ES - 8. Postrimerías, El Purgatorio y El Cielo
ES - 8. Postrimerías, El Purgatorio y El Cielo
ES - 8. Postrimerías, El Purgatorio y El Cielo
Haz espontáneamente una oración y efusión de Espíritu Santo. Puedes ayudarte con la oración Ven
Espíritu Creador.
2. Texto Bíblico
Ap 21, 1-7
“Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva - porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron,
y el mar no existe ya. Y vi la Ciudad Santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios,
engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono:
«Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y
él Dios - con - ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá
llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado.»
Entonces dijo el que está sentado en el trono: «Mira que hago un mundo nuevo.» Y añadió: «Escribe:
Estas son palabras ciertas y verdaderas». Me dijo también: «Hecho está: yo soy el Alfa y la Omega, el
Principio y el Fin; al que tenga sed, yo le daré del manantial del agua de la vida gratis. Esta será la
herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él será hijo para mi”.
“Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque
están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener
la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo”. (Catecismo, 1030).
El purgatorio es una realidad que no podemos desconocer. Por la misericordia de Dios, muchas almas
pueden salvarse, pero primero deben pasar por ese período de purificación, puesto que al Cielo no
entra nada manchado. La Iglesia nos enseña a honrar la memoria de los difuntos y ofrecer sacrificios
en su favor, en partícular, el sacrificio eucarístico. Así también, el valor satisfactorio e impetratorio de
todas las obras de amor, las limosnas, indulgencias y obras de penitencia pueden ser aplicadas a estas
almas, para que una vez purificadas, puedan llegar a la visión beatífica de Dios (Cfr. Catecismo, 1032).
Una vez en el Cielo, ellos podrán interceder por nosotros.
Por un momento piensa en tus familiares, amigos y conocidos que ya han fallecido. Recuérdalos con
amor y ora por ellos, para que el Buen Dios les regale su paz. Ora por aquellos por los que nadie ora
y que quizá tienen todavía mucho que purificar en el purgatorio.
Dedica un momento a pensar en el Cielo… ¿Cómo será contemplar el rostro de Dios? ¡Cuánta alegría
y paz se experimentará!
Felices aquellos que nos llevan la delantera en el camino hacia la eternidad bienaventurada. Piensa
en tus santos de devoción y medita un poco sobre sus virtudes que le permitieron alcanzar el Cielo.
Como católicos, consagrados a Jesús por María, hemos de trabajar arduamente por hacer siempre la
voluntad de Dios, viviendo santamente, aspirando a las cosas celestiales. Bien lo enseñaba San Pablo:
"Hermanos, sed imitadores míos, y fijaos en los que viven según el modelo que tenéis en
nosotros. Porque muchos viven según os dije tantas veces, y ahora os lo repito con lágrimas,
como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya
gloria está en su vergüenza, que no piensan más que en las cosas de la tierra. Pero nosotros
somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el cual
transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del
poder que tiene de someter a sí todas las cosas". Flp 3, 17-21.
Por lo tanto, nuestra meta como cristianos es anhelar el Cielo, donde podremos contemplar el rostro
de Dios en todo momento. Allí con los santos y con los ángeles le glorificaremos eternamente como
una familia de amor.
Cierra por un momento tus ojos y piensa si estás preparado para ir al Cielo en este momento.
Pídele al Señor que te muestre qué hacer cada día para agradarle más, para amarle más, para desear
el Cielo con más ardor, para anhelar verle cara a cara.
Cuenta la historia, que Santo Domingo Savio estaba jugando en el patio del oratorio y Don Bosco le
preguntó:
- Seguiría jugando.
Domingo tenía muy claro que según su estado de vida, eso era lo que le correspondía hacer para darle
gloria a Dios.
Según tu estado de vida (soltero, casado, religioso, sacerdote, padre de familia, hijo, estudiante,
empleado, …), ¿has estado cumpliendo tus deberes para dar gloria a Dios y llegar al Cielo?
Que las obras de amor que hagamos con el prójimo, sean la llave para alcanzar la santidad. Y así como
muchos santos, que en el lecho de su muerte pudieron contemplar al Señor que venía a su encuentro,
que podamos ver el rostro de Aquel a quien esperamos con tanto anhelo.
4. Oración final
Con los ojos puestos en el Cielo, ora con este himno de la Liturgia de la Horas:
5. Práctica