Casos Exitosos
Casos Exitosos
Casos Exitosos
Los primeros años de su vida transcurrieron en el barrio Manrique, uno de los lugares más
icónicos y populares de Medellín. Más tarde, el joven se mudaría a una finca a las afueras
de la ciudad. Allí, él, junto con sus padres y sus nueve hermanos, pasaría el tiempo
estudiando y ayudando con las labores campestres.
Todos los atardeceres al llegar a casa, su padre solía traer consigo un pequeño regalo para
cada uno de sus hijos: un dulce, un chocolate o un juguete… Cualquier detalle era bueno
para entusiasmar a los chicos. Lamentablemente, debido a una dolencia pulmonar tuvo que
ir al médico y, tras una mala aplicación del procedimiento de anestesia general, el
señor Calle falleció prematuramente a sus 39 años. Esto hizo que, en su adolescencia,
Arturo se dedicara al estudio y al apoyo de su madre con las múltiples tareas de la finca,
para así sacar adelante a sus hermanos menores. Entre sus labores cotidianas estaba la
producción de frutas, hortalizas y flores. Todas las tardes, el chico se encargaba de
comercializar los productos en la plaza de mercado de la ciudad.
Con el tiempo, llegó a ser tan habilidoso en el arte de la venta que los demás productores de
la ciudad le solicitaban que vendiera también sus productos a cambio de un pago por sus
servicios. Le iba tan bien en el negocio que solía fallar muchísimo a la escuela.
“Arturo Calle era un monito de pelo un poco largo, pecoso, avispado...
un ser humano como todos, pero con visión. Me encantaban los
negocios, me fascinaba la plata.” -Dijo el empresario en una entrevista.
RAPPI
Fundada en 2015 en Bogotá, inició su camino con el fin de aportarle una solución
logística a una plataforma tecnológica creada para el sector retail por los
colombianos Simón Borrero, Sebastián Mejía, Felipe Villamarín y Juan Pablo
Ortega.
Tras pisar fuerte en el negocio del delivery, recientemente intentó plantar bandera
en el rubro financiero como billetera virtual, procesadora de pagos y a través del
lanzamiento de su propia tarjeta con el característico bigote de la marca.
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en locales de la Costa
El primero de ellos optó por hacer carrera fuera del territorio colombiano. Estudió
Administración en la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas
(ESADE) de Barcelona y luego continuó sus estudios en la capital española. En
2008 emprendió vuelo a Nueva York, donde se quedó seis años, hasta el momento
en el que apareció su socio.
Por otro lado, el actual CEO de Rappi se había puesto el traje de emprendedor
serial. Tras graduarse en Administración de Empresas en la Universidad de los
Andes, realizó un MBA en EADA Business School, en Cataluña. Su primer proyecto
fue un sitio con las plataformas electorales de los principales candidatos, y más
tarde lanzó una herramienta de recruitment llamada Ventrevista.
Y añade: "Hacer una entrega, cómo resolver la última milla y llevar productos en 30
o 60 minutos estaba lejos de ser resuelto porque en la región no teníamos una
infraestructura de logística". Entonces decidieron crearla de cero ellos mismos.
Los medios colombianos daban cuenta del éxito de Grability, uno de los potenciales
unicornios locales (el primero, ya que Colombia recién debutó en ese grupo en 2017
con LifeMiles, el programa de fidelización de la aerolínea Avianca).
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A la vez, se referían a Rappi como el experimento de la sólida empresa tecnológica.
Primero comenzó con un puñado de repartidores llevando pedidos de locales de
barrio en Bogotá, no obstante, un feature se convirtió en clave para su verdadero
despegue.
"Lo valioso de Rappi no fue idea nuestra, sino de los propios usuarios", asegura
Borrero. La plataforma contaba con un espacio, un buzón de sugerencias, para que
los consumidores dejaran las suyas y asi mejorar el modelo de negocios. Los
emprendedores, grupo fundador al que se había sumado Juan Pablo Ortega,
notaron que el público les hacía pedidos que no habían contemplado, como
órdenes de restaurantes carentes de delivery, compras de supermercado y hasta
dinero en efectivo.
A los cuatro meses, se expandieron al mercado mexicano, donde Ortega se asentó
como country manager.
Lluvia de millones
El modelo de negocios detrás de Rappi fue lo que atrajo a los inversores. Su
estructura se basa en ejercer como un intermediador, una suerte de plataforma de
contacto entre los usuarios que tienen necesidades y un equipo de repartidores,
conocidos como "rappitenderos". A estos últimos los considera autónomos -y no
empleados de la compañía- bajo el argumento de que pueden conectarse y
desconectarse cuando quieran de la app para tomar pedidos.
"Las metas eran difíciles, había empresas más grandes que nosotros. Entonces nos
íbamos a un parqueadero hasta la 1 de la mañana con un tablero y los 20
empleados de la empresa para ver cómo nos ingeniábamos para cumplir con los
objetivos de la semana. Con esa intensidad, cada uno daba lo máximo de sí mismo
y mucho de la cultura que se bajó a todos los empleados de Rappi está ahí", cuenta
Villamarín.
"Rappi no genera utilidades. Utilizamos todos los recursos para nuestra expansión
territorial, mejorar la tecnología y alcanzar nuevos talentos", apunta Mejía.
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¿Qué ven los inversores? "La posibilidad de crear un emprendimiento de alto
impacto. Ellos son buenos en encontrar ciertos indicadores y patrones en empresas
de tecnología, características que hacen que las compañías crezcan a ese ritmo",
explica.
Innovadores o explotadores
El core de su negocio también se volvió uno de los principales focos de protesta. En
varias filiales, los rappitenderos organizaron huelgas para que mejoren sus
condiciones laborales y, algunos, para ser considerados empleados de la compañía.
Tres meses después, apuntó que la compañía no había cumplido con todo lo
solicitado y le requirió, por ejemplo, que modificara sus términos y condiciones,
aclarara el precio final de los bienes y mejorara su sistema de quejas.
"Algunos critican a Rappi como subempleo, pero funciona perfecto para la mayoría
de rappitenderos que usan la app los fines de semana y en la noche. Este modelo de
negocio no brinda oportunidad a otras horas del día, no se hizo para poder generar
ingresos a tiempo completo", se defiende Borrero.
Y añade: "Acá tenemos muy claras las condiciones de los rappitenderos: son
emprendedores independientes que pueden conectarse tres horas un domingo y no
conectarse por 15 días y no pasa nada. Lo que sí es cierto es que este modelo
funciona mucho mejor en países donde hay un índice de Gini alto".
Este coeficiente sirve para medir la desigualdad en cuanto a ingresos en los países.
Y, a pesar de los diversos frentes de conflicto, la empresa recibió un espaldarazo
clave de un gigante de las inversiones. Durante el segundo trimestre del año
pasado, el holding japonés SoftBank confirmó que inyectaría u$s1.000 millones en
Rappi como parte de su estrategia regional.
Pero esto no vino sin consecuencias, ya que en enero de este año anunciaron un
recorte del 6% en su plantilla global (aproximadamente 300 trabajadores). La
decisión, señalaron, formó parte del nuevo plan para enfocar sus inversiones en
tecnología y consumer experience.
SAJU
Juan Pablo Pradilla, Juan Manuel Agudelo y Santiago Puentes, fundadores de Sajú.
Juan Pablo Pradilla, Juan Manuel Agudelo y Santiago Puentes, fundadores de Sajú.
- Foto: Cortesía Sajú
Seguramente a muchos amantes de las gafas y de los accesorios en general les ha
llamado la atención el rostro de un mico que tiene unas gafas negras muy
simpáticas unidas a un cordón azul que resalta.
Este es el logo de Sajú, una empresa 100 % colombiana que ha conquistado una
industria que muy pocos exploraron en el país y que se ha convertido en una
tendencia en los últimos años. Además, de ser un salvavidas con mucho estilo para
aquellos que pierden constantemente sus gafas.
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Son tres los fundadores: Juan Pablo Pradilla, Juan Manuel Agudelo y Santiago
Puentes. Pero Pradilla es el que tiene la historia clara de este emprendimiento.
De forma espontánea, en una clase uno de sus compañeros se dio cuenta que él y
Puentes estaban hablando sobre el tema. “Nos dijo oigan están trayendo cordones
para gafas? y nosotros que no teníamos ni idea de estos le dijimos que sí que le
podíamos traer un prototipo”, contó Pradilla.
Así, sin tener idea de cómo se fabricaban los cordones en compañía del papá de
Pradilla que es publicista crearon el logo, luego fueron a San Victorino compraron
algunas cosas de bisutería, armaron su primer cuelga gafas y a los quince días de
anunciar el prototipo su compañero se convirtió en el primer cliente.
Como todo estudiante universitario, Pradilla tuvo que concentrarse en sus prácticas
las cuales iba a realizar en Philip Morris. Allí tenía un puesto asegurado, dice. Pero
no se sentía contento.
Y así lo hizo. Probó con una página web. Los resultados fueron mejor de lo
esperado y pensó junto con su equipo de fundadores en que tenían que de alguna
manera participar en una feria y Buró se convirtió en la ideal.
Pero se toparon con el que sería su primer no. En el 2018, las fundadoras de este
espacio empresarial que ha tomado fuerza en los últimos años, no tenían mucha fe
en el proyecto de estos tres jóvenes y se negaron a darles un estand en la feria. Sin
embargo, ante la insistencia lograron tener un cupo y los resultados fueron
sorprendentes.
“Después de mucho tiempo nos enteramos que ellas no querían que nosotros nos
reventáramos. Y tenía toda la lógica, no vendíamos mucho y sí teníamos que pagar
cinco millones por el espacio. Sin embargo, ese día logramos vender $ 40 millones,
muchísimo más de lo que habíamos esperado”, dijo.
En el 2019, Sajú vendió unos $ 700 millones, han crecido en su portafolio a tal
punto que hoy cuentan con más de 200 productos entre los que destacan los cuelga
gafas y diversos accesorios que buscan facilitar la vida de sus clientes.
Marzo y abril fueron meses muy difíciles. Las ventas cayeron y según Padrilla
vieron morir todo lo que habían construido en los últimos dos años. En ese caos,
intentaron buscar alternativas para sobrevivir y llegaron a lanzar productos como
un gel antibacterial marca Sajú que venía con una manilla que le recordaba a cada
momento a los usuarios que debían aplicarse este producto. Fue un intento fallido.
Esto los salvó y les permitió abrir paso a otros productos como los garfios, que
buscaban prevenir el contacto de los usuarios con algunas superficies como cajeros;
y su primera línea de gafas.
Así, con todo este proceso lograron cerrar el 2020 con ventas aproximadas en $
1.500 millones. Además lograron importantes hitos. Dieron los primeros pasos
para iniciar su expansión en Estados Unidos, la cual espera se consolide en este
2021. También se convirtieron en los primeros emprendedores en romper un
récord en A2censo, la plataforma de crowdfunding de la Bolsa de Valores de
Colombia, al recaudar $ 100 millones en siete horas.
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