1º El Mito de Perséfone y Deméter

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1º El mito de Perséfone y Deméter

Deméter era la hermana de Zeus y la diosa que vigilaba la tierra fértil y las plantas que crecían en
la Tierra. Ella enseñó a los hombres cómo sembrar y cultivar el grano; así que los griegos la
adoraron como la diosa de la agricultura. Cuando hacían cuadros o estatuas de ella, la
representaban llevando racimos de granos y amapolas en sus manos.

Deméter tenía una hermosa hija joven llamada Perséfone —a quien amaba mucho— y a la que
ayudó a cuidar el grano que los hombres sembraron. Cuando la semilla fue arrojada al suelo,
Perséfone la vigiló y la guardó hasta que las diminutas hojas verdes salieron de la oscura tierra.

Un día la joven diosa estaba jugando con varias ninfas en una hermosa pradera. Allí crecían lechos
de violetas y otras flores. Perséfone estaba recogiendo algunas de las flores más bonitas cuando,
de repente, una gran abertura apareció de la tierra. De esta gran abertura salió un gran carruaje.
La pobre Perséfone fue capturada y llevada rápidamente a pesar de sus gritos.

Cuando Deméter descubrió que le habían robado a su hija Perséfone, rompió a llorar y le inundó el
dolor. Poco más tarde, encendió una antorcha y montó en su carro tirado por serpientes aladas, y
durante nueve días y nueve noches buscó a su hija sin parar ni para comer. En el décimo día, el Sol
le dijo que Zeus había capturado a su hija y se la había llevado al Inframundo para que fuera la
reina de Hades —dios del Inframundo—. Deméter se enfadó mucho, se alejó de las casas de los
dioses y se escondió en la Tierra, donde lloró durante mucho tiempo por su hija.
Un día la diosa estaba sentada al lado de un pozo, vestida toda de negro y con aspecto de anciana,
cuando cuatro muchachas jóvenes se acercaron al pozo para sacar agua y se entristecieron de ver
a la anciana. Al verla tan triste y sola, se la llevaron su casa junto a su madre. Ellas no sabían —por
supuesto— que esta anciana era una diosa.

Todos eran muy amables con ella, y la madre mantuvo a Deméter en casa para que cuidara de su
hijo pequeño. El niño le recordó tanto a su hija perdida que se encariñó mucho con él. Deméter
deseaba hacerlo inmortal como los dioses, para que nunca envejeciera ni muriera; y por la noche,
cuando todos los demás estaban dormidos, puso al niño en el fuego para quemar su parte mortal.
Pero una noche la madre del bebé les observó, y gritó en voz alta cuando vio a su pequeño hijo en
las llamas. Eso rompió el encanto, y a pesar de que Deméter no pudo hacer inmortal al niño, hizo
que creciera y se convirtiera en un gran y buen hombre.

Mientras Deméter seguía buscando a su hija, no había nadie que cuidara del grano. La semilla que
estaba plantada en la Tierra no crecía; y aunque los hombres araban y araban, nada funcionaba.
Zeus se dio cuenta de que, o convencían a Deméter para que se ocupara de nuevo del grano, o la
raza de los hombres moriría. Así que envió a los dioses, uno tras otro, para rogar a Deméter que
volviera al Olimpo. Pero ella se negó a menos que le devolvieran a su hija.

Entonces Zeus envió a Hermes al Inframundo a buscar a Perséfone. Pero cuando regresaron, se
dieron cuenta de que ella había comido parte de una granada, o manzana del amor, mientras
estaba con Hades; por lo que sólo podía ser devuelta a su madre durante una parte de cada año.

Después de eso, a Perséfone se le permitió vivir con su madre en la luz y el aire del mundo
superior durante dos tercios del año, pero el resto del tiempo debía quedarse con Hades como
reina del Inframundo. Cuando llegó la primavera, los griegos pensaron que era Perséfone
regresando a su madre, y alegrando a toda la tierra con su presencia. Pero cuando soplaron los
vientos invernales, y las plantas y las flores murieron, entonces, dijeron que ella había vuelto al
Inframundo, y la Tierra quedó oscura y triste.

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