La Envidia - Rav. Yosef Bitton
La Envidia - Rav. Yosef Bitton
La Envidia - Rav. Yosef Bitton
DECIMO MANDAMIENTO: Lo
Opuesto a La Envidia
וראך ושמח בליבו
Ayer, comentando acerca de concepto de «mal de ojo», explicamos que las
actitudes que tenemos hacia otras personas en el area de la envidia o la
generosidad se definen en hebreo con expresiones asociadas a los ojos. El «ojo
malo» ( )עין רעהdescribe la falta de generosidad o el egoísmo; el «ojo del malo»
( )עין הרעdefine la envidia y los celos; «ojo lindo» ( )עין יפהse refiere a la bondad y
al desprendimiento; y el «ojo bueno» ( )עין טובהdefine al altruismo y la nobleza de
carácter.
Vamos a profundizar un poco más este último concepto, lo cual nos ayudará a
comprender mejor el fenómeno de la envidia.
עין טובהLa envidia es un tema recurrente en la Torá. Irónicamente, casi todos los
hermanos en el libro de Bereshit, desde Caín y Abel hasta Yosef y sus hermanos,
sufren en algún momento y de alguna manera por temas relacionados con la
envidia. La envidia aparece por temas de primogenitura, más o menos atención de
los padres o incluso atención Divina (Caín y Abel). Los primeros hermanos que
logran evitar por completo el fenómeno de la envidia son a la vez los últimos
hermanos que aparecen en el libro de Bereshit: Efraim y Menashé, los hijos de
Yosef. Ya’aqob Abinu bendice a su nieto Efraim antes que a Menashé, que era el
primogénito y tenía prioridad. Menashé aceptó la determinación de su abuelo, y
no encontramos que haya reaccionado mal o haya tenido recelos del éxito de su
hermano menor. Así, el libro de Bereshit comienza con el fratricidio, un hermano
matando al otro, y va progresando hasta llegar a la harmonía fraternal. En
términos de la superación de la envidia ¿Qué podría ser mejor que la aceptación
del éxito del otro?
En el próximo libro de la Torá, Shemot, encontramos a Moshé y a su hermano
mayor Aharón. HaShem se revela a Moshé y le encarga liberar a Israel de
Egipto. En cierto punto HaShem también le concede a Moshé, que Aharón lo
acompañe y lo asista. Y allí se expresa lo que sucederá y sucedió cuando Aharón
se encuentra con Moshé: וראך ושמח בליבו, «Y te verá y se alegrará en su corazón» .
Dos observaciones antes de explicar lo que este pasuq dice. Primero, que la Torá
ya nos prepara a comprender que estamos hablando de sentimientos relacionados
a envidia/altruismo, ya que si bien no se mencionan «ojos», la Torá utiliza un
verbo asociado con la vista: «Y te verá». Segundo, también se habla de alegrarse
«en el corazón», es decir, internamente, no de la boca para afuera sino de una
manera totalmente genuina.
Ahora veamos lo que este versículo dice: Aharón era el hermano mayor. Quizás
HOY no le demos mucha importancia a este detalle de nacimiento, pero en esos
tiempos el hermano mayor era también el líder natural de la familia. Y cuando
este orden no se preservaba la harmonía familiar quedaba al borde del colapso.
Aharón era el hermano mayor. Naturalmente, él debía ser el líder que liberara a
Israel. En lugar de eso, su rol ahora era ser el asistente de Moshé, su sombra.
Sin embargo, no solo que no tuvo recelos y aceptó su nuevo rol como ocurrió con
Menashé, sino que Aharón se elevó a un nivel superior: se alegró por asignación
de su hermano menor como líder (algo que teóricamente le correspondía a él, ¡a
Aharón!). Y su alegría no fue protocolar ni forzada. Fue una alegría totalmente
sincera e incondicional.
Esto es עין טובה, «el buen ojo» , la capacidad de poder alegrarnos por el
éxito de los demás.
El «buen ojo» es la actitud completamente opuesta a la envidia. De hecho, es el
antídoto contra todos los males de la envidia. Pero tener «un buen ojo» no es fácil
ni muy común, ya que requiere un altísimo nivel de espiritualidad y
desprendimiento material. ¿Conocen gente así? No es raro que las personas con
este tipo de altruismo no sean muchas. Alcanzar este nivel de generosidad puede
llevar años de un duro trabajo en el refinamiento de nuestro carácter. Pero el
esfuerzo vale la pena, ya que poseer la virtud del «buen ojo» es lamejor garantía
de una vida feliz, elevada y plena.
DECIMO MANDAMIENTO: La
Envidia y sus Tres Niveles
לא תחמד
El último mandamiento dice «No codiciarás». «No codiciarás la casa de tu
prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni a su siervo, ni a su sierva, ni a su
buey, ni a su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.» (Exodo 20:17).
Como sabemos, los 10 Mandamientos fueron repetidos por Moshé al pueblo de
Israel 40 años después, antes de que el pueblo entrara a la tierra de Israel. Las
dos versiones de los 10 Mandamientos son virtualmente idénticas. Con algunas
pocas excepciones. Una de estas excepciones tiene que ver con el Décimo
Mandamiento. Mientras que en el libro de Shemot (Exodo) dice: «No codiciarás
( )לא תחמודla casa de tu prójimo…», en el libro Debarim dice también «No
desearás…» , ( )לא תתאווהla casa de tu prójimo, etc. Maimónides y otros rabinos
explican que el décimo Mandamiento incluye no una sino dos Mitsvot, dos niveles
diferentes en el area de la envidia.
De acuerdo a Maimónides, «No desearás» se transgrede cuando uno desea algo
que el prójimo posee y piensa o planea la forma de obtener ese objeto de él.
Esta prohibición tiene que ver exclusivamente con el pensamiento.
«No codiciarás» por el otro lado, tiene que ver con la acción. Cuando no sólo
envidio lo que tiene mi vecino, sino que activamente trato de adquirirlo de él, lo
presiono para que me lo venda, lo intimido, etc. Este mandamiento se transgrede
cuando obtengo el objeto de mi deseo, aunque haya pagado por él.
Existen tres niveles relacionados con el acto de la endivia o la codicia.
1. El primer nivel de envidia es cuando espontáneamente deseo lo que tiene el
prójimo. Este pensamiento, si bien como vamos a explicar más adelante, es la
raíz de todo lo demás, no está técnicamente «penalizado», ya que estos
pensamientos ingresan involuntariamente en nuestras mentes. 2. La segunda
etapa es cuando yo permito y dejo que ese pensamiento espontáneo de envidia se
instale en mi mente, y lo transformo en mi propio pensamiento. Esto sucede
cuando yo pienso cómo obtener lo que deseo. Aquí ya hay un elemento de «acción
voluntaria» y responsabilidad personal, aunque sólo se dé al nivel del
pensamiento. Por eso, planear, calcular y especular acerca de cómo podría
obtener lo que le pertenece a mi vecino representa la transgresión del décimo
mandamiento. 3. Cuando mi plan se concretiza, y obtengo lo que codicié, aunque
sea por medios permitidos, transgredí el nivel más serio del décimo mandamiento.
Como explicamos, la envidia espontánea (el primer nivel) no puede ser
erradicada. Un poeta judío europeo, Solomon N. Rabinovich, escribió la siguiente
sátira para ilustrar el problema humano de la envidia. Una de sus personajes
confiesa: «El día que me va muy bien en mis negocios, cuando llego a mi pueblo le
cuento a todos mis vecinos que me fue muy mal, y así, yo estoy contento y ellos
están contentos. Y el día que me va muy mal, cuando llego al pueblo les digo que
nunca tuve un día mejor, así, yo estoy triste y ellos también están tristes». Mas
allá de lo cómico, esta dura sátira nos muestra que los seres humanos, por
naturaleza, somos envidiosos. Pero, hay formas de conquistar la envidia. La Torá
nos enseña que uno se puede educar a no ser envidioso, en primer lugar no
dejando que los sentimientos de envidia se instalen en nuestra mente. En los
próximos días B’H veremos cómo se logra esta auto-educación .
(Continuará...).
DECIMO MANDAMIENTO: No
envidiarás
לא תחמד
Si bien el ideal más alto de un Yehudí es desarrollar un carácter que sea inmune
al sentimiento de envidia, la realidad es que es casi imposible evitar que un
pensamiento de envidia «se filtre» en nuestra mente. Pero lo que sí podemos
evitar es que ese pensamiento se instale en nosotros, y se quede allí a «controlar»
nuestra mente y causarnos un gran daño emocional.
Controlar o canalizar la envidia es quizás la lección más antigua que HaShem le
enseñó a la humanidad. Cuando Cain vio que HaShem había recibido la ofrenda
de su hermano Hebel (Abel) y había rechazado la suya, Cain se llenó de envidia y
se deprimió. ¿Qué había pasado? Mientras que Hebel le había ofrecido a HaShem,
como gesto de gratitud, lo mejor de su cosecha, Cain le ofreció lo que a él ya no le
servía, lo que iba a desechar. HaShem le explico a Cain lo que tenía que hacer
para que sus ofrendas fueran recibidas: «Cain, ¿por qué estas deprimido? Si
simplemente haces las cosas mejor [y eres un poco menos egoísta] tu ofrenda será
recibida « …»הלא אם תטיב שאתY si no lo haces, quiero que sepas que el pecado
[de la envidia] te hará caer, y si no lo controlas, terminará controlándote a ti…» .
Como todos sabemos, Cain no escuchó las palabras de HaShem y en lugar de
concentrarse en hacer mejor las cosas para lograr así que su ofrenda sea
recibida, eligió la via más fácil: matar a la competencia. Así, la envidia destruyó a
la víctima y al victimario. La envidia mató a Hebel y condenó a Cain a vivir una
vida nómada y de persecución.
En Melajim 1, capítulo 21 tenemos otro ejemplo en el cual la envidia llevó al
asesinato. Nabot, un ciudadano honrado de Israel (alrededor del año 900 aec) era
vecino del rey Ajab, del reinado de Israel. Nabot tenía una viña. Y Ajab, el rey,
quería su viña. Y le dijo a Nabot: «Véndeme tu viña, que está cerca de mi palacio,
para que yo me pueda hacer allí un hermoso jardín.» Nabot le respondió a Ajab
que no podía venderle su viña, ya que era la herencia de sus padres. Ajab se fue a
su casa, triste y deprimido (como Cain). El rey, que todo lo tenía, fue ahora
prisionero de su envidia. Se obsesionó por tener el campo de Nabot. No podía
pensar en otra cosa. Sentía que su felicidad y su realización personal dependía de
poseer esa viña. La envidia se apoderó de su mente. Su esposa fenicia, Izabel, una
mujer de una conducta reprochable, le hizo la misma pregunta que HaShem le
hizo a Cain: «¿Por qué estás deprimido?» Y cuando Ajab le contó la causa de su
tristeza, Izabel le aconsejó a su esposo exactamente lo contrario de lo que
HaShem le aconsejó a Cain. En lugar de minimizar la importancia de esa viña y
alentar a su esposo para que no se dejara controlar por la envidia, le dijo: «¿No
eres TÚ el rey de Israel? Ahora verás como yo te daré la viña de Nabot.» Izabel
planeó un complot contra Nabot. Lo acusó falsamente de haber blasfemado a Dios
y al rey, un crimen capital. Pagó a dos hombres indecentes para que actuaran
como falsos testigos e incriminaran a Nabot. Y así, el tribunal encontró a Nabot
culpable. Lo sentenciaron a muerte y lo ejecutaron. Y entonces Izabel le dijo a
Ajab: «Ahora puedes confiscar su viña y hacer con ella lo que te plazca.»
Es interesante observar en este caso que violar el último mandamiento, «NO
ENVIDIARÁS», llevó a la transgresión del noveno mandamiento, «NO DARAS
FALSO TESTIMONIO», cuando se acusó falsamente a Nabot; y también el octavo,
«NO ROBARÁS», cuando Ajab «confiscó» la propiedad de Nabot, y el sexto
Mandamiento, «NO MATARAS», cuando ejecutaron al pobre de Nabot. La
envidia lleva a todo eso, y más.
Los últimos mandamientos son los que prohiben actos criminales: «6. No
Matarás, 7. No cometerás aduterio, 8. No robarás y 9. No darás falso testimonio».
El décimo mandamiento, «No envidiarás» es el que prohibe aquello que
eventualmnte lleva a trangredir alguno o todos los 4 anteriores Mandamientos.
La envidia es la raíz de muchas acciones destructiva. Nos empuja a destruir a los
demás y termina destruyéndonos a nosotros mismos.
(Continuará...).
PERASHAT TOLEDOT: La envidia y
el antisemitismo
ויקנאו אותו פלשתים
Esta Perashá nos presenta a Isaac (itsjaq), el hijo de Abraham. Nos cuenta sobre
las dificultades que tuvo Isaac para tener hijos, el nacimiento de sus mellizos, la
relación entre los dos hermanos, etc. Luego nos cuenta acerca del
enfrentamiento entre Isaac y sus vecinos, los filisteos. En Genesis capítulo 26
leemos lo siguiente: «Isaac sembró en aquella tierra, y cosechó aquel año cien
por uno [cien veces mas de lo que había sembrado]; HaShem lo bendijo. Isaac se
enriqueció, y siguió engrandeciéndose hasta que llegó a ser muy rico, pues llegó a
tener ovejas, vacas y mucha servidumbre. Pero los filisteos le tuvieron envidia. Y
todos los pozos [de agua] que los siervos de su padre habían cavado en los días de
Abraham su padre, los filisteos los taparon llenándolos de tierra.» Isaac era muy
trabajador. Si bien HaShem lo bendijo, la riqueza no le llovió del cielo. Isaac tuvo
que trabajar muy duro para sembrar en esa zona árida, y tal como la Torá nos
cuenta, tuvo que cavar con mucho esfuerzo para obtener el elemento más escaso
y preciado en el Medio Oriente: agua.
Hay una gran diferencia entre dos palabras hebreas que son parecidas: Ta’avá (לא
תתאוה, celos) y quin’a(envidia). «Celos» siempre se refiere a un objeto: estoy
celoso de lo que tienes, y quisiera tenerlo yo. La «envidia» es un sentimiento más
profundo que los celos y mucho más complicado. No se trata de mis sentimiento
positivos hacia un determinado objeto, sino de mis sentimientos negativos hacia
un determinado sujeto. Te envidio, y si no puedo quitarte y tener lo que tú tienes,
me alcanza con que TU no lo tengas. Así, la envidia se convierte en «odio». La
envidia es ad hominem. Es destructiva y autodestructiva. Por eso, con mucha
sutileza, la Torá yuxtapone la envidia y la destrucción: Los filisteos le tuvieron
envidia a Isaac, ergo, taparon los pozos de agua.
Rambán, Najmánides, nos aclara que la razón por la cual la Torá se excede en los
detalles sobre estos eventos es para enseñarnos que מעשה אבות סימן לבנים, lo que
le ocurrió a nuestros no es sólo historia, sino que marca un patrón de conducta
que se repetirá con sus descendentes. Es increíble observar como esta historia
se repite en nuestros días.
El 15 de agosto de 2005, 8000 Yehudim fueron desterrados de sus casas en Gush
Qatif (Israel). Esa tierra fue entregada a la autoridad Palestina (se dice que este
evento precipitó la elección del Hamas en el 2006, y conllevó a los ataques con
misiles desde Gaza, que ya causaron 2 guerras). Hay un dato interesante que se
relaciona con la Parashá de esta semana, y que no se conoce mucho ya que los
medios de difusión, como es de esperar, no han demostrado un gran interés en
hacerlo conocer. En Gush Qatif, los Yehudim construyeron «greenhouses»
(invernaderos, viveros) con una tecnología ultra-moderna donde plantaban
vegetales sin insectos que se vendían en todo el mundo, y flores, especialmente
tulipanes que se exportaban al mercado de flores de Amsterdam. En total, las
ganancias de estos invernaderos llegaban a más de 100 millones de dólares
anuales (ver este artículo aquí). Cuando los Yehudim se vieron forzados a
abandonar Gush Qatif, el presidente del World Bank, James Wolfenson y algunos
judíos americanos (ingenuos) donaron 14 millones de dólares para que no se
destruyeran estos invernaderos y que los pobres habitantes de Gaza, que tanto se
quejan de su pobreza «causada por Israel», pudieran aprovechar estos
invernaderos y explotarlos. Estos invernaderos podrían darle un trabajo honesto a
cientos o a miles de personas y generar un ingreso de 100 millones anuales. Para
la sorpresa de muchos, ni bien los palestinos recibieron estos modernos
invernaderos los destruyeron totalmente, «los taparon llenándolos de tierra» y
establecieron allí bases para lanzar misiles o para cavar cuevas con el fin de
atacar a Israel. Tal como ocurrió con los filisteos en el tiempo de Isaac, a estos
enemigos de Israel les importó muy poco su propia prosperidad: lo que más les
importó es intentar destruir a Israel.
La semana pasada esta historia se repitió una vez mas: Israel fue atacada con
fuego. Se incendiaron decenas de miles de hectáreas y produjeron daños por
miles de millones de dólares. Muchos árabes se regocijaron con esta noticia (ver
aquí). E Israel arrestó a 10 palestinos con material incendiario en sus
manos, sospechosos de haber provocado esos incendios,(ver aquí ).
A diferencia de los celos, que terminan una vez que la persona «celosa» obtiene lo
que desea, la envidia nunca se acaba. Y cuanto más triunfa el envidiado, el
envidioso más tratará de destruirlo.
Mike Pence, el candidato a vicepresidente en Estados Unidos, formuló con muy
pocas palabras esta idea de la envidia / odio hacia Israel de una manera muy
simple y profunda. Pence dijo: «Israel no es odiada por sus vecinos por lo que
hace mal, Israel es odiada por lo que hace bien» .
Judaísmo inteligente
DUDAS EXISTENCIALES
EL PAJARO AZUL
Y fue una revelación. Mi tío tenía las respuestas para todos mis interrogantes. No
me decía que yo debía sacrificar mi pensamiento crítico, ¡todo lo contrario! Me
enseñó cómo aplicarlo con rigurosidad a los “supuestos” dogmas de la ciencia. Me
introdujo al concepto de filosofía de la ciencia, del cual nunca antes había
escuchado. Me enseñó que los científicos también tienes sus ideologías, y que yo
tenía que aprender a diferenciar entre ciencia real o factual, y algunas teorías
teñidas de ideología. ¡El pensamiento crítico que tanto me había hecho sufrir, era
ahora la clave para encontrar la verdad!
De su mano también aprendí a leer Bereshit con la visión de aquellos Jajamim que
habían enfrentado desafíos similares en su época. Principalmente, Maimónides.
Me enseñó a identificar a los dinosaurios en la Torá (¡el peshat de “Taninim
Guedolim!”) y a resolver el conflicto de la diferencia del tiempo entre ciencia y
Torá (¿Billones de años o 5780 años?), y todo esto sin apartarse un centímetro del
sentido literal y ortodoxo del texto. Y sin recurrir a muletillas cuestionables (que
nunca me gustaron) como interpretar que 1 día era un millón de años, o algo así.
Me di cuenta que mi tío sabía todo esto porque él había enfrentado y superado las
mismas dudas que me atormentaban a mí. Y ahora yo NO necesitaba empezar de
cero. Tenía el privilegio de poder aprender de él.
“Un joven escuchó acerca de un maravilloso y fascinante pájaro azul que solo
existe en un lugar del mundo. El hombre se dedicó a buscarlo. Buscó en su
ciudad, en su país y al no encontrarlo decidió recorrer el mundo entero. Luego de
mucho tiempo regresó por fin a su casa, agotado. Se sentó a descansar en su
jardín. Se quedo dormido. Y cuando se despertó, vio a su lado al pájaro azul, que
siempre había estado allí, en su propio jardín.”
El pájaro azul estuvo todo el tiempo tan cerca de mí: ¡En mi propia familia!
Me acuerdo de uno de los primeros Dibré Torá que aprendí del Jajam Faur y que
me acompañaron por toda la vida. Tiene que ver con la Perashá que leemos en
dos Shabbatot, SHELAJ LEJA. Cuando Moshé manda a los espías a explorar la
tierra de Israel que debían conquistar les dice: Observen las ciudades donde
estos pueblos viven, vean si residen en ciudades abiertas o amuralladas. Los
espías regresan y le pasan un informe muy pesimista a Moshé y al pueblo. Entre
otras cosas se quejan de que ‘las ciudades están amuralladas hasta el cielo’, como
dando a entender que son impenetrables. Pero para Moshé, explicaba
brillantemente el Jajam Faur, la ciudades amuralladas eran una señal de
debilidad. Los habitantes que viven detrás de los muros no se entrenan para la
lucha “hombre a hombre”. Se refugian en la fuerza de sus murallas. Y una vez que
las murallas caen, son muy fáciles de derrotar. Por el otro lado, los pueblos que
viven en ciudades abiertas, sin murallas, ‘confían en su propia fuerza para vencer
al enemigo’, ya que se entrenan para la guerra, y es mucho más difíciles
vencerlos.” Acto seguido, mi tío decía: “Hay dos formas válidas de enfrentar al
opositor ideológico. La primera, es construir muros culturales, y refugiarse detrás
los mismos. La muralla te protege mientras exista y mientras no salgas fuera de la
misma. Pero una vez que cae, o sales de la muralla, eres totalmente vulnerable.
La otra corresponde a las ciudades abiertas. Al estar expuesto a otras ideas,
debes aprender cómo enfrentarlas y vencerlas. La Torá es verdad, y si vivimos en
ciudades abiertas, debemos prepararnos para enfrentar otras ideas» . (Vale la
pena aclarar que aquí nos referimos al mundo de las ideas y NO nos referimos a
las “murallas sociales”, que los judíos siempre erigimos y mantuvimos para evitar
la asimilación).
TE BENDIGA: Esto quiere decir: quiera Dios concederme todas las bendiciones
materiales que necesito: casa, comida, vestimenta, dinero, etc. Por supuesto que
el hecho que Dios me bendiga no quiere decir que yo no necesito trabajar para
merecerlo. La bendición de Dios no reemplaza el esfuerzo humano. El hombre
trabaja la tierra y planta las semillas. Y cuando Dios le concede Su bendición, el
hombre recoge los frutos. La bendición Divina, por lo tanto, implica una suerte
de asociación entre el hombre, que debe esforzarse y trabajar, y Dios que
bendice ese esfuerzo con éxito.
Pedimos a HaShem que nos conceda generosamente lo que necesitamos y que nos
proteja de los efectos adversos de la abundancia material.
«Que HaShem te ilumine con Su presencia y te agracie».
SE DIRIJA HACIA TI: Esta bendición significa “que Dios te favorezca”, que te
preste una atención especial, particular. El mayor castigo para el pueblo judío es
ser “abandonado” por Dios. De hecho la Torá afirma que si el pueblo judío
abandona la Torá, Dios retirará su protección personalizada de los judíos, y
estaremos expuestos a nuestros nunca pocos enemigos. Cuando la Torá describe
este estado de abandono, producto de nuestro abandono de Dios, lo llama “hester
panim”, “Dios oculta Su Faz de nosotros”. Esta bendición, por otro lado, habla
de la situación ideal: cuando Dios dirige Su Faz (Su Presencia, Su Protección, Su
bendición) hacia nosotros. Este es un privilegio que también debemos merecer.
Cuando más nos acercamos a Dios, más se acercará a nosotros.
Y TE CONCEDA PAZ: La mejor forma de entender esta segunda parte es pensar
en el Estado de Israel. Si Israel fuera un país tercermundista, corrupto, marginal
—como los otros países de la region— el mundo nos dejaría en paz. Pero Israel
está bajo la permanente protección Divina. Israel sobrevive el constante ataque
de sus incansables enemigos. Ganó todas las guerras. Crece y prospera. Esto es
un mérito de los judíos que viven en Israel, que luchan para protegerla y para
hacerla crecer. Pero esto no es suficiente. Israel también cuenta con la asistencia
Divina. Los “ojos de Dios” supervisan permanente nuestra querida tierra y sus
habitantes. Ahora bien: cuando el Creador nos concede el privilegio de Sus
bendiciones, nuestros enemigos, no lo pueden tolerar. Y harán todo lo posible
para evitar que vivamos en paz y prosperidad.
Pedimos a HaShem en esta bendición que nos favorezca con Su Providencia, pero
también pedimos que nuestra prosperidad no despierte la envidia y la agresividad
de nuestros enemigos.