Deuteronomio 28
Deuteronomio 28
Deuteronomio 28
Deuteronomio 28:1-68
(1) Las bendiciones del pacto, 28:1-14. Después de haber establecido el pacto con la
nueva generación de israelitas, quienes estaban acampados en el valle de Moab, Moisés
terminó su discurso con una proclamación de las bendiciones y maldiciones del pacto. La
lista que aparece en 27:15-26 es una serie de maldiciones que vendrían sobre la persona
que violaba el pacto.
La lista de bendiciones y maldiciones que aparece en este capítulo presenta con más
detalle el resultado de la obediencia y las consecuencias de la violación del pacto.
b. Las bendiciones específicas, 28:3-6. Las bendiciones del pacto pueden ser divididas
en tres grupos: bendición de la tierra y personas (vv. 3-5), victoria contra los enemigos
(v. 7) y la exaltación de Israel sobre sus enemigos (1, 9, 10, 13).
Las bendiciones mencionadas en los vv. 3-6 reflejan la situación económica del pueblo.
Por cuanto la base de la economía de Israel era la agricultura, las bendiciones son
presentadas en forma de la abundancia de la cosecha y del rebaño. Si Israel obedece las
leyes de Jehová, el pueblo será bendecido en la ciudad y en el campo (v. 3). Por su
obediencia a la palabra de Dios, Israel iba a experimentar la fertilidad de los hombres y
mujeres, de la tierra y de los animales (v. 4). La abundancia del campo se traduce en la
abundancia de la canasta y en la abundancia de la comida. A la abundancia del campo
será añadida la bendición de protección y seguridad de la comunidad (v. 6).
c. Las promesas del Señor, 28:7-14. Esta sección elabora con más detalles las diez
promesas de bendiciones en los vv. 3-6. La promesa de protección y seguridad (v. 6)
vendrá de tres maneras. Primeramente, en la victoria de Israel sobre sus enemigos (v. 7).
Jehová prometió que los enemigos de Israel serían derrotados. El uso del numero siete es
simbólico, Esto significaba que la derrota de los enemigos sería completa. Segundo, la
protección de Israel vendría en forma de poder económico: Tú darás prestado a muchas
naciones, pero tú no pedirás prestado (28:12). Tercero, la seguridad de la nación vendría
en forma de la exaltación de Israel sobre las naciones. Israel será cabeza, no cola (v. 13).
La bendición del campo (v. 4) vendría en la abundancia de los graneros (v. 8), en la
fertilidad del campo, de los animales y en la concepción de hijos por las mujeres israelitas
(v. 11) y en la certeza de abundante lluvias para regar el suelo (v. 12a).
La bendición más especial del pacto sería la posición de honor que Israel gozaría entre las
naciones. Por ser obediente a las leyes y a los mandatos del pacto, Israel sería establecido
como un pueblo santo, un pueblo que pertenecía a Jehová (v. 9). Además, por causa de
su relación especial con Jehová, las demás naciones reconocerían que Israel era un pueblo
especial y lo mirarían con respeto y temor.
2
Para alcanzar esta posición exaltada entre las naciones y para recibir la bendición de la
fertilidad de la tierra, de los animales y del pueblo, Israel no podía desviarse del camino
que Dios había preparado. La conclusión de esta sección (v. 14) es clara y especifica.
Israel no podía apartarse de las palabras que Jehová había ordenado por medio de Moisés.
Además, no podía adorar a los dioses cananeos ni procurar su protección ni la fertilidad de
la tierra y de los animales en los dioses de piedra y madera, dioses que no tenían el poder
para hacer lo que Jehová había prometido hacer para Israel. Los cananeos tenían que
depender de Baal y Asera y otros dioses de la fertilidad para recibir la lluvia y la
abundancia de la tierra. Pero Israel no necesitaba usar ritos supersticiosos para sobrevivir
en la tierra. Jehová, el Dios Israel y el creador de los cielos y de la tierra era soberano
sobre las fuerzas de la naturaleza. De su tesoro (v. 13) Jehová podía dar a Israel todo lo
que la nación necesitaba para vivir una vida feliz y próspera en la tierra que él les iba dar.
(a) Plaga, 28:20-22. Como consecuencia de su desobediencia a las leyes del pacto,
Israel abandonó a su Dios y cometió cosas que Jehová consideraba abominables. La
consecuencia de su rebeldía es que vendría sobre el pueblo maldición o calamidades,
turbación o pánico y reprensión o frustración (v. 20). En la guerra de conquista, la
presencia de Jehová traía pánico a los enemigos de Israel (Jos_10:10), pero ahora la
visitación de Jehová trae pánico (o turbación) al pueblo de Israel.
Por causa del calor sofocante el cielo no tendría nubes para producir la lluvia, y sin la lluvia
la tierra estaría tan seca y tan dura como el hierro. El calor y la sequía producirían polvo
que descendería del cielo como lluvia. El fuego quemaría las plantas y la ceniza
descendería del cielo hasta que el pueblo fuese exterminado (v. 24).
ciego es incapaz de ver la luz del día, así será Israel en su vida diaria. Como un ciego
palpando en sus tinieblas, Israel será incapaz de encontrar éxito en su camino (v. 29).
Incapaz de pensar claramente o de luchar contra el error, Israel será oprimido y robado
fácil y constantemente. Separado del Señor por su idolatría (v. 20), Israel sería incapaz
de defenderse a sí mismo frente a los opresores. Por causa de su opresión Israel se
tornaría una víctima dócil de sus opresores. Las aflicciones mencionadas en los vv. 30-33
es una inversión de la promesa dada a los israelitas en 20:5-7. Por causa de la
desobediencia de Israel ni aun los derechos de una persona serían respetados. Su
propiedad sería tomada, su esposa sería violada, su fortuna sería robada, sus hijos e hijas
serían vendidos como esclavos, su ganado sería robado, y el fruto de su campo sería
comido por otros. Toda esta aflicción, toda esta devastación, toda esta opresión y todo
este tratamiento brutal llevaría una persona a la locura: y enloquecerás a causa de lo que
verán tus ojos (v. 34).
(f) Exilio, 28:36-37. La derrota del Israel por manos de sus enemigos (v. 25) causaría la
deportación de la población israelita hacia una tierra lejana. Para Israel, deportación
implicaba la pérdida de su posición exaltada como nación especial. En vez de Israel ser
una nación exaltada entre las naciones (28:1), los israelitas serían entregados a otras
naciones (v. 32) y serían deportados. La deportación del rey (v. 36) era una señal de
completa humillación de la nación, ya que el rey era el símbolo de la vida nacional y de la
posición exaltada de Israel (Lam_4:20). Pero el elemento supremo de la desgracia de
Israel era que la nación iba ser llevada cautiva a una tierra extraña y allí darían culto a
otros dioses de madera y piedra (v. 36). La ironía de esta aflicción es que Israel recibe la
maldición del pacto porque el pueblo libremente abandonó a Jehová para servir a otros
dioses (Lam_28:14, Lam_28:20). Su castigo sería el exilio en tierra extraña donde el
pueblo sería forzado a dar culto a los dioses de piedra y de madera. Esta ironía iba a
provocar el terror de las naciones e Israel se tornaría en el hazmerreír y su humillación
serviría de refrán para las naciones donde Israel iba a vivir en su exilio.
Esta sección habla de la maldición que vendría sobre Israel por los muchos pecados ya
cometidos. El fracaso de Israel fue no haber servido a Jehová con gozo y alegría (v. 47).
Por cuanto Israel no quiso servir a Jehová por causa de su abundancia, ellos servirán a sus
enemigos en medio del hambre, de la sed, de la desnudez, y de la falta de todas las cosas
(v. 48).
La descripción del enemigo que invade a Israel y lleva al pueblo al cautiverio es general y
estereotipada. El enemigo viene de una tierra lejana, habla un idioma que el pueblo no
entiende, es un pueblo cruel, poderoso, sin compasión, violento y destructivo. Esta nación
devastaría la cosecha, aniquilaría el ganado y destruiría las ciudades de Israel. Desde una
perspectiva histórica, esta descripción de la “nación lejana” puede ser aplicada a los
asirios, quienes invadieron el reino del norte y destruyeron a Samaria en 722 a. de J.C. o a
los babilonios, quienes invadieron el reino del sur y destruyeron el templo y la ciudad de
Jerusalén en 587 a. de J.C.
(k) Los horrores del asedio, 28:52-57. La invasión y el asedio de Israel traería la
destrucción total de la nación. La descripción del asedio en los vv. 52-57 refleja la
realidad de las guerras de conquistas emprendidas por los asirios y los babilonios. Todas
las grandes ciudades de Israel estaban protegidas por muros altos (v. 52). Durante un
asedio el enemigo atacaba una porción del muro hasta que conseguía hacer una abertura
en el muro. Un asedio duraba meses o años. En el proceso del asedio, la ciudad consumía
su comida y bebía su agua. El resultado de meses y años de asedio era que se acababa la
comida y el agua en la ciudad asediada y los habitantes de aquella ciudad llegaban a una
situación angustiosa. Esta sección describe los horrores del asedio. La población asediada
en su desespero se entregaba al acto de canibalismo. Lo mismo iba a suceder con Israel.
Mientras los enemigos comían el ganado de Israel, los israelitas comían sus propios hijos
(v. 53). Aun los esposos que amaban a sus familias considerarían comer miembros de su
familia, sus hijos y aun sus esposas (vv. 54, 55). Lo mismo las mujeres que, en su
desesperación, considerarían comer a su esposo, hijo, hija y aun su propia placenta
después de haber concebido.
El horror del asedio se tornó una realidad cuando los arameos invadieron a Samaria, la
capital del reino del norte (2Ki_6:24-29), y cuando los babilonios invadieron a Jerusalén
(Lam_2:20; Lam_4:10). Algunas personas en Israel se tornaron caníbales para sobrevivir
los horrores del asedio. Este acto inhumano es una evidencia de la depravación del
corazón humano cuando está separado de la gracia y del amor de Dios.
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Si Israel no ponía por obra las leyes de Jehová y no adoraba su nombre, la maldición del
pacto sería invocado contra Israel y vendrían sobre ellos todas las enfermedades y plagas
que Dios había enviado sobre Egipto durante la confrontación entre Moisés y faraón. Las
plagas y las enfermedades servirían para reducir el número de israelitas. Los que eran tan
numerosos como las estrellas del cielo serían pocos en número (v. 62).
El Dios que se deleitó en dar la tierra de Canaán a Israel era el mismo Dios que iba a
arrancar a Israel de la tierra que la nación había recibido como su herencia eterna. En vez
de vivir tranquilamente en la tierra, el pueblo sería esparcido entre las naciones (v. 64).
En vez de servir a Jehová en la tierra prometida, iban a servir a dioses ajenos, quienes no
tenían ninguna relación con Israel. En vez de encontrar descanso en la tierra de su
herencia, vivirían sin tranquilidad, pero con temores y tensión, y en constante
incertidumbre en una tierra extraña (vv. 65, 66).
El castigo de Jehová era una revocación de la posición de nación santa y pueblo especial y
de su historia. Los antepasados de los israelitas habían salido de Mesopotamia para servir
a Jehová y escapar de los dioses de piedra y de madera. Por su desobediencia Israel
regresa a Mesopotamia para allí adorar a los dioses que sus antepasados habían
abandonado. Israel había salido de la casa de esclavitud en Egipto para servir a Jehová.
Jehová había prometido que Israel nunca más regresaría a Egipto. Pero por causa de su
desobediencia Jehová hará regresar a Israel a Egipto en navíos como esclavos. Esta
referencia a navíos posiblemente era una referencia a los navíos de esclavos usados
principalmente por los fenicios. Regresar a Egipto era la culminación de la maldición del
pacto, porque simbólicamente el regreso de Israel a Egipto era la nulidad de su historia y
la revocación del pacto. Durante su residencia en Egipto los israelitas sirvieron como
esclavos. Ahora, ni aun los egipcios deseaban usar a los israelitas como esclavos.
La conclusión de la proclamación de las maldiciones del pacto sobre Israel enseña dos
cosas importantes. Primera, Dios quiere enseñar a Israel la consecuencia de la obediencia.
La desobediencia y la apostasía traerían graves consecuencias que iban a afectar a cada
israelita por muchos años. Segunda, Israel tenía que escoger entre la bendición de la
obediencia y la consecuencia de la desobediencia. La decisión que Israel tenía que tomar
era de suprema importancia para la nueva generación de israelitas que se preparaban
para entrar en la tierra prometida y para sus hijos. La decisión era entre vida y muerte,
bien o mal, maldición o bendición (Job_30:15, Job_30:19). Israel tomó su decisión, pero
la historia de la nación que empezó después de la muerte de Josué y terminó en los días
del profeta Jeremías enseña que la decisión de Israel no fue muy sabia.