Giannuzzi, Poesía Completa.

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Obra completa de Joaquín Giannuzzi (Buenos Aires 1924-Salta 2004)

Periodismo y crítica literaria: revista Sur, diarios La Nación y Clarín.

Libros:

 Nuestros días mortales (1958).


Tenía 34 añ os de edad.
 Contemporáneo del mundo (1962).
 Las condiciones de la época (1967).
 Señales de una causa personal (1977).
 Principios de incertidumbre (1980).
 Violín Obligado (1984).
 Cabeza final (1991).
 Apuestas en lo oscuro (2000).
 ¿Hay alguien ahí? (2005).
 Un arte callado (2008).

Memoria de una causa personal


Edició n y pró logo del poeta y ensayista Jorge Fondebrider (Buenos Aires, 1956) añ o 2008.
Editorial SIBILINA, Sevilla. Se terminó de imprimir en el 2009.

 Francis Ponge, poeta.


 Luis Alberto Murray, diario Crítica.
 H.A. Murena, ensayista.
 Juan José Herná ndez, poeta y narrador.
 Revista Historium.
 César Ferná ndez Moreno, poeta.
 Alberto Girri, poeta.
 Enrique molina, poeta.
 Olga Orozco, poeta.
 Francisco Urondo, poeta.
 Miguel á ngel Bustos, poeta.
 Alberto Szpunberg, poeta.
 Raú l Gonzá lez Tuñ ó n, poeta.
 Juan L. Ortiz, poeta.
 Nicolá s Olivari, poeta.
 Jacobo Fijman, poeta.
 Carlos Mastronardi, poeta.
 Ricardo Molinari, poeta.
 Leopoldo Merechal, poeta.
 Jonio Gonzá lez, ‘finísimo poeta’.
 Eliot y Montale, poetas favoritos de Fondebrider.
 Juan Bautista Alberdi, maestro de Giannuzzi.
 Amy Lowell.
 Fergusson.
 Bernardo Kordon.
 Roberto Alt.
 Greta Garbo.
«Me gustaban las matemá ticas, pero má s como un mundo poético, idealizado, que como una
forma de ganarme la vida», Giannuzzi interrogado sobre su formació n.

«Giannuzzi se singulariza por su capacidad para percibir la belleza y el desamparo de todo lo


creado. Y de tal percepció n surge una obsesiva compasió n por el destino final de seres y
cosas», H.A Murena en la solapa de Nuestros días mortales.

«Tenía la impresió n de que entre nosotros había muchos poetas capaces de construir
imá genes perdurables, pero muy pocos con la posibilidad de pensar», Fondebrider.

«El descubrimiento de la poesía de Giannuzzi fue, para mí una suerte de revelació n»,
Fondebrider.

«Un breve intento de ficció n, un drama mínimo –la propia contemplació n frente al espejo, los
datos que ofrecen viejas fotografías, el voluptuoso espectá culo de una dalia en el jardín-. Apela
a la extrema claridad, a una lucidez descarnada», Fondebrider.

Un mundo de particularidades que se vuelven de repente generales, universales.

Cómo entender la complejidad histórica de un pueblo a través de la literatura:


Fabiá n Casas escribió : «Los poemas de Giannuzzi podrían servirnos como un mapa mental de
los terrores y ansiedades del hombre de clase media que habitó Buenos Aires durante buena
parte del siglo XX. Una clase media en nuestro país no tiene épica ni heroicidad, y por lo
general es mezquina y salvaje. Joaquín Giannuzzi, describiéndose de manera implacable, la
describió como si diseccionara un insecto.»

«Giannuzzi ha vivido incó modo y ha hecho todo los posible por incomodarnos», Fondebrider.

Entrevistas a Joaquín O. Giannuzzi

-¿Qué es la poesía para usted?


- Tiene dos definiciones: una fiesta del sentido y una eterna juventud.

«En casi todos los poetas se revela el drama de la época, a veces no de forma explícita, solo a
través de la metá fora o de la imagen».

-¿Cuá les son los grandes poetas argentinos?


-Herná ndez, Lugones, Alfonsina Storni.
De la obra completa

«Quizá s la soledad es un error de perspectiva»


Lluvia en Ledesma, Nuestros días mortales, 1958.

«La falta de sentido que adquiere el mundo


Cuando uno detiene su mirada
Por má s tiempo de lo debido.»
La Paloma, Nuestros días mortales, 1958.

«Cuando sea tiempo, ella, mi hija pequeñ a,


Tendrá algo de mi mirada, los añ os
Que me hicieron posible levantar el rostro
Desde el polvo hasta las uvas, su mismo
Asombro de vivir que me justificó »
Leda, mi hija pequeña, Nuestros días mortales, 1958.

«El misterio, el lenguaje


nocturno de las cosas, el camino del viento
en la quietud extrañ a del jardín clausurado,
fueron ensoñ aciones a tu dominio ajenas.»
Memoria de un político, Nuestros días mortales, 1958.

«Los rostros de los días que fueron» Título


Cementerio de Buenos Aires, Nuestros días mortales, 1958.

«Detrá s de las grandes


palabras permanece nuestro sueñ o, frustrado
para los dones de una posible eternidad.»
Cementerio de Buenos Aires, Nuestros días mortales, 1958.

«Nos fue dado a nosotros no la increíble indiferencia


sino perplejidad para sostener una abierta
realidad que a una broma indecente se asemeja»
Nuestros días mortales, Nuestros días mortales, 1958.

«Oscuro es todo esto; pero a veces cantamos, en la noche,


para robar la llama a un remoto paraíso»
Nuestros días mortales, Nuestros días mortales, 1958.

«Yo pensé de este modo


que la historia repite una simulació n de sucesos iró nicos sin ninguna especial
concentració n de vida»
Veneno en la calle, Contemporáneo del mundo, 1962.

«Yo, me reconozco en esta fastidiosa historia


soy hijo de la estafa y de los muertos recurrentes,
me ha tocado la usura y tengo tiempo.»
Progenitores, Contemporáneo del mundo, 1962.
«Pensará s que todo lo ocurrido a tus espaldas
fue un despilfarro insensato de edades
desmoronadas y enterradas sin alegría,
con algunos destellos que sirvieron para revelar
la profundidad de la sombra»
Teoría de la historia, Las condiciones de la época, 1967.

«Yo también necesito de la poesía


mientras espero un dios
que acaso ya está aquí, pisoteado,
bajo la suela de mis zapatos.»
La noche desciende, Señales de una causa personal, 1977.

«Yo fumo veinte cigarrillos al día para no sentirme excesivamente dramá tico.»
Ingrid Bergman, Señales de una causa personal, 1977.

Instrucciones para ayudar a una ciego a cruzar la calle


Señales de una causa personal, 1977

No apriete el brazo, imponga


con un lenguaje frío
un có digo universal de referencia.
Una leve presió n sobre la mano izquierda.
Marche a la par, al paso de la carne natural:
su conciencia
no se pierde en la noche de nadie
y está allí espesa como un bulto.
No conduzca, acompañ e.
No olvide que toda sombra
soporta su propia dignidad.
Algo tiene que ver el amor en todo esto
y por alguna razó n estamos aquí
cruzando la calle:
aunque prosiga usted su camino privado
y el ciego en la ambigü edad
de sus secretas dimensiones.

«Había cosas cotidianas gastadas


en un rincó n de la memoria, rumores en un parque,
alguna persistente melodía que una vez abarcó
un largo fragmento de mi vida y fue un destello
de eternidad.»
Testamento, Señales de una causa personal, 1977.

«Ni antes ni después del ú ltimo sorbo de alcohol,


aprendimos el mecanismo
de aceptar a fondo la negació n del vacío
sobre manchas y raspaduras de la mesa,
colillas estrujadas en el cenicero.»
El amante solo, Principios de incertidumbre, 1980.
El accidente
Violín Obligado, 1984.

Frente a lo irrazonable le faltaron opciones


cuando cruzó la calle. No hubo un camino
para sus fantasías mortales
sino un aullido de neumá ticos
y un pú rpura estallido detrá s de los ojos.
Negaciones puras que se mezclaron
como oscuridades simultá neas en un cuarto cerrado:
la cortina que bajó para separarlo,
Un dolor espeso, de materia bruta,
De cosa destripada a su costado inocente.
Un odio estupefacto e instantá neo
por un universo que revelaba
su naturaleza bestial entre dos parpadeos,
la negra mudanza de una brusca asfixia.

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