Cimarrones y Corsarios de La Realidad Colonial A L
Cimarrones y Corsarios de La Realidad Colonial A L
de la realidad colonial a la
épica histórica
Maroons and Privateers: from Colonial
Reality to Historical Epic Poems
Lise Segas
Université Bordeaux-Montaigne /
Ameriber FRANCIA
lisesegasuniv@gmail.com
tigüedad y a la mitología griega, la de los etíopes (el término significa «de cara
que- mada» en griego) como pueblo mítico que vive en los límites de la tierra
(tanto en la Ilíada como en la Odisea), y una realidad histórica nueva, es decir, la
aparición de grupos de cimarrones que se constituyen en los espacios marginales
del imperio, especialmente en la región de Tierra Firme, es decir, las actuales
costas venezola- nas, colombianas y del Istmo, y que van a cobrar mayor
importancia al coincidir con las incursiones cada vez más agresivas de los
corsarios en la región.
Cabe subrayar tres cosas:
-en la Ilíada, Memnón, el rey de Etiopía, hijo de Titono y Eos, la diosa de la
Aurora, era sobrino de Príamo. Durante la Guerra de Troya, formó un ejército para la
defen- sa de la ciudad, y fue muerto por el guerrero griego Aquiles. Otros poemas
épicos, la Etiópida, redactado después de la Ilíada (s. VII a.c., obra perdida) le
dedica nume- rosos versos a la muerte del rey etíope, así como las
Posthoméricas de Quinto de Esmirna (s. V a.c.). Sin hablar de las Etiópicas de
Heliodoro (novela griega épica del
s. IV a.c.). Estamos en presencia de una tradición épica muy antigua.
-tanto los etíopes como los cimarrones son pueblos de las márgenes, las fronte-
ras, los espacios indefinidos, desde la Antigüedad hasta la Modernidad occidental.
-por fin, a partir del s. XV, Etiopía y el negus, es decir, su rey, fueron
confundidos por los portugueses con el reino cristiano del legendario Preste Juan,
normalmente situado en Oriente. Es decir, en el momento en que se empieza la
cristianización de África desde la Europa occidental, lo que permite integrar al
territorio africano en el imaginario cristiano moderno y en la cristiandad para
justificar las empresas de evangelización. Un fenómeno que pronto se va a llevar a
cabo también en el Nuevo Mundo. No olvidemos que en la misma época, Colón
alcanzaba las costas ameri- canas por primera vez. África aparece como un
elemento importante en la tradición reciente de la evangelización cristiana
occidental de otras tierras.
Ahora, en el caso de nuestro corpus, conformado por poemas épicos de
finales del s. XVI y principios del s. XVII, que evocan o ficcionalizan episodios
históricos protagonizados por cimarrones y corsarios, podemos preguntarnos en
qué medida el relato épico sobre los cimarrones, una nueva realidad, original, propia
de la Amé- rica colonial, ofrece novedades o responde a códigos tradicionales.
Para desarrollar esta reflexión, voy a proceder en tres etapas. Primero, analizaré
cómo los cimarrones se vuelven un problema central en las márgenes del
imperio, sobre todo con lo que Richard Price llama las «alianzas de conveniencia» 4
pactadas con los corsarios. Luego, estudiaré a partir de un corpus de poemas
épicos cultos cómo se representa a los africanos en América en contacto con los
corsarios, es decir, entre tradición clásica y moderna y realidad nueva. Finalmente,
trataré de pro- poner una interpretación del tratamiento de los cimarrones en la
épica, a la luz del contexto de los ataques piráticos, que pone de relieve la
función de agente y hasta de actor de los cimarrones en el equilibrio colonial de
fuerzas.
4. Price, 1981, p. 23.
244 LISE SEGAS
5. Tardieu, 1993.
6. Price, 1981.
CIMARRONES Y CORSARIOS: DE LA REALIDAD COLONIAL A LA ÉPICA HISTÓRICA 245
sitúa una de las primeras en Panamá a eso de 1531, otra en 1537 en México, otra
en 1548 en Honduras, otra en 1555 en Venezuela, etc.7
La situación de los cimarrones y sus relaciones con las autoridades
españolas se vuelven particularmente complejas en el Istmo de Panamá a partir de
la segunda mitad del siglo XVI. Con una topografía difícil y un clima tropical muy
rudo, el istmo ofrece muchas opciones de guaridas a los esclavos fugitivos de la
región. Además del problema económico que representaban los fugitivos para
sus amos, que per- dían su inversión y la mano de obra, se plantea el problema
del control de una zona estratégica para el comercio español: la ruta
interoceánica, que une al virreinato del Perú y sus riquezas con el Mar del Norte
y con la ruta de la carrera de Indias hacia España, pasa precisamente por
aquella zona peligrosa. El transbordo de los cargamentos de los barcos que
vienen del Mar del Sur para llegar a Nombre de Dios primero, a Portobelo
después, se hace en condiciones difíciles desde Panamá: recuas de mulas, guiadas
por esclavos negros que conocen bien la geografía del istmo, por tierra, a veces
en barcos por el río Chagres, transportan las mercancías y las riquezas de la corona
y de los mercaderes particulares. Los riesgos son múlti- ples: caídas de los
animales, naufragios de las embarcaciones, asaltos de indios o esclavos
fugitivos, sin hablar de las fuertes lluvias que dañan las mercancías o los insectos
que transmiten enfermedades y fiebres desconocidas, hasta los ataques de
corsarios, que se van a producir cada vez más a partir de los años 15708.
Ahora, los cimarrones del Istmo se convierten en un verdadero obstáculo co-
mercial en el mecanismo de los intercambios entre las posesiones americanas y
la Península ibérica. Se han constituido en comunidades organizadas, que viven en
partes aisladas y difíciles de acceso, en la selva o el monte, conocidas como palen-
ques de cimarrones en Tierra Firme y en Cuba (en Venezuela, se habla de cumbe y
patuco también, mientras que en Brasil se conocen más como quilombos). Viven
de sus cultivos además de asaltar a viajeros para robarles sus pertenencias, de
atacar plantaciones o haciendas para robar a mujeres, comida y herramientas. Paul
Firbas, en la introducción que le dedica al poema épico Armas antárticas de Juan
de Miramontes, recuerda lo siguiente:
10. Aguado, Recopilación historial, segunda parte, pp. 127-132. Muchos cronistas mencionaron tam-
bién este episodio, como Lizarárraga, el Inca Garcilaso de la Vega, entre otros citados por Jean-
Pierre Tardieu, 2009, pp. 75-78.
11. Tardieu, 2015, p. 14.
12. Lucas, 2002. La primera categoría corresponde a las comunidades que tratan de sobrevivir como
pueden, entre desaparciones y resurgencias, localizadas principalmente en las pequeñas Antillas y
en Venezuela. La tercera es la de las comunidades que se oponen al sistema colonial hasta el final,
hasta integrarse en las guerras de independencia nacional (en Cuba, Haití y República dominicana).
13. Price, 1981, p. 23.
CIMARRONES Y CORSARIOS: DE LA REALIDAD COLONIAL A LA ÉPICA HISTÓRICA 247
con los ingleses en ese proyecto contrahegemónico 14. Planes sin consecuencia,
que nunca fueron aplicados por los ingleses, más interesados en Norteamérica.
En todos los casos, los objetivos comerciales del proyecto de la expansión
inglesa quedan claros en sus colecciones de relatos de viajes (The principall
nauigations, voiages and discoueries of the English nation made by sea or ouer
land publicados en Londres en 1589) dirigidas a mercaderes e inversionistas.
Para unos y otros, los cimarrones se vuelven aliados muy codiciados.
Las preocupaciones de las autoridades españolas aumentan cuando las
suble- vaciones de esclavos dejan de ser meras coincidencias con las visitas
poco amis- tosas de los corsarios o cuando las alianzas de cimarrones y
corsarios, en parti- cular ingleses, producen efectos desastrosos para los
españoles. Varios relatos españoles e ingleses15 van a contar con muchos
detalles la asociación de negros cimarrones con Drake en el Istmo en 1572-1573
(el corsario tenía solamente 2 bar- cos y 73 tripulantes). Después de varios
intentos y fracasos entre Nombre de Dios y la Venta de Cruces, siempre guiados por
negros cimarrones de la zona, los ingleses se aliaron con los franceses (liderados
por el cartógrafo hugonote Guillaume Le Testu, capturado y matado más tarde
por los españoles) y lograron apoderarse de más de cien mil pesos de oro cerca
de Nombre de Dios.
Pocos años después, otros relatos, entre los cuales algunas octavas reales
épi- cas que estudiaré más adelante, se hacen eco del alboroto que se produce
en las comunidades negras limeñas al paso del corsario Drake por el Callao.
Parece que los esclavos negros traficaron las espuelas y los frenos para que sus
amos no pudieran controlar las monturas al salir huyendo o a pelear. Las
autoridades co- loniales mandan varias cartas alarmistas a España para
denunciar la situación y pedir más recursos, como la carta siguiente mandada
por el cabildo de Panamá en abril de 1577:
14. Nakashima, 2013, pp. 31-32. Los otros dos objetivos son: apoderarse de San Vicente, cerca del Bra-
sil, y descubrir un paso por el este.
15. Podemos citar el poema de Juan de Castellanos, El discurso del capitán Francisco Draque, o
Cas- tellanos, o el relato del misterioso R. B., The English hero, citado por Sánchez Jiménez, 2007, p.
116.
16. AGI, Panama 40,N.16. Carta del cabildo secular sobre los daños que hacen en aquella tierra los fran-
ceses, ingleses y luteranos con ayuda de los negros cimarrones (15/iv/1577, fol. 111r).
17. Así opinan Tardieu, 2015, y Lucas, 2002.
248 LISE SEGAS
dora Michi Nakashima recuerda que la corona inglesa nunca había planeado aso-
ciarse más que a corto plazo con aquellos pueblos18. Así rezan sus conclusiones:
virreinato del Perú, en la provincia panameña del Darién, cerca de la frontera con
la actual Colombia. La situación exacta queda desconocida: a veces se la sitúa
en la costa pacífica, cerca de Panamá, otras veces más adentro, en los relieves
del istmo. Firbas habla de un «topónimo movedizo»22. Después de huir al monte,
Bal- lano logró reunir a varios centenares de cimarrones y crear un palenque
conocido con el nombre de Ronconcholo, citado en el poema. El jefe de los
cimarrones fue uno de los primeros rebeldes que firmó un pacto con Pedro de
Ursúa en 1555 pero este último lo traicionó y lo capturó. Es interesante
observar que con el poema de Miramontes, nos situamos en esta tradición
americana ya legendaria (Canto IV, estrofas 356-357, pp. 264-265), perpetuada a
través de los mismos personajes que intervinieron algunos años antes en la
Dragontea, el rey don Luis de Mazambique y el guerrero Yalonga. En el poema
de Lope, se trata del fracaso de la alianza que quiso pactar Drake con los
cimarrones de Santiago del Príncipe, cerca de Nombre de Dios, en 1595, cuando
emprendió su última expedición al Caribe. Drake no pudo volver a crear la unión de
fuerzas que él mismo había logrado en 1572 y Oxenham en 1576, porque el
contexto había cambiado. Lope narra entonces la resistencia de los cimarrones y
su lucha contra los ingleses en defensa del rey de España y la religión cristiana
(Cantos VI y VII).
En efecto, los dos poemas épicos no tratan a los cimarrones de la misma for-
ma. Hasta podemos decir que, de cierta forma, contrapuntean, ya que
Miramontes va a retomar los elementos narrativos de La Dragontea para
distribuirlos de otra manera. Cabe recordar que si Lope nunca pisó el suelo
americano, Miramontes llegó a América en 1586. Sabemos que este último, como
soldado y miembro de la Armada del Mar del Sur, participó en varias expediciones
encargadas de perseguir a los corsarios, algunas de las cuales lo llevaron al
Istmo.
También sabemos con certeza que Miramontes conocía el poema del Fénix.
Primero, algunos documentos dejaron constancia de la presencia clandestina de la
Dragontea en Panamá en 1601, a pesar de la prohibición de difundir el poema por el
Nuevo Mundo. Es muy posible que uno de los 94 ejemplares que arribaron a
Amé- rica central recayera en las manos del poeta-soldado 23. Además de recurrir
a los mismos personajes históricos (que Lope conoció gracias a documentos
secretos del Consejo de Indias, que le fueron facilitados para escribir su poema, y de
los que Miramontes pudo haber escuchado durante las expediciones a las que
participó en la región), la influencia directa es claramente perceptible en varios
elementos como las habilidades de cazador de Yalonga, presentado por Lope
como el «carnicero» del palenque (Canto VI, XX, p. 396), acostumbrado «a
derribar las reses, / aquí con plomo, allí con el acero», cazando «víctimas
monteses», como los bucaneros en otras regiones del Caribe. En Armas
antárticas, Yalonga también se destaca como un gran cazador pero en una
escena mucho más noble de caza del jabalí, un topos literario presente en los
relatos medievales más famosos como en las leyendas artúricas y otras
leyendas como la del hada Melusina. También se pueden observar otros
elementos comunes como el discurso sobre la navegación pronunciado por
22. Firbas, 2006, p. 94.
23. Segas, 2015a, p. 237.
250 LISE SEGAS
Drake ante la reina Isabel, pero con algunas diferencias que estudié en otro
trabajo y que no voy a desarrollar aquí24. En todos los casos, si se ha establecido
que Lope de Vega sacó las informaciones sobre los personajes de los
cimarrones de fuentes y testimonios directos, que se encuentran hoy en el Archivo
General de Indias, Mira- montes opta por un relato mucho más novelesco, con la
introducción de ficciones amorosas, y más legendario, ya que ubica a los
cimarrones históricos de Santiago del Príncipe en una región casi mítica, Ballano,
sin que se pueda afirmar que vivie- ron en esa región misteriosa en el momento en
el que Oxenham pasó por el istmo (o sea, 20 años antes de los acontecimientos
protagonizados por Drake cuando su última expedición, relatada en el poema de
Lope).
Uno de los elementos más reveladores es la presentación de los dos héroes,
el rey Luis de Mazambique y el guerrero Yalonga. En el caso de Lope, podemos
ob- servar una dimensión cómica, que no está presente en el poema de
Miramontes. Según Baltasar Fra Molinero, en su libro La imagen de los negros
en el teatro del siglo de oro, así son «desde Gil Vicente, los negros de las
comedias: habla negra o guinea y dimensión cómica»25. En calidad de
comediógrafo, es muy comprensible que Lope alimentara el relato épico con
algunos de los rasgos teatrales de los ne- gros de ficción teatral. El editor del
poema épico, Antonio Sánchez Jiménez, obser- va en varias notas los «tintes
cómicos» (p. 394, n. 967). Además de los incesantes y algo pesados juegos de
palabras con lo negro y lo blanco, la descripción del rey Luis de Mazambique
presenta rasgos cómicos: «Era don Luis etíope atezado, / doblado en cuerpo, en
ánimo sencillo, / de barba hasta los pechos prolongado, / aunque parezca fábula
el decillo» (Canto VI, pp. 394-395), antes de rematar el retrato con la expresión
siguiente: «en fin, el ébano y la nieve» (Canto VI, p. 395). El poeta-narrador nunca
se depara de su tono burlón cuando compara, por ejemplo, a los cimarrones con
el senado romano llamado «¡oh etíope senado!» (Canto VI, p. 398).
En cambio, en Armas antárticas, tanto Yalonga como el rey don Luis se
presen- tan como los herederos de varios linajes, un linaje africano y europeo, muy
antiguo, y otro linaje, más americano, que es el de Ballano. La nobleza de la
ascendencia de los cimarrones de Armas antárticas es lo primero que declara
Yalonga cuando se presenta a los ingleses (Canto IV, estrofas 330-357, pp. 257-
265). Empieza con el linaje etiópico que viene de la Antigüedad griega26 y luego
lo enlaza con el linaje de Ballano en las últimas estrofas de su largo monólogo
(Canto IV, 356-357, pp. 264- 265). Retoma todos los tópicos de la mitología
griega: su origen procede de Apolo, que llegó a Etiopía persiguiendo a Dafne.
Yalonga relata con muchos detalles la transformación de Dafne en Laurel y se
inscribe de esta manera en una larga tradi- ción poética europea, desde Ovidio y
sus Metamorfosis hasta el soneto de Garcila- so de la Vega, para citar a los más
conocidos. Yalonga explica que Apolo se quedó y se unió con Andrómeda, ancestros
del emperador Senapo de Etiopía. Es necesario recalcar también cómo enlaza el
episodio con otra obra épica, el best-seller del Renacimiento, el Orlando furioso de
Ariosto. En efecto, el poema italiano cuenta, en
24. Segas, 2015b.
25. Fra Molineo, 1998, p. 24.
26. McCloskey, 2010.
CIMARRONES Y CORSARIOS: DE LA REALIDAD COLONIAL A LA ÉPICA HISTÓRICA 251
el canto XXXIII, el viaje del paladín inglés Astolfo a Etiopía, el banquete que le
ofrece Senapo, cuyo palacio está invadido por las arpías, que no lo dejan comer.
Astolfo logra ahuyentar a las arpías con su trompeta y las persigue con el
hipogrifo hasta mandarlas a los Infiernos. El pacto entre el príncipe inglés y el
emperador etíope se sella y se celebra con un banquete. Senapo se
compremete también a ayudar a Astolfo en su lucha contra Agramante, uno de
los reyes moros que asaltó París, mandando un ejército etíope a tomar Bizerta, la
capital del reino de Agramante. Una vez más, los etíopes participan en las guerras
épicas. Lo interesante aquí es que, como lo subraya Firbas27, Miramontes
encuentra una tradición épica occidental en la que situar la alianza entre los
ingleses y los cimarrones, aunque con consecuen- cias distintas. En efecto,
como en la Ilíada de Homero, los etíopes se unen con los perdedores (con los
troyanos en Homero, con los ingleses en Miramontes). Un error que no cometen en
la Dragontea de Lope, que insiste también en que Yalonga habla y actúa «como si
natural fuera de Europa» (Canto VI, p. 393) cuando don Luis de Mazambique
añade más adelante: «Católico señor obedecemos» (Canto VI, p. 404).
Entonces, en Armas antárticas, se establece claramente una diferencia, muy
tradicional en aquella época, entre dos Áfricas: el África cristiana, es decir,
Etiopía, de la que proceden los nobles héroes de Miramontes, y el África bárbara,
es decir, lo que se conocía en aquel entonces bajo el nombre de Guinea. O sea, el
África que se puede esclavizar porque se trata de una gente «bestial, salvaje,
rústica, arris- cada/ bruta, caribe, bárbara, insolente, / fiera, sanguinolenta,
cruel, airada, / que trai siempre entre sí guerra furente / no por ley, no por rey, ni
patria amada, / mas porque de la humana carne sola/ se sustenta el goloso bran
y angola» (Canto IV, 348, p. 262). Las dos naciones africanas citadas, «bran y
angola», fueron las más afectadas por la trata negrera. Fra Molinero, en su libro
dedicado a los negros en el teatro aurisecular, recuerda que en el siglo XVI,
«surge la diferencia literaria entre Etiopía/África y Guinea/África. La primera está
legitimada literariamente por la An- tigüedad grecolatina, mientras que Guinea es
el África nuevamente descubierta, la tierra de esclavos (como nos aclara Sancho
Panza)»28. El origen etíope de los cimarrones de Miramontes parece justificar en
parte su deseo de libertad y de ser respetados.
De aquí a que se justifique la esclavitud, solo falta un paso. Tanto en La
Dragon- tea como en Armas antárticas encontramos los mismos argumentos que
respal- dan el sistema esclavista, aunque con algunos matices y dudas
sugeridos precisa- mente por el discurso de los corsarios ingleses, sobre todo en el
poema limeño. Los corsarios permiten introducir una controversia sobre la
esclavitud de los africanos: en Lope, para rebatir la condena del sistema, en
Miramontes para introducir algu- nas críticas tímidas, marcando una diferencia
con Lope.
En el caso de La Dragontea, se busca desactivar el miedo a la sublevación de
los esclavos, seducidos por los discursos de liberación de los ingleses. En
efecto, el embajador de los corsarios ingleses los insta a unirse con la reina
Isabel contra el rey español :
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