4° Cuento Maravilloso
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para vivir, así que cada día, Aladino recorría el centro de la ciudad en
En una ocasión paseaba entre los puestos de fruta del mercado, cuando
por aquí. Veo que llevas ropas muy viejas y me apena verte tan flaco.
cara morena estaba tan huesuda que le hacía parecer mucho mayor.
nada que perder, le acompañó hasta una zona apartada del bosque. Una
que terminaba en una gran sala con paredes de piedra. Cuando accedió
encendida, pero eso no era todo: la tenue luz le permitió distinguir cientos
Se dio prisa en coger la lámpara, pero no pudo evitar llenarse los bolsillos
todo lo que pudo de algunos de esos tesoros que encontró. Lo que más le
dijo:
El extranjero se enfureció tanto que tapó la entrada con una gran losa de
subterráneo.
¿Qué podía hacer ahora? ¿Cómo salir de ahí con vida?…
su hogar. Su madre le recibió con un gran abrazo. Con unos nervios que
ella.
– ¡Estamos deseando comer! ¿Qué tal alguna cosa rica para saciar toda
mejor comida que podían imaginar. Pero eso no acabó ahí porque, a
partir de entonces y gracias a la lámpara que ahora estaba en su poder,
nada.
Era la hija del sultán. Regresó a casa y como no podía dejar de pensar en
ella, le dijo a su madre que tenía que hacer todo lo posible para que fuera
su esposa.
¡Esta vez sí tendría que abusar un poco de la generosidad del genio para
vivienda lujosa con hermosos jardines, y cómo no, ropas adecuadas para
Pero una tarde, Halima vio por la casa la vieja lámpara de aceite y como
no sabía nada, se la vendió a un trapero que iba por las calles comprando
su bella Halima, que por fortuna, estaba sana y salva. Sabían que sólo
Juntos, idearon un nuevo plan. Pidieron al genio del anillo una dosis de
que éste se diera cuenta. En cuanto se sirvió una copa y mojó sus labios,
cayó dormido en un sueño que, tal como les había prometido el genio,
– ¡Hoy me alegro más que nunca de verte! ¡Llévanos a casa, viejo amigo!
¡Y así fue! Halima y Aladino regresaron, y con ellos, todo lo que el viejo
hasta entonces.