Poemas - Elegía para Ti y para Mí & LIII Becquer

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ELEGÍA PARA TI Y PARA MÍ o una canción de entonces me traerá tu

recuerdo.
        I

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, Y en estas noches tristes de quietud y de


y tú te irás borrando lentamente en mi estrellas,
sueño. pensaré en ti un instante, pero cada vez
menos.
Un año y otro año caerán como hojas secas
        V
de las ramas del árbol milenario del
tiempo, Y pasará la vida. Yo seguiré soñando,
pero ya no habrá un nombre de mujer en
y tu sonrisa, llena de claridad de aurora, mi sueño.
se alejará en la sombra creciente del
recuerdo. Yo ya te habré olvidado definitivamente,
y sobre mis rodillas retozarán mis nietos.
                II

Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, Y quizás, para entonces, al cruzar una calle,
y quizás, poco a poco, dejaré de hacer nos vimos frente a frente, ya sin
versos, reconocernos.

                VI
bajo el vulgar agobio de la rutina diaria,
de las desilusiones y los aburrimientos. Y una tarde de sol me cubrirán de tierra,
las manos, para siempre, cruzadas sobre el
Tú, que nunca soñaste más que cosas pecho.
posibles,
dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo. Tú, con los ojos tristes y los cabellos
blancos,
                III
te pasarás las horas bostezando y tejiendo.
Acaso nos veremos un día, casualmente,
al cruzar una calle, y nos saludaremos. Y cada primavera renacerán las rosas,
aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me
Yo pensaré quizás: «Qué linda es, todavía». haya muerto.
Tú, quizás pensarás: «Se está poniendo
viejo».
José Ángel Buesa
Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo, o con
otra.
O tú irás con un hijo que debiera ser
nuestro.

                IV

Y seguirá muriendo la vida, año tras año,


igual que un río oscuro que corre hacia el
silencio.

Un amigo, algún día, me dirá que te ha


visto,
Rima LIII

Volverán las oscuras golondrinas

en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales

jugando llamarán.

Pero aquellas que en el vuelo refrenaban

tu hermosura y mi dicha a contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres....

ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas

de tu jardín las tapias a escalar

y otra vez a la tarde aún más hermosas

sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío

cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día....

ésas... ¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar,

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido..., desengáñate,

¡así... no te querrán!

(Gustavo Adolfo Bécquer)

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