Oiv - Separata-Ib
Oiv - Separata-Ib
Oiv - Separata-Ib
1
Cf. P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 55.
2
Cf. J. C. Turro – R. E. Brown, Canonicidad, en Comentario bíblico San Jerónimo, I,
Cristiandad, Madrid 1971, p. 52. La inspiración es el factor decisivo para la formación
del canon. La expresión griega κανων deriva de la palabra sumerio-babilonia qaneh
(=caña), que gradualmente pasa a significar vara de medir utilizada por los albañiles y
carpinteros. La palabra κανων es utilizada por primera vez para referirse a la
colección de libros inspirados por San Atanasio en su célebre carta pascual (año 367).
El adjetivo canónico aplicado a los libros bíblicos se encuentra por primera vez en el
Concilio de Laodicea (año 360) y en también en la carta pascual de San Atanasio (año
367).
Pero antes del Concilio de Trento las autoridades eclesiásticas ya
reconocían valor canónico a casi todos los libros bíblicos. Ya para el siglo
IV, cuando el cristianismo se convierte en religión oficial del imperio
romano, los concilios de Hipona (393) y de Cartago (397 y 419), el canon
bíblico estaba prácticamente definido. Así pues, la primera colección o lista
oficial y completa de los libros que forman el canon que ha llegado hasta
nosotros es la del Concilio de Cartago (397)3.
2
1. DIVERSOS CÁNONES
Cada comunidad tiene su canon. El canon hebreo contiene sólo aquellos
libros que para los cristianos terminaron formando el Antiguo Testamento y
que los judíos llaman TaNaK4, un acrónimo formado por el inicio de las tres
palabras que designan las tres partes de la Biblia: Torah (Ley), Nebi’im
(Profetas)5 y Ketubim (Escritos).
3
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 95.
4
Cf. A. Artola – J.M. Sánchez Caro, Biblia y Palabra de Dios, o c., p. 69.
5
Cf. Th. Römer – J-D. Macchi. Ch. Nihan (Eds.), Introducción al Antiguo Testamento, o.
c., p. 34. Los nebi’im se abren con los llamados profetas anteriores, que contienen
el relato de la historia de Israel, relato que se vincula directamente con el
Pentateuco. Luego vienen los profetas posteriores, que contienen la colección de
oráculos relativos a esta historia. Así pues, se yuxtapone el relato y los textos
probatorios.
griega. En este aspecto el canon de los protestantes es idéntico al de los
judíos. Sólo divergen en el orden de los libros.
Los siete libros excluidos por los judíos y los protestantes son llamados
deuterocanónicos por los católicos y αποκρυφοι (apócrifos=ocultos,
secretos, falsos)6 por los protestantes. Se trata de los siguientes: Tobías,
Judit, Sabiduría, Sirácida (Eclesiástico), Baruc (más carta de Jeremías), 1-2
Macabeos y las secciones griegas de Ester y Daniel comprendidas en la
3
versión griega de los LXX. El Sirácida (Eclesiástico) se escribió
originalmente en hebreo, pero este texto se perdió y se conservó la
traducción griega hecha por el nieto del autor (Jesús, hijo de Sirá=Bensirá)7.
Cuatro manuscritos hebreos de este libro, todos fragmentarios se
descubrieron en la geniza (almacén o depósito donde se conservaban los
libros en desuso) de la sinagoga de El Cairo. Algunos libros
deuterocanónicos fueron probablemente escritos en hebreo, por ejemplo, los
libros de Judit y 1 Macabeos, mientras que la versión original de Tobías se
redactó en arameo8.
Los libros sobre los que las confesiones cristianas no se ponen de acuerdo
en lo relativo su canonicidad podrían ser incluidos todos en la tercera parte
de la Biblia hebrea, los llamados Escritos, que tienen, ciertamente, menos
6
Cf. A. Artola – J.M. Sánchez Caro, Biblia y Palabra de Dios, o c., p. 66.
Etimológicamente la palabra αποκρυφος significa cosa escondida y oculta, designaba en
principio aquellos libros que se destinaban al uso privado de los adeptos de una secta.
Después la palabra vino a significar libro de origen dudoso cuya autenticidad se
impugnaba; finalmente el término significó escrito sospechoso de herejía o, en general
poco recomendable.
7
Cf. Nota de la Biblia de Jerusalén latinoamericana, Desclée De Brouwer, Bilbao 2014,
p. 1017.
8
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 96.
pesos que los libros de la Ley y los Profetas. En general, estos libros son
también menos leídos y comentados.
9
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 97.
Leningrado (Rusia), fue concluido en el 1009, y, por consiguiente es el
códice bíblico completo más antiguo que poseemos 10.
En el mismo libro del Sirácida, escrito hacia el año 180 a.C., encontramos
algunas alusiones claras a la existencia de colecciones de libros sagrados,
10
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 98.
11
Cf, Ibíd., p. 22. Este libro fue cuestionado por su ortodoxia, por lo que para
admitirlo en el Canon hubo que añadirle un segundo epílogo (Qoh 12,12-14).
12
Cf. A. González Lamadrid – J. Campos Santiago – V. Pastor Julián – M. Navarro Puerto –
J. Asurmendi – J. M. Sánchez Caro (Ed.), Historia, Narrativa, Apocalíptica, Verbo
Divino, Estella 2000, p. 457. Cuando los rabinos del siglo II d.C. justificaron la
fiesta de Purim (suertes), como un día de comida y regocijo, - pensemos en nuestro
carnaval - no citan el libro de Ester. A todo ello se suma el hecho de que Qumrán no
lo conserva en su biblioteca.
13
Cf. A. González Lamadrid – J. Campos Santiago – V. Pastor Julián – M. Navarro Puerto –
J. Asurmendi – J. M. Sánchez Caro (Ed.), Historia, Narrativa, Apocalíptica, o. c., p.
457. La cuestión que se plantearon los rabinos en Yamnia era si estos libros manchaban
las manos, es decir, si antes manipularse y después de ser restituidos a su depósito
requerían el cumplimiento de un rito de ablución. Una manera decir si había que
considerarlos sagrados.
por ejemplo, la de los doce profetas menores (Sir 49,10). Además, en el
famoso elogio de los padres (Sir 44-50), el Sirácida cita diversos personajes
importantes de la historia de Israel según un orden que es el del canon de la
Biblia hebrea. Algunos libros o personajes, como Esdras, Daniel y Ester, no
se mencionan aún. Una posible alusión a la división tripartita de la Biblia
hebrea se encuentra en Sir 39,1, donde se lee: Diferente es quien se
consagra a meditar la ley del Altísimo, indaga en la sabiduría de todos los
antiguos y se ocupa de las profecías . Estos textos permiten afirmar la 6
existencia de tres colecciones de libros considerados esenciales para la
formación de la identidad y de la conciencia colectiva del pueblo bíblico.
Esos libros se tienen como dotados de autoridad divina, pero el canon en
cuanto tal no está todavía definitivamente cerrado. Esto vale sobre todo
para la tercera parte de la Biblia hebrea, sección que para los judíos
contiene libros menos importantes y que será objeto de una larga
controversia.
El segundo libro de los Macabeos (2Mac 2,13) afirma que Nehemías había
fundado una biblioteca que contenía dos tipos de libros: crónicas sobre los
reyes y los profetas, y textos legislativos de los reyes sobre el culto. El
mismo libro dice que Judas Macabeo consolaba a los judíos con las palabras
de la ley y de los profetas (2Mac 15,2), lo cual hace suponer la existencia
de las dos partes más importantes de la Biblia hebrea: la Ley y los Profetas.
de Egipto; el poderoso, en cambio, es derrotado. Ester es uno de los cinco Megillot más
usados a partir del siglo II d.C. en la liturgia hebrea después de la Torah. Ester no
figura entre los escritos conservados por los esenios de Qumrán, quizás porque en el
texto hebreo no aparece nunca el tetragrama divino yhwh, y dicho sea de paso, parece
ser el último libro que entra en canon de la Biblia hebrea, hacia el siglo II d.C.
16
J. Gilbert Terruel, Salmos, en Nuevo Diccionario de liturgia, Paulinas, Madrid 1984,
pp. 1882; 1855: En la biblia hebrea el libro [de los Salmos] ocupa el primer lugar entre
los Escritos o Ketubim; en los LXX empieza la sección de los libros didácticos, y en la
Vulgata se encuentra después de Job y antes de Proverbios […]. El libro de los Salmos
es uno de los libros del Antiguo Testamento que con más frecuencia aparece citado en el
Nuevo, en cuanto se lo consideraba, junto al Pentateuco (Ley o Moisés) y con los
Profetas, uno de los más válidos testigos de la revelación (cf. Lc 24,44).
Asunción de Moisés y Henoc . Es evidente que el canon de las Escrituras
aún no había sido fijado en la época de la redacción del Nuevo Testamento.
Sin embargo, el canon no estaba aún establecido. El orden de los libros era
todavía flexible y seguía discutiéndose la posibilidad de integrar algunos
libros, como Proverbios21, Qohélet, Ester y el Cantar de los Cantares 22.
Ester y el Cantar no hablan casi nunca de Dios. El Cantar contiene cantos
de amor profano y el libro de Qohélet es una larga meditación sobre la
17
Cf. Th. Römer – J-D. Macchi. Ch. Nihan (Eds.), Introducción al Antiguo Testamento, o.
c., p. 25.
18
Ibíd., p. 21.
19
Ibíd.
20
Cf. J.L., Ska, Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 459.
21
Cf. V. Morla, Libros Sapienciales y otros Escritos, Verbo Divino 2009, p. 111. Las
aparentes contradicciones, como las de 26,4-5 y 7,7-20 impidieron que entrara
inicialmente el canon hebreo; sólo pudo facilitar su entrada la supuesta paternidad
salomónica.
22
En el caso de Qohélet desconocemos las razones por las que inicialmente se puso en
discusión su carácter sagrado. Lo que parece cierto es que la supuesta autoría
salomónica y ciertos rasgos de su ortodoxia, quizás la glosa 12,12-14, favorecieran su
entrada en el canon. En lo relativo al Cantar de los Cantares, el libro, después de una
agria disputa sobre su santidad, fue defendido por todos los rabinos, a condición de
que fuera leído en una perspectiva alegórica. En el fondo se quería evitar que fuera
tomado como un simple canto epitalámico profano.
vanidad de las cosas, que parece de vez en cuando impío e insolente. Pero
estos libros ya estaban ampliamente difundidos en el mundo judío.
En lo que respecta al orden de los libros, este es más estable con relación a
los primeros que a los últimos. Según la Baraíta (=enseñanza que quedó
fuera de la Misnah, tradición existe en la ley oral judía) Baba Batra
(=tercero y último de los tres tratados del Talmud) del Talmud babilónico23
encontramos el siguiente orden: la Torah, los profetas, es decir, Josué,
9
Jueces, Samuel, Reyes, Jeremías, Ezequiel, Isaías, los doce profetas
menores; y los Escritos: Rut, Salmos, Job, Proverbios, Qohélet, Cantar de
los Cantares, Lamentaciones, Daniel, Ester, Esdras, Crónicas. En los dos
grandes manuscritos que poseemos (Alepo y Leningrado)24 el orden es
ligeramente distinto.
Hasta ahora hemos visto que las discusiones sobre el canon se prolongan
por mucho tiempo dentro del judaísmo, al menos hasta el siglo III d.C. Lo
mismo cabe decir con respecto al cristianismo. En efecto, algunos de los
padres más relevantes, como Melitón de Sardes, Orígenes, Atanasio,
Jerónimo… preferían el canon breve (hebreo) al más largo que encontramos
en los manuscritos de la traducción griega de los LXX.
Hay que decir, sin embargo, que los libros más leídos y más comentados no
son precisamente aquellos excluidos del canon breve26.
23
Baba Batra (la última puerta). Así se llama un tratado del Talmud, el más largo, que
trata sobre daños y conflictos entre las partes y de cómo resarcirlos y dirimirlos.
24
Cf. J.L., Ska, Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 456.
25
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., pp. 103-104.
26
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 104.
5. LA FORMACIÓN DEL CANON HEBREO
BREVE 27
Yohanán era un fariseo, y, por tanto, acepta entre los libros inspirados no
sólo la Torah, sino también los profetas anteriores y posteriores, y una serie
de escritos. Afirmaba además como los demás fariseos la existencia de una
ley oral junto a la ley escrita, ley oral que se remontaba al mismo Moisés y
que permitía adaptar la ley escrita a las circunstancias nuevas. La tradición
oral que se presenta como posterior a la ley en el orden de los libros
justificaba y legitimaba, por tanto, la actividad interpretativa y explicativa
de la ley por parte de los escribas y de los doctores de la ley, que en gran
parte eran fariseos.
33
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 109.
después de la destrucción del templo y no tenemos testimonios directos
sobre su canon de las Escrituras. Sin embargo, hay razones de peso para
pensar que los saduceos consideraban como canónicos sólo los cinco
primeros libros de la Biblia. En realidad estos libros tenían todo lo que le
interesaba a los saduceos, es decir, las leyes sobre el culto en el templo. La
crítica al culto que encontramos en los libros proféticos, así como las
esperanzas escatológicas, no debían ser de su agrado. Además, por algunos
textos del Nuevo Testamento sabemos los saduceos no creían en la
13
resurrección de los muertos (Mt 22,23-33; Hch 23,6-10). Ahora bien, esta
fe se expresa explícitamente en los libros proféticos (Is 26,19; Ez 37,4-14).
Flavio Josefo dice que los saduceos rechazaban las tradiciones orales de los
fariseos y se atenían solo a la ley escrita, es decir, a la Torah. Los fariseos,
en cambio, veían en los libros proféticos y en los Escritos testimonios de
una continuidad entre la ley escrita (Torah) y su tradición oral. Todo esto
explica por qué los saduceos tenían pocos motivos para aceptar como
Escritura los libros proféticos y los Escritos.
- EL CANON DE LOS ESENIOS34. Existen pocos indicios
para poder hablar con certeza del canon de los esenios porque no
conocemos ninguna lista exacta de sus libros. En Qumrán se han
encontrado copias o fragmentos de todos los libros bíblicos, menos uno, el
de Ester. Por otra parte, se han encontrado también otros muchos textos
en su biblioteca, entre ellos escritos de la misma comunidad, que no
sabemos si los habían integrado al canon. Sabemos, sin embargo, que el
34
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., pp. 110-111.
famoso Rollo del templo tenía para ellos la misma autoridad que la Torah.
El Rollo contiene un proyecto de sociedad perfecta en la tierra prometida
del perfecto Israel y describe con todos los detalles, el templo, el culto y el
gobierno de este Israel perfecto. El Rollo, que probablemente hacía parte de
la Torah, ha sido más copiado que el libro de Isaías.
Una de las razones principales por lo que los cristianos eligieron el canon
más largo debe buscarse en la voluntad de mostrar el vínculo estrecho
entre lo que rápidamente se convirtió para ellos en el Antiguo Testamento
y los escritos del Nuevo. El vínculo estrecho entre el Antiguo y Nuevo
Testamento se traduce, en parte, en la voluntad de prolongar la historia de
Israel hasta el nacimiento del cristianismo. Este motivo permite explicar,
por ejemplo, la presencia, en el canon cristiano, de los libros de Tobías,
Judit, 1-2 Macabeos, que crean un puente narrativo entre la reconstrucción
del templo y la reforma de Esdras, por una parte, y el nacimiento de
Jesucristo, por otra. Los libros sapienciales, como los del Sirácida o de la
Sabiduría son una composición reciente. Integrarlos en canon equivalía a
afirmar que la inspiración no se había detenido con la reforma de Esdras,
15
como aseguraban los judíos.
Finalmente, debe recordarse que la Biblia usada por los cristianos fue, en
la mayoría de las comunidades de la diáspora, la versión griega de los LXX.
En las discusiones sobre el mesianismo y sobre el cumplimiento de la
Escritura en la persona y en la misión de Jesucristo, los cristianos partían
del Antiguo Testamento a su disposición. Los judíos, en cambio,
argumentaban a partir del texto hebreo y afirmaban con vehemencia el valor
superior de éste sobre la traducción griega. La exclusión del canon hebreo
de algunos libros transmitidos únicamente en griego, como el libro de la
Sabiduría o algunos pasajes de Ester y de Daniel, se explica por el mismo
motivo. La comunidad judía quiso explícitamente conservar su autenticidad
permaneciendo fiel a la lengua hebrea. Aceptar en el canon los escritos en
griego habría sido una traición a la fe de los antepasados hebreos y una
apertura indebida al mundo helenístico y pagano, aun cuando los judíos de
aquella época no hablaban ya el hebreo, sino el arameo. Dicho más
brevemente, los judíos preferían un canon no abierto hacia un futuro
cristiano, sino centrado en la fidelidad a un ideal de práctica de la ley que
se remontara a la reforma de Esdras.
La razón de tal exclusión es, por consiguiente, de tipo literario más que
doctrinal. Para los protestantes se trataba de recuperar Biblia auténtica y
16
original. De este modo, el lema de las Iglesias protestantes Sola Scriptura
llegó a significar, por cuanto concierne al Antiguo Testamento, Sola
Scriptura hebraica35. Luego añadieron otros motivos. Por ejemplo, los libros
de Judit y el segundo libro de los Macabeos fueron criticados porque no
eran históricos. Además, los católicos se apoyaban en 2Mac 12,44-45 para
justificar su doctrina del purgatorio.
9. EL CANON ORTODOXO
El canon ortodoxo es muy semejante al canon católico. Algunas ediciones,
sin embargo, incluyen el segundo libro de Esdras o el tercer libro de los
Macabeos. De este modo, las Iglesias ortodoxas, católicas y protestantes,
se distinguen porque cada una tiene un Antiguo Testamento distinto. El
dato puede parecer paradójico, porque las interpretaciones diferentes de los
textos que separan a estas Iglesias proceden todas de discusiones sobre
textos del Nuevo Testamento. Dicho con otras palabras: Si bien hay
diversos cánones en las distintas tradiciones eclesiales, ninguno de los
libros sobre los que no hay acuerdo es utilizado como fundamento para las
afirmaciones doctrinales fundamentales de la fe que las iglesias comparten 36.
35
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 113.
36
P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 56.
Por tanto, se puede afirmar que a efectos doctrinales todo el cristianismo
comparte un mismo canon37.
37
Cf. o. c., p. 56.
38
Ibíd.
39
Ibíd., p. 50. A esta división se llegó gradualmente; las dos primeras partes pudieron
haberse consolidado hacia el siglo II a.C.; la tercera, en cambio, pudo haberse
concretado en el siglo I d.C.
40
Ibíd., p. 247. La razón por la cual se llama proféticos a estos libros en la Biblia
hebrea se encuentra en el hecho de que los profetas alcanzaron en el antiguo Israel un
prestigio superior al de los reyes (2Re 17,13). Por ejemplo: la historia deuteronomista
llama nabi’ (profeta) a Moisés (Dt 15,15-18).
41
Cf. P. Andiñach, Introducción hermenéutica al Antiguo Testamento, o. c., p. 317.
presentados como los intérpretes autorizados de la Torah, como lo que
realizan su aplicación concreta a lo largo de la historia desde la entrada en
la tierra (siglo XII) hasta Malaquías (siglo V). Este conjunto fue
probablemente redactado entorno al siglo V a.C.42 Finalmente, encontramos
los Escritos por lo regular en este orden: Salmos, Proverbios, Job, y
después los cinco Rollos o Megillot: el Cantar de los Cantares, Rut,
Lamentaciones, Qohélet y Ester, seguidos por Daniel, Esdras y Nehemías, y
1-2 Crónicas43.
18
42
Cf. J. Vermeylen, Diez claves para abrir la Biblia, o. c., p. 89.
43
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 115.
Los denominados Libros Proféticos son vistos, según este texto
programático, como interpretación de la Ley. La lectura de la historia
(Profetas anteriores) mostrará que la paz, la felicidad y la prosperidad de
Israel, están vinculadas a su observancia de la ley. Las desgracias que lo
afligen, en cambio, se deben a su infidelidad. Los Profetas Posteriores son,
sobre todo, personas que han corroborado, de generación en generación, la
importancia de la Ley44.
19
El primer Salmo (Sal 1,1-3) es similar a cuanto leemos en Josué. Lo que
Josué decía del jefe de Israel, el Salmo lo aplica a todo justo. Esta vez, el
éxito de cada uno está vinculado a la meditación y a la observancia de la
Ley. La intención es muy clara: la Ley define al verdadero Israelita, el
justo, y lo distingue del malvado. La identidad del verdadero Israelita está
condicionada, por consiguiente, no sólo por su nacimiento, sino igual de
fundamental por la Ley.
Otro texto ubicado en lugar estratégico confirma esta opinión. Entre las
últimas palabras de los profetas leemos Mal 3,22. Aquí la exhortación es
clara: los profetas invitan al pueblo de Israel a recordar los valores
fundamentales de su pasado, valores vinculados a la figura de Moisés. De la
fidelidad a esta memoria depende la supervivencia del pueblo.
Existe en los Escritos otra línea que pone el acento sobre todo en la ciudad
santa de Jerusalén y sobre su Templo. Las ediciones de la Biblia hebrea,
como hemos visto, se concluyen siempre con Esdras-Nehemías o con las
Crónicas. Crónicas ofrecen un resumen de la historia de Israel partiendo de
la creación hasta la destrucción del templo y el edicto del rey de Persia,
Ciro, que invita a los miembros del pueblo de Israel a regresar a la patria
para reconstruir el templo y la ciudad 45. Los libros de Esdras-Nehemías,
por su parte, describen este retorno y la reconstrucción de la comunidad
post-exílica en la ciudad santa, en torno al templo y a la ley. Aparece aquí
junto a la ley, otro elemento importante de la tradición judía, la ciudad
44
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., p. 116.
45
Ibíd., p. 117.
santa. Esto se observa sobre todo en las ediciones de la Biblia que ponen al
final el edicto de Ciro (2Cr 36,22-23).
El canon más breve de las Iglesias protestantes tiene como motivo adicional
hacer más clara la separación entre Antiguo y Nuevo Testamento, porque
el primero comprende ante todo la Ley, mientras que el segundo proclama
el Evangelio que libera de esta Ley. La voluntad de separación predomina
sobre la idea de continuidad.
47
Cf. J. Vermeylen, Diez claves para abrir la Biblia, o. c., p. 97.
48
Cf. J.L., Compendio de Antiguo Testamento, o. c., pp. 118-119.
12. EL CANON DEL NUEVO TESTAMENTO
Como dato previo hay que tener en cuenta que la Iglesia Apostólica parece
no haber sentido necesidad de más Escritura normativa que la del Antiguo
Testamento heredada del pueblo judío49, pero interpretada a la luz de
Cristo, su norma suprema. Por consiguiente, la persona, las palabras y las
obras de Cristo, tal como son transmitidas por la predicación apostólica,
que encuentra su confirmación en el Antiguo Testamento, constituyen la 22
norma suprema de los primeros cristianos 50. Dicho de otra manera, la
Iglesia de los orígenes cuando todavía no existía el canon del Nuevo
Testamento, tenía como punto de referencia la autoridad absoluta de Jesús,
tan trascedente que era considerada superior a los libros sagrados. Los
apóstoles, enviados por Jesús a anunciar el reino de Dios, eran considerados
como depositarios vivos de la revelación histórica de Jesús. Por esta razón,
la norma suprema, la medida de la fe, estaba constituida por el Señor Jesús
y por los apóstoles. Después de Jesús, los apóstoles, particularmente Pablo,
habían sido el canon viviente de la Iglesia. Por eso, cuando los cristianos
estaban cerca de los apóstoles no sentían la necesidad urgente de disponer
de unos escritos cristianos. Inicialmente bastaba la tradición oral, aunque
ya aparece fija en sus elementos esenciales, como lo muestran algunas
referencias ofrecidas en las cartas de San Pablo (1Cor 15,1-8; 11,23-27) y
más tarde el prólogo de Lucas (1,1-4)51.
Casi todos los libros del Nuevo Testamento fueron escritos a partir de la
segunda mitad del siglo I, más o menos en un período de unos 50 años 52
(años 50 a 100). Entre los años 30 a 50, la fe se transmitía mediante la
predicación oral, hasta que hacia los años 50 surgen los primeros escritos
conocidos, que son las cartas auténticas de Pablo: 1Tes, Gal, 1-2Cor, Fil,
Film y Rom. Según esto parece lógico pensar que las primitivas comunidades
49
Cf. J. C. Turro – R. E. Brown, Canonicidad, o. c., p. 74. Los primeros seguidores de
Jesús tenían unas Escrituras que ellos consideraban sagradas, pero se trataba de unos
escritos que habían llegado a sus manos como parte de la herencia judía que habían
recibido.
50
Cf. G. Segalla, Panoramas del Nuevo Testamento, Verbo Divino, Estella 1989, p. 460.
51
Cf. A. M. Artola – J. M. Sánchez Caro, Biblia y Palabra de Dios, o. c., p. 93.
52
Cf. E. Charpentier, Para leer el Nuevo Testamento, Verbo Divino, Estella 1992, p. 9.
cristianas a quienes iban dirigidos estos escritos, que recogían la enseñanza
de los apóstoles anclada en la memoria de Jesús, los acogieran con gran
respeto y veneración. Parece igualmente sensato pensar también estas
cartas fueran coleccionadas por las comunidades destinatarias (Tesalónica,
Galacia, Corinto, Roma…). Así podemos decir que las primeras colecciones
de escritos estaban compuestas básicamente por las cartas de San Pablo,
redactadas a modo de instrucción y exhortación dirigidas a las comunidades
por él fundadas, con excepción de Romanos, cuyo fundador se desconoce
23
hasta ahora53.
53
Cf. R. E. Brown, Introducción al Nuevo Testamento, I, Editorial Trotta, Madrid 2002,
p. 48. Pablo era un misionero itinerante que predicaba a Jesús en una ciudad y luego se
trasladaba a otra. Las cartas fueron pues un medio de comunicación con aquellos
creyentes que vivían lejos de él.
54
Cf. A. M. Artola – J. M. Sánchez Caro, Biblia y Palabra de Dios, o. c., p. 78.
55
Ibíd., p. 79.
Ninguno de los escritores del siglo II compuso un catálogo de los libros
bíblicos, aunque en sus escritos los citan o aluden a casi todos ellos, con
excepción de la 3ª carta de Juan, por lo que reconocían su origen divino y
su carácter normativo.
56
Cf. A. Wikenhauser – J. Schmid, Introducción al Nuevo Testamento, Herder, Barcelona
1978, p. 70. Diatessaron es un término musical técnico que significa acorde o armonía
(armonía a cuatro voces).
57
Cf. P. W. Skehan – G. W. MacRae – R. E. Brown, Textos y versiones, en Comentario
bíblico San Jerónimo, Cristiandad, Madrid 1971, pp. 198-199. El Diatessaron es una
armonía que combina material tomado de los cuatro evangelios canónicos con algún
material apócrifo, procedente de la Historia de José el Carpintero y de un Evangelio
Hebreo. Taciano, su compositor, era un sirio de Mesopotamia, que vivió un tiempo en Roma
y fue discípulo de Justino Mártir. Marcado por un ascetismo exagerado de tendencia
encratista, abandonó Roma después del año 165 y volvió a Oriente. El Diatessaron tuvo
una gran difusión en la Iglesia de Siria y, al parecer llegó a ser el texto sirio
oficial del Evangelio. Fue comentado por San Efrén. El Obispo Teodoreto de Ciro, hacia
el 425 destruyó todas las copias que encontró, porque consideraba a su autor sospechoso
de herejía. Entonces la armonía fue sustituida por los cuatro evangelios en siríaco.
58
Ireneo de Lyon, cuando se refiere al evangelio cuadriforme, partiendo de Ez 1,10,
relaciona los animales con los cuatro evangelios canónicos; a Mateo lo asocia al
Hombre, quizás porque empieza con la genealogía; a Marcos lo asocia al León, quizás
porque empieza con el grito en el desierto; a Lucas lo relaciona con el toro, tal vez
partiendo de que Zacarías es miembro de una clase sacerdotal judía; y a Juan lo asocia
al águila, porque este evangelio desde el prólogo remonta el vuelo muy alto.
tetramorfo. Ireneo confirma también la aceptación de Hechos, reconoce y
estima las cartas de Pablo, incluso las pastorales; acepta igualmente como
Escritura Sagrada el Apocalipsis, la 1ª de Pedro y la 1ª de Juan. Ireneo
puede ser considerado pues como teólogo del canon neotestamentario.
Esto quiere decir que finales del siglo IV la Iglesia romana poseía un canon
completo, como lo atestigua la carta del Papa Inocencio I, Rufino de
Aquileya y San Jerónimo.
59
Cf. De Pury, El Canon del Antiguo Testamento, en Th. Römer – J. D. Macchi – Ch. Nihan
(eds.), Introducción al Antiguo Testamento, Desclée De Brouwer, Bilbao 2008, p. 17.
a) CRITERIOS DE CANONICIDAD
Para definir el canon de los libros inspirados la Iglesia partió de los
siguientes criterios: 1) la apostolicidad; 2) la antigüedad del escrito; 3) la
aprobación apostólica; 4) la ortodoxia doctrinal; 5) la armonía con los otros
libros de la Escritura ya aceptados por la Iglesia; y 6) su carácter edificante
y su universalidad. Primó el criterio de apostolicidad, que puede ser
formulado en los siguientes términos: para que un escrito pueda ser retenido
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auténticamente eclesial, y, por lo mismo, canónico e inspirado, su origen
divino debe ser atestiguado por una tradición que se remonte a los
apóstoles y haber sido reconocido como tal por la Iglesia apostólica. En
resumen, los criterios fundamentales son: origen apostólico del escrito, uso
generalizado o catolicidad del mismo, aceptación tradicional del mismo, y
conformidad con la regula fidei (regla de la fe) de la Iglesia (cf. Rom 12,3).
b) LOS DEUTEROCANÓNICOS
Las dudas sobre el canon del Nuevo Testamento se concentraban
básicamente en cinco cartas católicas (Santiago, 2ª Pedro, 2ª y 3ª de Juan
y Judas), la carta a los Hebreos y el Apocalipsis. La carta a los Hebreos se
aceptaba de modo pacífico en las Iglesias orientales, mientras se discutía en
las occidentales. Esta carta y el Apocalipsis tuvieron dificultad en ser
acogidos en el canon por el uso que de estos escritos hacían algunas sectas
heréticas. El Apocalipsis fue el último libro que entró en el canon del
Nuevo Testamento.
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Cf. De Pury, El Canon del Antiguo Testamento, en Th. Römer – J. D. Macchi – Ch. Nihan
(eds.), Introducción al Antiguo Testamento, o., p. 279.