acción que involucra a menores de edad que no están en

capacidad de comprender las intenciones sexuales de su agresor y, por tanto, prescinde de

cualquier tipo de consentimiento, siendo sometidos por algún tipo de fuerza o de amenaza.

Es este tipo de violencia sexual el que contribuye significativamente a la carga de

morbilidad a nivel mundial. En efecto, una revisión de las investigaciones realizada por la

OSM (2004), estimó que la prevalencia mundial de victimización en la niñez era de

alrededor de 27% entre niñas y de aproximadamente 14% entre niños varones. Estudios

recientes, por su parte, han mostrado que el ASI es un fenómeno frecuente en todas las

sociedades y los resultados han informado de unas tasas en la población general de entre un

7-36%, con una prevalencia media alrededor del 20% en las mujeres y del 8% en los

varones (Cantón-Cortés, 2013). Aunque las cifras de los resultados no son coincidentes,
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permiten inferir que el ASI es un fenómeno extendido a nivel mundial que reclama una

especial atención por parte de los Estados y de las Instituciones dedicadas a la protección

de los menores de edad.

En Colombia, según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses

(2015), la violencia sexual se ha incrementado considerablemente (6,7%) a partir de 2013,

lo que significa un aumento de las víctimas (1.416) en relación a los años anteriores. Estas

cifras evidencian la vulneración de los derechos de los niños, niñas y adolescentes al

interior de los sistemas familiares, siendo las mujeres en todos los ciclos vitales la

población más afectada (Vickerman & Margolin, 2009). Según el mismo informe, el ASI es

un fenómeno que ha presentado un crecimiento significativo en el país, pues entre 2014 y

2015 el número de exámenes sexológicos por presunto delito sexual aumentó en un 12,46%

(401casos) en niños y niñas de la primera infancia (0-5 años) y en un 3,8% (247 casos) en

la infancia (6-11 años) para ambos sexos. El grupo etario más afectado son las niñas entre 5

a 9 años, registrándose un aumento del ASI de 1.529 casos entre 2014 y 2015, con lo cual

se infiere que la violencia sexual tiene una gran afectación de género. Los datos revelan,

además, que la violencia sexual en situación de incesto fue la más apremiante, llegando a 7

años el promedio de edad de las víctimas; el principal abusador fue el padre (1.582 casos),

seguido de los tíos (1.278 casos), siendo la propia vivienda el escenario para la ocurrencia

del abuso. Respecto de los agresores se informa que el principal sospechoso de la violencia

o el abuso sexual es el padre, seguido de los tíos o abuelos representados en un 40% de los

casos. Los departamentos con más casos registrados de ASI fueron Antioquia (2.710),

Valle del Cauca (1.937), Cundinamarca (1.418) y Santander (1.296). En la ciudad capital

(Bogotá) se reportó el mayor número de casos (4.505). El municipio de Medellín, por su


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parte, reportó 226 casos de abuso sexual a niños y 969 casos de abuso sexual a niñas,

sumando un total de 1.195 casos en 2015.

En la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS, 2010) se le preguntó a

todas las mujeres en edad fértil (15-49 años) si alguna vez han sido violentadas

sexualmente por personas diferentes al cónyuge y han sido sometidas en contra de su

voluntad; la respuesta positiva en el departamento de Antioquia ascendió a los 2.504 casos

siendo el exmarido la persona que perpetró el abuso sexual, representando el 24.1% de los

casos; en el caso del municipio de Medellín el número de abusos llegó a 4.075, siendo el

exmarido el principal victimario, representando el 22.2% de los casos. El rango de edad que

va de los 15-19 años de edad es el grupo etario más vulnerable de la encuesta, pues el

número total de mujeres abusadas sexualmente ascendió a los 9.038 casos, siendo un

pariente de la víctima el mayor responsable, representando un 17.2% de los casos. Los

resultados de ambos estudios coinciden en indicar que las mujeres han sido el mayor

número de víctimas del abuso sexual en Colombia, siendo un pariente cercano el mayor

perpetrador de este tipo de violencia sexual.

El ASI no sólo preocupa por su prevalencia, sino por los efectos fisiológicos y

psicológicos asociados. La sintomatología se corresponde con el ciclo vital de la víctima en

el momento del abuso sexual; de esta manera, durante la primera infancia los principales

efectos están relacionados con problemas somáticos (enuresis, encopresis, dolores

estomacales), retrasos en el desarrollo y conducta sexualizada como masturbación excesiva

(Mellon, Whiteside & Friedrich, 2006). Durante la etapa de la edad escolar aparecen

problemas internalizantes como la ansiedad, depresión y retraimiento, así como problemas


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de relación con pares y bajo rendimiento escolar (Hébert, Tremblay, Parent, Daignault &

Piché, 2006). Con el paso del tiempo la sintomatología tiende a disminuir, sin embargo, la

investigación ha postulado lo que denomina efectos durmientes, esto es, la aparición de

problemas emocionales o conductuales de una etiología no reconocida trascurrido un breve

período de tiempo (1 año) después del abuso sexual. Los estudios han mostrado, además,

que un suceso estresante o que recuerde el abuso sexual puede hacer aparecer la

sintomatología en personas adultas (Cantón-Cortés, 2015).

Según Guerricae y Eheburúa (2005, p. 198), “las víctimas adultas de abuso sexual

infantil presentan una mayor probabilidad de padecer trastornos emocionales como

depresión, ansiedad, baja autoestima o problemas en las relaciones sexuales”. La depresión

es uno de los síntomas más frecuentes entre los adultos que fueron víctimas del abuso

sexual en la infancia (Myers, Berliner, Briere, Hendrix, Jenny & Ried, 2002). Las prácticas

sexuales no saludables o mal adaptativas (masturbación compulsiva, prácticas sexuales de

riesgo), así como la apatía o disminución del deseo sexual, sumado a dificultades de

carácter disfuncional son otro grupo de síntomas que pueden hacer su aparición en la edad

adulta como consecuencia del abuso sexual sufrido en la infancia (Randolph & Reddy,

2006). El ASI incide de manera significativa en el tipo de percepción que la víctima

adquiere sobre sí misma, esto es, problemas con la autoestima que afecta su estilo de

relación interpersonal, pues se muestran suspicaces y presentan dificultades para establecer

relaciones íntimas y de confianza con los demás (Cortés & Cantón, 2008).

Además, la investigación ha evidenciado que el ASI está implicado en la etiología

de varios trastornos de la personalidad tales como el límite, antisocial, dependiente,


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evitativo y esquizoide (Katerndahl, Burge & Kellogg, 2005). El abuso de sustancias

(alcohol, drogas) y las conductas delictivas, así como la posibilidad de convertirse en

abusador de menores, son otro grupo de síntomas que pueden aparecer en la edad adulta

como consecuencia de la violencia sexual en la infancia (Wilson & Widom, 2009). Por

último, se ha encontrado una fuerte relación entre el ASI y la aparición de problemas que

afectan la salud física como dolores crónicos y trastornos gastrointestinales, así como

complicaciones en la alimentación y trastornos somáticos (Bonomi, Cannon, Anderson,

Rivara & Thompson, 2008).

Los datos de la investigación reciente corroboran la información ofrecida por la

OMS (2004) cuando presentaba las consecuencias para la salud reproductiva (traumatismo

ginecológico, embarazo no planeado y disfunción sexual), la salud mental (depresión,

ansiedad, trastorno por estrés postraumático, dificultades del sueño, síntomas somáticos y

trastorno de pánico) y el comportamiento de alto riesgo (relaciones sexuales sin protección,

iniciación sexual consensual temprana, múltiples compañeros íntimos, abuso de alcohol y

otras drogas) del abuso sexual en la infancia y la emergencia de sintomatología en la edad

adulta.

Otros estudios han presentado las principales consecuencias a corto plazo del abuso

sexual en niños y adolescentes en diferentes dominios de la existencia. De esta manera, los

problemas en la regulación del sueño y la presencia de pesadillas frecuentes, los cambios en

los hábitos de comida y la pérdida en el control de los esfínteres son los principales

indicadores a nivel físico; a nivel conductual el consumo de drogas o alcohol, las huidas del

hogar, las conductas auto-lesivas o suicidas, la hiperactividad o el bajo rendimiento escolar


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son las señales más comunes; a nivel emocional el miedo generalizado, la hostilidad y

agresividad, los sentimientos de culpa y de vergüenza, la depresión, la ansiedad, la baja

autoestima y sentimientos de estigmatización, el rechazo del propio cuerpo, la desconfianza

y rencor hacia los adultos son las características más visibles en este dominio; el

conocimiento sexual precoz o inapropiado para la edad, la masturbación compulsiva, la

excesiva curiosidad sexual, las conductas exhibicionistas y problemas en la identidad

sexual son los principales indicadores a nivel sexual; el impacto del ASI también tiene

repercusiones a nivel social siendo el déficit en habilidades sociales, el retraimiento social y

las conductas antisociales las principales características en este dominio (Echeburúa &

Corral, 2006). Muchas de estas características del ASI reaparecen en la edad adulta a partir

de situaciones con alto nivel de estrés o acontecimientos que rememoran los hechos

originales.

En el ASI todas las dimensiones que configuran la personalidad se ven implicadas y

afectadas, esto obliga a una consideración sobre este constructo (personalidad) que permita

una adecuada comprensión no sólo para la fase de evaluación, sino para el mismo proceso

de intervención en víctimas de abuso sexual. El sistema teórico adoptado en este estudio

plantea el constructo personalidad como un sistema que está configurado, a su vez, por sub-

sistemas que, al entrar en recíproca interacción, van dando forma a las diferencias entre

individuos (Izquierdo, 2002) . La percepción, la cognición, la emoción, la motivación y la

acción serían los subsistemas implicados en la emergencia de la personalidad humana. De

éstos, la emoción sería el sub-sistema que da matiz al resto de sub-sistemas, de allí su

importancia a la hora de comprender los efectos del ASI en la personalidad de aquellos que

son víctimas de abuso sexual, pues marcan los resultados de las vivencias e influyen en la
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conducta (Izquierdo, 2002). En efecto, las emociones son el resultado de un tipo particular

de vinculación entre las personas y no emergen al margen de ésta, ni se explican a partir de

una dinámica interna que excluya la presencia de los demás.

El ASI supone un tipo de vinculación atravesado por la coacción, la imposición de

la propia voluntad y el uso de la fuerza por parte del agresor, así como la impotencia,

sumisión y pérdida de autonomía por parte de la víctima; la relación victimario-víctima es,

a todas luces, una relación de maltrato, constructo que Barudy (1998) define como “toda

acción u omisión cometidos por individuos, instituciones o por la sociedad en general, y

toda situación provocada por estos que prive a los niños de cuidados, de sus derechos y

libertades, impidiendo su pleno desarrollo” (p. 35). El informe del Ministerio de Sanidad,

Política Social e Igualdad (2011) afirma que las consecuencias más comunes en las

víctimas de maltrato fueron los sentimientos de tristeza y depresión (57,58%), el

nerviosismo (27,27%) y los comportamientos violentos (27,27%), lo cual corrobora que un

tipo de relación que se caracterice por eventos traumáticos provoca la emergencia de

emociones que, a su vez, alteran todo el sistema denominado personalidad, explicando en

no pocas situaciones la etiología de trastornos mentales; así lo sostienen Norman et al.

(2012) cuando afirman que hay motivos suficientes para aseverar que la historia de maltrato

en la infancia ejerce una influencia perniciosa en la vida mental de los adultos que la han

vivido y que esta influencia ayudaría a comprender las diferentes psicopatologías y los

síntomas asociados a ellas.

La literatura permite, entonces, establecer una conexión entre estilos de vinculación

y emergencia de emociones, las cuales devienen positivas o negativas influyendo


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significativamente en los procesos de salud-enfermedad. Las emociones pueden definirse

como una alteración intensa del estado anímico que acompaña, inmediatamente, a las

situaciones que son percibidas como agradables o des-agradables y que implican un cambio

profundo en la vida sentimental del individuo (Sutil, 2013). En toda situación están

implicadas, mínimo, dos personas, de allí que una adecuada comprensión de las emociones

obligue a considerar la dimensión interpersonal, sin la cual sería imposible su

consideración; en otras palabras, las emociones no son fenómenos que emerjan en la

realidad intrapersonal, como si fueran propiedad exclusiva del individuo, han de

entenderse, más bien, como fenómenos sociales que surgen de la interacción entre los

individuos. En el caso del ASI, por ejemplo, la relación tóxica entre victimario y víctima

explicaría la intensidad de algunas emociones que, por su naturaleza, afectan dañinamente

la salud física y mental de los implicados; no sólo la víctima experimenta emociones

dañinas, también el victimario termina siendo afectado por la presencia de emociones

tóxicas (Talarn, Sáinz & Rigat, 2013).

Las emociones, por otra parte, son fenómenos que implican todas las dimensiones

de lo humano, pues se experimentan a nivel psicofisiológico, influyen en el proceso de

cognición y movilizan a un determinado tipo de conducta. Los estudios relacionados con

las emociones han establecido una serie de funciones que se les atribuye, a saber: a)

adaptativas, en cuanto preparan al organismo para que desempeñe de manera eficaz la

conducta que las condiciones ambientales le exige, movilizando la energía suficiente para

ello y dirigiendo la conducta a un objetivo concreto; b) sociales, puesto que facilitan la

aparición de las conductas adecuadas, permiten predecir un tipo de comportamiento

asociado a ellas y favorecen la relación interpersonal, y c) motivacionales, en la medida que


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las emociones proveen de energía suficiente al organismo para la acción (Chóliz, 2005).

Las emociones básicas, según el consenso respecto a su definición y características, son el

miedo, la ira, la tristeza, la alegría, la sorpresa y el asco, las cuales, a su vez, han sido

clasificadas en positivas (alegría y sorpresa) y negativas (miedo-ansiedad, ira, tristeza-

depresión y asco), siendo las tres primeras del segundo grupo las más estudiadas y de

mayor relevancia en los procesos de salud-enfermedad (Piqueras, Ramos, Martínez &

Oblitas, 2009).

El miedo, la ira, la tristeza y el asco son emociones reconocidas en las víctimas de

abuso sexual infantil, de allí que revista particular importancia identificar sus

características, el tipo de actividad fisiológica asociada, los procesos cognitivos implicados,

la función y la experiencia subjetiva, pues esto ayudará a comprender el proceso por el cual

se configura la patología y los síntomas característicos del maltrato infantil, al tiempo que

permite intuir los procesos de intervención que contribuyan al restablecimiento de la salud

(Piqueras et al. 2009).

El miedo suele ser asociado con la ansiedad, entendiendo el primero como una

reacción que sigue a una amenaza real y cuya respuesta es proporcional al estímulo

amenazante, mientras la ansiedad se caracteriza por una reacción desproporcionada e

intensa ante la supuesta amenaza del estímulo (Sierra, Ortega & Zubeidat, 2003). La

reducción de la eficacia de los procesos cognitivos, la obnubilación y la focalización de la

percepción en el estímulo temido son algunos de los procesos cognitivos implicados; entre

las funciones del miedo se distinguen la facilitación de respuestas de huida o evitación de la

situación peligrosa, la reacción inmediata ante los estímulos temidos y la movilización de


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energía suficiente para la acción; en cuanto a la experiencia subjetiva, el miedo genera

aprensión, desasosiego, preocupación por la seguridad y sensación de pérdida de control

(Chóliz, 2005).

La ira es el componente emocional del complejo agresividad-hostilidad-ira, siendo

la hostilidad el componente cognitivo y la agresividad el conductual. La elevada actividad

neuronal y muscular, así como la reactividad cardiovascular son algunas de las reacciones

fisiológicas de esta emoción. Entre los procesos cognitivos se encuentran la focalización de

la atención en los obstáculos externos que impiden la consecución de los objetivos, la

obnubilación y la incapacidad para la ejecución eficaz de procesos cognitivos. Movilizar la

energía necesaria para la defensa o el ataque y eliminar los objetos que impiden la

consecución de los objetivos deseados hacen parte de las funciones de la ira. Las relaciones

interpersonales cargadas de impaciencia, así como la sensación de energía e impulsividad y

la necesidad de actuar de manera inmediata e intensa configuran la experiencia subjetiva de

esta emoción (Carrasco & González, 2006).

La tristeza incluye sentimientos de soledad, apatía, autocompasión, desconsuelo,

melancolía y desánimo. La actividad neurológica elevada y sostenida, junto a un ligero

aumento en la frecuencia cardíaca y la presión sanguínea constituyen las reacciones

fisiológicas características de la emoción. La valoración de pérdida o dañó que no puede ser

reparado, así como focalizar la atención en las consecuencias a nivel interno de una

determinada situación, sumado a pensamientos catastróficos o fatalismo, hacen parte de los

procesos cognitivos asociados a la tristeza. La cohesión con otras personas con estado

anímico similar, la disminución en el ritmo de las actividades y la comunicación a los


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demás de la propia situación para atraer atención son algunas de las funciones reconocidas

de esta emoción. La experiencia subjetiva, por último, está caracterizada por la sensación

de pérdida del ánimo, percepción de desaliento y ausencia significativa de energía (Cuervo

& Izzedin, 2007).

El asco es una emoción negativa y protectora del organismo, pues protege de la

ingestión oral de sustancias y objetos peligrosos o potencialmente contaminantes. A nivel

fisiológico activa el sistema nervioso parasimpático y provoca desmayo y/o vómito. Entre

las funciones se destacan la generación de respuestas de escape o evitación de situaciones

desagradables, además de potenciar hábitos saludables, higiénicos y adaptativos. La

percepción de amenaza de contaminación y la focalización de la atención para evadir los

estímulos desagradables caracterizan los procesos cognitivos. La experiencia subjetiva se

caracteriza por la sensación desagradable a nivel gastrointestinal y el deseo de malestar

provocado por la náusea (Sandín, Chorot, Santed, Valiente & Olmedo, 2008).

Si bien las emociones pueden describirse como si fueran entidades aisladas, ha de

tenerse en cuenta el contexto interpersonal en el que emergen y a partir del cual se

comprende su implicación en la etiología de estados psicopatológicos. Así lo sostienen

Talarn et al. (2013) cuando afirman que “una parte fundamental de las causas de lo

psicopatológico radica en lo relacional, entendido como el historial de vinculaciones

humanas significativas que toda persona atesora en su biografía” (p. 26). Ahora bien, los

vínculos que ejercen mayor influencia en la emergencia de lo psicopatológico se remontan

a las vivencias de la infancia, de allí la importancia que reviste la intervención en víctimas

de ASI, pues en acontecimientos como estos no sólo están involucradas personas


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significativas (padres, otros parientes cercanos), sino emociones tóxicas derivadas de un

tipo de vinculación dañino que afecta la salud física y mental de las víctimas del maltrato.

Si en la etiología de lo psicopatológico está presente el asunto interpersonal, el proceso de

evaluación, diagnóstico e intervención con las víctimas de ASI ha de considerar, de la

misma manera, la dinámica interpersonal en el proceso psicoterapéutico.

La Terapia Interpersonal (TI) fue descrita por Klerman, Rounsaville, Chevron, Neu

y Weismman (1984) como una terapia con un enfoque pluralista, no doctrinario y empírico,

construido sobre la experiencia clínica y la evidencia experimental, que enfatiza las

relaciones interpersonales del paciente, sin desconocer factores genéticos, bioquímicos, del

desarrollo y la personalidad en la génesis de lo psicopatológico (Fernández & Solé, 2003).

Si bien los autores referenciados elaboraron el Manual de Psicoterapia Interpersonal, ha

sido Harry Stack Sullivan el principal y máximo representante de la teoría que sustenta la

psicoterapia, pues planteaba que el sí-mismo de una persona está constituido por las

experiencias de aprobación y desaprobación de otras personas significativas (Valderrama,

2001), de allí que el comportamiento disfuncional o la psicopatología de una persona sea el

resultado de experiencias basadas en relaciones interpersonales entre los pacientes y

personas significativas de su entorno más inmediato (Sloan, Hobson, Leighton, McFarlane

& Law, 2009). La Terapia Interpersonal plantea, entonces, que los problemas en las

relaciones interpersonales son un factor importante en el origen de la problemática del

paciente, aplicando este postulado de manera especial a pacientes deprimidos (Fernández &

Rodríguez, 2011).
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La Terapia Cognitivo-Interpersonal (TCI) de Safran y Segal (1990) constituye una

terapia cognitiva estándar que integra, de un modo riguroso, los desarrollos de la tradición

interpersonal iniciada por Sullivan, centrándose en el rol del vínculo terapéutico y en la

naturaleza de la relación entre procesos cognitivos e interpersonales, donde la persona del

terapeuta es entendida como un ser humano con sus propias dificultades de comprensión y

zonas de sensibilidad que interactuarán inevitablemente con los problemas y puntos

sensibles del paciente; si bien la TCI involucra el componente cognitivo, centra su atención

en la dimensión interpersonal del proceso terapéutico, pues parte del supuesto fundamental

de que los seres humanos son por naturaleza criaturas interpersonales y que ello tiene

profundas implicaciones para el desarrollo humano, la psicopatología y la psicoterapia

(Prado, García & Sánchez, 2013).

La Terapia Interpersonal ha sido empleada en el tratamiento de cuadros depresivos

donde se sustenta el grueso de sus hallazgos (Sloan et al., 2009), ha comprobado su eficacia

en el tratamiento de la fobia social (Lipsitz, Markowitz, Cherry & Fyer, 1999) y en el

síndrome de estrés postraumático (Bleiberg & Makowist, 2005). En los casos de pacientes

con trastornos de somatización la TI hace un énfasis especial en la alianza terapéutica, a

través de un contrato bilateral enfocado en el funcionamiento interpersonal, más que en los

síntomas físicos del paciente (Stuart & Noyes, 2006). Desde la psicología basada en la

evidencia, que pretende legitimar tratamientos y teorías que presentan pruebas empíricas

que respaldan sus resultados, se afirma que la TI ha sido recomendada por la APA

(American Psychological Association), División 12, y por la NICE (National Institute for

Health and Clinical Excellence), como tratamiento eficaz para la depresión y para la

bulimia nerviosa, calificadas con altos niveles de evidencia, así como para la depresión y
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otros trastornos relacionados (distimia, trastorno adaptativos) en adolescentes, calificas con

altos niveles de evidencia, lo mismo para los trastornos por atracón, calificada con niveles

modestos de eficacia (Echeburúa, Salaberría, De Corral & Polo, 2010; Moriana &

Martínez, 2011). Además, ha mostrado su eficacia en comparación a la Terapia Cognitivo

Conductual (TCC) o la medicación antidepresiva en diferentes y rigurosos estudios, incluso

en depresión severa (NICE, 2004).

Uno de los componentes fundamentales de la Terapia Interpersonal es la Alianza

Terapéutica (AT), definida como la relación de colaboración que se establece entre el

terapeuta y el consultante, y los acuerdos sobre los objetivos de trabajo y las estrategias

para lograrlo; esta relación ha de ser recíproca, intencional y activa, pues permanece en

constante negociación y supone un esfuerzo conjunto de las partes a través de la terapia

(Carrero & Escudero, 2009). La relación terapéutica implica una conexión emocional, es

decir, de apego con la figura del terapeuta, así como una dinámica cognitiva, en cuanto

genera esperanza en el tratamiento y disposición para involucrarse en el mismo (Navia &

Arias, 2012). La AT explica hasta el 22% de la varianza de los resultados al finalizar el

tratamiento y el 29% durante el seguimiento; además, es un factor claramente relacionado

con la continuidad del proceso terapéutico (Alcázar, 2007). En relación con la figura del

terapeuta el grupo de trabajo de la División 29 de la APA reportó que el buen desarrollo de

la AT está relacionado con su nivel de formación, experiencia y destreza técnica, así como

con la credibilidad que trasmite y la confianza que tiene en sí mismo. Por otro lado, en los

estudios de psicoterapia individual, como de pareja y de familia, se ha observado que los

consultantes que perciben al terapeuta como poco agradable, prepotente, agresivo,


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impuntual, autoritario, inexperto, criticón, nervioso, distraído o poco interesado tienden a

abandonar el tratamiento (Safran & Segal, 1994; Bermúdez & Navia, 2013).

Las características del terapeuta, según la evidencia, ejercen una fuerte influencia no

sólo en la adherencia al tratamiento, sino en el proceso de modificación o cambio en la

persona del consultante; no son sólo sus habilidades técnicas o la experiencia clínica,

sustentada en una acumulación de conocimiento, sino sus habilidades relacionales las que

impactan positivamente en el curso de la intervención, de allí que resulte importante lo que

Young (2013) define como reparentalización limita, es decir, el esfuerzo que realiza el

terapeuta por ofrecer al consultante un ambiente relacional que sea percibido como estable

y seguro, tratando de crear un contexto vincular donde pueda experimentar un trato

diferente al que recibió en el sistema familiar de origen, con la finalidad de reparar las

emociones dañinas que entonces se generaron y que están implicadas en la patología

presente. En la TI el objetivo es resolver las frustraciones, ansiedades y deseos, dentro del

contexto interpersonal, para lograr un cambio por medio del entendimiento y aceptación de

las circunstancias actuales de la vida de los pacientes, pues no se pretende resolver el

conflicto desde el individuo, sino a partir de la generación de cambios en la organización de

su manera de establecer relaciones interpersonales (Camacho, Orozco, Ybarra &Compeán,

2015).

Desde esta perspectiva el presente artículo pretende mostrar la eficacia de la Terapia

Interpersonal en el tratamiento de las consecuencias psicopatológicas de un caso de abuso

sexual infantil en la vida adulta de la consultante que participó en el proceso terapéutico del

que se da cuenta en las siguientes páginas.


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Método

Identificación de la paciente

Ximena es una mujer de 44 años, casada en la actualidad, sin hijos de esta relación;

tiene dos (2) hijos de relaciones anteriores y de padres distintos; vive con su esposo y su

hijo menor en el municipio de Bello; no terminó sus estudios de primeria y se ha dedicado,

desde entonces, a trabajar como independiente; solicita consulta en enero de 2016. El

motivo de su consulta está relacionado con una serie de acontecimientos que ella denomina

“extraños”, pues experimenta sensaciones corporales que le hacen sentir incómoda, pues

involucran sus órganos genitales; siente la presencia de un personaje que describe como

“un adulto mayor que la mira y se aproxima a ella con intenciones eróticas”; además, su

relación conyugal atraviesa por un momento complejo debido a una serie de deudas que

ella ha contraído en contra de su voluntad, pues se ha sentido presionada por su compañero

sentimental; sumado a lo anterior, reporta una serie de dolores lumbares que no le dejan

dormir y que ella atribuye a “fuerzas oscuras que le quieren hacer daño”.

En la primera sesión se indaga por el nivel de afectación en todas las dimensiones

de su personalidad, a saber: a) Conductual: busca solución desesperada a su situación

recurriendo a diferentes personas (misioneros, videntes) e instituciones (Iglesias cristianas,

grupos de oración), realizando lo que le solicitan sin ningún cuestionamiento; permanece

mucho tiempo en casa para evitar el contacto con las personas y discute frecuentemente con

su esposo, suele llorar a solas y tiene dificultades para conciliar el sueño; b) Afecto: la

consultante reporta que las emociones frecuentes e intensas son el miedo y la tristeza,
19

afirma que “pasa mucho tiempo deprimida”; experimenta, también, ira que a veces no

puede contener, de allí los maltratos verbales para con su esposo; c) Sensación:

experimenta un dolor persistente en la zona lumbar y una serie de palpitaciones en el pecho

que ella describe como “algo que quiere salir de mi cuerpo”; se siente incómoda con una

serie de sensaciones en su vagina y experimenta excitación sexual; reporta que en algunas

oportunidades, mientras duerme, siente la presencia de alguien que se le acerca con

intensiones eróticas; d) Imaginación: cree firmemente que “le están haciendo algo”, de allí

su frecuente visita a personas que le protejan con invocaciones y ungüentos de toda mala

influencia; se ve a sí misma como una mujer atrapada por las circunstancias y con poco

fuerza para afrontar la vida cotidiana; afirma que está sometida por personas más fuertes

que ella; e) Cognición: afirma que el mundo es un lugar inseguro y que las demás personas

tienen, habitualmente, intenciones dañinas; sostiene, además, que ante la maldad de la gente

ella no puede hacer nada, pues no tiene la suficiente fuerza para liberarse de su dominio;

hay presencia de pensamiento mágico; f) Interpersonal: ninguna relación actual le genera

sensaciones de tranquilidad y confianza; suele ser desconfiada y le dificulta exponer sus

verdaderas opiniones o sentimientos; discute con su esposo frecuentemente y se siente

utilizada, económicamente, por él; teme el encuentro con el padre de su hijo, pues lo

considera una persona peligrosa, pues “sabe muchas cosas” (referencia a la brujería); es

distante con sus dos hijos y conflictúa con sus hermanas; g) Biología/Drogas: ha consultado

al médico varias veces para sus dolores lumbares, sin embargo no se ha encontrado

afectación orgánica alguna; no consume ningún tipo de sustancias tóxicas, ni medicamentos

que le hayan recomendado los profesionales de la salud.


20

En su historial no se reportan antecedentes emocionales, cognitivos o conductuales

de enfermedades psiquiátricas, tampoco hay registro de enfermedades orgánicas que

pudieran influir en su normal funcionamiento psicológico. En el desarrollo de la primera

sesión la consultante se muestra interesada en el proceso terapéutico y con disposición a

colaborar en las tareas que se desprendan de la intervención; evidencia habilidades para

establecer la alianza terapéutica y no presenta dificultades para evocar situaciones de la

historia personal y familiar que puedan ayudar a comprender lo que le viene sucediendo; se

muestra preocupada por sus síntomas somáticos, siente una gran necesidad de verbalizar

muchas situaciones a la vez, lo que hace que el discurso aparezca como desorganizado, y

se angustia por no saber qué es lo que le está sucediendo, invocando razones mágicas y

supersticiones para explicar los síntomas. La consultante presenta un adecuado sentido de

orientación en la realidad; la agitación motora, la ansiedad y los estados depresivos

configuran el actual cuadro clínico de Ximena.

Historia del problema

Pertenece a una familia extensa. Fueron doce (12) hijos en total, ocho (8) varones y

cuatro (4) mujeres; ella ocupa el puesto once (11); en la actualidad vive un (1) hermano y

cinco (5) mujeres. En la entrevista Ximena expresa que era la preferida de su padre. Refiere

que abandonó la escuela para trabajar en el negocio de su familia (una tienda), de tal

manera que su actividad no sólo le permitió cancelar las deudas contraídas que amenazaban

con la pérdida del local, sino que el negocio creció exponencialmente. Siguió estudiando en

la nocturna. Después de la muerte de su padre, ella asumió el negocio de la familia y se


21

convirtió en una próspera negociante en el pueblo, lo cual significó dificultades con sus

hermanos y su madre por asuntos de sucesión y de propiedad.

Esta situación, por otro lado, le hizo entrar en contacto con personas importantes e

influyentes en su entorno social y político (alcalde del pueblo), pero también la convirtió en

objeto de extorsiones por parte de grupos al margen de la ley (guerrilla). Se rehusó a pagar

lo exigido por estos grupos y se vio obligada a trasladarse al municipio de Bello donde

emprendió varios negocios y se convirtió en propietaria de varios bienes inmuebles.

Ximena expresa que ha tenido una “suerte linda” y que los negocios le ha permitido ser una

persona con suficientes habilidades sociales.

En medio de su relato, ella refirió que había tenido “unos rollos” con su padre. Al

preguntarle por esas historias, Ximena cuenta que tiene la sensación de haber sido abusada

sexualmente por su progenitor, aunque ella no recuerda que él la haya desvestido o tocado.

Llegados a este punto, la consultante empezó a sentir unos deseos incontenibles de vomitar,

una sensación de desesperación en todo el cuerpo y un deseo de querer agredir (arañar) al

terapeuta. Recordó que entre los 9 y 10 años ella sentía una fuerte sensación erótica en todo

su cuerpo y comenta que eso no era normal para su edad; aun así, no mencionó nada a su

familia.

A la edad de quince (15) años va a vivir con el padre de su primera hija, un hombre

mayor y “mejor amigo” de su padre, por recomendación de su progenitor; ella relata que

aquel hombre la trataba bien y se esforzaba por darle gusto en todo lo que la adolescente

solicitaba; sin embargo, ella se sentía “atrapada” y no desperdiciaba oportunidad para salir
22

con sus amigos del pueblo a bailar y pasarla bien; es en este período donde comienza el

consumo de alcohol. A la edad de veinte (20) años queda embarazada de Jenny, su hija

mayor; esto significó una pérdida de libertad, pues sus obligaciones maternas no le

permitían continuar con el estilo de vida que llevaba; reporta que en este período de su vida

anhelaba retornar a su casa paterna, se encerraba en su habitación y lloraba con frecuencia;

desatendió a su hija en no pocas oportunidades y tuvo ideación suicida.

Retornó, en efecto, a la casa de sus padres abandonando al padre de su hija; ya en el

pueblo, comenzó a salir con otra persona, el padre de su hijo Isaac, con quien estableció

una relación atravesada por el consumo exagerado de sustancias tóxicas (alcohol) y por una

dependencia patológica a nivel emocional y erótico; ella relata que sentía un deseo

irrefrenable por estar íntimamente con esta persona, pero que al mismo tiempo

experimentaba rechazo y se sentía “sucia”. Esta situación la impulsó a consultar personas

del pueblo sobre lo que ella experimentaba, fue así como entró en contacto con el mundo de

las supersticiones que le ofrecieron explicaciones mágicas de su situación personal y

familiar; admite haber participado en varias de esas sesiones y consumir los “brebajes”

recomendados para resolver sus dificultades. Como consecuencia de todo esto, decide

abandonar la relación con el padre de su hijo, pues lo acusa de ser el causante de todos sus

males, pues, supuestamente, él había contratado a alguien para que le hiciera un

“maleficio”.

Estando todavía en el pueblo conoce a Gabriel, su actual esposo, con quien decidió

casarse a los dos (2) meses de haberlo conocido. Ximena no se siente satisfecha en su

actual relación de pareja, por momentos desea separarse y vivir sola, así “no se sentiría tan
23

demandada económicamente por él”; a veces, por el contrario, sueña teniendo hijos con su

esposo, pues éste se lo ha estado sugiriendo. Ha acudido a centros de oración y ha

participado en misas de sanación para liberarse de todas estas sensaciones, que persisten en

la actualidad, aun así no ha experimentado ningún alivio. Las personas que consulta

(misioneras, videntes, sacerdotes) siempre le remiten a causas espirituales o maleficios para

entender lo que sucede en su vida.

Lo que Ximena denomina “rollo con el papá” aparece como el evento vital que

desencadenó una serie de situaciones clínicamente significativas en la consultante. La

relación con su primera pareja, cuando ella contaba con quince (15) años, aparece como

otro precipitante, pues, según relata ella, a pesar de tener más de lo necesario, se sentía

“encarcelada y sin libertad”, anhelando regresar a la casa paterna para estar con su

progenitor; es en esta situación donde Ximena experimentó varios episodios de ansiedad,

depresión y agresividad. La relación con su segunda pareja se presenta como otro

precipitante significativo, pues es allí donde comienza a experimentar sintomatología

somática, ansiedad, celotipia y aparecen por primera vez episodios psicóticos

(alucinaciones).

Entre las situaciones activadoras se puede identificar la influencia de otras personas

que sugieren maneras supersticiosas de entender su malestar somático y que le inducen a

este tipo de prácticas para solucionarlas; la presión social, ya por la dinámica de los

negocios (deudas), ya por la demanda de sus familiares (una hija que tiene dificultades con

el padre de sus hijos); además, la continua presión que recibe por parte de su esposo quien

le exige asumir deudas contraídas por él y se deja, en opinión de Ximena, manipular por su
24

madre. La preocupación por el rendimiento en los negocios se incluye entre las situaciones

activadoras.

Evaluación

Según la Guía para los Informes de Casos Clínicos en Psicología (Virués &

Moreno, 2008) se sugiere que, en el proceso de evaluación, se utilicen herramientas

apropiadas que faciliten la aproximación a un diagnóstico clínico, configurando de este

modo una línea de base que sirva de comparación (A), después de la intervención

psicoterapéutica (B), para establecer en una segunda aplicación de las herramientas la

efectividad del tratamiento (A). Esta es una metodología tipo ABA que ha ido

implementada en el proceso de intervención del que da cuenta el presente reporte de caso.

Durante el proceso de evaluación se utilizaron dos (2) instrumentos estandarizados:

Inventario de Depresión de Beck (Beck, Rush, Shaw & Emery, 1979) y el International

Personality Disorder Examination (IPDE) (Loranger, 1995), adaptado al español por López,

Pérez y Rubio (1996). Se utilizó, también, una entrevista clínica semiestructurada que

permitiera recoger información relevante no proporcionada por las pruebas aplicadas.

1. Inventario de Depresión de Beck (1979). En la validación española del

instrumento (Sanz, 2013) se describe el objetivo de la prueba: avaluar la presencia y

gravedad de síntomas depresivos desde una aproximación cuantitativa. Es útil para evaluar

el progreso terapéutico durante el tratamiento a partir de medidas pre-post test; aun así, no

resulta un instrumento adecuado para hacer un diagnóstico diferencial frente a otros


25

trastornos. Es un instrumento de autoinforme de 21 ítems diseñado para evaluar la gravedad

de la sintomatología depresiva en adultos y adolescentes. En cada uno de los ítems la

persona tiene que elegir, entre un conjunto de cuatro (4) alternativas ordenadas de menor a

mayor gravedad, la frase que mejor describe su estado anímico durante la última semana

incluyendo el día en que completa el instrumento. En cuanto a su corrección, cada ítem se

valora de 0 a 3 puntos en función de la alternativa escogida y, tras sumar directamente la

puntuación de cada ítem, se puede obtener una puntuación total de 0 a 63 (Sanz, Perdigón

& Vázquez, 2003). Para la interpretación de las puntuaciones el instrumento establece unos

puntos de corte: estados anímicos considerados normales (1-10), leve perturbación del

estado de ánimo (11-16), estados de depresión intermitentes (17-20), depresión moderada

(21-30), depresión grave (31-40) y depresión extrema (más de 40). La puntuación de

Ximena ha sido de 24, de esta manera se ubica en un estado depresivo moderado. La

consistencia interna es muy alta tanto en pacientes (alfa de Cronbach medio = .87) como en

muestras de población general (alfa de Cronbach medio = .81). Los resultados obtenidos

con muestras españolas indican una fiabilidad de test-retest de .70 al cabo de tres (3) meses

y un alfa de Cronbach de .82. Distintos estudios (Sanz, 1998; Beck et al., 2010) han

mostrado la sensibilidad al cambio del Inventario de Depresión de Beck (BDI),

encontrándose que la mejoría clínica juzgada por expertos correlaciona alrededor de .80

con los cambios en las puntuaciones en el BDI.

2. Examen Internacional para los Trastornos de Personalidad (IPDE). Es un

instrumento diagnóstico basado en una entrevista clínica semiestructurada compatible con

los criterios de valoración de la CIE-10 y el DSM-IV. Es la entrevista de su tipo más

empleada para la valoración de los trastornos de la personalidad y es la única elaborada


26

sobre la base de pruebas de campo en todo el mundo. El manual del IPDE contiene un

cuestionario para la detección y una entrevista semiestructurada. El cuestionario para la

detección es una forma auto-administrada que contiene 77 ítems en la versión para el DSM

y 59 para la versión del CIE-10. El cuestionario presenta un tiempo de administración de

quince (15) minutos; el tipo de respuesta para cada ítem es una opción entre falso o

verdadero. La puntuación sirve al clínico para identificar a aquellos pacientes cuyos

resultados sugieran la presencia de un trastorno de personalidad; si el cuestionario genera la

sospecha de uno o varios trastornos de la personalidad, se debe realizar la entrevista

completa, de esta manera podrá evaluar la presencia o ausencia de algún trastorno y

establecer un diagnóstico definitivo o probable. La consultante ha puntuado con más de tres

(3) ítems para los trastornos de personalidad paranoide e histriónica, según el módulo CIE-

10. El instrumento es fácil de utilizar y resulta clínicamente significativo. Se ha demostrado

la fiabilidad inter-evaluadores y la estabilidad temporal, que es más o menos similar a la de

los instrumentos utilizados para el diagnóstico de psicosis, alteraciones del estado de

ánimo, trastornos de ansiedad y abuso de sustancias (Esbec & Echeburúa, 2014). La

concordancia y estabilidad temporal del IPDE han sido estudiadas en catorce (14) centros

clínicos de once (11) países de América del Norte, Europa, África y Asia. En el estudio de

campo participaron cincuenta y ocho (58) psiquiatras y psicólogos clínicos como

entrevistadores y observadores de 716 pacientes. La fiabilidad y estabilidad del instrumento

fueron similares a las descritas para otros instrumentos utilizados para el diagnóstico de

psicosis, trastornos del humor, trastornos por ansiedad y por abuso de sustancias (OMS,

1996). Los Kappa para los trastornos de personalidad esquizotípica, personalidad

compulsiva, histriónica, límite y antisocial oscilan entre .70 y .96 (Loranger, Hirschfield,

Sartorius & Regier, 1991).


27

3. Entrevista clínica. En el proceso de evaluación se realizó una entrevista clínica

semiestructurada con la finalidad de obtener mayor información no proporcionada por los

resultados de los instrumentos aplicados (Ardèvol, Pérez, Callén & Bertrán, 2003) y para

obtener otros datos relacionados con la problemática presente de la paciente y la intensidad

de los síntomas, así como la manera de procesar la información, las estrategias de

afrontamiento asumidas en el curso de su vida y el estilo de relación interpersonal

implicado en el mantenimiento del malestar subjetivo. En el proceso de evaluación se

indagaba por la manera como la consultante percibía la relación terapéutica, así como las

expectativas y la participación activa en el proceso de intervención.

Diagnóstico

La información recabada a través de los resultados de las pruebas y la entrevista

clínica semiestructurada permite establecer que el diagnóstico principal, según el DSM-V

(2013), es un trastorno depresivo no especificado (F32.9), con presencia de características

psicóticas asociadas con el estado anímico y características del trastorno de síntomas

somáticos (F45.1) persistente con predominio de dolor. Se identifican, además, problemas

de relación conyugal (Z63.0) que están asociados a un deterioro funcional en los dominios

afectivos, cognitivos y conductuales, así como algunos síntomas de personalidad paranoide

(F60.0) e histriónica (F60.4).


28

Resultados

Los resultados de la evaluación y la información recabada a través de la entrevista

en las primeras sesiones permitieron identificar que las dificultades relacionales de Ximena,

especialmente con su actual pareja, así como la identificación de criterios diagnósticos para

la depresión no especificada y la presencia significativa de síntomas somáticos con dolor

persistente, están estrechamente relacionados con situaciones interpersonales vividas en la

infancia y la adolescencia que la consultante ha considerado no relevantes por “ser del

pasado” o, como ella misma ha señalado, por “haberlos olvidado”.

La experiencia temprana de abuso sexual por parte del progenitor, así como la

exposición a un contexto familiar caracterizado por el distanciamiento afectivo y la

presencia de agresión verbal y física, sumado a un contexto cultural de consumo

generalizado de sustancias (alcohol) y los peligros que esto implica, contribuyeron a la

emergencia de una idea de vulnerabilidad en la consultante. La experiencia de sentir que

otras personas, especialmente varones, pudieran hacerle daño hizo que la consultante

desarrollara un sentimiento de desconfianza ante los demás, de allí que “leyera en las

palabras o gestos de las personas” un indicador de mala intención, lo cual estimuló en ella

un tipo de vinculación interpersonal caracterizada por la distancia afectiva y la

superficialidad. La no implicación afectiva en sus relaciones interpersonales generó en

Ximena un sentimiento de profunda soledad que le llevó a configurar la idea de “estar sola

en el mundo”; esta constatación subjetiva hizo que comprendiera el futuro como una

conquista individual que requería el desarrollo de habilidades para triunfar, especialmente,


29

en los negocios. En efecto, ella se convirtió en una próspera negociante que pronto destacó

por sus habilidades para la administración.

A pesar del éxito laboral y económico, la consultante se sumergía en episodios de

profunda tristeza y llanto frecuente que intentaba aliviar recurriendo al consumo de alcohol

y a un tipo de relaciones sexuales no saludables y compulsivas, generando en ella

sentimientos simultáneos de rabia, fastidio e impotencia, además de provocar intensos

momentos de celotipia. La experiencia de “sentir la presencia de un personaje extraño que

la pretendía sexualmente en las noches” hizo que Ximena desarrollara, además, la idea de

estar “sujeta a fuerzas sobrenaturales” que dominaban su vida y de las cuales sólo podría

liberarse a través de “ritos mágicos” que amigos y familiares le sugerían. Estas ideas

reforzaron en ella el sentimiento de vulnerabilidad que intentaba neutralizar con el éxito

económico, la prosperidad en los negocios y la ingesta de alcohol.

La principal fortaleza de Ximena está relacionada con su buena disposición para el

proceso terapéutico y el deseo de comprender y solucionar lo que ella identifica como

problemáticas que no le permiten “sentirse tranquila y cómoda consigo misma y con los

demás”. Cuenta con un grupo de personas, ajenas al grupo familiar, que le ofrecen apoyo

afectivo y le acompañan en los momentos más complejos; es honesta y trasparente en la

expresión de sus emociones; es una mujer autónoma, emprendedora, inteligente y decidida.


30

Hipótesis Explicativa

Desde la Terapia Interpersonal se explica el surgimiento y mantenimiento de un

trastorno mental a partir del tipo de vinculación a la que ha estado expuesto la persona

desde los primeros estadios del desarrollo humano. De esta manera, las distorsiones

cognitivas y el comportamiento que de éstas se desprende serían explicadas por la presencia

de emociones intensas y dañinas que se desprenden de una manera específica de relación

interpersonal; en otras palabras, de una relación interpersonal, situada en un contexto

específico, se genera una emoción básica que, a su vez, motiva la emergencia de

cogniciones sobre sí mismo, los demás y el futuro, de donde se sigue un tipo de conducta

acorde con la secuencia (Vidal, 2013; Rodríguez, 2013). Ximena ha estado expuesta a un

tipo de vinculación caracterizado por el abuso sexual, la indiferencia y el descuido afectivo,

la agresividad con palabras y gestos, el abandono y el silenciamiento; estas experiencias

interpersonales han dado lugar a las emociones básicas del miedo, la rabia, la tristeza y el

asco las cuales, a su vez, han influido en la emergencia de distorsiones cognitivas,

supuestos, reglas, actitudes y estrategias compensatorias.

La experiencia de abuso sexual en la infancia por parte del padre generó en Ximena

emociones intensas de miedo, rabia y tristeza; el miedo y la rabia se comprenden a partir de

la experiencia de impotencia, no sólo porque el agresor era un varón que dominaba la

situación, sino porque se trataba de la figura paterna de quien se espera provea cuidado y

protección a sus hijos; la impotencia podría implicar sumisión ante situaciones similares o

deseo de autonomía para evitar la dependencia; en el caso de la consultante, el deseo de no

dependencia configuró su manera de verse a sí misma, a los demás y al futuro, de allí que
31

desarrollara el supuesto positivo “si soy buena en los negocios, no tendré que depender de

nadie”, la regla “debo trabajar duro para conseguir lo que quiera” y la actitud “es horrible

tener que depender de otra persona”. Algunos de sus pensamientos automáticos están en

coherencia con el contenido esquemático, a saber, “pedir ayuda es estar en deuda”, “soy

una incompetente si pido ayuda” o “todo el que se acerca tiene una doble intención”. Las

estrategias de afrontamiento implementadas por Ximena están en consonancia con todo el

proceso cognitivo, de esta manera “trabajar excesivamente”, “no confiar en nadie (no tener

socios)”, “anticiparse a las situaciones” y “tener el control” serían consecuencias de todo el

proceso.

La anterior es una manera de tramitar las emociones básicas provocadas por las

situaciones interpersonales vividas; sin embargo, esas mismas emociones estarían

involucradas en otro tipo de cogniciones y estrategias de afrontamiento, a saber: el deseo de

no dependencia implicaría, a su vez, distancia afectiva y relaciones superficiales,

especialmente con los varones, de donde se desprende el supuesto negativo “si me muestro

frágil, querrán abusar de mí”, la regla “debo mostrarme fuerte para que no me hagan daño”

y la actitud “es cruel no poder confiar en nadie”. Vestirse de una manera sugerente y

provocativa, esforzarse por ser el centro de atención en las reuniones sociales y asumir

comportamientos seductores con algunos varones sin involucrarse afectivamente con ellos,

son algunas de las estrategias de afrontamiento que la consultante incorporó en su estilo de

vinculación interpersonal para intentar establecer relaciones significativas sin lograr el

propósito de sentirse respetada, valorada y amada por ellos.


32

Para la Terapia Interpersonal es importante reconocer e identificar el estilo

cognitivo de los consultantes, los supuestos, reglas y actitudes que orientan el

comportamiento, así como las estrategias de afrontamiento que provocan malestar subjetivo

significativo, sin embargo, comprende que estos procesos serían indicadores de un conflicto

interpersonal subyacente que explicaría la emergencia y mantenimiento de los

pensamientos disfuncionales. Desde esta perspectiva, serían las dificultades interpersonales,

evidentes en el análisis anterior, el foco de atención en el proceso psicodiagnóstico de este

modelo de intervención. La depresión, los síntomas somáticos, las dificultades en la

relación con el género masculino, especialmente con su pareja, y los intentos fallidos de

establecer relaciones interpersonales significativas y saludables con los varones, serían

indicadores sintomáticos de un malestar crónico que hunde sus raíces en la historia de

abuso sexual en la infancia que, por su naturaleza, imprime en la persona unos patrones de

vinculación dañinos y desadaptativos que afectan todas las dimensiones de la personalidad.

La psicoterapia propuesta por este modelo de intervención tiene el mismo propósito, a

saber, modificar los estilos de relación interpersonal y reestructurar los esquemas

interpersonales que perpetúan el malestar.

Intervención

A partir de la información obtenida a través de los instrumentos de evaluación y la

entrevista clínica, y teniendo en cuenta la hipótesis explicativa del caso, se articula un plan

de intervención psicoterapéutico basado en la propuesta de Klerman et al. (1984), quienes

recogen en un manual los procedimientos fundamentales de la Terapia Interpersonal para el

tratamiento de la depresión y otros trastornos asociados. Es importante recordar que la TI


33

no es una forma de terapia cognitivo-conductual, pues su meta no es afrontar esquemas

negativos de pensamiento, distorsiones cognitivas o falsas atribuciones. Por supuesto,

trabaja con las cogniciones del paciente, pero de forma no estructurada, sin protocolos

detallados ni tareas o autorregistros a realizar en casa (Heerlein, 2002), pues la atención se

concentra en las problemáticas interpersonales del paciente en el momento presente que

permitirían inferir los conflictos relacionales que dieron origen al malestar subjetivo y, por

su dinámica, los mantienen y perpetúan, de tal manera que la intervención pueda modificar

los patrones vinculares que sustentan la problemática. Según los autores del manual la

intervención tiene sus notas características a tres (3) niveles diferentes: las estrategias, las

técnicas y la actitud terapéutica, dándole especial relieve a las estrategias y a la actitud

terapéutica (Fernández & Rodríguez, 2003), pues las técnicas son utilizadas para alcanzar

los objetivos de los niveles anteriores.

Las estrategias son maneras operativas de alcanzar las tareas (objetivos de la

intervención) que cada fase del tratamiento sugiere. En cuanto a la actitud terapéutica se

refiere, el manual define aquellos aspectos que la diferencian de otras intervenciones

piscoterapéuticas, a saber, a) el terapeuta actúa como abogado del paciente, no es neutral, b)

la relación terapéutica no es analizada como una manifestación de transferencia, c) la

relación terapéutica no es una relación de amistad y d) el terapeuta es activo, no pasivo.

Respecto de las técnicas, el manual describe aquellas utilizadas por la Terapia Interpersonal

recogidas en siete (7) grupos: a) técnicas exploratorias, b) propiciación de los afectos, c)

clarificación, d) análisis comunicacional, e) uso de la relación terapéutica, f) modificación

de conducta y g) técnicas auxiliares (contrato, encuadre, etc.). Todo lo anterior para


34

alcanzar el objetivo fundamental de la TI: modificar el patrón interpersonal que da origen y

perpetúa el malestar subjetivo de la persona (Fernández & Rodríguez, 2003; 2011).

Para una mejor comprensión de este modelo de intervención es importante indicar

que ha sido diseñado en tres (3) fases, a saber, inicial, intermedia y de terminación, cada

una de las cuales está constituida por un número determinado de tareas que se corresponden

con los objetivos de la intervención, seguidas de las estrategias, es decir, las maneras

concretas de alcanzar los objetivos trazados, para lo cual se implementan una serie de

técnicas que faciliten su realización en un número determinado de sesiones. El manual

establece para la fase intermedia un total de cuatro (4) tareas, a saber, duelo, disputas

interpersonales, transición de rol y déficits interpersonales, de las cuales se sugiere trabajar

hasta dos (2) de ellas (Millán & Solano, 2010), tal como aparece en el proceso de

intervención en el presente estudio de caso. Como se ha afirmado, las estrategias tienen un

valor relevante en comparación con las técnicas, pues éstas están en función de aquellas. A

continuación se presenta (tabla 1) las fases del tratamiento, las tareas, las estrategias de la

intervención, las técnicas empleadas y el número de sesiones correspondientes.

Tabla 1. Tratamiento implementado en la intervención

Fase Tareas Estrategias Técnicas Sesión


Controlar los síntomas
Revisar de manera detallada Ejercicios de
Comprender la los síntomas depresivos respiración y de
depresión Instruir al paciente sobre la relajación 1-2
depresión y su tratamiento Historia relacional
Otorgar al paciente el rol de Entrevista clínica
enfermo
Historial relacional
Relacionar la Revisar las relaciones Confrontación
depresión con interpersonales presentes y empática
35

Inicial el contexto pasadas del paciente (en este Técnicas de


interpersonal orden) imaginación 3-4
Establecer el vínculo entre este Recuerdos
tipo de relaciones y los traumáticos
síntomas depresivos Exposición
emocional
Determinar el Establecer los objetivos del
área problema tratamiento Exploración directa
a intervenir Clarificación
Explicar los Presentar el modelo de Psicoeducación 5-6
conceptos intervención Biblioterapia
básicos de la Establecer la alianza
TI terapéutica y el contrato
Descentramiento
Revisar los síntomas dentro y fuera de la
Identificar depresivos sesión
situaciones Poner en relación los síntomas Desmentido
interpersonales depresivos con la disputa experiencial dentro
en las que abierta o encubierta con otro y fuera de la sesión
existen significativo Modificación de
expectativas Determinar la fase en la que se patrones 7-10
no recíprocas encuentra la disputa relacionales
entre la Ayudar a comprender cómo las Reestructuración
paciente y otra expectativas no recíprocas se cognitiva
persona relacionan con la disputa Ensayo de nuevas
significativa Iniciar los pasos que conductas
conduzcan a la resolución de la Establecimiento de
Intermedia disputa límites
Juego de roles
Revisar los síntomas Exposición
depresivos emocional
Relacionar los síntomas Entrenamiento en
Reducir el depresivos con los problemas estilos
aislamiento de aislamiento o desengaño comunicacionales
social del social Reparentalización
paciente y Revisar las relaciones limitada
animar la significativas del pasado Ensayo de nuevas 11-14
formación de incluyendo los aspectos conductas
nuevas positivos y negativos Exposición
relaciones Explorar pautas repetitivas en graduada a nuevas
interpersonales las relaciones pasadas o relaciones
fracasadas interpersonales
Analizar los sentimientos Revalorización del
positivos y negativos del propio concepto
paciente hacia el terapeuta
Explicar la posibilidad de que Técnicas de
Discutir se experimente un período de resolución de
explícitamente duelo problemas
sobre la Evaluar la capacidad de Entrenamiento en
Terminación terminación de reconocer y manejar los habilidades sociales 15-18
la intervención problemas relacionales
36

Planear las estrategias para Planificación de


enfrentar situaciones adversas actividades y
Otorgar al paciente un rol de evaluación de las
empoderamiento mismas

En el intermedio de la fase inicial (sesiones 3-4) la consultante logró identificar el

nexo entre su estilo de vinculación interpersonal y la presencia de síntomas depresivos; esto

le ayudó a comprender que a lo largo de su historia personal ha tenido dificultades para

establecer relaciones íntimas y significativas con el género masculino, lo que explicaría

parte de su malestar. Esta constatación facilitó, por otro lado, la consolidación de la alianza

terapéutica, pues la relación con el terapeuta fue entendida por Ximena como una

oportunidad para desarrollar habilidades interpersonales y establecer un vínculo seguro que

le permitiera adquirir otro tipo de experiencias relacionales.

A partir de la fase intermedia de la intervención (sesiones 7-8) se empezaron a

registrar modificaciones conductuales significativas, a saber, su expresión emocional era

más contenida y los síntomas histriónicos (comportamiento sexual, expresión exagerada de

la emoción y sugestionabilidad) se redujeron considerablemente, alcanzando un mayor

nivel de equilibrio emocional. Su atención se logró focalizar en los asuntos interpersonales

y su relación con la depresión, de allí que se redujeran las interpretaciones de tipo “mágico”

o las “creencias supersticiosas”, lo cual permitió la reducción de los síntomas paranoicos de

la personalidad.

La comprensión del conflicto interpersonal con su actual pareja le permitió a

Ximena identificar las dificultades de vinculación con el género masculino que se remontan

a la relación con su padre. En efecto, los ejercicios de respiración y la relajación progresiva


37

(sesiones 1-2) le permitieron recuperar una serie de recuerdos relacionados con el abuso

sexual a temprana edad (seis años) por parte de su progenitor y las consecuencias

emocionales, somáticas, cognitivas e interpersonales derivadas del acontecimiento

traumático. La identificación de este conflicto vincular, su verbalización y expresión

emocional (llanto, gritos e insultos) permitieron la reducción de síntomas somáticos que la

consultante exponía como parte del motivo de consulta.

Las dificultades vinculares con el género masculino adquirieron una nueva

comprensión a partir de la historia de abuso sexual que Ximena identificó. Reconoció que

sus relaciones interpersonales desde entonces se han caracterizado por la superficialidad, la

falta de implicación afectiva y las relaciones sexuales compulsivas, situaciones que están

involucradas en el diagnóstico principal del trastorno depresivo no especificado. El

entrenamiento en los estilos comunicacionales y los ensayos de nueva conducta (sesiones

11-12) le permitieron a la consultante expresar sus emociones de manera más adaptativa,

especialmente en la relación de pareja, lo que devino en una revalorización de su propio

concepto.

La consultante identificó, además, que una de las consecuencias de esta historia

relacional era la creencia de “no merecer ser amada” o de “ser amada en la medida de

responder a la expectativa de los demás”, especialmente varones, de allí que comprendiera

sus dificultades actuales para establecer límites a su pareja quien, según sostiene, “abusa

económicamente” de ella. Establecer límites fue una de las tareas que se implementaron en

la intervención, de allí que se modificara su rol de proveedora y se situara en la relación de

pareja de una manera distinta y más funcional. Aprendió a responder “no” ante las
38

demandas económicas de su pareja, estableció una serie de prioridades en términos de

inversión y retomó los negocios personales que había descuidado.

Al finalizar la fase de terminación (sesiones 15-17) el estado anímico de Ximena se

logró estabilizar, alcanzando una predominancia eutímica. Las sensaciones corporales y

eróticas que experimentaba de manera involuntaria se redujeron significativamente, así

como las sensaciones de ser observada de manera maliciosa por “un personaje extraño que

aparecía en las noches”. La manera de interpretar lo que le sucedía adquirió características

más racionales y adaptativas, abandonando las explicaciones supersticiosas y mágicas. La

consultante logró organizar sus asuntos económicos a partir del nuevo rol que adoptó en su

relación de pareja, reduciéndose, en consecuencia, los síntomas de ansiedad. Logró,

finalmente, regular sus impulsos sexuales, reconociendo que “ser amada” no equivale a “ser

deseada”, según sus propias palabras.

Obstáculos

En la fase inicial (sesión 2) se presentó una dificultad en la relación terapéutica.

Durante un ejercicio de respiración guiado Ximena se conectó con una serie de recuerdos

que provocaron en ella agitación motora, respiratoria y cardíaca, además de una expresión

emocional poco contenida con presencia de llanto, gritos e insultos; una vez contenidos los

síntomas, la consultante experimentó un deseo incontrolable de lastimar al terapeuta, pues

veía en él la figura paterna que perpetró el abuso sexual; afirmaba que “no veía al terapeuta,

sino a su papá”, de allí el deseo de insultarlo y golpearlo. Se recurrió a ejercicios de

respiración para contener la situación y clarificar lo que estaba sucediendo. Terminado este
39

momento, se recordó que la presencia del terapeuta en el proceso de intervención estaba en

función de apoyar a la consultante en su itinerario de recuperación. A pesar de lo complejo

de la sesión, esto contribuyó a comprender la importancia de la relación terapéutica en el

tratamiento y ayudó a su consolidación.

En la misma fase inicial (sesión 5) la consultante llegó a consulta notablemente

alterada, pues había participado la noche anterior en un “grupo de oración” donde le

aseguraron que las sensaciones corporales, los deseos sexuales incontrolables y su estado

de tristeza recurrente se debían a que el padre de su hijo le “estaba trabajando”, esto es,

había contratado una “bruja” para que le hiciera daño. Se recurrió, nuevamente, a los

ejercicios de respiración para focalizar la atención y devolverle la tranquilidad a la

consultante. Una vez estabilizada se le ayudó a comprender que los síntomas somáticos

están relacionados con los conflictos interpersonales y que la resolución de éstos ayudaría a

la remisión de aquellos. A pesar de la influencia que estas personas seguían teniendo en

Ximena, ella se mostró disponible a dejarse orientar en el proceso terapéutico y a confiar

que en ella misma estaba la solución a sus problemáticas.

A las cuatro (4) semanas de haber concluido el proceso de intervención se revisó el

cumplimiento de las tareas designadas para verificar que se habían implementado algunas

de las técnicas utilizadas en el tratamiento para mantener la mejoría alcanzada. Se constató

que el estado de ánimo de la consultante se mantenía estable, que había aprendido a realizar

los ejercicios de respiración para focalizar la atención y reducir posibles estados de

ansiedad, que los síntomas somáticos se habían reducido a una mínima expresión y las

sensaciones erótico-corporales no se sentían con la misma intensidad, que mantenía el


40

nuevo rol en su relación de pareja y que interpretaba lo que le sucedía desde su historia

interpersonal, tomando distancia de supersticiones o ideas mágicas. En esta misma sesión

se aplicó el Inventario de Depresión de Beck y se obtuvo una puntuación de doce (12),

presentando una leve perturbación del estado ánimo. Se acordó, finalmente, que se haría un

seguimiento cada mes.

Se revisaron, en la misma sesión, las estrategias de afrontamiento implementadas en

el proceso de intervención con el objetivo de consolidarlas en la vida cotidiana de la

consultante y mantener el estado de mejoría. Ante las tensiones por las demandas

económicas de la pareja Ximena mantendría su posición y se esforzaría por comportarse de

acuerdo a sus convicciones, evitando sentimientos de culpa por no responder a las

expectativas de su compañero. Respecto de las nuevas situaciones sociales, relacionadas

con la reactivación de los negocios personales, la consultante tendría la oportunidad de

interactuar con otras personas y aprender a establecer relaciones interpersonales más

significativas e íntimas, especialmente con el género masculino, oportunidad para

consolidar su autonomía y reafirmar el modificado concepto de sí. La posible reaparición

de síntomas somáticos sería interpretada desde la situación interpersonal presente y sus

tensiones anejas, no desde una perspectiva supersticiosa o mágica, al tiempo que se

controlarían con ejercicios de respiración y relajación muscular. En caso de sentir que una

situación le desborda, Ximena recurría a un grupo de personas significativas que

constituyen para ella una red social de apoyo.


41

Discusión

En la Terapia Interpersonal el proceso de evaluación está orientado a identificar las

problemáticas presentes del consultante (Heerlein, 2002) y su relación con situaciones

interpersonales que han estado involucradas en la emergencia y mantenimiento de los

diferentes trastornos mentales. En efecto, un trastorno mental es definido por Sullivan como

una dificultad interpersonal intensa no resuelta que continua generando malestar en la

persona, aunque la experiencia relacional remita a estadios anteriores del desarrollo (Vidal,

2013). La depresión, en consecuencia, es considerada como un trastorno del ánimo cuyas

raíces remiten a una problemática interpersonal que la persona no ha podido resolver y que

sigue interfiriendo en su funcionamiento global.

El tratamiento de la depresión desde la Terapia Interpersonal supone reconocer que

esta entidad clínica hunde sus raíces en situaciones interpersonales que han afectado

considerablemente la vida de quien la padece, de allí que la atención psicoterapéutica se

focalice en los aspectos relacionales actuales del consultante. Como afirman Diéguez,

González y Fernández (2012), lo determinante de la visión estratégica es la idea central de

que la depresión tiene lugar en un contexto interpersonal, como una situación de duelo, una

disputa, un cambio vital o la falta de relaciones, de modo que entender este contexto es

básico para reconocer la depresión, comprenderla, abordarla y tratarla. La Terapia

Interpersonal es, en efecto, junto con la terapia cognitiva y conductual de la depresión, uno

de los métodos más ampliamente validados en los contextos clínicos, gracias a su claridad y

estructura, así como su manualización que facilita la adherencia de los terapeutas al

método y el aprendizaje del mismo (Fernández & Rodríguez, 2011).


42

La Terapia Interpersonal, sin embargo, se distancia de las terapias cognitivo-

conductuales no sólo por la manera de comprender la etiología de la depresión y sus

mecanismos de mantenimiento, sino por el énfasis relacional en el proceso de intervención.

La investigación ha mostrado, por ejemplo, que la falta de una relación de confianza

contribuye a la vulnerabilidad del paciente a la depresión y que las críticas coléricas por

parte del cónyuge, así como un aumento en la frecuencia de las peleas matrimoniales,

suelen preceder el comienzo de un episodio depresivo (Pérez, 2006). Desde esta

perspectiva, la intervención desde este modelo terapéutico busca crear un ambiente

interpersonal que permita tanto al terapeuta como al consultante, en una relación auténtica,

experimentar sentimientos de confianza, validación y aceptación, condiciones necesarias

para una reestructuración emocional que facilite, según la lógica del proceso terapéutico,

una reestructuración cognitiva y conductual (Coderch, 2012; Rodríguez, 2013).

Estos investigadores señalan, además, que la depresión a menudo es un indicador de

la presencia de un contexto interpersonal con disfunciones más generales y que lo que los

terapeutas cognitivos identifican como distorsiones en el pensamiento se podría conceptuar

más apropiadamente como rasgos del intercambio de los pacientes deprimidos con los

ambientes en los que viven. Sus cogniciones podrían ser negativas debido a que son reflejos

de realidad interpersonales que generan tensión y malestar subjetivo. Estos estudios han

sido validados por un grupo de investigadores (Talarn et al., 2013) quienes concluyen que

una parte fundamental de las causas de lo psicopatológico radica en lo relacional,

entendiendo lo relacional como el historial de vinculaciones humanas significativas que

toda persona atesora en su biografía.


43

En consecuencia con lo anterior, la Terapia Interpersonal concentra su atención en

las estrategias y la actitud terapéutica, sin descuidar, por supuesto, las técnicas, de allí que

la relación terapéutica revista un papel fundamental en el proceso de intervención

psicoterapéutica. Una serie de estudios han constatado que la alianza terapéutica (AT) es

uno de los factores comunes que han recibido mayor soporte empírico y es el principal

responsable del cambio en psicoterapia (Corbella & Botella, 2003; Corbella, Balmaña,

Fernández, Saúl, Botella & García, 2009; Norcross & Lambert, 2011; Fossa, 2012;

Bermúdez & Navia, 2013). El terapeuta, entonces, asume un rol que trasciende lo

estrictamente directivo e instructivo, para establecer un tipo de vinculación caracterizado

por la autenticidad, la reciprocidad, la escucha empática, la valoración positiva y la cercanía

afectiva, configurando de esta manera lo que Young et al. (2013) denominan

reparentalización limitada, es decir, la creación real de un ámbito relacional que permita a

la consultante identificar y experimentar modelos alternativos y más adaptativos de

vinculación.

La finalidad de esta estrategia terapéutica está orientada a modificar el concepto de

sí mismo de la persona deprimida, entendiendo este concepto como un conjunto de

hipótesis probables que cada persona se plantea y que son susceptibles de ser confirmadas o

refutadas en el proceso interpersonal generado en el espacio terapéutico (Millon, Grossman,

Millon, Meagher & Ramnath, 2006). Terminada la intervención se comprobó que la

consultante pasó de un nivel de depresión moderada (24 puntos) a una leve perturbación del

estado de ánimo (12 puntos) según la puntuación del Inventario de la Depresión de Beck.

De esta manera, según Sanz (2013), un paciente cuya puntuación ha descendido diez (10)
44

puntos o más, y dicha puntuación es menor de catorce (14) se podría considerar recuperado

de su depresión, lo cual sugiere que la consultante ha logrado una recuperación de su estado

de ánimo concluida la intervención desde la Terapia Interpersonal. En otras palabras, la

modificación del concepto de sí está directamente relacionada con la mejoría del estado de

ánimo.

A pesar de la eficacia que ha mostrado la Terapia Interpersonal en el tratamiento de

la depresión, son escasas las evidencias que señalan igual eficacia en el tratamiento de los

trastornos de la personalidad o los trastornos de síntomas somáticos (Fernández &

Rodríguez, 2003), lo cual implica que hace falta mayor investigación al respecto. Desde la

perspectiva de este estudio de caso se pudo evidenciar que tanto los síntomas histriónicos y

paranoides de la personalidad, así como los síntomas somáticos con dolor focalizado,

estaban estrechamente relacionados con el tipo de vinculación que sostenía la paciente en

su actual relación de pareja y, por supuesto, con la manera desadaptativa de establecer

relaciones interpersonales con el género masculino a lo largo de su historia personal, de

manera especial con la figura paterna y el acontecimiento del abuso sexual en la infancia.

Las interpretaciones supersticiosas y mágicas, por otra parte, eran explicaciones que

obviaban el trasfondo interpersonal de su malestar subjetivo y mantenían el concepto

desfavorable de sí misma.

Para verificar la remisión de síntomas paranoicos e histriónicos de la personalidad

se implementó, en la fase de terminación del tratamiento, el mismo instrumento de

evaluación (IPDE, 1996). A pesar de una disminución sensible en los ítems de ambos

trastornos (de 6 a 2 en paranoide; de 4 a 2 en histriónico), la medida sólo resulta indicativa,


45

pues el instrumento no ha sido elaborado para establecer presencia o ausencia de trastornos

de la personalidad, sino para ofrecer orientación en la entrevista clínica. Existe un

cuestionario elaborado por Bartholome y Horowitz (1991), The Relationships

Questionnaire (RQ), que evalúa los estilos de relación de personas adultas, sin embargo, no

se cuenta con una versión validada y actualizada en español. Estas son otras de las

limitaciones de este estudio de caso, lo que desaconseja la generalización de sus resultados

e invita a la realización de nuevas investigaciones.

Conclusiones

Las estrategias implementadas en el proceso de intervención psicoterapéutica,

especialmente en la fase intermedia, relacionadas con la identificación de situaciones

interpersonales en las que existen expectativas no recíprocas entre la paciente y otra

persona significativa, la reducción del aislamiento social del paciente y la animación para la

formación de nuevas relaciones interpersonales, demostraron eficacia en la reducción

significativa de la depresión y la presencia de características psicóticas asociadas al estado

de ánimo, así como la remisión de los síntomas somáticos con dolor persistente. La

modificación del rol en su relación de pareja, por otra parte, permitió a la consultante el

establecimiento de límites que minimizaron su malestar subjetivo y contribuyeron a

modificar el concepto de sí misma, asumiendo un funcionamiento más adaptativo a nivel

interpersonal, emocional, cognitivo y conductual.

La Terapia Interpersonal ha mostrado eficacia en el proceso de intervención debido

a que concentra su atención en las dificultades interpersonales de la consultante que dan


46

origen a problemáticas particulares. Téngase en cuenta que la depresión, los síntomas

somáticos y las dificultades de vinculación conyugal son comprendidos, desde este modelo

de psicoterapéutico, como síntomas de un conflicto interpersonal relacionado con el abuso

sexual infantil cuyas consecuencias siguen presentes en la vida actual de la persona y su

estilo de vinculación interpersonal, de allí que las estrategias de la intervención se hayan

concentrado en la modificación de los patrones relacionales desadaptativos que perpetuaban

el malestar subjetivo de la consultante.

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