Monologos de Esad de Murcia

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ANEXO II

TEXTOS OBLIGATORIOS PARA INTERPRETACIÓN

1) TEXTOS PARA ACTORES:

a) El Mercader de Venecia de William Shakespeare.

BASANIO:

La apariencia no es siempre la verdad:

El mundo lo engaña el oropel.

En un juicio, ¿qué infame defensa no puede

encubrir su maldad bajo el manto

de una voz armoniosa? En religión,

¿qué herejía no sabrá bendecir

un digno varón apoyándose en los textos

y cubriendo el desatino de ornamento?

No hay vicio tan simple que por fuera

no muestre señales de virtud.

¿Cuántos cobardes de pecho tan falso

cual peldaños de arena no lucen

la barba de Hércules y de Marte iracundo,

y por dentro carecen de hígados?

Y adoptan el apéndice del brío

para hacerse temibles. Mira la belleza

y verás que la compran al peso,

por lo cual se origina un prodigio,

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pues las más cargadas son las más livianas.

Y esos cabellos de oro, rizados

y serpenteantes, que, bajo hermosa apariencia

hacen traviesas cabriolas al viento,

habían sido ornato de otra cabeza,

y ahora el cráneo duerme en la tumba.

El adorno es la pérfida orilla

de un mar peligroso, el velo atrayente

que oculta una oscura belleza; en suma,

la falsa verdad con que el mundo taimado

atrapa al más sabio. Así que contigo,

oro ostentoso, duro alimento de Midas,

no quiero nada; ni contigo, vulgar

y pálido esclavo de todos. Pero tú,

pobre plomo, que más amenazas que prometes,

tu palidez me mueve más que la elocuencia.

Tú eres mi elegido. La dicha me acompañe. (…) (Abre el cofre.)

¿Qué veo aquí? ¡El retrato de la bella Porcia! (…)

Aquí está la carta,

la cifra y compendio de mi suerte.

«Al no elegir la apariencia

acertaste en la elección.

Tras la feliz consecuencia

no tengas otra ambición.

Si todo esto te agrada

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y hallas dicha en el suceso,

acércate ya a tu amada

y acógela con un beso».

b) La Estrella de Sevilla de Lope de Vega.

SANCHO:

Buscar a Busto quiero;

que entre deseos y esperanzas muero.

¡Cómo el amor porfía!

¡Quién tal Estrella vio al nacer el día!

Mas con el miedo y gusto

me olvidaba del Rey, y no era justo.

Ya está el papel abierto.

Quiero saber quién ha de ser el muerto.

(Lee.) «Al que muerte habéis de dar

es, Sancho, a Busto Tavera.»

¡Válgame Dios! ¡Que esto quiera

tras una suerte un azar!

Toda esta vida es jugar una carteta imperfeta,

mal barajada, y sujeta

a desdichas y a pesares;

que es toda en cientos y azares

como juego de carteta.

Pintada la suerte vi;

mas luego se despintó,

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y el naipe se barajó

para darme muerte a mí.

Miraré si dice así...

Pero yo no lo leyera

si el papel no lo dijera.

Quiérole otra vez mirar.

(Lee.) «Al que muerte habéis de dar

es, Sancho, a Busto Tavera.»

¡Perdido soy! ¿Qué he de hacer?,

Que al Rey la palabra he dado…

de matar a mi cuñado,

y a su hermana he de perder...

Sancho Ortiz, no puede ser.

Viva Busto. ― Mas no es justo

que al honor contraste el gusto:

muera Busto, Busto muera.―

Mas detente, mano fiera;

viva Busto, viva Busto.

―Mas no puedo con mi honor

cumplir si a mi amor acudo;

mas ¿quién resistirse pudo

a la fuerza del amor?

Morir me será mejor,

o asustarme, de manera

que sirva al Rey, y él no muera.

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Mas quiero al Rey agradar.

(Lee.) «Al que muerte habéis de dar

es, Sancho, a Busto Tavera.»

¡Oh, nunca yo me obligara

a ejecutar el rigor

del Rey,y nunca el amor

mis potencias contrastara!

¡Nunca yo a Estrella mirara,

causa de tanto disgusto!

Si servir al Rey es justo,

Busto muera. Busto muera;

pero extraño rigor fuera:

viva Busto, viva Busto.

¿Si le mata por Estrella

el Rey, que servilla trata? ...

Sí, por Estrella le mata:

pues no muera aquí por ella.

Ofendelle y defendella

quiero. Mas soy caballero,

y no he de hacer lo que quiero,

sino lo que debo hacer.

Pues ¿qué debo obedecer?

La ley que fuere primero.

Mas no hay ley que a aquesto obligue

Mas si hay; que aunque injusto el Rey

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debo obedecer su ley;

a él después Dios le castigue.

Mi loco amor se mitigue;

que, aunque me cueste disgusto,

acudir al Rey es justo:

Busto muera, Busto muera,

pues ya no hay quien decir quiera:

«viva Busto, viva Busto».

Perdóname, Estrella hermosa;

que no es pequeño castigo

perderte y ser tu enemigo.

¿Qué he de hacer? ¿Puedo otra cosa?

c) Don Gil de las calzas verdes de Tirso de Molina.

CARAMANCHEL:

(…) Sirvo

un amo que no veo en quince días

que ha que como su pan. Dos o tres veces

le he hallado desde entonces: ¡ved qué talle

de dueño en relación! ¡Pues decir tiene

fuera de mí otros pajes y lacayos

Yo solamente, y un vestido verde,

en cuyas calzas funda su apellido,

(que ya son casa de solar sus calzas)

posee en este mundo, que yo sepa.

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Bien es verdad que me pagó por junto,

desde que entré con él hasta hoy, raciones

y quitaciones, dándome cien reales;

pero quisiera yo servir a un amo

que me holeara cada instante: "¡Hola,

Caramanchel! limpiadme estos zapatos;

sabed cómo durmió doña Grimalda;

id al Marqués, que el alazán me empreste;

preguntad a Valdés con qué comedia

ha de empezar mañana", y otras cosas

con que se gasta el nombre de un lacayo.

Pero ¡que tenga yo un amo en menudos,

como el macho de Bamba, que ni manda,

ni duerme, come o bebe, y siempre anda!

d) La gaviota de Anton Chejov.

TREPLIOV: (Se dispone a escribir; relee lo que ya ha escrito). Tanto como he


hablado de nuevas formas y ahora siento que yo mismo, poco a poco, estoy
cayen-do en la rutina... (Lee.) “El cartel fijado en el muro rezaba... Un rostro
pálido, circundado de negros cabellos”... Rezaba, circundado... Esto es banal.
(Lo tacha). Comenzaré describiendo cómo el ruido de la lluvia despierta a mi
protagonista, y todo lo demás, fuera. La descripción de la noche de luna es
larga y rebuscada. Trigorin se ha elaborado ya sus recursos, a él le resulta
fácil... En una presa, él ve brillar el cuello de una botella rota, percibe la negra
sombra de una rueda de molino y ya tiene la descripción de la noche de luna;
en lo que yo escribo, en cambio, hay luz trémula, silencioso centelleo de
estrellas, lejanos sonidos de un piano de cola que se apagan en el aire
perfumada... ¡Qué tortura! (Pausa). Si, cada vez me convenzo más de que la
cuestión no está en las formas viejas o nuevas, sino en que el hombre escriba
sin pensar en forma alguna, en que escriba porque lo que escribe fluya
libremente de su alma. (Alguien llama a la ventana más próxima a la mesa.)
¿Quién es? (Mira por la ventana.) No se ve nada... (Abre la puerta vidriera y
mira al jardín.) Alguien ha bajado los peldaños corriendo. (Grita.) ¿Quién hay

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aquí? (Sale; se le oye caminar rápidamente por la terraza; unos momentos
después, vuelve con Nina Zariéchnaia.) ¡Nina! ¡Nina!... (Llora conteniéndose.)

e) La chica de los ojos azules de J. L. Alonso de Santos.

UN PRESO: Me parece que la estoy viendo ahora mismo, la tengo aquí


retratada (se toca la cabeza): algo rubia, delgadita pero ancha de aquí abajo,
buenísima, tío, y con esos ojos azules preciosos... Y todo me ha pasado de una
forma tonta, no creas. Nada más salir, que me voy a tomar una cerveza y a
andar un poco en línea recta, seguido... Me había prometido que eran las dos
primeras cosas que haría al salir: tomarme una cerveza a gusto, y andar hasta
que me diera la gana en línea recta, y no como en este maldito patio, de muro
a muro. Total que empiezo a andar y andar pensando yo en mis cosas, dos
horas por lo menos dale que te pego, y se me asoma de pronto una tía
cojonuda por la ventana de una casa y me dice: “Oiga, por favor: me he
quedado encerrada en casa y no puedo salir. No encuentro las llaves por
ningún lado... ¿Tendría la amabilidad de ayudarme?” Tú ya sabes que a mí eso
de abrir puertas se me da de primera. Por eso estoy aquí, ¿no? De algo me
tendría que servir. Así que voy, subo, le abro en un minuto con una ganzúa que
hago con un clavo, entro, y ya fue todo seguido, tío. Ella me miró muy dulce,
con esos ojos azules que tenía y me sonrió. Yo, al principio me quedé un poco
cortado, claro. No iba yo ahí de golpe a ponerme a... Pero ella empezó a
hablarme: “Pase usted, siéntese, muchas gracias por abrirme...” Me invita a
una copa, y ya se acerca a mí y, sin darle importancia, tan normal, empieza a
quitarme la ropa. No era una puta ni nada por el estilo, no vayas a creer. Era
una tía bien, normal, legal, pero como era un sueño, pues se ve que todo era
más como yo quería, tú comprendes, ¿no? Y era muy simpática. Estaba todo el
tiempo riéndose. Total, que me quita la ropa, ella se desnuda también y nos
metemos en la cama. Ya te puedes imaginar cómo me sentía yo, en la gloria
bendita. Me empieza a acariciar despacio, rozándome con sus manos todo mi
cuerpo... por todos los sitios, por arriba, por abajo... Hacía tanto que no me
acariciaba nadie que me puse a llorar, te lo juro. Como un niño pequeño, ella
acariciándome y yo venga a llorar. Hacía que no lloraba yo... desde pequeño.
Ni me acuerdo cuándo fue la última vez. Y fíjate, me puse a llorar con la tía
esa. Es que, que te acaricie así de pronto una tía que está tan buena es... la
hostia. Lo más que te puede pasar en la vida.

f) Historia de una escalera de Buero Vallejo.

FERNANDO: (Abrazándola por el talle.) Carmina, desde mañana voy a trabajar


de firme por ti. Quiero salir de esta pobreza, de este sucio ambiente. Salir y
sacarte a ti. Dejar para siempre los chismorreos, las broncas entre vecinos...
Acabar con la angustia del dinero escaso, de los favores que abochornan como
una bofetada, de los padres que nos, abruman con su torpeza y su cariño
servil, irracional... (...) Sí. Acabar con todo esto. ¡Ayúdame tú! Escucha: voy a

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estudiar mucho, ¿sabes? Mucho. Primero me haré delineante. ¡Eso es fácil! En
un año... Como para entonces ya ganaré bastante, estudiaré para aparejador.
Tres años. Dentro de cuatro años seré un aparejador solicitado por todos los
arquitectos. Ganaré mucho dinero. Por entonces tú serás ya mi mujercita, y
viviremos en otro barrio, en un pisito limpio y tranquilo. Yo seguiré estudiando.
¿Quién sabe? Puede que para entonces me haga ingeniero. Y como una cosa
no es incompatible con la otra, publicaré un libro de poesías, un libro que
tendrá mucho éxito...

g) El zoo de cristal de Tenesse Williams

TOM: Yo no fui a la luna. Fui mucho más lejos, porque el tiempo es la distancia
más larga entre dos lugares... Me marché de San Louis. Bajé por última vez
esos peldaños de la escalera de emergencia y seguí, desde entonces, los
pasos de mi padre, tratando de hallar en el movimiento lo perdido en el
espacio... Viajé mucho por todas partes. Las ciudades pasaban rápidamente
ante mí como hojas secas, de brillantes colores, pero arrancadas de la rama.
Me habría detenido, pero algo me perseguía. Aquello acudía siempre de
improviso, tomándome de sorpresa. Quizá fuera un pasaje musical familiar.
Quizá sólo un fragmento transparente de cristal. Quizá me esté paseando por
una calle de noche, en alguna ciudad extraña, antes de haber encontrado
compañeros, y paso junto a la ventana iluminada de una perfumería. La
ventana está llena de piezas de cristal de color, de frasquitos transparentes de
delicados tonos que parecen fragmentos de un arco iris roto. Entonces,
repentinamente, mi hermana me toca el hombro. Me vuelvo y miro sus ojos:
¡Oh, Laura, Laura! ¡Traté de dejarte atrás, pero soy más fiel de lo que pensaba
ser! Tiendo la mano hacia un cigarrillo, cruzo la calle, entro corriendo en un
cine o un bar. Pido una copa, hablo con el desconocido más próximo ¡cualquier
cosa con tal de apagar tus velas! Porque hoy el mundo está iluminado por el
relámpago. Apaga de un soplo tus velas, Laura... y aquí termina mi historia y
comienza vuestra imaginación. De modo que adiós.

2) TEXTOS PARA ACTRICES:

a) El Mercader de Venecia de Willliam Shakespeare.

PORCIA:

Os lo ruego, esperad un día o dos

antes de arriesgaros. Aguardad,

que, si falláis, pierdo vuestra compañía.

Algo me dice (pero no es el amor)

que no quiero perderos, y sabéis

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que el odio nunca da consejos semejantes.

Por si no me entendéis (pues las doncellas

tienen pensamiento mas no lengua),

quisiera reteneros uno o dos meses

antes que elijáis. Podría enseñaros

a acertar, pero caería en el perjurio;

eso nunca. Acaso no acertéis,

pero entonces me haríais pecadora,

pues querría haber sido perjura. ¡Ay, esos ojos,

que me tienen hechizada y partida en dos!

Vuestra es la mitad, y la otra, vuestra,

quiero decir mía, pero si es mía, es vuestra,

así que toda vuestra. ¡Ah, mundo cruel

que pone barreras entre el dueño y sus derechos!

Así, aunque vuestra, no soy vuestra. Si así fuera,

la fortuna se condene, que no yo.

Hablo demasiado, pero es por alargar

el tiempo, por aumentarlo y estirarlo,

por retrasar vuestra elección.

b) La Estrella de Sevilla de Lope de Vega.

ESTRELLA:

Cristianísimo don Sancho,

de Castilla Rey ilustre,

por las hazañas notable,

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heroico por las virtudes:

una desdichada Estrella

que sus claros rayos cubre

deste luto, que mi llanto

lo ha sacado en negras nubes;

justicia a pedirte vengo;

mas no que tú la ejecutes,

sino que en mi arbitrio dejes

que mi venganza se funde.

Estrella de mayo fui,

cuando más flores produce,

y agora en extraño llanto

ya soy Estrella de octubre.

No doy lugar a mis ojos,

que mis lágrimas enjuguen,

por que, anegándose en ellas,

mi sentimiento no culpen.

Quise a Tavera, mi hermano,

que sus sacras pesadumbres

ocupa, pisando estrellas

en pavimentos azules.

Como hermano me amparó,

y como a padre le tuve

la obediencia, y el respeto

en sus mandamientos puse.

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Vivía con él contenta,

sin dejar que el Sol me injurie

que aun los rayos del Sol no eran

a mis ventanas comunes.

Nuestra hermandad envidiaba

Sevilla, y todos presumen

que éramos los dos hermanos

que a una Estrella se reducen.

Un tirano cazador

hace que el arco ejecute

el fiero golpe en mi hermano,

y nuestras glorias confunde,

Perdí hermano, perdí esposo:

sola he quedado, y no acudes

a la obligación de rey,

sin que nadie te disculpe.

Hazme justicia, señor;

dame el homicida, por que

en mis manos los excesos,

déjame que yo le juzgue.

Entrégamele, así reines

mil edades, así triunfes

de las lunas que te ocupan

los términos andaluces,

por que Sevilla te alabe.

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sin que su gente te adule,

en los bronces inmortales

que ya en los tiempos te bruñen.

c) Don Gil de las calzas verdes de Tirso de Molina.

DOÑA INÉS:

Pues si esa carta tu opinión confirma,

repara en que don Gil el verdadero,

en quien mi voluntad su amor confirma,

es un gallardo y joven caballero,

que por la gracia de un verde vestido

con que le ví en la huerta el día primero,

Calzas Verdes le dí por apellido.

Éste, pues, por la fama aficionado,

de mí o mi dote, y luego persuadido

de don Andrés a que tomase estado,

le hizo que viniese con el pliego

en su abono, que tanto te ha engañado.

Era su amigo don Miguel, y luego

que supo dél, estando de partida,

mi hacienda y calidad, encendió fuego

el interés que la amistad olvida;

y sin mirar que estaba desposado

con doña Elvira, un tiempo tan querida,

teniéndole en su casa aposentado,

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le hurtó las cartas una noche, y vino

en la posta a esta corte disfrazado.

Ganóle por la mano en el camino;

fingió que era don Gil; dióte ese pliego,

y con él entabló su desatino.

El don Gil verdadero vino luego,

que fue el que ví en la huerta y al que mira

como a su objeto mi amoroso fuego.

No osó contradecir tan gran mentira

por ver tan apoyado su embeleco,

hasta que a verme vino doña Elvira.

Ésta me dijo el marañoso trueco,

y los engaños del don Gil postizo,

que funda su esperanza en mármol seco.

Doña Elvira, señor, me satisfizo.

Mira lo mucho que en casarme pierdes

con quien lo está con otra, y esto hizo.

d) La gaviota de Anton Chejov.

NINA: ¿Por qué dice que ha besado la tierra por la que he andado? Merecería
que me mataran. (Se apoya, inclinándose, en la mesa.) ¡Estoy tan fatigada! Si
pudiera descansar... ¡Descansar! (Levanta la cabeza.) Soy una gaviota... No
es esto. Soy una actriz. ¡Oh, sí! (Habiendo oído la risa de Arkádina y de
Trigorin, escucha con atención; luego, corre hacia la puerta de la izquierda y
mira por el agujero de la cerradura.) También él está aquí... (Vuelve hacia
Trepliov.) Oh, sí... No importa... Sí... Él no creía en el teatro, se burlaba
siempre de mis sueños y, poco a poco, también yo dejé de creer y perdí el

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ánimo... Añada a ello los tormentos del amor, los celos, el miedo constante
por el niño... Me volví mezquina, insignificante, declamaba de manera
absurda... No sabía qué hacer con las manos, no sabía permanecer en
escena, no dominaba la voz. Usted no puede comprender lo que se siente,
cuando uno se da cuenta de que declama muy mal. Soy una gaviota. No, no
es esto... ¿Recuerda que mató una gaviota? Casualmente llegó un hombre, la
vio y por no tener qué hacer, la sacrificó... Tema para un relato breve... No es
esto... (Se pasa la mano por la frente.) ¿De qué estaba hablando?... Hablo del
teatro. Ahora ya no soy así... Ahora ya soy una actriz verdadera, actúo con
placer, con entusiasmo, en escena me exalto y me siento magnífica. Y ahora,
desde que vivo aquí, voy siempre a pie, voy a pie y pienso, pienso y siento
que día a día crecen mis fuerzas espirituales... Ahora sé, ahora comprendo,
Kostia, que en nuestro hacer -da lo mismo que actuemos en la escena o que
escribamos- lo importante no es la fama, no es el brillo, no es aquello con que
yo soñaba, sino saber sufrir. Aprende a llevar tu cruz y a creer. Yo creo y no
siento tanto dolor; cuando pienso en mi vocación no tengo miedo a la vida.

e) Después de la lluvia de Sergi Belbel.

SECRETARIA RUBIA: ¡Ayl, ¿por qué no? Qué cosas dice usted. Mire, ahora le
seré franca... Un regalo ... un regalo es... un regalo significa... quiero decir que
entre el que lo hace y el que lo recibe, la que lo recibe, quiero decir que cuando
una persona regala algo a otra y peor todavía, o mejor, cuando le regala algo
tan personal como un vestido o algo íntimo o algo tan personal como unos
sostenes o unas bragas de liguero, o por ejemplo un vestido o también una
barra de labios o un perfume o algo tan personal y tan íntimo como un vestido
por ejemplo, pues lo que quiero decir es que cuando alguien hace eso
generalmente, quiero decir que lo más normal y natural y normalísimo del
mundo es que él y yo, quiero decir entre ése que se gasta el dinero y yo que
recibo el regalo, pues la cosa más naturalísima es que entre ellos o entre él y
yo haya, cómo se lo diría, ay, ahora no sé cómo decírselo ja ja ja, pues eso que
nada que creo que tiene una relación un poco más, un poquito más, cómo
decirlo, a ver, más estrecha, ¿no?, quiero decir más... así, ¿verdad?, mucho
más... así que la que puede haber entre una secretaria, por muy eficiente e
inteligente que sea, y su cosa, quiero decir su jefe, ¿verdad?, quiero decir
que... ¡Oh! No sé qué decir.

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f) Las ilusiones de las hermanas viajeras de José Martín Recuerda.

MARIA: Preparemos las maletas y marchemos para siempre. Quítate ese traje,
Ángela. Y tú, ese vestido de cortinas, Isabel. Triunfaremos al salir de aquí. He
de morir vieja y hastiada de pisar las tablas de los escenarios del mundo. He de
envejecer entre bambalinas y viejas candilejas de los teatros de la tierra,
maquillándome en polvorientos camerinos. He de hacer resonantes y triunfales
Julietas, Ofelias, Margaritas. He de vivir de ciudad en ciudad. Las más
atrayentes aventuras de amor ocurrirán en andenes desconocidos. La vida nos
tendrá reservadas emocionantes sorpresas. No dudemos ni un momento.
¡Vamos, Isabel! Conquistemos la gloria y el mundo. Dejemos a la miserable
provincia que entorpece nuestros vuelos con sus cómicos resentidos, y sus
gentes llenas de envidia y de traición. No, no lo dudemos ni un momento.
Mirad, tengo oro en las manos. Isabel, no lo dudes, te arrepentirás siempre.
Tenemos muy poco tiempo. Salgamos pronto. Pronto.

g) La gata sobre un tejado de zinc de Tenesse Williams.

MARGARET: ¿Los oyes? ¿Oyes cómo gritan? No sé dónde tendrán la laringe,


como no tienen cuello ... Te lo digo en serio, durante la cena me han puesto tan
de los nervios que he estado a punto de echar hacia atrás la cabeza y soltar un
grito que habrían oído en Arkansas y en parte de Luisiana y Tennessee. A
Mae, a tu encantadora cuñada, le he dicho: «¿No podrías dar de comer a tus
preciosas cositas en una mesa con hule?». ¡Arman tanto lío y el mantel de
encaje es tan bonito! Ha puesto los ojos como platos y ha dicho: «jOhhh,
noooooo! ¿El día del cumpleaños del abuelo? ¡No me lo perdonaría en la
vida!». Cuando no llevaba en la mesa ni dos minutos con esos monstruos sin
cuello que estaban llenando la comida de babas, el abuelo ha tirado el tenedor
encima de la mesa y ha dicho: «Por Dios Santo, Gooper, ¿por qué no das de
comer a esos cerdos en la pila de la cocina?». ¡Te juro que me han dado ganas
de morirme! Piénsalo, Brick, tienen cinco y el sexto está en camino. Y se los
han traído a todos para exhibirlos, como si fueran animales de feria. ¡Pero si los
tienen todo el tiempo haciendo numeritos! «¡Junior, enséñale al abuelo cómo
haces esto; Junior, enséñale al abuelo cómo haces lo otro; nena, recítanos ese
poema para que lo oiga el abuelo. Enséñale tus hoyitos al abuelo; cariño; niño,
enséñale al abuelo lo bien que haces el pino!» No paran. Ni paran tampoco los
comentarios y las insinuaciones a propósito de que de nosotros no haya salido
ningún niño, de que no tengamos hijos y, por lo tanto, seamos ¡totalmente
inútiles! ¡Por supuesto, resulta cómico, pero también asqueroso, porque es
evidente lo que pretenden!...

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3) TEXTOS PARA ACTRICES Y/O ACTORES:

a) Baal de Bertold Brecht.

BAAL: (Dando unos acordes bruscos): Cuando el verano pálido y suave se


aleja flotando y ellas están empapadas de amor como esponjas, se convierten
de nuevo en animales, malvados y pueriles, deformes con sus vientres
abultados y sus pechos colgantes y con brazos pegajosos como viscosos
pólipos, y sus cuerpos se desintegran y debilitan hasta morir. Y paren con
gritos monstruosos, como si se tratase de un nuevo universo, un pequeño fruto.
Vomitarán entre sufrimientos lo que un día absorbieron con lujuria. Puntea
escalas. Hay que tener dientes; entonces el amor es como cuando se muerde
una naranja y el jugo nos chorrea entre los dientes. ( … ) Y el amor es como
cuando se deja flotar el brazo desnudo en el agua de un estanque, con algas
entre los dedos; como el tormento que empieza a cantar gimiendo ante el árbol
borracho sobre el que cabalga el viento salvaje; como un ahogarse a sorbos de
vino en un día caluroso, cuando el cuerpo de ella nos penetra como un vino
muy fresco en todos los repliegues de la piel, las articulaciones son suaves
como plantas al viento, y la violencia del choque, que cederá, es como volar
contra la tempestad, y el cuerpo de ella rueda sobre ti como grava fría. Pero el
amor es también como un coco, que es bueno mientras está fresco, y hay que
escupir cuando el jugo ha sido exprimido y queda sólo la pulpa, que sabe
amargo. Tira la guitarra. Pero ya me he cansado de la canción.

b) La última pirueta de José Luis Alonso de Santos.

CASIMIRO: ¡Señor director! ¡Señor director! ¡Qué desgracia tan grande! ¡Ha
pasado de todo! Salió de aquí Goliat hecho una furia porque decía que su hija
de usted quería a otro que la ataba con una cuerda, este señor de aquí
mismamente. Iba a pegarle a usted por ser el culpable de la contratación.
Como no le encontró se metió furioso con el elefante y le dio un puñetazo.
Llegó el Gran Tonisco Hijo y le dio con un palo en la cabeza por pegar a su
elefante. Entonces va Goliat y tira al domador por el aire, volando, volando, y

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¡paf! Sale la mujer de Tonisco, Andrea la Gorda, va hasta el Hombre Forzudo y
le muerde en una pierna. A todo esto, el elefante empieza a dar trompazos a
todo. Va a sujetarle el Indio Comefuegos, le pisa y le deja el pie plano, plano
completamente. Mira para abajo, se ve el pie así y se pone a dar unos gritos en
indio que daba miedo oírle. Unos se han puesto a favor de unos. Otros se han
puesto a favor de otros, y el elefante a favor de nadie y en contra de todos.
Total, cuando le hemos podido sujetar, media troupe ha tenido que salir para el
hospital. ¡Ah! Y por si fuera poco han llegado unos señores de negro muy
serios que resulta que son inspectores de recaudaciones y dicen que o paga lo
que debe o se lo llevan todo ahora mismo. Están ahí fuera buscándole, así que
usted verá. (Sale.)

c) Enrique V de William Shakespeare.

CORO: ¡Oh! ¡Quién tuviera una musa de fuego para escalar el cielo más
resplandeciente de la invención! ¡Un reino por teatro, príncipes como actores y
monarcas para espectadores de la escena sublime! Entonces, apareciendo
bajo sus rasgos verdaderos, el belicoso Harry se presentaría con la apostura
de Marte; y veríanse acoplados como sabuesos, el Hambre, la Guerra y el
Incendio tendido a sus pies, en disposición de ser empleados. (…)

Pero todos vosotros, nobles espectadores, perdonad al genio sin llama que ha
osado llevar a estos indignos tablados un tema tan grande. Este circo de gallos,
¿puede contener los vastos campos de Francia? ¿O podríamos en esta “O” de
madera hacer entrar solamente los cascos que asustaron al cielo de Agincourt?
¡Oh!, perdón, ya que una reducida figura ha de representaros un millón en tan
pequeño espacio, y permitidme que contemos como cifras de ese gran número
las que forje la fuerza de vuestra imaginación. Suponed que dentro de este
recinto de murallas están encerradas dos poderosas monarquías, a las cuales
el peligroso y estrecho océano separa las frentes, que se amenazan y disponen
a chocar. Suplid mi insuficiencia con vuestros pensamientos. Multiplicad un
hombre por mil y cread un ejército imaginario. Cuando os hablemos de caballos
pensad que los veis hollando con sus soberbios cascos la blandura del suelo,
porque son vuestras imaginaciones las que deben hoy vestir a los reyes,

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transportarlos de aquí para allá, cabalgar sobre las épocas, amontonar en una
hora los acontecimientos de numerosos años, por lo cual os lo ruego que
aceptéis como reemplazante de esta historia a mí, el coro, que vengo aquí, a
manera de prólogo, a solicitar vuestra amable paciencia y a pediros que
escuchéis y juzguéis suave e indulgentemente nuestro drama.

d) Los intereses creados de Jacinto Benavente.

CRISPÍN: He aquí el tinglado de la antigua farsa, la que alivió en posadas


aldeanas el cansancio de los trajinantes, la que embobó en las plazas de
humildes lugares a los simples villanos, la que juntó en ciudades Populosas a
los más variados concursos, como en París sobre el Puente Nuevo, cuando
Tabarin desde su tablado de feria solicitaba la atención de todo transeúnte,
desde el espetado doctor que detiene un momento su docta cabalgadura para
desarrugar por un instante la frente, siempre cargada de graves pensamientos,
al escuchar algún donaire de la alegre farsa, hasta el pícaro hampón, que allí
divierte sus ocios horas y horas, engañando al hambre con la risa; y el prelado
y la dama de calidad, y el gran señor desde sus carrozas, como la moza alegre
y el soldado, y el mercader y el estudiante. Gente de toda condición, que en
ningún otro lugar se hubiera reunido, comunicábase allí su regocijo, que
muchas veces, más que de la farsa, reía el grave de ver reír al risueño, y el
sabio al bobo, y los pobretes de ver reír a los grandes señores, ceñudos de
ordinario, y los grandes de ver reír a los pobretes, tranquilizada su conciencia
con pensar: ¡también los pobres ríen! Que nada prende tan pronto de unas
almas en otras como esta simpatía de la risa. Alguna vez, también subió la
farsa a palacios de príncipes, altísimos señores, por humorada de sus dueños,
y no fue allí menos libre y despreocupada. Fue de todos y para todos. Del
pueblo recogió burlas y malicias y dichos sentenciosos, de esa filosofía del
pueblo, que siempre sufre, dulcificada por aquella resignación de los humildes
de entonces, que no lo esperaban todo de este mundo, y por eso sabían reírse
del mundo sin odio y sin amargura. Ilustró después su plebeyo origen con noble
ejecutoria: Lope de Rueda, Shakespeare, Moliére, como enamorados príncipes
de cuento de hadas, elevaron a Cenicienta al más alto trono de la Poesía y el

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Arte. No presume de tan gloriosa estirpe esta farsa, que, por curiosidad de su
espíritu inquieto os presenta un poeta de ahora. Es una farsa guiñolesca de
asunto disparatado, sin realidad alguna. Pronto veréis cómo cuanto en ella
sucede no pudo suceder nunca, que sus personajes no son ni semejan
hombres y mujeres, sino muñecos o fantoches de cartón y trapo, con groseros
hilos, visibles a poca luz y al más corto de vista. Son las mismas grotescas
máscaras de aquella Comedia del Arte italiano, no tan regocijadas como solían,
porque han meditado mucho en tanto tiempo. Bien conoce el autor que tan
primitivo espectáculo no es el más digno de un culto auditorio de estos tiempos;
así, de vuestra cultura tanto como de vuestra bondad se ampara. El autor sólo
pide que aniñéis cuanto sea posible vuestro espíritu. El mundo está ya viejo y
chochea; el Arte no se resigna a envejecer, y por parecer niño finge
balbuceos... Y he aquí cómo estos viejos polichinelas pretenden hoy divertiros
con sus niñerías.

e) Morir (Cualquier fragmento y personaje a elección del aspirante)

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