ANOMALIAS

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Tema 2: La historia de la lengua, los orígenes del estudio

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ÍNDICE DEL TEMA:

1.- LA GRAMÁTICA TRADICIONAL.

2.-“NATURALEZA” Y “CONVENCIÓN”.

3.-ANALOGISTAS Y ANOMALISTAS.

4.-LA GRAMÁTICA GRIEGA.

5.-EL PERÍODO ROMANO.

1.- LA GRAMÁTICA TRADICIONAL.

—Orígenes filosóficos de la gramática tradicional:

—La gramática tradicional, como tantas otras de nuestras tradiciones académicas, se remonta a la
Grecia del siglo V antes de Cristo. Para los griegos, la “gramática” fue desde el principio una parte
de la “filosofía”;
—es decir, una parte de la problemática general sobre la naturaleza del mundo que les rodeaba y
sobre sus propias instituciones sociales.

2.-“NATURALEZA” Y “CONVENCIÓN”.

— En la reflexión sobre la naturaleza y el hombre: su autoconciencia, el anhelo de felicidad, el


contrasentido de la muerte, las paradojas de la libertad… se acaba, pronto, en reparar en el
lenguaje: lo que nos sirve para darnos, para amar, para entendernos, algo en cierto sentido
consustancial y, a la vez, diverso en acentos, en lenguas, equiparable para discutirlo. Una primera
reflexión que se plantea uno es: hablamos así por un imperativo natural, hablamos como
comemos, o lo único natural es la capacidad del lenguaje y el lenguaje en sí mismo es pura
convención. El lenguaje, al nacer, ¿es una potencialidad? Una manera de aclarar esta cuestión es la
del estudio: ¿son necesarias las relaciones entre forma del lenguaje y palabra?

—Los filósofos griegos debatieron sobre si el lenguaje se debía a “naturaleza” o a “convención”.


Esta oposición entre “naturaleza” y “convención” llegó a ser un lugar común en la especulación
filosófica entre los griegos. Decir que una institución determinada era “natural” implicaba que
tenía su origen en principios inmutables ajenos al hombre en sí mismo (y que era, por tanto,
inviolable); decir que era “convencional” implicaba, en cambio, que se trataba de un mero
resultado de la usanza y la tradición (es decir, de algún acuerdo tácito, o “contrato social”, entre
los miembros de la comunidad; un contrato que, desde el momento en que había sido hecho por
hombres, podía ser roto por los hombres).
1 Introducción a la Lingüística Teórica. John Lyons [Profesor de Lingüística General. Universidad de
Edimburgo] Editorial Teide, Barcelona, 1971.

2 Muchos de los habituales libros de texto sobre lingüística se muestran refractarios y son poco de
fiar en sus referencias a la gramática tradicional (v. gr. Bloomfield, Language; Jespersen, Language;
Saussure, Curso). Para una lectura introductoria ulterior cabría recomendar los siguientes: Robins,
Short History; Dinneen,

Introduction; Arens, Sprachwissenschaft; Kukenheim, Esquisse; L´eroy, Grands Courants; Mounin,


Historia; Sandys, Short History.

3 Para los orígenes de la teoría gramatical griega, cf. Forbes, Greek pioneers; Koller, Anfánge.
Sobre los estoicos, cuya importancia se ha menospreciado con frecuencia, cf. Barth, Stoa; Barwick,
Probleme; Poblenz,

Begründung.

—En las discusiones sobre el lenguaje, la distinción entre “naturaleza” y “convención” se encauzó
principalmente sobre el problema de si había algún vínculo necesario entre el significado de una
palabra y su forma4.

—Los partidarios extremistas de la escuela “naturalista”, como Cràtilo – cuyos puntos de vista
describe Platón en su diálogo de este nombre-, sostenían que todas las palabras eran realmente
apropiadas “por naturaleza” a las cosas que significaban. Aunque esto podía no parecer siempre
evidente al lego, ellos dirían que podía ser demostrado por el filósofo capaz de captar la “realidad”
que yace tras la apariencia de las cosas.

—Así nació la práctica consciente y deliberada de la etimología. El término mismo (formado a


partir de la raíz griega etymo-, que significa “verdadero” o “real”) denuncia su origen filosófico.
Poner al descubierto el origen de una palabra y con ello su “verdadero” significado equivalía a
revelar una de las verdades de la “naturaleza”.

—Se admitían varios caminos por los cuales la forma de una palabra podía hacerse “naturalmente”
apropiada a su correspondiente significado. Se trata de buscar un nexo “natural” muy claro entre
la forma física de la palabra y lo que significa.

A.    

La onomatopeya es el tipo de palabras que más se ajusta a esa circunstancia. Era escuetamente la
palabra griega que significa “creación de nombres”. El hecho de que este término fuese restringido
por los gramáticos para indicar palabras que “imitan” los sonidos que denotan refleja el punto de
vista mantenido por los “naturalistas” griegos (particularmente los filósofos estoicos) de que tales
palabras forman la serie básica de “nombres” a partir de la cual el lenguaje se ha desarrollado. El
parentesco fundamental entre una palabra y su significado era el de “nombrar”, de modo que
originariamente las palabras eran “imitaciones” de las cosas que nombraban. Las palabras
onomatopéyicas formaban el núcleo del vocabulario.
—En primer lugar, había un grupo relativamente pequeño de palabras, como relincho, balido,
grito, runruneo, zumbido, etc. -para usar ejemplos del español y no del mismo griego-, que en
cierto grado eran “imitaciones” de los sonidos a que aludían.

—Una categoría diferente, aunque emparentada, comprendía palabras (cu-cu, ki-ki-ri-ki, etc.) que
eran “imitaciones” de una clase particular de sonido, pero que denotaban más bien la fuente del
sonido que el sonido mismo.

B.

Pero las palabras onomatopéyicas son relativamente pocas. El origen “natural” de las otras se
demostraba refiriéndolas a uno o más de sus sonidos constitutivos. Se sostenía que determinados
sonidos sugerían, o “imitaban”, ciertas cualidades físicas o actividades, y se les clasificaba como
“suaves”, “ásperos”, “líquidos”, “masculinos”, etc. Por ejemplo, podía afirmarse, en el espíritu de
los “naturalistas”, que “l” es un sonido líquido, y que por lo tanto las palabras líquido, lago, etc.,
contienen un sonido “naturalmente” apropiado a su significado. El término moderno para este
tipo de parentesco entre los sonidos constitutivos de las palabras y su significado, en tanto que se
supone rasgo distintivo del lenguaje, es el de simbolismo fónico.

4 El empleo que aquí se hace de “forma” -equivalente al de signifiant, “significante”, en Saussure-


se refiere, naturalmente, al conjunto de elementos fónicos o gráficos que constituyen la “señal”
exterior e identificable de toda “palabra”. Equivale asimismo a plano de la “expresión” en
oposición a plano del “contenido”.

C.

Después de tan amplia atención sobre la onomatopeya y el simbolismo fónico, los etimologistas
griegos aún tenían muchas palabras que explicar. En este punto invocaron varios principios en
virtud de los cuales las palabras podían haber derivado una de otra o

estar relacionadas entre sí, y éstas fueron codificadas a su vez según los principios tradicionales de
la etimología. No entraremos aquí a considerar estos principios, excepto para mencionar que se
clasificaban en dos tipos:

—Para el primero, el significado de una palabra podía ser ampliado bajo la acción de un nexo
“natural” entre su aplicación primaria y otra secundaria: cf. la boca de un cañón, el cuello de una
botella, etc. (Son ejemplos de metáfora, uno de los numerosos términos introducidos por los
griegos, que ha pasado a las gramáticas tradicionales y a las obras de estilística).

—Para el segundo, la forma de una palabra podía derivarse a partir de otra mediante adición,
pérdida, substitución y transposición de sonidos (admitiendo cierto vínculo “natural” entre los
significados de las dos palabras). Gracias a un uso sin rigor y muy liberal del segundo tipo de los
principios -el que opera sobre la forma de una palabra-, es por lo que los “naturalistas” pudieron
mantener su posición, mientras forcejeaban por ser capaces de derivar todas las palabras a partir
del grupo primario de palabras de origen “natural”5.

3.-ANALOGISTAS Y ANOMALISTAS.
—La controversia entre “naturalistas” y “convencionalistas” fue endureciéndose durante siglos y
dominando todas las especulaciones sobre el origen del lenguaje y el parentesco entre las palabras
y sus significados respectivos.

—Su importancia para el desarrollo de la teoría gramatical reside en que acrecentó las
investigaciones “etimológicas” que estimularon y mantuvieron el interés de los eruditos en
clasificar las relaciones entre las palabras.

—Para bien o para mal, colocó el estudio de la gramática en el entramado de las disquisiciones
generales de la filosofía (relación con la realidad de la lengua).
—Por razones que no necesitan ser discutidas aquí, la controversia entre “naturalistas” y
“convencionalistas” derivó algo más tarde (más o menos desde el siglo II antes de C.) en una
disputa acerca de en qué medida el lenguaje era “regular.

—Las palabras griegas para regularidad e irregularidad en el sentido de estos términos son
“analogía” y “anomalía”. Así, a aquellos que sostenían que la lengua era esencialmente sistemática
y regular se les denomina generalmente “analogistas”, y a los que adoptaron la postura contraria
se les llama “anomalistas”6.

5 Cf. lo que Platón hace decir a Sócrates en uno de los múltiples párrafos del Cratilo que obedecen
a esta misma posición: “Tanto da que la misma cosa quede significada por medio de unas sílabas o
de otras; ni siquiera cuenta que añadamos o quitemos alguna letra, mientras en el nombre quede
expresada con toda la fuerza la esencia de la cosa” (393 d).

6 Hay que observar que el término “analogía” también viene empleado aquí en el sentido más
particular de “proporción” matemática, como cuando decimos, por ejemplo, que la proporción 6:3
equivale a la proporción 4:2, 2:1. etcétera. (El término “proporción” procede de la traducción
latina de la palabra griega analogía). El razonamiento “analógico” fue ampliamente aplicado por
Platón, Aristóteles y sus continuadores en el estudio de las ciencias. Sobre la base de una
proporción como hombre / hombres podemos formar “analógicamente” millares de otras
palabras: caballo / caballos, dama / damas. etc.

Los analogistas consagraron sus esfuerzos al establecimiento de:

1.

los diversos modelos en virtud de los cuales pudieran ser clasificadas las palabras regulares de la
lengua (el término tradicional de “paradigma” es sencillamente la palabra griega que indica
“modelo” o “ejemplo”)7.

2.

Los anomalistas sostenían que la lengua, como producto de la “naturaleza”, era sólo parcialmente
susceptible de ser descrita en términos de modelos analógicos de formación, y que había que
conceder la debida atención al “uso”, aunque alguna parte de este “uso” fuese tal vez “irracional”.
Los anomalistas no negaban que existen
regularidades en la formación de palabras en la lengua, pero señalaban:

—a) los numerosos ejemplos de palabras irregulares para cuya formación no es válido el
razonamiento analógico (crisis / crisis, etcétera) y
—b) también la multiplicidad de diferentes “analogías” que debían admitirse en palabras de la
misma clase (este fenómeno es más notorio en griego y en latín que en español.

—c)También prestaron atención al hecho de que el parentesco entre la forma de una palabra y su
significado era con frecuencia “anómalo”: por ejemplo, los nombres de las ciudades de Tebas o
Atenas son plurales en griego a pesar de que denotan ciudades singulares; una de las palabras
griegas que significan “niño” (paidíon) es de género neutro cuando en realidad los niños sólo
pueden ser varones o hembras (cf. la palabra alemana Kind (“niño”), que es también neutra:
ejemplos de este tipo de “anomalía” podrían aducirse a partir de muchas lenguas).

—d) Otro caso de “anomalía” fue suministrado por la existencia de la sinonimia (dos o más
palabras con el mismo significado) y la homonimia (una forma con dos o más significados). Si la
lengua era realmente un producto de una “convención” humana, no sería de esperar que se
encontraran “irregularidades” de estos tipos, y, si existieran, serían corregidas.

—Que la disputa entre “analogistas” y “anomalistas” no se liquidara de una vez para siempre por
parte de los griegos es algo no del todo sorprendente. En primer lugar, la distinción entre
gramática descriptiva y gramática prescriptiva (o normativa) no estaba claramente establecida (es
decir, la distinción entre describir cómo la gente habla y escribe realmente y prescribir cómo debe
hablar y escribir.

—En consecuencia, el “analogista” trataría de “corregir” cualquier “anomalía” aparente con la cual
pudiera encontrarse antes de cambiar sus ideas sobre la naturaleza de la lengua.
—En segundo y más importante lugar, desde el momento en que las “irregularidades” sólo pueden
ser determinadas con relación a las “regularidades” de las cuales difieren, lo que es “irregular”
desde un punto de vista, desde otro puede ser considerado como “regular”.

—La historia de la controversia entre “analogistas” “y “anomalistas” está lejos de ser clara. Se
conoce su primitivo desarrollo sólo por fragmentos, o a partir de citas y comentarios en las obras
de autores más tardíos; y es posible que éstos (en particular Varrón, gramático romano del siglo
primero después de C.) hayan llegado a exagerar las diferencias entre las dos partes de la
controversia9.

7 Cf. en 2.3.3 y ss. el sentido moderno del término “paradigma” o, mejor, de,” plano
paradigmático” en oposición a “plano sintagmático”.

8 El autor se refiere a lo que más tarde denomina “modelos de formación”, frente a “reglas de
formación” (cf. 5.3.8), de los cuales son ejemplo las “declinaciones”, para nombres y adjetivos, y
las “conjugaciones”, para verbos. En español, subsisten, como se sabe, tres modelos o “analogías”
principales para el verbo, que la gramática tradicional ha clasificado a partir de las terminaciones
-ar, -er, -ir, del infinitivo.
9. Sobre la posibilidad de que Varrón tergiversara las fuentes, a propósito de la controversia entre
analogistas y anomalistas, cf. Fehling, Varro, y también Dihle, Analogie.

—El período alejandrino.

—Con la fundación de la gran biblioteca en la colonia griega de Alejandría a principios del siglo III
antes de Cristo, esta ciudad se convierte en un centro de intensa producción cultural y de
investigación lingüística.

—Los manuscritos de los autores antiguos, y en particular los que contenían los poemas
homéricos, habían sido hasta entonces alterados intolerablemente.
—Mediante la confrontación de las diferentes versiones de la misma obra, los eruditos
alejandrinos de los siglos tercero y segundo antes de C. intentaron restaurar el texto original y
disociar las obras genuinas de las espúreas.

—Puesto que la lengua de los textos clásicos era diferente en muchos aspectos del griego que se
hablaba entonces en Alejandría, empezaron a divulgarse comentarios textuales y tratados
gramaticales para elucidar las diversas dificultades que podían estorbar al lector de los primitivos
poetas griegos.

—La admiración que dispensaron a las grandes obras literarias del pasado fortaleció la creencia de
que la lengua en que habían sido escritas era intrínsecamente más “pura”, más “correcta”, que la
cotidiana habla coloquial de Alejandría y los demás centros helenísticos.

—Este tipo de orientación erigido por el clasicismo alejandrino en el estudio del lenguaje contenía
dos errores fatales (ambos pueden ser referidos a lo que llamaré la “falacia clásica” en el estudio
del lenguaje):

—El primero concierne a la relación entre lenguaje escrito y lenguaje hablado.

— El segundo error inherente a la mentalidad alejandrina en el estudio del lenguaje consistía en la


suposición de que la lengua de los escritores áticos del siglo V era más “correcta” que el habla
coloquial de su propio tiempo; y en general que la “pureza” de una lengua se mantiene gracias al
uso de los hablantes instruidos, mientras que la “corrupción” se debe a los iletrados.

4.-LA GRAMÁTICA GRIEGA.

—Tratemos ahora de referirnos a algunos de los más importantes rasgos del análisis gramatical
que los griegos llevaron a cabo sobre su propia lengua10.

10 A aquellos que están familiarizados desde la escuela primaria con las diversas categorías
gramaticales que se empleaban en las descripciones tradicionales del griego, les podría muy bien
parecer que el establecimiento de estas mismas categorías y no otras se impone inmediatamente
por sí mismo a todo aquel que acomete la tarea de analizar esta lengua. Aun el más superficial
conocimiento de la historia de la erudición gramatical de los griegos nos muestra que esto no es
cierto. El análisis particular que se refleja en las habituales gramáticas escolares de griego estaba
lejos de ser evidente por sí mismo, pues se necesitaron alrededor de seis siglos para elaborarlo
(desde el siglo IV a. C. hasta el siglo II d. C.).
Además, ni es el único análisis posible, ni siquiera es, tal vez, el mejor. En cualquier caso, no hay
ninguna razón para decir que los procedimientos, levemente distintos, para describir la lengua y
favorecidos por algunos de los gramáticos griegos son forzosamente inferiores a los que se
adoptaron con el tiempo y se mantuvieron hasta la posteridad como la gramática de la lengua
griega. En la breve relación que sigue acerca del desarrollo histórico sobre el tradicional armazón
de la gramática no trataremos con detalle las diversas categorías reconocidas por los griegos y sus
sucesores. Tal discusión la posponemos para cuando el terreno sea más propicio en los siguientes
capítulos.

—Protágoras, uno de los primeros y más influyentes sofistas del siglo V, se acredita con la
distinción de tres géneros en griego.

—Y es Platón (hacia 429-347 a. C.) quien, por primera vez al parecer y de un modo explícito, hizo
una distinción entre nombres y verbos. Cabe puntualizar, sin embargo, que las dos clases de
palabras definidas por Platón como “nombres” y “verbos” no eran coextensivas con las clases a las
que se aplicó esta denominación en los sistemas de análisis más tardíos.

—Aristóteles (384-322 a. C.) mantuvo la distinción platónica entre “nombres” y “verbos”, pero
añadió una nueva clase distinta: la de las “conjunciones” ( bajo este término, Aristóteles incluía
todas las palabras que no eran miembros de las clases mayores, “nombres” y “verbos”).

— Incluso adoptó también de sus predecesores la triple clasificación del género. Observó, sin
embargo, que los nombres de muchas “cosas” (así había denominado Protágoras el tercer género,
o “neutro”) eran desde el punto de vista gramatical o bien “masculinas” o bien “femeninas” en
griego, de modo que introdujo el término de “intermedios” para referirse al tercer género. (Más
tarde, lo que no era ni “masculino” ni “femenino” fue llamado, simplemente, “ninguno”, que es la
traducción latina de lo que nos ha dado el término tradicional de “neutro”).

—Un progreso más significativo que debemos a Aristóteles es el reconocimiento de la categoría


tiempo en el verbo griego, al advertir que ciertas variaciones sistemáticas en las formas del verbo
podían ser correlativas de nociones temporales como “presente” o “pasado”. Su enseñanza en
este punto está con todo (y aunque más explícita que la de Platón) lejos de ser clara.

—Se imponen dos observaciones:

—La primera es que la definición de las clases gramaticales mayores, “nombres” y “verbos”,
estaba referida a puntos de vista lógicos; es decir, como constituyentes de una proposición.
—La segunda es que lo que hoy llamamos verbos y adjetivos estaban insertos en la misma clase.
Incluso cuando los gramáticos griegos más tardíos abandonaron la clasificación establecida por
Platón no la reemplazaron por el sistema tripartito de nombres, verbos y adjetivos -que nos son
familiares a nosotros, sino que la substituyeron por otro sistema bipartito que contenía juntos lo
que llamamos nombres y adjetivos. Poca atención se prestó al principio a las palabras que no eran
miembros de las clases mayores. La división de las palabras en nombres, verbos y adjetivos no se
introdujo hasta la Edad Media.

—Entre las diversas escuelas de la filosofía griega, fue la de los estoicos la que concedió mayor
atención al lenguaje.
—Una de las primeras y más decisivas distinciones que establecieron fue la que existe entre forma
y significado, “lo que significa” y “lo que es significado”. En su mayoría eran “anomalistas” que
insistían en la falta de correspondencia entre palabras y cosas y en los aspectos ilógicos del
lenguaje.

—Los eruditos alejandrinos llevaron adelante la labor de los gramáticos estoicos. Y fue en
Alejandría donde lo que hoy llamamos gramática “tradicional” del griego quedó más o menos
definitivamente establecido.

—Los gramáticos alejandrinos eran “analogistas”; y su rastreo de regularidades en la lengua les


indujo a establecer “cánones”, o modelos, de flexión.
—La gramática de Dionisio Tracio (segunda mitad del siglo II a. C.) fue, en nuestra opinión, la
primera descripción gramatical extensa y sistemática que se ha divulgado en el mundo occidental.

5.-EL PERÍODO ROMANO.

—Los gramáticos latinos dependieran casi por completo de sus númenes griegos. La influencia
tanto de los alejandrinos como de los estoicos se hace bien patente en la obra de Varrón sobre la
lengua latina (siglo I a. C.).

—La controversia entre “analogistas” y “anomalistas” se mantuvo viva y, junto con otros temas
gramaticales, se convirtió a menudo en tema de insubstanciales tertulias. El mismo César escribió
un tratado gramatical, De analogía (que dedicó a Cicerón), en medio de sus campañas militares en
la Galia.

—Las gramáticas de Donato y Prisciano -propuestas para la enseñanza y utilizadas como manuales
a través de toda la Edad Media hasta el siglo XVII- estaban dedicadas a describir no la lengua
contemporánea a ellos, sino la de los “mejores escritores”, especialmente Cicerón y Virgilio, con lo
que perpetuaron lo que he dado en llamar la falacia “clásica” en el acceso a la descripción
lingüística.

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