La Envidia - Rav. Yosef Bitton

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SHEMOT: La historia de la envidia

Terminamos el libro de Bereshit, y esta semana comenzamos el libro de


Shemot. La historia es más o menos conocida. Bereshit cuenta cómo se formó la
primera “familia” judía, bene Israel , mientras que el libro de Shemot nos cuenta
cómo se formó el “pueblo” judío, am Israel.
La Torá no es un libro común. Entre las cosas que hacen que la Torá sea un libro
único es que “detrás” de la trama principal se esconden sub-historias entretejidas
con la trama principal, pero de alguna forma independientes de ella. Les cuento
una. Hermandad vs.envidia.
La tensión entre hermanos ya se nota desde el comienzo, Cain y Abel. En este
caso la envidia se genera por la atención Divina. HaShem aceptó el sacrificio de
Abel y rechazó el de Cain. Y Cain, en lugar de esforzarse para hacerlo mejor como
le sugirió su creador, decidió que era más fácil matar (literalmente!) a la
competencia.
Veinte generaciones después, Yishma’el, de acuerdo al Midrash, trató de matar a
su hermano Isaac, el favorito de Abraham.
Los hijos de Isaac, Ya’aqob y Esav, que eran mellizos, compiten desde el vientre
materno por la primogenitura. Después de lo que sucedió con la bendición de
Isaac, Esav amenaza de muerte a Ya’aqob. Al final hay una reconciliación, pero
para que la fraternidad se mantenga, los hermanos, irónicamente, tienen que vivir
separados.
El punto máximo de tensión entre hermanos llega con los hijos de Ya’aqob. Yosef,
que goza del favor de su papá, despierta la envidia de sus hermanos. Y esta
envidia se transforma en odio. Y este odio en planear el asesinato de Yosef. Al
final, terminan vendiéndolo como esclavo, que era casi una sentencia de muerte, y
lo dan por “desaparecido”.
Después de 20 años, los hermanos expresan su arrepentimiento por lo que
hicieron y en un enorme acto de altruismo Yosef los perdona. Y así,
aparentemente, se cierra el capítulo de envidia y resentimiento entre hermanos
que comenzó con los primeros habitantes de la tierra.
Pero Bereshit aún no terminó. Y la historia de la hermandad continúa. Pero ahora
va en ascenso. Los últimos hermanos mencionados en Bereshit son los hijos de
Yosef: Efraim y Menashé. Por primera vez es el abuelo y no el padre el que les
otorga la primogenitura y decide a quién le corresponde. Ya’aqob los bendice
“poniendo a Efraim, el menor, antes que al mayor, Menashé”.
Y cuando parece que las heridas se van a volver a abrir, y que Menashé va a
amenazar, matar o vender a Efraim… nada de eso sucede. Menashé, a pesar de
tener razones para envidiar a su hermano, que ahora es más o tiene más que él,
vive en paz con él. Por primera vez el amor entre hermanos superó el poder de la
envidia. Menashé pasa con éxito la prueba de la envidia fraternal y así termina el
libro de Bereshit (digamos de paso que por esta razón bendecimos a nuestros
hijos con la bendición de Efraim y Menashé. Para desearles que aparte de buenos
hijos, sean también buenos hermanos).
Ahora comienza el otro libro, Shemot. Que también tiene sub-historias
entretejidas con la historia principal. La historia principal cuenta que Moshé es
asignado como el enviado de HaShem para rescatar a Israel del cautiverio. Moshé
pide ayuda para su misión y HaShem le envía como asistente a … ¡su hermano
Aharón! Esto es un gran problema potencial Aharón es el hermano mayor. Y
según las normas de esos días Aharón debería ser el líder de la familia, para lo
que fuera necesario…. Ahora en cambio, Aharón va a ser el asistente de Moshé,
su sombra…
Ahora todos sospechamos que la envidia se va a sobreponer a la hermandad. Los
más optimistas pueden suponer que Aharón no se va a enfadar. Y que siguiendo
los pasos de Menashé, controlará su envidia.
Pero la Torá nos tiene reservada una sorpresa, muy hermosa.
La reacción de Aharón no tenía precedentes y nos demuestra lo mejor del ser
humano. Aharón no sólo que no envidia la posición de Moshé. Aharón se alegra
por Moshé! ‫וראך ושמח בליבו‬, “Y cuando Aharón te vea, se alegrará en su
corazón”.
El libro de Bereshit comenzó con el fratricidio: un hermano matando al otro. Y
progresó hasta llegar a la harmonía fraternal ¿Qué podría ser más elevado que la
aceptación del éxito del otro? Aharón cambia la historia de la rivalidad entre
hermanos en 180 grados. Y nos regaló una de las lecciones más hermosas de la
vida. Alegrarse por el éxito de un hermano. Aprender a estar felices de la felicidad
del otro.
Shabbat Shalom!

DECIMO MANDAMIENTO: 3 ideas


para evitar envidiar y ser
envidiados
1. Ostentación.

No podemos evitar completamente ser envidiados, ya que es algo que muchas


veces está fuera de nuestro control. Pero hay algo que SÍ podemos hacer para
minimizar la envidia. O por lo menos para no alentarla. Me refiero a
comportarnos con «humildad». Actuar al revés de lo que nos propone la sociedad
de consumo: No exhibir mis bienes materiales. No alardear de las vacaciones que
tomamos, no ostentar en las fiestas que celebramos o en la ropa que vestimos o
en el automóvil que manejamos. Aprender a mostrar menos de lo que tengo, es un
valiosísimo hábito que vale la pena cultivar. Atención: No estamos hablando de
vivir con austeridad, lo cual es una opción personal, sino de evitar el
exhibicionismo. Yo tengo el derecho de disfrutar lo que HaShem me permitió
ganar con mi esfuerzo y mi honestidad. Pero aún así, y especialmente frente a los
demás, debo comportarme con modestia y humildad. No mirar con altanería a
quienes tienen menos que yo. Y no caer en la trampa que nos tiende la sociedad
de consumo, que nos alienta a impresionar a los demás y a despertar su envidia.
2. ¿Hacia donde mirar?
Si la envidia es un instinto natural, imposible de erradicar, por lo menos debe ser
canalizado de una manera positiva. Como ya lo explicamos, hay areas de la vida
en la cuales la envidia lejos de ser negativa nos puede ayudar a crecer. Para eso,
debemos aprender hacia dónde dirigir nuestra mirada. Hay un pasuq (versículo)
de la Torá, que si bien se refiere a un tema no relacionado con la envidia, nos
sirve como referencia mnemotécnica en este tema tan sensible. La Torá dice que
HaShem es nuestro Dios, y que no existen otros dioses ni «en el cielo y arriba [de
éste], ni en la tierra y debajo [de ésta]». Apliquemos esta idea en el area de la
envidia. «En el cielo» significa en los temas espirituales: conocimiento, humildad,
integridad, relación con Dios, etc. En todos estos temas «celestiales» , debo mirar
hacia «arriba», es decir, puedo y debo compararme y «envidiar» al que es más y
mejor que yo. La envidia/admiración en estas áreas es el mejor incentivo para
estimular nuestro propio crecimiento. Asimismo, debo aspirar a tener amigos que
sean mejores que yo en las areas «celestiales». Observarlos, admirarlos y
«envidiarlos» de una manera que me lleve a imitarlos.
Por el otro lado tenemos lo terrenal. «En la tierra» en asuntos terrenales, en todo
lo que tiene que ver con temas materiales, debo mirar hacia «abajo», es decir,
debo compararme con el que tiene menos que yo. Si tengo 10, no debo mirar al
que tiene 15 y envidiarlo. Esa actitud solo me llevará a sentirme miserable y
frustrado. Debo mirar a los que tienen menos que yo. Debo pensar que Baruj
HaShem (Gracias a Dios!) tengo 10, que es mucho más que 9, 8 o 7. Y cuando me
comparo con quienes tienen menos que yo, de pronto valoro mucho más lo que
tengo.
Tenemos que adoptar el hábito de «orientar» nuestros ojos hacia arriba o hacia
abajo, según estemos hablando de temas que conciernen a lo material o a lo
espiritual.
3. Emuná. Finalmente, lo más importante para evitar la envidia es la Emuná, la
fe en HaShem. Hay varios niveles en la fe en Dios. Primero, por supuesto, está la
creencia en Él, y todos los aspectos teológicos y filosóficos relacionados a Su
existencia. Luego, parte de la fe judía consiste en saber que HaShem «masbia’
lejol jai ratsón», mantiene a cada una de Sus criaturas de acuerdo a Su voluntad,
es decir, a Su determinación. Emuná significa la «aceptación» de que HaShem es
en última instancia Quien determina cuánto nos toca en lo material. En el
contexto de la envidia, «Emuná» se refiere a este elevadísimo nivel de la fe. Saber
que a pesar de nuestros máximos esfuerzos laborales, es HaShem el Que tiene la
última palabra: cuánto gano, cuánto tengo y cuánto me queda. Y es también Él
quien determina cuánto gana y cuánto tiene mi vecino. Saber, reconocer y
aceptar, por ejemplo, que si Él así lo quisiera, y a pesar de mis tremendos
esfuerzos, yo podría tener mucho menos de lo que tengo (si ‫ ח«ו‬me enfermo, o
tengo un accidente, etc.). Reconocer que HaShem está al mando, me debe
inspirar una enorme paz interior. Él me da a mí lo que Él considera que yo
merezco y necesito, etc. y yo lo acepto en paz. Este pensamiento es un parte
integral de la fe judía.
Una última idea: Saber, reconocer y aceptar que HaShem «está en control» es
exactamente el contenido del Primero de los Diez Mandamiento. Si el lector lo
recuerda lo explicamos así: «Yo, HaShem, soy tu Dios», quiere decir: «Yo,
HaShem, estoy a cargo de ti , como quedó demostrado al haberte liberado de
Egipto, la casa de esclavos» . Y si HaShem está a cargo de lo que yo tengo y de
lo que tiene mi vecino, envidiar a mi vecino pone en duda mi creencia en Él, o mi
fe en Su justicia o en Su criterio. Envidiar es desafiar la premisa de que en última
instancia HaShem es «Eloqeja», Mi Dios.
De esta manera, concluimos nuestro aprendizaje de los Diez mandamientos,
viendo como el último mandamiento nos lleva nuevamente al primero, cerrando
así un círculo de Mitsvot muy importantes que debemos recordar
permanentemente.
‫תם ונשלם שבח לאל בורא עולם‬

DECIMO MANDAMIENTO: Lo
Opuesto a La Envidia
‫וראך ושמח בליבו‬
Ayer, comentando acerca de concepto de «mal de ojo», explicamos que las
actitudes que tenemos hacia otras personas en el area de la envidia o la
generosidad se definen en hebreo con expresiones asociadas a los ojos. El «ojo
malo» (‫ )עין רעה‬describe la falta de generosidad o el egoísmo; el «ojo del malo»
(‫ )עין הרע‬define la envidia y los celos; «ojo lindo» (‫ )עין יפה‬se refiere a la bondad y
al desprendimiento; y el «ojo bueno» (‫ )עין טובה‬define al altruismo y la nobleza de
carácter.
Vamos a profundizar un poco más este último concepto, lo cual nos ayudará a
comprender mejor el fenómeno de la envidia.
‫ עין טובה‬La envidia es un tema recurrente en la Torá. Irónicamente, casi todos los
hermanos en el libro de Bereshit, desde Caín y Abel hasta Yosef y sus hermanos,
sufren en algún momento y de alguna manera por temas relacionados con la
envidia. La envidia aparece por temas de primogenitura, más o menos atención de
los padres o incluso atención Divina (Caín y Abel). Los primeros hermanos que
logran evitar por completo el fenómeno de la envidia son a la vez los últimos
hermanos que aparecen en el libro de Bereshit: Efraim y Menashé, los hijos de
Yosef. Ya’aqob Abinu bendice a su nieto Efraim antes que a Menashé, que era el
primogénito y tenía prioridad. Menashé aceptó la determinación de su abuelo, y
no encontramos que haya reaccionado mal o haya tenido recelos del éxito de su
hermano menor. Así, el libro de Bereshit comienza con el fratricidio, un hermano
matando al otro, y va progresando hasta llegar a la harmonía fraternal. En
términos de la superación de la envidia ¿Qué podría ser mejor que la aceptación
del éxito del otro?
En el próximo libro de la Torá, Shemot, encontramos a Moshé y a su hermano
mayor Aharón. HaShem se revela a Moshé y le encarga liberar a Israel de
Egipto. En cierto punto HaShem también le concede a Moshé, que Aharón lo
acompañe y lo asista. Y allí se expresa lo que sucederá y sucedió cuando Aharón
se encuentra con Moshé: ‫וראך ושמח בליבו‬, «Y te verá y se alegrará en su corazón» .
Dos observaciones antes de explicar lo que este pasuq dice. Primero, que la Torá
ya nos prepara a comprender que estamos hablando de sentimientos relacionados
a envidia/altruismo, ya que si bien no se mencionan «ojos», la Torá utiliza un
verbo asociado con la vista: «Y te verá». Segundo, también se habla de alegrarse
«en el corazón», es decir, internamente, no de la boca para afuera sino de una
manera totalmente genuina.
Ahora veamos lo que este versículo dice: Aharón era el hermano mayor. Quizás
HOY no le demos mucha importancia a este detalle de nacimiento, pero en esos
tiempos el hermano mayor era también el líder natural de la familia. Y cuando
este orden no se preservaba la harmonía familiar quedaba al borde del colapso.
Aharón era el hermano mayor. Naturalmente, él debía ser el líder que liberara a
Israel. En lugar de eso, su rol ahora era ser el asistente de Moshé, su sombra.
Sin embargo, no solo que no tuvo recelos y aceptó su nuevo rol como ocurrió con
Menashé, sino que Aharón se elevó a un nivel superior: se alegró por asignación
de su hermano menor como líder (algo que teóricamente le correspondía a él, ¡a
Aharón!). Y su alegría no fue protocolar ni forzada. Fue una alegría totalmente
sincera e incondicional.

Esto es ‫עין טובה‬, «el buen ojo» , la capacidad de poder alegrarnos por el
éxito de los demás.
El «buen ojo» es la actitud completamente opuesta a la envidia. De hecho, es el
antídoto contra todos los males de la envidia. Pero tener «un buen ojo» no es fácil
ni muy común, ya que requiere un altísimo nivel de espiritualidad y
desprendimiento material. ¿Conocen gente así? No es raro que las personas con
este tipo de altruismo no sean muchas. Alcanzar este nivel de generosidad puede
llevar años de un duro trabajo en el refinamiento de nuestro carácter. Pero el
esfuerzo vale la pena, ya que poseer la virtud del «buen ojo» es lamejor garantía
de una vida feliz, elevada y plena.

Mañana, BH, terminaremos nuestro análisis del Décimo Mandamiento «No


envidiarós» y veremos cómo nos podemos encaminar hacia el nivel del «buen
ojo».

DECIMO MANDAMIENTO: La
Envidia y sus Tres Niveles
‫לא תחמד‬
El último mandamiento dice «No codiciarás». «No codiciarás la casa de tu
prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni a su siervo, ni a su sierva, ni a su
buey, ni a su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.» (Exodo 20:17).
Como sabemos, los 10 Mandamientos fueron repetidos por Moshé al pueblo de
Israel 40 años después, antes de que el pueblo entrara a la tierra de Israel. Las
dos versiones de los 10 Mandamientos son virtualmente idénticas. Con algunas
pocas excepciones. Una de estas excepciones tiene que ver con el Décimo
Mandamiento. Mientras que en el libro de Shemot (Exodo) dice: «No codiciarás
(‫ )לא תחמוד‬la casa de tu prójimo…», en el libro Debarim dice también «No
desearás…» , (‫ )לא תתאווה‬la casa de tu prójimo, etc. Maimónides y otros rabinos
explican que el décimo Mandamiento incluye no una sino dos Mitsvot, dos niveles
diferentes en el area de la envidia.
De acuerdo a Maimónides, «No desearás» se transgrede cuando uno desea algo
que el prójimo posee y piensa o planea la forma de obtener ese objeto de él.
Esta prohibición tiene que ver exclusivamente con el pensamiento.
«No codiciarás» por el otro lado, tiene que ver con la acción. Cuando no sólo
envidio lo que tiene mi vecino, sino que activamente trato de adquirirlo de él, lo
presiono para que me lo venda, lo intimido, etc. Este mandamiento se transgrede
cuando obtengo el objeto de mi deseo, aunque haya pagado por él.
Existen tres niveles relacionados con el acto de la endivia o la codicia.
1. El primer nivel de envidia es cuando espontáneamente deseo lo que tiene el
prójimo. Este pensamiento, si bien como vamos a explicar más adelante, es la
raíz de todo lo demás, no está técnicamente «penalizado», ya que estos
pensamientos ingresan involuntariamente en nuestras mentes. 2. La segunda
etapa es cuando yo permito y dejo que ese pensamiento espontáneo de envidia se
instale en mi mente, y lo transformo en mi propio pensamiento. Esto sucede
cuando yo pienso cómo obtener lo que deseo. Aquí ya hay un elemento de «acción
voluntaria» y responsabilidad personal, aunque sólo se dé al nivel del
pensamiento. Por eso, planear, calcular y especular acerca de cómo podría
obtener lo que le pertenece a mi vecino representa la transgresión del décimo
mandamiento. 3. Cuando mi plan se concretiza, y obtengo lo que codicié, aunque
sea por medios permitidos, transgredí el nivel más serio del décimo mandamiento.
Como explicamos, la envidia espontánea (el primer nivel) no puede ser
erradicada. Un poeta judío europeo, Solomon N. Rabinovich, escribió la siguiente
sátira para ilustrar el problema humano de la envidia. Una de sus personajes
confiesa: «El día que me va muy bien en mis negocios, cuando llego a mi pueblo le
cuento a todos mis vecinos que me fue muy mal, y así, yo estoy contento y ellos
están contentos. Y el día que me va muy mal, cuando llego al pueblo les digo que
nunca tuve un día mejor, así, yo estoy triste y ellos también están tristes». Mas
allá de lo cómico, esta dura sátira nos muestra que los seres humanos, por
naturaleza, somos envidiosos. Pero, hay formas de conquistar la envidia. La Torá
nos enseña que uno se puede educar a no ser envidioso, en primer lugar no
dejando que los sentimientos de envidia se instalen en nuestra mente. En los
próximos días B’H veremos cómo se logra esta auto-educación .
(Continuará...).

DECIMO MANDAMIENTO: No
envidiarás
‫לא תחמד‬
Si bien el ideal más alto de un Yehudí es desarrollar un carácter que sea inmune
al sentimiento de envidia, la realidad es que es casi imposible evitar que un
pensamiento de envidia «se filtre» en nuestra mente. Pero lo que sí podemos
evitar es que ese pensamiento se instale en nosotros, y se quede allí a «controlar»
nuestra mente y causarnos un gran daño emocional.
Controlar o canalizar la envidia es quizás la lección más antigua que HaShem le
enseñó a la humanidad. Cuando Cain vio que HaShem había recibido la ofrenda
de su hermano Hebel (Abel) y había rechazado la suya, Cain se llenó de envidia y
se deprimió. ¿Qué había pasado? Mientras que Hebel le había ofrecido a HaShem,
como gesto de gratitud, lo mejor de su cosecha, Cain le ofreció lo que a él ya no le
servía, lo que iba a desechar. HaShem le explico a Cain lo que tenía que hacer
para que sus ofrendas fueran recibidas: «Cain, ¿por qué estas deprimido? Si
simplemente haces las cosas mejor [y eres un poco menos egoísta] tu ofrenda será
recibida «‫ …»הלא אם תטיב שאת‬Y si no lo haces, quiero que sepas que el pecado
[de la envidia] te hará caer, y si no lo controlas, terminará controlándote a ti…» .
Como todos sabemos, Cain no escuchó las palabras de HaShem y en lugar de
concentrarse en hacer mejor las cosas para lograr así que su ofrenda sea
recibida, eligió la via más fácil: matar a la competencia. Así, la envidia destruyó a
la víctima y al victimario. La envidia mató a Hebel y condenó a Cain a vivir una
vida nómada y de persecución.
En Melajim 1, capítulo 21 tenemos otro ejemplo en el cual la envidia llevó al
asesinato. Nabot, un ciudadano honrado de Israel (alrededor del año 900 aec) era
vecino del rey Ajab, del reinado de Israel. Nabot tenía una viña. Y Ajab, el rey,
quería su viña. Y le dijo a Nabot: «Véndeme tu viña, que está cerca de mi palacio,
para que yo me pueda hacer allí un hermoso jardín.» Nabot le respondió a Ajab
que no podía venderle su viña, ya que era la herencia de sus padres. Ajab se fue a
su casa, triste y deprimido (como Cain). El rey, que todo lo tenía, fue ahora
prisionero de su envidia. Se obsesionó por tener el campo de Nabot. No podía
pensar en otra cosa. Sentía que su felicidad y su realización personal dependía de
poseer esa viña. La envidia se apoderó de su mente. Su esposa fenicia, Izabel, una
mujer de una conducta reprochable, le hizo la misma pregunta que HaShem le
hizo a Cain: «¿Por qué estás deprimido?» Y cuando Ajab le contó la causa de su
tristeza, Izabel le aconsejó a su esposo exactamente lo contrario de lo que
HaShem le aconsejó a Cain. En lugar de minimizar la importancia de esa viña y
alentar a su esposo para que no se dejara controlar por la envidia, le dijo: «¿No
eres TÚ el rey de Israel? Ahora verás como yo te daré la viña de Nabot.» Izabel
planeó un complot contra Nabot. Lo acusó falsamente de haber blasfemado a Dios
y al rey, un crimen capital. Pagó a dos hombres indecentes para que actuaran
como falsos testigos e incriminaran a Nabot. Y así, el tribunal encontró a Nabot
culpable. Lo sentenciaron a muerte y lo ejecutaron. Y entonces Izabel le dijo a
Ajab: «Ahora puedes confiscar su viña y hacer con ella lo que te plazca.»
Es interesante observar en este caso que violar el último mandamiento, «NO
ENVIDIARÁS», llevó a la transgresión del noveno mandamiento, «NO DARAS
FALSO TESTIMONIO», cuando se acusó falsamente a Nabot; y también el octavo,
«NO ROBARÁS», cuando Ajab «confiscó» la propiedad de Nabot, y el sexto
Mandamiento, «NO MATARAS», cuando ejecutaron al pobre de Nabot. La
envidia lleva a todo eso, y más.
Los últimos mandamientos son los que prohiben actos criminales: «6. No
Matarás, 7. No cometerás aduterio, 8. No robarás y 9. No darás falso testimonio».
El décimo mandamiento, «No envidiarás» es el que prohibe aquello que
eventualmnte lleva a trangredir alguno o todos los 4 anteriores Mandamientos.
La envidia es la raíz de muchas acciones destructiva. Nos empuja a destruir a los
demás y termina destruyéndonos a nosotros mismos.
(Continuará...).
PERASHAT TOLEDOT: La envidia y
el antisemitismo
‫ויקנאו אותו פלשתים‬

Esta Perashá nos presenta a Isaac (itsjaq), el hijo de Abraham. Nos cuenta sobre
las dificultades que tuvo Isaac para tener hijos, el nacimiento de sus mellizos, la
relación entre los dos hermanos, etc. Luego nos cuenta acerca del
enfrentamiento entre Isaac y sus vecinos, los filisteos. En Genesis capítulo 26
leemos lo siguiente: «Isaac sembró en aquella tierra, y cosechó aquel año cien
por uno [cien veces mas de lo que había sembrado]; HaShem lo bendijo. Isaac se
enriqueció, y siguió engrandeciéndose hasta que llegó a ser muy rico, pues llegó a
tener ovejas, vacas y mucha servidumbre. Pero los filisteos le tuvieron envidia. Y
todos los pozos [de agua] que los siervos de su padre habían cavado en los días de
Abraham su padre, los filisteos los taparon llenándolos de tierra.» Isaac era muy
trabajador. Si bien HaShem lo bendijo, la riqueza no le llovió del cielo. Isaac tuvo
que trabajar muy duro para sembrar en esa zona árida, y tal como la Torá nos
cuenta, tuvo que cavar con mucho esfuerzo para obtener el elemento más escaso
y preciado en el Medio Oriente: agua.

Los hombres de aquel lugar, los «Pelishitim» o Filisteos no simpatizaron con


Isaac. Y la Torá aquí usa por primera vez la palabra quin’a (‫)ויקנאו אותו פלשתים‬
que significa: envidia. Los filisteos tuvieron envidia de Isaac. Y es my interesante
observar a qué los llevó tener envidia. Uno podría pensar que ahora los Filisteos
imitarán a Isaac y trabajarán más, se levantarán más temprano, se
emborracharán menos, etc, etc. pero nada de eso sucedió…. Los Filisteos
decidieron canalizar su envidia en la manera más cobarde: ¡Tapando con tierra
los pozos de agua de Isaac! La respuesta a la envidia fue la destrucción. La
envidia los llevó a hacer lo más irracional: destruir pozos de agua en el desierto.
Lo cual, obviamente, los perjudicaba a ellos también.

Hay una gran diferencia entre dos palabras hebreas que son parecidas: Ta’avá (‫לא‬
‫תתאוה‬, celos) y quin’a(envidia). «Celos» siempre se refiere a un objeto: estoy
celoso de lo que tienes, y quisiera tenerlo yo. La «envidia» es un sentimiento más
profundo que los celos y mucho más complicado. No se trata de mis sentimiento
positivos hacia un determinado objeto, sino de mis sentimientos negativos hacia
un determinado sujeto. Te envidio, y si no puedo quitarte y tener lo que tú tienes,
me alcanza con que TU no lo tengas. Así, la envidia se convierte en «odio». La
envidia es ad hominem. Es destructiva y autodestructiva. Por eso, con mucha
sutileza, la Torá yuxtapone la envidia y la destrucción: Los filisteos le tuvieron
envidia a Isaac, ergo, taparon los pozos de agua.

Rambán, Najmánides, nos aclara que la razón por la cual la Torá se excede en los
detalles sobre estos eventos es para enseñarnos que ‫ מעשה אבות סימן לבנים‬, lo que
le ocurrió a nuestros no es sólo historia, sino que marca un patrón de conducta
que se repetirá con sus descendentes. Es increíble observar como esta historia
se repite en nuestros días.
El 15 de agosto de 2005, 8000 Yehudim fueron desterrados de sus casas en Gush
Qatif (Israel). Esa tierra fue entregada a la autoridad Palestina (se dice que este
evento precipitó la elección del Hamas en el 2006, y conllevó a los ataques con
misiles desde Gaza, que ya causaron 2 guerras). Hay un dato interesante que se
relaciona con la Parashá de esta semana, y que no se conoce mucho ya que los
medios de difusión, como es de esperar, no han demostrado un gran interés en
hacerlo conocer. En Gush Qatif, los Yehudim construyeron «greenhouses»
(invernaderos, viveros) con una tecnología ultra-moderna donde plantaban
vegetales sin insectos que se vendían en todo el mundo, y flores, especialmente
tulipanes que se exportaban al mercado de flores de Amsterdam. En total, las
ganancias de estos invernaderos llegaban a más de 100 millones de dólares
anuales (ver este artículo aquí). Cuando los Yehudim se vieron forzados a
abandonar Gush Qatif, el presidente del World Bank, James Wolfenson y algunos
judíos americanos (ingenuos) donaron 14 millones de dólares para que no se
destruyeran estos invernaderos y que los pobres habitantes de Gaza, que tanto se
quejan de su pobreza «causada por Israel», pudieran aprovechar estos
invernaderos y explotarlos. Estos invernaderos podrían darle un trabajo honesto a
cientos o a miles de personas y generar un ingreso de 100 millones anuales. Para
la sorpresa de muchos, ni bien los palestinos recibieron estos modernos
invernaderos los destruyeron totalmente, «los taparon llenándolos de tierra» y
establecieron allí bases para lanzar misiles o para cavar cuevas con el fin de
atacar a Israel. Tal como ocurrió con los filisteos en el tiempo de Isaac, a estos
enemigos de Israel les importó muy poco su propia prosperidad: lo que más les
importó es intentar destruir a Israel.

La semana pasada esta historia se repitió una vez mas: Israel fue atacada con
fuego. Se incendiaron decenas de miles de hectáreas y produjeron daños por
miles de millones de dólares. Muchos árabes se regocijaron con esta noticia (ver
aquí). E Israel arrestó a 10 palestinos con material incendiario en sus
manos, sospechosos de haber provocado esos incendios,(ver aquí ).

A diferencia de los celos, que terminan una vez que la persona «celosa» obtiene lo
que desea, la envidia nunca se acaba. Y cuanto más triunfa el envidiado, el
envidioso más tratará de destruirlo.
Mike Pence, el candidato a vicepresidente en Estados Unidos, formuló con muy
pocas palabras esta idea de la envidia / odio hacia Israel de una manera muy
simple y profunda. Pence dijo: «Israel no es odiada por sus vecinos por lo que
hace mal, Israel es odiada por lo que hace bien» .

Quiera HaShem seguir bendiciendo y protegiendo a Israel como bendijo y


protegió a nuestro patriarca Isaac y a nuestros antepasados.

Discurso de Mike Pence.


(La frase mencionada está en el minuto 1.11).
PARASHAT ITRO: La envidia, y el
consejo de mi abuelita
En la Parashá de este Shabbat, ITRO, leeremos los diez mandamientos. El último
de ellos es el que nos advierte «No Envidiarás» .
«No envidiarás la casa de tu prójimo, no envidiarás la mujer de tu prójimo, ni a su
siervo, ni a su sierva, ni a su buey, ni a su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.»
La Torá nos enseña que la felicidad no depende de lo que tenemos, sino de lo que
somos. Y si bien el ideal más alto de un Yehudí es desarrollar un carácter que sea
inmune al sentimiento de envidia, es casi imposible evitar que un pensamiento de
envidia ingrese en nuestra mente. Pero lo que sí podemos evitar es que ese
pensamiento se instale en nosotros, y se quede allí a controlar nuestra mente y
causarnos un gran daño emocional.
Ésta es quizás la lección más antigua que HaShem le enseñó a la humanidad.
Cuando Cain vio que Hashem recibió la ofrenda de Hebel (Abel) y rechazó la suya,
Cain se llenó de envidia y se deprimió. ¿Qué había pasado? Mientras que Hebel le
había ofrecido a HaShem, como gesto de gratitud, lo mejor de su cosecha, Cain
ofrendó lo que a él ya no le servía, lo que iba a desechar. HaShem le explico a
Cain lo que tenia que hacer para que sus ofrendas fueran recibidas. «Cain, ¿por
qué estas deprimido? Si simplemente haces las cosas mejor, y eres un poco menos
egoísta, tu ofrenda será recibida «‫ …»הלא אם תטיב שאת‬Y si no lo haces, quiero
que sepas que el pecado [de la envidia] te hará caer, y si no lo controlas,
terminará controlándote a ti… . Pero como sabemos, Cain no escuchó las
palabras de HaShem y en lugar de concentrarse en hacer mejor las cosas, para
lograr así su objetivo, que su ofrenda sea recibida, eligió la via más fácil: matar a
la competencia.
En Melajim 1, capitulo 21 tenemos otro ejemplo del poder destructivo de la
envidia. Nabot tenía una viña. Y Ajab, el rey, quería su viña. Y le dijo a Nabot:
véndeme tu viña, que está cerca de mi palacio, para que yo me pueda hacer allí
un hermoso jardín. Nabot le respondió a Ajab que no podía vender su viña, ya
que era la heredad de sus padres. Ajab se fue a su casa, triste y deprimido. El rey,
que todo lo tenía, estaba ahora obsesionado por tener el campo de Nabot. Su
esposa fenicia, Izebel, le hizo la misma pregunta que HaShem le hizo a Cain: ¿Por
qué estás deprimido? Y cuando Ajab le contó la causa de su tristeza, Izebel le
aconsejó a su esposo exactamente lo contrario de lo que HaShem le aconsejó a
Cain. Ella le dijo: ¿No eres tú el rey? Levántate y observa como yo te daré la viña
de Nabot. Izebel planeó un complot contra Nabot. Lo acusó falsamente de haber
blasfemado a Di-s y al rey. Contrató dos falso testigos para incriminar a Nabot, y
finalmente el tribunal encontró a Nabot culpable. Lo sentenciaron a muerte y lo
ejecutaron. Y entonces Izebel le dijo a Ajab: «Ahora puedes confiscar su viña y
hacer con ella lo que te plazca.»
Es interesante observar que violar el ultimo mandamiento, el de la envidia, llevó
a que se violara también el noveno, «NO DARAS FALSO TESTIMONIO», cuando
se acuso falsamente a Nabot; el octavo, «NO ROBARAS», cuando Ajab «confiscó»
la propiedad de Nabot, y finalmente el sexto Mandamiento, «NO MATARAS»,
cuando ejecutaron al pobre Nabot.
La envidia es destructiva. Nos empuja a destruir a los demás. Pero también
termina destruyéndonos a nosotros mismos. Ya que si bien Hebel y Nabot fueron
víctimas fatales de personas envidiosas, Cain y Ajab, tuvieron un final trágico, y
fueron víctimas de su propia envidia.
Pero. ¿Como se combaten los pensamientos de envidia? Una respuesta seria y
profunda a esta pregunta demandaría todo un libro.
Así que voy a compartir con los lectores una simple idea que me enseñó mi
abuelita z»l. Ella decía que hay que adquirir una «mentalidad de berajá» (lo que
Stephen Covey llama: «win/win mentality»). Brevemente, no hay que pensar
que para que yo gane alguien tiene que perder. Y principalmente, no hay
que pensar que para que yo tenga más, alguien tiene que tener menos.
La mentalidad de Berajá consiste en pensar que Baruj HaShem, HAY
SUFICIENTE PARA TODOS.
SHABBAT SHALOM!

Judaísmo inteligente

‫צדיקים אין בונים להם נפש על קברותיהם שדבריהם הם זיכרונם‬

No es necesario erigir un monumento en las tumbas de los hombres justos y


sabios. Las palabras y las ideas que nos dejan, son el verdadero tributo a su
memoria (Maimónides).

DUDAS EXISTENCIALES

De adolescente estuve expuesto a ideas y temas que me cautivaban, como la


cosmología (cómo comenzó el universo) o la teoría de la evolución. Más allá de los
aspectos técnicos, estos temas tienen que ver directamente con “el sentido de
nuestra vida”: si la ciencia nos demuestra que el mundo apareció
espontáneamente, y que la vida surgió a partir de una serie de casualidades,
entonces la historia bíblica de la Creación no es necesaria para explicar nuestra
existencia. Y si la “Creación” no existió, uno puede dudar acerca de la existencia
de un Creador…

Tenía 16 – 17 años y estas preguntas me torturaban. Por un lado, me sentía my


bien con mi judaísmo, Mi corazón estaba lleno de Emuná. Me sentía tan orgulloso
y privilegiado de todo lo que fuera judío: el pueblo, su tierra, su historia. Pero por
el otro lado, estaba lleno de este tipo de dudas “intelectuales”. Algunos de mis
amigos o maestros me trataban de convencer de abandonar esas dudas, ya que
“eran la influencia del Yetser haRa’», el instinto del mal. Sé que lo decían por mi
bien. Porque tenían una Emuná perfecta, hermética (temimá), que yo, lo confieso,
envidiaba.

Trataban de convencerme de que debía enterrar mis dudas, pero no podían


explicarme de una forma lógica como defender la versión Bíblica de la Creación,
como creer en un Creador ¡cuando todos los científicos apoyan el Big Bang y a la
evolución! Y en esos días, no había como hoy, Rabbanim que eran expertos en
ciencia y Torá.

¿Qué tenia que hacer? Esconder la cabeza en la arena, sacrificando mi


razonamiento crítico, o abandonar el judaísmo, porque no se sostiene frente a lo
que la ciencia moderna demuestra.

En 1978, cuando terminé la secundaria, decidí viajar a Israel. Me había enrolado


en la universidad de Bar Ilan, para tratar de encontrar en un mundo académico y
a la vez religioso las respuestas a las dudas que me carcomían. Saqué mi pasaje
por PanAm, con escala de dos semanas en Nueva York, donde vivía mi tío, el
Jajam Yosef Faur, z»l. Mi tío José gentilmente me ofreció quedarme en su casa
durante la escala. Y yo acepté. Siempre había escuchado acerca de él y lo había
visto en Argentina un par de veces cuando yo era chico. Pero este iba a ser mi
primer encuentro “serio” con él.

EL PAJARO AZUL

Y fue una revelación. Mi tío tenía las respuestas para todos mis interrogantes. No
me decía que yo debía sacrificar mi pensamiento crítico, ¡todo lo contrario! Me
enseñó cómo aplicarlo con rigurosidad a los “supuestos” dogmas de la ciencia. Me
introdujo al concepto de filosofía de la ciencia, del cual nunca antes había
escuchado. Me enseñó que los científicos también tienes sus ideologías, y que yo
tenía que aprender a diferenciar entre ciencia real o factual, y algunas teorías
teñidas de ideología. ¡El pensamiento crítico que tanto me había hecho sufrir, era
ahora la clave para encontrar la verdad!

De su mano también aprendí a leer Bereshit con la visión de aquellos Jajamim que
habían enfrentado desafíos similares en su época. Principalmente, Maimónides.
Me enseñó a identificar a los dinosaurios en la Torá (¡el peshat de “Taninim
Guedolim!”) y a resolver el conflicto de la diferencia del tiempo entre ciencia y
Torá (¿Billones de años o 5780 años?), y todo esto sin apartarse un centímetro del
sentido literal y ortodoxo del texto. Y sin recurrir a muletillas cuestionables (que
nunca me gustaron) como interpretar que 1 día era un millón de años, o algo así.

Me di cuenta que mi tío sabía todo esto porque él había enfrentado y superado las
mismas dudas que me atormentaban a mí. Y ahora yo NO necesitaba empezar de
cero. Tenía el privilegio de poder aprender de él.

“Un joven escuchó acerca de un maravilloso y fascinante pájaro azul que solo
existe en un lugar del mundo. El hombre se dedicó a buscarlo. Buscó en su
ciudad, en su país y al no encontrarlo decidió recorrer el mundo entero. Luego de
mucho tiempo regresó por fin a su casa, agotado. Se sentó a descansar en su
jardín. Se quedo dormido. Y cuando se despertó, vio a su lado al pájaro azul, que
siempre había estado allí, en su propio jardín.”
El pájaro azul estuvo todo el tiempo tan cerca de mí: ¡En mi propia familia!

DOS FORMAS DE ENFRENTAR AL ENEMIGO

Me acuerdo de uno de los primeros Dibré Torá que aprendí del Jajam Faur y que
me acompañaron por toda la vida. Tiene que ver con la Perashá que leemos en
dos Shabbatot, SHELAJ LEJA. Cuando Moshé manda a los espías a explorar la
tierra de Israel que debían conquistar les dice: Observen las ciudades donde
estos pueblos viven, vean si residen en ciudades abiertas o amuralladas. Los
espías regresan y le pasan un informe muy pesimista a Moshé y al pueblo. Entre
otras cosas se quejan de que ‘las ciudades están amuralladas hasta el cielo’, como
dando a entender que son impenetrables. Pero para Moshé, explicaba
brillantemente el Jajam Faur, la ciudades amuralladas eran una señal de
debilidad. Los habitantes que viven detrás de los muros no se entrenan para la
lucha “hombre a hombre”. Se refugian en la fuerza de sus murallas. Y una vez que
las murallas caen, son muy fáciles de derrotar. Por el otro lado, los pueblos que
viven en ciudades abiertas, sin murallas, ‘confían en su propia fuerza para vencer
al enemigo’, ya que se entrenan para la guerra, y es mucho más difíciles
vencerlos.” Acto seguido, mi tío decía: “Hay dos formas válidas de enfrentar al
opositor ideológico. La primera, es construir muros culturales, y refugiarse detrás
los mismos. La muralla te protege mientras exista y mientras no salgas fuera de la
misma. Pero una vez que cae, o sales de la muralla, eres totalmente vulnerable.
La otra corresponde a las ciudades abiertas. Al estar expuesto a otras ideas,
debes aprender cómo enfrentarlas y vencerlas. La Torá es verdad, y si vivimos en
ciudades abiertas, debemos prepararnos para enfrentar otras ideas» . (Vale la
pena aclarar que aquí nos referimos al mundo de las ideas y NO nos referimos a
las “murallas sociales”, que los judíos siempre erigimos y mantuvimos para evitar
la asimilación).

Escuchando al Jajam Faur descubrí su “judaísmo inteligente”. Gracias a él pude


armonizar entre mi corazón y mi razón. Gracias a sus palabras me enamoré
apasionadamente, y más que nunca, de nuestra Torá y de nuestros Jajamim, y
decidí estudiar para rabino, y dedicar mi vida a la Torá.
PD: Mi libro CREACION, en el que analizo el tema de Creación vs Ciencia
moderna, es también un relato autobiográfico de mis dudas y las respuestas que
con el tiempo encontré. Y está directa o indirectamente inspirado en todo lo que
aprendí de mi querido tío, el Jajam Yosef Faur.

La bendición de los Cohanim


‫יברכך ה’ וישמרך‬

‫יאר ה’ פניו אליך ויחנך‬

‫ישא ה’ פניו אליך וישם לך שלום‬

El texto de Bircat Cohanim, la bendición de los Sacerdotes, se encuentra en la


Perashá de esta semana, Nasó. Este texto contiene las palabras con las cuales
Dios instruye a los Cohanim bendecir a la congregación de Israel. Vale aclarar
que si bien los Cohanim son los que “recitan” esta plegaria, es el Creador, y no los
Cohanim, quien nos concede estas bendiciones.

Antes de examinar su profundísimo contenido, cabe destacar que el texto está


presentado en una progresión matemática que sorprende por su diseño: el primer
versículo tiene 3 palabras y 15 letras. El segundo 5 palabras y 20 letras. Y el
tercero 7 palabras y 25 letras.

Nos enfocaremos ahora en el contenido.

El primer pasuq dice «Que HaShem (= Dios) te bendiga y te proteja».

TE BENDIGA: Esto quiere decir: quiera Dios concederme todas las bendiciones
materiales que necesito: casa, comida, vestimenta, dinero, etc. Por supuesto que
el hecho que Dios me bendiga no quiere decir que yo no necesito trabajar para
merecerlo. La bendición de Dios no reemplaza el esfuerzo humano. El hombre
trabaja la tierra y planta las semillas. Y cuando Dios le concede Su bendición, el
hombre recoge los frutos. La bendición Divina, por lo tanto, implica una suerte
de asociación entre el hombre, que debe esforzarse y trabajar, y Dios que
bendice ese esfuerzo con éxito.

TE PROTEJA: Necesitamos la asistencia Divina para poder disfrutar de Sus


bendiciones. ¿Cómo? Protegiéndonos de enfermedades, accidentes, tragedias. En
este caso también tenemos la obligación de dar el primer paso y convertirnos en
un receptor “merecedor” de esta bendición: si pedimos que HaShem proteja
nuestra salud, tenemos que hacer todo lo que esté en nuestras manos para
mantenernos sanos. Y debemos evitar correr riesgos innecesarios para no
exponernos a accidentes, etc. Además, la protección Divina viene a
complementar la bendición Divina. En cierta manera, aquí le pedimos a Dios que
nos proteja de Su bendición material. En primer lugar, porque cuando todas mis
necesidades materiales están cubiertas, mi carácter puede verse afectado
negativamente. Puedo caer en la ostentación, la arrogancia, el desagradecimiento
y el olvido de Dios.

Pedimos a HaShem que nos conceda generosamente lo que necesitamos y que nos
proteja de los efectos adversos de la abundancia material.
«Que HaShem te ilumine con Su presencia y te agracie».

TE ILUMINE: Esta vez no se trata de bendiciones materiales, sino espirituales:


intelectuales y emocionales. ¿Cómo nos ilumina Dios? Concediéndonos la
sabiduría para comprender Su Torá. Por nuestro lado, debemos esmerarnos en
estudiar la Torá. Y el Todopoderoso nos bendecirá iluminando nuestra
inteligencia, abriendo nuestros ojos para que comprendamos la Torá y
absorbamos sus valores. Pero la sabiduría no alcanza.…

TE AGRACIE: De hecho, cuando una persona tiene demasiada sabiduría a veces


no posee “inteligencia emocional”. Un individuo puede ser un sabio pero
insensible hacia los demás. El niño más inteligente de la clase, no siempre es el
más popular. En esta bendición le pedimos a HaShem que “nos agracie”, es decir,
que nos inspire para ser queridos por los demás. En hebreo se dice “ encontrar
gracia en los ojos de los demás”.

Pedimos a HaShem que nos conceda Sabiduría e inteligencia emocional.

El tercer pasuq dice: «Que HaShem dirija Su presencia hacia ti y te conceda la


paz».

SE DIRIJA HACIA TI: Esta bendición significa “que Dios te favorezca”, que te
preste una atención especial, particular. El mayor castigo para el pueblo judío es
ser “abandonado” por Dios. De hecho la Torá afirma que si el pueblo judío
abandona la Torá, Dios retirará su protección personalizada de los judíos, y
estaremos expuestos a nuestros nunca pocos enemigos. Cuando la Torá describe
este estado de abandono, producto de nuestro abandono de Dios, lo llama “hester
panim”, “Dios oculta Su Faz de nosotros”. Esta bendición, por otro lado, habla
de la situación ideal: cuando Dios dirige Su Faz (Su Presencia, Su Protección, Su
bendición) hacia nosotros. Este es un privilegio que también debemos merecer.
Cuando más nos acercamos a Dios, más se acercará a nosotros.
Y TE CONCEDA PAZ: La mejor forma de entender esta segunda parte es pensar
en el Estado de Israel. Si Israel fuera un país tercermundista, corrupto, marginal
—como los otros países de la region— el mundo nos dejaría en paz. Pero Israel
está bajo la permanente protección Divina. Israel sobrevive el constante ataque
de sus incansables enemigos. Ganó todas las guerras. Crece y prospera. Esto es
un mérito de los judíos que viven en Israel, que luchan para protegerla y para
hacerla crecer. Pero esto no es suficiente. Israel también cuenta con la asistencia
Divina. Los “ojos de Dios” supervisan permanente nuestra querida tierra y sus
habitantes. Ahora bien: cuando el Creador nos concede el privilegio de Sus
bendiciones, nuestros enemigos, no lo pueden tolerar. Y harán todo lo posible
para evitar que vivamos en paz y prosperidad.

Pedimos a HaShem en esta bendición que nos favorezca con Su Providencia, pero
también pedimos que nuestra prosperidad no despierte la envidia y la agresividad
de nuestros enemigos.

Esta es la situation ideal a la que aspiramos como individuos y como pueblo.


El corazón de mi suegro, Rab
David Carciente z’l
?‫איזוהי דרך ישרה שידבק בה האדם‬
.‫ לב טוב‬,‫רבי אלעזר אומר‬
La Mishná en Pirqué Abot 2:9 cuenta que Rabbán Yojanán ben Zakai encomendó
a 5 de sus alumnos una misión poco común, pero muy importante. “¿Cuál es el
camino correcto por el cual un hombre se debe conducir?“ Rabbán Yojanan se
estaba refiriendo al carácter del ser humano. Los Jajamim entendieron que
nuestro carácter se puede y se debe cambiar y mejorar. La pregunta entonces fue,
¿cuál es el area principal de nuestro carácter que debemos perfeccionar? Los
alumnos regresaron luego de un tiempo y cada uno contó lo que descubrió: “Ribbí
Eliezer dijo: tener un buen ojo”, es decir, el altruismo y la ausencia de
envidia. “Ribbí Yehoshua dijo: tener un buen amigo”, ya que nuestras amistades
ejercen una gran influencia en lo que hacemos, pensamos, valoramos, etc. “Ribbí
Yosé dijo: tener un buen vecino”. Ya que el vecindario en el cual vivimos va a
determinar la comunidad a la cual pertenecemos, las amistades de nuestros hijos,
sus escuelas, etc. “Ribbí Shimón dijo: prever lo que va a pasar”. Es decir, predecir
las consecuencias de nuestros actos y acciones futuras y no actuar
impulsivamente. “Ribbí El’azar dijo: tener un buen corazón”, refiriéndose
evidentemente a la bondad, la calidez y la empatía. Rabbán Yojanán ben Zakai
concluyó que esta última característica, “un buen corazón” era la más válida de
todas. Y a mí siempre me quedó la duda. ¿A qué se refería Ribbí El’azar ben Araj
con un buen corazón? ¿Por qué elegir la bondad y la calidez por encima de todas
las demás opciones? “Un buen corazón” parece cliché, una expresión que suena
muy bien pero que, a diferencia de todas las demás opciones, no dice mucho…
Y aquí es donde el carácter y la personalidad de mi querido y distinguido suegro,
Ribbí David Carciente, hace posible entender este tema.
El corazón de mi suegro se notaba, en primer lugar, cuando saludaba a una
persona. Porque mi suegro no “saludaba” a la gente: la bendecía. El nombre de
HaShem salía de sus labios acompañado de un sinfín de buenos deseos y
plegarias para que HaShem “lo jadee (=le salve a uno) de todo lo malo”. Los seres
humanos necesitamos afecto. Y de alguna manera, mi suegro lo percibía y tenia
reservas emocionales sin límites para satisfacer a los demás, sin pedir nada a
cambio.
Ribbí David abría su corazón sin distinguir entre el que tiene más y el que tiene
menos, o entre el sabio y el ignorante, o entre un vecino y un dignatario.
Hombres, mujeres, niños, ancianos, judíos o gentiles, él saludaba y trataba con
afecto, calidez y una dulce e interminable sonrisa a conocidos y a extraños.
No necesitaba hacerse escuchar, pero no podía resistir interesarse sinceramente
por el otro. Y su sinceridad nunca pasaba desapercibida. Recuerdo viajar con él
en taxi, en Ashdod, Montevideo o Nueva York. Era una experiencia
espiritual. Porque inevitablemente cuando terminaba el viaje, ya se había
desarrollado una amistad entre el taxista y mi suegro. Y vi muchas veces que, al
darse cuenta que no había llevado a un pasajero más, el taxista se bajaba a abrirle
la puerta a mi suegro (en Israel he visto como muchas veces le besaban la mano).
Y mi suegro se despedía “echándole un misheberaj” (=bendiciéndolo) como si se
hubieran conocido de años…
Su presencia siempre se notaba y dejaba un impacto muy profundo en los demás.
Sin importar el estado de ánimo de la otra persona, una vez que alguien se
encontraba con mi suegro, se contagiaba de su alegría y se rendía a su calidez. Su
tono amable, su grave y dulce voz, hipnotizaban. ¡Imposible no percibir su buen
corazón!
Su corazón también se manifestaba cuando rezaba. O cuando leía la Torá.
Recuerdo que una vez, mi suegro llegó a la comunidad CHALOM en Buenos aires
para el Berit Milá de uno de mis hijos (mi suegro, que aparte de rabino era Shojet,
Jazán y Mohel, hizo el Berit Milá de todos sus nietos, y casi todos sus
bisnietos). Era la Perashá de Vayigash, y mi suegro, experto ba’al qoré, fue
invitado a leer la Torá. Esta Perashá cuenta el dramático desenlace de la historia
de Yosef y sus hermanos. Y está cargadísima de emociones. El climax ocurre
cuando Yehudá pide clemencia al virrey de Egipto, sin saber que era Yosef, y
Yosef, finalmente revela su identidad a sus hermanos. La Torá dice: “Y YOSEF YA
NO PODIA CONTENER…(su llanto)”, pidió a todos los egipcios que salieran y los
dejaran a solas. Yosef se acercó a sus hermanos y les dijo: “YO SOY YOSEF. MI
PADRE ¿SIGUE AUN CON VIDA?. Y SUS HERMANOS NO PUDIERON
RESPONDERLE….” . Cuando Ribbí David leía estas lineas ‫ולא יכול יוסף‬
‫ …להתאפק‬su tierno corazón se estremecía. Y se identificaba a tal punto con lo que
estaba leyendo que, como Yosef, no podia contener su emoción. Su profunda voz
se quebraba, sus palabras se entrecortaban…. y se ponía a llorar. Recuerdo que
ese Shabbat todos los que estaban allí presentes quedaron enmudecidos. No
entendían lo que estaban viendo y escuchando. Y entonces sucedió algo que
nunca olvidaré: todos los presentes se pusieron a llorar al escuchar el llanto de mi
suegro.… nadie sabia lo que pasaba, pero ¿quién podía resistirse al escuchar
llorar a Ribbí David? El presidente de Chalom, Sr. Salomón Notrica z”l, se acercó
a mí con lágrimas en los ojos, y creo que un poco alarmado, y me preguntó con
toda inocencia: “Rabino Bittón ¿Qué esta pasando? ¡¿Qué esta pasando?!¿Por qué
están todos llorando?”. Y cómo le iba a explicar a Don Salomón la increíble
ternura del corazón de mi suegro, que no podia dejar de emocionarse como un
niño que escucha por primera vez la historia de Yosef. Cómo explicarle a otras
personas que mi suegro no estaba leyendo la Torá: la estaba viviendo. Como si
estuviera allí, presenciando lo que ocurre. O como si él fuera Yosef, o uno de sus
hermanos. O Ya’aqob Abinu, que se entera que su querido hijo Yosef está vivo. O
escucha que por fin sus hijos se reencuentran y se perdonan… y llora de
felicidad….
El buen corazón de Ribbí David se ha detenido, pero su ejemplo seguirá
inspirando a generaciones.
Rab Yosef Bittón
Desde Ashdod, ISRAEL.

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