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Adriana Silvestri

EN OTRAS PALABRAS
Las habilidades de reformulación
en la producción del texto escrito

Cántaro
EDITORES
Adriana Silvestri

En otras palabras
Las habilidades de reformulación
en la producción del texto escrito.

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Cántaro
EDITORES
Colección El Caldero

Proyecto editorial: Raúl González


Dirección de Colección: Maite Alvarado

Imagen de tapa: Stuart McClymont


Diagramación: Silvia Ojeda y Marcelo Colombini
Corrección: Lie. Cecilia Biagioli

© Puerto de Palos S. A. - Casa de ediciones 1998


© Cántaro editores 1998
I.S.B.N. N.° 950-753-039-8
Honorio Pueyrredón 571 (1405) - Tel. 904-1215/1216
Buenos Aires - Argentina

Hecho en depósito que marca la Ley 11.723


Impreso en Argentina - Printed in Argentina
Colección El Caldero

Hoy, las exigencias de la enseñanza enfrentan a los profesores a campos de


conocimiento diversificados. La necesaria apertura hacia nuevos temas, la
integración con otras áreas disciplinarias, la experimentación y la exploración
de caminos distintos para acceder a los lugares conocidos requieren el aporte
conjunto de las reflexiones que provienen del campo de la investigación y de
la práctica.
La colección “El Caldero” propone una actualización en temas de
lingüística, teoría literaria, sociología e historia del arte y la literatura,
semiótica y análisis de los medios. Está dirigida a docentes preocupados por
perfeccionar su práctica y ponerse al día con las discusiones teóricas, y a todos
aquellos que se interesan por los problemas de la lectura, la escritura, el
lenguaje, el arte, los medios y la literatura.
“El Caldero” busca ser un espacio en el que se cocinen cosas, despertar
apetito, convocar a su alrededor y alimentar la curiosidad y las ganas de seguir
pensando, aprendiendo, estudiando.
A mis alumnos.
INTRODUCCIÓN

¿Qué significa “saber escribir”? La palabra escritura tiene más de


una acepción. En primer lugar, escribir significa representar visual­
mente la lengua oral por medio de un sistema de signos gráficos. Des­
de este punto de vista, el niño aprende a escribir en los primeros años
de la escuela primaria.
Una segunda acepción, sin embargo, amplía el concepto de escritura.
En este sentido hablamos de escribir una novela, una carta, un artículo
periodístico: el acento no está puesto en la trasposición de lo auditivo a
lo gráfico, sino en el objeto de la escritura. Desde esta perspectiva, saber
escribir no es solo dominar el código gráfico, sino tener la capacidad pa­
ra componer, para redactar con coherencia una determinada clase de tex­
to escrito. El aprendizaje de estas habilidades es un largo proceso.
En el área de la escritura —en sus dos acepciones— la escuela es el
ámbito privilegiado de aprendizaje: en ella los alumnos llevan a cabo
la mayor parte de las prácticas que generan sus habilidades y conoci­
mientos. En condiciones favorables de enseñanza, el estudiante va ac­
cediendo al dominio de la escritura de textos de distintas clases y
grados de complejidad a lo largo de toda la escuela primaria, secunda­
ria e incluso en los estudios superiores.
En nuestro medio educativo, sin embargo, con frecuencia se obser­
va que el alumno transita por los distintos niveles de escolaridad sin re­
velar mayores progresos en sus habilidades de escritura. Existen, in­
cluso, numerosas investigaciones que confirman que los estudiantes
universitarios tienen serias dificultades para enfrentar la resolución de
trabajos escritos típicos de la actividad académica.
Sin duda, son múltiples y complejas las causas que generan este
problema. Una indagación exhaustiva debería comenzar por el análisis
de factores que van más allá de las posibilidades de incidencia de la es­
cuela, tales como el valor y la función que se le otorgan a la escritura
en la sociedad de hoy.
9
En cuanto a los numerosos factores que se incluyen en la esfera de
responsabilidades de la escuela, el objetivo de este trabajo es
profundizar solo en uno: la falta de estrategias de enseñanza que lleven
a desarrollar las habilidades de reformulación, una capacidad básica para
que el alumno enfrente con éxito tareas de escritura de diversa índole.
La primera parte del libro (capítulos 1 y 2) está destinada a las
situaciones típicas de escritura en el aula en el nivel secundario, con el
objeto de describir el complejo y variado cuadro del texto escrito y de
las habilidades necesarias para producirlo. En tanto las asignaturas que
corresponden al área de Lengua implementan —con mayor o menor
éxito— diversos métodos para enseñar la escritura de ciertos tipos de
texto, hemos preferido dedicarnos a tareas de escritura comunes a
todas las asignaturas que no suelen recibir enseñanza explícita, ante las
cuales el alumno queda librado a sus propios —y generalmente,
pocos— recursos. En la segunda parte (capítulos 3 y 4) se encaran la
descripción y el análisis de las habilidades de reformulación, y se
detallan las dificultades que generan las carencias en este aspecto para
la producción del texto escrito.
A lo largo del texto hemos incluido reflexiones acerca de algunos
presupuestos sobre el aprendizaje de la escritura y los procesos
psicológicos que se encuentran en su base, concepciones más o menos
implícitas que acarrean consecuencias pedagógicas negativas. En el
último capítulo se retoman varias de estas reflexiones, aplicadas de
manera más concreta a situaciones que se observan en nuestro ámbito
educativo, que dificultan la adquisición de la escritura en general y, en
particular, de las habilidades de reformulación que son el objeto de
este libro.

10
1. EL TEXTO ESCRITO EN EL ÁMBITO ESCOLAR

¿Qué se escribe y para qué se escribe en la escuela? El universo de


los textos escritos es tan extenso, que la escuela opera por selección,
eligiendo como objetos de enseñanza algunos de ellos a los que
considera básicos para el desarrollo de la capacidad de comunicación
escrita.
La producción del texto escrito es exigida con distintas finalidades.
En algunos casos, constituye un objetivo de enseñanza en sí misma. En
otros, el alumno escribe en función de otros aprendizajes que se están
llevando a cabo, como por ejemplo en la redacción de una monografía
o en la resolución de un cuestionario.
Existen algunas habilidades básicas que se requieren para escribir
toda clase de texto. Se trata de habilidades necesarias, pero no
suficientes: la diversidad implica características propias de cada clase,
que deben ser aprendidas para cada caso en particular. Alguien, por
ejemplo, puede estar capacitado para escribir con soltura y corrección
cartas comerciales, pero fracasar en cualquier tipo de escritura de
ficción.
Las habilidades diferenciales de producción incluyen, por supuesto,
el conocimiento necesario para discriminar las características específi­
cas que permiten clasificar las numerosas variedades del texto escrito.

1.1. Tipos de texto y géneros discursivos en el aula

Son variados los tipos de texto en los que el alumno va adquiriendo


competencia a lo largo de su escolaridad, en tareas tanto de compren­
sión como de producción. El tipo textual se determina por razones,
fundamentalmente, formales: comparten el mismo tipo los textos que
tienen una estructura básica similar. Aunque existen numerosas clasifi­
caciones, generalmente se considera que hay cinco tipos básicos de tex­
to: narración, descripción, explicación, instrucción y argumentación.
La estructura básica de la narración tiene una organización
temporal. En la narración clásica pueden distinguirse tres segmentos:
situación inicial, complicación y desenlace. Se trata de un tipo muy
ubicuo en el aula, que se introduce también muy precozmente en la
escuela. Está presente en las clases de Lengua en todo el ciclo primario
y secundario: tareas de comprensión de narraciones literarias y de
producción de narraciones de contenido de ficción o de experiencias
personales del alumno. La Historia es el segundo ámbito en el que este
tipo textual es frecuente, a través de la narración de hechos históricos.
La descripción refiere las características o propiedades de un objeto,
su estructura se organiza básicamente sobre la dimensión espacial.
Como la narración, recibe una atención detallada en Lengua. Resulta
además muy característica del área de Ciencias Naturales y de la
Geografía. Si bien se trata también de un tipo textual de adquisición
temprana, presenta mayores dificultades que el narrativo. En este
último, el eje temporal, la sucesión cronológica de los hechos, pro­
porciona una base para la organización del texto, mientras que para la
descripción no existe ningún criterio básico que facilite la tarea de
comprensión o producción, sino que la selección y el orden de expo­
sición de las propiedades o características del objeto que se describe se­
rán determinadas por la finalidad del texto.
En la explicación se observa una estructura básica de pregunta-res­
puesta o de planteo de problema-solución. Es un tipo muy represen­
tativo en todas las ciencias, tanto las físico-matemáticas y las biológicas
como en las sociales, ya que el objetivo central de la ciencia es
proporcionar explicaciones a los fenómenos característicos de su domi­
nio. En las asignaturas del área físico-matemática, la forma caracterís­
tica que adopta la explicación es la demostración, en la que el lenguaje
natural se combina con el lenguaje matemático para obtener mayor
precisión conceptual.

12
La instrucción consiste en una secuencia ordenada de pres­
cripciones para llevar a cabo determinada actividad o procedimiento.
Aunque eventualmente se enseña a los alumnos a escribir instruccio­
nes, las competencias que en la escuela se requieren para este tipo tex­
tual son básicamente de comprensión. Se trata de un tipo presente
para todas las asignaturas, ya que las consignas de actividades son
instrucciones.
La argumentación, finalmente, comparte con la explicación la
estructura problema-solución o pregunta-respuesta, pero se diferencia
de ella en la índole del tema del texto. La explicación expone un saber
ya construido y socialmente aceptado, en tanto que la argumentación
justifica una posición acerca de fenómenos, acciones o acontecimien­
tos que admiten efectiva o potencialmente más de un punto de vista,
es decir, acerca de los cuales no hay consenso. En tiempos de Galileo,
por ejemplo, la teoría heliocéntrica era objeto de argumentaciones, pe­
ro hoy en día, cuando ya está firmemente establecida en el conoci­
miento científico, los textos que se refieren a ella son explicativos. La
distinción entre los dos polos, por supuesto, no es estricta, y muchos
textos oscilan entre ambos.
Existen, además, textos mixtos que comparten características pro­
pias de más de un tipo. En algunos casos pueden distinguirse en el tex­
to secuencias o segmentos diferenciados, como es el caso muy habitual
de una narración que incluya un fragmento descriptivo. En otros
casos, la función característica de un tipo se combina con la estructura
de otro. Es una situación muy frecuente en las ciencias sociales. Los
relatos históricos, por ejemplo, tienen estructura narrativa, pero los
hechos que refieren son seleccionados con el objeto de explicar algo o
de justificar una posición con respecto a un tema polémico. Se habla,
entonces, de narraciones explicativas o argumentativas.
También las descripciones típicas de las ciencias naturales o sociales
suelen tener una doble función. En estos casos, la descripción no
consiste en un mero registro de características de un objeto, sino que
estas se seleccionan con una finalidad explicativa: no exponen solo
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cómo es algo (una región geográfica, un organismo vegetal o animal,
la configuración de clases sociales de un pueblo, etc.) sino por qué es
así y qué consecuencias se desprenden de ello.
Además de las clasificaciones tipológicas, que tienen en cuenta
fundamentalmente características estructurales, los textos pueden
clasificarse utilizando como criterio las situaciones comunicativas en
las que participan. El lenguaje se utiliza en diversas áreas de la activi­
dad humana y en cada una de ellas sus enunciados adoptan caracterís­
ticas comunes en su tema, su estilo, sus recursos, su estructura. Se con­
figuran entonces formas de lenguaje típicas de distintas prácticas
sociales: hablamos así de discurso periodístico, discurso literario, dis­
curso científico, discurso jurídico, etc. En cada una de estas áreas del
discurso, a su vez, existe gran variedad de formas que cumplen con
funciones diversas: se trata de los géneros discursivos. En el discurso
periodístico, por ejemplo, son géneros característicos la entrevista, la
crónica, el editorial, la noticia, etc.
Cada género admite gran variación y creatividad, pero mantiene no
obstante una serie de características básicas que no son arbitrarias, sino
que precisamente gracias a ellas el texto perteneciente a dicho género
puede desempeñar las funciones comunicativas que se requieren. La
elección equivocada o el dominio escaso de un género afectan la co­
municación. Por ejemplo, si a alguien se le solicita redactar un currículo
para obtener un empleo y, en lugar de un texto de ese género, produce
una narración autobiográfica, el empleador no obtendrá la información
específica que necesita expuesta de manera ordenada y sintética, sino
desorganizada y mezclada con información no pertinente, lo que sin
duda obstaculizará su evaluación sobre la idoneidad del postulante.
Además de funciones comunicativas, los géneros discursivos de­
sempeñan junciones cognitivas, es decir, permiten desarrollar procesos
mentales vinculados a la adquisición y la construcción del conoci­
miento. Desde este punto de vista, también la falta de dominio de un
género implica falta de dominio de los procesos cognitivos que dicho
género vehiculiza. Por ejemplo, si a un alumno se le pide que realice
14
un resumen —género típico de la actividad escolar— y fracasa en la
tarea, revela que su capacidad para identificar jerarquías de conceptos
según su importancia en el texto es escasa.
En el discurso educativo, es decir, el universo de textos relacionados
con las actividades institucionales de enseñanza, se advierte una gran
variedad genérica. En primer lugar, en el aula suelen estar presentes gé­
neros que no fueron originalmente concebidos para adoptar una
función educativa. Existen dos modalidades básicas de introducción
de géneros extraescolares en las actividades de enseñanza.
Por una parte, todo género es potencialmente objeto de estudio en
tanto género, para que el alumno conozca sus características distintivas,
adquiera habilidades de comprensión relativas a él y —eventualmente,
según las dificultades que plantee— habilidades de producción. Este
es el caso típico del estudio de géneros literarios en las clases de Len­
gua.
Otra posibilidad muy frecuente es la apelación a textos de géneros
no específicamente educativos como fuentes alternativas de infor­
mación. En muchas asignaturas, por ejemplo, se recurre habitualmen­
te a textos de géneros periodísticos con esta función.
En ambos modos de introducción, al cambiar la situación
comunicativa típica en la que estos géneros circulan, cambian también
las condiciones de lectura y las operaciones de comprensión exigidas:
se trata de un caso de re-funcionalización de los textos. Por ejemplo, si
se introduce en el aula una actividad con una receta de cocina, la
lectura no mantendrá su finalidad original de instruir al lector en la
preparación de una comida, sino que adoptará otras funciones según
los objetivos de la actividad, tales como enseñar la secuencia típica de
un texto instruccional o estudiar el modo imperativo y sus formas
alternativas, característicos de este género.

15
1.2. Los géneros conceptuales

Pero existen también géneros propios de la tarea educativa, es de­


cir, formas del lenguaje que permiten llevar a cabo las operaciones co­
municativas y cognitivas específicas de la actividad institucional de
enseñanza y aprendizaje.
Algunos de estos géneros —orales o escritos— funcionan en la
interacción directa en el aula: es el caso de la exposición explicativa del
docente, el apunte de clase del alumno, la monografía, etc. Otros
géneros, que funcionan en integración con los anteriores, se inscriben
en un circuito comunicativo más complejo que incluye la participa­
ción de editoriales especializadas en la publicación de textos didácti­
cos, por ejemplo, manuales de estudio, carpetas de ejercicios, anto­
logías de lecturas o diccionarios escolares.
Entre estos géneros, varios comparten características con los del
discurso científico, ya que la educación y la ciencia tienen en común
el ser ámbitos específicos de la construcción y transmisión de
conocimientos. Los géneros didácticos trasponen y adaptan al aula los
contenidos de los textos científicos, así generan un lenguaje propio,
pero conservan características similares que responden a una
equivalencia en su función. De manera muy abarcadora, a los textos
que forman parte de un circuito comunicativo cuya finalidad
primordial es hacer de su contenido objeto de conocimiento se los
considera pertenecientes a géneros conceptuales.
¿Qué tienen en común los textos educativos y científicos
pertenecientes a géneros conceptuales? Todo texto requiere de dos
tipos de coherencia: coherencia interna, en cuanto a su contenido, y
coherencia externa, relativa a la situación en la que el texto es
producido. Las características de un texto que lo vuelven coherente
respecto de una situación específica se denominan registro del texto. La
situación de transmisión de conocimientos exige un léxico preciso —re­
lacionado con la exactitud conceptual—, una construcción rigurosa de
16
la frase que no dé lugar a interpretaciones ambiguas ni erróneas, una
distribución planificada de la información para exponer los contenidos
de manera lógica. Todos estos rasgos forman parte del registro formal
característico de los géneros conceptuales.
Hay, sin embargo, una diferencia crucial en cuanto a los interlocu­
tores que se comunican por medio de textos conceptuales científicos y
educativos. En el caso del discurso educativo, el destinatario se en­
cuentra en proceso de aprendizaje; en el discurso de la ciencia, es
alguien ya formado en la disciplina en cuestión, que requiere
profundización o actualización de sus conocimientos. Esta diferencia
genera características peculiares propias de cada discurso.
Los textos representantes de los géneros propios del discurso
educativo, como los libros de estudio o las carpetas de ejercicios de
diversas asignaturas, presentan abundantes recursos para facilitar la
tarea de comprensión.
Entre ellos, muchos son de carácter paratextual, es decir, recursos
verbales o visuales que acompañan y complementan al texto. Por
ejemplo, la tipografía de los textos didácticos es variada: se eligen tipos
de letra claramente distinguibles para resaltar los conceptos principa­
les que se introducen, se utiliza un cuerpo de letra menor para algunas
explicaciones y ejemplos incidentales. También las ilustraciones ayu­
dan al lector a formar representaciones más precisas de objetos a los
que el texto se refiere. Para organizar la comprensión, es frecuente que
se introduzcan cuadros comparativos, sinópticos o mapas conceptua­
les.
En cuanto a las características específicamente textuales, se advierte
que la información se encuentra distribuida según su complejidad: se
comienza con los conceptos más sencillos, más familiares para el lec­
tor, y gradualmente se van introduciendo los conceptos de mayor di­
ficultad. Además, los textos didácticos son altamente explícitos: nin­
gún concepto nuevo permanece sin definir e incluso se proporcionan
para ellos varias explicaciones, desde diversos puntos de vista. Es
frecuente que cada segmento temático del texto se inicie con un
17
resumen que anuncia las nociones principales que se desarrollarán, y
que concluya con una recapitulación.
Debe señalarse, también, que muchas de estas características no son
exclusivas de los géneros didácticos escritos, sino que se comparten
con géneros orales tales como la exposición explicativa del docente. Es­
tas características, tanto textuales como paratextuales, no son arbitra­
rias, sino que responden a los requisitos específicos del circuito
comunicativo propio de la tarea educativa, ya que tiene en cuenta los
procesos mentales del alumno durante la tarea de estudio.
Además de los textos didácticos dirigidos a un interlocutor alumno,
existen también en el ámbito educativo géneros característicos, tanto
orales como escritos, que son producidos por el alumno.
En el área de Lengua predomina la escritura de textos de géneros
ficcionales, en forma de adaptación de los géneros literarios al ámbito
escolar. Así, a medida que son objeto de enseñanza distintos tipos de
texto (narración, descripción, etc.) y distintos géneros (narración
fantástica o de ciencia ficción, por ejemplo), se le requiere al alumno
la producción de estos.
Pero existen, además, tareas de escritura de otra índole en todas las
asignaturas (incluso, por supuesto, en las clases de Lengua): reseñas de
lectura, informes bibliográficos, monografías, diversas formas de
evaluaciones, etc. Estas clases de escrito se encuadran en lo que hemos
denominado géneros conceptuales, es decir, aquellos en los que el
contenido se convierte en objeto de conocimiento.
¿Qué habilidades tiene el alumno para encarar la escritura de
géneros conceptuales? Las competencias verbales de un alumno típico
no lo ayudan demasiado en esta tarea. Es, sin duda, hábil para
comunicarse oralmente en situaciones informales con interlocutores a
los que conoce. El tipo de lenguaje requerido en estos contextos se
encuentra en el polo opuesto al de los géneros conceptuales: estos se
caracterizan, como hemos señalado, por su registro formal y la
conversación cotidiana, por su registro informaL En este último
desaparece la exigencia de precisión que hemos descripto para los
18
géneros formales. Son frecuentes las frases inconclusas, las palabras de
significado muy general, las repeticiones y otros rasgos que, sin
embargo, no afectan necesariamente la comunicación. Si, por ejemplo,
hacemos referencia a algo como “estas cosas”, el gesto con el que
acompañamos nuestras palabras, el tema general de la conversación u
otros elementos de la situación permitirán precisar la vaguedad de la
expresión.
El alumno habitualmente intenta traspasar este tipo de lenguaje
oral de manera directa a la escritura. Obsérvese el siguiente fragmento
de una redacción de un alumno de Io año.

Era un viernes al mediodía y en el colegio se estaba por


disputar una pelea.
— Dale Juan ¡Matálo! ¡Pegale! ¿que sos gallina?
—Ya son las doce. Nos tenemos que ir.
—Bueno nos vamos. Chau chicos ya pueden dejar de pelear.

En situación de interacción oral, obviamente, no es necesario


aclarar algo que en este fragmento resulta indescifrable: cuántos y
quiénes son los personajes involucrados en la pelea y cuál es
responsable de cada enunciado.
El ejemplo, sin embargo, se encuadra en un género ficcional que
—si bien se ve afectado por la trasposición de la oralidad a la
escritura— admite en algunos casos, como este, la introducción del
lenguaje coloquial. Por supuesto, existe una gran distancia entre elegir
voluntariamente un registro informal para reproducir el lenguaje
típico de una conversación entre adolescentes y disponer en forma
excluyeme de ese registro para emplearlo en todo tipo de texto escrito.
En el caso de los géneros conceptuales, el empleo de un lenguaje
informal como el del alumno citado es siempre inadmisible. Piénsese,

' Todos los ejemplos utilizados se reproducen respetando la puntuación y la ortografía originales.
19
por ejemplo, en el resultado si se lo utiliza en la narración histórica de
una batalla.
El alumno típico, entonces, no suele disponer de habilidades
suficientes para escribir textos de géneros conceptuales que la escuela
le requiere. Aunque también en el ámbito de los géneros Acciónales
tiene dificultades, debe señalarse que la eficacia en las tareas de
escritura de esta clase es un objetivo del área de Lengua y, por lo tanto,
se enseña —o se intenta enseñar— a superar estas dificultades. En
cambio, las tareas de escritura de los géneros conceptuales suelen
concebirse como secundarias con respecto al aprendizaje de los
contenidos de una asignatura. Se supone que, si el alumno compren­
dió el tema, sabrá cómo exponerlo adecuadamente, sin necesidad de
que se lo entrene en una escritura de estas características.
Pero las habilidades que se requieren para producir textos de
distintos géneros no son idénticas. Incluso, un alumno puede dominar
la escritura de textos de un tipo ficcional y tener poca habilidad para
producir un texto del mismo tipo, pero encuadrado en un género
conceptual. Es el caso, por ejemplo, de la descripción: la capacidad
para describir un ambiente cotidiano no garantiza igual capacidad para
enfrentar la producción de una descripción explicativa de género
conceptual. Veamos la siguiente descripción de las fases de la Luna
escrita por un alumno de Io año.

Luna llena: el Sol ilumina hacia la Tierra y la Luna se


encuentra detrás de la Tierra, o sea Sol, Tierra, Luna.
Cuarto menguante: el Sol ilumina hacia la Tierra y la Luna se encuen­
tra en línea recta a la Tierra sin oponerse entre el Sol y la Tierra, es la
Luna arriba de la Tierra y cuarto creciente
debajo de ella.

El sistema cotidiano de referencia de lugar se establece tomando


como eje el punto de vista del hablante. En relación con este punto de
vista se determina qué objetos se encuentran “arriba”, “abajo”,
20
“delante” o “detrás” de otros objetos. Sin embargo, este sistema que
proporciona la lengua para describir posiciones no puede ser adoptado
por ciencias como la Geografía o la Astronomía, que necesitan
determinar ubicaciones de manera objetiva, es decir, independiente
del punto de vista del hablante. Así, los recursos verbales que le resul­
tan útiles al alumno para describir un espacio cotidiano, por ejemplo,
su habitación, carecen de sentido aplicados a textos conceptuales de es­
tas asignaturas.
Esta falta de habilidad para encarar un género conceptual implica,
como hemos señalado, dificultades en los planos comunicativo y
cognitivo. Desde el punto de vista comunicativo, obstaculiza para el
receptor la comprensión del texto; desde el punto vista cognitivo,
revela que el alumno no ha elaborado aún una representación correcta
de la ubicación de objetos en el espacio.
Puede observarse que no todos los representantes de esta variedad
de tipos y géneros que hemos enumerado reciben en la escuela la
misma atención. Para algunos —especialmente en las clases de
Lengua— existe un variado repertorio de métodos de enseñanza. Para
otros, por ejemplo, la explicación y la argumentación pertenecientes a
géneros conceptuales, la adquisición se produce de manera informal,
sin ejercitación planificada por parte de la institución.

21
2. LA PRODUCCIÓN A PARTIR DE UN TEXTO FUENTE

Hay dos formas básicas en que los alumnos pueden realizar las
actividades de escritura de textos pertenecientes a los distintos tipos y
géneros enumerados, según el origen de la información desplegada en
el texto. En los textos pertenecientes a géneros conceptuales, lo
habitual es que la información provenga de otro texto, denominado
texto fuente. Es el caso habitual, por ejemplo, de la redacción de un
resumen o de la resolución de cuestionarios de comprensión. La
segunda forma es la más frecuente en los géneros Acciónales. En ellos
la fuente del contenido es más variada: puede ser una construcción
imaginaria del alumno, sus recuerdos, películas, historias que le fueron
referidas, e incluso otras lecturas. Pero aun en este último caso, la
relación entre el contenido del texto fuente y el contenido del texto
producido a partir de aquel difiere de la que se produce en los géneros
conceptuales. En estos últimos se establece una exigencia fundamental
de fidelidad a los conceptos expresados por la fuente, que podrán ser
sintetizados, ampliados, relacionados con otras fuentes, pero nunca
distorsionados, ya que son ellos el objetivo de aprendizaje. En los
textos Acciónales producidos a partir de la lectura de una fuente no se
requiere esta relación: la fuente es solo una base, un punto de partida
para una elaboración posterior que puede llegar a apartarse
sensiblemente de los significados del original. Tal es el caso, por
ejemplo, de los ejercicios típicos que proponen narrar un Anal
diferente para una historia leída; describir un lugar que no aparece
explícitamente caracterizado o redactar diálogos entre personajes que
no figuran en la fuente.
El proceso de tratamiento de la información del texto fuente consta
de cuatro fases. La primera corresponde a la comprensión del texto, es
decir, la construcción de una representación mental del signiAcado del
texto. La segunda es la conservación en la memoria de esa signiAcación
construida. La tercera fase consiste en la recuperación parcial o total de
23
la información conservada en la memoria y la cuarta es el empleo de
dicha información en la producción de un texto, ya sea en forma oral o
escrita. Los momentos de comprensión, conservación, recuperación y
producción no configuran una serie de procesos sucesivos, sino que —co­
mo se verá— existe simultaneidad e interacción entre ellos.
En las distintas tareas que suponen trabajo con un texto fuente, el
proceso que hemos descripto no presenta las mismas características y,
por lo tanto, hay una distinta participación de los procesos psicológi­
cos en juego. Por ejemplo, algunas tareas, como la elaboración de re­
súmenes, se realizan con el texto fuente presente. En estos casos, la
apelación a la memoria es menor, ya que el texto se encuentra
disponible para la búsqueda y selección de información pertinente. En
los cuestionarios de comprobación de lectura —ya se trate de una
fuente ficcional o conceptual— se enfatiza la primera etapa del
procesamiento: el alumno debe demostrar que comprendió el texto en
forma adecuada. Las ejercitaciones que adoptan la forma de
cuestionarios con respuesta de selección múltiple, u otras modalidades
de las llamadas “objetivas”, se encuadran entre las tareas de
comprensión que no exigen que el alumno complete el circuito
produciendo un texto, sino optando por el que considera correcto
entre los que propone el ejercicio. Este tipo de trabajo no demanda
habilidades de producción en la misma medida que otros.

2.1. La tarea de estudio

La actividad típica de procesamiento de información que se realiza


con el texto fuente ausente es la tarea de estudio. Las características de
esta tarea provocan una modalidad diferencial en la ejecución de las
cuatro fases que hemos enumerado.
En primer lugar, el estudio de texto como actividad escolar supone
un momento final de evaluación, que coincide con la etapa de
24
producción, en el que se verificará la ejecución exitosa de las etapas de
comprensión, conservación y recuperación. Esta exigencia incide ya
desde el comienzo del proceso, durante la lectura comprensiva. La
lectura no tiene, desde el punto de vista psicológico, una forma única
de realización, sino que varía según los objetivos de la tarea. No se lee
de la misma manera un texto cuando la finalidad es, por ejemplo, solo
recreativa, que cuando el lector sabe que más tarde se le exigirá
reproducir de alguna manera la información leída.
En toda actividad de procesamiento de información se requiere la
participación de la memoria: si los contenidos que se leen se
desvanecieran a medida que se avanza en la lectura, la comprensión
sería imposible. Pero, en las tareas que se resuelven con el texto fuente
ausente y, en especial, en la tarea de estudio, esta participación es aun
mayor. La actividad exige que los significados del texto sean
conservados con eficacia y, por lo tanto, la comprensión se realiza
intentando que las representaciones mentales que van construyéndose
alcancen la mayor estabilidad posible.
Las fases de conservación y recuperación —que no son, como se
observa, consecutivas sino simultáneas a la comprensión— adquieren,
entonces, mayor relevancia. La función psicológica que opera en estos
procesos es la memoria, es decir, la función que permite el
almacenamiento y la recuperación de la información. En tanto su
participación es crucial para la tarea de estudio, se incluyen en esta
actividades de fijación que garanticen la conservación de los
contenidos. Entre ellas, una de las más eficaces resulta la reiteración de
la fase de lectura. Es conocido —y ha sido experimentalmente
comprobado— el efecto positivo de la reiteración en el recuerdo.
La reiteración no debe concebirse como una actividad que se
ejecuta en forma obligatoriamente automática. Cuando el material por
recordar es una serie de ítems desvinculados entre sí (una lista de
apellidos o de números telefónicos, por ejemplo), la reiteración sí suele
adoptar la modalidad de repetición automática, realizada mentalmente
o en voz alta. Incluso en estos casos, sin embargo, puede apelarse a
25
técnicas asociativas no automáticas, como la elaboración de reglas
mnemotécnicas que faciliten la conservación.
Pero debe recordarse que un texto no es una serie de palabras
desconectadas, sino que configura un todo en el que sus partes
guardan relaciones entre sí que aseguran la construcción de la
significación. Por lo tanto, las actividades de fijación de los
significados del texto difícilmente adopten la forma de repetición
automática. Por el contrario, la reiteración de la lectura profundiza la
comprensión: en sucesivas relecturas pueden descubrirse nuevas
relaciones de significado y reconceptualizarse la información del texto.

Otras actividades de fijación, tales como la confección de apuntes


o la elaboración de cuadros sinópticos, también se encuadran en los
procesos de reiteración, ya que consisten en presentar nuevamente la
misma información en diferentes formatos que enfatizan los conceptos
fundamentales que deben retenerse. Al mismo tiempo, estas
actividades consisten en producciones parciales que acompañan y
apuntalan el momento comprensivo, como formas de escritura
realizadas en función de la lectura.
El establecimiento de relaciones de la información del texto con
otros conceptos ya almacenados en la memoria, resulta también
positivo para la fijación. Como se verá en el próximo capítulo, la
memoria opera asociativamente, vinculando los nuevos contenidos
que se comprenden a otros ya conocidos. En los seres humanos, la
memoria no asociativa —que almacena informaciones no relacionadas
entre sí— es muy pobre y solo permite conservar una mínima
cantidad de información si no se la somete a una reiteración intensa.
Pero no solo los conceptos se conservan más sólidamente por
medio de actividades de fijación. Cuando esta tarea se realiza de
manera constante, también comienza a incorporarse un esquema
mental de las características formales de los textos de estudio, o sea, de
los géneros conceptuales que los incluyen. La formación de este tipo
de esquema exige una cantidad significativa de reiteraciones.
26
Este efecto puede advertirse también en situaciones extraescolares.
Un caso típico es el de los niños pequeños que suelen conocer el
esquema retórico característico de los cuentos tradicionales —que
incluye, por ejemplo, fórmulas estables de apertura y cierre como
“había una vez”, “y fueron felices etc.— y anticipan y demandan
estas cláusulas cuando se les narra un cuento. Este conocimiento es
producto, por supuesto, de la familiaridad que provoca la alta
frecuentación del género.
Un proceso similar puede darse en el ámbito escolar. Por ejemplo,
si un alumno estudia en las clases de historia varios textos
correspondientes al tema de los viajes de descubrimiento de Colón,
Magallanes, etc., gradualmente comenzará a aprender también un
modelo operativo de la narración conceptual explicativa sobre temas
de esta índole, ya que se familiarizará con un léxico específico relativo
a la navegación y a la descripción de ubicaciones geográficas, con una
secuencia típica de distribución de la información (motivos del viaje-
trayecto-dificultades encontradas-territorio descubierto, por ejemplo),
con una forma específica de marcación temporal, y demás rasgos
propios del género.
La fase de producción de texto no está reservada solo al momento
final de evaluación. Ya observamos la introducción complementaria de
tareas de escritura durante la lectura. Además, deben tenerse en cuenta
las actividades de repaso, típicas del proceso de estudio, que consisten
en recuperaciones y producciones totales o parciales, orales o escritas,
de los contenidos del texto fuente, con el objeto de verificar si el
proceso está llevándose a cabo adecuadamente. La producción puede
realizarse incluso en forma mental, cuando el estudiante repasa
empleando el lenguaje interior. Estas tareas productivas previas a la
producción final son también actividades de fijación, ya que reiteran
la presentación de información para la memoria.

El momento de evaluación de la tarea de estudio, según las


modalidades que adopte, puede exigir distintas operaciones de
27
recuperación y producción. Una posibilidad es que se requiera —en
forma total o parcial— una producción reproductora de la información
del texto fuente. En otros casos, se exige utilizar esta información pa­
ra resolver nuevas situaciones: se trata de una producción transforma­
dora, que genera asociaciones y relaciones con otros conceptos no pre­
sentes en el texto original. Por ejemplo, una pregunta de examen
sobre la fauna típica de un lugar puede solicitar que se vinculen es­
tos datos a un tema previamente estudiado —y no desarrollado en el
texto de estudio—, como el clima característico de la zona.
Aunque habitualmente se considera que esta última modalidad de
producción es la más valiosa desde el punto de vista pedagógico, debe
señalarse que ambas formas no se encuentran desvinculadas, sino que
la primera es un requisito previo para la segunda. Evidentemente, para
realizar una transformación sobre los significados originales del texto,
es condición necesaria una primera instancia de comprensión y
recuperación fiel de dichos significados.
Si no restringimos la fase de producción al momento final del
examen, sino que integramos además en esta etapa todas las formas
parciales de escritura que acompañan al proceso de estudio de textos,
observamos que la producción no consiste solo en la expresión
correcta de un contenido aprendido y archivado en la memoria, sino
que constituye en sí misma una actividad de aprendizaje, que permite
reflexionar sobre ese contenido y alcanzar mayor profundidad en su
comprensión.

28
3. ESTRATEGIAS DE ESTUDIO DE TEXTOS

Esta descripción del tratamiento de la información del texto


durante el estudio presupone que quien realiza la tarea es un alumno
que la domina en todas sus etapas. Cuando los estudiantes se
encuentran todavía en proceso de aprendizaje y no han desarrollado
aún suficientes habilidades de comprensión y producción, el docente
advertirá que la resolución de la tarea presentó para el alumno una
serie de dificultades que no le permitieron alcanzar un resultado
satisfactorio.

3.1. La estrategia literal

Un diagnóstico habitual del docente para explicar el fracaso de sus


alumnos (cuando, por lo menos, se advierte que intentaron estudiar)
es que emplearon un método que debe evitarse: estudiar “de
memoria”. Con esta expresión se quiere significar que el estudiante
intenta retener literalmente el texto, en su forma exacta, incluso sin
haber alcanzado su plena comprensión.
Esta estrategia de estudio —que se encuentra, en efecto, entre las
más frecuentes— consiste en el intento de conservar en la memoria no
solo el contenido, la información conceptual del texto, sino también su
forma exacta: el mismo léxico, las mismas estructuras sintácticas, el
mismo orden de presentación de la información que en el texto
original.
El siguiente ejemplo2 muestra el caso de un alumno que empleó
una estrategia literal para estudiar:

’ Los ejemplos fueron extraídos de evaluaciones escritas de geografía, pertenecientes a alumnos


de 1er año.
29
Texto fuente
[...] los meteoritos, restos de planetoides desintegrados que se
desplazan en el espacio a gran velocidad. Si se ponen en contacto con
la atmósfera terrestre entran en combustión, produciendo una luz
intensa.

Texto del alumno


Los meteoritos son restos de planetoides desintegrados que se
desplazan en el espacio a gran velocidad. Si entran en la atmósfera
terrestre entran en combustión.

Al comparar ambos textos se observa una identidad casi absoluta.


El alumno parece haber “copiado” mentalmente el fragmento original.
Este intento minucioso de reproducción, sin embargo, no siempre
logra su objetivo, como se observa en el siguiente ejemplo.

Los meteoritos son restos de planetoides desintegrados que se


desplazan en el espacio a gran combustión, produciendo una luz
intensa.

Este texto evidencia un riesgo típico de esta estrategia: el alumno


olvida una secuencia y se genera un error conceptual.

El próximo ejemplo muestra un intento de conservar a todo precio


la forma original. El texto fuente no proporciona una definición del
año luz, sino una explicación del concepto. En la evaluación, la
pregunta solicita una definición (“¿Qué es el año luz?”) y, por lo tanto,
obliga a responder modificando el original. El alumno introduce
correctamente la fórmula del enunciado de definición por medio del
verbo “es”, pero luego se atiene al recuerdo literal de la fuente,
generando así un texto anómalo.

Texto fuente
Las distancias entre los astros en el universo son tan enormes que para
medirlas se utiliza una unidad de longitud especial.
30
Texto del alumno
Es la distancia entre los astros en el universo son tan enormes que para
medirse se utiliza una unidad de longitud especial.

Los problemas de esta clase surgen porque esta forma de estudio


exige operaciones mentales muy poco económicas. En efecto, el alum­
no debe concentrar su atención simultáneamente en la información
que el texto aporta, los conceptos nuevos que está aprendiendo, y en
la forma exacta en que esta información se encuentra presentada, por­
que intenta que ambas sean conservadas por la memoria. Esta
operación produce una sobrecarga en la tarea, una excesiva demanda a
los procesos psicológicos. Así, como se advierte en el ejemplo, es muy
probable que una de las operaciones se realice a expensas de la otra: los
esfuerzos del alumno se concentran en repetir correctamente la forma
y descuida el control del contenido.
Esto se debe a que la memoria humana está diseñada para retener
el significado de lo que escucha o lee, y no su forma léxico sintáctica.
En los 60 se realizaron experiencias —ahora clásicas— que demostra­
ron que, en condiciones normales, los enunciados no se retienen en su
forma literal. Luego de un intervalo de siete segundos ya no se recuer­
da cuál fue la palabra exacta o la estructura de la oración que se recibió,
pero el significado continúa siendo recordado transcurridos lapsos
considerablemente más largos.
El uso de esta estrategia genera un efecto de repetición automática:
parece que el alumno no hubiera comprendido el texto que estudió.
Sin embargo, no siempre es correcto sacar esta conclusión cuando el
estudio literal genera algún error.

Es evidente que en algunas situaciones puede memorizarse la forma


exacta de un texto sin comprender su contenido, por ejemplo,
memorizar la letra de una canción en una lengua extranjera que se
desconoce. Sin embargo, debe señalarse que conservar literalmente un
texto es una tarea muy dificultosa si no hay facilitadores para la
31
fijación. Estos facilitadores se encuentran siempre presentes en las
situaciones en que es obligatorio conservar el texto con exactitud: en
la poesía, los elementos rítmicos y la rima; en la letra de las canciones,
la música; en el recitado de un actor, la coordinación gesto palabra u
otros recursos profesionales para fijar exactamente el texto dramático.
Pero los textos de estudio no han sido diseñados para su fijación
literal y, por lo tanto, carecen de elementos que faciliten su
conservación exacta. Como habrá comprobado cualquiera que se haya
enfrentado con la tarea de memorizar un texto en prosa en forma
idéntica (un caso típico, el preámbulo de la Constitución Nacional),
se trata de una actividad que demanda un alto número de repeticiones.
Incluso en el caso de una buena memorización literal acompañada de
una comprensión adecuada, el riesgo de olvido es alto. En el teatro,
por ejemplo, aunque una obra haya sido representada cientos de veces,
hay siempre apuntadores que ayudan a salvar las fallas de la memoria.
La idea de que el estudio literal obedece a la falta de comprensión
surge de una serie de presupuestos falsos que confunden o descuidan
los complejos procesos mentales que se encuentran detrás del circuito
comprensión-conservación-recuperación-producción. Los presupues­
tos falsos más habituales son los siguientes:

a- Es posible estudiar sin memorizar


Como se explicó en el capítulo anterior, la actividad de estudiar
incluye obligatoriamente la tarea de memorización: retener nuevos
conocimientos en la memoria y recuperarlos en el momento en que
sean exigidos, ya sea para exponerlos en una evaluación como para
utilizarlos en una tarea de resolución de problemas.
El énfasis del docente suele colocarse en la comprensión, que se
considera el paso más importante del proceso. Sin embargo, la
comprensión no garantiza la retención. Podemos leer un texto y
comprenderlo a la perfección, pero recordar poco de él días más tarde.
Incluso en el caso de una buena tarca comprensora es necesario
llevar a cabo actividades específicas de fijación, como las que hemos
32
descripto, para conservar los contenidos en la memoria, tales como
subrayar el texto, tomar apuntes y, sobre todo, realizar varias relecturas
totales o parciales, para beneficiarse con el efecto positivo de la
reiteración en el recuerdo.

b- Es posible memorizar sin comprender


Este tipo de actividades, que ayudan a retener con mayor solidez
los contenidos en la memoria, son simultáneamente tareas de profun-
dización de la comprensión del texto: comprensión y memoria son dos
procesos inseparables.
Cuando la comprensión del texto es muy baja, la tarea de memori­
zación literal —de por sí, muy exigente— se vuelve casi imposible.
Pensemos en un ejemplo extremo: qué lograríamos si se nos pidiese
memorizar un texto en una lengua desconocida por nosotros, del cual
tenemos —obviamente— comprensión nula. Por esta razón el
docente observa a menudo que los alumnos que eligen una estrategia
de estudio literal, si son malos comprensores, fracasan en la tarea y no
logran reproducir más que unos pocos segmentos del texto fuente. En
cambio, los buenos comprensores que optan por esta estrategia
reproducen con gran exactitud largas partes del original.

c- La memoria es un proceso pasivo y automático


En estos presupuestos se emplea una acepción restringida del
concepto de memoria, que la contrapone a procesos de pensamiento.
Ante la tarea de estudio, los docentes suelen pedir a los alumnos que
no estudien “de memoria”, sino que se aseguren de obtener una buena
comprensión del texto, que reflexionen sobre su contenido y que
asocien su información con otros temas previamente estudiados.
Estas actividades no se oponen a la memorización, sino que
implican procesos que garantizan un recuerdo más eficaz. La función
de memorizar en el ser humano procede típicamente por asociación y
relación de la información nueva que ingresa con información ya
almacenada, es decir, funciona en interacción con el pensamiento.
33
Durante el desarrollo, a medida que los procesos de pensamiento se
modifican, el niño va aprendiendo a establecer relaciones y asociacio­
nes de mayor complejidad.
Otra situación que explica la dificultad de los alumnos para
memorizar utilizando recursos del pensamiento es la pobreza o la
ausencia de informaciones ya almacenadas en la memoria a las cuales
vincular los nuevos conceptos que están aprendiéndose. Una de las
funciones de la actividad escolar es la formación en la memoria de una
trama de conocimientos sobre el mundo en sus aspectos físicos,
biológicos, sociales, etc. Si esta trama aún no existe o es muy pobre, los
intentos de asociar y relacionar mientras se estudia se convierten en
una actividad que gira en el vacío. En el caso de los ejemplos sobre los
meteoritos, un conocimiento previo sobre la necesidad de la presencia
de oxígeno para que se produzca combustión, por una parte, y de la
composición de la atmósfera terrestre —que incluye oxígeno— por
otra, permitiría al alumno relacionar el proceso de inflamación de los
meteoritos con estos datos ya conocidos. Si esta información previa
falta, deberá realizar un esfuerzo mayor de memoria para recordar en
qué circunstancias entran en combustión. El primer alumno citado,
por ejemplo, recordó el proceso de inflamación de los meteoritos, pero
lo ubicó incorrectamente en el espacio, donde la ausencia de oxígeno
lo vuelve imposible.

3.2. La estrategia de la palabra propia

Muchos docentes intentan evitar los problemas generados por la


estrategia literal solicitando a sus alumnos que utilicen “sus propias
palabras”, en lugar de las del texto de estudio. Habitualmente, los
alumnos interpretan esta consigna como una indicación de que el
docente autoriza el uso de un lenguaje informal, coloquial, para
exponer la información. En este caso, se supone que no se evaluará
34
cómo se exponen los conceptos, sino solo la información proporcio­
nada. De esta manera pretende evitarse que el alumno intente la
memorización literal, concentrándose en los contenidos que está
aprendiendo del texto y no en su forma exacta.
Los siguientes ejemplos muestran casos típicos de alumnos que
optaron por la estrategia de la palabra propia.

Texto fuente
[...] los meteoritos, restos de planetoides desintegrados que se
desplazan en el espacio a gran velocidad. Si se ponen en contacto con
la atmósfera terrestre entran en combustión, produciendo una luz
intensa.

Textos de alumnos
a) Los metorios son pedasos de un planeta desintegrado por el tiempo
y al chocar con la admosfera de la tierra se ase una bola de fuego se
incendia.
b) Los meteoritos son rocas caídas del cielo que cuando entran a la
superficie se incendia quiere decir que se prende fuego.
c) Los meteoritos son masas espaciales que buelan alrededor del Sol.

Como se advierte en estos textos, el resultado de la aplicación de


esta estrategia suele ser muy poco satisfactorio. Es evidente que el
remplazo del lenguaje formal del original por un lenguaje informal
corre serios riesgos de ocasionar distorsiones en el significado, como es
el caso del alumno c), que cambia el concepto original de “desplazar­
se en el espacio” por el concepto de “volar”, que no se aplica al movi­
miento de los astros.
La “palabra propia” del alumno, el lenguaje que domina y que
emplea para comunicarse habitualmente en su conversación cotidiana,
no es suficiente para rendir cuenta de los conceptos más precisos de la
ciencia. Estos exigen otra forma de lenguaje: sintaxis más compleja,
léxico formal y especializado, distribución de la información en el
texto organizada con criterios rigurosos.
35
Ante los ejemplos citados, ¿podemos afirmar que los alumnos
“comprendieron los conceptos”, pero tuvieron dificultades para expre­
sarlos? Evidentemente, no. No se trata del mismo concepto expresado
de dos maneras diferentes, sino de un concepto y su reinterpretación
errónea. La distinción que hemos realizado entre contenido y forma de
un texto no tiene fronteras nítidas y claramente señalables: muchos
significados —sobre todo, en los textos conceptuales— están indiso­
lublemente ligados a la forma en que se los expresa.
El uso de esta estrategia revela otro aspecto de la tarea de estudio.
Al estudiar, los alumnos no solo están aprendiendo nuevos conceptos,
el contenido de las diversas asignaturas, sino también están aprendien­
do (o deberían estar aprendiendo) nuevas formas de lenguaje, nuevos
tipos y géneros discursivos adecuados para vehiculizar esos conceptos y
operar mentalmente con ellos. La tarea de estudio implica, entonces,
tanto aprendizaje conceptual como aprendizaje genérico.
Los géneros conceptuales, como se señaló en el capítulo 2, no sue­
len ser objeto explícito de enseñanza, pero sí son exigidos en nume­
rosas tareas de escritura. Como consecuencia, los alumnos ponen en
juego, para alcanzar su dominio, estrategias informales como las que
hemos analizado.
Los alumnos que adoptan una estrategia literal revelan cierta
conciencia de que la forma de lenguaje utilizada para verbalizar un
concepto no es indiferente, lo que los lleva a intentar la respetuosa
reproducción del original. Para ellos, la tarea de estudio es doble: no
solo deben comprender, retener y producir información nueva, sino
que esta proviene de un texto que tiene una estructura, un léxico y un
estilo peculiares que aún no dominan y que tratan de imitar.

Los que eligen el lenguaje coloquial, en cambio, suelen considerar


que la forma de expresión carece de importancia, que de todos modos
se comprende lo que quisieron decir. Desde este punto de vista, se
encuentran más lejos que los estudiantes literales de alcanzar una
competencia adecuada en la escritura de textos formales.
36
Obsérvese, además, en los ejemplos, que la estrategia literal facilita
una adquisición que forma parte de las competencias básicas de
escritura: la ortografía. En efecto, las exhaustivas actividades de
fijación inciden en que se estabilice en la memoria la forma gráfica
correcta.
Otro aspecto en que la estrategia literal resulta más operativa es el
aprendizaje léxico, la incorporación estable de términos nuevos para el
alumno, sobre todo, los términos técnicos específicos de una ciencia.
Las estrategias reiterativas de los alumnos literales suelen tener esta
consecuencia, en cambio, la lectura más superficial y generalmente no
reiterada de quienes optan por la otra modalidad de estudio hace que
sea frecuente el almacenamiento de formas erróneas de dichos
términos. La siguiente lista muestra algunos ejemplos de distorsión
formal en el léxico de estos alumnos: ecandecente (incandescente),
mediante-mancuante (menguante), nuveluneo (novilunio), inteleteral
(interestelar), metorios (meteoritos), geormologia (geomorfología). En
casi todos se puede advertir, además, que hubo fallas en la compren­
sión del concepto, por ejemplo, el alumno creador de “nuveluneo” no
logró asociar correctamente por qué la fase de Luna nueva se denomi­
na novilunio.
Existen, por supuesto, casos de estrategias mixtas que oscilan entre
ambos estilos: se elige, por ejemplo, una estrategia literal predominan­
te y —ante una falla del recuerdo— se reformula coloquialmente el
segmento olvidado.

37
4. LAS HABILIDADES DE REFORMULACIÓN

Tanto la estrategia literal como la estrategia de la palabra propia


revelan, entonces, una limitación de los alumnos en sus habilidades de
producción de textos.
¿Cómo realiza esta tarea un estudiante con buenas habilidades de
producción? Observemos el siguiente ejemplo.

Texto fuente
Las distancias entre los astros en el universo son tan enormes que para
medirlas se utiliza una unidad de longitud especial.
Esta unidad es el año luz, es decir, la distancia recorrida por la luz en
un año (la luz recorre 300.000 km en un segundo).

Texto del alumno


El año luz es una medida especial, usada para medir las grandes
distancias entre los astros, que equivale a la distancia que recorre la luz
en un año (La luz recorre 300.000 km por segundo).

Al estudiar, este alumno puede concentrarse exclusivamente en la


retención de la información sin preocuparse por conservar la forma
literal del texto fuente. No necesita “atarse” a la forma exacta del
original porque tiene habilidades de reformulación, es decir, puede
formular de diversas maneras el contenido del original sin distorsionar
sus conceptos.
El alumno con habilidades de reformulación también usa “otras
palabras” que las del texto fuente, pero —a diferencia de sus
compañeros citados en los ejemplos anteriores— es capaz de producir
un texto genéricamente adecuado: utiliza un léxico formal, conserva los
términos especializados (como “año luz” o “astro”) y redistribuye la
información para adaptarla a las exigencias sintácticas de la definición.
La capacidad de reformular no es, entonces, una habilidad de
carácter general, sino relativa a los diversos tipos y géneros de textos.
39
Un alumno puede tener una habilidad satisfactoria para expresar una
idea de distintas maneras en una conversación informal y encontrarse
en dificultades para hacer lo mismo con la información conceptual de
un texto de estudio.

La habilidad de reformulación revela dominio genérico. Los


estudiantes que emplean la palabra propia, obviamente, también
reformulan, pero sin respetar el género discursivo que este tipo de
conceptual ización exige. No puede considerarse, por lo tanto, que
tengan habilidades de reformulación, ya que estas se encuentran
obligatoriamente relacionadas con el dominio de las características
propias de un género.
Las actividades de reformulación son exigidas por distintas tareas
habituales en el ámbito escolar. Algunas se realizan en presencia del
texto fuente, por ejemplo, los resúmenes. La redacción de un resumen
no consiste solo en reducir información, como se observa en el ejem­
plo que sigue.

Texto fuente
Los ríos de la región mediterránea sufren intensamente las conse­
cuencias del clima.

Resumen del alumno


La región mediterránea sufren del clima.

El alumno suprime información que considera secundaria (aun­


que, en este caso, no toda lo sea) y mantiene idénticos los elementos
restantes de la frase, con lo que genera un enunciado poco compren­
sible y agramatical. En realidad, la tarea de resumir implica siempre
realizar diversos cambios en el léxico, en la estructura sintáctica de las
frases y, eventualmente, en la organización general del contenido,
operaciones de reformulación que suelen presentar dificultades para
los alumnos.
40
También la resolución de cuestionarios de comprensión de textos
obliga con frecuencia a reformular el original para adaptarlo a las exi­
gencias de la pregunta. La tarea de reformulación puede volverse muy
compleja cuando se solicita al alumno que trabaje con varias fuentes
simultáneamente: en este caso, deberá reformular los fragmentos de
cada texto empleado que sean pertinentes para la resolución de la
consigna y realizar luego una reformulación integradora de todas las
interiores. Los alumnos con poca capacidad de reformulación suelen
resolver esta clase de tareas produciendo un montaje poco coherente
de segmentos literalmente copiados de los textos que emplearon.

4.1. Clases de reformulación

La reformulación puede realizarse en el interior del mismo texto,


como procedimiento para facilitar la comprensión del lector. En este
caso, se utilizan marcadores específicos tales como “es decir”, “a saber”,
“o sea”, “en otras palabras”, etc., que indican que a un segmento del
texto sigue una reformulación de él que lo aclara, lo amplía, lo define
o ejemplifica. Este tipo de reformulación se denomina sintagmática, ya
que se produce dentro del sintagma textual, en presencia del
fragmento reformulado. En un ejemplo citado anteriormente pueden
observarse dos reformulaciones sintagmáticas sucesivas: una indicada
por el marcador “es decir” y otra por paréntesis:

Esta unidad es el año luz, es decir, la distancia recorrida por la luz en


un año (la luz recorre 300.000 km en un segundo).

Otras tareas de escritura requieren remplazar —en forma total o


parcial— el texto original por su reformulación. A esta operación se la
denomina reformulación paradigmática y tiene como resultado la
producción de un segundo texto. Las habilidades requeridas para
41
ambos tipos de reformulación son muy semejantes: en los dos casos se
necesita un buen nivel de comprensión del enunciado por reformular
y capacidad para poner en juego variados recursos de producción para
reexpresarlo respetando su significado.
La reformulación, en cualquiera de ambas formas, puede realizarse
sobre un texto ajeno o propio. La habilidad de autorreformulación es
característica de los escritores expertos. En ellos, la construcción del
texto suele producirse progresivamente, a través de sucesivas reformu­
laciones que van adecuándolo a sus intenciones de expresión.

Otra clasificación posible de la reformulación se basa en los


objetivos de la tarea. Cuando la finalidad es aclarar para el interlocutor
sentidos del texto fuente, se habla de reformulación explicativa. Gran
parte de las reformulaciones sintagmáticas son explicativas, pero tam­
bién se observa esta función en numerosos casos de reformulaciones
paradigmáticas. Por ejemplo, los textos didácticos y los de divulgación
apelan a ella con el objeto de adaptar para un receptor no especializa­
do en determinado dominio del conocimiento informaciones expues­
tas de manera más compleja en los textos científicos.
El resumen de un texto, en sus variadas formas genéricas, puede
considerarse asimismo un caso de reformulación explicativa, en el ca­
so en que su finalidad es auxiliar la comprensión del lector proporcio­
nándole las ideas principales de un texto.

Otro tipo de reformulación, muy frecuente como práctica


pedagógica desde la antigüedad hasta aproximadamente el siglo XVIII,
es la imitativa. Se trata de una reformulación paradigmática que no
intenta reproducir necesariamente el contenido del texto fuente, sino
sus formas de expresión. Se consideraba entonces que la imitación de
técnicas de escritura propias de un autor consagrado era muy valiosa
para enriquecer los recursos de estilo de los estudiantes. Hoy en día
sobrevive este tipo de reformulación en algunos géneros, como por
ejemplo la parodia, que consiste en una práctica imitativa con
42
intención humorística y crítica. La capacidad de elaboración de una
parodia es indicio de dominio de género. Los alumnos suelen enfren­
tar con éxito esta tarea cuando el texto parodiado pertenece a una es­
fera del discurso muy familiar para ellos, como la relativa a los medios
masivos de comunicación: parodias de teleteatros, publicidades, etc.
La reformulación imitativa ya no es exigida con intención pedagó­
gica, pero sin embargo algunos alumnos continúan practicándola de
manera informal. En efecto, los estudiantes que emplean la estrategia
literal de estudio la llevan a su máxima expresión, ya que intentan imi­
tar el texto fuente hasta la coincidencia completa.
La reformulación puede operar en todos los niveles del texto. En el
siguiente ejemplo, extraído de una tarea que se realizó con el texto
fuente presente, vemos un caso de reformulación léxica: no se altera la
estructura sintáctica de la frase, sino que —sobre el mismo esquema—
se remplazan algunas palabras y expresiones por otras de significado
equivalente.

Texto fuente
El nombre de la región mediterránea responde al del mar que baña sus
costas.

Texto del alumno


La denominación de la región mediterránea se debe al mar que baña
sus costas.

En el próximo ejemplo, en cambio, el léxico no se modifica, pero


sí la estructura sintáctica, con la consiguiente redistribución de
información en la frase.

Texto fuente
Los ríos de la región mediterránea sufren intensamente las
consecuencias del clima.

43
Texto del alumno
Los ríos sufren intensamente las consecuencias del clima en la región
mediterránea.

Los reformuladores hábiles emplean simultáneamente ambos tipos


de reformulación, sobre todo, porque los niveles léxico y sintáctico se
encuentran estrechamente relacionados y, por lo tanto, una modifica­
ción en un plano obliga con frecuencia a modificar también el otro.
Además, una tarea específica puede requerir cambios en niveles
mayores que la frase: la reformulación opera en el plano textual. Por
ejemplo, algunas preguntas de la evaluación de la que fueron extraídos
los ejemplos no podían ser contestadas adecuadamente sin redistribuir
la información del texto fuente, modificando incluso su estructura
original. Este tipo de operación obliga, en general, a variar también las
partículas de relación entre frase y frase o entre segmentos mayores del
texto.
En la redacción de textos Acciónales son frecuentes los ejercicios de
reformulación que modifican el sistema enunciativo de todo el texto,
tales como el pasaje de una narración de 3a a Ia persona o viceversa, la
re-descripción de una escena cambiando el punto de vista del observa­
dor o la reinserción de diálogos con pasaje de estilo directo a indirecto.
Las reformulaciones paradigmáticas que implican cambio de
género son operaciones complejas que pueden desarrollar con éxito los
escritores con habilidades desarrolladas, como en el caso ya citado de
conversión de textos conceptuales científicos en didácticos. En el aula,
no obstante, pueden requerirse operaciones de esta clase, sobre todo,
cuando están involucrados géneros de finalidad pedagógica que no se
encuentran muy distanciados de la fuente, tales como la elaboración
de resúmenes, cuadros sinópticos o esquemas de contenido.
Las habilidades de reformulación escasas tienen consecuencias
negativas tanto en el plano comunicativo como en el cognitivo.
Desde el punto de vista comunicativo, la habilidad para reformular
permite facilitar al interlocutor la comprensión de una idea. Esta
44
habilidad es un indicio del conocimiento activo de los diversos
recursos que ofrece la propia lengua: para reformular adecuadamente
deben ponerse en juego recursos sintácticos variados, un léxico am­
plio, capacidad para detectar identidades y diferencias de significado y,
además, debe existir una correcta comprensión de la situación en la
que se produce el texto para seleccionar los procedimientos más ade­
cuados. Los docentes, por ejemplo, suelen tener altas habilidades de
reformulación, ya que su tarea les exige la capacidad de explicar un
concepto de distintas maneras para que sus alumnos lo comprendan
satisfactoriamente. Incluida en estas habilidades se encuentra la capa­
cidad de evaluar, en una situación comunicativa precisa, los conoci­
mientos de que disponen sus interlocutores, para poder adaptar sus ex­
plicaciones a estos conocimientos y volverlas así eficaces. Cuando el
docente advierte que el concepto que desea explicar resulta demasiado
abstracto, difícil de precisar o confuso para los alumnos, apela a la re­
formulación para facilitar su comprensión.

Hemos señalado que la habilidad de reformulación se encuentra in­


disolublemente unida al dominio del género discursivo correspondien­
te a la situación. Desde este punto de vista, adquirir la capacidad de
reformular textos pertenecientes a diversos géneros implica ampliar las
habilidades comunicativas del estudiante. Así, la capacidad de comu­
nicación no se verá restringida exclusivamente a las situaciones de
diálogo cotidiano, sino que se extenderá a formas de comunicación
distintas, exigidas por los ámbitos propios de la construcción y
transmisión de conocimientos.
Desde el punto de vista de los procesos de conocimiento, la
habilidad de reformulación implica flexibilidad cognitiva. En efecto, la
capacidad de referirse de distintas maneras a una misma idea implica
la construcción de múltiples representaciones de ella. Los alumnos
literales evidencian que para ellos los conceptos que están aprendiendo
responden a una representación única: la del texto.

45
Debe señalarse, sin embargo, que —en el proceso de aprendizaje—
se trata de una etapa normal: cuando accedemos por primera vez a un
campo de conocimientos, no disponemos todavía de información
suficiente como para evaluar hasta qué punto podemos apartarnos de
la formulación original sin distorsionar los conceptos.

¿Es correcto, por ejemplo, como propone uno de los alumnos


citados, remplazar “entra en combustión” por “se incendia” o “se
prende fuego”? Los alumnos que optan por la palabra propia no se
cuestionan estas sutiles diferencias de significado y reformulan des­
preocupadamente. En algunos casos, la distorsión afecta solo a la for­
malidad del texto, como en el ejemplo en que se remplaza “fragmen­
tos” por “pedazos”; pero en otros es el concepto mismo el afectado.

4.2. Dificultades en la tarea de reformulación

¿Cuáles son las dificultades más frecuentes que se observan cuando


los alumnos intentan reformular textos de estudio?
Básicamente, no dominan el registro formal característico de este
género de escritos. Dos actitudes opuestas revelan la falta de dominio:
la elección de un registro informal o el intento fallido de imitar la
formalidad del original. Los siguientes ejemplos muestran ambas
posibilidades.

Texto fuente
El espacio entre las estrellas no es un vacío total. Está ocupado por
partículas de polvo y de gas [...]

Texto del alumno


El universo está lleno de partículas de polvo y otras sustancias.

46
En este caso, el remplazo de la frase “está ocupado” por la más
coloquial “está lleno” tiene consecuencias conceptuales. La condición
de lleno se aplica, por una parte, a recipientes, lo que no es el caso del
universo ni del espacio interestelar. Por otra parte, también a nivel
coloquial, “lleno” significa “ocupado por completo”, hecho que no es
extensible al espacio con respecto a las partículas de polvo. El próximo
ejemplo muestra también problemas ocasionados por la reformulación
informal.

Texto fuente
[La Luna] Está cubierta de cráteres de variado tamaño, que parecen
haberse formado por meteoritos que hicieron impacto violentamente
sobre su superficie.

Texto del alumno


[...] un montón de lluvia de cráteres la hizo tal cual esta ahora.

Aquí el desconocimiento léxico es más profundo: los cráteres se


asimilan a los meteoritos. “Un montón” y “tal cual está ahora” son,
además, expresiones imprecisas que revelan las precarias habilidades
del alumno para describir el aspecto actual de la Luna y explicar cómo
se formó.

Las distorsiones de significado que se producen por una mala


elección reformuladora pueden ser graves o sutiles, pero en ambos
casos responden a una misma situación: la pobreza léxica del alumno.
En el lenguaje cotidiano, como señalamos en el capítulo 1, un voca­
bulario reducido e impreciso no afecta necesariamente la comunica­
ción, pero sí lo hace en el lenguaje escrito y en un grado mayor si se
trata de textos de estudio, ya que en ellos, como ya se señaló, el
objetivo es alcanzar la mayor precisión conceptual posible.

47
El próximo texto es característico de los alumnos que —a
diferencia de los que eligen un estilo coloquial— son conscientes de
que deben producir un texto formal. Esta conciencia implica un paso
adelante en este tipo de tarea de escritura, pero no implica obligatoria­
mente el dominio de sus procedimientos.

Texto fuente
Algunos planetas, como Mercurio, no tienen satélites. La Tierra tiene
solo uno: la Luna.

Texto del alumno


Algunos planetas como Mercurio no contienen satélites, la tierra
contiene 1 [...]

De manera difusa, los alumnos que producen esta clase de


reformulaciones consideran que algunas palabras resultan más
representativas del registro formal. En efecto, “contener” no es tan
usual como “tener” en las conversaciones informales, pero tampoco es
estrictamente su sinónimo, ya que “contener” significa “tener algo
dentro de sí”. El resultado de la reformulación genera, entonces, un
error conceptual. El léxico activo de estos alumnos es más rico que el
de los que eligen términos coloquiales, pero aún no son capaces de
delimitar con precisión las diferencias de significado dentro de un área
de términos afines.
El próximo ejemplo presenta una situación similar al anterior: la
elección de una palabra poco frecuente en textos informales —en este
caso, el pronombre “cuyo”— que, para la visión del alumno, contagia
su formalidad a todo el fragmento.

Texto fuente
La fotósfera es [...] En esta zona se encuentran las “manchas solares”,
de forma y tamaño variable.

48
Texto del alumno
Manchas solares: se encuentra en la fotosfera, su tamaño es bariable
cuyo diámetro baria [...]

El problema surge aquí porque el alumno no es capaz de producir


la construcción sintáctica que “cuyo” exige y —por lo tanto— el
resultado es una frase gramaticalmente incorrecta.
Los textos formales requieren un léxico determinado, pero también
determinadas formas sintácticas —en general, más complejas— que
los alumnos no están habituados a emplear. Con frecuencia ambos
requerimientos se encuentran relacionados: la elección de una palabra
obliga a producir cierta construcción. El desconocimiento o la poca
familiaridad con estas exigencias léxico sintácticas provocan errores
como los que se advierten en los ejemplos que siguen en las
construcciones que dependen de los verbos “distinguir” y “analizar”.

Texto fuente
[El Sol] está constituido por una masa gaseosa en la que se distinguen
las siguientes partes.

Texto del alumno


El Sol se distingue en varias partes.

Texto fuente
[La Geografía] investiga las causas y realiza el análisis de sus consecuen­
cias.

Texto del alumno


[...] investiga las causas y las analiza de sus consecuencias.

Otro aspecto de la tarea de reformulación en el que los alumnos


suelen cometer errores es el uso de conectores. La presencia de
conectores tiene gran importancia para la comprensión, debido a que
hacen explícitas relaciones diversas entre segmentos del texto:
49
relaciones de consecuencia (por lo tanto), de justificación (ya que), de
confirmación (en efecto), de ilustración (por ejemplo), de oposición
(aunque), etc. Cuando el conector no se encuentra explícito, el lector
debe reconstruirlo para comprender la relación adecuada.
La conexión explícita —muy frecuente en los textos didácticos—
facilita la comprensión, pero no la resuelve. En efecto, es habitual que
los alumnos no logren reconstruir en su texto la relación que el
conector indica, tal como se observa en los siguientes ejemplos.

Texto fuente
Los planetas son astros que se trasladan alrededor del Sol: no poseen
luz propia y solo brillan porque reflejan su luz.

Texto del alumno


Son astros que no poseen luz propia ya que reflejan la luz solar.

Texto fuente
Las nebulosas son concentraciones de material interestelar [...].
Las que se encuentran próximas a alguna estrella resultan brillantes; en
caso contrario, son oscuras.

Texto del alumno


El material interestelar que está cerca de alguna estrella es brillante de
lo contrario no.

En el primer caso, el alumno conservó la relación causal indicada


en el texto por el conector “porque” —que reformula adecuadamente
como “ya que”—, pero al reducir y reorganizar la información original
provoca una atribución de causa errónea. En el segundo ejemplo
también se conserva la conexión de oposición “en caso contrario”/“de
lo contrario”. Sin embargo, el alumno no es capaz de desarrollar los
aspectos opuestos que anuncia el conector y se limita a reducir la
información hasta niveles obvios: “de lo contrario” siempre implica

50
Otra dificultad típica se genera cuando el alumno debe redistribuir
segmentos del texto original, por ejemplo, para adecuar su respuesta a
la formulación de la pregunta. En este caso, es frecuente que no logre
realizar los cambios necesarios para que no se genere una incongruen­
cia. Este problema puede observarse en el siguiente ejemplo.

Texto fuente
La palabra geografía proviene del griego: “geo”=“Tierra” y
“grafein”=“descripción”. Por lo tanto, etimológicamente significa
“descripción de la Tierra”. Actualmente se la considera la ciencia que
estudia la Tierra como astro [...]

Texto del alumno


La palabra geografía es la ciencia que estudia a la tierra como astro,
geografía proviene del griego geo=tierra grafein=descripcion.

El análisis de las distintas estrategias de estudio y de los errores


frecuentes de los alumnos nos permite detallar más las operaciones que
intervienen en el proceso y cómo se relacionan entre sí.
La habilidad de reformulación es básicamente, una habilidad
productiva, pero incide también en la comprensión y en la
conservación. Un alumno con escasa capacidad para reformular realiza
operaciones mentales diferentes, en la tarea de estudio, de otro con
buena capacidad.
Si emplea una estrategia literal de estudio, puede comprender
adecuadamente un texto, es decir, construir una representación mental
correcta de él, pero con un nivel de comprensión poco flexible,
estrecho y unívoco. En cuanto a la conservación de la información en
la memoria, es su falta de habilidad reformuladora la que lo obliga a
intentar la retención de la forma exacta del texto, por lo que así
provoca el efecto de sobrecarga que se describió en el punto 4. El
estudiante hábil no sufre este efecto: se concentra exclusivamente en
retener el significado, ya que en el momento de la evaluación podrá
encontrar una reformulación adecuada de los conceptos almacenados.
51
Los alumnos que utilizan la estrategia de la palabra propia tampoco
sufren el efecto de sobrecarga, ya que no intentan en modo alguno
recargar su memoria. Al leer y comprender el texto generan
representaciones de él difusas, poco precisas y, a veces, erróneas, así las
almacenan, y los textos que producen evidencian la misma falta de
rigor conceptual.

52
5. ESCRITURA Y REFORMULACIÓN EN LA ESCUELA

Existen actualmente numerosos trabajos confiables desde el punto


de vista estadístico que ratifican la intuición cotidiana del docente: los
alumnos concluyen el ciclo secundario sin haber adquirido un
dominio satisfactorio de la escritura. Esta realidad se verifica a pesar de
que la escuela otorga gran importancia a este dominio y lo establece
como un objetivo explícito de enseñanza.
Puede observarse, sin embargo, que la institución plantea de
manera confusa la adquisición de habilidades comunicativas. Pretende
que el alumno comprenda y produzca textos de diversos tipos y
géneros, pero no enseña todo lo que exige. Esta carencia se advierte
sobre todo, en el ámbito de los géneros conceptuales y de los textos
que el alumno debe producir a partir de una fuente, en los que la
capacidad de reformulación resulta crucial.
La comunicación se coloca en el primer plano de los intereses de la
escuela, pero se la concibe de manera restringida, desvinculándola de
la adquisición de conocimientos. Desde el punto de vista cognitivo, las
formas de comunicación se convierten a lo largo del desarrollo del
niño en formas de representación mental y, por lo tanto, las
actividades verbales y el pensamiento funcionan al unísono. La escuela
parece suponer, en el caso de los géneros señalados, que el aprendizaje
conceptual y el de la escritura corren por distintos carriles.

No es objetivo de este trabajo incluir una propuesta didáctica rela­


tiva a los géneros conceptuales, pero sí lo es indicar algunas situacio­
nes generales que inciden negativamente en su adquisición. La escasa
habilidad de reformulación responde en primer lugar a una situación
típica de la escuela media: los alumnos, sencillamente, escriben poco,
tanto en cantidad como en extensión. La ejercitación cotidiana en
diversas asignaturas suele hacerse con carpetas didácticas que solo
requieren que se completen espacios prefijados, generalmente, breves.
53
Cuando se solicita la redacción de un trabajo más extenso, como una
monografía, lo más probable es que se realice en forma grupal. Las
formas típicas de evaluación también responden a estos criterios de
poco desarrollo escrito. El resultado de estas prácticas es un alumno
que, con alta probabilidad, habrá atravesado el ciclo secundario sin
haber tenido necesidad de producir enunciados de más de tres o cuatro
oraciones y que —con suerte— apenas domina la escritura extensa en
algunos géneros Acciónales del área de Lengua.
Esta situación, por supuesto, es correlativa ai hecho muy conocido
de que los alumnos tampoco leen demasiado, y menos aun textos
extensos. El problema no atañe únicamente a las lecturas literarias:
también los libros de estudio han reducido en forma significativa su
extensión. Para citar solo un ejemplo, una comparación entre el
desarrollo que reciben los mismos temas en libros de geografía de uso
frecuente en la década del 50 y la del 90 reveló que en estos últimos el
texto —medido en número de palabras— tiene una extensión de
alrededor del 15% de la de los primeros.
La relación entre habilidades de lectura y de escritura no es
unívoca, sino compleja y con numerosos desfasajes en el desarrollo.
Pero, por otra parte, como se describió en el capítulo 2, durante el
procesamiento del texto las actividades de comprensión y producción
se encuentran estrechamente imbricadas. Si bien el hecho de tener una
buena capacidad de comprensión en determinado género no garantiza
que se tengan iguales habilidades de escritura, sí puede verificarse la
relación inversa: un buen escritor presupone un buen lector, por lo
menos, en la misma esfera del discurso.
La escasez en la escritura responde probablemente tanto a razones
de orden pedagógico como de orden laboral. Por una parte, continúa
desde hace varios años el auge de las evaluaciones y ejercitaciones
llamadas objetivas y de los cuestionarios de respuesta breve y, al mismo
tiempo, cayeron en desuso las tradicionales pruebas de composición,
es decir, pruebas de producción de texto de recuerdo libre. Por otra
parte, las malas condiciones de trabajo impiden al docente disponer de
54
tiempo suficiente para la supervisión y corrección de trabajos escritos
más extensos.
Estos hechos conspiran, en general, contra el dominio de la
producción de texto escrito y, en particular, contra el desarrollo de las
habilidades de reformulación. En efecto, algunas operaciones de refor­
mulación solo se vuelven necesarias ante la escritura de un texto de
cierta extensión. Por ejemplo, un trabajo monográfico de búsqueda de
información sobre un tema obliga a reestructurar el orden de presen­
tación de los contenidos de las fuentes consultadas y a establecer
nuevas conexiones entre sus partes para que el nuevo texto elaborado
mantenga coherencia.
La habilidad para reformular se aprende a partir de ejercitaciones
específicas, pero también de manera indirecta, como una consecuencia
de la tarea constante y sistemática de escribir y reescribir. En el
capítulo 2, en la descripción de la tarea de estudio, se señaló la
importancia de las actividades de fijación para el aprendizaje tanto
conceptual como discursivo, es decir, relativo a las características
formales de los textos conceptuales. La fijación supone reiteración, en­
tendida en un sentido no automático. La importancia de la reiteración
es extensible a otras tareas: la cantidad de ejercitación no es un detalle
secundario para la adquisiciór. de la escritura. En este aspecto la
escuela se encuentra, sin embargo, en una situación difícil, ya que el
requerimiento de actividades de lectura y escritura abundantes parece
ir en sentido contrario a las tendencias que se observan en la sociedad
en general.
Los ejercicios de reformulación fueron característicos de la ense­
ñanza durante varios siglos: desde la antigüedad grecolatina constitu­
yeron una de las tareas preparatorias para la introducción de los
alumnos en el estudio de la Retórica. Eran prácticas habituales, tanto
explicativas como imitativas, realizadas generalmente sobre obras de
autores consagrados, que consistían en una gran variedad de ejercicios,
tales como prosificar textos poéticos, remplazar palabras o segmentos
más extensos del original por otros equivalentes o explicar los diversos
55
sentidos que adquiría una palabra en determinado contexto. El
objetivo de estas actividades era tanto el dominio de la expresión oral
y escrita como la profundización de la comprensión del texto
estudiado.
En la actualidad estas prácticas fueron abandonándose
progresivamente, de modo que hoy subsiste casi con exclusividad la
enseñanza de la rcformulación reductora, el resumen. Este abandono
se debió en parte a una concepción errónea que desvaloriza las habili­
dades de reformulación como una actividad meramente imitativa, que
se limita a reproducir el mismo contenido con distintas palabras. Apa­
rentemente, esta capacidad estaría desvinculada de objetivos más valio­
sos, tales como favorecer la formación de actitudes críticas o creativas
en el alumno.
Sin embargo, como se señaló en el capítulo 4, la habilidad para re­
formular es un indicio del dominio de la propia lengua, de la capa­
cidad para utilizar activamente un vocabulario amplio y recursos
sintácticos alternativos. Es indicio, además, de competencia para com­
prender la situación comunicativa que exige la operación reformula-
dora. Desde el punto de vista de los procesos de conocimiento, revela
flexibilidad conceptual, capacidad para comprender identidades y di­
ferencias de significado, y expresar conceptos de distintas maneras sin
distorsionarlos.
Estas habilidades no se contraponen a la creatividad ni al pensa­
miento crítico, sino que constituyen un requisito previo para adquirir­
los. En efecto, nunca podrá desarrollarse un uso creativo del lenguaje
si no se conocen y dominan sus recursos, si no se tiene la capacidad
para encontrar diversas formas alternativas para referirse a una
realidad. Igualmente, la actitud crítica frente a un texto comienza a
generarse con las exigencias que plantea la tarea de reformular: la
reflexión sobre el significado, sobre cómo inciden en su construcción
factores lingüísticos y discursivos como los cambios sintácticos,
léxicos, el registro, la distribución de la información en el texto y
demás.
56
Otra situación que incide desfavorablemente en las habilidades
reformuladoras en la producción de texto escrito es que se considera
que esta adquisición es responsabilidad exclusiva del área de Lengua.
En las últimas décadas, con el desarrollo de las Ciencias del Lenguaje
y la Semiología, se tomó conciencia de que el universo del discurso
excede los géneros literarios, que constituían el objeto privilegiado en
esas asignaturas, y que se complementaban además en muchos géneros
con otros sistemas de signos no verbales. Así, fueron realizándose
paulatinamente modificaciones curriculares que introdujeron en los
textos de estudio nuevos tipos y géneros discursivos. A la tarea habitual
de trabajar con los géneros literarios clásicos se agregó la enorme masa
de los discursos tradicionalmente llamados “informativos”, los géneros
periodísticos, géneros mixtos como los publicitarios y la historieta, el
guión televisivo, la instrucción de procedimientos, etc., generalmente
sin recurrir a principios clasificatorios claros y organizados, sino en
una sucesión ecléctica que roza superficialmente cada zona del
discurso sin profundizar ninguna. Debe recordarse, además, que la
asignatuia tiene a su cargo contenidos de normativa y de gramática, y
que el agregado de contenidos en el área discursiva no implicó un
aumento de la carga horaria. Esta situación genera, por supuesto, una
imposibilidad práctica para desarrollar los contenidos asignados.

Además de razones prácticas que impiden al área de Lengua hacerse


cargo de todos los géneros discursivos que se considere necesario
introducir en el aula, existen también razones de orden teórico. Los
rasgos característicos de un género no se encuentran desvinculados de
su contenido, sino que constituyen la forma más adecuada para
vehiculizarlo. Así, para enseñar la escritura en un género típico de un
dominio de conocimiento, hay que poseer primero ese conocimiento.
Por ejemplo, el informe de experiencia, género que el alumno debe
dominar en ciencias naturales y físico-químicas, tiene una serie de
características que sin duda el docente de Lengua puede describir. Pero
le resultará imposible enseñar a redactarlo correctamente como un
57
esquema vacío, sin contenidos específicos de una asignatura que muy
probablemente desconoce.
A pesar de las razones señaladas, se insiste en la tendencia a
continuar sobrecargando la clase de Lengua con la responsabilidad de
enseñar cualquier tipo de texto escrito. Esta situación no implica
convertir a todas las materias en talleres de redacción de los géneros
relativos a cada una, sino tomar conciencia —y hacer tomar
conciencia al alumno— de que el aprendizaje conceptual no es
independiente del aprendizaje discursivo y, por lo tanto, dedicar
espacio a la reflexión sobre las características del lenguaje que
comunica los contenidos específicos. El alumno debe comprender por
qué una reformulación desaprensiva, que no respete determinadas
exigencias verbales, revela un aprendizaje inadecuado.

En muchas ocasiones son los textos de estudio los responsables de


que el alumno no amplíe sus competencias discursivas. Como se
describió en el capítulo 1, los géneros típicos del discurso educativo
disponen de un amplio repertorio de recursos para facilitar la
comprensión. Entre estos recursos, últimamente se advierte que
muchos textos conceptuales para el ciclo secundario llegan al límite de
la distorsión genérica: incorporan el uso de un registro coloquial para
consignas y explicaciones, abusan de la ilustración en detrimento del
texto, apelan a recursos propios de la historieta y otros géneros
recreativos para transmitir contenidos. Se acercan así, sin duda, a los
tipos de lenguaje más familiares para el alumno, pero —por otra
parte— solo logran reafirmarlo en lo que ya conoce y domina, y no
favorecen la adquisición de géneros más complejos necesarios para
aprendizajes conceptuales específicos del nivel secundario.
Si bien este trabajo se ha centrado en la reformulación relativa a los
géneros conceptuales, esta habilidad es necesaria para la producción de
todo tipo y género de texto. Excepto en las situaciones en que la
escritura reproduce la comunicación oral espontánea, escribir es
siempre reescribir. El control sobre la propia escritura, la posibilidad
58
de volver atrás sobre lo redactado para realizar modificaciones que
lleven al texto a su versión más cercana a los objetivos del trabajo, es
lo que diferencia la oralidad de la escritura. La reformulación
constituye, entonces, una habilidad primordial para este aprendizaje.
Según una definición clásica en la Lingüística contemporánea, la
lengua es un sistema finito de reglas que permite generar infinitos
enunciados. A su vez, insertos en el variado universo del discurso, los
enunciados adoptan muy diversas formas —y se crean constantemente
otras nuevas— que responden a modalidades específicas de interac­
ción y de prácticas sociales que las requieren.
El dominio activo de esta capacidad de generar infinitos
enunciados adecuados a la situación comunicativa y a la tarea mental
que se desea ejecutar, es la base necesaria sobre la que pueden edificarse
las competencias que deseamos para nuestros alumnos: que puedan
elegir la palabra adecuada para comunicar su pensamiento, que
puedan desarrollar su pensamiento con la palabra precisa, que puedan
—ante el enorme abanico de recursos que los productos sociales del
lenguaje les ofrecen— construir una auténtica palabra propia, basada
en el dominio de la expresión y no en el desconocimiento. En caso
contrario, permanecerán limitados a una acceso pobre y fragmentario
a la herramienta de comunicación y conocimiento más poderosa de la
que el hombre dispone.

59
BIBLIOGRAFÍA

Alvarado, M. Paratexto. Buenos Aires: Oficina de Publicaciones del


Ciclo Básico Común, UBA, 1994.

Arnoux, E., et aL El aprendizaje de la escritura en el ciclo superior. En:


A.A.V.V. Adquisición de la escritura. Facultad de Humanidades y Artes,
U.N.R., Ediciones Juglaría, 1996.

Bajtín, M. El problema de los géneros discursivos. En: Estética de la


creación verbal. México: Siglo XXI, 1982.

van Dijk, T. La ciencia del texto. Un enfoque interdisciplinario.


Barcelona: Paidós, 1978.

Ciapuscio, G. Tipos textuales. Buenos Aires: Oficina de Publicaciones


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Denhiére, G. y S. Baudet. Traitement du texte. En: Problemes de


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Fuchs, C. Paraphrase et énonciation. París: OPHRYS, 1994.

Halliday, M. Cohesión in english. Nueva York: Longman, 1976.

Kintsch, W. Text comprehension, memory and learning. En: American


Psychologist, vol. 49, n° 4, 1994.

Ruiz Vargas, J.M. Psicología de la memoria. Madrid: Alianza, 1991.

6o
Scardamalia, M. y C. Bereiter. Dos modelos explicativos de los procesos
de comprensión escrita. En: Infancia y Aprendizaje n° 58, Madrid, 1992.

Silvestri, A. La habilidad de reformulación escrita en alumnos del ciclo


secundario. En: Signo&Seña n° 8, Instituto de Lingüística, U.B.A. (en
prensa).

Wertsch, J. Voces de la mente. Un enfoque sociocultural para el estudio


de la acción mediada. Madrid: Visor, 1993.

61
ÍNDICE

Introducción ...................................................................................... 9

1. El texto escrito en el ámbito escolar........................................ 1 ]


1.1. Tipos de texto y géneros discursivos en el aula............... 11
1.2. Los géneros conceptuales ..................................................16

2. La producción a partir de un texto fuente............................ 22


2.1. La tarea de estudio............................................................. 23

3. Estrategias de estudio de textos ............................................... 29


3.1. La estrategia literal............................................................ 29
3.2. La estrategia de la palabra propia......................................34

4. Las habilidades de reformulación............................................ 39


4.1. Clases de reformulación ................................................... 41
4.2. Dificultades en la tarea de reformulación........................46

5. Escritura y reformulación en la escuela ................................. 53

Bibliografía ............................ 60
Colección El Caldero

Títulos publicados:

Ana Longoni y Ricardo Santoni • De los poetas malditos al videoclip:


Arte y literatura de vanguardia.
Adriana Silvestri • En otras palabras. Las habilidades de reformulación
en la producción del texto escrito.
José Luis Petris • crónicas y naciones. Estilos de diarios/Estilos en diarios.
Paula Mahler • Cuando el lenguaje habla del lenguaje. Los usos
reflexivos del lenguaje. Metalenguaje y discurso referido.
Susana G. Artal • Del rey Arturo a los héroes del espacio. Los relatos de
héroes y aventuras entre dos milenios.
Este libro se terminó de imprimir
en el mes de abril de 1998
en los talleres gráficos de INDI IGRA b S.A.
Sanche: de Loria 2251. Rueños Aires. República Argentina
Las habilidades de reformulación
Actualización docente constituyen una capacidad básica para
enfrentar con éxito las tareas de escritura
que exige la escolaridad. En este libro se
describe el texto escrito y algunas habili­
dades necesarias para producirlo y se
analizan tareas de escritura comunes a
distintas asignaturas del nivel secundario
y las dificultades que implica su resolu­
ción. También se propone una revisión
crítica de algunos presupuestos peda­
gógicos vinculados con la función de la
memoria en el aprendizaje escolar.
-
Colección El caldero

Adriana Silvestri es profesora en Le­


tras egresada de la UBA y psicolingüista
especializada en problemas de compren­
sión lectora. Actualmente realiza tareas
de investigación y docencia en los niveles
medio, terciario y universitario.

ISBN 950-753-039-

Cántaro
EDITORES

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