TP 12 El Humor en La Literatura Argentina
TP 12 El Humor en La Literatura Argentina
TP 12 El Humor en La Literatura Argentina
Cronin Curso: 5° 1°
Prof. Flavia Jaque
LENGUA Y LITERATURA III
TRABAJO PRÁCTICO N° 12
¡Hola, chicos! En esta cartilla trabajaremos algunos autores argentinos que escribieron
obras de teatro. Elegí como temática “El humor”. Recuerden que no hace falta imprimir la
cartilla. Pueden copiar las consignas y responder en una hoja o en el mismo archivo.
Espero sus consultas.
Leemos con atención este marco teórico para poder resolver luego las actividades
EL HUMOR EN LA LITERATURA
Lo cómico es parte de nuestra condición humana. Casi siempre nace espontáneamente y se manifiesta
en una risa o una carcajada.
Según el diccionario de la RAE la palabra humor deriva del latín humor-oris y se relaciona con la
exteriorización de una manera aguda y jovial de percibir el mundo.
Lo cómico implica la transgresión a una regla: para que el efecto sea cómico se supone que se conocen
las normas que se están violando. En general, lo que viola lo cómico son disposiciones comunes, reglas que,
como integrantes del cuerpo social, consideramos como dadas.
FUNCIONES DEL HUMOR:
• Cognitiva y de reflexión: el humor ofrece la capacidad de pensar en más de una dirección. Por eso los
cómicos tienden a ser personas creativas, con capacidad de dirigir la mirada más allá de lo evidente. La falta
del sentido del humor es una desventaja para adquirir conocimientos pues se excluye a acceder a distintas
partes de la realidad.
• Terapéutica: la creencia de que el humor es beneficioso para los humanos está documentada por la
sabiduría popular en refranes y proverbios. Por ejemplo: La Biblia: “cuando un corazón está alegre la vida es
más larga”. Proverbio chino: “para estar sano hay que reír varias veces al día” Muchos han depositado en la
risa buena parte de la responsabilidad de la salud física y mental de las personas.
• Instrumento de crítica: el humor siempre ha sido un arma del hombre; usada para combatir los
infortunios de la vida y reírse de ellos e incluso de sus propias desgracias. Advirtiendo sobre el carácter
desafiante del humor, alguien dijo: “Cuando al tirano se le puede llamar tirano el humor deja de ser necesario”.El
humor también es una especie de espejo que refleja la sociedad de cada época y de cada zona. En el mensaje
humorístico, los personajes representan a un grupo, pueblo o clase social y sirve para poner de manifiesto el
carácter, las preocupaciones o la visión del mundo de ese grupo – recordemos los chistes sobre suegras,
provincianos, porteños, médicos, abogados, etc.
La parodia.
El concepto de parodia es muy amplio y la teoría literaria lo ha trabajado exhaustivamente durante los
últimos años. Una definición aproximada y frecuente podría ser que la parodia es una burla de otro texto, en
general serio y por supuesto anterior, o una transformación lúdica de un texto previo. El origen etimológico de
esta palabra refuerza nuestra explicación. La raíz 'odos' del término griego parodia, significa “canto”. El prefijo
'para' tiene dos significados casi contradictorios. Por un lado, quiere decir “frente a” o “contra”; al adoptar este
sentido, la parodia se define como 'contra-canto', como oposición o contraste entre dos textos, de los cuales
surge el efecto cómico o ridículo. Ahora bien: en griego, la palabra 'para' también significa “al lado de” lo que
sugiere un acuerdo y una intimidad. Si tomamos en cuenta este segundo sentido, podemos definir a la parodia
como una repetición, pero con diferencias, sin necesidad de burla.
ACTIVIDAD
Mira el episodio 1 del capítulo 14 de la temporada 13 de Los Simpson, titulado: “Cuentos de dominio
público” y luego responde:
a) ¿Qué obra se parodia en el episodio?
b) Identifica otros recursos del humor presentes en dicha primera historia. Recuerda
ejemplificar.
Para que la acción burlesca de la parodia surta efecto, es necesario que el lector primero conozco y
luego reconozca el texto que es parodiado y se ubique del lado del texto paródico.
Por ejemplo, en capítulo 14 de la temporada 13 de Los Simpson, se presenta una parodia a tres clásicos
de la literatura (La Odisea , Hamlet y Juana de Arco), tanto en lo que concierne a lo temático como al estilo y
a la estructura. En relación con el estilo, es una parodia por la apropiación del estilo típico de textos, estilo que
se manifiesta en la forma de hablar de los personajes o en las descripciones, como por ejemplo, cuando
Homero, quien parodia a Ulises, invoca a su amada: "Dulce Penélope, eres tan hermosa como cuando partí".
La forma de hablar del protagonista imita el lenguaje arcaizante de la novela de Homero.
La parodia también se evidencia en la estructura: el capítulo de los Simpson se organiza en episodios
que cuentan las aventuras de cada personaje, que no altera el orden original de cada historia. En el caso de
la parodia al texto del poeta Homero, las andanzas transcurren por las distintas islas del Mar Mediterráneo, las
cuales so n ridiculizadas, por ejemplo, al presentar sirenas gordas y feas (Patty y Selma) las cuales Homeros
y sus hombres hallen, en lugar de bellas criaturas aladas que con sus cantos atraían a los marineros hacia los
riscos para causarle la muerte.
También aparecen distintos anacronismos que provocan humor: discos, “Tu” usa gafas de sol y zapatos
con una alta plataforma, hay un buzón de cartas afuera de Troya.
Trabajo práctico:
A-Lee la obra de teatro “El rajá de acá” y responde las preguntas que están al final de la misma (menos las
preguntas 9 y 10).
Yo me hubiera casado. Antes sí, pero ahora no. ¿Quién es el audaz que se casa con las cosas
como están hoy?
Yo hace ocho años que estoy de novio. No me parece mal, porque uno antes de casarse "debe
conocerse" o conocer al otro, mejor dicho, que el conocerse uno no tiene importancia, y conocer al
otro, para embromarlo, sí vale.
Mi suegra, o mi futura suegra, me mira y gruñe, cada vez que me ve. Y si yo le sonrío me
muestra los dientes como un mastín. Cuando está de buen hum or lo que hace es negarme el
saludo o hacer que no distingue la mano que le extiendo al saludarla, y eso que para ver lo que no
le importa tiene una mirada agudísima.
A los dos años de estar de novio, tanto "ella" como yo nos acordamos que para casarse se
necesita empleo, y si no empleo, cuando menos trabajar con capital propio o ajeno.
Empecé a buscar empleo. Puede calcularse un término medio de dos años la busca de empleo.
Si tiene suerte, usted se coloca al año y medio, y si anda en la mala, nunca. A todo esto, mi novia
y la madre andaban a la greña. Es curioso: una, contra usted, y la otra, a su favor, siempre tiran a
lo mismo. Mi novia me decía:
-Vos tenés razón, pero ¿cuándo nos casamos, querido?
Mi suegra, en cambio:
-Usted no tiene razón de protestar, de manera que haga el favor de decirme cuándo se puede
casar.
Yo, miraba. Es extraordinariamente curiosa la mirada del hombre que está entre una furia
amable y otra rabiosa. Se me ocurre que Carlitos Chaplín nació de la conjunción de dos miradas
así. Él estaría sentado en un banquito, la suegra por un lado lo miraba con fobia, por el otro la
novia con pasión, y nació Charles, el de la dolorosa sonrisa torcida.
Le dije a mi suegra (para mí una futura suegra está en su peor fase durante el noviazgo),
sonriendo con melancolía y resignación, que cuando consiguiera empleo me casaba y un buen día
consigo un puesto, qué puesto, ¡ciento cincuenta pesos!
Casarse con ciento cincuenta pesos significa nada menos que ponerse una soga al cuello.
Reconocerán ustedes con justísima razón, aplacé el matrimonio hasta que me ascendieran. Mi
novia movió la cabeza aceptando mis razonamientos (cuando son novias, las mujeres pasan por un
fenómeno curioso, aceptan todos los razonamientos; cuando se casan el fenómeno se invierte,
somos los hombres los que tenemos que aceptar sus razonamientos). Ella aceptó y yo tuve el orgullo
de afirmar que mi novia era inteligente.
Me ascendieron a doscientos pesos. Cierto es que doscientos pesos son más que ciento
cincuenta, pero el día que me ascendieron descubrí que con un poco de paciencia se podía esperar
otro ascenso más, y pasaron dos años. Mi novia puso cara de "piola", y entonces con gesto digno
de un héroe hice cuentas. Cuentas claras y más largas que las cuentas griegas que, según me han
dicho, eran interminables. Le demostré con el lápiz en una mano, el catálogo de los muebles en
otra y un presupuesto de Longobardi encima de la mesa, que era imposible todo casorio sin un
sueldo mínimo de trescientos pesos, cuando menos, doscientos cincuenta. Casándose con
doscientos cincuenta había que invitar con masas podridas a los amigos.
Mi futura suegra escupía veneno. Sus ímpetus llevaban un ritmo mental sumamente curioso,
pues oscilaban entre el homicidio compuesto y el asesinato simple. Al mismo tiempo que me sonreía
con las mandíbulas, me daba puñaladas con los ojos. Yo la miraba con la tierna mirada de un
borracho consuetudinario que espera "morir por su ideal". Mi novia, pobrecita, inclinaba la cabeza
meditando en las broncas intestinas, esas verdaderas batallas de conceptos forajidos que se largan
cuando el damnificado se encuentra ausente.
Al final se impuso el criterio del aumento. Mi suegra estuvo una semana en que se moría y no
se moría; luego resolvió martirizar a sus prójimos durante un tiempo más y no se murió. Al
contrario, parecía veinte años más joven que cuando la conociera. Manifestó deseos de hacer un
contrato treintanario por la casa que ocupaba, propósito que me espeluznó. Dijo algo entre dientes
que me sonó a esto: "Le llevaré flores". Me imagino que su antojo de llevarme flores no llegaría hasta
la Chacarita. En fin, a todas luces mi futura suegra reveló la intención de vivir hasta el día que me
aumentaran el sueldo a mil pesos.
Llegó el otro aumento. Es decir, el aumento de setenta y cinco pesos.
Mi suegra me dijo en un tono que se podía conceptuar de irónico si no fuera agresivo y
amenazador:
-Supongo que no tendrá intención de esperar otro aumento.
Y cuando le iba a contestar estalló la revolución.
Casarse bajo un régimen revolucionario sería demostrar hasta la evidencia que se está loco.
O cuando menos que se tienen alteradas las facultades mentales.
Yo no me caso. Hoy se lo he dicho:
-No, señora, no me caso. Esperemos que el gobierno convoque a elecciones y a que resuelva si
se reforma la constitución o no. Una vez que el Congreso esté constituido y que todas las
instituciones marchen como deben yo no pondré ningún inconveniente al cumplimiento de mis
compromisos. Pero hasta tanto el Gobierno Provisional no entregue el poder al Pueblo Soberano,
yo tampoco entregaré mi libertad. Además, que pueden dejarme cesante.
Fuente: ARLT, ROBERTO, Aguafuertes porteñas. Buenos Aires, Futuro, 1950 (págs.
160-162)