Nietzsche y El Problema Del Lenguaje
Nietzsche y El Problema Del Lenguaje
Nietzsche y El Problema Del Lenguaje
Tenemos que hallar un nuevo lenguaje mediante el cual el corazón pueda hablar al
corazón sin necesidad de intermediarios."
Henry Millar
"A veces podemos decir más con un simple gruñido que con la lógica superficial de
las palabras."
Eustaquio Goicoechea
INTRODUCCIÓN
La idea de hacer un trabajo sobre Nietzsche ya viene de antes. Todo comenzó hace
algunos años, en la preparatoria, cuando me topé en la biblioteca con un libro llamado
Así hablaba Zaratustra del autor Friedrich Nietzsche. Leí la introducción y me llamó la
atención la manera de comenzar la historia: un señor llamado Zaratustra cumple treinta
años de edad y dispone sin más retirarse a las montañas, diez años más tarde –henchido
de sabiduría- decide de repente bajar al mundo con los hombres... cerré el libro de un
trancazo, corrí a anotar mis datos y me lo llevé a casa. Mi lectura se detuvo al no
entender gran cosa del libro. Un profesor de filosofía me hizo muecas cuando le
pregunté sobre el autor, me dijo que dejara eso por la paz, que Nietzsche era el
antricristo, que se volvió loco y así murió, que por culpa de él los nazis fueron lo que
fueron, que –además- después de tanto tiempo los estudiosos no han podido entender su
obra y que no esperara que yo –un simple chamaco de preparatoria- la entendiera. Así
que el maestro me recomendó unos libros de superación personal y no sé que otras
cosas más. Ahí acabó la cosa. Adiós al satánico "Federico" Nietzsche.
Un poco más tarde, en la universidad, contagiado del espíritu del lectura de algunos
amigos, volví a tocar algunos libros. Mis lecturas eran variadas, cuentos, novelitas,
poesía, ensayos, etc., con autores diversos, José Agustín, Taibo II, Sartre, Kundera,
Sabines, Baudelaire, etc., y como una cosa lleva a la otra, de pronto una amiga
necesitaba dinero y me ofreció a mitad de precio unos libros que acababa de leer. Yo,
también con problemas de dinero, sólo podía costearme un libro nada más –el más
barato- así que tomé en mis manos al Humano, demasiado humano del "loco"
Nietzsche. Lo leí y no me pareció un libro escrito por un loco, me pareció un libro
escrito por un sabio o algo así. Decía tantas cosas de tantos temas diversos que me
pareció bueno. Pero lo que más me gustó fue la manera de expresarse: a medias entre la
poesía y el lenguaje científico, con una claridad de pensamiento, con sinceridad y cierta
1
malicia, que acabó por caerme bien el muchacho. Nietzsche me pareció un buen tipo
Pá g.
con el que podía conversar por las noches con sentido del humor. A partir de ahí
conseguí Más allá del bien y del mal y la cosa siguió y siguió.
Ya estaba decidido: sería sobre Nietzsche y el lenguaje –dos nuevas pasiones-. Sólo
necesitaba un poco de apoyo moral de alguien a quien también le gustara Nietzsche –de
mis amigos y profesores cercanos a nadie le interesaba- así que fui al seminario a
plantearle el asunto a mi amigo y lo hablamos, se entusiasmó con la idea y acto seguido
fuimos a la biblioteca del seminario, nos robamos unos libros y ¡patas pa’ qué te
quiero!.. Se puede decir que así empezó la aventura e investigación documental de este
trabajo recepcional.
Así, la idea del presente trabajo surgió a partir de las lecturas que he realizado de las
obras de Nietzsche. En ellas he observado que tiene referencias y aportaciones
importantes al estudio del lenguaje.
una primer toma de posición al respecto en la crítica de Nietzsche a la actitud del rebaño
y a la tendencia hacia la homogeneización de los individuos y de la cultura –en un
primer momento-, y a la posición de un pensamiento aristocrático –en un segundo
momento- de individuos mejor constituidos literal y metafóricamente hablando.
Como sea, desde un punto de vista superficial, podemos decir que el estudio del
lenguaje está vinculado al campo de la comunicación, ya sea que veamos al lenguaje
verbal como un medio básico o puente de comunicación entre hombre y hombre, o que
veamos al lenguaje como algo más extensivo a los canales de comunicación (la radio, el
cine la televisión) que poseen códigos y estructuras "lingüísticas" propias como medio
de expresión, o que veamos al lenguaje –incluso- como método o instrumento de
análisis del mensaje (análisis de contenido). Aunque bien –como veremos- un análisis
del problema del lenguaje desde la filosofía nietzscheana, como perspectiva, lleva
ciertos elementos (como la ética y la estética y los propios conceptos desarrollados en su
propuesta filosófica) que nos permiten llevar el problema a otros campos de expresión
no verbal y reconocidos como culturales.
Friedrich Nietzsche.
Pá g.
Esta observación nos ofrece una idea del tipo de aportaciones que Nietzsche pudo haber
hecho al estudio del lenguaje. Es decir, la visión del lenguaje en Nietzsche, es una
visión muy particular, derivada de los métodos que utilizó como filólogo, pero que con
la formación autodidacta de la filosofía supo dar nuevos caminos a la hora de abordar
este problema, y de ahí partir hacia y con la ayuda de otras disciplinas como la
sicología, la sociología, etc.
Las obras de Nietzsche son varias. Los temas abordados en sus libros son variados. La
forma de tratarlos va desde el silogismo abstracto hasta el máximo despliegue de los
recursos literarios. El estilo en Nietzsche es una comunión de forma y contenido, para él
la estética en su obra es importante, pero también el contenido de lo expresado lo es.
Vale tanto como filósofo y como poeta, es decir, no sé si el Zaratustra –por ejemplo- es
una obra poética-filosófica o una obra filósofo-poética (aunque sería demasiado injusto
e ignorante, vamos, pecaría de obtuso al tratar de definirla en esos dos términos). Pero
este podría ser un ejemplo de lo vasto e inclasificable que nos resulta su pensamiento, su
método, su estilo, los temas y las interpretaciones que de ellos se derivan.
Como nuestro tema es limitado –no es sobre Nietzsche en general, sino sobre la visión
del lenguaje en Nietzsche- vamos a poner sobre la mesa el rumbo y los temas que
tomaremos, así como los terrenos en los que no nos vamos a meter.
tenemos basta. Todos los libros son importantes -aunque no se llegue a citar
Pá g.
información específica de cada uno- porque sirvieron de guía para aclararme unos
puntos y para saber por donde dirigir la investigación, para decidir qué incluir y qué no.
Dentro de las fuentes secundarias encontramos a los libros de autores que hablan sobre
Nietzsche, dentro de los que ubicamos en la bibliografía no encontramos ninguno que
hablara en específico sobre el tema del lenguaje en Nietzsche. La mayoría hablan sobre
su filosofía y sus conceptos (como el Nietzsche y la filosofía de Deleuze, La genealogía,
la historia de Foucault, La filosofía de Nietzsche de Eugen Fink, entre otros), algunos
más tratan la vida y la obra del autor y los temas recurrentes y biografías (entre ellos
están Nietzsche: Introducción a la comprensión de su filosofar de Karl Jaspers,
Nietzsche: Biografía de su pensamiento de Rüdiger Safranski, el Nietzsche, de filólogo
a Anticristo de José María Valverde, Friedrich Nietzsche de Curt Paul Janz, etc.) y otros
nos ofrecen información general, no son libros dedicados exclusivamente a hablar de
Nietzsche, pero sí lo mencionan y ofrecen información importante, incluso sobre el
tema del lenguaje –tuve mucha dificultad al encontrar información sobre el tema del
lenguaje en Nietzsche, la mayoría de la información existe pero sólo en escasas y muy
dispersas referencias - (por ejemplo, tenemos la Historia de la filosofía contemporánea
de Alfredo Cruz Prados, La estructura ausente de Umberto Eco, El placer del texto y
Lección inaugural de Roland Barthes, Las palabras y las cosas de Michel Foucault,
entre otros).
Una última anotación sobre las citas y la bibliografía. Las obras citadas en este trabajo
van, por lo general, entre paréntesis. Los libros de Nietzsche se citan de la siguiente
manera: primero va el título del libro abreviado en siglas, seguido del capítulo y/o del
aforismo –según sea el caso- y por último el número de página donde se ubica la cita;
por ejemplo (G.C; af.341; p.225), es decir, que la cita o la referencia se encuentra en La
gaya ciencia, aforismo 341 y la página 225. En el caso de las fuentes secundarias, o sea,
en las obras sobre Nietzsche, se comenzará por el apellido del autor, después el capítulo
o la sección y al final el número de la página, ejemplo: (Jiménez; c.2; p.59). Todas las
referencias que se encuentran entre paréntesis se podrán ratificar con las obras y la
edición correspondientes a los libros citados en la bibliografía que se encuentra al final
de esta investigación. En dicha bibliografía se encuentran sólo las obras que se vinculan
más con nuestro tema o a las que se hace referencia más de una vez. Las obras que sólo
nos proporcionan algún dato importante para el trabajo, y que su autor sólo nombra de
"pasada", no se encuentran en la bibliografía final, hemos decidido citarlas dentro del
texto con un pie de página.
CAPÍTULO I
VIDA Y OBRAS
En 1846 nace su hermana Elisabeth y dos años más tarde nace su hermano Ludwig
Joseph. El 30 de julio de 1849 –cuando Nietzsche contaba con cinco años de edad-
muere su padre por reblandecimiento cerebral, como consecuencia de una caída al bajar
la escalera de la iglesia. El 9 de enero del siguiente año muere su hermano. Y a
principios de abril llega un nuevo pastor a hacerse cargo de la parroquia, por lo que la
familia se traslada a Naumburg, donde Nietzsche asiste a clases en la escuela del pueblo
hasta 1851.
A los doce años de edad, en la escuela, Nietzsche escribe su primer tratado filosófico
Sobre el origen del mal, época en que "caligrafiaba" la filosofía y se preguntaba si el
origen del mal se le podría atribuir a Dios (Foucault (a); p.15). Comienzan sus
padecimientos físicos, que lo acompañarán el resto de su vida. Dolores de cabeza y ojos.
Nietzsche llega como catedrático a Basilea el 19 de abril de 1869, con tan sólo 24 años
de edad.
Enferma de la vista y en junio de 1873 le dicta a su amigo Carl von Gersdorff su escrito
Pá g.
I.3 Los diez años como solitario errante dedicados a su filosofía (1879-1889)
En mayo de 1886 aparece publicado Más allá del bien y del mal. En 1887 escribe y
publica La genealogía de la moral. Lee a Dostoievski. Se encuentra enfermo. Se refugia
en su soledad. Algo le levanta el ánimo: el 26 de noviembre recibe una carta del
profesor universitario Georg Brandes, su "descubridor", donde le comenta que habla a
9
En abril de 1888 Georg Brandes ofrece una serie de conferencias sobre Nietzsche en la
Universidad de Copenhague. Nietzsche lee el Código de Manú. 1888 es un año de
mucho trabajo para Nietzsche: hacia finales de septiembre aparece publicado El caso
Wagner; entre agosto y septiembre escribe el Crepúsculo de los ídolos –publicado un
año después; en septiembre escribe El anticristo –publicado seis años después; en
octubre y noviembre escribe Ecce homo –publicado como póstumo en 1908; en
diciembre redacta Ditirambos dionisíacos y Nietzsche contra Wagner –publicado siete
años después. Nietzsche se siente más solo que nunca, pero de salud, repentinamente, se
siente muy bien.
CAPÍTULO II
Introducción
Hay muchas cosas pesadas para el espíritu, para el espíritu fuerte, de carga, en el que
habita la veneración: su fortaleza demanda cosas pesadas, e incluso las más pesadas de
todas.
¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello, y
quiere que lo carguen bien.
¿Qué es lo más pesado, héroes?, así pregunta el espíritu de carga, para que yo cargue
con ello y mi fortaleza se regocije.
¿Acaso no es: humillarse para hacer daño a la propia soberbia? ¿Hacer brillar la propia
tontería para burlarse de la propia sabiduría?
¿O acaso es: apartarnos de nuestra causa cuando ella celebra su victoria? ¿Subir a altas
montañas para tentar al tentador?
¿O acaso es: estar enfermo y enviar a paseo a los consoladores, y hacer amistad con
sordos, que nunca oyen lo que tú quieres?
¿O acaso es: sumergirse en agua sucia cuando ella es el agua de la verdad, y no apartar
de sí las frías ranas y los calientes sapos?
¿O acaso es: amar a quienes nos desprecian y tender la mano al fantasma cuando quiere
causarnos miedo?
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Con todas estas cosas, la más pesada de todas, carga el espíritu de carga: semejante al
camello que corre al desierto con su carga, así corre el a su desierto.
Pá g.
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se
transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y
ser señor en su propio desierto.
Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de él y de su último dios,
con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria.
¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? "Tú
debes" se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice "yo quiero".
"Tú debes" le cierra el paso, brilla como el oro, es un animal escamoso, y en cada una
de sus escamas brilla áureamente "¡Tú debes!".
Valores milenarios brillan en esas escamas, y el más poderoso de todos los dragones
habla así: "todos los valores de las cosas – brillan en mí".
"Todos los valores han sido ya creados, y yo soy – todos los valores creados. ¡En
verdad, no debe seguir habiendo ningún "Yo quiero"!" Así habla el dragón.
Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu? ¿Por qué no basta
la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa?
Crear valores nuevos – tampoco el león es aún capaz de hacerlo: mas crearse libertad
para un nuevo crear – eso sí es capaz de hacerlo el poder del león.
Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es
preciso el león.
Tomarse el derecho de nuevos valores – ése es el tomar más horrible para un espíritu de
carga y respetuoso. En verdad, eso es para él robar, y cosa propia de un animal de
rapiña.
En otro tiempo el espíritu amó el "Tú debes" como su cosa más santa: ahora tiene que
encontrar ilusión y capricho incluso en lo más santo, de modo que robe el quedar libre
de su amor: para ese robo se precisa el león.
Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león ha
podido hacer? ¿Por qué el león rapaz tiene que convertirse todavía en niño?
Inocencia es el niño, y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve
por sí misma, un primer movimiento, un santo decir sí.
Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere
ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.
(ZA; I; p.53-55)
Pá g.
En este discurso de las "transformaciones del espíritu", Nietzsche habla de las etapas del
sujeto hacia su superación, hacia su renovación.
El camello es el sujeto, el tipo de hombre tal y como lo conocemos hoy, el hombre de la
cultura occidental. Es el espíritu sometido, dogmático, moral, metafísico, cristiano. Es el
hombre pasivo, del rebaño. Es el hombre que se "arrodilla". Carece de iniciativa y sólo
escucha la voz que le dice "tú debes". Necesita transformarse en león.
El león es la fase en que el sujeto quiere liberarse, tomar su propio camino, ser "señor en
su propio desierto". Lucha contra el "tú debes", ahora él dice "yo quiero". Quiere
crearse sus propios valores, su propia meta. El "yo quiero" es su voluntad de poder.
Estos dos instintos tan diferentes marchan uno al lado de otro, casi siempre en abierta
discordia entre sí y excitándose mutuamente a dar a luz frutos nuevos y cada vez más
vigorosos, para perpetuar en ellos la lucha de aquella antítesis, sobre la cual sólo en
apariencia tiende un puente la común palabra "arte": hasta que, finalmente, por un
milagroso acto metafísico de la "voluntad" helénica, se muestran apareados entre sí, y
en este apareamiento acaban engendrando la obra de arte a la vez dionisíaca y apolínea
de la tragedia ática"
13
(N.T; 1; p.41)
Pá g.
Un espíritu trágico es –para Nietzsche- un espíritu libre y creador, que está más allá de
las restricciones morales –no es que Nietzsche rechace la moral, sólo "critica su
presunción de justicia propia y el singular optimismo de mejorar el mundo, que
normalmente va unido al moralismo" (Safranski; 5; p.109)-, es un espíritu que se
regocija no en una metafísica ultramundana que consuela en una vida más allá, sino –se
podría decir- en una "metafísica del más acá", más terrenal como lo es el arte. Para
Nietzsche, el arte, permite una libertad de lo simbólico y de las facultades creadoras del
ser humano. El hombre se regocija en lo estético, en lo amoral. Por eso el arte trágico
"designa la forma estética de la alegría, no en una receta médica, ni una solución moral
del dolor, del miedo o de la piedad. Lo trágico es alegría" (Deleuze; I.8; p.29). El
hombre trágico acepta de la vida lo total, el dolor y el placer, lo "bueno" y lo "malo". El
hombre trágico no intenta racionalizar la vida, teorizarla o encerrarla en conceptos, no
intenta cristalizar el devenir. No se trata de "indisponer a los hombres con la vida. Lo
que enseña, por el contrario, es lo siguiente: Esta existencia agitada, tornadiza,
peligrosa, sombría, y a veces ardientemente soleada, es el encanto de los encantos, vivir
es una aventura" (A; af.240; p.132). Lo trágico-dionisiaco afirma el devenir.
14
pretende sustituir al ímpetu de la vida y "puesto que la lucha estaba dirigida contra lo
dionisiaco del arte anterior, en Sócrates reconocemos el adversario de Dioniso" (N.T;
12; p.119). Ahora comienza la época de la razón y del hombre teórico, lo que se traduce
en una pérdida del mundo vital y una atrofia de la facultad instintiva. No es que
Nietzsche se oponga al cien por ciento contra "la razón", sino que en la ratio socrática
sólo se pretendió desarrollar esa cara del espíritu de manera excesiva, todo tenía que ser
lógico-racional y, en este "esquematismo lógico de la tendencia apolínea se ha
transformado en crisálida" (N.T; 14; P.127). Sócrates, hasta este punto, representa para
Nietzsche el principio de la decadencia del hombre y de la cultura, de la sociedad y su
falso y optimista concepto de felicidad que han generado un hombre tal y como lo
conocemos hoy: dogmático, plástico, metafísico-cristiano, con dos mil y tantos años de
moralina, tan lógico que resulta, incluso, inhumano.
Todo nuestro mundo moderno está preso en la red de la cultura alejandrina y reconoce
como ideal el hombre teórico, el cual está equipado con las más altas fuerzas
cognoscitivas y trabaja al servicio de la ciencia, cuyo prototipo y primer antecesor es
Sócrates. Todos nuestros medios educativos tienen puesta originariamente la vista en
ese ideal, toda otra existencia ha de afanarse esforzadamente por ponerse a su nivel,
como existencia permitida, no como existencia propuesta (...) para el hombre moderno
el hombre no teórico es algo increíble y que produce estupor.
También afirma:
"Lo que importa ver, entonces, es que la crisis del socratismo es la crisis de su fuerza de
integración: el optimismo teórico y moral de Sócrates se basaba en la idea, asumida
dogmáticamente, de que el individuo fuese insertado dentro de un sistema racional, es
decir, a la medida de la razón de la cual él mismo era portador... predicando que un ser y
que el justo no tiene nada que temer, Sócrates hace coincidir racionalidad con la
felicidad" (Vattimo; I.3; p.57). Entonces, lo que Nietzsche comienza a plantear no es ya
una "consideración teórica", sino una "consideración trágica del mundo", un
renacimiento de lo trágico con un hombre nuevo, renacido. Un sujeto con una nueva
forma de pensar el mundo, de vivir con la crueldad natural de las cosas; un hombre
heroico, inocente.
Todas estas nociones serán desarrolladas por Nietzsche en sus obras posteriores.*
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Al igual que Schopenhauer para Nietzsche la vida es voluntad. Pero, según Nietzsche,
Schopenhauer "al parecer jamás intentó el análisis de la voluntad, puesto que creía que
el poder era simple e inmediato", como algo que está, pero que nadie se ha detenido a
observar, y él ve en la voluntad lo siguiente:
a. "Para que haya voluntad es necesaria una representación placentera o dolorosa".
b. "El que una excitación violenta produzca la impresión de placer o de dolor
depende de la inteligencia interpretadora; una misma excitación puede dar
origen a la interpretación del placer o del dolor".
c. "Sólo para los seres inteligentes hay placer, dolor y voluntad. La inmensa
mayoría de los organismos nada siente" o no saben que sienten. (G.C; Libro III;
p.162)
Esto es: para Nietzsche la vida es devenir, es movimiento, es lucha, es voluntad. Y este
devenir natural de las cosas y el mundo Nietzsche lo entiende como un sistema de
relaciones entre cuerpos, entre organismos, que por su fuerza se imponen unos a otros.
Por ejemplo, en la naturaleza no existen las categorías de bueno o malo. El rayo, la
lluvia, el sol, el animal, el vegetal, etc., no son ni buenos ni malos, sino que sólo son,
luchan, se relacionan. Es el hombre el que interpreta los fenómenos, el que trata de
entenderlos, de conocerlos.
"una actividad de segundo rango, una mera reactividad, más aún, se ha definido la vida
como una adaptación interna (...) pero con ello se desconoce la esencia de la vida, su
voluntad de poder" (G.M; II; af.12; p.102).
En la moral del resentimiento, la de los esclavos, en la moral del rebaño, existe –para
Nietzsche- una atrofia de la voluntad de poder. "Allí donde, de alguna forma, la
voluntad de poder decae, también hay siempre un retroceso fisiológico, una décadence"
(A.C; af.17; p.47), es una moral con un tipo de vida descendente. Aquí se encuentra al
hombre pasivo, reactivo, que no actúa por sí mismo, es decir, que necesita de "estímulos
exteriores para poder en absoluto actuar, - su acción es, de raíz, reacción" (G.M; I;
af.10; p.50). Ellos reaccionan contra los señores, si los señores se llaman a sí mismos
los "buenos", los esclavos no se llaman a sí mismos buenos, sino que llaman a los
señores los "malos", su moral es del resentimiento.*** Les falta capacidad de mando, de
mandarse a sí mismos, y "cuanto menos capaz de mandar es uno, con más ahínco busca
alguien que ordene, que mande con severidad, un dios, un príncipe, un Estado, un
médico, un confesor, un dogma..." (G.C; Libro V; p.269). En la cultura occidental
Nietzsche ve reflejada a esta forma de moral en la moral cristiana, en la cultura
"nihilista" (Frey; pp.57-82).
¿Qué es felicidad? – El sentimiento de que el poder crece, de que una resistencia queda
superada.
II.3 La transvaloración
valores, construirse nuevos valores, cambiar unos por otros, jerarquizarlos de manera
diferente, invertir el valor de los valores, etc., es parte de este nuevo método que
Nietzsche llama Transvaloración de todos los valores.
¿A quién encomendar semejante tarea, y dónde depositar semejantes esperanzas? En los
artistas, en los científicos, en "nuevos filósofos", en los de espíritu libre y voluntad de
poder, en los señores, en "espíritus suficientemente fuertes y originarios como para
empujar hacia valoraciones contrapuestas y para transvalorar, para invertir ‘valores
eternos’; a precursores, a hombres del futuro (...) que coaccionen a la voluntad de
milenios a seguir nuevas vías. Para enseñar al hombre que el futuro del hombre es
voluntad suya, que depende de una voluntad humana" (M.B.M; af.203; p.147).
El hombre, ahora, ya no se contenta con valores que vienen de otros, de los valores
dados, sino que ahora se debe preguntar por su procedencia, por su lealtad a la vida, se
crea libertad para descubrir nuevas valoraciones de acuerdo a la exigencia de su propia
vida. Muere el "tú debes" y nace el "yo quiero".
Los antiguos valores morales, la verdad y el concepto dogmático, son suplantados por
nuevos valores estéticos, reflejados en la metáfora y el devenir, valores ya no
instaurados por la autocomplaciente razón, sino derivados de la experiencia dionisíaca.
Es el espíritu libre, que como un artista, impone su gusto a las opiniones vulgares.
Como hemos visto, Nietzsche propone una forma de valorar e interpretar a través de la
experiencia estética y vital –muy lejos de la experiencia del rebaño, del espectador-
desde el punto de vista del artista, del creador. Transvalorar es cambiar la jeraraquía de
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El eterno retorno como principio físico requiere ya no de una valoración del tiempo
lineal como un principio y un final, como una línea recta segmentada, sino de la
transvaloración hacia una visión del mismo tiempo como algo total, eterno, como un
círculo. En el Zaratustra encontramos lo siguiente:
Mira ese portón (...), tiene dos caras. Dos caminos convergen aquí: nadie los ha
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Esa larga calle hacia atrás: dura una eternidad. Y esa larga calle hacia delante – es otra
eternidad.
Desde este portón llamado Instante corre hacia atrás una calle larga, eterna: a nuestras
espaldas yace una eternidad.
Cada una de las cosas que pueden correr, ¿no tendrá que haber recorrido ya alguna vez
esa calle? Cada una de las cosas que pueden ocurrir, ¿no tendrá que haber ocurrido,
haber sido hecha, haber transcurrido ya alguna vez?
Esto es, para Nietzsche, que el eterno retorno rompe con la estructura tradicional del
concepto "tiempo"; se elimina la contraposición rigurosa entre "pasado" y "futuro" y se
ofrece un panorama más abierto y menos ordinario. Con esta libertad, el hombre tiene la
posibilidad de todo un "futuro" por delante y la experiencia de todo un "pasado" por
detrás.
El tiempo para Nietzsche es infinito, lo que vivimos es sólo una pequeña parte llamada
Instante, o mejor dicho, una serie infinita de instantes, de "ahoras". Todo pasado y todo
futuro se concentra y se dispersa en un punto, y en cada punto, en cada instante de este
devenir comienza el ser, "el centro está en todas partes" (ZA; III.El convaleciente;
p.305). Para Nietzsche el tiempo es como devenir: no ha terminado de pasar y no ha
comenzado a pasar, esta siendo, está pasando a cada momento, se repite, se hace eterno;
y con este "a cada momento" lo que se repite es la diferencia, el devenir. "Es el propio
retornar el que constituye el ser en tanto que se afirma en el devenir y en lo que pasa"
(Deleuze; III.5; p.72), dando como resultado –ontológicamente- un tipo de hombre
nuevo, que se supera en cada y con cada instante, que se afirma a sí mismo y al cosmos,
vive en lo total, en lo trágico.
Entonces, el principio del eterno retorno, más que un conocimiento teórico, es una
Pá g.
nueva forma de ser y de sentir del hombre, del superhombre. Ya no se vive el tiempo de
una manera angustiosa, el tiempo ahora ya no se valora en números –cuantitativamente-,
sino por lo que se vive, por la manera en que se vive, es decir, cualitativamente. El
eterno retorno nos habla de una humanidad que entabla una relación diferente con el
tiempo, de un hombre que pueda vivir instantes capaces de hacerse desear siempre de
nuevo, un cambio de actitud para con la Naturaleza. El eterno retorno ofrece la
oportunidad de componer el camino, de pensar en hacer cosas de las que se pudiera
estar "siempre" orgulloso, en eso radica su valor. Dice Nietzsche: "el valor de un pueblo
–como, por lo demás, también el de un hombre- se mide precisamente por su mayor o
menor capacidad de imprimir a sus vivencias el sello de lo eterno: pues, por decirlo así,
con esto queda desmundanizado y muestra su convicción inconsciente e íntima de la
relatividad del tiempo y del significado verdadero (...) de la vida" (N.T; af.23; p.192).
II.5 El superhombre
La muerte conceptual de Dios es, también, la muerte del hombre metafísico. Nietzsche
anuncia y alienta la venida del superhombre, dice "Dios ha muerto: ahora nosotros
queremos – que viva el superhombre" (ZA; IV.Del hombre superior; p.390). Tras la
muerte de Dios y de todos aquellos dioses conceptuales llamados "verdad", viene un
nihilismo que tiene que ser superado por el establecimiento y la realización del nuevo
ideal: el superhombre.
El león por fin se ha convertido en niño. Un niño lleno de poder que juega. "Puede ser
que por algún tiempo participe en aquel juego que llamamos moral, pero lo hará con
lazos sueltos. Para él no hay ningún imperativo categórico que golpee como un rayo la
débil conciencia del sujeto, sino solamente reglas de juego al servicio del arte de la
vida" (Safranski; 12; p.284).
Y es así, también que, en este mundo liberado, en esta libertad de lo simbólico, donde el
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mundo físico se presenta como un juego de las formas; no puede presentarse ya de otra
forma. En el superhombre el límite que poseían las leyes teleológicas se desvanece y se
Pá g.
EL LENGUAJE
Introducción
Nietzsche, como filólogo por profesión y filósofo por vocación, es uno de los primeros
pensadores que, según Foucault, "acerca la tarea filosófica a una reflexión radical sobre
el lenguaje" (Foucault (b); c.IX; p.297), esta tarea se perfila introducir el lenguaje a la
casa del pensamiento, a sus formas de conocer, a su historia, y a su propia estructura.
Esa curiosidad, ese inconformismo, esa búsqueda de respuestas comienzan con una
explicación genealógica de las palabras, de los conceptos, de los métodos, de la
estructura lingüística y del propio conocimiento.
Más que un tratado saturado de ejemplos de palabras que Nietzsche analizó e hizo
referencia a lo largo de su obra, en el presente capítulo nos vamos a dedicar a mostrar de
manera estructural –en lo más- esa conciencia lingüística manifestada en sus obras, las
aportaciones teóricas -y a veces olvidadas- sobre el estudio del lenguaje.
Se podría creer que Nietzsche con la genealogía busca el origen de las cosas, su
fundamento, pero no es así. Para Nietzsche, mientras más se busque el origen, más
aumentará la plena conciencia de lo inservible que resulta buscarlo. A lo largo de la
historia, al buscar el origen de las cosas, la mayoría de los pensadores han caído en
situaciones metafísicas realmente vergonzosas como el buscar el principio constitutivo
de las cosas, llegar a la conclusión de que todo fue creado por un dios inmóvil, e incluso
encontrar explicaciones teleológicas para todo. En este sentido, el pensamiento
metafísico resulta un pensamiento reduccionista ya que, en la búsqueda del fundamento
o principio, soslaya las cosas concretas. En cambio el pensamiento genealógico, como
Nietzsche lo expresa, se abre plenamente a lo que aparece, a lo que deviene, a la
historia, a lo real.
¿Qué es esta conciencia genealógica de la que nos habla Nietzsche? ¿En qué consiste el
22
método genealógico?
Pá g.
Ya instalados en el ámbito del lenguaje, la genealogía viene a ser más que un análisis de
las palabras, una especie de semiótica en donde se percibe con ojo agudo el
movimiento, las vicisitudes, la emergencia, la modificación de códigos lingüísticos e
ideologías y cómo se han transformado en nuevos códigos, en nuevas formas de
expresión en nuevos campos semánticos. Todo esto estudiado en varios niveles:
etimológico, cultural, sociológico, histórico, etc.
Por ello Nietzsche propone someter a las palabras a un análisis para observar la
significación que de manera sociológica se les atribuye, esto dentro del campo de la
convivencia y sus propias consecuencias, y lo más importante: qué efectos ejercen sobre
el emisor-receptor, sobre el sujeto parlante en su realidad individual y también como
hombre ya insertado dentro del ámbito de lo social.
Para el caso del estudio de la lengua, dice Foucault siguiendo el método genealógico, es
insuficiente ordenar a la historia sólo en función de lo útil
como si las palabras hubiesen guardado su sentido, los deseos su dirección, las ideas su
lógica; como si este mundo de cosas dichas y queridas no hubiese conocido invasiones,
luchas, rapiñas, disfraces, astucias. De ahí la necesidad, para la genealogía, de una
indispensable cautela: localizar la singularidad de los acontecimientos, fuera de toda
finalidad monótona; atisbarlos donde menos se los espera, y en lo que pasa por no tener
historia –los sentimientos, el amor, la conciencia, los instintos-; captar su retorno, no
para trazar la curva lenta de una evolución, sino para reconocer las diferentes escenas en
las que han representado distintos papeles; definir incluso el punto de su ausencia, el
momento en que no han sucedido.
El campo semántico de una determinada cultura puede ser trastornado y , por tanto, el
sentido de una unidad cultural puede cambiar fácilmente con las "revisiones críticas del
saber" (Eco; A.2.VI; p.84), cosa que la genealogía tiene perfectamente claro.* Por eso
su estudio se enfoca, más que a la génesis u origen del lenguaje de las cosas y del
pensamiento, a la historia de su devenir, que plantea –como vimos al principio de este
apartado- un análisis nuevo, no orientado ya por el impulso metafísico de la fundación
24
teleológicas, [esto es,] mostrar que al principio no había ningún plan, ninguna
intención" (Safranski; c.15; p.371 y 372), ningún dogma, ningún origen.
III.2 La retórica
Anticipándose a la crítica del lenguaje del siglo XIX y al "giro lingüístico" del siglo
XX, el "giro retórico" que se produce en Nietzsche supone un modo particular de crítica
y de filosofía que trata de reducir el pensamiento a un puro juego de figuras retóricas,
que explican la inalcanzable realidad y el mundo de ilusiones en el que nos movemos.
(E.R; I; p.91-92)
Con esto toda expresión lingüística es susceptible de ser reducida en sus elementos
esenciales a su estructura retórica inherente. Con ello Nietzsche no sólo está afirmando
la identidad estructural entre lenguaje y retórica, en cuanto que un lenguaje utiliza los
mismos mecanismos que la retórica para hacerse una imagen del mundo, sino también
está señalando una identidad de funciones entre lenguaje y retórica, en la medida en que
un lenguaje obedece al mismo imperativo que la retórica.
III.3 La metáfora
Como hemos visto, el lenguaje hace la función de "puente" entre la realidad y el mundo
de ilusiones en el que nos movemos. La inalcanzable realidad es expresada a través de
figuras retóricas, y entre ellas se encuentran los tropos, la sinécdoque, la metáfora, etc.,
y la palabra es entendida ahora como una metáfora retórica. Como las palabras no nos
traen directamente realidad, entonces estamos hablando de un lenguaje de signos, de
metáforas como signos.
26
partir de una excitación nerviosa, de una emoción. Se genera una imagen y después se
trata de expresar, de transmitir con palabras, es decir, primero se siente, luego se crea la
imagen de lo que se siente y después se transmite ese sentir (como una doxa) de la
forma más cercana posible a lo real a través de metáforas, de conceptos.
En este movimiento de la imagen al concepto se fundamenta el modo de ser del
pensamiento abstracto [conceptual]. Para Nietzsche, sin embargo, este tránsito significa
un proceso de degradación de la energía pulsional originaria que contenía la excitación
sensible.(...) El pensamiento lógico categoriza, objetiva y generaliza, porque deduce de
una mera señal la esencia completa de las cosas. Es el resultado de un proceso de
simplificación, que totaliza una parte por el todo y trabaja como una sinécdoque.
Quiere esto decir que la expresión metafórica es, para Nietzsche, lo más cercano a la
experiencia sensible que se tiene de la cosa. La metáfora nace de una situación
individual, de una experiencia individual del mundo, del devenir. La metáfora, más que
explicar el devenir, trata de expresarlo de diferentes maneras. El pensamiento abstracto,
al contrario, lo que hace es tratar de explicar las cosas por medio de conceptos, viene de
una experiencia más generalizada de lo que se tiene de la cosa. La expresión de
Nietzsche: "Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron
momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. matan, rellenan de paja,
esos señores idólatras de los conceptos" (C.I; La "razón" en la filosofía; p.51), nos
confirma que él está a favor de un lenguaje metafórico-estético y no de un lenguaje
conceptual.
Los conceptos vienen a ser entonces algo así como metáforas congeladas, descripciones
figurativas cuya naturaleza metafórica ha sido olvidada y, al olvidar la metaforicidad en
27
En su afán por descubrir desde el lenguaje lo que hay de natural en el mismo, Nietzsche
Pá g.
encuentra y advierte de los errores y prejuicios que se forman por el uso irracional y
repetitivo de las palabras, por la actitud pasiva y poco reflexiva –que hasta esa época
llevaban- los científicos y filósofos.
Así, la ciencia nace como un sistema de metáforas a través de un primer sistema
metafórico que es el lenguaje -al asignar nombres a las cosas y al construir reglas
lingüísticas- construyendo categorías que permiten dar un cierto orden al mundo. La
realidad no se puede conocer, no se puede llegar a la Verdad, o lo que es lo mismo: la
"cosa en sí" es totalmente inalcanzable, y el lenguaje se limita –mediante metáforas
complejas- a designar las relaciones de las cosas desde una perspectiva antropormórfica.
La Naturaleza no conoce de géneros, de formas, de adjetivos, ni de conceptos, es el
hombre el que introduce las categorías para tratar de "conocer" o describir lo que en un
momento resulta indefinible. Por ejemplo:
Lo que Nietzsche trata de recordar a los hombres de ciencia, a los hombres dedicados al
conocimiento, a los filósofos, es que, lo que el conocimiento ha construido a través del
lenguaje es un conocimiento relativo, antropormórfico, que ha sido consolidado
históricamente y que, por lo tanto, no se debe tomar de manera dogmática y absoluta la
"verdad" obtenida por medio de una referencia a un código de conceptos abstractos. Lo
que el ejercicio abstracto de la lógica combinatoria suministra son modelos o categorías
operativas masomenos cercanas (metafóricas) a lo real. Así, lo "que era una cauta
hipótesis operativa, de la que se partía, ha sido hipostizada como verdad filosófica"
(Eco; D.4.I; p.371). Nietzsche sostiene este argumento porque cree que la realidad en su
devenir es más rica y llena de contradicciones que lo que podemos conocer o clasificar,
cree que la realidad es incognoscible en su totalidad. En este sentido, las categorías, y
las propiedades que introducimos a las cosas por medio del lenguaje, son una máscara
de la verdad.*
Al decir Nietzsche –con su insistente manera de ir al fondo de las cosas- que "el reducir
algo desconocido a algo conocido alivia, tranquiliza, satisface", y que "la primera
representación con la que se aclara que lo desconocido es conocido hace tanto bien que
se la ‘tiene por verdadera’" (C.I; p.72), expone la genealogía de la tendencia hacia la
verdad a partir de un instinto tranquilizador y, a la vez, de falsificación, de ficción. Es
decir, Nietzsche niega que el lenguaje designe la verdad porque este no proviene de la
esencia de las cosas. Para él el mundo de signos en que nos movemos es inventado, el
lenguaje crea una falsa o "segunda naturaleza" a partir de una primera naturaleza, que es
lo real. Existe una "mentira extramoral" en el sentido de que el lenguaje parte como algo
superpuesto a lo verdadero (Naturaleza) y, algo puede ser "verdad" en el hecho de que
sea designado por convención (antropomórficamente). "La ‘mentira’ del intelecto se
29
Se puede decir con esto que el usuario del código lingüístico llega a encontrarse a
merced del poder de la gramática, y que la logósfera -ya de antemano- señala los
caminos que debe tomar el pensamiento. Siguiendo a Umberto Eco nos podemos
preguntar si el hombre cuando habla "es libre de comunicar todo lo que piensa o está
condicionado por el código" (Eco; A.2.I; p.65), y la respuesta es que, en efecto, el
hombre está "sometido a todos los condicionamientos biológicos y culturales del caso y
del cual se puede sospechar que en la mayor parte de las situaciones habla por los
automatismos del código", es decir, que se encuentra bajo el dominio y la dirección
inconscientes ejercidos por las funciones gramaticales, pero sólo en la mayoría de los
casos –como también lo afirma Nietzsche-.
30
y éste después se afianza con el poder legislativo del lenguaje. Pero en este mundo del
lenguaje, en esta logósfera –en términos de Roland Barthes- "Sólo sobreviven los
sistemas (las ficciones, las hablas) suficientemente creadoras" (Barthes; p.48), lo
suficientemente "mentirosas".
Para Nietzsche, en un sentido estricto, el hombre -por naturaleza- miente a través del
lenguaje, pero llama a que esa "mentira" –entonces inconsciente- se lleve ahora de una
manera consciente con la ayuda de la metáfora hacia el arte, hacia lo estético, a la
"libre" creación (en el siguiente capítulo hablaremos de los límites de esta libertad).
Acaso "¿No le sería lícito al filósofo elevarse por encima de la credulidad en la
gramática? (M.B.M; af.34; p.64).
CAPÍTULO IV
EL HOMBRE Y EL LENGUAJE
Introducción
Otro aspecto fundamental al hablar del lenguaje en Nietzsche es el lugar que ocupa el
hombre en el tema. No es simplemente el descubrir y describir las relaciones
estructurales de la lengua sino, también, el observar la situación del hombre respecto de
ella ya no tanto en un sentido histórico-genealógico, sino en un sentido más filosófico,
por así decirlo. Es así que con la filosofía de Nietzsche se tiene la visión de un hombre
que se da cuenta de su situación respecto de los signos lingüísticos (en este caso la
lengua) y el uso que hace y puede hacer de ellos. No existe un tratado -ni siquiera
general- de Nietzsche al respecto, pero sí alusiones dispersas en su obra filosófica que
nos señalan el camino de los temas a tratar al abordar este problema.
Está por demás el pretender explicar los campos que el estudio filosófico-ontológico
contempla. Nadie duda de la posibilidad de entrar en juego -aunque sea de manera
superficial- con la axiología, con la teología, con la metafísica, en fin, con las todas las
formas de actitud -epistémica y pragmática- del hombre respecto al mundo que lo rodea.
Es así que en este apartado se contemplarán algunos de los temas abordados por
Nietzsche en relación al mundo del signo lingüístico, como son: el lenguaje metafísico
(sus conceptos, sus valores, etc), la ética de la transvaloración lingüística, la libertad del
hombre con respecto a la lengua y el carácter estético-práctico como propuesta.
Ya vimos (en el III.4) que el usuario del código lingüístico se encuentra –por decirlo
así- bajo la dirección inconsciente que ejerce el poder legislativo del lenguaje. Al hablar
de un sujeto (ser del cual se predica o anuncia alguna cosa) que se encuentra sujeto (del
hecho de estar dominado, subordinado o sometido a o por algo) a la estructura de la
lengua y de la gramática, entonces nuestro estudio adquiere otra perspectiva. El nuevo
relieve que el problema adquiere proviene de la misma noción de sujeto y predicado –
nociones de las que depende una gran parte de la historia de los problemas
epistemológicos y de la visión del mundo- derivados de la postura dialéctica-metafísica
de que existe la oposición siervo-amo.
31
En un principio, lo que Nietzsche desdeñó –con su clara visión y pasión vital- del
Pá g.
hombre y su lenguaje es esa búsqueda y ese remitir constante que tienen hacia las
abstracciones que se fabrican en un más allá del mundo terrenal, del cuerpo mismo, de
lo fisiológico. Un pensamiento que busque entender su situación a partir de
explicaciones teleológicas, que utilice para ello además un lenguaje creado ex profeso
para satisfacer esa necesidad de tener un dios que le ordene, que sea dogmático, que sea
un receptáculo pasivo de ese mismo sistema de palabras confortadoras, en fin,
explicadoras de todo: es un pensamiento decadente, que "vive" fuera de su mundo, que
no da sentido a las cosas y a la tierra.
Elevarse a la abstracción, tornarse ajeno a las consideraciones de los sentidos, fue lo que
antiguamente se consideraba como verdadera elevación del espíritu, pero no podemos
seguir profesando en absoluto esa manera de pensar. La embriaguez creada por las más
pálidas imágenes de las palabras y de las cosas, el comercio con seres invisibles,
imperceptibles, intangibles, pasaba por una existencia en otro mundo superior,
existencia que tenía su origen en el hondo desprecio del mundo perceptible por los
sentidos, mundo seductor y malo.
Con esto, Nietzsche enmarca lo que para él viene a ser el pensamiento metafísico, un
tipo de pensamiento que engloba a la filosofía tradicional y que pareciera que ha llegado
para quedarse.
¡El concepto ‘Dios’, inventado como concepto antitético de la vida – en ese concepto,
concentrado en horrorosa unidad todo lo nocivo, envenenador, difamador, la entera
hostilidad a la muerte contra la vida! ¡El concepto ‘más allá’, ‘mundo verdadero’,
inventado para desvalorizar el único mundo que existe – para no dejar a nuestra realidad
terrenal ninguna meta, ninguna razón, ninguna tarea! ¡El concepto ‘alma’, ‘espíritu’, y
por fin incluso ‘alma inmortal’, inventado para despreciar el cuerpo, para hacerlo
enfermar –hacerlo ‘santo’-, para contraponer una ligereza horripilante a todas las cosas
que merecen seriedad en la vida, a las cuestiones de alimentación, vivienda, dieta
espiritual, tratamiento de los enfermos, limpieza, clima! ¡En lugar de la salud, la
‘salvación del alma’ – es decir, una folie circulaire [locura circular] entre convulsiones
de penitencia e histerias de redención! ¡El concepto ‘pecado’, inventado, juntamente
32
(E.H; p.144)
Nietzsche -con su acostumbrada manera de querer tocar fondo- ahora nos coloca en el
centro del problema y –por un lado- dirige su atención a lo limitado que resulta tener un
código lingüístico donde sólo exista Dios, pecado, infierno, inmortalidad del alma, más
allá, etc. Para él, un pensamiento así es un pensamiento metafísico creado por un
hombre metafísico, que para expresar sus sensaciones y vivencias utiliza un limitado
lenguaje –también- metafísico. Y, se dice limitado porque no ve más allá de su propio
"mundo" creado, no conoce conceptos fuera de su "lógica", de su propia "religión". Es
decir, pareciera que sólo existiera (como en la lógica aristotélica) la realidad final, lo
Uno fundamental, que una cosa no puede ser otra; (o como en el pensamiento
maniqueísta y el dualista) lo "bueno" y lo "malo", "frío" y "caliente", "blanco" y
"negro", "noche" y "día", etc., cuando la realidad es más compleja, múltiple, plural. En
este sentido el lenguaje metafísico vuelve a ser limitado, ya que no tiene suficientes
palabras para expresarse.
El lenguaje y las preocupaciones sobre las cuales está construido, son muchas veces un
obstáculo para profundizar en el estudio de los fenómenos interiores y de los instintos,
en razón a que no existen palabras más que para los grados superlativos de estos
fenómenos y esos instintos. Pero nosotros estamos acostumbrados a no observar nada
con exactitud desde el punto y hora en que nos faltan palabras, pues sin ellas es en
extremo trabajoso discurrir con precisión: en lo pasado se llegaba a suponer que allí
donde termina el reino de las palabras acaba también el de la existencia. Ira, odio, amor,
compasión, deseo, conocimiento, alegría, dolor, son nombres para situaciones extremas;
los grados más equilibrados, los términos medios se nos escapan, y más todavía los
grados inferiores, que están en continuo movimiento y son los que tejen la tela de
nuestro carácter y de nuestros destinos. (...) No somos lo que parecemos ser con arreglo
a aquellas condiciones, de las cuales tenemos únicamente conciencia y sólo para las
cuales tenemos palabras, y por consiguiente, censura o elogios.
Sin despegarnos del centro del problema Nietzsche observa –por otro lado- que el
lenguaje metafísico no sólo es limitado por lo que no se permite decir, sino también por
Pá g.
lo que se dice en y con él. Es decir, el lenguaje metafísico es también corruptor del
hombre y del pensamiento debido a que acumula y tiene como dadas a las palabras que
se han reproducido –con carácter dogmático- sin ser previamente cuestionadas, y que se
utilizan corrientemente como cualquier fetiche. El lenguaje metafísico "pone [y supone]
por todas partes agentes y acciones, sustancia, causalidad, voluntad (...); está lleno de
ficciones, de conceptos gramaticales, que [el ser] interpreta erróneamente como
entidades" (Fink; p.169). Gran parte de este error de atribuir a las categorías, a estas
ficciones gramaticales esas entidades, esas funciones –como si de verdad las tuvieran-
se debe a los filósofos, que la mayoría de las veces creen que la verdad obtenida, su
verdad obtenida –con referencia a un código metafísico- es la verdad. Si esto es así,
entonces la lengua es un sistema encrático que viene arrastrando errores, mentiras,
ficciones,* que no nos permite decir más que lo que ella misma viene acumulando, y
con esto nos confirma la opinión de Nietzsche de considerar al lenguaje, a la lengua
como error.
(C.I; p.54)
Aunque el lenguaje, aquí como en otras partes, sea incapaz de ir más allá de su propia
torpeza y continúe hablando de antítesis allí donde únicamente existen grados y una
compleja sutileza de gradaciones; aunque, asimismo, la inverterada tartufería de la
moral, que ahora forma parte, de modo insuperable, de nuestra ‘carne y sangre’,
distorsione las palabras en la boca de nosotros mismos los que sabemos: sin embargo,
acá y allá nos damos cuenta y nos reímos del hecho de que la mejor ciencia sea
precisamente la que más quiere retenernos dentro de este mundo simplificado,
34
completamente artificial, fingido, falseado, porque ella ama, queriéndolo sin quererlo, el
error, porque ella, la viviente, -¡ama la vida!
Pá g.
En Humano, demasiado humano dice que "por fortuna es ya demasiado tarde" para dar
marcha atrás en el error de propagar la creencia en el lenguaje (H.H; af.11; p.22). Es
decir, que estos errores constituyen toda la riqueza, que ellos son los que han construido
este mundo, que el lenguaje es lo que nos ha permitido darle a las cosas –al mundo- su
sentido, lo variado en significación. Pero sólo podemos disfrutar de este colorido de
errores –en un sentido extramoral- si estamos dispuestos a aceptar a este mundo creado
en cuanto tal, en cuanto máscara, plural, en renunciar al punto de vista absoluto. Si es
así, entonces la intención de Nietzsche está confirmada con ese querer dar la vuelta a la
metafísica y a ese lenguaje tan limitado, tan cerrado, tan moral.
Con esto podemos concluir que Nietzsche, más que una "destrucción" del lenguaje y de
la filosofía tradicional-metafísica, propone una transvaloración lingüística que cambie a
su vez los modos de pensar -también tradicionales- sobre el dogma y el valor absoluto.
Este nuevo tratamiento daría –para Nietzsche- un hombre y un lenguaje simbólico-
metafóricos, más impregnados de un carácter individual, más personal, más
independiente, que indudablemente se aleja de lo moral para adentrarse en las formas,
en lo estético. "De esta forma, la metáfora no tendría únicamente un uso retórico, sino
también estratégico; es decir, no sería un mero recurso estilístico o un simple ornato, sin
mayor trascendencia filosófica, sino que vendría también a ilustrar de un modo
magistral la praxis de la transvaloración nietzscheana o la afirmación del juego del
devenir" (E.R; Guervós; p.33).
La reapropiación del mundo de lo simbólico que el hombre lleva a cabo es, en general,
la liberación de toda actividad del hombre de todo sometimiento a autoridades divinas y
humanas: (...) deja al hombre absolutamente abandonado así mismo. (...) Tal libertad
concierne a todo el modo de relacionarse el hombre con el mundo, no sólo con el
mundo de los símbolos entendidos como representaciones, imágenes, palabras, formas
del lenguaje. (...) El nuevo modo de ser del hombre ante el símbolo es un nuevo modo
de ser ante toda la "realidad", (...) una potenciación y una liberación de la capacidad
35
simbólica como capacidad de conferir sentido a las cosas y (...) un nuevo modo de ser
ante la naturaleza.
Pá g.
Por eso cabe retomar el tema de la muerte de Dios, no porque tenga demasiada
importancia como tal, sino porque es el símbolo del valor absoluto al que más aluden
los comentaristas de la obra de Nietzsche y porque es la manera de referirse al
representante máximo de la metafísica de la que se quiere salir.
Así, dar muerte a Dios es el siguiente acto que el hombre debe asumir para despedirse
de la metafísica, para crearse su propia libertad, para crearse sus propios valores, su
propio lenguaje, un lenguaje más vivo, un lenguaje más cercano a la vida, a lo terrenal,
al cuerpo. En el mundo de la liberación de lo simbólico el nuevo hombre se relaciona
plenamente con ellos en cuanto representan lo más cercano a lo real, a la vida, ya que
ellos mismos son una vivencia representada. ¿De dónde el interés por el cambio del
símbolo "Dios" por el símbolo "superhombre"? ¿Por qué la necesidad de "matar a Dios"
y poner en su lugar a este nuevo hombre? Uno de los motivos es, porque no todos los
símbolos cumplen verdaderamente esta función [la de conferir sentido a una situación
vivida] de modo auténtico: hay símbolos que son sólo suposiciones, en cuanto su
significado no puede ser poseído plenamente por quien los formula y usa. Así, ‘en otro
tiempo decíase Dios cuando se miraba hacia mares lejanos’; en cambio, ahora es preciso
decir: Superhombre; y ello porque Dios es algo que no podemos crear ni pensar a fondo.
El Superhombre es, en cambio, una posibilidad efectivamente nuestra, y por ello debe
sustituir a Dios como supremo receptáculo del sentido de lo real.
mundo nuevo con nuevas palabras y nuevos ideales creados por él. El discurso antes lo
ostentaba Dios, ahora lo tiene el superhombre, el artista dionisiaco.
Pá g.
De esta forma Nietzsche inaugura –en un sentido similar para Deleuze- "la lingüística
activa", es decir, el estudio y apropiación del la lengua, de la palabra, desde el punto de
vista –ya no del receptor pasivo, de las fuerzas reactivas, del hombre que reacciona,
sino- de las fuerzas activas, del hombre activo, del creador, del señor.
Se suele juzgar el lenguaje desde el punto de vista del que escucha. Nietzsche piensa en
otra filología, en una filología activa. El secreto de la palabra no está del lado del que
escucha, como tampoco el secreto de la voluntad está del lado del que reacciona. La
filología activa de Nietzsche tiene tan sólo un principio: una palabra únicamente quiere
decir algo en medida en que quien la dice quiere algo al decirla. Y una regla tan sólo:
tratar la palabra como una actividad real, situarse en el punto de vista del que habla. La
lingüística activa intenta descubrir al que habla y pone nombres. ¿Quién utiliza la
palabra, a quién la aplica en primer lugar, a sí mismo, a algún otro que escucha, a
alguna otra cosa, y con qué intención? ¿Qué quiere al decir tal palabra? La
transformación del sentido de una palabra significa que algún otro (otra fuerza u otra
voluntad) se ha apoderado de ella, la aplica a otra cosa porque quiere algo distinto. Toda
concepción nietzscheana de la etimología y de la filología, a menudo mal entendida,
depende de este principio y de esta regla.
Situarse en el lugar de quien ostenta el discurso, de quien lo hace, del creador, esa es la
nueva función del superhombre en el ámbito del lenguaje. Ya no basta con descubrir las
relaciones estructurales del lenguaje, indicar sus orígenes en la transposición de lo real,
señalar a la palabra como ficción o ilusión, observar el poder legislativo que tiene la
gramática sobre el hombre, advertir sobre las consecuencias del uso de un lenguaje
metafísico, no sólo es llegar a la transvaloración y a la destrucción de lo absoluto. No, el
análisis de Nietzsche no se limita a eso, para él ahora viene la parte de la construcción,
la parte creativa, el utilizar de manera consciente la fuerza –que hasta entonces era
inconsciente- del lenguaje como medio de expresión y formación del hombre. "No
olvidemos tampoco esto: basta inventar nuevos nombres, apreciaciones y probabilidades
nuevas para crear poco a poco cosas nuevas" (G.C; II; p.96). Es ahora cuando el hombre
se toma el derecho de dar nombre y sentido a las cosas. El ser señor es el derecho de los
nuevos hombres, de los artistas, de los dueños de la palabra, ellos exteriorizan su
voluntad de poder, "dicen ‘esto es esto y aquello’, imprimen a cada cosa y a cada
acontecimiento el sello de un sonido y con esto se lo apropian, por así decirlo" (G.M; I;
p.38).
Otro de los temas que aborda la filosofía de Nietzsche respecto al problema del lenguaje
es el carácter individual, es decir, la relación del hombre y la conciencia de sí mismo
ante el mundo y el lenguaje, los límites de la expresión individual por medio de la
metáfora, la libre creación por el método del juego y los límites de esa libertad.
Una teoría de Nietzsche respecto al hombre es que no se conoce, que es inefable, que ni
siquiera ha intentado buscarse.* Para él el individuo se ha perdido a sí mismo debido a
esa antigua tendencia que tiene hacia lo social -derivada del vacío y del hastío de la
monotonía interna- para refugiarse en la seguridad que proporciona el edificio del
conocimiento de las cosas exteriores, del otro. Eludiendo la problemática
responsabilidad de tratar de conocerse a sí mismo, el hombre ha buscado y encontrado
respuestas en los otros, él es como los demás dicen que es. El hombre tiene conciencia
de sí mismo y del mundo gracias a lo que el consenso de lo social determina. En este
punto Nietzsche observa la importancia que tiene el estudio del lenguaje (la lingüística)
en el conocimiento del hombre, abriendo así la perspectiva de el ser y el lenguaje.
Mi opinión es, como se ve, que la conciencia no forma parte en realidad del ser
individual del hombre, sino de aquello que corresponde en él a la comunidad, al rebaño,
y que, por tanto, sólo se ha desarrollado sutilmente en aquello que guarda relación de
utilidad para la comunidad y el rebaño, de donde sigue que cada uno de nosotros, a
pesar de su deseo de comprenderse a sí mismo todo lo individualmente posible, a pesar
de su afán de conocerse a sí mismo, no adquirirá jamás conciencia más que de aquello
que no es individual en él, de aquello que sirve de medio (...) Nuestros actos todos son
en realidad incomparablemente personales, únicos, inmensamente personales, esto no
ofrece duda; pero cuando los trasladamos a la conciencia, ya no parecen ser así. Este es
el verdadero fenomenalismo, el verdadero efecto de perspectiva tal y como yo lo
entiendo. La naturaleza de la conciencia animal hace que el mundo de que podamos
tener conciencia no sea más que un mundo superficial de signos, un mundo
generalizado y vulgarizado y que todo cuando se torna consciente se vuelva al mismo
tiempo vulgar, endeble, relativamente torpe y que pase a ser generalización, signo,
marca de rebaño.
En el hombre existe una necesidad de explicarse con otros para hacer frente a las
miserias y a los problemas. Esta necesidad lo ha obligado a desplegar una fuerza en el
lenguaje, haciéndolo cada vez más complejo, tratando de comunicarse cada vez de
manera más rápida y mejor. El desarrollo de la sociedad y sus necesidades cada vez se
han hecho más complejas, existen muchas cosas que aún no han sido expresadas y quien
mejor conoce el lenguaje, quien más se percata de sus alcances y limitaciones, quien
más crea signos capaces de comunicar lo más mínimo es quien enriquece el mundo -y
39
enriqueciendo la parte consciente del lenguaje, por así decir, y –por el otro lado-
explorar a ese tal inconsciente e ir haciéndolo consciente, es decir, comunicable. El
proceso de ampliar el campo de lo consciente, de hacer de lo hasta entonces
inconsciente algo consciente, es lo que permite al individuo entender y desarrollar su
fuerza de comunicación. Para Nietzsche sólo unos pocos hombres tienen los
instrumentos para poder describir con mayor precisión -y estéticamente- lo que acontece
en su interior, lo que actúa en él, y ellos son los poetas, los artistas.
Ahora en nuestros días no podemos negar la importancia que tiene el lenguaje estético
para dicho fin, es decir, sabemos que "el mensaje estético actúa como violación a la
norma (...), todos los niveles del mensaje la violan siguiendo la misma regla. Esta regla,
este código de la obra, es un idiolecto por derecho propio (definiendo el idiolecto como
el código privado e individual del parlante); de hecho, este idiolecto origina imitaciones,
maneras, usanzas estilísticas y, por fin, normas nuevas, como enseña la historia del arte
y de la cultura" (Eco; A.3.II; p.143). Y, si la cuestión es también, hacer del lenguaje y
del hombre un ser que esté deviniendo, que esté superándose constantemente es gracias
también al papel importante de las metáforas creativas. Ellas crean nuevos significados,
reestructurando el sistema conceptual ordinario de nuestra cultura y dan un significado
nuevo a la experiencia en el devenir. Con esto no se quiere decir que una palabra por sí
sola transvalore el mundo que percibimos, más bien decimos que este cambio se debe al
trastorno (decimos "trastorno" sin el sentido peyorativo que normalmente se le atribuye
al término) percibido en nuestro sistema conceptual.
Como la vida es devenir, resulta imposible llegar a conocerlo, por eso el hombre
necesita de la metáfora para poder expresarlo de diferentes maneras*. Esta necesidad de
expresar y de tratar de explicarse la realidad -como algo que deviene- es lo que hace al
hombre, también, desarrollar su ingenio. Si el mundo está constantemente cambiando, si
las cosas constantemente están pasando, entrando y saliendo, si están siendo, no
podemos decir que el hombre sea estático. El hombre como parte del ser, él mismo
como ser, como devenir, tiene que estar constantemente cambiando, construyendo y
destruyendo, jugando. El conocimiento del eterno retorno no detiene el devenir, conoce
al devenir como devenir, o mejor dicho, lo intuye, y se reconcilia con él. Para que este
poeta pueda captar más o "conocer" más el mundo, precisa desarrollar también su
lenguaje, que la expresión lingüística le abra al hombre una nueva forma de pensar que
40
¿A quién se tiene que liberar de qué? ¿Liberar al hombre del poder del lenguaje?
¿Liberar al hombre por medio del lenguaje? ¿Liberar al instinto creador de símbolos?
¿Cuáles son los límites de esta liberación? Veamos.
A partir del momento en que enuncio algo (...) soy simultáneamente amo y esclavo (...)
En la lengua, pues, servilismo y poder se confunden ineluctablemente. Si se llama
libertad no sólo a la capacidad de sustraerse al poder, sino también y sobre todo a la de
no someter a nadie, entonces no puede haber libertad sino fuera del lenguaje.
Desgraciadamente, el lenguaje humano no tiene exterior.
Sólo se puede salir de él [del lenguaje] al precio de lo imposible (...) por amén
nietzscheano, que es como una sacudida jubilosa asestada al servilismo de la lengua, a
eso que Deleuze llama su manto reactivo. Pero nosotros, que no somos ni caballeros de
la fe ni superhombres, sólo nos resta, si puedo así decirlo, hacer trampas a la lengua.
(Barthes; pp121)
Para Roland Barthes parece importante hablar del servilismo en la lengua, dice que el
poder del lenguaje somete al usuario y que nunca se podrá salir del lenguaje. Como
hemos visto, Nietzsche no busca salirse del lenguaje, no busca un estar fuera de él, lo
que Nietzsche propone es enriquecerlo, adentrarse en el mundo del lenguaje, pero de
manera libre. Es decir, los conceptos dicotómicos "amo" y "esclavo" son conceptos
todavía de lo metafísico. Para un hombre que vive el devenir, este tipo de conceptos no
existen, o mejor dicho, no significan ya dominación o subordinación. En el mundo del
superhombre se vive la libertad en el lenguaje, pero si a ese utilizar el sistema de signos
lingüísticos se le quiere llamar subordinación o sujeción a un sistema de signos, está
bien, el hombre no puede –para enunciar algo- liberarse del lenguaje, pero sí actuar con
"libertad" dentro de sus límites. En términos nietzscheanos se le conoce a esto como
"bailar en cadenas", es decir, el hombre sabe que esta libertad es limitada. No se trata de
quitarse las cadenas del lenguaje, de las palabras, sino bailar con ellas (C.I; p.90). Dice
Roland Barthes que nosotros no somos superhombres y sólo podemos hacer trampas
con la lengua. No estamos seguros si Barthes sobre estima el concepto de superhombre
y sus capacidades, o simplemente hace una alusión irónica. Si es lo primero, podemos
decir que precisamente la condición del superhombre con la lengua es ser hombre, él
construye la lengua, crea sus categorías en el lenguaje de manera antropomórfica. Así el
superhombre se mueve dentro de los límites del lenguaje, "hace trampas con la lengua",
o -para seguir en la línea nietzscheana- mejor dicho: juega inocentemente.
Así, la libertad del hombre es, también, la libertad del artista frente a su obra de arte que
es la vida, su vida. Sólo él tiene derecho de sobre su obra. La verdades –hasta entonces
Pá g.
propagadas por la palabra- son ahora una vaga sombra. El hombre tiene que buscar su
propia verdad, su propia palabra –ya de manera consciente- que sea útil para la vida. Y
como la vida siempre está cambiando, está siendo, no debe extrañarse que su verdad sea
–en determinado momento- caduca. Así este nuevo hombre, este ser -como el niño
heracliteano- interpretará y construirá nuevas configuraciones, nuevas categorías, y las
romperá. Estará creando constantemente, viviendo los signos, superándose a cada
momento, sin origen ni final.
Esta metáfora del "juego" lo que hace es tratar de mostrar una visión de la vida bajo la
perspectiva del crear infantil, inocente, sin una aparente razón, sin la concepción de una
única Verdad Inmutable. Lo que se pretende con esto es adquirir nuevos sentidos de las
cosas, construcciones y destrucciones de nuevos códigos lingüísticos con el poder de la
metáfora y del espíritu dionisiaco.
El lenguaje encrático (el que se produce y se extiende bajo la protección del poder) es
estatutariamente un lenguaje de repetición; todas las instituciones oficiales de lenguaje
son máquinas repetidoras: las escuelas, el deporte, la publicidad, la obra masiva, la
canción, la información, repiten siempre la misma estructura, el mismo sentido, a
menudo las mismas palabras: el estereotipo es un hecho político, la figura mayor de la
ideología. Por el contrario, lo Nuevo es el goce [lo dionisiaco]: (...) arrebato
desesperado que puede ir hasta la destrucción del discurso: una tentativa por hacer
42
(Barthes; p.67)
Dice Barthes: "lo Nuevo es el goce", pero nosotros añadimos: "lo Dionisiaco", es decir,
bien expresado está por la boca de Roland Barthes la propuesta implícita en el mensaje
nietzscheano de lo que hemos venido presentando. Para Nietzsche, la liberación de lo
dionisiaco y la presencia caótica de este espíritu en el mundo seguro de los signos, viene
a dar el respiro de libertad que tanto ha necesitado el discurso anquilosado, regañado y
dirigido. Así, el pensamiento que era sometido en pos de la verdad, ahora se sabe parte
de ese gran mundo del devenir, de la apariencia, de las máscaras. En este punto las
apariencias, el signo lingüístico, se sabe como tal: como signo, representación, pero no
ya como negatividad e ilusiones, sino que se expresa libremente y baila de un lado a
otro en esta fiesta que es mundo de las máscaras. Así, también, el hombre dionisiaco
experimenta esa libertad lingüística-creativa, lejos de seguir obedeciendo las exigencias
que la ratio positivista canoniza como verdad, como sumisión a un Único método a la
verdad, a la disposición de roles sociales preestablecidos y al pensamiento
funcionalizado. En este caso, la conciencia se desarrolla de manera autónoma, más allá
de las exigencias de la comunicación social o ideológica.
Hay períodos en los que el hombre racional y el hombre intuitivo caminan juntos; el uno
angustiado anta la intuición, el otro mofándose de la abstracción; es tan irracional el
último como poco artístico el primero. Ambos ansían dominar la vida; éste sabiendo
afrontar las necesidades más imperiosas mediante previsión, prudencia y regularidad;
aquél sin ver, como ‘héroe desbordante de alegría’, esas necesidades y tomando como
real solamente la vida disfrazada de apariencia y belleza.
El aspecto dionisiaco va más relacionado con el hombre artístico, el hombre que está
más allá de las convenciones sociales, que se refugia en el mundo estético y que vive y
desarrolla un tipo de sabiduría proveniente del pathos, es decir, la carga emocional del
individuo es lo que lo lleva a vivir en la esfera del arte, es la que le dice que el mundo
que conocemos -el mundo racionalizado- es una ficción fría, crisálida. Así cuando el
"fingimiento no es ya libre inventiva dionisíaca, que asume y depone las máscaras por
exuberancia creativa, sino que se convierte en fijación de normas lingüísticas y al
mismo tiempo de roles sociales, nace también la mentira y al mismo tiempo el
43
Como todo artista, el poeta dionisiaco escucha a su intuición, lo que puede sentir y
expresar lo ve como en un sueño, es decir, se encuentra en un estado de inspiración.
Nietzsche describe a la inspiración como un acto involuntario -que se ofrece al hombre
intuitivo- e individual. De la misma manera, él nos expresa lo que es la inspiración
desde su experiencia personal:
(E.H; p.108)
de los mensajes anquilosados. La obra estética del artista dionisiaco, así, despierta en él
mismo una capacidad enorme para poder interpretar los fenómenos que le acontecen y,
Pá g.
Voy a añadir ahora algunas palabras generales sobre mi arte del estilo. Comunicar un
estado, una tensión interna de pathos, por medio de signos, incluido el tempo [ritmo] de
esos signos – tal es el sentido de todo estilo (...) Es bueno todo estilo que comunica
realmente un estado interno, que no yerra en los signos, en el tempo de los signos, en los
gestos.
(E.H; p.69)
(C.I; p.98)
Así podemos decir que, el papel del superhombre, del hombre metafórico como artista
dionisiaco –en lo que respecta a la praxis en la expresión lingüística- es comunicar,
Pá g.
CONCLUSIONES
creación estética personal. El superhombre crea sus propios valores, su propia meta, es
un ser individual cooperante con sus características propias. Y Nietzsche establece una
analogía entre este ser y las características que posee el artista, el genio creador.
En los dos últimos capítulos abordamos, ya propiamente, el tema del lenguaje. En el
tercer capítulo observamos que la primera aproximación que tuvo Nietzsche con el tema
del lenguaje fue a partir de su formación como filólogo. Un primer acercamiento a los
estudios lingüísticos se derivó de la observación de las palabras en su proceso
etimológico. A partir de ahí, ve Nietzsche que es necesario estudiar el signo en su
proceso evolutivo en el seno de lo social, pero no como una simple enumeración
objetiva de hechos históricos, sino como una observación, descripción, crítica y
especulación de la historia como algo vivo, algo que está deviniendo constantemente,
con todas sus luchas, sus fuerzas, etc., es decir, un análisis, una visión a través de los
ojos de la genealogía. Nietzsche encuentra en el estudio del lenguaje una pieza clave
para el estudio crítico de la filosofía, del conocimiento y de la cultura en general. Así
mismo, entramos al estudio del paradigma retórico en Nietzsche. Vimos cómo el estudio
estructural del lenguaje lo llevó a descubrir en la retórica a un instrumento constructor
de conocimiento relativo, un arma crítica y desmitificadora y, a la vez, a una
rehabilitación de un lenguaje retórico-metafórico más rico. Advertimos la importancia
de la metáfora en Nietzsche como expresión más cercana de lo real. Establecimos las
relaciones existentes entre la metáfora y el concepto en correspondencia a los términos
nietzscheanos que se tienen de las relaciones estructurales entre un lenguaje filosófico-
conceptual y un lenguaje retórico metafórico. Para Nietzsche el replantear y hacer uso
del lenguaje metafórico nos lleva a un tipo de filosofía y pensamiento más vivo, más
artístico y que, a su vez, plantea la reestructuración continua del código lingüístico.
Llegado a este punto podemos decir que hasta donde pudo llegar Nietzsche fue hasta la
propuesta de salir del lenguaje metafísico. Muchos autores le han reprochado a
Nietzsche el hecho de seguir utilizando un lenguaje metafísico para expresarse. Pero lo
que podemos decir es que la historia y la tradición hasta ahí se lo permitieron. Si de por
sí al hablar Nietzsche el lenguaje común metafísico no se le ha comprendido en muchos
aspectos, si al llamarle a muchas cosas por su nombre se le ha tachado de satánico y se
han abstenido de leerle –por decir un ejemplo-, si apenas después de un siglo de su
muerte se vienen comprendiendo muchas cosas que él ya había vaticinado, no se le
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Al hablar sobre el método de el lenguaje por el lenguaje no podemos sino concluir que a
lo que se llega es a la destrucción de las expectativas de verdad en el propio discurso.
Lo que la idea del juego sugiere en el lenguaje es la de desbaratar todo discurso
solidificado y considerar lo que se dice como ficción, si esto es así, entonces todo
método es, también, una ficción, una ficción que sólo nos sirve para estructurar o para
tratar de organizar el pensamiento y lo que el pensamiento cree que ha llegado a
conocer con y por medio del lenguaje. Lo importante aquí y en Nietzsche es la tarea de
acercar los estudios del lenguaje y del conocimiento a métodos más cercanos a lo
lingüístico –en donde el lenguaje esté constantemente reflexionándose- y al hombre
mismo.
Así este trabajo, también, como toda obra discursiva puede ser interpretada de diferentes
maneras. Para poder realizar este trabajo –debo decir- tuve que considerarlo o planearlo
como una obra cerrada. Tuve que estructurar y presentar cada capítulo –y a todos en
conjunto- como si fuera un sistema cerrado, como si la filosofía de Nietzsche fuera una
sola pieza. Fue no poco mi esfuerzo, ya que la obra de Nietzsche no se puede estar
quieta, carece de estructura, va de un lado a otro. Y lo que se trató de hacer en esta
monografía fue tratar de detenerla un momento para mostrarla. Es por eso que esta
investigación tiene la forma que tiene, por eso aborda los temas en ese orden, pero si
usted, compañero lector, se interna por los laberintos de la filosofía de Nietzsche, estoy
seguro que encontrará otros temas diversos, podrá visualizar otra manera de
presentarlos, de abordarlos. Yo por mi parte creo haber hecho lo correcto.
No puedo decir que con este trabajo mi deuda con Nietzsche se encuentra ya saldada.
Por el contrario, considero que todavía falta mucho por hacer. Las lecturas que realicé
en la investigación documental me llevaron a otras lecturas y a la búsqueda de otros
libros que ya no aparecen en esta investigación. De la misma manera puedo decir que
hubo otras fuentes a las que no puede recurrir, ya sea porque no se encontraban
disponibles en las librerías o bibliotecas, o porque no existe una versión en español de
las obras. De todas formas considero que se ha hecho mucho con tan poco y que hace
falta hacer más todavía sobre este tema. Sin embargo, se resalta el hecho de que este
trabajo pone sobre la mesa ciertos aspectos que no han sido aprovechados, o
suficientemente valorados en la obra de Nietzsche. No es que este trabajo haya sido una
novedad, no, las aportaciones que Nietzsche hizo al tema del lenguaje han sido
discutidas, pero no se le ha dado la importancia como para hacer un tratado más
profundo. Pero el llamado aquí está, lo que sigue –y lo que he estado apreciando en
otras lecturas- es una revisión más profunda de las aportaciones nietzscheanas que se
han descubierto –y por qué no: le han atribuido- en torno al tema del lenguaje y de otros
temas en general. Parece que después de un siglo se están redescubriendo muchas cosas
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y se están abriendo debates más exhaustivos sobre diversos temas en concreto, que a su
vez permitirá construir métodos y herramientas de análisis sobre estudios hasta ahora
Pá g.
entonces no explorados por completo (por ejemplo: la importancia de los estudios sobre
la individualidad, o la historia de la locura y de la sexualidad de Foucault, las
exposiciones sobre Nietzsche sobre temas actuales... y los que faltan). Considérese esta
investigación como una humilde aportación.
Anteriormente dije que esta investigación puede ser interpretada de muchas maneras –
yo hube de diseñarla como una obra cerrada-, pero sería epistemológicamente más sano
considerarla como una obra abierta. Si quedó ficticiamente organizada o estructurada de
esta manera, sólo fue con fines meramente epistemológicos. Es decir, los significados
atribuibles y los conocimientos que se puedan cosechar –o no- dependen en última
instancia de los lectores. Esto sirve de mucho porque así podemos considerarla –no
como el único, o mejor o peor modelo de estructuración del pensamiento de Nietzsche
en torno al tema del lenguaje- sino como una más de las escasas aportaciones y, como
generadora de nuevas interpretaciones y contribuciones. De mi parte eso es todo por el
momento. Aquí les dejo mi granito de arena. Y, si tienes algo qué aportar o qué decir,
pues adelante, róbate unos libros y realiza tu propio trabajo de investigación.
BIBLIOGRAFÍA
Obras de Nietzsche:
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Madrid, 2000. Traducción de Luis Ml. Valdés y Teresa Orduña.
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Trad. de Luis Enrique de Santiago Guervós.
(G.C.) Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia, Editores mexicanos unidos, México, 1999.
(ZA.) Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra, Alianza Editorial, Madrid, 2000. Trad.
Andrés Sánchez Pascual.
(M.B.M) Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal, Alianza Editorial, Madrid,
2000. Trad. Andrés Sánchez Pascual.
(C.I.) Friedrich Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos, Alianza Editorial, Madrid, 2000.
Trad. Andrés Sánchez Pascual.
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(E.H.) Friedrich Nietzsche, Ecce Homo, Alianza Editorial, Madrid, 2000. Trad. Andrés
Pá g.
Sánchez Pascual.
(A.C.) Friedrich Nietzsche, El anticristo, Alianza Editorial, Madrid, 2000. Trad. Andrés
Sánchez Pascual.
Obras complementarias sobre Nietzsche:
Roland Barthes, El placer del texto y Lección inaugural, Siglo XXI editores, México,
1998. Trad. Nicolás Rosa y Óscar Terán.
Umberto Eco, La estructura ausente, Ed. Lumen, Barcelona (España), 1999. Trad.
Francisco Serra Cantarell.
-(b), Las palabras y las cosas, Siglo XXI editores, México D.F., 1989. Trad. Elsa Cecilia
Frost.
Ivo Frenzel, Nietzsche, Salvat Editores, Barcelona (España), 1984. Trad. Rosa Pilar
Blanco.
Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche: T.02 Los diez años de basilea 1869-1879, Ed.
Alianza Universidad, Madrid, 1987. Trad. Jacobo Muñoz e Isidoro Reguera.