1 Castellano 2da-II
1 Castellano 2da-II
2. PRONOMBRES: Los pronombres son uno de los elementos más comunes y más
usados de la lengua. Se definen como las palabras que sustituyen al nombre, por lo que
necesariamente deben aparecer después del mismo. Esta presencia previa es importante
en el discurso narrativo, para poder entender el significado de una frase o texto, aunque
sintácticamente son morfemas independientes. Por consiguiente, los pronombres no
tienen significado propio, y éste dependerá del nombre al que esté reemplazando. Existen
varios tipos diferentes de pronombres: personales, posesivos, demostrativos, relativos,
interrogativos, indefinidos y numerales.
Pronombres personales: Pueden hacer referencia a tres personas distintas. La
primera señala al que está hablando o escribiendo (YO); la segunda, al interlocutor
o a la cosa a la que la primera persona se está dirigiendo (TÚ); y la tercera puede
ser cualquier otra diferente a las dos anteriores (ÉL). Se diferencian en número,
pudiendo ser singular o plural.
Singular Yo, mí, me, Yo tengo la culpa. Juan hizo todo por mí. Me reí
conmigo mucho. Ven conmigo al teatro
Plural Nosotros (as), nos Nosotros ya vimos la película. Dije que nos
tardaríamos
Singular Tú, usted, ti, te, Tú sabes todo. Usted no sabe nada. Compré dulces
contigo para ti. De nuevo te engañaron. Asistiré contigo a la
exposición.
Singular Él, ella, consigo Él hablaba por teléfono con su jefe. Ella estudia inglés.
Trajo consigo la computadora.
Plural Ellos (as) los Ellos están desocupados. Ellas hacen ejercicio. Los
sorprendí mientras dormían.
A continuación se le presenta un fragmento del cuento “La gallina degollada” del autor Horacio
Quiroga. Extraiga los adjetivos, pronombres y adverbios que se encuentren en el texto.
Todo el día, sentados en el patio en un banco, estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio
Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos y volvían la cabeza con la boca
abierta. El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo
a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se
ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su
atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente,
congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera
comida. Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico.
Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y
mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de
idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas,
empapando de glutinosa saliva el pantalón. El mayor tenía doce años, y el menor ocho. En todo su
aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal. Esos cuatro
idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados,
Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un
porvenir mucho más vital: un hijo: ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada
consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que
es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación? Así lo sintieron Mazzini y
Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La
criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéron lo
una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico
lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las
enfermedades de los padres….