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GREGOR

VON REZZORI:
LA ESCRITURA, ÚLTIMO
RECURSO DEL FRACASO
GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

«Mi único mérito es el de ser un sobreviviente. No sólo por ser un austriaco de la vieja
época, sino por ser, simplemente, un viejo. Soy austriaco de un modo bastante singular:
una mezcla compuesta por varios “troncos genealógicos”, por elementos étnicos muy
disímiles. Y rumano soy, entre otras cosas, por mi actitud frente al mundo: porque no creo
en nada, es decir: creo en todo.»

Gregor von Rezzori, entrevistado en 1994 por Catrinel Plesu (La risa: un arma contra
los demonios).

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

ÍNDICE

BIOGRAFÍA ………. 4

ESCRIBIR COMO SALVACIÓN … 12

EL EPOCHENVERSCHLEPPER ………. 15

MEMORIAS DE UN ANTISEMITA … 18

LA HUELLA DE LO JUDÍO …… 22

EL VIRUS DEL ANTISEMITISMO .. 25

OBRAS DE REZZORI EN ESPAÑOL …….. 30

REZZORI EN INTERNET ……… 35

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Gregor von Rezzori,


escritor de ninguna parte.

Escritor, pintor, actor y lo que denominamos bon vivant,


Gregor von Rezzori (1914-1998) fue un personaje de las
novelas de Entreguerras. Lo podríamos encontrar en
algún relato de Roth, Zweig, Musil o Mann como el
aristócrata que se adapta a un mundo cambiado. Fue un
apátrida. Natural de Chernovitz, en la región de Bucovina
(parte del Imperio Austro-Húngaro, después Rumanía y
actualmente Ucrania) su cultura proviene de esta conocida
entonces como “pequeña Viena”. Emigró cuando su
familia, estirpe de funcionarios austro-húngaros, perdió
tras la Gran Guerra su forma de vida.

Inicia su carrera literaria en la Alemania nazi


escribiendo relatos ligeros y humorísticos que le granjean
cierto éxito. Influido por las obras de Nabokov, Musil,
Joyce, Mann o Céline, tras la guerra decide dedicarse a la
literatura en serio. En su juventud compartió el
antisemitismo común a casi toda la sociedad europea y así
lo plasmó. Chernovitz era una ciudad centro de una
importante comunidad judía. Desaparecería asesinada
durante el Holocausto.

Hoy día se reconoce la importancia como escritor de von


Rezzori; su expresión irónica; la visión de la realidad
decadente; la descripción certera de una sociedad
enferma. Jamás fue tenido en cuenta como un grande de
la escritura, desdeñado además por la crítica. Desde hace
algunos años la revisión de su obra desmiente este
postergamiento.
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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Biografía
Gregor Arnulph Hilarius d’Arezzo nació en mayo de 1914 en lo que Stefan
Zweig definió como “un mundo de ayer”. Lo hizo en la actual Chernivtsi
(Bucovina, Ucrania), entonces en alemán Czernowitz o en yiddish Chernovitz,
una ciudad próspera parte del Imperio Austro-Húngaro1. Su padre era Hugo von
Rezzori d’Arezzo, un barón austriaco con ciertas deudas, ingeniero funcionario de
la administración imperial en la ciudad. Su
madre fue Claire von Franck-Schlackenwerth,
una mujer de ascendencia irlandesa y rumana.
Una hermana de Gregor, Ilse, falleció cuando
éste tenía 18 años, lo que le marcó. Gregor, al
que llamarán también Grisha desde su niñez,
fue educado al contrario de la moda imperante
entonces, la cultura francesa, viviendo en un
ambiente femenino y “a la inglesa”, con unos
valores más tradicionales pero cosmopolitas.
Su padre, declarado pangermanista, dedicaba
sus días a leer, la hípica, cazar, el brigde y los
El padre de Gregor von Rezzori
posando en una cacería (foto de la
largos paseos, gustos elitistas que heredará
obra del autor Flores en la nieve) Gregor.

Tras la Gran Guerra, Chernovitz y la Bucovina pasan a ser parte del Reino de
Rumania, nacionalidad que tendrá entonces la familia Rezzori. Las posibilidades
de que continuase la estirpe Rezzori al servicio de la administración se cerraron
por ser una familia de ascendencia austriaca en la nueva Rumanía. Encontramos
así una historia parecida a la de los Trotta en La marcha Radetzky o La cripta de
los capuchinos de Joseph Roth, incluyendo la ascendencia italiana de ambas
familias:

«Si no hubiera ocurrido la Primera


Guerra Mundial, mi vida habría tomado
un bien trazado curso: como mi padre,
mi abuelo y mi bisabuelo, me habría
convertido en funcionario de la
administración real e imperial del
Imperio Austro-Húngaro, trepado
discretamente, escalón por escalón, a
las alturas de una honrosa carrera y
alcanzado a su debido tiempo un retiro
relativo, dedicado principalmente a los
placeres de la pintura en acuarela.» Postal con imagen de Chernovitz en 1913
(Rezzori, Así me hice escritor).

1
La guía ha sido elaborada a partir del monográfico que la revista mexicana Crítica dedicó a von
Rezzori en julio de 2014. Consultable en http://revistacritica.com/tag/gregor-von-rezzori y
descargable en pdf en http://www.enriquevilamatas.com/pdf/RevistaCriticaJulio2014vonRezzori.pdf
Si no se dice lo contrario, todas las referencias de las citas que van al final de las mismas entre
paréntesis corresponden a esta obra.

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

La Bucovina es un espacio en la vertiente norte de los Cárpatos y sus llanuras


contiguas. De 1775 a 1918 fue región del Imperio Austro-Húngaro,
posteriormente y hasta 1940 del Reino de Rumanía. En 1940 por el Pacto
Molotov-Ribbentrop pasó a ser de la Unión Soviética. Con la invasión nazi caerá
bajo administración rumano-alemana hasta finales de la guerra. En la actualidad
es parte de Ucrania tras la desmembración de la Unión Soviética en 1991.

Estudió en colegios de Brasov, Fürstenfeld y


Viena, donde en su universidad, tras probar con
Ingeniería de Minas, se graduará en Bellas Artes.
En 1930 marcha a Bucarest, viviendo allí hasta
1938 de escaparatista hasta que decide irse a Viena,
conociendo a una joven judía que le abrirá el
mundo cultural ya decadente de la ciudad
(inspiración del relato Juventud dentro de
Memorias). Allí es testigo del Anchluss y las
persecuciones antisemitas, como le narrará a su
amigo el escritor y director de cine Volker
Ilse, la hermana (foto de la Schlöndorff, en Viena ve desfilar a Hitler en coche
obra del autor Flores en la
nieve)
descapotable, aclamado por la ciudad:

«Todo lo que entonces se me ocurrió acerca de él fue que tenía el mismo aspecto que en
sus fotografías (…) Hubieran podido sacar a desfilar un retrato en tamaño natural. La
magia no estaba en la persona, estaba en la imagen.» (Schlöndorff, Un hombre sobrevuela
su vida).

Todavía en 1938 viaja con su


pasaporte rumano al Berlín nazi,
para probar suerte como
escenógrafo, guionista o
ayudante de producción. Al ser
ciudadano de un régimen aliado
–el del general Antonescu con
la Alemania de Hitler- pudo
vivir con relativa tranquilidad
los años de la guerra, trabajando
hasta mediados de los
Cincuenta como guionista en la
Nordwestdeutscher Rundfunk y
siendo autor de algunas Paul Celan (1920-1970), un grande de las
novelitas cortas sentimentales, letras que como Rezzori también nació en
Chernovitsi.
en principio confundido con una
tal “señorita von Rezzori” y
gracias a que su casera de la pensión donde vivía había pasado unos apuntes
manuscritos del autor a la revista Die Dame:

«Si la Segunda Guerra Mundial no me hubiera hecho abandonar mi país nativo, la


remota Bucovina, y llevado bajo una lluvia de bombas de lugar a lugar hasta la
igualmente lejana Hamburgo en el norte de Alemania, habría tenido la oportunidad de
aprender un oficio y ganarme la vida de un modo más convencional. Fue debido a que yo

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

estaba desocupado y aburrido que tomé una pluma y escribí un cuento. Alguien lo leyó,
le gustó y lo envió a un editor. Así me convertí en escritor.» (Rezzori, Así me hice
escritor).

Siguió escribiendo en la revista Berliner Illustrierte. Algunas voces posteriores


acusaron a Rezzori de condescendencia con el nazismo. En 1985 el escritor
húngaro Stephen Vizinczey publicaba una
reseña de La muerte de mi hermano Abel
de Rezzori donde le acusaba de
connivencia con el nazismo, preguntándole
de manera directa cómo se ganaba la vida
en aquella época. Está comprobado que
Rezzori se dedicó a escribir novelas
románticas para poder vivir y pagar la
pensión donde se alojaba. Despreciaba a
los nazis, de los cuales además sólo recibió
insultos. En el verano de 1938 unos
camisas pardas le insultaron en la calle por
“decadente”, en 1945 las autoridades nazis
le confiscaron un manuscrito en el que
trabajaba y ese mismo año quisieron enviar El autor en Berlín en 1939 con 21 años
a su madre al frente del Este como
“campesina” cuando la Bucovina fue invadida por los soviéticos y la población de
ascendencia alemana huyó.

En un diario no publicado del que se descubrieron algunas notas en 2004,


Rezzori daba su opinión de los alemanes durante los bombardeos de agosto de
1943. De esas palabras también deducimos que los alemanes en general no
tuvieran buena opinión del autor:

«En el fondo de sus corazones o por razones banales de su entendimiento, todas estas
figuras vestidas de sport para afrontar su camino hacia la muerte, en pie o echadas en
tumbonas de colores vivos y alegres y provistas de abrigos de piel, termos con bebidas
calientes, cochecitos de niño y jaulas para pájaros, todas ellas, con sus cabezas entre los
omoplatos y con la mirada fija puesta en el trayecto que marca el zumbido de los motores
sobre los techos de los sótanos don- de almacenan las patatas y que se sostienen con vigas
gruesas como un brazo, todas ellas están convencidas en secreto de la profunda necesidad
de la guerra, bien sea por motivos místico-metafísicos (vaya montón de vaguedades se
vierten para su justificación), bien porque en ellas han arraigado las más eficaces de
todas las palabras de la propaganda, y a saber: “Bueno, si perdemos esta guerra,
entonces.....” (aunque nadie pueda decir para qué se ha empezado entonces) o bien
porque el señor Jenofonte [Heráclito] afirmó que la guerra es la madre de todas las cosas
(¡así que cuidado con aquel que se atreva a ponerlo en duda!). Se trata de un misterio.
Incluso en el cuarto año de la guerra y muerto de miedo por la revancha que le espera, en
el fondo de su alma un alemán no deja de ser un alemán. El casco de acero (equiparable
en su eficacia frente al peligro de los bombardeos aéreos más o menos a los collares de
coral de los maoríes frente a los terremotos) sobre estas cabezas de cabello rapado en
punta resulta ser un símbolo: nada puede sentarle mejor, ninguna influencia forastera
debe enturbiar la conjunción de lo no digerido y medio digerido, pomposo, supersticioso,
arrogante, palurdo, inmaduro, pubescente, bochornoso, obsesivo, ambicioso y lerdo del
espíritu alemán. Heil!» (Martí-Menzel, El último de los sonámbulos austrohúngaros)

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Cuando los rusos


avanzaron hacia Berlín,
Rezzori temió por su vida.
Había vivido los intensos
bombardeos sobre Alemania
y ahora podía caer en manos
soviéticas, pasará entonces
al lado anglo-
norteamericano. Siendo
oficialmente apátrida no
será apenas molestado por
los Aliados. Aquella época
la recordará posteriormente
Practicando la equitación en los años 30
Rezzori por una insaciable
sed lectora ante la falta de
trabajo. En los refugios de los bombardeos leerá clásicos como los maestros rusos
Chejov, Tolstoi o Dostoiveski. También le interesará Goethe, Thomas Mann y en
especial Robert Musil (El hombre sin atributos será uno de sus libros de cabecera)
y Vladimir Nabokov, colaborando en la traducción alemana de Lolita. En este
escritor ve una influencia para su propia escritura:

«No leí a Nabokov hasta tarde. Pero cuando había empezado a escribir la primera
versión de “Abel…” leí “Pálido fuego” de Nabokov y dejé de escribir, porque me
pareció que ahí estaba ya el libro que yo quería escribir, y escrito de la mejor manera
posible. Más adelante, colaboré en la traducción de “Lolita” al alemán y me di cuenta
de que jamás alcanzaría la habilidad casi medieval de Nabokov.» (Rezzori, Así me hice
escritor).

Inmediatamente tras la guerra, trabajará


para la nueva radio creada por los
británicos en Berlín y además transmitirá
los Juicios de Nuremberg desde Radio
Hamburgo. Rezzori criticará estos juicios
como una gran farsa, puesto que defenderá
que el germen nazi seguía presente en la
sociedad alemana a pesar de la derrota
militar, pero no se hacía nada no obstante
la grandilocuencia de las sentencias de
algunos de los principales jerarcas
hitlerianos. En una entrevista hecha por
Bruce Wollmer en 1988 para la revista
Bom 24 explicará esta posición que sus detractores calificarían como ambigua,
con unas palabras que hoy parecen proféticas vistos los acontecimientos actuales:

«Quiero decir que se han empezado muchas guerras por causas justas, pero nunca tan
justas como la lucha contra el fascismo y contra Hitler. El problema era que uno también
era consciente de que no había sido erradicado, sólo pulverizado, disperso. Mi sensación
es que en lugar de preservar hoy en día la idea de un dictador satánico o de un grupo de
gente malvada –los acusados de Nuremberg, muchos de ellos- que desmoralizó a una
nación entera, hoy todo eso se ha pulverizado, y cada uno de nosotros carga dentro de sí
un poco de ese veneno [del nazismo]; en lugar de 18 millones de nazis, hay hoy en este

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mundo, quizá, 500 millones de nazis potenciales, si no es que más.» (Wollmer, Escribir
es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Rezzori consigue una posición económica consolidada en Alemania gracias a


sus colaboraciones en el cine, la radio (donde tendrá un programa de humor muy
escuchado), diversas revistas y, por primera vez, su trabajo de escritor agudo y
ocurrente. Al principio ser escritor es otro oficio más para ganarse la vida,
adquiriendo cada vez más y más nombre cuando vende como best sellers sus
Historias de Magrebinia, relatos breves costumbristas de un supuesto país entre
Oriente y Occidente de Europa, muy al estilo de las novelas románticas iniciales,
pero jamás pensó por aquel entonces en la literatura como un oficio permanente,
serio:

«Debo decir que cuando era joven jamás se me pasó por la cabeza que llegaría a ser
escritor. Estudié Ingeniería de Minas, imagínese. Llegué a la escritura por accidente y a
una edad madura. Nunca pensé que tuviera la necesidad de expresarme, pero es obvio
que, de una manera u otra, la tenía […] No tenía otra cosa que hacer, así que un día me
senté y escribí una historia. Alguien la cogió y la envió a una editorial. De inmediato
quisieron que escribiera otra, cosa que hice. Porque pensé, Dios mío, es una manera muy
agradable de ganar dinero.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir muchas
vidas en una sola).

En Alemania tiene éxito pero pronto le encasillan como escritor de folletines,


ligero, popular; un autor jocoso que se atreve incluso a contar chistes de alemanes
y judíos cuando tras lo ocurrido y debido a la culpa colectiva del país se era muy
cauto en ello:

«Como resultado –ya saben cómo son los alemanes-, a partir de ese momento me
clasificaron y pasé a ser “el magrebinio”. […] Fue un éxito rotundo. Jamás me lo quité
de encima; escribiera lo que escribiera después., se leía en la clave incorrecta, digamos;
la gente siempre esperaba que fuera satírico y contara chistes.» (Wollmer, Escribir es
buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Su posterior Guía para idiotas a través de la sociedad alemana (1962)


consolida su total desprecio por la crítica literaria alemana y su encasillamiento
como escritor liviano. Rezzori confesará estar dolido por este encasillamiento,
teniendo en cuenta que la crítica alemana conocía su producción literaria
posterior. Así aparece en una entrevista concedida a Der Spiegel con motivo de la
publicación de su Murmuraciones de un viejo en 1994:

«Uno se rompe los dedos escribiendo e intenta producir literatura, y luego los
periodistas dicen: “Vaya, nos alegra saber que el viejo magrebinio sigue vivo […] ese
cuño resulta, a la larga, molesto. Es como con los chistes judíos: cuando alguien habla
yiddish, todo el mundo espera que diga algo cómico. Pero es algo que yo mismo me he
buscado. Todos piensan que a mí no se me puede tomar en serio.» (Saltz Wedel & Stolle,
Soy un diletante).

Harto de ello y divorciado de su primera esposa, Rezzori se marcha del país


definitivamente dedicándose a viajar por Europa y Estados Unidos; escribiendo
borradores; cultivando al tiempo una imagen de play boy cosmopolita y culto.
Hablaba alemán, rumano, italiano, polaco, ucraniano, yiddish, francés e inglés. En

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

unos ingeniosos “aforismos del dandy” Rezzori explica las razones para cultivar
esa imagen elitista, reservada y al mismo tiempo sofisticada:

«Te tendrán por un bohemio debido a tu aparente indiferencia para con las opiniones de
los demás y por tu gusto en hacerte el diletante. En realidad, no hay nada que debas
convertir en objeto de tus reflexiones de un modo más hondo que la opinión que los demás
tienen de ti, ya que es esa opinión la que te hace. Presérvala tanto con tu actitud como con
tu traje, olvidándola tras acabar el aseo más esmerado.» (Rezzori, Monólogo del
desorientado).

Su imagen aparecerá en no pocas ocasiones en la prensa del corazón debido a


sus devaneos amorosos, cual galán cinematográfico. Criticará impenitentemente a
los alemanes. José Aníbal Campos, germanista y a su vez traductor de varios
libros de Rezzori, cree que la relación entre éste y Alemania es una constante en
su literatura, ambivalencia de amor y odio:

«Rezzori odiaba Alemania con la rabia del hombre profundamente ofendido, del hombre que
confiaba en que se le acogiera en su patria y luego quedó profundamente decepcionado. Sin
embargo, yo creo que en esto pasó por alto lo mucho que le debe a Alemania. Porque el
cuestionamiento crítico que siempre experimentó en este país fue un desafío y un estímulo
extremo para su creatividad.» (José Aníbal Campos, El odio como estímulo de la creatividad).

También tuvo duras palabras contra lo que quedaba de la aristocracia


centroeuropea –de la que él supuestamente provenía y de la que escribe- por
extinguirse sin luchar ni aportar en su defensa nada de valor, sólo pedantería. Fue
muy crítico con lo que definía como “nuevo americanismo”, traducido en la
superficialidad y el materialismo impuestos por Estados Unidos en la Europa
destruida por la guerra, a costa de una cultura milenaria perdida. Pensaba que ya
los nazis, en sus maneras y superficialidad, también habían estado
“norteamericanizados”:

«Bueno, mi agresividad no va dirigida contra Estados Unidos ni contra los


norteamericanos, sino contra el norteamericanismo, que es esencialmente un fenómeno
europeo. Personalmente me encanta y admiro Estados Unidos. Estados Unidos no ha
matado la cultura europea. La cultura europea tal vez se haya suicidado durante la
Primera Guerra Mundial.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir muchas
vidas en una sola).

Bromista fino e impenitente, en sus declaraciones y obras será sarcástico sobre


la comicidad de los, presuntos, valores étnicos de alemanes, rumanos, polacos,
ucranianos y judíos, tirando sus dardos a lo que consideraba mundos
absurdamente cerrados. Compendio de todo ello y de la mejor literatura es su obra
cumbre, La muerte de mi hermano Abel, publicada en 1976. También lo vemos en
Edipo en Stalingrado (1954) y por supuesto en Memorias de un antisemita
(1979).

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Desde los años Setenta publica novelas, redacta guiones para el cine e incluso
participa como secundario en algunas películas italianas, francesas y alemanas. Se
forjará un nombre como escritor en el mercado anglosajón, francés e italiano, pero
la crítica alemana siempre le seguirá
catalogando de “escritor de entretenimiento”
basándose en sus primeras obras, sin prestar
excesiva atención a su producción posterior.
Un ejemplo de estas críticas negativas la
tenemos en la que el escritor norteamericano
Michael Horowitz le dedicó:

«Resulta imposible aceptar a un hombre que


escribe para revistas masculinas de moda, que ha
creado una “Guía para idiotas a través de la
sociedad alemana” y que a su primera novela,
“Llama que se consume”, puso el subtítulo de
“Historia de amor y de penas de una virtuosa del
violín húngara próxima al climaterio”. Un ser
humano que, en las entrevistas, declara el humor
macabro como principal rasgo de su carácter,
para el que gigoló sería la profesión soñada y
que menciona sus pies planos como su mayor
defecto (…) no puede ser un autor al que se pueda
tomar en serio.» (La mirada de la crítica).

No obstante, Rezzori recibió varios premios literarios como el prestigioso


Fontaine (1959). Tras asentarse definitivamente en Donnini (Toscana) junto a su
segunda mujer, la baronesa Beatrice Monti della Corte (en la foto anterior junto a
él), el autor ya se dedica de forma única a escribir, recluyéndose en su obra para
buscar su identidad en el tiempo, huyendo “de la estupidez” de la sociedad de
masas postmoderna que le toca vivir, a caballo entre el deseo y el temor:

«En cuanto se forma una masa de personas, necesariamente se convierte en un cuerpo de


estupidez. Lo extraño es que desprecio a las masas, pero amo al prójimo. Es paradójico,
pero realmente lo amo. Siento simpatía por todas las personas que conozco. De manera
esencial. Pero en conjunto, las desprecio.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de
vivir muchas vidas en una sola).

«En la antigua sociedad aristocrática podía considerarse la vanidad como el punto donde
apoyar la palanca del comportamiento humano, algo con lo que había que contar y sobre lo
que se debía especular. En la era del florecimiento burgués, pasó a ser la envidia. En el
ajiaco social en fermentación en el que vivimos es, sencillamente, el miedo. Si quieres
ejercer poder sobre las demás personas –y necesitas ese poder para poder ser lo que
eres–, debes, ante todo, no tener miedo. Es, al mismo tiempo, el mayor lujo que esta época
puede garantizar.» (Rezzori, Monólogo del desorientado).

«Protégete de la historia. De la masa humana que ves deslizarse cuesta abajo por la
pendiente, cada grupo y cada tribu acarreará consigo sus muertos y, para protegerse y
defenderse, los apilará a su alrededor.» (Rezzori, Monólogo del desorientado).

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Grandes aficionados al arte, Rezzori y su mujer –galerista en Milán- serán


dueños de una magnífica pinacoteca. Entre la escritura, la vida contemplativa en
Donnini, conversaciones con amigos y los escasos viajes para dar conferencias o
asistir a charlas transcurren los últimos años de Rezzori. Fallece en 1998, la
casualidad quiso que un 23 de abril,
Día Internacional del Libro, a los 84
años. En su testamento creó la
Fundación Santa Maddalena de
Donnini, un retiro para aprendices
de escritores, becados en la que fue
su casa. La baronesa Beatrice puede
continuar así con una vida
intelectual plena, no atiende
solicitudes de aspirantes a becados,
sino que ella misma otorga las
invitaciones a quien estima
oportuno, un gesto muy aristocrático
en los que siempre aparece como
condición: “Estancia máxima de dos
meses. Cenar todas las noches con
la anfitriona correctamente
vestido”. Por allí han pasado
escritores como Claudio Magris,
John Banville o Emmanuel Carrère,
entre otros. Acceso al estudio de Rezzori en Donnini

El funcionamiento de la Fundación es una señal de distinción y dandismo –


alguien diría esnobismo- de otro tiempo, de ese mundo del ayer en el que vivió y
sobre el que escribió Gregor von Rezzori. Los caminos de la vida son curiosos y
la literatura le otorgó a través de su talento lo que el destino le había arrebatado
como descendiente de un barón austriaco: una reconocida fama.

«Trato de convencerme de que la escritura no fue el último recurso del fracaso. Pero
para probar que fue una vocación, no tengo más recurso que escribir» (Rezzori, Así me
hice escritor).

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Escribir como salvación


En entrevistas, artículos propios o aquellos libros donde más aparecen hechos
autobiográficos, Rezzori explica que su dedicación a la escritura pasó de ser una
forma de ganarse la vida –con sus iniciales best sellers, las Historias de
Magrebinia o la Guía para idiotas- a un modo de reflexionar sobre su época y
conocer al propio yo –la producción posterior y sobre todo Edipo en Stalingrado,
Un armiño en Chernopol, La Muerte de mi hermano Abel, Memorias de un
antisemita o Flores en la nieve-. Al fin y al cabo, como confesó en alguna ocasión
ya casi al final de su vida:

«Uno apenas hace otra cosa salvo escribir sobre sí mismo. De dónde, si no, va a salir el
material.» (Saltz Wedel & Stolle, Soy un diletante).

Antes de ser escritor nuestro autor fue un lector empedernido, devoró ya en su


juventud tardía a los grandes de las letras, de los que seguirá enamorado y será su
guía durante el resto de su existencia. A estos clásicos les deberá el dedicarse de
lleno a la literatura, aunque el compararse con ellos le haga unas veces ser muy
premioso en su escritura y otras le dejen paralizado:

«En mis horas de ocio leo laboriosamente a Proust y al colega Goethe, especialmente
cuando me alecciona con algunas de sus sabias máximas. En esos casos me complace
preguntarme: ¿De dónde ha sacado eso este tipo grandioso? Pero alimentarse tanto con
esa comida de los dioses puede constituir un mal. Sólo leo diez páginas de El hombre sin
cualidades, de Musil, y no soy capaz de escribir una frase en dos meses.» (Saltz Wedel &
Stolle, Soy un diletante).

Como en Memorias, Rezzori busca a través de su literatura la identidad propia,


sin encontrarla o al menos no haciéndolo de manera unívoca, sino múltiple:

«¿Quién soy yo? A nadie le gusta llamarse burgués, a no ser que uno lo sea. Pero yo no
soy un burgués. ¿Qué otra cosa? Me siento como extraviado en el vestuario de un teatro:
bajo montones de disfraces polvorientos y raídos. Podría ataviarme con cualquiera de
ellos; sin embargo, ninguno encajaría conmigo. Conmigo no encaja ningún nombre
conocido ni ninguna pose aceptada.» (Rezzori, Monólogo del desorientado).

Siempre escrita en alemán, aunque renegase de lo alemán, la obra del autor no


anhela su pasado ya que no le ha dado tiempo a impregnarse de él, pero tampoco
era tan joven para olvidarlo. Quiere conocerse a través de su obra, en Memorias
sus personajes, como el autor, también buscan una identidad perdida, robada de
sopetón por los cambios del tiempo. Conocerse a través de la literatura, como le
confesará a Bruce Wollmer:

«Supongo que en realidad, lo sepas o no, escribir es un intento de encontrar una


identidad. Conocer el secreto del “Yo” que jamás se pierde, a pesar de todos los cambios
que sufre a lo largo de una vida. Ahí tiene el tema secreto de todo escritor de ficción. La
búsqueda de una voz. También la búsqueda del misterio de la transformación, el de vivir
muchas vidas en una sola vida. Las posibilidades que ofrece lo que hago, de escribir
autobiografías hipotéticas, son infinitas.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de
vivir muchas vidas en una sola).

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Rezzori tuvo en los años Cincuenta un programa en la radio alemana donde


relataba sus “historias magrebinias” haciendo reír y caracterizando a base de
tópicos a sus personajes, hechos arquetipos. Allí comprobó cómo lo que quería
decir era percibido de una forma completamente distinta por sus oyentes, al igual
que había sucedido con su literatura, y se convenció de que el poder de la palabra
nunca es unidireccional, sino que juegan por igual el emisor y receptor del
mensaje, entendido de formas dispares. En Edipo en Stalingrado, donde un
narrador omnisciente reflexiona sobre las vicisitudes del protagonista, es donde
encontramos más claramente esta confusión:

«Hemos tocado aquí un punto tan


difícil que deberá usted permitirme
que le dedique un par de ideas más a
este asunto. Se trata, nada menos,
que de la inutilidad última del
lenguaje […] ¿Es que tengo que
decirle lo desgarrador que resulta el
esfuerzo de expresarse, el tormento
de la incapacidad para hacerse
entender…?» (Rezzori, Edipo en
Stalingrado, pp. 60-61).

Rezzori y Johanna von Koczian en la


película Bezaubernde Arabella
(19159)
Y en una entrevista declaraba que…

«Al hablar, la relación entre dos personas se hace más estrecha, ya que el idioma encierra
y supera lo que es extraño y ajeno para ambos. Para eso existe el lenguaje, para superar
ese extrañamiento. Y como todos los dones de Dios, también tiene sus lados oscuros. Los
malayos dicen que en realidad los monos podrían hablar, pero se niegan a hacerlo porque
eso complicaría su existencia.» (Plesu, La risa: un arma contra los demonios)

Compartiendo algo de la literatura de Musil, Joyce o Céline, autores muy


admirados por Rezzori, encuentra su leitmotiv para escribir en el desgarro
personal y los sentimientos negativos. Tal es por ejemplo el antisemitismo en
Memorias, motor de la narración. Las historias de Rezzori siempre tienen algo de
tragicomedia al estilo clásico. Se pueden iniciar con optimismo y humor, incluso
los personajes nos parecen grotescos y hasta divertidos. Con el discurrir de la
narración las tramas y desenlaces suelen ser trágicos, nos dejan un poso de tristeza
como comprobamos en Memorias. Los extremos como semilla de la creación
literaria de Rezzori:

«He llegado a la conclusión de que sólo puedo escribir por amor o por odio. Por un
sentimiento directo. Lo necesito. Cuando amo, la escritura se vuelve –debido a que soy
sentimental hasta la médula- demasiado dulzona. Es como tocar el violoncelo. Las
mejores cosas se forjan con el odio. Cuanto más nostálgico se vuelve el mundo que me
rodea, más furioso me pongo esa nostalgia.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de
vivir muchas vidas en una sola).

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

«En literatura, y en esta época en particular, es necesaria una cierta barbarie. También
en aras de la honestidad. No se puede ser suave, o sabe Dios qué más, en una época
como la nuestra. También hay en ella una pulsión de iconoclastia que es un aspecto muy
del expresionismo alemán posterior a la Primera Guerra Mundial.» (Wollmer, Escribir es
buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Pero escribir como Con su hijo Ezzelino von Wedel


medio de salvación,
primero para tener un
trabajo después para
conocerse, le supuso a
Rezzori un arduo y
prolongado esfuerzo como
era en todo. Antes de
publicar la obra definitiva,
destruía muchos
borradores, se quejaba de
las traducciones al inglés o
italiano de sus obras porque creía que no recogían la literalidad de sus palabras ni
lo que realmente quería expresar, algo difícil cuando en sus obras intercala frases,
dichos y personajes de las que él mismo queda como uno de los pocos testigos de
su existencia. Schlöndorf, describía así el proceso creativo del autor cuando
publicó su monumental La muerte de mi hermano Abel:

«A lo largo de veinte años fui testigo de cómo sufría con su novela. Llenaba páginas
tras páginas de garabatos escritos entre las líneas, de correcciones radicales en los
márgenes, las copiaba, las descartaba nuevamente, las reiniciaba y corregía de nuevo,
hasta que al propio lector del manuscrito le retumbaba la cabeza. Por fin pudo
acabarla, y se publicó en medio de la mayor indiferencia para ser luego olvidada, reducida
considerablemente, reeditada, traducida al inglés, simplificada en su versión
estadunidense, siendo todavía una work in progress. Nosotros, los amigos, lo animábamos,
pero sin saber cómo ayudarle, siempre al margen, sin saber qué hacer.» (Schlöndorf, Un
hombre sobrevuela su vida).

Rezzori cautiva pronto cuando se empieza a leerle. Nos sumerge siempre en


otras épocas que parecen de fantasía, nos sumerge también en aquellas cosas que
nos hace humanos sin distinción de procedencias: las pasiones, las emociones y,
por qué no decirlo, también los prejuicios y el miedo eterno al fracaso. Javier
Marías, que publicó en su editorial Reino de Redonda, Un forastero en
Lolitalandia, dedica al respecto del autor apátrida estas palabras:

«No me toca a mí hacer clasificaciones. Para mí Rezzori es un escritor de primera –o a


veces segunda– fila (pero la segunda es magnífica, si reservamos la primera a
Shakespeare, Proust, Conrad, Montaigne y así). Y goza de mi especial simpatía porque es
un autor que nadie parece “reclamar”. Su principal lengua era el alemán, pero no me da
la impresión de que en Alemania ni en Austria lo consideren “suyo”. Ni, por supuesto, en
ningún otro país. Es eso, un escritor indudable pero “vagamente” europeo; un apátrida,
alguien no imbuido de su propia importancia ni con ínfulas de nada. Lo cual es
enormemente de agradecer. Escribía maravillosamente y sus libros tienen siempre interés.
E insisto: al no habérselo “apropiado” ningún país, es sólo de sus lectores. Casi como un
personaje de ficción. Quizá lo mejor que le puede ocurrir a un escritor.» (Los autores

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

opinan. Encuesta sobre Rezzori coordinada por Christian Martí-Menzel y José Aníbal
Campos).

El Epochenverschlepper
Este complicado vocablo alemán define la literatura de Rezzori. Es traducido
de manera aproximada como tener al pasado como una dolencia crónica, una
enfermedad que se va acarreando con el paso del tiempo y para la que no existe
medicación ni remedio. Para el mismo autor el epochenverschlepper es:

“El solapamiento anacrónico de elementos de la realidad, que pertenecen


específicamente a una época anterior, con la época siguiente.” (Martí-Menzel, El último
de los sonámbulos austrohúngaros).

El epochenverschlepper, la “dolencia del pasado”, se refleja en las obras de


von Rezzori, según declaró en su autobiográfica Murmuraciones de un viejo
(1994):”[Soy] un literato del siglo XIX en el umbral del siglo XXI”. Esta
“dolencia del pasado”, de una historia tejida del extinto Imperio Austro-Húngaro a
los albores del nazismo, que tanto caracteriza la literatura de Rezzori y que vemos
en Memorias a través de las reflexiones de los personajes, es lo que el escritor,
crítico y conocedor de la obra de Rezzori, Karl-Markus Gauss, cree la clave en el
trasfondo de la escritura de aquél:

«Un narrador que continuó tejiendo el mito de la Europa de los Habsburgo y jamás
edulcoró la realidad social de aquella monarquía multiétnica y multinacional. Un
embaucador que admitía haber llenado el mundo con las distintas leyendas de su vida»
(Gauss, El Epochenverschlepper).

Para Rezzori esta “dolencia del pasado” no significa que el individuo tenga que
olvidar y muchos menos que esté obligado a no recordar de dónde proviene, sus
raíces. Todo lo contrario, la memoria es parte indivisible de cada uno, puesto que
a pesar de vivir la actualidad, lo hacemos desde una perspectiva heredada o
experimentada. Schlöndorff, describía esta “dolencia” de Rezzori:

«Una y otra vez observa, lo mismo en Austria que en Prusia, un hecho que lo falsifica
todo: que vivimos el aquí y el ahora, ciertamente, pero que nuestros valores, nuestro
comportamiento, hasta el decorado de nuestras viviendas o de nuestras mentes pertenecen,
en cambio, al ayer, o a un día anterior, o a uno incluso más distante. Por eso, tras la
explicación radical se oculta a menudo la obediencia anticipada del súbdito, tras la
reconstrucción que pretende superar el pasado no se esconde otra cosa que la voluntad de
restaurar los años fundacionales del imperio, o tras el milagro económico sólo se agazapa
el ímpetu de los camisas pardas que pretendieron conquistar el mundo. Es, sobre todo, lo
que aprendemos en la escuela lo que contribuye a ese proceso de arrastre del pasado»
(Schlöndorff, Un hombre sobrevuela su vida).

Por cercanía de temas y lugares, Rezzori parece una continuación de la


literatura centroeuropea de Entreguerras, aunque hay una diferencia fundamental
respecto a otros autores como por ejemplo Joseph Roth o Stefan Zweig, víctimas
del nazismo. La visión de la “dolencia del pasado” de Rezzori no es de anhelo ni
crítica, tampoco un lamento por lo dejado atrás o una diatriba contra el cariz de la

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

historia. Es una descripción aséptica del narrador a la que está abocado quiera o
no:

«Independientemente de que uno lo quiera o no, el escritor es un testigo y, casi siempre,


una herramienta del espíritu de su época.» (Plesu, La risa: un arma contra los demonios).

Rezzori además abominaba de utilizar un recuerdo falso como argumento en la


obra literaria tiempo después de los acontecimientos supuestamente descritos. En
eso pensaba que se debía ser respetuosamente verosímil, todo lo contrario era
engañar al lector, como le explicaba a Bruce Wollmer:

«Sé que hay algo que me causa una profunda desconfianza. En la moda, en las maneras
de vivir, en la gente que intenta revivir trozos de historia, los años veinte y treinta en
particular, épocas que no entienden. Al ser nostálgicos de los años veinte y treinta, son
nostálgicos de aquello que dio forma al fascismo. Sea lo que fuere que hagamos, no sólo
se guía por nuestra plenitud sino por las tendencias del Zeitgeist [expresión alemana para
designar “el espíritu de una época”], por cosas, que quedan fuera de nuestro control. No
sabemos qué nos pasa. Una prueba sencilla de ello es que si coges un periódico alemán
de, digamos, 1934, y lees un artículo escrito por el doctor Goebbels, no creerías lo que
lees. Las estupideces que dice. Y –lo sé porque lo viví- la gente lo leía como si fuera la
Biblia.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Rezzori describe aquel


mundo perdido sin
tapujos. Nos adentra en la
sociedad de Entreguerras,
a través de su habitual
ironía, donde no
observamos nada apenas
envidiable, sólo la miseria
moral, la decadencia
ética, el antisemitismo
como enfermedad, la
bajeza de los personajes,
alguno de ellos totalmente
estrambótico. Es el estilo
particular del autor que reconocemos en Memorias y en sus obras. Estaba
convencido de que tras la Gran Guerra a lo largo del siglo XX se fue perdiendo
algo que ya no se pudo rescatar: la cultura europea de la que por supuesto lo judío
había sido parte esencial:

«Me siento profundamente afligido, digamos escéptico –y no creo ser el único-, cuando
me doy cuenta de que estamos en un lugar podrido. Somos [los europeos] un pueblo
podrido; nuestra cultura está podrida. Profundamente podrida. Y para mí, la prueba está
en que siempre que nos ponemos en contacto con otro pueblo, éste termina destruido.»
(Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Esta putrefacción de la cultura europea perdida, muy en especial la


centroeuropea heredera del Imperio Austro-Húngaro y de la que Rezzori es
cronista (un concepto el de putrefacción que utilizó literalmente W.G Sebald
sobre el tema en Pútrida patria). Esta desaparición lenta viene acompañada, para
Rezzori, por otra nueva aculturación dominante que ocupa los espacios

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

extinguidos: el americanismo materialista como forma de vida. El autor no critica


al way of life norteamericano que le ha proporcionado prosperidad –también
desigualdad- sino que Europa entera acogiese tras la guerra lo peor de esta cultura,
tiempos modernos:

«Lo que yo llamo norteamericanización habría sucedido incluso sin Norteamérica. La


avaricia por el dinero, el poder de la tecnocracia, la ciencia mal entendida y demás; todo
eso habría sucedido incluso sin el ejemplo de Estados Unidos. Lo que se ha perdido es la
compasión y la capacidad de soñar. Los norteamericanos, siguen teniendo la capacidad
de soñar aunque sean también alegres sonámbulos. Pero nosotros ya no somos capaces.
Estamos despiertos. Demasiado despiertos. Europa está en silencio y existe de forma
abstracta, según reglas abstractas.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir
muchas vidas en una sola).

Después de que Rezzori fuese ciudadano de varios estados (Imperio Austro-


Húngaro, Rumanía, Alemania) y al final un apátrida o como le calificó Tilmán
Spengler “un cosmopolita oriundo de la Bucovina” (La mirada de la crítica), hace
que su región natal adquiera en su obra un aura cuasi legendaria. Se conforma
como un territorio irreal donde todo y nada es posible, es decir se juntan
modernidad y tradición, diversas culturas se enfrentan o se soportan. Las historias
de Rezzori son la crónica de ello, un túnel del tiempo. Para el escritor Emmanuel
Carrère, que durante un tiempo vivió en la antigua residencia para escritores de
Rezzori en Donnini, Memorias es el testimonio de la evaporación para siempre de
un mundo, el del autor:
«Un libro que, gracias a Dios, reveló ser todo menos antisemita. Gregor von Rezzori evoca
en él su infancia en los márgenes orientales del imperio austrohúngaro, antes de la
Primera Guerra Mundial. Es un libro fascinante que, al mismo tiempo, revive un mundo
desaparecido que a nosotros, ahora, nos parece increíblemente lejano, y lo es, también, por la
libertad y la lucidez de la que hace gala su autor al mirar a la infancia y la adolescencia
que vivió.» (Los autores opinan. Encuesta sobre Rezzori coordinada por Christian Martí-
Menzel y José Aníbal Campos).

Las consecuencias del “dolor del pasado”, de los cambios dramáticos con la
desaparición de un mundo ya inexistente, lo comprobamos de forma gráfica
observando lo ocurrido en Chernovitz, lugar de nacimiento de Rezzori. Antes de
la II Guerra Mundial la mitad de la población, que alcanzaba los 800.000
habitantes, era ucraniana, un tercio rumana y el resto una amalgama de etnias
alemana, judía, polaca, húngara y rusa. Un crisol de culturas mal avenido, como
leemos en Memorias. La guerra supuso la deportación y exterminio de la
población judía por sus vecinos o soldados rumanos y alemanes. Se calcula que la
mitad de la población judía de la Bucovina fue asesinada, unas 50.000 personas.
Después, con el avance y ocupación soviética de 1944 serán los rumanos y
alemanes los que huyan o sean deportados al Gulag siberiano o Kazagistán,
mientras aumentó la población ucraniana y rusa hasta los cerca de 243.000
habitantes de hoy2, una cuarta parte del total de principios del siglo XX. “Dolor
del pasado”, epochenverschlepper.

2
Fuente: Wikipedia (consultada el 22-9-16) https://es.wikipedia.org/wiki/Chernivtsi

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Memorias de un antisemita
Estamos posiblemente en lo que para el escritor alemán Heiko Postma es «el
homenaje más preciso a los judíos que un goy de la época posterior a Hitler haya
producido» (La mirada de la crítica).
Memorias de un antisemita fue escrito en 1979. Ya había escrito Edipo en
Stalingrado (1954) y la Muerte de mi hermano Abel (1976), obras que le
consagrarían como un gran narrador. Memorias es un conjunto de cinco relatos
cortos con un marcado carácter autobiográfico del propio Rezzori, que narra
“dejando hablar” a sus personajes y con mucha ironía, burla incluso en los
momentos trágicos. Es el estilo del Rezzori más reconocible, una cantera de
erudición, datos, descripciones de ciudades, lenguajes, dichos, lugares y por
supuesto escudriñar el interior de los personajes desde el amor al odio, del
antisemitismo al miedo, de la inocencia a la pura maldad.

Sinagoga de Chernovitz a principios del siglo XX

Los protagonistas de las narraciones, jóvenes de familias acomodadas con


mucho tiempo libre, se enmarcan en lugares y hechos que Rezzori ha vivido,
conoce, desde los años inmediatos posteriores a la Gran Guerra a su actualidad de
los años Setenta. Pero dos elementos aparecen siempre: el antisemitismo casi
cultural, educacional, de los protagonistas -reflejo del de un joven Rezzori- y a la
vez las relaciones cercanas e irresistibles de aquéllos con personajes judíos,
fundamentalmente mujeres, que al final hacen replantear ese antisemitismo casi
congénito y siempre absurdo. Pero Rezzori escribe de las causas, la situación
anterior al Holocausto y no sobre el mismo.
Para Rezzori la Shoá supuso la pérdida de un componente esencial del viejo
mundo europeo respecto al nuevo. La cultura judía sin la cual no se entiende la
cultura europea y que fue liquidada por la barbarie antisemita:

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

«La idea de un suicidio cultural es justo lo que hay debajo de la superficie de “Memorias de un
antisemita”. Al leerlo, uno se da cuenta de que el asesinato de los judíos en Europa, el
Holocausto, no sólo fue un asesinato, fue el suicidio de un mundo. A pesar del antagonismo y
rechazo entre la aristocracia y los personajes judíos, existía una relación necesaria, una simpatía
controvertida. Ambos compartían un mundo que ahora ha desaparecido. Tal vez era sólo que ese
mundo se desvaneció, pero los judíos han perdido algo rico e insustituible también. La diferencia
moral es, por supuesto, que nadie dio a los judíos una opción en la materia”. (Wollmer, Escribir
es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

Como en otras obras (Un armiño en Chernopol o Edipo en Stalingrado, por


ejemplo) asistimos a un viejo mundo y una sociedad que está cambiando con
rapidez hacia otro nuevo tiempo, del que todavía no se sabe nada cierto pero se
barrunta confuso y violento. Los totalitarismos se asientan, todo se tambalea. Al
autor en sus relatos no le interesa dar explicaciones políticas del nazismo, etc…
sino plasmar una época de la que fue testigo, personajes que existieron, conocer a
su misma persona. Rezzori tampoco tiene en cuenta las consecuencias, lo que
pasó después, salvo para dar alguna pincelada dramática al antisemitismo que
retrata y nos pone en alerta. En un estilo que recuerda al Imre Kertész de Sin
destino ni lector ni personajes saben lo que el futuro espera (el horror) y viven
aquel presente aún lleno de rechazo y violencia. Como ocurre con Kertész,
asistimos en no pocas ocasiones a escenas delirantes de toque surrealista. Así se
recuerda que en un final abrupto de época lo grotesco, aunque trágico, también
sale a relucir.
En el primer relato, Skuchno, el protagonista, que como Rezzori es un joven
rumano de etnia alemana, viaja a casa de sus tíos en Chernovitz –como sabemos
localidad natal del autor-. De una familia venida a menos pero con prestigio en la
ciudad, los tíos son unos convencidos antisemitas que desprecian a sus vecinos
judíos por el hecho de serlos. El joven sin embargo inicia una relación de amistad
con Wolf Grossman, hijo del prestigioso médico judío de la ciudad, sin que sus
parientes sepan casi nada al respecto.
En segundo lugar tenemos La juventud donde Rezzori presenta a otro joven
protagonista de 19 años que llega a Bucarest en los años Veinte para ganarse la
vida, no está claro si se trata del mismo joven del primer relato, pero sus
características son similares: de procedencia alemana, huye de un padre despótico,
aristocrático, estirado y anclado en el pasado anhelante del Imperio Austro-
Húngaro. Después de deambular por las calles de Bucarest y conocer a diversos
personajes étnicos y arquetípicos, establece una relación amorosa turbulenta con
una mujer judía, comerciante ya viuda.
El tercer relato es La pensión Lowinger. El autor se sitúa de nuevo Bucarest,
pero avanza en el tiempo hasta los años Treinta. El protagonista es otro joven, un
dandy de una familia alemana antaño acaudalada pero en dificultades, sin trabajo
ni expectativas –remedo del joven Rezzori a su llegada al Berlín de la época-. Se
aloja en una modesta pensión regentada por una familia judía, los Lowinger. Allí,
aparte de esta familia, conocerá a otros alquilados, incluyendo una joven maestra
judía de origen sefardí, la señorita Alvaro alojada por temporadas en la pensión y
que viaja ocasionalmente a un Berlín donde los nazis han llegado ya al poder.
La cuarta narración, Lealtad, está ambientada en la Viena de la anexión nazi (el
Anchluss hitleriano de 1938 que juntó Austria al III Reich). De nuevo un joven

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

rumano de etnia alemana viaja y se aloja en casa de una pariente acomodada en la


ciudad. Proviene y ha sido criado en un ambiente aristocrático y cerrado (Rezzori)
pero conoce a una vecina llamativa: una atractiva chica judía que poco a poco le
abre los ojos a un mundo desconocido para él como es el de la Viena
culturalmente efervescente donde hasta un casi adolescente Von Karajan se abre
camino. Sin embargo, la tragedia nazi está a punto de cernirse y los judíos pronto
peligrarán.
Hay que resaltar que este relato, Lealtad, se publicó como un relato corto en el
New Yorker en 1969. Es cuando Rezzori empezó a ser reconocido en el mundo
anglosajón como un buen escritor centroeuropeo.
Para terminar, único narrado en tercera persona de forma omnisciente, el relato
Pravda se sitúa en Roma durante los años Setenta. Un hombre de mediana edad
recuerda su breve matrimonio con Ruth, una mujer judía que tuvo que sobrevivir
en Alemania a la persecución siendo amante de un SS, con el que tendrá un hijo.
Esta última pieza es la más breve de las cinco, juega el papel de declaración final,
de moraleja del autor: desconcierto ante su propio antisemitismo, al mismo tiempo
indiferencia por no sentirse culpable por ello. El protagonista de este relato no
entiende que Auschwitz ha sido en parte consecuencia de los prejuicios o la apatía
de personas como él.
«Soy el mejor
psiquiatra de mí
mismo. Además, no se
puede exigir mucho de
mí: un hijo de
sonámbulos, que
creció en un mundo
soñado, en ocasiones
de pesadilla, estaba
predestinado a perder
toda noción de
realidad, tanto de lo
que sucedió antes
como durante su
existencia. Realidades como Auschwitz y Treblinka son difíciles de conciliar con lo que tú
llamas “realidad”» (Rezzori, Pravda, p. 595)3.

Al describirnos con minuciosidad un mundo que ya no existe, mediante


alocuciones y vocablos propios de las distintas comunidades del Este europeo
antes de que el nazismo y la guerra las arrasaran, Rezzori hace del libro una
ventana abierta única a la historia y el conocimiento del cosmos judío y del
antisemitismo de la época. Esta muestra de erudición de Rezzori se observa en la
traducción del mexicano Juan Villoro, que en una entrevista elegía Memorias de
un antisemita como la obra más difícil y al mismo tiempo rica:
«Memorias de un antisemita es un libro de carácter proustiano, que desafía
enormemente el estilo literario. Fue un reto entrar en la recuperación de ese mundo, la
Bucovina del periodo entre guerras, y evocarla a partir de un idioma distante. Los

3
Todas las citas a los relatos de Memorias de un antisemita corresponden a la edición de Rezzori, La
gran trilogía, Barcelona, Anagrama, 2009.

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

términos de cacería, las variedades de la comida, las peculiares formas del habla, debían
entrar sin pérdida en mi versión. Dediqué seis meses enteros a esa tarea. Es la
traducción que más esfuerzo me ha costado y la que me parece más lograda»4.

El propio Rezzori y la crítica pusieron Memorias como parte de una trilogía


consagrada a la niñez y juventud del autor, real y figurada a partes iguales, en su
Bucovina natal y después Rumanía. Efectivamente, tanto en Un armiño en
Chernopol (1958) como Flores en la nieve (1989) aparecen escenarios y
personajes que nos son comunes en Memorias, fuera de la nostalgia pero desde el
recuerdo. Por ello en 2009 la editorial Anagrama decidió volver a traducir y
publicar las tres obras bajo el título de La gran trilogía, cuyos ejemplares se
encuentran en la actualidad agotados y que cuenta con un excelente prólogo de
Claudio Magris.

4
Pollack, S. (2009). Los hijos solitarios de un padre disperso: las traducciones de Juan Villoro.
Letras Hispanas: Revista de literatura y de cultura, 6(2), 1-5.

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

La huella de lo judío
A lo largo del libro, Rezzori diserta sobre personajes y costumbres judías,
apareciendo los más rancios tópicos antisemitas (físico predeterminado, deicidas,
usureros) y los más actuales (capitalistas explotadores, bolcheviques, intelectuales
peligrosos, engañadores). El antisemitismo de los protagonistas tiene más de
herencia y costumbre heredada que de convicción propia ante los hechos que se
les presentan y las personas que conocen.
Los pogromos y el antisemitismo anterior al Holocausto fueron la atroz
antesala, consentida por casi todas las sociedades europeas, de un futuro aún más
espeluznante y cuya magnitud horroriza. Cuando el protagonista del relato La
juventud agrede a su amante judía, Rezzori es perspicaz y nos muestra lo que tiene
de simbólico, una violencia grupal consentida al final por la inmensa mayoría de
la sociedad, lo que desgraciadamente será profético. Esta mujer queda paralizada
no ante la violencia, sino ante el consentimiento de los demás, que aceptan y
amparan su vejación injusta:
«Cerró los ojos, como si la hubiera cegado. Cuando los abrió su semblante se
había apagado, inexpresivo. Sin embargo estaba marcada, tenía una huella
invisible, la mácula de algo más allá de todo entendimiento, una realidad
abrumadora ante la cual no quedaba más que resignarse. No había sufrimiento
individual capaz de marcar un rostro de tal forma. Su rostro inexpresivo era, a fin
de cuentas, el de la humanidad que encara el sufrimiento inexorable, sin
remedio.» (Rezzori, La juventud, p.486).
En Memorias se confrontan dos realidades judías muy diferentes. La de
individuos o comunidades independientes de los sthetls (villas o pueblos del Este
europeo anteriores al Holocausto con numerosa población de judíos) que
prosperan sobretodo en estos núcleos rurales con trabajos tradicionales del campo.
Después tenemos
la existencia de los
judíos
emancipados, en
principio
asimilados a las
sociedades donde
se insertaban, que
vivían de manera
significativa en las
grandes ciudades,
en su mayor parte
Calle Selari, las tiendas judías del Bucarest
de profesiones de principios del siglo XX
liberales.
En el caso de los primeros, los judíos que como en la comunidad de
Chernovitz del relato Skuchno han decidido mantener su identidad, conservan sus
propias costumbres religiosas y culturales (la ropa, comida, religión, festividades,
etc…). Por su parte los judíos asimilados que viven en grandes ciudades como
Viena o Bucarest se diferencian en poco o nada respecto al resto de la sociedad.
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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Visten igual, ejercen la medicina, la abogacía o el comercio, mantienen fuertes


relaciones con el resto de la comunidad, no profesan la religión o incluso son de fe
cristiana, como en el relato La pensión Lowinger. En otras ocasiones eran parte de
la vanguardia cultural y social con su creatividad y arte, así como capacidad de
mecenazgo. Es lo que vemos en Lealtad.
El contexto que describe Rezzori en Memorias es complejo, coexisten varias
realidades y por ejemplo en algunos relatos aparecen también una población judía
en grandes ciudades, pero no asimilada y que vive en barrios propios. Será el caso
del barrio de Vacaresti del relato La juventud donde encontramos judíos
ortodoxos, asimilados y sionistas. Estos barrios son calificados de ghetto por parte
de los protagonistas (de nuevo en La juventud).
La presencia de la centenaria lengua yiddish (dialecto entre el alemán y el
hebreo propio de las poblaciones judías del Este, en contraposición del ladino de
origen castellano de las comunidades mediterráneas) es otra seña de identidad en
los relatos de Memorias, un ejercicio de erudición considerable y de cercanía a la
realidad de las sociedades que describe el autor. Desde su juventud Rezzori estaba
familiarizado oyendo esta lengua, otra más de las que se hablaban en su
multiétnica Chernovitz natal, así se refleja en casi todos los casos donde salen a
relucir expresiones yiddish propias, dichos y giros gramaticales cuyo contenido
sólo cobra sentido en este contexto, en esta sociedad.
Frente al mundo del pasado aristocrático austrohúngaro en descomposición que
nos presenta Rezzori, del que provienen los protagonistas, los judíos suelen
representar la modernidad. El autor siempre les relaciona con productos de ella
como suelen ser los primeros automóviles, el cine (Skuchno) o el arte abstracto
(La juventud). Por el contrario, los personajes protagonistas son nostálgicos de su
estado anterior, participan en actividades elitistas como las cacerías o las carreras
de caballos. Los judíos que aparecen en Memorias conocen la obra de Freud (La
juventud) y en cuanto a la filosofía, siguen a Spinoza y el racionalismo que
reniega de Dios. El joven judío del relato Skuchno es culto, conoce por ejemplo a
Heine, al que los nazis prohibirán por ser judío, que ensalza el carácter germánico
(con el poema Lorelei). Frente a él tenemos al protagonista de la narración,
supuesto germanófilo militante, alemán étnico, pero es un enorme ignorante. Los
padres del chico judío están divorciados y la madre vive en Viena de su trabajo.
Así, en Memorias Rezzori resalta la intelectualidad del judío frente al bajo
nivel cultural del resto de la sociedad, incluyendo esas presuntas élites
aristocráticas que protagonizan sus relatos de la que él mismo formaba parte.
Stiassny, un enigmático personaje que vive alquilado en la casa de los tíos del
protagonista de Skuchno, le alecciona a éste sobre el binomio contrario judíos-arte
frente a alemanes-tradición:
«Uno debe reconocer que el joven Goldmann hace algo extraordinario, pero
precisamente esa perfección, esa exactitud despiadada que rebaja y excluye sin
miramientos a todo lo que no tiene el mismo acabado, que convierte a la mediocridad en
un crimen, esa perfección tiene algo frío y desalmado […] Uno se convierte en algo a lo
que se han dedicado muchas generaciones anteriores, nada fuera de lo común, pero que
otorga una seguridad y una confianza en uno mismo que escapan dolorosamente al
artista.» (Rezzori, Skuchno, pp. 428-429).

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Pero esa intelectualidad judía aparece no pocas veces como evolución del
cliché de vagos y aprovechados. Los judíos viven rodeados de libros, tienen una
gran inteligencia que les permite saber de todo, al mismo tiempo cuestionarlo todo
como puede ser la irracionalidad del nacionalismo, racismo o el patriotismo
excluyente, tal y como vemos en la casa de los Goldman (Skuchno) o en La
pensión Lowinger.
En el arte y la música que aparecen en la obra de Rezzori encontramos otras de
las actividades en la que judíos son retratados como expertos, tanto en lo más
clásico como en la vanguardia de la época que representaba el jazz. Los
protagonistas arios, por el contrario, carecen de conocimientos musicales y ello
les atormenta. Como curiosidad, aparece el personaje Herbert Von Karajan en el
relato Lealtad, una promesa entonces de la música, pero Rezzori le somete a otro
joven superior a él, un compositor judío llamado Walter Heilbronner, ¿Una crítica
del autor al polémico director de orquesta? ¿Una licencia maliciosa?

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

El virus del antisemitismo


Rezzori nunca escondió que durante su infancia y juventud en Chernovitz
(Chernopol para él) y aún después durante sus viajes a la cercana Rumanía,
Alemania y Austria, el antisemitismo era un prejuicio incorporado a su forma de
ser, al igual que a la de toda la sociedad por mucho crisol de culturas que
conviviesen en la ciudad (la idea de convivencia pacífica de culturas, como en el
Toledo medieval más allá de algunos intercambios, es de publicistas turísticos).
En el libro los personajes principales tienen como parte de su esencia aristocrática,
incluso perteneciendo a familias venidas a menos, al antisemitismo. Una posición
de indiferencia, desprecio o superioridad social –acrecentada por el hecho de ver
prosperar a ciudadanos judíos como ocurre en el relato Infancia- que Rezzori creía
que terminaba ahí, ya que el más peligroso antisemitismo vino de otras capas
sociales:

«Estoy convencido de que la aristocracia como clase jamás odió a los judíos. Al
contrario, los judíos eran objeto de burla o desprecio, pero muchos otros grupos lo eran
aún más. En cuanto a campesinos y judíos, la historia es un tanto diferente. Lo que
quiera que produzca un campesino, lo hace con las manos y finalmente se pudre. Mata el
cerdo, pero no puede guardarlo más de una semana o algo así. Los judíos, por el
contrario, tenían algo que aumentaba de valor con el tiempo: dinero. Por eso fue fácil
que los campesinos creyeran que los judíos eran el mal, los explotadores.» (Wollmer,
Escribir es buscar el misterio de vivir muchas vidas en una sola).

La convivencia de “diferentes etnias y clanes” en lo que era su Bucovina natal


(exportable a otras regiones del extinto Imperio Austro-Húngaro) era un
soportarse mutuamente gracias a la existencia de un Estado que en no pocas
ocasiones permitió abrir la válvula incontrolada de la violencia en forma de
pogromos, con el fin de calmar los instintos más bajos de una comunidad. El
Holocausto no está presente en las letras, pero se vislumbra y Rezzori juega con el
lector, que conoce lo que acabó ocurriendo con los judíos europeos que describe
aquél. En palabras del crítico Tilman Spengler:

«Hannah Arendt tuvo que analizar la figura de Eichmann como el personaje de un drama
para descubrir el carácter banal del mal. Rezzori, con guiños aparentemente divertidos,
describió el mismo patrón básico en las obviedades de la sociedad en la que se crió. Para él
el antisemitismo no era una enfermedad con evolución clínica, sino un tradicional fallo en
el tejido que, por desgracia, tiene lo necesario para convertirse en una corriente de
moda.» (La mirada de la crítica).

Es pues un mundo anterior al Holocausto, pero a veces tan inmediatamente


anterior que ya se ha iniciado con las primeras medidas antijudías (Juventud). A
todo ello se suma el pangermanismo antisemita, tan en boga en aquella época y
otro caldo de cultivo del nazismo. Tenemos los ejemplos en algunos relatos de
Memorias cuando aparecen las fraternidades estudiantiles alemanas (Skuchno) o
las asociaciones patrióticas, como la Kyffhauser (infancia). Hoy sabemos, basta
con leer a Sebastian Haffner (Memorias de un alemán) que esas organizaciones
pseudoculturales o pseudosociales fueron las primeras comunidades donde los
jóvenes conocieron el radicalismo, donde van a florecer los futuros nazis.

25
GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

¿Era antisemita Rezzori? Para el ensayista y editor Karl-Markus Gauss,


Memorias está basada claramente en su experiencia personal, no es tampoco un
ejercicio de constricción o desagravio respecto a los judíos, sino que Rezzori
describe el ambiente antisemita que fue caldo de cultivo del Holocausto, todo ello
con un humor negro que ironiza por igual sobre el judío que sobre el antisemita de
turno:

«Rezzori se
propone nada
menos que
presentar el
antisemitismo
heredado de su
familia, el mismo
que, durante
mucho tiempo,
no percibió
como un
resentimiento
propio. Lo El autor señala el lugar donde quería ser enterrado en Donnini (fuente:
“excitantemente http://www.penultimosdias.com/2014/05/13/traduciendo-a-gregor-von-rezzori-en-
su-propia-casa-ii/)
desagradable”
del libro reside
en narrar de forma jocosa, con ininterumpido placer de vivir y sin ápice de mala
conciencia, las enmarañadas circunstancias en las que se vio atrapado el narrador en su
primera juventud» (Gauss, El Epochenverschlepper).

Rezzori se crio y mamó esa sociedad que alumbró al nazismo, viviendo y


buscándose la vida en ella en condiciones favorables o adversas. En su madurez
reflexionaba sobre esa época y se sinceraba sobre las esperanzas de
transformación de la sociedad, de un nuevo mundo por venir:
«En el ambiente de los años 30 que todos creíamos, incluso sin una ideología articulada.
Todos creíamos en un nuevo mundo que estaba por venir. La tecnología prometida.
Utopía. Mira las pinturas de Kupka en ese momento. Viste Metropolis en todas partes. Y
Metropolis no es pensable si no se crean un nuevo hombre y una nueva mujer, una nueva
humanidad. En los años 20 y 30 que éramos optimistas increíbles, ya ves, que fueron
luego decepcionado amargamente.» (Wollmer, Escribir es buscar el misterio de vivir
muchas vidas en una sola).

El antisemitismo que describe Rezzori es el de la indiferencia ante lo que


ocurrió con los judíos, una indiferencia que entronca con la idea del suicidio
cultural europeo tras la Gran Guerra de 1914-1918. En Memorias vemos como los
protagonistas participan de la sustitución de una nueva forma de vida por otra,
quizás más “americanizada” y en cualquier caso muy apegada a la modernidad
judía: aparecen los primeros coches (Daimler, Ford…); la mujer se va
independizando de la figura del hombre protector; los cabarés y clubes están
atestados de hombres y mujeres en busca de fiesta y relaciones esporádicas (en La
pensión Lowinger el protagonista admira a Josephine Baker, símbolo de una
modernidad irreverente y que al menos no era judía…); el progreso de la ciencia
se enfrenta a los valores tradicionales; el asentamiento del capitalismo trae el
consumismo como religión y la frustración real ante la mala situación económica.
Sin embargo todos los protagonistas, con su indiferencia y ese poso de

26
GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

sentimiento antijudío en sus pensamientos profundos, les imposibilitan mover un


dedo en su ayuda. No crean Auschwitz, pero lo permiten, como en la posición
ambivalente del protagonista de Lealtad –título que ya de por sí es simbólico-
sobre denunciar a sus conocidos judíos, incluyendo su amante:
«En ocasiones me sentía tentado de hacer algo monstruoso, como informar de las
reuniones –cada vez más secretas- en el apartamento de Minka y entregarlos a todos a la
horca. Pero quizá resultaba más siniestro que no lo hiciera, que no hiciera nada en
absoluto, ni a favor ni en contra de ellos, que tomara los sucesos como si ésa fuera,
fatalmente, la única forma en que podían ocurrir. Sí, era repugnante; tenía que aceptarlo,
pero así era el mundo. No todos los hombres son buenos, algunos son brutales, otros
envidiosos, otros coléricos o misóginos y al fin de cuentas las víctimas no son siempre
dulces corderitos» (Rezzori, Lealtad, pp. 580-581).

Rezzori conocía el yiddish y las costumbres judías, sus personajes también


cuentan chistes judíos de la época. En la actitud desenfadada de muchos
personajes judíos se entronca con los mitos antisemitas más corrientes a lo largo
del tiempo, por ejemplo los protagonistas de casi todos los relatos de Memorias
andan permanentemente en busca de amor con mujeres judías, presentadas como
irremediablemente atractivas, llenas de lascivia. Para el joven que alquila una
habitación en la pensión Lowinger:

«El nivel de las charlas en la pensión Löwinger era pedestre, para decirlo de manera
suave. No se mostraba la menor consideración hacia las damas de la familia (en
realidad ni siquiera se las trataba como damas, quizás por ser judías). Desde hacía
mucho estaban acostumbradas a que se hablara en su presencia con desvergonzado
desparpajo de todo lo que tuviera que ver con el cuerpo, en especial con el sexo.»
(Rezzori, La pensión Lowinger, p. 495).

Frente a la imagen del judío asimilado vanguardista, moderno, en Memorias


quedan atrás los modos de vida de carácter aristocrático; las cacerías, la hípica
(como en los shossea de Bucarest); las fiestas privadas en mohosos palacios o las
etiquetas estrictas. Precisamente de este mundo provenía el autor, siempre crítico
con el futuro que le espera a la humanidad tal y como respondía en una entrevista
a Catrinel Plesu:
«Me confronto una y
otra vez, sobre todo en
los últimos tiempos,
con el total absurdo de
la existencia, con lo
grotesco de la
humanidad en su
condición de especie
zoológica. En realidad
tenemos una función
parecida a la de los
microbios, la
destrucción del
planeta: y eso es lo que
hacemos» (Plesu, La
Escritorio del autor en Donnini risa: un arma contra
los demonios).

27
GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Rezzori fue acusado por parte de la crítica literaria alemana de complicidad con
el nazismo. En la época en que vivió en Berlín prosperó, no hace falta recalcar que
precisamente durante el régimen de Hitler. Una de las mayores críticas que se le
hicieron es que sus libros, ambientados en la época anterior o durante el nazismo,
no recogen apenas alusiones al mismo ni condenas. Rezzori, en su libertad como
creador literario, lo explicó en varias ocasiones. Él escribía y describía a la
sociedad que conocía, centrándose en la pequeña burguesía y la aristocracia,
cómplices y muy culpables en la llegada al poder de Hitler. Sus personajes son los
hijos de esa burguesía acomodada o media pasaron en masa a las filas pardas. Por
su parte, otros personajes pertenecen a la antigua aristocracia alemana, en especial
la prusiana, que despreció el peligro que suponía dar el poder a los aduladores y
botarates nazis.
En Edipo en Stalingrado el protagonista Traugott von Yassilkovski medra en
una sociedad berlinesa ajena por completo a los que ocurre en el exterior. Y
estamos en 1938-1939. En sí ello ya es una crítica, como explicaba el crítico y
escritor Volker Schlondorff en un epílogo en el Edipo, válido también para los
protagonistas de Memorias de un antisemita:
«Rezzori, quien ya por entonces escribía para la industria cinematográfica alemana, les
niega a sus héroes esa agradable dramaturgia que convierte en destino la vida más
banal, y que continúa viviendo hoy día en nuestra televisión consumista. No, su héroe,
tras tanta juventud gastada en francachelas y fornicaciones, no habrá de probarse en el
campo de batalla, no va a hacer como cualquier héroe de Hollywood, que se redime a sí
mismo en el último acto, no sencillamente, desaparece en Stalingrado: a él no se le
concede ninguna imagen de la batalla, ni un momento de sufrimiento o de sacrificio. Los
otros, sin embargo-quienes, como en los cuentos de hadas, no han muerto-, siguen
viviendo hoy. Los Lehnhoff y los Döndorff siguen viviendo en Hamburgo donde les
endosan su concepto de cultura, marcado por la aristocracia de la Prusia Oriental, a la
burguesía culta y desorientada del milagro económico»5.

Pero nadie podía alegar que desconocía los planes de los alemanes respecto a
los judíos ya en fechas anteriores a la guerra. Como se recrea en un diálogo en La
pensión Lowinger entre el señor Lowinger, padre de la de familia que regenta la
citada pensión en Bucarest, y algunos alquilados entre los que hay judíos, rusos y
miembros de la minoría alemana pertenecientes a esa pequeña burguesía o
aristocracia descrita por Rezzori:
«-Por el contrario, creo, o mejor dicho sé, pues lo visto, que los nazis se aprovechan del
llamado “problema” judío para encubrir cosas peores.

El semblante de Olschansky era despiadado; su nariz y su barbilla puntiagudas tenían un


aire de perversa y burlona superioridad.

-Usted habla del “presunto” problema judío y, en la misma tesitura de “cosas peores”
que son encubiertas. ¿Cree usted que el problema judío es sólo un pretexto o algo que
realmente debe ser solucionado?

-Se trata de un problema válido en la medida que a una pequeña minoría de otro credo
se la responsabiliza de mil años de errores históricos alemanes. Y por si fuera poco, los

5
Gregor von Rezzori, Edipo en Stalingrado. Madrid, Sexto Piso, 2011, pp. 314-315.

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

alemanes pretenden que sólo alcanzarán el futuro glorioso que les había prometido y
sólo cumplirán sus expectativas si se soluciona el “problema” judío.

-Lo cual significa nuestro exterminio- dijo en voz baja el señor Löwinger.

-¡Así es! –exclamó el profesor Dreher, ex caballo de circo…» (Rezzori, La pensión


Lowinger, p. 509).

Rezzori vivió en carne propia el peligro al final de la guerra, fue obligado a


alistarse en el frente huyendo de un Berlín bombardeado, concretamente en las SS
de la ciudad de Stargard, para así no despertar sospechas en las autoridades como
apátrida. Fue rechazado por as SS precisamente por ser apátrida y jamás participó
en acción alguna. Su vida peligró aún más con el avance de los Aliados.

29
GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Otras obras de von Rezzori


(en español)
Gregor von Rezzori, El expreso de Oriente, Ediciones B, 1992 [1953]

Traducido por Luis Andrés Bredlow, profesor en la Universitad de Barcelona,


El expreso de oriente es la segunda obra de Rezzori al español décadas después
de la primera (El húsar de Chernopol en 1964 por Seix Barral). El narrador, un
hombre de unos 65 años alter ego del autor, se encuentra en un hotel de
Venecia, odiando la nostalgia de épocas mejores pero preso del encanto
simbólico de un folleto sobre el Expreso de Oriente, mítico y aristocrático tren
que desde 1883 unía París con Estambul, los recuerdos de la juventud. Por ello
abandona Nueva York, donde ha vivido tantos años y hecho mucho dinero,
además de casado con una de las mujeres más elegantes de Estados Unidos,
lanzándose a la aventura de reencontrarse a sí mismo en Europa.

A través de las imágenes del folleto el hombre mayor recuerda lo que fue y
pudo ser, recrea su vida y avatares que le llevaron por tantos países en otros
tantos trenes del recuerdo, incluyendo alusiones a la Guerra Civil Española. Encontramos a un Rezzori
que inicia la literatura que le caracterizó desde su salida de Alemania: una descripción de mundos
inexistentes de los que sus protagonistas fueron testigos; preguntarse sobre la condición humana, la
mentira y la delgada línea entre el héroe y el canalla.

Gregor von Rezzori, Edipo en Stalingrado, Sexto Piso, 2011 [1954]

Junto a la Gran Trilogía y La muerte de mi hermano Abel, estamos ante la


novela más acabada del autor, puro Rezzori. Más de 50 años después de ser
escrita, con notable éxito en el mercado anglosajón, Francia e Italia, llegó a
España de la mano de la editorial Sexto Piso, traducida por José Aníbal
Campos. De nuevo una oda a un extraño mundo, unos personajes que
mantienen su elitismo mientras todo se desmorona, donde Rezzori tira de
memoria y recuerdos propios.

Estamos en el Berlín de los años Treinta, Traugott von Yassilkovski,


miembro de la baja aristocracia prusiana que quiere prosperar en la sociedad,
es un asiduo del Charley, un antro frecuentado por clientes variopintos con
dos objetivos: ser reconocidos socialmente y pasarlo bien. Otra de sus clientas
será una niña de papá, la “rubia de raza” con la que Traugott acabará casado.
Mientras suponemos que el nazismo y los inicios de la guerra están
arrasándolo todo, Rezzori no los menciona en ningún momento, el mundo aristocrático e elitista de
Traugott y compañía se mantiene, prospera incluso, a la espera de que al final la fortuna cambie. El
narrador Rezzori introduce largas reflexiones interpelando al lector, muy
interesantes, al hilo del argumento:

«Puede usted no creer, estimado amigo, en la heroicidad del señor Von


Yassilkovski; pero ése sería su error, y lo siento mucho por usted. A su
pobreza de alma le está vedada la capacidad para seguir la senda heroica de
los de su estirpe. Sin embargo, esa senda se extiende ancha y clara ante
nosotros, etapa tras etapa, haciendo justicia en su curso a la categoría de los
mitos que han inspirado un saber primigenio en torno a los misterios de la
vida de los elegidos.» (p. 311).

Gregor von Rezzori, Un armiño en Chernopol, Anagrama, 1993 [1958]

Publicada ya anteriormente por Seix Barral en 1964 bajo el título El húsar

30
GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

de Chernopol (traducción de Carmen Castañeda). El subtítulo es “Una novela magrebinia”, con lo cual ya
imaginamos que es un relato costumbrista ambientado en aquella región fantástica de la Europa del Este
ideada por Rezzori, pero al mismo tiempo basada en sus experiencias personales. Con esta novela Rezzori
ganó el prestigioso Premio Fontane de 1959. Reeditada por Anagrama en 1993 y traducida de nuevo por
Daniel Najmías para La gran trilogía en 2008 con algunos cambios sustanciales. Un armiño en
Chernopol es una descripción del Chernovitz natal de Rezzori, su sociedad y personajes del período de
Entreguerras.

El narrador y su hija regresan a esta ciudad de la Tuscovina (remedo de Bucovina) con ocasión de un
funeral. Allí se despliega el recuerdo de niñez de una época que ya ha evolucionado, cambiando por
completo a la ciudad y a sus habitantes, dibujados magistralmente por Rezzori de forma grotesca, satírica:
el señor Tarangolian, gobernador del lugar, y el húsar Tildy, un militar y quijotesco caballero de otro
tiempo, siempre al servicio de sus trasnochados ideales. Él es «el armiño que muere cuando se le mancha
la piel» que aparece en el título del libro.

Como en otras obras, el autor introduce sus reflexiones para el lector a través del narrador, reflexiones
ya sean sobre ese pasado desaparecido o cuestiones morales diversas, como dice el señor Tarangolian:
«¡Ah, desde ya os lo digo, mis queridos amigos, aprended a amar la destrucción!»

Gregor von Rezzori, Viva María. Los muertos a sus lugares, Seix Barral, 1969 [1966]

Rezzori participó como actor secundario en la película de Louis Malle ¡Viva


María! de 1965, una coproducción franco-estadounidense con Brigitte Bardot,
Jeanne Moreau y George Hamilton como protagonistas. El argumento de esta
comedia cuenta la historia de María, hija de un terrorista irlandés, que se
encuentra con otra María, cantante ligera, en un imaginario país de América
Latina en 1907. Accidentalmente ambas inventarán el striptease

Rezzori escribió un diario durante el rodaje en México, publicándolo un año


después. Aparecen anécdotas y momentos divertidos del mismo, aderezados
por la maestría en el arte de contar historias y la utilización del humor por
parte del autor. Rezzori, galán impenitente, “revoloteó” alrededor de la
entonces estrella y sex-symbol Brigitte Bardot, pero sus resultados fueron más
bien pobres, según confesó no sin cierto resentimiento treinta años después:

«No hubiera tenido posibilidad alguna. BB era una persona maravillosa, inteligente y bellísima, no era
como una muñequita, como Claudia Schiffer. Y se movía como una gacela. Casi me araña cuando en
algún momento le dije que dejara esa tontería de adoptar a cualquier perro sano y a cualquier gato que
merodeara cerca de ella. Su amor a los animales iba de la mano con la negligencia para con su hijo. Y
sus amantes eran totalmente intercambiables. Deberían haber tenido asas para que fuera más fácil
tirarlos.» (Saltz Wedel & Stolle, Soy un diletante).

Gregor von Rezzori, La muerte de mi hermano Abel, Sexto Piso, 2016 [1976]

Para muchos críticos literarios es su obra más acabada. La muerte de mi


hermano Abel es parte de una historia en dos volúmenes, la segunda se iba a
titular Caín pero quedó inconclusa. Este año 2016 vio por fin su traducción al
español gracias a la editorial Sexto Piso y al traductor especializado en
Rezzori, José Aníbal Campos. Su publicación en Estados Unidos en 1985
catapultó al reconocimiento tardío a Rezzori. En Alemania, publicada por
primera vez en 1976, la novela pasó casi desapercibida.

José Aníbal Campos define la obra como un Decamerón del siglo XX


(Gregor von Rezzori: el Dichter de la ceja escépticamente levantada). Un
triple juego de narradores: el real Gregor von Rezzori, el escritor que aparece
en la narración, Aristides Subicz, al que un editor acaudalado le pide que
escriba una novela de pocas páginas cuando él ya tiene una de miles fruto del
trabajo veinte años, así como una especie de alter ego contrario de Subicz
llamado Schwab. Todo parece un ajuste de cuentas del protagonista con la época y su maldad, además de
la herencia de ambas. Lo que Rezzori califica al principio de «el que escribe se venga». Sin embargo es

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

un ajuste de cuentas sin orden, las reflexiones y argumentos brotan de aquí y allá de manera
desconcertante a través del supuesto diario de Subicz, encontrado muchos años después y que son en
realidad unas hojas manuscritas sin mucho sentido pero donde se refleja la perversidad de un tiempo del
que Rezzori da magistralmente testimonio:

«Busco la otra mitad de mi vida en los residuos, en el eco —mejor dicho— de esa época a la que esa vida
perteneció. Y aquella época puede identificarse en este eco, de un modo cada vez más claro, bajo la
forma de un estilo. O con mayor precisión, desde el punto de vista de la historia del arte: la época que
desarrolló el Art Déco a partir del Art Nouveau, el tiempo de flirteo y noviazgo de Europa con América
(del matrimonio sería testigo más tarde, pero sólo como invitado tras la valla). Busco una Europa que
todavía era europea». (p. 30).

Paradójicamente, excepto en Estados Unidos el libro pasó casi desapercibido en Europa –a pesar de
tratar sobre la decadencia europea posterior a la guerra-. Años después, el escritor y periodista Ignacio
Vidal-Folch recordaba la mala venta del libro en Francia:

«Paseaba por las librerías de París y le pregunté a Colette qué tal suerte estaba corriendo el libro. Ella
me dijo: “el autor apareció en Bouillon de Culture –la emisión literaria de la televisión francesa-. Era un
caballero viejo. No era simpático. Así pues, no se vende ni un libro»6.

Gregor von Rezzori, El rey sin trabajo, Península, 1989 [1981]

Otra de las “historias magrebinias” de Rezzori, uno de sus relatos cortos


cómicos de corte costumbrista escrito en los años Cincuenta. La traducción
es de José Antonio Alemany. Se trata de un cuento en siete capítulos sobre
un rey de un lejano país imaginario –ya podemos intuir que en la frontera
entre la Europa Oriental y la Occidental- que por avaricia se come toda la
plata de la vajilla y ordena entonces a todo el mundo comer con las manos.
Poco después también perderá su corona al caer a la olla de la comida y tras
ella irá él.

Un cuento “magrebinio” descabellado y divertido, no exento de crítica


social y política, aunque lo presente en una realidad fantástica, aderezada con
la habitual ironía de Rezzori. Casi treinta años después el autor recuperó lo
más jocoso de sus personajes “magrebinios” en una edición al español
raramente disponible.

Gregor von Rezzori, Flores en la nieve, Anagrama, 1996 [1989]

Este libro lleva por subtítulo Retratos de una autobiografía que nunca
escribiré y ya podemos suponer que es una de las obras más íntimas, llena de
alusiones a su propia vida, del autor. Se evoca el recuerdo de sus padres y una
hermana ya fallecida, desde una niñez perdida a la madurez nostálgica.
Rezzori no abandona el tono irónico y el humor, no exento de momentos
tristes, como si fuera una tragicomedia protagonizada por Bill Murray, donde
los personajes son al menos excéntricos, por no decir grotescos.

El libro arranca en un arrebato de violencia que golpea un pacífico silencio


anterior: una bandada de pájaros que sobrevuela su Bucovina natal, aunque no
diga que estamos ahí, es tiroteada por cazadores, quedando tendidos en el suelo
algunos de ellos, como flores en la nieve. El antisemitismo también está
presente en el relato, como no podía ser de otra manera tratándose de la época
inmediatamente anterior a la destrucción de los judíos europeos. Rezzori
termina con un brillante epílogo al respecto que suena a profecía que se cumplirá, como sabemos. Está en
la Chernovitz de su niñez:

6
Ignacio Vidal-Folch, Las flores ensangrentadas de Rezzori. ABC Cultural, 27-3-1999, p. 30. Consulta
Internet: 27-9-2016.

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

«Por casualidad pasa por allí un muchacho de la fraternidad alemana Arminia, con el cuello almidonado
y la gorra colocada con arrogancia en la cabeza; en una banda que le atraviesa el pecho ostenta los
colores de su fraternidad. A la vista del rumano hace ademán de husmear con desprecio a través del
esparadrapo que cubre una reciente cuchillada que afea su rostro. Su gesto manifiesta sin ambigüedad
que él no ve en el rumano más que a un pueblerino y un adversario en potencia, por más que los dos se
sienten en los mismos bancos en la universidad. Es el pretexto para una discusión que fácilmente podría
llegar a las manos. Pero su atención es desviada hacia la presencia de un judío jasídico con caftán
negro, de pálida tez de erudito y largos papillotes enroscados en tirabuzones bajo el gorro forrado de
piel de zorro; ambos reconocen al instante que su pulsión agresiva ha encontrado en el judío su
verdadero blanco. Por el momento se contentan con proferir burlas e injurias, y dirigirle gestos
obscenos. De momento, pues la escena se desarrolla en 1930. La gran señal aún no ha sonado. Pero va a
hacerlo pronto, y engendrando todas sus diabólicas consecuencias»7.

Gregor von Rezzori, Sobre el acantilado y otros relatos, Sexto Piso, 2014 [1991]

Libro que comprende tres relatos cortos de Rezzori escritos en diferentes


épocas y donde el autor se desprendió algo de las descripciones minuciosas
que nos tiene acostumbrados para centrarse en tramas bastante inquietantes.
Las traducciones son de José Aníbal Campos.

El cisne es una pequeña novela que trata de la iniciación de dos jóvenes


aristócratas a los que sus campesinos piden que maten a un cisne salvaje.
Todos los personajes son tratados por Rezzori de forma irónica y personal.
Poco a poco, sin apenas darse cuenta, el mundo donde todos viven va
cambiando irremisiblemente hacia la violencia y la guerra. En Sobre el
Acantilado tenemos la historia de un artesano, un escultor de imágenes de
vírgenes dentro de una atmósfera de no disimulada sexualidad. El acantilado
encarna esos abismos a los que en ocasiones nos vemos abocados a mirar,
sortear o saltar esperando no caer. El último relato es póstumo, publicado tras
el fallecimiento de Rezzori, muy desacreditado por la crítica especializada
como un “mero divertimento”8 y donde un viejo en la Italia de finales de los Sesenta se engancha a un
programa de televisión presentado por una bella periodista y donde la realidad es lo que aparecerá en la
pantalla, trasiego de la estupidez de la sociedad de masas con los medios de comunicación actuales.

Gregor von Rezzori, Un forastero en Lolitalandia, Reino de Redonda, 2012 [1993]

En su momento, al escritor Javier Marías le llamó la atención este relato


corto de Rezzori, escrito como reportaje para la revista Enquire en los años
Ochenta y decidió publicarlo en su editorial con traducción de Christian Martí-
Menzel. Se ofrece un recorrido a lo largo de los Estados Unidos que visitó en
sus viajes Vladimir Nabokov (Humbert Humbert) acompañado del más famoso
de sus personajes: Dolores Haze, Lolita. El libro supone el viaje en busca de una
verdad. Entre Nabokov y Rezzori hay ciertos paralelismos, aparte de la
admiración del segundo por el primero, principalmente la pérdida irremediable
del mundo que los vio nacer y crecer. Rezzori era lanzado:

«Me invadió el deseo de cruzar esos interminables espacios habitados, según


me imaginaba yo, por búfalos y rascacielos, pieles rojas en mustangs,
gángsteres con sus mujerzuelas, negros tocando jazz en sus saxofones y también
por Buster Keaton.»9

La edición de esta curiosa obra, pequeña con sólo 40 páginas, es muy cuidada. Zadie Smith y el
propio Javier Marías son los encargados de escribir prólogo y epílogo que sitúan a obra y autor en su
tiempo. Una auténtica rareza que nos demuestra el genio de Rezzori a la hora de describir lugares y
personajes pintorescos.

7
Gregor von Rezzori, Flores en la nieve. En La gran trilogía, Barcelona, Anagrama, 2009, pp. 886-887.
8
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/22/babelia/1408716015_756663.html
9
Gregor von Rezzori, Un forastero en Lolitandia. Madrid, Reino de Redonda, 2012, p. 37.

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Gregor von Rezzori, La gran trilogía, Anagrama, 2009.

Bajo el título La gran trilogía, la editorial Anagrama volvió a reunir en un


tomo nuevas revisiones y traducciones de Un armiño en Chernopol (trad.
Daniel Najmías), Memorias de un antisemita (trad. Juan Villoro) y Flores en
la nieve (trad. Joan Parra). El escritor, ensayista y amigo del autor, Claudio
Magris, es el encargado de escribir un prólogo sobre Rezzori y su obra.
Estamos ante un contundente tomo con la historia de Europa Central durante
los años de Entreguerras -y aún después- de la primera hasta la última página,
de la mano pseudoautobiográfica y los recuerdos de Rezzori. Historia y
memoria son pues los hilos conductores que dan sentido y unen los relatos en
esta trilogía.

Esta trilogía, aunque hay que recordar que Rezzori nunca pensó juntar las
tres obras dentro de una misma temática, comparte actores y ambientes comunes en casi todos los libros
del autor. Encontramos similitudes de argumentos, girando estos en torno a personajes desarraigados y al
recuerdo, el espíritu del epochenverschleppen o dolor del pasado que ya conocemos. Este espíritu entre
melancolía y olvido se resume, por ejemplo, en las palabras que el narrador ficticio introduce en el
prólogo de Un armiño en Chernopol: «Nadie hace otra cosa jamás que ir al encuentro de la propia
muerte […] Pues todos están perdidos en su soledad, los hombres y las ciudades.»10

Gregor von Rezzori, Caín. El último manuscrito, Sexto Piso, 2016 [2001.
Póstumo].

Rezzori dejó inconclusa una segunda parte de La muerte de mi hermano


Abel titulada como Caín. Editado al castellano en octubre de 2016 por Sexto
Piso, de nuevo con excelente traducción de José Aníbal Campos, en el libro
encontramos los mismos personajes y circunstancias del primero como el
escritor Aristides Subicz, incapaz de acabar su novela y testigo a su vez de una
época confusa y violenta que documental como un notario de la realidad.

De nuevo Rezzori introduce una crítica a las clases medias que


posibilitaron el nazismo, en la persistente herencia de este tras haber finalizado
la guerra, el triunfo del capitalismo y consumismo de corte norteamericano en
una Europa que ha perdido sus valores morales e históricos a lo largo del siglo
XX, desgarrada por la guerra y atroces sufrimientos. Todo ello queda de nuevo aderezado por la elegancia
de la escritura de Rezzori y su hondo sentido del humor, trágico pero lleno de ironía. También por el
tratamiento de los personajes que simbolizan todos ellos (Aristides, Schwab, Christa, Scherping, etc…)
las virtudes y defectos en esa Europa decadente y ruinosa de la posguerra donde se ambienta el peso del
libro.

10
Gregor von Rezzori, Un armiño en Chernopol. En La gran trilogía, Barcelona, Anagrama, 2009, p. 28.

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

Rezzori en Internet11

 Rezzori en la Wikipedia:

https://es.wikipedia.org/wiki/Gregor_von_Rezzori

 José Aníbal Campos y Juan Villoro, «Reír entre las ruinas» en Letras Libres
(2014):

http://www.letraslibres.com/mexico-espana/gregor-von-rezzori-reir-entre-las-
ruinas

 José Aníbal Campos, «Traduciendo a Gregor von Rezzori en su propia casa» en


El Trujumán. Revista Diaria de Traducción, 2014:

http://cvc.cervantes.es/trujaman/busqueda/resultadosbusqueda.asp?Ver=50&Pag
ina=1&Titulo=Traduciendo%20a%20Gregor%20von%20Rezzori%20en%20su
%20propia%20casa&OrdenResultados=2

 José Aníbal Campos, «Gregor von Rezzori y el “americanismo”» en Nexos


(2016):

http://www.nexos.com.mx/?p=30007

 Especial sobre Gregor von Rezzori en la revista Critica (2014):

http://revistacritica.com/contenidos-impresos/vigilia/un-armino-en-chernopol-
de-gregor-von-rezzori-andrea-landolfi

 Reseña de José María Guelbenzu de La gran trilogía para La Revista de Libros


(2009):

http://www.revistadelibros.com/articulos/gregor-von-rezzori-la-gran-trilogia

 Reseña de Juan Villoro de La muerte de mi hermano Abel para Babelia (El


País). 2016:

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/01/07/babelia/1452185592_781577.html

 Reseña de Rafael Narbona de La muerte de mi hermano Abel para El Cultural


(El Mundo). 2016:

http://www.elcultural.com/revista/letras/La-muerte-de-mi-hermano-Abel/37567

11
Todos los enlaces han sido revisados el 7-11-2016.

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GREGOR VON REZZORI: LA ESCRITURA, ÚLTIMO RECURSO DEL FRACASO

 Memorias de un antisemita en Radio Sefarad:

http://www.radiosefarad.com/memorias-de-un-antisemita-de-gregor-von-rezzori/

 Ernesto Hernández Busto, «Lotos alucinantes. Lectura de Gregor von Rezzori” en


Crítica (Revista Cultural de la Universidad de Puebla). 2014:

http://revistacritica.com/contenidos-impresos/ensayo-literario/lotos-alucinantes-
lectura-de-gregor-von-rezzori-por-ernesto-hernandez-busto

 Karina Sosa Castañeda, «Reminiscencia: Gregor von Rezzori» en blog Des/linde.


2016:

http://des-linde.com/2016/01/reminiscencia-gregor-von-rezzori/

 Carlos Losilla, «Gregor von Rezzori y el tiempo del Barroco» en blog O. 2015:

http://abcdefghijklmn-pqrstuvwxyz.com/gregor-von-rezzori-y-el-tiempo-del-
barroco/

 Frédéric Beaumont, «Nostalgie habsbourgeoise et bucovine interethnique chez


Joseph Roth et Gregor von Rezzori» en ROCSIR, Revista Romana de Studii
Culturale (pe Internet), 1-2, 2004:

https://www.academia.edu/236613/_Nostalgie_habsbourgeoise_et_Bucovine_inte
rethnique_chez_Joseph_Roth_et_Gregor_Von_Rezzori_

 Fundación Santa Maddalena (Donnini. Retiro para escritores dirigido por Beatrice
Monti della Corte, viuda de Gregor von Rezzori):

http://new.santamaddalena.org/

 Premio Gregor von Rezzori (Festival del Escritor. Florencia desde 2007):

http://www.premiovonrezzori.org/

 Artículo sobre los judíos de Chernovitz:

http://sefarad-asturias.org/wp/?p=996

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