TESIS 11 Corrección - LOS DOGMAS MARIANOS
TESIS 11 Corrección - LOS DOGMAS MARIANOS
TESIS 11 Corrección - LOS DOGMAS MARIANOS
INTRODUCCIÓN
El dogma no es simplemente una verdad que hay que creer ciegamente. Sino que a él se llega
después de años de reflexión, búsqueda teológica, aclaración doctrinal y una definición
solemne, la cual responde al sentir de todo el Pueblo fiel. En el estudio mariológico los dogmas
resaltan la grandeza de la Virgen María en consecuencia de su relación particular con la
persona de Cristo, y por ende con la Santísima Trinidad.
EN LA TRADICIÓN: Los santos Padres durante los tres primeros siglos afirmaron el hecho de
la verdadera Maternidad de María. Así, por ejemplo:
San Ireneo: "Este Cristo, que como Logos del Padre estaba con el Padre… fue dado a luz
por una Virgen".
San Hipólito: "El Verbo descendió del cielo a la Santísima Virgen para que, encarnado en
Ella y hecho hombre en todo menos en el pecado, salvara a Adán, que había perecido ".
(HIPÓLITO, Philosophoumena, X,33: PG 16,34)
San Atanasio: "Por nosotros, tomada carne de la Virgen María, Madre de Dios, hízose
hombre".
San Gregorio Nacianceno: "Si alguno no reconoce a Santa María como Madre de Dios, es
que se halla separado de Dios". (Gregorio Nacianceno Carta 101 PG36,181)
San Cirilo de Alejandría, expositor principal del Concilio de Éfeso escribió: "Me extraña en
gran manera que haya alguien que tenga duda alguna de si la Santísima Virgen ha de ser
llamada Madre de Dios. En efecto, si nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¿por qué razón la
Santísima Virgen, que lo dio a luz, no ha de ser llamada Madre de Dios? Esta es la fe que
nos trasmitieron los discípulos del Señor. Así nos lo han enseñado también los Santos
Padres" (Carta 1,27-30).
También otros santos importantes aportaron a la reflexión.
San Bernardo escribe: “El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen;
asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de ella no fuere otro que el
mismo Dios”.
Santo Tomás: «María es la madre de Jesús, que es Dios. La maternidad de María no se
termina en la humanidad de Jesús, sino en la Persona misma de Jesús; es Él, y no su
humanidad, quien es el Hijo de María». (III, q. 35, a. 4)
DEFINICIÓN DEL DOGMA: el Concilio Éfeso en el año de 431 proclamó que: "Si alguno no
confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que, por tanto, la Santísima
Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea
anatema" A partir del siglo IV, después de la definición Conciliar, emplean ya el término griego
Theotokos (Madre de Dios).
a) María es verdadera Madre: Decir que María es verdadera Madre, significa que Ella
contribuyó a la formación de la naturaleza humana de Cristo, del mismo modo que todas las
madres contribuyen a la formación del fruto de sus entrañas. María es verdadera Madre porque
Jesús es verdadero. También es necesario resaltar que María realizo la misión de su
maternidad en libertad, con un admirable espíritu de reflexión, de acogida consciente.
Finalmente, María fue llamada a transparentar a través de su maternidad física la acogida de
los hombres de buena voluntad a aquel que sería llamado Hijo de Dios.
Esta doctrina fue confirmada por otros dos concilios ecuménicos, el cuarto de Letrán, año 1215
(Ds 801), y el segundo de Lyon, año 1274 (Ds 852), y por el texto de la definición del dogma de
la Asunción en el año 1950 (Ds 3.903), en el que la virginidad perpetua de María es aducida
entre los motivos de su elevación en cuerpo y alma a la gloria celeste. Catecismo de la Iglesia
Católica nos. 498 – 507.
EXPLICACIÓN TEOLÓGICA María, por los méritos de Cristo, fue preservada del pecado
original por decisión divina al ser elegida como la madre de su Hijo, sin ser mencionadas las
consecuencias de ese pecado original. “El misterio de la “llena de gracia” que comienza en el
instante de su concepción, se despliega a lo largo de toda su historia, y se palpa en el ámbito
de la alianza que supone la escucha y la respuesta como persona que se realiza libremente en
la historia.
«La Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente
por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso. Los
relatos evangélicos presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda
comprensión y toda posibilidad humanas. La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa
divina hecha por el profeta Isaías: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo» (CEC
496-497).
Para finalizar hay que decir que la teología se ha dado cuenta de que la virginidad de María
está íntimamente relacionada con otras verdades del Credo, tal como hace notar Urs von
Balthasar: «Los teólogos católicos ¿se habrán quedado tan ciegos que no ven ya como la
virginidad de María está vinculadas al centro de la dogmática? ¿Acaso se quiere empezar a
distinguir una verdad teológica de una verdad histórica en una religión en que se trata
precisamente de la encarnación y, por tanto, de la verdad histórica del contenido central de la
fe»? (Aurelio Fernández 2015)
3. LA INMACULADA CONCEPCIÓN
La Santísima Virgen María, en razón de su dignidad de Madre de Dios, fue desde el primer
instante de su concepción, preservada de toda mancha del pecado original. Esto supone en
María ausencia de pecado, presencia de la gracia santificante, virtudes y dones y, ausencia de
inclinación al mal. Por eso también se le llama La Inmaculada.
EXPLICACIÓN TEOLÓGICA: La teología resalta que María nunca, en ningún momento, fue
presa del pecado, ni siquiera del pecado de origen. Por tal razón se exponen cuatro puntos en
relación a este don que Dios ha dado a María.
La concepción de María: En la concepción de María, engendrada por sus padres, hay que
distinguir la concepción activa, es decir la acción de engendrar por parte de San Joaquín y de
Santa Ana, y la concepción pasiva, o sea, el resultado de la acción de engendrar o el ser
mismo de María, fruto de esa acción. El dogma se refiere a la concepción pasiva, enseñando
que desde el primer instante en que es constituida como persona, lo es sin mancha alguna de
pecado. La concepción purísima de María es un privilegio y don gratuito, concedido sólo a la
Virgen y no a ninguna otra criatura, en atención a que había sido predestinada para ser la
Madre de Dios.
Inmune de toda mancha de culpa original: Por el pecado de nuestros primeros padres ha
quedado la mancha en la humanidad (cfr. Concilio de Trento: Ds791). Ahora bien, como María
fue inmune de la culpa, al ser concebida sin pecado, no tuvo esa culpa y, por ello, tampoco
tenía las consecuencias de esa falta. Esto supone tres cosas:
1. Ausencia de cualquier mancha de pecado. Ella fue inmune al resto de la culpa y de la
pena debidas al pecado original en virtud de que nunca tuvo ese pecado.
2. Llena de gracia santificante. Por lo anterior, al no haber pecado, el alma de María estuvo
llena de la gracia santificante desde el primer instante de su ser y poseía las virtudes infusas
y los dones que acompañan ese estado de santidad.
3. Ausencia de la inclinación al mal. El pecado, que consiste en la aversión a Dios y en la
inclinación desordenada a las criaturas provoca la inclinación al mal que en María no se dio,
puesto que no tuvo jamás pecado alguno.
En previsión de los méritos de Cristo Jesús Salvador: Se dice en previsión de los méritos
de Cristo porque a María la Redención se aplicó antes de la muerte del Señor. Se añade, por
los méritos de Cristo, dado que la redención de la Virgen tuvo como causa meritoria la Pasión
del Señor. En efecto, como Cristo es el único mediador y Redentor universal del género
humano, María como descendiente de Adán recibe igual que todos los hombres la salvación de
Cristo el único salvador.
Durante un largo tiempo, numerosas peticiones de religiosos y laicos pidiendo que la Asunción
corporal al cielo de la Santísima Virgen fuera definido y proclamado como dogma de fe. «Y, de
cierto, nadie ignora que eso mismo fue pedido con ardientes votos por casi 200 padres
conciliares del Vaticano I» (DVM 1). Con la encíclica Deiparae Virginis Mariae el Papa Pío XII,
preguntó a los demás Obispos sobre el dogma y de si este es deseado por el clero y el pueblo.
(DVM 4). La respuesta positiva fue casi unánime.
DEFINICIÓN DEL DOGMA: El Papa Pío XII, en la Bula Munificentissimus Deus, del 1 de
noviembre de 1950, proclamó solemnemente el dogma de la Asunción de María con estas
palabras: “Pronunciarnos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que la
Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue
asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste” (Ds. 2333). El dogma no toca algunas cuestiones
como por ejemplo si la Virgen murió o no, y si la respuesta es afirmativa, si resucitó. Estas
cuestiones han quedado a la libre aceptación y discusión de los fieles, sobre todo de los
teólogos.
a) el significado de la fórmula señala que la Asunción de María no hay que aplazarla hasta el
final de los tiempos, como sucederá con todos los hombres, sino como hecho que ya ocurrió; y,
además que el cuerpo santísimo de la Virgen no sufrió descomposición alguna, como ocurre
con los cadáveres.
La glorificación celeste del cuerpo de Santa María: Este es el elemento esencial del dogma
de la Asunción. Enseña que la Virgen, al término de su vida en este mundo, fue llevada al cielo
en cuerpo y alma, con todas las cualidades y dotes propias del alma de los bienaventurados e
igualmente con todas las cualidades propias de los cuerpos gloriosos. Se trata, pues, de la
glorificación de María, en su alma y en su cuerpo, tanto si la incorruptibilidad y la inmortalidad le
hubieren sobrevenido sin una muerte previa como si le hubiesen sobrevenido después de la
muerte mediante la resurrección. En conclusión, se puede afirmar que María estuvo exenta de
todo pecado. También tuvo la plenitud de gracia y santidad correspondientes a su condición y
dignidad de ser la Madre de Dios. Uno de los principios teológicos fundamentales para justificar
la Asunción de María en cuerpo y alma al cielo fue aducido por el papa León Magno (440-461):
«Si Adán hubiera actuado perseverantemente según esta incomparable dignidad concedida a
su naturaleza, observando la ley que le fue dada, su alma intacta habría sido conducida a la
gloria celestial con aquella parte de él mismo que era su cuerpo»
El premio o castigo del alma para todo hombre es inmediato a la muerte. Por consiguiente,
resulta sencillo entender que el premio del alma de María por su excelsa santidad estaba ya
decidido, esto es, su glorificación; por ello, resultaría superflua la definición si no tratara sobre
todo de la glorificación inmediata del cuerpo, que es en lo que consiste el privilegio de la
Asunción. El Concilio Vaticano II se expresa de modo semejante cuando dice: “La Madre de
Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es imagen y
principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra
precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de
consuelo, hasta que llegue el día del Señor” (Const. dogm. Lumen gentium, n.68; cfr.
Sacrosanctum Concilium, n.103).
REFERENCIAS: