Resumen Textos Bloch, Duby y Ganshof

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 14

M.

Bloch orienta su investigación en torno al primer período en recibir el nombre del


feudalismo. Este, en términos cronológicos, se extiende desde mediados del siglo IX a
las primeras décadas del XIII. Tendrá como marco la Europa occidental y la Europa
central (limitado por tres “bloques humanos”, mahometano, bizantino y eslavo)
Dentro de estos límites, el tema a tratar es la llamada sociedad feudal.
En términos económicos el autor distingue dos edades feudales. Para la primera, se
comprueba, después del hundimiento del Imperio Carolingio, un universal y profundo
descenso de la curva demográfica, una débil densidad y una participación desigual de la
población. La naturaleza tiende sin cesar a imponerse. El comercio de intercambio es
anémico: balanza deficitaria para occidente (debido a la penuria de moneda, el intercambio
tenía menos sitio que la prestación y la “manutención”, que anudaban lazos humanos muy
diferentes al del salario).
La situación parece transformarse a fines del siglo XI. Una revolución con múltiples causas
permite llevar a cabo la conquista económica del mundo. En este punto, Bloch describe la
concepción que tenían del mundo los hombres de este tiempo. Realiza agudas observaciones
sobre la mentalidad religiosa (cristianismo) estrechamente vinculada con la narración de la
historia (miedo al futuro, curiosidad por el pasado)
Sobre la segunda edad feudal, que empieza en las dos o tres décadas anteriores al año 1100,
Marc destaca los nuevos rasgos intelectuales: los progresos de la educación y en consecuencia,
la adquisición de una conciencia que se extiende a toda la sociedad (se perfecciona el
instrumento de análisis mental)
Desde el fin del Imperio romano hasta el año 1000 aproximadamente. Es un período prefeudal
ya que el poder no está totalmente fragmentado. En esta época nacen las formas económicas y
sociales típicamente feudales. La segunda etapa es la de la plena Edad Media, desde el
año 1000 hasta el siglo XIII, que se caracteriza por ser una etapa expansiva en todos los
órdenes: sociales y económicos. 
En términos sociales, Bloch estudia las relaciones humanas: vínculos de hombre a hombre que
de manera tan vigorosa actuaron sobre la propiedad en la especie de “participación” que
crearon. De allí la siguiente afirmación: “el fundamento de la institución feudal es, a la vez, el
vínculo y la subordinación de hombre a hombre (…) Todo un complejo de relaciones
personales, de dependencia y de protección, dio lugar al vasallaje “forma de dependencia
propia de las clases superiores”.
Bloch atribuye a la organización feudal “”el poder creador de la evolución” (la causa eficiente,
son precisamente las circunstancias) En la época merovingia, “ni el Estado ni el linaje
ofrecían ya garantía suficiente… Había de una parte, huida hacia el jefe (…) se veía en
muchos casos a un mismo hombre hacerse simultáneamente dependiente de otro más fuerte y
protector de otros más humildes (pág. 164). Insiste además, en aclarar que el someterse de
esta forma a las necesidades del momento, no implicaba la creación de formas sociales
nuevas. Eran las representaciones colectivas las que creaban la costumbre.
Subraya el papel de la guerra, el del caballo, en consecuencia, y también el del estribo y la
herradura.
El vocablo gasindus que designaba al compañero germano (séquito armado, guerrero
profesional, en fin, compañero de guerra) fue reemplazado más tarde por el nombre vassus,
vasallus, de origen celta, que denotaba un esclavo domestico, o sea, un “criado.”
Con la monarquía carolingia apareció la idea de utilizar el sistema de subordinaciones
constituido. Entre los grandes, el ejemplo de los reyes y la analogía de las necesidades
favorecieron el establecimiento de contratos de vasallaje estables.
Sin embargo, el Estado carolingio se hunde a su vez. Más que nunca, “el hombre busca un jefe
y los jefes buscan hombres”. Las relaciones de homenaje y de protección se multiplican. Dos
formas de estar ligado a un jefe se distinguen cada vez más netamente: servidumbre y
vasallaje. Este, es la forma elevada de la antigua “encomendación”. El vínculo del vasallo o
“caballero” se contrae por el homenaje de las manos juntas y, después del siglo X, por el beso
en la boca; del derecho, sino de hecho, se deshace con una u otra de las dos vidas atadas.
En el capítulo dedicado al feudo es de una importancia capital y hace resaltar un aspecto del
régimen que no es el menos interesante. “El único y verdadero dueño era el que había dado”,
un beneficio formaba la contrapartida del acto de donación personal. El término “beneficio”
fue eclipsado por la palabra “feudo”, noción de orden económico: bien concedido como
cambio, no “de obligaciones a pagar” sino “de obligaciones de hacer”.
Una tendencia general de la institución feudal, fue el “deslizamiento hacia la heredabilidad”.
La relación con el suelo, fijo la tierra en la familia. Y las funciones u “honores” tendieron, por
una evolución parecida a la de los “beneficios”, a convertirse también en hereditarios.
Caracteres fundamentales del feudalismo europeo
-No se fundaba completamente en el linaje.
-Coincidio con un profundo debilitamiento del Estado, en particular en cuanto a su funcion
protectora.
- Las relaciones de dependencia personal que lo caracterizan tenían algún parentesco artificial
que fue, en muchos aspectos, el primitivo lazo entre los compañeros, y entre los derechos de
gobierno ejercidos por tantos pequeños jefes una buena parte representaban despojos
arrancados a potencias regalistas.
- Se presenta como el resultado de la brutal disolución de sociedades más antiguas. Se
constituyo de forma definitiva en la atmosfera de las últimas incursiones bárbaras. El
feudalismo suponía una profunda disminución de la vida de relaciones, una circulación
monetaria demasiado atrofiada para permitir la existencia de funcionarios asalariados, y una
mentalidad apegada a lo sensible y a lo próximo.
-Más que jerarquizada, fue una sociedad desigual: de jefes más que de nobles, de siervos y no
de esclavos. El régimen feudal suponía la estrecha sujeción económica de una multitud de
gente humilde hacia algunos poderosos. Consolidó en última instancia las formas de
explotación del hombre por el hombre, sumando en inseparable haz el derecho a la renta de
tierra con el derecho al mando, hizo de todo ello el verdadero señorío.
-En la sociedad feudal, el lazo humano característico fue la vinculación del subordinado a un
jefe muy próximo. De escalon en escalon, los nudos así formados alcanzaban, como por otras
tantas cadenadas indefinidamente ramificadas, desde los más pequeños a los más grandes.
- Las relaciones de dependencia revistieron, al principio, la forma de contratos libremente
establecidos entre dos personas vivas colocados frente a frente (VALOR MORAL) Pero muy
pronto, diversos elementos vinieron a oscurecer la pureza de la obligación: la herencia, la
práctica del chasement (domiciliación) y la pluralidad de los homenajes.
Duby

1. La Época Feudal

El inicio de un sistema económico basado en una nueva ordenación de las relaciones humanas,
al calor de las condiciones impuestas por las invasiones de los siglos IX-X pero que comenzó
ya desde los carolingios, se dio en el interior de Europa, especialmente en la Galia. Una
economía agraria bajo el control de una aristocracia -religiosa y militar- que transformó las
bases políticas y sociales. Germania más retrasada e Italia en otro estadio fruto del urbanismo
y el uso de la moneda, vieron amortiguado este proceso.

Los primeros signos de la expansión.

Las transformaciones se dieron lentamente, a juzgar por los documentos eclesiásticos de la


época. La aparición de epidemias, o hambrunas son para el autor signo inequívoco de un
proceso de expansión, reflejo de desequilibrios de producción, deficiencias técnicas y aumento
demográfico.

En el mismo sentido, las crónicas religiosas sobre desplazamientos piadosos dan cuenta de la
movilidad creciente de las riquezas, a la luz de una naciente infraestructura de caminos,
sumado al incipiente comercio del que debían participar los peregrinos para abastecerse en su
camino a, por ejemplo, Tierra Santa. Otro ejemplo desde los documentos lo dan los referidos a
las reconstrucciones de las iglesias. Un movimiento de destesaurización dio como resultado un
mejoramiento notable en los edificios religiosos, a la vez que reforzó la circulación monetaria
y de metales preciosos.

El orden feudal.

Es la forma que revistió el ejercicio del poder en Europa occidental a partir del año mil.

Características:
Descomposición de la autoridad monárquica, fruto de la incapacidad carolingia para contener
las agresiones exteriores.

Dispersión del poder. La defensa del “país” pasó a manos de los príncipes regionales, luego a
los condes y por último a los jefes de las fortalezas.

Fragmentación del derecho de mandar, castigar, asegurar paz y justicia a espacios territoriales
más reducidos y autonómicos.

Nueva concepción de guerra y paz. La “paz de Dios”: Obispos apoyados por príncipes locales
reciben de Dios la delegación del derecho de mantener la paz y justicia (anteriormente en
manos del Rey)

Disciplinamiento de la violencia, reglas de conducta, sanciones morales y espirituales.

Límites: Prohibición de atacar eclesiásticos y campesinos.

Encauzamiento de las agresiones hacia el mundo no-cristiano: Guerra a los infieles. Cruzadas.
Saqueos y exacciones permitidas.

En este marco de violencia reglada, la apropiación militar de bienes de la iglesia o de los


pobres solo podría llevarse a cabo si transformaba su naturaleza a acciones pacificas
legitimadas como propias del régimen de señorío, esto es, explotación compensatoria,
contrapartida de los servicios de defensa, bajo la regla moral de Dios.

Así fue como tomó forma real la representación social que diferenció las divisiones políticas y
económicas del período: la teoría de los tres órdenes.

Ganshof

Ganshof escribió sobre tribunales feudales y la relación beneficio-vasallaje, su enfoque es


institucionalista, utiliza términos militares y judiciales. según su visión el feudalismo solo se
desarrollo plenamente en el ámbito de la nobleza.

El feudalismo clásico se situa en el periodo comprendió entre el s. X y el siglo XIII. El siglo X


y la primera mitad del siglo XI constituyen una época de transición que concierne a las
relaciones feudo-vasalláticas. Del siglo X al XIII, los vínculos de vasallaje perdieron mucho
vigor que poseían en la época precedente (no gozan el papel esencial en la vida social, que
tuvieron en los siglos X, XI y XII por lo menos en Francia, Inglaterra y las regiones más
occidentales de Alemania, es decir, la Lotaringia) Por el contrario, en Alemania, y sobre todo
a partir del último cuarto del siglo XII y más aun en los siglos XIII y XIV, las instituciones
feudovasalláticas han ocupado un lugar capital en la estructura política. En el transcurso del
periodo cronológico cuyos límites acabamos de indicar, el sistema de las instituciones de
vasallaje llegó a su pleno desarrollo.

Corriente historiográfica que propone que la época clásica del feudalismo era la Alta Edad
Media siglo X al XIII, lo que implicó que consideraban al feudalismo como un elemento
central de la sociedad altomedieval “Sociedad Feudal” y apuntaban que fue en la Alta Edad
Media cuando el feudalismo gozó de su máximo esplendor, mientras que la época carolingia
se encontraba en su infancia.
En la edad clásica estas instituciones han dejado de ser propias de los estados originados por la
desmembración de la monarquía franca: Francia, Alemania, reino de Borgoña e Italia.

 Normandía, 1066. La Reconquista en España. Las cruzadas: Reino de Jerusalén y


principados “latinos” Cuarta cruzada: desarrollo en el efímero imperio latino de
Constantinopla y en los principados latinos de Grecia. Desde Alemania a los vecinos
países eslavos.
Feudalismo de Oriente latino: feudalismo “colonial”, a despecho de sus orígenes
occidentales presenta caracteres muy particulares. Estados creados por un ejército de
señores y de vasallos, estados que constituyen por otra parte un genero de confines
militares muy peligrosos.
En Occidente: las relaciones feudo-vasalláticas fueron generalizadas y sistematizadas
hasta un extremo desconocido, con un acento mucho más cargado en los derechos y
prerrogativas de los vasallos.
Feudalismo español
Italia: instituciones propias, en las que el elemento franco solo represento una de sus
aportaciones.
Feudalismo en los estados de la Iglesia.
Feudalismo en el reino normado de Sicilia y los principados normandos del sur de Italia:
las instituciones de vasallaje importadas por los normandos se adhirieron a ellos sobre la
base de un anterior estado de cosas ya de por sí complejo. Un fuerte poder central
consiguió desarrollar un sistema de relaciones feudo-vasalláticas singularmente
coherente, pero que subrayaba los derechos y prerrogativas del señor y, particularmente
del jefe de Estado.
Feudalismo en los países eslavos próximos a Alemania: influencia de las instituciones
propias de los pueblos a los que fueron importadas.
… En Francia y Alemania, con el reino de Borgoña. También en Inglaterra.
En los primeros tres, durante los siglos X y XI, el hombre libre tuvo habitos militares,
que combatía a caballo y estaba pertrechado de algún bien, casi siempre entraba en los
vínculos de vasallaje,
En Inglaterra, el feudalismo fue introducidco bajo la formula francesa, pero sobre todo
en la forma que había tomado en Normandia. El alodio fue totalmente eliminado; la
totalidad de la tierra fue tenida directa o indirectamente del rey. Los soberanos ingleses
consiguieron someter totalmente a su autoridad todo el complejo de instituciones feudo-
vasallaticas.
El vasallaje: elemento personal en las relaciones feudo-vasalláticas. Elemento esencial en la
época clásica del feudalismo, a despecho de la creciente importancia adquirida por el elemento
real. En todo este periodo nos encontramos con vasallos non chases, cuando solo un vasallo
podía pretender la obtención de un feudo.
El contrato de vasallaje: actos generadores de las obligaciones de ambas partes.
El vasallo se pone en las manos del rey con la intención de servirle, le promete fidelidad y
confirma este compromiso con un juramento.
-Actos que se cumplen por medio de la inmixtio manuum: se comenndarem o la variante se
commitere.
Estos actos eran solemnes, es decir, actos cuya validez estaba vinculada a las formas de su
cumplimiento. S. VIII y IX.
El homenaje: homenage, hominium o, en una forma más reciente hom (m)agium. Otras
formas: hominaticum, hominaguim. En alemán y holandés: mannschaf y manschap. Hulde y
hulde más tardíamente (juramento de fidelidad).
El termino latino que corresponde al francés hommage no aparece antes de la primera mitad
del s-. XI. La palabra se extiende en Francia durante la segunda mitad del siglo.
El homenaje comprende dos elementos. En primer lugar la immixtio manuum: el vasallo
coloca sus manos juntas en las manos del señor, que las cierra sobre ellas. El segundo
elemento del homenaje es una declaración de voluntad.
De los dos elementos constitutivos del homenaje, el gesto de las manos es evidentemente más
esencial que la declaración verbal de la voluntad de las partes. Según las concepciones
jurídicas de la Alta Edad Media, las declaraciones de voluntad, e incluso la concurrencia de
voluntades expresada con palabras no bastan para crear derechos que situaríamos en la
categoría de derechos reales sobre personas o cosas. Es indispensable un acto material,
generalmente simbólico: es la inmictio manuum. Convertirse en vasallo era ante todo realizar
un gesto con las manos.
El rito del homenaje es un rito de autoentrega, la entrega de las manos del vasallo en las del
señor simboliza la entrega a este último de toda la persona del vasallo; y el gesto del señor
cerrando sus manos sobre las del vasallo, simboliza la aceptación de la autoentrega.
Como es lógico, el homenaje debía cumplirse libremente; en las regiones y épocas en que la
autoridad del señor sobre sus vasallos era muy fuerte, se produjeron casos en el que el señor
obligaba a su vasallo a rendir homenaje a otro señor.
La fe: el homenaje iba acompañado del juramento de fidelidad. Este juramento se prestaba de
pie con la mano sobre los libros sagrados o sobre un relicario.
A veces el vasallo empezaba declarando que aceptaba el compromiso de ser fiel e
inmediatamente confirmaba su declaración con un juramento.
La unión de los dos actos generadores del contrato de vasallaje es tal que el juramento de
fidelidad debe seguir inmediatamente al homenaje; estado de cosas que se refleja en los actos
de la vida corriente.
Parece ser que por regla general la fidelidad y el homenaje fueron “llevados”, es decir,
prestados en la residencia general del señor o bien en la cabeza del señorio al que estaba unido
el feudo tenido por el vasallo.
El “osculum”
El homenaje y fidelidad fueron acompañados muy generalmente, sobre todo en Francia, por
un tercer acto, el osculum, el beso.
El beso por regla general, sigue al homenaje, pero no tiene ni la importancia de este, ni de la
fidelidad. Cumplido los dos actos queda cumplido el contrato de vasallaje: el osculum no
constituye un elemento esencial, no es indispensable para la conclusión del contrato. El
osculum no es más que un medio de confirmar las obligaciones contraídas por ambas partes;
también se uso para confirmar otros contratos.
Excepciones
Si el osculum no tiene nada de esencial, el homenaje y la fidelidad son indispensables para la
formación del contrato del vasallaje, por lo menos en Francia, Alemania e Inglaterra. Las
excepciones encontradas no atentan contra la regla.
Actos escritos
Todos los actos que se han descrito o mencionado son orales, como la mayoría de los actos
jurídicos de la alta Edad Media. De todos modos, a veces se redactaba un acta recordando las
circunstancias de los actos de fidelidad y homenaje y precisando las obligaciones de ambas
partes. Esto último se daba exclusivamente cuando las partes eran personas físicas o morales
importantes y cuando el contrato de vasallaje concluido revestía un carácter político.
Homenaje servil: se pone de manifiesto en Francia entre el siglo XII y el XIV la existencia de
casos de homenaje, a veces acompañados de juramentos de fidelidad, prestados por hombres
libres que se constituyen en siervos de algún establecimiento eclesiástico. Se las considera
como una imitación del homenaje y de la fidelidad de vasallaje.
Efectos del contrato de vasallaje: dos órdenes: por una parte, un poder del señor sobre las
persona del vasallo; por otra, obligaciones por ambas partes.
El poder del señor: debe su existencia al homenaje, a la traditio personae que implica.
Primitivamente este poder debido de ser de tal naturaleza que deberíamos catalogarlo en la
categoría de derechos reales: fue un poder inmediato y directo sobre la persona del vasallo,
limitado por la sola noción de que esto no era compatible con la dignidad de hombre libre, y
por el respeto que se debía al rey. Pero en la época en que nos situamos este poder ya se halla
sensiblemente reducido. De un modo general, este poder del señor sobre la persona del vasallo
se tradujo en la obediencia y el respeto impuesto a éste. De la reverentia derivan los signos
externos de respeto que un señor puede obligar a manifestar a su vasallo: sostenerle estribo al
montar a caballo y escoltarlo en circunstancias solemnes, o bien proporcionarle otros servicios
“honorificos” que varían según las regiones y las épocas. Esta autoridad, este poder del señor
sobre la persona del vasallo, explica igualmente expresiones que señalaban hondamente la
dependencia del vasallo a su señor: el uso de un adjetivo posesivo o de un genitivo de
propiedad.
Obligaciones de las partes: el contrato de vasallaje era un contrato sinalagmático. Por
consiguiente, creaba obligaciones por ambas partes. Estas obligaciones nacían del conjunto
constituido por el homenaje y el juramento de fidelidad; los teóricos de los siglos XI, XII y
XII, en Francia e Inglaterra, tendieron a derivarlas muy particularmente, si no de modo
exclusivo de ese juramento, de la fe.
“Quien jure fidelidad a su señor debe tener siempre presente las seis palabras siguientes:
sano y salvo, seguro, honesto, útil, fácil, posible (...) Importa, pues, que en los seis aspectos
indicados proporcione fielmente a su señor consejo y ayuda, si quiere aparecer como digno
de su beneficio y probar la fidelidad jurada. También el señor debe, en todos sus dominios,
pagar con la misma moneda al que le juró fidelidad. Si n lo hiciere sería considerado de mala
fe con pleno derecho, al igual que el vasallo que fuese sorprendido faltando a sus deberes,
por acción o por omisión, sería culpable de perfidia y perjurio” (pág 132)
La fidelidad del vasallo: se trata del objeto de la obligación del vasallo. Este objeto
comprende, por una parte de la fidelidad y por otra, por ciertas prestaciones.
La noción de fidelidad conservo el carácter fundamentalmente negativo que creemos había
tenido anteriormente. Ser fiel es, ante todo, no hacer nada que pueda poner en peligro o
causar algún perjuicio a quien se ha prometido fidelidad.
Las prestaciones del vasallo : estas prestaciones constituyen el objeto positivo por excelencia
de la obligación del vasallo. No consisten en un dare sino en un facere. Son el consilium y el
auxilium, el consejo y la ayuda.
Auxilium: comprende por de pronto el servicio y, en gran medida durante la época que nos
ocupa, el servicio militar a caballo; en segundo lugar, además del servicio propiamente dicho,
otras formas de ayuda material.
El servicio militar del vasallo es la principal y esencial razón de ser del contrato de vasallaje,
desde el punto de vista del señor y durante la mayor época que tratamos: el señor acepta
vasallos para disponer de caballeros. La institución continúa teniendo ante todo un carácter
guerrero. El servicio militar del vasallo puede presentarse bajo diversas modalidades. El
vasallo puede estar obligado a prestar el servicio con un armamento completo, o bien estar
solo obligado a presentarse con algunas de las piezas más esenciales del armamentos: es el
caso de los “vavasores”, modestos subvasallos de los príncipes territoriales y de los señores
más importantes o vasallos detentadores de feudos poco considerables, en una parte de la
Francia occidental. Ciertos vasallos solo deben prestar servicio personalmente; otros, con un
determinado número de caballeros, en general sus propios vasallos, o sea los subvasallos del
señor. Y dentro de esta especie existen aun muchas variedades. Hay vasallos que están
obligados a presentarse, al a llamada del señor, con todas sus fuerzas. En otros casos solo
demanda un número limitado de caballeros:” hueste”, ejercito de éste con veinte caballeros.
Podía varían incluso la misma naturaleza del servicio militar. En Francia y en Inglaterra, por
ejemplo, solian distinguirse la expeditio (o hostis) de la equitatio (o cavalcata), la ost, de la
chevauchée: la primera era una autentica empresa guerrera de cierta importancia, mientras que
la segunda no era más que una breve expedición, tal vez un simple servicio de escolta.
Otra forma de serbio es el estage; o sea el servicio de guardia de uno de los castillos del señor;
manteniéndolo abierto y cedérselo cuando este lo requiera.
El servicio debía prestarse sin remuneración especial para el vasallo. No obstante, los
esfuerzos de los vasallos tendieron a limitar la duración de sus prestaciones; en Francia se
había logrado generalmente este resultado a partir de la segunda mitad del siglo XI: el vasallo
debe al señor cierto número de días de servicio, pasados los cuales el señor solo puede
mantener dicho servicio pagándole un sueldo; y a veces se presupone que el servicio se presta
únicamente en una región determinada. OBJETO DE CONVENIOS PARTICULARES
ENTRE LAS PARTES, PARA FIJAR LAS LIMITACIONES, LAS DEROGACIONES
PREVISTAS Y LAS REMUNERACIONES QUE CORRESPONDEN EN CADA CASO.
Otras formas del servitium: de carácter subsidiario en relación con el servicio de caballero,
puede suceder incluso que los únicos servicios previsto sean de naturaleza muy distinta de la
militar: servicios de administración de dominios, servicio domestico superior, transmisión de
mensajes, escoltas, etc.
El servicio militar se sustituyó a veces por una contribución pecuniaria, el scutagium, écuage.
En Inglaterra los reyes autorizaron muy pronto la redención del servitium militare, al principio
para los grados inferiores de la jerarquía… Se sustituyó el servicio militar por el ecuage. Los
ingresos que este impuesto aseguraba permitían la formación de un ejército de mercenarios,
más seguro y manejable en esta época que en un ejército de vasallos.
Se conocieron otras formas de rescate del servicio militar: la entrega de un caballo o la
cantidad de dinero equivalente en lugar de la prestación personal (región parisiense, siglo XII
y XIII; la entrega de un par de guantes, de una espada, de herraduras, etc.; estas prestaciones
eran, sin embargo, menos frecuentes, y se les atribuyó un carácter honorifico. En Francia y en
Alemania se dio a veces el caso de que el pago de un censo sustituyera el servicio en un feudo
de pequeñas dimensiones o de reciente creación.
Junto al aspecto militar, el auxilium tenía otro: el de la ayuda pecuniaria. En los siglos XII y
XIII esta ayuda se cobró en casos excepcionales, casi siempre los mismos, de modo que al
convertirse el uso en regla, solo se admitió dichos casos; su número no siempre fue
rigurosamente el mismo. Fueron la ayuda en cuatros casos, que, por regla general, consistieron
en el pago del rescate por el señor prisionero; el adoubemen (la investidura en calidad de
caballero) del primogénito del señor, el casamiento de la hija mayor del señor y la partida del
señor a Tierra Santa.
“Consilium”: el vasallo está obligado a asistir al señor con sus consejos. Por otra parte, asistir
al señor con sus consejos es una forma de servicio. Esta prestación implica la obligación que
tiene el vasallo de presentarse a su señor, cuando este le llama. En virtud del deber al que nos
referimos, el vasallo se reúne en la corte de su señor con éste y sus covasallos, en su curtis o
curia, que a veces se llama también consilium, en tanto que asamblea que delibera junto con el
señor. El objeto de las deliberaciones consiste en cualquier problema sobre el que el señor
desee conocer la opinión de sus vasallos. Pero uno de los más importantes aspectos de este
deber de “consejo” consiste en juzgar, bajo la presidencia del señor, las causas sometidas a su
“corte”. En virtud de la fidelidad que le han jurado, el señor requiere a sus vasallos a
pronunciar sentencia.
Vasallos que no debían prestar servicio: se limitaban a tener el castillo a tener a disposición
del señor y a proporcionarle el “albergue”; es decir, a permitirle el derecho de vivienda
durante un determinado número de días consecutivos al año. Se llamaba tenir en franc fif,
detentar en feudo franco al régimen favorable del que gozaban dichos vasallos.
Objetos de la obligación del señor: el objeto de la obligación del señor presenta un muy
marcado paralelismo con el objeto de la obligación del vasallo.
Para el señor, como para el vasallo, el objeto de la obligación comprende, por una parte, la
fidelidad; por otra, ciertas prestaciones. La fidelidad del señor presenta los mismos caracteres
que el deber de fidelidad del vasallo; una obligación de no cometer acciones que puedan
comprometer la vida, el honor o los bienes del vasallo. Y además, una cierta manera de ser
que debe dominar y penetrar la actitud del señor para con el vasallo.
En cuanto a las prestaciones, pueden agruparse bajo dos rubricas. Las conocemos desde la
época carolingia: el señor debe a su vasallo protección y manutención.
Protección: el señor está obligado a responder a la llamada del vasallo cuando este sea atacado
injustamente; es decir, que está obligado a defenderle contra sus enemigos. Esta defensa puede
tomar diversos aspectos; a veces es el objeto de las disposiciones decretadas de común
acuerdo entre las partes. El aspecto militar es el más esencial, llegando incluso a comportar
que el señor haga la guerra para defender a su vasallo. Otro aspecto importante es el judicial:
el señor puede estar obligado a defender jurídicamente a su vasallo, por ejemplo ante la corte
real.
El señor está igualmente obligado a asistir con sus consejos al vasallo y a ser justo con él; en
resumen, si se le ha concedido un feudo, debe garantizársele su posesión; en otras palabras,
debe defenderlo contra las eventuales tentativas de arrebatárselo. El conjunto de estas
prestaciones fue designado a veces con la misma fórmula que resumía las prestaciones del
vasallo: consilium et auxilium.
En cuanto a la manutención, su razón de ser a los ojos del señor consiste en la necesidad de
situar al vasallo en condiciones de proporcionarle el servicio que se espera de él.
Esta manutención puede estar asegurada de dos modos distintos. El señor puede mantener el
vasallo directamente en su corte, en s casa. También puede concederle un feudo o, en casos
mucho menos frecuentes, un alodio, una tenencia en precario o en mainferme.
El deseo de recibir feudos y los pasos efectuados por todos los vasallos para ello, aceleraron
una evolución cuyos inicios hemos notado a principio del reinado de Carlomagno. Decreció
sin cesar el número de vasallos non chasés en relación al de los chasés. Desde principios del
siglo XI, en ciertas regiones de Francia, desde fines de siglo en otras, fue normal que el
vasallo detentara un feudo; el vasallo que no disfrutara de este es cada vez más una rara
excepción: lo más corriente era que se tratase de una situación temporal; esperaba que se le
concediese un feudo, contaba con obtenerlo al término de algunos años de bueno servicios, y
no solía ser decepcionado en sus esperanzas.
Primitivamente la concesión de un beneficio no excluía necesariamente otras formas de
manutención por parte del señor (los señores concedían cada año vestes, “ropajes talares,
vestiduras a sus vasallos, incluso chasés)
Señores y subvasallos: las relaciones de derecho creadas por el homenaje y por la fidelidad
afectaban solo a las partes contratantes.
No se estableció ninguna relación de derecho entre el señor y el subvasallo. Un vasallo podía
estar obligado a proporcionar a su señor el servicio de sus propios vasallos; pero estos no
tenían ninguna obligación ante el señor de su señor.
Sin embargo, existió una importante excepción a la regla. La influencia del elemento real en
las relaciones feudo-vasalláticas tuvo como consecuencia admitir que cuando un señor moría
sin heredero cierto del feudo sus vasallos fueron tenidos como vasallos del señor del de cuius,
hasta que fuese designado legalmente el heredero del feudo. Ç
Ruptura de compromisos: en un principio sabemos que el vasallo no tenía el derecho de
romper unilateralmente el contrato que le unía a su señor, salvo si éste abusaba de su poder
hacia él. A principios del siglo XI, por lo menos en Alemania, continuaba aun existiendo dicha
regla. Para buscar otro señor es necesaria la abolición del primer compromiso, esta no puede
ser el resultado de un rompimiento unilateral. A partir de fines del siglo XII, se admite,
primero en Francia y en el oeste de Alemania, es decir, en Lotaringia, que un vasallo puede
romper sus compromisos a condición de dar a conocer su resolución solemnemente y de
renunciar a su feudo. De nuevo se trata, pues, de la acción ejercida por el feudo sobre las
relaciones de vasallaje. Renunciar a su fidelidad-y a su feudo- se llama renunciare,
diffiduciarie. La renuncia se llama diffidentia, diffiduciatio, diffidatio, en francés se dirá
defiance, defi, desaveu, demission de foi, y démission de fief. Por otra parte, lo más corriente
era que el vasallo, al renunciar a su fidelidad, se convirtiese en un rebelde que pretendía
conservar su feudo; de ahí défier (desafiar)= provoquer (provocar)
Sanciones: aunque existiesen fueron prácticamente ineficaces hasta el siglo XII e incluso el
XIII, y muy a menudo, por no decir siempre, los conflictos que comportaban estos
incumplimientos eran resueltos por las armas.
El incumplimiento de los deberes de una de las partes es la “felonía”. La primera sanción
consistía en la ruptura de la fidelidad, la diffidentia, diffiduciatio, diffidatio, que ya hemos
definido como la ruptura de los vínculos de vasallaje, sin ninguna falta por parte del señor. A
titulo de sanción, la ruptura de fidelidad podía ser efectuada por el vasallo. La ruptura de fe
también podía emanar del señor, a titulo de sanción.
Pero la sanción más eficaz tenía evidentemente que ver con el feudo: nueva comprobación de
la influencia de este sobre las relaciones personales de señor a vasallo. La falta grave del
vasallo comporta la confiscación del feudo, consecuencia necesaria de la ruptura de la
fidelidad, por estar condicionada la confiscación del feudo a la existencia de compromisos de
vasallaje.
El desarrollo progresivo de los derechos del vasallo sobre el feudo, hizo que la confiscación
tuviera muchas dificultades para practicarse, salvo en Inglaterra donde la monarquía fue lo
bastante fuerte para practicarla de manera corriente. Pero en Francia, desde el siglo XII, se
introdujo una sanción menos grave, de carácter provisional, el embargo del feudo. En
Inglaterra se recurrió mucho menos al embargo, debido a que la confiscación se practicaba
normalmente; a título de media provisional, se practicó generalmente un simple embargo
mobiliario. La “desaprobación” del señor por falta grave de este tenía también consecuencias
sobre el feudo: el vasallo tenía el feudo del señor inmediatamente superior al que había sido
“desaprobado”; cuando no existía señor superior, el vasallo conservaba el feudo libremente.
Motivado o no por una falta de la parte contraria, el desaveu debía realizarse según ciertas
formas. El rito más corriente fue la exfestucatio, es decir la recusación solemne de la festuca,
del fétu (vara) o de otro objeto simbólico.
La herencia: las relaciones de vasallo a señor no tienen en si misma nada de hereditario; pero
sabemos que, ya desde sus inicios, el deseo de los vasallos de transmitir el beneficio que
detentaban a uno de sus hijos, de hecho dio a estas relaciones un carácter hereditario, por
tanto, debemos estudiar la cuestión de la herencia en relación con el feudo. Fuera de él no se
encuentran huellas de la herencia; no hay nada parecido, por ejemplo, en lo que atañe a las
relaciones de vasallos non chases con su señor.
Pluralidad de compromisos: en Francia, a finales del siglo IX se introdujo la costumbre de
que un vasallo rindiese homenaje a varios señores: la sed de beneficios, provocó este
desgarrón con el rigor primitivo de los compromisos de vasallaje. Fue el peor de todos: el
vasallo de varios señores podía a elegir a uno de ellos, y comportarse, sin demasiadas
vacilaciones, como si no fuera vasallo de nadie. Tambien encontramos a veces personalidades
que se resistieron a esta costumbre y rehusaron comprometerse con más de un señor. Pero
estos casos son heroicos, enteramente excepcionales.
Desde finales del siglo IX se vio la necesidad de hallar una solución. Año 895, nos sitúa en
presencia del doble vasallaje y nos muestra que el señor principal, al que era necesario servir
rigurosamente, era aquel del que se detentaba el beneficio más importante. A veces se admitió
que debía servirse con preferencia al señor que gozaba del primer compromiso.
La “ligesse”: tuvo mucha importancia en Francia; aparece mediado el siglo XI y, antes de que
el siglo terminaría, se conocía ya en Lotaringia. Desde Normandia, se importó al sur de Italia
en la segunda mitad del siglo XI, y a Inglaterra junto con la conquista. Se distinguió, entre los
señores, al que debía servirse con todo el rigor, esencia del primitivo vasallaje: integre,
enteramente, sin reservas, contra omnes, contra todos. Este señor era el dominus ligius, el
señor ligio de una palabra procedente del alemán ledig, vacío, libre; entiéndase libre de
compromiso. Más tarde la nocion de lige pasó al vasallo, al homenaje, al feudo utilizándose
expresiones como homo ligius, ligius miles, hominium ligius, ligia fidelitas, feodum ligium.
En el mismo sentido y con la misma envergadura las nociones dominus ligius, homo ligius,
ligantia, pasaron a Inglaterra y al sur de Italia, y se mantuvieron y desarrollaron en el
transcurso del siglo XII. En el condado de Barcelona, el vasallo ligio fue calificado de solidus.
Primitivamente se pudo tener un señor ligio, en Inglaterra se insistió fuertemente en dicha
regla hasta finales del siglo XII. Pero en Francia y en Inglaterra se utilizó la institución del
homenaje ligio para crear nuevos compromisos de idéntico valor al homenaje prestado al
primer señor ligio. La finalidad es evidente: obtener nuevos feudos. A partir del siglo XII, en
Francia y Lotaringia una misma persona pudo ser el homme lige de varios señores (con orden
de preferencia, reservando los nuevos homenajes ciertas prerrogativas a los antiguos)
La monarquía francesa intento imponer a sus vasallos la reserva de la fidelidad debía al rey.
De todos modos, esta reserva solo toma un carácter algo general en el transcurso del siglo
XIII. Los homenajes no ligios o simples (homagium planum, hommage plain, plane o ample)
se le reconocieron efectos menos rigurosos, y a menudo se efectuaron con formulas más
simplificadas.
En Inglaterra, la ligesse acabó por ser monopolizada por la realeza. En Alemania no respondió
a una necesidad hasta mediados el siglo XII: el rey, los príncipes eclesiásticos y laicos, los
principales señores, disponían en las personas de sus caballeros-siervos o ministeriales, de
milites, estrecha, y exclusivamente subordinados a su autoridad. Así pues el homo ligius, el
ledichman, no llegó más allá de la Lotaringia y de algunas regiones inmediatamente vecinas.
Cambió la situación cuando los ministeriales empezaron a recibir feudos de otros señores y
cuando la entrada en masa de caballeros libres en la ministerialidad consiguió que la
subordinación de los miembros de esta clase fuese mucho menos estrecha.
Feudo: en las relaciones feudo-vasalláticas el elemento real sigue siendo, lo que había sido en la época
carolingia. Sus elementos esenciales: una tenencia concedida gratuitamente por el señor a su vasallo
con vistas a procurarle su legítima manutención y a ponerle en situación de que le proporcione los
servicios requeridos.

El término que designa la tenencia es beneficium. Término que se aplicaba también a una tenencia en
precario, a una tenencia de servicio concedida a ciertos servidores, a un beneficio eclesiástico.

A Ganshof le interesa el beneficium más corriente, el que daba lugar al chasement del vasallo. En
Alemania es el termino técnico, y continuará siéndolo durante mucho tiempo (s. XI y XII). También
en Francia la palabra es utilizada en el siglo X y en la primera mitad del s. XI. Asimismo, se emplea en
los diplomas de los últimos carolingios y de los primeros Capetos.

Pero en esta época aparece otro término: feodum, que más frecuentemente encontramos en la forma y
a veces en la feudum, en frances fief o fieffe, en alemán Lehen, en holandés leen, es decor feudo. La
palabra aparece a fines del siglo IX al sur de Borgoña, en la forma de feus o feos. Designa objetos
muebles de valor y se presenta en el caso régimen y en plural. Las cartas en las que se halla se refieren
a ventas cuyo precio se paga integra o parcialmente en especie, en feos o feus, a los que se les atribuye
un determinado valor.

La explicación de M. Bloc sigue pareciéndole a Ganshof la más satisfactoria. Parte de una palabra
franca fehu-od; el primer miembro, paralelo al gótico faihu, rebaño, parece ser que designaba al
ganado, la riqueza mueble por excelencia; el segundo, od, parece significar “bien”; de ello se deduce
que el conjunto debió significar bien mueble de valor. Es el sentido que hemos reconocido a feos, feus,
cuya derivación de fehu-od no parece presentar mayores dificultades. Los señores dieron feos, feus, a
sus vasallos para asegurarles la manutención. De ello debió derivarse un segundo sentido del vocablo:
“lo que sirve para mantener al vasallo”. Por otra parte, fue tan aplicable a las riquezas muebles como a
riquezas inmuebles.

Otras cartas de la misma época presenta la palabra fevum como sinónimo de beneficium. También en
el siglo X y bajo otras formas como feum, feo e incluso bajo la forma netamente “vulgar” feuz. La
encontramos bien en clausulas de prohibición análogas, bien el propio cuerpo del dispositivo
refiriéndose a la antigua o actual concesión del fevum a un hombre de calidad. Los textos son cada vez
más numerosos en la primera mitad del siglo XI (fevum se usa con más frecuencia que beneficium) La
palabra se extiende también a otras partes de Francia, como Borgoña, en la que se emplea en el sentido
de beneficium, a pesar de que se use más a menudo el termino tradicional.

El termino feodum aparece tímidamente en el oeste de Alemania a principios del siglo XI; pero no se
aplica exclusivamente a tenencias de vasallaje.

En la segunda mitad del siglo XI su uso es normal en Lotaringia, pero la palabra no ha tomado aún el
carácter de término técnico.

En ciertas regiones, feodum, fief y fieffe, tuvieron junto a su sentido técnico un significado más
general: en Normandia, Bretaña, En Guyana, en Gascuña, en el Midi todolosino, fueron empleados
para designar toda clase de tenencias. De donde la costumbre cada vez más extendida de calificar de
feodum militis, feudo de caballero, la tenencia del vasallo. La expresión feodum militare también se
empleó en Lotaringia y en otras partes de la Alemania de la época, para diferenciar claramente el
verdadero feudo, de las tenencias concedidas a ciertos servidores. En Inglaterra feudum, que parece se
empleó con su acepción técnica inmediatamente después de la Conquista, tomó rápidamente el sentido
de tenencia libre y hereditaria. Pero ello se acostumbra precisar que un vasallo detentaba su tierra por
militare servitium y a emplear de un modo progresivamente generalizado a lo largo del siglo XII, y
sobre todo en el siglo XIII, la expresión feudum militis para designar la tenencia del vasallo.

En algunas ocasiones se recurrió, prefiriéndole al término técnico, a algunas perífrasis: se habló de


tierra habida iure militari, “según el derecho de los vasallos”, iure feodario, “según el derecho de los
feudos”, incluso se califico el bien de terra feodalis, “tierra feudal”.

Junto a beneficium y feudum-feodum, también se usaron otros vocablos para designar el feudo y sobre
todo los términos generales que dan la noción de tenencia: casamentun, ya conocido en la época
carolingia, tenementum, tenura y especialmente liberum tenementum, que hayamos con frecuencia en
Inglaterra de los siglos XII y XIII. Pero en los casos citados algún elemento del contexto precisa que
estos vocablos-tipo se emplean pro subiecta materia, para indicar la tenencia de un vasallo.

Objeto de la concesión en feudo: normalmente el feudo consistía en un terreno. Este podía ser de
extensión muy diversa: podía comprender vastos territorios o limitarse a algunos bonniers, a algunas
mesures, a algunos arpents. Incluso podía ser un castillo, independientemente del feudo. El objeto de
la concesión del feudo podía ser una autoridad, una función o un derecho. Junto a estos poderes de
naturaleza superior y siempre de origen publico, innumerables funciones y derechos fueron
infeudados: derecho de tonlieu, peajes, acuñaciones de moneda, derecho a juzgar, cargos de castellano,
de procurador, de alcalde, de preboste, de recaudador de impuestos,etc.

El objeto de la concesión del feudo en estos diferentes casos, si bien no se trataba de un terreno, tenia
muy a menudo algún asiento territorial o por lo menos local.

Pero el objeto del feudo podía también estar desprovisto de toda base territorial o local y consistir en
un derecho a un cobro, a una suma entregada a plazos regulares, a una renta, se dirá a partir del siglo
XII. Es lo que se vino a llamar el feudum de bursa, el feudo de bolsa: los feudistas, es decir, los
jurisconsultos que se dedicaban al derecho feudal.

El feudo de bolsa podía presentarse bajo diversos aspectos. Podia consistir en la entrega de una suma
de dinero al vasallo, con cuya ayuda debía adquirir un bien o un derecho que le asegurase una renta
regular. O bien el feudo consistía en una renta fija a percibir sobre la base de una fuente determinada
de beneficios. Pero lo más corriente era que el feudo de bolsa no estuviese ligado a ninguna fuente
particular de beneficios. El objeto de la concesión era lo que podía llamarse una renta sobre el Tesoro.

En los siglos X y XI los vasalllos laicos de gran importancia tuvieron normalmente en feudo iglesias
(Abadías, iglesias parroquiales, capillas) para percibir las rentas surgidas de los dominios de éstas, de
su dotación o del propio ejercicio del ministerio eclesiástico (diezmos, ofrendas u obligaciones de los
fieles,etc.); las rentas de la naturaleza eclesiástica y especialmente los diezmos fueron entre los objetos
más codiciados para su concesión en feudo.

Diversos tipos de feudos: a algunos feudos se les designa con distintos nombres. Fief lige y el fief
plain o ample, homenajes así calificados. A otros se les llama honor. El vocablo, designaba en la época
carolingia las funciones públicas y los abadiatos laicos, junto con los beneficios que constituían su
dotación. El uso normal del término (Alemania) honor se aplica a los cargos públicos tenidos en
beneficio, con exclusión de otros feudos.

Por lo que respecta a Francia, es necesario hacer distinciones. En cartas encontramos, la noción de
dotación de un cargo, público o no, tenido generalmente en feudo. Pero en los siglos XII y XIII, la
palabra se aplica sin más a una señoría, incluso alodial. En el oeste, durante el siglo XI, honor se
utiliza a veces para designar un condado tenido en beneficio. Sin embargo, lo más corriente fue utilizar
honor como simple sinónimo de feodum. Preferentemente para designar un feudo de cierta
importancia, no necesariamente un feudo cuyo titular sea vizconde, conde, duque, etc.

En Inglaterra, inmediatamente después de la Conquista, pero sobre todo en los siglos XII y XII, se dio
a honor un sentido bastante especifico: se trata de un complejo considerable de feudos, reunidos de
forma permanente en una sola señoria, tenida por un “alto varón”, es decir, por uno de los principales
vasallos del rey, y que constituía el asiento de importantes obligaciones militares debidas al soberano.

También podría gustarte