El Arte de La Verdadera Curación - I Regardie

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ISRAEL REGARDIE

EL ARTE DE LA VERDADERA
CURACIÓN

El Arte de la
Verdadera Curación

Israel Regardie
Titulo del original inglés: THE ART OF TRUE HEALING
© de la edición inglesa: THE AQUARIAN PRESS (Londres)
1st Edition 1937
2nd Edition 1964 (Revised)
Paper Edition 1974
© para la lengua española, Luis Cárcamo, editor 1ra. Edición 1970
Traducción del inglés: D. Manuel Algora Corbí
Portada: Carlos Corcull

ISBN: 84-85.316-32-0
Depósito Legal: M. 8144-1980
Imprime: ARTIGRAFIA. S. A.
Tucán, 36- Madrid-25
Printed in Spain

Digitalizador: Guillermo. Olenchuk Peña (Aeth+Ophis)


PREFACIO
a la 2da. Edición inglesa
(revisada), 1964

En mi propia copia personal de la edición original, escribí la fecha en que la recibí... 1 abril
de 1937. Por tanto, más de un cuarto de siglo ha pasado desde que este pequeño libro
apareció. Juzgando por las muchas cartas que he recibido periódicamente desde todas las
partes de mundo, la respuesta a él me indica que mucha gente ha encontrado un uso
positivo para el método. Esto me agrada considerablemente, pues es lo que pretendía
entonces —aparte de la broma implicada de la inscripción.

He modificado el texto original con una ligera y discreta redacción, y he añadido una
pequeña sección sobre la oración. Esencialmente, sin embargo, no se ha cambiado. Esta
nueva edición sale para probar ser, espero, tan útil como lo ha sido la anterior.
CAPITULO I
Dentro de todo hombre y toda mujer hay una fuerza que dirige y controla el curso entero de
la vida. Usada apropiadamente, puede curar toda aflicción y todo mal a los que se halla
expuesta la humanidad. Toda religión afirma esto. Todas las formas de curación espiritual,
sin importar bajo qué nombre viajen, prometen la misma cosa.

Incluso el psicoanálisis emplea este poder, aunque indirectamente, usando la palabra


libido, ahora popular. Y es que la introspección crítica y la comprensión que trae hacia la
psique libera tensiones de varias clases, y a través de esta liberación, el poder curador
latente, interno, y natural al sistema humano, opera más libremente. Cada uno de estos
sistemas se propone enseñarles a sus devotos métodos técnicos de pensamiento, o
contemplación, u oración, que, de acuerdo con los términos a priori, de sus propias
filosofías, renovarán sus cuerpos y transformarán todo su entorno.

Ninguno o pocos de ellos, sin embargo, cumplen realmente de un modo completo la


elevada promesa hecha al comienzo. Parece haber poca comprensión de los medios
prácticos por los que las fuerzas espirituales que subyacen al universo y compenetran toda
la naturaleza del hombre, pueden ser utilizadas y dirigidas hacia la creación de un nuevo
cielo y una nueva tierra.

Naturalmente que, sin la cooperación universal, tal ideal es imposible para toda la
humanidad. No obstante, cada uno puede comenzar para sí mismo la tarea de
reconstrucción.

La pregunta crucial es, pues, ¿cómo podemos percatarnos de esta fuerza? ¿Cuáles son su
naturaleza y sus propiedades? ¿Cuál es el mecanismo por el que podemos usarla?

Corrientes no Utilizadas

Como antes he dicho, diferentes sistemas han desarrollado procesos ampliamente


diferentes por los cuales el estudiante podría adivinar la presencia de tal poder.
Meditación, oración, invocación, exaltación emocional, y demandas hechas al azar a la
Mente Universal, han sido unos pocos de tales métodos. En última instancia, si
ignoramos pequeños detalles de naturaleza trivial, todos tienen esto en común: tornando el
penetrante poder ígneo de la mente interiormente hacia sí misma, y exaltando el sistema
emocional hasta cierto nivel, podemos percatarnos de corrientes de fuerza previamente
insospechadas; corrientes, más aún, casi eléctricas en su sensación, curadoras e
integradoras en su efecto.

Es el uso dirigido de una fuerza tal el que es capaz de traer la salud al cuerpo y a la mente.
Cuando es dirigida, actúa como un imán. Con esto quiero decir que atrae, a quienquiera
que emplea estos métodos, justo aquellas necesidades de la vida, materiales o espirituales,
que urgentemente necesita, o que se requieren para su posterior evolución.

Fundamentalmente, la idea subyacente a los sistemas de curación mental es ésta: en la


atmósfera ambiente que nos rodea, y compenetrando la estructura de cada minúscula célula
del cuerpo, hay una fuerza espiritual. Esta fuerza es omnipresente e infinita. Se halla
presente tanto en el objeto más infinitesimal como en la nebulosa o universo-isla de
proporciones más conmovedoras. Es esta fuerza la que es la vida misma. Nada hay que
esté muerto en toda la vasta extensión del espacio. Todo pulsa con vibrante vida. Incluso
las ultramicroscópicas partículas del átomo se hallan vivas; de hecho, el electrón es una
cristalización de su poder eléctrico.

Siendo infinita esta fuerza vital, se concluye que el hombre debe estar saturado...
atravesado plenamente por fuerza espiritual. Constituye su ser superior, su vínculo con la
deidad, es Dios en el hombre. Toda molécula de su sistema físico debe estar empapada con
su energía dinámica. Cada célula del cuerpo la contiene en plenitud.

Nos enfrentamos así cara a cara con el problema que subyace a toda enfermedad. El
enigmático problema del agotamiento nervioso.

¿Qué es la fatiga?

¿Cómo puede haber agotamiento si la vitalidad y las corrientes cósmicas de fuerza se


vierten diariamente a través del hombre? Primariamente, es debido a que él ofrece tanta
resistencia a su flujo a su través, que se cansa y enferma, culminando finalmente el
conflicto con la muerte. ¿Cómo puede el mezquino hombre desafiar al universo? Más aún,
¿cómo puede ofrecer resistencia y oposición a la fuerza que subyace, y continuamente
evoluciona, en el universo? La complacencia y confusión de su perspectiva mental, la
cobardía moral en la que fue educado, y su percepción falsa de la naturaleza de la vida...
éstas son las causas de resistencia al flujo interior del espíritu. El que esto sea inconsciente
no es un obstáculo lógico a la fuerza de este argumento, como lo han demostrado todas las
psicologías profundas.

¿Qué hombre se percata realmente de todos los procesos involuntarios que transcurren
dentro de él? ¿Quién es consciente del intrincado mecanismo de sus procesos mentales, de
aquellos por los que su comida es asimilada y digerida, de la circulación de su sangre, de la
distribución arterial de la nutrición a cada órgano corporal? Todos estos son procesos
puramente involuntarios. Lo son también hasta un alto grado sus resistencias a la vida. El
hombre se ha rodeado con una concha cristalizada de prejuicios y fantasías mal concebidas,
una armadura que no ofrece entrada a la luz de la vida externa.

¿Por qué asombrarse si se aflige? ¿Por qué asombrarse de que esté tan enfermo e impotente,
desvalido y pobre? ¿Por qué habría sorpresa en que el individuo corriente sea tan incapaz de
habérselas adecuadamente con la vida?
Los dos Primeros Pasos Fundamentales para la Salud

El primer paso hacia la libertad y la salud es una realización consciente del vasto
reservorio espiritual en el que vivimos, nos movemos, y tenemos nuestro ser.

Un esfuerzo intelectual repetido para hacer de esto una parte y parcela de la propia
perspectiva mental hacia la vida, derrumba automáticamente o disuelve algo de la dura e
inflexible concha de la mente. Y entonces la vida y el espíritu se vierten abundantemente.
La salud surge espontáneamente, y una nueva vida comienza cuando el punto de vista
sufre este cambio radical. Más aún, parecería que el entorno atrae justo a esa gente que
puede ayudar de diversos modos, y precisamente aquellas amenidades que fueron
esperadas por largo tiempo.

El segundo paso cae en una dirección ligeramente diferente: la respiración —un proceso
bien simple. Su necesidad surge del postulado siguiente: si la vida es sólo una,
omnipenetrante y omniabarcante, ¿qué más razonable que el que el mismo aire que
respiramos de un momento a otro esté altamente cargado de vitalidad?

Regulemos pues acordemente nuestros procesos respiratorios. Contemplamos que la vida


es el principio activo en la atmósfera. Durante la práctica de esta respiración rítmica en
periodos fijos del día no debería haber un esfuerzo de la mente, ninguna sobrecarga de la
voluntad. Todo esfuerzo debe ser suave y fácil; es entonces que se obtiene la destreza.
Dejemos que el aliento fluya hacia dentro mientras contamos mentalmente muy despacio...
uno, dos, tres, cuatro. Entonces exhalemos contando lo mismo. Es fundamental e
importante que el ritmo inicial, sea de cuatro o de diez cuentas, o cualquier otro
conveniente, se mantenga. Porque es el ritmo mismo el que es responsable de la fácil
absorción de vitalidad desde fuera, y de la aceleración del poder divino interno.

Ritmo

Un ritmo inmutable se manifiesta en todas partes en el universo. Es un proceso viviente


cuyas partes se mueven y son gobernadas de acuerdo con las leyes cíclicas. Mirad al sol,
las estrellas y los planetas. Todos se mueven con gracia incomparable, con un ritmo en sus
tiempos inexorables. Sólo la humanidad ha vagado, en su ignorancia y autocomplacencia,
lejos de los ciclos divinos de las cosas. Hemos interferido en los procesos rítmicos
inherentes a la naturaleza, ¡y cuan tristemente hemos pagado por ello!

Por lo tanto, al intentar sintonizarnos de nuevo con el poder espiritual inteligente que
funciona a través del mecanismo de la naturaleza, no intentamos copiar ciegamente, sino
adoptar inteligentemente sus métodos. Haced, pues, la respiración rítmica a ciertos
tiempos fijos del día cuando haya pocas posibilidades de ser molestado.
Cultivad sobre todo el arte de la relajación. Aprended a dirigiros a cada músculo tenso
desde las puntas de los pies a la cabeza mientras yacéis sobre vuestra espalda en la cama.
Decidles deliberadamente que suelten su tensión y cesen su contracción inconsciente.
Pensad en la sangre fluyendo copiosamente a cada órgano en respuesta a vuestro mandato,
llevando la vida y la nutrición a todas partes, produciendo un estado de salud
resplandeciente, radiante. Sólo después de que estos procesos preliminares hayan sido
realizados, deberéis comenzar con vuestra respiración rítmica, lentamente y sin prisa.
Gradualmente, conforme la mente se acostumbre a la idea, los pulmones tomarán el ritmo
espontáneamente.
En unos poco minutos se habrá hecho automático. Todo el proceso se vuelve entonces
extremadamente simple y agradable.

Sería imposible sobreestimar su importancia o eficacia. Conforme los pulmones toman el


ritmo, inhalando y exhalando con un ritmo mesurado, lo comunican y lo extienden
gradualmente a todas las células y tejidos de alrededor. Igual que una piedra arrojada a un
estanque envía ondas expansivas y círculos concéntricos de movimiento, así hace el
movimiento de los pulmones. En unos pocos minutos todo el cuerpo vibra en unísono con
su movimiento. Cada célula parece vibrar simpáticamente. Y muy pronto, todo el
organismo se siente como si fuera una batería inagotable de poder. La sensación —y debe
ser una sensación— es inconfundible.

Simple como es, el ejercicio no debe ser menospreciado. Es sobre el dominio de esta técnica
tan sencilla que se apoya en el resto del sistema. Amaestradla primero.

Aseguraos de que podéis relajaros completamente, y producid después la respiración


rítmica en unos pocos segundos.
CAPITULO II

Trato ahora de una idea fundamental y altamente significativa. Es la incapacidad de


realizar o de haber captado plenamente su importancia, lo que subyace al fallo observado
frecuentemente en muchos sistemas de cultura mental y curación espiritual. Igual que en el
cuerpo físico hay órganos especializados para realizar funciones especializadas, así en la
naturaleza mental y espiritual existen centros y órganos correspondientes. Exactamente
igual que los dientes, el estómago, el hígado y los intestinos son mecanismos
evolucionados y diseñados por la naturaleza para la digestión y asimilación de la comida,
hay centros similares en los otros constituyentes de la naturaleza del hombre. La boca
recibe alimento. La digestión tiene lugar en el estómago y el intestino delgado. Igualmente
hay un aparato para rechazar productos de desecho. En la naturaleza psíquica hay también
centros focales para la absorción de poder espiritual del universo exterior. Otros hacen su
distribución y circulación posible. La energía dinámica y el poder que le entran al hombre
desde fuera no son uniformes o semejantes en frecuencia vibratoria. Pueden ser de un
voltaje demasiado alto, por así decirlo, para ser resistidos fácilmente por él.

Dentro, por tanto, hay cierto aparato psíquico por el cual pueden ser asimiladas y digeridas
indiscriminadas corrientes cósmicas de energía, siendo por tanto su voltaje descendido o
ajustado al nivel humano. El proceso de percatarse de su aparato psíquico, y usar la energía
que genera, es parte integral de este sistema curativo. Es mi creencia que la oración y los
métodos contemplativos emplean inconscientemente estos centros internos. De aquí que
seríamos más sabios y mucho más eficientes en emplear deliberadamente para nuestros
propios fines este poder espiritual, y los centros a través de los que fluye.

Llamemos a estos últimos, por el momento, órganos psicoespirituales, de los cuales hay
cinco mayores. Puesto que debemos nombrarlos, por cuanto que la mente humana gusta de
clasificar y tabular las cosas, permítaseme darles los títulos menos comprometidos
imaginables, de modo que no pueda oponérseles ningún sistema de prejuicios. Por
conveniencia, al primero lo podemos llamar Espíritu, al segundo Aire, a los siguientes
Fuego, Agua y Tierra.

Para ilustrar el concepto, reproduzco aquí un diagrama simple. Muestra la posición y


localización de los centros. En ningún momento deseo que se entienda que estos centros
son de naturaleza y posición física (aunque puedan haber paralelismos glandulares).
Existen en una parte más sutil, espiritual o psíquica, de la naturaleza del hombre. Podemos
incluso considerarlos no como realidades en sí mismas, sino como símbolos, símbolos
grandes redentores, y salvadores. Bajo ciertas condiciones podemos percatarnos de ellos
del mismo modo que podemos percatarnos de diferentes órganos en nuestros cuerpos
físicos. Hablamos corrientemente de la razón como situada en la cabeza, refiriendo la
emoción al corazón y el instinto al estómago.

Similarmente, existe una correspondencia natural entre estos centros y varias partes del
cuerpo.
El axiomático en este sistema que hay tres mecanismos o medios principales por los que
podemos percatarnos de estos centros, para despertarlos de su estado durmiente, de modo
que puedan funcionar dentro apropiadamente: los tres medios son pensamiento, color y
sonido. La mente debe concentrarse en la supuesta posición de estos centros uno por uno.
Entonces deben entonarse y vibrarse ciertos nombres que deben considerarse como ritmos
vibratorios. Finalmente, cada centro ha de visualizarse como teniendo un color y una forma
particulares. La combinación de estos tres agentes despierta gradualmente los centros a
partir de su latencia.

Lentamente son estimulados al funcionamiento, cada uno de acuerdo a su propia


naturaleza, vertiendo una corriente de energía y poder altamente espiritualizados en el
cuerpo y la mente. Cuando finalmente su operación se hace habitual y estabilizada, el
poder espiritual que generan puede ser dirigido a voluntad para curar varias aflicciones y
enfermedades, tanto de naturaleza psicológica como física. Puede también ser comunicado
por una simple imposición de manos a otra persona. Simplemente pensando con fijeza e
intención, la energía puede incluso ser comunicada de mente a mente telepáticamente, o
transmitida a través del espacio a otra persona a varias millas de distancia —no ofreciendo
los objetos en el espacio ninguna interrupción u obstáculo a su paso.

En primer lugar, la posición de los centros, tal como se muestra diagramáticamente, debe
memorizarse. Deben estimularse a la actividad sentándose o tumbándose sobre la espalda
en un estado perfectamente relajado.

Las manos pueden recogerse en el regazo o bien, con los dedos cruzados, permitirse
descansar sueltamente bajo el plexo solar. Debería inducirse la calma de la mente, y varios
minutos dedicados a la respiración rítmica deberían resultar en la sensación de una suave
ondulación sobre el diafragma.
Imaginad después por encima de la región coronal de la cabeza una bola o esfera de luz
blanca brillante. No forcéis a la imaginación para que visualice la esfera de luz. La fuerza
sólo resultaría en el desarrollo de tensión neuromuscular, y esto impediría nuestro
propósito. Hágase tranquila y fácilmente. Si la mente vaga, como de hecho lo hará, esperad
un momento o dos y volvedla atrás suavemente. Al mismo tiempo, vibrad o entonad la
palabra Eheieh, pronunciada como E-he-ie.

Después de unos pocos días de práctica será fácil imaginar al nombre vibrando por encima
de la cabeza en el centro llamado Espíritu. Esta es la divinidad inmanente o que cubre a
cada uno de nosotros, el ser espiritual básico del que todos podemos extraer. Eheieh
significa literalmente YO SOY, y este centro representa la conciencia interna del YO
SOY.

El efecto de dirigir así mentalmente la vibración es el de despertar el centro a la actividad


dinámica. Una vez que empieza a vibrar y rotar, se sienten emanar hacia abajo luz y
energía, sobre y dentro de la personalidad. Enormes cargas de poder espiritual se abren
camino en el cerebro, y todo el cuerpo se siente inundado de vigor y vida. Incluso las puntas
de los dedos de manos y pies reaccionan al despertar de la esfera coronal por una ligera
sensación de picor sentida al principio.

El nombre debería ser entonado durante las primeras pocas semanas de práctica en un tono
de voz moderadamente audible y sonoro. Conforme se adquiere destreza, la vibración
puede practicarse en silencio, siendo el nombre imaginado y situado mentalmente en el
centro. Si la mente tiende a vagar, la repetición frecuente de la vibración se encontrará de
gran ayuda para la concentración.

Habiendo dejado aquí descansar a la mente por unos cinco minutos, en los que se verá
fulgir y centellear, imaginad que emite hacia abajo una banda blanca a través del cráneo y
el cerebro, deteniéndose en la garganta. Aquí se expande para formar una segunda bola de
luz, que debería incluir una gran parte de la cara hasta, e incluyendo, las cejas. Si la laringe
se concibe como el centro de la esfera, entonces la distancia desde ella a la vértebra cervical
en la parte de atrás del cuello será aproximadamente el radio. Naturalmente que esta
dimensión variará con gente diferente. Debe proseguirse una técnica similar con esta esfera
(a la que llamamos el centro de Aire) a la que se hizo con la anterior. Debería ser formulada
fuerte y vivamente como una esfera centelleante de luz blanca brillante, resplandeciendo y
fulgiendo desde dentro.

El nombre a vibrar es Jehovah Elohim... pronunciado como Ye-ho-vo E-lo-him. Una palabra
o dos podrían no estar de más en este punto con relación a los nombres. En realidad son
nombres adscritos a Dios en varias partes del Antiguo Testamento. La variedad y
variación de estos nombres son atribuidas a diferentes funciones divinas. Cuando actúa de
cierta manera, Él es descrito por los escribas bíblicos por un nombre. Cuando hace otra
cosa, se usa otro nombre más apropiado a Su acción. El sistema que estoy describiendo
ahora tiene sus raíces en la tradición mística hebrea.
Sus innovadores antiguos fueron hombres de exaltadas aspiraciones religiosas y genio.
Cabe esperar que fuera proyectada por ellos una base religiosa en este sistema psicológico
científico. Pero debe explicarse que para nuestros propósitos del presente día no se implica
connotación religiosa alguna por mi uso de estos nombres divinos bíblicos. Cualquiera
puede usarlos sin suscribirse en lo más mínimo a las antiguas opiniones religiosas... sea él
judío, cristiano, hindú, budista, o ateo. Es un sistema puramente empírico que tiene éxito a
pesar del escepticismo o la fe del operador.

Nosotros podemos considerar hoy estos nombres sagrados en una luz enteramente
diferente y práctica. Son notas clave de diferentes constituyentes de la naturaleza del
hombre, puertas de entrada a otros tantos niveles de esa parte de la psique de la cual
somos normalmente inconscientes. Son frecuencias vibratorias o firmas simbólicas de los
centros psicofísicos que estamos describiendo. Su uso como notas-clave vibratorias,
despierta a la actividad los centros con los que su frecuencia se halla en simpatía,
transmitiendo a nuestra conciencia algún reconocimiento de los varios niveles del lado
espiritual inconsciente de nuestras personalidades. De aquí que el verdadero significado
religioso no nos concierna. Ni su traducción literal.

Para referirnos de nuevo al centro de Aire en la garganta, que los sonidos vibratorios sean
entonados un número de veces, hasta que su existencia sea reconocida y sentida
claramente como una experiencia sensoria definida. No hay confusión posible en la
sensación de su despertar. Debería emplearse en formularla, y para los centros siguientes,
aproximadamente el mismo tiempo que el que fue dedicado a la contemplación de la esfera
coronal. Habiendo pasado a este período, déjese descender desde ella, con la ayuda de la
imaginación, una banda de luz.

Descendiendo a la región del plexo solar, justo debajo del esternón o hueso del pecho, la
banda se expande de nuevo para formar una tercera esfera. Esta es la posición del centro de
Fuego. La atribución del fuego a este centro es particularmente apropiada, porque el
corazón se halla notoriamente asociado con la naturaleza emocional, con el amor y los
sentimientos superiores. ¿Cuán frecuentemente no hablamos de una ardiente pasión, y de
la llama del amor, y demás? El diámetro de esta esfera cardíaca de alrededor debería ser tal
como para extenderse desde la parte frontal del cuerpo hasta la espalda. Vibrad aquí el
nombre Jehovah Eloah ve-Daas, pronunciado como Ye-hoh-vo E-loh ve-Da-as.

Tened cuidado de que la entonación vibre bien dentro de la esfera blanca formulada. Si esto
se hace, se sentirá al punto de emanar una radiación de calor desde el centro, estimulando
suavemente todas las partes y órganos de alrededor.

Puesto que la mente funciona en y a través del cuerpo, siendo coextensiva con él, las
facultades mentales y emocionales son estimuladas igualmente por el flujo dinámico de
energía desde los centros. La dura barrera erigida entre la conciencia y el inconsciente, un
tabique blindado que impide nuestra expansión libre y obstaculiza el desarrollo espiritual,
se disuelve lentamente. Conforme pasa el tiempo y la práctica continúa, puede desaparecer
completamente, y la personalidad adquiere gradualmente integración y plenitud. Así la
salud se expande a cada función de la mente y el cuerpo, y la felicidad aparece como una
bendición permanente.

Continuad la banda hacia abajo desde el plexo solar hasta la región pélvica, la región de
los órganos generativos. Aquí también, ha de visualizarse una esfera radiante,
aproximadamente de las mismas dimensiones que la superior. Aquí también ha de
entonarse un nombre para producir una rápida vibración en las células y moléculas del
tejido de esa región. Shaddai El Chai debe pronunciarse Sha-dai El Cjai. A la mente debe
permitírsela detenerse en la formulación imaginativa por algunos minutos, visualizando la
esfera como de una brillantez blanca. Y cada vez que la mente vague desde tal brillantez,
como al principio estará obligada a hacerlo, dejadla volver suavemente por vibraciones
repetidas y poderosas del nombre.

Puede temerse que esta práctica despertase o estimulase innecesariamente el sentimiento y


las emociones sexuales. En aquellos en los que está rabiando un conflicto sexual, tal
aprensión es justa y legítima. En realidad, sin embargo, el temor es sin fundamento. Porque
la contemplación del centro de Agua como una esfera de luz blanca conectada por una
banda a los centros superiores y más espirituales actúa de un modo bastante más sedante.
Y de hecho la estimulación sexual puede alejarse, no por una represión ignorante y corta de
vista, sino por la circulación de tales energías a través del sistema por medio de esta
práctica. Puede instigarse así un proceso de sublimación concienzudo y de largo alcance,
casi alquímico en efecto. Esto no debe ser interpretado como una legitimación de la evasión
del problema sexual.

El paso final es visualizar de nuevo la banda descendiendo desde la esfera reproductiva,


moviéndose hacia abajo a través de los muslos y piernas, hasta que golpea los pies. Ahí se
expande desde un punto aproximadamente por debajo del tobillo, y forma una quinta
esfera. Hemos llamado a éste el centro de Tierra. Que la mente formule aquí, exactamente
como antes, una brillante esfera deslumbrante del mismo tamaño que las anteriores.
Vibrad el nombre Adonai ha-Aretz como A-do-nai ha-A-retz. Habiendo utilizado varios
minutos en despertar este centro por un pensamiento fijo y persistente y por la vibración
repetida del nombre, deteneos un pequeño rato.
Tratad entonces de visualizar claramente la banda completa de luz plateada, adornada
como si fuera con cinco vistosos diamantes de incomparable brillantez, extendiéndose
desde la corona de la cabeza hasta las plantas de los pies. Pero unos pocos minutos
bastarán para dar realidad a este concepto, trayendo una realización de las poderosas
fuerzas que, actuando sobre la personalidad, son finalmente asimiladas en el sistema
psicofísico después de su transformación y pasaje a través de los centros imaginativos. La
combinación de la respiración rítmica junto a la visualización voluntaria del descenso de
poder a través de la banda de luz del Pilar del Medio, como también se llama, produce con
mucho los mejores resultados.

Conforme se adquiere la destreza y la familiaridad en la formulación de los centros, puede


hacerse una adición a la técnica. Anteriormente indiqué que el color era una consideración
muy importante por lo que se refiere a esta técnica. Cada centro tiene una diferente
atribución de color, aunque es más sabio por un largo período de tiempo refrenarse de usar
otro color que no sea el blanco. Se atribuye el color blanco al centro de espíritu o coronal. Es
el color de la pureza, del espíritu, la divinidad, y demás.

Representa, no tanto un constituyente humano, sino un principio universal y cósmico que


cubre a toda la humanidad. Conforme descendemos en la banda, sin embargo, los colores
cambian. El lila es atribuido al centro de Aire o de la garganta, y representa
particularmente las facultades mentales, la conciencia humana como tal. Para el centro de
Fuego, el rojo es una asociación obvia que no requiere posterior comentario.

El azul es el color referido al centro de Agua; es el color de la paz, la calma y la


tranquilidad, ocultando una enorme fuerza y una virilidad enormes. En otras palabras, su
paz es la paz de la fuerza y el poder, más que la inercia de la mera debilidad. Finalmente, el
color referido al centro interior de la Tierra es el bermellón, el rico y profundo color de la
tierra misma, el fundamento sobre el que descansamos.

A partir de este sumario tan breve y conciso se verá que cada uno de estos centros tiene
una especie de afinidad o simpatía con un constituyente espiritual diferente.

Un centro es peculiarmente simpático a, o está asociado con, las emociones y los


sentimientos, mientras que otro tiene una base definidamente intelectual. De aquí se sigue
lógicamente, y la experiencia demuestra este hecho, que su actividad y estimulación
equilibradas evocan una reacción simpática de toda parte de la naturaleza del hombre. Y
cuando la enfermedad que se manifiesta en el cuerpo sea debida a algún desajuste o
enfermedad psíquica, entonces la actividad del centro apropiado debe considerarse como
afectada en cierto modo de una manera deletérea.

Su estimulación por el sonido, pensamiento, y el color, tiende a estimular el


correspondiente principio psíquico, y a dispersar por lo tanto el desajuste. Antes o después
es inducida físicamente una reacción para la desaparición de la enfermedad, y la
consecuente construcción de nuevas células y tejidos... la aparición de la salud misma.
CAPITULO III

Nos aproximamos a un estado posterior e importante en el desarrollo de la técnica del


Pilar del Medio. Habiendo traído poder y energía espirituales al sistema por medio de los
centros psicoespirituales, ¿cómo mejor podemos usarlos? Es decir, usarlos en tal manera
que cada célula, cada átomo, y cada órgano sea estimulado y vitalizado por esa corriente
dinámica.

Para empezar, enviemos de nuevo la mente hacia arriba a la esfera coronal, imaginándola
que está en un estado de vigorosa actividad. Esto es, gira rápidamente, absorbiendo
energía espiritual del espacio circundante, transformándola de tal modo que resulta
asequible para el uso inmediato en cualquier actividad humana. Imaginad después que tal
energía transformada fluye, como un manantial, hacia abajo por el lado izquierdo de la
cabeza, el lado izquierdo del tronco y la pierna izquierda.

Mientras la corriente está descendiendo, la respiración debería ser exhalada lentamente en


un ritmo conveniente. Con la lenta inhalación del aliento, imaginad que la corriente vital
pasa de la planta del pie izquierdo al pie derecho, y asciende gradualmente por el lado
derecho del cuerpo.

De este modo, retorna a la fuente de la que surgió, el centro coronal, la fuente humana de
toda energía y vitalidad, habiendo sido establecido así un circuito eléctrico cerrado.
Naturalmente que esta circulación es visualizada como persistiendo dentro del cuerpo más
que viajando alrededor de la periferia del contorno físico. Es, por decirlo así, una circulación
psíquica interior más que una puramente física.

Déjese que esta circulación, una vez establecida firmemente por la mente, fluya llanamente
por algunos segundos al ritmo de la respiración, de modo que el circuito haya sido recorrido
aproximadamente media docena de veces —o incluso más, si se desea. Repetidlo entonces
en una dirección ligeramente diferente. Visualidad el flujo vital moviéndose desde el centro
coronal de por encima de la cabeza, hacia abajo por el frente de la cara y del cuerpo.
Después de haber vuelto hacia atrás bajo las plantas de los pies, asciende por la espalda en
un anillo bastante amplio de energía vibrante.

Esto, igualmente, debería acompañar a la inhalación y exhalación del aliento, y debería


persistir por, al menos, seis circuitos completos.

El efecto general de estos dos movimientos será el de establecer en, y alrededor, de la forma
física un contorno ovoide de substancia y poder que circulan libremente.

Puesto que la energía espiritual que manejamos con esta técnica es extremadamente
dinámica y cinética, irradia en todas direcciones, extendiéndose hacia fuera hasta una
distancia apreciable. Es esta radiación la que forma, colorea, e informa, la esfera ovoide de
sensación que no coincide con la forma o dimensión del armazón físico. La percepción
general y la experiencia sostienen que la esfera de luminosidad y magnetismo se extiende
hacia fuera hasta una distancia más o menos idéntica a la longitud del brazo extendido. Y
es dentro de este aura, como la llamamos, que existe el nombre físico como una almendra
dentro de su cáscara.
Circular la fuerza admitida en el sistema por los anteriores ejercicios mentales equivale a
cargarlo en grado considerable con vida y energía en cada departamento de su naturaleza.
Naturalmente que esto debe ejercer un efecto considerable, en lo que se refiere a la salud en
general, sobre la almendra encerrada adentro.

El método final de circulación semeja más bien la acción de una fuente. Así como el agua
es forzada o subida a través de una tubería hasta que sale en chorro por arriba, cayendo en
spray a todos los lados, igual lo hace el poder dirigido por esta última circulación. Enviad la
mente hacia abajo al centro de Tierra, imaginando que es la culminación de todos los otros,
el receptáculo de todo poder, el almacén y terminal de la fuerza vital que ingresa. Imaginad
entonces que este poder asciende o es absorbido por la banda hasta que se desborda
violentamente y cae dentro de los confines del aura ovoide. Cuando ha descendido a los
pies, es recogida y concentrada de nuevo en el centro de Tierra, en preparación a ser
enviada de nuevo hacia arriba por la banda.

Como antes, la circulación debe acompañar a un ritmo definido de inhalación y exhalación.


Por estos medios, la fuerza curadora es distribuida a cada parte del cuerpo. Ningún átomo
o célula en órgano o miembro alguno es omitido de la influencia de su poder sanador
regenerativo.

Habiendo completado las circulaciones, puede permitirse que la mente se detenga


tranquilamente en la idea de la esfera de luz, de cualidad espiritual y sanadora vital,
rodeando todo el cuerpo. La visualización debería hacerse tan vívida y poderosa como fuera
posible. La sensación que sigue a la formulación parcial o completa del aura en la manera
descrita es tan marcada y definida como para ser inconfundible. Está señalada en primer
lugar por una sensación extremada de calma, vitalidad y equilibrio, como si la mente
estuviera plácida y tranquila. El cuerpo, en descanso completo en un estado de relajación,
se siente en todas sus partes concienzudamente cargado y penetrado por la vibrante
corriente de vida. La piel a lo largo de todo el cuerpo arrojará síntomas, causados por la
intensificación interior de la vida, de un picor y calor suaves. Los ojos se vuelven claros y
brillantes, la piel toma un fresco fulgor saludable, y toda facultad, mental, emocional y
física, se incrementa hasta un grado considerable. Este es el momento en el que, caso de
haber algún disturbio funciona, en algún órgano o miembro, la atención debería ser dirigida
y enfocada en esa parte. El resultado de enfocar así la atención dirige un flujo de energía
sobre el equilibrio general recién establecido. El órgano enfermo resulta bañado en un mar
de luz y poder. Tejidos y células enfermas, bajo el estímulo de tal poder, son gradualmente
destruidos, y rechazados de la esfera personal. La corriente sanguínea revitalizada es capaz
entonces de enviar a ese punto nueva nutrición y nueva vida, de modo que puedan
construirse fácilmente nuevos tejidos, fibras, células, etc. De este modo, la salud es
restaurada por la persistente concentración del poder divino en ese punto. Continuando
por unos pocos días en el caso de aflicciones superficiales, y por meses en el caso de
problemas crónicos y severos, todos los síntomas pueden ser eliminados con éxito sin que
otros vengan a tomar su lugar. La eliminación es el resultado de estos métodos. Incluso las
erupciones psicogénicas pueden ser curadas así. Porque las corrientes de fuerza surgen
desde el estrato más profundo del Inconsciente, donde estas psiconeurosis tienen su origen
y donde aprisionan la energía nerviosa, impidiendo la expresión espontánea y libre de la
psique. El brotar de la libido, como es llamada la fuerza vital en círculos psicológicos,
disuelve las cristalizaciones y los tabiques blindados que dividen los diversos estratos de la
función psíquica. Cuando el problema a ser atacado es la enfermedad orgánica, el
procedimiento a seguir es ligeramente diferente. (Uno debería estar aún bajo el cuidado de
un médico competente.) En este caso se requiere una corriente de poder considerablemente
más vigorosa, tanto como para disolver la lesión, y ser suficiente para poner en movimiento
esas actividades sistémicas y metabólicas que construyan nuevas estructuras de tejidos y
células. Para cumplir estos requisitos en un sentido ideal, puede ser necesaria una segunda
persona, de modo que su vitalidad, añadida a la del paciente, pueda superar la condición.
Una técnica sutil que mi experiencia ha descubierto como supremamente exitosa, y que
cualquier estudiante puede adoptar, es relajar primeramente cada tejido a todo lo largo del
cuerpo antes de intentar la técnica del Pilar del Medio. El paciente es situado en un estado
altamente relajado, uno en el que cada tensión neuromuscular ha sido comprobada, y
llevada a la atención del paciente. La conciencia es capaz entonces de eliminar la tensión e
inducir un estado relajado de ese músculo o miembro. Yo he encontrado un preliminar útil
en la práctica de la manipulación y masaje de la columna, con profundos amasamientos y
pases, pues de este modo se produce una circulación aumentada de sangre y linfa —lo que
desde el punto de vista fisiológico es media batalla ganada.

Habiéndose obtenido un grado de relajación adecuado, los pies del paciente se cruzan por
los tobillos, y sus dedos se entrelazan para descansar ligeramente por encima del plexo
solar. El operador o curador se sienta entonces al lado derecho de la persona si el paciente
fuera diestro —viceversa para un paciente zurdo. Poniendo su mano derecha suavemente
en el plexo solar bajo las manos unidas del paciente, y su mano izquierda en la cabeza del
paciente, se establece al punto una forma de rapport. En pocos minutos se establece una
libre circulación de magnetismo y vitalidad, rápidamente discernible tanto por el paciente
como por el curador.

La actitud del paciente debería ser de absoluta receptividad a la fuerza que ingresa —
automática, si él tuviera confianza y fe inamovibles en la integridad y habilidad del
operador. El silencio y la calma deben mantenerse por un rato, después del cual, el operador
realiza en silencio la práctica del Pilar del Medio, manteniendo todavía su contacto físico
con el paciente. Sus centros espirituales despiertos actúan sobre el paciente por simpatía.
Un despertar similar se introduce en la esfera del paciente, y sus centros finalmente
empiezan a operar y a arrojar una equilibrada corriente de energía adentro de su sistema.
Incluso aunque el operador no vibre los nombres divinos audiblemente, el poder que fluye a
través de sus dedos establece una actividad que con seguridad producirá algún grado de
actividad sanadora dentro del paciente. Sus centros psicoespirituales son excitados
simpáticamente a la asimilación y a la proyección activas de la fuerza de modo que, sin
ningún esfuerzo consciente por su parte, su esfera es invadida por el poder divino de
curación y de vida. Cuando el operador llega al punto de la circulación, emplea su facultad
interna de visualización, un verdadero poder mágico sin duda, de forma que las
aumentadas corrientes de energía fluyen no sólo a través de su propia esfera, sino también
a través de la de su paciente. La naturaleza de este rapport empieza a sufrir ahora un
cambio sutil. Mientras que anteriormente existía una estrecha simpatía, y una estructura
armoniosa de la mente mantenida mutuamente, durante y después de la circulación hay
una verdadera unión y entremezcla de los dos campos de energía. Ellos se unen para formar
una sola esfera continua conforme procede el intercambio y la transferencia de energía
vital.

De ese modo, el operador, o su psique Inconsciente o Ser espiritual, es capaz de adivinar


exactamente de qué potencial debería ser su corriente proyectada, y a dónde debería
dirigirse precisamente.

Un número de estos tratamientos, incorporando la cooperación y entrenamiento del


paciente en el uso de métodos mentales, debería ir ciertamente lejos en aliviar la condición
original. Ocasionalmente, puesto que el fanatismo debe ser rechazado por encima de todo,
los métodos médicos y manipulativos pueden ser combinados útilmente con los métodos
mentales descritos, para facilitar y acelerar la cura.

Aunque he recalcado la curación de dolencias físicas en lo que precede, no se insistirá


demasiado en que este método es adecuado para aplicarse a una hueste de otros problemas.
Esta descripción de la técnica se encontrará adecuada para todas las otras situaciones que
puedan presentársele al estudiante —sean un problema de pobreza, desarrollo del carácter,
dificultades sociales o maritales— y de hecho cualquier otro tipo de problema en el que
pueda uno pensar
CAPITULO IV

La repetición es a menudo inapreciable, tanto en enseñar como en aprender nuevos temas.


De aquí que una recapitulación de los varios procesos envueltos en la práctica del Pilar del
Medio ayudará a clarificar algunos asertos. Y yo quisiera añadir una consideración
posterior que ayudará a hacer todo el método más efectivo, elevándolo a un plano superior
de entendimiento y consecución espiritual.

Este último paso le permitirá al estudiante poner en operación factores dinámicos que hay
dentro de la psique humana, que le ayudarán en la producción del resultado deseado.

El primer paso como hemos visto es un ejercicio psicofísico. El estudiante debe aprender
cómo relajarse, cómo soltar el agarrotamiento crónico de tensión neuromuscular que hay en
su cuerpo. Cada tensión involuntaria, en cualquier grupo de músculos o tejidos en
cualquier área del cuerpo, debe ser llevada al alcance de su percepción consciente. La
percepción es la llave mágica por la que esa tensión puede ser literalmente fundida y
disuelta. Para esto sólo se necesita una pequeña práctica, y la destreza se obtiene muy
rápidamente. La conclusión importante que sigue a la relajación física es que la mente
misma en todos sus departamentos y ramificaciones pasa por una relajación similar.

La tensión psíquica y la inflexibilidad somática son las grandes barreras que impiden
realizar la omnipresencia del cuerpo de Dios. Ellas realmente le impiden a uno percatarse
de la presencia continua de la fuerza vital, la dependencia de la mente sobre —incluso la
identidad final— con la Mente Universal, el Inconsciente Colectivo. Habiendo sido
eliminadas las insignificantes barreras de la mente, y fluyendo la vida a través de su
extensa organización, nos hacemos conscientes casi inmediatamente del Principio
dinámico que compenetra y atraviesa todas las cosas.

Este paso es sin duda la fase más importante en la aplicación de estas técnicas
psicoespirituales.

Habiéndose percatado de lo precedente, el proceder lógico es despertar los centros


espirituales internos que puedan manejar, como si fuera, este poder de alto voltaje, y
transformarlo en una cualidad humana usable. Posiblemente, la manera más fácil de
concebir esto es asemejar la parte espiritual del hombre a un aparato receptor de radio. El
instrumento debe primero ser encendido con poder, bien de la batería o bien de la central,
antes de que funcione. Una vez que el poder está fluyendo a través de él, el resto del
intrincado mecanismo de alumbrado, transformadores, condensadores, tubos y antena, es
capaz de entrar en operación.

Igual sucede con el hombre. Podemos sintonizarnos con el Infinito más rápidamente a
través del mecanismo de encender los centros internos, las propias válvulas de radio del
hombre. Cuando el aparato de radio es operativo, la corriente divina puede ser disparada a
través del aparato de varios modos, hasta que tanto el cuerpo como la mente resultan
poderosamente vitalizados, y fuertes con la energía espiritual.

Pero todo esto es meramente preparatorio. El aparato de radio puede estar encendido, los
condensadores y transformadores y antena en perfecta operación —pero ¿qué queremos
hacer con él? Igual sucede aquí. Necesitamos dinero. La enfermedad está presente. O
tenemos rasgos morales o mentales indeseables —o qué no. En la utilización de esta
energía espiritual tenemos que elevar nuestras mentes de tal modo, que el deseo de nuestro
corazón se realice automáticamente sin prácticamente esfuerzo alguno. El ansia, el deseo
del corazón, la meta a alcanzar, deben mantenerse firmemente en la mente, vitalizada por
el poder divino, pero impulsada hacia delante en el universo por la intensidad ígnea de toda
la exaltación emocional de la que somos capaces. La oración es por lo tanto indispensable.
Oración, no sólo como una petición a algún Dios fuera del Universo, sino oración
concebida como el estímulo espiritual y emocional calculado para producir una
identificación o realización de nuestra propia Deidad. La oración, realizada sinceramente,
movilizará todas las cualidades del ser, y el fervor interno que despertará, reforzará el
trabajo hecho previamente. Dará éxito como un resultado casi infalible. Porque en tal caso,
el éxito no llega por el propio esfuerzo humano, sino porque Dios trae el resultado. El fervor
y la exaltación emocional le permiten a uno realizar la divinidad interna, que es el factor
espiritual que lleva nuestros deseos a un inmediato y completo cumplimiento.

Pero me pregunto si la oración de la variedad tranquila, no emotiva, tiene algún valor aquí.
Esta petición a sangre fría no encuentra lugar dentro de las más elevadas concepciones de
la consecución espiritual. Un antiguo metafísico dijo una vez: «Inflamaos con la oración».
Aquí está el secreto. Debemos orar de modo que todo nuestro ser se inflame con una
intensidad espiritual ante la cual nada pueda resistirse. Todas las ilusiones y todas las
limitaciones se disuelven manifiestamente ante este fervor. Cuando el alma arde
literalmente, se consigue la identidad espiritual con Dios. Entonces se alcanza sin esfuerzo
el deseo del corazón —porque Dios lo hace. El ansia se convierte en hecho— hecho
objetivo, fenomenal, para que
todos lo vean.

¿Qué oraciones, pues, deberían emplearse para elevar la mente a esta intensidad, para
despertar el fervor emocional del que se dijo «inflamaos en la oración»? Concibo que ese es
un problema a ser resuelto por cada uno por sí mismo. Todo hombre y mujer tiene alguna
idea sobre la oración que, cuando se sostiene, le inflamará a la realización interna. Alguna
gente usará un poema que siempre ha tenido el efecto de exaltarles. Otros usarán el Padre
Nuestro, o puede que el Salmo 23. Y así para todos los tipos posibles. Para mí mismo
prefiero el uso de algunos himnos arcaicos conocidos como invocaciones, pero que son
oraciones no obstante, que ciertamente tienen sobre mí el efecto deseado de hacer surgir el
potencial emocional necesario. En la esperanza de que pudieran ser útiles a otros, añado
aquí un par de fragmentos, estando compuesto el primero a partir de versículos de varias
escrituras.

«Yo soy la Resurrección y la Vida. Quienquiera que crea en mí, aunque esté muerto,
vivirá, y quienquiera que viva y crea en mí tendrá vida eterna. Yo soy el Primero, y soy el
Ultimo. Yo soy El Que vive y estuvo muerto —¡Pero escuchad! Yo estoy vivo para
siempre, y sostengo las llaves del infierno y de la muerte. Porque sé que mi Redentor vive y
que él permanecerá sobre la Tierra en el último día. Yo soy la Vía, la Verdad y la Vida.
Ningún hombre llega al Padre si no es por mí. Yo soy el Purificado. He pasado a través de
las puertas de la oscuridad hacia la luz. He peleado sobre la tierra para el bien. He
terminado mi trabajo. He entrado en lo invisible.»

«Yo soy el Sol que se eleva, habiendo pasado a través de la hora de la nube y de la noche.
Yo soy Amón, el Oculto, el que inaugura el día. Yo soy Osiris Onnofris, el Justificado, el
Señor de la Vida, triunfante sobre la muerte. No hay parte de mí que NO sea de los
Dioses. Yo soy El Que Prepara el Sendero. El Que Rescata para la Luz. Que la Blanca
Luz del Espíritu Divino Descienda.»

El segundo Fragmento es algo diferente del anterior aunque ambos tienen un efecto
personal similar cuando se repiten lentamente, se meditan, y se sienten intensamente. Esta
segunda oración consta de dos partes —siendo la primera una suerte de petición al Ser
divino superior, mientras que la segunda habla de la realización de la identidad con él.

«Yo te invoco, el No Nato. Tú que creaste la Tierra y los Cielos. Tú que creaste la
Noche y el Día. Tú que creaste la Oscuridad y la Luz. Tú eres el Hombre Hecho Perfecto,
que ningún hombre ha visto nunca. Tú eres Dios, y Dios verdadero. Tú has distinguido
entre el justo y el injusto. Tú hiciste la hembra y el macho. Tú produjiste la semilla y el
fruto. Tú formaste a' los hombres para amarse uno a otro y odiarse uno a otro. Tú
produjiste la humedad y la sequedad, y Aquello que nutre todas las cosas creadas.»

La segunda mitad debería seguir sólo después de una larga pausa en la que uno intenta
realizar qué es lo que la oración ha afirmado, y que está elevando a la mente a una
apreciación de la secreta Divinidad oculta interna, que es la creadora de todas las cosas.

«Este es el Señor de los Dioses. Este es el Señor del Universo. Este es Aquél a quien
temen los vientos. Este es Aquél, que habiendo hecho la voz por su mandato, es Señor de
todas las cosas, rey, rector, y ayuda. Escúchame y haz que todos los espíritus estén
sometidos ante mí, de modo que todo espíritu del firmamento y del éter, sobre la tierra y
bajo la tierra, en terreno seco y en el agua, del aire en remolino y del fuego en embestida, y
cada hechizo y azote de Dios el Vasto, pueda ser hecho obediente ante mí.»

« Yo soy El, el Espíritu No Nato, que tiene vista en los pies, el Fuego fuerte e inmortal.
Yo soy Él, la Verdad. Yo soy El Que odia que el mal se extienda en el mundo. Yo soy El
Que ilumina y atruena. Yo soy Aquél del cual es la lluvia de la Vida de la Tierra. Yo soy
Aquél cuya boca siempre flamea. Yo soy Él, la Gracia del Mundo. Mi Nombre es el
Corazón Ceñido con una Serpiente.»

Estos fragmentos de oración sólo se sugieren, y han de usarse o rechazarse conforme cada
estudiante lo sienta adecuado. Operan para mí —pueden operar en el caso de otros
estudiantes, o no, según sea el caso.
CAPITULO V

Aparte de la terapia, hay otros usos de la técnica del Pilar del Medio, como ya he sugerido
anteriormente. El estudiante emprendedor adivinará sus propios usos.

Puede ser que por varias razones ciertas necesidades de la vida, bien físicas o espirituales,
le hayan sido negadas a uno —con un consiguiente efecto entumecedor sobre el carácter y
el resultado de un sentimiento de frustración. Esto último tiene siempre un efecto
depresivo e inhibitorio sobre la mente humana, produciendo indecisión, ineficacia e
inferioridad. No hay ninguna necesidad real de que hayan frustraciones o inhibiciones
indebidas en nuestras vidas. Una cierta cantidad es inevitable sin duda. Mientras seamos
humanos es cierto que en alguna medida hemos de estar impedidos en nuestros esfuerzos
por expresar plenamente el ser interno, experimentando así algún grado de frustración.
Pero cualquier medida anormal o sentido persistente de impedimento y frustración puede
ser tratado, y, con estos métodos espirituales y mentales, eliminado.

En primer lugar es necesario un entendimiento de la vida, y una aceptación incondicional


de todo en la vida, y de toda experiencia que pueda surgir en nuestro camino. Con la
comprensión vendrá un amor a la vida y al vivir, porque amor y comprensión son una y la
misma cosa. Alentará también la determinación de no frustrar por más tiempo los procesos
naturales, sino cooperar con la naturaleza. Los métodos de cultura mental y espiritual han
mantenido por largo tiempo la esperanza de que estas condiciones inhibitorias puedan ser
aliviadas. La pobreza, tanto de estado como de idea, es una condición de la vida que estas
técnicas han reconocido siempre como capaz de ser tratada. El método usual es el de una
reflexión tan profunda y prolongada, justo sobre ese estímulo mental, cualidad moral o
cosa material que se desea, que la idea de la necesidad se sumerge en la llamada mente
subconsciente. Si las barreras que conducen al subconsciente son penetradas de modo que
este último acepta la idea de la necesidad, entonces, así se dice, antes o después, la vida
atraerá inevitablemente hacia uno esas cosas requeridas. Pero, como ocurre con todos los
métodos terapéuticos, hubieron muchos casos en los que, a pesar de adherirse
estrechamente a las técnicas prescritas, el éxito no llegó. Es mi opinión, por tanto, que ellos
fallan por la mismísima razón por la que fallan sus esfuerzos de curación. En breve, era
porque no había una verdadera comprensión del mecanismo psicodinámico interior por el
cual pudieran ser producidos tales efectos. No había una apreciación de los métodos por
los cuales pudiera ser estimulada la naturaleza dinámica del Inconsciente, de modo que la
personalidad humana se transformara en un poderoso imán que atrajese hacia sí cualquier
cosa que verdaderamente deseara o fuera necesaria para su bienestar.

Si este procedimiento es defendible moralmente, es una cuestión que no deseo discutir con
largura, aunque sé que surgirá. Pero la respuesta es breve.

Cualesquiera facultades que tengamos están para usarse, y usarse tanto para nuestra
propia ventaja como para la de otros. Si estamos en un estado de constante fricción
mental, frustración emocional, y pobreza excesiva, dejo de ver de qué modo podemos servir
tanto a nosotros como a nuestros compañeros. Eliminad primero estas restricciones,
mejorad las facultades mentales y emocionales de modo que la naturaleza espiritual sea
capaz de penetrar a través de la personalidad y manifestarse de modo práctico; entonces
estaremos en situación de ser de algún servicio a aquellos con los que entramos en
contacto. La estimulación preliminar de los centros psicoespirituales, y la formulación
posterior, clara y vívidamente, de nuestras demandas al universo, es capaz de atraer casi
cualquier cosa requerida, siempre que, naturalmente, esté dentro de los límites de la razón
y la posibilidad.

En primer lugar, permítaseme prolongar mis posteriores afirmaciones estableciendo que


desde el punto de vista práctico los rudimentos del esquema astrológico son de valor
incontable por cuanto ofrecen una clasificación concisa de las amplias divisiones de las
cosas. No es que me concierna aquí la astrología como tal, sino que simplemente es
conveniente usar aquí su esquema. Sus raíces están en las siete ideas o planetas
principales a quienes pueden ser referidas la mayoría de las ideas y de las cosas. A cada
una de estas ideas-raíz son atribuidos un color positivo y uno negativo, y un nombre divino
para el propósito de la vibración. Yo propongo nombrar los planetas con sus atribuciones
principales del modo que sigue.

Saturno: Gente anciana y planes antiguos. Las deudas y su pago. Agricultura, bienes
inmuebles, muerte, testamentos, estabilidad, inercia. Color positivo: índigo; negativo:
negro. Jehovah Elo-him, pronunciado Ye-ho-vo E-lo-him.

Júpiter: Abundancia, plenitud, crecimiento, expansión, generosidad. Espiritualidad,


visiones, sueños, largos viajes. Banqueros, acreedores, deudores, juego. Color positivo:
púrpura; negativo: azul. El, pronunciado exactamente igual que se escribe.

Marte: Energía, prisa, ira, construcción o destrucción (según la aplicación), peligro, cirugía.
Vitalidad y magnetismo. Fuerza de voluntad. Colores positivo y negativo: rojo brillante.
Elohim Gibor, pronunciado E-lo-him Yi-bor.

Sol: Superiores, patrones ejecutivos, oficiales. Poder y éxito. Vida, dinero, mejoras de
todas clases. Iluminación, imaginación, poder mental. Salud. Color positivo: naranja; color
negativo: amarillo u oro. Jehovah Eloah ve-Daas, pronunciado Ye-ho-vo E-lo ve-Da-as.

Venus: Asuntos sociales, afectos y emociones, mujeres, gente joven. Todos los placeres y
artes, música, belleza, extravagancia, lujo, autoindulgencia. Ambos colores: verde
esmeralda. Jehovah Tzavoos, pronunciado Ye-ho-vo Tsa-vo-os.

Mercurio: Asuntos de negocios, escrituras, contratos, juicios y viajes cortos. Compra,


venta, regateo, vecinos, dar y obtener información. Capacidades literarias y amigos
intelectuales. Libros, papeles. Color positivo: amarillo; color negativo: naranja. Elohim
Tzavoos.

Luna: Público en general, mujeres. Reacciones del sentir. Viajes cortos y mudanzas.
Cambios y fluctuaciones. La personalidad. Color positivo: azul; color negativo: marrón
purpúreo. Sha-dai El Chai.
Estas son, muy brevemente, las atribuciones de los planetas bajo las que casi todo y cada
tema en la naturaleza pueden clasificarse. Esta clasificación es extremadamente útil
porque simplifica enormemente la tarea del desarrollo físico y espiritual. Sería mejor que
antes de concluir pusiera unos pocos ejemplos simples y elementales para ilustrar la
función y método de empleo de estas correspondencias.

Supongamos que estoy ocupado en ciertos estudios que requieren libros que no son
fácilmente asequibles a partir de los libreros. A pesar de mis demandas por ellos, a pesar de
anunciarlo ampliamente y de mi deseo de pagar por ellos un precio razonable, mis esfuerzos
no tienen provecho. El resultado es que por el momento mis estudios están interrumpidos.
Este retraso llega hasta el punto en que es excesivo e irritante, y decido usar mis propios
métodos para acabarlo. A ciertos intervalos prescritos, preferiblemente al levantarme por la
mañana y antes de retirarme a dormir por la noche, practico la respiración rítmica y el Pilar
del Medio. Por estos métodos he hecho asequibles enormes cantidades de poder espiritual,
y he transformado el Inconsciente en un poderoso acumulador, preparado para proyectar o
atraer poder para cumplir mi necesidad. Círculo éste a través del sistema áurico.

Mi siguiente paso consiste en visualizar el color negativo o pasivo de Mercurio, el naranja,


de modo que meditando sobre él cambie el color del aura circundante a ese color. Uso el
naranja porque los libros que necesito son atribuidos a Mercurio, y empleo el color negativo
porque tiende a hacer la esfera de sensación abierta, pasiva y receptiva. Entonces procedo a
carga y vitalizar la esfera vibrando el nombre divino apropiado una y otra vez, hasta que
según mis percepciones me parece que todas las fuerzas mercuriales del universo
reaccionan ante la atracción magnética de esa esfera.

Todas las fuerzas del universo son imaginadas convergiendo sobre mi esfera, atrayendo
hacia mí justo esos libros, documentos, críticas, amigos y demás, necesarios para proseguir
mi trabajo. Inevitablemente, después de un trabajo persistente y concentrado, oigo por
amigos o libreros, como por casualidad, tal parecería, que estos libros están disponibles. Se
procuran introducciones a la gente adecuada, y a la larga mi trabajo es asistido. Los
resultados ocurren sin embargo de un modo perfectamente natural. Uno no debe
imaginarse que el uso de estos métodos contraviene las leyes conocidas de la naturaleza y
que ocurrirá un fenómeno milagroso. Lejos de ello. No hay nada en ello que sea
sobrenatural. Estos métodos están basados en el uso de principios psíquicos normalmente
latentes dentro del hombre, y que todos poseen. Ningún individuo es único a este respecto.
Y el uso de estos principios psíquicos trae resultados a través de canales bastantes
normales, pero insospechados.

Por otra parte, si deseara ayudar a un colega que tiene aspiraciones literarias pero que en
cierta situación encuentra su estilo entumecido y el flujo libre de ideas inhibido, yo debería
alterar mi método sólo en un punto particular. En vez de usar el naranja como antes,
debería visualizar el aura de un color amarillo o dorado, aunque el nombre vibratorio sería el
mismo. De nuevo, en vez de imaginar que las fuerzas universales tienen un movimiento
centrípeto hacia mi esfera, debería intentar realizar que las fuerzas mercuriales,
despertadas dentro de mí por la visualización del color y por la vibración, son proyectadas
desde mí hacia mi paciente. Si él, también, permanece tranquilo y meditativo a la misma
hora, mi ayuda resultará más poderosa puesto que él asistirá conscientemente a mis
esfuerzos con una meditación similar. Pero no es necesario insistir sobre esto. Pues, como
lo muestran los experimentos telepáticos, la mayor parte de las impresiones del receptor
son recibidas inconscientemente. Por lo tanto, en el caso del paciente, su propia psique
inconsciente captará automáticamente, y de necesidad, la inspiración y el poder que yo le
haya enviado telepáticamente in absentia.

Este sistema combina la sugestión telepática con la comunicación dirigida del poder vital.
Yo me opongo fuertemente a esos apologistas parciales que mantienen en teoría una
facultad para detrimento de la otra. Algunos niegan la sugestión o la telepatía, y arguyen
demasiado entusiásticamente a favor del magnetismo vital.

Otros rehusan categóricamente admitir la existencia del magnetismo, presionando sus


pruebas exclusivamente a favor de la telepatía y la sugestión. Ambos, a mi entender, son
incorrectos y dogmáticos cuando insisten sólo sobre su idea como teniendo validez
universal, o siendo el único modo lógico de explicación.

Igualmente, cada uno está en lo correcto en algunos respectos y en cierto número de casos;
hay un lugar para ambos en la economía natural de las cosas. Los recursos de la naturaleza
son lo suficientemente grandes y extensos como para admitir la existencia mutua de
ambos, y de innumerables otros poderes también.

El procedimiento técnico es, como ya he mostrado, extremadamente simple —incluso al


emplearlo para fines subjetivos. Suponed que de pronto me llega la realización de que, en
vez de ser la persona magnánima que me imaginaba ser, soy realmente mezquino y tacaño.
Por supuesto que podría ir a través de un curso de psicoanálisis para descubrir por qué mi
naturaleza anterior en la vida había sido torcida de modo que se engendrase un hábito de
mezquindad. Pero éste es un negocio largo y costoso —malos argumentos, lo admito,
contra su necesidad. Y mucho dependerá del analista y de sus relaciones conmigo. Mis
primeros pasos consisten en los descritos anteriormente —respiración rítmica, la banda de
luz formulada de cabeza a pies, y la circulación de la fuerza a través del aura.

Recordando entonces que una visión y actitud generosas hacia la vida es una cualidad
jupiteriana, me rodearía con una esfera azul, vibrando al mismo tiempo frecuente y
poderosamente el nombre divino El. Depende enteramente de la familiaridad y destreza
propias con el sistema el que los nombres sean vibrados silenciosa o audiblemente. Pero,
por cualquiera de ambos caminos, poderosas corrientes Jupiterianas compenetrarán mi ser.
Visualizaría incluso cada célula bañada en un océano azul, e intentaría imaginar
corrientes, que invaden mi esfera desde cada dirección, de modo que todo mi pensamiento y
mi sentimiento estén literalmente en términos de azul. Lentamente, una sutil
transformación tiene lugar.

Esto es, si yo fuera realmente sincero, deseoso de corregir mis faltas, y si intentara llegar a
ser lo suficientemente generoso como para realizar la práctica con fe y a menudo.
De igual manera, si un amigo o paciente sufriera de un vicio similar en él, y apelase a mí
por ayuda, usaría en este caso un color positivo para la proyección.

Formularía mi esfera como una activa y dinámica esfera púrpura, rica y real en color, y
proyectaría su influencia generosa, curadora y fecunda, sobre su mente y su personalidad.
Con el tiempo la falta sería corregida a su satisfacción, y estimularía así su naturaleza
espiritual.

Y así siempre con todo lo demás. Estos pocos ejemplos, estoy seguro, habrán mostrado la
aplicación de los métodos.

No es suficiente simplemente con desear ciertos resultados y esperar ociosamente que


éstos lleguen. Con un proceder ocioso sólo puede venir el fracaso.

Cualquier cosa de valor y que deba tener éxito requiere una gran cantidad de trabajo y
perseverancia. La técnica del Pilar del Medio no es una excepción, ciertamente.

Pero la devoción a ella es extremadamente valiosa por la naturaleza y la calidad de los


resultados que la siguen. Realizada una vez al día, demostrará la eficacia del método. Dos
veces sería mucho mejor —especialmente si hay alguna enfermedad o dificultad psíquica
que superar. Después de un tiempo, el estudiante que es sincero y en el cual la naturaleza
espiritual se está desenvolviendo gradualmente, se aplicará él mismo al método, aparte de
la promesa que he hecho.

Poderes curadores, liberación de la pobreza y de la preocupación, felicidad —todos éstos


son eminentemente deseables. Pero sobre, y por encima de éstos, está el deseo de conocer y
expresar el ser espiritual interno —aunque puede ocurrir en algunos casos que este ideal
sea difícilmente asequible hasta que se haya conseguido alguna medida de consecución en
otros respectos y a otros niveles.

Cuando, sin embargo, el ideal se realiza como deseable, entonces el valor de este método se
realizará también como supremamente efectivo para ese fin.

Usamos aquí el término realización en el sentido de comprender por una expansión de


conciencia (N. del T.).

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