Hora Santa Cuaresma Ciclo B Domingo I

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HORA SANTA

Tiempo de cuaresma

1. Exposición.
2. Proclamación de la Palabra: Marcos 1,12-15
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto
cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el
Evangelio». Palabra del Señor.

3. Lectura y meditación
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. El desierto, en el
pueblo de Israel, está cargado de simbolismo: es un tiempo de tentación y de combate
con el maligno y, a la vez, una experiencia de amor. El Espíritu, antes de empujarlo a la
misión, conduce a Jesús al desierto, como condujo al pueblo de Israel en su liberación. El
desierto es un tiempo de escucha: la llevaré al desierto y le ha hablaré al corazón. El
desierto es la complejidad de la vida.

Se quedó en el desierto cuarenta días. Los números, en la Biblia, están cargados


de simbolismo. El número cuarenta se refiere a los cuarenta días del diluvio o a los
cuarenta años del pueblo caminando por el desierto hacia la libertad, hacia una nueva
humanidad. En este caso, un tiempo fuerte para que se den los cambios y la fe sea
probada.

-Silencio y música de fondo-

Siendo tentado por Satanás. Tentación es lo que aleja del camino de Dios.
Marcos, a diferencia de Mateo y Lucas, no señala cuáles son esas pruebas. Para Marcos,
la tentación se prolonga a lo largo de toda la vida de Jesús, que será una constante lucha
contra toda tentación. En Marcos, las tentaciones no siguen el esquema de honores,
esplendor y gloria, sino el de debilidad, prueba y sufrimiento. Provienen de los fariseos, de
Pedro, del temor del corazón: ¡Abbá, Padre! Todo es posible para ti, aparta de mí esta
copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú (Mc 14,35); de los que asisten a la
pasión y lo invitan a bajarse de la cruz: ¡Que baje ahora de la cruz para que lo veamos y
creamos! (Mc 15,30). Jesús, constantemente, renovó su SÍ al proyecto del Padre. Prefirió
el proyecto, de compasión y ternura, del Padre, a las propuestas halagadoras del
enemigo. Con él confiamos salir airosos de las pruebas.

Vivía con las fieras, y los ángeles lo servían. La presencia de los animales
subraya la soledad y las molestias del desierto, y evoca también la vida en el paraíso, la
paz entre el hombre y los animales, tal como soñaba Isaías (11,6-9). El servicio de los
ángeles evoca la protección de Dios a su Hijo, la participación en sus combates; muestra
de qué lado está el Padre en los conflictos de la historia.

-Silencio y música de fondo-

Después de que Juan fue entregado. “Entregado”. Palabra clave. Jesús se mete
en la refriega política, responde a lo que pasa, no se viene abajo. Una vez que Jesús está
en escena, Juan ya no aparece. Juan ha preparado caminos, ahora su entrega prepara la
entrega de Jesús y la de los discípulos. La cruz y la resurrección van juntas (En la cruz
está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo). La entrega de un testigo
nunca es una derrota, el Reino avanza y crece.
Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Aires de gozo y
esperanza impregnan el relato. ¿Se puede concebir la vida de Jesús de otra manera que
no sea como un Evangelio? Jesús proclama una buena noticia, nueva y buena, porque
Dios es su contenido. El Evangelio es de Dios, viene de él. Jesús marcha a Galilea, tierra
fronteriza, medio pagana; allí se va a desarrollar su misión; en Jerusalén acontecerá la
entrega.

-Silencio y música de fondo-

Decía: Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Jesús dice dos
cosas. La primera: se ha cumplido el tiempo, como kairós decisivo, como momento de la
verdad y de la alegría, aspiraciones más profundas del ser humano. Cualquier cronos
puede ser kairós. La segunda: está cerca el reino de Dios. El reino, manifestación de la
manera de ser de Dios, se está acercando. Jesús percibe el reino y lo introduce. El reino
llega no por la observancia de la ley o como fruto del esfuerzo humano; llega como don.
Nosotros, con el Espíritu, tenemos que descubrirlo y vivirlo. Para algunos judíos el
tiempo para la llegada del Reino todavía no había terminado. Para los fariseos, por
ejemplo, el reino llegaría cuando la observancia de la ley fuese ya perfecta. Para los
esenios, cuando el país estuviera purificado. Para los herodianos cuando ellos hubieran
poseído el dominio del mundo. Jesús piensa de forma diversa. Él tiene una manera
distinta de leer los hechos. Dice que la espera ha terminado, está cerca el reino de Dios.

Convertíos y creed en el Evangelio. Solo la buena nueva merece conversión,


entrega; solo ella suscita alegría. Conversión: significa tomar otra dirección, cambiar de
rumbo, no quedarse donde se está y como se está, esforzarse en ser lo que se debe ser…
Metanoia significa cambiar la forma de pensar y de vivir, cambiar el punto de vista y los
esquemas viejos, permitir que la experiencia de Dios invada la vida (caer en la cuenta). La
metanoia no es un sentimiento de culpa. No es la realidad la que tiene que entrar en la
mentalidad estrecha, sino que la mente y el corazón tienen que ensancharse para que
quepa Dios, su proyecto. Todo nuestro bien consiste en aprender a recibir. La conversión
conlleva aprender de los errores, sin desanimarnos ante las caídas. Creer en el Evangelio
es dejarnos fascinar por el amor. Esto origina una nueva manera de ver la realidad, las
dificultades. El evangelio es una estupenda noticia que Jesús descubrió y nos comunicó
de parte de Dios Creer es confiar en Jesús, acoger su propuesta como una buena noticia
para nosotros.

4. Respuesta a la Palabra
¿Qué resonancia tiene este Evangelio en nuestra vida?
¿Cómo viviré la Cuaresma?

-Silencio y música de fondo-

5. Orar la Palabra
Ahora es el tiempo propicio, ahora es el día de salvación, acudamos, pues, a
nuestro Redentor que nos concede estos días de perdón, y, bendiciéndole, digamos:
Infúndenos, Señor, un espíritu nuevo.
 Cristo, vida nuestra, tú que por el bautismo nos has sepultado místicamente contigo
en la muerte, para que contigo también resucitemos, concédenos andar hoy en vida
nueva.
 Señor Jesús, tú que pasaste por el mundo haciendo el bien, haz que también nosotros
seamos solícitos del bien de todos los hombres.

 Ayúdanos, Señor, a trabajar concordes a la edificación de nuestra ciudad terrena, sin


olvidar nunca tu reino eterno.

 Tú, Señor, que eres médico de los cuerpos y de las almas, sana las dolencias de
nuestro espíritu para que crezcamos cada día en santidad.

No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario,


porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser
(Gaudete et exultate, 32).

6. Bendición y reserva.

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