Grandiseno PDF
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Abstract: The Grand Design and Star Maker: Speculations on the Multiverse and the Sole Reality
This paper expounds and comments the cosmological theory put forward in Stephen Hawking and
Leonard Mlodinow's book The Great Design (2010), a global perspective on physics and the universe
which tries to account for the apparent exceptionality of the physical universe and reduce it to rational
parameters, through a resource to the concept of the multiverse. We point out some analogies with the
figurations of the multiverse presented in Olaf Stapledon's speculative fiction Star Maker (1937) and we
situate both of them within the traditions of theodicy, more specifically as a bringing up to date of
traditional conceptions on the plenitude of nature.
La noticia tal como podía leerse en El País reza así: "Stephen Hawking excluye a Dios
como creador del Universo".2
El científico británico Stephen Hawking afirma en su nuevo libro, The Grand Design (El Magnífico Diseño),
que el Big Bang fue una consecuencia inevitable de las leyes de la física, que Dios no creó el Universo y que
las teorías científicas más actuales convierten en redundante la figura de un creador. El libro, del que el
periódico británico The Times adelanta hoy algunos extractos, señala: "Dado que existe una ley como la de
la gravedad, el Universo pudo crearse a sí mismo -y de hecho lo hizo- de la nada. La creación espontánea es
la razón de que exista algo, de que exista el Universo, de que nosotros existamos". Por tanto, añade, "no es
necesario invocar a Dios" para que haya cosmos.
En su obra más popular, A Brief History of Time (Una Breve Historia del Tiempo), un texto de divulgación
sobre el Universo y su evolución, Hawking, físico teórico reconocido internacionalmente por sus
aportaciones en cuestiones de cosmología, agujeros negros y gravitación cuántica, sugería que "si llegamos
a descubrir una teoría completa, sería el triunfo definitivo de la razón humana porque entonces
conoceríamos la mente de Dios". Ahora sostiene que, del mismo modo que el darwinismo eliminó la
necesidad de un creador en el campo de la biología, las nuevas teorías de la física hacen redundante el papel
de un creador del Universo. El último libro, escrito junto al físico estadounidense Leonard Mlodinow, saldrá
a la venta el próximo 9 de septiembre, una semana antes de la visita del Papa a Reino Unido.
Los argumentos actuales de Hawking sugieren que ha roto con su visión anterior acerca de la religión,
cuando sostenía que las leyes de la física significaban que sencillamente no era necesario creer que Dios
hubiera intervenido en el Big Bang. Ahora destaca, por ejemplo, que el descubrimiento del primer planeta
extrasolar, en 1992, ayudó a desmontar la visión de Isaac Newton de que el Universo no pudo surgir del caos
sino que fue creado por Dios. Ese hallazgo "hace que las precisas condiciones de nuestro sistema planetario
-el Sol único, la afortunada combinación de la distancia Sol-Tierra y la masa solar- sean mucho menos
llamativas y en absoluto evidencias convincentes de que la Tierra fuera cuidadosamente diseñada para
satisfacer a los seres humanos", escriben Hawking y su colega en el nuevo libro.
Aquí puede leerse mi no breve reseña de Breve Historia del Tiempo de Hawking, con
críticas ateas incluidas.3 En algunos aspectos el nivel de razonamiento sobre cosmología
de esta autoridad internacional deja bastante que desear, consistiendo más en patas de
banco que en una discusión cosmológica filosóficamente informada y fundada. Tiene su
lado patético, el estar volviendo sobre cuestiones que deberían estar fuera del debate
científico desde hace dos siglos—como si fuesen noticia científica.
De hecho ahora viene a concurrir Hawking con la posición natural de la ciencia física—y
con lo que eran las teorías de Laplace, el cosmólogo francés del 1800. Cuando Napoleón
le preguntó qué lugar ocupaba Dios en su interpretación gravitatoria de la formación del
Universo, Laplace repuso que Dios era una hipótesis innecesaria.
El truco consiste en sustituirlo por la Fuerza. Es lo que hizo, con algo más de detalle,
aunque sin ecuaciones, y antes de George Lucas, el filósofo evolucionista Herbert Spencer
—ver sobre él por ejemplo "Victorian Dark Matter".4 En la teoría evolucionista de
Spencer, toda la complejidad de lo que hay deriva de la interacción de las fuerzas locales
en las que se ha dividido una fuerza simple original—lo que en la teoría actual de
Hawking viene a ser lo que él llama la gravedad (aunque no es la de Newton, claro). Más
sobre cómo es posible la creación a partir de la nada puede leerse en "El efecto mariposa y
la complejidad ex nihilo".5 También sobre la compatibilidad entre ciencia y religión le
convendría a Hawking leer First Principles, de Spencer, donde la cuestión recibe una
respuesta un tanto más compleja.
Era chocante que Hawking, que se dio a conocer precisamente por su teoría de la
generación continua de partículas a partir de la nada, reservase un lugar especial a Dios
como creador de la partícula original. Un dios por cierto tanto más inútil cuanto que no se
sabía nada de él—ni siquera si era un ser pensante—y de hecho sólo desempeñaba en la
teoría el papel de una Fuerza. Ahí es donde empieza la ciencia, y ahí es donde va a parar.
Otro vocabulario y otras especulaciones no son sino maneras de confundir al personal, que
bastante lío tiene ya montado sin necesidad de que los físicos mencionen hipótesis inútiles.
Ahora, vender libros, seguro que venderán, Hawking y su coautor Leonard Mlodinow (que
hace poco publicó en esta misma línea The Drunkard's Walk: How Randomness Rules Our
Lives).
"Existimos, cada uno de nosotros, sólo durante un tiempo breve, y en ese tiempo
exploramos sólo una parte pequeña del conjunto del universo".8 Así se abre el primer
capítulo, "The Mystery of Being"—de un libro que sin embargo promete llevarnos a los
límites del tiempo y del universo, en la medida en que hoy podemos vislumbrarlos. Desde
esta orilla del Tiempo, y desde este rincón de nuestra provincia, llega la mirada sin
embargo a miles de años luz de distancia en el espacio-tiempo, cuando baja la luz del día y
miramos una estrella.9 Tenemos que poner orden en lo que vemos, dar una explicación o
especulación que nos diga dónde estamos, y cómo hemos llegado aquí, y qué ha habido en
el tiempo del cual nadie nos ha traído historias, y qué tipo de muerte o de vida le espera a
las cosas y al mundo, tras nuestra vida y nuestra muerte. Queremos verlo todo desde donde
estamos, y si no lo vemos, lo imaginaremos, construyendo una historia con los datos y las
huellas que tengamos a nuestro alcance. No nos conformamos con nuestra parcela, aunque
las historias sobre lo que es remoto e incierto sean diversas, y haya poca posibilidad de
que coincidan diversas
versiones—en especial
cuando, mirando más de
cerca, lo más cercano
también se vuelve remoto
e incierto.
Es lo que podríamos llamar la Matrix del cerebro. Sobre esta platónica película, Matrix, y
sobre el libro de Stapledon Star Maker, escribí este artículo, "Apocalipsis de la
comunicación total".15 Más sobre circuitos cerebrales, y sobre mi propia teoría de la
retroalimentación cognitiva que genera la realidad mediante la proyección de marcos
cognitivos y esquemas conceptuales, puede verse en el artículo "Más consciencia".16 Será
útil tener estas bambalinas de la realidad en mente mientras comentamos más
detenidamente el libro de Hawking-M.
Hawking tiene sobre la realidad una perspectiva matemática. Desde que la ciencia
moderna desde Galileo y Newton trabajó en la integración de física y matemática, ha
habido una sucesión de teorías cada vez más integradoras, que explican a partir de los
mismos principios un ámbito cada vez mayor para las fuerzas y fenómenos que estructuran
la realidad. La relatividad primero, y la teoría cuántica después, proporcionaron para el
siglo XX una aproximación a lo que podría ser una Teoría de Todo, con la promesa de una
integración futura del conocimiento que hiciera posible interpretar el conjunto de la
realidad explicando sus fenómenos simples mediante la reducción matemática. Los
fenómenos complejos surgen por emergencia a partir de estos fenómenos simples (ver
"Gell-Mann: Consciencia, reducción y emergencia").17 La Teoría de Todo sería el
resultado de la integración del conocimiento científico que explicase todas las fuerzas
físicas que actúan en el Universo. Recordemos que el planteamiento filosófico básico que
postula una Fuerza única y simple, y el surgimiento emergente del cosmos por las leyes de
la evolución, se encuentra formulado por Herbert Spencer hace 150 años (ver "Victorian
Dark Matter").18 Pero el desarrollo práctico de esa teoría, la hipótesis de la integración
matemáticamente coherente de todas las Fuerzas en una Fuerza única, se encuentra con
algunos obstáculos prácticos (o teórico-prácticos, es lo mismo en este terreno)
considerables. Según explica Hawking, la Teoría M es el único modelo que puede ser
candidato a esa teoría de todo—una teoría todavía mal integrada, pues es "una familia de
teorías", pues "igual que no hay un mapa plano que represente bien toda la superficie de la
tierra, no hay una única teoría que sea una buena representación de las observaciones en
todas las situaciones." Es la teoría M cuyas hipótesis y consecuencias exponen HM en The
Grand Design, y es en esa teoría en la que basan su propuesta del multiverso:
Una cuestión que no entiendo en esta teoría: que "cada universo tiene muchas historias
posibles"—¿no habrá que postular más bien una sola historia y diversas teorías sobre esa
historia? Hay muchas historias posibles en los diversos universos del multiverso, pero
parece que el empeño de la ciencia consistiría más bien en descubrir la única historia
posible en este universo—dentro de los límites del principio de incertidumbre, eso sí.
Continúan HM:
"La mayor parte de estos estados serán muy diferentes del universo que observamos y
muy inadecuados para la existencia de ninguna forma de vida. Sólo muy pocos
permitirían la existencia de criaturas como nosotros. Así, nuestra presencia selecciona
de esta inmensa variedad solo los universos que son compatibles con nuestra
existencia. Aunque somos diminutos e insignificantes a escala cósmica, esto nos hace
en cierto modo los señores de la creación." (9)
Termina el capítulo 1 con tres grandes preguntas que podríamos llamar teológico-
filosóficas:
Yo daré una respuesta rápida, a mi aire. El orden de las preguntas es incorrecto: la segunda
pregunta debería ir primero—y es respondida por la teoría de la evolución. La primera
pregunta es más general que ella, y la tercera es la más básica y general de todas.
Posiblemente sea a ella a la que se refiren HM como "the Ultimate Question of Life, the
universe, and Everything"—olvidándose de las otras, o reduciéndolas a esta tercera
pregunta—pues las dos primeras preguntas derivan de la tercera o se reducen a ella. O más
bien (teniendo en cuenta la diferencia entre reducción y emergencia)19 podemos decir que
aunque no pueden reducirse a la tercera, emergen a partir de ella. Podría haber algo, en
lugar de nada, sin que existiésemos nosotros. Es lo que sucede en tantos planetas,
sistemas y galaxias en los que hay algo—entiéndase, objetos y fenómenos perceptibles,
quizá nunca percibidos, pero concebibles como existentes para una percepción virtual o al
margen de la percepción. Algo puede existir sin que nadie lo vea ni lo piense sino nosotros,
desde lejos, en tanto que objeto concebible. Podrían también existir muchos planetas y
estrellas no ya como hechos brutos, sino como objetos de conocimiento y percepción
(animal) sin que hubiese por ello seres conscientes capaces de plantear la diferencia entre
estos dos tipos de hecho, o de reflexionar sobre nada. El problema de la consciencia,
complejo de por sí, es un problema menor y derivado de la la existencia y naturaleza de la
vida—que a su vez es un problema arduo, pero no intratable una vez sentadas las bases de
la química.
Por qué surge lo complejo, a partir de lo simple, es una cuestión tratable para el
pensamiento y para la ciencia. Recomiendo leer sobre el particular a Herbert Spencer.20
Lo que sí es un problema más arduo es la tercera pregunta—por qué surge lo simple, por
qué la Fuerza indiferenciada ha de dar lugar a un conjunto determinado y específico de
leyes. HM dicen que darán a esta pregunta una respuesta científica y no arbitraria—ahora
bien, ¿puede darse una respuesta no arbitraria a algo que sienta las bases mismas de todo
planteamiento? Me temo que su respuesta no es mucho mejor que "42"—que era la
enigmática respuesta obtenida tras mucho indagar en The Hitchhiker's Guide to the
Galaxy. Las leyes son las que son, nos dicen, porque sí, o porque son las que son de entre
muchas otras concebibles e igualmente existentes en teoría (o en "la" teoría)—en otros
universos incomunicados con el nuestro. Todavía no tenemos una clave que pueda sentar
que lo que hay es, además de concebible, necesario. La afirmación de que la realidad
existente no es más necesaria que cualquier otra en la mente de un matemático no es, me
parece, satisfactoria.21
Hay preguntas filosóficas más arduas que quiénes somos, de dónde venimos, y a dónde
vamos, pues éstas sí parecen tener una respuesta científicamente plausible. Pero
enfrentándose a la gran pregunta, por qué de la nada surge algo, la ciencia sólo llega, por
el momento, a sus propias fronteras, no a las del universo.
"The Law of Law" es el título del segundo capítulo de Hawking y Mlodinow en The Great
Design, que aquí anotamos y comentamos. El progreso del conocimiento en la humanidad
lo ligan Hawking y Mlodinow al descubrimiento de leyes y regularidades en la naturaleza
—haciéndola predecible, y no sometida al capricho de entidades sobrenaturales. Según
Aristóteles, fue hacia el siglo VI a.C
"cuando Tales de Mileto formuló por primera vez la idea de que el mundo se puede
entender, de que los acontecimientos complejos que nos rodean podrían reducirse a
principios más simples y explicarse sin recurrir a explicaciones míticas o teológicas"
(18)
Es lo que algunos han llamado el sueño de Tales. Su desarrollo en la ciencia moderna daría
lugar a los conceptos de reducción y de consiliencia—la reducción de todos los fenómenos
al cálculo físico-matemático, y la consiliencia o convergencia de todas las disciplinas del
saber, que habrían de resultar ser congruentes entre sí al predicar verdades compatibles
entre sí y con la realidad del mundo.22
Por los mismos años, Pitágoras o los pitagóricos formularon al parecer la primera ley
física matematizada: la relación entre la armonía de los sonidos y la longitud de las
cuerdas de los instrumentos musicales—"si fue así, se podría considerar esa simple
fórmula matemática el primer caso de lo que ahora conocemos como la física teórica"
(19). Y a Anaximandro, vecino de Tales, se debe la primera noción de la teoría de la
evolución:
"razonó que ya que los bebés humanos no pueden valerse por sí mismos al nacer, si el
primer humano hubiese aparecido en la tierra siendo un bebé no habría sobrevivido.
En lo que puede haber sido el primer atisbo de la evolución, razonó Anaximandro que
las personas deben haber evolucionado a partir de otros animales cuyos cachorros son
más resistentes" (20).
A Demócrito debemos la primera teoría atómica. Por su parte, Aristarco hizo cálculos
matemáticos sobre el tamaño relativo del Sol y la Tierra... También descentró a la
humanidad al aventurar que era la Tierra la que giraba alrededor del sol, y no al revés, y
que las estrellas deben ser soles más lejanos. La idea de que el Universo no está centrado
en la tierra y en el hombre no germinaría sin embargo hasta ser retomada muchos siglos
más tarde, a partir de Galileo, con el desarrollo gradual de la nueva ciencia.
Dada la idea de un mundo gobernado por leyes, surgen tres preguntas (29): 1) ¿Cuál es el
origen de las leyes? 2) ¿Hay excepciones (milagros)? 3) ¿Hay un único conjunto de leyes
posibles?
Kepler, Galileo, Descartes y Newton identificaban a Dios como la encarnación de las leyes
de la naturaleza, cosa que haría redundante la idea de un Dios reducido a ellas, o nos hace
entrar en una regresión infinita (qué Dios detrás de Dios la trama empieza, etc.). Laplace
fue el primero en declarar que Dios era una hipótesis inútil—eliminando los milagros y
sentando el principio del determinismo absoluto de cuanto ocurre en el Universo. (Un
determinismo hipotético o axiomático, claro, no aplicable al cálculo en detalle de
fenómenos complejos, y por tanto un tanto metafísico en la práctica, si bien no en la teoría
mientras no se la examine muy de cerca).25 Hawking se proclama asimismo determinista,
pero también le pondremos un pero:
Pero un determinismo con múltiples mundos a su disposición deja en cierto sentido de ser
determinismo, pues la realidad ya no es inflexible y unívoca, sino que se desparrama en
multitud de realidades alternativas. Y, asimismo, habría que preguntarse cómo podría
dejar de ser metafísica, a su vez, la noción propuesta ahora por Hawking y Mlodinow y
tantos otros, sobre estos múltiples universos. ¿Podría haber alguna prueba física para
avalarla, o se trataría de un mero razonamiento matemático? ¿Son universos
incomunicados? ¿Incomunicados excepto a través de la razón? Porque la existencia de
otros mundos matemáticos vendría a ser una versión magnificada del Flatland de Abbott
—una especulación consistente en sí, pero con menos puntos de contacto con nuestro
mundo de los que allí tendría una esfera flotante.26 El "ajuste fino" de las leyes del
universo para permitir la existencia de objetos, etc., es un problema intelectual al que es
razonable buscar una explicación: pero resolverlo postulando infinitos mundos
existentes.... en alguna realidad trascendental, a la que sólo se accede a través de la mente
de un matemático, no parece ser la solución que pueda dejar a mucha gente satisfecha.
Aparte de que solucionar el problema del ajuste fino de las leyes a base de añadir muchos
mundos viene a ser como matar moscas a cañonazos. ¿Será que, al menos en este mundo,
no hay otra manera de acabar con según qué moscas?
Arguyen Hawking & Mlodinow que si nuestro mundo fuera una burbuja de realidad, una
ilusión contenida en el seno de otra realidad, todavía tendría sentido hablar de nuestra
propia realidad, limitada, en la medida en que la ilusión fuera consistente y siguiera leyes
(ver arriba, "La ley de la ley"). Un pez en una pecera ve la realidad distorsionada, pero en
la medida en que la distorsión es coherente, su realidad es real. Si hubiese un más allá de
nuestra realidad pero ésta mantuviese consistencia perfecta, no podríamos deducir si
existía o no una realidad detrás de la simulada. Es de hecho lo que sucede en Matrix: para
todos los habitantes de Matrix, la realidad ilusioria en la que viven es la única que hay, y
son sólo las inconsistencias que se infiltran "desde afuera" hasta individuos como Neo lo
que les permiten romper la ilusión y descubrir la auténtica naturaleza (limitada y derivada)
de la realidad en que vivían. La luz entra por las grietas. No es una experiencia ajena a la
humanidad: de hecho construimos realidades autocontenidas, y a veces una ruptura del
marco que rodea o acota esas realidades nos permite ver la naturaleza construida de la
realidad que tomábamos por "natural" o espontánea: charadas, bromas pesadas,
espionaje… lo que Goffman analiza en Frame Analysis bajo la denominación de
fabrications.27
Una realidad, en la medida en que es consistente, depende pues de las leyes que aseguran
su consistencia. Los sueños son una realidad efímera e inconsistente, pues no enlazan unos
con otros, de una noche para otra, y es nuestra experiencia despierta la que los enmarca y
los acota, no viceversa: los sueños no tienen la continuidad necesaria para llegar a rivalizar
con la realidad, por muy vívida que sea la realidad limitada que se genere en el seno de
cada cual. Vemos pues que la naturaleza de la realidad es cognitiva, comunicativa,
relacional, estructural, y semiótica. Dicho al modo de Hawking y Mlodinow,
"no hay un concepto de realidad que sea independiente de una representación o de una
teoría. En lugar de esto adoptaremos un punto de vista que llamaremos realismo
modelo-dependiente: la idea de que una teoría física o una imagen del mundo es un
modelo (generalmente de naturaleza matemática) y un conjunto de reglas que
conectan los elementos del modelo con observaciones. Esto proporciona una
infraestructura con la cual interpretar la ciencia moderna" (42-43).
Claro que el cambio y el desplazamiento no era caprichoso o arbitrario. Las nuevas teorías
y el nuevo modelo global del mundo era más consistente con otras observaciones o
fenómenos que escapaban al marco del primero—o eran consilientes con un paradigma
necesario para explicar otros fenómenos que caían fuera del ámbito de una y otra teoría. El
realismo modelo-dependiente no elige lados entre el realismo filosófico y el idealismo,
entre Johnson y Berkeley.
Así, los modelos van incluyendo no ya sólo elementos difícilmente observables, como los
electrones, sino también objetos en principio inobservables, como los quarks, con tal de
que permitan hacer predicciones correctas. No se puede decir que los quarks existan como
objeto perceptible, pero, "según el realismo modelo-dependiente, los quarks existen en un
modelo que concuerda con nuestras observaciones del modo en que se comportan las
partículas subnucleares" (49).
Dicen, de paso, H&M que el modelo de universo del Big Bang es más explicativo que el
del Génesis pero que "no se puede decir que ninguno de los dos sea más real que el otro"
(!). Y que los criterios sobre "simplicidad" de los modelos son "obviamente subjetivos"
(!!). Aquí no puedo estar de acuerdo, aunque matizando siempre entramos en
complicaciones. Hay modelos de realidad más generalmente aceptados que otros entre
quienes usan un criterio coherente… aunque sea ésta una comunidad borrosa. Y hay
paradigmas más capaces o consilientes que otros. La ciencia moderna permite entender la
Biblia en mayor medida que la Biblia permite entender la ciencia moderna—aunque
siempre habrá quien preferirá atenerse a la Biblia, o no podrá pasar de allí.
Sobre los límites de lo observable, en Historia del Tiempo Hawking mostraba cómo el
horizonte de acontecimientos para la ciencia humana se encuentra entre el Big Bang y los
agujeros negros, que son efectivamente los límites posibles para nuestro universo…
Límites que reducen en cierto modo al absurdo la cuestión de si hay otros universos:
"Hay quienes sostienen un modelo en el que el tiempo se remonta más allá del big
bang. Todavía no está claro si un modelo en el que el tiempo continuase hacia atrás
más allá del big bang sería mejor explicando las observaciones presentes, porque
parece que las leyes de la evolución del universo pueden dejar de ser efectivas en el
big bang. Si lo hacen, no tendría sentido crear un modelo que comprenda el tiempo
anterior al big bang, porque lo que existiese entonces no tendría consecuencias
observables para el presente, y así daría igual atenernos a la idea de que el big bang
fue la creación del mundo" (51).
En suma, que nuestro mundo, aparte de fantasías y gustos particulares, tiene límites desde
el punto de vista científico; sea o no una pecera, sus límites son opacos. Parte importante
del saber es reconocer los límites de hasta dónde pueden llegar nuestros conocimientos, y
qué cuestiones son pseudo-cuestiones dentro de un ámbito de investigación… aunque
también es cierto que esos límites del conocimiento también están sujetos a variación de
modo no previsible.
"No parece haber un modelo matemático o teoría única que pueda describir todos los
aspectos del universo. En su lugar (…) parece estar la red de teorías conocida como
Teoría-M. Cada teoría de la red M explica bien fenómenos de un cierto ámbito.
Cuando los ámbitos se solapan, las diversas teorías concuerdan, así que pueden
considerarse parte de la misma teoría. Pero no hay una única teoría de la red que
pueda describir todos los aspectos del universo—todas las fuerzas de la naturaleza, las
partículas que experimentan esas fuerzas, y la urdimbre de espacio-tiempo en la que
todo se juega. Aunque esta situación no cumple el sueño tradicional de los físicos de
una única teoría unificada, es aceptable dentro del ámbito del realismo modelo-
dependiente" (58)
H&M anuncian a continuación que van a exponer una teoría en la cual está basada
"nuestra visión moderna de la naturaleza" – y apuntemos que hay un problema en la
palabra "nuestra", que no queda claro si se refiere sólo a los dos autores (parecería
insuficiente) o a la "generalidad de la comunidad científica", si es que puede generalizarse
hasta este punto en este ámbito de la reflexión. Y no se puede, de hecho: ni siquiera
hablando de "la comunidad de los físicos teóricos", otra comunidad más o menos
imaginaria. En fin,
Dos puntos me parecen dudosos en este párrafo que termina el capítulo 3 de The Grand
Design. Uno, el grado de consenso científico en torno a esta teoría. Pasan Hawking y
Mlodinow de hablar una teoría "estándar" (la física cuántica) a una versión especial de la
misma (la teoría del multiverso) de modo un tanto solapado, como si hubiese igual
consenso en torno a ambas (no lo hay). En cuanto a la comprobación experimental, habrá
que especificar si es la teoría cuántica la que ha superado las comprobaciones
experimentales (en cualquiera de sus versiones) o si esta teoría del multiverso ha superado
comprobaciones experimentales que otras versiones de la teoría cuántica no han superado.
El problema viene a ser una vez más que todas nuestras nociones de la realidad, religiosas,
científicas, históricas, de andar por casa… todas, excepto algunas ficciones marginales, se
basan en la noción de que la realidad es una: cognoscible o incognoscible, pero una.
Existen, en esta noción comúnmente aceptada del mundo, otras líneas paralelas de
realidad, cómo no, worlds within worlds—pero son ficticias, o hipotéticas, o falsas, o
potenciales. Todos los mundos están contenidos en el mundo. Las realidades subsidiarias
van marcadas con respecto a la realidad efectiva, que es aquella en torno a la cual se
articulan los consensos y las percepciones.29
Una de esas subrealidades alternativas que destacaremos, por su interés para la noción del
multiverso, es la novela de Olaf Stapledon Star Maker. Es una ficción en nuestro mundo,
pero es una ficción generadora de mundos. La divinidad que el narrador llega a conocer al
final de la novela, el Hacedor de Estrellas, crea un mundo tras otro, y aunque para las
criaturas de cada mundo sea ese mundo el único mundo real, desde el punto de vista
panorámico u omnisciente en que nos sitúa la novela no puede decirse que un mundo de
entre ellos sea más real que otro.
Porque si bien es cierto que desde el punto de vista del formalismo matemático todas las
soluciones de la ecuación pueden ser igualmente viables, nuestra experiencia del mundo
no está matematizada. La realidad humana inmediata, compartida mediante la existencia
corpórea, la comunicación, y la interacción social, es la base de realidad primaria que
habitamos, y sobre esta base se edifican todas las demás hipótesis en tanto que mundos
posibles subordinados a éste. Tiene el mundo éste que llamamos real (el mundo de la vida)
una solidez considerable, en comparación a ficciones, sueños, imaginaciones y teorías
matemáticas sobre multiversos—y sin embargo es también, él mismo, un espacio múltiple
y problemático—de coherencia siempre provisional y límites borrosos. Vivimos los
humanos en un mundo de sentido elaborado colectivamente, una compleja realidad
lingüística de presuposiciones e interacciones, que consta en realidad de muchas realidades
presupuestas entrelazadas entre sí, y parcialmente solapadas: la realidad en la que yo vivo,
y la realidad en la que tú vives, y la realidad de este tercero que es musulmán, y en el
espacio compartido entre ellas nos comunicamos. Es una realidad con bordes
deshilachados y borrosos, pero también tiene un centro. La experiencia física directa, la
percepción lúcida y el mundo social cotidiano son lo que más nos une y constituyen la
base más cierta que podemos presuponer (y presuponemos) como el centro de la realidad.
Las fronteras más remotas de la realidad ya derivan hacia conflictos de ecuaciones,
ficciones hipotéticas, pasados conjeturales, rumores de conspiración o paraísos de huríes,
realidades alternativas que van unidas de modo cada vez más remoto a la experiencia de
cada cual. Es el espacio compartido de interacción comunicativa el que llamamos la
realidad, y es a la vez predecible e impredecible, conocido y familiar... pero
desfamiliarizable; es sólido y a la vez evanescente—una sombra, una ficción, y es nuestra
realidad más tangible.31 Está hecho de gente, pero la gente es más que su cuerpo, son
unidades de información social, o espíritus si se quiere. Está hecho de presencias, el
mundo, pero también de presuposiciones, convenciones e historias. Está hecho de objetos,
pero de objetos semiotizados, rodeados de una nube tenue, o densa, de anotaciones
culturales, de modo que el objeto tangible es casi irrelevante al lado de su identidad
semiotizada.32 La realidad es física, en un plano, pero también es ante todo una semiosfera
de múltiples dimensiones, una realidad virtual, informacional y multimedia.33
Muy lejos nos estamos yendo de la física—pero no. Vista desde la sociología
interaccional, la física teórica es una actividad comunicativa que, como tal, genera sus
propias realidades y marcos de referencia. En un sentido, la realidad definida desde el
punto de vista de la física poco se toca con la realidad definida desde el punto de vista del
interaccionalismo simbólico. La física tiene sus propios criterios para definir qué es una
realidad—y ya hemos visto que hasta muy recientemente (Feynman, etc.) no entraba en
sus presupuestos la noción de que pudiese haber "otras" realidades en un sentido físico—
de hecho, el concepto de universo físico era la negación misma de la noción de multiverso.
Ahora vemos que los universos de la experiencia humana y los de la física, tan aislados
entre sí, pueden tener un tenue punto de contacto a través de esta noción de multiverso.
Desde el punto de vista físico, y mientras no se alternen sustancialmente las teorías hasta
hoy existentes, nuestro universo está autocontenido en todos sus elementos, excepto en la
Fuerza original e inanalizable que traza su límite, y que podría interpretarse como la
ventana a un universo más allá del nuestro.38 Pero esa ventana está fuera del alcance de
nuestra ciencia—entra el viento con demasiada fuerza para asomarse. También hay otro
sentido en el que nuestro universo topa con un límite infranqueable—la indeterminación
del mundo subatómico que permite un conocimiento sólo probabilístico de los
fenómenos.
Otros universos, y por tanto un multiverso, que sería la Realidad más allá del universo,
pueden concebirse, como modelos teóricos, en la mente de algunos científicos. Hoy por
hoy no parece que los "otros universos" vayan a tener en la teoría (y menos en la práctica)
de la ciencia el mismo status y solidez que el que conocemos, regido por las leyes que
conocemos. Como en cualquier noción semiótico-comunicativa del término realidad, esa
realidad concebida en una teoría matemática puede considerarse como la misma que la
nuestra, o continua con ella, en la medida en que existen vías de comunicación entre
ambas. Pero los puntos de contacto son escasos y sujetos a debate—son las
matematizaciones presentes en teorías que muy pocas personas entienden. Y si son puntos
que tengan alguna solidez, o puedan servir de apoyo a una comprensión más firme de la
realidad, y mayores capacitaciones para manipularla, eso lo habrá de decidir el desarrollo
posterior de la ciencia. No falta quien dice que la hoy la física teórica se agota y halla sus
límites en los límites de lo medible y computable—que habiendo llegado a las fronteras
del tiempo y del universo, la ciencia nada más tiene que decir sobre la naturaleza de la
realidad.39 Pero el tiempo es largo, y el progreso que se ha hecho en el último siglo no
hace suponer que pronto vayamos a dar por cerrado el debate sobre la realidad. Que se
sigue transformando día a día, y ya no es la que era.
"La física cuántica parecería socavar la idea de que la naturaleza está gobernada por
leyes, pero no es así. En vez de eso, nos lleva a aceptar un nuevo tipo de
determinismo: Dado el estado de un sistema en algún momento dado, las leyes de la
naturaleza determinan las probabilidades de varios futuros y pasados, en lugar de
determinar el futuro y el pasado con certidumbre". (72).
"Suena a ciencia ficción, pero no lo es. Feynman formuló una expresión matemática
(la suma de historias de Feynman) que refleja esta idea y que reproduce todas las leyes
de la física cuántica. En la teoría de Feynman las matemáticas y la representación
física son diferentes de la formulación original de la física cuántica, pero las
predicciones son las mismas" (75).41
En sustancia, aunque las partículas individuales tienen este comportamiento pongamos que
incalculable e impredecible, "para los objetos grandes, las trayectorias muy similares a la
trayectoria predicha por Newton tendrán fases similares y se sumarán para dar un
resultado cuya contribución a la suma es la mayor con gran diferencia, así el único destino
que tiene una probabilidad efectivamente mayor que cero es el destino predicho por la
teoría newtoniana, y ese destino tiene una probabilidad que es casi de uno. De ahí que los
objetos grandes se muevan igual que predice que lo van a hacer la teoría de Newton." (79).
Esto parece una manera razonable de reducir la mecánica newtoniana a los términos de la
mecánica cuántica. Lo que parece más dudoso (y contradictorio) es la suposición
continuada que se insinúa en este libro de que cualquier sistema es en principio igualmente
azaroso, sea subatómico o no. Por ejemplo cuando se dice que
"Esta idea [las historias alternativas de Feynman] tiene importantes implicaciones para
nuestro concepto del 'pasado' En teoría newtoniana, se presupone que el pasado existe
como una serie definida de acontecimientos. (...) La física cuántica nos dice que por
muy exhaustiva que sea nuestra observación del presente, el pasado (no observado),
como el futuro, es indefinido, y existe sólo como un espectro de posibilidades. El
universo, según la física cuántica, no tiene un único pasado, o una única historia" (82)
Perdón: pero yo diría más bien que sí tiene una sola historia a gran escala, aunque sea
borrosa, o un jardín de senderos que se bifurcan, a pequeña escala. La incertidumbre sobre
la reconstrucción de la evolución cósmica, sobre el origen del universo, y sobre los límítes
de precisión en esa evolución y origen, no puede confundirse con la incertidumbre a escala
subatómica, ni conviene que las historias posibles de las partículas subatómicas nos lleven
con demasiada ligereza a postular un universo con múltiples historias a escala
macroscópica, cuánto menos cósmica. Pero este paso conceptualmente confuso es el que
no dudan en dar Hawking y Mlodinow.
"La primera fuerza para la cual se creó una versión cuántica fue el electromagnetismo.
La teoría cuántica del campo electromagnético, llamada electrodinámica cuántica,
abreviado QED, la desarrollaron en los años 40 Richard Feynman y otros, y se ha
convertido en un modelo para todas las teorías de campo cuántico." (104)
Las QED, explican Hawking y Mlodinow, son teorías que requieren complejos cálculos
matemáticos, pero que se ajustan con precisión a los resultados experimentales. A nivel
cuántico, deben incluirse en cada intercambio de partículas todas las historias por las
cuales podría ocurrir dicha interacción, y eso complica las matemáticas. Feynman
simplificó la cuestión introduciendo una manera de visualizar la suma de historias—los
diagramas de Feynman, una de las herramientas más importantes de la física moderna.
Que en principio pueden representarse y calcularse, y permiten visualizar los distintos
tipos de interacción—pero que son infinitos en número. Y esto lleva a resultados absurdos
o imposibles de calcular. Los procedimientos matemáticos para tratar con estos absurdos
(las "renormalizaciones") son dudosos, quizá puedan considerarse trucos de matemáticos
trampeando sus propios cálculos para obtener el resultado deseado.... (Y esta situación,
apuntamos, no parece considerarla Hawking como un problema realmente serio para la
teoría, sino como una molesta cuestión de principio que sin embargo con un leve parcheo
de arbitrariedad no impide a la teoría el realizar predicciones válidas). El éxito (si así
puede llamársele....) de la "renormalización" llevó a los científicos a intentar desarrollar
teorías de campo cuántico que explicasen las demás fuerzas: la tesis es que las cuatro
fuerzas deben ser en última instancia la misma, formulable a través de una teoría de todo,
una vez se disipe nuestro conocimiento imperfecto de las relaciones entre ellas—
"una teoría de todo que unifique las cuatro clases en una única ley que sea compatible
con la teoría cuántica. Esta sería el santo grial de la física" (109).
En 1967 Abdus Salam y Steven Weinberg desarrollaron cada cual por su lado una teoría
unificada del electromagnetismo y de la fuerza débil, capaz de predecir la existencia y
comportamiento de partículas llamadas W+, W- y Zº. La fuerza nuclear fuerte se
renormalizó en una teoría llamada QCD, o cromodinámica cuántica—que atribuye
"colores" por así decirlo a los quarks que componen las anteriormente consideradas
partículas elementales (protones, neutrones). Los quarks y antiquarks se combinan para
formar bariones, que son esas partículas estables, y sus antipartículas, así como otras
partículas inestables llamadas mesones. Los quarks no son observables, "pero aceptamos
el modelo por lo bien que funciona al explicar el comportamiento de los protones,
neutrones y otras partículas de materia" (110). Se intentó demostrar que los protones
tienen una vida media de 1032 años, así que se podría detectar su desintegración, pero unos
experimentos de 2009 resultaron negativos, lo cual son malas noticias para las GUTs o
Grandes Teorías Unificadas. Así que los físicos optaron por una teoría más "chapucera", el
modelo estándar compuesto por la teoría unificada de las fuerzas electromagnéticas y
débiles, más la QCD.
"El modelo estándar tiene mucho éxito y concuerda con todas las pruebas de
observación actuales, pero es en última instancia insatisfactorio porque, aparte de no
unificar las fuerzas electromagnéticas y fuertes, no incluye a la gravedad" (112).
El chiste que incluye el libro de Hawking y Mlodinow es revelador: un científico mira una
pizarra con unas complejas ecuaciones rodeadas por un cuadrado, y una colega le dice:
"Ponerle una caja alrededor, me temo, no lo convierte en una teoría unificada".
El principio de incertidumbre de Heisenberg no permite realizar una teoría cuántica de la
gravedad. Según ese principio, el espacio nunca puede considerarse vacío totalmente, pues
aunque puede tener un estado de mínima energía que llamamos el vacío, pueden darse en
él unos tembleques cuánticos, o fluctuaciones cuánticas, por las que aparecen y
desaparecen brevemente de la existencia (por lo cual habría que entender, en realidad,
"del universo atómico actualmente cognoscible o medible") partículas y campos. Las
concibe Hawking como pares de partículas que se separan y se vuelven a juntar
anulándose unas a otras. Y vuelven a producir problemas de imposibilidad al no poderse
calcular su potencialmente infinita energía. La renormalización no puede aplicarse en este
caso. En 1976 se proporcionó la solución de la supergravedad—basada en la noción de
supersimetría, según la cual fuerza y materia serían dos caras de lo mismo, e irían en pares
de partículas asociadas. Expresan Hawking y Mlodinow su esperanza que la existencia de
esas partículas asociadas a las partículas observables pueda demostrarse con el LHC de
Ginebra—y en efecto en 2012, tras la publicación de este libro, se anunció la confirmación
experimental de la existencia del elusivo Bosón de Higgs.44
"Podría ser que para describir el universo, tengamos que emplear diferentes teorías en
diferentes situaciones. Cada teoría puede tener su propia versión de la realidad, pero
según el realismo dependiente de modelos, eso es aceptable mientras las teorías
concuerden en sus predicciones cada vez que se solapan, es decir, cuando las dos
pueden ser de aplicación" (117).
(Es posible que estas cuestiones que a Hawking le parecen portentosas a nivel matemático
y subatómico son simplemente una manera de enfrentarse a las propiedades emergentes
de los fenómenos— y que algo parecido sucede con fenómenos a nivel cultural, cuando
encontramos que no es posible unificar perfectamente, o "reducir", una teoría del
comportamiento humano a cuestiones formuladas en el lenguaje de la sociobiología, pero
vemos que es descriptible con el lenguaje de otras disciplinas. Sobre la cuestión de la
reducción unificadora de las ciencias, y el problema de la emergencia, ver "Gell-Mann:
Consciencia, reducción y emergencia". Por tanto hay que tomar cum grano salis las
afirmaciones con las que Hawking & Mlodinow concluyen este capítulo, y que llevarían a
una multiplicidad de universos. Me temo que una manera más sencilla de explicarlo es
que son universos teóricos, productos del lenguaje matemático—y que en el "lenguaje"
que utilizamos para movernos por nuestro universo cotidiano, seguiremos huérfanos con
un único universo donde, eso sí, hay matemáticos generando activamente muchos
universos matemáticos distintos para explicar ciertos fenómenos que escapan a la
experiencia ordinaria. Hay otros espacios internos... pero estan en éste).
"La Teoría M tiene soluciones que permiten muchos espacios internos, quizá hasta 10500,
lo cual significa que prevé hasta 10500 universos distintos, cada cual con sus propias leyes
(...)" La cuestion es, entonces, "cómo acabamos estando precisamente en éste, y con las
leyes que en él se manifiestan?" (119) —(Y la respuesta quizá sea que no acabamos, sino
que empezamos en éste... es el conocido problema del principio antrópico).
Por resolver la cuestión o mejor dicho por dar una posible respuesta a la pregunta de
Hawking y Mlodinow, con una analogía literaria, creo que estos mundos posibles de
Hawking son comparables con los mundos virtuales imaginados por Olaf Stapledon en
Star Maker. Allí, el creador de universos, el Hacedor de Estrellas, experimenta con un
mundo tras otro, creaciones torpes unas, elegantes otras, simétricas algunas, absurdas
otras... ante la mirada atónita del narrador de la novela, que ha llegado a un nivel de
percepción cósmica tal que le ha permitido ver al Hacedor de Estrellas. Es una ficción
sugestiva. Pero, descendiendo a la tierra en una perspectiva a la que no podemos
renunciar, el Hacedor de Estrellas no es otro que un personaje de una novela de Olaf
Stapledon, creado en un universo emergente dentro de nuestra experiencia humana—el
universo literario de una novela concreta, que además debe su imaginario creativo
particular a relatos míticos y filosóficos preexistentes. De modo similar, una importante
característica de los multiversos de Hawking, una que no se formula nunca con claridad,
es la medida en que son fenómenos emergentes dentro de una disciplina del conocimiento
llamada la física matemática. A fin de cuentas, busquemos como busquemos, vivimos en
un mundo humano lleno de rincones creados y diseñados por los humanos, cada cual con
sus propias normas y reglas de aplicación local que no valen un poco más allá. No habrá
una superteoría, sino una colección de teorías dispersas, parcialmente traducibles, para
tratar con fenómenos que sólo en circunstancias muy específica tienen sentido o existencia
siquiera. Por lo mismo podemos decir que sólo en un sentido muy general, o en contextos
muy concretos, hay una Historia de Todo, por mucho que las cosas sean, en cierto modo,
concebibles sólo como existentes en el seno de esa historia. La Historia de Todo no puede
prescindir de otras modalidades de historia más locales y específicas, que sólo
parcialmente se ubican respecto de ella, o sólo par fines específicos se conciben a sí
mismas, o se plantean, en los términos de una historia de todo.45
El Gran Diseño y Hacedor de Estrellas (6): Eligiendo nuestro universo
Suena plausible, pero... lo cierto es que no recuerdo que ningún antiguo ni moderno haya
hecho este razonamiento; desde luego, no era la percepción general. De hecho, las
cantidades que menciona Hawking no se podían siquiera plantear como una posible edad
del universo (del "mundo")—Los mitos griegos conectan unas genealogías de dioses de
vida indefinida con unos antepasados humanos extremadamente recientes, y si nos ha de
servir de punto de referencia el cristianismo, por su generalidad, entonces la edad de la
tierra no llegaba a seis mil años. Según las genealogías de Ussher la creación tuvo lugar "a
las nueve de la mañana del 27 de octubre del 4004 antes de Cristo". La idea misma de
buscar fechar con exactitud estas cuestiones da prueba ya de una mentalidad moderna
(¡incluso en Ussher, en cierto modo!).46
Lo que no existía en la concepción antigua era una larguísima historia del mundo sin
humanidad en él; el mundo sin humanos no tiene sentido ni planteamiento posible en las
concepciones precientíficas. (Incluso en la época de la Ilustración, previamente a los
descubrimientos de Lyell, los espíritus más inquisitivos, como Addison, daban por sentado
que la existencia del mundo material tiene una "finalidad", harto inmediata, en el sustento
de los seres vivos. Ver Spectator 519). Pero al parecer los mitos de creación sí que tenían
una característica acertada que la ciencia moderna no había terminado de asumir: que el
Universo había tenido un origen—y que tendría un fin. Costó elaborar teorías científicas
que tuviesen capacidad de trazar el esquema de una historia del universo. "La primera
evidencia científica de que el universo tuvo un principio vino en los años 20", dice
Hawking-M., con Edwin Hubble, y con Eddington y su imagen del universo en expansión
en los años 30. Esta noción de un universo en expansión fue una novedad para Einstein
(como la teoría cuántica, por otra parte). La noción del Big Bang la formuló un físico y
sacerdote católico, Georges Lemaître, en 1927, siguiendo hacia atrás la lógica de un
universo en expansión.47
Sin embargo, la prehistoria de estas ideas siempre es más compleja—y no hay que
buscarla únicamente en la ciencia matematizada, sino en concepciones filosóficas y en
hipótesis cosmológicas que preparan el terreno conceptual donde puedan tener cabida
estos nuevos esquemas científicos.48 Por ejemplo el planteamiento básico evolutivo de
Herbert Spencer favorece la noción de una fuerza inicial indiferenciada que se va
diversificando y multiplicando en sus efectos, a medida que actúa sobre la materia
generada ya en fases anteriores. En este planteamiento general puede encontrarse el
planteamiento intelectual que permita una historización del universo, hasta reducirlo,
retrospectivamente, a la fuerza originaria e inanalizable que lo constituyó. La teoría de la
multiplicación progresiva de efectos, o generación de la complejidad por efecto mariposa,
se presta a una lectura inversa, cuyo corolario es la fuerza indiferenciada original. Es
curioso, por cierto, que First Principles termina con una nota de 1900 en la que Spencer se
pregunta por la posibilidad del origen de las formaciones estelares en enormes explosiones
cuya razón, estructura y origen todavía están sin explicar. Pero (dice) deberían formularse
las relaciones entre fuerza y materia que permitan explicar esa disposición del universo
(esto era antes del descubrimiento de las múltiples galaxias, pero el principio no parece
diferente). Si no se pueden establecer esas relaciones, escribe Spencer, la estructura del
universo sería inexplicable. "Inexplicable" es pues, curiosamente, la última palabra de
First Principles, a menos que lo sea "Philology", con la que termina el índice de términos.
Y parece que en efecto en algún punto la ciencia ha de conformarse con datos iniciales que
explican otros, pero que quedan ellos mismos sin explicación—el Big Bang parece ser uno
de esos fenómenos. Lee Smolin ha propuesto (remitiendo a un razonamiento de Peirce)
que la única manera de explicar las leyes físicas (y no hacer descansar la ciencia física en
sus actuales presupuestos inexplicados) es en el seno de una teoría evolucionista. También
sería ésta una explicación más consiliente del universo.
Volvamos a Hawking y Mlodinow. Narran cómo se han ido acumulando pruebas que
permiten medir y ubicar la Explosión Inicial. La teoría de Einstein no permite analizar esta
situación, pues remontándonos antes de un determinado momento del tiempo, "la
relatividad general predice que hay un punto del tiempo en el cual la temperatura,
densidad y curvatura del universo se vuelven todas infinitas, una situación que los
matemáticos llaman una singularidad" (129). El resultado es que la teoría de Einstein no
funciona para esos parámetros, y por tanto "no es correcto llevar la imagen del Big Bang
hasta el principio de todo" (129). Hawking-M también observan que el límite relativista de
la velocidad de la luz no se aplica a la expansión del propio espacio durante la primera
fracción de segundo del Big Bang. Una idea ésta de 1980, la del universo inflacionario,
que se combina con la mecánica cuántica para ir más allá de la teoría de Einstein. La
temperatura equilibrada del universo require esta súbita expansión, pues no es explicada
por mecanismos que funcionen a la velocidad de la luz (que sería demasiado lenta, con lo
que no habría habido tiempo para una ecualización térmica).
Una cuestión de idoneidad resulta intrigante. Resulta que "para que funcionen nuestros
modelos teóricos de inflación, había que establecer el estado inicial del universo de una
manera muy especial y altamente improbable" (130). Cosa que parecería favorecer a las
teorías sobre principios antrópicos (cuando no sobre "diseños inteligentes", grandes
ciertamente, para quienes que se apuntan a esas cosas).
La duda que se plantea inmediatamente es si, entrando en la ecuación una serie de valores
inanalizables y arbitrarios (la velocidad de la luz, la velocidad de expansión del universo,
etc.) que sencillamente han de aceptarse por lo que son, la C, o llámalo X, –si tiene algún
sentido hablar de estados especialmente improbables. ¿No es igual de improbable o
arbitrario que la velocidad de la luz sea la que es, en lugar de la mitad, o el doble? ¿O que
los quarks tengan los colores o sabores que tienen, y no media docena más? No sé si a este
nivel de principios tan básicos de la física tiene sentido usar los conceptos de probabilidad
o improbabilidad, que me parece son aplicables más a fenómenos de otro orden de
complejidad. Los razonamientos de Smolin también parecen sugerir una salida posible a
este atolladero, una que al menos nos permita mover la ciencia un poco más allá de estos
presupuestos inanalizables. También nos acercan, por otra vía ciertamente, a un sistema
generador de universos que sigue recordándonos en algunos de sus aspectos al Hacedor de
Estrellas de Stapledon.
Sea como sea, arguyen Hawking y Mlodinow que este problema del carácter
extremadamente especial del estado inicial necesario en la teoría clásica del universo
inflacionario quedaría eliminado en la teoría que ellos proponen (ya veremos a qué precio).
"A lo largo de los siglos mucho, entre ellos Aristóteles, creían que el universo debe
haber existido desde siempre, con el fin de evitar la cuestión de cómo se dispuso.
Otros creían que el universo tenía un principio, y lo usaron como argumento para la
existencia de Dios. El descubrimiento de que el tiempo se comporta como el espacio
presenta una alternativa diferente. Elimina la antiquísima objeción a que el universo
tuviera un principio, pero también significa que el principio del universo estaba regido
por las leyes de la ciencia y no necesita que algún dios lo ponga en movimiento."
(135)
Vemos que es una teoría "elegante" en el sentido en que (al margen de su coherencia
matemática que aquí no podemos evaluar) conjuga el universo eterno planteado por la
filosofía aristotélica, y presupuesto en cierto modo por la física moderna, con el universo
"con historia" de los mitos, del cristianismo y del Big Bang. Estaría autocontenido en sí
mismo en términos físicos, pero a la vez una explicación del mismo requiere la hipótesis
matemática de otros universos.
La aplicación de los cálculos de Feynman a esta situación requeriría que se generasen (en
teoría al menos) todas las historias posibles que conducen hasta nuestro universo.
Según esta teoría de la creación de múltiples universos sólo algunos de éstos pasarían de la
fase de meras fluctuaciones cuánticas. Apuntaré que no entiendo por qué "unos pocos" y
no infinitos; serán pocos proporcionalmente hablando—pocos de los generados pasan a la
fase inflacionaria— pero sobre el papel no tiene por qué haber un límite a su número, al
menos no se entiende qué es lo que pondría ese límite.
"En la suma de historias, sólo hay una historia completamente uniforme y regular, y tendrá
la mayor probabilidad, pero muchas otras historias con ligeras irregularidades tendrán
probabilidades casi igual de altas. Por eso la inflación predice que es probable que el
universo temprano [Hay que suponer que quieren decir Hawking y Mlodinow "UN"
universo temprano] sea ligeramente no uniforme, correspondiendo a las pequeñas
variaciones de temperatura que se observaron en la CMBR [la radiación de fondo—
variaciones resultado de las irregularidades que darían lugar a acumulaciones de
materia, galaxias, etc.] (138)
"Si uno fuera religioso, podría decir que Dios realmente sí que juega a los dados"
(139)
Esto por contradecir a Einstein, que (el pobre) creía en un solo universo, el nuestro. Se
aprecia aquí también lo engañoso del título de este capítulo de The Grand Design, no
menos engañoso que el uso del témino "design", diseño, con sus connotaciones
intencionalistas y creacionistas. Me refiero al concepto de la "elección" de nuestro
universo. No es cuestión de elección: no elegimos, claro, nosotros menos que nadie, pero
ni siquiera el imaginario creador "elegiría", pues quien echa los dados no está eligiendo el
resultado. Hawking_Mlodinow parecen bastante conscientes de esto, y el uso de esta
terminología intencionalista es casi juguetón—alguno podría decir que provocador o
irresponsable.
No queda claro hasta ahora en qué medida la existencia de esos otros universos, cada uno
creado por fluctuaciones cuánticas incalculables, es una mera conveniencia teórica, o si
tiene posibilidades de pasar del campo de las matemáticas al de la física.
En este punto me recuerda más que nunca el libro de Hawking, con su sistema generador
de universos, al Hacedor de Estrellas ideado por Stapledon en su novela de cosmología-
ficción Star Maker (1937). En un artículo anterior hablé de la dimensión narrativa y
reflexiva de esta novela (ver "Apocalipsis de la Comunicación Total"). Ahora me interesa
más su teoría del multiverso, por analogía a estas especulaciones de la física actual, que no
sólo se encuentran en Hawking, sino también en numerosos físicos y cosmólogos de
primera línea como Brian Greene, Michio Kaku, o Max Tegmark.52 Por tanto, haremos un
breve excurso hacia Stapledon antes de volver a la "elección de universo" según Hawking.
Hacedor de Estrellas está disponible en español en la red, aquí o bien aquí (ver
bibliografía). ¿Necesito decir que es una lectura memorable, imprescindible si las hay? No
se diga que nunca recomiendo cosas.
Observo por cierto que no he escrito nada sobre Teilhard de Chardin—y bien merece un
capítulo en la historia de la Gran Historia, en tanto que teorizador de la evolución
cósmica, y narrativizador del universo, al mismo título que Vico, Hegel, Spencer, o
Darwin, o Spier.54 O Hawking mismo: cada uno lo hizo como Frank Sinatra, a su manera,
y por sus Obras los conoceréis. Me interesan todos estos autores no sólo por sus Grandes
Historias de todas las cosas,55 sino más en concreto por el asidero que proporcionan estos
marcos teóricos a una teoría del anclaje narrativo, de la cual más en nuestros artículos
sobre anclaje narrativo.56 Decididamente, habrá que coger el toro por los cuernos y
escribir un día esa obra tanto tiempo postpuesta, The Key to All Mythologies—aunque se
quede en un post, o en un post-scriptum.57
El viajero de las estrellas, encarnado ahora en la obra de Stapledon, tras haber pasado
quizá por la de Jack London,58 se identifica visionariamente con la mente cósmica, y
usando esa mente superior como vía, llega a averiguar una realidad sobre el universo que
está más allá de todas las estrellas y planetas por los que ha viajado, pues todos ellos
estaban contenidos en un mismo universo. Lo que descubre esa mente cósmica es un
multiverso, subyacente a la estructura del universo, de la misma manera que el juego del
ajedrez, y todas las partidas posibles en él, subyacen a una partida en concreto que
pudiéramos conocer en primera instancia.
Este tipo de relación entre universo y multiverso es lo que Espen J. Aarseth (en Cybertext)
ha denominado la dimensión ergódica del texto—un texto ergódico es un sistema
generador de textos, que puede ser recorrido en múltiples trayectos o dar lugar a muchos
fenotextos a partir del genotexto (y aquí derivo de Aarseth hacia Kristeva y Le Texte du
roman, pero es que esta noción de literatura ergódica es inherentemente estructuralista, y
tiene todo un aire de época con los generadores automáticos de obras de arte, o de
poemas).59 Esta analogía entre el multiverso como genotexto, y el universo como
fenotexto, en una cosmología ergódica, nos llevaría en otra dirección, y a todo un artículo
sobre la cuestión, o sea que dejo el tema aquí aparcado, por si un día me animo a
desarrollarlo.
Reconocemos aquí el dios enigmático de los racionalistas, pero también una imagen del
poder absoluto propia de la era de los fascismos y los totalitarismos. (Era de la que
participa Stapledon biográfica y en buena medida ideológicamente).
En los capítulos finales, el narrador cuenta cómo al final, alcanzado el nivel de mente
cósmica, se le concede contemplar en acción a lo que él llama "la realidad hipercósmica",
es decir, el multiverso detrás del universo: al creador de estrellas, que ha creado su cosmos
(nuestro cosmos) como uno más entre otros, a una escala de inmensidad que desafía todo
lo hasta entonces concebido por el narrador. Todo esto se presenta en el lenguaje mítico de
la religión, en una tradición cosmogónica que se remonta no sólo al Génesis o a las
cosmogonías de Hesíodo, sino también a las narraciones platónicas sobre el Demiurgo (en
el Timeo).
Pero el narrador deja muy claro que la suya es no tanto una narración teísta, o creacionista,
cuanto un artificio narrativo que acude a la tradición de estos mitos para dar una forma
expresable a una idea o intuición—en esencia, que nuestro mundo, en el sentido más
amplio, puede no ser sino uno de muchos. Podemos en lo que sigue poner entre paréntesis
mentales el lenguaje creacionista e intencionalista, para quedarnos con la visión del
sistema generativo de cosmos detrás del cosmos.
Reproduzco aquí la descripción del Hacedor de Estrellas del capítulo XIV, y los
multiversos del capítulo XV.
Este pobre mito, esta mera parábola es lo que trataré de narrar aquí, tal como lo recuerdo en mi estado
humano. Más no puedo hacer. Pero aun esto no podrá ser cumplido apropiadamente. No una vez sino
muchas he escrito unas descripción de mi sueño, y luego la he destruido, como totalmente inadecuada.
Con una impresión de fracaso total balbucearé aquí solo unas pocas de sus características más
inteligibles. Mi mito reproduce sobre todo muy inadecuadamente uno de los aspectos de la visión real.
(...)
De acuerdo con ese sueño raro o mito que se posesionó de mi mente, en su estado creador y finito el
Hacedor de Estrellas era en verdad un espíritu que se desarrollaba y despertaba. Que ocurriera así, y que
al mismo tiempo él fuese eternamente perfecto es inconcebible desde el punto de vista humano; pero mi
mente, abrumada con una visión sobrehumana, no encontró otro modo de expresar el mito de la
creación.
Eternamente, y así me dijo mi sueño, el Hacedor de Estrellas es perfecto y absoluto; sin embargo, en los
comienzos del tiempo que corresponde a su modo creador era una deidad infantil, inquieta, ansiosa,
poderosa, pero sin una voluntad clara. Era dueño de todo el poder creador. Podía crear universos con los
más variados atributos físicos y mentales. Solo la lógica lo limitaba. Podía ordenar, por ejemplo, las
leyes naturales más sorprendentes, pero no podía hacer que dos mas dos sumasen cinco. En su fase
primera estaba limitado también por su inmadurez. Se encontraba todavía en la etapa infantil. Aunque la
fuente inconstante de su mente creadora, exploradora y consciente no fuese sino su propia esencia
eterna, el Hacedor de Estrellas no era al principio sino un vago anhelo de creatividad.
El Hacedor probó sus poderes desde un principio. Objetivó parte de su propia sustancia inconsciente,
como materia para su creación, y la modeló con un propósito consciente. Así, una y otra vez, fue
creando sus juguetes: los cosmos.
Pero la propia sustancia inconsciente del Hacedor de Estrellas creador no era sino el espíritu eterno, el
Hacedor de Estrellas mismo en su aspecto eterno y perfecto. Así ocurrió que en estas fases primeras,
cada vez que el Hacedor sacaba de sus propias profundidades la materia prima de un cosmos, esta
materia no era nunca informe sino plena de determinadas potencialidades: lógicas, físicas, biológicas,
psícológicas. A veces estas potencialidades se resistían a los propósitos conscientes del joven Hacedor
de Estrellas. El Hacedor no podía en ciertas ocasiones acomodarlas a sus fines, y menos aún realizarlas
plenamente. Se me ocurrió que esta idiosincrasia del medio lo obligaba a alterar a menudo sus planes,
pero que también le sugería una y otra vez más fértiles concepciones. Una y otra vez, de acuerdo con mi
mito, el Hacedor de Estrellas aprendía algo de su criatura, y así superaba a su criatura y anhelaba
trabajar en un plan más amplio. Una y otra vez apartaba un cosmos terminado y evocaba en sí mismo
una nueva creación.
Muchas veces, en la primera parte de mi sueño, me pregunté que pretendería alcanzar el Hacedor con
sus creaciones. No pude dejar de pensar que este propósito no era al principio muy claro. El mismo lo
había ido descubriendo gradualmente, y muy a menudo, me pareció, su obra era una búsqueda, y su
meta algo confuso. Pero ya en su madurez su voluntad era la de crear tan plenamente como fuese
posible, realizar enteramente la potencialidad de su medio, idear obras de creciente sutileza, y de una
creciente diversidad armónica. A medida que este propósito se hizo más claro, me pareció que incluía
también la voluntad de crear universos que alcanzaran un nivel único de conciencia y expresión. Pues la
percepción y la voluntad de las criaturas eran aparentemente el instrumento con que el Hacedor mismo,
cosmos tras cosmos, despertaba a una mayor lucidez. Fue así que, a través de sucesivas criaturas, el
Hacedor de Estrellas avanzó de etapa en etapa desde el estado infantil de la divinidad a su madurez
Fue así que en la eternidad el Hacedor de Estrellas llegó a ser lo que ya era en el principio, la raíz y
coronamiento de todas las cosas. En el modo típicamente irracional de los sueños, este sueño-mito
representó el espíritu eterno como siendo a la vez causa y resultado de la multitud infinita de los
existentes finitos. De algún modo ininteligible todas las cosas finitas, aunque fuesen en algún sentido
imaginaciones del espíritu absoluto, eran también esenciales para la existencia misma de ese espíritu.
Separado de ellas, no tenía ser. Pero no puedo decir si esta oscura relación representaba alguna verdad
importante o era meramente un sueño trivial
1. CREACION INMADURA
De acuerdo con el mito o sueño fantástico que evocó mi mente luego de aquel momento supremo de
experiencia, el cosmos particular que llegue a confundir conmigo, no fue, en la vasta serie de creaciones,
ni uno de los primeros ni uno de los últimos. Era, en cierto modo, la primera creación madura del
Hacedor de Estrellas, pero comparada con creaciones posteriores parecía en muchos aspectos una obra
de juventud. Aunque las primeras creaciones expresaban la naturaleza del Hacedor de Estrellas en su
fase inmatura, en su mayor parte se apartan totalmente de la dirección del pensamiento humano, y por lo
tanto no puedo describirlas ahora. No me dejaron mucho mas que una vaga impresión de la
multiplicidad y diversidad de las obras del Hacedor de Estrellas. Sin embargo, aun en ellas hay unos
pocos aspectos inteligibles para los hombres y que pueden ser recogidos aquí.
El primer cosmos apareció en mi sueño como algo sorprendentemente simple. El Hacedor de Estrellas
niño, atormentado -así me pareció a mí- por su potencia inexpresada, concibió y objetivó en sí mismo
dos cualidades. Con ellas creó el primer cosmos, un ritmo temporal, compuesto de sonido y silencio. De
este primer ritmo sonoro, premonitorio de mil creaciones, desarrolló con un celo infantil pero divino,
una música vacilante, de cambiante complejidad. Luego contemplando la forma simple de su criatura,
concibió la posibilidad de una creación más sutil. Así la primera de todas las criaturas engendró en su
creador una necesidad que ella misma no hubiese podido satisfacer. Por tanto el Hacedor de Estrellas
niño consideró que el primer cosmos era obra terminada. Contemplando desde afuera el tiempo que ese
cosmos había engendrado, aprehendió todo su ciclo como presente, un presente, que fluía sin embargo.
Y cuando hubo valorado serenamente su obra, dejó de prestarle atención y meditó en una segunda
creación.
Desde entonces de la ferviente imaginación del Hacedor de Estrellas brotó un cosmos tras otro, cada uno
más complejo y sutil que el anterior. En algunas de las primeras creaciones solo se preocupó,
aparentemente, por el aspecto físico de la sustancia que había objetivado en sí mismo. No advertía sus
posibilidades psíquicas. Uno de esos cosmos primeros, sin embargo, era de una estructura física que
podía interpretarse como vida e individualidad, características ajenas realmente a ese mundo. Pero quizá
no. En una creación ulterior hubo, si, verdadera vida, la que apareció de pronto del modo mas extraño.
Este era un cosmos que el Hacedor de Estrellas sentía físicamente, así como los hombres sienten a veces
la música. Era en sí una compleja secuencia de diversos tonos e intensidades. El Hacedor de estrellas
niño jugaba complacido con este mundo, inventando infinitas melodías y contrapuntos. Pero antes que
hubiera agotado todas las sutilezas de estructura de esta música matemática y fría; antes de haber creado
mas mundos sin vida, mas criaturas musicales fue evidente que algunas de las otras creaciones estaban
manifestando signos de vida propios, que se resistían a los propósitos conscientes del Hacedor de
Estrellas. Los temas musicales comenzaron a ordenarse de acuerdo con cánones ajenos a los dictados
por el Hacedor. Me pareció que el Hacedor los observaba con intenso interés, y que esos temas lo
impulsaron a nuevas concepciones, que las criaturas eran incapaces de realizar. Decidió entonces dar por
terminado este cosmos, pero de un modo nuevo, y dispuso que el ultimo estado del cosmos fuera una
fase que llevaba inmediatamente al primero. El final quedó así atado al comienzo de modo que el tiempo
cósmico formaba ahora un circulo infinito. Luego de considerar esta obra desde afuera, desde su propio
tiempo, la hizo a un lado y meditó en una nueva creación.
Desde entonces el Hacedor de Estrellas no olvidó nunca que sus criaturas eran capaces de una vida
propia. Me pareció, sin embargo, que algunas de sus primeras experiencias en el campo de la creación
vital fueron curiosamente deformes, y que a veces, aparentemente disgustado con el mundo biológico,
volvía durante un tiempo a las fantasías meramente físicas.
Solo puedo describir brevemente las miríadas de primeras creaciones. Baste decir que brotaron una tras
otra de la imaginación aún infantil, aunque divina, como burbujas brillantes pero triviales, de animado
color, con toda clase de sutilezas físicas, amores y odios líricos y a menudo trágicos, y los anhelos,
aspiraciones y empresas comunes de las primeras creaciones conscientes y experimentales del Hacedor
de Estrellas.
Muchos de estos primeros universos no nacieron en el espacio, aunque no fueron por eso menos físicos.
Y de estos, no pocos pertenecieron al tipo "musical". En ellos el espacio estaba curiosamente
representado por una dimensión que correspondía al tono musical, con muy variadas diferencias tonales.
Estas criaturas se aparecían unas a otras como figuras y ritmos complejos de caracteres de tono. Movían
sus cuerpos en una dimensión musical y a veces en otras dimensiones inconcebibles para el hombre. El
cuerpo de la criatura era una figura tonal aproximadamente constante, con grados de flexibilidad y
capacidad de cambio similares de algún modo a los del cuerpo humano. Atravesaban también otros
cuerpos vivientes en la dimensión del tono como se entrecruzan las ondas de un lago. Pero aunque estos
cuerpos eran capaces de deslizarse a través de otros, podían alterar y aun dañar los tejidos tonales de los
demás. Algunos en verdad vivían devorando a sus semejantes, pues los más complejos necesitaban
integrar a sus propias estructuras vitales las estructuras más simples que fluían directamente del poder
creador del Hacedor de Estrellas. Las criaturas inteligentes manejaban así para sus propios fines
elementos arrancados al ambiente tonal fijo, construyendo artefactos de estructura tonal. Algunos de
estos artefactos servían como herramientas para una más eficiente consecución de las actividades
"agrícolas", que aumentaban los recursos de alimentos naturales. Estos universos fuera del espacio,
aunque incomparablemente más simples y más reducidos que nuestro propio cosmos, eran bastante ricos
como para producir sociedades capaces no solo de desarrollar una "agricultura" sino también una
"industria", y aun un arte puro que combinaba las características de la canción, la poesía y la danza. La
filosofía, de un tipo que podríamos llamar pitagórico, apareció por vez primera en un cosmos de esta
especie "musical".
En casi todas las obras del Hacedor de Estrellas, tal como se me aparecieron en aquel sueño, el tiempo
era un atributo más fundamental que el espacio. Aunque en algunas de las primeras creaciones el
Hacedor excluyó el tiempo, contentándose con corporizar una idea estática, pronto abandonó este plan,
demasiado estrecho. Excluía, además, la posibilidad de vida física y mental, y solo podía interesarle
como una primera etapa.
El espacio, advertí en mi sueño, apareció al principio como desarrollo de una dimensión ajena en uno de
los cosmos "musicales". Las criaturas tonales de este cosmos no solo podían moverse hacia "arriba" y
hacia "abajo" en la escala sino también hacia los "lados". En la música humana ciertos temas
particulares parecen acercarse o retroceder de acuerdo con variaciones de altura y timbre. De un modo
bastante similar las criaturas de este cosmos "musical" se acercaban unas a otras, o se alejaban unas de
otras, hasta que al fin eran inaudibles. Cuando se movían a los "lados" atravesaban ambientes tonales
que cambiaban incesantemente. En un cosmos ulterior este movimiento de las criaturas se transformó en
una verdadera experiencia del espacio.
En algunas creaciones la expansión y el reposo ultimo eran seguidos por una contracción y actividades
físicas enteramente nuevas. A veces, por ejemplo, la antigravedad reemplazaba a la gravedad. Todas las
acumulaciones mayores de materia tendían a estallar, y las más pequeñas a apartarse unas de otras. En
uno de estos cosmos hubo una reversión de la ley de la entropía. La energía, en vez de extenderse
gradual y uniformemente por el cosmos, se acumuló a sí misma en las ultimas unidades de materia.
Llegué a sospechar que nuestro propio cosmos continuaba en un cosmos invertido de esta especie, y
donde, por supuesto, la naturaleza de los seres vivientes era totalmente ajena a las concepciones del
hombre. Pero esto es una digresión, pues los universos que describo ahora eran mucho más simples y
muy anteriores.
Muchos universos eran físicamente un fluido continuo donde nadaban las criaturas sólidas. Otros
estaban construidos como series de esferas concéntricas, pobladas por diversos órdenes de criaturas, y
algunos de estos universos primeros eran casi astronómicos: un vacío rociado con diminutos centros de
energía. A veces el Hacedor de Estrellas creaba un cosmos que carecía de naturaleza física simple y
objetiva. Las criaturas de este cosmos no influían unas en otras, pero estimuladas directamente por el
Hacedor de Estrellas concebían separadamente un mundo físico ilusorio pero útil, poblado de elementos
imaginarios. El genio matemático del Hacedor relacionaba entre sí estos mundos subjetivos de un modo
perfectamente sistemático.
No diré mas de la inmensa diversidad de formas físicas que asumieron las primeras creaciones, según las
vi en mi sueño. Mencionaré solamente que cada cosmos era en general más complejo, y en cierto
sentido más voluminoso, que el anterior. En verdad, en cada uno de ellos las unidades físicas ultimas
eran más pequeñas en relación con el todo, y más multitudinarias. En cada uno de ellos, también, las
criaturas individuales conscientes eran más numerosas, y de tipos más diversos, y las más despiertas de
estas criaturas alcanzaban una mentalidad más lúcida que cualquier otra criatura de un cosmos previo.
Biológica y psicológicamente las primeras creaciones fueron muy distintas entre sí. La evolución
biológica fue en ciertos casos como la que nosotros conocemos. Una pequeña minoría de especies
ascendía precariamente hacia una mayor individualización y una mayor claridad mental. En otras
creaciones de especies biológicamente fijas, el progreso, sí lo había, era solo cultural. Había también
unas pocas y sorprendentes creaciones donde la primera de las etapas cósmicas era la más lúcida y el
Hacedor de Estrellas asistía luego serenamente a la decadencia de esta conciencia.
En ciertas ocasiones un cosmos nacía como un organismo simple y primario en un ambiente interno e
inorgánico. El organismo se propagaba luego por fisión en un creciente número de criaturas cada vez
más pequeñas y cada vez mas despiertas. En algunos de estos universos la evolución continuaba hasta
que las criaturas llegaban a ser demasiado pequeñas y no podían albergar la compleja estructura orgánica
necesaria para el desarrollo de una inteligencia. El Hacedor de Estrellas asistía así a la lucha desesperada
de sociedades cósmicas que trataban de detener la fatal degeneración de la raza.
La realización ultima del cosmos era en algunas creaciones un caos de sociedades mutuamente
ininteligibles, dedicada cada una de ellas a un modo del espíritu, y hostil a todos los otros. El clímax era
una única sociedad utópica de mentes distintas, o una única y compleja mente cósmica. El Hacedor de
Estrellas se complacía en determinadas ocasiones ordenando que cada criatura fuese la expresión
determinada e inevitable del ambiente. En otras creaciones los individuos gozaba del poder de la
elección arbitraria, y algo de la propia creatividad del Hacedor. Así me pareció en mi sueño. pero aún
entonces pensé que para algún observador más sutil ambas especies aparecían como determinadas, y a la
vez como espontáneas y creadoras.
En general, el Hacedor de Estrellas, una vez que determinaba los principios básicos, deun cosmos y
creaba la etapa inicial, se contentaba con ser testigo de los acontecimientos ulteriores; pero a veces
decidía intervenir, ya infringiendo las leyes naturales que el mismo había establecido, ya influyendo en
las mentes de las criaturas mediante la revelación directa. Esto, de acuerdo con mi sueño, tenía como
objetivo a veces mejorar un plan cósmico, pero más a menudo la interferencia estaba ya prevista en el
plan original.
Algunas creaciones del Hacedor de Estrellas eran grupos de muchos universos unidos entre sí, sistemas
completamente distintos de muy diferentes tipos, y que vivían sucesivamente en un universo tras otro,
asumiendo en cada uno de los ambientes una forma física indígena, aunque llevando con ellos en esa
transmigración recuerdos débiles y confusos de las existencias anteriores. Este principio de
transmigración era a veces empleado de otro modo. Creaciones semejantes que no estaban ligadas
sistemáticamente podían contener criaturas que percibían mentalmente ecos vagos aunque también
obsesivos de las experiencias o temperamentos de algún otro cosmos opuesto.
Una característica muy dramática aparecía en un cosmos tras otro. Mencioné antes que (en mi sueño) el
inmaturo Hacedor de Estrellas parecía haber reaccionado ante el trágico fracaso de su primer
experimento biológico con una suerte de alegría diabólica. En muchas creaciones subsiguientes parecía
también que se le dividiese la mente. Cada vez que una potencialidad insospechada de la sustancia que
había objetivado y sacado de las honduras del inconsciente perturbaba de algún modo su plan creador
consciente, el Hacedor parecía sentir no solo frustración sino también una satisfacción sorprendida,
como si hubiese satisfecho inesperadamente un apetito que no había reconocido hasta ese entonces.
Esta dualidad mental dio a luz con el tiempo un nuevo modo de crear. Hubo una vez, en el desarrollo del
Hacedor de Estrellas, tal como me lo representaba en este sueño, en que llegó a disociarse en dos
espíritus independientes: el ser esencial, el espíritu que perseguía la creación positiva de formas
espirituales y vitales y una conciencia mas y más lúcida, y por otra parte un espíritu destructivo, rebelde
y cínico, que no podía haber existido sino como parásito de las obras del otro.
Una y otra vez el Hacedor disoció estos dos modos de sí mismo, objetivándolos, como espíritus
independientes, y permitiéndoles que luchasen entre ellos por el dominio de un cosmos. Uno de estos
cosmos -un eslabón de tres universos- recordaba de algún modo a la ortodoxia cristiana. El primer
universo estaba habitado por individuos dotados con diversos grados de sensibilidad, inteligencia e
integridad moral. Aquí los dos espíritus se disputaban las almas de las criaturas. El espíritu "bueno"
exhortaba, socorría, recompensaba, castigaba: el espíritu "malo" engañaba, tentaba, y destruía
moralmente.
En la hora de la muerte las criaturas pasaban a uno o a otro de los dos universos secundarios: un cielo
intemporal y un infierno intemporal. Allí experimentaban un instante eterno de extática comprensión y
adoración o un tormento extremo de remordimiento.
Cuando el sueño me presentó esa imagen bárbara y vulgar, sentí al principio incredulidad y horror.
¿Cómo era posible que el Hacedor de Estrellas, aun en su inmadurez, condenara a la agonía a sus
criaturas por una debilidad que él mismo les había impuesto? ¿Cómo una deidad vengadora podía exigir
adoración?
En vano me dije que sin duda mi sueño había falsificado la realidad. Yo estaba convencido de que en
este aspecto mi sueño no era falso, y que expresaba por lo menos una verdad simbólica. No obstante,
aun ante esta actitud brutal, aun sacudido por la repulsión y el horror, veneré al Hacedor de Estrellas.
Para excusar mi adoración me dije a mí mismo que este terrible misterio escapaba a mi comprensión, y
que en el Hacedor de Estrellas aun una crueldad tan obvia debía de tener justificación. Quizás la barbarie
había aparecido solo en la inmadurez del Hacedor de Estrellas. Quizá mas tarde, cuando fuese
completamente él mismo, la dejaría atrás. Pero no. Yo sabía ya, profundamente, que esta crueldad se
manifestaría aun en el ultimo cosmos. ¿Era posible que se me hubiese escapado algún hecho clave que
podía explicar este humor vengativo? ¿No era posible que todas las criaturas no fuesen más que
ensoñaciones del poder creador, y que al atormentar a sus criaturas el Hacedor de Estrellas se
atormentara también a sí mismo en esta aventura en la que intentaba expresarse? Quizá el mismo
Hacedor de Estrellas, aunque poderoso, estaba limitado por algunos principios de lógica absoluta, y uno
de estos principios era quizá el de la indisoluble unión entre la tradición y el remordimiento en todos los
espíritus despiertos a medias. ¿Había aceptado entonces el Hacedor en este extraño cosmos, las
ineluctables limitaciones de su arte? ¿No era posible que yo respetara en el Hacedor solo el espíritu
"bueno" y no el "malo"? ¿No estaría tratando él de arrancar el mal de sí mismo mediante este recurso de
la disociación? Esta ultima explicación me fue sugerida por la rara evolución de aquel cosmos. Los
habitantes del primero de los mundos tenían una inteligencia y una integridad moral muy bajas y pronto
el infierno estuvo atestado mientras que el cielo permanecía casi vacío.
Pero el Hacedor de Estrellas, en su parte "buena", amaba y compadecía a sus criaturas. El "buen"
espíritu decidió por lo tanto entrar en la esfera mundana y redimir a los pecadores con su propio
sufrimiento. Y así se pobló el cielo, aunque sin despoblarse por eso el infierno. ¿Adoraba yo entonces,
únicamente, el aspecto "bueno" del Hacedor? No. Irracionalmente, pero con convicción, me inclinaba
ante los dos aspectos de aquella dual naturaleza: el "bien" y el "mal", la gentileza y el terror, lo
humanamente ideal y lo incomprensiblemente inhumano. Como un amante ciego que niega o excusa los
defectos flagrantes de su amada, yo trataba de paliar la inhumanidad del Hacedor de Estrellas,
glorificándola positivamente al mismo tiempo. ¿Había entonces algo cruel en mi propia naturaleza? ¿O
mi corazón reconocía vagamente que el amor, la suprema virtud en las criaturas, no era un valor
absoluto en el creador?
Este tremendo e insoluble problema se me presentó una y otra vez en el curso de mi sueño. Hubo por
ejemplo una creación en la que se permitió que los dos espíritus lucharan de un modo nuevo y más sutil.
En su primera etapa este cosmos manifestó sólo caracteres físicos, pero el Hacedor de Estrellas dispuso
que la potencialidad vital se expresara allí gradualmente en distintas especies de criaturas que emergían
generación tras generación desde el plano puramente físico hacia la inteligencia y la lucidez espiritual.
En este cosmos el Hacedor permitió que los dos espíritus, el "bueno" y el "malo", compitieran aun en la
creación misma de las especies.
En las primeras y prolongadas edades los espíritus lucharon tratando de modificar la evolución de
innumerables especies. El espíritu "bueno" se empeñó en producir criaturas mas organizadas, más
individuales, mas delicadamente relacionadas con el ambiente, más aptas para la acción, dotadas de una
conciencia más vívida y comprensiva del mundo, de sí mismas y de los otros. El espíritu "malvado"
trató por su parte de obstaculizar esta empresa.
Los órganos y tejidos de todas las especies manifestaron en su estructura el conflicto de los dos espíritus.
A veces el espíritu "malo" lograba incorporar a una criatura algunas características aparentemente poco
importantes, pero insidiosas, como una habilidad especial para albergar parásitos, alguna debilidad de la
maquinaria digestiva, alguna inestabilidad de la organización nerviosa. En otros casos este espíritu
"malo" equipaba a una especie inferior con armas especiales capaces de destruir a los pioneros de la
evolución, logrando que éstos sucumbieran ya a una enfermedad nueva, o a las plagas o microbios de
este cosmos particular, ya a la brutalidad de otros seres de la propia especie.
El espíritu malvado empleaba a veces un plan aún más ingenioso y efectivo. Cuando el espíritu "bueno"
descubría algo promisorio, y había provocado en las especies favorecidas la aparición de una estructura
orgánica nueva, o alguna nueva costumbre adecuada, el espíritu malvado trataba de que la evolución
continuase mas allá de las necesidades reales de la criatura. Los dientes se hacían tan largos que era
extremadamente difícil comer, los cuernos tan curvos que presionaban el cerebro, el impulso
individualista tan imperioso que destruía la sociedad, o el impulso social tan obsesivo que aplastaba la
individualidad.
Así en un mundo tras otro de este cosmos, mucho más complejo que todos los anteriores, casi todas las
especies llegaban tarde o temprano a encontrarse en dificultades. Pero en ciertos de estos mundos una de
las especies alcanzaba el nivel humano de inteligencia y de sensibilidad espiritual. Una combinación
semejante de poderes debieran de haber bastado para levantar una defensa contra cualquier posible
ataque. Pero el espíritu "malo" lograba siempre pervertir muy hábilmente tanto esta inteligencia como
esta sensibilidad espiritual. Pues aunque por su misma naturaleza estas cualidades eran
complementarias, no era imposible ponerlas en conflicto, exagerándolas, por ejemplo, hasta que se
convirtieran en algo tan letal como los cuernos y dientes extravagantes de las primeras especies. De este
modo la inteligencia, que llevaba por una parte al dominio de la fuerza física, y por otra a la sutileza
intelectual, podía ser causa de desastre divorciada de la sensibilidad espiritual. El dominio de la fuerza
física provocaba a menudo una manía de poder, y la disección de la sociedad en dos clases antagónicas,
la de los poderosos y la de los oprimidos. La sutileza intelectual podía producir de un modo semejante
una manía por el análisis, y la consiguiente ceguera a todo lo que no perteneciese al orden del intelecto.
La sensibilidad misma, apartada de toda critica intelectual y de los reclamos de la vida cotidiana, se
perdía en sueños.
2. CREACION MADURA
De acuerdo con el mito que concibió mi mente cuando el momento supremo de mi experiencia cósmica
quedó atrás, el Hacedor de Estrellas entró al fin en un estado de extática meditación, operándose en su
propia naturaleza un cambio revolucionario. Así al menos me pareció de acuerdo con las
transformaciones que advertí en su actividad creadora.
Luego de haber revisado con nuevos ojos todas sus obras tempranas, desechándolas, así me pareció, con
respeto e impaciencia a la vez, el Hacedor de Estrellas descubrió en sí mismo una nueva y fértil
creación. El cosmos que creó entonces es el que contiene al lector y al redactor de este libro. El Hacedor
recurrió en esta tarea, aunque con un arte más perfecto, a muchos de los principios que había utilizado
ya en sus primeras creaciones, entretejiéndolos para formar una unidad más espaciosa y más sutil que las
otras.
Me pareció, en mi fantasía, que el Hacedor intentaba esta nueva empresa con una disposición distinta.
Los cosmos anteriores parecían haber sido formados con la voluntad consciente de corporizar ciertos
principios, físicos, biológicos, psicológicos. Como se dijo antes, muy a menudo se producía un conflicto
entre el propósito intelectual del Hacedor y la materia prima que había evocado desde las profundidades
oscuras de su propio ser para formar a sus criaturas. Esta vez, sin embargo, manejó con mayor
sensibilidad los medios de su creación. El “material” espiritual que había objetivado sacándolo de sus
propias honduras ocultas fue adaptado a sus propósitos aún en esbozo con una inteligencia más atenta,
con mas respeto por la naturaleza y la potencialidad del "material", y más desprendido de las demandas
extravagantes del mismo. Hablar así del espíritu creador universal es casi infantilmente antropomórfico.
Pues la vida de un espíritu semejante, si en este caso puede hablarse de vida, tiene que ser
completamente inconcebible para el hombre. No obstante, y ya que este simbolismo infantil se me
impone de algún modo, lo registro aquí pensando a la vez que contiene probablemente algún reflejo de
la verdad, aun distorsionado.
En esta nueva creación apareció una rara discrepancia entre el tiempo propio del Hacedor de Estrellas y
el tiempo propio del cosmos. Hasta ese momento, aunque el Hacedor podía desprenderse a sí mismo del
tiempo cósmico cuando la historia cósmica se había completado a sí misma, y observar así todas las
edades cósmicas como presentes, no había podido crear las últimas fases de un cosmos antes de haber
creado las anteriores. En esta nueva creación no se encontraba limitado de este modo. Por este motivo,
aunque este cosmos era el mío, pude observarlo desde un sorprendente punto de vista.
No se me apareció como una familiar secuencia de acontecimientos históricos, que comenzaban con una
primera explosión física y terminaban luego en la muerte. Observe este cosmos no desde dentro del flujo
cósmico sino de un modo completamente distinto. Asistí a las modificaciones del cosmos desde el
tiempo propio del Hacedor de Estrellas, y la secuencia de los actos creadores del Hacedor era, advertí,
muy distinta de la secuencia de los acontecimientos históricos.
En un principio el Hacedor de Estrellas concibió en las profundidades de su propio ser algo que no era ni
mental ni material, sino de abundante potencialidad, pleno de sugestiones y estímulos para la
imaginación creadora. El Hacedor meditó largo tiempo sobre esta delicada sustancia: un medio en el que
la unidad y la multiplicidad dependían muy sutilmente una de otra, en el que todas las partes y todos los
caracteres invadían las otras partes y caracteres y eran invadidos por ellos, en el que todas las cosas
parecían tener influencia en todas las otras cosas. Sin embargo, la totalidad no era mas que la suma de
todas las partes, y cada parte un determinante del todo. Era una sustancia cósmica en la que todo espíritu
individual debía ser, misteriosamente, a la vez un ser absoluto y una mera ficción del todo.
El Hacedor de Estrellas dio a este medio extremadamente sutil la forma general de un cosmos, con un
espacio-tiempo aún indeterminado y ajeno a la geometría: una entidad física amorfa sin cualidades o
direcciones, sin intrincadas leyes físicas; una tensión vital mas distintamente concebida y una épica
aventura de la mente, un clímax sorprendentemente definido y una cima de lucidez espiritual. Esto
ultimo, aunque ocupaba en el tiempo cósmico una posición que podríamos llamar tardía, fue diseñado
con cierta precisión en la secuencia del trabajo creador antes que ningún otro factor del cosmos. Y me
pareció que esto era así porque la sustancia inicial había manifestado claramente su propia capacidad
para adquirir esta forma espiritual. Por este mismo motivo el Hacedor de Estrellas no presto atención en
un principio a las minucias físicas de su obra, descuidando asimismo las primeras etapas de la historia
cósmica, y dedicándose casi exclusivamente a modelar el clímax espiritual de la criatura.
Sólo luego de haber construido en su interior la fase indiscutiblemente más despierta del espíritu
cósmico, esbozó el Hacedor las variadas tendencias psicológicas que conducirían a ese espíritu en el
tiempo cosmológico. Solo luego de haber dibujado los increíblemente diversos temas del crecimiento
mental presto el Hacedor verdadera atención al trazado de las evoluciones biológicas y a la complejidad
física y geométrica más capaces de evocar las sutiles potencialidades del espíritu cósmico aun apenas
desbastado.
Pero, mientras ordenaba las formas geométricas, volvía también de cuando en cuando a modificar y
elucidar el clímax espiritual. Solo cuando casi había completado las formas físicas y geométricas del
cosmos logró dar al clímax espiritual una individualidad plena y concreta. Mientras el Hacedor de
Estrellas trabajaba aún en los detalles de las vidas individuales, innumerables e inquietas, de la fortuna
de los hombres, de los ictioideos, de los aracnoides y el resto, me convencí de que la actitud del Hacedor
hacia sus criaturas era muy distinta de las que yo había conocido en todos los otros cosmos. Pues el
Hacedor no se mostraba ahora ni frío con ellas ni simplemente enamorado de ellas. Las amaba aún, por
cierto, pero había dejado atrás, aparentemente, todo deseo de salvarlas de las consecuencias de la finitud
y del cruel impacto del ambiente. Las amaba sin piedad. Pues sabía ahora que la finitud, las
particularidades mínimas, el torturado equilibrio entre la torpeza y la lucidez eran precisamente la virtud
distintiva de estas criaturas, y que evitarles todo esto era aniquilarlas. Cuando hubo dado los últimos
toques a todas las edades cósmicas desde el momento supremo y luego hacia atrás hasta la explosión
inicial, y luego hacia adelante hasta la muerte ultima, el Hacedor de Estrellas contempló su obra. Y vio
que era buena. Mientras el Hacedor, amorosa, pero críticamente, revisaba nuestro cosmos en toda su
infinita diversidad y en su breve momento de lucidez, sentí que él sentía de pronto una honda reverencia
por la criatura que había hecho, o que había sacado de su propia y secreta profundidad por una suerte de
autopartería divina. El Hacedor de Estrellas sabía que esta criatura, aunque imperfecta, aunque una mera
criatura, una mera ensoñación de su propio poder creador, era de algún modo más real que él mismo.
¿Pues que era él sino una mera potencia abstracta de creación comparado con este resplandor concreto?
Además, y en otro sentido, esta criatura que él había hecho era su maestro, su superior. Pues mientras
contemplaba con alegría y también con angustia la más sutil y más hermosa de sus obras, sintió un
impacto, se sintió él mismo transformado, con una voluntad más clara y más profunda. Mientras
examinaba las virtudes y las debilidades de esta criatura, sintió que su propia percepción y su propio arte
maduraban en él. Así al menos se presentó a mi mente confundida y estupefacta.
De esta manera, poco a poco, llegó un tiempo, como tantas veces antes, en que el Hacedor de Estrellas
dejó atrás a su criatura. Poco a poco se sintió alejado de la hermosura de esa criatura que amaba aún.
Luego, aparentemente con un conflicto de reverencia e impaciencia, puso a nuestro cosmos en su lugar
entre las otras obras.
Una vez mas el Hacedor de Estrellas cayó en una profunda meditación. Una vez mas se sintió poseído
por la urgencia creadora. De las muchas creaciones que siguieron me veo obligado a no decir casi nada,
pues en muchos aspectos eran para mis incomprensibles. Yo no podía tener ningún conocimiento de
ellas, excepto en tanto contenían -además de muchos elementos inconcebibles- ciertas características
que eran la corporización fantástica de algún principio que yo había encontrado antes. Las novedades
más vitales se me escapaban, pues, siempre. Puedo decir, por supuesto, de todas estas creaciones, como
de nuestro propio cosmos, que eran inmensamente vastas, inmensamente sutiles, y que por alguna razón
todas tenían un aspecto físico y un aspecto mental; pero en muchas de ellas lo físico, aunque crucial para
el crecimiento del espíritu, era mas transparente, mas patentemente fantasmal que en nuestro propio
cosmos. En algunos casos esto era igualmente cierto para lo mental, pues esos seres se confundían
menos con la opacidad de los procesos mentales individuales, y parecían más sensibles a la unidad
básica.
Puedo decir también que en todas estas creaciones la meta que deseaba alcanzar el Hacedor de Estrellas
(o así me pareció) era la riqueza, la delicadeza, la hondura y la armonía de ser. Pero me es difícil
explicar el significado íntimo de estas palabras. Sentía yo que en algunos casos, como en nuestro propio
cosmos, el Hacedor perseguía este fin por medio de un proceso evolutivo que concluía en una mente
cósmica despierta, una mente que anhelaba traer a su conciencia todos los bienes de la existencia
cósmica, y acrecentar estos bienes mediante la acción creativa. Pero en muchos casos esta meta era
alcanzada con una economía de esfuerzos incomparablemente mayor y con mucho menos sufrimiento,
sin ese peso muerto de vidas ineficaces, consumidas en vano que es tan doloroso para nosotros. Sin
embargo, en otras creaciones, el sufrimiento parecía tan hondo y extendido como en nuestro propio
universo.
El Hacedor de Estrellas concibió en su madurez muchas formas raras de tiempo. Algunas de las ultimas
creaciones, por ejemplo, fueron diseñadas con dos o más dimensiones temporales, y las vidas de las
criaturas eran secuencias de tiempo en una u otra dimensión del "área" o "volumen" temporal. Estos
seres experimentaban su cosmos de un modo muy curioso. Mientras vivían durante un breve período en
una dimensión, percibían continua y simultáneamente una imagen -aunque fragmentaria y oscura- de
toda una evolución cósmica -"transversal" en otra dimensión. En algunos casos la criatura tenía una vida
activa en todas la dimensiones temporales del cosmos. El artificio divino que ordenaba la totalidad del
"volumen" temporal, de tal modo que los infinitos actos espontáneos de las distintas criaturas se unían
para producir un sistema coherente de evoluciones transversales, sobrepasaba notablemente el ingenio
que había establecido en las primeras experiencias una "armonía preestablecida".
En otras creaciones la criatura tenía solo una vida, pero era ésta una "línea zigzagueante", que pasaba de
una dimensión temporal a otra de acuerdo con la cualidad de las elecciones de la misma criatura. Las
elecciones morales o fuertes llevaban a una dirección temporal, las elecciones inmorales o débiles a otra.
En un cosmos inconcebiblemente complejo, cada vez que una criatura se encontraba ante varios posibles
cursos de acción, los tomaba todos, creando así muchas dimensiones temporales distintas y muchas
historias del cosmos. Como en cada una de las secuencias evolutivas del cosmos había numerosas
criaturas, y cada una de ellas se enfrentaba constantemente con muchos cursos posibles, y las
combinaciones de estos cursos eran innumerables, de todos los momentos de todas las secuencias
temporales de este cosmos nacía una infinitud de universos distintos.
Había otras creaciones donde los individuos tenían una percepción sensoria
de todo el cosmos físico desde muchos puntos de vista en el espacio, o aun
desde todos los posibles puntos de vista. En este caso, por supuesto, la
percepción de cada una de las mentes era idéntica en cuanto al alcance en el
espacio, pero variaba de mente en mente en cuanto a penetración o
comprensión. Esto dependía del calibre mental y de la disposición de las
mentes particulares. A veces estos seres no solo tenían una percepción
omnipresente sino también una volición omnipresente. Podían actuar así en
todas las regiones del espacio, aunque con precisión y vigor distintos de
acuerdo con el nivel mental. En cierto modo eran espíritus desencarnados,
que luchaban en el cosmos físico como jugadores de ajedrez, o como dioses
griegos en los campos de Troya.
Otras creaciones tenían un aspecto físico pero sin relación con el universo
físico sistemático y familiar. La experiencia física de estos seres estaba
enteramente determinada por los mutuos impactos de unos contra otros. Cada uno inundaba a sus
semejantes con "imágenes" sensorias, y la cualidad y la secuencia de estas "imágenes" dependían de las
leyes psicológicas de los impactos mentales. En otras creaciones los procesos de percepción, memoria,
inteligencia y aun deseo y sensibilidad eran tan distintos de los nuestros que podían entenderse
realmente como una mentalidad de otro orden. De estas mentes, aunque creí percibir unos ecos remotos,
nada puedo decir.
No obstante, aunque soy incapaz de describir los extraños modos físicos de estos seres, puedo hablar
aquí de un hecho muy sorprendente. Aunque las fibras mentales básicas y las formas en que estas fibras
se entretejían fuesen para mi incomprensibles, había algo en estas criaturas que no se me escapaba. Eran
seres con vidas muy extrañas, pero que pertenecían a mi especie. Pues todas estas criaturas cósmicas,
mas dotadas que yo, enfrentaban constantemente la existencia como yo trato aún de aprender a
enfrentarla. Aun en el dolor y en la pena, aun en la lucha moral y en la compasión al rojo vivo,
aceptaban con alegría las vicisitudes del destino. Quizá el hecho más sorprendente y alentador de toda
mi experiencia cósmica e hipercósmica fue este sentido de relación y de comprensión mutua que
encontré entre los seres más ajenos a la experiencia espiritual pura. Pero yo pronto iba a descubrir que
en este sentido no había visto todavía todo.
En vano mi fatigada, mi torturada atención trataba de seguir las creaciones cada vez más sutiles
concebidas por el Hacedor de Estrellas, de acuerdo con mí sueno. Cosmos tras cosmos salieron de esta
imaginación ferviente, cada uno de ellos con un espíritu distinto infinitamente diversificado, cada uno de
ellos con un momento de plenitud mas despierto, pero cada uno de ellos, también, menos comprensible
para mí. Al fin (así me informó mi sueño, mi mito) el Hacedor de Estrellas creó el cosmos ultimo y más
sutil. De esta criatura final solo puedo decir que comprendió en su propia textura orgánica las esencias
de todos sus predecesores, que no eran mas que primeras pruebas, y muchos otros más. Fue como el
ultimo movimiento de una sinfonía, que puede abarcar, por la significación de sus temas, la esencia de
los primeros movimientos, y muchos otros más.
Esta metáfora extravagante no alcanza a expresar la sutileza y complejidad del cosmos ultimo. Me sentí
forzado gradualmente a creer que la relación de este cosmos con cada uno de los anteriores se parecía a
la de nuestro propio cosmos con la de un ser humano, o un solo átomo físico. Todos los cosmos que yo
había observado hasta entonces no me parecían ahora sino un ejemplo de una clase compuesta por
miríadas de individuos, como una especie biológica, o la clase de todos los átomos de un elemento. La
vida interna de cada cosmos "atómico" tenía aparentemente la misma suerte de relación (y la misma
suerte de falta de relación) con la vida del cosmos ultimo que esos acontecimientos que ocurren en el
interior de una célula cerebral, o en uno de sus átomos, con la vida de una mente humana. Sin embargo,
y a pesar de esta discrepancia enorme, creí sentir en toda esta vertiginosa jerarquía de creaciones una
sorprendente identidad de espíritu. En este acto final la meta era unir la comunidad a la mente creadora y
lúcida. Traté una y otra vez, de que mi debilitada inteligencia capturase algo de la forma del cosmos
último. Con admiración, y protestando también, vislumbré de cuando en cuando las sutilezas finales del
mundo, la carne y el espíritu, y de la comunidad de seres más individuales y diferentes, que despertaban
a un pleno conocimiento de sí mismos y a la comprensión mutua. Pero mientras yo trataba de escuchar
mas íntimamente esa música de espíritus concretos en mundos innumerables, recogí ecos no solo de
alegrías inexpresables sino también de inconsolables tristezas. Algunos de estos seres últimos no solo
sufrían, sino que además sufrían en la oscuridad. Pues sus poderes de discernimiento eran estériles. No
eran capaces de alcanzar la visión pura. Sufrían como los seres inferiores no habían sufrido nunca. Una
intensidad semejante de duras experiencias era insoportable para mí, frágil espíritu de un mundo bajo.
En una agonía de horror y de piedad cerré los oídos de mi mente. Grité otra vez en mi pequeñez contra
el Hacedor, grité que ninguna gloria de lo eterno y lo absoluto podía redimir una agonía semejante en las
criaturas. Aunque esa miseria que yo había vislumbrado no fuese mas que unas pocas franjas oscuras
tejidas en un dorado tapiz, y todo el resto fuese beatitud, no debiera existir, no, grité, no debiera existir
una tal desolación de espíritus despiertos.
¿Por que diabólica malicia, pregunté, no solo se torturaba a estos espíritus sino que se los privaba
también de la consolación suprema, el éxtasis de la contemplación y alabanza que merecen por derecho
propio todos los espíritus plenamente despiertos? Había habido un tiempo en que yo mismo, como
mente comunal de un cosmos inferior, había contemplado la frustración y la pena de mis pequeños
miembros con ecuanimidad, consciente de que el sufrimiento de estas criaturas somnolientas no era un
precio demasiado grande para alcanzar la realización de la lucidez, tarea en la que yo también
colaboraba. Pero los seres sufrientes de este cosmos ultimo, aunque pocos comparados con el número de
seres felices, eran, me pareció, de mi propia estatura mental y cósmica, y no esas frágiles y sombrías
criaturas que habían contribuido con sus grises vicisitudes a mi propia aparición. Y esto yo no podía
soportarlo.
Sin embargo, oscuramente, yo entendía que el ultimo cosmos era hermoso, y de forma perfecta, y que
todas sus frustraciones y agonías, aunque crueles para el ser sufriente, conducían finalmente sin
desviaciones a la acrecentada lucidez del mismo espíritu cósmico. En este sentido, al menos, ninguna
tragedia individual era vana. Pero esto nada significaba para mí. Como a través de lágrimas de
compasión y ardiente protesta, me pareció ver que el espíritu del cosmos ultimo y perfeccionado
enfrentaba a su hacedor. En ese mismo cosmos, me pareció, la alabanza dominaba la compasión y la
indignación. Y el Hacedor de Estrellas, ese poder oscuro y esa lúcida inteligencia, descubrió en la
belleza concreta de su criatura la realización del deseo. Y en la mutua alegría del Hacedor de Estrellas y
el cosmos ultimo fue concebido, del modo más extraño, el espíritu absoluto, el que comprende todos los
seres y en el que están presentes todos los tiempos; pues el espíritu que fue consecuencia de esta unión
se presentó a mi inteligencia vacilante como siendo a la vez el campo y la salida de todas las cosas
temporales y finitas.
Es cierto que eran vividas con completa comprensión, con discernimiento y simpatía, aun con pasión.
Pero en los modos del espíritu eterno no era la simpatía lo más importante, sino la contemplación. El
amor no era absoluto, si la contemplación. Y aunque en los modos del espíritu había amor, había
también odio, y el espíritu se deleitaba cruelmente en la contemplación del horror, y se complacía con la
caída de los virtuosos.
El espíritu, creí ver, comprendía todas las pasiones, pero dominadas, fríamente encerradas en el éxtasis
de la contemplación, cristalino, claro, helado. Es difícil admitir que éste sea el resultado final de todas
nuestras vidas, esta apreciación que podría llamarse científica, o mejor aún estética. Y sin embargo yo
adoré.
Pero esto no fue lo peor. Pues al decir que el espíritu era ante todo contemplación, le atribuía yo una
experiencia humana finita, y una emoción, consolándome así a mí mismo, aunque éste fuese un triste
consuelo. Pero, en verdad, el espíritu eterno era inefable. Nada realmente se podía decir de él. Aun
llamarlo "espíritu" era quizá decir demasiado. No obstante, negarle tal nombre no sería un error menos
grave, pues, de un modo o de otro, era más y no menos que espíritu, más y no menos que cualquier
posible interpretación humana de esa palabra. Y desde el nivel humano, y aun desde el nivel de la mente
cósmica, este "más", oscura y agónicamente vislumbrado, era un terrible misterio, un misterio que
obligaba a la adoración.
El relato de Stapledon es por tanto, en cierto modo, una reflexión sobre la potencialidad de
lo real, y las capacidades generadoras de la evolución. Como sucedía en Last and First
Men, especula primero con la generatividad de la evolución biológica—pero pasa luego a
imaginar un multiverso en el que la generatividad multiforme e inagotable se ha
desplazado al nivel de los principios mismos generadores de la realidad: las dimensiones
del espacio y el tiempo, las leyes físicas, la causalidad.... Ahora bien, esta segunda
intuición no se presenta con el lenguaje de la selección natural, o de la emergencia
espontánea de fenómenos complejos, sino que revierte a un lenguaje mítico y religioso
más tradicional, de modo como hemos visto autoconsciente, y ambivalente. El Hacedor de
Estrellas es a la vez una figuración mítica del cosmos creador, una metáfora deliberada que
no ha de tomarse en sentido literal—pero también es, inevitablemente, un personaje de
novela, un sujeto consciente, un trasunto de Dios, una mente en desarrollo, con proyectos,
un demiurgo que reacciona a su propia creación, un genio maligno cartesiano, y un artista
enfrentado a su obra, que la planea intencionalmente y la ejecuta con intervención directa.
Esta ficción, siendo indicativa o sintomática de un nuevo paradigma de reflexión en
cosmología, se traza a la vez unos límites deliberados revertiendo al languaje mítico. Una
reversión que es también, en cierto modo, una recuperación del mito en tanto que reflexión
(fenómeno emergente) e instrumento cognitivo.
Se observa también, en el final reverente que da el narrador a su visión, a la vez una nueva
teodicea (una dimensión importante de Star Maker, en su justificación de la necesidad del
sufrimiento y el mal) y la operatividad continua del concepto clásico de un universo pleno
(ver Lovejoy) como base para esta teodicea. Es un principio, el del universo pleno, que se
encuentra así en la transición hacia una teoría de la evolución en el siglo XVIII—y en la
transición hacia el pensamiento sobre el multiverso que encontramos en Star Maker.
Volvemos más abajo sobre este concepto.
Seguimos en el universo
Stapledon nos presentaba su hipercosmos como un mito heurístico o ficción filosófica. Por
su parte, Hawking no está convencido de no estar en un multiverso— más bien al
contrario:
"La suposición habitual en cosmología es que el universo tiene una única historia
definida. Se pueden usar las leyes de la física para calcular cómo se desarrolla esta
historia con el tiempo. Llamamos a esto el enfoque de la cosmología 'de abajo arriba'
(bottom-up)." (Hawking & Mlodinow 139)
Es decir, partiendo de un origen del universo, se puede describir el estado presente —Pero
si tenemos en cuenta la naturaleza cuántica del universo, y la "suma de historias" definida
por las ecuaciones de Feynman, hay muchas historias posibles que satisfacen la
descripción del estado actual del universo.
"En cosmología, dicho de otro modo, no habría que seguir la historia del universo de
abajo arriba porque eso presupone que hay una única historia, con un punto de inicio y
una evolución bien definidos. En lugar de eso, habría que trazar las historias de arriba
abajo, hacia atrás desde el momento presente. Algunas historias serán más probables
que otras, y la suma será normalmente dominada por una historia única que empieza
con la creación del universo y culmina con el estado que se considere. Pero habrá
diferentes historias para diferentes estados posibles del universo en el presente" (140).
Esto suena, en parte, no tanto como una paradoja sino como una admisión de las
limitaciones del conocimiento científico, y de su precisión, introduciendo la teoría de
probabilidades. Es decir, que es en parte una reformulación no tanto del universo, sino de
la imagen del universo resultante de la epistemología revisada una vez habida cuenta de
los límites de la observación.
En este punto nos encontramos otra vez con el razonamiento central del principio
antrópico, algo que tratarán Hawking y Mlodinow en los capítulos finales. Si el universo
fuese ligeramente distinto, seres como nosotros no podrían existir; y esta adecuación entre
nuestra existencia y el universo nos levanta sospechas e interrogantes sobre el lugar
especial de la mente en un universo en el que hay mentes: la explicación que demos de
nuestro universo debe ser compatible con un universo en el que sean posibles tales
explicaciones.
Con lo cual no salimos de la gran sorpresa y paradoja que es nuestra existencia en concreto
en este universo: un límite del conocimiento que muy posiblemente no lleguemos a
superar nunca. Es paradójico, digo, el que Hawking multiplique los universos posibles a la
vez que seguimos en uno muy determinado, sin nada (al margen de la hipótesis) que
indique que efectivamente hay otros además de éste y de sus leyes en apariencia
arbitrarias, o inanalizables, y más allá de sus límites infranqueables. Cito de nuevo, a ver si
se aprecia la paradoja:
El "de hecho" se refiere a un pura hipótesis matemática, pues lo que sabemos es que "de
hecho" las leyes adoptan una única forma, la que conocemos en nuestro universo. Las
otras formas son, en lo que se nos alcanza, probables a nivel matemático, pero inexistentes
en física—en física no puramente teórica, es decir, en la única física que conocemos, la de
nuestro universo. La irregularidad que adopta la Fuerza inanalizable que da lugar al
universo es la que es, y no podemos ir más allá en su análisis, al margen de decir que, sí,
en principio, podría haber sido otra—e inventar universos mentales, matemáticos, en los
que sí es otra. Pero esos son universos contenidos en libros, y esas especulaciones no nos
sacan de nuestro universo, y de la paradoja de que las cosas sean, en efecto, como son, y
no de otra manera. Y con una única historia, aunque resulte de la suma de muchas.
"Ahora sabemos que hay cientos de planetas tales, y pocos dudan de que existe un
número incontable de ellos entre los muchos miles de millones de estrellas de nuestro
universo. Eso hace que la coincidencia de nuestras condiciones planetarias—el sol
único, la afortunada combinación de distancia tierra-sol y masa solar—mucho menos
notable y menos convincente como prueba de que la tierra fue diseñada
cuidadosamente sólo para complacernos a los humanos. Existen planetas de todos
tipo. Varios (o al menos uno) contienen vida. Obviamente, cuando los seres de un
planeta que contiene vida examinan el mundo que los rodea, se encuentran con que su
entorno satisface las condiciones necesarias para su existencia". (153)
Lo cual es una buena manera de convertir el principio antrópico en una mera obviedad sin
valor argumentativo. Otra manera de ponerlo es al revés, de esta manera un tanto
reflexiva, convirtiendo la última frase, dicen Hawking-M, en un principio científico:
"El mismo hecho de nuestra existencia impone reglas que determinan desde dónde y
en qué momento nos es posible observar el universo. Es decir, el hecho de que
existimos restringe las características del tipo de entorno en el que nos encontramos.
Este principio se llama el principio antrópico débil." (154)
Es decir, los factores de entorno, o factores medioambientales del universo, que hacen
posible la vida, y la consciencia, hacen que ésta sea capaz de reconocer, como lo que son,
esos mismos factores del entorno que le sirve de base. Así, vemos que vivimos en una fase
"intermedia" del universo, en la que la existencia de estrellas y de determinados elementos
químicos generados en ellas, así como el desarrollo de entornos planetarios, hace posible
nuestro entorno dentro de un determinado margen de espacio y de tiempo, antes de que se
agote el combustible estelar o se destruyan los entornos planetarios.
"El principio antrópico débil no es muy polémico. Pero hay una forma más fuerte que
vamos a sostener aquí, aunque muchos físicos la contemplan con desdén. El principio
antrópico fuerte sugiere que el hecho de que existimos impone condiciones no sólo a
nuestro entorno, sino también a la forma y contenido posibles de las propias leyes de
la naturaleza. La idea surgió porque no son sólo las características específicas de
nuestro sistema solar las que parecen extrañamente conducentes al desarrollo de la
vida humana, sino también las características de todo nuestro universo, y eso es
mucho más difícil de explicar" (155)
Por reconducir un poquito este planteamiento, ya de entrada, habría que matizar que el ser
humano, por interesante que nos resulte desde el punto de vista cognitivo, es desde el
punto de vista biológico una criatura más, un fenómeno emergente a partir del fenómeno
general de la vida. Si mantenemos la discusión limitada a las condiciones que producen la
vida, sin pasar a modo de cortocircuito desde el universo, directamente, a la conciencia,
estaremos en menos peligro de cometer los razonamientos falaces a que con frecuencia
invita un examen del principio antrópico. El universo podría ser "exactamente adecuado"
para contener planetas, estrellas, galaxias, elementos químicos, etc., y todos los
ingredientes de la vida, sin que por ello hubiese vida—como de hecho no la hay en la
práctica totalidad del universo, con una contadísima excepción hasta la fecha. Desde ese
punto de vista, la excepcionalidad de la humanidad es no tanto la confirmación del
principio antrópico como su refutación: de no existir seres conscientes, el universo podría
ser muy bien seguir siendo el que es, en cuanto a sus galaxias, estrellas, planetas y
continentes y seres vivos inconscientes, sin nosotros. Y normalmente se dedica a serlo, en
la práctica totalidad de su extensión e historia.
Mi interés por estudiar cosmología viene en parte a resultas de un interés por la narración
—al ser la cosmología el marco narrativo más amplio concebible, la "gran historia" que
contiene todas las demás historias y establece los principios de su emergencia. Por eso me
interesa cuando los cosmólogos usan un lenguaje que muestra que son conscientes de la
dimensión narrativa de su objeto de estudio, o de su propia actividad. Así Hawking-
Mlodinow en esta cita (añado cursivas):
Pero a Hawking y Mlodinow les parece especialmente notable que ya las fases iniciales
fuesen las adecuadas para el surgimiento de las finales, y por eso añaden un pero:
"Pero en el caso de los acontecimientos que resultaron en la evolución del universo,
estos desarrollos iban gobernados por el equilibrio de las fuerzas fundamentales de la
naturaleza, y son ésas cuya interacción había de ser justo la adecuada para que
pudiéramos existir" (156).
Aquí las "finalidades" expresadas por la oración pueden inducir a errores y a
presuposición de intenciones y diseños—Pero podríamos argüír que realmente no hay más
que dar la vuelta al argumento, como han hecho ellos mismos antes, para ver que no hay
nada de especialmente sorprendente en esta interacción equilibrada, que lejos de ser
contradictoria o improbable, es estrictamente racional y va regida por la probabilidad más
absoluta. Todas las partidas de nuestro universo se juegan con las cuatro leyes
fundamentales, por lo cual no es de sorprender que estas subyazcan en última instancia a
todos los fenómenos complejos. Por ejemplo, que el carbono, originado dentro de las
estrellas, pueda interaccionar y formar moléculas complejas y dar lugar a la vida sólo
fuera de ellas, en un entorno planetario. Otra parte de la pregunta es "por qué estas leyes y
no otras", en otro universo concebible (ver Smolin 2013).
Algunos eminentes científicos han creído que el curioso equilibrio entre las fuerzas de la
naturaleza, y los improbables procesos que podrían dar lugar a la vida, son la mejor
evidencia de un diseño intencional. Así citan H-M a Fred Hoyle:
Earth for whose use? Pride answers, " 'Tis for mine:
Por tanto estas dos frases de Hawking-Mlodinow, siendo ciertas, podrían sugerir algo que
no es en absoluto cierto.
"La emergencia de estructuras complejas capaces de sustentar observadores
inteligentes parece ser muy frágil. Las leyes de la naturaleza forman un sistema de un
ajuste extremadamente fino, y muy poco en las leyes físicas puede cambiarse sin
destruir la posibilidad del desarrollo de la vida tal como la conocemos." (161)
Esta constante, eliminada por Einstein como innecesaria al descubrirse que el universo se
hallaba en expansión (y cuadraban las cuentas de otra manera) fue resucitada en 1998,
cuando "las observaciones de supernovas muy distantes revelaron que el universo se
expande a un ritmo acelerado, un efecto que no es posible sin algún tipo de fuerza
repulsiva que actúe por todo el espacio. Se resucitó a la constante cosmológica. Ya que
ahora sabemos que su valor no es de cero, sigue pendiente la pregunta de por qué tiene el
valor que tiene" (Hawking & Mlodinow 162). El "ajuste fino" consiste en que si la
constante fuera distinta, el universo se habría disgregado y no sería el que es. Pero, en fin,
repito lo mismo, frente al razonamiento de ajuste fino de Hawking y Mlodinow—esto no
es un problema que tenga que ver con la existencia de la vida y de la consciencia: no
conviene tratar fenómenos situados a distintos niveles de emergencia como si unos
siguiesen necesariamente de otros o tuviesen que ver directamente con otros, pues lleva
inevitablemente a confundir la discusión. No conviene hacerlo porque es una falacia
perspectivística, la que en inglés se suele llamar hindsight bias y yo suelo llamar la
distorsión retrospectiva.63
Hawking-M critican sin embargo las presuposiciones antropocéntricas fomentadas por las
religiones, en especial por el cristianismo—últimamente defendiendo la idea del diseño
inteligente en el cosmos con el lenguaje de la física.64 Estas ideas parecerían haber
recibido un apoyo del estudio de ese "ajuste fino" de las leyes del cosmos, un "ajuste fino"
que sólo recientemente ha sido descubierto por la ciencia (y no faltan creyentes en el
diseño inteligente, entre los científicos de las más diversas áreas, por cierto). La
astronomía que siguió a Copérnico nos desplazó del centro del cosmos, arguyen H-M, y la
ciencia mucho tiempo pareció apoyar la noción de que el universo no está diseñado a
medida del hombre:
"En los siglos que siguieron, cuanto más descubríamos sobre el universo, tanto más
parecía que el nuestro era probablemente sólo un planeta más. Pero el descubrimiento
relativemante reciente del ajuste extremadamente fino de tantas leyes naturales podría
llevar al menos a algunos de nosotros a respaldar la vieja idea de que este gran diseño
es obra de algún gran diseñador." (164)
—y es en este pasaje crucial donde el libro alude a su propio título, "El gran diseño". Pero
la intención de Hawking es desautorizar estas nociones—recurriendo a la noción de
multiverso. El multiverso aparece como una teoría necesaria de por sí en el desarrollo de la
física matemática: pero uno de sus resultados es que anula la diferencia entre el principio
antrópico fuerte y el débil,
"poniendo el ajuste fino de la ley física al mismo nivel que los factores
medioambientales, pues significa que nuestro hábitat—ahora todo el universo
observable—es sólo uno de muchos, igual que nuestro sistema solar es uno de
muchos" (165)
—o sea, que si nuestro sistema solar no es una excepción en el universo, tampoco nuestro
universo es una excepción en la realidad, pues no es sino uno entre muchos.
Persiste, diría yo, el pequeño problema de que la existencia de esos otros muchos
universos sigue siendo únicamente teórica, mientras que la existencia de los otros sistemas
solares tiene otra naturaleza para nosotros, pues puede interferir en nuestra realidad, de
hecho produce efectos en ella constantemente, por limitados que puedan parecer esos
efectos a primera vista. ¿Pero podrán los otros universos interaccionar con el nuestro en
algún contexto que no sea una teoría matemática? Parece dudoso—y así su realidad en
términos físicos no es mucho más sólida que la existencia de cualquier otro más allá.
El postulado del multiverso infinito, tal como lo proponen Hawking y Mlodinow entre
otros, tiene un curioso parentesco intelectual con la idea de la naturaleza llena o universo
pleno tan central en la cosmología de alrededor de 1700, una idea comentada por Lovejoy
en The Great Chain of Being (ver por ejemplo el ensayo de Addison sobre "la escala del
ser", o los cantos a una providencia trascendente en el Essay of Man de Pope, I.3). La
realidad sería plena, conteniendo todos los mundos posibles (esta vez sin especificar que el
nuestro sea el mejor de ellos)—en lugar de vernos limitados al postulado de un mundo
excepcional e inexplicable. En Stapledon veíamos apuntar esta intuición como
justificación final de la existencia de mundos imperfectos, o (vale decir) del carácter
contingente de nuestro mundo. Quizá sean también, este postulado de la naturaleza plena,
y la noción misma del multiverso ergódico, parientes no tan lejanos del natura non facit
saltus... ¡o incluso un nuevo argumento sobre la Omnipotencia Divina! —aunque este dios
nuevamente omnipotente sea (también) el dios de Spinoza.
Porque es de notar que Hawking y Mlodinow parecen extrañamente centrados (es lo que
hace postular un lector implícito norteamericano para su libro) en refutar la idea de un dios
personal, de una creación intencional, consciente, deliberada, providencial y cuasi-bíblica
—una idea que realmente no tiene mucho lugar en un libro de ciencia, una vez se
entienden las intenciones o la consciencia (como lo hace G. H. Mead en La Filosofía del
presente) como un fenómeno emergente que en ningún modo tiene sentido postularlo fuera
del nivel de emergencia evolutiva que le es propio. Y sin embargo América cultiva sus
viejas creencias, y la prensa (e incluso los científicos) entran al trapo de este debate. Y
nosotros mismos, comentándolo o refutándolo una vez más—o refutando la refutación,
porque Hawking/Mlodinow vienen también (esta vez) a refutar la existencia de un Dios
personal o intencional, refutación que no consideran redundante ni inoportuna.
Exponen H-M cómo la ambición de la física desde Newton ha sido el desarrollo de una
teoría unificada que relacione todos los aspectos de la materia y de las fuerzas en la
naturaleza. La matematización de la física es lo que entendemos por ciencia moderna,
aunque tiene sus precedentes en los pitagóricos. La obra de Newton (con Copérnico,
Galileo, Kepler y Descartes antes que él) fue un paso gigantesco en este sentido.
"A finales del XIX y principios del XX, Maxwell y Einstein unificaron las teorías de la
electricidad, el magnetismo y la luz. En la década de 1970 se creó el modelo estándar,
una teoría unificada de las fuerzas nucleares fuerte y débil, y de la fuerza
electromagnética. La teoría de cuerdas y la teoría M se originaron en un intento de
incluir la fuerza restante, la gravedad. El objetivo era no sólo encontrar una sola teoría
que explique todas las fuerzas sino también una que explique los números
fundamentales a los que nos hemos referido, tales como la fuerza de cada fuerza, y las
masas y cargas de las partículas elementales" (H-M 166)
La ciencia ha ido formulando, poco a poco, las leyes a las que obedece el funcionamiento
del cosmos, cada vez en campos más amplios, descubriendo leyes cada vez más integradas
entre sí hasta constituir, idealmente, un conjunto de leyes coherentes entre sí y
universalmente aplicables. Las leyes describen cómo funciona el universo, pero no
contestan a los últimos porqués:
—Quiero decir que, atendiéndonos a nuestras definiciones, no invocar a ningún ser divino
querrá decir decir, además de no invocar creacionismos, no invocar a ninguna causa
incausada. Realmente me parece dudoso que se pueda contestar a todas estas preguntas en
el ámbito de la ciencia, sobre todo habida cuenta de que (como nos recuerdan H y M) la
ciencia responde a los cómos, pero no a los por qués.
Así pues, parecería que esas preguntas se podrían resolver científicamente en la medida en
que la preguntaj por los por qués se refiera en realidad a una pregunta por el cómo. Las
tres preguntas no son equiparables en ese sentido, me parece. Pues no se hallan al mismo
nivel. No preguntan por fenómenos de la misma complejidad. Un fenómeno complejo
puede reducirse a una combinación de fenómenos simples. Y así, la segunda pregunta,
"por qué existimos", entendiendo "por qué existimos los seres humanos, en concreto"
parece que puede disolverse en otro tipo de preguntas, algunas similares a "por qué existen
los rinocerontes en concreto"—es decir, se puede contestar con respecto a las leyes más
generales de la evolución biológica, y éstas pueden remitirse a cuestiones de ecología,
entornos climáticos, química de la vida, etc. La pregunta número 2 no pregunta, pues, por
los "últimos porqués", sino por algunos que (por muy remotos que nos parezcan), son
bastante penúltimos, desde el punto de vista filosófico.
Más difícil será analizar y descomponer un fenómeno simple, o hallar su último por qué.
Cuanto más nos remontamos al origen indiferenciado del universo, y hacia la simplicidad
absoluta, van perdiendo sentido las preguntas sobre el por qué, y no queda sino constatar
lo que hay—no pourquoi, sino sólo parce que, "porque sí".
La tercera pregunta, "por qué estas leyes en concreto" también pregunta en cierta medida
por un fenómeno complejo—en la medida en que unas leyes puedan derivarse de otras, o
unas fuerzas cósmicas integrarse con otras en una explicación común. Es en este nivel en
el que se ha centrado la argumentación del libro, y se han hecho grandes progresos a este
respecto durante el último siglo, desde la obra de Einstein.
Del universo físico predecimos su comportamiento futuro por un cálculo que presupone
que el espacio vacío es estable, y que un cuerpo rodeado por espacio vacío tiene energía
positiva. Presuponemos también que la energía del universo es una constante: "Eso es lo
que se requiere para hacer que el universo sea localmente estable—hacerlo de modo que
las cosas no aparecen sin más de la nada, por todas partes" (H-M 179).
(Big if, por cierto—pero claro, estamos trabajando en última instancia con un único
universo, no parece tener sentido plantear otro tipo de suma)
"Si la energía total del universo ha de ser siempre cero, y cuesta energía crear un
cuerpo, ¿cómo puede crearse todo un universo a partir de la nada? Por eso es por lo
que tiene que existir una ley como la de la gravedad. Como la gravedad atrae, la
energía gravitatoria es negativa: hay que hacer un trabajo para separar un sistema
gravitacionalmente ligado, como el de la Tierra y la Luna. Esta energía negativa puede
equilibrar la energía positiva requerida para crear la materia, pero realmente no es tan
simple. La energía gravitatoria negativa de la Tierra, por ejemplo, es menos de una mil
millonésima parte de la energía positiva de las partículas de materia que componen la
Tierra. Un cuerpo como una estrella tendrá más energía gravitacional negativa, y
cuanto más pequeño sea (cuanto más cercanas estén entre sí sus diferentes partes)
mayor será esta energía gravitacional negativa. Pero antes de que pueda hacerse
mayor que la energía positiva de la materia, la estrella se hundirá para convertirse en
un agujeron negro, y los agujeros negros tienen energía positiva. Por eso es estable el
espacio vacío. Los cuerpos como las estrellas y los agujeros negros no pueden
aparecer sin más a partir de la nada. Pero un universo entero sí." (The Great Design
180)
Aclaremos: no un universo como el que conocemos hoy, pues ése sólo puede surgir de la
evolución de una serie de formas previas—lo que puede surgir de la nada, y a la aparente
evidencia nos remitimos, es un cúmulo de energía que, en su interacción consigo misma,
acabará dando lugar a formas complejas de energía y materia, al universo primitivo, y
andando el tiempo y la evolución, al nuestro. En última instancia, previamente a la
constitución de los átomos, de los cuerpos y de los fenómenos, la diferencia entre la
energía perfectamente simple y el vacío o la nada es... mínima, o total, según se mire.
(Podríamos en este punto remitir a Herbert Spencer y a la teoría del efecto mariposa para
explicar la creación del universo a partir de la nada).66
En suma, que el universo es localmente estable, pero la realidad, de por sí, no es estable.
Pasan cosas en ella, de repente—o al menos han pasado. Probablemente es inútil
preguntarse por qué, aunque sea entretenida la especulación, y dé lugar a más mundos
dentro de mundos. Let maps to others, worlds on worlds have shown, nos decía John
Donne en "The Good-Morrow".
Muy de acuerdo, pero hay que observar una cosa: sabemos que hay algo, y sabemos
bastante sobre cómo se hizo: pero seguimos sin saber por qué hay algo en lugar de nada.
Seguimos teniendo una ley fundamental, y una Fuerza fundamental, que son una causa
incausada e inexplicada. Incausada precisamente por su carácter inexplicable, pues en el
destello cegador del Big Bang, donde nada hay, se hallan los límites de toda ciencia
natural humana, ciencia que en el ámbito de la física consiste en relacionar y medir efectos
y objetos y fenómenos.
Últimos párrafos:
"¿Por qué son las leyes fundamentales tal y como las hemos descrito? La teoría final
ha de ser consistente, y ha de predecir resultados finitos para cantidades que podamos
medir. Hemos visto que debe haber una ley como la gravedad, y vimos en el capítulo
5 que para que una teoría de la gravedad prediga cantidades finitas, la teoría ha de
tener lo que se llama una supersimetría entre las fuerzas naturales y la materia sobre la
que actúan. La teoría M es la teoría de la gravedad más supersimétrica en su conjunto.
Por estas razones, la teoría M es la única candidata a ser la teoría completa del
universo. Si es finito (y esto aún ha de probarse) será el modelo de un universo que se
crea a sí mismo. Tenemos que ser parte de este universo, pues no hay ningún otro
modelo consistente."
"La teoría M es la teoría unificada que Einstein esperaba encontrar. El hecho de que
nosotros, los seres humanos—que de por sí somos meras colecciones de partículas
fundamentales de la naturaleza—hayamos podido acercarnos tanto a una comprensión
de las leyes que nos gobiernan a nosotros y a nuestro universo, es un triunfo muy
grande. Pero quizá el auténtico milagro sea el hecho de que el razonamiento lógico
abstracto conduzca a una única teoría que predice y describe un vasto universo lleno
de la sorprendente variedad que vemos. Si la teoría queda confirmada por la
observación, será la conclusión con éxito de una búsqueda que se remonta a más de
tres mil años atrás. Habremos encontrado el gran diseño." (181)
“No es necesario que salgas de tu casa. Quédate junto a tu mesa y escucha. Ni siquiera
escuches, espera. Pero ni siquiera esperes. Quédate completamente quieto y solo. Se te
ofrecerá el mundo para el desenmascaramiento, no puede hacer otra cosa, extasiado se
retorcerá ante ti.”
—oOo—
Notas
1. Apareció el presente artículo en versión preliminar como una serie de notas en mi blog (2010-2011, ver bibliografía).
3. Notas revisadas y ampliadas como "Perspectiva narrativa sobre Historia del Tiempo" (2014).
4. Mi nota "Victorian Dark Matter" (2009). Sobre la cosmología de Spencer, ver también mi artículo "The Story behind any Story:
The Paris Lecture" (2014).
6. Así queda patente en la Autobiografía de Darwin (ver Espada 2009); sobre Gould y su visión del principio de la selección
natural en The Structure of Evolucionary Theory (2002) ver también mi nota "Teoría de la contingencia" (2007).
8. Hawking y Mlodinow, The Grand Design. En lo sucesivo, las referencias parentéticas a páginas, sin fecha, se referirán a la
edición inglesa de este libro. Existe traducción española (2010) pero en este artículo traducimos directamente de la edición
inglesa.
9. La perspectiva sobre el cosmos desde nuestro microcosmos, a la vez limitada y comprehensiva, la expresa memorablemente
Thomas Browne en Christian Morals. Ver mi nota "Upon This Bank and Shoal of Time" (2009; la frase es del Macbeth de
Shakespeare).
10. G. H. Mead, The Philosophy of the Present. Existe una traducción completa, con un ensayo preliminar, de Ignacio Sánchez de
la Yncera. Por nuestra parte hemos traducido y anotado el ensayo principal, "The Philosophy of the Present". Ver también García
Landa, "George Herbert Mead, La filosofía del presente" (2006).
11. Ver "77 millones de cuadros" (García Landa 2007). La terminología estructuralista "genotexto" / "fenotexto" fue difundida por
Kristeva (El texto de la novela); hoy en día es más conocida la terminología de Espen Aarseth sobre la literatura "ergódica" en
Cybertext (1997). Precedentes de estas nociones se encuentran también en la literatura combinatoria del OULIPO o en las
ficciones "generativas" de recorridos múltiples como algunas de Robert Coover, p. ej. "The Babysitter," en Pricksongs and
Descants. Ver la teorización propuesta por Jonathan Culler en "Towards a Theory of Non-Genre Literature", donde hablando de
ficciones aleatorias producto de un sistema generativo, distingue entre la écriture como producción de una superficie semiótica, y
la lecture como producción del sentido efectivo.
12. Chomsky, Syntactic Structures (1957); Bremond, "La logique des possibles narratifs" (1966).
13. ""La caverna del cerebro: El lenguaje como realidad virtual" (2009).
14. Michael Gazzaniga, The Mind's Past (1998). Ver también ¿Qué nos hace humanos? (2010).
15. García Landa, "An Apocalypse of Total Communication: Utopian and Dystopian Perspectives in Star Maker and The Matrix"
(2004).
18. García Landa, "Victorian Dark Matter" (2009). Ver también el artículo de la Wikipedia "Theory of Everything."
21. Una respuesta que sugiere la posibilidad de orientar la investigación hacia una explicación es la propuesta por la teoría
evolucionista de las leyes físicas propuesta por Lee Smolin en Time Reborn. Ver también mi traducción de su entrevista "Lee
Smolin habla sobre El Renacer del Tiempo" (2014) y el debate "Time Reborn: A New Theory of Time—A New View of the
World" (Smolin et al. 2013)
22. Ver García Landa, "Gell-Mann: Consciencia, reducción y emergencia" (2006); "Consiliencia y retrospección" (2009, 2014).
23. Ver mi comentario en "Perspectiva narrativa sobre Historia del Tiempo" (2014).
24. Comento más este principio de historicidad única en mi artículo "The Story behind Any Story" (2015). Ver también "The
Story behind Any Story: The Paris Lecture" (2014). La línea de investigación sobre la historia de todas las historias recopila
materiales relevantes en el blog The Story in All Stories (García Landa 2013-2014): https://storify.com/JoseAngel/the-story-in-all-
stories/
25. Ver mi nota "Le Dieu de Laplace et la place de Dieu" (2010). Sobre los cambios en la concepción del determinismo en la física
clásica y en la moderna puede consultarse el libro de Kojève L'idée du déterminisme dans la physique classique et la physique
moderne.
26. Edwin Abbott, Flatland. Los mismos cosmólogos, a pesar de la naturaleza matemática de sus teorías, no logran alcanzar un
consenso mínimo sobre cuáles son meros ejercicios matemáticos, o fantasías teóricas, y cuáles son teorías científicamente viables
y falsables. Ver por. ej. G. F. R. Ellis, "On the Nature of Cosmology Today". (Algo parecido sucede con la teoría de las cuerdas
que hubiera debido ser la base de una teoría de todo consiliente).
27. Goffman, p. ej. en Strategic Interaction y en Frame Theory. Ver mis comentarios en "
28. Claro que los fenómenos a explicar pueden pertenecer a ámbitos tan distintos que nuestra teoría se vea forzada a reconocer su
ámbito de aplicación. Ver por ejemplo, sobre la cuestión del heliocentrismo y el movimiento de la Tierra, el curioso razonamiento
de Husserl arguyendo que en el paradigma básico del mundo de la vida, la Tierra no se mueve (Jim Gabaret et al., "Renverser
Copernic avec Husserl").
29. El "mundo de la vida" de los fenomenólogos sería una manera de nombrar a esta realidad humana básica y compartida.
30. García Landa, "An Apocalypse of Total Communication: Utopian and Dystopian Perspectives in Star Maker (1937) and The
Matrix (1999)."
31. Ver mi nota "Una sombra, una ficción" (2010) sobre las teorías de las ficciones de Brian Boyd y de Agustín Sánchez Vidal—
las ficciones como crucial elemento constitutivo de la realidad humana.
32. Es lo que Gustavo Bueno denomina a veces "estromas"—los objetos de conocimiento o percepción en tanto que elementos
significativos constitutivos de la realidad (Bueno 2014).
33. La semiosfera es un concepto teorizado originariamente por Lotman (2005). Ver también los ensayos recogidos en Tataru y
García Landa (2013).
34. Kenneally expone conceptos desarrollados por Terrence Deacon. Ver mi comentario sobre esta noción en "La Caverna del
Cerebro: El lenguaje como realidad virtual" (2011).
37. Traduzco el texto de Anatole France en mi nota "La crítica autobiográfica" (2007).
38. Ver los documentales reunidos en "A Google of Years": When Will Time End? y How large Is the Universe?
40. Ver otras exposiciones de la visión del mundo derivada de la física cuántica en Heisenberg et al., Física cuántica, John
Barrow, El libro de la nada, o Neil Turok, The Universe Within.
41. Ver más sobre esta noción en Mario Toboso, "El universo sería una suma de historias posibles."
42. Estos presupuestos sobre el carácter atemporal de la realidad en la física moderna han sido criticados por Lee Smolin en Time
Reborn. En cuanto a la Biblioteca de Babel, es una fantasía de Borges.
43. Georger Herbert Mead, The Philosophy of the Present; ver mi traducción anotada.
44. Sobre el descubrimiento del bosón de Higgs gracias al LHC, véase Rivera (2012), Higgs (2013).
45. Aquí convergen las cuestiones de la realidad unificada del universo (decía Borges en Otras Inquisiciones que "cabe pensar que
no hay universo en el sentido orgánico, unificador, que tiene esa ambiciosa palabra") y la potencia unificadora de sus
representaciones o de las teorías que lo explican. Como instrumento conceptual para relacionar las representaciones parciales con
las representaciones englobadoras, ya sean mitos, historias, concepciones filosóficas o teorías físicas, proponemos los conceptos
de anclaje narrativo y de cartografía narrativa (ver mi artículo "The Story behind Any Story").
46. Ver nuestro artículo "Mapas del tiempo" (2011). Sobre Ussher, véase el ensayo de Gould "Fall in the House of Ussher" (1993).
47. Lemaître (1927). Ver ulteriores desarrollos de la teoría del Big Bang en Gribbin, Barrow, Bojowald, Turok, o Smolin.
48. Al margen del ejemplo de Spencer, que comentamos seguidamente y en "The Story behind Any Story", ver también nuestro
artículo "El Big Bang antes del Big Bang—en Spencer, Darwin y Poe", sobre las teorías del evolucionismo cósmico en Erasmus
Darwin y Edgar Allan Poe.
49. Ya que buscamos aquí concepciones literarias como precedentes conceptuales de estas teorías de la ciencia actual, apuntemos
que la idea del tiempo como una dimensión adicional del espacio es propuesta por H. G. Wells en el primer capítulo de The Time
Machine (1895).
50. En ruta hacia esta concepción, proponía Hawking en su conferencia de 1996 "The Beginning of Time" un tiempo esférico o sin
límites como teoría científicamente falsable, si bien no demostrable. Ver mi nota "El principio del tiempo."
51. Ver mi artículo sobre Spencer "El efecto mariposa y la complejidad ex nihilo." Este interrogante también se planteaba con
respecto a la asimetría del universo comentando la concepción de Hawking en "El principio del tiempo."
52. Ver Sean M. Carroll, "The Origin of the Universe and the Arrow of Time"; Michio Kaku, Hyperspace; MaxTegmark, "Are
Parallel Universes Unscientific Nonsense?"
53. Sobre la dimensión emergentista, y de evolucionismo cognitivo de la Fenomenología del Espíritu de Hegel, puede leerse
nuestro artículo "Notas sobre reflexividad y retroprospección en la Fenomenología del Espíritu" (2014).
54. Sobre aspectos evolucionistas del pensamiento de estos autores, mis artículos "El orden natural y la complejidad: Paley,
Lamarck, Vico y el Génesis" (2009); "Notas sobre reflexividad y retroprospección en la Fenomenología del Espíritu (2014), "The
Story Behind Any Story" (2014), "Grandiosa secuencia de acontecimientos (Darwin sobre la evolución humana)", y
"Globalización y sostenibilidad" (sobre El lugar del hombre en el cosmos, de Fred Spier). También mis anteriores artículos sobre
Hawking, en especial "Perspectiva narratológica sobre Historia del Tiempo."
55. Ver mi artículo "Historia(s) de todo" (2010). El término "gran historia" (Big History) está recientemente ligado al destacado
trabajo de David Christian; ver esp. Maps of Time, y los estudios sobre evolución cósmica de Eric Chaisson, p. ej. Epic of
Evolution. Proponemos que una importante dimensión complementaria al proyecto de Christian es el estudio de los aspectos
narratológicos y representacionales de estos procesos evolutivos en sus distintas fases de emergencia.
56. Ver "Harry Thompson, This Thing of Darkness: Narrative Anchoring" (2009), o "The Story behind Any Story" (2014, 2015).
57. The Key to All Mythologies es la magna obra proyectada pero nunca escrita por el pedante Mr. Casaubon en la novela de
George Eliot Middlemarch. La figura de Mr. Casaubon se inspiraba en cierto sentido en Herbert Spencer, y en los resentimientos
sentimentales que le inspiró a George Eliot. La diferencia entre la caricatura y la realidad puede atisbarse considerando la
influencia y magnitud de la obra de Spencer.
58. Jack London, The Star Rover (1915). Ver mi nota "Vagabundos de las estrellas"(2011).
59. Ver mi nota "77 millones de cuadros".
60. Christian, "The History of Our World in 18 Minutes"; "The Big History Project"; "Maps of Time." Expone ahí la visión
panorámica que se encuentra asimismo en su libro Maps of Time, así como en Epic of Evolution de Chaisson o El lugar del
hombre en el cosmos de Spier.
61. Sobre la Gran Cadena del ser el estudio clasico es el de Lovejoy. Ver también Gould, "Bound by the Great Chain" y "To Show
an Ape". Para una visión complementaria, véase mi nota "El ¿pernicioso? legado de la Gran Cadena del Ser", donde comento
algunos aspectos positivos de esta visión del mundo en tanto que mapa conceptual de la realidad, desde el punto de vista del
cognitivismo evolucionista.
63. Ver nuestros artículos sobre la retrospección y la retroprospección, por ej. "Periodismo y retrospección" (2005) y "Benefit of
Hindsight" (2007).
64. Aunque pasan los creacionistas fundamentalistas norteamericanos por ser los mayores protagonistas de estos razonamientos, el
último avatar lo proporcionó este otoño de 2014 el Papa Francisco, al declarar que la teoría del Big Bang no sólo era compatible
con el Cristianismo, sino que era una demostración de la existencia de Dios.
65. Es en cierto modo el dios de Spinoza. Ver mi nota "El argumento número 35", a cuenta de la novela de Rebecca Goldstein 36
Arguments for the Existence of God: A Work of Fiction.
66. Ver mi nota "El efecto mariposa y la complejidad ex nihilo" sobre las leyes de Spencer subyacentes a la emergencia de los
fenómenos complejos (2009).
—oOo—
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