Vida Universitaria de Vallejo

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VIDA UNIVERSITARIA

No hay información de referencia sobre los estudios primarios realizados por César

Vallejo. Sólo se sabe que los inició a los ocho años de edad en la Escuela Municipal de

Santiago de Chuco.

Los estudios de educación secundaria, los realiza en el Colegio Nacional “San

Nicolás” de Huamachuco. Un rendimiento sobresaliente que lo muestran como un educando

aplicado, característica que se mantendrá no sólo durante su vida de estudiante de educación

secundaria, sino también como estudiante universitario y como permanente estudiante

autodidacta en la vida misma.

Según el Certificado Oficial de Estudios expedido por este centro educativo, de los 36

cursos que llevó en secundaria en 15 obtuvo veinte de nota. Destaquemos dos cursos que

tienen estrecha relación con su vocación literaria y su estadía en Europa.

En el curso de Gramática Castellana, correspondientes a primero y segundo año,

obtuvo la nota de veinte, por lo que fue distinguido como el mejor alumno en Gramática

Castellana. Y en el curso de Idioma Extranjero obtuvo, en el primer año, la nota de 19; en el

segundo año, la nota 20; y en el cuarto año, la nota 19.

Podemos concluir entonces que, cuando se fue del Perú a Francia en 1923, Vallejo ya

poseía ciertos conocimientos del francés.

Como estudiante de la Universidad Nacional de Trujillo cursado en 1913: ganó casi

todos los premios por materias. En el segundo año de Letras, Vallejo ganó esta vez todos los

premios por materias.

Vallejo inició seguidamente estudios en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de

la Universidad Nacional de Trujillo.


Vallejo no llegaría a ser el abogado que alguna vez pensara ser. Diversas

circunstancias cambiaron su programa de vida.

También era un alumno autodidacta. Ya que siempre intentaba expandir el

conocimiento universitario en un área amplia a entender el mundo.

¿Quién es un buen estudiante? Al respecto Calero (1991:11) escribe: “si estudias

menos de lo que te enseñan eres un mal estudiante, si estudias sólo lo que te enseñan eres un

estudiante mediocre, si estudias más de lo que te enseñan eres un buen estudiante”.

Vallejo era de estos últimos, como lo eran casi todos sus amigos de generación,

integrantes del Grupo “Norte”, jóvenes intelectuales integrados alrededor de Antenor Orrego y

José Eulogio Garrido. Un grupo que aprendía más de lo que le enseñaban oficialmente,

formalmente, en la universidad, pues supo auto-educarse.

Después de terminar como estudiante aprovechado la secundaria en 1908, se sabe que

trabajó como profesor en Huánuco en 1911. trabajó como maestro primario en el Centro

Viejo, escuela ubicada en la Plaza de Armas de Trujillo, y en el Colegio Nacional de San Juan.

Posteriormente también trabajó como docente en Lima.

De la vivencia como docente de primaria únicamente hay un testimonio notable de

alguien todavía notable que vivió la experiencia de ser su educando. Ese estudiante fue Ciro

Alegría.

Veamos cómo enseñaba Vallejo, según el testimonio de Alegría:

“César Vallejo nos enseñaba rudimentos de historia, geografía, religión, matemáticas

y a leer y escribir. También trataba de enseñarnos a cantar, pero nosotros lo hacíamos mejor

que él, pues tenía muy mala voz. En cuanto a marchar no se preocupaba de que lo hiciéramos

bien, cosa en que ponían gran empeño con sus discípulos los maestros de grados superiores.

Cuando los alumnos del colegio pasábamos en formación por las calles, yendo al campo de
paseo o en los desfiles del 28 de julio, los del primer año de primaria, con nuestro melenudo

profesor a la cabeza, no marcábamos regularmente el paso y éramos una tropilla bastante

desgarbada. Oíamos que la gente estacionada en las cercas murmuraba viendo al profesor:

‘¡Ahí va Vallejo!, ¡Ahí va Vallejo!’.

“Algo que le complacía mucho era hacernos contar historias, hablar de las cosas

triviales que veíamos cada día. He pensado después en que sin duda encontraba deleite en ver

la vida a través de la mirada limpia de los niños y sorprendía fuentes de poesía en su lenguaje

lleno de impensadas metáforas. Tal vez trataba también de despertar nuestras aptitudes de

observación y creación. Lo cierto es que, frecuentemente, nos decía “vamos a conversar”.

Cierta vez, se interesó grandemente en el relato que yo hice acerca de las aves de corral de

mi casa. Me tuvo toda la hora contando cómo se peleaban el pavo y el gallo, la forma en que

la pata nadaba con sus crías en el pozo y cosas así. Cuando me callaba ahí estaba él con una

pregunta acuciante. Sonreía mirándome con sus ojos brillantes y daba golpecitos con la yema

de los dedos, sobre la mesa. Cuando la campana sonó anunciando el recreo, me dijo: ‘has

contado bien’. Sospecho que ese fue mi primer éxito literario. “No siempre le producían

placer nuestros relatos. Un día, llamó a un muchachito que era decididamente tardo. El

pequeño, quizá más trabado por el mal talante que traía nuestro profesor –tenía la boca y el

entrecejo fieramente fruncido-, no pudo decir casi nada, repitió varias veces la misma frase y

de repente se calló.

‘Siéntese’, le ordenó con cierta despectiva rudeza. El chiquillo se fue a su banco y,

cruzando los brazos metió entre ellos la cabeza y se puso a llorar ahogadamente. Vallejo se

incorporó estremecido y fue hasta el pequeño. Estrechándole las manos lo llevó hasta su

mesa, donde le acarició la cabeza y las mejillas hasta calmarlo. Sacó su gran pañuelo para

enjugar las lágrimas que brillaban aún sobre la carita trigueña y luego se quedó mirándolo
largamente. Sin duda en la desconsolada angustia del narrador frustrado, sintió esa que a él

mismo solía oprimirlo muchas veces y ha aludido en sus versos. Cuando recuerdo aquella

ocasión, me parece verlo arrodillado con la mirada sufriendo por el niño y él y todos los

hombres” (Alegría, 1952: 45).

De esta declaración podemos percatar que Vallejo, en su emplazamiento educador,

propiciaba la participación activa del escolar y estimulaba, como lo reconoce Alegría, el

cambio en ellos, de las aptitudes de exploración y comienzo a través de las intervenciones

orales y de diálogos constantes.

Es indiscutible, por otro lado, que la vivencia enseñante de Vallejo con alumnos de

primer año de primaria, el sentir las emociones de estos pequeños alumnos e interactuar con

ellos, le sirvió de base para crear su conocido cuento Paco Yunque, cuya conmovedora historia

se desarrolla respectivamente entre niños de primer año de primaria.


VALLEJO EN EUROPA

César Vallejo deseaba viajar a Europa y lo hizo en 1923. Estuvo por diversas ciudades

como París, Madrid, Moscú, Budapest, Bruselas y Berlín. Permaneció en el Viejo Continente

quince años y se casó con la francesa Georgette Philipard. En París fundó la revista Favorables

París Poema (1926). En 1928 y 1929 visitó Moscú, y en 1930 viajó a España, adonde apareció

la segunda tirada de Trilce. De 1931, año de un flamante recorrido a Rusia, son El Tungsteno

y Paco yunque. En 1932 escribió la obra de teatro Lock-out y se afilió al Partido marxista

español. Ese mismo año regresó a París, donde vivió en la clandestinidad, y donde, tras darse

la guerra civil española, reunió fondos para la causa republicana. Entre sus otros escritos

destaca la obra de compañía Moscú contra Moscú, titulada luego Entre las dos orillas corre el

río. Posteriormente aparecieron Poemas humanos (1939) y España, aparta de mí este cáliz

(1940), conmovedora visión de la batalla de España y expresión de su madurez poética.

Contra el secreto profesional y El arte y la revolución, escritos en 1930-1932, aparecieron en

1973.

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