Libro de Todos Los Ninos PDF
Libro de Todos Los Ninos PDF
Libro de Todos Los Ninos PDF
Impreso en XOXOXOX
Junio, 2015
300.000 ejemplares
Recopilación y adaptación
de cuentos tradicionales:
Ana Gabriela Mena
Ilustraciones:
Kiko Rodriguez
ISBN 978-9942-07-822-3
Por que un
cuento antes
de dormir?
8
Hombre honesto
quiero ser;
hablo siempre la verdad.
Sin trampa ni mentira,
llega la prosperidad.
9
in e r o Hace aproximadamente dos mil años
10
—¿Acaso no plantaste la semilla que te di?,
HONESTIDAD
le preguntó el emperador.
—La planté y por más cuidado que puse
nunca nació nada de ella, explicó el pequeño.
El emperador siguió examinando las flores
de los demás niños. Al cabo de un rato informó
que había tomado una decisión.
—Queridos niños. No comprendo de dónde salieron
todas las flores que he visto esta mañana. De las semi-
llas que les entregué no podían crecer ni las raí-
ces, pues estaban hervidas y, por lo tanto, no
podían germinar. Ping es la única persona
honesta entre todos ustedes, pues tuvo el va-
lor de decir la verdad y traer la maceta sin
ninguna planta. He decidido heredarle mi
reino. Solo un hombre honrado puede
gobernar esta gran nación.
11
Monseñor Leonidas Proaño,
un hombre honesto
Hubo una vez en el Ecuador un hombre al que la gente llamó “el Obispo de los in-
dios”. Su nombre era Leonidas Proaño y era un Monseñor. Ahora sabrás por qué lo
nombraban así.
En aquel tiempo los campesinos de la provincia de Chimborazo sufrían mucho por-
que les quitaban sus tierras y les obligaban a hacer trabajos muy duros. Monseñor
Leonidas Proaño fue a visitar a los campesinos de la zona y se dio cuenta del maltra-
to que vivían y su corazón se conmovió ante esta injusticia. Entonces se acordó de
sus padres, quienes le habían enseñado a amar y a tener respeto por todas las perso-
nas, sin importar si eran pobres o ricos.
Así que decidió hacer lo que pudiera para ayudarlos. Empezó por el principio, es
decir, por donde se debe empezar, y sacó a la luz la verdad que pocos conocían sobre
lo que estaba pasando con los indios en esos páramos olvidados por la mayoría de la
gente. Empezaron a perseguirlo y le acusaron con mentiras, pero él fue honesto y se
mantuvo fiel a la verdad y, además, empezó a trabajar por los habitantes de los pue-
blos indígenas. Formó programas para que se eduquen, aprendan a leer y a escribir,
y les enseñó sobre la Biblia. ¿Ya sabes por qué lo llamaron “el Obispo de los indios”?
12
HONESTIDAD
Demuestro
honestidad cuando...
Siempre digo la verdad, aun si me he equivocado,
he dicho, o he hecho algo incorrecto.
13
l p astorcito
E Fábula
de
me
Es
o
nti
po
ro
so
Había una vez un pas-
tor que cuidaba su rebaño en
el valle cercano al pueblo; era
un muchacho travieso al que le
gustaba llamar la atención, así
que un día decidió empezar a
gritar desesperadamente:
—¡Un lobo, un lobo!
¡Ayúdenme por favor, se comerá a todas mis ovejas!
Todos los habitantes del pueblo corrieron rápidamente
con palos y piedras a defender al joven. Pero, al llegar, el muchacho
estaba recostado en un árbol y sonriendo les dijo:
—¡Llegaron demasiado tarde! Espanté al lobo yo solo; soy muy valiente.
Los aldeanos se miraron unos a otros sorprendidos de la valentía del pastor,
lo felicitaron y regresaron a seguir con sus labores.
Al siguiente día, el pastorcito decidió nuevamente hacer la misma broma;
así que con todas sus fuerzas comenzó a gritar:
—¡Un lobo, un lobo! ¡Ayúdenme por favor, se comerá a todas mis ovejas!
14
HONESTIDAD
Otra vez, todos los habitantes del pueblo salieron a ayudarle.
El pastorcito los volvió a recibir con tranquilidad, afirmando
con aire triunfador que él solo se había encargado de ahuyen-
tar a la temida fiera.
Lo mismo ocurrió otras tres veces, hasta que todos en
el pueblo estaban molestos y empezaron a sospechar
que se trataba de una mentira, así que decidieron
no creer más en las palabras del muchacho.
Un día, ciertamente, una manada de lobos se acercó
al rebaño. El pastorcito apenas pudo verlos em-
pezó a gritar angustiosamente, pero nadie
en el pueblo hizo caso; todos siguieron
en sus trabajos. Luego de un tiempo, el
joven dejó de gritar, pues los lobos se
comieron a todas sus ovejas.
16
Ten respeto por ti mismo
y también por los demás.
Vive en paz, con alegría,
y el mundo sonreirá.
17
p ercdióinzorroja Cerca de un bosque vivía una hermosa
a adi al e
L de tr cua
perdiz roja; con su canto levantaba cada
mañana a los otros animales, pero del
tor
ian susto, ya que parecía una gran loco-
o
nt
motora que se acercaba. Luego de
e
a
Cu vivir varios años allí, decidió aven-
turarse a otros lugares. Recorrió
varios bosques cercanos pero no
encontró suficiente comida.
Un día, alcanzó a ver a lo
lejos unos granitos en el suelo
que brillaban con el sol, no
sabía qué eran, así que se
acercó muy despacio. Después
de examinarlos minuciosamente los
probó… “¡mmm, qué delicia!”,
pensó, y decidió quedarse a vivir ahí.
Por la mañana se despertó como de
costumbre, pero cuando iba a ento-
nar su canto… escuchó un
¡kikirikiiiiiii! Qué sorpresa que se
llevó, no sabía quién hacía tanto
escándalo. Cuando regresó a ver,
se encontró frente a frente con un
enorme gallo de plumas coloradas
y amarillas que tenía una gran
espuela en su pata.
—Buenos días, dijo la perdiz.
Pero no hubo respuesta, el gallo se retiró. Al poco
rato vio que él y otros gallos se acercaban a ella y sin
previo aviso la empezaron a picotear, la lastimaban sin cesar, diciéndole:
—¡Sal de aquí!, no te conocemos. ¡Vete! ¡No queremos vivir con extraños!
La perdiz se sintió muy triste, pues creía que había encontrado un nuevo hogar.
No entendía por qué los gallos la trataban tan mal. Herida por los golpes, intentó comer
algunos de los granitos de maíz que estaban en el suelo, pero rápidamente uno de los gallos
se los quitó del pico. —¡Es nuestro maíz, no te lo comas, no tienes plumas grandes
y maravillosas como las nuestras; además, eres pequeña y gorda. Será mejor que te vayas!
18
Tristemente, la perdiz decidió irse, pero en ese instante se encontró con una gallina.
RESPETO
—¿Qué te pasa querida perdiz?
Ella le contó lo sucedido. La gallina le explicó que así eran estos gallos,
pues estaban acostumbrados a pelear y no sabían cómo hacer
nuevos amigos ni respetar a los demás.
—Pero tengo una idea para que te puedan conocer, dijo la gallina.
Entonces, se acercó al lugar donde estaban los gallos y les dijo:
—Señores, amigos, compañeros. ¿Creen que solo ustedes tienen hermoso plumaje?
¿Creen que son los únicos que tienen un canto esplendoroso que es capaz de levantar al sol?
¿Acaso no conocen a la más valiente de las aves del bosque? ¿La que no necesita
de un amo para que la alimente con maíz, sino que sabe perfectamente
cómo buscar su propia comida y huir del zorro salvaje?
Todos los gallos se quedaron en silencio y con mucha curiosidad es-
cucharon a la gallina. —Pues aquí se la presento, dijo la gallina.
—Es mi amiga la perdiz. Nadie movía ni una pluma, todos
habían reconocido por los lastimados de su cuerpo a la perdiz
que habían atacado. La perdiz roja contó su historia sobre
el bosque donde había vivido años y que las ganas de vi-
vir nuevas aventuras la habían llevado hasta el hogar de
aquellos gallos.
Uno a uno, los gallos empezaron a disculparse con
la perdiz, pues su costumbre de pelear no había
dejado que ellos la conocieran mejor. Desde ese
día, disfrutaron de la compañía de la perdiz
porque ella les enseñaba a conseguir alimento
y juntos despertaban al sol cada mañana.
20
RESPETO
Demuestro
respeto cuando…
Tomo en cuenta los sentimientos y pensamientos
de los demás, aun si son diferentes de los míos.
21
e n acho de At
l p Leyenda ecuatoria ah
E
n a
ua
lp
a
Cuenta la leyenda que el
último jefe del Reino de Quito
proclamó como dueña de la co-
rona a la joven y bella Pacha.
Huayna Cápac, el conquistador inca, fue
donde la reina Pacha a ofrecerle su amis-
tad. La inteligencia y hermosura de Pacha
conquistaron el corazón de Huayna Cápac,
así que le pidió casarse con él. La princesa
aceptó ser su esposa.
Pacha y Huayna Cápac vivieron en un hermoso pala-
cio. Allí nació el futuro soberano, el príncipe Atahual-
pa, quien desde muy pequeño aprendió que una de las leyes
del reino de sus padres era no matar a los animales.
Un día que practicaba con su lanza, le llamó la atención una linda guacamaya de hermosos
colores. Al instante sacó su arco, disparó con certeza y la mató. Con la guacamaya muerta co-
rrió en busca de su madre. Pacha no lo recibió contenta; al contrario, le hizo notar que había
incumplido con la ley.
22
RESPETO
Le recordó el mandato de su Para conversar sobre este valor:
pueblo: “No se mata a las aves
que adornan la naturaleza con
sus colores y la llenan de encanto
¿Por qué crees que es importante
con sus trinos”. Pacha arrancó respetar las leyes de un país?
una pluma de la guacamaya y la ¿Qué normas hay en tu escuela?
puso como adorno en la corona
del pequeño, para que no olvida- ¿Qué haces para recordar y respetar
ra nunca la lección aprendida. las normas que hay en tu escuela?
23
GRaTItuD
¿Qué es la gratitud?
Gratitud es el sentimiento que experimento cuando
aprecio las cosas que tengo o que me ofrece el mundo:
la naturaleza, el arte, los juegos...
También siento gratitud cuando alguien ha hecho algo
por mí y cuando puedo hacer algo bueno por otros.
A través de la gratitud puedo demostrar mi aprecio con
un “gracias” sincero o un gesto cariñoso y, al hacerlo,
mi corazón se llena de buenos sentimientos.
24
Gracias por
lo que tengo,
y gracias por lo que soy.
Un “gracias” muy,
muy sincero
cada día yo te doy.
26
GRATITUD
—Hoy es mi cumplea-
ños y mi madre preparará
un montón de dulces,
gritaba el niño.
He venido para invitarle.
El dragón no podía creer lo que oía y mi-
raba al niño; gruñía con voz cavernosa. Pero
Taró no tenía miedo y continuaba gritando:
—¡Señor dragón!
¿Viene a mi fiesta de cumpleaños?
Cuando el dragón entendió que el
niño hablaba en serio, se conmovió
y empezó a pensar:
“Todos me odian y me temen. Nadie me ha invitado
nunca a una fiesta de cumpleaños. Nadie me quiere. ¡Qué bueno es este niño!”
Mientras pensaba esto, las lágrimas comenzaron a descolgarse de sus ojos.
Primero unas pocas, después tantas y tantas que se convirtieron
en un río que descendía por el valle. Se sentía muy agradecido.
—Ven, móntate en mi espalda, dijo el dragón sollozando. Te llevaré a tu casa.
El niño vio salir al dragón de la madriguera. Era un reptil bonito,
con sutiles escamas coloradas, sinuoso como una serpiente, pero con patas muy robustas.
Taró montó sobre la espalda del feroz animal y el dragón comenzó a nadar en el río de
sus lágrimas, y mientras nadaba, por una extraña magia, el cuerpo del animal
cambió de forma y medida; el niño llegó felizmente a su casa,
conduciendo una barca con adornos muy bonitos y forma de dragón.
28
GRATITUD
Demuestro
gratitud cuando…
Me doy cuenta de todo lo bueno y hermoso que
me rodea, en la naturaleza y en mi familia.
29
o l y el gato Érase una vez un árbol que se encontraba en
á rb Tomad
od
un camino; era alto, orgulloso y fuerte.
Se levantaba por encima de todos,
el sin hacer ni bien ni mal a nadie.
a
El
Nunca amó a nadie, nunca había
ni
ma
florecido, nunca dependió de nadie
do r
y nunca nadie dependió de él.
uso homó
Una tarde, un viajero que pasaba
en su viejo camión lanzó al camino un
pequeño gato. El gato, aturdido y asustado,
n
se vio solo sin saber qué hacer.
i mo
Comenzó a andar por el polvoriento
camino y se detuvo frente al árbol:
—Dime, árbol... ¿estás solo aquí?
—Completamente solo.
—¿No le temes a la soledad?
—No le temo en absoluto.
—¿Nunca te sientes triste, asustado o abatido?
—Nunca. No espero a nadie, no necesito a nadie.
—Ahh... ¡cómo me gustaría ser independiente,
vivir solo y no afligirme por nadie!
—Bien, no es muy difícil de aprender,
vive conmigo, observa y cuando
hayas aprendido te podrás ir y vivir solo.
—¡Gracias árbol!, dijo el gato.
Y el gato se quedó a observar...
Un pequeño gorrión intentó hacer su nido en
una de las ramas del árbol con trocitos de hojas
y pajitas que traía en su pico, pero el árbol sa-
cudió sus ramas con fuerza y el gorrión se alejó.
El gato observaba.
Una ranita se acercó al árbol dando saltos para protegerse del sol
inclemente bajo su sombra, pero el árbol levantó sus largas ramas
y dejó de hacer sombra. El gato observó a la ranita alejarse.
Un escarabajo revoloteó cerca del árbol, se estrelló contra su firme tronco, cayó al piso patas
arriba y cuando logró ponerse en pie se alejó volando. Y el árbol permaneció allí, quieto e in-
diferente, mientras el gato observaba. Oscureció, comenzó a llover, el gato se acercó al árbol
para protegerse; el árbol generosamente bajó una de sus ramas y lo cubrió.
30
Así pasaron los días y el gato permaneció
junto al árbol. Se afilaba las uñas en su corteza,
GRATITUD
se acariciaba contra su tronco, daba vueltas
a su alrededor y trepaba por sus ramas.
El árbol agitó todas sus ramas hasta las puntas
y el gato se quedó dormido a su sombra. Llegó el otoño, la brisa
soplaba fuerte, el árbol fue perdiendo su follaje hasta quedar
totalmente descubierto. El gato jugueteó entre las hojas secas.
Vino el invierno, la nieve blanqueó el paisaje, las ramas del árbol crujían y el gato sintió
mucho frío. El árbol le ofreció un agujero cálido en su tronco donde guarecerse del
crudo invierno. Allí, el gato se sintió seguro y tibio hasta la entrada de la primavera.
El sol brilló en lo alto, los pájaros trinaban felices y el árbol, ya reverdecido,
floreció por primera vez. ¡La primavera había llegado! El árbol agitó alegre
sus ramas y los pájaros se posaron en ellas. De pronto vio al gato alejarse:
—¿A dónde vas?, preguntó el árbol.
—Adiós, me voy, ya puedo vivir solo, contestó el gato.
—No te vayas, ¡quédate! Tú me has enseñado muchas cosas,
suplicó tristemente el árbol.
Pero el gato siguió su camino sin escucharlo...
Y esta es la historia del árbol, o más bien la historia
del árbol y el gato porque de no ser por el gato,
el árbol no tendría una historia que contar.
¿Qué es perseverar?
Soy perseverante cuando me esfuerzo para
lograr una meta, a pesar de las dificultades
con las que me puedo encontrar.
Algunas veces sentiré desánimo o pensaré que
no puedo hacerlo, pero no me rendiré. Inten-
taré nuevamente, me concentraré y pediré
ayuda para finalizar lo que me he propuesto.
32
Siempre me esfuerzo
y no dejo de intentar;
me siento feliz,
pues lo voy a lograr.
33
cr e adora d
u i, eyenda sh e
L uar la
k
Nun
sp
lantas
Hace muchos años,
cuando los shuar empezaban a poblar
las tierras de la Amazonía, la selva no
existía. En su lugar había un extenso llano
de tierra y una que otra planta. Una de
estas plantas era el unkuch, el único alimento
de los shuar. Un día la planta desapareció.
Algunos echaron la culpa a Iwia y a Iwianchi,
que eran seres diabólicos que comían todo
lo que encontraban; pero una mujer llamada
Nuse decidió esforzarse por encontrar otros
lugares donde crecía el unkuch.
Nuse caminó y caminó, buscó por los lugares más ocul-
tos. Sentía mucho temor porque estaba sola y lejos de su casa.
Pronto se desanimó porque no encontraba nada.
Volvió por sus hijos para que la ayudaran y otra vez tuvo fuerzas
para seguir con la búsqueda del unkuch.
Caminaron muchos días siguiendo el curso del río, pero hacía
tanto calor que estaban muy cansados y casi desmayados.
De pronto, sobre el río, aparecieron pequeñas rodajas de un alimento desconocido:
era la yuca. Al verlas, Nuse se lanzó hacia el río y las tomó. Apenas las probó,
se dio cuenta que las fuerzas volvían a su cuerpo y enseguida corrió a socorrer a sus hijos.
34
Entonces salió una bella mujer del
PERSEVERANCIA
río. Nuse asustada, le preguntó:
—¿Quién es usted?
—Yo soy Nunkui, la creadora de las plantas.
Sé que tu pueblo vive en una tierra desnuda
y triste, en donde apenas crece el unkuch.
—¡El unkuch ya no existe, era nuestro
alimento y ha desaparecido! Por favor, señora,
¿sabe dónde puedo hallarlo? Sin él, todos los de
mi pueblo morirán, le suplicó Nuse.
—Nada les ocurrirá, Nuse. Tú has
demostrado valentía y mucho esfuerzo.
Por ello, te daré no solo el unkuch,
sino toda clase de alimentos.
En segundos, ante los ojos sorprendidos de
Nuse, aparecieron huertos llenos de plantas.
Nunkui también le prometió a Nuse la ayu-
da de una niña con la magia de crear el unkuch,
la yuca, el plátano y otros alimentos más.
Nunkui desapareció y en su lugar surgió la niña pro-
metida. La niña le anunció a Nuse que en el terri-
torio de los shuar crecerían muchos árboles y
plantas. Caminaron por un sendero y, cuando
llegaron, la niña cumplió su ofrecimiento
y la vida de los shuar cambió por comple-
to. Las plantas se elevaron en los huertos y
cubrieron el suelo de esperanzas.
36
PERSEVERANCIA
Demuestro ser
perseverante cuando…
Sigo en el juego aunque no esté ganando el partido.
37
s p ichones
trecuento de Onelio Jorge C
Eran tres pichones
de pájaros car-
Los pintero y ninguno
ar de los tres estaba
d
un dispuesto a hacer
de
os
o
vida de pájaro. Eso
Adaptación
de hacer un agujero
profundo a fuerza de
martillar con el pico
no estaba en sus planes.
La madre, por su parte,
vivía confiada en que, una
vez avanzado el verano, cuando
los tres pichoncitos hubieran cambiado
el plumón por la pluma, les vendría en-
seguida las ganas de volar, olvidándose por
tanto de sus disparatadas ideas. Pero se equivocaba
la buena madre porque los tres hermanitos ya tenían
sus proyectos, y una mañana en que ella preguntó qué iban a ser
si no son pájaros, ellos contestaron:
—Queremos ser marineros. —¡Cómo!, dijo la madre asombrada. Pero hijos, ¿Han visto us-
tedes algún pájaro navegante? —Los patos, dijeron los pichones. —Pero si marinero es el que
navega en un barco y ningún pato va a bordo de uno. La madre, pensando que poco a poco
se les pasarían estas locuras, fue a buscarles comida.
Este sueño empezó desde muy pequeños, al ver el río y preguntarse a dónde iba.
La respuesta les llegó un día cuando un viejo alcatraz que había venido a ver los montes
florecidos, se posó en la rama del guarumo y les contó que él provenía del mar. —¿El mar?,
dijeron todos. —¿Qué es el mar? —Pues adonde van los ríos, dijo el alcatraz.
Y así, el alcatraz les contó las maravillas del mar; cómo era inmenso y cómo tenía olas y bar-
cos y peces que lo recorrían y cómo el viento llevaba su parte en todo. Pero lo que más intere-
só a los pichones fue la idea de los barcos y cómo navegaban por el mundo entero manejados
por navegantes que trabajan y viven a bordo de ellos todo el tiempo.
Así que, un día, recordando las historias del alcatraz, los pichones se dijeron que deseaban ser
marineros de verdad. Lo primero que tenían que hacer es ir al mar. —¿Cómo lo haremos si
todavía no nos salen plumas para ir volando? —Escuchen, dijo el tercer pichón —si todos los
ríos van al mar, este también irá. Entonces, ¿por qué no empezar a navegar? —¡Navegar!,
dijeron los otros, haciéndoseles agua las bocas. —Pero no tenemos barco.
38
—Bueno, barco sí tenemos. Si se mira bien, el barco ya está hecho,
PERSEVERANCIA
lo único que nos falta es echarlo al agua, dijo el tercer pichón.
—¿Pero cómo?, dijeron los otros dos.
—Este nido mismo, dijo. Lo que tenemos que hacer es mecerlo y remecerlo
hasta que caiga al agua, y el río por su parte que haga lo demás.
—¡Nos hundiremos!
—¿Quién dijo eso? ¡La paja flota, hermanos! —¡Como si fuera un barco!, dijeron los otros
dos pichones, reventando de entusiasmo. —¡Ahora mismo a mecerlo y remecerlo!, gritaron
entusiasmados los tres pichones.
Y dale que te dale, empezaron a columpiar el nido hasta que, ¡chump!, cayó al agua.
—¡Viva!, gritaron los tres. —¡A navegar!
Reían y saltaban locos de contento mientras, llevado por la corriente, el nido con su alegre
carga, empezó a navegar. Cuando la madre vio lo sucedido, gritó desde el aire —¡Mis hijos!
—¡No te preocupes mamá!, respondieron los pichones, —¡Volveremos a verte para llevarte
por el mundo en nuestro barco!
Y entonces, vinieron los interminables días de navegación, las hambres, las fatigas, las aguas
turbulentas, los truenos, los vientos y la lluvia. Pero los pichones se mantuvieron valientes y
decididos. Hasta que una madrugada, ya cansados, pudieron escuchar un estruendo;
abrieron sus ojos y se encontraron con la inmensidad del mar. A lo lejos podían
ver un barco que se acercaba. El capitán de dicho barco los vio y gritó:
—¡Náufragos!, y los subieron a bordo.
Así, los pichones se convirtieron en marineros, y luego de
varios años de viajar, un día regresaron a visitar a su mamá
para llevarla a pasear por el mundo en su gran barco.
¿Qué es la humildad?
Soy humilde cuando reconozco que todas las perso-
nas son valiosas, que todos tenemos talentos y dones
que podemos compartir y aprender de los demás.
Si me equivoco, demuestro humildad al escuchar las
sugerencias que me dan para corregir mis errores.
40
Hoy seré yo mismo,
y a todos valoraré;
sin sentirme más que nadie,
de todos aprenderé.
41
s a Ratona Había una vez una camada de ratones
42
—Yo no soy el personaje más poderoso del mundo. El viento es más poderoso que yo,
porque cuando sopla no puedo resistirlo y tengo que ir donde él me lleva.
HUMILDAD
—Entonces, no me interesas, dijo el rey Ratón con altanería.
Y se puso en camino para encontrar al viento.
Viajó días y días por todo el cielo hasta llegar a la cueva del este,
donde el viento dormía. Cuando el viento le vio llegar, estalló en tan fuertes
carcajadas que hicieron temblar la tierra. Le preguntó:
—¡Oh, oh! ¿Qué quieres de mí?
Cuando el rey le dijo que venía a ofrecerle la mano de su hija, la princesa Ratona, porque era
el personaje más poderoso del mundo, hinchó sus mejillas, dejó oír un silbido terrible y dijo:
—No, yo no soy el más poderoso. El muro de ladrillo que han hecho los hombres es más po-
deroso que yo, porque no puedo derribarlo a pesar de mis esfuerzos. ¡Ve a buscar al muro!
Y el rey Ratón bajó rodando del cielo hasta llegar al muro que
habían hecho los hombres y que estaba muy cerca de su arrozal.
—¿Qué quieres de mí?
—Vengo a ofrecerte la mano de mi hija, la princesa
sa Ratona, porque eres el personaje más poderoso
del mundo y nadie más puede ser digno de ella.
—¡Oh, oh! Yo no soy el más poderoso. El Ratón Gris que vive en
la cueva es más fuerte que yo. Con sus dientes roe y roe mis la-
drillos, los va desmenuzando y acabaré derrumbándome.
Ve a buscar al Ratón Gris.
Después de todos sus viajes, el rey Ratón se dio cuenta
de lo valiosos que eran los ratones de su camada,
así que casó a su hija con otro ratón.
La princesa Ratona se puso muy contenta, porque ella
siempre había deseado casarse con el Ratón Gris.
44
HUMILDAD
Demuestro
humildad cuando…
Estoy dispuesto a aprender de cada
persona y de cada situación.
45
ié lagoeyende col
rc L da mexicaore
u
na
El m
s
Cuenta la leyenda que el mur-
ciélago hace mucho tiempo fue
el ave más bella de la naturaleza.
Un día de mucho frío subió al
cielo y le pidió plumas al Creador,
como había visto en otros animales
que volaban. Pero el Creador no
tenía plumas, así que le recomendó
bajar de nuevo a la tierra y pedir
una pluma a cada ave.
Y así lo hizo el murciélago; eso sí, solamente se
acercó a las aves con plumas más vistosas y de más
colores. Cuando acabó su recorrido, el murciélago te-
nía en sus alas muchas plumas de colores y formas diferentes.
Al verse tan bello, decidió volar para mostrar con orgullo su plu-
maje a todos los pájaros, quienes lo admiraban. Agitaba sus alas
ahora emplumadas, aleteando feliz y creyendo que era mejor que todos.
Una vez, hasta observó que había dejado un arco iris tras su vuelo, y era muy bello.
Pero era tanto su orgullo que empezó a tratar mal y con desprecio a las demás aves. Al
pasar por delante de ellas siempre les decía lo bello que era y que nadie era tan hermoso
como él; no le importaba los colores maravillosos y formas de las alas de las demás aves.
46
HUMILDAD
Cuando el Creador
vio que el murciéla-
go no se contentaba
con disfrutar de sus
nuevas plumas, sino que
las usaba para humillar a
los demás, le pidió que subiera
al cielo. Entonces, aleteó y aleteó feliz
pero poco a poco sus plumas se cayeron,
una a una, hasta quedarse de nuevo desnudo
como al principio.
Durante todo el día llovieron plumas
del cielo, y desde entonces el murciélago
ha permanecido desnudo,
retirándose a vivir en cuevas para no
tener que recordar todos los colores
que una vez tuvo y perdió.
48
Bondad tengo
en cada abrazo,
cuando saludo
y cuando ayudo.
Roberto tenía que llegar rápidamente a la parada del bus, iba atrasa-
do a la escuela. Inmediatamente, cogió su mochila y salió corriendo.
En el semáforo esperó ansioso el cambio a color rojo para cruzar la
calle. En el momento en que iba a cruzar un señor mayor se acercó
mostrando cierta inseguridad. Roberto lo miró y decidió tomarlo del
brazo para ayudarle a pasar.
En ese momento no se dio cuenta, pero luego, cuando el señor le
agradeció con un estrechón de manos, descubrió que era ciego.
ad?
é
¿De qu
na
Y ahí estaba otra vez ese leve sonido, seco,
como si alguien se rascara. El sonido pro-
venía de un agujero en el suelo. Al acer-
carse al hoyo vió que era una ratita que
se había caído y no podía salir.
—¡Ayúdame!, le suplicó al cazador.
—Por favor, bondadoso señor.
¡Ayúdeme a salir de aquí!
El cazador inclinó su arco hasta el pozo. La rata
subió por el arco y así pudo salir del agujero.
—Gracias, dijo la rata.
—Me hubiera muerto de hambre allí dentro.
Hombre bondadoso, si alguna vez puedo ayudarte, lo haré.
El cazador se rió.
—¿Qué? ¿Tú ayudarme a mí?
¿Una cosita tan pequeñita como tú?
—Ya veremos, dijo la ratita. Y se fue.
El cazador siguió su camino también.
Pero no había ido aún muy lejos cuando
empezó una fuerte tormenta.
—Será mejor que busque un refugio, se dijo el cazador.
Y corrió hasta una cueva para refugiarse y esperar a que la
lluvia parara. Una vez dentro, se acomodó para comer.
De pronto, una sombra oscureció la boca de la cueva: era un enor-
me león que estaba entrando. El cazador trató de alcanzar su arco
pero el león se interpuso. ¡Estaba atrapado!
—Ah... buen día, león, dijo el cazador con amabilidad.
—¿Esta es su cueva? No era mi intención quitársela.
Yo solo estaba esperando a que la lluvia parara. Así que
ahora si se mueve un poquito, seguiré mi camino y...
—¡No!, rugió el león.
¡Quédate! Come tu comida.
Y luego, te comeré yo a ti.
50
El cazador pensó que ese iba a ser
seguramente su fin, cuando de pronto
BONDAD
se escuchó una risa que resonó
por toda la caverna.
—¡Oh, sí!, dijo una profunda
y terrible voz. —El cazador
comerá su comida.
El león comerá al cazador.
Luego, yo me comeré al león.
—¿Dónde estás tú?,
preguntó el león mirando
para todos lados.
—Alrededor de ti, por todas partes.
—Y ¿quién eres tú?
La poderosa risa resonó por toda la caverna.
—Soy el terrible matador de leones. Apúrate
león, así yo podré comerte a ti.
El león dudó.
—Yo... yo creo que no tengo mucha hambre ahora,
murmuró. Se puso de pie y corrió fuera de la cueva como
un cachorro asustado hasta que se perdió de vista.
El cazador recogió su arco.
—¿Quién será el terrible matador? ¿Quién es lo suficientemente
valiente como para asustar a un gran león?, susurró el cazador.
—Yo, dijo la ratita, asomándose por entre unas rocas.
—Pero, tú eres tan solo una ratita, dijo el cazador. ¿Quién tenía esa voz terrible?
—Yo, contestó la rata.
— Yo sé que soy demasiado pequeña
para luchar con un león.
Pero, en cambio, los ecos maravillosos Para conversar sobre este valor:
de esta caverna hicieron que mi voz
sonara terrible y poderosa. ¿Cuál es la acción bondadosa
El cazador rió. que más te gustó de este cuento?
—Oh, mi inteligente amiga, perdóna- ¿Qué hubiera pasado si
me por burlarme de ti. Puede que tú
seas pequeña, pero yo debería haberme la rata no actuaba de forma
dado cuenta de que la inteligencia y la bondadosa con el cazador?
bondad no son cuestión de tamaño. ¿Cómo reaccionan las personas
cuando eres bondadoso? 51
Elisabeth Kübler-Ross,
un ejemplo de bondad
Desde muy pequeña, Elisabeth mostró interés en ayudar a todas las personas que, por cual-
quier razón, requerían de apoyo y de atención. Había nacido en el corazón de Europa, en
Suiza, y cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, con apenas 18 años, trabajó como
voluntaria ayudando a los prisioneros del campo de concentración de Majdanek, en Polonia.
Esta experiencia le impulsó a promover el apoyo y el acompañamiento a las personas enfer-
mas y a las que tuvieran cualquier tipo de sufrimiento.
Más tarde viajó hasta Nueva York en donde empezó a trabajar con enfermos mentales. Los
enfermos mentales son personas que pueden hacerse daño a sí mismos y a los demás. Pero,
después de la ayuda que Elisabeth les dio, ellos pudieron aprender cuáles eran sus responsabi-
lidades y a ser autónomos. Elisabeth decía que en lugar de medicamentos, lo que estas perso-
nas necesitaban era atención y cariño.
También ayudó a personas y familias que enfrentaban situaciones delicadas como cuan-
do debían despedirse de un ser querido que pronto iba a morir. Ella les enseñó a escuchar,
acompañar y a trasmitir amor.
Muchas de sus experiencias y recomenda-
ciones las recogió en diferentes libros, los
cuales han sido traducidos a más de 25
idiomas, haciendo que sea una de las
autoras más leídas de los últimos años.
De Elisabeth Kübler-Ross se puede
aprender la importancia de ayudar
y dar amor a los demás. Ella es un
buen ejemplo de bondad.
52
BONDAD
Demuestro
bondad cuando…
Trato con cariño y respeto a las personas
que me rodean, aun a quienes no conozco.
53
vo va n i d oso
u e r de E s o po
ula
El c áb
54
BONDAD
Terriblemente enfadados
al descubrir que el plumaje del ganador
era robado, los demás pájaros se lanzaron
sobre él y le quitaron una a una las plumas
con las que había pretendido engañar a todos.
Júpiter, decepcionado, le quitó inmediatamente
el título y le recalcó que él mismo se había
buscado lo que le acababa de pasar.
Para conversar
sobre este valor:
¿Crees que el cuervo fue
bondadoso? ¿Por qué?
¿Cómo explicarías qué es la
bondad a otras personas?
¿De qué manera expresarías
bondad a tu familia?
55
GeNErosiDad
56
Siempre es bueno a otros dar
sin esperar nada a cambio;
entregando cada día,
se comparte la alegría.
Una mañana, Lucía observa que Olga, una niña de otro curso, tiene dificultades
para llevar a la vez su mochila y una gran maqueta que ha hecho de tarea.
Al momento de ir a ayudarla, sus amigas la llaman para jugar.
—Esperen, iré a ayudar a Olga, dice Lucía.
Pero sus amigas se enojan con ella y le responden:
—Si no vienes en este momento, ya no jugaremos contigo.
Lucía desea jugar con sus amigas, pero también le preocupa que a Olga se le cai-
ga el trabajo que hizo con tanto esfuerzo. Así que decide ayudarla, corre inme-
diatamente hacia Olga y le da una mano para sostener su gran maqueta.
Olga le agradece con una gran sonrisa. Lucía se siente muy feliz de
ayudarla, a pesar de que ese día sus amigas no jugarán con ella.
GENEROSIDAD
de vuelta hacia el príncipe y le dijo que se quedaría con él
para siempre. Durante esos días, la golondrina volaba por
la ciudad y luego le contaba la miseria en la que vivían los
niños y los mendigos.
Entonces, el príncipe le dijo:
—Estoy cubierto de oro fino; despréndelo hoja por hoja
y dáselo a los pobres.
Hoja por hoja arrancó la golondrina el oro fino y hoja
por hoja lo distribuyó entre los pobres.
Entonces llegó la nieve y, después de la nieve, el hielo.
La pobre golondrina tenía frío, cada vez más frío, pero no
quería abandonar al príncipe: lo amaba demasiado.
Pero, al fin, sintió que iba a morir. No tuvo fuerzas más que para volar una vez
más sobre el hombro del príncipe.
—¡Adiós, amado príncipe!
—Me da mucha alegría que partas por fin para Egipto, golondrina.
Has permanecido aquí demasiado tiempo.
—No es a Egipto a donde voy a ir. Voy a ir a la morada de la muerte. La muerte es hermana
del sueño, ¿verdad? Y besando al Príncipe Feliz en los labios, cayó muerta a sus pies.
En ese mismo instante sonó un extraño crujido en el interior de la estatua.
La coraza de plomo se había partido en dos.
A la mañana siguiente, el alcalde se paseaba por la plazoleta con dos concejales de la ciudad.
Al pasar junto al pedestal levantó sus ojos hacia la estatua.
—¡Dios mío! ¡Qué andrajoso parece el Príncipe Feliz! El rubí de su espada
se ha caído y ya no tiene ojos, ni es dorado. Y tiene a sus pies un pájaro muerto.
Entonces, fue derribada la estatua y la fundieron. Pero el corazón
de plomo no quiso fundirse en el horno y fue arroja-
do como desecho al montón de basura en Para conversar
el que yacía la golondrina muerta. sobre este valor:
Cuentan que Dios le pidió
a un ángel que trajera las ¿Por qué el Príncipe Feliz y la golondrina die-
dos cosas más preciosas de ron todo lo que tenían por los más necesitados?
la ciudad. Y el ángel le llevó Cuenta a tus compañeros alguna anécdota en la
el corazón de plomo y
el pájaro muerto. que fuiste generoso. ¿Cómo te sentiste?
Observa si hay en tu barrio o escuela alguien
que necesite de algo con lo que tú puedes ayudar. 59
San Francisco de Asís,
un sacerdote generoso
Cuentan que en Italia había un joven hijo de un mercader muy rico; su nombre era Francisco
de Asís y era un joven inteligente, elegante y caballero que disfrutaba de una vida adinerada
por trabajar junto a su padre, acompañándolo en los largos viajes que realizaba para vender
la mercancía.
Un día, durante uno de sus viajes, se encontró con algunas personas que tenían lepra. Esta
enfermedad en esa época no tenía tratamiento y era contagiosa por lo que se obligaba a vivir
lejos de todo contacto humano a quienes la padecían. Al verlas, se asustó mucho por su aspec-
to, pues tenían todo su cuerpo cubierto de manchas y llagas. Sin embargo, Francisco se acercó
y habló con ellas. Lleno de compasión en su corazón, tomó la ropa, el dinero y la comida que
tenía y se las entregó. Desde ese momento, quiso vivir para servir y consolar a los que tuvieran
algún tipo de dolor o carencia y abandonó su vida acomodada.
Francisco decidió hacer un voto con la pobreza y ayudar a los necesitados. “Necesito pocas
cosas, —decía—, y las pocas cosas que necesito, las necesito poco”
Su plegaria era:
“Señor, haz de mi un instrumento de tu paz…
Oh Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se
encuentra a sí mismo”.
Francisco predicó el evangelio con pasión,
pues amaba a Dios con todo su corazón
y admiraba su creación. Para demos-
trarlo, en época de Navidad creó un
pesebre viviente que hasta ahora sigue
siendo tradición.
Con su ejemplo de generosidad ante la
vida y la naturaleza impactó a muchos
jóvenes adinerados que dejaron sus ri-
quezas y se unieron a él para ayudar
a las personas. Es así como se formó
la orden Franciscana.
60
GENEROSIDAD
Demuestro
generosidad cuando…
Siento felicidad al compartir lo
que tengo con otras personas.
61
En cierto país vivía un comerciante llamado
y Ba s ilio, el
Marco, al que pusieron el apodo de ‘el rico’ por-
que poseía una fabulosa fortuna. A pesar de sus
d
codaptación de un cuento ru es
l ri
riquezas, era un hombre muy egoísta; nunca
gra
A
so
ayudaba a los pobres y no le gustaba que
Marco, e
estuvieran alrededor de su casa.
ciado
Un día, ya al anochecer, entraron en su casa
dos ancianos de cabellos blanquísimos y le
pidieron refugio. Le suplicaron tanto y con
tanta insistencia que Marco, solo para que
no lo molestasen más, dio orden de que los
dejaran dormir en el cobertizo del corral.
A la mañana siguiente, se sorprendió al es-
cuchar a una mujer contar lo que había pasado
en la noche. Ella contó que en la aldea vecina,
en casa de un campesino pobre, había nacido un
niño. Unos hombres de cabellos blancos lo habían
nombrado Basilio el desgraciado, y predijeron que
tendría todas las riquezas de Marco el rico.
Marco quiso saber si lo que la mujer decía era verdad,
así que fue a la casa del campesino para preguntárselo.
El hombre le confirmó que así había sucedido.
Entonces Marco, creyéndose muy listo, se ofreció́ como
padrino del niño.
Al día siguiente del bautizo, Marco el rico llamó al pobre campesino,
lo trató con gran amabilidad y le dijo:
—Oye, compadre, tú eres un hombre pobre y no podrás educar a tu hijo;
dámelo a mí, que le haré un hombre honrado y aseguraré su futuro.
El padre reflexionó un poco, pero al fin consintió́, pues creía que haría feliz a su hijo.
Marco tomó al niño, lo puso en el coche y se marchó́.
Después de haber recorrido algunos kilómetros, el comerciante hizo parar el coche,
entregó el niño a su criado y le ordenó:
—Cógelo por los pies y tíralo al barranco.
El criado cogió́ al niño e hizo lo que su amo le mandaba. Marco, riéndose, dijo:
—Ahí, en el fondo del barranco, podrás poseer todos mis bienes.
Poco después, por el mismo camino, pasaban unos comerciantes que al aproximarse al ba-
rranco oyeron el llanto de un niño; fueron hasta el fondo y encontraron al pequeño, lo cogie-
ron, lo arroparon y se pusieron de nuevo en camino.
62
Basilio el desgraciado pasó 18 años con los comerciantes,
GENEROSIDAD
quienes le enseñaron a ser generoso.
Un día Marco el rico se dirigía a cobrar sus deudas y, al llegar
donde los comerciantes, se fijó en el joven y se dio cuenta que
era su ahijado. Entonces ofreció perdonar la deuda a los co-
merciantes a cambio del muchacho, convenciéndoles de que
él enseñaría al joven a ser un excelente empresario.
Marco envió́ a Basilio a su casa con una carta cerrada diri-
gida al ama que decía: “Mujer, en cuanto recibas esta carta
ve con el dador a nuestra fábrica de jabón y ordena a los
obreros que echen al joven en una de las calderas de acei-
te hirviendo; cuida de no faltar en cumplir lo que te digo,
porque se trata de mi más temible enemigo”.
Basilio siguió el camino muy confiado, pero se encontró
con un viejo señor de cabello blanco que le preguntó a
dónde se dirigía. Basilio se lo contó y le enseñó la carta.
El señor abrió y leyó la carta. Luego el viejo sopló sobre
la carta y se la entregó nuevamente.
Basilio el desgraciado llegó a la casa de Marco el rico,
preguntó por el ama y le entregó la carta. La mu-
jer llamó a su hija y le leyó́ la carta, que decía:
“Mujer, en cuanto recibas esta carta, prepara
todo para casar al día siguiente a Anastasia con este
joven; y cuida de obedecer lo que te digo, porque tal es mi
voluntad”. Los muchachos se enamoraron y pronto se casaron.
Luego de un tiempo, Marco el rico llegó a su casa y se
enfureció al ver a su hija casada con Basilio, porque ahora
su riqueza le pertenecería. Pero al ver a su hija tan enamo-
rada dejó que el joven se quedara. Basilio enseñó a Marco
el rico a compartir sus riquezas con los más necesitados.
Para conversar
sobre este valor:
¿Por qué crees que Marco
el rico actuó de esta manera?
¿Qué podría haber hecho Marco el
rico para demostrar generosidad?
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