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Páginas Desdegonzalez de Cardedal, Olegario - Cristologia-5

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56 P.I. La historia y destino de Cristo.

Cristología bíblica
C. 1. Acción 57
de la identidad de Jesús y expresivos del Reino que llega con él. operante y no sólo como palabra y promesa. En los últimos siglos,
Cada evangelista acentúa una de esas tres dimensiones: Marcos des- los milagros han sido pensados, ante todo, en relación al conoci-
cribe, sobre todo, los portentos que realiza Jesús y le acreditan como miento y acreditación de Jesús como profeta y revelador de Dios. En
Hijo de Dios; Mateo acentúa el poder magisterial y Lucas la ternura este sentido el Vaticano I los ha enumerado, junto con las profecías y
compasiva de Jesús. Juan, en cambio, utiliza casi siempre el término la Iglesia, como signos de la credibilidad del cristianismo 31. El mo-
cmpeíov. Para él los milagros tienen como finalidad revelar la gloria mento acreditativo es un momento segundo respecto de otro que es
de Jesús y hacer posible a los discípulos que, reconociéndolo como el primero: su carácter dinámico y actualizador del Reino y el otor-
Mesías e Hijo de Dios, crean en él. gamiento a los hombres de su realidad salvífica (salud, perdón, liber-
tad de poderes maléficos, alimento y vida frente a la muerte). Los
«Éste fue el primer milagro que hizo Jesús en Cana de Galilea, milagros son motivos de credibilidad porque previamente son reali-
manifestando su gloria, y creyeron en él sus discípulos» (Jn 2,11). dad salvífica en acto. Como consecuencia son pruebas para creer en
«Estos signos fueron escritos para que creáis que Jesús es el Me- Cristo. Nuestra fe es, entonces, el acto por el que respondemos a la
sías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre» presencia divina actuante ante nosotros. Los milagros son así actua-
(Jn 20,31). lización del Reino de Dios que viene con Jesús y acreditación de Je-
sús como su mensajero; identifican a Jesús y Jesús se identifica a sí
mismo por ellos como el que ha de venir (Mt 11,3), remitiendo a los
3. Contexto de los milagros en los evangelios discípulos de Juan, que le preguntan por su identidad, a las obras que
hace:
El contexto vital en que los evangelios nos relatan los milagros «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos
es la vida de la primitiva Iglesia, que ve la totalidad de los hechos de andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos re-
Jesús como expresión de la presencia y el poder de Dios. El mismo sucitan, la buena nueva se anuncia a los pobres y bienaventurado
que acompañó al pueblo elegido con prodigios, acompañó después a aquel que no se escandalizare de mí» (Mt 11,4-6).
Jesús y acompaña ahora a la Iglesia. Todos ellos juntos mostraban
que en la vida de Jesús, ya había actuado de manera abrumadora el «El que ha de venir» es un título mesiánico (Mt 3,11; Jn 1,27). La
poder de Dios, el mismo poder que se había manifestado después en respuesta de Jesús remite a los textos proféticos en que se anuncia la
la resurrección. Los evangelios presentan los milagros como conjun- salvación de Dios y los signos que la acompañarán. La venida del
to y en este sentido los estilizan, universalizan y resumen. No les Reino, la mesianidad de Jesús y los signos que traen la salvación de
preocupa cada milagro aislado ni los detalles particulares, sino la to- Dios constituyen una misma realidad (Is 26,19; 29,18; 35,5-6; 42,18;
talidad de hechos, palabras y destino de Jesús, que recíprocamente se 61,1; Mal 3,1-5).
interpretan y acreditan. Pero, ¿cuál es el contexto vital y el sentido
que Jesús mismo atribuye a sus curaciones y exorcismos? 29.
Son la expresión innegable de que el Reino de Dios ha llegado a 4. Las cuestiones de fondo: posibilidad y existencia
los hombres y de que él, como el más fuerte, arroja al fuerte que tie- de los milagros
ne subyugado al mundo 30. «Si yo arrojo los demonios por el espíritu
de Dios (dedo de Dios [Le 11,20]) es que ha llegado a vosotros el Dos son las cuestiones modernas frente a los milagros: 1) ¿Han
Reino de Dios» (Mt 12,28). Reino y milagros son inseparables. Los existido? 2) ¿Son posibles? A la primera pregunta la respuesta es do-
milagros muestran la potencia inherente al Reino como realidad ya ble: 1) Los relatos actuales no son actas notariales hechas por testi-
gos presenciales sino sumarios redactados en la Iglesia, haciendo
memoria de Jesús y bajo la acción del Espíritu, que por medio de los
Cf. H. COUSIN, Relatos de milagros en los textos judíos y paganos (Estella apóstoles continuó realizando tales milagros. Memoria del pasado y
1989); A. GEORGE, «Paroles de Jésus sur ses miracles», en J. DUPONT (ed.), Jésus experiencia del presente se suman para dar una imagen global de Je-
aux origines de la christologie (Gembloux 1975) 283-301; G. THEISSEN, Urchristli-
che Wundergeschichten (Gütersloh 1974).
30
Cf. J. JEREMÍAS, «La victoria sobre el poderío de Satanás», en Teología del
NT, 107-119. Cf. infra, nota 11 en capítulo VI.
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él; y que eso mismo es posible a quienes creen en él dentro de la
sus, sin preocupación por matices y diferencias, acreditándolo como Iglesia. Los destinatarios del evangelio pueden esperar del Jesús Re-
alguien en quien actúa el poder de Dios (taumaturgo, exorcista, mé- sucitado lo mismo que los contemporáneos recibieron del Jesús te-
dico). 2) No es posible recuperar unas fuentes que no contengan ta- rrestre. La Iglesia no ha hecho una teoría del milagro, como Jesús no
les hechos, de tal forma que a la luz de las fuentes actuales nunca ha hizo una teoría del mal, de la enfermedad o de la posesión diabólica.
existido un Jesús sin milagros. Más que una actitud teórica explicativa, Jesús tomó una actitud mi-
sericordiosa y terapéutica. La capacidad curativa de Jesús deriva de
«Aun aplicando normas rigurosamente críticas a las historias de su potencia personal. No tiene mucho sentido hacer el diagnóstico
milagros, vemos que siempre queda un núcleo que puede captarse
históricamente. Jesús realizó curaciones que fueron asombrosas para de las enfermedades y posesiones diabólicas que él curó, a la luz de
sus contemporáneos» 32. la medicina moderna. Cristo anunció el Reino, invitó a los hombres a
«Si el historiador puede hacer una afirmación, no parece arbitraria integrarse a él, fue revelación y don de Dios para aquellos hombres
la siguiente: al presentar a Jesús bajo los rasgos de un exorcista y de que pensaban y reaccionaban a los signos válidos de su tiempo. Los
un curador, la Iglesia primitiva lejos de inventar, se limitó a conser- milagros no son el enunciado de una posibilidad universal sino la su-
var el recuerdo de uno de los aspectos de su fundador» 33. peración de un mal particular y el remedio de una necesidad propia
de una persona, en tiempo y lugar concretos. Por tanto, no se los
Afirmada la existencia irrecusable de milagros, menos fácil es puede interpretar reduciéndolos a nuestras categorías actuales ni son
enumerar cuántos fueron y tipificarlos. En primer plano están siem- directamente transferibles de aquel mundo al nuestro. Sin embargo,
pre dos tipos: arrojar demonios y curar enfermedades (Le 13,32) 34 . lo que es común a la historia de Jesús, a la historia de la Iglesia y a
La captura del hombre por el poder del mal y por la enfermedad son nuestra historia es la permanente capacidad transformadora que la
las dos expresiones supremas de la pérdida de la libertad y de la dig- persona de Jesús sigue teniendo en el orden físico (salud), psíquico
nidad. Al liberar Jesús a enfermos y poseídos les devuelve el gozo de (sanación) y religioso (salvación). Y eso es lo decisivo y significati-
la existencia y la soberanía sobre la propia persona. Con ellos recu- vo en Cristo: por él todo hombre, el de entonces y el de ahora, se en-
peran la dignidad de hijos de Dios. Cristo cura y libera, movido por cuentra con poder para asumirse, levantarse, superar su historia ante-
sus entrañas de misericordia, para devolver a los hijos de Dios lo que rior y vencer los poderes del mal. Jesús restaura a las personas hacia
éste les ha otorgado y que el mal, el pecado, la violencia, la sociedad,
su posibilidad suprema: ser libres para ser hijos de Dios y prójimos
la pobreza o la enfermedad les han sustraído (Le 13,16). En el NT
de sus hermanos. Esto lo lleva a cabo porque es el Hijo y porque en
podemos distinguirlos según el sujeto que los realiza: milagros que
su encarnación se hizo prójimo absoluto de cada hombre 36 .
hace Dios con Jesús (concepción virginal, transfiguración, resurrec-
ción); milagros que hace Dios por Jesús (35 curaciones de enferme- La posibilidad fundamental del milagro depende de nuestra com-
dad; 3 exorcismos; 3 resurrecciones de muertos; 19 superaciones de prensión de la realidad, del hombre y de Dios. Los milagros no son
elementos o milagros de naturaleza); milagros que hacen los apósto- una violación o suspensión de las leyes de la naturaleza, sino su ex-
les y miembros de la Iglesia en continuidad y obediencia a Jesús 35. tensión significativa y dinámica, realizada por Dios para significar
Los milagros de Jesús hay que situarlos en continuidad con las su voluntad y comunicar su gracia al hombre. El mundo, que es crea-
gestas o proezas (geburot) que Dios hizo con su pueblo en el AT y a ción de Dios para el hombre, puede ser elevado por Dios en un mo-
la vez en continuación con las que ha hecho en la vida de la Iglesia. mento concreto a signo de revelación y medio de gracia para el mis-
Los relatos actuales recuerdan que Jesús transformó la vida física, mo hombre. Por eso el milagro deriva de la potencia creadora de
psíquica y espiritual de quienes estuvieron a su lado y se confiaron a Dios, de la potencia obediencial de la creatura, de la capacidad
receptiva de ésta y de la confianza que el hombre otorga a su crea-
dor 37. Es una innovación de realidad divina; no es fruto de la natura-
32
J. JEREMÍAS, Teología del NT, 115.
33
S. LÉGASSE, «El historiador en busca del hecho», en X. LÉON-DUFOUR (ed.),
Los milagros..., 128.
34
Cf. H. REMUS, Jesús as Healer (Cambridge 1997), con bibliografía completa. Cf. K. RAHNER, «LOS milagros en la vida de Jesús y su valor teológico», en
Para la enumeración y tipificación de los milagros, cf. X. LÉON-DUFOUR Curso fundamental sobre la fe (Barcelona 41989) 300-311.
(ed.), Los milagros, 207-276; X. LÉON-DUFOUR, Diccionario del NT (Madrid 1977) «Hic si ratio quaeritur, non erit mirabile; si exemplum poscitur, non erit singula-
305-307; G. THEISSEN-A. MERZ, «Jesús, Salvador: los milagros de Jesús», en El Je- re. Demus Deum aliquid posse, quod nos fateamur investigare non posse. In talibus re-
sús histórico..., 317-354. ^,ÍI.,^~ U»> Í > <"•-«.» .*• ,. bus tota ratio facti est potentia facientis». S. AGUSTÍN, Epist. 137, 2,8 (BAC XI, 108).
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Dios es el origen último de los milagros, Jesús es el realizador próxi-
leza en cuanto tal sino de la soberanía de Dios, que se da de manera mo y conocemos la realidad de aquél a través del modo como éste
nueva al hombre en la historia. Si en un sentido general se afirma los realiza. Realizados por Jesús, éste es acreditado por ellos como
que todo es milagro por ser fruto de la gratuita y libre acción creado- portador de la revelación y de la salvación divinas. Los milagros del
ra de Dios, sin embargo la naturaleza, la belleza, el ser humano, la evangelio no son pensables sin pensar la persona de Jesús y ésta ya
sorpresa de la vida, el amor no son milagro en el sentido preciso: es es de hecho impensable sin los milagros.
decir, un hecho que rompiendo el curso normal de la vida humana o
de la naturaleza se convierte en una sorpresa y es percibido por el c) Signos para el hombre. El objetivo primordial del milagro no
hombre como una gracia y llamada de Dios. Lo natural fijo y univer- es asombrar o asustar al hombre, sino llamarlo, invitarlo, introducirlo
sal es el soporte necesario para reconocer un signo particular, «so- en un diálogo con Dios, en el cual se da una comunicación de la con-
brenatural». Para que el milagro sea reconocido como tal, tienen que ciencia divina al hombre. Por tanto, los milagros integran al destinata-
darse unas condiciones especiales de forma que esa donación sea di- rio en un proceso, cuyo contenido y desembocadura final dependerá
ferenciable del curso de la naturaleza y de las obras de la cultura hu- de su decisión. Por estar destinados a unos hombres concretos, los mi-
mana. El milagro, para reclamar un reconocimiento público, tiene, lagros son propios para cada época y proporcionados a ella.
por tanto, que ser un prodigio de orden físico observable, tener un d) Superación del orden normal de la creación (signa recrea-
carácter puntual, acontecer en un ámbito religioso, mostrar una di- tionis). En este sentido, son suscitadores del asombro del hombre. Se
mensión de gratuidad, orientar hacia Dios para instaurar una rela- trata de una nueva irrupción de la potencia divina en el ser creado,
ción nueva con él o percibir una nueva misión que él confía. Distin- por la cual éste puede crear otros efectos, porque participa de una
guimos también los milagros fundantes del origen, con carácter uni- forma más intensa de la vida divina. No se trata, por consiguiente, de
versal y significación permanente (los de Jesús y la era apostólica), una negación o derogación de sus leyes, sino de un incremento de
de otros posibles milagros posteriores. Los milagros en la vida priva- realidad divina, que acerca más a Dios. La naturaleza cumple así me-
da pueden ser evidentes para quien los recibe y no pierden su verdad jor su esencial misión: servir al hombre para que éste alcance a Dios.
y exigencia para él, aunque no pueda demostrar su realidad ante los La naturaleza en cuanto creación está al servicio del destino de gra-
demás y éstos no los reconozcan como tales. Los milagros y revela- cia propio del hombre. El milagro, liberándola de los poderes del
ciones privadas son un don particular para quien los recibe, pero los mal, la sana y la plenifica.
demás no tienen obligación de reconocerlos. e) Anticipación del destino escatológico de la humanidad. Éste
consiste en la comunión con Dios y en la plenitud de vida humana
derivada de aquélla. Esa vida futura, que será definitiva, se anticipa
en ésta. Los milagros son así destellos que nos dejan sospechar lo
5. Múltiple significación de los milagros en el NT que será la vida del hombre cuando Dios lo sea todo en él y esté del
todo redimido (signa proleptica consummationis). El milagro, en un
A la luz de lo anterior aparecen las propiedades que los milagros sentido, testifica, acredita y realiza inicialmente esa autocomunica-
tienen en la vida de Cristo, y el horizonte en el que hay que entender- ción divina. Y en este sentido, en cuanto resultado de una interven-
los dentro del cristianismo. El milagro es: ción histórica nueva de Dios, signo de la gracia y de la gloria, es él
a) Obra de Dios. El NT pone a Dios como autor de los mila- también sobrenatural.
gros. Dios creador de la nada y Padre amoroso de los hombres y del f) Significado para la cristología: Los milagros son los signos
mundo es su origen; él les otorga su sentido específico y hacia él del Reino que viene. Acreditan a Jesús como Mesías y tras el reco-
orientan. Unos hechos que no revelasen la trascendencia y a la vez la nocimiento de tal función, otorgada por Dios, comprometen a los
inmanencia, la santidad y a la vez la bondad de Dios para el hombre, hombres invitándolos a creer en él. Simbolizan la permanente activi-
por más portentosos que parezcan, carecen de carácter religioso y no dad creadora de Dios en la historia humana en función de sus hijos.
pueden ser considerados como milagros, es decir, como obras de Son una señal que muestra la eficacia de las palabras de Jesús, recla-
Dios. mando tener una autoridad dada por el Padre para llevar a cabo su
b) Realización de Cristo. Él es el Mediador de la acción divina. obra en el mundo.
Pasan por su conciencia y por su libertad. Son obras de su persona, El milagro abarca los siguientes niveles de realidad y de sentido:
revelan su corazón, transmiten su forma de comprender el mundo y teológico (autotestificación y autocomunicación de Dios al hombre);
de vérselas con el hombre, muestran sus entrañas de misericordia. Si
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cristológico (acreditación de Jesús, refiriéndose a Dios y dándose a no sustituyen los necesarios métodos de la medicina ni las institucio-
los hombres); antropológico (llamada al hombre para iniciar un diá- nes de la sanidad, sino que restauran el hombre a su potencia, digni-
logo de sanación y salvación con Dios en Cristo); soteriológico dad y libertad personal, para que él restaure el mundo y lo resane a
(otorgamiento del poder de Dios, mediante la relación con Cristo • ultimen de la bondad y misericordia de Dios. Cristo cura los dolores
como sanación, liberación y santificación de la persona); cosmológi- ( V(KTOI) en el orden físico y las dolencias (ua^cacíca) en el orden es-
co (alteración del orden acostumbrado en el mundo, mediante lo cual pinilla I. No es un sucedáneo de nada pero es un poder para todo.
el sujeto es alertado, la realidad es sanada y puesta al servicio del ( uro entonces con los mismos remedios que ha seguido curando a lo
hombre); escatológico (anticipación de la vida divina prometida, luí lío de la historia: su convivencia, amistad, ejemplo, doctrina,
abriendo así este mundo a una realidad más plena que la que ahora l'spiritu Santo, contacto de su carne en los sacramentos y, de manera
deja sospechar en su curso de experiencia inmediata). suprema, en la eucaristía. Él en persona es la curación y la salvación;
¿Mtu no es aislable como un fármaco al margen de la relación con él.
El milagro no viene a sustituir el trabajo, el esfuerzo y la inventi- I ,os milagros presuponen la fe en un sentido y en otro la hacen posi-
va de los hombres; ni a cambiar los criterios por los cuales hay que ble. Una cristoterapia sin fe en Cristo y sin cristología es pura ma-
elaborar y transformar este mundo. Los milagros no son el sustituto K¡ti, indigna y envilecedora del hombre. Los milagros incitaron al
cristiano de las necesarias acciones y revoluciones de la humanidad. hombre a acoger a Cristo, creyéndole. Milagros y fe se exigen en re-
Tampoco son un producto directo del mundo ni del hombre, sino don ciprocidad: donde hay signos para creer nace la fe, y donde hay fe se
de Dios, destellos anticipadores del mundo que viene; prolepsis de la pueden percibir los signos de Dios. Esa ley vale para el tiempo de Je-
nueva creación y de la nueva humanidad que esperamos y que se nos sús en Galilea y para el tiempo de Jesús en la Iglesia. Quien yendo
manifiesta radicalmente vencedora en la resurrección de Jesús. La más allá de sí mismo, otorga confianza a Dios, que puede salir al en-
resurrección de Jesús es la otra clave del arco, necesaria para enten- cuentro de nuestra vida (fe), ése puede reconocer su llamada y su ac-
der los milagros ya que en ella se manifiesta de manera absoluta- ción en el mundo (milagro). A su vez quien se encuentra con esos
mente plena la acción de Dios como sanación definitiva de lo que es signos de Dios y no se absolutiza a sí mismo, reconocerá en ellos la
la mortalidad, enfermedad y limitación de la existencia humana irre- presencia y llamada de Dios. Pero el milagro nunca es un absoluto
denta. Es la anticipación victoriosa de lo último y, con ello, el Resu- que retiene al hombre sino algo que lo abre a la realidad divina; es el
citado se convierte en prototipo de la humanidad futura. puente para el encuentro con Dios, la mediación para descubrir y en-
El milagro tiene que ver no con extraños enigmas, sino con el tregarse a la persona de Cristo. Este encuentro es el que otorga aque-
Misterio de Dios, no entregado como potencia que se pueda utilizar lla certeza que funda definitivamente la fe 38.
al margen de él o frente al mundo, sino como gracia para sostener
nuestra debilidad en el tiempo, como promesa que nos sostenga ante La persona de Jesús hace presente el poder y el amor del Padre
el futuro, y como ayuda para la transformación del mundo, que Dios para sus hijos, integrándolos a su filiación y a su oración. Él remite
no nos ahorra, sino que nos exige. El milagro es la victoria de Jesús al único que es salvación: Dios, pero le hace transparente como mi-
sobre el mal, sus señores y servidores. sericordia, vencedora del mal, y presente en sus propias acciones. En
relación con los curanderos del medio helenístico Jesús fue designa-
do médico: solus medicus, medicus et medicamentum, spiritualis Hi-
pócrates, medicus humilis. Tertuliano describe a Cristo como predi-
6. Conclusión: Jesús, médico humilde y taumaturgo poderoso cator et medicator. Éste es un motivo central en San Agustín y San
Buenaventura. Una inscripción encontrada en Timgad (norte de
A la luz de los milagros podemos responder a la pregunta: África) invoca así a Cristo: «Rogo te, Domine, subveni Christe, tu
¿Quién fue y quién es Cristo? Es médico humilde y taumaturgo po- solus medicus, sanctis et poenitentibus» 39.
deroso. Alguien con poder (taumaturgo) y con misericordia (cura-
dor). Ha revelado y mostrado que el Poder supremo (Dios) es la su-
prema com-pasión (Dios solidario y encarnado), transmitiéndolo al 38
«El milagro se experimenta como acción de Dios sólo en la fe. Por tanto, no
mundo con sus propios actos y comportamientos. Él revela lo que fuerza a la fe. El milagro más bien la pide y la confirma». W. KASPER, Jesús, el Cris-
Dios es y hace lo que Dios quiere que haga; por eso es Dios mismo to, 117.
39
quien cura en él. Las curaciones y los milagros de Cristo, en cuanto Cf. G. DUMEIGE, «Le Christ médecin», en DSp X (1978) 1049-1053;
son su victoria sobre el fuerte de este mundo, Satanás (Le 11,19-21), .1. GUILLET, «Jésus médecin», en Jésus Christ dans le monde (París 1974) 59-64;
64 P.I. La historia y destino de Cristo. Cnstología bíblica C.l. Acción 65

III. PRETENSIÓN DE AUTORIDAD Y TÍTULOS DE IDENTIDAD delante de Dios para los hombres y ha llevado a cabo una misión en
coherencia y fidelidad desde el comienzo de la predicación del Rei-
1. La cristología implícita como tercera vía entre positivismo no hasta la muerte en la cruz. En su predicar, relacionarse, orar, ha-
y escepticismo históricos cer amistades, tratar al prójimo y enfrentarse al futuro, va implícita
una comprensión de su persona y misión. La Iglesia, a la luz de la re-
surrección y del Espíritu, explicitará con los nombres y títulos que le
Tarea de la cristología es saber qué hizo y qué dijo Jesús, pero so-
da el NT, con las afirmaciones del Símbolo primero y con las defini-
bre todo descubrir la conciencia que tenía de sí mismo. ¿Cómo com-
ciones dogmáticas después, esa autoconciencia de Jesús haciéndola
prendió su persona y su misión? Ha habido dos posturas extremas.
explícita. Encontramos tal cristología implícita: 1. En su pretensión
El positivismo histórico piensa que la identidad de Jesús está mani-
de autoridad. 2. En sus comportamientos respecto de las institucio-
fiesta en las fórmulas y títulos que los otros le dan y que él se da a sí
nes sagradas del judaismo. 3. En su llamada imperativa al segui-
mismo en los evangelios, de forma que entre el mensaje de Jesús, en
miento. 4. En sus relaciones con los hombres y sobre todo en la rela-
donde él es el predicador, y la cristología de la Iglesia, en la que él es
ción con Dios en la oración.
objeto de la predicación, habría una identidad total. El escepticismo
histórico, por el contrario, piensa que los evangelios son textos ela-
borados por la Iglesia tras la Pascua y que la cristología que propone
la Iglesia está en discontinuidad con la predicación de Jesús. El suje- a) Autoridad y libertad de Jesús
to predicado por la Iglesia no sería el mismo sujeto que el predicador Los rasgos más fundamentales que caracterizan la acción pública
del Reino. Frente a esta alternativa, en los últimos decenios se ha ex- de Jesús son la autoridad con que propone su doctrina y la libertad
plorado una tercera vía para encontrar la continuidad entre la con- con que vive frente a poderes, instituciones y situaciones 41. Jesús se
ciencia que Jesús tenía de sí mismo y lo que la Iglesia piensa sobre implanta en medio de sus contemporáneos como quien tiene en sí
él. Se trata de la «cristología implícita» o «cristología indirecta», «en mismo el centro de su legitimidad, el apoyo para su acción y el crite-
acto», «en realización» (Bultmann, Conzelmann, Marxen) 40 . rio de su comportamiento. Tres son las características de su doctrina:
Existir implica para el hombre pensar y proyectar, recordar y an- novedad, autoridad y acreditación:
ticipar. No es posible una vida humana sin una cierta autocompren-
sión de la existencia y un cierto proyecto de futuro. En la forma de «Quedáronse todos estupefactos, diciéndose unos a otros: ¿Qué es
vivir y de comportarnos expresamos lo que somos y lo que queremos esto? Una doctrina nueva y revestida de autoridad (KOCT' é^ouoíav),
ser, por quién nos tenemos y a qué aspiramos. Sin hacer un tratado que manda a los espíritus impuros y le obedecen» (Me 1,27).
de antropología, todos dejamos percibir cuál es la conciencia que te-
nemos de nuestra identidad. En este sentido reconocemos que Jesús La exousía de Jesús es la primera cuestión que enfrenta a Jesús
no ha hecho afirmaciones solemnes sobre sí mismo; no ha hecho di- con las autoridades de su pueblo. ¿Qué cualificación profesional y
rectamente teología ni antropología y menos cristología. Ha vivido qué legitimidad jurídica tiene Jesús para actuar como actúa? ¿Cuál
es el origen de esa autoridad: Dios, Satanás, los hombres, él mismo?
M. GESTEIRA, «"Christus medicus". Jesús ante el problema del mal», en RET 51/2-3 Jesús se negó a dar razón de ella. La singularidad de esta autoridad la
(1991) 253-300; A. GESCHÉ, Dios para pensar. I. El mal-El hombre (Salamanca podemos descubrir comparándola con la propia de otras figuras: el
1995). La expresión «cristoterapia» puede, por tanto, tener un sentido legítimo (la fe escriba, el profeta, el sabio, el místico. El escriba se apoya en la letra
en Cristo es fuente de vida radical que repercute en sanación física, principio de es- de la Escritura o de la tradición de los Padres, que interpreta. El pro-
peranza y capacidad para la acción) y otro ilegítimo (utilización de los signos o sa-
cramentos de Cristo sin fe personal en él, lo mismo que se utilizan otros fármacos o
41
prácticas terapéuticas). Cf. J. GNILKA, «La autoridad de la misión de Jesús», en Jesús de Nazaret...,
40 305-326; O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, «La autoconciencia de Jesús o su encuentro
«La llamada de Jesús exigiendo una decisión ante él implica una cristología».
R. BULTMANN, Teología del NT (Salamanca 1981) 88. Cf H. CONZELMANN, Grun- con Dios», en Aproximación, 96-114; C. DUQUOC, «La libertad de Jesús expresión
driss der Theologie des AT(München 1967); O. GONZÁLEZ DE CARDEDAL, «Cristo- de su autoconciencia», en Jesús, hombre libre (Salamanca 61990) 64-65 (este autor
logía histórico-positiva», en Aproximación, 122-132; «Cristología implícita o indi- lleva al límite su escepticismo al no reconocer ninguna palabra explícita de Jesús
recta», en ibid., 132-155; «Cristología explícita», en ibid., 155-173; W. MARXEN, sobre sí mismo en el evangelio); I. BROER, «É^ODCTÍO», en DENT I, 1446-1450;
Anfangsprobleme der Christologie (Gütersloh 1965). W. FORSTER, «é^owíoí», en TWNT II, 557-572.
66 P.I. La historia y destino de Cristo. Cristología bíblica C.l. Acción 67

feta se remite a la teofanía que lo ha transformado y enviado a profe- i ) Relación con las instituciones sagradas
rir un mensaje al pueblo, y que él comunica como oráculo de Yahvé.
El sabio propone una verdad universal adquirida por la experiencia La misma autoridad muestra Jesús en relación con las institucio-
humana, ajena o propia. El místico transmite a los demás la expe- nes sagradas del pueblo: la tradición (halakhah), los preceptos de
riencia que ha tenido de Dios e invita a entrar por los caminos que pureza, el sábado, el templo y el culto, la ley, las personalidades sa-
llevan a ella o preparan para recibirla. Cada uno de ellos tiene su tí- gradas. Frente a la tradición humana, Jesús restaura la voluntad ori-
tulo propio de legitimidad y puede responder al origen de su autori- ginaria de Dios (Me 7,1-13). Frente a los preceptos de pureza exte-
dad: la Escritura y tradición en el caso del escriba, para lo cual ha re- i ior, Jesús reclama la pureza de corazón y la intención limpia (Me
cibido la ordenación rabínica; la vocación y misión divina en el caso U-6). En las seis disputas sobre el sábado (Me 2,23-28; 3,1-6; Le
del profeta; el estudio y viajes en el caso del sabio; la peculiar expe- 13,10-17; 14,1-6; Jn 5; 9) los textos muestran la doble actitud de Je-
riencia religiosa en el caso del místico. Jesús no se identifica ni es sús: observancia en principio y superioridad simultánea, para poner-
comparable con ninguno de ellos. Él no remite ni a una experiencia lo al servicio de la curación de los hombres. Él es Señor del sábado,
de vocación profética, ni a una cualificación rabínica, ni a una sabi- como Hijo del hombre. La reacción de los oyentes muestra la grave-
duría peculiar, ni a una experiencia mística. De él nos quedan pala- dad de esta actitud de Jesús: «Saliendo los fariseos, luego se concer-
bras proféticas, fórmulas sapienciales, sentencias legales, parábolas, taron con los herodianos contra él para prenderle» (Me 3,6). Es la
palabras referidas a sí mismo («Yo he venido...»), palabras de segui- misma actitud que ha tenido frente al templo y el culto: lo ha tomado
miento; pero todas están determinadas por su autoconciencia y apo- en serio y jamás lo ha trivializado, pero lo ha «relativizado» al refe-
yadas sólo en su propia persona. Su persona es su autoridad. rirlo a su persona y a su misión. San Juan identificó con nitidez el
significado profundo de su acción en el templo expulsando a los ven-
dedores: no pretendía sólo purificar ni destruir el viejo orden cultual
sino proponer el nuevo. El orden viejo debía ceder el paso al nuevo.
b) Autolegitimación: «Amén» Su cuerpo era propuesto como templo de la nueva humanidad (Jn
Jesús reclama la autolegitimación de su propia doctrina. No hay el 2,16-22). «Aquí hay alguien mayor que el templo» (Mt 12,6), mayor
más mínimo rastro de una teofanía, como la de Isaías; no se dice que que Moisés, Jonás, y Salomón (Mt 6,29; 12,38-42; Jn 1,17). Todos
estudiase a los pies de un maestro, como Pablo con Gamaliel; tampo- ellos están del lado de la ley dada por Moisés, pero «la gracia y la
co se nos narra una peculiar experiencia transformadora de su vida. El verdad» no vinieron por él sino por Jesús (Jn 1,17). Él era anterior a
bautismo con el don del Espíritu ocupa un lugar central, pero nunca es Abrahán y superior a Jacob (Jn 4,12; 8,58).
interpretado con categorías similares a las del envío de los profetas, La relación de Jesús con la ley fue matizada en casos concretos
aun cuando él se comporte como tal y como tal sea reconocido por el pero tajante en lo fundamental. Realizó una confirmación (cuando
pueblo. Esta autoridad personal se manifiesta en la forma en que co- dice al escriba: «No estás lejos del Reino de Dios», al referirse al do-
mienza sus discursos: el Amén, que coloca al principio, como proposi- ble precepto propuesto por la ley de amor a Dios y al prójimo [Me
ción autoritativa, mientras que en el uso litúrgico tradicional estaba al 12,28-34; Mt 22,34-40]); una transformación mediante una interpre-
final como adhesión a lo leído, proferido o cantado (2 Cor 1,20). tación nueva (cuando se afirma que hay que amar al prójimo como a
«Amén, en verdad, os digo» (Me 3,28; 9,1.41; 10,29; 11,23; 12,43; uno mismo pero hace una interpretación radical y una extensión uni-
13,30; 14,9.18.25.30). San Juan reduplica la fórmula: «Amén, versal del prójimo [Le 10,25-37]); una superación antitética y dia-
Amén», que en él encontramos 25 veces, 13 en Marcos, 30 en Mateo, léctica (cuando Jesús propone la mayor justicia frente a la antigua y
6 en Lucas. En Juan esta fórmula es un anticipo del yo enfático: «Yo contrapone su palabra a la de la ley: «se os ha dicho», «yo en cambio
os digo», «Yo soy», que hace eco a la automanifestación y autoidenti- os digo» [Mt 5-7]).
ficación de Yahvé en el Éxodo (Éx 3,14)42. Por ello H. Schlier ha afir-
mado que en esta palabra y comportamiento de Jesús está incluida in
nuce toda la cristología posterior 43. d) Actitud ante los grupos humanos
Las relaciones que Jesús instaura implican una nueva conciencia
Cf. T. W. MANSON, The Teaching of Jesús, 207. de autoridad y la manifiestan. Son relaciones con personas margina-
Cf. H. SCHLIER, «ocurjv», en TWNT I, 339-342. das y consideradas ajenas al ordenamiento religioso y legal vigentes,
68 P.I. La historia y destino de Cristo. Cristología bíblica
C. 1. Acción 69
44
como publícanos, pecadores, extranjeros, prostitutas . Ese acerca-
miento era explícitamente ejercitado como oferta del Reino a los e) Relación con Dios: 'abba
más alejados y a los que más lo necesitan. La oferta de amistad y la Jesús ha vivido en una relación con Dios caracterizada por la
aceptación de comensalidad con ellos eran gestos, provocativos para obediencia, la fidelidad y la oración. Ha orado a lo largo de toda su
los defensores de la religión moral y política establecidas, que Jesús vida y de manera especial en los momentos en que se decidía su des-
hacía no sólo como expresión de bondad y generosidad propias sino tino o tomaba decisiones claves para su misión. Oración a solas, en
como revelación y otorgamiento del amor de Dios a esos grupos. Lo lugar desierto, durante la noche. San Lucas ha subrayado con espe-
que está en juego es la interpretación que se da de Dios y de su rela- cial intensidad esta oración de Jesús (5,16; 6,12; 9,18.28-29; 10,21;
ción con el hombre. Para Jesús es Dios quien como Padre ama a sus 11,1; 22,32.40-46; 23,34.46). La oración es el lugar de su encuentro
hijos alejados, perdidos, pecadores. Por eso actúa él así teniendo co- con el Padre (10,21; 22,42; 23,34.46). Los evangelios han recogido
munión de vida y mesa con ellos. Sus comportamientos revelan el el tenor de esa oración en la forma de dirigirse a Dios, expresada en
ser de Dios, que se hace patente en el obrar del Hijo. La parábola del una fórmula transmitida en arameo: 'abba (Me 14,36), infrecuente
Padre, acogiendo al hijo pródigo, es la mejor definición del Dios en la tradición anterior y que quedó en la Iglesia como expresiva de
que Jesús revela y al que él imita con su acogimiento de los pecado- la conciencia de Jesús comunicada a sus discípulos (Le 11,2; Rom
res. Él la propone como defensa frente a quienes le acusan de comer 8,15; Gal 4,6). Ella expresa la cercanía, confianza e inmediatez de
con publícanos y ser amigo de prostitutas. Ofrecer amistad, compar- Jesús, quien al invocar a Dios así como Padre, se estaba afirmando a
tir comensalidad y otorgar el perdón de los pecados van unidos, jun- sí mismo como Hijo en una relación única 46. En Jesús encontramos
to con la recuperación de la salud en el caso de los enfermos. Gestos, una suma misteriosa defiliación,obediencia y libertad ante el Padre.
milagros de transformación y palabras de autoridad, se autoimplican Lo que la posterior cristología enuncia al hablar de «el Hijo» tiene su
e interpretan recíprocamente. Los tres muestran la conciencia que entronque en esta oración y palabra de Jesús. Por eso se ha dicho que
Jesús tiene de su autoridad y persona. Con la misma libertad y auto- el 'abba es «el fermento de la posterior cristología, de la fe eclesial
ridad Jesús acepta una invitación para comer en casa de Zaqueo confesante de Jesús como Hijo» 47.
«jefe de publícanos y rico», cura un enfermo y perdona los pecados Junto a los textos del 'abba, tenemos otro en los sinópticos, que
(Le 19,1-10; Me 2,1-12). Esos gestos son de naturaleza teológica y por su semejanza con las afirmaciones de Jesús en San Juan ha sido
soteriológica; sólo en segundo lugar son de naturaleza social o mo- designado como «meteorito caído del firmamento joánico» 48 y que
ral. Jesús no trivializa el pecado, sino que confronta al pecador con- explícita la reciprocidad de conocimiento y de autoridad revelante
sigo mismo, al ponerlo ante el perdón de Dios e invitarlo a no pecar entre Jesús y el Padre: «Todo me ha sido entregado por mi Padre y
más. Jesús declara inaugurado el año de gracia del Señor (Le 4,18; nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el
cf. Is 61,1-2). A estos gestos hay que añadir la exigencia imperativa, Hijo y aquel a quien el Hijo quisiera revelárselo» (Mt 11,27; Le
planteada para seguirle («Ven, sigúeme») y el hacer depender la rela- 10,21-22) 49. Jesús se atribuye la función de la Sabiduría que posee
ción del hombre con Dios y su destino futuro (salvación-condena-
ción) de su actitud ante él. Esta llamada imperativa y el perdón de
los pecados completan la lista de comportamientos con los hombres Cf. J. JEREMÍAS, «'Abba», en Abba. El mensaje central del NT (Salamanca
que revelan la conciencia de identidad y autoridad que Jesús tenía 45. 1993) 17-73; ID., «'Abba como invocación para dirigirse a Dios», en Teología del NT,
80-87; J. A. FlTZMYER, «Abba and Jesús Relation to God», en A cause de l'Évangile.
FS J. Dupont (París 1985) 15-38; W. MARCHEL, Abba, Pérel La Priére du Christ et
44 des chrétiens (Roma 1963); G. SCHELBERT, «Abba Vater. Stand der Frage», en
Cf. M. FRAIJO, Jesús y los marginados (Madrid 1985); J. JEREMÍAS, «La bue- FZPhTh 40 (1993) 259-281; J. SCHLOSSER, «Abba», en El Dios de Jesús (Salamanca
na nueva para los pobres», en Teología del NT, 133-148. 1995) 183-218; H. SCHÜRMANN, Padre nuestro (Salamanca 1982) 23-43; ID., Jesús.
45
«Jesús no ha presentado una doctrina explícita sobre su persona, pero ha pre- Gestalt und Geheinnis, 18-63; G. KITTEL, «áppá», en TWNT I, 4-6.
sentado el hecho de su persona como significativa, más aún, como decisiva, en la 47
G. SCHRENK, «;taTr¡p», en TWNT V, 988.
medida en que él quería ser portador de la palabra decisiva de Dios en la última hora 48
K. A. VON HASE, Geschichte Jesu (Leipzig 1891) 442.
[...] Tal llamada a la decisión ante su persona implica una cristología». 49
Jn 5,19-20. Cf. J. JEREMÍAS, Teología del NT y los comentarios a Mateo de
R. BULTMANN, «Die Bedeutung des geschichtlichen Jesús für die Theologie des J. GNILKA, Das Matthausevangelium, I (Freiburg 1986) y P. BONNARD, L'évangile
Paulus», en Glauben und Verstehen, I (Tübingen 1964) 204. Cf. J. D. G. DUNN, Je- selon Saint Matthieu (Neuchátel 1970); y a Lucas de H. Schürmann, de F. Bovon y
sús' Cali to Discipleship (Cambridge 1996); M. HENGEL, Seguimiento y carisma de J. A. FlTZMYER, El evangelio según Lucas, II (Madrid 1986) 244-264 con biblio-
(Salamanca 1981). grafía, w ••/< <
C.l. Acción 71
70 P.I. La historia y destino de Cristo. Cristología bíblica

todo el saber y otorga todo conocimiento pero existiendo como per- encontraremos también una cristología explícita, es decir la declara-
sona concreta en el mundo. El mismo grado de conocimiento que ción expresa de su identidad, la aplicación a sí mismo por Jesús de
Dios tiene de sus creaturas, conocimiento constitutivo y exhaustivo, títulos de majestad, que revelarían de manera manifiesta su identidad
ése lo tiene Jesús de Dios, su Padre. Se afirma que nadie conoce al profética, mesiánica y filial, mostrando quién era y en qué sentido
Padre sino el Hijo y éste es declarado su Revelador absoluto. Aquí se pensaba realizar su misión? El teólogo católico se inclina a la res-
suma la tradición apocalíptica (la revelación de los últimos tiempos puesta afirmativa, partiendo del concepto de revelación, presupuesto
[Dan 2,22.28-29; 7,10.27]) con la tradición sapiencial (Eclo 24). Es por el Vaticano II, cuando exige la unión de palabras con los hechos
uno de los tres pasajes en Mateo donde Jesús aparece como «el para que la revelación sea real. No bastan palabras sin hechos, pero
Hijo» y Dios aparece como «el Padre» (Mt 21,37; 24,36). Tenemos tampoco hechos sin palabras.
aquí expresado en terminología funcional lo que Nicea expondrá con
«La revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente li-
terminología metafísica. Para fundamentar la reciprocidad de cono- gadas. Las obras que Dios realiza en la historia de la salvación mani-
cimiento entre Jesús y Dios, y la autoridad absoluta para revelarlo, el fiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras
Concilio utilizará categorías del orden del ser, no del hacer. El térmi- significan; a su vez las palabras proclaman y explican su misterio»
no «consustancial» afirma la igualdad de naturaleza entre el Padre y (DV 2; cf. 4).
el Hijo, para poder dar razón de la reciprocidad de conocimiento, re-
velación y amor existente, según los evangelios, entre Jesús y Dios.
Sólo puede ser Revelador absoluto de Dios quien con él comparta a) La relación de Jesús con los apóstoles
ser, conciencia y voluntad. Sólo puede ser Salvador absoluto quien
comparta la vida con Dios y sea Dios, porque la salvación es Dios y A no ser que se parta del presupuesto previo según el cual no
no otra cosa. tuvo conciencia de su identidad mesiánica y filial, es imposible pen-
sar que conviviera con sus discípulos todo el período de su vida pú-
Estos comportamientos de Jesús tienen un profundo significado
blica, asociándolos a sus tribulaciones (Le 22,28) y enviándolos a
teológico, ya que el hombre bíblico se comprende más como rela-
predicar el Reino (Mt 10,1-16), yendo con ellos decididamente a Je-
ción que como realidad, se define no con palabras sino con hechos y,
rusalén, a su cabeza como quien va a una hora decisiva (Le 9,51), sin
por tanto, podemos descubrir su identidad a partir de las relaciones
que les manifestase las razones de su autoridad, el fundamento de su
que instaura, sin que sean necesarias palabras ni definiciones. A la
pretensión y a la vez les revelara algo de su misión y de su propia
luz de estas relaciones descubrimos la autoconciencia de Jesús. Esas
persona. La convivencia y el envío a predicar reclaman que hubiera
relaciones son precisamente las que suscitan el rechazo de sus con-
un contenido explícito del mensaje, claro y autorizado, a la vez que
temporáneos y hacen inteligible la muerte final. Su estudio, por tan-
un conocimiento del que los enviaba y de la autoridad con que lo ha-
to, tiene a la vez un interés teológico y un interés histórico, ya que al
cía. Jesús consideró a los apóstoles sus colaboradores y amigos, por
mismo tiempo que nos muestran cómo se comprendía Jesús a sí mis-
eso no pudo mantenerlos ajenos a su propio misterio. No hay verda-
mo, nos hacen inteligible por qué lo mataron. San Juan explicita ese
dera amistad donde sólo se ponen en común cosas o ideas pero no se
doble contenido:
deja transparecer la persona con sus intenciones y pretensiones. El
«Los judíos perseguían a Jesús por haber hecho esto en sábado, adagio castellano reza así: «Corazón que se recata de su amigo ver-
pero él les respondió: "Mi Padre sigue obrando todavía y por eso dadero, es enemigo disfrazado». ¿Qué otra cosa puede significar la
obro yo también". Por eso los judíos buscaban con más ahínco ma- afirmación de Jesús:
tarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que decía a Dios su
Padre, haciéndose igual a Dios». (Jn 5,16-18; cf. 10,33; 19,7).
«A vosotros os ha sido dado el misterio del Reino de Dios» (Me
4,11); «os es dado a conocer los misterios del Reino de Dios» (Le
8,10); «[...] A vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he
2. La cristología explícita. Identificación ante los apóstoles oído a mi Padre os lo he dado a conocer» (Jn 15,15; Le 12,4)?
y títulos de majestad
La verdadera amistad se forja en el destino, misión y persona
Todos los autores están de acuerdo en admitir una cristología im- compartidos. Es por tanto necesario postular una cristología explí-
plícita en la acción, doctrina y comportamientos de Jesús. Pero, ¿no cita. Explícita en el nivel en que el crecimiento humano de Jesús la
72 P.I. La historia y destino de Cristo. Cristología bíblica C.l. Acción 73

iba constituyendo explícita en la medida en ue los hechos la iban profético y un secreto sapiencial. No quiso ser la respuesta isomórfica
haciendo necesaria explícita en la medida en ue la comprensión a las esperanzas y demandas proyectadas sobre él. Por dos razones: la
de los apóstoles la iba pudiendo recibir. La historia de la propia con- primera, porque si bien él correspondía al fondo de las promesas salví-
ciencia y de la comunicación a los demás se extiende desde el prime- ficas, sin embargo difería en la forma (no violenta, no política, no na-
ro al último instante de la vida. Lo más esencial de nosotros mismos cionalista...) de cumplirlas 5I . Y segunda, por acompasamiento al iti-
sólo lo conocemos del todo en explicitud al final50. Por ello postula- nerario interior de sus discípulos, que sólo en la resurrección podían
mos una cristología en explicitud diferida y conquistada, en función encontrar pruebas definitivas para aceptarle como tal Mesías e Hijo.
de lo que iba exigiendo su misión, a la medida del propio itinerario Esto explica su actitud libre ante esos títulos que en el momento pudo
de Jesús y de la integración de los apóstoles en él. A ella concurrie- parecer ambigua 52 .
ron los hechos que manifestaban la autoconciencia de Jesús y las pa- Hay autores que niegan que Jesús se aplicase directamente título
labras que la interpretaban. Jesús es así Revelador con el hacer y el alguno; otros, en cambio, ven posible la aplicación explícita de algu-
decir. Sin uno u otro la revelación hubiera quedado sin acreditar o nos de ellos y afirman que en cualquier caso se ha vivido conforme a
sin completar, ya que los hechos sin palabras retienen una última os- lo que ellos implicaban (Cullmann, Manson, Colpe, Hengel, Dodd,
curidad, que por sí solos no pueden superar. Taylor, Stuhlmacher,...)53. Estos posibles títulos son Mesías, Siervo
de Yahvé, Hijo del hombre, Hijo 54.

b) Los títulos de majestad: Mesías, Siervo de Yahvé,


51
Hijo del hombre, Hijo de Dios «Jesús, familiarizado con las Escrituras, nutrido de su sustancia, fue el prime-
ro en releerlas, liberando la esperanza de Israel de sus frenos terrestres, nacionales y
Respecto de los títulos cristológicos hay que distinguir: a) la apli- nacionalistas. Gracias a esta relectura une en el retrato del Salvador de los últimos
cación directa de ellos por Jesús a sí mismo; b) la atribución por los tiempos los rasgos del Mesías davídico, los del Servidor de Yahvé y los del Hijo del
demás; c) la realización silenciosa de su existencia releyéndolos todos hombre. Estos dos personajes aparecieron a sus ojos como revelados por Dios y
ocultos en las Escrituras para corregir y completar la imagen del Mesías real, y para
a la luz de la propia misión. Jesús no los ha usado ni aceptado en el darle una dimensión nueva y trascendente» J COPPENS, Le messiamsme et sa releve
sentido que tenían entre sus contemporáneos, sino que los ha releído prophéhque (Leuven 1989) 250 Sobre el mesiamsmo en su forma regia, profética y
todos desde la percepción de su propia identidad, sin aceptarlos ni re- sacerdotal, las variaciones históricas y aplicación de la idea, no sólo del título, a Cris-
chazarlos explícitamente. Tal como estaban esbozadas en el AT, ni el to, cf. J COPPENS, Le messiamsme royal (París 1968), ID , Le messiamsme et sa
profetismo, ni la sabiduría, ni la mesianidad, ni la filiación eran cate- releve prophéhque Les anhcipatwns vétérotestamentaires Leurs accomphssements
en Jésus (Leuven 1974), ID , La releve apocalyphque du messiamsme royal I La ro-
gorías suficientes para expresar su identidad y la forma de realizar su yante, le régne, le royaume Cadre de la releve apocalyptique (Leuven 1979), ID., La
misión. Por ello carece de sentido proyectar sobre Jesús tanto las cate- releve apocalyptique du messiamsme royal II Le Fds de l 'homme vétéro et intertes-
gorías anteriores del judaismo —que no contaban todavía con la nove- tamentaire (Leuven 1983); ID , La releve apocalyptique du messiamsme royal III.
dad de Jesús— como las posteriores de la Iglesia —que ya contaban Le Fus de l'homme néotestamentaire (Leuven 1981), H CAZELLES, Le Messie de la
con la novedad de la resurrección— y preguntar en qué medida se ha Bible Chmtologie de l'Ancien Testament (París 1978), R TREVUANO, «Mesiams-
mo y cristología», en Orígenes del cristianismo (Salamanca 1995) 325-365
adecuado Jesús a ellas. Jesús se ha comprendido a sí mismo desde la 52
lectura del AT, desde la relación con el Padre en la oración, desde la «Hemos llegado al resultado, una cristología indirecta hace verosímil la exis-
reacción de los hombres a su predicación, desde la esperanza mesiáni- tencia de una cristología directa en las afirmaciones de Jesús Los títulos mesiánicos
de soberanía, que aparecen en los evangelios, deben ser nuevamente juzgados a la
ca contemporánea, pero ante todo desde aquel saber personal, que es luz del hecho de esa autoconciencia mesiámca de Jesús. Por ello en el curso de nues-
ínsito al propio ser, en este caso a su ser filial. Desde ahí percibiría que tra investigación podemos estar abiertos a la posibilidad de que las fuentes de la cris-
todos los títulos mesiánicos previos anticipaban dimensiones de su tología eclesial haya que buscarlas en la propia cristología de Jesús» H MARSHALL,
ser, pero ninguno era suficiente y casi todos se prestaban a confusio- Die Ursprunge der neuetestamenthchen Christologie (Giessen-Basel 1985) 61
53
nes por la forma concreta en que los entendían los distintos grupos re- Para estos autores hay hechos que son un equivalente de palabras explícitas
ligiosos y políticos del momento (fariseos, saduceos, herodianos, ese- Cf M HENGEL, «Chnstologie und neutestamenthche Chronologie Zu einer Apone
ín der Geschichte des Urchristentums», en Neues Testament und Geschichte FS
nios, apocalípticos...). Jesús ejerció un secreto mesiánico, un secreto O Cullmann (Zunch-Tubingen 1972) 43-68, quien cita los autores que se sitúan en
esta línea
54
«Of these the only ñames which Jesús mdubitably used of Himself are "Son
Cf O GONZÁLEZ DE CARDEDAL, Aproximación, 161-162.
y of Man", "Son of God" and "the Son", and ít will be necessary later to consider the
74 P.I. La historia y destino de Cristo. Cristología bíblica C.l. Acción 75
a) Jesús cumple objetivamente el mesianismo, trayendo el Rei- dice mejor en silencio y con el poder de los hechos. La existencia de
no y con él la salvación. Por eso, situado en el caso límite, no recha- Jesús transparenta y cumple lafiguradel Siervo. A la luz de ella Barth
za esos títulos, porque supondría la negación de parte de su identidad y Bonhoeffer definieron a Jesús como el «hombre para Dios y el hom-
y misión. Éste es el caso de la aceptación de la confesión como Me- bre para los demás» 57. Schürmann acuñó la expresión «proexistencia
sías por Pedro (Me 8,29-30) y su respuesta a Caifas en el proceso activa» como la categoría que expresa primero la forma de su destino
(Me 14,62). La renuncia de Jesús a aceptar expresamente el título de y luego la raíz de su ser. Proexistencia que para ser absolutamente sal-
Mesías está en conexión con el contenido doloroso y humilde que él vadora del hombre tiene que incluir su «preexistencia» y condición di-
iba a imprimirle frente al contenido nacionalista y político, que tenía vina, pues de lo contrario sería una solidaridad ineficaz para superar
para sus contemporáneos. Éste es el fundamento del llamado «secre- nuestro destino de pecado actual y de muerte final58.
to mesiánico». ¿Cómo podía ser reconocido como Mesías alguien c) Los sinópticos ponen en boca de Jesús 82 veces el título Hijo
que relativizaba la ley y se preparaba para asumir el destino de los del hombre, utilizado siempre por él para identificarse a sí mismo, en
crucificados? La tesis de R. Eissler, S. G. Brandon y de los grupos tercera persona, como forma enfática de su «yo». Nunca le es atri-
que en los años 60-70 afirmaban que Jesús se había adherido al mo- buido por los demás. Su significado exacto es complejo. Puede ser
vimiento zelota revolucionario, carece de fundamento, aun cuando una autodesignación, «el hombre que soy yo», y puede remitir a la
alguno de sus discípulos viniera de él y su mensaje contuviese aspec- figura de majestad que encontramos en el libro de Daniel (7,13),
tos que eran comunes a ambos movimientos: la esperanza para el donde tiene una dimensión individual a la vez que comunitaria, pro-
pueblo en todos los órdenes. Para los zelotas lo primero y central era cedencia de Dios y función de juez sobre el mundo. Está referido al
la soberanía de Israel, mientras que para Jesús lo esencial y primor- presente, en el que está actuando ya (es Señor del sábado y perdona
dial era el Reino de Dios, relativizando todo lo demás, no por carecer los pecados [Me 2,10.28]); al futuro de sufrimiento (en la pasión en
de importancia sino por ser secundario 55. la que será rechazado, pondrá su vida al servicio y rescatará la de
b) No sabemos si Jesús se aplicó directamente el título Siervo de muchos [Me 10,45]); di futuro de majestad, ya que vendrá como juez
Yahvé pero se sintió llamado a vivir como la figura diseñada por el universal. Sorprende que los textos sumen en un mismo título as-
profeta, encargada con la reconciliación y expiación del pecado de los pectos de gloria y de dolor, de majestad que juzga y de humillación
muchos intercediendo por el pueblo. Esa identificación aparece en que va a la muerte. El Hijo del hombre será el juez de todos, tras ha-
aquellas palabras en que define su vida como servicio, solidaridad a ber sido su compañero, siervo y solidario en la muerte. Su juicio no
favor de los muchos y sacrificio: «El Hijo del hombre no ha venido a será la exigencia de un ajeno que enjuicia desde fuera sino la mostra-
ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por muchos» (Me ción del amor y la verdad de alguien que juzga desde dentro, porque
10,45). Mt 8,16-17 hace la vinculación explícita con el cuarto canto ha tenido una historia común con los enjuiciados. Su juicio no pre-
del Siervo de Yahvé (Is 52,13-53,12)56. La preposición wep (por, a tende ajusticiar sino salvar. El Hijo del hombre, lo mismo que el
favor de, en servicio a, en lugar de) es común a las dosfiguras.Por eso Siervo de Yahvé, son personalidades corporativas, que implican y
podemos transliterar el texto de Marcos con esta otra fórmula: «El portan en sí al pueblo, a todos los hombres delante de Dios. Los anti-
Hijo del hombre ha venido para cumplir la misión del Siervo de Yah- cipan, los representan y los sustituyen, no para desplazarlos sino
vé» (Is 53). Se puede decir quién se es con palabras, pero a la vez se para emplazarlos, potenciándolos para que puedan por sí mismos
realizar su destino de hijos ante Dios, y una vez superado su pecado,
poder ser adoradores libres y partícipes gozosos de su gloria.
bearing of this usage upon his own conception of His person». V. TAYLOR, The Ña-
mes of Jesús (London 1962) 66.
Cf. O. CULLMANN, Jesús y los revolucionarios de su tiempo (Barcelona 57
1980); H. GUEVARA, Ambiente político del pueblo judio en tiempos de Jesús (Ma- Cf. K. BARTH, KD III/2, 64-81 (Jesús el hombre para Dios); Ibid., 246-263
drid 1985); M. HENGEL, Jesús y la violencia revolucionaria (Salamanca 1973); (El hombre para los otros hombres); D. BONHOEFFER, Resistencia y sumisión. Car-
G. THEISSEN-A. MERZ, El Jesús histórico..., 487-521. tas y notas desde la prisión (1943-1945) (Salamanca 1985).
56 58
Cf. H. W. WOLFF, Jesaja 53 im Urchristentum (Giessen 1984); W. GRIMM, Cf. H. SCHÜRMANN, «El Cristo preexistente, ¿centro de la fe del mañana?»,
Die Verkündigung Jesu und Deuterojesaja (Frankñirt 1981); P. STUHLMACHER, en ¿Cómo entendió y vivió Jesús su muerte? (Salamanca 1982) 129-163; ID., «"Pro-
«Existenzstellvertretung für die Vielen: MK 10,45 (Mt 20,28)», en Versohnung, Ge- existenz" ais christologischer Grundbegriff», en Jesús. Gestalt und Geheimnis,
setz und Gerechtigkeit (Góttingen 1981) 27-42; H. RIESENFELD, «ráép», en TWNT 286-315. La conexión necesaria entre preexistencia y proexistencia ha sido la aporta-
VIII (1969) 510-518, con bibliografía ulterior en X/2 (1979) 1287. „ u i _, , t ,„. H w ción crítica hecha a la primera propuesta de Schürmann por Kasper y Balthasar.
76 P.I. La historia y destino de Cristo. Cristología bíblica C.l. Acción 11

Estos signos de una conciencia implícita de autoridad y los títu- V Conclusión: Jesús, equivalente dinámico
los explícitos de mesianidad y filiación no demuestran con evidencia de la autoridad de Dios
quién era y cómo se comprendía a sí mismo Jesús, ni anticipan todo
el saber de la Iglesia posterior sobre él. Su identidad permanece en- La doctrina, las acciones, los signos portentosos, los comporta-
vuelta en oscuridad hasta que la resurrección y el Espíritu la desve- mientos revolucionarios de Jesús respecto de las instituciones, per-
len. Los comportamientos, mensaje y palabras de Jesús sobre sí mis- .onas y legislación sagrada de Israel manifestaban una conciencia de
mo ni son iguales ni están en contradicción con la cristología explíci- niloiidad que traspasaba lo conocido en la historia de Israel. Jesús se
ta de la Iglesia sino que la contienen en germen. Hacen posible, no .nilcponía a las figuras fundadoras (Moisés), a la sabiduría normativa
necesaria, la posterior confesión de fe. Tienen su valor y sus límites (Salomón), a los lugares sagrados (el templo). Sin reclamar explíci-
para mostrar la continuidad histórica entre la conciencia del Jesús te- iiimente su autorización, Jesús de hecho actuaba como si fuera el lu-
rrestre y la cristología de la Iglesia. Todos esos textos y comporta- i>ailcniente del conocimiento, autoridad y juicio de Dios. Jesús se
mientos pueden ser releídos en mínimos, encajándolos en lo conoci- ponía ante sus oyentes en el lugar que sólo Dios podía ocupar ante el
do ya del AT, o pueden ser vistos como destellos de lo que luego ex- hombre. No lo sustituía —¡tal blasfemia estaba lejos de las intencio-
plicitará la Iglesia. De todos vale lo que Dreyfus dice de uno de esos nes de Jesús!—, pero reclamaba que Dios actuaba en él y por él; y
gestos innovadores de Jesús: la invocación 'abba. 11 uc, por consiguiente, sus acciones eran la «acción de Dios», como
don, exigencia y juicio.
«¿Cuál es el contenido de esta invocación para el tema que nos Hay una identidad de acción salvífica entre Dios y Jesús, que lue-
ocupa, el Jesús histórico? Ella expresa como mínimo una relación de i'.o la reflexión de la Iglesia prolongará afirmando una identidad de
amor estrechísima entre Jesús y su Padre, una familiaridad que rom- naturaleza. El libro de los Hechos lo explícita aplicándole a Cristo
pe absolutamente con la actitud judía propia de los contemporáneos los textos, títulos y eficacia salvífica otorgada en el AT a Yahvé:
de Jesús en la invocación del Padre celeste. Como máximo, se puede
ver en ella, al menos insinuada, una cierta igualdad entre el Padre y •<Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo» (Os 3,5; He
el Hijo. También aquí como en situaciones anteriores hay que afir- !,21; Rom 10,13). San Pablo introduce casi todas sus cartas refirien-
mar que es imposible decidir con evidencia entre estas dos interpreta- do los dones mesiánicos de la gracia y la paz tanto a Dios Padre
ciones. Conviene por tanto mantener a esta invocación 'abba su pro- como a Jesucristo el Señor (xápic, úuív KOCÍ eipfjvri arcó 6eoñ nazpbc,
fundidad, su riqueza, también, y sobre todo su misterio» 59. ijucov KOU icupúru 'rqaoí Xpurcoñ [Rom 1,7; 1 Cor 13; 2 Cor 1,2; Gal
1,3; Flp 1,2; Fil 3]) 60. La equivalencia dinámica aquí referida a la
La Iglesia, que nos ha transmitido los evangelios, partía de una presencia salvadora de Dios actuando en la muerte y resurrección de
evidencia: el Jesús que predicó el Reino y el Cristo que ella anuncia (Visto, los evangelistas la ven ya anticipadamente en cada uno de los
resucitado es el mismo. El mismo Dios está con él, en la fase terres- gestos salvíficos de su existencia terrestre.
tre y en la glorificada. La continuidad, por tanto, la establecen la ac-
ción de Dios y la experiencia del Espíritu en la Iglesia, que oye como 60
palabras del Resucitado para ella las que Jesús en sus existencia te- Cf. U. MAUSER, Gottesbild und Menschwerdung (Tübmgen 1971) 122-143
(Die Identitát der Heilstat Gottes mit der Heilstat Christi).
rrestre dirigió a los oyentes en Galilea. El intento de mostrar esa con-
tinuidad a la luz de los textos nace para responder a la sospecha fren-
te a una Iglesia que habría creado otro Jesús. La sospecha puede ser
legítima, pero se supera no por una exégesis de textos aislados, sino
por la comprensión relacionada del evangelio como texto total de la
comunidad y de lo que significaron el mensaje y la persona de Jesús
entonces, con lo que han significado a lo largo de toda la historia y
están significando hoy.

F. DREYFUS, Jésus savait-il qu'il était Dieu? (París 1984) 54.

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