La Escultura y La Arquitectura

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La escultura y la arquitectura: sus relaciones con el contexto

social y como reflejo del sentir humano

La escultura y la arquitectura: sus relaciones con el contexto social y


como reflejo del sentir humano.
Escultura

Desde la teoría del arte, y paralelamente a la revolución espacial, esta pérdida


de la capacidad de significación de los lugares se traduce en un periodo
deconvulsión en la historia de la escultura. El non-site de R. Smithson será un
concepto clave para entender las transformaciones del arte producidas en las
dos últimas décadas del siglo XX, porque habla de la desarquitecturización y
reconstrucción de la experiencia artística como posibilidad de un modo de ser
diferente contra el nihilismo existencial en el seno de la cultura contemporánea.

Teniendo en cuenta las cualidades fundamentales de la escultura que nos


desvelan algo más acerca de la relación ontológica entre el hombre y el
espacio, sabemos que la escultura es inherente al ser humano e inseparable a
su esencia, y que tiene una presencia formal y material propiciadora de la
dimensión simbólica a partir de lo que se ve o se toca. El objetivo de la
escultura sería, entonces, no tanto decorar o rellenar un espacio, sino transmitir
emociones a través de la expresión de un modo de concebir, percibir y
representar nuestro mundo, mediante formas no sólo limitadas a su
materialidad sino abiertas a su valor de símbolo. La estética o reflexión
filosófica del arte situaría el arte más próximo a la filosofía que a la belleza,
referido, más que a la reproducción de la realidad, a la proyección inmediata y
directa de lo que ocurre en las profundidades del ser.

La concepción modernista, que consideraba la experiencia visual como


unacategoría aislada, no se ajustaba a estas experiencias espaciales
fenomenológicas yperceptivas.
Los ambientes desarrollados por
artistas constructivistas, hiperrealistas, opart, arte cinético, pop psicodélicos,
tecnológicos, lumínicos o lúdicos profundizaránsobre las capacidades perceptivas del
sujeto, sistema humano de la percepciónvisual y el movimiento real obtenido por energías
naturales o sistemas mecánicos,que implicarían la inclusión del tiempo en la plástica,
concibiendo la obra como un«acontecimiento temporal», con efectos sonoros, ópticos..., lo
que implicaría unavance acerca de la relación entre el yo y el espacio.

Con la instalación se plantea el conocimiento e indagación de la cuarta


dimensión,el tiempo, así como la situación estética ambiental de las cosas, una
materialidadmutable que no necesita tener que estar finalizada respecto al
tiempo o el espacio.

A partir de entonces, se instaura un nuevo concepto de espacio plástico; el


espacio que era línea, plano, etc., constituye una posibilidad infinita generada
por la interrelación de otros lugares referenciales más que una masa o
superficie que envuelve unos lugares dados. El espacio en la escultura no sólo
sería «referenciado físicamente» a través de la organización de volúmenes y
huecos, sino que sería también una «re-presentación» (modo de
manifestación) propio de la obra de arte: la obra de arte no sólo sería un objeto
«referido» a un objeto, sino un espacio que lo hacía presente, y tiempo en
cuanto a manifestación.
A la luz de estas nuevas propuestas artísticas del siglo XX, a la utilización de
técnicas que configuraban formas y figuras en un sistema de realidades
concretas (escultura objetual), se suma el concepto ampliado de la escultura
como creación y construcción de espacios y ambientes (escultura ambiental),
tanto urbanos como naturales, en esa cualidad de la escultura de ser forjadora
del lugar de identidad, individual y sociocultural.

La escultura del siglo XX es, por tanto, portadora de valores culturales y


sociales (relación vital del hombre con el espacio), transformadora del paisaje
(reacción activa y creativa del hombre sobre el espacio) y generadora de
pensamiento estético y ético (relación reflexiva del hombre frente al espacio).

Arquitectura

Desde el punto de vista semiótico, es indispensable desplegar el programa


narrativo de cada lugar específico, así como sus elementos fenomenológicos
con el fin de dilucidar cómo el contenido y la forma se combinan en la creación
de una experiencia espacial precisa. El análisis del espacio urbano es
coherente con lo que J. J. Gibson (1974) llama exploración o recopilación de
información ambiental. 

Las personas exploran una secuencia de cambios en la organización del


espacio, lo que permite la creación de un »mapa« del entorno. Las partes
interesantes de la estructura del medio ambiente atraen la visión de los
individuos, particularmente los movimientos y desplazamientos; las diferencias
o ciertos detalles contienen información condensada y atraen nuestra vista,
dice Gibson. Lugares y objetos definen el espacio y le dan personalidad. 

El espacio se convierte en lugar cuando tiene definición precisa y


significado  (Tuan, Y. 2003). Las cosas adquieren importancia sobre todo a
través de los dictados de la cultura. El lenguaje verbal puede no coincidir con la
capacidad de articular los niveles de experiencia, por lo tanto, dice Tuan, el arte
y los rituales cumplen las funciones que el lenguaje verbal no puede cumplir. 

Las obras de arte muestran imágenes materiales que resultaron a partir de de


imágenes emocionales, por lo que permiten la contemplación y el pensamiento.
Hay aquí una interesante paradoja: la mente crea distancia y simultáneamente
destruye la inmediatez de la experiencia. La reflexión sobre nuestro pasado
selecciona partículas de este, obteniendo con ello la permanencia.

A. Puig (1979) afirma que los aspectos psicológicos de la percepción del


espacio se

relacionan con aspectos sociológicos, porque siempre parten de la percepción


de las características culturales del entorno. Así las formas que percibimos son
las únicas que un determinado contexto social permite. Incluso los postulados
más básicos de la psicología de la Gestalt son en gran parte el resultado de
»situaciones culturales«, no sólo consecuencias de nuestra capacidad de
percepción. 

El hombre crea una especie de dialéctica entre las sucesivas percepciones.


Sobre la base de las percepciones actuales y las anteriores es que establece
nuevas dimensiones de percepción y atención. Las cosas muestran cierto
material, cualidades y características objetivas más lo que se agrega de
acuerdo con las percepciones anteriores del sujeto.

Este establece las características de las formas de la naturaleza y la naturaleza


crea la imagen de los seres humanos. Este proceso está influenciado por una
base ideológica, un determinado contexto social, intereses conscientes e
inconscientes, el espacio, el tiempo, y por numerosos factores previsibles e
imprevisibles más.
El arquitecto crea la imagen de la cultura. En este proceso esta presente el
medio ambiente natural y humano, lo que refleja las características funcionales
de los patrones rítmicos, que definen y constituyen una cultura. Estos patrones
son un complejo de la vida personal y social. El arquitecto intuitivamente
detecta el ritmo cultural y trata de encontrar una forma simbólica, crea un
mundo que es naturalmente complementario de cada persona: a nivel personal,
esto es su casa; a nivel social, se expresa a través de edificios representativos
y su entorno, dice Tuan (2003).

La definición del espacio arquitectónico ha sido a lo largo de la historia y


especialmente a partir del Renacimiento, cada vez más vinculado al el producto
de la proyección y la  introyección subjetiva y por lo tanto se opone a la idea del
espacio comoun constante “contenedor”de las cosas y los cuerpos. Hoy en día,
el mundo de laarquitectura ofrece una amplia gama de nuevas experiencias:
profundas sombras,debido a las diferentes formas de ocupación del espacio, la
pérdida de la idea de lafachada clásica y de la claridad y “legibilidad” de los
principios con los que se diseñóel edificio, el uso de materiales “espejo”, que
transforman las condiciones del espacioarquitectónico interior y exterior en
relación con el cuerpo humano. Un espacio sinbarreras y casi sin previsibilidad
poco a poco va reemplazando al espacio arquitectónicotradicional, centrado en
el cuerpo humano.

Si nos atenemos a los recientes debates sobre la definición del espacio


arquitectónico,debemos mencionar las ideas de A. Schmarsow, quien aboga
por una especiede empirismo perceptual y habla del espacio, que no debe ser
entendido sólo comoun pasivo “contenedor” de nuestros cuerpos y de los
edificios, sino que se define pordimensiones de relatividad, movimiento y
entidad dinámica. 

La historia de la arquitecturaes la historia del concepto del espacio por lo que


está constantemente teñidapor los cambios en nuestras actitudes respecto a el
y las actualizaciones en la conceptualizacióndel término. Las impresiones
visuales, las imágenes producidas por lasdiferencias en el brillo y los colores
son elementos primarios en nuestra percepciónde un edificio. 

El ser humano reinterpreta la concepción empírica de la corporeidad


ydetermina la forma del
espacio interior y exterior que lo abraza. Sin embargo, la aparienciafísica
óptica, y la espacialidad propia no crean la masa del edificio: sólo cuandola
percepción del espacio, después del movimiento a través del mismo termina,
lasformas arquitectónicas pueden ser interpretadas, dice Schmarsow (Vidler, A.
2001).

El arquitecto crea la imagen de la cultura. En este proceso esta presente el


medio ambiente natural y humano, lo que refleja las características funcionales
de los patrones rítmicos, que definen y constituyen una cultura. Estos patrones
son un complejo de la vida personal y social. El arquitecto intuitivamente
detecta el ritmo cultural y trata de encontrar una forma simbólica, crea un
mundo que es naturalmente complementario de cada persona: a nivel personal,
esto es su casa; a nivel social, se expresa a través de edificios representativos
y su entorno, dice Tuan (2003).

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