Articulos - Powlison - Michelen - Barcelo
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David
Powlison
O que se haga la pregunta desde un ángulo diferente. ¿Quién puede ayudarte? ¿Necesitas diez
sesiones con un psicoterapeuta? ¿Un retiro con un director espiritual? ¿Una visita a un médico?
¿Un encuentro con un exorcista? ¿Contratar a un entrenador personal? ¿Unirse a un grupo de
apoyo semanal? ¿Sentarse bajo una sólida predicación y pasar un mejor momento de
tranquilidad? ¿Encontrar algunos buenos amigos?
Todo esto se complica aún más porque todas las actividades y personas que se acaban de
nombrar aparecen en cualquier número de variaciones, permutaciones y combinaciones. Y,
como si todo eso no fuera lo suficientemente complicado, el campo de asesoramiento es
inquieto, fluido, volátil. Las modas, las modas y las facciones van y vienen. Las teorías y terapias
cambian, mutan, se combinan, innovan y se reinventan. Siempre hay un nuevo best-seller y una
nueva cura segura que trasciende las limitaciones de todo lo anterior.
Luego está la primera mitad de nuestra pregunta. ¿Qué es "asesoramiento bíblico" de todos
modos? Cuando se ponen la ropa de iglesia, la mayoría de las respuestas y personas descritas
dicen ser sobre el asunto de la consejería bíblica o cristiana. Después de todo, nadie que diga el
nombre de Cristo nunca afirmará estar haciendo "consejería no bíblica"!
Entonces, ¿cómo podemos responder razonablemente a una pregunta tan vasta? ¿Cómo
desarrollamos la verdadera sabiduría que puede ofrecer un consejo bíblico digno de ese
nombre?
En lugar de intentar catalogar a todos los jugadores, creo que la mejor manera de servirnos es
desarrollando habilidades básicas de discernimiento. Las siguientes cuatro preguntas le
permiten probar de forma justa y precisa cualquiera de los múltiples enfoques de
asesoramiento. Si sabes cómo comprometerte con cualquier modelo con discernimiento, serás
capaz de medir las fortalezas y debilidades de esos enfoques particulares de asesoramiento que
se hacen populares en los círculos de tu iglesia.
Primero, ¿cómo se representa a Dios? ¿Es el Dios revelado en la Escritura central para cómo
debemos entender y abordar los pecados y sufrimientos de la condición humana? ¿Es Él central
en cómo entender el bien, las potencialidades y las bendiciones que el asesoramiento pretende
llevar a cabo? En particular, ¿qué papel y significado se le da a Jesucristo? Los modelos de
asesoramiento defectuosos nunca aciertan a Cristo. O bien ignoran completamente,
distorsionan salvajemente, o tergiversan sutilmente a Aquel con quien tenemos que ver. Pero
el Buscador de todos los corazones, aquel ante quien toda rodilla debe doblarse, el único
Salvador de los pecadores y Refugio de los sufrientes insiste en obtener lo que le corresponde.
La sabiduría bíblica considera todos los fenómenos humanos con este Dios en vista.
Cuarto, ¿cómo se conciben los objetivos y actividades de la asesoría? ¿Es la cura de las almas,
la restauración de la humanidad pecadora a la imagen de Cristo por la gracia de Cristo? ¿Es
consolar a los perturbados y perturbar a los cómodos? ¿Es la transformación de nuestros
pecados y el consuelo de nuestras penas? ¿Es el asesoramiento esencialmente pastoral? Los
modelos de asesoramiento defectuosos siempre se equivocan en el asesoramiento. El consejero
actúa como arqueólogo que explora tu pasado y tu interior para darte perspicacia; como
mecánico que altera lo que no funciona satisfactoriamente en tus cogniciones o conductas;
como entrenador que formula un plan de juego para una vida exitosa y te anima; como amigo
que te acepta tal como eres; como padre que satisface tu necesidad psicológica de amor; como
filósofo que ofrece una interpretación creíble de la vida sin ningún Dios; como médico que
prescribe medicamentos para hacerte sentir mejor; y así sucesivamente. La sabiduría bíblica
considera el asesoramiento como un ministerio del poder salvador de la gracia y la verdad de
Jesucristo. Dentro de esa relación surgen ideas válidas, alteraciones, estímulos, etc.
Cuatro simples preguntas para construir el discernimiento. ...¡se necesita tanto discernimiento!
Pero creo que verás que a medida que aprendas a pensar bien dentro de estas verdades,
sucederán cosas buenas. Te harás más sabio como un consejero bíblico digno de ese nombre:
un sabio pastor de ovejas y curandero de almas. También encontrarás que te vuelves más
perspicaz en cualquier sabiduría mundana que clame por tu oído, tu voto, tu lealtad, tu
ministerio, tu gente.
La psicología: ¿un nuevo caballo de Troya en la iglesia? Sugel Michelén
Desde hace algunas décadas, muchos cristianos profesantes han comenzado a
poner en duda la suficiencia de Cristo y de su Palabra para la guía y dirección de
la vida cristiana y para enfrentar los problemas del alma, y consecuentemente han
comenzado a buscar soluciones en la psicología secular.
Como bien señala el Dr. MacArthur: “Los ‘psicólogos cristianos’ han venido a ser
los nuevos campeones de la consejería en la iglesia. Ellos son ahora proclamados como los verdaderos
sanadores del corazón humano. Pastores y laicos han sido llevados a sentir que están mal equipados para
aconsejar a menos que tengan un entrenamiento formal en técnicas psicológicas”. 8 John MacArthur, Our Sufficiency
in Christ [Nuestra suficiencia en Cristo], p.31
Esto ha venido a ser tan generalmente aceptado que muchos ni siquiera se han detenido a cuestionar si es
lícito este maridaje entre la psicología y la religión o si se trata de un yugo desigual con los infieles.
Lo cierto es que tenemos muy buenas razones para pensar que este matrimonio ha venido a ser uno de los
más grandes desastres que ha sufrido la iglesia de nuestra generación, y una de las causas principales de
la decadencia espiritual de estos días.
A medida que la psicología ha ido avanzando en la iglesia, en esa misma medida ha ido disminuyendo la
predicación y la consejería bíblica; y a medida que la Biblia es relegada a un segundo plano, y a veces en la
práctica eliminada por completo, en esa misma medida se ha ido debilitando la piedad de la iglesia.
El Dr. Ed Payne, luego de haber analizado el contenido de cierta obra “cristiana” de psicología dice: “Tal
psicología, presentada por cristianos, es una plaga en la iglesia moderna, porque tergiversa la relación del
cristiano con Dios, retarda su santificación y debilita seriamente la iglesia. Ninguna otra área del
conocimiento parece tener un dominio tan absoluto sobre la iglesia [como la psicología]”.9 Martin y Deidre Bobgan,
Psico-HerejíaPsico-Herejía 80.
El Dr. Vernon McGee, muy conocido por su programa “A través de la Biblia”, escribió hace unos años un
artículo titulado “Psico-Religión – el nuevo flautista de Hamelín”, en el que dice lo siguiente: “Si la tendencia
presente continúa, la enseñanza bíblica será eliminada totalmente de las estaciones de radio cristianas, así
como de la televisión y del púlpito. Esta no es una manifestación infundada hecha en un momento de
preocupación emocional. La enseñanza bíblica está recibiendo baja prioridad en las emisiones radiales, en
tanto que la llamada psicología cristiana es puesta al frente como solución bíblica a los problemas de la
vida”.10 Op. cit., p.80.
Haciendo las preguntas y aclaraciones correctas Es hora de que nos detengamos a pensar seriamente en
este asunto. ¿Es la Palabra de Dios suficiente para tratar con los problemas del alma, o necesitamos
también la ayuda de la psicología secular? Ese es el tema que quisiera tratar en esta ocasión.
Ahora, estoy consciente de que este es un tema polémico que puede levantar una serie de interrogantes,
por lo que me adelanto a hacer una aclaración. Mi punto aquí no es que la psicología no tenga ninguna clase
de utilidad, sino que su utilidad es limitada. La palabra “psicología” significa estudio del alma. Pero lo que
la psicología estudia realmente es la conducta humana, no el alma. Y sus observaciones limitadas a ese
campo pueden ser útiles: en el área vocacional, para detectar problemas de aprendizaje y ayudar a las
personas a superarlos, en el área industrial, en la educación.
Pero nuestro foco de atención aquí es el uso de la psicología para tratar con problemas tales como la
ansiedad, el temor, la ira, la depresión, la amargura, el descontento, los problemas matrimoniales, los
hábitos pecaminosos; para lidiar con estas dificultades la psicología no tiene ninguna solución que ofrecer
que no podamos encontrarla en la Palabra de Dios.
Presuponer que necesitamos la psicología para tratar con los problemas del alma es falso, y esto por dos
razones: en primer lugar, porque se fundamenta en algunos conceptos erróneos acerca de la psicología; y
en segundo lugar, porque limita el alcance y eficacia de la Palabra de Dios.
Presuposiciones erróneas ¿Cuáles presuposiciones erróneas asumen aquellos que se han volcado hacia la
psicología para tratar con los problemas del alma humana?
En primer lugar , presuponen que la psicoterapia (el aconsejamiento psicológico con sus teorías y técnicas)
es una ciencia objetiva, cuando es en realidad una especie de religión que posee sus credos y sus dogmas,
y en los cuales sus adherentes ejercen fe.
Cada día más y más personas, aun en el campo secular, están poniendo en duda, no sólo la capacidad de la
psicología para ayudar a las personas, sino también su supuesto ropaje científico. Por ejemplo, el premio
Nobel Richard Eynman, dice lo siguiente acerca del status científico de la psicoterapia: “El psicoanálisis no
es una ciencia… tal vez se parezca más al curanderismo”.11 Op. cit., p.34.
El psiquiatra Thomas Szasz, profesor de psiquiatría en la Universidad Estatal de Nueva York, afirma: “No
es sólo una religión que pretende ser ciencia, sino en realidad una religión falsa que busca destruir a la
verdadera religión”.12 Ibíd., p.35.
La psicología y el cristianismo son dos religiones en pugna. Los problemas con los que lucha la psicología
son esencialmente religiosos. Carl Jung, uno de los padres de la psicología moderna, veía la “neurosis” como
una crisis de orden espiritual, no como un problema médico.
Lean con cuidado este trozo de una de sus obras, y presten atención a ciertas palabras claves que aparecen
allí: ¿Qué deben hacer los terapeutas, pregunta Jung, cuando los problemas del paciente surgen de “no tener
amor sino sólo sexualidad; ninguna fe, porque teme andar en oscuridad; sin esperanza porque está
desilusionado del mundo y la vida, y sin entendimiento porque ha fracasado en la lectura del significado de
su propia existencia?”
El problema que encaran los terapeutas, desde este punto de vista, es el de dar a los pacientes amor, fe,
esperanza y entendimiento. ¿No son estos problemas netamente religiosos? ¿Cómo podrá un hombre sin
Dios proveer tales cosas a un individuo? Como ven, estamos ante una religión rival que intenta desacreditar
el cristianismo.
Esto viene a ser más evidente cuando rastreamos las raíces de las teorías y métodos psicológicos. Al tratar
de desentrañar el origen de la psicología nos topamos con tres nombres principales: Sigmund Freud, Carl
Jung y Carl Rogers.
El primero decía que las creencias religiosas son una mera ilusión, y que la religión misma no es otra cosa
que “la neurosis de obsesión de la humanidad”. De hecho, Freud atribuía a la religión el origen de los
problemas mentales del hombre. Siempre fue un crítico acérrimo de las creencias religiosas.
Carl Jung, en cambio, afirmaba que todas las religiones son positivas, pero imaginarias. En otras palabras,
son mitos que hacen bien; todas contienen algo de verdad sobre la psiquis humana y pueden ayudar hasta
cierto punto.
Jung veía la psicoterapia como una religión alterna. “Las religiones – decía él – son sistemas de sanidad
para las enfermedades psíquicas… Es por eso que los pacientes imponen al psicoterapeuta el rol de
sacerdotes, y esperan y demandan de él que los libere de sus aflicciones. En consecuencia, los
psicoterapeutas nos ocupamos de problemas que, estrictamente hablando, pertenecen al teólogo”. 13 Ibíd.,
p.26.
Jung admite que los psicoterapeutas están invadiendo un terreno que antes era manejado por otros. Ahora
bien, no debemos pensar que Jung veía el cristianismo con buenos ojos. No. Jung no sólo repudió el
cristianismo, sino que exploró otras experiencias religiosas, incluyendo prácticas ocultistas y la
nigromancia, es decir, la comunicación con los muertos a través de un médium.
Lo mismo le ocurrió a Carl Rogers. Estudió en un seminario teológico, pero renunció al cristianismo y se
volcó hacia la psicología secular, terminando también en la práctica del ocultismo y la nigromancia.
Y ahora nos preguntamos, estos hombres que repudiaron de ese modo el cristianismo bíblico, ¿realmente
tendrán algo que decir a la Iglesia de Cristo acerca de cómo deben vivir los cristianos y cómo deben los
hombres tratar con los problemas del alma que Dios creó?
Alguien puede decir: “Bueno, eso depende. Si sus postulados son científicos, entonces no habría ningún
problema en servirse de ellos. Un científico impío puede llegar a conclusiones científicas objetivas y
verdaderas”. Eso es verdad, pero no en este caso.
Recuerden que aquí estamos hablando de los problemas del alma, y de las soluciones que debemos dar a
estos problemas. Los psicólogos no pueden estudiar el alma en una forma científica; ellos se limitan al
estudio del comportamiento humano, y en base a esos estudios tratan de determinar por qué la gente se
comporta como lo hace, y cuáles soluciones pueden dar a sus conflictos.
Pero muchos de ellos ni siquiera creen en la existencia del alma, y una gran mayoría niega la existencia del
Dios que la creó. ¿Cómo pueden llegar a conclusiones acertadas en ese terreno? Una cosa es establecer un
patrón estadístico de comportamiento, y otra muy distinta pretender explicar el porqué de esos
comportamientos, y muchos menos cambiarlos.
Cuando la psicología penetra en ese terreno lo que afirma es pura opinión, pura teoría, pero nada más.
Puede ser que en algunos casos, sus opiniones sean de cierta utilidad, pero solo en aquellos casos en que,
por la gracia común de Dios, estas opiniones coinciden con las de Dios reveladas en su Palabra. Pero tales
aciertos no deben confundirnos: la presuposición de que las teorías y métodos psicológicos son científicos
no es más que un mito. La psicología es una especie de religión, y los que aceptan sus postulados los aceptan
por fe.
El famoso historiador Paul Johnson, en su obra Tiempos Modernos, dice lo siguiente: “Después de 80 años
de experiencia, se ha demostrado que en general sus métodos terapéuticos (refiriéndose a Freud) son
costosos fracasos, más apropiados para mimar a los desgraciados que para curar a los enfermos. Ahora
sabemos que muchas ideas fundamentales del psicoanálisis carecen de base en la biología”. 14 P. Johnson, Tiempos
Modernos, p.18.
Y Karl Popper, considerado como el filósofo de la ciencia más grande del siglo XX, dice lo siguiente sobre
las teorías psicológicas: “Aunque se hacen pasar como ciencias, tienen de hecho más en común con los
mitos primitivos que con la ciencia”.15 Ibíd., p.55-56.
La segunda presuposición errónea que están asumiendo muchos consejeros cristianos hoy día es que la
mejor clase de consejería es aquella que utiliza tanto la psicología como la Biblia. Los llamados “psicólogos
cristianos” piensan estar en una mejor posición para aconsejar que los consejeros cristianos, que no son
psicólogos, y que los psicólogos que no son cristianos. Ellos creen tener lo mejor de los dos mundos.
El problema con esa simbiosis es que los postulados sobre los cuales se basa la psicología secular se oponen
tajantemente a los postulados esenciales del evangelio. Si aprobamos uno de ellos automáticamente
desaprobamos el otro. Es por eso que a medida que la psicología ha tomado cuerpo en la iglesia, muchas
enseñanzas falsas han comenzado a infiltrarse también, como por ejemplo: Que la naturaleza humana es
básicamente buena, que las personas pueden encontrar respuesta para sus problemas dentro de ellos
mismos, que la clave para comprender y corregir las actitudes y acciones de un individuo se encuentran en
algún lugar de su pasado, que otros son culpables de nuestros problemas, y así podríamos citar muchas
otras cosas más.
En muchos círculos cristianos aún el vocabulario ha sufrido cambios trascendentales. Al pecado se le llama
“enfermedad”; el arrepentimiento ha sido sustituido por las terapias; los pecados habituales son llamados
adicciones o conductas compulsivas, de las cuales el individuo no parece ser responsable.
Quizás el ejemplo más palpable de esta distorsión es el énfasis que vemos hoy día sobre la importancia de
la autoestima y el amor propio para la realización y felicidad del individuo. Aunque este es un tema muy
popular hoy día, en realidad tiene un origen reciente. Hace apenas unos 50 años que surgió fuera de la
Iglesia, y desde hace unos 30 años se ha introducido con fuerza dentro de ella, adaptándola de tal modo
que parece una doctrina bíblica, basada en textos bíblicos.
Uno de los promotores de esta enseñanza dice lo siguiente: “Nuestra habilidad de amar a Dios y de amar a
nuestro prójimo es limitada por nuestra habilidad de amarnos a nosotros mismos. No podemos amar a
Dios más de lo que amamos a nuestro prójimo y no podemos amar a nuestro prójimo más de lo que nos
amamos a nosotros mismos”.
Y otro psicólogo cristiano escribió: “Sin amor por nosotros mismos no puede haber amor por otros… Tú no
podrás amar a tu prójimo ni podrás amar a Dios, a menos que te ames primero a ti mismo”.
Esto parece ser un eco de las palabras del Señor Jesucristo al intérprete de la ley, cuando éste le preguntó:
“¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?” Jesús le respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el grande y el primer mandamiento. Y el segundo es
semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley
y los profetas” (Mt. 22:37-40).
¿Está ordenando Cristo a los suyos en este pasaje que se amen a sí mismos, como sugieren algunos
psicólogos cristianos? De ser así, no serían dos los mandamientos de los que dependen toda la ley y los
profetas, sino tres: Ámate a ti mismo, ama a Dios y ama al prójimo. Y de estos tres, ¿cuál sería el más
importante? Obviamente, el amarte a ti mismo, porque de ese dependen supuestamente los otros dos.
¿Pero es esa la enseñanza de ese texto? ¡Por supuesto que no! El mandamiento más importante de la ley no
es que nos amemos a nosotros mismos, sino que amemos a Dios y a nuestro prójimo. El Señor está
presuponiendo más bien que nos amamos a nosotros mismos (aún el que se suicida lo hace porque piensa
que estará mejor muerto que vivo), y ahora nos dice: “Con esa misma dedicación, con ese mismo fervor,
ama a tu prójimo”.
En la Escritura se habla del amor propio como una obra de la carne, no como una virtud. En 2 Timoteo 3:1-
2 Pablo advierte a Timoteo “que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán
amadores de sí mismos”. Por eso el llamado de Cristo a los hombres es a negarse a sí mismos y a tomar su
cruz. Cualquier mensaje que enseñe lo contrario no puede ser verdadero, ni mucho menos provechoso. La
desgracia de los seres humanos radica precisamente en el hecho de estimarse demasiado a sí mismos y de
mirar continuamente dentro de sí mismos. El hombre sin Cristo ha puesto el “yo” en un lugar inapropiado,
y por eso su vida es un caos. Cuando el evangelio llega a nosotros y nos mueve eficazmente a confiar en
Cristo, entonces las cosas caen en el lugar que les corresponde. Nuestro interés primordial no debería ser
agradar al “yo” y satisfacer sus demandas, sino más bien vivir para la gloria de Dios.
Como podemos ver, la psicología estudia los problemas del hombre desde una perspectiva completamente
distinta a la perspectiva bíblica, y por lo tanto no puede haber una relación satisfactoria entre ambas; una
de las dos tendrá que ceder ante la otra. Y tenemos mucha razón para pensar que es la iglesia la que está
claudicando ante el humanismo secular.
Concluyo este punto citando al Dr. MacArthur otra vez: “La ‘psicología cristiana’ es un intento de armonizar
dos sistemas de pensamiento intrínsecamente contradictorios. La psicología moderna y la Biblia no pueden
mezclarse sin un serio compromiso o un completo abandono del principio de la suficiencia de las
Escrituras”. 16 John MacArthur, Una breve mirada a la consejería bíblica, p.30
La tercera presuposición errónea que ha volcado a muchos a buscar ayuda en la psicología es que existen
problemas en el hombre que no son físicos, y por lo tanto, no pueden ser tratados por un médico, ni
tampoco son espirituales, y por lo tanto, no puede tratarlos un pastor. Son problemas netamente
psicológicos o mentales.
Pero esto no es más que un mito. O nuestros problemas son orgánicos, y en ese caso debemos buscar la
ayuda de un médico, o tenemos un problema espiritual, y entonces debemos ir a un pastor que trate con
nosotros con la Palabra de Dios (por la estrecha interacción del alma y el cuerpo en algunos casos
necesitará del trabajo conjunto del médico y el pastor).
Una persona puede tener un problema en el cerebro que le esté ocasionando una conducta extraña o
anormal, como la arteriosclerosis o el Alzheimer; pero tales personas no están mentalmente enfermas. Su
problema es biológico y, por lo tanto, debe tratarlos un neurólogo no un psicólogo.
Las enfermedades mentales, si usamos ese término literalmente y no en un sentido metafórico, en realidad
no existen. El psiquiatra investigador E. Fuller Torrey dice con respecto a esta terminología: “El término en
sí es disparatado, un error semántico. Las dos palabras no pueden ir juntas”. 17 Citado por Martin y Deidre Bobgan, p.179
Y el psiquiatra Thomas Szasz, a quien citamos anteriormente, dice: “Es costumbre definir la psiquiatría
como una especialidad médica que tiene que ver con el estudio, diagnóstico y tratamiento de las
enfermedades mentales. Esta es una definición sin valor y engañosa. La enfermedad mental es un mito”. 18
Ibíd., p.181-182
Esto no es un asunto de semántica meramente, sino un serio error que está causando no pocos
inconvenientes en la iglesia de nuestra generación. La psicología ha invadido un terreno que no le
corresponde y muchos pastores mansamente han claudicado ante ella.
Cito aquí a Martin y Deidre Bobgan en su obra Psico-Herejía: la seducción sicológica de la cristiandad: “La
mayor tragedia que produce el nombre erróneo de la enfermedad mental, es que las personas que están
experimentando problemas de la vida buscan ayuda fuera de la iglesia. Y cuando piden esa ayuda a un líder
de la iglesia, por lo general son [remitidas] a profesionales que se especializan en ‘enfermedad mental’ y
‘salud mental’. Se ha hecho tan fácil enviar a una persona con problemas matrimoniales o de familia a un
profesional de la salud mental, como enviar a una persona con una pierna quebrada a un médico”.
Y luego continúan diciendo: “Los problemas de la vida son problemas espirituales, que requieren
soluciones espirituales, no problemas psicológicos que requieren soluciones psicológicas. A la iglesia se le
ha embaucado para que crea que los problemas de la vida son problemas del cerebro, que requieren
soluciones científicas, más que problemas de la mente que requieren soluciones bíblicas… Mientras
llamemos ‘enfermedad mental’ a los problemas de la vida, seguiremos sustituyendo la responsabilidad por
la terapia”.19 p.185-186.
Nosotros tenemos en la Biblia un manual completo de todo lo que nuestras almas necesitan para una vida
bienaventurada que glorifique a Dios. Los médicos deben tratar con los problemas del cuerpo, los cristianos
debemos tratar con Cristo y su Palabra los problemas del alma humana. Decir lo contrario es resucitar la
vieja herejía que Pablo combatió en Colosas, que aunque ahora use terminología científica, sigue siendo
igualmente errónea y dañina; los falsos maestros de Colosas querían convencer a estos hermanos de que
era bueno tener a Cristo y su Palabra, pero no suficiente; de ahí la advertencia de Pablo en el capítulo 2 de
la carta con la que ahora concluyo:
“Mirad que nadie os haga cautivos por medio de su filosofía y vanas sutilezas, según la tradición de los
hombres, conforme a los principios elementales del mundo y no según Cristo. Porque toda la plenitud de
la Deidad reside corporalmente en él, y habéis sido hechos completos en él, que es la cabeza sobre todo
poder y autoridad” (Col. 2:8-10).
ACERCA DEL AUTOR Sugel Michelén ha sido anciano y predicador en la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo
en Santo Domingo, República Dominicana por más de 30 años.
El pastor Sugel Michelén nos permitió publicar esta serie de artículos que aparecieron originalmente en:
http://todopensamientocautivo.blogspot.com/2009/07/la-sicologia-un-nuevo-caballo-de-troya.html
¿Somos espíritu, alma, y cuerpo? Tricotomía o dicotomía David Barceló
A medida que avanzaba en mis estudios de psicología, esta pregunta cobraba cada vez
mayor importancia en mi cabeza. Las implicaciones son muchas. ¿La persona humana
es tricotómica, compuesta de espíritu, alma, y cuerpo? ¿O por otro lado es dicotómica,
compuesta de cuerpo y alma? En otras palabras, ¿cuándo hablamos de espíritu y de
alma, estamos refiriéndonos a lo mismo?
Este es el argumento que uno escucha una y otra vez para justificar la presencia de la psicología en círculos
evangélicos: “Somos un ser tripartito, tres partes, creados a imagen de Dios, como la Trinidad, somos
espíritu, alma y cuerpo”. Pero ¿es este un argumento bíblico o solo un mito ampliamente aceptado?
Tal como escribe Ed Welch,pensamiento, emociones y motivaciones individuales. Pero, ¿es ese depósito
conceptual –lo psicológico– una categoría real y útil, o es innecesaria y equívoca para entender la
naturaleza humana? ¿Hay una parte distintiva en nosotros que no es espiritual ni biológica –sino
psicológica?”. 20 Ed Welch, “The psychological does not exist” [“Lo psicológico no existe”] https://www.ccef. org/resources/blog/psychological-does-
not-exist
Como sigue exponiendo Welch, esta idea tripartita de la persona la popularizó Clyde Narramore a final de
los años 50 con su anuncio de que
“Los ingredientes de lo psicológico ciertamente existen. Están entre los rasgos más importantes e
interesantes de nuestra vida interior, los cuales incluyen nuestros patrones de Parece lógico: tres partes
de la persona, tres tipos de problemas, tres profesionales… Pero,¿es esta la verdad bíblica? ¿Existe un área
inmaterial de la persona que está desconectada de las Escrituras? ¿Quién decide lo que es psicológico y lo
que es espiritual? Ansiedad, temor, problemas matrimoniales, rencor, ira, tristeza… ¿Son problemas del
espíritu o del alma? ¿Existe una parte psicológica en mí que no tiene nada que ver con Dios? Las
implicaciones de la tricotomía son alarmantes. Mirando atrás puedo decir que este asunto fue clave en mi
proceso de dejar atrás la psicología y abrazar la consejería bíblica de todo corazón.
La tricotomía y la Biblia El pasaje que se suele usar para defender la tricotomía es 1 Tesalonicenses 5:23:
“Y que el mismo Dios de paz os santifique por completo; y que todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo,
sea preservado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.
Pero si esta doctrina es tan importante, ¿por qué solo se cita aquí esta expresión; espíritu, alma y cuerpo?
En este pasaje el apóstol Pablo, en su deseo de describir la totalidad de nuestro ser, usa estos tres términos.
¿Pero pudiera haber utilizado otros? De hecho en Deuteronomio 6:5 encontramos una tricotomía diferente
para expresar la plenitud de nuestra persona: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu
alma y con toda tu fuerza”.
Y otra tricotomía más la vemos en Mateo 22:37: “Y él le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón,
y con toda tu alma, y con toda tu mente ”.
Entonces nos encontramos con el reto de tener varias tricotomías, ¡e incluso alguna “cuatricomía”
también!: “y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con
toda tu fuerza” (Mr. 12:30).
La dicotomía y la Biblia Estos pasajes usan varias palabras para abarcar la totalidad de la persona, pero
estas descripciones son siempre una enumeración de términos, no una lista exhaustiva. Para entender la
antropología bíblica nos es necesario ver las Escrituras en su totalidad.
Dios formó al hombre “del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida” (Gn. 2:7). Dos sustancias.
Según el contexto la sustancia material es llamada cuerpo o carne, y la sustancia inmaterial es llamada
espíritu, alma, mente, pero sobre todo corazón. Estas palabras se usan de forma indistinta para referirse a
la dimensión inmaterial de la persona, siendo corazón el término más usado y amplio para referirse a la
vida interior del ser humano. Desde una óptica bíblica los pensamientos, motivaciones y voluntad residen
en el corazón, y el corazón se expresa a través del cuerpo.
Somos seres espirituales vestidos de una “morada terrestre” o “tabernáculo” (2 Co. 5:1). Aunque el
“hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Co. 4:16). Dos
sustancias, pero una sola persona. No es que tenga un cuerpo y tenga un alma. Es que soy un cuerpo y soy
un alma. Como dice C. S. Lewis: “Somos seres compuestos –un organismo natural en un estado de simbiosis
con un espíritu supernatur a l”. 21 C.S. Lewis, Miracles (New York: Macmillan,1960), 126.
“El espíritu (se siente) “en casa” con su organismo, como un rey en su propio país o un jinete sobre su
caballo –o mejor aún, como la parte humana de un centauro está “en casa” con la parte equina”. 22 C.S. Lewis,
The Weight of Glory and Other Addresses (Grand Rapids: Eerdmans, 1949), 126.
El uso intercambiable de alma y espíritu es evidente en las Escrituras. Tanto el alma como el espíritu
sienten tristeza (Jn. 13:21; Mt. 26:38), y sienten gozo (Is. 61:3; Sal. 86:4); tanto el alma como el espíritu
pecan (Sal. 32:2; Ez. 18:4), necesitan salvación (1 Co. 5:5; Stg. 1:21) y son llevadas al cielo (He. 12:23; Ap.
20:4). La diferencia no es ontológica. Nos referimos a lo mismo. La diferencia es semántica. Es una
diferencia de lenguaje la que encontramos entre espíritu y alma. Por lo general el alma se entiende como
más apegada al cuerpo, y el espíritu como más despegada del cuerpo. No es lo mismo que te digan “Ven,
que en mi casa se han congregado hoy 50 almas”, que “Ven, que en mi casa se han congregado hoy 50
espíritus”. Seguramente irías a la primera casa, pero no a la segunda, ¿verdad?
Es imposible distinguir entre alma y espíritu, porque nos referimos a lo mismo. Encontramos en la Biblia
muchos paralelismos hebreos que usan ambos términos como sinónimos.23 En el Nuevo Testamento griego pneuma y
psiqué, y en el Antiguo Testamento hebreo ruah y nefesh. (Gn. 49:6; 1 S. 1:15; Job 7:11; Is. 26:9; Lc. 1:46-47).
Es tan imposible separarlos, que al describir el poder incomprensible de la Palabra de Dios, el autor de
Hebreos nos dice que la Palabra es capaz de penetrar hasta partir el alma y el espíritu (He. 4:12). Aquí no
se refiere a partir el alma, y a partir el espíritu, sino a dividir entre las dos, a separarlas.
Existe un yo interior e invisible, y un yo exterior y visible. El interior solo lo ve Dios, pero se expresa a
través de un cuerpo que actúa, piensa, anda, habla y siente. Por eso, aquello que la psicología moderna
llama enfermedades desde la consejería bíblica entendemos que son meros síntomas de un asunto interior,
de un corazón que se expresa.
Somos un corazón que se comunica a través de un cuerpo. Esta es la comprensión bipartita del ser humano
que la iglesia cristiana siempre ha sostenido. Como dice el Catecismo de Heidelberg, en su pregunta 1,
“Pertenezco, en cuerpo y alma, en la vida y en la muerte, a mi fiel Salvador Jesucristo”. Sí. Los pastores y
consejeros tenemos hoy día la gran responsabilidad y el gran reto de ser instrumentos en las manos de
Aquel que conforta nuestras almas (Sal. 23:3), y tratar aquellos asuntos del corazón que según el mundo
son psicológicos.
ACERCA DEL AUTOR David Barceló es originario de Palma de Mallorca, licenciado en Psicología por la Universidad
Autónoma de Barcelona, Master en Teología Bíblica por el Seminario Westminster en California (MA) y Doctor en
Consejería Bíblica por el Seminario Westminster en Filadelfia (DMin). Es miembro de la ACBC (Association of
Certified Biblical Couselors) y graduado en Consejería Bíblica por el Instituto de Consejería y Discipulado Bíblico de
La Mesa, California (IBCD). Profesor de Consejería Bíblica en el seminario IBSTE de Castelldefels (Barcelona). David
sirve en la Iglesia Evangélica de la Gracia en Barcelona desde sus inicios en 2005, siendo ordenado al pastorado en
Junio de 2008. David y Elisabet están casados desde 1998 y son padres de cuatro preciosos hijos: Moisés, Daniel,
Elisabet y Abraham .