Ideas Directivas de Una Sexualidad Femenina

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Jacques Lacan, "Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina",

Escritos 2.

Susan Rodrigo Valdivia

“Falta sacar la lección de la naturalidad con que semejantes mujeres proclaman su calidad de
hombres, para oponerla al estilo de delirio del transexual masculino. Tal vez se descubra por
ahí el paso que lleva de la sexualidad femenina al deseo mismo.”

Notemos que el término “semejantes mujeres” hace referencia en el párrafo a las mujeres
homosexuales. Si la homosexual femenina puede afirmar su posición masculina de manera más
“natural”. El término suena algo irónico ya que nada de la sexualidad puede entenderse aquí
como algo natural.

En el seminario 19, Lacan señala que la sexualidad humana está marcada inexorablemente por
el hecho de que no esté predeterminada. No hay un saber instintivo sobre ella, no es algo
natural, pero tampoco viene determinada por las identificaciones que provee la cultura. Es decir
“en el psiquismo no hay nada que permita al sujeto situarse como ser macho o ser hembra”, y al
ubicar el goce como lo más singular de cada sujeto, el Psicoanálisis da cuenta de la
inadecuación del sujeto con su organismo biológico y con el ´género´ al que se identificaría.

Así también resalta, no sólo la asimetría que existe entre los sexos sino, más radicalmente
todavía, la no reciprocidad entre la posición femenina y la posición masculina. Esta falta de
reciprocidad se debe al lugar de la mujer como “Otra para sí misma”, del mismo modo que lo es
para el hombre, tal como Lacan lo formulará en este mismo texto. Dicho de otra manera, la
mujer encarna la Alteridad del sexo como tal, en oposición al Uno fálico. Y será precisamente la
sexualidad femenina, desde la homosexualidad o desde la heterosexualidad, la que indicará a
Lacan el camino hacia un más allá del goce fálico.

Esta otra lógica sobre la diferencia de los sexos a partir del goce, distingue el goce fálico y el
goce Otro, es decir, uno radicalmente diferente al fálico. Pero no lo plantea de esta manera para
poner a los hombres del lado del goce fálico y a las mujeres del goce Otro sino para introducir
una lógica diferente de lo universal. Es decir, hay una parte de la función fálica que
efectivamente funciona para ambos sexos en tanto son seres hablantes y esto los somete a una
pérdida de goce, a la castración como un límite. Ahí está el para todos, lo universal. Sin
embargo, del lado de la mujer la respuesta por la feminidad no se encuentra sólo desde la lógica
fálica sino desde la lógica del no-todo, desde lo heterogéneo que no es otra cosa que el uno por
uno y la dimensión de lo ilimitado.

En el lugar opuesto a la homosexual femenina, es interesante observar que Lacan no sitúa al


homosexual masculino, ni sitúa tampoco al travestista, que juega a hacer aparecer y desaparecer
ese Uno del falo bajo los velos del disfraz femenino. Sitúa al transexualista que se identifica
precisamente con “La mujer” como tal, con esa “mujer que falta a todos los hombres”.

Lo que aquí nos interesa es lo que nos puede enseñar el transexual sobre lo femenino, que no es
solo asunto de mujeres. En el transexual hay un empuje, no solo a querer ser una mujer, sino La
mujer: “en su ser mismo, el transexual busca devenir La mujer”. Ser la mujer, tendrá en cada
caso matices diferentes, la belleza, la voluptuosidad, etc. El asunto de ser mujer queda entonces
reducido a la anatomía y a la imagen del cuerpo, que se concibe como pura piel que envolvería
un vacío, pues no se contempla la dimensión de goce que lo habita. En otras palabras, este
delirio del transexual se sostiene en una esperanza puramente imaginaria, pero cuando lo
imaginario no basta para procesar la castración simbólica es cuando puede verse empujado a
pasar a la castración real, esto lo observamos muchas veces que puede ser el pasaje al acto, con
los riesgos de las automutilaciones, los tratamientos hormonales y demandas de operación, el
que impone el “deber-de ser-mujer”.
Habrá que tener en cuenta que “volverse mujer y preguntarse qué es una mujer son dos cosas en
esencia diferentes”.

Invariablemente, más allá de la elección de objeto, toda mujer se pregunta qué es una mujer.
Freud llamaba a la sexualidad femenina el "continente oscuro". Se preguntaba en definitiva qué
quiere una mujer. Ese enigma persiste entre las mujeres mismas puesto que no pueden más que
interrogarse acerca de las mascaradas con que revisten el misterio que ellas mismas encarnan.

Lacan parece entonces vislumbrar en el texto de Ideas directivas, la existencia de un goce


inanalizable. Y es en el Seminario 20, en el capítulo VI, “Dios y el goce de La mujer” donde
plantea: “Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del
cual quizá nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe desde luego,
cuando ocurre. No les ocurre a todas. (…)”.

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