El Arte de La Verdadera Curación - I Regardie
El Arte de La Verdadera Curación - I Regardie
El Arte de La Verdadera Curación - I Regardie
EL ARTE DE LA VERDADERA
CURACIÓN
El Arte de la
Verdadera Curación
Israel Regardie
Titulo del original inglés: THE ART OF TRUE HEALING
© de la edición inglesa: THE AQUARIAN PRESS (Londres)
1st Edition 1937
2nd Edition 1964 (Revised)
Paper Edition 1974
© para la lengua española, Luis Cárcamo, editor 1ra. Edición 1970
Traducción del inglés: D. Manuel Algora Corbí
Portada: Carlos Corcull
ISBN: 84-85.316-32-0
Depósito Legal: M. 8144-1980
Imprime: ARTIGRAFIA. S. A.
Tucán, 36- Madrid-25
Printed in Spain
En mi propia copia personal de la edición original, escribí la fecha en que la recibí... 1 abril
de 1937. Por tanto, más de un cuarto de siglo ha pasado desde que este pequeño libro
apareció. Juzgando por las muchas cartas que he recibido periódicamente desde todas las
partes de mundo, la respuesta a él me indica que mucha gente ha encontrado un uso
positivo para el método. Esto me agrada considerablemente, pues es lo que pretendía
entonces —aparte de la broma implicada de la inscripción.
He modificado el texto original con una ligera y discreta redacción, y he añadido una
pequeña sección sobre la oración. Esencialmente, sin embargo, no se ha cambiado. Esta
nueva edición sale para probar ser, espero, tan útil como lo ha sido la anterior.
CAPITULO I
Dentro de todo hombre y toda mujer hay una fuerza que dirige y controla el curso entero de
la vida. Usada apropiadamente, puede curar toda aflicción y todo mal a los que se halla
expuesta la humanidad. Toda religión afirma esto. Todas las formas de curación espiritual,
sin importar bajo qué nombre viajen, prometen la misma cosa.
Naturalmente que, sin la cooperación universal, tal ideal es imposible para toda la
humanidad. No obstante, cada uno puede comenzar para sí mismo la tarea de
reconstrucción.
La pregunta crucial es, pues, ¿cómo podemos percatarnos de esta fuerza? ¿Cuáles son su
naturaleza y sus propiedades? ¿Cuál es el mecanismo por el que podemos usarla?
Corrientes no Utilizadas
Es el uso dirigido de una fuerza tal el que es capaz de traer la salud al cuerpo y a la mente.
Cuando es dirigida, actúa como un imán. Con esto quiero decir que atrae, a quienquiera
que emplea estos métodos, justo aquellas necesidades de la vida, materiales o espirituales,
que urgentemente necesita, o que se requieren para su posterior evolución.
Siendo infinita esta fuerza vital, se concluye que el hombre debe estar saturado...
atravesado plenamente por fuerza espiritual. Constituye su ser superior, su vínculo con la
deidad, es Dios en el hombre. Toda molécula de su sistema físico debe estar empapada con
su energía dinámica. Cada célula del cuerpo la contiene en plenitud.
Nos enfrentamos así cara a cara con el problema que subyace a toda enfermedad. El
enigmático problema del agotamiento nervioso.
¿Qué es la fatiga?
¿Qué hombre se percata realmente de todos los procesos involuntarios que transcurren
dentro de él? ¿Quién es consciente del intrincado mecanismo de sus procesos mentales, de
aquellos por los que su comida es asimilada y digerida, de la circulación de su sangre, de la
distribución arterial de la nutrición a cada órgano corporal? Todos estos son procesos
puramente involuntarios. Lo son también hasta un alto grado sus resistencias a la vida. El
hombre se ha rodeado con una concha cristalizada de prejuicios y fantasías mal concebidas,
una armadura que no ofrece entrada a la luz de la vida externa.
¿Por qué asombrarse si se aflige? ¿Por qué asombrarse de que esté tan enfermo e impotente,
desvalido y pobre? ¿Por qué habría sorpresa en que el individuo corriente sea tan incapaz de
habérselas adecuadamente con la vida?
Los dos Primeros Pasos Fundamentales para la Salud
El primer paso hacia la libertad y la salud es una realización consciente del vasto
reservorio espiritual en el que vivimos, nos movemos, y tenemos nuestro ser.
Un esfuerzo intelectual repetido para hacer de esto una parte y parcela de la propia
perspectiva mental hacia la vida, derrumba automáticamente o disuelve algo de la dura e
inflexible concha de la mente. Y entonces la vida y el espíritu se vierten abundantemente.
La salud surge espontáneamente, y una nueva vida comienza cuando el punto de vista
sufre este cambio radical. Más aún, parecería que el entorno atrae justo a esa gente que
puede ayudar de diversos modos, y precisamente aquellas amenidades que fueron
esperadas por largo tiempo.
El segundo paso cae en una dirección ligeramente diferente: la respiración —un proceso
bien simple. Su necesidad surge del postulado siguiente: si la vida es sólo una,
omnipenetrante y omniabarcante, ¿qué más razonable que el que el mismo aire que
respiramos de un momento a otro esté altamente cargado de vitalidad?
Ritmo
Por lo tanto, al intentar sintonizarnos de nuevo con el poder espiritual inteligente que
funciona a través del mecanismo de la naturaleza, no intentamos copiar ciegamente, sino
adoptar inteligentemente sus métodos. Haced, pues, la respiración rítmica a ciertos
tiempos fijos del día cuando haya pocas posibilidades de ser molestado.
Cultivad sobre todo el arte de la relajación. Aprended a dirigiros a cada músculo tenso
desde las puntas de los pies a la cabeza mientras yacéis sobre vuestra espalda en la cama.
Decidles deliberadamente que suelten su tensión y cesen su contracción inconsciente.
Pensad en la sangre fluyendo copiosamente a cada órgano en respuesta a vuestro mandato,
llevando la vida y la nutrición a todas partes, produciendo un estado de salud
resplandeciente, radiante. Sólo después de que estos procesos preliminares hayan sido
realizados, deberéis comenzar con vuestra respiración rítmica, lentamente y sin prisa.
Gradualmente, conforme la mente se acostumbre a la idea, los pulmones tomarán el ritmo
espontáneamente.
En unos poco minutos se habrá hecho automático. Todo el proceso se vuelve entonces
extremadamente simple y agradable.
Simple como es, el ejercicio no debe ser menospreciado. Es sobre el dominio de esta técnica
tan sencilla que se apoya en el resto del sistema. Amaestradla primero.
Dentro, por tanto, hay cierto aparato psíquico por el cual pueden ser asimiladas y digeridas
indiscriminadas corrientes cósmicas de energía, siendo por tanto su voltaje descendido o
ajustado al nivel humano. El proceso de percatarse de su aparato psíquico, y usar la energía
que genera, es parte integral de este sistema curativo. Es mi creencia que la oración y los
métodos contemplativos emplean inconscientemente estos centros internos. De aquí que
seríamos más sabios y mucho más eficientes en emplear deliberadamente para nuestros
propios fines este poder espiritual, y los centros a través de los que fluye.
Llamemos a estos últimos, por el momento, órganos psicoespirituales, de los cuales hay
cinco mayores. Puesto que debemos nombrarlos, por cuanto que la mente humana gusta de
clasificar y tabular las cosas, permítaseme darles los títulos menos comprometidos
imaginables, de modo que no pueda oponérseles ningún sistema de prejuicios. Por
conveniencia, al primero lo podemos llamar Espíritu, al segundo Aire, a los siguientes
Fuego, Agua y Tierra.
Similarmente, existe una correspondencia natural entre estos centros y varias partes del
cuerpo.
El axiomático en este sistema que hay tres mecanismos o medios principales por los que
podemos percatarnos de estos centros, para despertarlos de su estado durmiente, de modo
que puedan funcionar dentro apropiadamente: los tres medios son pensamiento, color y
sonido. La mente debe concentrarse en la supuesta posición de estos centros uno por uno.
Entonces deben entonarse y vibrarse ciertos nombres que deben considerarse como ritmos
vibratorios. Finalmente, cada centro ha de visualizarse como teniendo un color y una forma
particulares. La combinación de estos tres agentes despierta gradualmente los centros a
partir de su latencia.
En primer lugar, la posición de los centros, tal como se muestra diagramáticamente, debe
memorizarse. Deben estimularse a la actividad sentándose o tumbándose sobre la espalda
en un estado perfectamente relajado.
Las manos pueden recogerse en el regazo o bien, con los dedos cruzados, permitirse
descansar sueltamente bajo el plexo solar. Debería inducirse la calma de la mente, y varios
minutos dedicados a la respiración rítmica deberían resultar en la sensación de una suave
ondulación sobre el diafragma.
Imaginad después por encima de la región coronal de la cabeza una bola o esfera de luz
blanca brillante. No forcéis a la imaginación para que visualice la esfera de luz. La fuerza
sólo resultaría en el desarrollo de tensión neuromuscular, y esto impediría nuestro
propósito. Hágase tranquila y fácilmente. Si la mente vaga, como de hecho lo hará, esperad
un momento o dos y volvedla atrás suavemente. Al mismo tiempo, vibrad o entonad la
palabra Eheieh, pronunciada como E-he-ie.
Después de unos pocos días de práctica será fácil imaginar al nombre vibrando por encima
de la cabeza en el centro llamado Espíritu. Esta es la divinidad inmanente o que cubre a
cada uno de nosotros, el ser espiritual básico del que todos podemos extraer. Eheieh
significa literalmente YO SOY, y este centro representa la conciencia interna del YO
SOY.
El nombre debería ser entonado durante las primeras pocas semanas de práctica en un tono
de voz moderadamente audible y sonoro. Conforme se adquiere destreza, la vibración
puede practicarse en silencio, siendo el nombre imaginado y situado mentalmente en el
centro. Si la mente tiende a vagar, la repetición frecuente de la vibración se encontrará de
gran ayuda para la concentración.
Habiendo dejado aquí descansar a la mente por unos cinco minutos, en los que se verá
fulgir y centellear, imaginad que emite hacia abajo una banda blanca a través del cráneo y
el cerebro, deteniéndose en la garganta. Aquí se expande para formar una segunda bola de
luz, que debería incluir una gran parte de la cara hasta, e incluyendo, las cejas. Si la laringe
se concibe como el centro de la esfera, entonces la distancia desde ella a la vértebra cervical
en la parte de atrás del cuello será aproximadamente el radio. Naturalmente que esta
dimensión variará con gente diferente. Debe proseguirse una técnica similar con esta esfera
(a la que llamamos el centro de Aire) a la que se hizo con la anterior. Debería ser formulada
fuerte y vivamente como una esfera centelleante de luz blanca brillante, resplandeciendo y
fulgiendo desde dentro.
El nombre a vibrar es Jehovah Elohim... pronunciado como Ye-ho-vo E-lo-him. Una palabra
o dos podrían no estar de más en este punto con relación a los nombres. En realidad son
nombres adscritos a Dios en varias partes del Antiguo Testamento. La variedad y
variación de estos nombres son atribuidas a diferentes funciones divinas. Cuando actúa de
cierta manera, Él es descrito por los escribas bíblicos por un nombre. Cuando hace otra
cosa, se usa otro nombre más apropiado a Su acción. El sistema que estoy describiendo
ahora tiene sus raíces en la tradición mística hebrea.
Sus innovadores antiguos fueron hombres de exaltadas aspiraciones religiosas y genio.
Cabe esperar que fuera proyectada por ellos una base religiosa en este sistema psicológico
científico. Pero debe explicarse que para nuestros propósitos del presente día no se implica
connotación religiosa alguna por mi uso de estos nombres divinos bíblicos. Cualquiera
puede usarlos sin suscribirse en lo más mínimo a las antiguas opiniones religiosas... sea él
judío, cristiano, hindú, budista, o ateo. Es un sistema puramente empírico que tiene éxito a
pesar del escepticismo o la fe del operador.
Nosotros podemos considerar hoy estos nombres sagrados en una luz enteramente
diferente y práctica. Son notas clave de diferentes constituyentes de la naturaleza del
hombre, puertas de entrada a otros tantos niveles de esa parte de la psique de la cual
somos normalmente inconscientes. Son frecuencias vibratorias o firmas simbólicas de los
centros psicofísicos que estamos describiendo. Su uso como notas-clave vibratorias,
despierta a la actividad los centros con los que su frecuencia se halla en simpatía,
transmitiendo a nuestra conciencia algún reconocimiento de los varios niveles del lado
espiritual inconsciente de nuestras personalidades. De aquí que el verdadero significado
religioso no nos concierna. Ni su traducción literal.
Para referirnos de nuevo al centro de Aire en la garganta, que los sonidos vibratorios sean
entonados un número de veces, hasta que su existencia sea reconocida y sentida
claramente como una experiencia sensoria definida. No hay confusión posible en la
sensación de su despertar. Debería emplearse en formularla, y para los centros siguientes,
aproximadamente el mismo tiempo que el que fue dedicado a la contemplación de la esfera
coronal. Habiendo pasado a este período, déjese descender desde ella, con la ayuda de la
imaginación, una banda de luz.
Descendiendo a la región del plexo solar, justo debajo del esternón o hueso del pecho, la
banda se expande de nuevo para formar una tercera esfera. Esta es la posición del centro de
Fuego. La atribución del fuego a este centro es particularmente apropiada, porque el
corazón se halla notoriamente asociado con la naturaleza emocional, con el amor y los
sentimientos superiores. ¿Cuán frecuentemente no hablamos de una ardiente pasión, y de
la llama del amor, y demás? El diámetro de esta esfera cardíaca de alrededor debería ser tal
como para extenderse desde la parte frontal del cuerpo hasta la espalda. Vibrad aquí el
nombre Jehovah Eloah ve-Daas, pronunciado como Ye-hoh-vo E-loh ve-Da-as.
Tened cuidado de que la entonación vibre bien dentro de la esfera blanca formulada. Si esto
se hace, se sentirá al punto de emanar una radiación de calor desde el centro, estimulando
suavemente todas las partes y órganos de alrededor.
Puesto que la mente funciona en y a través del cuerpo, siendo coextensiva con él, las
facultades mentales y emocionales son estimuladas igualmente por el flujo dinámico de
energía desde los centros. La dura barrera erigida entre la conciencia y el inconsciente, un
tabique blindado que impide nuestra expansión libre y obstaculiza el desarrollo espiritual,
se disuelve lentamente. Conforme pasa el tiempo y la práctica continúa, puede desaparecer
completamente, y la personalidad adquiere gradualmente integración y plenitud. Así la
salud se expande a cada función de la mente y el cuerpo, y la felicidad aparece como una
bendición permanente.
Continuad la banda hacia abajo desde el plexo solar hasta la región pélvica, la región de
los órganos generativos. Aquí también, ha de visualizarse una esfera radiante,
aproximadamente de las mismas dimensiones que la superior. Aquí también ha de
entonarse un nombre para producir una rápida vibración en las células y moléculas del
tejido de esa región. Shaddai El Chai debe pronunciarse Sha-dai El Cjai. A la mente debe
permitírsela detenerse en la formulación imaginativa por algunos minutos, visualizando la
esfera como de una brillantez blanca. Y cada vez que la mente vague desde tal brillantez,
como al principio estará obligada a hacerlo, dejadla volver suavemente por vibraciones
repetidas y poderosas del nombre.
A partir de este sumario tan breve y conciso se verá que cada uno de estos centros tiene
una especie de afinidad o simpatía con un constituyente espiritual diferente.
Para empezar, enviemos de nuevo la mente hacia arriba a la esfera coronal, imaginándola
que está en un estado de vigorosa actividad. Esto es, gira rápidamente, absorbiendo
energía espiritual del espacio circundante, transformándola de tal modo que resulta
asequible para el uso inmediato en cualquier actividad humana. Imaginad después que tal
energía transformada fluye, como un manantial, hacia abajo por el lado izquierdo de la
cabeza, el lado izquierdo del tronco y la pierna izquierda.
De este modo, retorna a la fuente de la que surgió, el centro coronal, la fuente humana de
toda energía y vitalidad, habiendo sido establecido así un circuito eléctrico cerrado.
Naturalmente que esta circulación es visualizada como persistiendo dentro del cuerpo más
que viajando alrededor de la periferia del contorno físico. Es, por decirlo así, una circulación
psíquica interior más que una puramente física.
Déjese que esta circulación, una vez establecida firmemente por la mente, fluya llanamente
por algunos segundos al ritmo de la respiración, de modo que el circuito haya sido recorrido
aproximadamente media docena de veces —o incluso más, si se desea. Repetidlo entonces
en una dirección ligeramente diferente. Visualidad el flujo vital moviéndose desde el centro
coronal de por encima de la cabeza, hacia abajo por el frente de la cara y del cuerpo.
Después de haber vuelto hacia atrás bajo las plantas de los pies, asciende por la espalda en
un anillo bastante amplio de energía vibrante.
El efecto general de estos dos movimientos será el de establecer en, y alrededor, de la forma
física un contorno ovoide de substancia y poder que circulan libremente.
Puesto que la energía espiritual que manejamos con esta técnica es extremadamente
dinámica y cinética, irradia en todas direcciones, extendiéndose hacia fuera hasta una
distancia apreciable. Es esta radiación la que forma, colorea, e informa, la esfera ovoide de
sensación que no coincide con la forma o dimensión del armazón físico. La percepción
general y la experiencia sostienen que la esfera de luminosidad y magnetismo se extiende
hacia fuera hasta una distancia más o menos idéntica a la longitud del brazo extendido. Y
es dentro de este aura, como la llamamos, que existe el nombre físico como una almendra
dentro de su cáscara.
Circular la fuerza admitida en el sistema por los anteriores ejercicios mentales equivale a
cargarlo en grado considerable con vida y energía en cada departamento de su naturaleza.
Naturalmente que esto debe ejercer un efecto considerable, en lo que se refiere a la salud en
general, sobre la almendra encerrada adentro.
El método final de circulación semeja más bien la acción de una fuente. Así como el agua
es forzada o subida a través de una tubería hasta que sale en chorro por arriba, cayendo en
spray a todos los lados, igual lo hace el poder dirigido por esta última circulación. Enviad la
mente hacia abajo al centro de Tierra, imaginando que es la culminación de todos los otros,
el receptáculo de todo poder, el almacén y terminal de la fuerza vital que ingresa. Imaginad
entonces que este poder asciende o es absorbido por la banda hasta que se desborda
violentamente y cae dentro de los confines del aura ovoide. Cuando ha descendido a los
pies, es recogida y concentrada de nuevo en el centro de Tierra, en preparación a ser
enviada de nuevo hacia arriba por la banda.
Habiéndose obtenido un grado de relajación adecuado, los pies del paciente se cruzan por
los tobillos, y sus dedos se entrelazan para descansar ligeramente por encima del plexo
solar. El operador o curador se sienta entonces al lado derecho de la persona si el paciente
fuera diestro —viceversa para un paciente zurdo. Poniendo su mano derecha suavemente
en el plexo solar bajo las manos unidas del paciente, y su mano izquierda en la cabeza del
paciente, se establece al punto una forma de rapport. En pocos minutos se establece una
libre circulación de magnetismo y vitalidad, rápidamente discernible tanto por el paciente
como por el curador.
La actitud del paciente debería ser de absoluta receptividad a la fuerza que ingresa —
automática, si él tuviera confianza y fe inamovibles en la integridad y habilidad del
operador. El silencio y la calma deben mantenerse por un rato, después del cual, el operador
realiza en silencio la práctica del Pilar del Medio, manteniendo todavía su contacto físico
con el paciente. Sus centros espirituales despiertos actúan sobre el paciente por simpatía.
Un despertar similar se introduce en la esfera del paciente, y sus centros finalmente
empiezan a operar y a arrojar una equilibrada corriente de energía adentro de su sistema.
Incluso aunque el operador no vibre los nombres divinos audiblemente, el poder que fluye a
través de sus dedos establece una actividad que con seguridad producirá algún grado de
actividad sanadora dentro del paciente. Sus centros psicoespirituales son excitados
simpáticamente a la asimilación y a la proyección activas de la fuerza de modo que, sin
ningún esfuerzo consciente por su parte, su esfera es invadida por el poder divino de
curación y de vida. Cuando el operador llega al punto de la circulación, emplea su facultad
interna de visualización, un verdadero poder mágico sin duda, de forma que las
aumentadas corrientes de energía fluyen no sólo a través de su propia esfera, sino también
a través de la de su paciente. La naturaleza de este rapport empieza a sufrir ahora un
cambio sutil. Mientras que anteriormente existía una estrecha simpatía, y una estructura
armoniosa de la mente mantenida mutuamente, durante y después de la circulación hay
una verdadera unión y entremezcla de los dos campos de energía. Ellos se unen para formar
una sola esfera continua conforme procede el intercambio y la transferencia de energía
vital.
Este último paso le permitirá al estudiante poner en operación factores dinámicos que hay
dentro de la psique humana, que le ayudarán en la producción del resultado deseado.
El primer paso como hemos visto es un ejercicio psicofísico. El estudiante debe aprender
cómo relajarse, cómo soltar el agarrotamiento crónico de tensión neuromuscular que hay en
su cuerpo. Cada tensión involuntaria, en cualquier grupo de músculos o tejidos en
cualquier área del cuerpo, debe ser llevada al alcance de su percepción consciente. La
percepción es la llave mágica por la que esa tensión puede ser literalmente fundida y
disuelta. Para esto sólo se necesita una pequeña práctica, y la destreza se obtiene muy
rápidamente. La conclusión importante que sigue a la relajación física es que la mente
misma en todos sus departamentos y ramificaciones pasa por una relajación similar.
La tensión psíquica y la inflexibilidad somática son las grandes barreras que impiden
realizar la omnipresencia del cuerpo de Dios. Ellas realmente le impiden a uno percatarse
de la presencia continua de la fuerza vital, la dependencia de la mente sobre —incluso la
identidad final— con la Mente Universal, el Inconsciente Colectivo. Habiendo sido
eliminadas las insignificantes barreras de la mente, y fluyendo la vida a través de su
extensa organización, nos hacemos conscientes casi inmediatamente del Principio
dinámico que compenetra y atraviesa todas las cosas.
Este paso es sin duda la fase más importante en la aplicación de estas técnicas
psicoespirituales.
Igual sucede con el hombre. Podemos sintonizarnos con el Infinito más rápidamente a
través del mecanismo de encender los centros internos, las propias válvulas de radio del
hombre. Cuando el aparato de radio es operativo, la corriente divina puede ser disparada a
través del aparato de varios modos, hasta que tanto el cuerpo como la mente resultan
poderosamente vitalizados, y fuertes con la energía espiritual.
Pero todo esto es meramente preparatorio. El aparato de radio puede estar encendido, los
condensadores y transformadores y antena en perfecta operación —pero ¿qué queremos
hacer con él? Igual sucede aquí. Necesitamos dinero. La enfermedad está presente. O
tenemos rasgos morales o mentales indeseables —o qué no. En la utilización de esta
energía espiritual tenemos que elevar nuestras mentes de tal modo, que el deseo de nuestro
corazón se realice automáticamente sin prácticamente esfuerzo alguno. El ansia, el deseo
del corazón, la meta a alcanzar, deben mantenerse firmemente en la mente, vitalizada por
el poder divino, pero impulsada hacia delante en el universo por la intensidad ígnea de toda
la exaltación emocional de la que somos capaces. La oración es por lo tanto indispensable.
Oración, no sólo como una petición a algún Dios fuera del Universo, sino oración
concebida como el estímulo espiritual y emocional calculado para producir una
identificación o realización de nuestra propia Deidad. La oración, realizada sinceramente,
movilizará todas las cualidades del ser, y el fervor interno que despertará, reforzará el
trabajo hecho previamente. Dará éxito como un resultado casi infalible. Porque en tal caso,
el éxito no llega por el propio esfuerzo humano, sino porque Dios trae el resultado. El fervor
y la exaltación emocional le permiten a uno realizar la divinidad interna, que es el factor
espiritual que lleva nuestros deseos a un inmediato y completo cumplimiento.
Pero me pregunto si la oración de la variedad tranquila, no emotiva, tiene algún valor aquí.
Esta petición a sangre fría no encuentra lugar dentro de las más elevadas concepciones de
la consecución espiritual. Un antiguo metafísico dijo una vez: «Inflamaos con la oración».
Aquí está el secreto. Debemos orar de modo que todo nuestro ser se inflame con una
intensidad espiritual ante la cual nada pueda resistirse. Todas las ilusiones y todas las
limitaciones se disuelven manifiestamente ante este fervor. Cuando el alma arde
literalmente, se consigue la identidad espiritual con Dios. Entonces se alcanza sin esfuerzo
el deseo del corazón —porque Dios lo hace. El ansia se convierte en hecho— hecho
objetivo, fenomenal, para que
todos lo vean.
¿Qué oraciones, pues, deberían emplearse para elevar la mente a esta intensidad, para
despertar el fervor emocional del que se dijo «inflamaos en la oración»? Concibo que ese es
un problema a ser resuelto por cada uno por sí mismo. Todo hombre y mujer tiene alguna
idea sobre la oración que, cuando se sostiene, le inflamará a la realización interna. Alguna
gente usará un poema que siempre ha tenido el efecto de exaltarles. Otros usarán el Padre
Nuestro, o puede que el Salmo 23. Y así para todos los tipos posibles. Para mí mismo
prefiero el uso de algunos himnos arcaicos conocidos como invocaciones, pero que son
oraciones no obstante, que ciertamente tienen sobre mí el efecto deseado de hacer surgir el
potencial emocional necesario. En la esperanza de que pudieran ser útiles a otros, añado
aquí un par de fragmentos, estando compuesto el primero a partir de versículos de varias
escrituras.
«Yo soy la Resurrección y la Vida. Quienquiera que crea en mí, aunque esté muerto,
vivirá, y quienquiera que viva y crea en mí tendrá vida eterna. Yo soy el Primero, y soy el
Ultimo. Yo soy El Que vive y estuvo muerto —¡Pero escuchad! Yo estoy vivo para
siempre, y sostengo las llaves del infierno y de la muerte. Porque sé que mi Redentor vive y
que él permanecerá sobre la Tierra en el último día. Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida.
Ningún hombre llega al Padre si no es por mí. Yo soy el Purificado. He pasado a través de
las puertas de la oscuridad hacia la luz. He peleado sobre la tierra para el bien. He
terminado mi trabajo. He entrado en lo invisible.»
«Yo soy el Sol que se eleva, habiendo pasado a través de la hora de la nube y de la noche.
Yo soy Amón, el Oculto, el que inaugura el día. Yo soy Osiris Onnofris, el Justificado, el
Señor de la Vida, triunfante sobre la muerte. No hay parte de mí que NO sea de los
Dioses. Yo soy El Que Prepara el Sendero. El Que Rescata para la Luz. Que la Blanca
Luz del Espíritu Divino Descienda.»
El segundo Fragmento es algo diferente del anterior aunque ambos tienen un efecto
personal similar cuando se repiten lentamente, se meditan, y se sienten intensamente. Esta
segunda oración consta de dos partes —siendo la primera una suerte de petición al Ser
divino superior, mientras que la segunda habla de la realización de la identidad con él.
«Yo te invoco, el No Nato. Tú que creaste la Tierra y los Cielos. Tú que creaste la
Noche y el Día. Tú que creaste la Oscuridad y la Luz. Tú eres el Hombre Hecho Perfecto,
que ningún hombre ha visto nunca. Tú eres Dios, y Dios verdadero. Tú has distinguido
entre el justo y el injusto. Tú hiciste la hembra y el macho. Tú produjiste la semilla y el
fruto. Tú formaste a' los hombres para amarse uno a otro y odiarse uno a otro. Tú
produjiste la humedad y la sequedad, y Aquello que nutre todas las cosas creadas.»
La segunda mitad debería seguir sólo después de una larga pausa en la que uno intenta
realizar qué es lo que la oración ha afirmado, y que está elevando a la mente a una
apreciación de la secreta Divinidad oculta interna, que es la creadora de todas las cosas.
«Este es el Señor de los Dioses. Este es el Señor del Universo. Este es Aquél a quien
temen los vientos. Este es Aquél, que habiendo hecho la voz por su mandato, es Señor de
todas las cosas, rey, rector, y ayuda. Escúchame y haz que todos los espíritus estén
sometidos ante mí, de modo que todo espíritu del firmamento y del éter, sobre la tierra y
bajo la tierra, en terreno seco y en el agua, del aire en remolino y del fuego en embestida, y
cada hechizo y azote de Dios el Vasto, pueda ser hecho obediente ante mí.»
« Yo soy El, el Espíritu No Nato, que tiene vista en los pies, el Fuego fuerte e inmortal.
Yo soy Él, la Verdad. Yo soy El Que odia que el mal se extienda en el mundo. Yo soy El
Que ilumina y atruena. Yo soy Aquél del cual es la lluvia de la Vida de la Tierra. Yo soy
Aquél cuya boca siempre flamea. Yo soy Él, la Gracia del Mundo. Mi Nombre es el
Corazón Ceñido con una Serpiente.»
Estos fragmentos de oración sólo se sugieren, y han de usarse o rechazarse conforme cada
estudiante lo sienta adecuado. Operan para mí —pueden operar en el caso de otros
estudiantes, o no, según sea el caso.
CAPITULO V
Aparte de la terapia, hay otros usos de la técnica del Pilar del Medio, como ya he sugerido
anteriormente. El estudiante emprendedor adivinará sus propios usos.
Puede ser que por varias razones ciertas necesidades de la vida, bien físicas o espirituales,
le hayan sido negadas a uno —con un consiguiente efecto entumecedor sobre el carácter y
el resultado de un sentimiento de frustración. Esto último tiene siempre un efecto
depresivo e inhibitorio sobre la mente humana, produciendo indecisión, ineficacia e
inferioridad. No hay ninguna necesidad real de que hayan frustraciones o inhibiciones
indebidas en nuestras vidas. Una cierta cantidad es inevitable sin duda. Mientras seamos
humanos es cierto que en alguna medida hemos de estar impedidos en nuestros esfuerzos
por expresar plenamente el ser interno, experimentando así algún grado de frustración.
Pero cualquier medida anormal o sentido persistente de impedimento y frustración puede
ser tratado, y, con estos métodos espirituales y mentales, eliminado.
Si este procedimiento es defendible moralmente, es una cuestión que no deseo discutir con
largura, aunque sé que surgirá. Pero la respuesta es breve.
Cualesquiera facultades que tengamos están para usarse, y usarse tanto para nuestra
propia ventaja como para la de otros. Si estamos en un estado de constante fricción
mental, frustración emocional, y pobreza excesiva, dejo de ver de qué modo podemos servir
tanto a nosotros como a nuestros compañeros. Eliminad primero estas restricciones,
mejorad las facultades mentales y emocionales de modo que la naturaleza espiritual sea
capaz de penetrar a través de la personalidad y manifestarse de modo práctico; entonces
estaremos en situación de ser de algún servicio a aquellos con los que entramos en
contacto. La estimulación preliminar de los centros psicoespirituales, y la formulación
posterior, clara y vívidamente, de nuestras demandas al universo, es capaz de atraer casi
cualquier cosa requerida, siempre que, naturalmente, esté dentro de los límites de la razón
y la posibilidad.
Saturno: Gente anciana y planes antiguos. Las deudas y su pago. Agricultura, bienes
inmuebles, muerte, testamentos, estabilidad, inercia. Color positivo: índigo; negativo:
negro. Jehovah Elo-him, pronunciado Ye-ho-vo E-lo-him.
Marte: Energía, prisa, ira, construcción o destrucción (según la aplicación), peligro, cirugía.
Vitalidad y magnetismo. Fuerza de voluntad. Colores positivo y negativo: rojo brillante.
Elohim Gibor, pronunciado E-lo-him Yi-bor.
Sol: Superiores, patrones ejecutivos, oficiales. Poder y éxito. Vida, dinero, mejoras de
todas clases. Iluminación, imaginación, poder mental. Salud. Color positivo: naranja; color
negativo: amarillo u oro. Jehovah Eloah ve-Daas, pronunciado Ye-ho-vo E-lo ve-Da-as.
Venus: Asuntos sociales, afectos y emociones, mujeres, gente joven. Todos los placeres y
artes, música, belleza, extravagancia, lujo, autoindulgencia. Ambos colores: verde
esmeralda. Jehovah Tzavoos, pronunciado Ye-ho-vo Tsa-vo-os.
Luna: Público en general, mujeres. Reacciones del sentir. Viajes cortos y mudanzas.
Cambios y fluctuaciones. La personalidad. Color positivo: azul; color negativo: marrón
purpúreo. Sha-dai El Chai.
Estas son, muy brevemente, las atribuciones de los planetas bajo las que casi todo y cada
tema en la naturaleza pueden clasificarse. Esta clasificación es extremadamente útil
porque simplifica enormemente la tarea del desarrollo físico y espiritual. Sería mejor que
antes de concluir pusiera unos pocos ejemplos simples y elementales para ilustrar la
función y método de empleo de estas correspondencias.
Supongamos que estoy ocupado en ciertos estudios que requieren libros que no son
fácilmente asequibles a partir de los libreros. A pesar de mis demandas por ellos, a pesar de
anunciarlo ampliamente y de mi deseo de pagar por ellos un precio razonable, mis esfuerzos
no tienen provecho. El resultado es que por el momento mis estudios están interrumpidos.
Este retraso llega hasta el punto en que es excesivo e irritante, y decido usar mis propios
métodos para acabarlo. A ciertos intervalos prescritos, preferiblemente al levantarme por la
mañana y antes de retirarme a dormir por la noche, practico la respiración rítmica y el Pilar
del Medio. Por estos métodos he hecho asequibles enormes cantidades de poder espiritual,
y he transformado el Inconsciente en un poderoso acumulador, preparado para proyectar o
atraer poder para cumplir mi necesidad. Círculo éste a través del sistema áurico.
Todas las fuerzas del universo son imaginadas convergiendo sobre mi esfera, atrayendo
hacia mí justo esos libros, documentos, críticas, amigos y demás, necesarios para proseguir
mi trabajo. Inevitablemente, después de un trabajo persistente y concentrado, oigo por
amigos o libreros, como por casualidad, tal parecería, que estos libros están disponibles. Se
procuran introducciones a la gente adecuada, y a la larga mi trabajo es asistido. Los
resultados ocurren sin embargo de un modo perfectamente natural. Uno no debe
imaginarse que el uso de estos métodos contraviene las leyes conocidas de la naturaleza y
que ocurrirá un fenómeno milagroso. Lejos de ello. No hay nada en ello que sea
sobrenatural. Estos métodos están basados en el uso de principios psíquicos normalmente
latentes dentro del hombre, y que todos poseen. Ningún individuo es único a este respecto.
Y el uso de estos principios psíquicos trae resultados a través de canales bastantes
normales, pero insospechados.
Por otra parte, si deseara ayudar a un colega que tiene aspiraciones literarias pero que en
cierta situación encuentra su estilo entumecido y el flujo libre de ideas inhibido, yo debería
alterar mi método sólo en un punto particular. En vez de usar el naranja como antes,
debería visualizar el aura de un color amarillo o dorado, aunque el nombre vibratorio sería el
mismo. De nuevo, en vez de imaginar que las fuerzas universales tienen un movimiento
centrípeto hacia mi esfera, debería intentar realizar que las fuerzas mercuriales,
despertadas dentro de mí por la visualización del color y por la vibración, son proyectadas
desde mí hacia mi paciente. Si él, también, permanece tranquilo y meditativo a la misma
hora, mi ayuda resultará más poderosa puesto que él asistirá conscientemente a mis
esfuerzos con una meditación similar. Pero no es necesario insistir sobre esto. Pues, como
lo muestran los experimentos telepáticos, la mayor parte de las impresiones del receptor
son recibidas inconscientemente. Por lo tanto, en el caso del paciente, su propia psique
inconsciente captará automáticamente, y de necesidad, la inspiración y el poder que yo le
haya enviado telepáticamente in absentia.
Este sistema combina la sugestión telepática con la comunicación dirigida del poder vital.
Yo me opongo fuertemente a esos apologistas parciales que mantienen en teoría una
facultad para detrimento de la otra. Algunos niegan la sugestión o la telepatía, y arguyen
demasiado entusiásticamente a favor del magnetismo vital.
Igualmente, cada uno está en lo correcto en algunos respectos y en cierto número de casos;
hay un lugar para ambos en la economía natural de las cosas. Los recursos de la naturaleza
son lo suficientemente grandes y extensos como para admitir la existencia mutua de
ambos, y de innumerables otros poderes también.
Recordando entonces que una visión y actitud generosas hacia la vida es una cualidad
jupiteriana, me rodearía con una esfera azul, vibrando al mismo tiempo frecuente y
poderosamente el nombre divino El. Depende enteramente de la familiaridad y destreza
propias con el sistema el que los nombres sean vibrados silenciosa o audiblemente. Pero,
por cualquiera de ambos caminos, poderosas corrientes Jupiterianas compenetrarán mi ser.
Visualizaría incluso cada célula bañada en un océano azul, e intentaría imaginar
corrientes, que invaden mi esfera desde cada dirección, de modo que todo mi pensamiento y
mi sentimiento estén literalmente en términos de azul. Lentamente, una sutil
transformación tiene lugar.
Esto es, si yo fuera realmente sincero, deseoso de corregir mis faltas, y si intentara llegar a
ser lo suficientemente generoso como para realizar la práctica con fe y a menudo.
De igual manera, si un amigo o paciente sufriera de un vicio similar en él, y apelase a mí
por ayuda, usaría en este caso un color positivo para la proyección.
Formularía mi esfera como una activa y dinámica esfera púrpura, rica y real en color, y
proyectaría su influencia generosa, curadora y fecunda, sobre su mente y su personalidad.
Con el tiempo la falta sería corregida a su satisfacción, y estimularía así su naturaleza
espiritual.
Y así siempre con todo lo demás. Estos pocos ejemplos, estoy seguro, habrán mostrado la
aplicación de los métodos.
Cualquier cosa de valor y que deba tener éxito requiere una gran cantidad de trabajo y
perseverancia. La técnica del Pilar del Medio no es una excepción, ciertamente.
Cuando, sin embargo, el ideal se realiza como deseable, entonces el valor de este método se
realizará también como supremamente efectivo para ese fin.