El Buen Vivir
El Buen Vivir
El Buen Vivir
Alberto Acosta1
Artículo para la revista Ecuador Debate
28 de diciembre del 2008
“Y volverá a preguntársenos: ¿qué ha dejado a la Kultura Don Quijote? Y diré: ¡el quijotismo, y no es
poco! Todo un método, toda una epistemología, toda una estética, toda una lógica, toda una religión sobre
todo, es decir, una economía a lo eterno y lo divino, toda una esperanza en lo absurdo racional”.
Algunos asambleístas, contando con el eco perturbador de gran parte de una prensa
mediocre e interesada en el fracaso de la Constituyente, acostumbrados a verdades
indiscutibles, clamaban por concreciones definitivas. Mientras que otros, incluso algunos
que inclusive alentaron este principio fundacional de la Constitución de Montecristi, al
perecer no tenían clara la trascendencia de esta decisión…
Para entender lo que implica el Buen Vivir, que no puede ser simplistamente asociado
al “bienestar occidental”, hay que empezar por recuperar la cosmovisión de los pueblos y
nacionalidades indígenas; planteamiento que también se cristaliza en la discusión
constitucional en Bolivia. Eso, de plano, no significa negar la posibilidad para propiciar la
modernización de la sociedad, particularmente con la incorporación en la vida de muchos y
valiosos avances tecnológicos de la humanidad.
En la comprensión del sentido que tiene y debe tener la vida de las personas, en las
sociedades indígenas de nuestro país no existe el concepto de desarrollo, nos recuerda
Carlos Viteri Gualinga. Es decir, no hay la concepción de un proceso lineal que establezca
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Economista. Profesor e investigador de la FLACSO. Consultor internacional. Ex-ministro de Energía y Minas. Ex-presidente de la
Asamblea Constituyente.
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un estado anterior o posterior. No hay aquella visión de un estado de subdesarrollo a ser
superado. Y tampoco un estado de desarrollo a ser alcanzado. No existe, como en la visión
occidental, está dicotomía que explica y diferencia gran parte de los procesos en marcha.
Para los pueblos indígenas tampoco hay la concepción tradicional de pobreza asociada a la
carencia de bienes materiales o de riqueza vinculada a su abundancia.
Pero eso no es la única fuente de inspiración para impulsar el Buen Vivir. Incluso
desde círculos de la cultura occidental se levantan cada vez más voces que podrían estar de
alguna manera en sintonía con esta visión indígena. En el mundo se comprende,
paulatinamente, la inviabilidad global del estilo de desarrollo dominante.
Frente a los devastadores efectos del calentamiento global, se plantean cambios para
que la humanidad pueda escapar con vida de los graves riesgos ecológicos y sociales en
ciernes. El crecimiento material sin fin podría culminar en un suicidio colectivo, tal como
parece augurar el mencionado recalentamiento de la atmósfera o el deterioro de la capa de
ozono, la pérdida de fuentes de agua dulce, la erosión de la biodiversidad agrícola y
silvestre, la degradación de suelos o la propia desaparición de espacios de vida de las
comunidades locales...
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Incluso a escala global la concepción del crecimiento basado en inagotables
recursos naturales y en un mercado capaz de absorber todo lo producido, muestra que más
que producir el desarrollo lo que se observa, como señala José María Tortosa, es un “mal
desarrollo”. Tortosa va más allá. El afirma que “el funcionamiento del sistema mundial
contemporáneo es “maldesarrollador” (…) La razón es fácil de entender: es un sistema
basado en la eficiencia que trata de maximizar los resultados, reducir costes y conseguir la
acumulación incesante de capital. Ésa es la regla de juego que para nada es atemperada por
la “mano invisible” de los sentimientos morales de que hablaba Adam Smith, es decir, por
el sentido de la responsabilidad. Si “todo vale”, el problema no es de quién ha jugado qué
cuándo, sino que el problema son las mismas reglas del juego. En otras palabras, el sistema
mundial está maldesarrollado por su propia lógica y es a esa lógica a donde hay que dirigir
la atención.”
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límites de estilos de vida sustentados en esta visión ideológica del progreso son cada vez
más notables. El ambiente, es decir los recursos naturales no pueden ser vistos como una
condición para el crecimiento económico, como tampoco pueden ser un simple objeto de
las políticas de desarrollo. Esto nos conduce a aceptar que la Naturaleza, en tanto una
construcción social y en tanto término conceptualizado por los seres humanos, debe ser
reinterpretada y revisada íntegramente, sobre todo si la humanidad no está fuera de la
Naturaleza. La visión dominante, que pretende ver a la humanidad por fuera de la
Nasturaleza, incluso al definirla como Naturaleza sin considerar al ser humano como parte
integral de la misma, ha abierto la puerta para dominarla y manipularla. Se le ha
transformado en recursos naturales e incluso en “capital natural” a ser explotados. Cuando,
en realidad, la Naturaleza hasta podría existir sin seres humanos…
Estos planteamientos de Guimaraes ubican con claridad por donde debería marchar
el desarrollo sustentable, si realmente pretende ser una opción de vida, en tanto respeta la
Naturaleza y permite un uso de los recursos naturales adaptado a la generación
(regeneración) natural de los mismos. La Naturaleza, en definitiva, debe tener la necesaria
capacidad de carga y recomposición para no deteriorarse irreversiblemente por efecto de la
acción del ser humano. He aquí una aproximación ética explicativa de los derechos que se
otorgaron a la Naturaleza en Montecristi.
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Económica, social, intergeneracional, de género, étnica, cultural especialmente.
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estéticos y espirituales. Y esto dentro de un esfuerzo de democratización permanente de la
sociedad, a partir de la construcción de ciudadanías sólidas.
Aquí cobra renovado vigor las propuestas de Amartya Sen, para quien el “poder de
crear riqueza” equivaldría a la posibilidad de “ampliación de las capacidades” del ser
humano. No cuentan tanto las riquezas o sea las cosas que las personas puedan producir
durante sus vidas, sino lo que las cosas hacen por la vida de las personas: “El desarrollo
debe preocuparse de lo que la gente puede o no hacer, es decir si pueden vivir más, escapar
de la morbilidad evitable, estar bien alimentados, ser capaces de leer, escribir, comunicarse,
participar en tareas literarias y científicas, etc. En palabras de Marx, se trata de 'sustituir el
dominio de las circunstancias y el azar sobre los individuos, por el dominio de los
individuos sobre el azar y las circunstancias'” (Sen). Una convivencia sin miseria, sin
discriminación, con un mínimo de cosas necesarias y sin tener a éstas como la meta final.
Esta es, a no dudarlo, una visión equiparable con el Buen Vivir, deseable y posible en un
país con tantas posibilidades como el Ecuador.
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lograrlo, como condición fundamental, cualquier persona ha de tener las mismas
posibilidades de elección, aunque no tenga los mismos medios. El Estado corregirá las
deficiencias del mercado y actuará como promotor del desarrollo, en los campos que sea
necesario. Y si el desarrollo exige la equidad y la igualdad, éstas sólo serán posibles con
democracia -no un simple ritual electoral- y con libertad de expresión, verdaderas garantías
para la eficiencia económica y el logro del Buen Vivir, en tanto camino y en tanto objetivo.
El Buen Vivir, más que una declaración constitucional, se presenta, entonces, como
una oportunidad para construir colectivamente un nuevo régimen de desarrollo. Su
contenido no se refleja simplemente en una sumatoria de artículos constitucionales en
donde se mencionan estas palabras: Buen Vivir. Es mucho más que la posibilidad de
introducir cambios estructurales a partir del cumplimiento de los diferentes artículos
constitucionales en donde se aborda expresamente o no el Buen Vivir. Esta propuesta,
siempre que sea asumida activamente por la sociedad, en tanto recepta las propuestas de los
pueblos y nacionalidades indígenas, así como de amplios segmentos de la población, puede
proyectarse con fuerza en los debates de transformación que se desarrollan en el mundo.
El Buen Vivir, en definitiva, tiene que ver con una serie de derechos y garantías
sociales, económicas y ambientales. También está plasmado en los principios orientadores
del régimen económico, que se caracterizan por promover una relación armoniosa entre los
seres humanos individual y colectivamente, así como con la Naturaleza. En esencia busca
construir una economía solidaria, al tiempo que se recuperan varias soberanías como
concepto central de la vida política del país.
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El mercado por si solo no es la solución, tampoco lo es el Estado. El subordinar el
Estado al mercado, conduce a subordinar la sociedad a las relaciones mercantiles y al
egolatrismo individualista. Lejos de una economía sobredeterminada por las relaciones
mercantiles, se promueve una relación dinámica y constructiva entre mercado, Estado y
sociedad. Se busca construir una sociedad con mercado, para no tener una sociedad de
mercado, es decir mercantilizada. No se quiere una economía controlada por monopolistas
y especuladores, como en la época neoliberal. Tampoco se promueve una visión estatista a
ultranza de la economía.
Se persigue una economía que garantice el derecho de propiedad bien habida. Pero
sobre todo el derecho a la propiedad de quienes nada o muy poco tienen. Esta nueva
economía consolida el principio del monopolio público sobre los recursos estratégicos, pero
a su vez establece una dinámica de uso y aprovechamiento de esos recursos desde una
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Conjunto de normas y reglas emanadas de la propia sociedad, que configuran el marco referencial de las relaciones humanas.
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óptica sustentable, con la necesidad de disponer de mecanismos de regulación y control en
la prestación de los servicios públicos. Igualmente considera diversas formas de hacer
economía: estatal, pública, privada, mixta, comunitaria, asociativa, cooperativa… Busca,
con esto, ampliar la base de productores y propietarios en el Ecuador en un esquema de
economía solidaria que articule a activa y equitativamente a todos los segmentos
productivos.
Todas las personas tienen por igual derecho a una vida digna, que asegure la salud,
alimentación y nutrición, agua potable, vivienda, saneamiento ambiental, educación,
trabajo, empleo, descanso y ocio, cultura física, vestido, seguridad social y otros servicios
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Cumpliendo el mandato popular de fines del 2006, se destinará anualmente al menos 6% y 4% del PIB, por lo menos, para educación y
salud, respectivamente.
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sociales necesarios Todos estos derechos, para su cumplimiento, exigirán ajustes en la
distribución de la riqueza y del ingreso, puesto que su vigencia no sólo puede estar
garantizada por posibles ingresos petroleros u otros similares. Los derechos deben ser
garantizados por la sociedad para todos sus miembros, en cualquier tiempo o circunstancia,
no sólo cuando hay excedentes financieros.
En esta carta magna se consolidan los derechos de los y las emigrantes. No sólo que
podrán votar en las elecciones ecuatorianas y que tendrán representantes a la Asamblea
Nacional, elegidos por ellos, sino que podrán impulsar varias iniciativas políticas, inclusive
de ley. El Estado generará incentivos al retorno del ahorro y de los bienes de las personas
migrantes, para que dichos recursos se orienten hacia la inversión productiva de calidad
decidida por los propios emigrantes. También se estimulará su afiliación voluntaria al
Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social; para lograrlo se contará con el aporte de las
personas domiciliadas en el exterior. En un gesto de coherencia con la defensa de los
derechos de los compatriotas en el exterior, esta Constitución asegura similares derechos a
los extranjeros y a los ecuatorianos: los extranjeros que tengan residencia de cinco años en
el Ecuador -por ejemplo- podrán ejercer el derecho al voto, sin necesidad de acuerdos
bilaterales con sus países de origen; no podrán ser devueltos o expulsados a un país donde
su vida, libertad, seguridad o integridad o la de sus familiares peligren por causa de su
etnia, religión, nacionalidad, ideología, pertenencia a determinado grupo social, o por sus
opiniones políticas. En esa línea de compromiso se prohíbe la expulsión de colectivos de
extranjeros. Los procesos migratorios deberán ser singularizados.
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simples interpretaciones que hacen los constitucionalistas frustrados, encontramos
borradores de una utopía por construir. Una utopía que implica la crítica de la realidad
desde los principios plasmados en la Constitución de Montecristi. Una utopía que, al ser un
proyecto de vida en común, nos dice lo que debe ser.... alternativa imaginaria,
políticamente conquistada, a ser ejecutada por la acción de la ciudadanía.
Esta Constitución, la más ecuatoriana de toda la historia, que ofrece una categórica
propuesta de descentralización y autonomías, sobre bases de solidaridad y equidad, abre la
puerta también a la integración regional. Sin la integración de los pueblos de Nuestra
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América Latina no hay desarrollo. Ese es un paso fundamental para que dichos pueblos
puedan insertarse con dignidad e inteligencia en el contexto mundial. Y para hacerlo, la
Constitución declara al Ecuador como un territorio de paz, en donde no podrán asentarse
fuerzas militares extranjeras con fines bélicos, ni ceder bases militares nacionales a
soldados foráneos.
Finalmente, el Buen Vivir, una filosofía de vida, abre la puerta para construir un
proyecto liberador y tolerante, sin perjuicios ni dogmas. Un proyecto que, al haber sumado
muchas historias de luchas de resistencia y de propuestas de cambio, se posiciona como
punto de partida para construir una sociedad sustentable en todos los ámbitos.
Por ello es preciso reformular las relaciones de poder entre el Estado y los ciudadanos
para que sean éstos los auténticos poseedores de la soberanía. La crisis de representación
política que ha afectado y aún afecta a las instancias parlamentarias, implica una crisis del
Derecho Constitucional en tanto que la “soberanía popular” está sometida a los apetitos
privados en contradicción con las exigencias ciudadanas, lo cual crea un conflicto en el
sistema de legitimación. El Derecho Constitucional fue un derecho de papel. La tarea
planteada por la nueva Constitución es superar aquel conjunto de normas acordadas
explícita o implícitamente por los grandes agentes económicos, que actúan con
independencia de los poderes públicos en la regulación de las relaciones de estos entes
privados, entre ellos mismos y con el Estado. Finalmente, han sido estas regulaciones desde
los intereses privados, incluso transnacionales, las que han determinado las relaciones
políticas con el Estado. Esto ha implicado una desvalorización del Derecho constitucional y
de las constituciones, con una pérdida de soberanía por parte del pueblo.
“La gran tarea -en palabras de Rómulo Salazar Ochoa- consiste en que comencemos a
trabajar para arrancar el derecho constitucional del “pedestal academicista” en el que la
derecha mantuvo la Constitución y convirtamos a ésta en inspiración y expresión del
pensamiento social en función del cambio y la transformación política, garantizando el
respeto a los derechos de las personas y de las colectividades. Esta preocupación, desde
luego, comienza a despejarse en la medida en logramos entender que los principios
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constitucionales rigen a pesar de los vacíos, limitaciones y tergiversaciones que respecto de
ellos contiene la ley, y que por lo mismo, a diferencia del viejo positivismo, no es y no
puede ser ella sino el propio texto constitucional la fuente de nuestros derechos y garantía a
la vez de su eficacia en armonía con la más alta significación de la naturaleza humana.”
La propia Constitución establece, por tanto, que para la consecución del Buen Vivir, a
las personas y a las colectividades, y a sus diversas formas organizativas, les corresponde
participar en todas las fases y espacios de la gestión pública y de la planificación del
desarrollo nacional y local, y en la ejecución y control del cumplimiento de los planes de
desarrollo en todos sus niveles. El Buen Vivir no será nunca una dádiva de los actuales
grupos de poder. La construcción de una sociedad equitativa, igualitaria y libre, sólo será
posible con el concurso de todos y de todas.
Esta Constitución, éste es quizás uno de sus mayores méritos, abre la puerta para
disputar el sentido histórico del desarrollo. Estamos concientes que estas nuevas corrientes
del pensamiento jurídico no están exentas de conflictos. Al abandonar el tradicional
concepto de la ley como fuente del derecho, se consolida a la Constitución como punto de
partida jurídico independientemente de las visiones tradicionales. No debe sorprendernos,
entonces, que esta nueva carta magna genere conflictos con los jurisconsultos
tradicionalistas, así como con aquellos personajes acostumbrados a tener la razón en
función de su pensamiento (y sobre todo de sus intereses).
Los Derechos de la Naturaleza, por ejemplo, han sido vistos como un “galimatías
conceptual”. Les resulta difícil entender que el mundo cambia y harán lo imposible para
intentar detener los cambios. Este conflicto será positivo para la sociedad, servirá para
fortalecer el proceso democrático. “La tarea, desde luego, no es fácil y no tiene porque
serlo; al contrario, como las grandes causas, es ardua y prolongada, pero ha comenzado con
la vigencia de la Constitución de Montecristi. La óptica constitucional del derecho implica,
además de una actitud profundamente ética, una elevada formación intelectual…” (Rómulo
Salazar Ochoa).
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No se trata simplemente de hacer mejor lo realizado hasta ahora. Como parte de la
construcción colectiva de un nuevo pacto de convivencia social y ambiental es necesario
construir nuevos espacios de libertad y romper todos los cercos que impiden su vigencia.
Hay que dejar atrás, también, lo que el actual vicepresidente boliviano Álvaro García
Linera define como “patrimonialismo popular”, en el que se recrean las prácticas rentísticas
y clientelares con otras formas e incluso con otras preferencias. “Hoy el patrimonialismo -al
decir de García Linera- es más ‘democrático’, comienza a socializarse, ya no es un
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privilegio de casta reducido al color de piel, el apellido, o la herencia familiar, sino que es
asumido como un derecho de todos, pero no deja de ser patrimonialismo popular. (Y) esto
es complicado porque, con quiebres, habla de una continuidad que no ha podido ser
superada”. Desarrollo si, patrimonialismo no. Esa es la gran tarea.
Para lograrlo hay que abrir todos los espacios de diálogo posibles. Es urgente
apropiarse democráticamente del contenido de la nueva Constitución. Los futuros acuerdos
políticos, indispensables para enraizar la nueva Constitución, tienen como condición
innegociable sustentarse en el sentido de país, aportar al Buen Vivir y no sacrificar los
intereses nacionales en beneficio particular de personas, gremios y corporaciones; los
privilegios de unos pocos son insostenibles. A diferencia de las prácticas de los grupos
oligárquicos (causantes de la crisis nacional) que han controlado el Estado durante décadas,
no se quiere ganar posiciones simplemente con la fuerza del número, sino con la de los
argumentos. La Constitución debe ser realmente de todos y de todas, no de un gobierno en
particular.
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