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La Predica Politica de Los Sofistas

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LA PREDICA POLITICA DE LOS SOFISTAS

AMBROSIO ROMERO CARRANZA


Profesor titular de Derecho Politico
Miembro de Número de la Academia
de Derecho y Ciencias Sociales

Por el mal que hicieron a su patria y los errores que difun-


dieron, los sofistas han sido considerados, generalmente, como
una lacra de Atenas. Sin embargo, en la Historia de la Ciencia
Política a ellos les corresponde desempeñar un importante papel.
Es curioso observar como, muchas veces, 'de los males y errores
políticos surge un mOVimiento- de progreso que impulsa a la
Humanidad hacia adelante. Los sofistas, sin quererlo, hicieron
un gran bien al géneróhumano pese a las falsas doctrinas que
concluyeron por sostener.

Sus principales méritos consistieron en que “modelaron ins-


trumentos utilizados fines más
que pudieron ser para altos cuan- la
do fueron puestos al servicio de la Verdad; en que suavmaron
lengua ática; en que, con sus paradojas, forzaron al pensamiento
griego a precisar sus medios de expresión y a conocer mejor, a

la vez, sus recursos, sus límites y sus peligros; en que aportaron


una contribución considerable a todas las ciencias y a todas las
artes, al estudio de las formas del pensamiento y del discurso,
a la retórica, a la gramática, a la lógica. a las matemáticas, a_la
física, a la medicina, a la moral y a la política. Como dijo_Platon.
a los sofistas corresponde el honor de haber vulgarizado el
cálculo, la geometría, la astronomía la música. Por
y otra parte,
la política como ciencia o arte razonad_o_ es la creac10n propia
de los sofistas, y, en particular, de Antifonte, por _su distinc16n
de la naturaleza y de la Ley, distinción que hizo vacilar al Estado
griego en sus cimientos, y que permitió a otros filósofos políticos
1
distinguir el Derecho natural de la ley positiva".

JACQUES CHEVALIER, “Historia del pensamiento", t. I. pp. 112


1131
7
A lOS sofistas corresponde, también, el mérito de habe.
incitado a Sócrates, Platón y Aristóteles a elaborar, por contra-
posición, su propia doctrina basada en la Verdad, la Moral, el
Bien y la Justicia, de la cual procede la philosophia perennis.
Se les llamaron sofistas por cuanto eran profesores de sabi-
duría (sophia en griego). Y la sapiencia que especialmente
enseñaron fue la referente a la naturaleza humana. Antes de
ellos, los pensadores helenos se habían dedicado a estudiar la
naturaleza física. “La filosofía griega empezó siendo sustancial-
mente física o matemática: la esencia de las cosas radicaba en
las ideas de agua, fuego, movimiento, número, etc. La naturaleza -

física constituía el único campo de acción de los filósofos griegos


que precedieron a los sofistas. Con éstos se produce un cambio
radical en la manera de pensar" 2. El cambio consistió en que
los sofistas se van a dedicar a los estudios humanistas. La
gramática, la música, la retórica, la oratoria, la psicología, la
lógica, la ética y especialmente la política, serán las materias de
su enseñanza, la cual se impondrá, no sólo en Atenas, sino en
toda Grecia. El sofista Protágoras, había dicho: El hombre es la
medida de todas las cosas, con lo cual, entre otras cosas, quería
señalar que el estudio propio de la Humanidad es el hombre.
Ese estudio constituyó otro mérito de los sofistas. Y sus
_
ense-
ñanzas llevaron, directamente, a dar mucha importancia a la
política, Puede afirmarse que fueron los primeros pensadores
que se ocuparon, de un modo constante y con conciencia de lo
que hacían, de elaborar una ciencia política. Para ello, compa-
raron las leyes de Atenas con las de las otras polis y las de los
otros Estados existentes en Asia y Africa. Esa comparación
desarrolló en ellos un verdadero espíritu crítico muy necesario
para el progreso del Derecho político, por cuanto sin ese espíritu
las instituciones y las leyes se estancan y la humanidad no

evoluciona como debe hacerlo. El método de la ciencia política


es, ante todo, comparativo. En general, el heleno no había
admitido que se pudiesen superar sus leyes e instituciones,
considerándolas inmejorables, sagradas y provenientes de la
voluntad de los Dioses aunque los hombres contribuyeran a

formarlas. Pero los sofistas enseñaron que las leyes no eran


sagradas y que las de la Hélade, en su mayor parte, podían ser
consideradas como arbitrarias e injustas. Ellos elaboraron la
distinción, de gran importancia para el Derecho Político y que
ya he mencionado anteriormente entre Naturaleza (physis) y
Ley o convención (gnomos), sosteniendo que las leyes positivas
son producto de la convención de los hombres, y quekellas con-
tradicen, muchas veces, la naturaleza humana. La idea de un

"2 JOáïlGE
XIFRA HERAS, “Sintesis histórica del pensamiento poli-
u CO , p. .

8
Derecho natural tiene sus raíces en esas enseñanzas de los so-
fistas.
“Los sofistas fueron los primeros en plantear el problema
de 1a relación entre el Derecho dado y el fabricado, manifestando
que si el último tiránico 3
se aparta del primero resulta y vicioso".
“Ellos removieron lo que hasta entonces estuvo inmóvil,
colocando la regla del sentimiento religioso y la de la política
en la conciencia humana y no en las costumbres de los ante-
pasados ni en la tradición inmutable. Enseñaron a los griegos
que para gobernar un Estado no era ya suficiente invocar los
viejos usos y las leyes sagradas, sino que era necesario persuadir
a los hombres y actuar sobre voluntades libres. Al conocimiento
de las antiguas costumbres substituyeron el arte de razonar y de
hablar: la dialéctica y la retórica. A sus adversarios les abonó

la tradición; ellos poseyerón la elocuencia y el talento”.
“Algunos sofistas enseñaron, de modo convincente, la doc-
trina de la Ley natural superior a las leyes de la polis. Decían
que la autoridad de estas leyes dependía del hecho de que fuesen
ejemplificaciones de' la Ley natural. Son tres les ideas que
encontrarnos enunciadas por los sofistas en el mundo espiritual
griego: 13) que las leyes de la polis sirven al interés de las clases
dirigentes, en contradicción del Derecho natural; 23) que todos
los hombres, no sólo los griegos, sino también los bárbaros son
libres y tienen iguales derechos naturales. A ojos de Hippias,
por ejemplo, todos los hombres componen una familia y son
hermanos por naturaleza, aun cuando no lo sean por la ley. Los
Dioses decía otro sofista —Alcidamos— han creado a todos los
hombres libres, y la naturaleza no ha hecho a nadie esclavo.
De aquí deducían que, por encima de las polis, existia una Civitas
máxima, una Humanidad, la cosmo-polis; y 33) que la polis indi-
vidual es resultado del acaso, no de la naturaleza, cobrando
existencia merced a una resolución humana y a un libre contrato
5
social".

Desgraciadamente, el éxito obtenido con su prédica, y el


orgullo que les inspira su propia inteligencia, acaban por cegar a

3
WERNER GOLDSCHMIDT. “Filosofia, Historia y Derecho", Lib.
Goldschmidt explica el
Abeledo Edit., Buenos Aires, 1953, p. 148. que
Derecho dado es el que el hombre encuentra ya existente, es decir, es
el Derecho. Natural, el cual se distingue nítidamnte del Derecho que el
hombre fabrica, es decir, del Derecho positivo.
4
FUSTEL DE COULANGES, “La Ciudad antigua", p. 510.
5 HEINRICH
A. ROMMEN, “El Estado en el pensamiento católico",
pp. 183 y 184.
los sofistas, haciéndoles incurrir en graves errores. El primero
consiste en dar a sus enseñanzas un carácter profundamente
utilitarista. Sus lecciones son orientadas, no a buscar la Verdad,
sino la conveniencia práctica y el éxito inmediato. Cobran,
además, sus lecciones, y halagan a sus discípulos para atraerlos,
diciéndoles que les enseñarán a triunfar en la vida. “Enseñan
la manera de usar esa nueva herramienta que hemos llamado
razón. Consideran que ella constituye un instrumento admirable
en manos de personas inteligentes y 'ambiciosas; y de guiar a
tales personas hacen su profesión. Sus discípulos podrán abrirse
camino hacia el éxito por encima de la gente corriente de moral
rutinaria y, por tanto, limitada. Aristófanes presenta en su
comeda Las Nubes a los sofistas enseñando a un joven cómo
°
debe hacer para no pagar sus deudas". Y, poco a poco, de sabios
se van convirtiendo en demagogos, pues halagan, no sólo a sus
discípulos, sino también a la mesa del pueblo, prometiéndole lo
que más agradara para poder dominarla. Comienzan, entonces,
a pulular en sus discursos gran cantidad de ideas equivocadas
y de falsas doctrinas, unas desembozadamente expuestas, otras
aún en germen. Por lo pronto, su pensamiento empieza a
resentirse de un exagerado individualismo. El equilibrio entre
los dos polos del Derecho Político: sociedad e individuo, es la
base del progreso humano. En la Antigüedad y aun mismo en

Grecia. ese equilibrio no había llegado a establecerse por cuanto


se sacrificaba lo individual a lo social. Las reformas de Solón y
Clistenes en Atenas habían traido el progreso de dar un poco
más de importancia al individuo, tratando de protegerlo contra
ciertas injusticias sociales. Pero los sofistas, en vez de seguir
por esa senda de reformas que podian llevar a establecer ei
equilibrio entre uno y otro polo, es decir, entre la sociedad y el
individuo, se lanzan a propugnar un individualismo sin freno que
hace habla rasa de todas las leyes y convenciones sociales exis-
7
tentes. Algunos autores, como por ejemplo Rodolfo Mondolfo.
señalan que no todos los sofistas propugnaron el individualismo,
así como no todos rechazaron la enseñanza de las doctrinas
fisicas. Pero, en general, podemos afirmar que la corriente que
prevaleció, entre ellos, fue individualista, subjetivista y hu-
manista.

El anárquico super-hombre de Nietzche y el anarquismo de


Max Stirner se encuentran en germen en algunas de las doctrinas
de los sofistas. Pues algunos sostuvieron que la naturaleza
humana estaba reñida con la moral, y que los hombres eran
naturalmente egoístas y amantes del placer" y del Poder. ‘El

“Las y los hombres”, p. 50.


0
GRANE BRINTON, ideas
RODOLFO MONDOLFO. “El pensamimto antiguo", t. I, ¡in-.128
y 12; .

10
hombre, pues, para ser feliz y desarrollar su personalidad, debe
seguir —según los sofistas- los dictados de su Naturaleza (es
decir. de su egoísmo, sus pasiones y sus apetitos sensuales), no
teniendo obligación alguna de obedecer a las leyes que la cons-
triñen. Las leyes son —dicen—, las convenciones impuestas por
los débiles para sujetar a los fuertes, pero éstos no deben acatar
tales'leyes, y, rompiendo con ellas y apoyándose en su fuerza,
deben imponer su yugo a los débiles y dictarles la ley. El Poder
se convierte, así, en producto, no de la Justicia ni de la Virtud,
sino de la Fuerza. Todo 'debe estar subordinado a la voluntad
del hombre individualmente considerado, y la sociedad no es
más que un producto de esa .voluntad expresada por medio de
un pacto social, el que puede ser realizado por los ciudadanos a

su antojo, ya que no existe una auténtica noción de Justicia, no


siendo nada verdadero ni falso. Lo que llamamos Justicia, Ver-
dad, Moral y Bien son cosas —para ellos- que el hombre
establece. a su antojo, siendo, pues, todas ellas, nociones relativas
y subjetivas.
La frase del sofista Protágoras: el hombre en la medida de
todas las cosas, es interpretada, .por un grupo de sofistas revo-
lucionarios y anárquicos, como que la razón individual debe
decidir lo que es falso y lo que es verdadero, lo que es bien y lo
que es mal. 'Para este grupo “existen. dos clases de Justicia; la
Justicia según la Naturaleza y la Justicia según la Ley. La
Justicia según la Naturaleza consiste en tener el mayor número
de pasiones y los mayores medios de satisfacerlas. Y esta Justicia
hace que el fuerte esclavice y sujete al débil, enriqueciéndose
con sus despojos. En la Justicia según la Ley el fuerte es el
oprimido. Un vano prejuicio ha establecido la igualdad entre el
débil y el fuerte, imponiendo -a éste el respeto de aquél, y a todos
la absurda obligación de darse órdenes a sí mismos, de combatir
su Naturaleza, de restringir sus deseos y sus placeres, de redu-
cirse a la vida miserable de una piedra o de un cadáver. Esto
significa encadenar al hombre a una vida insípida, cuando ha
sido destinado por la Naturaleza a una vida de delicias, (ya que
—según ellosenseñan- todo cuanto existe en la Naturaleza es

lícito). Cuando se rompa el yugo de los convencionalismos,


producirá risa las máximas inventadaS‘por los débiles de que
vale más sufrir una injusticia que cometerla, y de que el castigo
es mejor para el hombre injusto que la impunidad. Si aparece
todos los obs-
un hombre de gran energía que sacuda y rompa
a la
táculos, pisotee las escrituras, privilegios y leyes contrarias
Naturaleza, entonces los hombres, que han sido convertidos en

esclavos, se elevarán por encima de todos como señores y dueños,


y brillará la Justicia como ella realmente es según la instituc16n
de la Naturaleza. Tal constituye el resumen que Platón nos da

I]
de la moral y de la política sofistica expuesta en el discurso de
3
Calicles.

Calicles afirma que es justo que el fuerte tenga más que el


débil, y Trasímaco sostiene que lo justo es lo útil para el fuerte.
"Los sofistas introducen en la vida intelectual la duda sobre
las cuestiones decisivas. Después de distinguir lo que es justo
por naturaleza de lo que es justo por convención, apenas encuen-
tran en ninguna parte lo primero; de ahí a la idea de que toda
justicia es un convenio no había más que un paso. y es el que
dan Trasímaco y Glaucón: la fuerza de la ley, que antes era cosa
de la Naturaleza o de la voluntad de los dioses, se desvanece;
el Estado no va a ser más que una convención o el mero imperio
°
de la fuerza".

Protágoras, Arquelao de Mileto. Trasímaco,Gorgias, Lico-


frón, Pródico de Ceos, Glaucón. Faleas, Hippías de Elis, Xeno-
fanes de Corfú y otros desarrollan
doctrinas destructoras de las
costumbres, las leyes y las tradiciones helénicas. “Bien pronto
el poder de la palabra se convierte en Atenas en el principal
medio de gobierno: el pueblo soberano no es más que un instru-
mento dócil en las manos de los retóricos y de los sofistas que
abusan y se mofa de los atenienses, substituyendo la búsqueda
de la Verdad por el ansia del éxito, y arrastrando, con el incentivo
engeñoso de la falsa ciencia, a una juventud presuntuosa, ávida
y desconsiderada, a la cual llenaban —dice Plutarco- de una
gran opinión de sí misma. Desde entonces, no se trata ya de
saber lo que es la Verdad, sino de hacer triunfar con habilidad
la tesis -que sea más provechosa para quien la sostenga-._Las
cualidades mismas del pueblo griego se prestan a este
Juego
subversivo: alejado de lo verdadero, que lo hubiese podido orien-
tar y disciplinar, el espiritu griego. que se había revelado capaz
de grandes realizaciones, se va deslizando, por causa de la
prédica
de los sofistas, hacia una dialéctica sutil, capciosa, enganosa y.

a fin de cuentas, destructora de todo".
Las enseñanzas de los sofistas, haciendo escuela, ponen de
moda en Atenas un crudo cinismo político. Los atenienses de .

fines del siglo V a. C. sólo piensan, en su mayor parte, en la


conquista del Poder y en su beneficio personal. “El egoísmo de
las repúblicas mayores, sus violencias contra las menores, y aun
sus éxitos, socavan la moral pública; las incesantes querellas
intestinas dan excesivamente rienda suelta al odio y afán de

9 Ver PAUL JANET. “Historia de la Ciencia Politica", t. I, pp. 111


y 112.
9
JULIAN MARIAS, introducción a “La Politica”. de Aristóteles.
Madrid, 1951, p. XXII
1° J. CHEVALIER, obra citada, t. I, p. 108.

¡2
venganza, a la avaricia, a la ambición y a todas las pasiones. Se
adquiere el hábito de violar el derecho público primero y el
privado después; y ese hábito, que constituye la maldición de
toda política de engrandecimiento, se hace patente, también, en
las ciudades más poderosas como Atenes, Esparta y Siracusa. La
brutalidad con que las polis violan los derechos ajenos, destruye
en sus propios ciudadanos el respeto al Derecho, y a la Ley, y
asi como durante algún tiempo los individuos habían cifrado su

gloria en la abnegada dedicación a los fines del bien común,


ahora empiezan a obrar en dirección opuesta y a sacrificar, en

aras de su propio provecho, el bien de la patria. A mayor abun-


damiento, como la demagogia va derribando cada vez más com-
pletamente todas las trabas legales en la mayoría de las polis,
en ellas se forman las más desenfrenadas nociones sobre la
soberanía popular y la igualdad civil. Se produce un libertinaje
que no respeta costumbres, y el frecuente cambio de las leyes
parece justificar la opinión de que éstas no provienen de una
intrínseca necesidad, sino solamente del capricho o ventaja del
titular eventual del Poder. Por último, la misma cultura pro-
gresiva va suprimiendo cada vez más los límites que la moral y
la fe religiosa ponían antaño al egoísmo. Hasta el espectáculo
escénico da pávulo a la duda moraly a socabar la antigua fe,
poniendo en circulación, no sólo sentencias puras y sublimas
(como en tiempos de Esquilo y Sófocles), sino también otras
frívolas y peligrosas para las buenas costumbres. De nada ser-

virá, entonces, recomendar la virtud de los antepasados y acusar


a los innovadores, como lo hace Aristófanes. A la cultura y
esplendor de la época de Pericles sucede un progresivo
1‘
relaja-
miento de la antigua disciplina y moralidad".
Ese relajamiento es provocado, en gran parte, por la prédica
de los sofistas. Porque cuando Atenas, tras haber sufrido la
derrota en la guerra del Peloponeso, necesita más que nunca del
patriotismo y sacrificio de sus hijos para reparar sus heridas y
volver a recuperar su grandeza, se encuentra trabada por esa

prédica disolvente. Sin embargo, dos grandes atenienses no se


dan por vencidos, y reaccionando contra el escepticismo y el
egoísmo de su época, y contra las erróneas ideas de los sofistas,
tratan de llevar al Derecho Político por caminos de J usticia y
de Virtud, pensando que, de ese modo, salvará-n a su patria en
decadencia, y defenderán la Verdad ultrajada por la sofistería.
Esos dos grandes-atenienses, a los que el Derecho Político en

particular y la humanidad en general deben tanto, fueron Só-


crates y Platón. Más tarde se sumará a ellos, para cumplir una
idéntica tarea, un heleno igualmente genial: Aristóteles el
Estagirita.
1!
EDUARDO ZELLER, “Sócrates y los sofistas”. pp. 44 Y 45-

13

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