La escultura y la arquitectura del siglo XX reflejan el contexto social y las emociones humanas. La escultura exploró nuevos conceptos como el "non-site" y la instalación ambiental. La arquitectura también evolucionó para incluir el tiempo y crear experiencias espaciales dinámicas. Tanto la escultura como la arquitectura buscaron transmitir valores culturales y transformar el paisaje de forma creativa.
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La escultura y la arquitectura del siglo XX reflejan el contexto social y las emociones humanas. La escultura exploró nuevos conceptos como el "non-site" y la instalación ambiental. La arquitectura también evolucionó para incluir el tiempo y crear experiencias espaciales dinámicas. Tanto la escultura como la arquitectura buscaron transmitir valores culturales y transformar el paisaje de forma creativa.
La escultura y la arquitectura del siglo XX reflejan el contexto social y las emociones humanas. La escultura exploró nuevos conceptos como el "non-site" y la instalación ambiental. La arquitectura también evolucionó para incluir el tiempo y crear experiencias espaciales dinámicas. Tanto la escultura como la arquitectura buscaron transmitir valores culturales y transformar el paisaje de forma creativa.
La escultura y la arquitectura del siglo XX reflejan el contexto social y las emociones humanas. La escultura exploró nuevos conceptos como el "non-site" y la instalación ambiental. La arquitectura también evolucionó para incluir el tiempo y crear experiencias espaciales dinámicas. Tanto la escultura como la arquitectura buscaron transmitir valores culturales y transformar el paisaje de forma creativa.
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La escultura y la arquitectura: sus relaciones con el contexto
social y como reflejo del sentir humano
La escultura y la arquitectura: sus relaciones con el contexto social y
como reflejo del sentir humano. Escultura
Desde la teoría del arte, y paralelamente a la revolución espacial, esta pérdida
de la capacidad de significación de los lugares se traduce en un periodo deconvulsión en la historia de la escultura. El non-site de R. Smithson será un concepto clave para entender las transformaciones del arte producidas en las dos últimas décadas del siglo XX, porque habla de la desarquitecturización y reconstrucción de la experiencia artística como posibilidad de un modo de ser diferente contra el nihilismo existencial en el seno de la cultura contemporánea.
Teniendo en cuenta las cualidades fundamentales de la escultura que nos
desvelan algo más acerca de la relación ontológica entre el hombre y el espacio, sabemos que la escultura es inherente al ser humano e inseparable a su esencia, y que tiene una presencia formal y material propiciadora de la dimensión simbólica a partir de lo que se ve o se toca. El objetivo de la escultura sería, entonces, no tanto decorar o rellenar un espacio, sino transmitir emociones a través de la expresión de un modo de concebir, percibir y representar nuestro mundo, mediante formas no sólo limitadas a su materialidad sino abiertas a su valor de símbolo. La estética o reflexión filosófica del arte situaría el arte más próximo a la filosofía que a la belleza, referido, más que a la reproducción de la realidad, a la proyección inmediata y directa de lo que ocurre en las profundidades del ser.
La concepción modernista, que consideraba la experiencia visual como
unacategoría aislada, no se ajustaba a estas experiencias espaciales fenomenológicas yperceptivas. Los ambientes desarrollados por artistas constructivistas, hiperrealistas, opart, arte cinético, pop psicodélicos, tecnológicos, lumínicos o lúdicos profundizaránsobre las capacidades perceptivas del sujeto, sistema humano de la percepciónvisual y el movimiento real obtenido por energías naturales o sistemas mecánicos,que implicarían la inclusión del tiempo en la plástica, concibiendo la obra como un«acontecimiento temporal», con efectos sonoros, ópticos..., lo que implicaría unavance acerca de la relación entre el yo y el espacio.
Con la instalación se plantea el conocimiento e indagación de la cuarta
dimensión,el tiempo, así como la situación estética ambiental de las cosas, una materialidadmutable que no necesita tener que estar finalizada respecto al tiempo o el espacio.
A partir de entonces, se instaura un nuevo concepto de espacio plástico; el
espacio que era línea, plano, etc., constituye una posibilidad infinita generada por la interrelación de otros lugares referenciales más que una masa o superficie que envuelve unos lugares dados. El espacio en la escultura no sólo sería «referenciado físicamente» a través de la organización de volúmenes y huecos, sino que sería también una «re-presentación» (modo de manifestación) propio de la obra de arte: la obra de arte no sólo sería un objeto «referido» a un objeto, sino un espacio que lo hacía presente, y tiempo en cuanto a manifestación. A la luz de estas nuevas propuestas artísticas del siglo XX, a la utilización de técnicas que configuraban formas y figuras en un sistema de realidades concretas (escultura objetual), se suma el concepto ampliado de la escultura como creación y construcción de espacios y ambientes (escultura ambiental), tanto urbanos como naturales, en esa cualidad de la escultura de ser forjadora del lugar de identidad, individual y sociocultural.
La escultura del siglo XX es, por tanto, portadora de valores culturales y
sociales (relación vital del hombre con el espacio), transformadora del paisaje (reacción activa y creativa del hombre sobre el espacio) y generadora de pensamiento estético y ético (relación reflexiva del hombre frente al espacio).
Arquitectura
Desde el punto de vista semiótico, es indispensable desplegar el programa
narrativo de cada lugar específico, así como sus elementos fenomenológicos con el fin de dilucidar cómo el contenido y la forma se combinan en la creación de una experiencia espacial precisa. El análisis del espacio urbano es coherente con lo que J. J. Gibson (1974) llama exploración o recopilación de información ambiental.
Las personas exploran una secuencia de cambios en la organización del
espacio, lo que permite la creación de un »mapa« del entorno. Las partes interesantes de la estructura del medio ambiente atraen la visión de los individuos, particularmente los movimientos y desplazamientos; las diferencias o ciertos detalles contienen información condensada y atraen nuestra vista, dice Gibson. Lugares y objetos definen el espacio y le dan personalidad.
El espacio se convierte en lugar cuando tiene definición precisa y
significado (Tuan, Y. 2003). Las cosas adquieren importancia sobre todo a través de los dictados de la cultura. El lenguaje verbal puede no coincidir con la capacidad de articular los niveles de experiencia, por lo tanto, dice Tuan, el arte y los rituales cumplen las funciones que el lenguaje verbal no puede cumplir.
Las obras de arte muestran imágenes materiales que resultaron a partir de de
imágenes emocionales, por lo que permiten la contemplación y el pensamiento. Hay aquí una interesante paradoja: la mente crea distancia y simultáneamente destruye la inmediatez de la experiencia. La reflexión sobre nuestro pasado selecciona partículas de este, obteniendo con ello la permanencia.
A. Puig (1979) afirma que los aspectos psicológicos de la percepción del
espacio se
relacionan con aspectos sociológicos, porque siempre parten de la percepción
de las características culturales del entorno. Así las formas que percibimos son las únicas que un determinado contexto social permite. Incluso los postulados más básicos de la psicología de la Gestalt son en gran parte el resultado de »situaciones culturales«, no sólo consecuencias de nuestra capacidad de percepción.
El hombre crea una especie de dialéctica entre las sucesivas percepciones.
Sobre la base de las percepciones actuales y las anteriores es que establece nuevas dimensiones de percepción y atención. Las cosas muestran cierto material, cualidades y características objetivas más lo que se agrega de acuerdo con las percepciones anteriores del sujeto.
Este establece las características de las formas de la naturaleza y la naturaleza
crea la imagen de los seres humanos. Este proceso está influenciado por una base ideológica, un determinado contexto social, intereses conscientes e inconscientes, el espacio, el tiempo, y por numerosos factores previsibles e imprevisibles más. El arquitecto crea la imagen de la cultura. En este proceso esta presente el medio ambiente natural y humano, lo que refleja las características funcionales de los patrones rítmicos, que definen y constituyen una cultura. Estos patrones son un complejo de la vida personal y social. El arquitecto intuitivamente detecta el ritmo cultural y trata de encontrar una forma simbólica, crea un mundo que es naturalmente complementario de cada persona: a nivel personal, esto es su casa; a nivel social, se expresa a través de edificios representativos y su entorno, dice Tuan (2003).
La definición del espacio arquitectónico ha sido a lo largo de la historia y
especialmente a partir del Renacimiento, cada vez más vinculado al el producto de la proyección y la introyección subjetiva y por lo tanto se opone a la idea del espacio comoun constante “contenedor”de las cosas y los cuerpos. Hoy en día, el mundo de laarquitectura ofrece una amplia gama de nuevas experiencias: profundas sombras,debido a las diferentes formas de ocupación del espacio, la pérdida de la idea de lafachada clásica y de la claridad y “legibilidad” de los principios con los que se diseñóel edificio, el uso de materiales “espejo”, que transforman las condiciones del espacioarquitectónico interior y exterior en relación con el cuerpo humano. Un espacio sinbarreras y casi sin previsibilidad poco a poco va reemplazando al espacio arquitectónicotradicional, centrado en el cuerpo humano.
Si nos atenemos a los recientes debates sobre la definición del espacio
arquitectónico,debemos mencionar las ideas de A. Schmarsow, quien aboga por una especiede empirismo perceptual y habla del espacio, que no debe ser entendido sólo comoun pasivo “contenedor” de nuestros cuerpos y de los edificios, sino que se define pordimensiones de relatividad, movimiento y entidad dinámica.
La historia de la arquitecturaes la historia del concepto del espacio por lo que
está constantemente teñidapor los cambios en nuestras actitudes respecto a el y las actualizaciones en la conceptualizacióndel término. Las impresiones visuales, las imágenes producidas por lasdiferencias en el brillo y los colores son elementos primarios en nuestra percepciónde un edificio.
El ser humano reinterpreta la concepción empírica de la corporeidad
ydetermina la forma del espacio interior y exterior que lo abraza. Sin embargo, la aparienciafísica óptica, y la espacialidad propia no crean la masa del edificio: sólo cuandola percepción del espacio, después del movimiento a través del mismo termina, lasformas arquitectónicas pueden ser interpretadas, dice Schmarsow (Vidler, A. 2001).
El arquitecto crea la imagen de la cultura. En este proceso esta presente el
medio ambiente natural y humano, lo que refleja las características funcionales de los patrones rítmicos, que definen y constituyen una cultura. Estos patrones son un complejo de la vida personal y social. El arquitecto intuitivamente detecta el ritmo cultural y trata de encontrar una forma simbólica, crea un mundo que es naturalmente complementario de cada persona: a nivel personal, esto es su casa; a nivel social, se expresa a través de edificios representativos y su entorno, dice Tuan (2003).